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Introducción a la Sociología para Ciencias Sociales
JOSÉ ANTONIO DÍAZ MARTÍNEZ ROSA M.ª RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ Editores
UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA PARA CIENCIAS SOCIALES Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. © Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid 2018 www.uned.es/publicaciones © José Antonio Díaz Martínez y Rosa M.ª Rodríguez Rodríguez ISBN electrónico: 978-84-362-7480-6 Edición digital (epub): septiembre de 2018 Aquí podrá encontrar información adicional y actualizada de esta publicación
INTRODUCCIÓN
Este es un libro de introducción a la Sociología para estudiantes de grados de Ciencias Sociales y Jurídicas. Desde el principio, comprobará el lector que la perspectiva sociológica no se asemeja al conocimiento común, sino que, por el contrario, trata de explicar con una metodología propia de las Ciencias Sociales por qué las cosas son como son. Es decir, la Sociología no solo describe la realidad social o cómo es un fenómeno social determinado, sino que trata de encontrar una explicación a ese acontecimiento o fenómeno social. Desde sus orígenes, la Sociología ha tenido esa pretensión científica de estudiar objetivamente la realidad social, de descubrir las regularidades o las leyes de la vida social. Ese es el enfoque que hemos dado a todos los capítulos de esta obra, a través de los cuales se aborda el estudio de los aspectos nucleares que caracterizan la compleja sociedad actual. En algunos puntos pueden ser páginas un poco densas. Hemos intentado, sin embargo, ser didácticos y sintéticos. No hemos olvidado que es una obra para estudiantes de otras disciplinas que se inician en el estudio de la Sociología. En última instancia, la realidad social no conoce de áreas de conocimiento; sino que tiene múltiples aspectos que deben estudiarse de forma interdisciplinar. En contra de la intención totalizadora de los primeros sociólogos a la hora explicar los hechos sociales, en la actualidad, la pretensión de la Sociología es aportar una visión propia complementaria a la de otras ciencias para conocer y tratar de explicar la realidad social. El libro está estructurado en once capítulos, aunque hay dos partes bien diferenciadas: la primera incluye los 7 primeros capítulos, y se estudian los fundamentos de la disciplina. En la segunda parte, del capítulo 8 al 11, se aplican esos fundamentos, y en general, la perspectiva sociológica, para analizar determinados procesos sociales. Los tres primeros están dedicados al método e institucionalización de la Sociología. La consideración de la perspectiva sociológica, que se trata en el capítulo 1, pone de relieve la importancia de la Sociología para el análisis de los problemas sociales y la visión peculiar de esta disciplina, relativamente
nueva. Se estudian, además, los orígenes de la Sociología, a través de un esbozo histórico que considera las aportaciones seminales de Auguste Comte, Émile Durkheim, Karl Marx y Max Weber; pero, sobre todo, tratamos de demostrar la utilidad de nuestro enfoque científico y el modo en el que se explican los fenómenos sociales, diferenciando esa perspectiva sociológica respecto a la de otras Ciencias Sociales. En este capítulo también se expone el proceso de institucionalización de la Sociología. Analizamos el proceso histórico por el que se ha ido afianzando como un conocimiento reconocido y valorado por su contribución a la explicación de los problemas sociales. La institucionalización supone la consolidación definitiva de una Ciencia Social, que nace con vocación de dar respuesta a las cuestiones sociales surgidas de la primera revolución industrial y cuya naturaleza se mueve con la transformación social, con el cambio permanente, con el conflicto de intereses propio de la sociedad moderna. Quizá, por ello, la disciplina vive uno de los mejores momentos, pues las sociedades actuales, tanto española como internacional, atraviesan situaciones de gran incertidumbre en las que el análisis sociológico puede aportar distintas explicaciones y cursos alternativos de acción; un conocimiento de especial utilidad, sobre todo, para orientar el diseño y planificación de las políticas públicas. Cuando hablamos del proceso histórico, hacemos referencia a los orígenes y al desarrollo teórico y práctico de los años iniciales de la Sociología. Por ello, en el capítulo 2, se profundiza en el conocimiento de la fundamentación teórica de la Sociología. El estudio de estos primeros capítulos tiene como objetivo conocer la naturaleza científica de la Sociología y, sobre todo, su dimensión práctica. Los pioneros de la Sociología realizaron un gran esfuerzo intelectual para construir la teoría sociológica y la metodología que impulsa la Sociología positiva, que utiliza el método propio de las Ciencias Sociales para objetivar los resultados de su investigación social. De hecho, en el capítulo 3, se analizan las características del método de investigación de las Ciencias Sociales y las fases del diseño y del proceso de investigación en Sociología. Para los autores de este libro, la Sociología se ha ganado un lugar en las áreas del conocimiento positivo gracias al rigor en la investigación de los problemas sociales y de los procesos que definen las sociedades actuales. Un segundo campo de interés sociológico es el relacionado con la estructura y procesos sociales. Desde los primeros capítulos, el estudiante y
lector del libro comprobará la tensión permanente que existe en el sistema social entre los procesos de cambio social y los elementos más permanentes del mismo: Transformación vs. Permanencia; dos procesos perceptibles en la sociedad, que requieren ser estudiados, ya que existen desde tiempos ancestrales y que, en la sociedad actual, son más evidentes debido a la rapidez de los cambios que genera la innovación tecnológica. En los capítulos 4 y 5 se considera el estudio de la relación entre el individuo, la cultura y la sociedad. Son conceptos fundamentales para entender la importancia de lo social, y responder a las siguientes preguntas: ¿cómo se construye la sociedad?, ¿cuáles son sus elementos constituyentes? y ¿cuál es la dinámica que permite su mantenimiento a lo largo del tiempo? Estas son cuestiones esenciales para entender las bases de la sociedad. De ahí surge el estudio del proceso de socialización, capítulo 6, que explica la interiorización de los elementos socioculturales necesarios para la formación de la personalidad y la adaptación del ser humano al entorno en cuyo seno está llamado a vivir. La socialización es, sin duda, un concepto fundamental para nuestra disciplina, pues lo social, en sentido lato, conlleva el aprendizaje de patrones normalizados de conducta social y su correlato antitético es el proceso de desviación social. Desde sus orígenes, la Sociología ha prestado una gran atención a esos comportamientos que se desvían o rompen la normalidad social, como consecuencia de lo cual, la sociedad puede responder con procesos de control social. En unos casos se trata de desviaciones positivas en cuanto suponen innovaciones sociales adaptativas que favorecen la evolución de los sistemas sociales y, en otros, son desviaciones negativas, que provocan el desorden y el conflicto social, como se verá en el capítulo 7. Como decíamos, en la segunda parte se aplica la perspectiva sociológica en el análisis de determinados procesos sociales, como la aparición de los movimientos sociales. El estudio de los movimientos sociales, como se expone en el capítulo 8, tiene una larga trayectoria en la teoría sociológica; sin embargo, es necesario repensar su importancia política y social a raíz de la aparición reciente de manifestaciones como los movimientos altermundialistas e indignados, 15M, mareas ciudadanas, etc. Movimientos generalistas, con pluralidad ideológica y diversidad de objetivos que, como otros agentes de cambio social del siglo XXI, quieren ser globales. Dedicamos el capítulo 9, por un lado, a definir qué es el cambio social, qué lo diferencia de la evolución social y de la acción histórica, cuáles son los
principales agentes y factores de cambio social; y, por otro, a analizar específicamente los procesos de cambio social provocados por la evolución del sistema capitalista mundial. De especial relevancia, para establecer los rasgos característicos de las sociedades de nuestro tiempo, será analizar el nacimiento del capitalismo de consumo, la sociedad de servicios y de la información. El capítulo también estudia la internacionalización de los movimientos migratorios, uno de los fenómenos más significativos del proceso de globalización y un exponente de las intensas transformaciones acaecidas en los mercados de trabajo y en las formas de producción. Como consecuencia del proceso de globalización, favorecido por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (sobre todo Internet), surge un nuevo modelo social, que enfatiza la importancia del conocimiento, con características propias y muy diferentes a los anteriores modelos sociales. Por ello, en el capítulo 10, se estudia la emergencia de la sociedad del conocimiento, haciendo una prognosis de futuros procesos sociales. En este capítulo se estudian los autores más importantes que han explicado la transformación tecnológica y las tendencias que configuran el futuro de nuestra sociedad: en unos casos, una sociedad polarizada y con graves problemas sociales; en otros, una sociedad en la que se pueden resolver los problemas de la sociedad humana. Por último, en el capítulo 11, se estudian los problemas de desigualdad, las situaciones de pobreza y exclusión social, que amenazan la cohesión y la integración social. La posibilidad de construir una sociedad cohesionada depende, en buena medida, del tratamiento de esos procesos sociales; por ello, se hace referencia a los riesgos que provocan vulnerabilidad social en determinados grupos de población y la necesidad de proteger y desarrollar los derechos de ciudadanía. Todos los capítulos tienen una estructura común: delimitación conceptual, referencias teóricas e históricas básicas, relevancia de la cuestión analizada y propuestas de ejercicios, prácticas o lecturas que motiven al estudiante (o lector interesado en la perspectiva sociológica) a seguir profundizando en el conocimiento reflexivo y dialéctico de los fenómenos sociales abordados. Entre nuestros objetivos ha estado, siempre latente, el propósito de mostrar la utilidad del enfoque sociológico para el análisis de los problemas sociales actuales. Confiamos en que el lector y el estudiante encuentren en los diversos
capítulos de este libro, un material que le ayude a comprender e interpretar mejor la compleja sociedad en la que vivimos. Esa ha sido la intención de todos los autores de este libro. José Antonio Díaz Martínez Rosa M.ª Rodríguez Rodríguez Madrid, 1 de mayo de 2018
Capítulo 1 La perspectiva sociológica: su naturaleza e institucionalización José Antonio Díaz Martínez Pilar Nova Melle
1.1 ¿Qué es la Sociología y cómo se explican los fenómenos sociales? 1.2. Los orígenes de la Sociología: un esbozo histórico. 1.3. Lo social, la cuestión social, origen del estudio de los problemas sociales. 1.4. Objeto y finalidad de la Sociología. 1.5. Institucionalización de la Sociología. 1.5.1. Precursores de los estudios sociológicos en España. 1.5.2. El pensamiento sociológico del siglo XX en España. 1.6. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 1.7. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata este capítulo? En este capítulo se estudia en qué consiste la perspectiva sociológica. La visión peculiar de esta ciencia social no es obvia, sino que debe ser explicada en relación con su objeto de estudio y la metodología propia de las Ciencias Sociales. Todas las ciencias se explican por esos dos elementos, el objeto de estudio, en nuestro caso lo social; y la metodología de análisis de ese objeto de estudio. Para la Sociología, se trataría del método científico propio de las Ciencias Sociales. Un método que trata de eliminar la subjetividad en el estudio de los fenómenos sociales. Se abordan estas cuestiones considerando las aportaciones de los fundadores de la Sociología; sobre todo Auguste Comte, Émile Durkheim, Karl Marx y Max Weber. Así, se considera la naturaleza del trabajo científico, que aspira a una neutralidad valorativa y a la objetividad en el estudio de la realidad social. Pero el resultado de los estudios de los problemas sociales depende mucho de la perspectiva teórica con la que se aborde. De ahí, la tensión permanente entre la objetividad del sociólogo y la neutralidad de los estudios sociológicos. En este capítulo, se reivindica una Sociología que analiza la sociedad y los problemas sociales con rigor científico, que debe diferenciar, en la medida de lo posible, el análisis de los fenómenos sociales y la valoración que hagamos de los hechos sociales y los resultados de la investigación. Prueba de ese rigor es el hecho de que la Sociología se haya ganado un lugar destacado en el elenco de áreas de conocimiento de nuestro sistema científico. En el último siglo, hemos asistido a la institucionalización de la Sociología en al ámbito internacional. En España, desde finales de los años 70 y principios de los 80 del siglo pasado, la Sociología se ha consolidado como una Ciencia Social con importantes aportaciones al conocimiento y solución de los problemas sociales.
1.1. ¿QUÉ ES LA SOCIOLOGÍA Y CÓMO SE EXPLICAN LOS FENÓMENOS SOCIALES? La palabra Sociología es un neologismo que proviene etimológicamente del término latino socius (socio o compañero) y del griego logos (tratado o ciencia) por lo que lingüísticamente significa ciencia de lo social. La palabra Sociología fue acuñada por Auguste Comte (1798-1857) en su Curso de filosofía positiva en 1839. La Sociología se ocupa del estudio de los grupos y agregados sociales, las organizaciones, las instituciones, los cambios y conflictos sociales, los gobiernos, las relaciones sociales, los sistemas y estructuras sociales, entre otros objetos de interés que se verán en capítulos posteriores. La Sociología es el estudio científico de la sociedad. En una definición más contemporánea se describe la Sociología como la ciencia que estudia las relaciones humanas de manera sistematizada utilizando la observación y la verificación empírica a partir de una teoría. Los primeros sociólogos pretendían analizar los fenómenos sociales con la misma perspectiva y método objetivo con el que se estudian los fenómenos naturales. Se trataba de eliminar subjetividad en el estudio de la sociedad humana e impulsar una nueva disciplina científica que analizara con rigor científico los problemas sociales. Debe tenerse en cuenta el momento histórico en el que aparece la Sociología, siglo XIX, caracterizado por las profundas transformaciones sociales consecuencia de la emergencia de un nuevo sistema socioeconómico, la era industrial. Ese nuevo sistema socioeconómico plantea una reflexión fundamental para los científicos que se ocupan de las cuestiones sociales, como pueden ser las razones de la propia existencia de la comunidad humana ¿Por qué hay sociedad humana? ¿Qué la mantiene unida? ¿Por qué se produce el conflicto? ¿Cómo se puede alcanzar el orden en las relaciones sociales? El nuevo sistema económico que emerge a mediados del siglo XVIII, cambia la sociedad, y, como todo cambio, provoca conflicto y desestructuración social, problemas de carácter económico, demográfico, político y culturales. Ante el enorme reto que supone gestionar una sociedad en esa situación de crisis, surge la necesidad de una nueva disciplina científica que aborde el análisis de lo social sobre bases científicas. En el capítulo relativo a la Sociología como disciplina científica se considerará los problemas de ese gran reto, pero podemos anticipar que la intención de los
fundadores de la Sociología era desarrollar una ciencia de lo social. Cuando consideremos qué tipo de ciencia es la ciencia social nos percataremos de que la ciencia social tiene sus peculiaridades, sus problemas de índole epistemológico y paradigmático. Así, la perspectiva epistemológica, pretende determinar el alcance de la teoría del conocimiento sociológico y las dificultades de alcanzar un conocimiento objetivo de los fenómenos sociales, para concluir que no hay solamente una teoría que explique los fenómenos sociales, sino varias teorías, construyendo un corpus de conocimientos sobre el fenómeno social estudiado. La ciencia sociológica tiene determinadas características en función de su propio objeto de investigación y una metodología específica, como veremos más adelante. El problema del paradigma de análisis sociológico tiene relación con el consenso de los sociólogos sobre la forma de analizar determinados fenómenos. No siempre hay consenso sobre la forma de enfocar el estudio de lo social, y tampoco sobre la interpretación de los fenómenos sociales. De ahí que sea necesario el debate, la reflexión, el análisis riguroso de los múltiples aspectos que tiene cualquier cuestión social. La Sociología propone el método adecuado para alcanzar un consenso sobre el estudio de los problemas sociales: análisis de la realidad con una metodología propia de las Ciencias Sociales, observación empírica de la realidad, rigor en la obtención de los datos del problema estudiado e interpretación científica de la explicación del fenómeno social. Por lo tanto, el sociólogo tiene una visión específica de los hechos sociales, debe proceder de acuerdo con el método de investigación propio de las Ciencias Sociales, adoptando una perspectiva, en su intención, objetiva y despersonalizada. El sociólogo Emilio Lamo de Espinosa, en su discurso titulado Elogio de la Sociología, con motivo de recibir el Premio Nacional de Sociología y Ciencias Política 2016, dijo: La Sociología es, de una parte, el intento de explicar y comprender el cambio social, un cambio social que se acelera a partir del siglo xvi. Pero la Sociología es también, y quizá sobre todo, un proyecto político y moral de impulsar ese cambio, un proyecto de modernización (2017: 8).
En referencia a España, y también mencionando ese papel fundamental de acompañamiento del proyecto de modernización, Jesús de Miguel indica que «el desarrollo de la Sociología es un proceso que debe estudiarse paralelo a la transformación de la estructura social de España, y a los procesos de cambio social. La hipótesis es que el conocimiento refleja la propia sociedad y, al
mismo tiempo, trata de cambiarla» (1999: 179). En efecto, el desarrollo de la Sociología siempre ha estado relacionado con el cambio social. Desde sus orígenes, con Auguste Comte, la misión del sociólogo ha sido facilitar la construcción positiva, es decir, con conocimiento científico, de la nueva sociedad. Actualmente nos encontramos en una situación similar, que tiene como causa una nueva revolución tecnológica, la digital, y con consecuencias parecidas a aquella: desempleo, nuevos valores, fractura social, desigualdad, exclusión social, etc. Por lo tanto, la Sociología está unida permanentemente al estudio de los problemas sociales. Las Ciencias Sociales tienen una naturaleza específica, no se puede estudiar la sociedad como procesos propios de las Ciencias Naturales. La pretensión de Comte de tratar los hechos sociales como se tratan los fenómenos naturales no responde a las posibilidades reales de la Sociología. Las leyes naturales tienen unas características que las diferencian sustancialmente de las leyes sociales. Lo social es por naturaleza variable, interpretable y relativo. Esa naturaleza variable no le resta un ápice de interés científico, sino que, por el contrario, el método de análisis científico debe tener en cuenta su naturaleza peculiar. Por ello, se puede afirmar que «la Sociología nunca ha sido una disciplina con un corpus de ideas que todos consideran válido, aunque en ocasiones ciertas teorías han tenido una aceptación más generalizada que otras» (Giddens y Sutton, 2014: 33). Cuando los sociólogos analizan un problema social deben hacerlo desde planteamientos científicos, neutralizando sus preferencias personales; y así, es necesario dejar de lado nuestros compromisos políticos y emocionales (Giddens y Sutton, 2014: 33). Este debate se ha planteado en múltiples ocasiones, por ejemplo, cuando Max Weber (1864-1920) analiza la contradicción propia del quehacer del científico y del político, centrada en el papel de los juicios de valor (Weber, 1975). En la introducción a la obra El Político y el Científico, Raymond Aron (Weber, 1975: 28-30), a propósito de la distinción entre hechos e interpretación, propone unas reglas para la práctica de las Ciencias Sociales que conviene recordar: 1. Búsqueda y el establecimiento de los hechos mismos: presentación de los hechos brutos, distinguiéndolos de las interpretaciones. 2. Discusión y crítica de los resultados parciales, de los fundamentos y de los métodos, para establecer su validez.
3. Desencantar lo real: hay que distinguir claramente entre los ideales y la realidad imperfecta. Max Weber, cuando habla de la vocación científica, indica que: Existen dos tipos de problemas perfectamente heterogéneos: de una parte, la constatación de los hechos, la determinación de contenidos lógicos o matemáticos o de la estructura interna de fenómenos culturales; de la otra, la respuesta a la pregunta por el valor de la cultura (1975: 212213).
Hechos y valor de los hechos, esa es la diferencia que hay que distinguir en la ciencia sociológica. Abundando en la idea, Weber señala allí en donde un hombre de ciencia permite que se introduzcan sus propios juicios de valor deja de tener una plena comprensión del tema (1975: 214). Para explicar los fenómenos sociales necesariamente hay que considerar el debate científico, la reflexión y la crítica interna. Así, podremos alcanzar un conocimiento de la realidad que transcienda la interpretación subjetiva, ya que la perspectiva que el sociólogo tiene de la realidad responde a una pluralidad de valores. 1.2. LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA: UN ESBOZO HISTÓRICO La Sociología es una ciencia relativamente joven, su origen se remonta a los inicios del siglo XIX. Si bien el pensamiento sociológico se fundamentó ya en la Antigua Grecia, donde encontramos escritos protosociológicos en Heródoto de Halicarnaso (484-425 a. C.), padre de la historia occidental. Fue el primero en describir sociedades y pueblos de su época (siglo V a. C.), estableciendo semejanzas y diferencias entre la sociedad griega y otras que visitó. En sus viajes, observó diferentes reglas de conducta, que posteriormente se estudiarían como cultura. Platón, en sus obras El Banquete, La República o Las Leyes, reflexiona sobre la sociedad proponiendo modelos sociales. También lo hizo Aristóteles, en su libro Política. Estos escritos tenían una perspectiva filosófica, de ahí que su objetivo fuese la búsqueda del ideal; el deber ser, mientras que los sociólogos pretenden analizar el ser de la sociedad. Si en la etapa griega eran los filósofos los estudiosos de lo social, en la
Edad Media serán los teólogos. Destacan los textos de San Agustín, quien reflexiona sobre el avance de la humanidad debido a una compleja trama de relaciones humanas; Tomás de Aquino, quien interpreta los textos aristotélicos, o Marsilio de Padua, que estudia las comunidades por orden creciente hasta llegar a la más compleja del Estado, y establece la necesidad de un orden que asegure la convivencia. En el siglo XIV, Ibn Jaldún (1332-1406), de origen andalusí, se considera un antecesor de las Ciencias Sociales. Escribió sobre Historia, Economía, Demografía, Filosofía y Sociología. En su libro Prolegómenos, escribe sobre la filosofía social con una interpretación de los conceptos «cohesión social» y «conflicto social». En el Renacimiento, Maquiavelo es considerado como uno de los teóricos más influyentes en el pensamiento político y social. Define desde una perspectiva moderna el concepto de reestructuración social. Estudia el constante conflicto político con base social, por la contraposición entre el pueblo y los que gobiernan. A finales del siglo XVIII y principios del XIX surge un pensamiento «sociológico» como consecuencia de los cambios acontecidos en el orden social establecido. En esta época, comenzó a verse claramente que de la sociedad civil surgía el orden político. Uno de los primeros en analizar este cambio fue Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) con su obra El contrato social, que después influiría en el pensamiento de Alexis de Tocqueville (1805-1859). La Revolución Francesa acabó con las estructuras jurídicas que legitimaban un ordenamiento social estamental sostenedor del antiguo régimen. Fue el germen de un pensamiento nuevo que se extendió por Europa y América. Herencia del Siglo de las Luces, las nuevas ideas que propugnaba esta Revolución eran la Igualdad de la condición humana; la Libertad individual para actuar bajo la responsabilidad personal, y la Fraternidad, como elemento que inspira las relaciones humanas. En este contexto de profundos cambios, que traen consigo la emergencia de las sociedades modernas, surge la cuestión social o la existencia de graves problemas sociales, como el éxodo rural, las pobres condiciones de vida de los trabajadores, el conflicto de clases, etc., y la necesidad de una nueva disciplina que aborde su estudio, la Sociología.
1.3. LO SOCIAL, LA CUESTIÓN SOCIAL, ORIGEN DEL ESTUDIO DE LOS PROBLEMAS SOCIALES Entre los siglos XVIII y XIX se producen grandes cambios en el sistema de producción agrícola que expulsaron del medio rural a la población excedente. Por otro lado, las ciudades se nutren de esa migración que demanda trabajo en las nuevas fábricas. Se comienza a consolidar el sistema capitalista y la llamada «cuestión social» como problema a estudiar. La industria requería inversión y el capital penetra en el proceso de producción dando lugar a un nuevo sistema, el capitalismo. Entre las consecuencias sociales que conlleva el nuevo sistema productivo se pueden citar: aumento de la tasa de mortalidad infantil, jornadas de trabajo hasta de 18 horas, trabajo infantil, frecuente sustitución de la mano de obra, bajos salarios, hacinamiento en las subviviendas obreras con falta de agua y de luz, escasa ventilación, accidentes de trabajo y nuevas enfermedades laborales. Las condiciones de trabajo en las fábricas eran penosas, es muy ilustrativa la descripción de Giorgio Mori: Las hilanderías de algodón son grandes edificios construidos para que puedan albergar el mayor número posible de personas. No se puede sustraer ningún espacio a la producción y, de tal manera, los techos son lo más bajos posibles al tiempo que todos los locales están llenos de máquinas que, además, requieren grandes cantidades de aceite para realizar sus movimientos. Debido a la naturaleza misma de la producción hay mucho polvo de algodón en el ambiente…los obreros trabajan día y noche, hay que utilizar muchas velas y por tanto es difícil ventilar la estancia [1] (1987: 115).
En estas condiciones se puede entender que tanto los incendios que se producían como los accidentes de trabajo eran frecuentes. Así, ante esta realidad social en el trabajo y la vida, los nuevos trabajadores urbanos recurren con frecuencia a la huelga, dando lugar a un periodo de conflicto social en el que surgen los primeros sindicatos. La llamada cuestión social (la situación descrita: pobreza, hacinamiento, enfermedades, accidentes, explotación de hombres, mujeres y niños) comienza a ser vista con características propias, como objeto de preocupación y de estudio. Las Ciencias Sociales existentes, Economía, Política, Filosofía e Historia, no aportaban explicaciones a este fenómeno de tan gran relevancia, que se iba extendido en diferentes países a medida que se industrializaban. Así, surge la Sociología, como nueva ciencia, cuyo objeto de estudio es,
precisamente, la cuestión social. La sensibilización por la situación de los obreros «se convirtió bien pronto en uno de los puntos fundamentales de referencia para todo el pensamiento social de esa época, desde los teóricos socialistas hasta Papas como León XIII, que en su encíclica “Rerum Novarum” denunció las consecuencias negativas del nuevo orden económico» (Tezanos, 2006: 344). Se puede observar la existencia de contradicciones estructurales y la emergencia del potencial conflicto social en el tránsito del modelo feudal al modelo capitalista industrial (Watson, 1987: 79-80): — La concentración de trabajadores en fábricas con sus propios objetivos e intereses comunes que constituyen la base para el desarrollo del sindicalismo y la acción política de clase. — El logro de algún grado de movilidad laboral o la liberación de las relaciones de trabajo feudales, y determinadas libertades influyen en la demanda de participación democrática. — La contradicción entre los empresarios que desean controlar la fuerza de trabajo, y la existencia de una mano de obra cualificada con iniciativa que demanda independencia y autonomía. — La burocratización y rigidez de los métodos de trabajo que pueden resultar ineficaces para lograr los objetivos planteados. — La división del trabajo genera eficiencia, pero, al mismo tiempo, alienación del trabajador. — La reducción de los valores tradiciones y el énfasis en el individualismo puede provocar relaciones de competitividad entre los trabajadores, y anomia. — El crecimiento económico tiene limitaciones, tanto desde el punto de vista medioambiental, por sobreexplotación de los recursos naturales, como límites sociales, como consecuencia de la polarización social. Los fundadores de la Sociología se interesaron por el estudio de ese conflicto, dando lugar a un nuevo enfoque en su abordaje, la perspectiva
sociológica. La Sociología como una ciencia que va a explicar la crisis social existente. Las interpretaciones acerca de la nueva sociedad se expresan a través de diferentes teorías en las que los autores definen su concepción de la sociedad, de la política y de la economía. Auguste Comte, desde una visión optimista, considera que la solución a la desorganización social está en el consenso, y elabora una teoría justificativa del nuevo orden social (la reorganización social). Émile Durkheim (18581917), en sus principales obras, analizó la cuestión social (Rodríguez, 1974: 51-77). En la nueva sociedad, fruto de la división del trabajo, se impone la solidaridad orgánica que es reflejo de un nuevo tipo de valores. También acuña el concepto de «anomia» en referencia a la situación social incapaz de integrar a los individuos que se han alejado de la dinámica imperante de la sociedad. Karl Marx (1818-1883), desde una visión materialista y dialéctica, denunciará las formas de explotación del nuevo modo de producción y la necesidad del cambio mediante la revolución proletaria que conducirá a una sociedad sin clases. Max Weber, en varias de sus obras, pero fundamentalmente en La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), presenta la tesis de cómo las diferentes culturas a través de sus creencias religiosas desarrollan, en mayor o menor medida, el capitalismo. También, en su gran obra póstuma Economía y sociedad (1922), desarrolla un trabajo sobre los roles duales del idealismo y el materialismo en la historia del capitalismo, en contraposición con algunos aspectos del marxismo. Así nace una nueva ciencia a raíz de la cuestión social, como una reflexión ante el problema del cambio social y la crisis, producto de las nuevas condiciones económicas y sociales. A partir del nacimiento de la Sociología, fenómenos como el conflicto, la crisis, el cambio social, la acción social, las instituciones, la solidaridad, la lucha de clases, etc. son analizados y explicados desde una perspectiva especifica: la interpretación sociológica, constituyéndose diferentes enfoques y por ende diferentes escuelas, que serán analizadas más adelante. 1.4. OBJETO Y FINALIDAD DE LA SOCIOLOGÍA La perspectiva sociológica ha evolucionado significativamente desde sus orígenes. En la actualidad, podemos afirmar que el objeto de la Sociología es la construcción de teorías que expliquen los fenómenos sociales, como los
que hemos visto en el punto anterior; así como la aplicación empírica de dichas teorías que permitan contrastar o refutar el pensamiento sociológico en relación con el hecho social estudiado. La dimensión empírica de la Sociología significa el estudio concreto de los procesos sociales y de las relaciones sociales. Dependiendo del enfoque y ámbito de estudio, existen distintos niveles de análisis, desde los más cercanos e íntimos que afectan a grupos pequeños, a los más grandes, que tienen una dimensión más general. Podemos hablar de una línea continua que va desde las relaciones personales con un impacto (en principio) más limitado, a otros procesos que tienen gran transcendencia y de efectos globales sobre la sociedad en su totalidad. Hablamos de línea continua, considerando que determinados actos de pequeña escala sí pueden tener un gran impacto global. A ello han contribuido las tecnologías de la información y comunicación (TIC), y especialmente Internet, que amplifican cualquier acontecimiento de forma inmediata. No obstante, en concreto, como tipos de análisis sociológicos, debe distinguirse entre una perspectiva macrosociológica y otra microsociológica. La macrosociología es el estudio de los grandes sistemas sociales o de los procesos de transformación social a largo plazo. En este nivel de análisis, la Sociología analiza las grandes tendencias de cambio social, como pueden ser, por ejemplo, la internacionalización o globalización de las relaciones sociales, el impacto de internet sobre el ocio, los grandes cambios en los modos de producción, los flujos migratorios, las tendencias demográficas. Por el contrario, se entiende por microsociología el estudio de la vida cotidiana, en la que se considera las relaciones cara a cara o de grupos pequeños como son: familias, grupos sociales, comunidades y vecindarios (Giddens y Sutton, 2014: 50). Como señala Gino Germani, en el prólogo a la obra de Charles Wright Mills (1916-1962) La Imaginación Sociológica, la emergencia de la Sociología mundial se puede caracterizar por (Wright, 1985: 9): 1. Acentuación del carácter científico de la disciplina, de acuerdo con los principios del método científico propio de las Ciencias Sociales. Las controversias sobre el carácter más filosófico o más empírico se han superado. Teoría y empirismo son partes del modo de hacer sociológico, de la misma forma que hipótesis y verificación son momentos del
análisis científico. 2. Desarrollo de los procedimientos de investigación. En la época de Durkheim, la Sociología debía servirse de datos secundarios (preexistentes) para realizar sus análisis. Sin embargo, en la actualidad, se dispone de técnicas de observación y experimentación para el análisis de los fenómenos sociales: Las estadísticas oficiales, las obras históricas, los documentos personales o de otra índole, constituían antes las únicas fuentes para el investigador. Incluso en Antropología los relatos de viajeros fueron todo el material sobre el que trabajaban los antropólogos clásicos. La observación sobre el terreno apoyada en el uso de una gran variedad de técnicas se ha transformado ahora en una práctica habitual del investigador social (Wright, 1985: 10). En este sentido se ha producido una tecnificación de la Sociología, que no ha hecho sino incrementarse significativamente hasta nuestros días, tomando en consideración los importantes avances en las técnicas de recogida y tratamiento de los datos gracias a los cambios en las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y, especialmente, en las posibilidades que ofrece la informática en el tratamiento de grandes cantidades de datos (Big Data). 3. Institucionalización de la Sociología. El trabajo del sociólogo aislado en la biblioteca ha sido sustituido por el Instituto de Investigación, la organización compleja del trabajo y la gestión de importantes recursos humanos y económicos: se ha pasado de una fase artesanal a una fase industrial de la investigación (Wright, 1985: 10 y 11). 4. Diferenciación interna de la Sociología, en un importante proceso de especialización temática. Hoy en día, los sociólogos deben especializarse en una línea de investigación. Más adelante veremos los campos de investigación más habituales de la Sociología en España. 5. Surgimiento de escuelas (Universidades) dedicadas a la enseñanza de la Sociología. La complejidad creciente de los estudios sociológicos requiere del desarrollo de distintas aptitudes y habilidades, conformando un currículum completo de una formación reglada a
través de «instituciones especiales, multiplicidad de cursos y de materias, títulos profesionales específicos, y el paralelo surgimiento de los medios de control científico y académico destinados a asegurar un nivel profesional adecuado» (Wright, 1985: 11). 6. Profesionalización de la Sociología en la intervención en diversos campos de la sociedad. Así, la Sociología no es sólo una actividad de investigación de los problemas sociales, sino también de intervención social a través de instituciones públicas o privadas. 7. Cooperación interdisciplinar que se produce por el trabajo en equipo de distintos especialistas de la Sociología y de otras Ciencias Sociales. 8. Los cambios anteriores han tenido también impacto en la consideración del propio rol del sociólogo, que ha pasado a ser, por un lado, un «erudito» sobre las cuestiones sociales; y por otro, un «hombre/mujer organización», un profesional que cumple las demandas del tipo de sociedad emergente, la industrial y postindustrial o del conocimiento. El desarrollo académico experimentado por la Sociología en occidente en el último siglo despeja el camino de la institucionalización y el ejercicio público de la Sociología. El enfoque crítico de la Sociología fundacional se transforma, sin llegar a extinguirse, en actividad científica. Como dice Michael Burawoy: La dialéctica del progreso gobierna nuestras carreras individuales, así como nuestra disciplina. La pasión primigenia de la Sociología por la justicia social, la igualdad económica, los derechos humanos, la sostenibilidad del entorno, la libertad política o, simplemente, por un mundo mejor se torna en un esfuerzo por obtener credenciales académicas (2005: 199).
Este autor reivindica el conocimiento crítico, la regeneración de lo que denomina «la fibra moral de la Sociología», como complemento del ejercicio profesional de nuestra disciplina (2005: 200). Diferencia Michael Burawoy distintos tipos de Sociología en la actualidad, en función de la respuesta que demos a unas preguntas fundamentales: ¿conocimiento para quién y conocimiento para qué? Y en función de la respuesta, se mencionan cuatro dimensiones de la Sociología actual: pública, práctica, profesional y crítica. a) Sociología pública
La Sociología pública puede ejercitarse de forma tradicional como la
actividad que pone a la Sociología en conversación con los públicos a la vez que trata de investigar cómo se produce esa conversación (Burawoy, 2005: 202). Esta Sociología está en los medios de comunicación, en los debates de análisis de los problemas cotidianos de la vida social. Aunque no constituye una interacción directa con el público; y en este sentido son «públicos invisibles». Por el contrario, hay una Sociología pública orgánica «en la que el sociólogo trabaja en estrecha conexión con un público visible, denso, activo, local y a menudo contracorriente: movimientos sindicales, religiosos, vecinales, de inmigrantes o de derechos humanos» (Burawoy, 2005: 202). Una y otra Sociología pública, la tradicional y la orgánica, son complementarias: los grandes debates sociales se pueden trasladar al trabajo más cercano con los actores sociales afectados. Por ejemplo, los estudiantes de Sociología de la Universidad de California-Berkeley analizaron la situación laboral del personal de servicios de la propia universidad, haciendo visible la situación de precariedad y exclusión de los trabajadores, lo que inspiró un debate más amplio sobre el trabajo barato, los colectivos de inmigrantes desfavorecidos y la responsabilidad social de instituciones como la universitaria. Así, la Sociología pública tradicional puede incluir a la Sociología pública orgánica, mientras que ésta fundamenta y dirige a la tradicional (Burawoy, 2005: 203). b) Sociología práctica
La Sociología práctica y la Sociología pública no son necesariamente excluyentes o antagónicas, pero, ciertamente, trabajan con diferentes presupuestos: para la Sociología práctica las metas y los valores de trabajo se debaten y dialogan, tratando de ajustar la agenda de trabajo. Como señala nuevamente Michael Burawoy: La Sociología práctica es Sociología al servicio de una meta definida por el cliente. La raison d’etre de la Sociología práctica es suministrar soluciones a problemas que se nos presentan o legitimar soluciones tomadas de antemano (2005: 204). c) Sociología profesional
Este enfoque sociológico provee a la Sociología práctica y pública de legitimidad y conocimiento experto: La Sociología profesional... suministra los métodos adecuados y ya experimentados, los cuerpos de conocimiento acumulados, las orientaciones necesarias y los marcos conceptuales para el
ejercicio de la Sociología (Burawoy, 2005: 205). d) Sociología crítica
Esta es una perspectiva fundamental. La Sociología crítica es determinante para reconocer la naturaleza de los procesos sociales. Lejos de objetivos legitimadores del status quo existente, esta disciplina despliega la prevención de la sospecha, la presunción de los intereses existentes detrás de todos los procesos sociales: La Sociología crítica intenta hacer una Sociología profesional reconocedora de sus prejuicios, de sus silencios, promoviendo nuevos programas de investigación erigidos sobre fundamentos alternativos. La Sociología crítica es la conciencia de la Sociología profesional en tanto que la Sociología pública es la conciencia de la Sociología práctica (Burawoy, 2005: 205 y 206).
1.5. INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA El nacimiento, desarrollo e institucionalización de la Sociología depende de las condiciones sociales y políticas de cada país; así, alcanzará mayor desarrollo en las democracias industriales y encontrará dificultades en los regímenes totalitarios al ser considerada una ciencia «peligrosa». Hay una relación entre la consideración de la Sociología como ciencia y la creación de Cátedras Universitarias: hasta que un área de conocimiento no es enseñada en la universidad no adquiere el rango de ciencia. Con la creación de Cátedras Universitarias, la impartición de enseñanzas, la publicación de libros y revistas especializadas se considera que la nueva ciencia se ha institucionalizado. Posteriormente, se realizarán congresos como punto de encuentro para intercambio de conocimientos de los estudiosos de la materia, la creación de colegios profesionales y asociaciones nacionales e internacionales. Fue en Estados Unidos donde por primera vez se estableció la enseñanza de la Sociología en las Universidades. En 1876, se impartió Sociología como asignatura en Yale University. Entre 1889 y 1892 se instauró formalmente la enseñanza de la Sociología en 18 Universidades de Estados Unidos, siendo la Universidad de Chicago la primera en otorgar el Doctorado en Sociología. En un principio, la Sociología formaba una disciplina mixta con la Economía, pero ya en 1910, la mayoría de las Universidades de Estados Unidos impartían la Sociología como enseñanza independiente.
En Europa, hasta la Segunda Guerra Mundial, el mayor desarrollo de la Sociología lo conoció Alemania. En este país, desde sus orígenes, la Sociología contó con un gran reconocimiento. En los siglos XIX y XX, surgieron los sociólogos más destacados: Karl Marx (1818-1883), Max Weber (1864-1920), Ferdinand Tönnies (1855-1936), Georg Simmel (18581918), Karl Mannheim (1893-1947), entre otros. Aunque, las conexiones de estos pensadores con las universidades no fueron intensas, Georg Simmel ocupó una cátedra en la Universidad de Berlín, pero ya al final de su vida. Karl Mannheim tuvo que huir del nazismo. Sólo Ferdinand Tönnies desarrolló su ciencia en la Universidad alemana, aunque antes de 1933, años en que la mayoría de las Universidades contaban con sociólogos. Casi todos ellos se vieron obligados a abandonar el país con la llegada de los nazis al poder, y no volvió a reinstaurarse su enseñanza hasta después de la Segunda Guerra Mundial. En Gran Bretaña, a pesar de que la obra de Herbert Spencer (1820-1903) obtuvo un gran éxito, la Sociología académica tuvo un desarrollo lento. Los propios sociólogos explican que la principal razón del por qué la Sociología no conseguía arraigar en las Universidades inglesas al mismo ritmo que sucedía en otros países en la primera mitad del siglo XX, era debido a la oposición de la élite académica a debatir asuntos sobre la vida contemporánea. Era la élite intelectual de Oxford y Cambridge la gran opositora, círculos cerrados, para los que resultaba molesta una nueva ciencia dedicada al análisis crítico de la sociedad. En Francia, cuna de la Sociología con Claude-Henri de Rouvroy — conde de Saint-Simon— (1760-1825), Auguste Comte (1798-1857) y Émile Durkheim (1858-1917), fueron los enciclopedistas los que abrieron el camino; mientras que en los círculos académicos miraron con desconfianza esta nueva disciplina. Fue Émile Durkheim el primer sociólogo que obtuvo una cátedra en la universidad de Burdeos en 1902. Italia cuenta con una tradición sociológica universitaria desde principios del siglo XX, aunque, al igual que Alemania, su desarrollo se vio perjudicado por la llegada del fascismo al poder. 1.5.1. Precursores de los estudios sociológicos en España
La primera cátedra de Sociología se convoca en la Universidad Central de Madrid en 1899, siendo ocupada por Manuel Sales y Ferré (1843-1910).
Coincide su nombramiento con un momento en la historia de España inmersa en el debate de la modernización, la regeneración social y el futuro de la sociedad. Ello explicaría que además del nacimiento de una nueva disciplina académica, muchos intelectuales, desde la Filosofía, el Derecho, la Psicología, la Economía o la Historia, vieran en la Sociología un ámbito de conocimiento necesario y, sobre todo, un método para abordar los problemas sociales o la cuestión social, como hemos dicho anteriormente. Así, el «espíritu sociológico», en expresión de Adolfo González-Posada y Biesca (1860-1944), animó muchos de los trabajos de los intelectuales del momento, como por ejemplo, los de Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), que desde su Cátedra de Filosofía del Derecho de la Universidad de Madrid constituía un seminario jurídico y sociológico sobre los problemas de España, de inspiración krausista y organicista, [2] plasmados en su obra Estudios y fragmentos sobre la teoría de la persona social (1899). Hay que mencionar, aunque sea sucintamente, otros muchos estudios sociales de gran interés: a) los de la penalista Concepción Arenal Ponte (1820-1893), sobre el régimen penitenciario; b) Joaquín Costa Martínez (1846-1911), que utiliza la perspectiva sociológica en sus estudios históricos y reformas agrarias; c) Eduardo Pérez Pujol (1830-1894) que preside el Primer Congreso Sociológico Nacional, y realiza una importante contribución al estudio de las instituciones sociales; d) Adolfo Álvarez-Buylla y González Alegre (1850-1927), profesor de Economía Política y de Estadística, que funda la Escuela Práctica de Estudios Jurídicos y Sociales, y estudió la cuestión obrera y el movimiento cooperativo español; e) Pedro Dorado Montero (1861-1919), que también desde la ciencia jurídica, escribe sobre Sociología política y Sociología criminal; f) Vicente Santamaría de Paredes (1853-1924), desde el ámbito del Derecho Político, estudia El organismo social, y el movimiento obrero contemporáneo; g) Urbano González Serrano (1848-1904), filósofo y psicólogo, que realiza una importante contribución al desarrollo de la Sociología científica (Posada, 1990: 177-190). Así, el desarrollo del pensamiento sociológico español experimentó un gran impulso con las contribuciones teóricas de tres intelectuales, que podrían considerarse los pioneros de la Sociología en España: — El primero, Gumersindo de Azcárate y Menéndez (1840-1917), Presidente del Instituto Internacional de Sociología, y fundador del mismo, por su perspectiva de la Sociología como disciplina propia, a
pesar de que esta reflexión se hace desde el ámbito del Derecho. Publicó, entre otras obras, Estudios económicos y sociales (1876). Para Azcárate, la Sociología tenía un objeto propio de estudio, y parte del reconocimiento «de que la sociedad, como un todo, es algo que se puede y debe conocer; algo de cierta naturaleza, con vida y conforme a leyes, resultado que la ciencia nueva abarca lo relativo a la esencia, naturaleza, estructura de la sociedad» (Posada, 1990: 182). — El segundo, Manuel Salés y Ferré (1843-1910), fue el primer Catedrático de Sociología. Escribió un Tratado de Sociología. Discípulo de Julián Sanz del Río (1814-1869), y formado en el pensamiento krausista, con una perspectiva positivista del evolucionismo. Para él, la Sociología estudia las leyes «de la humana sociedad», algo que analiza en su Tratado considerando la evolución de las civilizaciones del hombre. Como prueba de la calidad de la obra, el sociólogo francés, Gastón Richard dijo sobre ella: El autor del sabio y concienzudo libro de que voy a dar cuenta es español, y enseña historia en Sevilla. Lo sentimos por él. ¿Por qué no es un alemán? ¿Por qué no enseña en Marburgo o en Greifswald? Los tres volúmenes de su Tratado de Sociología no asustarían a ningún traductor; pero necesario es que lo sepa y se resigne; entre nosotros, no quiere recibirse la luz sino de Alemania (Posada, 1990: 183 y 184).
— El tercero, Adolfo González-Posada y Biesca (1860-1944), que hace una importante labor de difusión de las obras clásicas de la Sociología europea y norteamericana en nuestro país: Auguste Comte, Herbert Spencer, Émile Durkheim, Albion W. Small, Lester F. Ward. Su obra Principios de Sociología es una referencia fundamental del pensamiento sociológico de la época, que tiene como precedente el positivismo y la experimentalidad (Lamo, 1998: 741). Las primeras obras sociológicas en España — Eduardo Pérez Pujol: La Sociología y la fórmula del derecho (1875). Promovió el estudio sociológico y junto con el derecho dedicándose a la recuperación de los gremios como solución a la cuestión social. — Gumersindo de Azcárate y Menéndez: Estudios económicos y sociales (1876), Concepto de la Sociología (1891), Los deberes de la riqueza (1892). — Concepción Arenal Ponte: La cuestión social. Cartas a un obrero y a un señor (1880), El delito colectivo (1892), El pauperismo (1897), La igualdad social y política y sus relaciones con la libertad, (1898). Su obra sociológica se ocupa de la mujer, la
delincuencia y la pobreza. — Urbano González Serrano: Sociología científica (1884). Creador de la corriente krausopositivismo. — Manuel Sales y Ferré: Tratado de Sociología, 4 vols. (1889), Nuevos fundamentos de la moral (1907), Problemas sociales (1910), Sociología General (1912). Fundó en Madrid el Instituto de Sociología. — Eduardo Sanz y Escartín: La cuestión económica (1890), El Estado y la reforma social (1893) y El individuo y la reforma social (1896). Fue presidente del Instituto de Reformas Sociales. — Adolfo González-Posada y Biesca: Sociología contemporánea (1902), La sensibilidad en las diversas clases sociales (1903), Socialismo y reforma social (1904), Principios de Sociología (1908), La ciudad moderna (1915).
1.5.2. El pensamiento sociológico del siglo xx en España
El «espíritu sociológico» siguió animando la reflexión sobre la cuestión social a principios del siglo XX. Entre otros muchos, deben citarse intelectuales como José Ortega y Gasset (1883-1955) con España invertebrada (1921), Salvador de Madariaga (1886-1978) con Spain (1930), Miguel de Unamuno (1864-1936) con En torno al casticismo (1902), Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) y su estudio sobre la Universidad; así como, las investigaciones que se realizaron en el Instituto de Reformas sociales (IRS) sobre la situación de los trabajadores (De Miguel, 1999: 180181). También cabe mencionar que hay una importante tradición de estudios de Criminología (Salillas, Bernaldo de Quirós, Dorado Montero, Azcárate), estudios de Sociología de la sexualidad (Quintiliano Saldaña), estudios antropológicos (Telesforo de Aranzadi, Luis de Hoyos, Antonio Machado Álvarez, Miguel de Barandiarán), o de Sociología rural (Díez del Moral, Fernando de los Ríos y Severino Aznar) (Lamo, 1998: 741). Para resolver la Cuestión Social, se creó en 1903 el Instituto de Reformas Sociales. Su objetivo era estudiar y proponer leyes para mejorar la vida y las condiciones de trabajo de los obreros. Fue organizado en tres secciones: la de legislación e información bibliográfica, dirigida por Adolfo González-Posada y Biesca; la de Inspección General, dirigida por el general Marvá; y la de Estadística, por Adolfo Álvarez-Buylla. Los trabajos realizados por el Instituto de Reformas Sociales fueron las primeras investigaciones sociológicas y se caracterizaron por su gran rigor estadístico y científico. Estos trabajos sirvieron de apoyo técnico al Estado (ver cuadro de publicaciones).
Publicaciones del Instituto de Reformas Sociales 1904. BUYLLA y ALEGRE: Miseria y conciencia del campesino castellano. 1904. SALILLAS, SAINZ Y ESCARTIN, PUYOL: Informe referente a las minas de Vizcaya. 1907. PUYOL: Informe acerca de la fábrica y los obreros de Mieres. 1910. MARVÁ: El trabajo en las minas. 1910. SANTAMARÍA y otros: Informe acerca del conflicto obrero-patronal de Gijón. 1910. GARCÍA CÁCERES: Condiciones sociales del cultivo del arroz en Valencia. 1914. GONZÁLEZ CASTRO: El trabajo de la mujer en la industria. 1915. ADOLFO POSADA: La ciudad moderna. 1917. GONZÁLEZ CASTRO: El trabajo de la infancia en España. 1919. BERNALDO DE QUIRÓS: Espartaquismo agrario. 1920. BERNALDO DE QUIRÓS: La emigración obrera en España después de la guerra. 1929. DÍAZ MORAL: Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Fuente: Martín López, E. (2003). «El Instituto de Reformas Sociales y los orígenes de la Sociología en España». Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Número extraordinario.
La Guerra Civil (1936-1939) expulsó a muchos sociólogos de España. Su magisterio en distintos países, sobre todo Latinoamérica, contribuyó a la difusión internacional de la Sociología. Por ejemplo, la importante labor de José Medina Echavarría (1903-1977) en México y Chile, donde se le reconoce como «uno de los institucionalizadores de los estudios sociológicos» (Morales, 2012: 20); o la actividad docente de Luis Recasens Siches (1903-1977) en la Universidad Nacional Autónoma de México, Estados Unidos de América y Europa; y de Francisco Ayala (1906-2009) en Argentina, que tanto ha influido no sólo en Sociología, sino en otros campos como la literatura, el derecho y el pensamiento político. Todos ellos representan, en expresión de Enrique Gómez Arboleya (1910-1959), los «sociólogos sin sociedad», la Sociología del exilio. Debido al paréntesis de la trágica guerra, y la diáspora intelectual que expulsa a una parte importante de los intelectuales españoles, habrá que esperar hasta la década de los años 50, para asistir a la reinstitucionalización de la Sociología española. A ello contribuyeron los estudios sociológicos de Enrique Gómez Arboleya, Catedrático de Sociología de la Universidad de Madrid, con una obra que trata de crear un puente con la tradición sociológica española: Sociology in Spain, en la obra colectiva The Recent Trends in Sociology (1958), y, junto con Salustiano del Campo Urbano, la publicación de la investigación Para una Sociología de la familia española (1959). Otros sociólogos importantes de esa época fueron: Román Perpiñá
(Teoría estructural y estructurante de la población de España 1900-1950 (1954); Esteban Pinilla de las Heras Sobre ciertos problemas que plantea la noción de estructura social (1956), o los estudios demográficos del Instituto Balmes de Sociología (1959) (Lamo, 1998: 742). En la década de los años 60, se amplía el foco de interés de la Sociología. Como señala Sánchez Vera (2003), una Sociología crítica se va a desarrollar en España gracias a la importante actividad que realizan un grupo de intelectuales en el Centro de Enseñanza e Investigación Sociológica (CEISA), germen, como diría José Luis López Aranguren, de una verdadera Universidad libre. Este Centro fue, según Jesús Ibáñez Alonso, «el crisol donde se fundó una Sociología española autóctona» (Ibáñez, 1992: 139). En esta época, los principales intelectuales que protagonizaron el vigoroso impulso de los estudios sociológicos fueron: Enrique Tierno Galván, Sociología y Situación (1954); Elías Díaz, Sociología y filosofía del derecho (1971); Ramón Tamames, Estructura económica de España (1960); José Luis Sampedro, Estructura económica (1969); Francisco Murillo, Estudios de Sociología política (1962); así como los sociólogos o politólogos Jiménez Blanco, Enrique Martín López, José Cazorla, Juan Díez Nicolás, Amando de Miguel, Carlos Moya, Juan Marsal, Francisco Javier Conde, Juan Linz, Salvador Giner, José Castillo Castillo, José Vidal Beneyto, Alfonso Ortí, entre otros. Las obras de estos intelectuales, nacidos en los años 20 y 30 del pasado siglo, constituyen la base sobre la que se sustenta el edificio intelectual de la Sociología actual en España. Como indica Emilio Lamo de Espinosa: La Sociología española a comienzos de los años noventa se encontraba ya plenamente institucionalizada en un triple nivel: académicamente, como una actividad profesional y corporativamente. Su producción está legitimada y aceptada públicamente y hay una notable demanda de investigación aplicada. Al tiempo se ha diversificado de modo que hoy disponemos de escuelas especializadas en casi todas las ramas conocidas: demografía, estratificación social, Sociología rural y urbana, Sociología de las organizaciones, Sociología política, Sociología de la educación, de la cultura, del conocimiento, de la salud, de la desviación social, del derecho, del consumo, criminología, y un largo etcétera (1998: 744 y 745).
En 1977 se licenció la primera promoción de titulados en Ciencias Políticas y Sociología en España. En aquellos años, los sociólogos egresados tenían que explicar qué era la Sociología, ya que la sociedad en general no tenía una idea clara de cuál era su finalidad; e incluso, el mundo empresarial desconocía concretamente su cometido y su utilidad en la empresa. En la
actualidad, la Sociología tiene reconocimiento social. Hay más de 15 Universidades españolas con Facultad de Sociología, o Facultades con Departamentos de Sociología. Cuando se pregunta sobre la labor de un sociólogo la respuesta suele hacer referencia a encuestas, al estudio de los problemas sociales y, en general, al análisis de la sociedad. Fueron las instituciones públicas las que, inicialmente, vieron en el sociólogo al técnico en estudios sociales, el asesor en programas de intervención social, o al experto en el diseño, dirección y gestión de políticas públicas, ofertando plazas de sociólogos en las distintas convocatorias de oposiciones a las Administraciones Públicas. Desde las últimas décadas del siglo pasado, la Sociología se ha ido afianzando como una disciplina empírica, de análisis de la realidad concreta de acuerdo con un método propio. Hoy la Sociología es reconocida como materia científica y académica y cuenta con asociaciones nacionales e internacionales. Las asociaciones más destacadas son: International Sociological Association (ISA), de ámbito mundial. Con carácter regional internacional pueden citarse, por ejemplo: European Sociological Association (ESA), Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS) y American Sociological Association (ASA). Descendiendo a nivel nacional está la Federación Española de Sociología (FES), que agrupa a las asociaciones de Sociología de las diferentes Comunidades Autónomas. Hay que mencionar, por su importancia, determinadas instituciones públicas, como el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), o el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Por último, un reflejo del proceso de consolidación es la existencia de publicaciones especializadas, que consideran las diferentes áreas de especialización. A título de ejemplo se pueden citar: Revista Española de Investigaciones Sociológicas; Revista Internacional de Sociología; Revista Española de Sociología; Sistema. Revista de Ciencias Sociales; Sociología del Trabajo; Cuadernos de Relaciones Laborales; Política y Sociedad; Migraciones; Empiria; Revista de Metodología de Ciencias Sociales; Papers; Revista Española del Tercer Sector, entre otras muchas. [3] 1.6. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS
O LECTURAS Comentario del texto de Lamo de Espinosa, E. (2017). «Elogio de la Sociología». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 159: 7-12. Se puede acceder online en la página web del CIS: www.cis.es
1.7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BURAWOY, M. (2005). «Por una Sociología pública». Revista Política y Sociedad, 42 (1): 197-225. DE MIGUEL, J. (1999). «Cien años de investigación sociológica sobre España». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 87: 179-219. DEL CAMPO, S. (2001). Historia de la Sociología española. Barcelona. Ariel. — (coord.) (2000). La institucionalización de la Sociología (1870-1914). Madrid. Centro de Investigaciones Sociológicas. GIDDENS, A. y Sutton, Ph.W. (2014). Sociología. Madrid. Alianza. GINER, S. y Moreno, L. (1990). Sociología en España. Madrid. CSIC. IBÁÑEZ, J. (dir./coord.) (1992). «Sociología. Vol. 1», en Reyes, R. (ed.). Las Ciencias Sociales en España. Historia inmediata, crítica y perspectivas. Madrid. Universidad Complutense de Madrid. LAMO DE ESPINOSA, E. (1998). «Sociología en España» en Giner, S., Lamo, E. y Torres, C. (eds.). Diccionario de Sociología. Madrid. Alianza: 741-745. — (2017). «Elogio de la Sociología». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 159: 7-12. MARTÍN LÓPEZ, E. (2003). «El Instituto de Reformas Sociales y los orígenes de la Sociología en España». Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Número extraordinario. MORALES MARTÍN, J.J. (2012). José Medina Echavarría: «vida y Sociología». Tesis Doctoral. Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Universidad Complutense de Madrid. MORI, G. (1987). La Revolución Industrial. Barcelona. Crítica. NÚÑEZ ENCABO, M. (2001). «Sales y Ferré y los orígenes de la Sociología española» en Del Campo, S. (dir.). Historia de la Sociología Española. Madrid. Ariel. POSADA, A. (1990). «La Sociología en España». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 52/90: 163-192 (Original publicado en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza en 1898). RODRÍGUEZ ZUÑIGA, L.E. (1974). «Emile Durkheim: la Sociología y la “cuestión social”». Revista Española de la Opinión Pública, 36: 51-77. SÁNCHEZ VERA, P. (2003). «Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia». Anales de Derecho, 21: 253-282. TEZANOS, J.F. (2006). La explicación sociológica: una introducción a la Sociología. Madrid. UNED. VV.AA. (2016). «La situación profesional y académica de la Sociología española: diagnóstico y perspectivas». Revista Española de Sociología, 25, suplemento 3. WATSON, T.J. (1987). Sociology, work and industry. London. Routlege & Kegan Paul. WEBER, M. (1975). El político y el científico. Madrid. Alianza. WRIGHT MILLS, C. (1985). La imaginación Sociológica. México. Fondo de Cultura Económica.
Capítulo 2 Teorías sociológicas Rosa M.ª Rodríguez Rodríguez José Antonio Díaz Martínez
2.1. Gestación teórica de la Sociología. 2.1.1. Positivismo (Auguste Comte). 2.1.2. Evolucionismo y organicismo (Herbert Spencer). 2.2. Consolidación de la Sociología. 2.2.1. Los inicios de la Sociología Analítica (Ferdinand Tönnies, Georg Simmel y Émile Durkheim). 2.2.2. Sociología Comprensivo-explicativa (Max Weber). 2.2.3. Sociología Dialéctica (Karl Marx). 2.3. Principales perspectivas teóricas contemporáneas. 2.3.1. Estructural-funcionalista (Talcott Parsons). 2.3.2. Teoría crítica. 2.3.3. Interaccionismo o interaccionismo simbólico. 2.4. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 2.5. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata este capítulo? En este capítulo se realiza una visión panorámica de los rasgos definitorios básicos de las principales corrientes de pensamiento sociológico existentes; es decir, de las interpretaciones científicas que, históricamente, se han dado para abordar el conocimiento empírico, teórico y racional de la sociedad. Este texto es solo una aproximación a la diversidad de conceptualizaciones y paradigmas, en muchas ocasiones contrapuestos, que caracterizan la constitución de la Sociología como disciplina científica, generalmente, a partir del debate y delimitación de su objeto de estudio y, respondiendo, a la pluralidad de posibles factores explicativos, ideológicos y axiológicos con los que se puede analizar la realidad social.
2.1. GESTACIÓN TEÓRICA DE LA SOCIOLOGÍA La irrupción de la Sociología en el pensamiento social se sitúa, formalmente, en el siglo XIX, debido sobre todo a la nueva y más precisa concepción de la «sociedad» como objeto de estudio, claramente diferenciable del Estado y de lo político; así como de una vaga historia universal de la humanidad y de las historias particulares de pueblos, Estados o civilizaciones. La idea de «sociedad» fue elaborada en el análisis que de la estructura social, los sistemas sociales y las instituciones sociales, se hacen desde los mismos precursores de la Sociología, y que son parte del núcleo central de la teoría sociológica (Bottomore y Nisbet, 1988: 10). Esta datación histórica de los orígenes de la teoría sociológica no significa, lógicamente, que no hubiera ya una larga historia de pensamiento social; sino que en el siglo XVIII y precedentes no constaba la Sociología como tal, porque, por una parte, la idea de una ciencia para el estudio de la sociedad no existía, hasta que Auguste Comte la concibió en 1837; y, por otra, todavía no existía el método propio de las Ciencias Sociales; es decir, faltaba el objeto de estudio y el método adecuado para estudiarlo. Aunque tenga remotos antecedentes, hay consenso respecto a que nace en el momento en que algunos autores propusieron el estudio sistemático, analítico y empírico de la realidad social; entre ellos, Montesquieu (16891755), Claude-Henri de Saint-Simon (1760-1825), Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), John Stuart Mill (1806-1873), Lorenz von Stein (1815-1890), Auguste Comte (1798-1857), Max Weber (1864-1920) o Karl Marx (18181883). La Sociología no tiene un fundador concreto, sino que surgió en algunos intelectuales como consecuencia de la extensión progresiva de la actitud científica. La indagación científica, que había ya cubierto el mundo físico y el biológico, alcanzó al terreno mismo de la mente, con la Psicología, y el de la sociedad, con las diversas Ciencias Sociales. Esto ya había ocurrido cuando Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823), Richard Cantillon (1680-1734) y otros autores iniciaron el estudio científico de la dimensión económica de la vida social (Giner, 1994: 580). Subrayamos este aspecto, porque las primeras corrientes sociológicas, y muchas posteriores, no podrían entenderse sin tener en cuenta la influencia que la concepción y el método propio de las Ciencias Naturales ha tenido en el abordaje científico de lo social. En concreto, las primeras teorías a las que nos referiremos a
continuación partían de que sólo era digno de estudiarse aquello que podía ser tratado como cosa y, por lo tanto, susceptible de ser medible y cuantificable. Y que la sociedad y sus componentes podían ser estudiados, comparativamente, como si fueran un organismo vivo. Podemos distinguir una primera fase, de gestación de la Sociología, que corresponde con la aparición de las concepciones positivistas y organicistas en las Ciencias Sociales. El desarrollo hipertrófico de la Sociología La concepción inicial —y durante mucho tiempo predominante— de la Sociología como ciencia natural ha hipertrofiado la importancia de los aspectos externos (materiales-estructurales) sobre los aspectos psíquicos (espiritualespersonales). Sin duda, tal hipertrofia tiene su origen en el hecho de que esa línea sociológica está condicionada por el modelo de las ciencias de la naturaleza — experiencia externa, datos físicos, regularidades de comportamiento observable, etc.—, y esto da lugar, a su vez, a un desplazamiento de la atención hacia la sociedad como estructura empíricamente perceptible —orgánica, mecánica, etc.—, alejándose de la consideración del hombre como sujeto individual específico. Ambos fenómenos producen como resultado, una cierta cosificación de la vida social y política, que, cuando menos, se desnuda de su dimensión moral para presentarse como una cuestión de técnica y de administración. Resulta paradigmática, a este respecto, la idea de Saint-Simon, según la cual «la política ha dejado de ser el gobierno de los hombres para convertirse en la administración de las cosas». Fuente: Martín López, E. (1998). «El desarrollo hipertrófico de la Sociología» en Martín López, E. Sociología de la Comunicación Humana. Tomo I. Madrid. FUFAP: 13. 2.1.1. Positivismo (Auguste Comte)
Positivismo es un término asociado al pensamiento y filosofía social de Auguste Comte (1798-1857), para muchos, el fundador de la Sociología. Declaradamente empirista, Comte pensaba que existe un orden natural de las cosas que puede ser descubierto mediante el método científico (habiendo explicación científica cuando se consigue explicar las cosas en sus propios términos y no en términos extramundanos, divinos o supersticiosos). Al existir un orden natural de las cosas, es posible la empresa científica. Las cosas, sin embargo, no están ordenadas en compartimentos estancos: existe una continuidad en el orden natural de las cosas. De esa manera, las regularidades que se observan en la Astronomía pueden servir para descubrir las regularidades que existen en la Física, o las regularidades que se observan en la Química pueden servir para entender lo que ocurre en el mundo de la Biología, y así, sucesivamente, hasta encontrarse con las regularidades o
leyes que cabe descubrir en el ámbito de lo social, de lo que debe encargarse una nueva ciencia: la Sociología. La Sociología, para Auguste Comte, debe aplicar estrictamente el método científico, tal como lo han depurado los científicos naturales (físicos, químicos, astrónomos, etc.), para descubrir las leyes sociológicas, las regularidades que acontecen en el ámbito de las sociedades (Garvía, 1998: 86-87). Desde esta premisa, hay que entender que Comte denominara inicialmente a la Sociología física social y que una de sus aportaciones teórico-conceptuales más importantes sea la Ley de los tres estados. En la «Primera lección» del Curso de filosofía positiva subraya la existencia de una «gran ley fundamental» del desarrollo humano, que recibe el nombre de «Ley de los tres estados» y que es la base de la explicación comtiana de la Historia. Así, establece en el enunciado de esa ley, un paralelismo entre el desarrollo de la sociedad y el de la vida intelectual y emocional del ser humano individual. Esta ley se basa en que cada una de nuestras concepciones principales, cada rama de nuestro conocimiento, pasa sucesivamente por tres estados teóricos diferentes: el estado teológico, o ficticio; el estado metafísico, o abstracto, y el estado científico, o positivo. La ley de los tres estados o estadios de Auguste Comte En el estado teológico, el espíritu humano, al dirigir esencialmente su investigación hacia la naturaleza íntima de los seres, hacia las causas primeras y finales de todos los efectos que le sorprenden, se representa los fenómenos cual si fueran producidos por la acción directa y continua de agentes sobrenaturales más o menos numerosos, cuya intervención arbitraria explica todas las anomalías aparentes del universo. En el estado metafísico, que en el fondo no es sino una modificación general del primero, los agentes sobrenaturales son reemplazados por fuerzas abstractas, verdaderas entidades (abstracciones personificadas) inherentes a los diversos seres del mundo, y concebidas como capaces de engendrar por sí mismas todos los fenómenos observados, cuya explicación consiste entonces en asignar a cada uno una entidad correspondiente. En el estado positivo, en fin, el espíritu humano, al reconocer la imposibilidad de obtener nociones absolutas, renuncia a buscar el origen y el destino del universo, y a conocer las causas íntimas de los fenómenos para limitarse solo a descubrir, mediante el uso del bien combinado del razonamiento con la observación, sus leyes efectivas, es decir, sus relaciones invariables de sucesión y similitud. La explicación de los hechos, reducida así a sus términos reales, no es ya más que la ligazón establecida entre los diversos fenómenos particulares y algunos hechos generales cuyo número disminuye cada vez más a causa del progreso de la ciencia. Fuente: Giner, S. (1994). Historia del pensamiento social. Barcelona. Ariel: 595-586.
La última etapa coincide en el tiempo con la Sociedad Industrial, en la que
la inteligencia humana se libera de mitos y ataduras, y entra en lo que Comte calificaba como el estadio de la «positividad racional». El espíritu humano renuncia a investigaciones absolutas, propias de su infancia, y centra sus esfuerzos en el «dominio de la observación» y en el logro de conocimientos útiles para las «necesidades reales». La perspectiva comtiana estaba imbuida de un gran sentido práctico, se trataba de llegar a un conocimiento de las leyes naturales que permitieran anticipar el curso de los hechos: lo que hay que hacer es «estudiar lo que es, a fin de concluir de ello lo que será», «ver para prever» y «prever para actuar» (Tezanos, 2006: 117-118). 2.1.2. Evolucionismo y organicismo (Herbert Spencer)
Tomando como referencia e imitando también el método de las ciencias de la naturaleza, coexiste con el positivismo la tendencia, muy extendida en la segunda mitad del siglo XIX, a interpretar la sociedad por analogía con el mundo animal. La teoría organicista tiene en Herbert Spencer (1820-1903) uno de sus máximos exponentes e iniciador del darwinismo social. Spencer, que estudió mecánica y ejerció de ingeniero en una compañía de ferrocarriles, introduce la nueva ciencia social en el mundo anglosajón, combinando la concepción organicista y el evolucionismo social, con el individualismo liberal de la época victoriana. Según Herbert Spencer, existe una estrecha analogía entre el organismo biológico y la sociedad humana; por lo tanto, lo que es válido para los fenómenos biológicos, también lo es para los fenómenos sociológicos. La historia, tanto de la vida orgánica como de la superorgánica (social), es un proceso de desarrollo, lo que implica un crecimiento en «cantidad» y en «complejidad». La ley general de la evolución supone para Spencer que la realidad pasa de una «homogeneidad incoherente» a una «heterogeneidad coherente». Así, la sociedad, a través del devenir histórico, ha pasado de una homogeneidad originaria (grupos y hordas simples y aislados) hasta el alto grado de organización y complejidad típico de las sociedades modernas (García y Salcedo, 1995: 29-30). En su obra Principios de Sociología, plantea que la «Sociedad es como un organismo» y establece las analogías y diferencias entre una y otro. Las razones que aduce para mostrar este símil son las siguientes: La sociedad presenta un crecimiento continuo, a consecuencia del cual se diversifican sus partes
y se complica su estructura; las partes desemejantes desempeñan funciones diferentes, las cuales están de tal modo ligadas, que sólo existiendo unas pueden ser posibles las otras; esta mutua dependencia de funciones lleva consigo la de las partes, y así se constituye un conjunto basado sobre el mismo principio general que un organismo individual. La analogía entre ambos resalta aún más cuando se considera que todo organismo de tamaño apreciable es una sociedad, y que tanto en uno como en el otro la vida de las unidades continúa por cierto tiempo, cuando se corta repentinamente la vida del conjunto, al paso que, en el estado normal, éste vive mucho más que sus unidades. Bien que el organismo y la sociedad difieren en que el primero existe en el estado concreto y la segunda en el estado discreto, y sean también diferentes los fines que llenan la organización, no quiere esto decir que hay diferencia en sus leyes: las influencias necesarias que las partes ejercen unas en otras no pueden transmitirse directa, sino indirectamente (González, 1983: 61-62).
A pesar de la influencia que las teorías evolucionistas y organicistas han tenido en la Sociología, no han conducido a resultados fructíferos porque, como concluyera Luis González Seara, las analogías entre sociedad y organismo no responden a los verdaderos caracteres de ambos, y son semejanzas de tipo superficial (1983: 64). No obstante, Herbert Spencer introducirá en la Sociología conceptos de gran valor analítico como los de estructura y función, que serán utilizadas ampliamente por la Sociología posterior. 2.2. CONSOLIDACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA 2.2.1. Los inicios de la Sociología Analítica (Ferdinand Tönnies, Georg Simmel y Émile Durkheim)
Mientras se desarrollaba el evolucionismo, apareció en el último cuarto del siglo XIX un nuevo enfoque de la Sociología denominado, por el experto en teoría sociológica clásica Nicholas S. Timasheff, Sociología Analítica. Entre sus iniciadores destacan tres importantes teóricos, de cuyas más significativas aportaciones nos haremos eco a continuación. a) Ferdinand Tönnies (1855-1936)
Nacido en Schleswig (Alemania), realizó no sólo aportaciones nucleares a la teoría sociológica, sino importantes trabajos e informes de investigación empírica. Propuso el nombre de Sociografía para la Sociología descriptiva y aunque ese término no tuvo aceptación general, se suele utilizar para denominar un tipo especial de estudio práctico cuantitativo. Su primera y más influyente obra fue Gemeinschaft und Gesellschaft (Comunidad y Sociedad).
La Comunidad está integrada por personas unidas por vínculos naturales o espontáneos, como también por objetivos comunes que transcienden los intereses particulares de cada individuo. El sentimiento de pertenencia a una misma colectividad domina el pensamiento y las acciones de las personas, lo que garantiza la cooperación de cada miembro y la unidad o unión del grupo. La Comunidad constituye, pues, una totalidad orgánica, en cuyo seno la vida y el interés de los miembros se identifican con la vida y el interés del conjunto. Este tipo de organización social se concreta en tres formas modalidades: la comunidad de sangre (la familia, el clan, etc.), que es la comunidad más natural, de origen biológico y, consiguientemente, la más primitiva también; la comunidad de lugar, que se forma por la vecindad y que cabe encontrar en las aldeas o en los medios rurales; y, por último, la comunidad de espíritu (establecida sobre la amistad, la concordia, una cierta unanimidad de espíritu y de sentimientos). Estas comunidades se encuentran, por un lado, en los pueblos pequeños en los que se conocen las personas; por otro, en la comunidad nacional y, finalmente, en los grupos religiosos. Estos tres tipos de comunidad corresponden a las tres formas de voluntad orgánica: el primer tipo corresponde al placer, por tratarse del más biológicamente natural y primitivo; el segundo al hábito, por cuanto se funda en la proximidad física, en la cohabitación en un mismo territorio reducido; y, el tercero, a la memoria, esencial en toda comunicación mental y espiritual (Rocher, 1990: 223-224). Formas de voluntad y tipos de relaciones sociales según Ferdinand Tönnies La acción de los hombres, en las relaciones que les unen entre sí, viene guiada por determinadas formas de voluntad, al igual que sus conductas. Dos tipos de voluntades expone Tönnies, la orgánica y la reflexiva. La primera responde a impulsos orgánicos y afectivos, la segunda es intelectual y abstracta. Las relaciones sociales son relaciones de voluntades humanas. Las relaciones sociales que obedecen a la voluntad orgánica son las que llama comunitarias. Las relaciones sociales inspiradas por la voluntad reflexiva se denominan societarias. Fuente: Rocher, G. (1990). Introducción a la Sociología General. Barcelona. Herder.
En la Sociedad, las relaciones entre las personas se establecen sobre la base de los intereses individuales. Son, pues, relaciones de competencia, de rivalidad o, por lo menos, relaciones sociales caracterizadas por la indiferencia respecto de lo que concierne a los demás. La Comunidad está hecha de relaciones «cálidas», fuertemente impregnadas de afectividad. La Sociedad, en cambio, es la organización social de las relaciones «frías», en
las que privan la diversidad de intereses y el cálculo. El sociólogo canadiense, Guy Rocher, del que tomamos la síntesis explicativa de las diferencias entre Comunidad y Sociedad, por su claridad expositiva, extrae de la obra de Ferdinand Tönnies, algunas experiencias o exponentes de relación societaria. El intercambio comercial es el ejemplo más típico. En él, cada sujeto procura sacar el máximo provecho posible, tal es la regla del juego. El comercio, los negocios, el trabajo industrial son, pues, formas de organización social de carácter societario. El Derecho, nacido del Derecho romano, es en opinión de Tönnies, una institución de tipo societario, por cuanto que se inspira en un concepto del hombre razonable, reflexivo y, consiguientemente, responsable; es, por otro lado, la expresión de una noción esencialmente contractual de las relaciones sociales. La Ciencia es también un mundo societario exclusivamente racional, crítico, lógico y universal (Rocher, 1990: 224-225). Para Tönnies, los conceptos de Comunidad y Sociedad (Gemeinschaft und Gesellschaft) se refieren no sólo a los tipos paradigmáticos de agrupación humana y los fundamentos psíquicos de las relaciones sociales, sino también a fases históricas de desarrollo de las sociedades. b) Georg Simmel (1858-1918)
En 1908, Georg Simmel recopila en Sociología, su obra cumbre, una colección de brillantes artículos que, desde 1890, fue publicando y le dieron fama entre los sociólogos. Estudió Filosofía en la universidad de Berlín. Se interesó de manera particular en responder a la pregunta ¿Qué es la sociedad? Los análisis y reflexiones que realizó para responderla, revelaron su carácter innovador, tanto en ideas conceptuales, como en su capacidad para establecer nuevas orientaciones teóricas. Según Simmel, el concepto definidor central de la Sociología es la forma de la sociedad. Entendía por forma el elemento de la vida social que es relativamente estable, que está tipificado, a diferencia del contenido, que es marcadamente variable. El análisis abstracto de las formas sociales es una tarea legítima porque requiere el estudio de la estructura real de la sociedad. Existen formas análogas de organización con contenidos totalmente diferentes, orientados hacia intereses distintos; mientras que en formas disímiles de organización social se encuentran intereses (contenidos) sociales análogos. Formas tales como las relaciones de superioridad-inferioridad de competencia, de división
del trabajo, y la formación de partidos, son análogas en todas partes, a pesar de las infinitas variaciones de contenido. Así, pues, en relación con cualquiera de estas formas sociales, pueden formularse las siguientes preguntas: ¿qué significa en su estado más puro?, ¿en qué circunstancias aparece?, ¿cómo se desarrolla?, ¿qué acelera o retarda su funcionamiento? Si la Sociología se estructura según estos lineamientos, suministrará un nuevo enfoque de hechos muy conocidos. El estudio de los hechos sociales realizado por la Sociología desempeñará una función análoga al análisis que la Geometría hace de los hechos de las Ciencias Naturales, porque las formas geométricas, como las sociales, pueden estar incorporadas en las configuraciones más diversas de contenido. Anhelaba Simmel trazar límites precisos no sólo entre la Sociología y las Ciencias Sociales concretas, sino también entre la Sociología, de un lado, y la Psicología, la Filosofía Social y la Historia, del otro. Las situaciones sociales estudiadas por la Sociología son —decía— consecuencia de contenidos psicológicos específicos en los individuos comprendidos en situaciones sociales (Timasheff, 1971: 132-134). Georg Simmel debe ser considerado como el fundador del formalismo sociológico. Recomienda Simmel que una investigación sociológica debe iniciarse con el examen y análisis de un conjunto de formas relativamente simples, de poca apariencia, pero de cuyo tejido se componen las estructuras colectivas mayores. Dirá este teórico, según el análisis realizado de su obra por José Sánchez Cano, que es precisamente en esos procesos microscópicos donde se muestra la Sociología, pues estas acciones infinitamente pequeñas se revelan como inmensas numéricamente, y son las que establecen las continuidad y cohesión de la vida social. Estos planteamientos se apoyan en la idea de que la esencia de los fenómenos sociales se encuentra en una cadena, relativamente, ininterrumpida de interacciones e interrelaciones. Por ello, el objeto propio de la Sociología es el estudio de las «formas de interacción» o de las «relaciones sociales», en contraste con su «contenido» que constituye el objeto de estudio de otras ciencias. Entiende, pues, la Sociología como una ciencia específica y sistemática, con un limitado pero bien definido campo de estudio, y cuyo cometido es la descripción, clasificación, análisis y explicación de las formas sociales (Sánchez, 2006: 13-14). La Sociología, para Georg Simmel, sería una ciencia:
1. Analítica, frente a la Sociología enciclopédica de Comte y Spencer (que determinaba leyes y valores, y que tenía por objeto el pasado humano, relacionando éste con la Naturaleza). La Sociología analítica podía ser más exacta; 2. que, comparada con otras ciencias sociales, ocuparía una posición semejante a la de la física mecánica en las ciencias naturales; 3. que estudiaría las formas de relaciones humanas, las formas de socialización y las formas de organización social; 4. y que tendría como concepto básico el «proceso social» y sus elementos constitutivos, pues la vida es una fuerza que se manifiesta en un continuo e ilimitado fluir. Fuente: Sánchez Cano, J. (2006). El formalismo sociólogico y Leopold von Wiese. Madrid. Editorial Complutense: 14. c) Émile Durkheim (1858-1917)
La mayor preocupación intelectual de Émile Durkheim fue la influencia de las grandes estructuras de la sociedad y de la sociedad misma, sobre los pensamientos y acciones de los individuos. Contribuyó enormemente a la formación de la teoría estructural-funcional, que se centra en el análisis de la estructura social y la cultura. El desarrollo y uso del concepto de hecho social constituye el núcleo de la sociología de Durkheim. Es más, afirmó que el objeto distintivo de la Sociología debía ser el estudio de los hechos sociales. Para diferenciar esta disciplina científica de otras disciplinas, como la Filosofía, los hechos sociales debían ser tratados como cosas y, por lo tanto, estudiarse empíricamente no filosóficamente (Ritzer, 1995: 207). Émile Durkheim define el hecho social como «toda manera de hacer, fijada o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior; o bien que es general en el conjunto de una sociedad, conservando una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales» (1964: 40). Son «maneras de obrar, pensar y sentir exteriores al individuo, y están dotados de un poder superior por el cual se imponen» (1964: 32). Por lo tanto, son parte de la «supremacía material y moral que la sociedad tiene sobre sus miembros». Vinculado a este concepto de hecho social plantea el de Institución, definida como «todas las creencias y todas las formas de conducta instituidas por la colectividad» (1964: 26). Sus obras están imbuidas por el interés de Durkheim no sólo en establecer el objeto de la Sociología (los hechos sociales y las instituciones); sino también en delimitar las propias reglas del método sociológico. Todo su
planteamiento tiene una dimensión empírica importante: trato de demostrar, con sus investigaciones concretas, el funcionamiento de su enfoque y la utilidad práctica de su metodología. Su papel como investigador social se muestra desde su primera gran obra. En concreto, con su tesis doctoral, La división del trabajo social (1893), perfila lo que será el tema central de su pensamiento: la relación entre los individuos y la colectividad. El filósofo, sociólogo y politólogo francés Raymond Aron (1928-1992) realiza una magnífica síntesis descriptiva de las ideas fundamentales de esa obra, partiendo de dos preguntas, ¿de qué modo una reunión de individuos puede formar una sociedad? y ¿cómo puede realizar esa condición de la existencia social que es un consenso? Émile Durkheim responde a esta pregunta clave distinguiendo dos formas de solidaridad: mecánica y orgánica. La solidaridad mecánica es una solidaridad por similitud. Cuando esta forma de solidaridad domina en una sociedad, los individuos difieren poco entre sí. Los miembros de una misma colectividad se asemejan porque experimentan los mismos sentimientos, porque se adhieren a los mismos valores, porque reconocen las mismas cosas sacras. La sociedad es coherente porque los individuos aún no se han diferenciado. La forma contraria de solidaridad, llamada orgánica, es aquella en la cual el consenso, es decir, la unidad coherente de la colectividad, resulta de la diferenciación o se expresa en ella. Los individuos ya no son semejantes, sino diferentes; y hasta cierto punto, precisamente, porque son distintos se obtiene el consenso. En el pensamiento de Durkheim, las dos formas de solidaridad corresponden a dos formas de organización social. En las sociedades primitivas o arcaicas, predomina la solidaridad mecánica: los individuos de un clan son «intercambiables». La oposición de estas dos formas de solidaridad se combina con la oposición entre las sociedades segmentarias y las sociedades en que aparece la división moderna del trabajo (Aron, 1985: 23-24). En su obra El Suicidio (1897), intenta demostrar hasta qué punto los individuos están determinados por la realidad colectiva. Realizó análisis estadísticos pioneros en su época, explicando cómo la tasa de suicidios variaba entre individuos de distintas religiones, grupos sociales o condiciones del hábitats, y mostrando cómo un acto personal e individual podía estar influenciado por factores de tipo social.
Asimismo, en Las formas elementales de la vida religiosa (1912), reflexiona sobre la naturaleza de la conciencia colectiva en las sociedades simples. Sostuvo que las creencias y los ritos son representaciones colectivas de la sociedad, que cumplen una función de reafirmación y transmisión de los valores del grupo social, contribuyen al desarrollo del sentimiento de pertenencia y son un medio para el fortalecimiento de la cohesión social. 2.2.2. Sociología Comprensivo-explicativa (Max Weber)
La consolidación de la Sociología tiene en Max Weber (1864-1920) un hito inexcusable. Abordó, como Durkheim, la cuestión metodológica, pero con el paradigma weberiano se produce una desvinculación clara de la Sociología con el positivismo. Los fenómenos sociales no pueden ser explicados de la misma forma que los fenómenos naturales, pues los seres humanos poseen una «conciencia» y actúan con una «intencionalidad subjetiva». La Sociología weberiana coloca al hombre, como sujeto racional, en el centro de la vida social; y considera que una parte fundamental de esa vida social está constituida por las actitudes y acciones del propio hombre. De este modo, el hombre se encuentra situado entre el mundo material —compuesto por la realidad natural y por su propio sustrato biológico— y el mundo de la historia y de los valores culturales. Por ello, la primera operación que debe hacer el hombre, en cuanto ser social, es comprender la realidad externa, mediante el hallazgo de su sentido. Dicha realidad social pertenece al mundo material (externo); mientras que el sentido pertenece al ámbito de los valores. La relación entre la realidad exterior y los valores se establece mediante la razón humana. Así, si bien es cierto que la comprensión que los hombres tienen de sus vidas cotidianas está teñida de contenidos irracionales y empíricos; no es menos cierto que, según Weber, depurándola de tales elementos, es posible constituir un método racional y riguroso sobre el que basar el conocimiento científico de la sociedad y de la historia. De este modo, al poner al hombre, como ser idealmente racional, en el centro de la vida social, surge un nuevo método sociológico, que se fundamenta en la comprensión de la propia acción social del hombre (Martín, 1969: 21-22). Max Weber expone su definición de Sociología en la primera parte, Teoría de las Categorías Sociológicas, de su magna obra Economía y Sociedad. Esbozo de una sociología comprensiva. Para este autor, la Sociología es:
«una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de esta manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos» (1993: 5). Por lo tanto, la acción social sería el objeto de estudio de la Sociología. Entender la acción social, interpretándola, es un paso previo pero insuficiente: la meta última que la Sociología se propone alcanzar es la explicación causal del desarrollo y efectos de la acción social. Weber define la acción social, como «una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la misma acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La acción social, por tanto, es «una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo» (1993: 5). La alusión a la comprensión y a la explicación en el análisis de la acción social, sitúa estos dos elementos como las dos fases del método de la Sociología: — la comprensión del sentido mediante su interpretación; — y la explicación causal del desarrollo de la conducta. Weber incorpora como métodos de la Sociología, de un lado, el Verstehen (Comprensión), característico de la sociología de Whilhem Dilthey (18331911), que consideraba que a diferencia de las ciencias naturales que explican los fenómenos en términos de causa y efecto; en las ciencias humanas el procedimiento fundamental no es el principio de causa y efecto, sino el empleo de la comprensión (Dilthey, 1981). De otro, el Erklären (Explicación) que, en una versión específica, procede de las ciencias de la naturaleza. Cada uno de estos métodos, dirá Enrique Martín López, se justifica por su correspondencia con un aspecto sustancial de la vida social humana: de un lado, el carácter íntimo y personal de los motivos y sentidos de la acción; de otro, el carácter externo de cualquier acción humana, en tanto que se despliega en el mundo exterior y común. De ahí que exista una secuencia que Weber se ocupa de dejar claramente establecida: primero, viene la comprensión del sentido subjetivo, captado en la acción del otro —Verstehen —; después, y a partir de esa comprensión, la explicación del desarrollo causal y de los efectos de la acción —Erklären— (Martín, 1998: 62-63). Con el método comprensivo-explicativo propuesto por Weber, se
transciende la concepción de la Sociología como una ciencia que imita a las ciencias de la naturaleza (Weber es antipositivista) y, a su vez, se integran las formas de conocer de las ciencias de la naturaleza y las del espíritu, en el sentido de Dilthey. 2.2.3. Sociología Dialéctica (Karl Marx)
Karl Marx (1818-1883) es una de las grandes figuras intelectuales de la historia del pensamiento social. La influencia que la producción intelectual de Marx ha ejercido en la Filosofía, la Historia, la Economía, el pensamiento político y, en general, en las ciencias sociales ha sido muy considerable, aunque no tanto como la ejercida a través de los distintos movimientos políticos que se han reclamado herederos o seguidores suyos en los cinco continentes (Tezanos, 2006: 130). La teoría de Marx es considerada como uno de los principales tipos de análisis sociológico, aunque el propio Marx se refirió a su obra como «ciencia de la historia» o «economía política». Es evidente, sin embargo, que su teoría social general cubre el mismo campo de investigación que el de la sociología moderna, y pronto fue considerada, tanto por los primeros marxistas como por los críticos, como uno de los más importantes sistemas sociológicos (Bottomore, 1989: 16). Marx desarrolló su trabajo como investigador social en torno a dos grandes temas relacionados, según analiza detenidamente José Félix Tezanos en el epígrafe titulado «Carlos Marx y La Sociología Dialéctica» del libro La explicación sociológica: una introducción a la Sociología. El primero, se orientaba al descubrimiento de la «ley económica de la evolución moderna»; es decir, la ley de la evolución del capitalismo, que expone en su obra culmen El Capital. El segundo gran tema, fue el de los procesos específicos de conflictos de clases que aborda, entre otras obras, en La lucha de clases en Francia (1850) y El Manifiesto Comunista (1848). En las obras mencionadas, Marx pretendía descubrir la estructura y el funcionamiento de los sistemas de producción a través de la dinámica histórica generada por los antagonismos y conflictos de clases que engendraban. Sus distintos estudios históricos, filosóficos, políticos y económicos se engarzaban mutuamente, proporcionando las diferentes piezas y materiales que podían conducir a la explicación global que aspiraba a construir.
Karl Marx sitúa sus estudios en dos planos interdependientes: el de los hombres concretos y el de los procesos históricos. Pensaba que la sociedad no debía considerarse como un sujeto abstracto al margen del individuo, pero entendía a los individuos como seres sociales, que desarrollan su verdadera naturaleza en sociedad. La sociedad era vista como el marco en el que se producían las interrelaciones sociales, y las más importantes de éstas, para Marx, eran las que tenían lugar en la esfera de la organización de la producción material. De ahí, el carácter decisivo, como explica Tezanos, de las formas en que se produce el proceso social de trabajo humano y el papel disruptor de las situaciones que dan lugar a una alienación del verdadero papel social del hombre como ser de praxis, es decir, con una capacidad libre y creativa de producción (Tezanos, 2006: 134-136). El sistema industrial-capitalista había reducido, según Marx, al hombre a un animal laborans, «una bestia limitada a las más estrictas necesidades corporales». Las «necesidades» de los obreros se hallaban, en la época que escribe Marx, en el «nivel más precario y miserable de la subsistencia física». Marx tenía una imagen de lo que podía y, por consiguiente, debía ser el hombre, pero lo que él vio y describió no se correspondía con esa imagen. Lejos de desarrollar sus facultades humanas esenciales, se rebajaba y se deformaba al hombre, que se convertía así en algo menos que un animal. En su obra Los Manuscritos económicos y filosóficos de 1944, contemplaba Marx la deshumanización del hombre como consecuencia de la alienación (Zeitlin, 1997: 98-99). La alienación se produce como consecuencia de la consideración del trabajador no como persona, sino como mercancía que produce un beneficio económico o plusvalía para el propietario de los medios de producción. «Hasta la necesidad de aire fresco cesa para el obrero. El hombre vuelve a vivir en una caverna, pero contaminada ahora por el hálito mefítico de la peste que exhala la civilización, y que continua ocupando solo precariamente, pues es para él una vivienda extraña que le pueden quitar cualquier día, un lugar del cual, si no paga, puede ser arrojado al momento. Debe pagar por ese antro mortuorio. Una morada con luz, que el Prometeo de Esquilo señaló como una de las mayores dichas y mediante la cual convirtió al salvaje en ser humano, deja de existir para el obrero. La luz, el aire, etc. —el más simple aseo animal— ya no son una necesidad humana. La suciedad, ese estancamiento y putrefacción del hombre —la cloaca de la civilización— se convierte en el elemento de la vida para él. El más completo y antinatural abandono, la naturaleza en descomposición, llega a constituir su elemento vital. Ninguno de sus sentidos existe ya, no sólo en su forma humana, sino tampoco en su forma inhumana y, por ende, ni siquiera en su forma animal».
Fuente: K. Marx, Los Manuscritos económicos y filosóficos de 1944, fragmento citado por Zeitlin, 1997: 99.
Marx analizó la dinámica de los procesos históricos a partir de la dialéctica de antagonismos y alienaciones a que daban lugar las contradicciones de los distintos sistemas de producción. Aplicó las categorías del análisis dialéctico hegeliano, pero solamente como categorías-marco, que se situaban en la esfera de procesos histórico-sociales determinados, conjugando las dos dimensiones de un esfuerzo de conocimiento científico: la esfera teóricoracional y la empírica-concreta. Marx calificó su enfoque como un materialismo dialéctico o materialismo histórico, en contraste con el idealismo dialéctico de Hegel (Tezanos, 2006: 136). Para Marx, el principal factor que daba lugar a la génesis del cambio y la dinámica social era el «conflicto de clases», verdadero motor de la historia, en cuanto que reflejaba las contradicciones implícitas en los sistemas de producción. Desde esta perspectiva, puede ser considerado como el inspirador de la corriente del conflicto, que pone mayor énfasis en las ideas de conflicto y antagonismo para explicar la dinámica social, en contraste con los enfoques de otros padres de la Sociología, como Comte o Durkheim que pusieron el acento en las facetas del orden y la armonía social (Tezanos, 2006: 136 y 132). 2.3. PRINCIPALES PERSPECTIVAS TEÓRICAS CONTEMPORÁNEAS 2.3.1. Estructural-funcionalista (Talcott Parsons)
Este fue el enfoque teórico dominante en la Sociología hasta los años sesenta del siglo XX. Entró en crisis por la influencia de otras perspectivas teóricas, como el interaccionismo simbólico, las teorías del conflicto social de orientación marxista o las teorías del intercambio social. No obstante, en los años ochenta de este mismo siglo hubo un resurgir del interés por el funcionalismo, por parte de sociólogos que trabajaban en el marco de la teoría de sistemas que también tiene su origen en la obra del sociólogo estadounidense Talcott Parsons (1902-1979). El funcionalismo propiamente dicho procede de la Antropología, fundamentalmente, de los trabajos de Bronislaw Kasper Malinowski (1884-1942) y Alfred Reginald Radcliffe-
Brown (1881-1955). Según el enfoque funcionalista, una sociedad puede entenderse metafóricamente como un organismo vivo, lo que recuerda al pensamiento de Spencer, visto anteriormente. Una sociedad, como un organismo, se compone de distintos órganos, estructuras o pautas de actividades que encajan o se complementan entre sí, cumpliendo cada una de ellas una función beneficiosa para el conjunto de esa sociedad, con el resultado de que todas ellas, en su conjunto, hacen que esa sociedad se mantenga en equilibrio; es decir, sin graves conflictos internos y perdure a lo largo del tiempo (Garvía, 1998: 45). Una función es «un complejo de actividades dirigidas hacia la satisfacción de una o varias necesidades del sistema». Según Parsons, padre del funcionalismo estructural sociológico, para sobrevivir en el tiempo, las sociedades deben satisfacer una serie de necesidades o prerrequisitos funcionales característicos de todo sistema, que podemos recordar con el acrónimo AGIL: (A) Adaptación al entorno, (G) Capacidad para alcanzar metas, (I) Integración o cohesión social y (L) Latencia o mantenimiento de las pautas de conducta. A partir de las funciones AGIL, Parsons distinguía cuatro estructuras o subsistemas de la sociedad (Ritzer, (b) 1995: 116 y 121-122): — La economía, es el subsistema que cumple la función de la adaptación de la sociedad al entorno mediante el trabajo, la producción y la distribución. — La política (o sistema político) que realiza la función del logro de metas mediante la persecución de objetivos societales y la movilización de los actores y recursos para ese fin. — El sistema fiduciario (por ejemplo, escuela, familia) cumple la función de la latencia al ocuparse de la transmisión de la cultura (normas y valores) a los actores permitiendo que la internalicen.
— Finalmente, la función de la integración corresponde a la comunidad societal (por ejemplo, el derecho), que se ocupa de coordinar los diversos componentes de la sociedad. Según Parsons, la socialización y el control social constituyen los principales mecanismos que permiten al sistema social mantener el equilibrio. El funcionalismo estructural parsoniano fue revisado por Robert King Merton (1910-2003) que, entre otras críticas, consideraba un error afirmar que todas las estructuras o actividades contribuyen al mantenimiento de una sociedad; es decir, que son funcionales. Otras corrientes de pensamiento sociológico posteriores pondrán en cuestión la capacidad explicativa del funcionalismo y, también, despertará críticas políticas por su excesivo énfasis en el consenso y el orden social, ignorando los diversos intereses y motivaciones de los actores, las relaciones de poder, la capacidad de los individuos de dotar de significado a sus conductas y actividades (interaccionismo simbólico), así como la realidad de la existencia del conflicto y el cambio en las sociedades. 2.3.2. Teoría crítica
La teoría crítica surge de un grupo de intelectuales neomarxistas alemanes (Jürgen Habermas (1929-), Herbert Marcuse (1898-1979), Thomas Bottomore (1920-1992), Max Horkheimer (1895-1973), Theodor Adorno (1903-1969), entre otros) que trabajan en la Escuela de Frankfurt, fundada en 1923 y que se muestran insatisfechos con el estado de la teoría marxista y, en particular, con su tendencia hacia el determinismo económico, que no tiene en cuenta la importancia de la cultura en la sociedad moderna. También realizaron un análisis crítico del positivismo, en cuanto que éste defiende como único método verdaderamente científico el que adoptan las ciencias físicas, y, por lo tanto, aplicable a otras disciplinas. Asimismo, señalan su desacuerdo con la supuesta neutralidad del conocimiento, y la capacidad de excluir los valores humanos de sus trabajos de investigación. Por el contrario, los teóricos críticos se centran en la actividad humana y en los modos en que esa actividad influye en las grandes estructuras sociales. Mientras que el positivismo defiende la neutralidad del actor y del científico social, desde el pensamiento crítico se vincula la teoría y la práctica. La Sociología también fue objeto de crítica por parte de estos pensadores. Acusaban a la Sociología de «cientifismo»; es decir, de considerar el método
científico como un fin en sí mismo y de aceptar el status quo. Afirman que la Sociología no hace una crítica seria de la sociedad, ni tampoco intenta transcender la estructura social. Además, criticaban la tendencia de los sociólogos a reducir todo lo humano a variables sociales. Un importante objetivo de los trabajos de estos intelectuales fue el análisis crítico de la sociedad moderna. Mientras la teoría marxista inicial se centró, específicamente, en la economía, la teoría crítica puso el foco en el nivel cultural. Consideraban que la dominación en el mundo moderno está asociada a elementos culturales más que económicos. De ahí que uno de sus objetivos fuera analizar la represión cultural del individuo en la sociedad moderna. Es fácil deducir la inspiración weberiana en algunas de las críticas de estos pensadores al marxismo, sobre todo en lo relativo, por una parte, a la importancia de la cultura en la sociedad actual, y, de otra, de la consideración del proceso de racionalización en el desarrollo del mundo moderno. Entre los análisis críticos, cabe mencionar los referidos a una de las manifestaciones de la racionalidad formal: la tecnología moderna. Autores como Herbert Marcuse verán en la tecnología un instrumento de dominación. Por otra parte, a pesar de su aparente racionalidad, creen que en el mundo moderno abunda la irracionalidad (Ritzer, (b) 1995: 162-167). Marcuse en la introducción de su obra El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, afirmará expresamente que «la sociedad es irracional como totalidad» (Marcuse, 1993: 19-20). Estos teóricos también dirigieron sus críticas hacia lo que denominaban la «industria de la cultura», por ser estructuras racionalizadoras y burocratizadas, como por ejemplo, las corporaciones de televisión, que controlan la cultura moderna; o la «industria del conocimiento» (universidades, institutos de investigación), que han pasado de ser estructuras autónomas de nuestra sociedad a convertirse en estructuras opresoras interesadas en extender su influencia por toda la sociedad (Ritzer, (b) 1995: 167). La aportación de estos intelectuales al avance del pensamiento sociológico es crucial, pues cada cuestión que era sometida a sus análisis críticos era estudiada con tal profundidad y sagacidad, que abrían nuevas perspectivas y objetos de conocimiento de la sociedad contemporánea. 2.3.3. Interaccionismo o interaccionismo simbólico
Herbert Blumer (1900-1987) creó el término interaccionismo simbólico en 1969, aunque fue George Herbert Mead (1863-1931) quien, previamente, estableció las bases de la perspectiva interaccionista clásica en el ámbito de la Escuela de Chicago. Otras figuras importantes son Everett C. Hughes (19031983), Robert Ezra Park (1864-1944) y William Isaac Thomas (1863-1947). La tradición interaccionista tiene muchos puntos en común con tradiciones más antiguas de la Sociología norteamericana y europea. Todas ellas fueron, en diverso grado, producto del hondo interés en la reforma social y se basaron en la teoría evolucionista del siglo XIX. Si la contribución de la Escuela de Chicago (1910-1950) ha tenido una postura diferenciada, ha sido por una combinación específica de la teoría social evolucionista con una fuerte insistencia en las respuestas creadoras frente al cambio. Los estudios de estos autores hay que entenderlos dentro de un contexto histórico que describen, expresamente, Berenice M. Fisher y Anselm L. Strauss (1988: 526-527): Los intelectuales de la Escuela de Chicago provenían de ambientes rurales. Vivieron en un mundo caracterizado por la inmigración en masa y las migraciones internas. Era una época en la que se experimentó un intenso proceso de urbanización e industrialización. Quizá el ejemplo más claro del problema central de ese proceso de cambio es la obra de Thomas y Znaniecki, El campesino polaco en Europa y en América, que analiza los problemas de adaptación de los migrantes polacos, derivadas del desconocimiento de los códigos y valores sociales de los núcleos urbanos industrializados. Estos investigadores fueron también pionero en la aplicación de la metodología cualitativa al análisis de los problemas sociales. En este periodo de la historia de Estados Unidos, caracterizado por la construcción de un Estado-nación altamente industrializado sobre la base de una heterogénea inmigración masiva y un sistema político democrático liberal, se apoyaba la idea de que los intelectuales y expertos debían colaborar en dar forma a la política nacional. De ahí que las élites económicas industriales contribuyeran al desarrollo de las universidades, aportando grandes sumas de dinero para promover la educación superior: las universidades capacitarían a la clase dirigente nacional y regional, y ofrecerían asesoramiento y soluciones a los problemas acuciantes. La Universidad de Chicago recibió importantes fondos; ubicada en una ciudad en rápida industrialización, parecía ser idealmente apta, según Fisher y Strauss, para estudiar la política social e influir sobre ella. En suma, la Sociología hacía frente a un mundo en el cual el imperativo de estudiar los problemas sociales ya estaba creado; ¿cuál era la naturaleza exacta de éstos? y ¿cómo deberían ser estudiados?, eran cuestiones de las que debería ocuparse la nueva disciplina científica. (1988: 527)
Probablemente, uno de los elementos diferenciales que, para el estudio de los problemas sociales, aportan las investigaciones de los sociólogos de la Escuela de Chicago, es la utilización —en muchos de sus análisis— de la perspectiva de la Psicología Social. Los teóricos del interaccionismo
simbólico se ocupan del estudio social de lo «micro», y la «unidad sociológica» de análisis básica es la comunicación (interacción) entre dos personas. De ahí la importancia concedida al lenguaje por el precursor de esta teoría sociológica, George Herbert Mead (1863-1931). Este autor sostiene que el lenguaje es lo que nos hace seres autoconscientes; es decir, conocedores de nuestra propia individualidad, y el elemento clave en este proceso es el símbolo. Para los interaccionistas simbólicos, prácticamente toda interacción entre individuos conlleva un intercambio de símbolos. Cuando interactuamos con los demás buscamos constantemente «claves» que nos indiquen cuál es el tipo de comportamiento más apropiado en ese contexto, así como sobre el modo de interpretar las intenciones de los demás. El interaccionismo simbólico dirige la intención hacia los detalles de la relación interpersonal y a cómo se utilizan para dar sentido a lo que dicen y hacen los demás (Giddens, 1998: 711-712). Se presupone que el sentido y su hermenéutica están determinados por el entorno sociocultural, y es ahí donde la perspectiva sociológica interviene. En su obra más famosa, Espíritu, Persona y Sociedad, Mead afirma que la psicología social tradicional partía de la psicología del individuo para explicar la experiencia social; sin embargo, Mead dio siempre prioridad al mundo social para comprender la experiencia social. Para este autor, según George Ritzer, el todo social precede a la mente individual lógica y temporalmente. En la teoría de Mead, el individuo consciente y pensante es, lógicamente, imposible sin un grupo social que le precede. El grupo social es anterior, y es el que da lugar al desarrollo de estados mentales autoconscientes (Ritzer, (b) 1995: 219-220). Los estudios de Mead han ejercido mucha influencia en sociólogos posteriores que, como Erving Goffman (1922-1982), se han centrado en el análisis de las relaciones sociales y la interacción cara a cara, en el contexto de la vida cotidiana. A este enfoque teórico se le ha criticado que se ocupe de fenómenos, excesivamente, «micro» y no aborde el análisis de otros procesos y estructuras sociales de mayor alcance. A modo de conclusión, hay que señalar que estas tres grandes perspectivas teóricas contemporáneas (Teoría Crítica, Estructural-Funcionalista y el Interaccionismo Simbólico) sientan las bases sobre las que se van a ir construyendo propuestas de análisis posteriores. Es el caso de la Sociología Fenomenológica del sociólogo austriaco Alfred Schütz (1899-1959) que, en el marco de los principios de la Fenomenología, profundizará en la
perspectiva interaccionista, indagando en la intersubjetividad. Alfred Schütz, por ejemplo, no le interesaba la interacción física de las personas, sino el modo en que se comprenden recíprocamente sus conciencias, la manera en que se relacionan intersubjetivamente unas con otras. El siglo XX ha sido prolífico en análisis de gran interés, como los realizados por la Etnometodología, la Teoría del Intercambio, la Sociología Conductista, la Teoría de la Acción Social, la Teoría sociológica feminista, etc. Sin duda, las profundas transformaciones sociales, los cambios en las formas de relación social, en las pautas de consumo, en los procesos de información y comunicación, etc., que han tenido lugar en estas primeras décadas del siglo XXI, derivadas de la revolución científico tecnológica y un estadio ulterior del sistema económico capitalista, han sido analizadas desde una perspectiva sociológica y producido nuevos enfoques teóricoconceptuales para explicar los modelos de sociedad actuales. Entre ellos, la sociedad del riesgo (Ulrich Beck (1944-2015)), la sociedad líquida (Zygmunt Bauman (1925-2017)), la sociedad red (Manuel Castells (1942-)), la sociedad del conocimiento, aldea global, etc., y cuyos principales aspectos serán abordados en distintos capítulos de este libro. 2.4. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS Comentario de Texto LAS TAREAS DE LA SOCIOLOGÍA La sociología, en tanto que disciplina conocedora de las formas de acción de la sociedad, de las condiciones en las que surge la agencia, de la naturaleza y características de las fuerzas sociales, puede contribuir ampliamente, desde mi punto de vista, a generar estos nuevos escenarios y estos nuevos actores, a corregir viejos errores en la acción de los movimientos sociales, a detectar los escollos y a señalar las vías posibles. Tal vez estas afirmaciones aparezcan como excesivamente idealistas, demasiado optimistas. Y probablemente lo sean. Pero me parece que más que enjuiciar el valor epistemológico o la filiación teórica de una posición, de lo que se trata ahora es de contribuir a detener el deterioro de nuestra sociedad y a imaginar soluciones que puedan restablecer los equilibrios sociales perdidos. Para resumir lo que, a mi entender, deberían ser las direcciones en que trabajara la sociología en España en este momento, os propongo seis aspectos básicos: 1. Mantener y reforzar el compromiso con la sociedad y con la necesidad de
superar la situación actual. La negativa a aceptar poderes totalitarios, aunque no se presente así formalmente, sean políticos, económicos o ideológicos. Contribuir a hacer más transparentes las características y consecuencias de la actual crisis y, sobre todo, de los actores que la generan y los mecanismos que emplean, frente a los mensajes estereotipados de tantos medios de comunicación. 3. Contribuir al surgimiento de los nuevos actores. Observar los nuevos comportamientos y sus posibles consecuencias. Por el momento parece dibujarse una tendencia a lo que se ha llamado el «comunitarismo defensivo», que suele ser una tentación típica de los movimientos sociales anticapitalistas, que, sin embargo, difícilmente puede convertirse en una alternativa global a la forma de organización capitalista, dado el tipo de intercambios que existen hoy en el mundo. ¿Hasta dónde el comunitarismo puede ser una solución? Desde la sociología es posible señalar, aunque sea a grandes trazos, las ventajas y desventajas de las propuestas que surgen, de las soluciones que se proponen. ¿Cuáles son las bases sociales de que parten estas propuestas? ¿Qué consecuencias pueden entrañar? ¿Es suficiente la conciencia moral, la defensa de los derechos, el recurso a la dignidad humana, como proponen algunos autores, como Alain Touraine, para forjar nuevos actores sociales capaces de enfrentarse a la clase corporativa y sus aliados? Estos recursos parecen frágiles y, sin embargo, son los únicos que tenemos. ¿Hasta dónde el voluntarismo es suficiente para cambiar las formas de organización de la sociedad? ¿En qué condiciones puede conseguirlo? 4. La cuarta dimensión que habría que abordar es cómo unificar esfuerzos de los nuevos actores, una de las mayores dificultades en este momento. Existe, evidentemente, una amenaza de dispersión: recuerdo un par de ediciones del Foro Social de Portoalegre a las que asistí hace unos diez años: 1.700 talleres simultáneos, muchos de ellos sumamente interesantes: sobre el agua potable, la liberación de las mujeres, la agricultura en África, la adulteración de los alimentos, la energía, los movimientos sociales, etc. La información, las denuncias, el espíritu crítico estaban presentes en todos. Incluso las alternativas. Y, sin embargo, la capacidad de acción colectiva era inexistente. No basta con confiar en el hecho de que hoy tenemos formas de conexión, a través de Internet y las redes sociales, para generar una acción común. Tal vez una acción política puntual, como se ha generado en algún momento, un boicot, la convocatoria de una huelga o una consigna; pero hoy se necesita mucho más que esto, se necesitan actores que actúen conjuntamente a nivel mundial, sobre unas bases de acción comunes. En este aspecto, la sociología puede contribuir a la conciencia de la necesidad de acción global, de cambio de escenario, de formulación de soluciones concretas de carácter parcial para ir construyendo nuevos actores sociales. 5. La quinta dimensión en que entiendo que habría que trabajar es en la configuración de nuevos escenarios sociales. Sé hasta qué punto este tipo de tarea divide a los profesionales de la sociología: hay quien prefiere hacer los diagnósticos, y ello es muy característico de nuestro gremio, y hay quien prefiere investigar sobre los remedios, por así decir y utilizando el símil del cuerpo social. Y
ello, en el caso de la sociología, presenta muchos riesgos y no es muy apreciado: la propia debilidad teórica aún presente en la disciplina hace que tengamos mucha reticencia a la hora de elaborar soluciones, y habitualmente preferimos dejar tal tarea en manos de los políticos —para después criticar sus soluciones, por supuesto, explicando qué es lo que habría que haber hecho. Sin embargo, a mi modo de ver tenemos más elementos que otros profesionales para indicar vías de transformación, posibles conflictos, posibles alianzas, etc. El saber que hemos podido acumular no es un saber individual, para uso privado, sino que tiene sentido en la medida en que lo ponemos a disposición de la propia sociedad, no únicamente de las instituciones capaces de comprarlo. Es cierto que la sociología tiene aún enormes debilidades teóricas, en gran parte debidas a las manipulaciones que ha experimentado por parte de los totalitarismos y de los usos partidarios a que se ha visto sometida. Pero del mismo modo que hoy nadie confía en que una enfermedad se cure a partir de la intuición de la persona enferma, resulta un tanto absurdo que a estas alturas esperemos que sea la propia población, o la sociedad civil, por decirlo en los términos al uso, quien sea capaz de generar soluciones a problemas muy graves. Desde la sociología debiera ser posible aportar modelos sociales; otra cosa es quién debe implementarlas, y en este aspecto evidentemente los profesionales de la sociología no somos más que ciudadanos y ciudadanas como los demás. 6. Finalmente, existe una sexta dimensión que tampoco deberíamos despreciar, y es el trabajo interno de la sociología, su construcción como disciplina científica más articulada y potente de lo que es en la actualidad. Las debilidades teóricas y metodológicas de la sociología, su dependencia de modas intelectuales a menudo procedentes de otras disciplinas o de corrientes de pensamiento generadas en otros ámbitos no han hecho sino retrasar esta construcción, que acusa también una forma de trabajo un tanto dispersa de los investigadores en nuestro campo. Y, sin embargo, todo nos indica que en el tipo de sociedades en el que vivimos y que vamos viendo surgir en los últimos años, en el marco mismo de una globalización en la que las interconexiones entre hechos muy diversos aumentan, la sociología es una disciplina cada día más necesaria para entender el proceso mismo que siguen estas sociedades, las consecuencias que generan, los errores y fracasos a los que pueden verse abocadas. De modo que el trabajo teórico y metodológico, la crítica constante sobre el sociologismo de salón o de medios de comunicación y sobre los elementos ideológicos propios y ajenos que pesan sobre nuestra disciplina me parecen extraordinariamente importantes para llegar a conseguir la construcción de una ciencia que efectivamente pueda contribuir a la mejora de la sociedad, especialmente en situaciones como la actual. Subirats, M. (2014). «Crisis y cambio ¿es la hora de la sociología?». Conferencia inaugural del XI Congreso Español de Sociología. Revista Española de Sociología, 21: 159-175.
2.5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ARON, R. (1985). Las etapas del pensamiento sociológico. Vol. II. Buenos Aires. Siglo XX.
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Capítulo 3 La Sociología como disciplina científica José Antonio Díaz Martínez Rosa M.ª Rodríguez Rodríguez
3.1. El método de investigación de las Ciencias Sociales. 3.1.1. La objetividad en las Ciencias Sociales. 3.1.2. Las reglas del método sociológico de Émile Durkheim. 3.1.3. Otras reglas. 3.2. Fases del proceso de investigación. 3.2.1. Definición del problema. 3.2.2. Marco teórico: Revisión bibliográfica. 3.2.3. Formulación de las hipótesis de investigación. 3.2.4. Técnicas de investigación. 3.2.5. Trabajo de campo: recopilación y análisis de datos. 3.2.6. Conclusiones. 3.3. Retos actuales del análisis sociológico. 3.4. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 3.5. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata este capítulo? En este capítulo se aborda, en primer lugar, el debate existente en torno a las características específicas de la Sociología como disciplina científica a partir del análisis de las implicaciones que conlleva un objeto de estudio complicado como es el ámbito de lo social y de las dificultades de construir un método científico propio, que posibilite un conocimiento objetivo de la realidad social. Estas cuestiones se tratan desde el planteamiento que Max Weber realiza, sobre todo, de la acción social y de la objetividad que puede alcanzarse en las ciencias sociales frente a la proporcionada por las Ciencias Naturales. La importancia que, para la constitución de la Sociología como ciencia, reviste la existencia de un método de conocimiento válido respecto de su objeto, explica que se dedique una atención detenida a las reglas que, según autores como Émile Durkheim y Anthony Giddens, debe cumplir el proceso de estudio de los hechos sociales y el establecimiento de teorías explicativas generales sobre los mismos. También se explican en este capítulo las distintas fases que debe seguir todo proyecto de investigación social: definición del problema, marco teórico (revisión bibliográfica), formulación de las hipótesis de investigación, técnicas de investigación, trabajo de campo (recopilación y análisis de datos) y conclusiones. Por último, se reflexiona sobre la necesaria interdisciplinariedad científica con la que deben abordarse los análisis sociológicos actuales, no sólo como consecuencia de la creciente complejización de los problemas sociales, sino también por el desarrollo de nuevas herramientas analíticas que provienen, por ejemplo, de la Sociología matemática.
3.1. EL MÉTODO DE INVESTIGACIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES Como ya hemos dicho reiteradamente en los capítulos anteriores, la Sociología, como ciencia social, analiza los fenómenos de la sociedad utilizando el método científico, con el fin de alcanzar un conocimiento objetivo de la realidad social. Con frecuencia se entiende mal la aplicación del método científico a los fenómenos sociales, en la medida en que el objeto de estudio de estas ciencias tiene características muy diferentes al de los objetos de otras ciencias, como son, por ejemplo, las Ciencias Naturales. En este sentido, hay que afirmar que el método científico que se aplica a los fenómenos de la sociedad es el propio de las Ciencias Sociales: tanto el objeto de estudio, como el método científico son los propios del ámbito de lo social. Así, desde ese punto de vista, la Sociología es una ciencia social con un objeto de estudio, lo social, en donde tanto el método científico utilizado como el objeto de estudio tienen características singulares; y que, naturalmente, habrá que tener en cuenta en el desarrollo de la actividad de investigación sociológica. Por ejemplo, a diferencia del estudio de los objetos de la naturaleza, en donde se producen fenómenos observables objetivamente y cuyo comportamiento responde a leyes deterministas, analizar la acción social requiere de técnicas específicas para captar fenómenos que tienen un componente subjetivo y de indeterminación, ya que se tratan de acciones humanas cargadas de significado e intencionalidad personal. Esa fue una de las grandes aportaciones teóricas de Max Weber (1864-1920), al proponer el método comprensivo-explicativo de análisis sociológico, tal y como se ha desarrollado en el capítulo 2 de este libro. En un fenómeno de la naturaleza no hay intencionalidad, por el contrario, en los fenómenos sociales hay una carga valorativa que transforma el significado que podamos darle en una investigación. Giddens y Sutton dicen al respecto: Ciencia es la utilización de métodos sistemáticos de investigación empírica, análisis de datos, elaboración teórica y valoración lógica de argumentos para desarrollar un cuerpo de conocimiento sobre una determinada materia. Según esta definición sencilla, la Sociología es una empresa científica que conlleva la aplicación de métodos sistemáticos, de investigación empírica, el análisis de datos y la valoración de teorías según las pruebas existentes y con un argumento lógico, para el estudio de las sociedades humanas. Sin embargo, no es lo mismo estudiar a los seres humanos que observar los fenómenos del mundo físico, lo que significa que las ciencias sociales y las naturales no pueden ser «científicas» de la misma manera. A diferencia de los objetos de la naturaleza, las
personas son seres conscientes que confieren sentido y finalidad a lo que hacen. No podemos siquiera describir la vida social con exactitud a menos que captemos primero el significado que las personas conceden a su conducta (2014: 63).
Es importante, por lo tanto, considerar cuál es el objeto de estudio de la Sociología. Las respuestas son múltiples. Por ejemplo, citando nuevamente a Weber, la Sociología «designa la ciencia cuyo objeto es interpretar el significado de la acción social, así como dar, en su virtud, una explicación del modo en que procede esa acción y de los efectos que produce» (1984: 11). La clave en esta definición es la interpretación del significado que el actor social da a su acción, y los efectos que produce dicha acción. En esta definición, se entiende por acción social la conducta realizada por un actor social respecto a la conducta de otro actor subjetivamente significativa (1984: 11). En consecuencia, para Weber, «no todo contacto humano es de carácter social: es social sólo cuando la conducta de una persona se relaciona en su significado al comportamiento de los demás» (1984: 39). Es precisamente el significado lo que hace comprensible una acción determinada. A partir de la comprensión de la acción social se obtienen regularidades o efectos probables que en Sociología denominamos leyes. Para Weber, las leyes sociológicas son «proposiciones verificadas por la observación sobre la probabilidad con que se puede esperar cierto resultado de la acción social si se dan ciertas condiciones, las cuales son comprensibles según los motivos típicos y los significados intencionales típicos del agente en cuestión» (1984: 33). Un aspecto importante de esta definición es el concepto «probabilidad» ya que explícitamente se hace referencia a la lógica matemática en el análisis de la realidad social y por lo tanto, la posibilidad de analizar positivamente los fenómenos sociales. Es esta lógica matemática la que confiere rango de ciencia a la investigación sociológica. A partir de esta lógica matemática, la fortaleza de la Sociología, en comparación con otras Ciencias Sociales, es la formulación de conceptos claros, que weber denomina tipos puros o ideales (Weber, 1984: 35). En efecto, la actividad de investigación de la realidad social requiere de conceptos claros y el conocimiento de las leyes (hipotéticas) de los fenómenos sociales, en un proceso en el que, según Weber, deben establecer cuatro tipos de tareas (1984: 144-145): — Para el conocimiento de la realidad la primera tarea consiste en establecer los factores (hipotéticos) que se agrupan formando
fenómenos sociales. Mediante la explicación causal de tales agrupaciones obtendríamos leyes (hipotéticas). Nosotros podríamos hablar de Variables, y de relación (hipotética) entre variables. — La segunda tarea sería «el análisis y la exposición ordenada de la agrupación individual e históricamente dada de tales factores y de su importancia y concreta colaboración, dependiente de aquella. Pero, ante todo, consistiría en hacer inteligible la causa y la naturaleza de dicha importancia» (1984: 145). — La tercera tarea es la explicación histórica de tales agrupaciones. Tiene así, una perspectiva histórica, al considerar la necesidad de analizar cómo se ha comportado la relación entre las variables en el pasado. —
Cuarta y última, evaluación (constelaciones) en el futuro.
de
las
posibles
agrupaciones
3.1.1. La objetividad en las Ciencias Sociales
En las Ciencias Sociales la objetividad es una aspiración que debe mantenerse mediante el uso de técnicas de investigación que permitan recoger fielmente los datos sociales. Hablamos de aspiración porque realmente es difícil si no imposible alcanzar la tan deseada objetividad cuando se plantean problemas de índole social. La propia selección de los temas de estudio, la preferencia por unas técnicas u otras, la valoración de los fenómenos sociales nos lleva a un universo de subjetivismo y a que prevalezcan determinadas opciones personales. Y sin embargo, ese es el reto: acercarnos a un conocimiento lo más objetivo posible, algo que nos permita explicar lógicamente los datos de la realidad social. Todo conocimiento de la realidad es siempre un conocimiento bajo unos puntos de vista particulares. Cuando en un programa de investigación, el sociólogo decide seleccionar unas variables y no otras está introduciendo unas preferencias valorativas personales que tienen significado para el propio investigador (Weber, 1984: 152). En la selección de determinados aspectos de una inmensidad absoluta de los posibles aspectos, tiene un peso significativo una personalidad concreta: «sin las ideas de valor del investigador no existiría ningún principio de selección temática ni un conocimiento sensato de la realidad individual». Por lo tanto, en la selección temática de la investigación hay que ser
consciente de las premisas «subjetivas» del propio sociólogo (Weber, 1984: 153). El punto contrario a la objetividad sería el juicio de valor a partir de una ideología determinada (Weber, 1984: 115); así, el objeto de estudio y la profundidad de estudio en la infinidad de las conexiones causales lo determinan las ideas de valor que dominan al investigador y a su época; pero debe tender a la objetividad mediante la validez general, ya que «sólo es una verdad científica aquello que pretende tener validez para todos quienes quieren la verdad» (1984: 155). De alguna manera, Weber hace referencia a la idea de consenso social. La objetividad o un tipo de objetividad sociológica se consigue mediante la reflexión, debate y contrastación de las ideas, sobre las que debe conseguirse un consenso social. Pero, volvemos a la pregunta fundamental ¿Es posible el conocimiento objetivo? Para Weber, el conocimiento objetivo en las Ciencias Naturales es «un conocimiento desligado de todos los valores, y al mismo tiempo absolutamente racional. Esto es un conocimiento monista de toda la realidad y desprovisto de todas las causalidades individuales, bajo el aspecto de un sistema conceptual de validez metafísica y de forma matemática» (1984: 157). Por lo tanto, para alcanzar un conocimiento objetivo en las Ciencias Naturales se proponen varias condiciones: debe estar desligado de valores, no individual, supone un sistema de conceptos válidos y tiene forma matemática. Es evidente, que la premisa principal del conocimiento científico en las Ciencias Naturales no es aplicable a las Ciencias Sociales. Son ciencias con diferente epistemología: los fenómenos sociales están vinculados a las ideas de valor, de tal forma que se debería cuestionar la posibilidad del conocimiento objetivo en ciencias sociales. Deberíamos hablar de tendencia hacia la objetividad, aspiración a que nuestra investigación se puede explicar en relación con la explicación lógica y racional de los valores concretos del acontecer social. Como señala Weber (1984: 189): La objetividad del conocimiento en el campo de las ciencias sociales depende, más bien, del hecho de que lo empíricamente dado se halla alineado constantemente sobre ideas de valor, las cuales son las únicas en conferirle un valor por el conocimiento. Y a pesar de que la significación de esta objetividad sólo se comprende a partir de tales ideas de valor, nunca es convertido en pedestal de una prueba empíricamente imposible de su validez. Y esta creencia —que todos nosotros albergamos bajo una forma u otra— en la validez supraempírica de ideas de valor últimas y supremas en las cuales fundamentamos el sentido de nuestra existencia no excluye la incesante variabilidad de los puntos de vista concretos bajo los cuales la realidad empírica obtiene un
significado. La realidad irracional de la vida y su contenido de significados posibles resultan inagotables, por lo que la configuración concreta de la relación de valores sigue fluctuante, sometida a las variaciones del oscuro futuro de la cultura humana. La luz que brinda tales supremas ideas de valor cae cada vez en una parte finita continuamente cambiada del caótico curso de acontecimientos que fluye a través del tiempo.
¿Queda más claro así?, puede que no, pero la clave, en nuestra opinión, está en la aspiración a la objetividad en relación con una referencia valorativa, y aun así, puede cambiar en el transcurso del tiempo. En todo caso, para realizar una investigación sociológica rigurosa es necesaria una definición clara de los propios conceptos, o lo que es igual, según Weber, del tipo ideal: «sólo mediante una construcción rigurosa de conceptos, esto es, de tipo ideal, resulta posible exponer de forma unívoca lo que se piensa y puede pensar bajo ese concepto teórico de valor» (1984: 169). En definitiva, la Sociología aplica el método propio de las Ciencias Sociales. La naturaleza del objeto de estudio determina las características del método de estudio, y de las técnicas aplicables para la obtención de los datos. 3.1.2. Las reglas del método sociológico de Émile Durkheim
Uno de los primeros sociólogos en desarrollar el método sociológico de análisis de la realidad social fue Émile Durkheim (1858-1917), para quien la Sociología debe estudiar los hechos sociales como si fueran cosas, algo diferente a lo que propuso Weber, que hemos explicado anteriormente. La propuesta de analizar los fenómenos sociales como cosas, conlleva desproveer a esos fenómenos sociales de entidad valorativa. Esta es una cuestión importante:¿Qué es una cosa? En el prólogo a la segunda edición, Durkheim contestó a los críticos de su metodología, defendiendo la necesidad de tratar los hechos sociales como cosas materiales. La proposición según la cual debemos tratar los hechos sociales como si fueran cosas — proposición básica de nuestro método— es una de las que más contradicciones ha provocado. Algunos encuentran paradójico y escandaloso que asimilemos a las realidades del mundo exterior las del mundo social. Para ellos, hacerlo es equivocarse totalmente sobre el sentido y el alcance de esta asimilación, cuyo objeto no es rebajar las formas superiores del ser a las formas inferiores, sino, por el contrario, reivindicar para las primeras un grado de realidad igual, al menos al que todo el mundo atribuye a las segundas. En pocas palabras, no decimos que los hechos sociales son cosas materiales, sino que son cosas como las cosas materiales, aunque de otra manera (2001: 15). Nuestra regla no implica, pues, ninguna concepción metafísica, ninguna especulación sobre el fondo de los seres. Lo que pide es que el sociólogo se ponga en estado mental en que se encuentran los físicos, los químicos, los fisiólogos cuando se adentran en una región todavía inexplorada de su campo científico (2001: 18).
Para Durkheim, hay que tratar los hechos sociales como fenómenos exteriores a los individuos, están fuera y preceden a la existencia del propio individuo. En sus propias palabras, los hechos sociales «consisten en modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se imponen sobre él» (2001: 40 y 41). Así, el hecho social «es general en la extensión de una sociedad determinada teniendo al mismo tiempo una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales» (2001: 51 y 52). Por lo tanto, una «cosa» social es: a) fenómenos exteriores a los individuos; b) tienen características propias, con independencia del sujeto que observa; c) son datos empíricos. Estas consideraciones las desarrolló Émile Durkheim en la propuesta de reglas del método sociológico para el estudio de los hechos sociales: 1. Considerar los hechos sociales como cosas: «los fenómenos sociales son cosas y deben ser tratados como cosas. Para demostrar esta proposición, no es necesario filosofar sobre su naturaleza ni discutir las analogías que presentan con los fenómenos de los reinos inferiores. Basta comprobar que son el único datum ofrecido al sociólogo. En efecto, es cosa todo lo que está dado, todo lo que se ofrece o, más bien, se impone a la observación. Tratar a los fenómenos como cosas, es tratarlos en calidad de data que constituyen el punto de partida de la ciencia. Los fenómenos sociales presentan indiscutiblemente ese carácter. Lo que se nos da no es la idea que los hombres se hacen del valor, porque ésta es inaccesible; se trata de los valores que se intercambian realmente en el curso de las relaciones económicas. No es tal o cual concepción del ideal moral; es el conjunto de las reglas que determinan efectivamente el comportamiento. No es la idea de lo útil o de la riqueza, son todos los pormenores de la organización económica» (2001: 68). Por lo tanto, los hechos sociales, para Durkheim son cosas independientes del observador, con posibilidades de investigación empírica por medio de indicadores externos al individuo, lo cual supone que: a) Hay que alejar de nuestro análisis todas las prenociones. Supone la aplicación del método científico de Descartes que «se impone como ley la puesta en duda de todas las ideas que ha recibido anteriormente, es porque no quiere emplear más que conceptos
científicamente elaborados, es decir, construidos de acuerdo con el método que instituye; todos los que ha recibido de otro origen deben ser rechazados por lo menos provisionalmente» (2001: 73). b) Cabe señalar también que, en lo relativo a cómo se deben agrupar los hechos, la regla de Durkheim es «no tomar nunca como objeto de las investigaciones más que un grupo de fenómenos previamente definidos por ciertas características exteriores que les son comunes, e incluir en la misma investigación todos los que responden a dicha definición» (2001: 77). Por ejemplo: Llamamos familia a todo conglomerado de ese género y convertimos a la familia así definida en objeto de una investigación especial que no ha recibido aún denominación determinada en la terminología sociológica. Cuando pasemos, más tarde, de la familia en general a los diferentes tipos familiares se aplicará la misma regla. Cuando se aborde, por ejemplo, el estudio del clan o de la familia matriarcal, o de la familia patriarcal, se empezará por definirla de acuerdo con el mismo método (2001: 78).
c) Los caracteres exteriores en función de los cuales define el objeto de sus investigaciones deben ser lo más objetivos posible: Debe haber una clara diferenciación entre los hechos sociales y los hechos o manifestaciones individuales; es decir, «cuando el sociólogo se propone explorar un orden cualquiera de hechos sociales, debe esforzarse por considerarlos bajo un aspecto en el que se presenten aislados de sus manifestaciones individuales» (2001: 89). 2. Sobre la distinción entre lo normal y lo patológico en la investigación sociológica (Durkheim, 2001: 111): a) Un hecho social es normal para un tipo social determinado, considerado en una fase determinada de su desarrollo, cuando se produce en el promedio de las sociedades de esta especie, consideradas en la fase correspondiente de su evolución. b) Se pueden comprobar los resultados del método anterior mostrando que la generalización del fenómeno depende de las condiciones generales de la vida colectiva en el tipo social considerado. c) Esta comprobación es necesaria cuando ese hecho se relaciona con
una especie social que no ha efectuado aún su evolución integral; ya que las sociedades tienen su «evolución normal». En esa evolución se pueden distinguir «sociedades más elevadas y más recientes» y sociedades menos desarrolladas que permiten reconocer y valorar el desarrollo de los fenómenos sociales como normales o, por el contrario, como patológicos. Aplicación del método sociológico de Émile Durkheim al estudio de un fenómeno social: el crimen El crimen no se observa sólo en la mayoría de las sociedades de tal o cual especie, sino en todas las sociedades de todos los tipos. No hay ninguna donde no exista criminalidad. Cambia de forma, los actos así calificados no son en todas partes los mismos; pero siempre y en todos lados ha habido hombres que se comportaban de forma que merecían represión penal. Si por lo menos, a medida que las sociedades pasan de los tipos inferiores a los más elevados, la tasa de criminalidad, es decir, la relación entre la cifra anual de delitos graves y la de la población tendiera a bajar, se podría creer que aun siendo un fenómeno normal, el crimen tiende a perder ese carácter. Pero no tenemos ningún motivo para creer en la realidad de esta regresión. Al contrario, muchos hechos parecen demostrar la existencia de un movimiento en sentido inverso. Desde principios de siglo, las estadísticas nos proporcionan el medio de seguir la marcha de la criminalidad. Pues bien, ha aumentado en todas partes. En Francia, el aumento es casi de 300%. No hay, pues, ningún fenómeno que presente de manera más irrecusable todos los síntomas de la normalidad, puesto que aparece estrechamente ligado a las condiciones de toda vida colectiva. Convertir el crimen en una enfermedad social sería admitir que la enfermedad no es algo accidental, sino que al contrario deriva en ciertos casos de la constitución fundamental del ser vivo; esto sería borrar toda distinción entre lo fisiológico y lo patológico. Sin duda, puede suceder que el crimen mismo tenga formas anormales; esto es lo que ocurre cuando por ejemplo llega a una tasa exagerada. No es dudoso, en efecto, que este exceso sea de naturaleza mórbida. Lo normal es simplemente una criminalidad con tal de que alcance y no supere, por cada tipo social, cierto nivel que tal vez no es imposible fijar de acuerdo con las reglas anteriores. Fuente: Durkheim, É. (2001). Las reglas del método sociológico. México. Fondo de Cultura Económica: 113.
3. Reglas relativas a la constitución de los tipos sociales. ¿Cómo estudiar los tipos ideales? Durkheim indica al respecto que: Sin entrar muy a fondo en el estudio de los hechos, no es difícil conjeturar de qué lado hay que buscar las propiedades características de los tipos sociales. En efecto, sabemos que las sociedades se componen de partes superpuestas las unas a las otras. Como la naturaleza de toda resultante depende
necesariamente de la naturaleza y del número de los elementos componentes y de la forma de su combinación, dichos caracteres son sin duda los que debemos tomar como base, y se verá, en efecto, después, que de ellos dependen los hechos generales de la vida social. Por otra parte, como son de orden morfológico, podríamos llamar morfología social a la parte de la Sociología que tiene como misión constituir y clasificar los tipos sociales (2001: 130 y 131). El principio de clasificación enunciado por Durkheim es: Empezaremos por clasificar las sociedades de acuerdo con el grado de composición que presentan, tomando por base la sociedad perfectamente simple o de segmento único; en el interior de estas clases, se distinguirán variedades diferentes según se produzca o no una coalescencia completa de los segmentos iniciales (2001: 136). Es decir, según Durkheim, deberemos tener en cuenta la capacidad de unión o fusión de los diversos segmentos de la sociedad. 4. Reglas relativas a la explicación de los hechos sociales. Según Durkheim, para explicar un hecho social es fundamental conocer la causa y la función que cumplen los hechos sociales: Cuando se trata, pues, de explicar un fenómeno social, es preciso buscar por separado la causa eficiente que lo produce y la función que cumple. Utilizamos la palabra función de preferencia a la de fin o meta, precisamente porque los fenómenos sociales no existen por lo general en vista de los resultados útiles que producen (2001: 147).
Una de las premisas básicas de la Sociología, y de Durkheim en concreto, es que el todo es algo diferente a la suma de las partes: La sociedad no es una simple suma de individuos, sino que el sistema formado por su asociación representa una realidad específica que tiene caracteres propios… El grupo piensa, siente, actúa de forma distinta como lo harían sus miembros si éstos estuvieran aislados (2001: 156 y 157). Esta realidad que no se explica por la suma de las partes es un problema para la Sociología, ya que la forma de proceder es poner nuestra atención
en una parte de la sociedad, en determinadas variables que consideramos más o menos importantes; sin embargo, el sistema global tiene su propia dinámica, y por lo tanto, la explicación sociológica debería aprehender esa dinámica general del sistema global. Surge así la pregunta de ¿qué característica del proceso global está representada en los procesos particulares? La inducción es el razonamiento o procedimiento lógico para establecerse una ley o conclusión general a partir de la observación de los hechos particulares. Es importante determinar las causas de los hechos sociales; así se dirá que la causa determinante de un hecho social debe ser buscada entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual (Durkheim, 2001: 164). En cuanto a la función, Durkheim añade la función de un hecho social debe buscarse siempre en la relación que sostiene con algún fin social (2001: 164). Lo importante en el estudio sociológico es el modo en el que se agrupan las partes de la sociedad. Para Durkheim: Si la condición determinante de los fenómenos sociales consiste, como hemos demostrado, en el hecho mismo de la asociación, deben variar con las formas de ésta, es decir, según las maneras en que estén agrupadas las partes constituyentes de la sociedad. Puesto que, por otra parte, el conjunto determinado que forman con su reunión los elementos de toda índole que entran en la composición de una sociedad, constituyen su medio interno, lo mismo que el conjunto de los elementos anatómicos con el modo en que están dispuestos en el espacio, constituye el medio interno de los organismos, podremos decir: el origen primero de todo proceso social de cierta importancia debe ser buscado en la constitución del medio social interno (2001: 166 y 167). Los elementos que componen ese medio interno son de dos clases: las personas y las cosas. Entre estas últimas los objetos materiales, el derecho, los usos establecidos, la literatura, etc. Para explicar determinados hechos sociales, por su complejidad, es
preciso ir al origen, cómo se forma, denominado por Durkheim como método genético. Durkheim señala al respecto: Por consiguiente, no se puede explicar un hecho social de cierta complejidad más que a condición de seguir su desarrollo integral a través de todas las especies sociales. La Sociología comparada no es una rama particular de esa ciencia; es la Sociología misma, puesto que deja de ser puramente descriptiva y aspira a dar cuenta de los hechos (2001: 196 y 197).
Ese dar cuenta de los hechos debe entenderse como explicar los hechos. El empeño de Durkheim en diferenciarse de la Psicología justifica el énfasis en explicar los hechos sociales desde los hechos sociales, sin consideración de la intencionalidad o significación subjetiva en la acción social defendida por Weber. Para Durkheim, los fenómenos sociales son realidades «sui generis» independientes de los rasgos individuales, mientras que para Weber, como ya hemos visto, el conocimiento en Sociología requiere de la comprensión del significado que el actor social da a su acción. 5. Reglas relativas a la administración de la prueba. ¿Cómo se explica el principio de causalidad? Para Durkheim, un fenómeno es causa de otro fenómeno cuando uno depende de otro y se producen al mismo tiempo; es decir, que hay una coincidencia temporal. Es ese principio de dependencia el que hay que considerar a la hora de buscar explicaciones de los fenómenos sociales, y religar un fenómeno a su causa, o una causa a sus efectos (2001: 181). La Sociología «lo que pide es que se le conceda que el principio de causalidad se aplique a los fenómenos sociales. Y aun plantea este principio, no como una necesidad racional, sino únicamente como un postulado empírico, producto de una inducción legítima» (2001: 199). Esta inducción deriva del análisis de los hechos sociales, y de la generalización de los fenómenos particulares, en un proceso ascendente que nos llevaría desde el estudio de los hechos concretos a la generalización teórica. Los fenómenos sociales son, en última instancia, fenómenos morales,
para Durkheim. Las ideas morales tienen un componente intencional. Como señala Anthony Giddens, «hay una triple conexión: social-moralintencional» (1993: 95). En este sentido, el mundo de lo social tiene un carácter moral (normativo). La acción colectiva o la conducta de las personas está orienta por «normas o convenciones» morales (Giddens, 1993: 96). Ahora bien, «la constitución de la interacción como orden moral puede entenderse como la actualización de derechos y la imposición de obligaciones» (Giddens, 1993: 109). 3.1.3. Otras reglas
Para Anthony Giddens, las escuelas de la Sociología interpretativa han hecho aportaciones significativas al esclarecimiento de la lógica y del método de las Ciencias Sociales, como es lo fundamental del lenguaje significativo; es decir, el lenguaje con significado. En este sentido, la sociedad se construye y reconstruye a través de una actividad práctica como es el lenguaje, que tiene determinadas características: lenguaje significativo, explicable e inteligible. La comprensión de esos significados depende de la tarea hermenéutica por parte de los sociólogos de los marcos de significado de los propios actores sociales, y la descripción de la conducta social (1993: 159). Algunas ideas que pueden destacarse del planteamiento de estas escuelas es la consideración de la sociedad como un universo que se construye por los actores sociales. No obstante, hay que señalar que, para las escuelas de la Sociología interpretativa, la acción realizada por los actores sociales tiene lugar en un contexto histórico determinado, y por lo tanto no es una actividad totalmente libre, sino condicionada por unas circunstancias dadas. Hay una relación de la estructura con la acción y viceversa: la acción constituye las estructuras sociales, al tiempo que la estructura social constituye la acción. 3.2. FASES DEL PROCESO DE INVESTIGACIÓN Vamos a explicar a continuación brevemente las fases del método científico en el proceso de investigación sociológica. 3.2.1. Definición del problema
Esta es una parte fundamental de cualquier proyecto de investigación. Hay que preguntarse ¿realmente qué es lo que quiero investigar? ¿Cuál es el
problema? ¿A qué pregunta trato de responder? Parece obvio, pero es frecuente que después de semanas trabajando sobre una cuestión determinada nos demos cuenta de que todavía no hemos definido convenientemente el objeto de nuestra investigación. Y además, debe ser un objeto lo más concreto posible, un problema real, relevante y factible; es decir, que se pueda investigar. También hay que ser práctico y deberemos tener en cuenta si con los medios y nuestras condiciones (recursos, tiempo, aptitudes) podemos realizar el estudio en cuestión. Cuando planteamos el problema de la definición de una investigación queremos hacer referencia a que no basta con decir, por ejemplo, que queremos estudiar el problema del acceso al mercado laboral por parte de las mujeres. Eso supone una primera aproximación a nuestro objeto de estudio. Deberíamos seguir haciendo algunas otras preguntas para definir y concretar el estudio. De la formulación «El problema del acceso al mercado laboral por parte de las mujeres», habría que aclarar ¿A qué nos referimos con problema? ¿vamos a estudiar el mercado laboral en su conjunto? ¿estudiaremos a todas las mujeres? ¿A qué nos referimos con problema de investigación? En el ejemplo que estamos utilizando, puede haber muchos tipos de problemas. Los más evidentes pueden ser de falta de cualificación, inadaptación a las necesidades del mercado, ausencia de demanda de trabajo, circunstancias que dificultan la conciliación de la vida familiar y laboral, etc. La respuesta a esa cuestión condiciona totalmente la investigación posterior, en partes fundamentales del trabajo: bibliografía o referencias documentales a estudiar, técnicas a utilizar y trabajo de campo a realizar. ¿Vamos a estudiar el mercado laboral en su conjunto? El mercado laboral es muy amplio, tanto sectorial, temporal como territorialmente. Probablemente, tendríamos que concretar la investigación de un sector económico determinado, teniendo en cuenta la estructura económica de un territorio concreto: ¿una comunidad? ¿un municipio? y en un período: ¿en la actualidad? ¿con más de un año de desempleo? ¿Estudiaremos a todas las mujeres? O ¿debe cumplir alguna condición específica, como ser joven o persona en riesgo de vulnerabilidad? Son preguntas que debemos hacernos para concretar nuestro proyecto de investigación, y en función de las cuales la intención original de estudiar «El
problema del acceso al mercado laboral por parte de las mujeres» se ha convertido al responder a algunas preguntas adicionales en otro estudio: «La situación de las mujeres mayores de 45 años sin cualificación en situación de paro de larga duración en la Comunidad de Valencia». Hemos concretado colectivo, circunstancia, condiciones y ámbito territorial. De esa manera es mucho más fácil iniciar el proceso de investigación. Plantear el objeto de nuestra investigación supone la selección de parte de la realidad social, en función de los valores y los deseos del propio investigador (Alaminos, 2005: 59). 3.2.2. Marco teórico: Revisión bibliográfica
Una vez elegido el objeto de nuestra investigación debemos buscar otros estudios que se han realizado sobre la misma cuestión. Es difícil ser totalmente original en el planteamiento de los estudios. Lo normal es que se hayan realizado investigaciones semejantes en el ámbito nacional e internacional. Por ello, deberemos iniciar la búsqueda de libros y artículos publicados sobre el mismo tema. Hay que tener en cuenta que los datos más recientes y de mayor interés se publican en artículos en las revistas con mayores índices de impacto. Hay una clasificación de revistas científicas nacionales e internacionales en las que se publican los resultados de la investigación de mayor prestigio científico, y con mayor nivel de calidad, como consecuencia del proceso de evaluación de los artículos publicados [4]. En el capítulo 1 de esta obra, se ha hecho referencia a las revistas científicas del área de conocimiento de la Sociología. El estudio de otras investigaciones nos permite conocer las aportaciones más significativas al estudio de nuestro objeto de investigación. De investigaciones previas podemos obtener: datos de referencia para comparar y valorar nuestros propios datos, e incluso hipótesis para contrastar en nuestro trabajo de campo. El marco teórico, en buena medida, es analizar qué se ha descubierto en investigaciones anteriores sobre nuestro objeto de estudio. El análisis de esos resultados nos da una información muy valiosa para explicar el fenómeno social que tratamos de investigar. La explicación de los fenómenos sociales nos permite construir teorías sociológicas. En otras palabras, demostrar por qué ocurren determinados hechos sociales, cuáles son las variables que componen el fenómeno estudiado y su relación es la base de las teorías
sociológicas. Como señala Anthony Giddens: El objeto de la Sociología es construir teorías sobre la conducta humana inductivamente, sobre la base de observaciones previas acerca de tal conducta; estas observaciones, que se hacen sobre características externas visibles de la conducta, son por necesidad pre-teorías, puesto que es de ellas de donde nacen las teorías (1993: 135). 3.2.3. Formulación de las hipótesis de investigación
La sociedad no se estudia en su totalidad, sería una tarea que desborda las posibilidades de un investigador, e incluso de un equipo de investigación, por eso deben seleccionarse las variables significativas en relación con un fenómeno social determinado y concreto. ¿Cuáles son esas variables significativas?, es algo que a priori no conocemos. La decisión de qué variables estudiar o qué variables pueden ser más importantes para explicar un fenómeno social depende, por un lado, de la propia experiencia del investigador o del grupo de investigadores; y también de la intuición. Pero, el modo más riguroso de seleccionar las variables explicativas, en la investigación sociológica, es estudiar otras investigaciones sobre el tema. Ya lo hemos mencionado en el punto anterior, el relativo a la revisión bibliográfica. Debemos estudiar los resultados de investigaciones anteriores, y normalmente se destacará qué variables explican el hecho social investigado. Esas variables significativas habrá que incluirlas en nuestra investigación, y lo haremos en forma de hipótesis de trabajo que debemos contrastar en el trabajo de campo. Una hipótesis, por lo tanto, es una proposición de relación explicativa entre variables. Esa relación se puede convertir en una regularidad social o ley social. El diseño de la investigación irá encaminado a comprobar la certeza de la relación que proponemos, utilizando las técnicas de investigación social pertinentes. 3.2.4. Técnicas de investigación
Las técnicas de investigación en Sociología son las herramientas que utilizan los investigadores para recoger los datos de la realidad social. La investigación social es un modo de tomar medidas de la sociedad. Como señala Francisco Alvira: Una vez especificados los objetivos, definidas las hipótesis y variables, el investigador necesita elaborar un plan, proyecto o diseño que le guíe en el proceso de recoger, analizar e interpretar las observaciones/datos que lleve a cabo. Precisamente, un diseño de investigación se define como el plan global de investigación que integra de un modo coherente y adecuadamente correcto técnicas de recogida de datos a utilizar, análisis previsto y objetivos. Dicho de otra manera, el diseño de una
investigación intenta dar de una manera clara y no ambigua repuestas a las preguntas planteadas en la misma (1986: 67).
La entrevista es una técnica de investigación sociológica fundamental para la recogida de datos de la realidad social. Atendiendo al grado de estandarización, podemos distinguir diferentes tipos de entrevistas: a) Entrevista no dirigida (cualitativas, no estructuradas), b) Entrevista en profundidad y c) Entrevista por medio de cuestionario estandarizado. También se puede distinguir entre entrevista oral y entrevista por escrito o autoadministrada. Por último, hay que diferenciar entre las entrevistas individuales y las entrevistas colectivas o discusión de grupo. La entrevista no dirigida, que proporciona información cualitativa y no estructurada suele utilizarse con fines exploratorios, cuando se trata de obtener las primeras informaciones sobre un problema social determinado, y antes de delimitar con precisión el objeto de la investigación. En este caso, el sociólogo conversa sin un guion previo con la persona entrevistada. Algo más cerrada es la entrevista en profundidad; es decir, el sociólogo cuenta con un esquema fijo de cuestiones ordenadas y formuladas. La entrevista estructurada por cuestionario permite al entrevistado menor grado de espontaneidad, ya que tiene que responder a preguntas cerradas formuladas en el cuestionario. Las entrevistas también pueden ir dirigidas a una persona o a un grupo de personas. En este último caso, las entrevistas a un grupo de personas se convierten en discusión de grupo o focus group, en la que un conjunto de personas (normalmente, entre 6 y 10 personas) discute sobre un tema predeterminado, dirigido por un entrevistador, quien se limita a formular las preguntas. La información obtenida en estas reuniones de grupo puede ser una buena base para el diseño de cuestionarios estructurados y preguntas cerradas. Así, el cuestionario es un listado de preguntas con indicación de las posibles respuestas. En ese sentido es una herramienta de recogida de
información cerrada y precodificada. En algunos casos puede haber preguntas abiertas para obtener respuestas no previstas en el diseño original del cuestionario o de nuestra investigación. Cuanto más estructurado y cerrado es un instrumento de recogida de información de un fenómeno social determinado más planificado debe estar el plan de investigación: recogida, análisis e interpretación de datos. El propósito es recoger con precisión las respuestas a las preguntas planteadas. 3.2.5. Trabajo de campo: recopilación y análisis de datos
El trabajo de campo supone la aplicación de las herramientas de recogida de datos por alguno de los instrumentos indicados anteriormente. Los resultados de nuestro propio trabajo de campo se denominan «datos primarios». Cabe también la búsqueda y utilización de «datos segundarios»; es decir, otros datos que se pueden considerar de otras fuentes de información. En el caso de la Sociología, instituciones como el Instituto Nacional de Estadística (INE) o del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) son fuentes básicas de información que permiten conocer valiosas investigaciones sobre muchos fenómenos sociales, y que nos permiten describir el marco de referencia de muchos de los estudios que podemos realizar. Ese marco de referencia tiene varias funciones: información básica sobre el fenómeno a estudiar y datos comparativos en relación con los datos que obtenemos en nuestro trabajo de campo. El método de análisis comparativo es importante en Sociología. El dato en sí mismo tiene una importancia determinada, pero, con frecuencia la valoración depende de la comparación que se pueda hacer bien temporalmente (lo que acontecía en un período anterior), por ejemplo, la tasa de paro en una comunidad determinada en la actualidad en comparación con la tasa de paro en 2010; o bien territorialmente (lo que acontece en un territorio más amplio o un territorio diferente); por ejemplo, la tasa de paro de la Comunidad Valenciana respecto a la tasa de paro de España, o la tasa de paro de España respecto a la de Dinamarca. Esa comparación nos sirve para valorar la importancia de esos datos. Un aspecto importante, que se aborda desde la estadística, es la representatividad de los datos. La investigación sociológica cuantitativa (encuesta) se realiza sobre una muestra del universo de estudio. No se estudia a todas las personas (universo), sino a una parte que representa fielmente a ese universo (muestra representativa). El diseño de las
muestras representativas se realiza mediante métodos estadísticos. Una vez obtenidos los datos es importante hacer una distinción entre la organización de los datos, construyendo tablas, cuadros, gráficos, etc. y la fase posterior de análisis o discusión de los mismos. Como hemos indicado anteriormente, la Sociología trata de explicar los fenómenos sociales, no sólo describirlos. En este sentido, los objetivos de un estudio pueden ser descriptivos o explicativos: querer saber cuántas personas tienen intención de votar a un partido político es un objetivo descriptivo; averiguar por qué se vota o no a determinados partidos o por qué determinadas personas votan y otras se abstienen es un objetivo explicativo. 3.2.6. Conclusiones
Después del análisis de los datos, se deben abordar las conclusiones de nuestra investigación. Así, habrá que volver a las hipótesis de la investigación para determinar si nuestro trabajo de campo ha permitido contrastarlas y si se confirman o rechazan. Es una parte importante del estudio, en la que por inducción procuramos generalizar las relaciones entre las variables estudiadas. Inducir significa obtener una teoría a partir de los datos de nuestro trabajo de campo. Esas teorías se pueden convertir en regularidades o leyes, que posiblemente son hipótesis de trabajo para investigaciones futuras. La cuestión de las regularidades en los fenómenos sociales nos plantea uno de los grandes problemas en la investigación social: el establecimiento de las relaciones causales; es decir, el hecho de que un acontecimiento determinado es producto o está condicionado por otro. Los acontecimientos no se producen de forma aleatoria, sino que ocurren por algo, tienen una causa inicial. Por lo tanto, el problema que debemos plantear es el hallazgo de regularidades en los fenómenos sociales. La Sociología debe buscar la estructura de relaciones causales entre las variables significativas que componen y explican determinados fenómenos sociales. 3.3. RETOS ACTUALES DEL ANÁLISIS SOCIOLÓGICO Si bien en los primeros años de la Sociología el problema era definir y delimitar el campo propio de esta disciplina; en la actualidad, el conocimiento científico, se desarrolla y encuentra sus mejores logros a través de la convergencia de múltiples disciplinas. La investigación social requiere, con
mucha frecuencia, tener en cuenta conocimientos interdisciplinares. Así, conceptos como convergencia o fusión de disciplinas antes que provocar rechazo debería ser la vía de reivindicación del papel de la Sociología en la nueva Sociedad del Conocimiento. De ahí, por ejemplo, el esfuerzo que se viene realizando por parte de la Sociología matemática para aprovechar las tendencias actuales en el mundo de la computación y la gestión de datos. La denominada minería de datos, el incremento de la capacidad de tratamiento y gestión de grandes cantidades de datos (Big Data) ha revolucionado los estudios sociológicos. El desarrollo de modelos predictivos ha transformado radicalmente la capacidad de analizar los fenómenos sociales y predecir el comportamiento social. La minería de datos explora y analiza una gran cantidad de datos con el propósito de hallar patrones de comportamiento y correlaciones significativas y causalidad entre variables en la sociedad. Así, como indica Antonio Alaminos: La Sociología matemática sitúa su actividad en la intersección de varios campos: la Sociología, las matemáticas, la computación, la estadística y la lógica» (2005: 94). Naturalmente, los avances en tratamiento de datos no invalida la importancia de la teoría, sino al contrario, el empleo de métodos matemáticos para el modelado de las regularidades sociales no parte de pensar un «mecanismo» ciego. Muy al contrario, la comprensión de los fenómenos sociales son el punto de partida y de llegada de la explicación mediante modelado matemático (2005: 97 y 98).
La Sociología matemática busca regularidades que expliquen los fenómenos sociales, mediante métodos matemáticos. Así, «el objeto de la Sociología matemática es la aplicación a las regularidades sociológicas de métodos matemáticos para generar modelos formales de carácter explicativo y predictivo» (Alaminos, 2005: 143). Por otra parte, las regularidades sociales, en términos de probabilidad es lo que denominamos «Leyes sociales» (Alaminos, 2005: 145 y Lamo de Espinosa, 1975: 95). Sociología Matemática en España En España, la primera referencia explícita sobre los métodos de modelado matemático es la de J. Bugeda que publicaría en 1976 el Curso de Sociología Matemática. En ese momento aparecerían artículos que recogían el estado de la Sociología matemática, así como sus ventajas y desventajas. M. García Ferrando publicaría por la misma época «la Sociología matemática hoy: usos y abusos» en la Revista Española de la Opinión Pública y más tarde, ya en 1998, desarrollaría la voz «Sociología matemática» en el Diccionario de Sociología de S. Giner, E. Lamo y C. Torres. Una de las áreas de actividad próximas a la simulación, si bien suponen una aproximación particular, es la Sociocibernética, desarrollada por F. Parra Luna, que fundaría en 1980 un Grupo Temático en Sociocibernética en la
Asociación Internacional de Sociología. Su actividad ha sido muy intensa, organizando las sesiones correspondientes a los Congresos Mundiales de México en 1982, Nueva Delhi en 1986, Madrid 1990 y Bielefeld en 1994. Actualmente el RC51 de la ISA. En 1981 R. Sierra Bravo publicaría el manual Ciencias Sociales. Análisis estadístico y modelos matemáticos donde recoge varios métodos de modelado matemático. J. de Miguel, introduciría en la colección Cuadernos Metodológicos de Centro de Investigaciones Sociológicas, varias obras relacionadas con la Sociología matemática como son los métodos probabilísticos de elección, análisis estructural y de redes, modelos causales o introducción a formas funcionales. Los métodos de modelado matemático han sido empleados por muchos investigadores españoles en su actividad investigadora, como L. Cachón, F. Requena, Josep Rodríguez y un largo etcétera, donde se incluyen las tentativas de aplicación de modelos de elección racional. Fuente: Alaminos, A. (2005). Introducción a la Sociología Matemática. Seminario Permanente de Estudios Sociales. Universidad de Alicante: 91 y 92.
3.4. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS Elaboración de un breve informe de investigación sobre un problema concreto, utilizando la base de datos del Catálogo de encuestas, del Centro de Investigaciones Sociológicas. El equipo docente pretende que el estudiante se familiarice con la búsqueda de datos, y la decisión de estudiar un objeto de estudio concreto, no tanto en la mejor o peor realización de los comentarios. http://www.cis.es/cis/opencms/ES/2_bancodatos/catalogoencuestas.html
3.5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALAMINOS, A. (2005). Introducción a la Sociología Matemática. Seminario Permanente de Estudios Sociales. Universidad de Alicante. ALVIRA, F. (1986). «Diseños de investigación social: criterios operativos» en García Ferrando, M., Ibañez, J. y Alvira, F. El análisis de la realidad social. Madrid Alianza. DURKHEIM, E. (2001). Las reglas del método sociológico. México. Fondo de Cultura Económica. GIDDENS, A. y SUTTON, P.W. (2014). Sociología. Madrid. Alianza. GIDDENS, A. (1993). Las nuevas reglas del método sociológico. Crítica positiva de las Sociologías interpretativas. Buenos Aires. Amorrortu. LAMO DE ESPINOSA, E. (1975). La sociedad reflexiva. Valencia. Fernando Torres. WEBER, M. (1984). La acción social: Ensayos metodológicos. Barcelona. Península.
Capítulo 4 Individuo y sociedad Juan José Villalón Ogáyar
4.1. La persona y el mundo. 4.2. Antecedentes del pensamiento dualista: el Estado, la polis y el individuo. 4.3. El paradigma dualista. 4.4. El descubrimiento de los grupos sociales y el paradigma sistémico. 4.5. Descubrimientos críticos con el paradigma sistémico. 4.6. Ideas críticas al pensamiento sistémico. 4.7. El paradigma constructivista. 4.8. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 4.9. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata el capítulo? En el capítulo, Individuo y Sociedad, se estudia un tema clásico del pensamiento sociológico. Es necesario tener una idea concreta de qué es un individuo humano y una sociedad, desde la perspectiva sociológica. Si lo que estudia la Sociología son las «relaciones sociales» o el «vínculo social» o las «prácticas sociales», lo que se percibe es a los individuos en relación con otros individuos en un entorno determinado. Éste es el momento de preguntarse qué es un individuo y una sociedad para la Sociología. Las respuestas a ambas preguntas están profundamente conectadas, se han de producir una en relación a la otra. Así ha ocurrido en las distintas escuelas de pensamiento sociológico desde el siglo XIX. Y no podemos escapar de dicha lógica, pues así como vemos el mundo, vemos a la persona. A lo largo del capítulo, iremos desgranando parte de las principales formas de pensar al individuo y su entorno que se han dado en el pensamiento sociológico. Enunciaremos los supuestos en que se basan. Veremos las ventajas que cada perspectiva reporta e intentaremos comprender los principales límites que cada mirada produce en la investigación de las relaciones sociales. Lo que se va a estudiar son los paradigmas desde los que se mira la realidad. El problema está en que el paradigma, enfrentado con los hechos, se encuentra limitado. Y, ante la realidad, el científico ha de buscar un nuevo modo de mirar que le ayude a hacer preguntas más correctas. La exposición seguirá una cierta lógica cronológica. Sin embargo, no buscará que el lector aprenda cómo ha evolucionado la teoría sociológica. Lo importante será que se enfrente a distintas y opuestas visiones, que son muy influyentes en la Sociología. Y, así, pueda llegar a comprender dónde sitúa un autor cuando lo lea y en qué marco conceptual se sitúa él cuando se planteé estudiar un problema sociológico. Para todo ello, le serán útiles los conocimientos adquiridos en los capítulos anteriores sobre la Sociología. Si bien, este tema también está profundamente conectado con el resto de capítulos del libro al introducir numerosos conceptos que el estudiante podrá comprender mejor más adelante. No se trata aquí de aprenderse todos esos conceptos, sino de relacionarlos por primera vez y situarlos, adecuadamente, en el contexto general del objeto de estudio de la Sociología.
4.1. LA PERSONA Y EL MUNDO Cuando Michel Wieviorka quiere pensar la Sociología para el siglo xxi, entiende que estamos en una disciplina que no ha afrontado una crisis de pensamiento en las últimas décadas, sino una mutación general de todas las disciplinas del saber (2011: 13). Dicho proceso de transformación se suele resumir con el término Globalización. Este proceso histórico ha creado un mundo, una realidad social que el autor describe como «un mundo globalizado e interdependiente en el que la comunicación digital multimodal e interactiva constituye la más importante estructura en la que se inscriben las prácticas sociales» (Wieviorka, 2011: 11). Según esto, ya no hay una «sociedad nacional-estatal» ante nuestros ojos. Ya no hay un «sistema social» limitado, e, igualmente, ya no podemos reconocer solamente a individuos que son miembros de grupos (nacionales o de una clase social) o actores. Ante nuestros ojos limitados de sociólogos se abre un mundo realmente nuevo en el que aparece un individuo reflexivo que también puede ser sujeto. Este cambio ha afectado profundamente al conjunto de supuestos en que se basada el trabajo de investigación de las relaciones y las prácticas sociales. Han cambiado las preguntas que podemos hacer: la pregunta por la relación entre el individuo y la sociedad, o el actor y el sistema, se transforma en la cuestión de la relación entre la persona y el mundo. Todas van en el mismo sentido. Intentan conceptualizar adecuadamente aquello que podemos observar: ese extraño ser humano que existe sólo en relación con los demás (individuo, actor y sujeto) y aquello con lo que se encuentra desde su mismísimo nacimiento (sociedad, sistema y mundo). Este capítulo, en lo que sigue, expone lo que podemos entender como los tres paradigmas sociológicos básicos de la individualidad y la sociedad: el paradigma dualista, el paradigma sistémico y el paradigma constructivista. De una forma simplificada, podríamos decir que un paradigma es el marco conceptual que reúne las ideas o creencias más asumidas como verdaderas, casi incuestionables, así como los valores más profundamente arraigados que orientan la visión de las cosas, que prácticamente determinan lo que se es capaz de pensar, de preguntarse, de percibir. Por eso, dentro de un paradigma podemos encontrar escuelas de pensamiento diferentes, hasta opuestas, que coinciden en cómo ven al individuo y su entorno, aunque conciban de una
forma totalmente contraria la relación que se produce entre ellos. 4.2. ANTECEDENTES DEL PENSAMIENTO DUALISTA: EL ESTADO, LA POLIS Y EL INDIVIDUO El paradigma dualista ha sido el enfoque más duradero desde el que se ha intentado comprender las relaciones sociales. Su origen nos lleva a la Grecia clásica y al conocido postulado antropológico de Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) de que el ser humano es un «animal político» en su libro La Política. Es decir, en la naturaleza del ser humano está el vivir en una sociedad política y socialmente estructurada y ordenada. Es importante anotar que el referente de Aristóteles de lo que interpreta como «sociedad» es una polis griega, una ciudad independiente o ciudad-estado. Frente a dicha posición, han surgido muchos autores que han planteado la necesidad de entender al individuo como un ser diferente de su sociedad. Posiblemente, el más conocido históricamente es Thomas Hobbes (15881679), que pensaba que los individuos se hallan en una condición de guerra de todos contra todos. Cada individuo es profundamente diferente de los demás y por ello está separado de todos. Cada uno tiende a apropiarse de todo lo que le sirve para su propia supervivencia y conservación. Y, por eso, será necesario la organización de una «sociedad» (esta vez entendida como un Estado moderno). Es decir, la sociedad, para Hobbes, será una construcción convencional fruto de la racionalización egoísta con el fin de satisfacer el instinto primario de conservación de cada individuo. El planteamiento hobbesiano encontrará varias veces su contrapunto en la filosofía posterior. John Locke (1632-1704) y Jean-Jacques Rousseau (17121778) serán los exponentes más bellos de esa otra visión en la que se mira al individuo como un ser de naturaleza buena que viene a ser corrompido por una sociedad en la que está obligado a vivir. En esa discusión que pudiera llegar a ser infinita, la Sociología comienza su andadura en el siglo XIX. Y, desde el principio, se plantea qué es el individuo y qué es la sociedad, ya no tanto como una entidad política sino como una realidad política, económica y cultural, que existe en un tiempo y en un espacio físico preciso. Es una realidad histórica.
4.3. EL PARADIGMA DUALISTA El paradigma dualista tiene una influencia significativa en la investigación de lo social desde el siglo XIX. La visión ilustrada de la sociedad como una realidad constrictiva pero necesaria para el ser humano individual se había impuesto. Surgen, ante los problemas devenidos de la Era Industrial, la necesidad de estudiar la realidad social y de construir un nuevo orden social que sea liberador del individuo y no limitativo, entre los primeros investigadores empiristas que defendían el uso de métodos positivistas, como Auguste Comte (1798-1857), o material-dialéctico, como Karl Marx (18181883). Algunos de los primeros sociólogos dieron un salto más allá de aquella discusión y valoraron la sociedad como una entidad específica y dinámica diferente de las realidades individuales que las constituyen. Es el holismo metodológico. La Sociología emergía como una ciencia que busca ocuparse de entender lo social, las sociedades, y no a los individuos. Lo colectivo prima sobre lo individual en la imaginación sociológica. La obra típica que suele nombrarse para ejemplificar esta postura es Las reglas del método sociológico de Emile Durkheim (1858-1917), que ya ha sido analizada en los capítulos 2 y 3 de esta obra. Lo social, objeto de estudio propio de una nueva ciencia denominada Sociología, será comprendida como una entidad específica con características propias. No emerge de las individualidades sino de su propia naturaleza. La sociedad será considerada como una realidad conceptual que estará por encima de los individuos en el tiempo y en el espacio; es decir, como realidad empírica, real y dinámica. Es más, de esta posición epistemológica derivará el pensamiento de que la acción social del individuo y las prácticas sociales, están determinadas por las estructuras sociales y las instituciones como el Mercado, el Estado o la Familia, o, por la Cultura (por los hábitos establecidos y las costumbres). O, al menos, será ese tipo de acción la que se pueda estudiar y explicar en Sociología. Frente a dicha postura, o en discusión con ella, se ha desarrollado otra línea de pensamiento sociológico durante el siglo XX: el individualismo metodológico. Esta posición, sin negar la influencia de las estructuras sociales sobre la acción de los individuos, plantea que los individuos son los átomos básicos del análisis de los procesos sociales. Mientras, lo colectivo, la sociedad, es sólo un mero agregado que resulta de las actividades individuales mediante efectos de agregación y composición. Por ello, el
centro de atención del investigador debe estar puesto en conocer la Acción Social, es decir, la acción hecha en relación con otros sea ésta una acción singular, en el sentido de extraordinaria o inhabitual, o una acción regular, típica y estadísticamente reconocible. Y, desde aquí, se hace hincapié en que no sólo es necesario para comprender una realidad social recoger cómo actúan objetivamente los individuos, sino qué les motiva subjetivamente a ello. Tal vez, el autor más conocido en esta línea de pensamiento entre los primeros investigadores sociales fue Max Weber (1864-1920) al considerar que la conducta social es aquella que está orientada significativamente por el comportamiento esperado del otro. Aunque, dicho autor no adoptó una postura extremista al respecto, pues Weber nunca negaría la influencia de la Historia sobre la acción social. Sobre el poder de la acción individual, quizá resulte más interesante la obra de Georg Simmel (1858-1918), fundador del formalismo sociológico, que en sus trabajos tendía a considerar al individuo como poseedor de una «conciencia creativa» en la que se representaba y representaba su exterior, capaz de desarrollar su propia cultura individual (subjetiva) frente o diferente de la cultura objetiva de su entorno. Y que era capaz de trascenderse a él mismo y de producir «cosas» que le llegaban a poder trascender hasta coartarle. Así pues, el paradigma dualista tiende a generar posturas contrarias que niegan parcialmente un espacio común para el individuo y lo colectivo en la investigación sociológica. Para Philippe Corcuff, el problema principal de este tipo de posturas es que implica una enorme dificultad para que el científico social pueda concebir la posibilidad de que la realidad social que se le muestra sea el fruto de la coproducción entre las partes y el todo, entre los «individuos» y la «sociedad». Una, la perspectiva «holista», puede pasar por alto al individuo en el análisis. La otra, es capaz de obviar la dimensión intersubjetiva e intrasubjetiva de la realidad social (1998: 18). El holismo sociológico tiende a considerar que la realidad social es solamente el resultado de las fuerzas generales de ordenación social determinadas por las estructuras sociales existentes en un tiempo y un espacio determinado. De modo que, desaparece así la necesidad de encontrar a los actores responsables de los hechos con sus acciones. Será entonces necesario solamente establecer las «reglas de juego» para conducir a la sociedad hacia
un objetivo determinado. Cada individuo se adecuará a dicha norma sin más. Y, se abandona al que se desvíe o se le reconduce de una forma programada. El individualismo metodológico se tiende a refugiar en la percepción del individuo como un ser racional y unidimensional (político o económico) que actúa en función de sus intereses en un espacio concreto que es determinante de cualquier otro espacio social. Entonces, el investigador olvida la experiencia acumulada del individuo sobre su posición en relación a los demás, la memoria de los encuentros pasados donde se forman las pertenencias, las identidades, los gustos, las creencias y las ideologías con las que los individuos se encuentran y en las que definen sus motivaciones para actuar. Y, además, obvia que el individuo no ocupa una posición sólo en ese espacio de relación social que observa, sino que es un ser que se mueve en múltiples lugares de encuentro con otros. Desde este tipo de pensamiento, el investigador solo podrá observar acciones sin historia. No entenderá, por ejemplo, la necesidad de la regulación de la sociedad para que aquel que más acumuló no aplaste al que menos ha llegado a tener. Es más, en su versión casi más extrema podrá llegar el investigador al puro situacionismo. Esto es: considerar que la estructura social se forma en la situación social. Entonces, por ejemplo, no hay clases sociales sino que la posición de cada individuo se constituye transitoriamente en el momento del encuentro con el otro, en la propia interacción social (Collins, 2000). Las dos corrientes teoréticas más próximas a esta forma de pensamiento son las Teorías de la Elección Racional y el Interaccionismo Simbólico. 4.4. EL DESCUBRIMIENTO DE LOS GRUPOS SOCIALES Y EL PARADIGMA SISTÉMICO La idea central que posibilitó una nueva concepción de lo social fue que los individuos se organizan en unidades grupales, en grupos. Entre una sociedad y cada individuo hay grupos a los que éstos pertenecen. Como expresó el eminente profesor Enrique Gómez Arboleya (1910-1959): La relación entre un yo, un tú, un él, fuera de cuadros sociales concretos es tan ilusoria como el mismo yo, tú, él químicamente puros. La única manera de que la sociedad sea algo es que sea un conjunto concreto en donde se actualice la «potencia societatis» humana y se den unidas forma y materia. Gnoseológicamente ninguna de las dos precede a la otra: el sociólogo se enfrenta con formas reales en un conjunto real (1954: 24 y 25).
A lo largo del tiempo, se han creado, han crecido y han desaparecido muchos grupos de muy diverso tipo: familias, empresas, sindicatos, asociaciones profesionales, asociaciones patronales, partidos políticos, grupos de amigos, clubes, asociaciones vecinales, asociaciones culturales, barrios, pueblos, ciudades, clanes, tribus, naciones, redes sociales virtuales, asociaciones cívicas, iglesias, sectas, movimientos ideológicos, movimientos religiosos, organizaciones político-administrativas. Todos ellos son grupos humanos y, desde la perspectiva sistémica, serán el centro de atención principal de la Sociología. Volviendo a Gómez Arboleya (1954: 30), este autor concluirá: Estimo pues, que el objeto propio de la sociología son los grupos humanos como realidades efectivas y concretas, esto es, configurados en cierta manera por la obra del hombre.
Desde la visión sistémica de la sociedad, el dualismo se supera integrando al individuo como un elemento más de la sociedad. Éste no pasa a ser el centro sino sólo un miembro de grupos sociales organizados, estructurados y relacionados entre sí en unas condiciones históricas determinadas. Aunque, habitualmente habrá una tensión importante ante la imperiosa necesidad de reconocer la individualidad del ser humano. Como expondrá Ferrando Badia: El hombre, por muy vinculado que aparezca a un medio social, hay siempre actitudes y sentidos de su vida que revelan su insobornable individualidad. Pero, de otra parte, los grupos sociales en que se encuentra inmerso superan la vida de los meros individuos que lo componen, y, determinan, en buena medida, sus sistemas de creencias, valores, actitudes y comportamientos con una eficacia que hace patente a nuestras propias vivencias la consistencia objetiva de tales grupos sociales. Sentimos la subjetividad de nuestra propia existencia y, al mismo tiempo, la experimentamos vinculada en los grupos de que participamos. (1975: 27)
El paradigma sistémico parte de la idea de la interdependencia. Se trata de pensar lo social como el fruto de las interrelaciones de los actos individuales y de los elementos que forman una colectividad. Así, considerar que un conjunto determinado de elementos forman un sistema, implica que unos y otros actúan sobre los demás de forma recíproca. En esta perspectiva, lo central es explicar la reproducción de la sociedad; es decir cómo ésta se mantiene en el tiempo organizada de un modo determinado. Lo relevante es comprender el orden social, así como poder prever sus límites, sus contradicciones y sus fortalezas. Esto se podrá hacer, fundamentalmente, a través de metodologías que permitan extraer conocimiento sobre las conexiones estructurales fundamentales de los grupos
históricos como grupos aislados y en conexión con otros grupos concretos (Gómez Arboleya, 1954: 33). La segunda idea fundamental que permitió el desarrollo de la perspectiva sistémica fue que la estructura social no es unívoca sino plural. Los grupos e individuos ocupan posiciones en redes jerarquizadas y ordenadas. Esas posiciones de cada uno estarán relacionadas, pero pueden ser analíticamente diferenciables en cada estructura, y ser estudiadas sus consecuencias, por ejemplo, sobre la conciencia social, la identidad, la ideología, las prácticas de consumo o de voto, de forma separada. Uno de los primeros autores que defendió la idea de la pluralidad de estructuras fue Max Weber. Consideraba que una sociedad está estratificada, que no estructurada, sobre la base de la economía, el estatus y el poder. Hay clases económicas, comunidades de status y partidos políticos. De modo que la motivación del individuo a la acción no siempre deviene del mismo tipo de grupo. En ciertos casos, puede venir de su posición de clase, pero también por su religión o su ideología, entre otras. Las expresiones teóricas más prominentes del paradigma sistémico son el marxismo y el estructuralismo. En ambas perspectivas, lo que se puede observar en la realidad es un orden social consensuado entre todos o que implica un conflicto sustantivo entre actores sociales (clases) —que surge o emerge de las condiciones de estructuración de la realidad social—. Cuando lo que se observa es un consenso, el sistema tiende a la estabilidad y los peligros para ello vienen del exterior o de la desviación. Cuando lo que se deduce de los hechos sociales es un conflicto, éste significa que hay contradicciones en el sistema y ello es la base del cambio necesario para alcanzar un nuevo equilibrio. En esta perspectiva, los individuos y los grupos sociales en los que éstos se encuentran situados se consideran ordenados. Se podrá entonces decir que «la sociedad no es una, sino plural y múltiple…, y el hombre se halla inserto en esa pluralidad de grupos sociales; por eso es portador de múltiples estatus, y ha de desplegar varios y diferentes roles» (Ferrando, 1975: 28). Así, hipotéticamente, desde cada individuo se puede trazar círculos concéntricos cada vez más grandes que sitúan al individuo en relación a los demás. De forma muy simple, se podría decir que un individuo forma parte de una familia, que forma parte de una clase social, que forma parte de una nación, que forma parte de un Estado, que forma parte del Mundo (véase
figura 1). Desde esta perspectiva, se abre la posibilidad de entender que hay un Sistema Mundial. Es un sistema con múltiples actores colectivos económicos, cívicos y políticos en relación constante, en competencia y cooperación. Igualmente, se podrá pensar que hay sistemas estatales, nacionales o sistemas urbanos que cumplen con esa misma condición. Y, también se podrá sugerir la idea de una sociedad de flujos, el universo líquido, o una sociedad red, al asumirse y visualizar la relatividad del espacio físico para la formación de un sistema social. Figura 1. Representación integrada del individuo y sus grupos ordenados según su tamaño.
Fuente: elaboración propia del autor.
Desde una perspectiva histórica, el modelo sistémico ha aportado unas herramientas conceptuales extraordinarias. Como una forma de sintetizar ese conocimiento, Göran Therborn (1995) trazaba un esquema conceptual de cómo se llega a concebir el cambio social (Véase cuadro 1). Básicamente, exponía que para llegar de un Sistema en un tiempo determinado a un Sistema nuevo en un tiempo posterior, se produce una relación dialéctica sin fin de Estructuración y Aculturación, determinada por el Tiempo y el Espacio. Como consecuencia de esa relación, se generaban unas relaciones de poder concretas; las cuales daban lugar a formas de conciencia e identificación social que terminaban expresándose en acciones colectivas capaces de crear un nuevo sistema social. Aunque ello se producía dentro de unas limitaciones indirectas derivadas de las estructuras y valores culturales propios del sistema originario; ya que ocurría en una población, en un lugar y en un tiempo. Dos ideas básicas de dicho pensamiento eran: primero, el futuro es incierto, pero no impredecible, pues se mueve dentro de ciertas coordenadas
de posibilidad y causalidad que podemos pensar. Y, segundo, la sociedad no va a la deriva, sino que puede «conducirse» y tiende a ser «conducida» hacia una realidad determinada dentro de unas posibilidades históricas previsibles. Cuadro 1. Modelo de cambio social sistémico
Fuente: elaboración propia del autor. Modelo de cambio social sistémico inspirado en Therborn, G. (1999). Europa hacia la modernidad. Barcelona. Taurus: 19.
4.5. DESCUBRIMIENTOS CRÍTICOS CON EL PARADIGMA SISTÉMICO Hay varios procesos de cambio social que han puesto en cuestión el paradigma sistémico. Su observación es lo que ha producido la necesidad de desarrollar nuevas ideas y conceptos para poder comprender el objeto de estudio de la Sociología. Han hecho que la mirada del observador inteligente pase de mirar «la sociedad» o el «sistema» para preguntarse por el «individuo» inserto en lo social. Algunos de estos procesos son: 1. El proceso de individualización institucional. 2. El proceso de desinstitucionalización. 3. La multiplicación de las desigualdades. 4. El aumento de los ámbitos de socialización. 5. La creciente singularización de las trayectorias individuales. El proceso de individualización institucional es aquella tendencia histórica por la que la relación del Estado, el Mercado, las Iglesias, las Escuelas, los
Medios de Comunicación y las demás instituciones tienden a tratar a las personas como individuos, como átomos aislados. Abandonan la forma de considerarlos como miembros de grupos sociales organizados como familias, clanes, tribus, vecinos u otros modos de agrupación. El individuo pasa a ser ciudadano, consumidor, trabajador, estudiante, oyente, creyente. La relación de la organización social es directa, sin que se acepten instituciones intermedias que puedan «negociar» la relación (Beck y Beck, 2003). El proceso de desinstitucionalización se concibe como un cambio ocurrido en la modernidad tardía que ha transformado las estructuras sociales. En dicho proceso, las consideradas durante la modernidad como las instituciones básicas —las familias, las escuelas, las empresas, las iglesias, los Estados y los medios de comunicación de masas, entre otros— han perdido capacidad para socializar a los individuos en un conjunto de valores y costumbres que sean las bases de las normas que rijan las relaciones sociales, y las prácticas cotidianas en cada uno de los ámbitos de vida en que se desarrolla las actividades propias de esas organizaciones instituidas (Dubet, 2006). La multiplicación de las desigualdades se refiere a un proceso extremadamente complejo que se ha hecho visible al aumentar las desigualdades sociales y económicas en la última ola de Globalización moderna. Hablamos de diferencias como son: de participación política, de empleo, de acceso a la vivienda, a educación, a un sistema sanitario, a unos ingresos similares, a una capacidad de consumo parecida, y otras muchas que forman parte del compendio de derechos y libertades propias de lo que en las sociedades modernas se ha definido como la ciudadanía. Este proceso implica el descubrimiento de que las desigualdades no se producen y crecen, simplemente, entre clase sociales, sino entre grupos y categorías sociales diferenciados por elementos externos al rol laboral que desarrollan sus integrantes como son: el género sexual, la nacionalidad, la edad, la etnia o las capacidades físicas y mentales. Cada una de ellas afectando de forma autónoma sobre la experiencia social y el posicionamiento de cada individuo (Tilly, 1993). El aumento de los ámbitos de socialización hace alusión al incremento de espacios autónomos en que se desarrolla la vida cotidiana de los individuos. Podemos describir la vida cotidiana de una persona al comienzo de la Era Industrial en referencia al lugar en que vivía, a su trabajo y a su familia, de modo que de ahí podemos derivar, relativamente, sus ideas políticas, sus
creencias, sus hábitos, sus conocimientos, sus intereses y sus gustos. Sin embargo, hoy, necesitamos conocer, la mayor parte de esos aspectos por separado pues son más autónomos entre sí. Las relaciones políticas que mantenemos, las prácticas religiosas, las relaciones laborales, las prácticas de consumo, los conocimientos que adquirimos, los hábitos cotidianos que desarrollamos, ya no emergen de unos pocos grupos sociales con los que estamos conectados, sino de todo un conjunto de redes estructuradas en las que se inserta nuestra vida cotidiana asociadas entre sí, casi únicamente por cada uno de nosotros. Son los campos sociales en los que descubrimos hábitos propios que predisponen a los individuos a actuar en función de lógicas autónomas (Bourdieu, 2000). La creciente singularización de las trayectorias individuales o la individualización de las experiencias sociales es el proceso histórico de creación de un entorno social en el que las biografías de los seres humanos pasan por conjuntos de experiencias cada vez más particulares. Si hubo un tiempo en que, nueve de cada diez niños en España eran bautizados, entraban a un colegio católico para un sólo género antes de los seis años, vivían con sus dos padres, algún hermano y algún abuelo, hacían la primera comunión a los 9 o 10 años, iban a la «mili» entre los 18 y los 22 años, y empezaban a trabajar antes de los 25; ahora, la diversidad de trayectorias con sólo estos pocos aspectos, podemos pensarla casi tantas como niños hay. De la misma forma, si hubo un tiempo donde un obrero sin cualificación podía entrar en una fábrica de coches a los 16 años, formarse dentro de la fábrica y seguir trabajando en ella hasta los 65 años; hoy, lo habitual es que la mayor parte de los obreros, inicialmente, se preparen lo máximo posible, y después, cambien de trabajo, jefes, compañeros, amigos, lugares de residencia varias veces, y no sepan si conseguirán un contrato fijo algún día (Gil Calvo, 2001). ¿Cómo han ocurrido estos procesos? ¿Qué implicaciones tienen para la vida social? ¿Se pueden explicar estos procesos desde una concepción de la vida social como una realidad estructurada, de tal modo que la acción social se ajuste a dicha estructura, como el producto de un ajuste «cuasi natural» del sistema y la acción, de una estructura y una cultura? ¿Se pueden entender estos procesos si el individuo es un fiel reflejo del sistema? Y, tras su ocurrencia, ¿podemos pensar que la relación entre los seres humanos se puede seguir planteando en los mismos términos que lo podía ser antes? La respuesta es no. Como dice Enrique Gil Calvo (2001) al tratar de
comprender al individuo de hoy y cómo construye su identidad: Si hace tan solo cien años, en la época de Weber y Freud, era posible (y resultaba preciso) erigir identidades personales sólidas y rígidas como estatuas de una sola pieza (vertebrados por una sola familia indisoluble y un solo empleo vitalicio), ahora esto ya no es posible, por lo que resulta necesario aprender a construir identidades elásticas y flexibles, predispuesto a readaptarse a vertiginosos cambios laborales y familiares y realizar experimentos a lo largo de la vida.
Las bases de la experiencia humana son inciertas. La incertidumbre y el riesgo parece ser parte de la vida social, igual que lo puede ser en la Naturaleza; y la persona humana necesita adaptarse para relacionarse y vivir en dicho tipo de entorno. 4.6. IDEAS CRÍTICAS AL PENSAMIENTO SISTÉMICO Algunos autores, críticos del modelo estructural y de la interacción, se convirtieron en los antecedentes o primeros desarrolladores de un nuevo paradigma denominado constructivista. Algunas de sus aportaciones son fundamentales y deben ser meditadas por el investigador social actual; aunque no forman una visión homogénea de lo social. Muchas de sus ideas parten de supuestos teóricos diferentes; y llevan a que el investigador social se haga diversas preguntas. Su agrupación sólo responde a que, en conjunto, delimitan los errores de los modelos teoréticos anteriormente explicados, y, permiten desarrollar un nuevo paradigma: el pensamiento constructivista. Las ideas fundamentales del paradigma constructivista son: A. Sobre el individuo. El individuo es un ser de naturaleza social múltiple y diferente de la de cada grupo del que forma parte. Lo que hay que interpretar como que: 1. En cada individuo no hay un yo, sino múltiples «yoes» o «egos» que derivan de la experiencia social del individuo. De modo que en cada individuo hay tantos yoes como grupos y estratos sociales con los que se ha relacionado (Sorokin, 1969). 2. El individuo tiene un «yo» social que es distinto de un «nosotros» y se forma en relación con dicho nosotros (Elías, 2014).
B. Sobre la relación con las Estructuras Sociales. Más que estructuras, el individuo se posiciona en campos de relación social donde forma o reforma agrupaciones en función de su experiencia, posibilidades y capacidades históricas; lo que suponer que: 3. Las clases, al igual que cualquier otra forma de agrupación humana, son formaciones histórico-sociales formadas en la experiencia colectiva, donde se forma las tradiciones, los sistemas de valores y las formas institucionales (Thompson, 1989). 4. La acción social es estructurante y estructurada. El actor es capaz de modificar el entorno al tiempo que éste le constriñe y limita su acción (Giddens, 1995). 5. No hay «una» estructura de la sociedad, sino que los individuos se mueven en varios espacios o campos sociales. Cada uno con sus propias lógicas de acción, con sus propias desigualdades, con sus propios conflictos, pero siempre estructuradas (Bourdieu, 2000). 6. Los grupos se forman a través de procesos históricos de naturalización u objetivación en los que se llegan a definir y delimitar (Boltanski, 1982). 7. El individuo se sitúa en un espacio fluido; es decir, un espacio físico y social en permanente transformación, capaz de experimentarse y definirse como rígido a veces, y otras como líquido y permeable. Lo que permite la construcción de relaciones, posiciones y formas de estar y ser nuevas y flexibles (García Selgas, 2007). C. Sobre la Experiencia Social y las situaciones. La experiencia social es la base que permite la formación del individuo que actúa y cambia el orden fluido que encuentra. Y, por ello: 8. El Yo actúa dentro de un marco delimitado por la experiencia que permite al actor definir la situación en relación a sí mismo (Goffman, 2006). 9. Los límites centrales a la competencia de los actores provienen de su
limitada conciencia de la realidad y de las consecuencias no intencionales de la acción, capaces de extenderse en el tiempo y el espacio sin control alguno por el actor (Giddens, 1995). 10. La experiencia es una actividad cognitiva que permite verificar y experimentar la realidad, formada por lógicas de acción que sirven al actor para situarse y actuar en cada una de las dimensiones de la realidad en la que vive. De modo que el «Actor» o el «yo» está dividido o disociado en tensiones constantes dentro de cada ámbito de la vida, y entre los yoes parciales que se forman en los distintos ámbitos (Dubet, 2006). D. Sobre las sociedades. La realidad de las sociedades es plural, subjetivada y compleja; y, por lo tanto: 11. Las sociedades son realidades objetivadas a través de procesos de legitimación de formas que se llegan a instituir como soluciones a problemas, al tiempo que son realidades subjetivadas al ser interiorizadas en el proceso de socialización. Lo cual crea un pluralismo de realidades e identidades (Berger y Luckmann, 1997). 4.7. EL PARADIGMA CONSTRUCTIVISTA El paradigma constructivista considera que las realidades sociales se conciben como construcciones históricas y cotidianas de actores individuales y colectivos capaces de constituirse en Sujetos de la Acción. La complejidad de dicha configuración es tal que la realidad escapa del control de los diferentes actores presentes. No es que no haya voluntades o intereses, sino que la capacidad de control de cada actor sobre el resultado es relativa. Se habla de construcción porque la realidad social se compone de «cosas» construidas y procesos de organización en los que se reconstruye lo existente. Se asume una realidad dinámica como característica prevalente de lo social, frente a la de orden establecido que siempre había impuesto una visión más estática. Es una realidad histórica construida a partir de lo que ya existía, pero que es transformada, reproducida, apropiada, desplazada al tiempo que sirve para la invención de otras cosas nuevas en la vida cotidiana, en la interacción,
en la práctica. Y crea así unas posibilidades de futuro nuevas y en constante evolución. Las «cosas» y las relaciones, la realidad social, ya no puede ser concebida sólo como algo puramente objetivo, sino algo que se objetiva e interioriza históricamente en la relación y la acción. Lo que estaba antes en la subjetividad del individuo, en sus emociones o su intelecto, puede llegar a quedar constituido en el exterior para ser aprendido e interiorizado. Se produce, pues, una relación dialéctica entre lo exterior y lo interior donde surge la realidad, una realidad como pueda ser la nación, la tribu o la clase social (Jenkins, 1996). Al entender la realidad social como una realidad construida, se deja así de pensar en la sociedad como una entelequia abstracta, y el individuo comienza a ser observado reafirmando su historicidad. Entonces, el investigador social revisa la idea de individuo o actor y sociedad o sistema, con la idea de comprender las relaciones sociales. Y, se encuentra con que necesita conceptos diferentes para nombrar lo observado. Si observamos la Sociología actual, podemos encontrar algunos de esos nuevos conceptos (relacionados con términos antiguos) que bullen en el discurso sociológico, dando lugar a nuevas preguntas y respuestas. Aquí destacamos dos de esas ideas fundamentales: la idea del espacio social y la idea de sujeto. El espacio social, un concepto del estructuralismo, se reconvierte. Pasa a concebirse como el marco real de la acción social, frente a la idea pura de estructura. Ya no se contempla una estructura, sino un espacio histórico. Este espacio es una realidad plural en la que se producen las relaciones, los encuentros de forma estructurada y con capacidad estructurante entre actores sociales diversos. Porque el espacio no tiene una forma fija, sino que la producen los actores dentro de unos límites socio-históricos. Y, el espacio no es, por supuesto, unidimensional. Está compuesto de campos de acción diferentes, interconectados, pero donde los individuos siguen y crean lógicas de acción y hábitos propios. Un autor fundamental en el descubrimiento de lo que es el espacio social y su multidimensionalidad es Pierre Bourdieu (1979), y uno de los autores que mejor usan este concepto es David Garland (2001). Durante un siglo, el sujeto de la acción social ha sido pensado eminentemente como un colectivo y así sigue siendo en muchos estudios en los que se habla de «las clases medias», «los jóvenes» o «las mujeres», como
los nuevos sujetos del cambio. Pero ahora, ante el descubrimiento de la experiencia del individuo y su capacidad de acción reflexiva, surge la posibilidad de otro tipo de sujeto individualizado. No hay una definición de qué es a lo que se puede denominar el sujeto. Sin embargo, en la reflexión y la investigación sobre él podemos señalar claves importantes. Alain Touraine, uno de los más grandes expertos en la investigación sobre el sujeto, escribe que «el sujeto es la coincidencia del individuo consigo mismo, su conciencia de sí» (2007: 155). Es el fruto de un yo que es reflexivo que se ve a él mismo en su entorno y se comprende a sí mismo de un modo determinado, con lo que termina por dar una imagen de sí a él mismo. Esa imagen puede ser la de «obrero», «ciudadano», «empresario», «nacional», «mujer», «joven», etc. En cada época y lugar, se tienden a imponer unas imágenes sobre otras. Pero hoy, la subjetividad que tiende a imponerse en muchos lugares del mundo es personal, propia de la persona singular, irreductible a una vinculación estructural o cultural cualquiera. Ello no hace que las otras desaparezcan, pero las modifica y las relativiza. De ahí que se observe en las acciones colectivas de hoy, una gran tendencia a que participen personas muy variadas que lo que quieren es poder escoger su combate, su movilización, su identidad colectiva; y, poder gestionar su participación en la acción, hacerla como ellos consideren, a su manera cada uno, a su ritmo (Wieviorka, 2011: 109). Cobra fuerza entonces una nueva sociología que podemos denominar Sociología del Individuo, o Sociología de la Experiencia, o Sociología del Sujeto para responder, básicamente, a tres retos gnoseológicos (Santiago, 2015): 1. El carácter multisociado y multideterminado del individuo como fruto de la incorporación a una estructura social que es múltiple y compleja. El individuo ya no es un «Yo» frente a un nosotros, ni un «yo» integrado en un «nosotros». Es un «Yo» que se mueve en muchos ambientes o campos sociales, en muchos grupos diferentes, regidos por normas y valores diferentes, donde se aprenden y desarrollan hábitos o lógicas de acción distintos, y el individuo genera prácticas cotidianas tan diversas que a veces parecen opuestas, contradictorias, incoherentes para un observador externo. Aunque, al aproximarnos a ellas, se observa que lo que ocurre en un campo influye sobre el otro. ¿Cuáles son esos campos? ¿Existen unos más relevantes que otros? ¿Cómo
influyen unos sobre otros? 2. El trabajo sobre sí mismo que la persona ha de llevar a cabo para integrar de una forma coherente las diferentes lógicas de acción que el entorno social genera estructuralmente. El individuo, transformado en sujeto y actor, busca dar coherencia a todas esas lógicas que aprende para poder adaptarse al ambiente complejo en el que desarrolla su actividad. La incoherencia observada desde el exterior produce conflictos entre los yoes del individuo. Y, éste ha de trabajar para integrarlos de forma armónica tomando opciones, decidiendo reflexivamente. ¿De qué manera los individuos consiguen desarrollar narrativas coherentes de su historia? ¿Qué instrumentos utilizan? ¿Cómo deciden cómo actuar? ¿Todos pueden ser sujetos? ¿Qué condiciones han de cumplirse para que un individuo llegue a ser sujeto? 3. El proceso estructural de fabricación de individuos crecientemente singularizados que afrontan un sistema de pruebas estructuralmente producido. La estructura social no solo posiciona a los individuos en una jerarquía, sino que crea trayectorias vitales a través de las que el individuo se ve obligado a pasar pruebas constantes de forma individualizada que trazan su historia, su experiencia y su acción. ¿Quiénes dominan los procesos? ¿Desaparecen los grupos sociales? ¿Se abandonan los vínculos? ¿Quiénes pasan las pruebas? ¿Cómo pasan las pruebas? ¿Cuáles son las pruebas en cada ambiente social? ¿Se puede observar desde aquí las desigualdades de otra manera? La comprensión adecuada de estos procesos sobre la naturaleza social del individuo ha de ser la base de la Sociología del siglo XXI. Las respuestas a estas cuestiones dan lugar a las nuevas preguntas que tratarán de buscar nuevas respuestas a problemas que acompañan a la Sociología desde sus orígenes, sobre las desigualdades, la exclusión, la violencia, la guerra, el poder, la marginación, el racismo, la comunicación, la tecnología, el trabajo, el consumo, la religión, la ideología, la conciencia social, la acción colectiva, el caos, las crisis, etc. En resumen, lo que aporta la perspectiva constructivista es una nueva visión de la relación entre el individuo y su entorno social, que posibilita observar al individuo como miembro de grupos sociales, como actor y como sujeto. Y, a la sociedad, como un espacio social multidimensional en que se
mueve un individuo reflexivo y capaz de decidir. De modo que la Sociología puede comprender por qué la relación entre la sociedad y el individuo o entre la estructura y la acción es incierta. Ya no tanto por lo poco que conocemos y lo poco adecuado que es nuestro modelo teórico, sino porque la realidad social no puede concebirse, pensarse o analizarse en función de átomos interconectados por reglas fijas, sino como el producto dinámico de las relaciones multidimensionales entre sujetos asociados o que pueden asociarse en grupos. 4.8. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS 1. Hacer una tabla en la que consten cada uno de los paradigmas sobre el individuo y la sociedad que aparecen en el texto indicando en las columnas: nombre, algún autor, conceptos fundamentales. 2. Realiza una reflexión de 300 palabras sobre alguna de las 11 ideas críticas con el pensamiento sistémico. 3. Elaborar una tabla con los paradigmas y los descubrimientos que posibilitaron su desarrollo.
4.9. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BECK, U. y Beck-Gernsheim, E. (2003). La individualización: el individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Barcelona. Paidós. BERGER, P.L. y Luckmann, T. (1997). Modernidad, pluralismo y crisis de sentido: la orientación del hombre moderno. Barcelona. Paidós. BOLTANSKI, L. (1982). Les cadres. La formation d’un groupe social. París. Éditions de Minuit. BOURDIEU, P. (2000). Poder, derecho y clases sociales. Bilbao. Desclée de Brouwer. COLLINS, R. (2000). «Situational Stratification: A Micro-Macro Theory of Inequality». Sociological Theory Review, 18 (1): 17-43. CORCUFF, P. (2005). Las nuevas sociologías. Madrid. Alianza. DUBET, F. (2006). El declive de la institución: profesiones, sujetos e individuos en la Modernidad. Barcelona. Gedisa. ELÍAS, N. (2014). El proceso de la civilización. Madrid. Fondo de Cultura Económica. FERRANDO Badía, J. (1975). «En torno a los grupos sociales, su jerarquía y la noción de estructura social». Revista de Estudios Políticos, 199: 7-64. GARCÍA Selgas, F.J. (2007). Sobre la fluidez social. Elementos para una cartografía. Madrid. Centro de Investigaciones Sociológicas. GARLAND, D. (2009). La cultura del control: crimen y orden social en la sociedad contemporánea. Barcelona. Gedisa.
GIDDENS, A. (1995). La constitución de la sociedad: bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires. Amorrortu. GIL Calvo, E. (2001). Nacidos para cambiar: como construimos nuestras biografías. Madrid. Taurus. GOFFMAN, E. (2006). Frame Analysis. Los marcos de la experiencia. Madrid. Centro de Investigaciones Sociológicas. GÓMEZ Arboleya, E. (1954). «Teoría del grupo social». Revista de Estudios Políticos, 76: 3-34. JENKINS, R. (2014). Social Identity. London. Routledge. SANTIAGO, J. (2015). «La estructura social a la luz de las nuevas sociologías del individuo». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 149: 131-150. SOROKIN, P.A. (1960). Sociedad, cultura y personalidad. Su estructura y dinámica. Madrid. Aguilar. THERBORN, G. (1999). Europa hacia la modernidad. Barcelona. Taurus. THOMPSON, E.P. (1989). La formación de la clase obrera en Inglaterra. Barcelona. Crítica. TILLY, C. (2000). La desigualdad persistente. Buenos Aires. Manantial. WIEVIORKA, M. (2011). Una sociología para el siglo xxi. Barcelona. UOC.
Capítulo 5 Cultura y sociedad Juan José Villalón Ogáyar Óscar Iglesias Fernández
5.1. El concepto de cultura. 5.2. La transformación cultural: aculturación. 5.3. El surgimiento de la Modernidad. 5.4. Los caminos de la Modernidad: la vía internalista europea. 5.5. Tardo-modernidad y Postmodernidad. 5.6. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 5.7. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata el capítulo? En este capítulo se desarrolla, en primer lugar, un concepto fundamental para la Sociología como es el de cultura y, a continuación, se abordan los procesos históricos de transformación cultural. Se explica que la Sociología, más que estudiar la cultura como una realidad estática, observa una realidad dinámica (aculturación) que está en relación dialéctica con la estructura social. Desde esa perspectiva, se considera la Modernidad como fenómeno central de aculturación en Europa durante los últimos siglos. Analizaremos también sus orígenes, su evolución y su cambio hacia la Postmodernidad.
5.1. EL CONCEPTO DE CULTURA [5] La cultura es el rasgo distintivo de lo humano. Los seres humanos nos diferenciamos de otras especies animales por nuestra capacidad para crear cultura. Así, mientras que la vida social de otros seres vivos está fundada básicamente en el instinto, en los seres humanos está basada en el aprendizaje. Para comprender bien la constitución del ser humano, debemos hacer referencia al proceso de socialización, que puede ser definido de diversas formas. En sentido general, hace referencia a todos los factores y procesos que hace que un humano se encuentre preparado para vivir en compañía de otros (Kevin, 1969: 270). Y en un sentido más específico, la socialización puede ser definida «como el proceso por cuyo medio la persona humana aprende e interioriza, en el transcurso de su vida» los elementos socioculturales de un medio ambiente determinado, los integre en la estructura de su personalidad bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos, y se adapte así al entorno social en cuyo seno debe vivir (Rocher, 1973: 133 y 134). La cultura se aprende mediante un proceso de socialización por medio del cual los individuos son enseñados a comportarse de acuerdo con los patrones culturales que una determinada sociedad ha desarrollado a través de largos procesos históricos de evolución. En este sentido, en la medida que en las sociedades existen diferentes patrones sociales, pautas de conducta y formas de presión social orientadas a buscar la conformidad individual, puede afirmarse que las personalidades son moldeadas por los contextos culturales en que se desarrollan. En toda sociedad, existen determinadas formas de conducta institucionalizadas a las que se denomina roles sociales. Estos roles sociales, por una parte, implican unas obligaciones y unas pautas de comportamiento que la sociedad espera que sean cumplidas. Y por otra, unos individuos que tienden a ajustarse a sus papeles y actuar conforme a lo que de ellos se espera en cada situación, de acuerdo con el papel social que desempeñan en unos u otros momentos de la vida diaria. Los conceptos de cultura y sociedad son conceptos íntimamente relacionados. Una de las peculiaridades del concepto sociológico de cultura consiste en que este término es utilizado por los científicos sociales con un significado específico diferente al que tiene en el lenguaje común. La mayor
parte de las personas identifican la expresión cultura con determinados conocimientos o aficiones por el arte, la literatura y la música, entre otros. Así, se considera que una persona es culta si practica o tiene amplios conocimientos de alguna de estas expresiones artísticas o intelectuales. Sin embargo, el concepto de cultura en las ciencias sociales es singular. Entre las diversas aportaciones al estudio de la cultura, hay que destacar que la primera definición moderna de cultura la dio Edward Burnett Tylor (1832-1917) en 1871: La cultura o civilización, en sentido etimológico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad (1975: 29).
Tylor también considera el concepto de cultura, por un lado, en una perspectiva evolutiva y comparativa; y, por otro lado, en una íntima conexión con el concepto de sociedad. Sin embargo, el concepto moderno de cultura, que está asociado a su utilización por sociólogos y antropólogos, ha corrido también pareja a una cierta diversificación sobre su sentido y alcance. Entre ellas, se puede destacar el concepto de cultura que se encuentra en la obra de Bronislaw Kasper Malinowski (1884-1942), que se refería a la cultura como: El conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de consumo, por el cuerpo de normas que rigen los diversos grupos sociales, por las ideas y artesanías, creencias y costumbres. Ya consideremos una muy simple y primitiva cultura o una extremadamente compleja y desarrollada, estaremos en presencia de un vasto aparato, en parte material, en parte humano y en parte espiritual, con el que el hombre es capaz de superar los concretos, específicos problemas que lo enfrentan (1970: 40).
Para Malinowski, la capacidad del hombre para producir artefactos posibilita la creación de un ambiente secundario, que permite la adaptación al medio y mejorar las condiciones de vida. Por otra parte, tiene en cuenta otro concepto esencial, como es el de «organización»; ya que «con el propósito de lograr cualquier objetivo o alcanzar un fin, los hombres deben organizarse». Así, la organización de los seres humanos en grupos permanentes es uno de los rasgos esenciales de la cultura (Malinowski, 1970: 42 y 43). Ralph Linton (1893-1953) propondrá definir la cultura de manera más elemental y sintética como «la configuración de la conducta aprendida y los resultados de la conducta, cuyos elementos comparten y transmiten los
miembros de una sociedad» (1967: 45). Melville Herskovits (1895-1963) se refiere a la cultura como: La parte del ambiente hecha por el hombre», y vincula los conceptos de cultura y sociedad: «Una cultura es el modo de vida de un pueblo; en tanto que una sociedad es el agregado organizado de individuos que siguen un mismo modo de vida…; una sociedad está compuesta por gente; el modo de cómo se comportan es su cultura (1964: 42).
Por su parte, Clifford Geertz (1926-2006) plantea que el estudio de la cultura no debe realizarse de una forma «dura», sino que el investigador debe tomar en cuenta el contexto en el que se desarrollan los fenómenos sociales observados. Por este motivo, considera que la cultura es siempre significación de algo, es un todo que puede ser abordado desde una perspectiva muy general o muy particular, según el caso, pero siempre es «algo» representativo de otro «algo». Y, define la cultura como: Un conjunto de símbolos que obra estableciendo vigorosos, penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres, formulando concepciones de un orden general de existencia, y revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único (1997).
La cultura ha de ser analizada no como lo haría una ciencia experimental en busca de leyes, sino como lo hace una ciencia interpretativa en busca de significaciones. En palabras de Geertz: El concepto de cultura que propugno, es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que el mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la misma ha de ser, por tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie (1997).
Y profundiza más cuando afirma que cuando se concibe la cultura como: Una serie de dispositivos simbólicos para controlar la conducta, como una serie de fuentes extrasomáticas de información, la cultura suministra el vínculo entre lo que los hombres son intrínsecamente capaces de llegar a ser, y lo que realmente llegan a ser uno por uno. Llegar a ser humano es llegar a ser un individuo, y llegamos a ser individuos guiados por esquemas culturales, por sistemas de significación históricamente creados, en virtud de los cuales formamos, ordenamos, sustentamos y dirigimos nuestras vidas (1997).
Por lo tanto, el hombre no puede ser definido únicamente por sus aptitudes innatas, ni exclusivamente por sus modos de conducta efectivos, sino por el vínculo entre ambas esferas. Esta centralidad en los significados no puede
llevar a la conclusión de que todos los significados pueden llamarse culturales. Solo aquellos que son compartidos y tienen una determinada duración en el tiempo (Strauss y Quin, 2001). John Brookshine Thompson, desarrolla el concepto de cultura en tres grandes concepciones: clásica, antropológica y estructural. Aunque, una de ellas, la antropológica aparece dividida en antropológica descriptiva de la cultura y antropológica simbólica de la cultura. Así para Thompson: 1. Concepción clásica de la cultura: el proceso de desarrollar y ennoblecer las facultades humanas, proceso que se facilita por la asimilación de obras eruditas y artísticas relacionadas con el carácter progresista de la era moderna [...] Esta concepción privilegia ciertas obras y ciertos valores sobre otros; considera tales obras y valores como los medios por los cuales pueden cultivarse los individuos, es decir, ennoblecerse en mente y espíritu (1993: 189). 2. Concepción antropológica descriptiva de la cultura: la cultura de un grupo o sociedad es el conjunto de creencias, costumbres, objetos e instrumentos materiales que adquieren los individuos como miembros de ese grupo o esa sociedad (1993: 194). Esta concepción encuentra su época de vigencia desde finales del siglo XIX y mediados del XX. 3. Concepción antropológica simbólica de la cultura: la cultura se empieza a analizar, como si se tratara de textos literarios, en los cuales se busca descifrar patrones de significado y matrices de sentido. Thompson lo considera un avance, aunque cree que su plano metodológico queda corto, porque no analiza las relaciones de poder, los contextos en los cuales la cultura se usa, construye y re-construye. 4. Concepción estructural de la cultura. Thompson plantea solucionar la falta del análisis contextual de la perspectiva antropológica simbólica de la cultura, con la teoría de los campos de Pierre Bourdieu (1930-2002), que define como: El estudio de las formas simbólicas —es decir, las acciones, los objetos y las expresiones significativos de diversos tipos— en relación con, contextos y, procesos históricamente específicos y estructurados socialmente, en los cuales, y por medio de los cuales, se producen, transmiten y reciben tales
formas simbólicas (1993: 203). Tras estos diferentes análisis del concepto de cultura, destacaríamos que los rasgos definidores de cultura son: a) La cultura es básicamente una característica específica de los seres humanos. Aunque actualmente se ha puesto mucho énfasis en las protoculturas de algunos primates, y no puede excluirse la hipótesis de que a lo largo de la evolución hayan existido formas intermedias entre las protoculturas de los simios y las culturas humanas más primitivas hoy conocidas, lo cierto es aun hoy, el ser humano es el único ser con cultura como tal, el único ser viviente capaz de crear y transmitir una cultura. b) La cultura es el factor fundamental de la sociabilidad humana, y solo puede desarrollarse en sociedad. c) La cultura es una adquisición. Constituye algo que no es innato al ser humano. Los rasgos culturales son asumidos por medio de procesos de aprendizaje y socialización. Por lo tanto, la cultura precisa del establecimiento social de sistemas de transmisión cultural adecuados, así como de mecanismos eficaces de endoculturación; es decir, de interiorización de rasgos culturales y procedimientos de coerción y sanción social, para lograr una efectiva conformidad de los individuos a los patrones de comportamiento social. d) La cultura está articulada institucionalmente, de forma que en toda sociedad existen determinados mecanismos institucionalizados de comportamiento que tienden a conformar la personalidad de los individuos de acuerdo con los papeles sociales que desempeñan y con los estereotipos de comportamientos existentes. e) La cultura hace posible una mejor adaptación del ser humano al medio físico, con la utilización de medios materiales e instrumentos muy diversos que, unidos al componente físico originario, permiten elevar al ser humano por encima de las posibilidades originarias fijadas por la lógica natural. Finalmente, respecto a los componentes y contenidos de la cultura, estos
pueden ser bastante amplios y variados, dependiendo de los diferentes tipos de cultura, de su complejidad y desarrollo. Sin embargo, por encima de estas variaciones posibles, los componentes de una cultura pueden ser divididos en varios tipos de elementos diferentes. Por ejemplo, Ralph Linton se ha referido a los elementos materiales de la cultura (los productos de artesanía, de la industria), a los elementos cinéticos (las conductas manifiestas) y a los elementos psíquicos; es decir, los conocimientos, las actitudes y los valores de que participan los miembros de una sociedad, lo que constituye el aspecto inmaterial de la cultura, en oposición a otros elementos que constituyen los aspectos materiales y tangibles. Los inventarios y clasificaciones que pueden hacerse sobre los elementos de una cultura son muy numerosos. Así por ejemplo, Harry M. Johnson (1879-1945) refiriéndose solo a los elementos no materiales de la cultura, en una clasificación más amplia, hace mención a: los elementos cognitivos (todos los conocimientos teóricos y prácticos sobre el mundo físico y social, así como los sistemas y métodos de conocimiento), las creencias (todo el cuerpo de convicciones que no puede ser objeto de verificación), los valores y normas (los modelos de conducta pautados y los principios que los orientan entre los que se modelos de conducta pautados y los principios que los orientan, entre los que se comprenden no sólo los valores predominantes; sino también los secundarios), los signos (que incluyen las señales y símbolos que orientan las conductas y los que permiten la comunicación entre ellos y principalmente lenguaje) y, finalmente, las formas de conducta no formal, no normativas (todas las formas de comportamiento que no son obligatorias y que generalmente se relacionan de manera inconsciente, como los ademanes, los gestos y las posturas…). 5.2. LA TRANSFORMACIÓN CULTURAL: ACULTURACIÓN Como hemos dicho, la cultura de un grupo humano está en continua evolución. Sus valores, creencias, normas y tecnologías son las herramientas de los grupos y los individuos para adaptarse al ambiente, y mejorar su situación más allá de la debilidad morfológica que acompaña al ser humano en otros aspectos de su naturaleza. La cultura se produce en un tiempo y un lugar. La aculturación sistémica es un proceso histórico de transformación y evolución de las herramientas
(materiales e inmateriales) de un grupo humano que se produce en un tiempo y un lugar, por medio de la intervención de unos actores organizados de un modo determinado. La historia de la humanidad se puede visualizar como un proceso de cambio cultural en el que encontramos que a lo largo de milenios se han ido desarrollando muy diversas culturas, en muy diversos pueblos. Las migraciones y el intercambio han ido haciendo que esas culturas se mezclen y produzcan otras nuevas. Algunas se han desdibujado por completo y otras han parecido extenderse a todos los lugares. Básicamente, la diversidad cultural actual puede hacerse comprensible, según Göran Therborn (2011), como resultado de un largo proceso histórico en el que se configuraron diferentes culturas y se produjeron distintas experiencias históricas. Desde una perspectiva que ese autor denominó de «Geología sociocultural», habría tres estratos que podríamos observar en cada cultura: las civilizaciones, las globalizaciones y la modernidad. Cada uno de ellos se asienta sobre los anteriores como si de estratos geológicos se tratase, empezando por las civilizaciones. En el mundo actual, se podrían identificar todavía, al menos, cinco grandes grupos de civilizaciones entendidas como sistemas de creencias, hábitos y costumbres: la sínica, índica, islámica, europea y subsahariana. Éstos dan lugar a los sistemas de organización de la vida familiar, del sexo y de los roles de género que serían las bases fundamentales y más estables de organización social. Sin embargo, no se puede olvidar que la evolución cultural sólo se hace inteligible como parte de un proceso histórico general de cambio sistémico reflejado, también, en el cambio de las estructuras sociales. Desde una perspectiva sistémica, Therborn (1999) exponía como resumen de lo que la investigación sociológica ha aportado al conocimiento del cambio social que más que cultura, lo que descubre el sociólogo es la aculturación. La cultura es una realidad dinámica en continuo cambio. Desde esta perspectiva, la cultura se comprende como una dimensión sistémica central que mantiene una relación dialéctica con las dinámicas de estructuración de la sociedad; y, de cuya síntesis temporal emergen unas relaciones de poder, así como acciones sociales capaces de transformar o reproducir un sistema social (Figura 1).
Los procesos de estructuración social mantienen una relación dialéctica con los procesos de aculturación. Es decir, la cultura y la estructura no existen en la realidad como configuraciones estables, sino como realidades en transformación, influidas por fuerzas, factores y actores relativamente diferentes. Son distintas y muchas veces pueden parecer en ciertos aspectos opuestas. Debido a ello, analíticamente, podemos considerar que una puede ser, al menos parcialmente, la antítesis de la otra. Eso genera una tendencia permanente al cambio y a la síntesis. Así, la síntesis sería el resultado final de la acción social que la relación dialéctica entre estructura y cultura provoca o promueve al dar forma a las relaciones de poder en el interior de un grupo humano. Dicha síntesis, sin embargo, tiene sus propias contradicciones y es el germen de un nuevo desequilibrio que provocará el nuevo cambio (Figura 2). Figura 1. El cambio del sistema social según Göran Therborn [6].
Fuente: elaboración propia a partir del esquema de Therborn, G. (1999). Europa hacia el siglo XXI. México. Siglo XXI: 39.
Figura 2. La dinámica histórica del cambio.
Fuente: elaboración propia.
Por ejemplo, en las sociedades industriales europeas del siglo XX, la forma
de estructuración social prevalente fue la estructura de clases sociales derivada de la forma en que se organizó el trabajo. Al mismo tiempo, existía una cultura (política) basada en tres principios fundamentales: igualdad, libertad y fraternidad, entre los que destacaba el primero por encima del resto. La contradicción sistémica entre una estructura social desequilibrada y una cultura política fuerte igualitaria generó relaciones de poder moderada y, en ciertas ocasiones, extremadamente conflictivas entre las clases sociales más ricas y las más pobres. Así, el siglo XX europeo ha podido ser contemplado como un tiempo histórico cuyo eje central de transformación fueron las luchas por la ampliación de la ciudadanía (Wagner, 1999). En ese tiempo, se produjeron una y otra vez intentos de reforma social para la ampliación de derechos y la restricción de privilegios a los grupos más poderosos en todos los países de Europa. Hubo grandes revoluciones que intentaron cambiar por completo las bases de esos desequilibrios. Dichos conflictos dieron lugar a la transformación de las formas de organización social. De aquellos conflictos surge el Estado del Bienestar, las políticas sociales, la universalización de la educación y la sanidad, la reducción de las horas de trabajo, los sistemas públicos de pensiones, etc. Pero el sistema social del Estado de Bienestar tampoco llegó a ser estable. Posteriormente, en plena crisis estructural —y mientras comenzaba a emerger una nueva economía, la Economía de la Información— agentes económicos y políticos actuaron en los años ochenta del siglo XX para transformar el modelo estatal europeo y adaptarlo a sus intereses. Fortalecieron ciertos valores como el de libertad, esfuerzo personal y éxito individual y desprestigiaron otros como el de la igualdad económica, hasta crear un modelo cultural nuevo que suele denominarse «neoliberal», al tiempo que reforzaron organizaciones internacionales como la Organización Mundial del Comercio o el Fondo Monetario Internacional para articular una vía para la desregulación parcial del Sistema Económico Mundial. Todo ello tendía, entre otras muchas cosas, a desarticular a las bases obreras en los países europeos, cuyo marco de referencia habían sido hasta entonces los mercados nacionales. Sin todavía haberse consolidado el marco de una Unión Europea en ciernes, la capacidad de los agentes sindicales —fuerzas centrales en la lucha por la ampliación de la ciudadanía en el siglo XX europeo— vieron mermadas sus capacidades reivindicativas, y, el Estado comenzó a replegarse en muchos países de sus obligaciones con la ciudadanía. De este modo, las civilizaciones no es lo que hoy nos encontramos, sino unos sistemas sociales formados en un proceso histórico que parte de aquel
momento de formación de las grandes civilizaciones y llega hasta hoy. Para diferenciarlos, Göran Therborn propone que los sistemas sociales actuales se distinguirían, a partir del estrato civilizatorio, por su posición en las diferentes olas de globalización que ha habido en la historia humana: la formadora de las religiones mundiales; el primer colonialismo europeo (s. XVI-s.XVII); el enfrentamiento mundial franco-británico por la hegemonía (1750-1815); el imperialismo decimonónico; la formación del sistema político mundial (1917-1989); la Globalización Económica (1990- ). Y, finalmente, cada cultura observable sería el producto de todo lo anterior más cómo se enfrentó cada grupo humano a la Modernidad. Las olas de globalización no llegan a todos, sino que expanden las relaciones, las culturas y las conexiones más allá de los límites originarios de cada civilización; ni tampoco tienen un ritmo determinado. Sin embargo, tienden a abarcar, cada uno a su ritmo, el orbe completo superponiéndose y complementándose en el tiempo histórico. 5.3. EL SURGIMIENTO DE LA MODERNIDAD El surgimiento de la Modernidad es el resultado de una situación histórica general y revolucionaria que producirá unas fuertes discontinuidades en la historia de los órdenes sociales tradicionales y de sus instituciones sociales. En la Modernidad, las civilizaciones aumentan su ritmo de cambio. El ámbito del cambio trasciende toda frontera espacial y las bases que sustentan las formas sociales son completamente nuevas. Ello sólo fue posible gracias a la aparición del llamado Estado Moderno, que conseguirá un nivel nunca antes alcanzado de coordinación administrativa, con el fin de ejercer el control sobre determinadas áreas territoriales. Según Anthony Giddens (1990), las cuatro dimensiones fundamentales de la Modernidad son: el capitalismo, la vigilancia, el poder militar y el industrialismo. El desarrollo del capitalismo permite la separación del orden político y el económico para poder desarrollar mercados competitivos. La capacidad de vigilancia del Estado moderno genera un modo indirecto de supervisión de las actividades de la población mediante el control de la información. El poder militar de estos nuevos Estados les fortalece de tal modo que podrán ejercer el control casi total sobre la violencia dentro de su
territorio a largo plazo. Y, la implantación del modelo industrial o industrialismo de producción implicará el desarrollo de un sistema de organización social regularizada de la producción que coordina la actividad humana, las máquinas y la materia física (que será transformada en productos), afectando al modelo tecnológico, energético, de transportes, comunicaciones y hasta doméstico (Figura 3). Figura 3. Las cuatro dimensiones de la modernidad.
Fuente: elaboración propia a partir de Giddens, A. (1990). Consecuencias de la Modernidad. Madrid. Alianza.
Cada una de estas dimensiones está asociada con las demás. Entre todas, generan unas sinergias que producen ese ritmo y modo de cambio histórico que hemos conocido durante el siglo XX. Será una dinámica de urbanización, estratificación, sobre todo en clases sociales; democratización, educación, guerra, bienestar y globalización. Juntas, cambiarán las instituciones tradicionales por otras nuevas. Las nuevas instituciones podrán asumir tres ideas fuente según Giddens (1990), básicas para organizar las relaciones sociales en la nueva sociedad: 1. Objetivación del Tiempo y el Espacio: El espacio y el tiempo son dimensiones diferentes que se pueden estandarizar. Esto permite la organización «racional» de la actividad. 2. Deslocalización de las Relaciones Sociales: Las relaciones sociales no están atadas a los contextos locales de interacción, sino que pueden ser ordenadas en indefinidos intervalos espacio-temporales. El dinero (especialmente de naturaleza virtual) sirve para eso, pues permite el intercambio fiable entre las partes, aunque éstas no se encuentren en un tiempo y lugar concreto.
3. Reflexividad de las prácticas: Las prácticas sociales son examinadas constantemente y reformadas a la luz de nueva información. De modo que todo hábito puede ver alterado su carácter constituyente. Se niega la virtud de la costumbre para justificar la acción. El conocimiento moderno es reflexivo. Con lo cual, la institución moderna siempre actúa en la incertidumbre. Se abre así la necesidad constante de la participación de todos en la toma de decisiones. No hay forma de justificar el cierre a la democracia universal.
5.4. LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: LA VÍA INTERNALISTA EUROPEA Según este planteamiento, las tres ideas básicas penetrarán en las instituciones sociales de todo el planeta; adquiriendo formas diferentes, en la conformación de la sociedad moderna. La modernidad seguirá distintas vías en su expansión desde la Europa en que se origina hasta alcanzar el mundo en su globalidad. Göran Therborn (1999) propone la existencia de cuatro vías de la Modernidad. Cada uno de los caminos puede ser diferenciado por la cultura política generada, si las ideas modernas surgen desde dentro de la sociedad o vienen impuestas desde fuera y cuáles fueron las fuerzas que animaron el proceso. En respuesta a esas preguntas, surgen cuatro vías ideales: La vía internalista europea que surge desde el conflicto interno, y se expande a través de las luchas comenzadas en la Revolución francesa y que llevarán a las guerras civiles del siglo XX en suelo europeo, así como a los «treinta años gloriosos» posteriores a la guerra en Europa Occidental. La vía del Nuevo Mundo que surge de la ruptura con Europa y del traslado de la Ilustración a América por parte de los propios nuevos americanos. La vía del trauma colonial formada en la rebelión contra el agresor. De modo que la modernidad será impulsada desde las élites y frente a un agresor externo ya moderno. Pero donde muchos aspectos serán puestos en tela de juicio como la universalidad de derechos o la apertura de mercados, al verse apoyados por instituciones exteriores vistas como colonialistas. La modernización reactiva: También impulsada por la élite nacional como modo de supervivencia. Y que buscará sobre todo el desarrollo tecnológico y obviará los aspectos más democráticos.
La vía internalista europea es extremadamente compleja y su proceso de desarrollo está muy vinculado a la forma de estructuración de la sociedad.
Las sociedades occidentales se han definido en la Modernidad por la acumulación de recursos en manos de una élite dirigente y por la fuerza de los conflictos sociales que eso ha producido. Los conflictos han impedido que los dirigentes hayan transformado su poder en renta y privilegios. Las sociedades occidentales han sido conquistadoras. Han empleado la razón y la fuerza para dominar y conseguir sus objetivos. Orientadas hacia afuera, colonizando, las élites han llegado a movilizar a la mayoría de la población para realizar el trabajo necesario hasta alcanzar los objetivos de las empresas y los dirigentes. A cambio, según exponen críticamente autores como Alain Touraine (2005), han apartado la mirada de los individuos. Han centrado su atención en el pensamiento y la ciencia, mientras abandonaban la conciencia. Se ha buscado el conocimiento y la uniformidad. Con ello, Occidente ha afirmado principalmente uno de los dos pilares de la Modernidad ilustrada: la racionalidad científica y técnica que estaba asociada a la dimensión del industrialismo. Y, ha obviado el de la afirmación de los derechos individuales independientes de cualquier atributo o particularidad de orden social, económico o político que estaba en el fundamento del capitalismo. Sin embargo, los conflictos sociales del siglo XX, desde el movimiento obrero hasta el movimiento feminista, nos permiten observar la lucha constante por la expansión también de los derechos de ciudadanía al conjunto de la sociedad. Éstos, al fin y al cabo, lo que buscan es dar importancia al individuo frente al grupo, crear las condiciones adecuadas para la existencia de individuos que sean capaces de ser sujetos reflexivos, actores con su propia subjetividad. 5.5. TARDO-MODERNIDAD Y POSTMODERNIDAD Los principios de la Modernidad fueron puestos en duda en gran medida en las últimas décadas del siglo XX; dando lugar a nuevas corrientes de pensamiento que unos identificaron como la época tardomoderna y otros como la Postmodernidad. En la Tardomodernidad, el elemento central definitorio fue la constitución de un individuo «reflexivo» y sujeto autónomo en pensamiento y actuación. En la Postmodernidad, se pone en cuestión la existencia de la verdad en términos absolutos, y de que exista una única vía de progreso social. Tanto uno como otro pensamiento plantean la emergencia
de la era de la incertidumbre y el riesgo. La cultura de los europeos de hoy se forma a través de un conjunto de procesos históricos que están institucionalizando nuevos modos de acción y plantean nuevas contradicciones, como son: la individualización, el desmantelamiento parcial del Estado del Bienestar, la globalización de las economías locales, la desregulación del trabajo y la segregación urbana. Todos estos procesos se estudian en los próximos capítulos, salvo el primero, la individualización, que es, estrictamente, un proceso histórico de carácter sociocultural. En efecto, la individualización es una característica importante de la Modernidad. Este proceso consiste en que la persona deja de ser comprendida, entendida y conceptualizada como miembro de un grupo a través del cual se adhiere a la «sociedad». Las reflexiones de autores como Norbert Elías (1990) explicaban este proceso como que durante la era moderna se transforma la idea de la sociedad del nosotros en la idea de la sociedad de los individuos; porque se había pasado de pensarse el individuo como parte de un «nosotros» a pensarse como un «yo» frente a ese «nosotros». Entonces, la persona deja de ser aceptada sólo por cuál es su grupo de pertenencia. Comienza a relacionarse con los demás en función de sus propios intereses. Comienza a ser sujeto de derechos por ser un individuo. El proceso de individuación institucional, tal y como lo nombra Ulrich Beck y Elisabeth Beck (2003), ha supuesto el debilitamiento de las relaciones de pertenencia a la familia, la escuela, el vecindario, los compañeros de trabajo o el grupo de amigos. Con ello, se ha liberado el individuo para poder desarrollar sus propios objetivos. Sin embargo, ello también ha implicado un aumento del aislamiento, la soledad y la incertidumbre. Y, es más, ha puesto en cuestión, en la conciencia social de las personas, la idea de que cada individuo es miembro de una clase social. La clase social se ha convertido, así, en un concepto zombie, un concepto vacío a la hora de definir quiénes son sus iguales y quienes son diferentes. El individualismo definido como rechazo de las pertenencias y los determinismos sociales puede llegar a romper los vínculos del individuo con la sociedad establecida y ordenada. Puede llevar a la anomia, el espacio sin normas. En ese tránsito hacia el vacío, puede ocurrir que cada persona llegue a unirse a otros en la marginalidad y el límite de lo correcto (la delincuencia). También, el individualismo puede ser un principio desde el cual se pueda
actuar en defensa de los derechos del individuo en todos los aspectos de la vida social y cultural. De este modo, en la acción social, el individualismo supone un factor de incertidumbre; pues, sin un grupo definido, el ser humano es libre de actuar, pero deja de tener necesariamente un objetivo común a otros. Al no existir pertenencias predefinidas, los vínculos sociales debilitados no son sostenibles en función de una norma instituida y un poder ejercido en la organización social. Pasan a depender de las decisiones individuales, tomadas, por supuesto, en la interacción social y bajo el constreñimiento, influencia y presión de los diferentes actores sociales. Un ejemplo de esta situación es la que se experimenta al respecto de la identificación social de los iguales y los diferentes. ¿Quiénes son como yo? Esta pregunta es fácil de responder para mucha gente, pero, según vamos profundizando, para las ciencias sociales es extremadamente difícil encontrar patrones regulares de respuesta. En la actualidad, son prevalentes determinadas visiones sobre los posibles «nosotros» y «ellos» en el proceso de la propia identificación. Las más utilizadas por los individuos y las organizaciones son: la familia, la edad, el género, la nacionalidad, la etnia, la localidad, la región, la clase social, la profesión o el trabajo, los estilos de vida, las ideas políticas y las ideas religiosas. Son doce opciones que no abarcan todos los modos de identificación pero sí los más utilizados en Europa. Algunas de ellas son de carácter adscriptivo (no elegibles, ni alcanzables sino simplemente dadas como el género o la edad), otras son adquiridas (como la profesión) y otras son elegidas (como los estilos de vida). Las primeras son las más tradicionales. Las segundas fueron centrales en la Modernidad. Y, las terceras son las propias de la Postmodernidad. Cuando se estudia la forma en que, simplemente, estas doce opciones son ordenadas por la población según su importancia se observa tal variedad de decisiones que queda patente la flexibilidad con que son utilizadas por los individuos. Aunque se pueden llegar a observar tendencias a largo plazo (Villalón, 2007). En Europa, las más relevantes tienden a vincular los individuos a la familia y el trabajo. Después le siguen las asociadas a la región, la nacionalidad, el género y la edad (todas ellas de carácter adscriptivo). Si bien, en los estudios internacionales, faltan referencias que midan la relevancia relativa de fuentes
de identificación asociadas a los estilos de vida (Villalón, 2009). Éstos, en algunos estudios nacionales, como es el caso español, sí que han aparecido como elementos de referencia importantes, especialmente entre los jóvenes, una vez que descartamos o asumimos como fuente de identificación a la familia desde el final de siglo XX (Villalón, 2007). Otros estudios reflejan la importancia que el consumo ha ido adquiriendo como fuente de identificación en la sociedad contemporánea (Bocock, 1995). Sin embargo, la tendencia principal que se advierte en algunos estudios sobre las formas de identificación social, es la del desarrollo de una fuerte crisis expresiva (Tezanos, 2001; Villalón, 2006; Villalón, 2009). Esta crisis significa: primero, que las representaciones que son fundamentales institucionalmente en un modelo de sociedad dejan de ser exclusivas y relevantes para la identificación social de la gente; segundo, que la pérdida de relevancia simbólica de las identidades sociales básicas va acompañada de una mayor dificultad para encontrar o utilizar otras fuentes de identidad (Villalón, 2009). Y, ello, posiblemente, se debe a que, como indicaban Berger y Luckmann (1977), el individuo no puede construir sus identidades de la nada. Cuando unas instituciones dejan de poder ofrecer unas identidades claras y firmes, otras nuevas deben sustituirlas, o, de lo contrario, el individuo medio queda abocado a la experiencia de la incertidumbre y la inseguridad. Aparecen las «comunidades de riesgo», núcleos de solidaridad libremente elegidos (Beck y Beck, 2003), o instituciones intermedias que regeneren los lazos sociales (Berger y Luckmann, 1977). Esto último parece estar ocurriendo entre las generaciones más jóvenes, que tienden a desarrollar nuevas formas de vinculación, que mezclan la identidad adscriptiva de la edad con la de las aficiones, gustos y estilos de vida. Por ello, la crisis expresiva no parece ser el futuro, sino sólo una situación temporal que tiende a desaparecer conforme el cambio generacional se va produciendo, y se implanta una cultura postradicional que desplaza a la familia y el trabajo, para centrar la atención de la conciencia social en el consumo y el estilo de vida. La gran paradoja es que, estructuralmente, las sociedades europeas han evolucionado en un sentido contrario al de esta transformación cultural. La posición objetiva que ocupa cada individuo en la sociedad actual depende más de la situación laboral que en las anteriores sociedades europeas del bienestar. Y, esta situación se ha vuelto inestable y frágil para una gran
mayoría, especialmente aquellos que mantienen una relación salarial. En dichas circunstancias, el refugio en el consumo y el estilo de vida no permite al individuo sino adaptarse sin más. La cultura individualizada desplaza el eje de atención hacia un conflicto diferente del que objetivamente divide estructuralmente las sociedades. Estructuralmente, la posición social es consecuencia de tener un buen trabajo; Sin embargo, la cultura postmoderna pone el foco de atención en los estilos de vida en función de factores como la etnia, el género, la generación, un gusto especial o una clase económica determinada. ¿Qué escenarios de futuro surgen de esta situación? Es difícil responder a esta pregunta aquí. El nuevo sistema social que tiende a formarse tras la crisis económica del año 2007, no parece sino tender a seguir fortaleciendo una cultura postradicional, donde el consumo y los estilos de vida se convierten en el eje central de distinción e identidad a través de un mercado de bienes y servicios diseñado para generar prácticas de diferenciación y fragmentación. Explicaba Luis Enrique Alonso (2007): Las identidades sociales se han vuelto más complejas y se han multiplicado las sensibilidades y percepciones que desde diferentes grupos sociales se le da al hecho de consumir y a los efectos sociales y culturales buscados en las prácticas mismas de consumo… El consumo nacional y su compañero, el consumo de masas, ha tendido a sustituirse por el de la articulación de nuevos estilos de vida y consumos distintivos compuestos a nivel mundial, representando un conjunto de normas adquisitivas diferenciadas que han venido a crear un nuevo modelo de consumo global postfordista a la vez unificado, individualizado y diferenciado.
Estamos ante una nueva economía, la «economía de la abundancia» que es mucho más acorde a la cultura postmoderna. Con ello, el consumo se erige en el centro de los estilos de vida. Y, se hace más patente lo que ya observó Georg Simmel en 1904: en las nuevas formas de vida, la individualidad ya no es algo que surge de las diferencias esenciales entre los individuos sino de las diferencias construidas por los mercados. Esos mercados que ahora son globales con empresas de distribución como Amazon, Alliexpress, Ebay, Wallmart, Zara, etc. Sin embargo, esto no resuelve el problema de fondo que surge de la división del trabajo. Por ello, ¿Qué estabilidad tendrá este sistema? ¿A cuántos dejará fuera? ¿Cómo se mantendrá el consumo de los que quedan fuera? ¿Cómo éstos encontrarán una identidad y unas creencias que le permitan orientarse? Son preguntas que deberán contestarse en el futuro.
5.6. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS 1. Visualización del video Diversidad cultural urbana: https://canal.uned.es/video/5a6f1647b1111f846a8b46b5 2. Preguntas reflexivas sobre el capítulo: a) Diferencias entre las sociedades humanas y las sociedades animales b) ¿Es la cultura significación de algo? c) ¿Cuántos conceptos de cultura existen? d) ¿Los elementos de una cultura pueden ser divididos? e) ¿Qué importancia tiene la socialización para la cultura? f) Rasgos básicos de una cultura g) ¿Qué es la Aculturación?
5.7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALONSO, L.E. (2007). «Las nuevas culturas del consumo y la sociedad fragmentada». Revista Pensar la Publicidad, I, (2): 13-32. BECK, U. y Beck-Gernsheim, E. (2003). La individualización: El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Barcelona. Paidós. BERGER, P. y Luckmann, Th. (1977). Modernidad, pluralismo y crisis de sentido. Barcelona. Paidós. BOCOCK, R. (1995). El consumo. Barcelona. Talasa. ELÍAS, N. (1990). La sociedad de los individuos: ensayos. Barcelona. Península. GEERTZ, C. (1997). La interpretación de las culturas. Barcelona. Gedisa. GIDDENS, A. (1990). Consecuencias de la Modernidad. Madrid. Alianza. ROCHER, G. (1973). Introducción a la Sociología general. Barcelona. Herder. HERSKOVITS, M.J. (1964). El hombre y sus obras. México. Fondo de Cultura Económica. KELVIN, P. (1969). The Bases of social behavior. London. Holt, Rinehart & Winstin. KROEBER, A.L. y Kluckhon, C. (1963). Culture. A critical review of concepts and definitions. New York. Randon House. LINTON, R. (1967). Cultura y personalidad. México. Fondo de Cultura Económica. MALINOWSKI, B. (1970). Una teoría de la cultura. Barcelona. Edhasa. SIMMEL, G. (1977 (1904). «La metrópoli y la vida mental». Revista Discusión: 2. Barcelona, Barral. STRAUSS, C. y QUIN, N. (2001). A cognitive theory of cultural meaning. Cambridge. Cambridge University Press. TEZANOS, J.F. (2001). La sociedad dividida. Madrid. Biblioteca Nueva. TEZANOS, José Félix (2006). La Explicación Sociológica: Una introducción a la Sociología. Madrid. UNED. THERBORN, G. (1999). Europa hacia el siglo xxi. México. Siglo XXI.
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Capítulo 6 El proceso de socialización y la formación de la personalidad M.ª Rosario Hildegard Sánchez Morales
6.1. El proceso de socialización. 6.2. Tipos de socialización. 6.3. Agentes de socialización. 6.4. Los mecanismos de socialización. 6.5. La formación de la personalidad. 6.6. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 6.7. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata el capítulo? Es un hecho fehaciente que el hombre vive en sociedad, pero ello lo alcanza tras una preparación que posibilita su adaptación e identificación con el medio social humano, y para ello debe adquirir habilidades y conocimientos que le permitan una convivencia gratificante. Se trata de un proceso que abarcará toda su vida, pues la adaptación y readaptación son permanentes, de ahí la complejidad del proceso. La finalidad de este capítulo es ofrecer luz sobre este vital acontecer de la vida del hombre.
6.1. EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN Desde el mismo momento de su nacimiento, la fuerza vital hace que los animales situados en los niveles inferiores se desenvuelvan autónomamente. En su conducta y en su desarrollo, no se detecta la existencia de enseñanzas por parte de las generaciones anteriores, puesto que las formas de comportamiento de las crías y los «jóvenes» son, con pocas diferencias, idénticas a las de sus «antecesores», lo que evidencia que los animales no tienen historia, aunque sí son seres sociales que juegan, amenazan, se comunican, y se organizan (por ejemplo, la organización de las abejas, o las hormigas). Sin embargo, cuando avanzamos en la escala evolutiva, y llegamos al animal hombre, este patrón biológico ya no responde, de tal suerte que cuando el hombre nace, es un ser indefenso, que necesita, durante años, los cuidados de sus mayores. De hecho, un recién nacido humano no sobreviviría sin la custodia y atenciones de adultos que velen por él durante los períodos evolutivos [7] que le llevan a alcanzar la autonomía. Para Harry M. Johnson (1879-1945): En el momento del nacimiento la criatura humana es incapaz de formar parte de ningún tipo de sociedad… No tiene el sentimiento de un «yo» propio, con deseos que pueden o no ser opuestos a los deseos de otra gente… Y sin embargo, los niños se convierten en miembros más o menos adecuados en las sociedades humanas…, este desarrollo es en gran medida un proceso de aprendizaje (1965: 137).
Esto es, Johnson explica que no se entiende al hombre sin un «proceso de aprendizaje» que convierte al niño en miembro de una sociedad y en persona independiente, con deseos propios, que pueden ser o no ser de naturaleza diferente a los de otras personas. En el mismo sentido, Edgar Morin afirma que «la evolución verdaderamente humana significa el desarrollo conjunto de la autonomía individual, de la participación comunitaria y del sentido de pertenencia a la especie humana» (2011: 74). En resumen, Morin lo entiende como un proceso evolutivo que conduce al hombre a satisfacer su necesidad de sentirse miembro activo de una sociedad, y, con ello, alcanzar «sentido de pertenencia a la especie humana». Por otra parte, José Félix Tezanos indica que: El hombre no solo hereda determinados rasgos biológicos, sino que hereda también un importante componente social. En contraste con otras criaturas, los seres humanos no nacen con un
fuerte instinto social; sin embargo, nacen con una estructura psicomotora fuertemente dependiente, desarrollando lentamente una capacidad de aprendizaje que les permite ir interiorizando el componente social de su herencia cultural. Es decir, mientras que la vida social de otros seres vivos está fundada básicamente en el instinto, la nuestra está basada en el aprendizaje (2009: 255).
En el enfoque de José Félix Tezanos la sociabilidad está fundamentada en el aprendizaje de una herencia socio-cultural. Dicho con otras palabras, la sociabilidad no es una cualidad innata, ni ningún impulso voluntario, sino producto del aprendizaje del legado de la obra creada por generaciones anteriores. La herencia socio-cultural que recibe el ser humano es de tales dimensiones que precisa años para aprenderla, sin llegar nunca a poder conocerla en su totalidad. Pero, además, Tezanos reconoce, explícitamente, que el niño viene al mundo con un bagaje biológico, pero que es insuficiente. Precisa que el niño debe «desarrollar su innata capacidad de aprendizaje» para poder asimilar la herencia socio-cultural de su grupo social. Esta problemática no es nueva. Para Sigmund Freud (1856-1939), la naturaleza es un factor determinante en el desarrollo de la persona. Pero Freud no lo plantea en términos de instintos, sino de lo que denomina «pulsiones», término con el que alude a las necesidades básicas de encontrar placer y afecto (eros) como antítesis de muerte (thanatos) Se trata de dos fuerzas, las cuales actúan a nivel inconsciente generando grandes tensiones al individuo. Razón por la cual, estas pulsiones deben ser controladas y de ello debe ocuparse el proceso de socialización, proporcionando un equilibrio entre las exigencias sociales y las pulsiones inconscientes. Así pues, la socialización para Freud es un largo y complejo proceso en el que hay que controlar necesidades e impulsos innatos. No se puede hablar de socialización sin mencionar a George Herbert Mead (1863-1931). Su teoría recibe el nombre de conductismo social. Su planteamiento gira en torno a la influencia del ambiente sobre la sociabilidad humana. Para Mead, el principio del que emergen la mente humana, la conciencia, el mundo de los otro, el mundo de los objetos,… en definitiva, de donde emana el ser social, es del contacto con los otros. Famosa es su teoría del «Self», con ella Mead explica que el hombre se constituye a sí mismo como un objeto a través de los roles que desempeña desde la infancia, lo cual le permite captar los distintos papeles existentes en la sociedad y concebir no sólo el yo generalizado; sino, también, autopercibirse. Como vemos, se trata de un proceso comunicativo que empieza en la infancia. Este planteamiento permite incluir a Mead dentro de la escuela del interaccionismo simbólico.
En orden a estos enfoques, la pregunta inmediata es: — ¿qué es más importante en la formación del hombre: el componente biológico o el socio-cultural? O como se ha cuestionado desde hace siglos: — ¿qué sería el ser humano arrancado de la sociedad? Ya desde la antigüedad son famosos los experimentos realizados por monarcas absolutos que llevaron a cabo ensayos para saber si el don de «la palabra» es resultado de un aprendizaje o un atributo innato (Psamético I de Egipto (664-6610) a. C., Jaime IV de Escocia (1438-1513), el emperador mongol Akbar Khan). En todos los casos, los resultados fueron que el lenguaje no es algo innato. La respuesta más sencilla a la pregunta anterior es que el sustrato biológico del hombre lleva incorporadas potencialidades que se pueden inhibir o reforzar por la acción socializadora, y así facultarlo como ser socio-cultural. El ser humano comparte con los animales vivir en sociedad (sociedad de las hormigas, abejas, primates...); esto es, comparte el factor social. Pero, lo que realmente le identifica frente al resto de los seres vivos, es el factor cultural y para ver su importancia, basta recordar estas palabras: «… las maneras de ser y de llegar a ser hombre son tan numerosas como las culturas del hombre… En otras palabras, … Si bien es posible afirmar que el hombre posee una naturaleza, es más significativo decir que el hombre construye su propia naturaleza…» (Berger y Luckmann, 1978: 69). O como dice Edgar Morin «… Puesto que los hombres son tan diferentes en el espacio y en el tiempo y se transforman según las sociedades en las que se hallan inmersos, debe admitirse que la naturaleza humana no es más que una materia prima maleable a la que sólo pueden dar forma la cultura o la historia…» (2005: 11). De donde podemos deducir que, con la cultura, el hombre se construye una segunda naturaleza. Pero no debemos interpretar la relación naturalezacultura como incompatibles, sino como complementarias, ambas se interrelacionan. La cultura tiene que servir para mejorar la naturaleza del hombre y si la cultura destruyera la naturaleza no podría aprovechar las cualidades humanas innatas de las que se sirve. Por eso decimos con Edgar Morin que «… Es evidente que cada hombre es una totalidad bio-psicosociológica» (2005: 12).
Abundando más en la importancia de la cultura, recordaremos a los niños no culturalizados, los llamados «niños ferinos» o «niños salvajes». Tal fue el caso de Víctor de Aveyron [8], que apareció en el bosque al sur de Francia, en enero de 1800. Estaba desnudo, aparentaba 12 años, buscaba comida por las granjas, comía raíces, corría a cuatro pies, trepaba por los árboles, era insensible al calor y al frío, se rasgaba la ropa que le ponían, no hablaba, aullaba, mordía a quienes se le acercaban, no mostraba sentimientos, etc. En definitiva, actuaba como un animal selvático. Jean-Marc Garpard Itard, médico de 26 años, se hizo cargo del niño y logró que aprendiera algunas habilidades higiénicas y un relativo desarrollo a nivel afectivo, pero nunca logró que se valiera por sí mismo, no llegó a hablar. Había vivido en total aislamiento humano. Otro caso, de circunstancias distintas a las de Víctor, pero que nos permiten seguir evaluando la importancia de la socialización en el desarrollo del potencial fisiológico y mental del hombre, es el llamado huérfano de Europa (Kaspar Hauser) [9]. En 1824, apareció en el pueblo alemán de Ansbach (a unos 35 km de Nüremberg). Su origen y muerte son un misterio. No había crecido en libertad como Víctor, había vivido en cautividad, en una cueva oscura. Aparentaba 16 o 17 años. Tras su descubrimiento residió en la ciudad de Nüremberg. Aprendió a hablar, a leer, a escribir y a caminar. Explicó que por la noche le llevaban alimento: pan y agua, pero nunca había hablado con nadie, ni visto a nadie. Murió de forma misteriosa en 1833. Tampoco debemos dejar de mencionar los casos de las niñas lobo de la India: Amala y Kamala [10], que sobrevivieron gracias a haber sido adoptadas por una loba, la cual ejercía de madre, o los más recientes casos de Marcos Rodríguez Pantoja [11] y Genie [12]. El resultado de la socialización de estos niños ha sido desalentador. La mayoría murió a edad muy temprana, pues pese a tantas críticas y controversias como recibe el modelo de aprendizaje y la escolarización, la falta de socialización conduce al ser humano a estar más cerca de la animalidad que de la humanidad. ¿Cómo aprende el niño? El aprendizaje socio-cultural se realiza a través de la red de relaciones sociales en las que desde el nacimiento participa de modo activo. Esto permite concretar que la socialización precisa agentes por medio de los cuales el ser humano aprende e interioriza, en el transcurso de su vida, la herencia socio-cultural que rige en el ámbito que le recibe, al extremo que la interioriza e integra en la estructura de su personalidad, inhibiendo o
desarrollando gran parte de su componente biológico y adaptándolo a la sociedad que le recibe. Así, la socialización encierra tres dimensiones: 1. La adquisición de una herencia cultural, que comporta la translación de conocimientos, valores, formas de comportamiento, etc. que troquelan al niño, no sólo para su supervivencia, sino también para su integración en el grupo humano que le socializa, y para la vida del propio grupo. Este último punto es capital para la sociedad, pues ésta precisa miembros sobre los que «encarnarse», sin ellos no sobreviviría más de una generación. Se trata, pues, de una empresa de gran envergadura y complejidad, porque el animal-hombre debe interiorizar y hacer suyas las formas de «obrar, pensar y sentir» propias de su colectividad social para poder asimilar y ejercer los roles sobre los que gira la organización social. 2. La socialización conforma la personalidad de los individuos. De hecho, los elementos de la sociedad y de la cultura pasan a formar parte integrante de la estructura mental del sujeto y con ello definen su identidad. Tal hecho acontece porque el hombre se involucra de tal forma con «lo aprendido» que integra en su conciencia las normas, valores y conductas propias del grupo social que constituye su ámbito vital, el cual llega a formar parte, como decimos, de su «identidad personal». 3. La integración de la persona a su contexto social. Como estamos expresando, el individuo socializado interioriza sentimientos, aspiraciones, gustos, actividades… propias de su «ambiente social», al punto que pierde gran parte de su equipamiento innato y deviene en miembro aunado con su colectividad. Este vínculo emerge cuando interioriza al «otro generalizado», lo que conduce al sentimiento de fusión en un «nosotros» («nosotros los universitarios», «nosotros los españoles», «nosotras las mujeres»...). Podemos, pues, decir que «lo aprendido» se convierte en obligación moral, en reglas de conciencia, que revierten en «el deber ser», en «lo natural», en «lo normal». Además, la sociedad, para la adaptación, crea patrones y hábitos de conducta que alcanzan el nivel neurofisiológico y al aparato sensorial y motor (por ejemplo, las niñas lobo de la India, a causa de su ambiente vital, habían desarrollado unos caninos que no eran humanos y sus ojos brillaban en la oscuridad, como los de los lobos). Fernando Poyatos Fuster, en su estudio de la comunicación no verbal, aplica lo que denomina la «triple
estructura básica», en el sentido de que «esa triple e inseparable realidad del lenguaje vivo, hablado, que existe sólo como un continuo verbalparalingüístico-kinésico formado por sonidos y silencios y por movimientos y posiciones estáticas» (1994: 130-140), explica, por ejemplo, que las interacciones, los gestos, el repertorio no verbal, la intensidad tonal, etc. identifican la personalidad, la nacionalidad, el nivel cultural particular y standard de los actuantes (italianos, alemanes, ingleses, españoles, clase social,…). Recapitulando: 1. la socialización posibilita al hombre su supervivencia, la formación de su personalidad y la participación activa en la sociedad, y 2. facilita la supervivencia de la propia sociedad. 6.2. TIPOS DE SOCIALIZACIÓN La socialización es un continuo que se inicia ya antes del nacimiento (con las formas de cuidado prenatales), prosigue con el nacimiento, la niñez, la adolescencia, la edad adulta, continúa a lo largo de todo el ciclo vital y finaliza con la muerte. A efectos operativos se divide en cuatro períodos: 1. Socialización primaria, 2. Socialización secundaria, 3. Socialización terciaria y 4. Resocialización. Para Peter Ludwig Berger (1929-2017) y Thomas Luckmann (1927-2016), todo el proceso lo cubre la socialización primaria y la socialización secundaria. Dicen: La socialización primaria es la primera por la que el individuo atraviesa en la niñez; por medio de ella se convierte en miembro de la sociedad. La socialización secundaria es cualquier proceso posterior que induce al individuo ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad (2003: 164).
En realidad, lo plantean reduciendo a una síntesis todo el proceso, porque el crecimiento del hombre se realiza superando etapas, en la que la edad y la experiencia juegan un papel decisivo. El aprendizaje, en la primera infancia, corresponde a la socialización primaria. Responde a este nombre porque son los grupos primarios los que se hacen cargo del nasciturus. Es la etapa en la que el niño aprende a hablar, no es consciente del proceso al que está siendo sometido, y su comportamiento y aprendizaje están favorecidos por factores emocionales. Es corriente señalar que el parentesco y el resto de los grupos primarios han sido y son parte fundamental de los más vigorosos elementos que mantienen la estructura social: designan roles y estatus; y establecen los primeros derechos y deberes. Por ejemplo, la prohibición universal del tabú del incesto obliga a establecer relaciones con otros grupos sociales y a implantar lazos de dependencia. Ahora bien, cuanto más compleja es la sociedad más tramada y larga es la socialización primaria, particularmente si la comparamos con lo que sucede en las sociedades primitivas y preindustriales, en las cuales tiene lugar uno de los episodios más importantes de la vida del hombre: la integración en el mundo de los adultos a edad muy temprana. En las sociedades complejas se prolonga cada vez más la infancia, con lo cual esta etapa se hace larga, e incluso conflictiva, pues el niño va creciendo física, cognoscitiva y emocionalmente; y, poco a poco, a lo largo del proceso va creyendo que, sin ayuda, puede resolver las necesidades y problemas que plantea una sociedad tan espinosa y variada; de manera que emerge un foco de conflictos derivados de la problemática que genera la existencia del nutrido número de subgrupos de edad, de género, de creencias dispares, de niveles culturales, de nacionalidades, etc. para los que el joven no está todavía en situación de afrontar. La socialización primaria puede ser de dos tipos: 1. Socialización represiva (valor pragmático de la obediencia) y 2. Socialización participativa (diálogo, recompensa). En los dos casos está cargada de un fuerte contenido emocional. Sintetizando, esta fase busca, ante todo, la humanización del niño; y cuando éste asimila el concepto de «el otro generalizado» y empieza a internalizar «submundos» descubre que el mundo de sus padres y cuidadores
no es el único mundo posible. Por último decir que desajustes, abusos y errores en esta etapa pueden tener consecuencias irreparables, porque es la edad en la que las disposiciones de aprendizaje están más desarrolladas. Con la aparición del componente racional-formal comienza la socialización secundaria. Se trata de un paso importante. Esta segunda etapa en la socialización, descansa en la primera, reorganiza lo aprendido. No es distinta de otros períodos de la vida, pues la socialización abarca toda la existencia del hombre. Tanto el hombre como la sociedad están en permanente desarrollo. Pero, a efectos prácticos de estudio, debemos diferenciarla de la socialización primaria. En esta etapa, el joven busca con persistencia emanciparse de los adultos. Se une voluntariamente a grupos secundarios: instituciones políticas, laborales, religiosas,… En ella, internalizan subculturas que difieren grandemente de los ambientes vividos durante la socialización primaria, donde la pertenencia al grupo (familia u otros grupos primarios) es obligatoria. Ahora, el joven elige los grupos y patrones sociales a los que vincularse. La carga afectiva es sustituida por intereses, afectos, nuevas habilidades y conocimientos técnicos. Pueden aparecer conflictos por diferencias entre las pautas inculcadas en la socialización anterior y los nuevos roles a desempeñar. Incluso pueden darse conflictos de roles que afecten a los grupos primarios. Por tener que integrarse en grupos institucionalizados, debe aprender el valor de la jerarquía, la división del trabajo,… Es un momento «difícil». En las sociedades modernas, significa el tránsito de la niñez a la adolescencia y de ésta a la etapa adulta, lo que se complejiza porque, además, deben orientar sus habilidades para su incorporación en el mercado laboral. Ya en las sociedades primitivas ha significado un momento muy importante, que se celebraba con rituales de paso, unas veces severos y peligrosos, otras veces simplemente simbólicos. Por ejemplo, en Kenia, los niños de la tribu Oglek eran abandonados en la selva, pintados con arcilla blanca y carbón, y debían sobrevivir solos durante cuatro semanas. En Roma, el ritual era meramente simbólico, tenía lugar un cambio de toga, o recordemos que en la sociedad occidental, hasta hace unos años y aún perdura para ciertas clases sociales, se celebra el baile de «la puesta de largo» como ceremonial del paso de adolescente a mujer. En las sociedades modernas, la escuela secundaria es un importante agente socializador para cubrir el período de la pubertad. En el contexto de los
cambios actuales, la familia y los grupos primarios no bastan para socializar al hombre. La escuela y los medios de comunicación, entre otros, tienen la función de reafirmar lo aprendido en la etapa de la socialización primaria. Sin desdeñar la función educacional y formativa de la escuela, la colaboración entre ésta y los grupos primarios, fundamentalmente con la familia, es imprescindible, al igual que no perder de vista la orientación que la dinámica socio-tecnológica ejerce sobre la sociedad, pues la escuela sola o la familia sola no pueden abarcar todas las necesidades de formación que son precisas. Para optimizar la excelencia de la educación, ambas, la escuela y la familia, deben asumir en conjunto responsabilidades con la «comunidad educativa»: directores, profesores, y cualesquiera que comparta el objetivo común de educar. En la escuela, el niño tiene que aprender a trabajar en grupo; saber que existen sanciones normativizadas, deberes… De hecho, tanto la educación como la instrucción recibida en este período, fundamentalmente en las sociedades tecnológicas avanzadas, constituyen una vía de cambio social y de cambio de estatus, a lo que hay que añadir que todas las habilidades adquiridas y experiencias vividas crean patrones cognitivos y emocionales, que servirán de fundamento para posteriores comportamientos. En esta etapa, el grupo de amigos cobra una importancia singular, mucho mayor que en la que tenía en la socialización primaria. Las relaciones con los amigos, fortalece la capacidad de adaptación a espacios sociales diferenciados. Los amigos, particularmente en la adolescencia, poseen mayor autoridad e influencia que la que puedan ejercer los grupos familiares. Una vez pasado ese período se entra en la llamada socialización terciaria, para algunos estudiosos se asocia también al proceso de reintegración social aplicable a los individuos que se han desviado de las normas establecidas. Si nos centramos en la primera acepción, esta etapa empieza con el cese de la vida laboral y abarca hasta el final de la vida, pues cada nueva interacción social se constituye en motor de crecimiento mental. Como dice José Vicente Merino Fernández acerca de la socialización es: Un proceso permanente de configuración, desarrollo y mejora del hombre como tal hombre (condición humana), inherente a su propia naturaleza (educabilidad) que se genera y desarrolla a lo largo de la vida a través de numerosos subprocesos relacionales, de interacción del hombre con lo que le rodea (naturaleza, sociedad, cultura, valores, etc.), convirtiéndose, por lo tanto, en una necesidad y aspiración individual y social, y, en consecuencia, en un proceso humano individual y en una necesidad social (2011).
En este período, el individuo debe variar su comportamiento, abandonar a algunos grupos (de trabajo, deportes, etc.), aprender a adaptarse a nuevos grupos, circunstancias y exigencias. Es el último período del ciclo vital. Pero su exclusión del mercado laboral no le impide aprender a realizar nuevas actividades, por ejemplo, de voluntariado en instituciones sociales. El final de esta etapa concluye con la muerte. En su segunda acepción, como decíamos, la socialización terciaria puede ser experimentada por las personas que transgreden las normas, particularmente tiene lugar en el ámbito carcelario, utilizándose en estos casos, de igual modo, el concepto de resocialización. Se trata de una segunda oportunidad que con procedimientos reeducativos se llevan a cabo para restituir en la sociedad a individuos no adaptados, modificando sus valores, normas y comportamientos. La cuestión a plantear es ¿se puede en el clima socio-cultural de la cárcel reunir requisitos favorables para resocializar? Las tesis actuales se mueven en dos polos. Una realista o naturalista mantiene que los intentos de resocialización han sido un fracaso, y hay que abandonar el intento; otra postura idealista, defiende que no se debe dejar de acometer la reintegración, pero, sobre otras bases. Los partidarios de ambas posturas admiten que ninguna cárcel reúne las condiciones para resocializar; sin embargo, las hay mejores y peores, y optan por seguir el criterio de mejorar las cárceles. 6.3. AGENTES DE SOCIALIZACIÓN Los agentes socializadores son aquellas personas, grupos o instituciones que inculcan al recién nacido la cultura y las normas por las que ha de guiar su conducta para su integración como miembro de la sociedad. Existen tantos agentes socializadores como personas, grupos y espacios sociales en los que se desenvuelve la vida del individuo. Esto es, todas las personas con las que se interactúa se tornan consciente o inconscientemente en agentes socializadores. Con un criterio pragmático-operativo, los principales agentes se ordenan en: a) la familia, b) la escuela, c) los medios de comunicación y d) el grupo de amigos. a) El proceso natural de la socialización comienza con el grupo que recibe al niño, que, en general, es la familia. En todas las culturas conocidas la
familia es el grupo primario [13] por excelencia; y, hay que tener en cuenta que, en períodos de cambios sociales rápidos, tal como sucede en las sociedades avanzadas de nuestros días, existe pluralidad familiar; dado que han emergido nuevos tipos de familias, que coexisten con el modelo tradicional (familia nuclear biparental). Joan E. Grusec y Maayan Davidov (2010: 687-709) detallaron cinco áreas de necesidades vitales de las que se ocupa el ambiente familiar: 1) protección; 2) reciprocidad mutua; 3) control; 4) aprendizaje guiado; y 5) participación en el grupo. Cada una de estas necesidades se satisface dependiendo de la cultura imperante en la sociedad, y, además, dentro del grupo familiar se actúa con roles diferenciados, lo que conlleva, relaciones distintas entre los miembros de los grupos familiares. Esta circunstancia, da lugar a resultados variados en la socialización de los sujetos. Nuevos enfoques teóricos sobre el proceso de socialización de los niños plantean que el proceso puede ser contemplado como una relación bidireccional (Grusec y Hastings, 2003), en donde los niños devienen en agentes activos y, como tales, socializan a sus cuidadores, y pueden llegar a modificar creencias y valores (Kuczynski y Parkin, 2003). A pesar de los cambios, diversidades y novedades, la importancia de la familia sigue siendo capital. La familia filtra toda la información que recibe el niño, supervisando la televisión que visualiza, los amigos que escoge, la escuela a la que asiste, los juegos, etc. Recapitulando, los agentes socializadores en esta etapa son básicamente: la familia y la escuela elemental o primaria, donde las enseñanzas tienen gran peso institucional y personal, pero las sanciones tienen escaso peso formal. b) En la socialización secundaria, la fase más larga de la socialización, hay diversos agentes socializadores. Sigue influyendo la familia, pero ahora, el grupo de amigos y la escuela cobran especial importancia. La fundamental función de la escuela es formar ciudadanos. Hasta ahora, la transmisión cultural había sido informal. En esta etapa, la socialización se sistematiza. La escuela actúa sobre el individuo dotándole de instrucción y enseñándole a convivir con sus semejantes a través de estructuras, tanto verticales (con los profesores) como igualitarias (con los compañeros); y la carga afectiva de la socialización primaria es sustituida por el aprendizaje de reglas controladas, de roles específicos e interiorización de submundos. Ahora bien, la escuela
no es una institución al margen de la sociedad. La sociedad, es una realidad en continuo cambio, razón por la que los adiestramientos escolares tienen que adecuarse permanentemente a ella. En la sociedad existen desigualdades sociales, y la escuela no puede eliminarlas, pero busca compensarlas con sus enseñanzas. Quiere ser representante de la «igualdad de oportunidades», para que, potenciando la inteligencia operativa y habilidades, se subsanen o palien desigualdades. Más ¿a qué edad se incorpora el niño a la escuela secundaria? Los límites de la infancia a la adolescencia y, posteriormente, a la edad adulta no se pueden generalizar. Es una cuestión donde participan factores sociales, biológicos, culturales, psicológicos, históricos, etc. Hay que tener en cuenta que la racionalidad y regulación de la escuela ha sido y es objeto de controversias y debates. Un ejemplo de crítica radical lo encontramos en el enfoque de Ivan Illich (1926-2002); para quien el desarrollo de habilidades puede hacerse a través de otras personas, y no necesariamente de la escuela. Este pensador propone la desinstitucionalización de los procesos de socialización. Sus propuestas fueron objeto de numerosas críticas y descalificaciones. Quizá, su crítico más radical fue el periodista alemán Walter Dirks (1901-1991), editor de Renania, el diario del pueblo y colaborador de T. Adorno, quien acusa a Illich de ingenuo, al no pensar que la desaparición de la escuela significaría una vuelta a la barbarie. Otro importante agente de socialización son los grupos de iguales. El primer conocimiento de la existencia de «iguales» se realiza en la interacción entre niños de la misma edad. Esto es, con los grupos de amigos con edades similares, y su convivencia escapa al control de los adultos (pero no al control del grupo), en contraste con lo que ocurre en las instituciones educativas, donde los adultos siguen vigilando. Las teorías de George Herbert Mead (1863-1931) y Jean Piaget (18961980) destacaron la importancia del grupo de iguales. Etimológicamente la palabra pares proviene del latín par, paris y significa «igual o semejante totalmente» (Rae, 2017). Piaget enfatizó el hecho de que las relaciones entre pares son relativamente igualitarias, más democráticas y simétricas que las existentes entre padres e hijos. Su criterio es que, en la relación familiar, el estatus de los padres les otorga poder y autoridad ante sus hijos, por tanto, es una relación asimétrica. En los grupos de pares, los niños se relacionan de
forma pareja, y pueden calibrar, explorar y aceptar o no las reglas de conducta; es decir, ganan independencia personal. Pero, además de reconocer a los otros como semejantes, desarrollan el sentido de sí mismos a través de cómo perciben que les ven los otros. Las relaciones entre pares no se circunscriben sólo a la infancia y adolescencia, sino que se establecen a lo largo de la vida. De hecho, los grupos informales de personas, con edades similares en el medio laboral y en otros espacios sociales, suelen ser generadores de actitudes y comportamientos que muchas veces definen a los individuos. La influencia de este agente comienza en la adolescencia, momento en que los jóvenes empiezan a distanciarse de sus padres. El trabajo en todas las culturas ocupa un lugar de primer orden en los procesos de socialización. Lo mismo podemos decir de las iglesias, los clubes, las asociaciones voluntarias, ONGs, las organizaciones de vecinos y, más recientemente, de los nuevos movimientos sociales. c) Los medios de comunicación de masas tradicionales (prensa escrita, semanarios, revistas…) son agentes de socialización, que vieron la luz en Occidente a finales del siglo XVIII, y estaban dirigidos a los sectores sociales letrados. A la expansión de los medios de comunicación escritos hay que sumar la invención de la radio, cuya primera emisión data de 1906. En cuanto a la radio su influencia ha sido cuestionada, particularmente tras la publicación de la obra de Paul F. Lazarsfeld, Bernard Berelson y Hazel Gaudet de The People’s Choise (1948: 178), donde ponen en duda su influencia y concluyen postulando la llamada «hipótesis del refuerzo», que afirma que los medios de comunicación no cambian la opinión, sólo la refuerzan. Teoría ésta que fue confirmada, años después, por Joseph T. Klapper con su libro The Effects of Mass Communication (1974). La emisión, en 1936, en Inglaterra, del primer programa de televisión [14] marca un hito, pues, por utilizar seductoras imágenes con sonido y color, posee gran capacidad de influencia sobre la población, favoreciendo cambios sociales y culturales. El caso es singularmente importante para los niños. Les ofrece unos personajes y un mundo irreal, lejano, que les puede generar confusión, que quieren imitar y es inimitable. Pero, es un agente que bien utilizado puede divulgar muchos conocimientos. Debemos añadir que, a finales de los años 1990, con la llegada de Internet y de las redes sociales, se agrega un nuevo medio de comunicación con
perfiles inéditos, cuyo alcance llega a un indeterminado número de personas, a las que permite la comunicación a nivel mundial. Ahora bien, al hablar de los modernos medios de comunicación y de su potencial capacidad socializadora, hay que diferenciarlos de la influencia personal de los grupos primarios, como la familia, la religión o la escuela, en donde el vínculo es directo y personal, predominando los vínculos afectivos. El efecto y la influencia de los medios de comunicación se realiza de un modo difuso, sin conciencia del espectador o actuante. Sin embargo, en cualquier caso, hay que reconocer que el papel que juegan estos nuevos medios es de muy importante; en particular si nos fijamos en la televisión y en Internet, de los que se puede decir que su fuerza y expansión crecen día a día. 6.4. LOS MECANISMOS DE SOCIALIZACIÓN El proceso de socialización es efectivo porque las estructuras y el bagaje biológico innato es variable; van cambiando a medida que se acumulan conocimientos y experiencias. Durante la socialización primaria resulta fácil inculcar cultura y sociabilidad ya que la personalidad no se ha desarrollado y las enseñanzas, ayudadas con la emotividad, dejan huella muy profunda. Esto nos lleva a la pregunta: ¿qué bagaje biológico operativo posee el neonato en el momento de su llegada al mundo? O lo que es lo mismo «¿Para conocer y desempeñar todo lo humano, qué capacidades motoras, mentales e interactivas posee el humano en el momento de su llegada al mundo? Entre ellas, debemos señalar cuatro: 1. Reflejos. Los reflejos son respuestas automáticas del organismo, que le protegen ante un estímulo, tanto interno como externo (parpadeo, tos, estornudo, bostezo, dilatación de la pupila,…). Los reflejos pueden ser condicionados (aprendidos) e incondicionados (innatos), y conllevan cuatro habilidades para la supervivencia: dormir, succionar, sonreír y llorar (primera forma de comunicación de los bebés). 2. Instintos. Según J. Pardo Martínez: Llamamos «instintos» (del verbo latino instinguere: aguijonear, estimular) a las tendencias e inclinaciones que derivan inmediatamente de las necesidades fundamentales del animal. Estas tendencias son también compartidas por el hombre por lo que se refiere a su pertenencia genérica a la animalidad, aunque considerablemente modificadas y orientadas por su dimensión
específicamente racional y propiamente-humana (1991).
Se trata de unos mecanismos que capacitan para alcanzar el fin natural de la especie, cualesquiera que sea. Entre ellos destacamos: el instinto de conservación, de defensa, el nutricional y el sexual. Se diferencia del reflejo en que el instinto no precisa ningún estímulo. El instinto, es impulsivo, pero, igual que el reflejo, está determinado genéticamente. 3. Tendencias. Las tendencias constituyen fuerzas dinámicas innatas que abandonan su estado latente y se manifiestan cuando aparecen necesidades que el organismo quiere satisfacer y si no las satisface le produce tensiones que busca aliviar. El hecho es fruto de que todos los hombres, desde su niñez, tienen tendencias, que derivan en necesidades básicas. Estas necesidades provocan preguntas que se constituyen en patrones de comportamiento y son el punto de partida para el proceso de socialización. Por ejemplo, la tendencia a explorar el entorno percibido, buscando el porqué, el cómo, los para qué, etc. Se trata de deseos de saber que constituyen el comienzo del progreso. Pero también hay que decir que la sociedad tiene que inhibir o debilitar muchas tendencias que pueden romper la convivencia e incluso el orden social. 4. Capacidades. La inteligencia es la capacidad de comprender racionalmente, y ensamblada con la capacidad de aprender, son las capacidades más relevantes del ser humano. Ellas han permitido al ser humano hacer frente a problemas, compensar sus limitaciones físicas y crear un equipo cultural que le compensa con creces de sus carencias y debilidades. Por ejemplo, les posibilita adaptarse y vivir en todos los medios físicos y sociales; así como mejorar sus condiciones de vida (Malinowski, 1970). Mecanismo de socialización utilizado en todos los momentos del proceso de socialización es la existencia de premios y sanciones. Se recompensa o castiga al individuo, puesta la mirada en que desarrolle unos determinados hábitos de atención y conducta. En este sentido, Guy Rocher plantea: La sanción y el proceso de socialización se refuerzan mutuamente… Las sanciones, en efecto, forman parte el proceso de socialización: los agentes de socialización recurren a ellas para apoyar la interiorización de las normas. Los efectos de la socialización, por su parte, se extienden y prolongan gracias al apoyo prestado por las sanciones. La socialización, además, hace que los modelos, los roles y las sanciones pasen a constituir parte integrante de la personalidad psíquica
del individuo, de modo que la correspondencia de la conducta a las normas es no solamente aceptada, sino también deseada, querida, buscada por los actores mismos (1987: 56-57).
Así, la imitación, las recompensas, castigos, ensayos y errores son procedimientos básicos a través de los cuáles se alcanza el aprendizaje y se forma la personalidad. Uno de los mecanismos más generales que utilizan los agentes socializadores para lograr una socialización satisfactoria es impulsar al niño a lograr las metas deseadas a través de la motivación. Se trata de un mecanismo esencial. El concepto «motivación» deriva de los vocablos latinos motus (movido) y motio (movimiento). Busca «promover» o crear una necesidad o un deseo que sirva de estímulo para potenciar las energías infantiles en una determinada dirección, y con miras a lograr una meta o satisfacer una necesidad, de manera que aprenda para resolverla, voluntaria e interesadamente, los recursos culturales facilitados por de su sociedad. Aquí, la cuestión a resolver es ¿cómo una persona —un niño, pero también un adulto— desarrolla la motivación, cuya satisfacción tiene que estar instrumentalizada por los medios de la cultura en la que está inmerso? La respuesta hay que buscarla en los mecanismos psíquicos de la socialización humana. El objetivo a alcanzar debe ser claro, estimulado emocionalmente, y ser capaz de generar energías suficientes para el empeño. En general, los motivos se dividen en: primarios y secundarios. Quizá la más clásica teoría de la jerarquía de motivaciones o necesidades, que se constituyen en estímulos, es la elaborada por Abraham Maslow (1908-1970) y publicada en 1943 (1943: 370-396). Las presenta jerárquicamente en el orden prioritario a la necesidad de satisfacción sentida. Para Maslow provienen de deseos innatos. En la base de su planteamiento se encuentran las necesidades primarias, que son las biológicas, las más importantes de satisfacer, de ellas depende la supervivencia (alimentación, comer, dormir…). Les siguen, en jerarquía las secundarias, que están guiadas a mejorar la autorrealización y desarrollo personal (amistad, poder, libertad,…) y son aprendidas. Los cinco niveles de necesidades, que ampliará a ocho y que presenta son: 1.º biológicas, 2.º de seguridad, 3.º de afiliación (amor, pertenencia,..), 4.º de reconocimiento (autoestima,..), 5.º de autorrealización; a las que añadió: 6.º cognitiva, 7.º estética y 8.º trascendencia. Pese a las críticas recibidas por encontrar confusa, sobre todo, «la autorrealización», su teoría goza de gran aceptación
y es muy reconocida. Está integrada en el paradigma educativo y en el empresarial (véase gráfico 1). Para terminar con los mecanismos socializadores, queremos recordar al ya referido otro generalizado. La imitación de estas conductas y su integración mental es un importante factor en la socialización y formación de la estructura de la personalidad. Gráfico 1. Pirámide de Maslow o jerarquía de las necesidades humanas.
Fuente: Maslow, A. (1943). «A Theory of Motivation». Journal of Humanistic Psichology, 50.
6.5. LA FORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD No existe una definición universalmente aceptada de personalidad. En general, cuando se habla de personalidad, nos referimos a aquello que nos diferencia de «los otros». El concepto engloba las características físicas, genéticas y sociales que hacen del hombre un individuo singular, pues no existen dos personas exactamente iguales. Son muy diversas las teorías que se han formulado acerca de cómo evoluciona el niño hasta alcanzar su personalidad. Entre ellas, destacan las aportaciones del ya mencionado fundador del psicoanálisis Sigmund Freud (1856-1939), quien afirma que la personalidad se configura a la par que el crecimiento y maduración del sujeto. Los mecanismos a utilizar para encontrar tal equilibrio consisten en suministrarle normas y valores culturales que tiene que interiorizar a nivel de conciencia (superego), con capacidad
para someter las pulsiones. Con frecuencia pueden aparecer conflictos y discrepancias, en cuyo caso se solventan mediante la derivación hacia un objetivo distinto, hecho que Freud denomina sublimación. Freud completa su teoría de la socialización con su famoso «complejo de Edipo». En resumen, como hemos indicado, su tesis descansa en la idea de que existen pulsiones y motivaciones inconscientes que encauzan el comportamiento del hombre. Divide la mente humana en tres niveles: consciente, preconsciente e inconsciente: 1. El nivel consciente es la parte visible, 2. El preconsciente está oculto pero tan próximo al consciente que aflora con facilidad, y 3. El inconsciente está oculto. Subraya Freud que el niño, según se va desarrollando, descubre que debe desechar la satisfacción de muchos deseos por no ser socialmente aceptables. Este descubrimiento conlleva el conocimiento de que existe un mundo real al que tiene que adaptar todos sus deseos. Por este motivo emerge el consciente, pero los deseos frustrados permanecerán en el inconsciente. Sin embargo, algunos deseos situados en el inconsciente se escapan a la conciencia, y ésta busca satisfacerlos y al no lograrlo quedan en el preconsciente generando pulsiones, que son efectos de los deseos insatisfechos. Las pulsiones existen desde el nacimiento, a causa de que el niño posee una libido instintiva que busca manifestarse. A partir de estas manifestaciones, Freud elabora la hipótesis psíquica estructural del hombre, la cual dirá que está formada por las mencionadas tres instancias: el inconsciente, el preconsciente y el consciente, que albergan al Ello, al Yo y al Súper Yo. El Ello está en conflicto permanente con el Súper Yo. El Ello encarna el inconsciente y el Súper Yo la interiorización de las normas morales. La personalidad se desarrolla partiendo del Yo. El proceso socializador empieza en la infancia. Consta de cinco etapas: 1. Oral (hasta los 18 meses), 2. Anal (hasta los tres años),
3. Fálica (de tres a seis años), 4. de Latencia (de los seis años a la adolescencia) y 5. Genital (a partir de la pubertad). Consideraba que si, en alguna de estas fases, el niño vive alguna frustración de tipo sexual y desarrolla una ansiedad tal que pasaría a la edad adulta, se transformaría en una neurosis. Freud prestó una atención particular a los niños entre los tres y cinco años, etapa en la cual entendía que ya estaban preparados para dejar de estar en la constante compañía de sus progenitores, e iniciarse en un mundo social de mayor amplitud. En estos años, afirma Freud, los niños expresan rechazo hacia el padre porque le ven competidor del cariño de la madre; lo denomina complejo de Edipo. El complejo de Edipo lo supera el niño cuando reprime los vínculos eróticos hacia su madre. Algunos teóricos extienden este complejo a las niñas, afirmando que pasan por el mismo proceso psicosexual. En el caso de las niñas, el rechazo sería hacia la madre y le da el nombre de complejo de Electra. Las ideas de Freud han sido muy criticadas, sobre todo por su visión antropológica, dando mayor protagonismo al hombre en detrimento de la mujer (de la que da una visión muy negativa), a pesar de lo cual, también ofrece una imagen pesimista del hombre al haber identificado lo inconsciente con lo indeseable, y haber generalizado sus diagnósticos de personas neuróticas a personas sanas. Sin embargo, hay que reconocer la importante huella que ha dejado para explicar comportamientos de la infancia, que se sustentan, según su criterio, en los modos en los que nos enfrentamos a la ansiedad en la infancia (Freud, 2015), (Freud, 2000), (Freud, 2016). Por su parte Jean Piaget (1896-1980), en la formación de la personalidad, no separa la herencia genética del aprendizaje social; esto es, para él, se trata de un proceso activo entre lo biológico y el medio, pues su planteamiento es empírico-genético. Subrayó que las condiciones genéticas del hombre, al igual que en el resto de los seres vivos, se adaptan a su contexto y buscan el equilibrio, de tal forma que determinan el aprendizaje e interiorización mental de los conocimientos. Hace hincapié en que los seres humanos atraviesan diversos estadios en su desarrollo físico; el cual va parejo con su desarrollo cognitivo, y ello conduce a la adquisición de capacidades nuevas y
la superación del estadio originario (Piaget, 1998), (Piaget, 1984), (Piaget, 2000), (Piaget, 2007). Establece cuatro etapas en el desarrollo: a) La primera es la sensomotriz, que abarca desde el nacimiento hasta la adquisición del lenguaje articulado. Las prácticas que aprende, en esta etapa, son básicamente motoras y la información la percibe sensorialmente. Pero, el principal logro del niño es comprender, a través del juego, que su entorno tiene propiedades tanto distintas como estables. b) La segunda etapa, que denomina estadio pre-operativo, incluye desde los dos años hasta los siete, período en el que el niño va dominando el lenguaje. Comienza a utilizar palabras simbólicas para representar objetos e imágenes. En ese estadio los niños siguen siendo egocéntricos, que no significa que sean egoístas, sino que interpretan el mundo en función de su propio escenario, pero dentro del entramado social. Ahora, empiezan a ser capaces de ponerse en el lugar de los otros desempeñando roles sociales y empleando el razonamiento primitivo. c) La tercera fase es la operativa concreta, que incluye desde los siete años hasta los once, época en la que ya se puede hablar de un ser social. Va dominando nociones lógicas abstractas y llega a conclusiones. d) La cuarta y última fase abarca entre los once y los quince años. Es el período de las operaciones formales, en la que, el adolescente, analiza, deduce y comprende ideas hipotéticas con un elevado nivel de abstracción. Pero, para Piaget, las fases no son lineales, no son acumulativas, no se van añadiendo. Todo lo que se va aprendiendo se «reconfigura» posteriormente. Las tres primeras fases son comunes en todos los niños; sin embargo, no todos los adultos culminan el período operativo formal, por lo que pueden aparecer casos de desarrollo anormal. Fue el sociólogo norteamericano Charles Horton Cooley (1864-1929), miembro de la escuela de Chicago, en 1902, quien desarrolló la teoría del «yo espejo» (looking glass-self). En ella mantiene que nuestra identidad, y nuestro comportamiento, se configura al construir una imagen de nosotros.
Imagen que está muy condicionada por la conducta de los otros, por la opinión de nosotros que creemos percibir en «los otros». En este sentido, Leopold von Wiese (1876-1969) afirma: «… El comportamiento de un hombre depende considerablemente de su representación de lo que sabe de él su compañero…» (Sánchez Cano, 2006: 120); aunque von Wiese advierte que «… El hombre que se presenta ante «los otros» en calidad de protagonista de un rol social, ofrece a los otros no su imagen personal, sino la imagen de un determinado sistema social, organización social o institución social. Ya no se trata de un yo singular…., sino de una parte de una pieza de la «estructura social, donde está impresa la pieza en cuestión» (Sánchez Cano, 2006: 121). Este proceso es inevitable, es un asunto de supervivencia. El hombre necesita comunicarse con los otros y expresarles sus pensamientos, lo cual le sirve de puente para, conocer a «los otros», y vislumbrar como nos ven esos «otros». De esta manera, el sentimiento de autoestima, el concepto de «sí mismo» y la individualidad personal emanan en buena medida de la imagen que «el otro» nos proyecta. En ocasiones, la imagen proyectada es coincidente con nuestra propia autoimagen, otras veces es tan distinta que nos puede generar un conflicto personal, y dar lugar a lo que se denomina disonancia cognoscitiva [15]. En resumen, el sí mismo es fruto de la intuición de las percepciones que del sí mismo se capta en el otro (simpatía) y de la propia autovaloración. Pero, hay que añadir que la formación del sí-mismo lleva a objetivarse en el sentido de «… verse a sí mismo, en la imaginación, como un objeto visto por algún otro» (Johnson, 1965: 144). De forma que, para Cooley, el sí mismo y la conciencia moral son sociales. De donde resulta que el sentimiento de «el bien» y de «el deber ser» derivan de la síntesis de influencias recibidas, guiadas por la sensibilidad simpática, por los juicios de los demás y por el propio juicio. George Herbert Mead (1863-1931), miembro, también, de la escuela de Chicago, insistió en la idea de que el yo y la mente sólo pueden surgir del orden y la experiencia sociales. Desarrolló la teoría del self, y afirma que el nasciturus a la par que se asoma al mundo, aprende un simbolismo lingüístico para comunicarse, y con ello, desarrollará su self. A su vez, el self consta de dos partes: el yo y el mí. El yo es donde reside la individualidad, es la parte que tiene opiniones personales. El mí nace de la adopción de patrones de
conducta estandarizados, de normas, etc… De manera que cuando interactúa el sujeto, siguiendo las pautas normativas, está representando unos roles con el significado que el otro espera, y con ello se está expresando el mí. El yo y el mí son entidades independientes pero que unidas constituyen el todo de la personalidad. Tenemos conciencia de nosotros cuando diferenciamos el mí del yo. George Herbert Mead, en un estudio sobre las funciones del lenguaje y del juego, mantiene que el niño se desarrolla y socializa mentalmente jugando, porque, durante el juego, imita el mundo de los adultos (padres, amigos…) e interioriza sus actitudes (1973). De esa manera, el niño, al participar en el juego, aprende a representarse a sí mismo como miembro del grupo y a asimilar los diferentes roles interpretados por los otros. Para Mead, lo que acontece en el juego es una representación de lo que tiene lugar en la vida adulta diaria; de esta manera construye y afianza su mí. Además, la diferencia de roles en el juego establece la distinción entre su persona y los otros. Otra importante función cognoscitiva que adquiere el niño con la asunción de roles es la interiorización mental de «el otro generalizado»; lo cual significa que el niño asimila valores, creencias, normas, etc. de una realidad general, con una cobertura válida para el conjunto de la sociedad. Esto es, interioriza los valores y reglas de la cultura en la cual se desenvuelve su vida y los compara con los roles particulares enseñados por «el otro concreto». Así pues, Mead expone que el pensamiento tiene un carácter eminentemente social. Se desarrolla por-y-en la comunicación con el otro, y que su contenido también es social en virtud de los símbolos colectivos que emplea para comunicarse. Mantiene que es en torno a los cinco años cuando el niño adquiere capacidad de comprenderse a sí mismo, y de desenvolverse más allá del contexto familiar. Posteriormente, con ocho o nueve años, comienza a participar en juegos organizados, y a aprehender los valores y la moralidad que rigen las relaciones sociales. En esta fase, el niño capta el ya mencionado otro generalizado. Del pensamiento de estos autores se infiere la importancia de los roles sociales como mecanismos actuantes en el curso de la socialización. Los roles están regulados por normas e investidos de significados personales y colectivos; su carácter está condicionado por el lugar que ocupan entre los otros roles, personas y cosas internalizadas. En definitiva, la socialización habilita para ejercer roles sociales y, desde la perspectiva del sistema social,
es un proceso deseable y deseado. Para terminar, decir que la socialización proporciona a nivel de conciencia: categorías mentales, representaciones, imágenes, conocimientos, prejuicios, estereotipos; en definitiva, unas maneras de pensar y ver el mundo, sin las cuales la inteligencia y la imaginación no crecerían. Esto es, al incorporar la cultura, las facultades intelectuales se desarrollan y emergen, en cada caso, nuevos elementos que conforman la personalidad. Tanto la personalidad individual, como la social, se configuran a través del proceso de socialización en el que los otros son piezas insustituibles. A lo anterior hay que añadir, sintetizando más, que la consecución de los fines individuales y colectivos es posible merced al aprovechamiento de aptitudes diferenciales de los individuos, por medio de la división del trabajo, y la consiguiente distribución de roles. 6.6. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS Lecturas para la reflexión: El caso de Anna: la «niña salvaje» «Ocurrió en el invierno de 1938 en Pensilvania. Era un día frío intenso. Una asistente social que estaba investigando una denuncia de malos tratos de una niña, decidió acercarse a la granja donde vivía aquella familia. Allí localizó a una niña de cinco años, escondida en una habitación que servía de almacén en la segunda planta. La niña, que se llamaba Anna, estaba inmovilizada en una silla, los brazos atados por encima de la cabeza para evitar que se moviera lo más mínimo. Llevaba ropas mugrientas y sus piernas y brazos, delgados como alambres, estaban tan debilitados que apenas los podía mover. La situación de Anna sólo se puede describir como trágica. Había nacido en 1932. Su madre ere una mujer soltera, de 26 años, con retraso mental y que vivía con sus padres. El abuelo, indignado por el embarazo «ilegítimo» de su hija, no lo había aceptado a Anna. La madre la envió a varias instituciones después de que naciera, pero como no podría costearlas tuvo que llevársela a vivir a la granja. Allí comenzó la tragedia. Para evitar al abuelo, la madre de Anna dejó a la niña en el ático, y sólo la visitaba para darle un poco de leche. Y en esas condiciones vivió la niña durante cinco años; aislada y sin contacto humano alguno. Al saber de la existencia de Anna, el sociólogo Kingsley Davis (1940) se acercó inmediatamente a visitarla al centro de recogida donde la habían internado las autoridades locales. Davis quedó horrorizado con lo que vio. Anna estaba absolutamente demacrada. Era incapaz de sonreír, de hablar, de expresar cualquier sentimiento. Era un ser completamente insensible, aislado en el vacío». Fuente: Macionis, J. J y Plummer, K. (1999). Sociología. Madrid. Prentice Hall: 131.
Internet como agente en el proceso de socialización «Las nuevas generaciones de jóvenes viven una socialización diferente de las anteriores, relacionada a un especial uso de la técnica por medio de la cual se enfrentan a nuevos mundos de experiencia que modifican cómo se construyen las relaciones sociales y qué tipo de competencias sociales se incorporan. Tully afirma que se vivencia una “informatización”, comprendida como la disolución de vínculos clásicos, tales como los que se obtienen en agentes como la escuela o la familia, y un “desanclaje”, siendo esto la postergación del aprendizaje de las competencias sociales clásicas que se reproducen en dichos contextos. Como resultado de éstas, los individuos aprenden a manejarse con “conexiones distendidas”, que les permiten una mayor libertad de elección, es decir, en un marco de socialización “amplia”… Por su parte, Buckingham sostiene que las nuevas tecnologías han ido modificando las competencias sociales de los niños… Dicho cambio ha habilitado la emergencia de un doble discurso que, por una parte, percibe a los niños y jóvenes como agentes “vulnerables” en relación a un contexto de riesgo —originado en la incapacidad de control de los adultos, con quienes existiría una suerte de brecha generacional digital—, pero, por la otra, ve a los mismos agentes como poseedores de nuevas habilidades. De hecho, una revisión sobre el fenómeno de internet y la socialización de niños y jóvenes nos enfrenta con posiciones encontradas: “pesimistas” y “optimistas”… Los “pesimistas” tienden a resaltar ciertos cambios negativos en relación a la socialización, tal como el riesgo al “aislamiento social”, un fenómeno definido como la falta de lazos sociales suficientes para proveer soporte social a un individuo… Por su parte, los “optimistas” consideran que la socialización y el desarrollo de la identidad se ven potenciados por el uso de medios interactivos, especialmente al poner a disposición nuevas esferas sociales de interacción que fomentan las oportunidades de autoexpresión, o al posibilitar el desarrollo de nuevas comunidades de interacción en torno a intereses que podrían resultar en mayores interacciones cara-a-cara». Fuente: Simkin, H. y Becerra, G. (2013). «El proceso de socialización. Apuntes para su exploración en el campo psicosocial». Ciencia, docencia y Tecnología: 47, http://www.scielo.org.ar/scielo.php? pid=S1851-17162013000200005&script=sci_arttext&tlng=en
6.7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BERGER, P. y LUCKMANN, T. (1978). La construcción del mundo social. Buenos Aires. Amorrortu. — (2003). La construcción social de la realidad. Buenos Aires. Amorrortu. FESTINGER, L. (1957). A theory of cognitive dissonance. Stanford. CA, Stanford University Press. GRUSEC, J.E. y DAVIDOV, M. (2010). «Integrating Different Perspectives on Socialization Theory and Research: A Domain-Specific Approach». Child Development, 81(3): 687-709. GRUSEC, J.E. y HASTINGS P.D. (eds.) (2003). Handbook of socialization. Nueva York. Guilford. JOHNSON, H.M. (1965). Sociología. Una introducción sistemática. Buenos Aires. Paidós. KLAPPER, J.T. (1974). Efectos de las comunicaciones de masas. Poder y limitaciones de los medios de difusión. Madrid. Aguilar. KUCZYNSKI L. y PARKIN, M. (2003). «Agency and Bidirectionality in Socialization: Interactions, Transactions, and Relational Dialectics» en Grusec, J.E. y Hastings P.D. (eds.). Handbook of
socialization. Nueva York. Guilford. LAZARSFELD, P., BERELSON B. y GAUDET H. (1948). The People’s Choice: How the Voter Makes Up His Mind in a Presidential Campaign. New York. Columbia University Press. MACIONIS, J.J y PLUMMER, K. (1999). Sociología. Madrid. Prentice Hall. MALINOWSKI, B. (1970). Una teoría científica de la cultura. Barcelona. Edhansa. MASLOW, A. (1943). «A Theory of Motivation». Journal of Humanistic Psichology, 50: 370-396. — (2014). Motivación y Personalidad. Madrid. Editorial Díaz de Santo. MEAD, G.H. (1973). Espíritu, persona y sociedad. Barcelona. Paidós. MERINO FERNÁNDEZ, J.V. (2011). «La educación a lo largo de la vida». Quadernsanimacio.net,14, http://quadernsanimacio.net/ANTERIORES/catorce/Merino.pdf MORIN, E. (2005). El paradigma perdido. Barcelona. Kairós. — (2011). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Barcelona. Paidós. NACIONES UNIDAS (2007). Recopilación de Reglas y Normas de las Naciones Unidas en la Esfera de la Prevención del Delito y la Justicia Penal. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Nueva York. PARDO MARTÍNEZ, J. (1991). Gran Enciclopedia Rialp. PIAGET, J. (2007). La representación del mundo en el niño. Madrid. Morata. — (2000). El nacimiento de la inteligencia en el niño. Barcelona. Crítica. — (1998). El juicio y el razonamiento en el niño, Argentina. Editorial Guadalupe. — (1984). Formación del símbolo en el niño: imitación, juego y sueño. Imagen y representación. México. Fondo de Cultura Económica. POYATOS, F. (1994). La comunicación no verbal. Tomos I y II. Madrid. Istmo. ROCHER, G. (1987). Introducción a la Sociología. Barcelona. Herder. SÁNCHEZ CANO, J. (2006). El formalismo sociológico y Leopold von Wiese. Madrid. Editorial Complutense. SIGMUND, F. (2015). Más allá del principio de placer. Argentina. Mármol-Izquierdo. — (2000). La interpretación de los sueños. Psicoanálisis de los sueños. Madrid. Biblioteca Nueva. — (2016). El yo y el ello. Buenos Aires. Amorrortu. SIMKIN, H. y BECERRA, G. (2013). «El proceso de socialización. Apuntes para su exploración en el campo psicosocial». Ciencia, docencia y Tecnología: 47, http://www.scielo.org.ar/scielo.php? pid=S1851-17162013000200005&script=sci_arttext&tlng=en TEZANOS, J.F. (2009). La explicación sociológica. Una introducción a la Sociología. Madrid. UNED.
Capítulo 7 Desviación social, delito y control social M.ª Rosario Hildegard Sánchez Morales José Antonio Díaz Martínez
7.1. ¿Qué es la desviación social? 7.2. Tipos de desviación social. 7.3. Teorías generales sobre la violencia basadas en la fisiología y la frenología. 7.3.1. La Escuela Clásica. 7.3.2. La Escuela Positivista. 7.4. Teorías sociológicas sobre la desviación y la delincuencia. 7.4.1. Teoría de Ecología Humana. 7.4.2. Las teorías funcionalistas: la anomia. 7.4.3. El interaccionismo: Etiquetaje y teorías de la transmisión cultural. 7.4.4. La nueva Criminología y las teorías del conflicto. 7.4.5. Teoría del control social. 7.5. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 7.6. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata el capítulo? Este capítulo estudia un concepto fundamental en la Sociología como es el de la desviación social. En el capítulo anterior, sobre la socialización, se hacía hincapié en el aprendizaje de patrones de conducta social. El problema surge cuando esa conducta no se ajusta al patrón de comportamiento normal, y surge el comportamiento desviado y un potencial conflicto social. Desde los orígenes de la Sociología se ha prestado una gran atención a esos procesos sociales que rompen la normalidad social, como consecuencia de lo cual, la sociedad responda ante el desequilibrio social con procesos de control social. Por lo tanto, la desviación y el control son procesos sociales que surgen ante el cambio social, uno como causa de dicho cambio, la desviación; y otro, el control, como respuesta ante los comportamientos sentidos como amenaza a la normalidad social. Analizamos qué es específicamente la desviación social, los distintos tipos de desviación, y cómo explican el comportamiento desviado las distintas escuelas de pensamiento sociológico.
7.1. ¿QUÉ ES LA DESVIACIÓN SOCIAL? La desviación social es una cuestión tan ligada a la vida humana que ha sido abordada de una u otra manera por las más variadas disciplinas: Filosofía, Psicología, Derecho, Criminología, Medicina. Cada una de estas disciplinas, ha dado una explicación al comportamiento desviado. Durante mucho tiempo, prevalecían explicaciones de índole biológico y personal, considerando que el delincuente es una clase de persona desviada por naturaleza. Desde estos enfoques, la persona que se comporta de forma desviada tiene una inclinación personal a hacerlo, bien porque tiene una personalidad que lo propicia, y en ese caso sería una característica psicológica; bien por su constitución física, y en ese caso, la explicación sería biológica-genética. La Sociología hace un replanteamiento de la cuestión, y trata de profundizar en el estudio de la conducta desviada, y explicar por qué aparece la conducta desviada; preguntándose qué es la desviación, y eso lleva, necesariamente, a poner en relación el comportamiento desviado con su entorno social. Ya que, un comportamiento desviado en un entorno social o colectividad concreta puede ser perfectamente aceptado, mientras que en otra colectividad no. Por lo tanto, la desviación es una calificación social relativa, depende del contexto social y cultural, y también depende del momento histórico. Las sociedades humanas evolucionan, y determinadas actividades que se salen de la «norma» pueden, con el tiempo, aceptarse perfectamente. Este proceso evolutivo es muy importante en la civilización humana. Hace que la sociedad progrese. En este sentido, se puede hablar de una desviación necesaria o positiva que facilita la innovación social. Por ejemplo, conseguir, en el siglo pasado, que la mujer pudiera votar en las elecciones políticas, fue gracias a la lucha contra las «normas» sociales dominantes. Fue necesario «romper» con la normalidad. Lo mismo se puede decir, por ejemplo, del comportamiento de Rosa Parks cuando el 1 de diciembre de 1955, en Estados Unidos, se negó a ceder el asiento a un hombre blanco y moverse a la parte trasera del autobús, en defensa de los derechos civiles. Con su actitud al no aceptar la norma social del momento, se facilitó un movimiento reivindicativo que tuvo importantes consecuencias sociales. Por lo tanto, no toda desviación es negativa, ni toda desviación es delito. Éste último, el delito, es toda desviación sancionada por la ley (Giddens y Sutton, 2014: 1032). Hay que tener en cuenta que el concepto de desviación es más amplio
que el de delito. Precisamente, esa diferencia permite distinguir dos aproximaciones a la desviación social: la Criminología, que estudia el delito, su control y actitudes que lo provocan; y la Sociología, que trata de comprender cómo, por qué y qué consecuencias tienen los comportamientos desviados en una colectividad concreta (Giddens y Sutton, 2014: 1032). Sociológicamente, se define la desviación social como la actividad de una persona que no se ajusta a las normas sociales. Paradójicamente, esto es lo más normal en la sociedad humana. En todas las sociedades hay comportamientos desviados, lo que ha llevado a los primeros sociólogos que analizaron el comportamiento desviado, como Émile Durkheim, a concluir que la conducta desviada es un hecho social normal, explicable por factores sociales. Desde la perspectiva sociológica, no debemos recurrir a explicaciones de tipo psicológico o biológico, sino que son las condiciones sociales las que explican la desviación y el hecho delictivo. Así, la Sociología criminal, como parte de la Criminología, estudia el delito como fenómeno sociológico y los factores sociales que lo producen. La noción de la criminalidad de un acto depende del juicio que se haya formado la mayoría de los miembros del grupo social, acerca del acto que se ha reputado como criminal. La opinión de la mayoría es un término medio y corresponde a las ideas y sentimientos aceptados por la mayor parte de los ciudadanos. Podríamos denominarlo pensamiento hegemónico o cultura dominante. Toda idea o acto contrario a esa opinión dominante son considerados como punibles y, por consiguiente, criminales, o al menos, rechazados socialmente. La concepción de la criminalidad es esencialmente relativa, y su realidad está en relación con cada una de las sociedades existentes y con el grado de evolución de sus normas sociales. Sin embargo, importa recordar que las normas no son pautas rígidas, tienen unos márgenes de actuación más o menos amplios. Son como el punto medio de un espacio cuyos límites y extensión están fijados socialmente. Así, será la propia sociedad la que implícitamente marque la dimensión y amplitud de los lindes normativos necesarios para una buena convivencia social. Esto indica que existe una cultura real y una cultura ideal. Consecuente con lo anterior, la desviación social, las normas y las sanciones son relativas a cada sociedad. Están determinadas por un espacio y un tiempo, cambian, quedan obsoletas, se transforman, se modifican los marcos tolerados y su cumplimiento adopta distintas modalidades,
valoraciones y niveles. Factores que, junto al paso del tiempo, influyen en su variabilidad son: la dinámica social, los nuevos paradigmas, los desarrollos técnico-científicos y las diferencias circunstanciales, personales y sociales que todo ello conlleva. Como dice Émile Durkheim (1858-1917): La conciencia pública reprime todo acto que la ofende, mediante la vigilancia que ejerce sobre la conducta de los ciudadanos y las penas o castigos especiales de las que dispone. En otros casos, la coacción es menos violenta, pero no deja de existir. Si yo no me someto a las convenciones del mundo, si al vestirme no tengo en cuenta los usos vigentes dentro de mi país y de mi clase, la risa que provoco, el alejamiento en que se me mantiene, produce, aunque en forma más atenuada, los mismos efectos que un castigo propiamente dicho (2001: 40).
Sintetizando, el concepto de desviación social abarca desde un comportamiento descortés (por ejemplo, una murmuración, una calumnia, un insulto), hasta un robo o un asesinato; y es la propia organización social y la opinión pública la que establece y controla los niveles y extensión de lo correcto y lo incorrecto, de lo aceptable y lo inaceptable; así como, el grado y tipo de correctivo que de su incumplimiento se deriva. En este sentido, la definición de la desviación tiene la función de explicitar lo que la sociedad determina como aceptable y normal. 7.2. TIPOS DE DESVIACIÓN SOCIAL Dado que el sistema normativo encierra su propio control social, se puede decir que existen tantos tipos de desviación social como de normas, pues la verdadera medida de lo que es un delito y su dimensión depende del daño a la sociedad (Beccaria, 1968: 20). Las normas sociales son un conjunto informal de reglas, usos, costumbres, convencionalismos, modas, que guían la conducta pública de los hombres y uniformizan sus actuaciones. No siempre están formuladas expresamente. Se aprenden durante las diversas etapas del proceso de socialización, que hemos visto en el capítulo 6. Operan muy condicionadas circunstancial y culturalmente. En ocasiones, la sanción que encierran es reducida. Se castiga con la desaprobación, el reproche, el ridículo, la marginación, la hostilidad o la burla. Sin embargo, en otras ocasiones, la desviación crece en intensidad a la par que el grado de la sanción. La desviación social se ha clasificado, en: positiva, negativa, primaria y secundaria.
1. La desviación positiva es beneficiosa, sin ella no hubiera sido posible el progreso. Busca superar el comportamiento ideal. Se trata de innovadores a los que les mueve encontrar nuevos caminos que mejoren la vida social. Los propósitos de estos desviados son de rango superior y la sociedad puede promover, alentar y premiar sus creaciones, pues, aunque cambien costumbres y modos de pensar, enriquecen la vida del hombre. 2. La desviación negativa es la que altera, rompe o amenaza la convivencia social. Esos desviados se constituyen en peligros sociales. 3. La desviación primaria existe en una gran variedad de formas, no tiene repercusiones para la sociedad, ni para la estructura psíquica y la personalidad del infractor; de tal forma que no origina una reorganización simbólica, ni a nivel de autoestima individual, ni de los roles sociales a desempeñar. Se la explica como resultado de impulsos ocasionales. El transgresor puede admitir su desviación y arrepentirse, de manera que no es visto como desviado, y la sanción, de darse, es muy leve. 4. La desviación secundaria es un comportamiento asocial público y da lugar a ser calificado abiertamente de indeseable, indigno, despreciable. Tras la descalificación, las causas originales de la desviación pueden quedar en un segundo plano, porque conlleva cambios capitales en su planteamiento vital. Una persona catalogada de desviada tiene problemas derivados de su nueva identidad que le conduzcan a perder su ámbito social. La reacción del infractor ante la nueva situación se bifurca en dos caminos: por un lado, de conformidad y, por el otro, de refugio en un medio facineroso, que puede ser el inicio de una carrera delictiva, donde se vigoriza la nueva identidad. Por último, las desviaciones pueden ser individuales y grupales. a) La desviación individual es la cometida por individuos singulares, tanto a nivel de desobedecer o separarse bien de la cultura convencional general, bien de una subcultura particular existente en una sociedad; por ejemplo, «el lobo solitario», el «verso suelto».
b) La desviación grupal se da cuando un grupo se aparta de la cultura estandarizada. Crea sus propias reglas, al margen de las generales, y socializa a sus miembros en valores y normas desviados, adiestrándolos en el desempeño de roles con objetivos y medios asociales; por ejemplo, una pandilla de delincuentes. Como hemos dicho, la desviación es un concepto importante para la Sociología. Son muchas las escuelas de pensamiento que han abordado su estudio. Tratamos a continuación los diversos enfoques teóricos, en general; y los específicamente sociológicos, en particular. 7.3. TEORÍAS GENERALES SOBRE LA VIOLENCIA BASADAS EN LA FISIOLOGÍA Y LA FRENOLOGÍA 7.3.1. La Escuela Clásica
Los teóricos de la Escuela Clásica reaccionaron a las condiciones del sistema penal de su época (siglo XVIII), basado en la creencia de que los reclusos eran personas malvadas por naturaleza, y por lo tanto debían ser apartadas de la sociedad. Frente a esta concepción, los reformistas de la Escuela Clásica concebían que «el delito se aprende», que «el hombre no es biología» y que «todos los hombres somos iguales». En esta línea de pensamiento, una de las aportaciones más significativas es la del filántropo inglés John Howard (1726-1790), quien dedicó su vida a defender los derechos humanos y a denunciar la situación de las cárceles y de los reclusos en Inglaterra y Gales. Con sus trabajos, buscó humanizar la ley penal. En 1777 publicó su obra El estado de las prisiones en Inglaterra y Gales, en donde se plantea un concepto fundamental en el sistema penitenciario como es la rehabilitación de los reclusos (Howard, 2005). Esta escuela recoge los enunciados racionalistas y humanistas de la Ilustración y postula el principio de libre albedrío de los hombres. Desde este planteamiento, con una concepción prevencionista, el mismo Beccaria enfatiza que «es mejor evitar los delitos que castigarlos» (1968: 105). Postula la necesidad de distinguir entre enfermo mental y delincuente, entre el hombre y la mujer, niños y adultos. Reclama la creación de instituciones específicas para cada grupo y proporcionalidad racional en el castigo. Merced a sus aportaciones se realizaron importantes reformas que terminaron con
muchas barbaridades y crueldades. 7.3.2. La Escuela Positivista
A finales del siglo XIX, como contraste y complemento a la Escuela Clásica, emerge la Escuela Positivista con una nueva metodología. Entre otros autores, se debe mencionar las aportaciones de Cesare Lombroso (18351909) y Enrico Ferri (1856-1909). Reconocieron la labor humanística de la Escuela Clásica, buscaron integrarla y renovarla en-y-con su corriente. Adoptaron el método empírico-experimental, huyendo de especulaciones metafísicas. Por ello, sólo aceptaban con valor científico los hechos sociales analizados de acuerdo con una metodología adecuada: observación, experimentación y demostración empírica. El positivismo en todas sus manifestaciones obtuvo una gran difusión, en el campo de la desviación social y de la Criminología. Se bifurcaron en dos tendencias: biogenética y sociológica. En la primera tendencia, la biogenética, destaca Lombroso, quien afirma que la desviación está determinada por factores biológicos (Lombroso, 1895). Propuso la idea de que los delincuentes tenían unos rasgos físicos característicos: estrechos de frente, pómulos prominentes, brazos largos como los primates, ser atávico, instinto primitivo. El criminal era un sujeto biológicamente regresado a estados inferiores de la especie humana. Es el creador de la teoría del criminal nato, que expone en su Tratado Antropológico del Hombre Delincuente (Lombroso, 1876). Observó cráneos de criminales, buscó desigualdades físicas y propuso la teoría del atavismo o regresión, que afirma que el criminal es una clase distinta de hombre; es un hombre retornado a la barbarie, con conductas derivadas de instintos innatos de raíz genética, con desarrollo orgánico y psíquico inferior, y todo ello se manifiesta incluso en los rasgos físicos. Se trataría de una víctima de su propio determinismo biológico. Con su teoría inició una polémica (sobre todo en Europa) de la que se han ocupado especialistas en Medicina Legal, sociólogos, criminalistas, juristas, al plantearse si el delincuente nace o se hace, lo que en términos sociológicos equivaldría a preguntarse si el desviado nace o se hace. La teoría del criminal nato recibió severas críticas, fundamentalmente, por establecer paralelismos entre los rasgos físicos y la delincuencia. Uno de sus primeros críticos fue su discípulo, Enrico Ferri, quien proporciona una
perspectiva sociológica a la explicación causal, al distinguir entre el delincuente habitual y el delincuente ocasional. De forma que es el propio Ferri quien encabeza la orientación sociológica de la escuela, y postula la llamada ley de la saturación. Con esta ley, mantiene que los delincuentes y su número son creaciones de cada sociedad. Para explicar su teoría recurre a la estadística social, estudia las variaciones que se reflejan en el campo de la delincuencia, y sin desdeñar el peso que pudieran tener los factores antropológicos, psíquicos y orgánicos, atribuye al factor social el mayor peso en la emergencia del hecho desviado. Un argumento que utiliza para mantener la supremacía de la influencia social sobre lo orgánico y la diferenciación entre el desviado habitual y el desviado ocasional. El desviado habitual es aquel individuo que vive en la desviación, y conoce los medios para delinquir como un profesional. Frente a él, el desviado ocasional es aquel que incurre en imprudencias, se arrepiente y no reincide. Las teorías biosociales insisten en que la causa de la delincuencia es la interacción entre características biológicas y el medio ambiente. En la actualidad, los avances en Genética, Bioquímica y Neuropsicología han renovado el interés por los factores biológicos de la conducta desviada. Es significativo, por ejemplo, que una mayoría de los crímenes violentos y homicidios son cometidos por los hombres; poniendo el acento en el componente hormonal de la conducta violenta (testosterona). 7.4. TEORÍAS SOCIOLÓGICAS SOBRE LA DESVIACIÓN Y LA DELINCUENCIA Las teorías sociológicas sobre la desviación y la delincuencia son tan antiguas como las fisiológicas, y, desde el principio, entraron en colisión con ellas. Frente a las teorías Lombrosianas, se establecieron propuestas en el sentido de que el comportamiento violento era el proceso de determinadas condiciones sociales, tal y como señaló Ferri, anteriormente citado. Desde la Sociología se contestó al atavismo biológico de Lombroso con la teoría de que la violencia se aprendía a través de la imitación, con tres premisas: las personas imitan a otras en proporción al grado de contacto que tienen con ellas; los inferiores imitan a los superiores, y las nuevas modas desplazan a las antiguas también en las costumbres y hábitos delictivos (Tarde, 1903: 366-370).
7.4.1. Teoría de Ecología Humana
La Escuela Ecológica o Escuela de Chicago, tiene por objeto demostrar las relaciones existentes entre la vida económica de una comunidad y la distribución geográfica de las lacras sociales, entre las que se ubica la delincuencia. Los antecedentes del paradigma ecológico son: Georg Simmel (1893) con los ajustes psicológicos que debían hacer los residentes en las grandes urbes, o Thomas y Znaniecki (1920), que estudian la falta de referencias de valor de los inmigrantes. En general, el desarrollo y el tipo de segmentación territorial de la ciudad explicaría la relación entre la aparición de determinados fenómenos violentos, la existencia de zonas deprimidas de la ciudad, y los fenómenos de la marginación y la exclusión social. Estas investigaciones relacionan el hecho delictivo no tanto con rasgos personales, como con el lugar en dónde se vive, especialmente los barrios de las grandes ciudades. Por ejemplo, Shaw y Mckay (1972) concluyen que: 1. Los distritos municipales con mayor tasa de delincuencia eran barrios desorganizados socialmente. 2. Las tasas más altas de problemas juveniles estaban en zonas geográficas con un estatus socioeconómico más bajo. 3. Las áreas de mayor delincuencia coincidían con asentamientos de población inmigrante. 4. En la desviación había un alto componente de transmisión cultural y aprendizaje de técnicas para delinquir. En resumen, la desviación y la delincuencia se explican por la existencia de un ecosistema específico que favorece la desviación. Así, Shaw plantea la explicación del delito aprendido por tres razones: porque el delincuente vive en una zona criminógena con débil control social, porque se ha socializado en un medio ambiente con valores de una cultura criminal, o porque tiene oportunidades de delinquir sistemáticas y de forma rentable (1972: 171). Las investigaciones de la Escuela de Chicago partían del principio teórico de que el orden social es diverso, motivo por lo que resaltaron la importancia del factor ambiental (environmental factor), subcultural, institucional y su
correlación con los índices de desviación. Con este enfoque, sus investigadores se adentraron en el interior del mundo de la desviación para poder comprender mejor el hecho y a sus protagonistas; llegando a la conclusión de que el origen de la desviación es la desorganización social. El concepto de desorganización social había aparecido en la obra de William I. Thomas (1863-1947) y Florian Znaniecki (1882-1958), quienes publicaron, entre 1918 y 1920, El campesino polaco en Europa y América (Thomas y Znaniecki, 2006). Esta obra representa un hito en el estudio de las dificultades de integración de los emigrantes polacos en Estados Unidos. En ella destacan que la causa primigenia de la desviación es la desorganización social, porque no facilita la integración. Las aportaciones más importantes de la escuela de Chicago se pueden sistematizar en: 1. La influencia que ejerció su método en posteriores trabajos urbanísticos, ecológicos, demográficos, etc., originando un cambio de hábitos en el estudio de la desviación social. 2. El impulso dado al análisis subcultural de la desviación; ya que al estudiarlo desde dentro, alcanzaron un mejor conocimiento. 3. Su empirismo y complementariedad, con la utilización del análisis estadístico de datos policiales y judiciales. 4. Destacan los altos índices de desviación que acaecen en las áreas marginales y maltrechas de la gran ciudad, y precisan que dichas tasas son multifactoriales, que no son sólo las condiciones económicas las generadoras. 5. Rompen con el positivismo que interpretaba la desviación como práctica individual. 6. No estudian exclusivamente el fenómeno de la desviación, sino que se ocupan también de problemáticas colaterales como: las pandillas, el alcoholismo, la falta de viviendas, la pobreza, la inmigración 7.4.2. Las teorías funcionalistas: la anomia
La Escuela Funcionalista de Sociología de la desviación nace en Inglaterra en 1930. Tiene una orientación empirista y utilitarista. Su postulado es que la sociedad es una totalidad equilibrada, un sistema social y, como tal, posee estructura externa e interna, las cuales deben funcionar como una estructura orgánica, para poder mantener el equilibrio social. Este planteamiento le lleva a estudiar las formas de organización social y las instituciones creadas para conservar, evitar y corregir los conflictos sociales que puedan alterar el orden. Desde este paradigma, son fundamentales las aportaciones de Durkheim, quien contempla el delito y la desviación como objeto medular de sus trabajos sociológicos. Utiliza el concepto de anomia en La división del trabajo social, y, posteriormente, lo aplica en El suicidio. Difundió esta idea en el sentido de carencia de las normas, de estar al margen de las normas, y defiende que a nivel social se trata de una desviación (en la conducta) de la dirección natural de la propia sociedad. Durkheim analiza estadísticamente el fenómeno delictivo. Estudia las tasas de causalidad anómica, las compara con las de otros hechos sociales, y concluye que se trata de un fenómeno normal, en la medida en que es un comportamiento socialmente generalizado. En su teoría, compara la sociedad con un organismo vivo y afirma que, al igual que en el organismo vivo existen patologías, no existe un cuerpo social perfecto, y siempre habrá patologías sociales. Esta analogía organicista le lleva a exponer que algunas partes del organismo social siempre se sentirán disconformes con la uniformidad del pensar, sentir y obrar común, con el rol asignado en la división social del trabajo, o bien que se trate de partes que no tengan límites en sus apetencias. Las disconformidades apuntadas indican la existencia de conciencias individuales que no se someten a la presión de la conciencia colectiva. El criterio de Durkheim es que la sociedad corrige las conductas desviadas a través del control social, de manera que la vigilancia y la sanción se constituyen en lo normal y añade que, desde el comienzo de los tiempos, la desviación y el desviado existen en todas las sociedades, ya que las desviaciones cumplen funciones sociales positivas; regulando los sistemas sociales, fortaleciendo los vínculos sociales como reacción frente al delito. Es decir, frente a la anomia se crea un ambiente social donde los sentimientos individuales se funden configurando un sentimiento común de rechazo. En definitiva, para Durkheim, la función de la desviación social es la
creación del orden social, y una forma de reafirmar la conciencia social. La desviación delimita lo socialmente permitido, refuerza la cohesión social y promueve la solidaridad en la colectividad. En este sentido, el delito es un fenómeno social normal y funcional. Estrechamente ligado a Durkheim encontramos a Robert King Merton (1910-2003), quien recoge el concepto de anomia, y en 1938 le dedica uno de sus principales ensayos, Estructura social y anomia (Merton, 1964). En él estudia sistemáticamente la desviación social, afirmando que «es como la quiebra de la estructura cultural, que tiene lugar, en particular, cuando hay una disfunción aguda entre las normas y los objetivos culturales y las capacidades socialmente estructuradas de los individuos del grupo para obrar de acuerdo con aquellos» (1964: 180). En este sentido, la desviación es la respuesta individual a los problemas de la estructura social. La desviación surge cuando los medios proporcionados por la estructura social no permiten alcanzar los objetivos deseados por la cultura individual. Por tanto, Merton admite que la propia sociedad, en tanto que sistema estructurado, contiene los objetivos y los medios necesarios para conseguirlos. Ante la reacción para utilizar esos objetivos y esos medios, Merton formula cinco posibles respuestas por parte de los sujetos que forman el sistema: 1. Aceptación de objetivos y medios. 2. Innovación: implica conformidad con objetivos, pero no con los medios. 3. Ritualismo: conformidad con los medios, pero no con los objetivos. 4. Retraimiento: disconformidad con objetivos y medios. 5. Rebelión: falta de conformidad con objetivos y medios, e intento de crear nuevos objetivos y medios originando un cambio de hábitos. La continuidad de la Teoría de la anomia la encontramos, también, en Albert K. Cohen (1918-2014), y, específicamente, en sus investigaciones sobre la delincuencia juvenil. Fue el primer sociólogo en utilizar los conceptos de cultura y subcultura para explicar la desviación social. Para Cohen, la respuesta es colectiva no individual, como dice Merton. Atribuye los actos asociales o delictivos al desequilibrio existente entre la cultura general, que en el proceso de socialización enseña unos valores, habilidades,
unas metas a alcanzar; pero sin pensar en la existencia de subculturas ambientales que no pueden ofrecer útiles para competir y alcanzar las metas convencionales. Ello origina que los individuos inmersos en esas subculturas se rebelen agrupados, alteren los valores de la cultura convencional y se acojan o fortalezcan una subcultura desviada. Se convierten así en grupos de referencia para otros individuos con los mismos problemas (Cohen, 1955). 7.4.3. El interaccionismo: Etiquetaje y teorías de la transmisión cultural
Otra forma de entender la desviación la encontramos en la corriente de pensamiento que recoge el planteamiento weberiano de la Verstehen (comprensión). Con esta base, a partir de 1960, un grupo de sociólogos adoptaron el postulado del Interaccionismo Simbólico, para el que la reacción a las conductas públicas responde a la interpretación que de las mismas se sigue tras el proceso de interacción social. En este campo, una de las aportaciones más notables la realiza el sociólogo norteamericano Howard Becker (1928) con su famosa Teoría del Etiquetado, también llamada Teoría de la Reacción Social. Becker, en su obra Hacia una Sociología de la Desviación, sostiene que son los grupos sociales los que, al establecer las normas y los controles sociales, crean la desviación. Ello significa que «la desviación no es una cualidad intrínseca al comportamiento en sí, sino la interacción entre la persona que actúa y aquellos que responden a su accionar» (Becker, 2009). El comportamiento desviado es el que la gente etiqueta como desviado. La definición anterior tiene un enfoque psicosociológico. Las primeras consecuencias que se derivan de ella son que los desviados no son un tipo homogéneo de individuos, que la desviación «no es una cualidad en sí», sino que se da con la existencia de interacción entre una persona que actúa y otras que reaccionan, y que al reaccionar califican de desviado al interlocutor. Para Becker, «los grupos sociales crean la desviación al elaborar las leyes cuya infracción constituye desviación y al aplicar estas leyes a personas particulares, etiquetándolas como infractores» (2009). La teoría de la transmisión cultural se basa también en el interaccionismo simbólico (Mead, 1982; Blumer, 1969). Para esta teoría, la conducta social es consecuencia de una cultura o subcultura determinada. Así, afirma que la violencia se aprende en interacción con otras personas, mediante un proceso de comunicación. También se transmiten las justificaciones necesarias para
cometer el delito. El aprendizaje se hace en los grupos personales más íntimos. Una persona se hace violenta cuanto mayores son los contactos diferenciales con los modelos criminales. Según la teoría de la etiquetación, el problema no es el sujeto que actúa, sino los agentes sociales que controlan. El control penal produce desviación. El interaccionismo simbólico indica que: 1. Los seres humanos actúan sobre las cosas en base al significado que dichas cosas tienen para ellos. 2. Esos significados son el producto de la interacción social en la sociedad humana. 3. Esos significados son manejados mediante un proceso interpretativo utilizado por cada individuo. Por lo tanto, el delito no es un hecho que decida el individuo, sino una construcción social. Lo que es desviado para un grupo puede no serlo para otro. Las diferentes actitudes y comportamiento sociales hacia temas como la droga, la homosexualidad, o la eutanasia son un ejemplo claro del relativismo cultural que rodea la catalogación o etiqueta de la conducta normal y desviada. Existe una graduación en el proceso de desviación, debiendo distinguirse entre una acción desviada inicial que no etiqueta a la persona como desviado, y que ocupa un lugar marginal en la identidad de esa persona; y una desviación consolidada, que forma parte de la identidad de una persona, que es considerado y se considera a sí mismo como desviado. En el primer caso, hablaríamos de la desviación primaria; en el segundo, de desviación secundaria (Lemert, 1951). Asumir la identidad criminal abre la posibilidad de integrarse en una subcultura desviada, lo que sirve de coartada y justificación del comportamiento delictivo. En cierta medida, esta integración en una subcultura desviada sirve para neutralizar los sentimientos de autocensura. Sykes y Matza (1957) señalan que el delincuente vive en la cultura de la delincuencia por el aprendizaje de las técnicas de la neutralización, que permite a la mayor parte de los delincuentes compaginar los valores convencionales de la sociedad y la violación de las normas básicas de las
clases medias. Las técnicas de neutralización pueden ser: 1. Negación de la responsabilidad, justificando su comportamiento por diversos motivos: educación, falta de oportunidades, mala suerte, etc. 2. Negación del daño o perjuicio que se le haya podido infligir a una supuesta víctima. Por ejemplo, diciendo que un robo estará cubierto por el seguro. 3. Negación de que el hecho sea erróneo y que la culpa la tiene la propia víctima. Por ejemplo, robar a un ladrón. 4. Descalificación de quienes han de perseguir el delito. Por ejemplo, acusando a la policía de corrupción. 5. Apelación a lealtades superiores, como la de su grupo de referencia. Por ejemplo, la lealtad entre los miembros de una banda juvenil. 7.4.4. La nueva Criminología y las teorías del conflicto
En 1973, Taylor, Walton y Young publican La nueva Criminología, que marca el tránsito de las teorías del etiquetado a una criminología crítica o neomarxista. Los autores mencionados hacen una revisión crítica de la Criminología clásica para poner el acento en la consideración del delito y el control social en la obra de Marx, Engels y Bonger (Taylor et al., 1997: 226253); destacando, por una parte, que la desmoralización engendrada por el capitalismo hace que surja el desorden y la violencia; y, por otra, que son los sentimientos egoístas propios del sistema capitalista los que crean «un clima favorable para la comisión de actos criminales» (1997: 227 y 243). Su propósito es hallar una teoría que dé «cuenta de la desviación como expresión del conflicto estructural en sociedades no igualitarias» (1997: 255). Las críticas a la teoría del etiquetado se pueden sintetizar en: a) No explican la desviación primaria, y la pregunta fundamental ¿Por qué el individuo delinque en primer lugar? b) Ignora que son los factores estructurales de la sociedad capitalista los que propician el surgimiento de la delincuencia.
c) Presentan al desviado como un sujeto pasivo. d) Cae en el determinismo, por el proceso social de etiquetado. e) Desconoce la dimensión del poder. f) Ignora de qué forma el proceso de etiquetado responde a las necesidades del sistema. g) Ignora la trayectoria histórica del proceso etiquetador. En general, desde esta corriente de pensamiento, las críticas a las teorías de la desviación tradicionales es que están sesgadas hacia el paradigma del consenso. La Sociología clásica, especialmente Durkheim y Comte, ha considerado la desviación como una ruptura de la normalidad social. Una normalidad que habría que recuperar. La perspectiva del funcionalismo y el estructuralismo consideraban que debía volverse al orden social vigente. En este sentido, el delito es la quiebra del consenso social. Sin embargo, para la Teoría Crítica, la realidad no refleja ese consenso social; sino que, por el contrario, hay conflictos sociales que explican los comportamientos desviados, como los analizados por Marx «bajo la forma de conflictos derivados de la lucha del hombre por abolir las divisiones impuestas por los ordenamientos de la producción material» (Taylor et al., 1997: 253). Un intento de ampliar los supuestos fundamentales de la teoría del consenso social, eludiendo el planteamiento marxista, es el llevado a cabo por Ralf Dharendorf (1929-2009); quien se pregunta ¿por qué persiste el conflicto en la sociedad en general, aunque disminuya el conflicto de clases? Este autor considera la «teoría del conflicto grupal» de Georg Simmel para explicar los actos delictivos que surgen como consecuencia de las desigualdades políticas y sociales (Taylor et al., 1997: 253). En este caso, el conflicto no tiene necesariamente una valoración negativa, sino que, por el contrario, es algo normal en la sociedad y facilitador de la dinámica social. De hecho, el conflicto social puede resultar sociológicamente productivo, actuando como fuerza integradora y de socialización del grupo (Simmel, 1977). El conflicto social forma parte de una realidad social más amplia que puede operar como mecanismo de reproducción de la sociedad, y, en ese sentido, como forma de socialización (Tejerina, 1991: 61). La Teoría Crítica plantea la necesidad, por una parte, de conocer los
factores estructurales que propician la desviación: «Los orígenes mediatos del acto desviado solo pueden ser entendidos… en función de la situación económica y política rápidamente cambiante de la sociedad industrial avanzada (Taylor et al., 1997: 286); y, por otra, analizar la racionalidad del acto delictivo en sí mismo como fruto de la elección: La teoría debe explicar las diferentes formas en que las exigencias estructurales son objeto de interpretación, reacción o uso por parte de hombres ubicados en diferentes niveles de la estructura social, de tal modo que hagan una elección esencialmente desviada (…) los hombres pueden elegir conscientemente el camino de la desviación, como la única solución a los problemas que les plantea la existencia en una sociedad contradictoria (Taylor et al., 1997: 287).
La nueva Criminología trata de redefinir qué es delito, indicando que «la desviación es normal, en el sentido de que en la actualidad los hombres se esfuerzan conscientemente (en las cárceles que son las sociedades contemporáneas y en las cárceles propiamente dichas) por afirmar su diversidad humana…Lo imperioso es crear una sociedad en la que la realidad de la diversidad humana, sea personal, orgánica o social, no esté sometida al poder de criminalizar» (Taylor et al., 1997: 298). La pretensión indicada de redefinir el delito en función de las condiciones del sistema capitalista, no podía ocultar la realidad de una actividad que perjudicaba a las clases trabajadoras, de ahí que, en la década de los años ochenta del siglo XX, surgiera una nueva perspectiva teórica desde la izquierda, con un planteamiento más realista. La Nueva Izquierda o realismo de la izquierda se distancia de planteamientos teóricos e idealistas para analizar los efectos dañinos de la delincuencia para las comunidades de clase obrera; «para estos nuevos realistas de izquierda, la Criminología debía implicarse más en cuestiones «reales» como el control de la delincuencia y las políticas sociales, en vez de debatir de forma abstracta sobre ellas» (Giddens y Sutton, 2014: 1043). Este enfoque se basa en la teoría de la subcultura de Merton cuando indica que «dentro de las ciudades se desarrollan subculturas delictivas que, en sí mismas, no surgen de la pobreza, sino de la marginación política y la privación relativa, la sensación de carecer de cosas a las que todo el mundo debería tener derecho» (Giddens y Sutton, 2014: 1044). 7.4.5. Teoría del control social
Se puede definir el control social como la vigilancia e intervención de la
sociedad para proteger y hacer cumplir el sistema normativo que estructura el orden establecido, salvaguardar la vida del grupo y la convivencia colectiva. Para tales propósitos, todas las sociedades utilizan un conjunto de mecanismos e instituciones destinados a evitar o reprimir las conductas antisociales, el comportamiento desviado. Este comportamiento surge cuando se debilitan los lazos de control, que se han creado mediante el proceso de socialización. En este sentido, el comportamiento desviado es un fallo en el proceso de socialización, y los mecanismos de control social imponen sanciones y castigos para reprimir esos comportamientos desviados. Para los teóricos del control social como Hirschi (1969), es importante considerar dos dimensiones: la fortaleza del vínculo social de los individuos; y el conocimiento de las consecuencias de un comportamiento desviado. Todos los individuos pueden tener de forma innata deseos egoístas, si no se realizan es gracias al control social, que será más efectivo en función de cuatro parámetros sociales: 1. Relaciones afectivas o vínculos sociales: el establecimiento de fuertes vínculos sociales, por ejemplo, con familiares, compañeros de trabajo o estudio, o con amigos, hace más efectivo el control sobre el comportamiento. 2. Estructura de oportunidades: La posibilidad de alcanzar los objetivos individuales por medios lícitos favorece el comportamiento normalizado y el compromiso con la consecución de los objetivos por vías legales. 3. La fuerte implicación en actividades lícitas como trabajo, estudio, ocio socialmente aceptado, etc. evita el comportamiento desviado. 4. Las creencias y la dimensión de los valores morales y éticos de los individuos condicionan el comportamiento normalizado de los individuos en su entorno social. Las sociedades inician el control con la utilización de medios interiorizados y persuasivos, que parte de la propia persona, y, por lo tanto, es un proceso de autocontrol. En una segunda etapa, si la primera fracasa, la sociedad recurre a instrumentos de coacción cada vez más severos: control externo. Como afirma Talcott Parsons (1902-1979): Los actores están continuamente haciendo y diciendo cosas que están más o menos «fuera de
lugar», como el atacar con insinuaciones las razones de alguien o jactándose en exceso. Una observación detenida nos mostrará que el resto de los que asisten a tal situación y muchas veces sin ser conscientes de ello, suelen reaccionar ante estas pequeñas desviaciones de manera que hagan «entrar en vereda» al desviante, mostrando con tacto un cierto desacuerdo con él o mediante un silencio que ponga de manifiesto el hecho de que lo que el otro dijo era algo inaceptable, o muchas veces mediante un rasgo de humor que alivie la tensión, a resulta de lo cual llega a verse más como la ven los demás. Puede decirse que estos pequeños mecanismos son el modo de ser integrados en la conducta los valores institucionalizados. Son, en cierto modo, los mecanismos más fundamentales, y sólo cuando éstos se quiebran se hace preciso que entren en juego mecanismos más acabados y especializados (1951: 303).
La disquisición anterior lleva a distinguir dos tipos de controles: informal y formal. El control informal está referido a poner en práctica medidas de garantía ante las conductas antisociales. El control social informal se inicia en el mismo momento del nacimiento y el primer agente de control es la familia, que ya desde el inicio del proceso de socialización enseña y vigila pautas de comportamiento a través del juego. Las influencias socializadoras del entorno infantil, (familia, escuela, grupos primarios) desempeñan un papel muy importante en la formación de la personalidad del niño, de ahí que este período sea de suma importancia para alcanzar la convicción personal y el acatamiento a las normas. Este proceso se analiza en profundidad en el capítulo 6. El control formal descansa en la organización social. Se ejerce cuando el miembro cumple o incumple una norma de obligado cumplimiento establecida en aplicación de un código, una ley, un reglamento, etc. Se trata de regulaciones, estatutos y leyes respaldadas por el gobierno o por alguna institución, y asistidas de cauces coercitivos para obedecerlas y premios para reconocer su cumplimiento. Los agentes formales para ejercer el control formal son: tribunales de justicia, policía (que también tiene función informal al actuar como prevención), correccionales y prisiones. 7.5. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS En relación con la cuestión de la desviación social, comentar el siguiente texto de la película Jobs, dirigida por Joshua Michael Stern, y protagonizada por el actor Ashton Kutcher, en 2013: En la película, que narra la vida del cofundador de Apple, un entrevistador de radio pregunta al protagonista ¿Qué va a hacer en el futuro? Y él responde: Vamos a dejar huella en el Universo... y, a continuación, prosigue: «por los locos, los marginados, los rebeldes, los problemáticos, los
inadaptados, los que ven las cosas de una manera distinta, a los que no les gustan las reglas, y a los que no respetan el status quo. Pueden citarlos, discrepar de ellos, ensalzarlos o vilipendiarlos, pero lo que no puedes hacer es ignorarlos, porque ellos cambian las cosas, empujan hacia delante a la raza humana, y aunque algunos puedan considerarlos locos, nosotros vemos en ellos a genios, porque las personas que están bastante locas como para creer que puedan cambiar el mundo, son las que lo logran».
7.6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BECCARIA, C. (1968). De los delitos y las penas. Madrid. Alianza. BECKER, H. (2009). Outsiders. Hacia una Sociología de la Desviación. Buenos Aires. Siglo XXI. BLUMER, H. (1969). «Symbolic Interaction: Perspective and Method». Englewood Cliffs N.J. Prentice Hall. COHEN, A.K. (1955). Delinquent Boys: The Culture of the Gang. New York. Free Press of Glencoe. DAHRENDORF, R. (1973). Homo sociologicus. Un ensayo sobre la historia, significado y crítica del rol social. Madrid. Instituto de Estudios Políticos. DURKHEIM E. (2001). Las reglas del método sociológico. México. Fondo de Cultura Económica. FERRI, E. (2005). Sociología criminal. Pamplona. Analecta. GIDDENS, A. y SUTTON, Ph.W. (2014). Sociología. Madrid. Alianza. HIRSCHI, T. (1969). Causes of Delinquincy. Berkeley. University of California Press. HOWARD, J. (2005). El Estado de las prisiones en Inglaterra y Gales. Madrid. Fondo de Cultura Económica. LEMERT, E.M. (1951). Social pathology: a systematic approach to the theory of sociopathic behavior. New York. McGraw-Hill. LOMBROSO, C. (1876). L’uomo delincuente Studiato in raporto alla antropología, alla medicina legale, ed alla discipline carcerarie. Milan. Ulrico Hoepli editore. — (1895). L’homme criminel. Etude anthropologique et medico-légale. Paris. Alcan. MEAD, G.H. (1982). Espíritu, persona y sociedad: desde el punto de vista del conductismo social. Barcelona. Paidós. MERTON, R. (1964). Teoría y estructura sociales. Méjico-Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. PARSONS, T (1951). The Social System. USA. Glencor III. The Free Press. SIMMEL, G. (1977). «Sociología: Estudios sobre las formas de socialización». Madrid. Revista de Occidente. SHAW, C.R. y McKay, H.D. (1972). Juvenile Delinquency and Urban Areas. Chicago,.The University of Chicago Press. SYKES, G.M. y Matza, D. (1957). «Techniques of Neutralizations: A Theory of Delinquency». American Sociological Review, 22 (6): 664-670. TARDE, G. (1903). The Laws of Imitation. New York. Henry Holt and Company. TAYLOR, I., WALTON, P. y YOUNG J. (1997). La nueva Criminología. Contribución a una teoría social de la conducta desviada. Buenos Aires. Amorrortu. TEJERINA, B. (1991). «Las teorías sociológicas del conflicto social. Algunas dimensiones analíticas a
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Capítulo 8 Los movimientos sociales Tomás Alberich Verónica Díaz Moreno
8.1. Definiciones, conceptos y teorías sobre los movimientos sociales. 8.1.1. El concepto de Movimiento Social. 8.1.2. Teorías sobre asociacionismo y movimientos sociales. 8.1.2.1. El Funcionalismo y la Escuela de Chicago: los teóricos de la conducta colectiva. 8.1.2.2. Teorías del paradigma de la movilización de recursos. 8.1.2.3. Teorías orientadas hacia el paradigma de la identidad. 8.1.2.4. Neomarxismos y posmarxismos. 8.1.2.5. Manuel Castells. 8.1.2.6. Teorías neolibertarias y posmodernas (Jesús Ibáñez y Michel Maffesoli). 8.1.2.7. Las contradicciones sociales (Johan Galtung). 8.2. Introducción histórica, las olas o grandes fases de los movimientos sociales. Tipologías de movimientos sociales. 8.2.1. El movimiento obrero. 8.2.2. Los nuevos movimientos sociales. Mayo del 68, pacifismo, ecologismo, feminismo. 8.2.3. Globalización y movimientos altermundialización. 8.3. Los movimientos ciudadanos en España.
8.4. Movimientos de indignados, 15M y mareas ciudadanas (segunda década del s. XXI). 8.5. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 8.6. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata este capítulo? En la historia de los Movimientos Sociales podemos distinguir tres grandes olas principales, tres grandes tipos y cambios: 1) Movimientos Obreros (s. XIX y xx). Conviven desde finales del XVIII (revolución francesa) con otros movimientos sociales, pro derechos cívicos básicos y por la democracia. Desde los abolicionistas de la esclavitud hasta las mujeres sufragistas, por citar un par de ejemplos. 2) Los denominados Nuevos Movimientos Sociales (desde los años 60 a 90 del s. XX): ecologista, feminista, pacifista, revoluciones culturales antiautoritarias… a los que sumaríamos, en el caso español, el Movimiento Ciudadano, que veremos específicamente. 3) Movimientos Altermundialistas e Indignados (s. XXI). A la diversidad de los sujetos anteriores le sumaríamos mayor pluralidad ideológica y diversidad de objetivos, son movimientos generalistas que quieren ser globales, a diferencia del sentido monotemático que caracteriza a los de las olas anteriores. Los movimientos de indignados, de la segunda década del s. XXI, ¿son una nueva fase de esta tercera ola o son una cuarta generación? Tal vez aún es pronto para saberlo. En este capítulo, veremos primero las definiciones de los principales conceptos que vamos a utilizar; en segundo lugar, algunos destacados autores, corrientes de pensamiento o escuelas de investigación social que enmarcan el estudio sobre los movimientos sociales y políticos, y, en tercer lugar, las características básicas de los movimientos sociales correspondientes a cada una de estas olas o fases.
8.1. DEFINICIONES, CONCEPTOS Y TEORÍAS SOBRE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES [16] 8.1.1. El concepto de Movimiento Social
Las teorías sobre los movimientos sociales son tan antiguas como la propia Sociología, ya que desde sus orígenes podemos encontrar análisis sobre el comportamiento de la sociedad civil y de sus colectivos, organizaciones y movimientos asociativos. Estos estudios se impulsan especialmente en el siglo XIX: sobre los movimientos sociales liberales y revolucionarios, el movimiento obrero, campesino, etc., que encontramos en Karl Marx y Friedrich Engels, Max Weber, Émile Durkheim, etc. y, anteriormente y con menos profundidad, en Claude Henri de Saint-Simon, Alexis de Tocqueville, Jean-Jacques Rousseau, Auguste Comte, entre otros. Estas investigaciones sociales nos podrían remontar al origen mismo de las reflexiones filosóficas sobre la sociedad y los comportamientos colectivos, pero no son objeto de este capítulo. ¿Dónde poner la frontera de las teorías a utilizar que nos sea útil para la investigación social? El mismo término de «movimiento social» nos puede dar una pista: no ha sido genéricamente utilizado hasta épocas recientes. Jaime Pastor indica que la noción de movimiento social «pasa a ser de uso corriente después de la Revolución Francesa y, sobre todo, tras las revoluciones de 1848, cuando se aplica al nuevo movimiento obrero, el cual emerge como fuerza social y política al margen de las instituciones del Estado liberal» (Pastor, 1991). Es decir, podemos considerar que es después de las revoluciones de mediados del siglo XIX cuando se empieza a diferenciar entre movimientos estrictamente políticos (partidos u organizaciones con el objetivo principal de la toma del poder político) y los movimiento sociales, con el movimiento obrero como nuevo movimiento pujante, que quieren cambiar la sociedad pero no preferentemente desde el plano político-partidista (toma del poder), sino en otras esferas sociales y en la vida cotidiana, y con el objetivo prioritario de conseguir mejoras concretasen la situación de los trabajadores en cada centro de trabajo y en su comunidad (barrio o municipio). Charles Tilly (1929-2008) dedicó buena parte de su vida y de su extensa obra a analizar los movimientos sociales y a realizar un recorrido histórico sobre sus diferentes tipos y características, tratando de dar respuesta a una
pregunta de actualidad: «¿Por qué los movimientos sociales son tan parecidos en todo el mundo y cómo y por qué se han convertido estos movimientos en una de las principales plataformas de acción política en todo el planeta?» (Tilly y Wood, 2010: 13), incluida en su obra póstuma denominada precisamente Movimientos Sociales 1768-2008. En el que presentan las características definitorias de cualquier Movimiento Social: «A la vista de su desarrollo en Occidente desde 1750, el movimiento social fue el resultado de la síntesis innovadora y trascendental de tres elementos: 1. Un esfuerzo público, organizado y sostenido por trasladar a las autoridades pertinentes las reivindicaciones colectivas (campaña). 2. El uso combinado de algunas de las siguientes formas de acción política: creación de coaliciones y asociaciones con un fin específico, reuniones públicas, procesiones, vigilias, mítines, manifestaciones, peticiones, declaraciones a y en los medios de comunicación… (repertorio del Movimiento Social). 3. Manifestaciones públicas y concertadas de WUNC (worthiness, unity, numbers and commitment) de los participantes: valor, unidad, número y compromiso.» (Tilly y Wood, 2010: 22)
Esta es seguramente una de las definiciones de movimiento social más completas y complejas. Tilly continúa indicando: «La expresión “WUNC” resulta extraña, pero alude a algo con lo que estamos familiarizados. Las demostraciones de WUNC pueden adoptar la forma de declaraciones, eslóganes o etiquetas que impliquen las nociones de valor, unidad, número y compromiso (...) por ejemplo: — Valor: conducta sobria, atuendo cuidado, presencia del clero, de dignatarios o madres con hijos. — Unidad: insignias idénticas, cintas para el pelo, pancartas o vestuario; desfiles, canciones e himnos. — Número: recuento de asistentes, firma de peticiones, mensajes de las circunscripciones, ocupación de las calles. — Compromiso: desafiar al mal tiempo; participación visible de gente mayor o discapacitada; resistencia ante la represión; hacer ostentación del sacrificio, la adhesión o el mecenazgo» (Tilly y Wood, 2010: 23). En el primer caso está hablando de «valor» en el sentido de darle valor añadido a la movilización mediante la presencia de dignatarios, clero, madres con hijos, etc. Mientras que el «compromiso» también incluye el valor en el
sentido de demostrar el valor, ser valientes (a pesar de la posible represión). Para Charles Tilly, ¿cuál fue el primer movimiento social que cumplía con su amplia definición? Con arreglo a la misma, el primero que cumple con todas las características fue el movimiento antiesclavista que se desarrolla desde finales del siglo XVIII, en Gran Bretaña y en su propio país (EE.UU.). Resumiendo, las características señaladas por diferentes autores, podemos decir que los movimientos sociales son corrientes de expresión y acción colectiva que transcienden los márgenes del hecho asociativo y se manifiestan de otras múltiples formas. Un movimiento social, básicamente, es un colectivo de personas que realiza una acción colectiva estable y transformadora frente al sistema social o institucional. Tenemos así una definición sencilla y general (pero no tan completa como la anterior). Podemos indicar por tanto que un Movimiento Social siempre tiene entre sus características definitorias: (1) realizar una acción colectiva estable, (2) querer de forma explícita una transformación social que incluye cambios concretos (ya sean sociales, ideológicos, culturales, políticos, etc.), y (3) se sitúa frente a o independiente del poder o el sistema institucional. Decimos que quiere de «forma explícita» una transformación, porque todo movimiento social, en algún momento de su proceso de creación, se reconoce a sí mismo como sujeto transformador, se auto-reconoce como colectivo que quiere conscientemente cambiar algo de la sociedad. Como veremos, esto es lo que también se denomina «paradigma de la identidad», que queda reflejado en su propio desarrollo; el que consiga sus objetivos o no dependerá de otros factores, también de la denominada «estructura de oportunidad política» en la que actúe el propio movimiento, y de su capacidad de organización y de movilización de recursos. Hemos incluido en la definición «una acción colectiva estable» para diferenciar «movimiento social» de «movilización social». Una movilización social puede surgir espontáneamente o no por cualquier motivo (protesta, reivindicación, acción contra una medida gubernamental, etc.). Que esa movilización nazca, crezca y desaparezca en poco tiempo lo diferenciará de ser un movimiento social. Por ejemplo, si en un barrio ocurre el atropello de una persona en una calle sin señalización ni semáforos, puede surgir una protesta que denuncie el hecho y reivindique la instalación de medidas de seguridad. A partir de ahí puede ocurrir que se tomen las medidas adecuadas por parte del
Ayuntamiento y la movilización termine y desaparezca. O puede ocurrir que las instituciones no realicen ninguna acción, pero la movilización vaya perdiendo fuerza hasta también desaparecer. Pero también puede ocurrir que, si no se atiende la demanda ciudadana, la movilización crezca y pase a transformarse en un movimiento social urbano, con acciones reivindicativas durante un tiempo o de forma permanente (recogida de firmas, concentraciones, etc.) y, seguramente, también actúe reivindicando otros aspectos para la mejora de la ciudad. Y, finalmente, también es fácil que miembros de ese movimiento consideren la conveniencia de crear una asociación vecinal en ese barrio. Pasando de la movilización al movimiento social y, de la cristalización de este, la creación de una o varias asociaciones. 8.1.2. Teorías sobre asociacionismo y movimientos sociales
Cualquier clasificación de los autores que han escrito sobre las organizaciones de la sociedad civil es necesariamente artificial y parcial. A pesar de lo cual nos parece útil escoger y citar a algunos analistas que consideramos significativos y agruparlos en grandes «escuelas», cuyos límites o contornos son siempre borrosos, con el fin de comprender mejor sus planteamientos y que nos sea útil para introducirnos en este tema. En algunos casos, ellos mismos se autocalifican según «escuelas de pensamiento», en otros, los propios pensadores han evolucionado a lo largo de su bibliografía de unas posiciones a otras. Desde hace décadas parece difícil hablar de «escuelas de pensamiento», predominando la no adscripción a grandes ideologías. Se rechazan las ideologías cerradas o determinadas y concretas, que se asimilan a las de partidos políticos, aunque sí se admite la adscripción o cercanía a algunas corrientes o escuelas generales de pensamiento. También se habla de «marcos ideológicos» o de corrientes de pensamiento, más que de ideologías. Sobre el porqué de tanta dispersión de definiciones, M.ª Luisa Ramos explica que: Los movimientos sociales se abordan desde disciplinas como la sociología, la ciencia política, la antropología y la psicología social, sin que, sin embargo, se haga explícita esta ubicación. Aunque, como es comúnmente aceptada, coincide en que habría que distinguir entre el paradigma de la identidad o de los nuevos movimientos sociales y el paradigma de la movilización de recursos o enfoque estratégico (1997: 249).
Dejamos a un lado las teorías y definiciones realizadas por el marxismo y
por algunos de los fundadores de la Sociología, como Max Weber, que ya hemos visto en capítulos anteriores de esta obra. 8.1.2.1. El Funcionalismo y la Escuela de Chicago: los teóricos de la conducta colectiva
En la Sociología norteamericana, el análisis de los movimientos sociales ha pasado a través de los estudios del «collective behavior» (conducta colectiva). La conocida como Escuela de Chicago comienza desde los años veinte a dar un giro a los análisis anteriores, veamos algunos de sus pensadores. Talcott Parsons (1902-1979) «no distingue entre comportamientos desviados, como la criminalidad, y acciones conflictivas, como una protesta política (...) La desviación es el síntoma de una patología en la institucionalización de las normas, la señal de que las normas no han sido interiorizadas adecuadamente». Merton, el otro gran teórico funcionalista, «está más atento a todos los procesos por los cuales una sociedad no logra realizar una plena integración. Su análisis de la anomia es un ejemplo típico de los procesos en que ha faltado la interiorización de las normas» (Melucci, 1988: 101). Anomia es el proceso por el que no se da una integración. Con Neil Smelser (1930-2017), los fundamentos de la teoría funcionalista encuentran una aplicación sistemática en el análisis del comportamiento colectivo, que es el resultado de cinco determinantes que se suman, cada una de las cuales «agrega» sus propias condiciones a aquellas fijadas por las precedentes. Cada una es, por tanto, condición necesaria pero no suficiente, para que se verifique un comportamiento colectivo: propensión estructural, tensión, creencia generalizada, movilización y control social (factor contradeterminante). Las teorías sobre los movimientos sociales que se desarrollan después de la Segunda Guerra Mundial han sido agrupadas en dos escuelas principales, cada una con orígenes diferentes, aunque posteriormente sus autores raramente se identifican con una o con la otra, ya que asumen parte de los argumentos de la teoría contraria. En cualquier caso y por ser dos modelos ya clásicos pasamos a su descripción: a) Teorías de la Movilización de Recursos, desarrollada principalmente por autores norteamericanos. Aquí consideramos a J. Craig Jenkins y al italiano Alberto Melucci. Otros autores defensores de esta teoría han sido J. McCarthy, M.N. Zald, C. Offe, K. Eder, etc.
b) Teorías Orientadas al Paradigma de la Identidad, con autores europeos, como J. Cohen y A. Touraine. Otros autores han sido el citado Charles Tilly, Jürgen Habermas, etc. Mientras que los autores europeos parten desde concepciones neomarxistas, los americanos más bien lo hacen desde el neofuncionalismo, por lo que la ubicación de cada autor siempre es un tanto artificial. Ambas teorías las hemos llamado de modelos o de «separación», ya que parten de concepciones un tanto parciales, que segmentan y clasifican la realidad en diferentes facetas, no realizando un análisis social más global u holístico de las causas y motivaciones de los movimientos. 8.1.2.2. Teorías del paradigma de la movilización de recursos
Estas teorías nos plantean los conflictos colectivos como formas de lucha por el control de recursos. Un análisis de la acción social colectiva como creación, consumo, intercambio, transferencia o redistribución de recursos entre grupos y sectores de la sociedad. J. Craig Jenkins sintetiza los argumentos de los teóricos de la movilización de recursos al analizar las causas de la formación de los movimientos sociales: El sine qua non del estudio de los movimientos sociales ha sido tradicionalmente la pregunta de por qué estos se forman. Las explicaciones tradicionales han enfatizado los repentinos aumentos de agravios momentáneos, creados por las «tensiones estructurales» del cambio social rápido (Gusfield, 1968). Por el contrario, los teóricos de movilización de recursos han argumentado que los agravios son relativamente constantes y que provienen de conflictos estructurales de intereses inherentes a las organizaciones sociales, y que los movimientos se forman debido a cambios a largo plazo en los recursos grupales, organización y oportunidades de acción colectiva (Jenkins, en Annual Review of Sociology, 1983, publicado por FLACSO, 1988: 47 y 48).
Incidiendo en el tema, más adelante Jenkins indica que: Diversos estudios han confirmado también el argumento de que los cambios a largo plazo que se dan en la organización, los recursos y las oportunidades de los grupos dan origen a la formación de movimientos. Los conflictos industriales ocurren con más probabilidad entre trabajadores que se hallan ecológicamente concentrados en grandes fábricas y en vecindarios urbanos densamente poblados (1983: 49).
J. Graig Jenkins cita el análisis realizado por William A. Gamson (1975) sobre el éxito y el fracaso de 53 organizaciones, escogidas al azar, activas entre 1800 y 1945. En general, las organizaciones exitosas fueron: burocráticas, persiguieron metas limitadas, emplearon incentivos selectivos, disfrutaron de patronazgo, usaron métodos revoltosos (incluso la violencia) y
expresaron sus demandas durante períodos de crisis sociopolíticas. Hay que considerar que estas percepciones del éxito se ligan a su realización a corto plazo (ondas cortas), pero en ondas largas (movimientos históricos) puede haber movimientos exitosos con fracasos a corto plazo. El movimiento de mayo del 68 francés ¿tuvo éxito o fue un fracaso? A esta pregunta no se puede responder simplemente con un sí o un no. 8.1.2.3. Teorías orientadas hacia el paradigma de la identidad
Jean Cohen nos describe algunas de las explicaciones de por qué se comenzó a utilizar el término de nuevos movimientos sociales: La presunción es que los movimientos contemporáneos son «nuevos» en algún aspecto significativo. Lo que se intenta es sobre todo aportar un autoconocimiento que no incluya sueños revolucionarios de una reforma estructural, pero sí una defensa de una sociedad civil que no trata de abolir el funcionamiento autónomo de los sistemas políticos y económicos; en pocas palabras un radicalismo autolimitante (1988: 4).
El concepto de «radicalismo autolimitante» es, efectivamente, un acierto en su propia definición. Ha sido utilizado por los movimientos sociales modernos de una forma sustancial: el pragmatismo en sus actuaciones ha propiciado una radicalidad controlada. «Por supuesto no se puede desconocer que la más notoria característica de la situación de los movimientos contemporáneos (décadas de los setenta y ochenta) es la heterogeneidad» (Cohen, 1988: 4). A continuación, realiza Cohen una crítica general sobre las dos escuelas, aunque él se queda en el desarrollo del paradigma de la identidad: Para muchos ecologistas, pacifistas, feministas y autonomistas, un hecho patente de su autoconciencia es que sus identidades, fines y modos de asociación, en comparación con la Vieja y Nueva Izquierda, son históricamente nuevos. A diferencia de la Vieja Izquierda, los participantes de los movimientos contemporáneos no se consideran miembros de una clase socioeconómica. Según la mayoría de los observadores sin embargo, estos vienen principalmente de las «nuevas clases medias», sin bien participan con ellos individuos marginales y miembros de la vieja burguesía […] En vez de formar sindicatos o partidos políticos de tipo socialista, social demócrata o comunista, se centran en políticas a nivel popular y crean asociaciones horizontales semiestructuradas de democracia directa, que están flojamente federadas a niveles nacionales (1988: 5 y 6).
Los actores limitan sus propios valores. Intentan realizar una ética del ser y de aprender de la experiencia pasada, con concepciones más pragmáticas sobre el Estado y las posibilidades de cambio en el sistema capitalista dominante:
Muchos activistas contemporáneos aceptan la existencia del Estado formal democrático y la economía de mercado. Por supuesto, sus luchas incluyen un proyecto para reorganizar las relaciones entre economía, Estado y sociedad, y para rehacer los límites entre lo público y lo privado (Cohen, 1988: 7).
Jean Cohen nos está planteando cómo los movimientos sociales tratan de superar la cerrada dialéctica público-privado con una transformación hacia «escenarios sociales», análisis que le aproxima a las concepciones teóricas de Marc Nerfin y Tomás Rodríguez Villasante, y que nos sirven para realizar la «triangulación» de la sociedad y las concepciones sobre el Tercer Sector. Alain Touraine señala: Hablar de la clase obrera o de la clase campesina o del pueblo y de la nación sigue siendo muy superficial: los movimientos populares tienden a estallar constantemente. Su dualismo no es una debilidad, la consecuencia de luchas de influencia entre moderados y radicales; es tanto más fundamental cuanto el movimiento mismo es más profundo. Un movimiento […] cuanto más dividido está, es más un movimiento profundo que lesiona las relaciones de clases y la dependencia nacional mediante su acción (1988: 87).
Touraine, a diferencia de los defensores del paradigma de los recursos, nos explica cómo la diversidad y la falta de homogeneidad de los movimientos sociales, lejos de ser una debilidad, es su principal virtud que los hace fuertes y eficaces. Desde los años setenta del siglo pasado, Alain Touraine es, seguramente, el autor que mejor representa a una corriente de pensamiento socialdemócrata que apuesta por el fortalecimiento de la sociedad civil frente al poder omnímodo del Estado y el creciente del Capital, frente a otras posiciones más estatalistas o social-liberales. Incorpora a la idea de democracia el papel que deben jugar los movimientos sociales, y rechaza, por igual, tanto los análisis marxistas clásicos como los de defensores de la economía liberal de mercado: Hoy se habla de democracia por todas partes, pero se trata de una imagen debilitada de la democracia, de una índole que sería bastante incapaz de luchar contra regímenes autoritarios. En ningún caso puede haber una democracia sólida sin la combinación de libertades públicas y participación conflictiva de movimientos sociales antagónicos, de actores que luchan por el control social de las orientaciones culturales de la sociedad (1991: 5). 8.1.2.4. Neomarxismos y posmarxismos
Con el sociólogo brasileño Octavio Ianni (1926-2004), vemos algunos aspectos característicos del análisis latinoamericano contemporáneo de línea neomarxista, sobre el papel de los movimientos sociales y su relación con la lucha de clases y con el movimiento obrero.
Los movimientos sociales no se explican por sí mismos, ocurren en un contexto. Para entenderlos hay que entender el contexto de una ciudad, región, nación, e incluso el contexto internacional. Todo Movimiento Social tiene que ver con procesos más complejos, como son la urbanización: transformación de una ciudad. Uno que está luchando por el tema de la vivienda en una ciudad está metido en un proceso histórico complejo de urbanización, emigración campo-ciudad, industrialización: la lucha de un Movimiento Social por la vivienda, transporte... está dentro de esos procesos estructurales. Para explicar el Movimiento Social habría que explicitar esos procesos... Tratar de buscar qué procesos sociales pueden estar determinando u orientando este movimiento, y si este movimiento no es parte de un proceso más amplio, del cual el que está en el movimiento no es consciente. Puede estar luchando por la vivienda, pero forma parte de un proceso de reestructuración, resocialización en la ciudad, de lo cual no es consciente [...]. Por tanto, en la reflexión sobre los Movimientos Socialestenemos: 1) Cuáles son esos procesos, que importancia tienen, y cuales más o menos. 2) La dimensión cultural: qué cultura hay, cuál es la cultura de las gentes que participan en esos movimientos, de dónde vienen, que principios comunitarios subsisten en ellos (Ianni, 1991).
Octavio Ianni plantea la necesidad de tener en cuenta un conjunto de factores y de variables que influyen en cada movimiento, y cómo esto se encuentra subsumido en procesos históricos y sociales que son más complejos. La evolución de los movimientos no la podemos entender sin tener en cuenta ese conjunto de aspectos. En definitiva, la necesidad de utilizar un análisis que nos aproxime al conjunto del sistema. Análisis «sistémico» de cada totalidad concreta, o análisis holístico según la terminología utilizada por otros autores (Hugo Zemelman, Tomás Rodríguez Villasante). Para Alberto Melucci, en un movimiento social, la acción colectiva está definida por la presencia de una solidaridad; es decir, por un sistema de relaciones sociales que liga e identifica a aquellos que participan en él y, además, por la presencia de un conflicto. Una acción colectiva puede ser simplemente conflictiva (en el interior de los límites del sistema) o ser un movimiento social (que tiende a superar esos límites). A su vez, la acción conflictiva puede ser reivindicativa o política, y el movimiento social puede ser de tres tipos diferentes: reivindicativo, político o de clase. Un movimiento político actúa para transformar los canales de la participación política o para desplazar las relaciones de fuerza en los procesos decisionales. Alberto Melucci ve natural el proceso de evolucióntransformación de un movimiento en la dirección de lo reivindicativo a lo político y hacia un movimiento de clase. El esquema sería: conflicto → movimiento social → cambio-transformación social → nuevos movimientos sociales → nuevos conflictos… (Melucci, 1988: 111-113).
El referido sociólogo italiano aporta así una concepción dinámica sobre la definición de los Movimientos Sociales, en cuanto que los contempla en el tiempo, en su evolución y, a la vez, es un concepto definido de forma concreta y aplicable de forma general. Difícil de encasillar en una escuela teórica: la del paradigma de la movilización de recursos, de la cual parte, se le queda pequeña. Manuel Castells le dedica elogiosas palabras y resume su pensamiento en unas líneas: En su introducción a la mejor colección de ensayos transculturales de todas las escuelas de pensamiento sobre los movimientos sociales, Alberto Melucci apunta claramente la necesidad de mantener la autonomía entre el análisis de la estructura social, de los sistemas políticos y los movimientos sociales […] Sólo tomando como base estas distinciones, podemos estudiar el impacto recíproco de los sistemas políticos en las revueltas sociales, la transición de las revueltas a los movimientos sociales, y la reforma del Estado, así como la transformación de la sociedad bajo el efecto directo o indirecto de los movimientos sociales (1986: 395).
En cuanto a los tipos de movimientos y su evolución, lo interesante es, utilizando la terminología de Melucci, analizar cómo los movimientos siguen direcciones y sentidos contradictorios. Vemos cómo también siguen evoluciones en sentido diferente e, incluso, opuesto. Por lo que no debemos pensar que lo natural sea la evolución desde posiciones reformistas a posiciones más radicales o revolucionarias. Los movimientos saltan de unos contenidos a otros y realizan acciones que podríamos incluso clasificar, a la vez, de dos o más tipos: reivindicativas y de clase, político-revolucionarias y pragmático-reformistas, etc. y lo pueden hacer casi simultáneamente. Recordando a Alain Touraine, lo que parecen divisiones y contradicciones pueden ser su fuerza y utilidad. Para Claus Offe, los nuevos movimientos sociales cuestionan los límites de la política institucional. ¿Qué caracteriza a los nuevos movimientos? Su diagnóstico se apoya en tres fenómenos distintos: el aumento de las ideologías y actitudes «participativas»; el uso creciente de formas no institucionales de participación política: manifestaciones, huelgas salvajes... Y las exigencias y conflictos relacionados con temas que se solían considerar morales (p.ej., el aborto) o económicos (p.ej., la humanización del trabajo). Mientras que la teoría liberal parte de que puede categorizarse cualquier acción como «privada» o «pública» (siendo, en este caso, propiamente, «política»), se sitúan los nuevos movimientos en una tercera categoría intermedia» ya que reivindican contenidos que no son ni privados ni públicos […] Cuatro son los nuevos movimientos más característicos: los de protección del medio ambiente, los de derechos humanos y feminista, los movimientos por la paz, y los de economía
alternativa o dual (formas comunitarias de producción y distribución). Fuente: Offe, C. (1988). Partidos políticos y nuevos movimientos sociales. Madrid. Sistema. 8.1.2.5. Manuel Castells
Manuel Castells es seguramente el sociólogo español más reconocido internacionalmente. Dado lo prolífico del autor, con decenas de obras publicadas sobre movimientos sociales, redes, comunicación y poder, es difícil concretar su análisis teórico si quisiéramos realizar una «foto fija» de sus concepciones sobre los movimientos sociales y de su relación con el territorio, ya que ha tenido una continua evolución teórica. a) Castells en los años setenta. Ya en esta década del siglo pasado Castells desarrolla conceptos básicos relacionados con los movimientos sociales. En una conferencia impartida en el Club de Amigos de la UNESCO de Madrid (1978, transcripción propia) define: «La CRISIS URBANA se da como un conjunto de crisis en la ciudad de vivienda, transporte, contaminación... Es un problema para todas las clases sociales. Se da la contradicción: los problemas son producto de un cierto tipo de intereses sociales pero las consecuencias son sufridas por todos. Aunque el problema es particularmente agudo para los trabajadores y especialmente para los jóvenes y para las mujeres (...). En resumen, la crisis urbana es general: afecta a todas las clases. Pero de forma diferente. Es importante lo que está pasando en muchos barrios, que a través de la existencia de asociaciones de vecinos se crea un tejido asociativo que va más allá de las reivindicaciones de obtener una mejor vivienda, que es fundamental, sino que va incluso a cambiar las relaciones entre la gente, la solidaridad entre la gente, y a partir de ahí simplemente la vida de cada uno de nosotros» (Castells, 1978).
b) Castells en los años ochenta, nos indica que el movimiento ciudadano madrileño solamente consiguió la transformación que perseguía cuando articuló las tres dimensiones fundamentales que lo caracterizaban: la ciudad, la comunidad y el poder. No hay movimiento social si el movimiento (las Asociaciones de Vecinos, en este caso) no define de manera consciente su papel. Analiza en 23 asociaciones de diferentes barrios de Madrid, la relación habida con tres operadores utilizados (medios de comunicación, equipos profesionales y partidos políticos de izquierda) y las variables de ciudad, poder y comunidad, y también la relación con la conciencia como movimiento ciudadano, posición y conciencia de clase, solidaridad con otros movimientos sociales y los efectos urbanos, políticos y culturales.
c) Años noventa. Aporta una nueva definición: «Los movimientos sociales son acciones colectivas, emprendidas por sujetos de cambio social, que pueden ser o no ser la expresión directa de la lucha de clases». Definición más en concordancia con la tradición posmarxista de su pensamiento: Si la burocratización de las ciudades aumenta y si las políticas urbanas acaban siendo dominadas por la obsesión tecnocrática de competir en la economía mundial, el tejido social que hoy conocemos podría desintegrarse fácilmente bajo la presión de la tendencia estructural hacia el surgimiento de la Ciudad Dual. La participación ciudadana y la democracia política sigue siendo la vieja receta que puede servirnos para dominar a los demonios que surgen de lo más profundo de nosotros mismos (1991: 102 y 103).
d) Castells en el siglo actual. Esquemáticamente podemos decir que Manuel Castells parte de un análisis metodológico marxista (años 70), poniendo grandes esperanzas en las posibilidades de los movimientos ciudadanos como protagonistas de los avances sociales, con el objetivo de alcanzar una sociedad socialista (años 70 y 80).Las crisis de estos movimientos, las incapacidades de conseguir cambios profundos y el avance internacional de la globalización neoliberal, le llevan a abandonar estas posiciones, pasando a un análisis más pesimista y socialdemócrata pragmático. Afincado en sus investigaciones internacionales desde la Universidad norteamericana de Berkeley, colaborando con el MIT y la Universidad de Oxford, se centra posteriormente en el análisis social de redes, destacando entre sus obras la trilogía de La Era de la Información. Como él mismo indica: «nuestro tipo de sociedad, que conceptualizo como sociedad red, es a la Era de la Información lo que la sociedad industrial fue a la Era Industrial» (Castells, 2010: 27). Las investigaciones de Castells de la última década son imprescindibles para entender el funcionamiento de los sistemas sociales y de los mecanismos del poder, estatales e internacionales, y de cómo en alguna medida los movimientos sociales, antes y ahora, construyen nuevas redes y alternativas a los sistemas de dominación y opresión social. [17] 8.1.2.6. Teorías neolibertarias y posmodernas (Jesús Ibáñez y Michel Maffesoli)
El Socioanálisis nace en París en los años sesenta y «cuaja» en el mayo parisino del 68 según Jesús Ibáñez (1928-1992). El Socioanálisis pretende desenmascarar el nivel institucional a partir de la hipótesis de que las
instituciones sociales están dominadas por lo instituido, que sería un nivel «invisible» en primera instancia. Ver ese nivel se logra mediante técnicas de provocación al grupo y mediante la acción colectiva en autogestión (por ejemplo, la asamblea como técnica de análisis de la realidad). Las técnicas de provocación hacen percibir al grupo lo instituido. Se introducen así analizadores para ver cómo funciona la sociedad. El Socioanálisis es una corriente de origen freudomarxista que parte del Situacionismo y el Constructivismo, con elementos antiestructuralistas (Erich Fromm, Herbert Marcuse, Jean-Paul Sartre, Georges Lapasade, etc.). Se puede encuadrar dentro de las teorías orientadas al paradigma de la identidad. Se introducen elementos freudianos para entender desde dentro a los movimientos: cómo se interioriza el Estado y se reproducen las pautas del poder en los propios movimientos sociales. La liberación hay que plantearla desde dentro de la persona y el grupo, sólo así puede darse la liberación social. La posición constructivista sería la posmoderna: no hay historia determinada por factores económicos, se trata de construir la nueva sociedad. En la sociedad actual hay una diferenciación entre la Persona, como rol, y el Individuo, que puede ser diferentes personas dependiendo de los roles sociales que tenga que desempeñar. Las redes sociales le harán producir esos roles diferentes. Por ejemplo, el mismo individuo puede ser obrero sindicalista y combativo en la empresa, machista en la familia, sumiso ante el padre, votante de partido de derechas... Jesús Ibáñez utilizaba los postulados de la física cuántica en el análisis social (existe A y No A a la vez).Así, los movimientos sociales, ante la obligación de elegir entre el Capital (la derecha) y el Estado (la izquierda), pueden elegir la no elección: no al poder, sea de derechas o de izquierdas. Por ejemplo, el movimiento feminista antipatriarcal. Un movimiento puede ser, a la vez (según situaciones y acciones), conservador, reformista y revolucionario; igual que la luz es, a la vez, corpúsculo y onda. No hay sujeto social transformador: lo que hay son relaciones y subjetividades transformadoras. Javier Noya, como continuador de la obra de Ibáñez, plantea una sociocibernética situacionista, en la que los «analizadores sociales» y la metodología de operacionalización constructivista de los modelos de los «nuevos movimientos sociales» son sistemas autopoiéticos, que se auto-
referencian. Se explican y se referencian sobre categorías y conceptos elaborados por ellos mismos. Jesús Ibáñez nos introduce al análisis de redes y a la obra de Michel Maffesoli El tiempo de las tribus, al explicarnos precisamente lo que son las tribus en la sociedad posmoderna: A la lógica de la identidad —sexual, política, profesional— le ha sucedido un proceso de identificación a un grupo, un sentimiento, una moda. Es en ese sentido que es preciso comprender la emergencia de redes, de pequeños grupos, de confluencias efímeras y efervescentes en el seno de la sociedad de masas. Paradójicamente son, a la vez, valores arcaicos como el localismo y la religiosidad, y el desarrollo tecnológico de punta, los que son constitutivos de este neotribalismo particularmente resaltable en las megalópolis modernas (Ibáñez, 1990: 16. Prólogo a El tiempo de las tribus, de Maffesoli).
Para Michel Maffesoli no es la sociedad quien está en crisis, ya que rebosa de «potencia irreprimible» con diversas manifestaciones de socialidad: Astucia, actitud de reserva, escepticismo, ironía y jocosidades (...) en realidad la crisis la tienen los poderes en lo que tienen de imposición vertical, de abstracto (...) La evidente saturación de lo político, puede permitir sobre todo la reaparición de un instinto vital, que, por su parte, dista mucho de apagarse (1990: 72 y 73). 8.1.2.7. Las contradicciones sociales (Johan Galtung)
En todas las sociedades hay personas y grupos con intereses diferentes que fácilmente se enfrentan, entran en confrontación. En numerosas ocasiones, los movimientos sociales y políticos nacen como respuesta a las contradicciones sociales, como reacción o por los choques entre colectivos que tienen intereses antagónicos. Con el fin de conseguir la satisfacción de intereses o demandas de una parte de la sociedad o para contrarrestar o frenar los intereses de otros grupos. Siempre ha habido contradicciones y conflictos sociales, y pensadores que analizaban cuál era la contradicción principal (o contradicciones) en cada momento y situación, tratando de explicar los conflictos sociales a partir de esa fractura determinante (económica, sexual, ecológica, etc.).Veamos algunos ejemplos. Según Karl Marx, la contradicción principal y determinante en la sociedad humana es la económica, la derivada de la existencia de grupos y clases sociales que luchan por sus propios intereses económicos, con arreglo a la posición que ocupa cada una en el sistema y en su relación con la propiedad de los medios de producción. Por su parte, Sigmund Freud (1856-1939)
planteaba que casi todo se podía explicar desde la sexualidad, estudiando la evolución de las contradicciones de cada persona desde el punto de vista sexual y de género, observando que los conflictos colectivos también pueden derivar de pulsiones sexuales reprimidas desde la infancia, por ejemplo, por el complejo de Edipo. Por su parte, Johan Galtung (1992) plantea siete fracturas o contradicciones sociales. Esquemáticamente: 1) La contradicción con la naturaleza, 2) la de género, 3) por la edad, 4) contradicción racial y por el color de la piel, 5) las contradicciones socioeconómicas, 6) las contradicciones culturales (incluye la religión), y 7) las espacialesterritoriales y espacio-nacionales que, sumadas a las anteriores, tantas guerras han provocado. La política no se cita porque está presente en todas las demás, por eso se habla de políticas de medio ambiente, de género, culturales, nacionalistas, etc. A éstas habría que añadir, desde nuestro punto de vista, una octava contradicción que hemos denominado «vital», entre la vida y la muerte o entre la enfermedad y la salud o, desde la apreciación cultural de lo que se considera «normal» y lo que se considera «diferente» funcionalmente, relativa a la discapacidad o diversidad funcional. Podemos hablar de un total de ocho fracturas, contradicciones que están presentes en las sociedades humanas en diferente grado y nos explicarían, en última instancia, el porqué del surgimiento de los diferentes movimientos sociales y políticos. Una contradicción se produce cuando «dos fuerzas opuestas están simultáneamente presentes en una situación» (Harvey, 2014: 17) Todos vivimos contradicciones, tanto a nivel personal como a nivel colectivo y social. Y constantemente tomamos decisiones que favorecen a una de las dos partes en conflicto, en detrimento de la otra.
Cuadro 1. Las contradicciones sociales y los movimientos sociales
Fuente: elaboración propia. Se toman como referencia las siete contradicciones descritas por Galtung, J. (1992). «Desafíos y horizontes de los movimientos sociales en el umbral del siglo XXI». Primer Congreso Internacional de Movimientos Sociales. Cuadernos de la Red, 2: 39-40.
8.2. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA, LAS OLAS O GRANDES FASES DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES. TIPOLOGÍAS DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES [18] Los movimientos sociales actuales tienen un precedente histórico claro en otro tipo de movimientos que se han distinguido por la defensa de determinadas cuestiones fundamentales en la organización social, como son las condiciones de trabajo, los procesos sociales cotidianos, la situación social de la mujer, la paz o el medioambiente. Hacemos a continuación una breve referencia a esos movimientos sociales históricos: 8.2.1. El movimiento obrero
El movimiento obrero es uno de los denominados viejos movimientos sociales. Se inició en Inglaterra como consecuencia directa de la Revolución Industrial y las malas condiciones de los trabajadores en las fábricas. El proceso de industrialización es el elemento desencadenante fundamental en la
aparición del movimiento obrero. La revolución industrial, el establecimiento de la fábrica y, en ella, el trabajo de grandes contingentes humanos, hace surgir una nueva clase social: la clase trabajadora, el proletariado. A su vez, la revolución industrial produce situaciones de extrema miseria y explotación. Los salarios eran tan bajos que no permitían la supervivencia de los trabajadores. Las mujeres y los niños trabajaban las mismas horas que los hombres y cobraban la mitad, si caían enfermos o se accidentaban no existía ningún tipo de subsidio, etc. Ante esta situación, intelectuales como Karl Marx (1818-1884) defendieron la necesidad de la unidad de la clase trabajadora, para eliminar las desigualdades y la explotación en el trabajo, y alcanzar la sociedad sin clases (Marx, 1848). La alternativa al marxismo fue el anarquismo que se desarrolla en la segunda mitad del Siglo XIX. El movimiento anarquista estaba en contra de la existencia del propio Estado, destacando intelectuales como Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (1814-1876) o Piotr Alekséyevich Kropotkin (18421921). Con el fin de promover la organización de los trabajadores surgieron diversas iniciativas supranacionales: — La I Internacional fue la primera gran organización que trató de unir a los trabajadores de los diferentes países. Fue fundada en Londres, en 1864, y agrupó inicialmente a los sindicatos ingleses, anarquistas y socialistas franceses e italianos republicanos. En ella tuvieron un papel muy destacado Marx y Engels. Las tensiones entre Marx y Bakunin generadas en la Comuna de París en 1971, llevaron a la escisión entre marxistas y anarquistas en torno a la cuestión de la toma de poder. — En 1889, se establece la II Internacional de corte socialdemócrata, en la que, debido a las discrepancias entre marxistas y anarquistas, se produce la expulsión de los activistas anarquistas. En este periodo se establece el 1 de mayo como el día Internacional del trabajo. — En 1920, Lenin (1870-1924) crea la III Internacional, continuando con la línea de Marx. En esta se reúnen los partidos comunistas de todo el mundo, con el fin de consolidar los vínculos entre los trabajadores de diversos países.
— La última Internacional se crea en 1938, organizada por los partidos comunistas seguidores de las ideas de León Trostky (1879-1940). En cuanto a España se refiere, el Movimiento Obrero y las asociaciones sindicales han tenido una fuerza predominante desde mediados del siglo XIX. Entre 1839 y 1867 existieron en España 30 sociedades obreras, siendo la más conocida la Sociedad de Tejedores de Barcelona, fundada en 1840. Como consecuencia de la escisión entre marxistas y anarquistas surge en 1888 la Unión General de Trabajadores (UGT), creada en Barcelona. Por su parte, los núcleos obreros anarquistas, seguidores de Bakunin, se organizaron alrededor de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), a finales de 1910. 8.2.2. Los nuevos movimientos sociales. Mayo del 68, pacifismo, ecologismo, feminismo
El enfoque que más ha desarrollado el concepto «nuevos movimientos sociales» tiene su origen en Europa, y considera los cambios que se produjeron en la estructura y funcionamiento de los movimientos sociales en los países avanzados respecto de los movimientos clásicos de trabajadores que surgieron a partir de la Revolución Industrial, como el movimiento obrero. Las características en los movimientos contemporáneos se plantean en función de las diferencias con las anteriores formas de acción colectiva (Laraña, 2001: 6-10): 1) Estos movimientos no tienen una relación clara con los roles estructurales de sus seguidores. Hay una marcada tendencia a que la base social de los nuevos movimientos sociales transcienda la estructura de clase. El origen social de los que participan en ellos tiene sus raíces más frecuentes en status sociales bastante difusos, como la edad, el género, la orientación sexual o la pertenencia al sector de profesionales cualificados. 2) Sus características ideológicas contrastan, notablemente, con las del movimiento obrero y con la concepción marxista de la ideología, como el elemento unificador y totalizante de la acción colectiva. Los movimientos sociales clásicos solían identificarse con arreglo a las ideologías tradicionales más difundidas: conservador o liberal, de
izquierdas o de derechas, capitalista o socialista. Los nuevos movimientos sociales son más difíciles de clasificar siguiendo esas categorías: se caracterizan por el pluralismo de ideas y valores. En este sentido, los nuevos movimientos sociales tienen un importante significado político en las sociedades occidentales: implican una dinámica de democratización de la vida cotidiana y la expansión de las dimensiones civiles de la sociedad frente al crecimiento de aquellas vinculadas al Estado. 3) Con frecuencia, los nuevos movimientos sociales centran su acción en reivindicaciones relacionadas con cuestiones de carácter cultural y simbólico, con una dimensión identitaria; en lugar de las reivindicaciones económicas que caracterizaron al movimiento obrero. Estos movimientos suelen presentarse asociados a una serie de creencias, símbolos, valores y significados colectivos que están relacionados con sentimientos de pertenencia a un grupo diferenciado, con la imagen que sus miembros tienen de sí mismos y con nuevos significados que contribuyen a dar sentido a su vida cotidiana y se construyen de forma colectiva. 4) Los nuevos movimientos con frecuencia implican aspectos íntimos de la vida humana. Por ejemplo, el movimiento gay. 5) Otra característica es el uso de tácticas de movilización radicales, de resistencia y perturbación en el funcionamiento de las instituciones, que también se diferencian de las tradicionalmente practicadas por el movimiento obrero. Los nuevos movimientos sociales suelen emplear nuevas pautas de movilización caracterizadas, como por ejemplo, acciones no violentas o de desobediencia civil. 6) Por otra parte, el surgimiento y la proliferación de nuevos movimientos sociales está relacionado con la crisis de credibilidad de los cauces convencionales para la participación en la vida pública en las democracias occidentales. 7) Por último, en contraste con la estructura de cuadros y las centralizadas burocracias de los partidos de masas tradicionales, la organización de los nuevos movimientos sociales tiende a ser difusa y descentralizada.
Estos movimientos sociales surgieron en determinados momentos y países con un gran impacto político, como, por ejemplo, las movilizaciones de Mayo del 68 francés, que provocaron una reforma educativa que transformó las rígidas estructuras del sistema educativo en Francia. Así, a comienzos de la primavera del 68, los estudiantes de izquierdas se manifestaron en la Sorbona, siendo reprimidos con una gran violencia policial. Esta represión provocó la solidaridad de una parte de la clase media, y se extendió rápidamente a otras universidades, mediante acciones de huelga y encierros. Cuando las movilizaciones fueron apoyadas por la clase trabajadora, las revueltas adquirieron una dimensión global. La coalición entre estudiantes, trabajadores y otros grupos puso en cuestión al sistema político en su conjunto (Tarrow, 2004: 22). Las concesiones del Primer Ministro George Pompidou al Movimiento obrero acabaron con aquella alianza temporal entre estudiantes y trabajadores, y un referéndum celebrado en junio se saldó con una victoria del Presidente De Gaulle y el fracaso de los movimientos de izquierda. Aun así, el movimiento había sacudido los cimientos del régimen francés. Aunque los organizadores del Movimiento social de ese año no alcanzaron los objetivos anunciados, 1968 marca una fecha emblemática de las movilizaciones sociales en los países avanzados. El espíritu de mayo del 68 se contagió a otros países como EE.UU., donde hubo protestas contra la Guerra de Vietnam o el Movimiento por los derechos civiles de más amplio recorrido, pero que significativamente sufrió ese mismo año el asesinato de dos líderes muy destacados como Martín Luther King y Robert Kennedy. En el mismo sentido se puede hablar del movimiento ecologista. A finales de los años sesenta el desarrollo económico industrial estaba generando un conjunto de efectos negativos sobre el medio ambiente que ya empezaban a resultar inadmisibles. El Movimiento ecologista surge para satisfacer las necesidades sociales y de salud del ser humano como un movimiento político global que defiende la protección del medio ambiente. Un hito importante de dicho movimiento se produce en 1972, cuando El Club de Roma publica el informe «Los límites del crecimiento», que advierte de los peligros de una sobreexplotación de los recursos naturales y la previsión de su escasez a medio plazo (Meadows et al., 1972). Este estudio ayudó a sensibilizar a la sociedad sobre los problemas del medio ambiente. Hoy en día, vinculado también al cambio climático, es una de las grandes cuestiones que condicionan la política institucional en su conjunto, y que ha dado lugar a un importante movimiento ecologista, con grandes organizaciones
internacionales, como World Wide Fund for Nature (WWF), creada en 1971, de tendencia conservacionista y de formas de acción moderadas y convencionales, o Greenpeace, creada en 1973. El movimiento ecologista ha tenido también su reflejo en la institucionalización de un ecologismo político, con la aparición de Die Grünen (Los Verdes) en Alemania en 1980, o el Partido Verde europeo, en 2004. En los últimos treinta años han ocurrido desastres medioambientales que han ayudado a la visibilización de la importancia de dicho movimiento, como es el accidente de la Central nuclear de Chernóbil en 1986, la fuga de pesticidas en Bhopal en 1984, el accidente nuclear de Fukushima en marzo de 2011, o el hundimiento del Prestige en España, en 2002. Otro movimiento importante es el pacifista. Como su nombre indica, el movimiento por la paz se opone a todo tipo de violencia. El mayor impulso moderno se dio en el s. XX, con personalidades tan importantes como Mahatma Gandhi (1869-1948), Martin Luther King (1929-1968) o Nelson Mandela (1918-2013). A partir de este movimiento, y tras la Segunda Guerra Mundial, se fundó la organización más importante en la defensa de la paz como es la ONU (1945), creada para mantener la paz y la seguridad internacional y en la que participan actualmente (año 2017) 193 Estados miembros. Hay algunos acontecimientos que activan el movimiento pacifista en el ámbito internacional, como la carrera armamentística nuclear entre EE.UU. y la Unión Soviética, durante la denominada Guerra Fría (19451989), o más recientemente, en el siglo XXI, el movimiento No a la Guerra contra la guerra de Irak (2003). Por último, es necesario mencionar al movimiento feminista, como un conjunto heterogéneo de movimientos culturales, políticos y económicos que trabajan por la igualdad de la mujer. A lo largo de los siglos XIX y XX, grupos de mujeres se organizan y actúan en el espacio público en demanda de sus reivindicaciones. La primera oleada del feminismo fue el denominado Sufragista, que tuvo lugar a principios del siglo XIX en Inglaterra. Además del derecho al voto luchaban por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, apelando a la universalización de los derechos democráticos y la transformación de leyes e instituciones. La progresiva obtención del voto en la primera mitad del siglo XX desactiva el movimiento feminista; sin embargo, la persistencia de importantes desigualdades de género en el mundo del trabajo y en el ámbito doméstico, dio lugar a una segunda oleada de
movilizaciones centradas en reivindicaciones sociales y laborales, que tuvieron su punto de referencia teórico en la obra de Simone de Beauvoir (Valcárcel, 2008: 75). Más recientemente, es destacable la investigación de la socióloga María Ángeles Durán sobre la contribución del trabajo no remunerado realizado por las mujeres a la economía global (2012). Actualmente, se está viviendo una revitalización del movimiento feminista a partir de campañas tan significativas como «ME TOO» de EE.UU., contra la agresión y el acoso sexual, o las importantes movilizaciones producidas el día Internacional de la mujer en 2018, que han sido un punto de inflexión del movimiento feminista, tanto por el volumen de personas que participaron, como por el eco de las reivindicaciones. 8.2.3. Globalización y movimientos altermundialización
Este movimiento surge en Seattle, en 1999, aunque existen antecedentes que se sitúan a comienzos de la década de los años noventa del pasado siglo, como la revuelta neozapatista de Chiapas en 1994 y su estrategia de internacionalización, que se traduce en el 1.er Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Seattle significó un punto de inflexión en la dinámica de las resistencias a la globalización, y la apertura de una nueva fase marcada por el crecimiento y el impulso de las mismas. El año 2000 supuso la consolidación y expansión de la protesta, fue considerado el «año de la protesta contra la globalización». En el 2001, el período que transcurre desde Porto Alegre a Génova, se consiguió el arraigo social del movimiento. El Movimiento Altermundialización surgió como una reacción crítica contra las consecuencias de la globalización económica, como efecto de la revolución tecnológica y la sociedad de la información, protagonizada por las grandes corporaciones empresariales, que ha conducido a un ciclo de grandes desigualdades sociales entre los ciudadanos. La globalización, centrada en criterios de rentabilidad y competitividad extrema, donde el peso de las empresas multinacionales es creciente y superior —en muchas ocasiones—, al poder político del Estado-Nación, acabó por suscitar la necesidad de desarrollar nuevas estructuras organizativas y estrategias políticas que permitieran recuperar los equilibrios entre los derechos de ciudadanía y el sistema político y económico. Muchas de las características que se relacionan habitualmente con el concepto de globalización no son nuevas en la historia
del capitalismo; sin embargo, la escala, el alcance y la complejidad que han adquirido, lo hacen peculiar. La definición del movimiento varió a lo largo de los años. Comenzó bajo la denominación de Movimiento Antiglobalización, hasta la actualidad, cuando se le denomina Movimiento Altermundialización. El prefijo «alter» se consideraba más correcto puesto que promovía la idea de «otro mundo es posible» (lema nacido en el II Foro Social Mundial) (Allait, 2007: 12). Otras denominaciones han sido: Movimiento por la justicia global, Movimiento de ciudadanos, Movimiento antimundialización, o Movimiento de movimientos. El término antiglobalización fue muy denostado por sus integrantes desde el principio, puesto que no se consideraban «anti» nada, sino internacionalistas, comprometidos con el mundo en general y a favor de una globalización diferente (George, 2004: 5). Empieza a formar parte de la realidad política a partir de finales de los años noventa del siglo XX, momento en el que los partidos políticos parecen descuidar la atención a un conjunto de nuevas demandas sociales; en un periodo en el que las desigualdades, la pobreza y la precariedad laboral se hacen cada vez más notables. En este contexto, los déficits de representación de algunas de las Instituciones clásicas, así como los partidos políticos o los sindicatos tradicionales, dejan el camino libre a la presencia de otros actores sociales, en la escena política, con un protagonismo especial de los jóvenes. Desde el interior de los propios movimientos sociales, las nuevas formas de acción colectiva suponían la emergencia de un Nuevo movimiento social antisistema. Con el nacimiento del movimiento antiglobalización descrito como Movimiento de movimientos, se puede considerar superada la clasificación anterior entre viejos y nuevos movimientos sociales, pues en él concurren sindicatos, partidos de izquierda, organizaciones ecologistas, pacifistas y feministas, asociaciones indigenistas, antirracistas y grupos de ciudadanos que ponen el acento en la defensa de los derechos humanos, sociales y civiles. Por ello, se habla de los Novísimos Movimientos Sociales (NMS) (Alonso, 2008: 703-730). Realmente, la acción de estos NVM representa un cambio en la naturaleza de la implicación de los ciudadanos y en la participación social de la juventud (Francés, 2009: 396) (ver cuadro 2). Cuadro 2. Diferencias entre los antiguos y los nuevos paradigmas de la Acción Colectiva
Dimensiones Identidades Colectivas Cambio social
Antiguos Paradigmas Basadas en parámetros socioeconómicos y políticoideológicos La modificación de la estructura cambia al individuo Epicentro local
Espacialidad Temporalidad de Se busca efectividad a largo plazo las acciones Estructura Piramidal institucional
Nuevos Paradigmas Basada en parámetros ético-existenciales El cambio personal se orienta a modificar las condiciones de vida colectiva Epicentro global Se busca efectividad a corto plazo Horizontal, redes vinculados y flexibles.
Fuente: elaboración propia.
Una de las características que mejor definen al Movimiento altermundialización es su heterogeneidad, tanto en sus formas de acción y de movilización, como de organización. Dicha heterogeneidad está íntimamente ligada a la multiplicidad de los objetivos perseguidos. Las formas de acción tienen una característica singular: crear el sentido de identidad colectiva. Para que las acciones tengan trascendencia social se utilizan los medios de comunicación de masas y las redes sociales. Teniendo en cuenta esto, se constata que el repertorio, el discurso y la simbología se ha adaptado a la nueva realidad mediática. Para el Movimiento Altermundialización, Internet permite expandir y difundir con celeridad las protestas y las convocatorias de sus redes. Su bajo coste, su carácter abierto, horizontal y sin filtros de control, apuntalan el sustrato de democracia radical que cimientan los nuevos movimientos globales (Calle, 2005: 41). Según Carlos Taibo (2005: 80) algunos de los rasgos organizativos característicos del Movimiento Altermundialización serían los siguientes: a) Conformación de redes extremadamente flexibles que se proponen garantizar las oportunidades para la expresión de todos, facilitando una genuina comunicación no jerarquizada, otorgando el peso que merecen los individuos por encima de las proximidades ideológicas. b)
Su estructura descentralizada y la vocación de coordinar horizontalmente las actividades. Dicha descentralización de los movimientos hace que éstas sean muy difíciles de controlar.
c) Recelo a las estructuras jerárquicas.
d) Amplitud de formas de intervención: — Acción directa no mediada por partidos políticos. — Presión ante las instituciones. — Creación de coaliciones. — Desarrollo de campañas de sensibilización. — Desobediencia civil. e) Combinación entre lo local y lo global. f) Uso de Internet como herramienta que ha facilitado densas comunicaciones en el interior de los grupos y entre éstos; acrecentando la posibilidad de articular rápidas respuestas, con bajos costes. Internet es decisivo para el despliegue de campañas internacionales de recogida de firmas. Ha hecho posible el bloqueo de las páginas web de empresas y organismos y ha ofrecido perspectivas inéditas de comunicación para quienes viven en países marcados por la impronta autoritaria. Tras las contracumbres y su radicalización, se cambió de estrategia y decidieron pasar de la protesta a la propuesta y crearon los Foros Sociales Mundiales, convirtiéndose en un espacio de discusión, planteamiento y formulación de grandes ideas, propuestas alternativas. Así, mientras que las contracumbres empezaron con el objetivo de hacer frente en la calle y en los medios de comunicación a las cumbres oficiales de organizaciones tan importantes como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio; los Foros nacieron con un carácter genuinamente propositivo. 8.3. LOS MOVIMIENTOS CIUDADANOS EN ESPAÑA [19] Nos vamos a limitar en este capítulo a comentar, brevemente, las grandes transformaciones, desde los años 60 del pasado siglo, en el asociacionismo y los movimientos en España, que tiene sus propias características y tiempos. Podemos diferenciar los grandes rasgos y fases en su evolución casi
identificándolas con cada década reciente, pero teniendo en cuenta que, lógicamente, los cambios se van realizando paulatinamente y, por lo tanto, las diferentes fases se van solapando. Las décadas estarían caracterizadas por: 1) Años 60-70: década de crecimiento y auge de los movimientos ciudadanos. 2) Años 80: década de crisis. Fragmentación, dispersión. Minifundismo asociativo. 3) Años 90: Reestructuración. Reconversión y nuevos horizontes. Cambios de paradigmas. Nuevas ONG de voluntariado y cooperación, y nuevas micro-asociaciones asumen el protagonismo social. 4) Años 2000: Dualización: profesionalización y asociacionismo de servicios, por un lado y, por otro, movimientos alterglobalizadores y foros sociales. 5) Años 2011 y siguientes: Indignados, 15M y Mareas Ciudadanas. Estas décadas las podemos observar en el Cuadro 3, donde recogemos brevemente algunas de las entidades y sus características. Como es bien conocido, la historia de España ha estado marcada por las cuatro décadas de régimen dictatorial fascista que, a diferencia de otros países europeos, sólo triunfa tras una guerra civil de tres años. De aquí deriva una sociedad con pautas diferentes en las esferas política, económica y social, pero que inevitablemente caminó hacia la homologación europea, especialmente en los últimos años del franquismo y después de la muerte del dictador. Como consecuencia de ello, al investigar sobre nuestros movimientos sociales nos encontramos con que, como indica Luis Enrique Alonso: No podemos aplicar, al caso español, los esquemas de estudio de las movilizaciones tradicionales o campesinas de los países subdesarrollados, ni mucho menos aún los análisis de los sistemas de acción de clase de los países democráticos avanzados (1991: 82).
Podemos concluir que, utilizando algunos términos de Luis Enrique Alonso, sus rasgos principales en los años sesenta y setenta son:
a) El desarrollo de un movimiento obrero eficaz que une un radicalismo reivindicativo en lo económico con las reivindicaciones de carácter general (conseguir la democracia), muy relacionado con el desarrollo de las que se autodenominaron «Comisiones Obreras», como nuevos grupos activos en las empresas, antes de constituirse en un sindicato formal. b) A diferencia de Europa, al ser los partidos políticos clandestinos, éstos forman un mismo bloque con los movimientos o están dispersos dentro de ellos. c) La lucha del movimiento ciudadano es en principio por reivindicaciones concretas de los barrios populares y en la redistribución del excedente económico (por ejemplo, en Madrid: diferencias entre el Norte rico y el Sur y Este marginado), a la vez que se reivindica «otra forma de vivir» en los barrios de trabajadores. d) En ese contexto de dictadura, la lucha antioligárquica y global entra a formar parte de las características definitorias de los movimientos sociales españoles. Cuadro 3. Asociacionismo y Políticas Locales. Evolución en España Asociacionismo y Movimientos Décadas Políticas de ámbito local Sociales (más significativos) Industrialización. Abandono creciente del Asociaciones de Cabezas de Familia y campo y crecimiento de las ciudades. de Amas de Casa Beneficencia y Asistencia Social Años 60 (1964 Ley de Asociaciones). (asistencialismo) Estado autoritario del Incremento del Movimiento Obrero bienestar (R. Cabrero) ……………………………….. Los Ayuntamientos se dedican al urbanismo y ……… Predominan las Asociaciones de poco más. Años 70 Vecinos. Se crean Padres de Alumnos Confrontación con los movimientos sociales. (periodo vivido (APAS), clubs parroquiales, Casas Ideologías cerradas. Jerarquización política y por la población Regionales, culturales, cine-clubs… social. mayor actual Acción unitaria en cada barrio. 1978 Constitución Española, garantiza la como Relación directa, impuesta, entre libertad de asociación y la autonomía de protagonista) acción local (mejora de mi barrio) y municipios. acción política global (conseguir la 1979: primeras elecciones democráticas democracia en España) municipales. Crisis de los MM. SS. y de las ideologías tradicionales de las Política del «ladrillo»: construcción de nuevas
izquierdas. infraestructuras y equipamientos (centros Fomento del minifundismo culturales, casas de juventud, Hogar/club de asociativo, especializado por temas y mayores…). corporativo. Gestión municipal de Cultura-Fiestas, Servicios Sociales, deporte, etc. -> Creación de asoc. ecologistas, Años 1980 competencia desleal con los servicios prestados feministas, culturales, deportivas, por asociaciones. 3.ª edad… Aumento del número de socios y de Creación de los primeros Consejos de los servicios prestados, lo que permite Participación. mejor financiación. 1985 Ley Local LRBRL. Estatuto del Vecino. Desarrollo del Estado de Bienestar Creación de federaciones y confederaciones. Continuación en la creación de nuevas Asociaciones de Voluntariado, ONG concejalías específicas de Juventud, Mujer, 3.ª y «Tercer Sector» edad, Empleo y Desarrollo Local… Asociaciones de servicios y modelo Descubrimiento del Voluntariado. profesional asociación-empresa. Globalización. Primeras privatizaciones, Fundaciones, asociaciones reducción del gasto público. asistenciales, de ocio… 1990 Redacción de Planes Integrales sectoriales Nuevos movimientos (0,7%, (para contrarrestar la sectorialización) y de ONGD…). Planes Estratégicos en diversas ciudades. Ideologías abiertas. Pérdida de derechos sólidos (laborales, Leyes de Voluntariado (1996) y sociales…), derechos difusos en la sociedad de regulación de las Fundaciones y del la precariedad y de la modernidad líquida Mecenazgo (1994) (Bauman, 2005). ONL «onegización» y redes 2002 Ley de Asociaciones Privatizaciones y adjudicación de servicios al Escándalos de corrupción y fraude en Tercer Sector. Sociedad de la Información y algunas ONG (Intervida, Anesvad…), del Conocimiento. Redacción de Agendas 21. falta de transparencia. Conceptos nuevos (o redefiniciones): Movimientos antiglobalización. 2000 Gobernanza, Ciudadanía (activa e inclusiva), Redes de asociaciones y Empoderamiento, Participación / movimientos. Corresponsabilidad social, capital social. Propuestas de códigos éticos. 2003 Reforma de la LRBRL haciéndola más Responsabilidad Social Corporativa presidencialista. Regula la iniciativa popular (RSC), grupos de interés y stakeholders. Endeudamiento de economías públicas y Aumento de la pobreza y de las privadas. desigualdades socioeconómicas. Precariado. Nueva reducción de derechos 2008 Internet 2.0. Nuevas redes sociales sociales y económicos, pasamos de la Crisis económica virtuales. modernidad líquida a la gaseosa. Los derechos 2011: Movimientos de indignados, se difuminan. Reducción de prestaciones 15M, PAH y Mareas Ciudadanas. sociales Fuente: elaboración propia.
8.4. MOVIMIENTOS DE INDIGNADOS, 15M Y MAREAS CIUDADANAS (SEGUNDA DÉCADA DEL S. XXI) Sobre el movimiento social 15M y los movimientos de indignados se publicaron cientos de artículos en apenas unos meses de 2011 y, casi inmediatamente, varias decenas de libros; siendo objeto de investigación de nuevas tesis doctorales, ponencias y papers. En España, ha sido el movimiento social que ha merecido la más rápida y masiva atención de sociólogos e investigadores sociales. El movimiento de protesta 15M nace por la suma de una serie de factores y circunstancias. Según los manifiestos publicados por el propio movimiento, los podemos resumir en (Cabal, 2011, periódico Madrid15M): llevar casi cuatro años de crisis económica sin ver la «salida del túnel», indignación por la percepción generalizada de que la crisis la estaban pagando los de siempre (los de «abajo»), mientras que los causantes (entidades financieras, especuladores...) no asumían responsabilidades; los principales partidos políticos seguían protegiendo a los causantes de la crisis y tampoco asumían responsabilidades y sí la política de recortes y austericidio dictada desde la Unión Europea, que se suma al desprestigio del bipartidismo y a una corrupción política en aumento; los sindicatos realizaron una tímida critica a esta situación, diferenciándose de las huelgas generales y movilizaciones convocadas en Francia y Grecia y de la primavera árabe. El conocido como movimiento «15M» nace con esta denominación por las manifestaciones convocadas en más de cincuenta ciudades españolas el 15 de Mayo de 2011, bajo el lema «Democracia Real YA». Como tal movimiento, se crea a partir de la movilización masiva de respuesta al desalojo policial de una pequeña acampada, de apenas una treintena de jóvenes en la Puerta del Sol de Madrid. El 17, con la concentración de miles de personas que deciden quedarse y crear «Acampada Sol», se crea el 15M. Las acampadas de respuesta a lo sucedido en Madrid se replican en la mayoría de las capitales provinciales. La represión policial a un pequeño grupo hizo saltar la chispa que provocó el «incendio», para que ardiera la indignación hasta ese momento contenida. Acampada Sol crea una pequeña ciudad, paralela y alternativa a la oficial, que se mantiene en el centro de la capital durante cuatro semanas, desbordando los cauces institucionales. El éxito del nuevo movimiento fue evidente y superador, también en las
movilizaciones, a cualquier otro anterior: Observando los datos de las movilizaciones en el resto del estado en los últimos siete meses, sí podríamos aventurar que entre 600.000 y 2.500.000 de personas se han movilizado en algún momento con los indignados. Otros 5 millones habrían visto sus acampadas, asambleas o manifestantes, llegando a participar en algún momento en sus actividades (Adell, 2011: 13).
Entre el 70% y el 80% de la población española simpatizó con sus propuestas (encuestas del CIS, 2012), obteniendo una gran repercusión internacional. Hasta 2014, tanto el conocimiento sobre el movimiento como la simpatía y acuerdo con sus propuestas son mayoritarios entre la población española (GETS, Encuestas sobre Tendencias Sociales, 2011-2014, en Tezanos y Díaz, 2017: 123). Desde sus inicios, se expresa con vocación internacional y a favor de movilizaciones internacionales democratizadoras y contra la crisis. Este hilo se multiplica en otros países occidentales rápidamente, naciendo al poco tiempo Occupy Wall Street y la acampada de Londres. El 13 de julio, la revista contracultural Adbursters de Vancouver, hacía un llamamiento a la movilización: «levantad tiendas, cocinas, barricadas pacíficas y ocupad Wall Street ...se está produciendo un cambio mundial en la táctica revolucionaria ... una fusión de Tahrir con las acampadas españolas» (Castells, 2012: 160). El 15 de octubre de 2011 fue la fecha elegida por las nuevas redes internacionales, que se habían ido tejiendo desde la primavera a partir de la spanish revolution, para realizar una movilización contra la crisis, «United for Global Change», Unid@s por un cambio global. Fue un éxito a nivel mundial: se realizaron movilizaciones en unas 1.060 ciudades de más de 80 países. Prácticamente todas las redes concretaron las mismas denuncias y reivindicaciones que el 15M: contra la gestión injusta y desigualitaria de la crisis y a favor de la participación directa de la ciudadanía. El éxito mundial del 15-O fue evidente pero no tuvo continuidad, no se crearon nuevas redes estables o movimientos sociales internacionales significativos. Seguramente marcó la cresta de la ola movilizadora internacional. A pesar de su marginación mediática desde 2012, el 15M ha supuesto un cambio de paradigma, cultural y político, y un «analizador histórico»: todo el mundo se ha posicionado y opinado sobre el movimiento, la casi totalidad de la población española tenía una opinión sobre el 15M en estos años (estudios CIS y GETS citados). Ha sido una eclosión, una verdadera primavera, donde han florecido nuevas ideas alternativas, creatividad y arte. Como se dijo en
2011 «en una sola tienda de campaña de Sol había más ideas y debates que en toda la campaña electoral». Con el 15M ocurre como con la revolución parisina de mayo del 68, de la que se dijo que «no consiguió nada»: aparentemente no ha tenido ningún éxito concreto, nada ha cambiado y sin embargo «todo es diferente desde su aparición» (Adell, 2016). A finales del mismo año 2011 se comenzaron a crear nuevos movimientos sociales contra la crisis y contra los recortes en derechos sociales, especialmente las nuevas «mareas ciudadanas»: blanca (contra los recortes y privatizaciones en sanidad), verde (educación), naranja (servicio sociales y bibliotecas), negra (funcionarios) etc. Y tomaron gran impulso otros movimientos que ya existían, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Son los descendientes y las cristalizaciones sociales que han dado lugar a nuevos colectivos, asociaciones e iniciativas, hijos y descendientes del 15M (Alberich, 2016). 8.5. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS 1) Realizar una investigación sobre movilizaciones que se hayan realizado en la localidad o provincia donde se resida y sobre los movimientos sociales. Recopilando información sobre qué entidades existen, cuáles son sus características más sobresalientes, tipos de actividad, etc. 2) Verificar si los movimientos sociales analizados (u otros que conozcamos) cumplen con las características de las definiciones que se han incluido en este capítulo por diversos autores (Tilly y Wood, etc.) y con qué movimientos sociales históricos tienen relación.
8.6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ADELL, R. (2011). «La movilización de los indignados del 15-M. Aportaciones desde la sociología de la protesta». Sociedad y Utopía, 38: 125-140. ADELL, R. (2016). «Debate sobre movimientos sociales». Mesa redonda en Escuelas Pías de la UNED. Madrid, 17 febrero 2016. No publicado. ALBERICH, T. (2016). Desde las Asociaciones de Vecinos al 15M y las mareas ciudadanas [breve historia de los movimientos sociales]. Madrid. Dykinson. ALLAIT, E. (2007). L’Altermondialisme, Mouvanceoumouvement? París. Ellipses.
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Capítulo 9 Globalización y cambio social Rosa M.ª Rodríguez Rodríguez Tomás Alberich
9.1. Concepto de cambio social. Agentes y factores de cambio social. 9.2. Fases del sistema capitalista. El nacimiento del capitalismo de consumo. 9.3. La globalización. Sociedad de servicios y de la información en el capitalismo financiero-especulativo. 9.3.1. Estado de Bienestar y crisis. 9.3.2. El capitalismo del siglo XXI. 9.4. Migraciones internacionales en la era de la globalización. 9.5. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 9.6. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata este capítulo? En este capítulo se aborda, en primer lugar, el concepto de cambio social, desde la perspectiva de la Sociología, se exponen los principales agentes y factores de cambio social y se analizan otros conceptos de importante valor interpretativo, para el estudio de las transformaciones sociales, como son los de evolución social, proceso social y acción histórica. A continuación, se describen los principales cambios sociales en las fases del sistema socioeconómico capitalista, que se expande mundialmente desde el siglo XVIII y se convierte en el predominante, en su variante de capitalismo de consumo, en el siglo XX. Desde finales de este siglo, muestra, también, otras características definitorias, en un sistema de creciente globalización neoliberal que ha favorecido la economía financiera especulativa y los nuevos movimientos migratorios internacionales.
9.1. CONCEPTO DE CAMBIO SOCIAL. AGENTES Y FACTORES DE CAMBIO SOCIAL [20] El cambio social ha sido un tema nuclear para la Sociología, desde sus propios orígenes como ciencia, pues hemos visto en los primeros capítulos de este libro que nace en el contexto de grandes transformaciones sociales, políticas y económicas que requerían ser interpretadas y explicadas. Por cambio social puede entenderse «toda transformación observable en el tiempo que afecta, de una manera no efímera ni provisional, a la estructura o al funcionamiento de la organización de una colectividad dada y modifica el curso de su historia» (Rocher, 1990: 414 y 415). Los rasgos que determinan qué es el cambio social son, según Guy Rocher, en primer lugar, que el cambio social es necesariamente un fenómeno colectivo, es decir, debe implicar a una colectividad o a un sector apreciable de la misma; debe afectar también a las condiciones o modos de vida, o también al universo mental de un importante número de individuos. En segundo lugar, un cambio social debe ser un cambio estructural, es decir, debe producirse una modificación de la organización social en su totalidad o en algunos de sus componentes. Para hablar de cambio social es, pues, esencial poder indicar los elementos estructurales o culturales de la organización social que han conocido modificaciones y poder describir esas modificaciones con suficiente precisión. En tercer lugar, un cambio de estructura supone la posibilidad de identificarlo en el tiempo, pues es imposible apreciar y medir el cambio social como no sea con respecto a un punto o puntos de referencia en el pasado y, desde ahí poder plantear la existencia de un cambio, indicar lo que ha cambiado y en qué medida ha habido cambio. En cuarto lugar, para que se trate realmente de un cambio de estructura, todo cambio social debe dar pruebas de una cierta permanencia, lo que significa que las transformaciones observadas no deben ser superficiales y efímeras. Por último, concluye el mencionado autor, el cambio social afecta al curso de la historia de una sociedad; esto es, la historia de una sociedad habría sido diferente de no mediar dicho cambio social (Rocher, 1990: 413 y 414). Esta acepción de cambio social y, por ende, la problemática de la historicidad de las sociedades contiene los elementos que permiten distinguir el cambio social de otros términos asociados; entre ellos, la evolución social,
la acción histórica y el proceso social. Exponemos, a continuación, los aspectos diferenciales que caracterizan estos tres importantes términos interpretativos de la realidad social, a partir de las definiciones dadas, también, por el sociólogo canadiense. Hay una cierta unanimidad en considerar que la evolución social es el conjunto de las transformaciones que conoce una sociedad durante un largo periodo de tiempo, es decir durante un periodo de tiempo que rebase la vida de una sola generación e incluso de varias generaciones. La evolución social se circunscribe a lo que conocemos como tendencias sociales, esto es, tendencias imperceptibles a una escala reducida, pero evidentes cuando se adopta una perspectiva a largo plazo. En este nivel de análisis, los pequeños cambios se esfuman puesto que sólo subsiste el efecto acumulativo de un gran número de cambios, a fin de constituir una cierta línea o curva que describe el sentido o el movimiento de una tendencia general. Por otro lado, es importante no confundir acción histórica y cambio social. La acción histórica es el conjunto de las actividades de los miembros de una sociedad, de índole propia o destinadas a provocar, intensificar, frenar o impedir transformaciones de la organización social en su totalidad o en algunas de sus partes. Por regla general, sólo ciertas personas, grupos o movimientos concretos influyen, en un momento dado, sobre la orientación de una sociedad, sobre su destino, y contribuyen activamente a su historia. Estas personas, grupos o asociaciones son denominados agentes de cambio social y son los responsables de introducir el cambio, lo sostienen, lo fomentan o se oponen a él. La acción de estos actores sociales está motivada por objetivos, intereses, valores, ideologías, etc., que tienen un impacto sobre el devenir de una sociedad. Otro concepto, muy vinculado al estudio sociológico del cambio social, es el de proceso social, entendido como la secuencia y el encadenamiento de los acontecimientos, de los fenómenos, de las acciones cuya totalidad constituye el discurrir del cambio. El proceso muestra cómo acontecen las cosas, en qué orden se presentan y cómo se disponen (Rocher, 1990: 410-419). Determinar cuáles son los factores que generan cambios sociales ha sido una cuestión que ha suscitado gran interés en la historia del pensamiento sociológico. Para Karl Marx los cambios en los modos de producción eran el principal elemento de transformación social; Max Weber estudió la influencia de los valores religiosos en el desarrollo del sistema económico capitalista;
sociólogos actuales abordan el impacto de las nuevas tecnologías de la información y los avances científicos en la constitución de la Sociedad del Conocimiento, etc. Además de los factores económicos, culturales y tecnológicos, otros autores, también analizan la influencia del factor medioambiental (necesidades sistémicas de adaptación), o la forma de organización política y los instrumentos de poder, en relación a los cambios sociales y los tipos de sociedad resultantes (Giddens, 1998: 658-662). En el siglo XXI, podríamos señalar el proceso de globalización como uno de los factores de cambio social que mayor efecto transformador ha tenido en distintos ámbitos de la sociedad. Su análisis permite comprender la propia evolución seguida por el sistema capitalista y algunos fenómenos derivados, como son los nuevos movimientos migratorios. Procesos sociales de largo alcance histórico, pero que adquieren nuevas dimensiones en la sociedad global y de los que nos hacemos eco en este capítulo. 9.2. FASES DEL SISTEMA CAPITALISTA. EL NACIMIENTO DEL CAPITALISMO DE CONSUMO [21] El capitalismo es un sistema de relaciones económicas y sociales basado en el predominio del mercado y la libertad en los intercambios económicos. Como otros sistemas sociales evoluciona constantemente a lo largo del tiempo. De tal forma que, sus contradicciones internas, han variado en las diferentes fases del sistema capitalista, dando lugar a crisis cíclicas y conformando una sucesión de sistemas sociales. Estos, esquemáticamente, han sido principalmente tres: el capitalismo de producción, el de consumo y el financiero-especulativo. Previamente, había existido una fase precapitalista de crecimiento en los intercambios mercantiles, de incipiente capitalismo comercial. Las principales características de cada fase se sintetizan en el cuadro 1. Los partidarios del capitalismo más liberal (sin control estatal) eran mayoritarios en las políticas públicas europeas y norteamericanas del siglo XIX hasta que estalló la Gran Depresión, crisis económica que comenzó en los años 192930 en Estados Unidos y que se extendió a toda Europa a lo largo de la década de 1930.
Cuadro 1. Evolución histórica de los sistemas sociales ESTADO, sistemas Discurso Época FASES DEL CAPITALISMO político y social hegemónico Capitalismo Comercial (Mercantil) y crecimiento CRECIMIENTO del Capitalismo de Producción impulsado por: Derechos Humanos Lo importante es 1.ª Revolución industrial: impulsados por la crecer en Siglo XVIIIIntroducción de la máquina de vapor y el carbón independencia magnitudes en los procesos productivos. norteamericana (1769) cuantitativas. hasta la y la revolución francesa crisis de 2.ª Revolución industrial Ciencias Utilización de la energía eléctrica en el proceso (1789) 1929, Sociales: productivo, que posibilitó el desarrollo del la Gran Creación de la Predominio de Depresión trabajo en cadena y el posterior taylorismo. Beneficencia Pública las Técnicas Años 30 del S. XX Se actúa sobre la Cuantitativas y la El capitalismo entra en crisis por la especulación pobreza absoluta perspectiva y la sobreproducción (no hay suficiente consumo distributiva. para lo que se produce). Intervencionistas, fordismo y Keynes: Capitalismo de Consumo y Estado de Bienestar El Estado debe (Welfare State): intervenir para asegurar Regulación e intervención estatal, con políticas DESARROLLO el mantenimiento de la sociales públicas (sanidad, educación, Crecimiento con economía y el empleo y vivienda…), mejor planificar el desarrollo Al ser tarea del Estado la «Seguridad Social» (en distribución y económico. New Deal, Desde los sentido amplio) se posibilita el incremento del mayor bienestar años 30 del consumo, que los trabajadores puedan gastar sus F. Roosevelt, años para la mayoría siglo XX salarios en consumir y que el capitalismo pueda treinta. Plan (disminución de Marshall… producir más y no entre en crisis de las diferencias). En España se desarrolla sobreproducción. Se busca el un limitado «Estado .................................. crecimiento con autoritario del Consolidación del Estado de Bienestar a partir de cambio bienestar» (Rguez. la 2.ª Guerra Mundial. cualitativo. Cabrero, 1989) . . . . . . . . Antídoto a la revolución social-comunista (URSS Asistencia Social, con Ciencias Sociales: se Segunda 1917, China 1949…). Insuficiencia de comienzan a mitad del s. Posibilita que los trabajadores puedan vivir Recursos y derecho utilizar Técnicas mejor, asuman el modelo, consuman más y XX condicionado. Cualitativas, defiendan el «Estado social de mercado» y el Posteriormente: Perspectiva «capitalismo social». Servicios Sociales, Estructural y El capitalismo de consumo se basa en: marketing, como Derecho análisis de redes. obsolescencia programada y facilidad en el Universal reconocido. crédito. Se actúa sobre la 3.ª Revolución Industrial, la electrónica. pobreza absoluta y la relativa. «DESARROLLO SOSTENIBLE», «Calidad de Vida» y
«Participación» Servicios en Red/ Sociedad de la (también Información y Sociedad respecto a la Red (Castells). crisis: la culpa es Disminución del Estado de todos…). y privatización parcial Agenda 21, Carta Globalización y disminución del Estado de del Estado de de Aalborg, Bienestar. Bienestar. Planes de Capitalismo financiero-especulativo, capitalismo Se propugna una Inclusión de ficción, economía de casino… Social… Disolución de la URSS y del bloque comunista redefinición del EB, pasar a «Sociedad de Utilización de (1989-91). El capitalismo no tiene competidores. Bienestar», con más técnicas Décadas Aumento de las desigualdades sociales y protagonismo de participativas en económicas. Los Estados nacionales pierden 1970/80 asociaciones, ONG y investigación y hasta 2007 poder frente al «Mercado» internacional. planificación. La globalización neoliberal impone sus reglas de teleparticipación individual. Nuevos mercado como únicas, es el pensamiento único y Derechos difusos y conceptos: el ‘fin de la historia’. La globalización se da en ámbitos de la cultura, la economía, la tecnología modernidad líquida, los Calidad Total, Marco Lógico, (TIC), el crimen organizado y la globalización derechos sólidos desaparecen (Bauman). Gobernanza, política y social que es la menos desarrollada Empoderamiento. (derechos de los trabajadores y a su libre tránsito, Flexibilidad, desregulación o No a la DD.HH. cambio climático…). ‘flexiseguridad’ planificación Más que de pobreza se políticohabla de exclusión económica/sí a social. Aparición de planes trabajadores pobres estratégicos (Robert Castel, 2014) y locales o del precariado. sectoriales. Modelo de integración social relacional. Con la crisis los derechos (líquidos) también se esfuman, 4.ª Revolución Industrial: Internet-redes sociales pasan a ser «gaseosos». Minoritariamente y nuevas TIC, y desarrollo de la biotecnología, Crisis política de la se propugna un Crisis de la robótica y automatización. globalización, nuevos «crecimiento Crisis en cascada o crisis sistémica: especulativa, movimientos Gran débil» con más Recesión socioeconómica, política, ecológica, migraciones, migratorios y nuevos impuestos aumento de la desigualdad, etc. (desde nacionalismos (Brexit, (Piketty, 2014), o Crecimiento económico sin creación de empleo. Trump…). 2007) el Consumo individualizado y personalizado, Desarrollo de nuevas «decrecimiento» consumidor activo e interconectado (Alonso). formas económicas: (Taibo, 2002) Desintermediación. Economía Colaborativa y Economía del Bien Común.
Fuente: elaboración propia.
La primera revolución industrial, del vapor y ligada al consumo de carbón, había continuado con la segunda revolución industrial (de la electricidad). Ambas habían supuesto un aumento constante de la producción fabril y global que, unida a la posterior producción en cadena y al taylorismo, con la aplicación de técnicas científicas a la producción y a la organización del trabajo, habían provocado un nuevo aumento de la productividad y un incremento constante de la producción masiva de bienes de consumo. Pero la demanda no tenía capacidad para absorber tanta oferta. No había un consumo suficiente de todo lo producido, a causa principalmente de los bajos salarios de la clase trabajadora y a la escasa seguridad social. Esta falta de consumo y la espiral especulativa de las acciones en bolsa produjeron la primera gran crisis internacional del capitalismo, que provocó el cierre de miles de empresas y millones de parados. Esta crisis, la Gran Depresión, ha sido considerada la más importante de la historia hasta que comienza, también en Estados Unidos, la crisis de 2007, la Gran Recesión. El capitalismo de producción había mostrado sus insuficiencias, su techo de crecimiento dentro de una economía política liberal. La solución a la crisis de los años 30 viene con la aplicación de un nuevo modelo económico-social a partir de diversas propuestas, con objetivos a priori diferentes, pero coincidentes en ser partidarias del intervencionismo estatal, resumidas en el fordismo y el keynesianismo. Por un lado, y desde una perspectiva económica desde dentro del mercado, el industrial Ford había puesto en marcha un modo de producción en cadena taylorista, cuyos pilares básicos fueron la aplicación de técnicas científicas a la organización de la producción y la especialización del obrero, convirtiéndolo en trabajador cualificado, lo que provoca un aumento de la producción y la reducción de costes. Frederick Winslow Taylor (1856-1915), realizó su planteamiento en la obra Principles of Scientific Management (1911), que luego fue conocido como «taylorismo», consistente en un sistema de organización integral, con la aplicación de métodos científicos de control de la producción y, específicamente, de control sobre los obreros y su relación con las máquinas. Esto exigía un control exhaustivo cronometrado de los tiempos necesarios para cada acción concreta de trabajo, con el fin de maximizar la eficiencia de
la mano de obra, de las máquinas y herramientas, y de sus relaciones. En este sistema el obrero está controlado minuto a minuto y es una pieza más de la cadena productiva. Por otro lado, John Maynard Keynes (1883-1946) plasma sus teorías desde una perspectiva económica más ideológica, en las que, tras analizar la fluctuación de los ciclos económicos y su influencia en los niveles de empleo e ingresos, propone dotar a los Estados nacionales y a sus instituciones de mayor poder para intervenir y controlar el mercado, con el objetivo último de lograr una mayor estabilidad y prosperidad. La herramienta principal para este control sería una política fiscal redistributiva que asegurase el crecimiento económico y la protección social de las clases trabajadoras, permitiendo así el aumento del consumo popular y su desarrollo como una nueva «clase media». Ford se había dado cuenta de que poco servía producir mucho, si los trabajadores no tenían capacidad adquisitiva para comprar, para adquirir sus propios automóviles ford. La conclusión de ambas propuestas fue que el sistema económico capitalista y su organización social requerían que el Estado asegurara a toda la población la protección social (educación, sanidad, vivienda) y la creación de seguros y pensiones (públicas y facilitar las privadas), para que los trabajadores pudieran dedicar sus salarios principalmente al consumo directo. Única manera de mantener el crecimiento de la producción a lo largo del tiempo. El debate entre los keynesianos, intervencionistas-planificadores, y los nuevos liberales (neoliberales-conservadores, cada vez menos liberales y más conservadores) se mantiene desde los años treinta del pasado siglo hasta la actualidad. Tony Judt (2012) lo expresó acertadamente: Los tres cuartos de siglo que siguieron al colapso de Austria de la década de 1930 pueden considerarse como un duelo entre Keynes y Hayek. Keynes comienza con la observación de que bajo unas condiciones económicas de incertidumbre sería imprudente suponer unos resultados estables, y por tanto sería mejor diseñar formas de intervenir a fin de conseguirlos. Hayek, que escribe conscientemente en contra de Keynes y desde la experiencia austriaca, argumenta en su Camino de servidumbre (1945) que la intervención —la planificación, por benevolente o bienintencionada que sea independientemente del contexto político— termina mal (Tony Judt citado por José María Sánchez Ron, 2013).
Desde los años treinta se da así el paso paulatino del capitalismo de producción al de consumo y el paralelo y necesario impulso del Estado de Bienestar (Welfare State), con un nuevo pacto social (New Deal), entre las clases trabajadoras y los «cuadros» del Estado y del empresariado. Pacto por
el que los trabajadores participarían tímidamente en el liderazgo políticosocial, y los segundos se convierten en agentes de los intereses de la ciudadanía, que se concretan en subidas de impuestos, más derechos a los trabajadores y fuertes inversiones públicas para salir de la crisis. El desarrollo del Estado de Bienestar en los países industriales occidentales también fue posible por el colonialismo que, entre otros factores, permitió obtener materias primas y energía barata, procedente de los países colonizados. El capitalismo de consumo y el pacto social entre trabajadores y empresarios tomó un nuevo impulso después de la Segunda Guerra Mundial, llevando al mayor desarrollo del Estado de Bienestar. También fue, desde el principio, una forma preventiva de diluir las aspiraciones revolucionarias de una parte de la clase trabajadora, ya que en 1917 las organizaciones obreras comunistas habían tomado el poder en Rusia y habían creado la URSS y, con la Segunda Guerra Mundial, se había extendido su influencia al Este europeo y a China. El aumento de los medios disponibles para las clases trabajadoras, y la diversificación y especialización profesional y productiva, propiciaron el desarrollo de una economía de servicios que favoreció el paulatino crecimiento de la clase media, a cuya categoría social pasaría a autoidentificarse la mayoría de la población (Alberich y Amezcua, 2017). Cada fase del capitalismo asume e incluye a la anterior. El precapitalismo comercial aumentó con la mejora de los sistemas fabriles productivos. La economía productiva sigue siendo base sustancial del capitalismo, pero es el consumo el que toma el relevo como principal factor económico para que pueda seguir creciendo. El consumismo tira de la economía desde los años 30 del pasado siglo. Sin consumo no hay producción que valga. El capitalismo de consumo se sustenta en una triple base, necesaria para propiciar su desarrollo y que se va implantando paulatinamente: a) endeudamiento fácil, favoreciendo el acceso generalizado al crédito, que implica el endeudamiento permanente de empresas y familias; b) el marketing, que asegura la constante creación de nuevas necesidades sociales, «necesidades» que debemos satisfacer mediante la inmediata compra de bienes y servicios, c) y la obsolescencia programada de los productos, para asegurar que ningún producto comprado dure demasiado, «más de lo justo» en el
sentido de lo que se considera muy rentable para el fabricante. Está constatado que la obsolescencia programada comenzó hace ya casi un siglo, con acuerdos fraudulentos entre los principales fabricantes de bombillas eléctricas (para que no duraran mucho) y se ha extendido a la fabricación de todo tipo de productos manufacturados. Ha llegado a ser tan escandalosa en el siglo actual que hay países como Francia que la han prohibido. El debate está muy presente en la Unión Europea con varias propuestas para su reducción o prohibición. El capitalismo de producción y el de consumo siguen vigentes y han provocado un inevitable crecimiento del capitalismo de servicios, factor causante y, a su vez, producto del consumismo. Así mismo, para que el consumo y los intercambios internacionales pudieran seguir aumentando, se incrementó la economía financiera, con endeudamiento y préstamos fáciles. Esta economía cobró vida propia mediante su constante financiarización, convirtiéndose en predominante en las últimas décadas del siglo xx y arropando el desarrollo del capitalismo especulativo. En las décadas de 195060 se produce la tercera revolución industrial, de la electrónica y las telecomunicaciones, que facilitó su extensión a caballo con la creciente globalización. El nuevo capitalismo postfordista cohabita con el anterior y crea nuevas pautas de producción y de consumo. El sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) dedicó buena parte de su extensa obra al análisis de las nuevas formas de producción y a su relación con el consumo cultural. Considera que el capital puede ser básicamente de dos tipos: capital económico y capital cultural (Bourdieu, 1988). El capital económico con los bienes materiales que se pueden acumular (el tipo de capital al que normalmente nos referimos al hablar de capital), mientras que el capital cultural hace referencia a conocimientos y beneficios simbólicos adquiridos por los sujetos, marcando pautas diferenciadoras en el consumo cultural. En este análisis del postfordismo y sus pautas de consumo, es destacable en España la obra de Luis Enrique Alonso (2007): El consumo nacional, y su compañero natural, el de cultura de masas, ha tendido a sustituirse por el de la articulación de nuevos estilos de vida y consumos distintivos, compuestos a nivel mundial, representando un conjunto de normas adquisitivas diferenciadas que han venido a crear un nuevo modelo de consumo global postfordista a la vez unificado, individualizado y diferenciado [...] La crisis del compromiso keynesiano, del Estado social y de la cultura de la seguridad nacional, ha ido cristalizando en la percepción de una sociedad del riesgo que, como ha diagnosticado Ulrich
Beck (1992, 1999), impulsa hacia una autoconstrucción particularizada e individualizada de biografías cada vez más diversificadas […] La gestión privada e individualizada del riesgo se hace central en una cultura de consumo donde la autorresponsabilidad en temas como la formación, la sanidad, el cuidado corporal, la cultura alimentaria, las pensiones, o la seguridad personal se convierten en bienes adquiribles en mercados de servicios cada vez más presentes en la esfera de lo directamente comprable [...] Del consumidor receptor pasivo típico de la era del objeto mecánico y eléctrico (o incluso de la primera electrónica) hemos pasado al consumidor autoproducido, activo e interconectado, donde el aumento hasta el infinito de las posibilidades de elección, pasa por el aumento paralelo del poder de los códigos comunicativos y las tecnologías de consumo (2007: 43 y ss).
9.3. LA GLOBALIZACIÓN. SOCIEDAD DE SERVICIOS Y DE LA INFORMACIÓN EN EL CAPITALISMO FINANCIEROESPECULATIVO La tercera fase del capitalismo, a la que denominamos de capitalismo financiero-especulativo, comienza en las décadas de 1970-80. Se ha desarrollado conjuntamente con la expansión de la globalización neoliberal. Entre sus características definitorias están el imparable desarrollo tecnológico de la microelectrónica y de las nuevas TIC y el paralelo aumento de las desigualdades. La globalización se produce en todo el planeta y en todos los ámbitos, pero no de manera simultánea. En cuanto a proceso de intercomunicación e interconexión mundial, la globalización es un proceso histórico natural. En la historia de la Humanidad siempre se han producido procesos de más información, fusión y «contaminación» entre culturas, economías, etc. Es un proceso de mundialización que se ha ido construyendo durante siglos entre las diferentes civilizaciones, pero, desde finales del siglo pasado, es cuando se habla de globalización moderna para referirse a la globalización neoliberal, que comienza en la segunda mitad del siglo XX y especialmente a partir de los años setenta. Sus defensores escogieron la palabra «globalización» frente a otras como mundialización —más exacta para referirse a procesos económicos y de homogeneización del sistema productivo mundial, porque globalizar es un concepto de connotación positiva, defendido desde posiciones progresistas, que apoyaban actuaciones sociales integrales globales. Por ejemplo, el movimiento ecologista desde los años 90 había hecho famosa su proclama de «actuación local con pensamiento global». La contracumbre mundial de Río, en 1992, se
denominó precisamente «Foro Global». La palabra «globalización» evoca así aspectos positivos y modernos: visión global como visión integral, holística, comunicación mundial, nuevas tecnologías, etc., frente a los «antiglobalizadores», palabra que sugiere reminiscencias contra el progreso, de aislamiento, nacionalismo o localismo. La globalización neoliberal moderna se da en, al menos, cinco aspectos diferentes, pero interconectados: 1) En la Cultura. Es la globalización neoliberal más antigua, que comienza con el proceso de exportación mundial del modelo de vida norteamericano (american way of life) a través de su potente industria cultural, especialmente de las películas de Hollywood, pero también con la música, comida rápida, bebida-refrescos, la MacDonalización mundial. Se plantea como la cultura abierta de la libertad. Potenciar o proteger las culturas nacionales o locales se considera como algo antiguo, retrógrado. 2) En la Economía. Desregulación y deslocalización, libertad para el movimiento de capitales, principalmente del capital financiero especulativo que se mueve gratis a nivel mundial, sin tasas y, en menor medida, de la industria, la agricultura y servicios, que siguen teniendo aranceles, pero paulatinamente disminuyen, arruinando a las economías locales. Libertad para los movimientos económicos, pero no para su base fundamental, los recursos humanos, no para las personas. 3) Tecnología y Conocimiento. Especialmente de las nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), pero que se da en todos los sectores: globalización en la investigación I+D+i, biomedicina, automatización, etc. Los avances tecnológicos son la parte más visible e inmediata de la globalización. 4) Globalización del crimen organizado, de las actividades económicas ilegales y alegales: tráfico de drogas ilegales, de armamento, tráfico ilegal de mercancías, etc. El de obras de arte y de falsificaciones es el que más dinero mueve después de los dos anteriores (drogas y armamento). Y tráfico ilegal de personas. Con la globalización, el dinero en paraísos fiscales no ha dejado de aumentar hasta cifras
astronómicas. Igual que el porcentaje de la economía en manos del crimen organizado y de las mafias internacionales, según múltiples estudios (Vidal-Beneyto, 2010: 241 y ss.; Garzón, 2005; De la Corte y Giménez-Salinas, 2010; Forgione, 2010). 5) Globalización política y social, de los derechos humanos y de la democracia, que es la que menos se da o que menos se respeta. Promovida por organismos y acuerdos internacionales, la ONU, protocolos de protección ambiental (como el de Kioto y posteriores), Corte Penal Internacional, etc., y la impulsada desde organizaciones y movimientos sociales internacionales (Green Peace, Amnistía Internacional, movimientos altermundialistas y foros sociales, OIT, entre otros). Los cinco aspectos en que la globalización se produce están interconectados y, en ocasiones, superpuestos. La revolución tecnológica, a partir de la tercera revolución industrial, ha facilitado el desarrollo de la globalización y dado soporte a la globalización mediática. Ha puesto las vías (más bien autopistas) por la que transita la información e intercomunicación, facilitando todo lo demás. A su vez, el acrecentado poder de los mass media ha impulsado la globalización e incluso ha impuesto sus modelos y sus diversas visiones globalizadoras, resumidas en el «pensamiento único» neoliberal. Para Manuel Castells vivimos en la sociedad red, que es a la Era de la Información lo que la sociedad industrial fue a la Era Industrial (Castells, 2010: 27). Los modelos político-económicos son diversos y, como también indica Castells, a pesar de la globalización sigue existiendo la pluralidad y los Estado-Nación, pero con unas reglas de juego diferentes. Se coincide en el enorme poder de la comunicación: Poder es algo más que comunicación, y comunicación es algo más que poder. Pero, el poder depende del control de la comunicación, al igual que el contrapoder depende de romper dicho control (2010: 23).
Bernard Cohen (1963) ya indicaba que puede que la prensa no tenga mucho éxito en decir a la gente qué tiene que pensar, pero sí sobre qué temas tiene que pensar. Así, la agenda informativa establece la agenda pública y ciudadana, establece además el framing, el marco o encuadramiento sobre lo que hay que pensar, sobre los temas que pensamos y debatimos.
La actual cuarta revolución industrial, con Internet y las nuevas redes sociales, está creando nuevas formas diferentes de comunicación y de consumo que aún no sabemos hasta qué punto cambiarán las reglas del juego social (ver el siguiente capítulo). 9.3.1. Estado de Bienestar y crisis
A partir de 1971-1973 se producen una serie de crisis que van a tener notables repercusiones en el modelo de Estado existente hasta entonces. Las sucesivas crisis del petróleo supusieron incrementos constantes de los costes de la energía ¿Cómo solventó el capitalismo estas crisis para mantener o incluso incrementar las tasas de beneficio empresarial? A unos años de ahorro energético y de reestructuración industrial continuaron cinco tipos de respuestas en los años ochenta, que en buena parte habían sido impulsadas por el tándem Ronald Reagan-Margaret Thatcher: 1. Disminución de costes fiscales a las empresas y a las grandes rentas, mediante reducción de impuestos y disminución de controles, reducción del papel fiscalizador de los Estados, en nombre de la «libertad» y de las nuevas palabras-fetiche: «flexibilidad» y, más aún, «desregulación» que es «la palabra de moda y el principio estratégico elogiado y aplicado activamente por cualquiera que tenga poder. Hay demanda de desregulación porque los poderosos no desean ser “regulados” tener limitada su libertad de elección y constreñida su libertad de movimientos» (Bauman, 2006: 35). 2. La reducción de impuestos implica una disminución de ingresos del Estado y, como consecuencia, la paulatina disminución del Estado de Bienestar, ya que comienza a no poder hacer frente a los servicios que hasta entonces había prestado. Consecuencia: aumento de las desigualdades sociales. 3. Abaratando costes de producción. Disminución de los salarios reales y de los derechos laborales: menos seguridad en el empleo, descenso de la indemnización por despido, aumento del empleo precario, más eventualidad. Una sociedad en la que todo fluye, todo se disipa, todo cambia y en la que los derechos y valores fundamentales no tienen una base sólida, se nos escurren entre las manos. Es la «modernidad
líquida» gráficamente expresada por Zigmunt Bauman (2005). 4. Para que las reformas citadas se pudieran llevar a cabo se realiza el mayor enfrentamiento desde la Segunda Guerra Mundial con sindicatos, organizaciones obreras y movimientos sociales que se oponían a estas medidas. Comenzando en el Reino Unido, el enfrentamiento se salda con una disminución del poder de sindicatos y movimientos sociales y con la paulatina asunción, desde las organizaciones socialdemócratas, de parte del nuevo ideario neoliberal (a través de propuestas como la de la tercera vía, socialdemocracia liberal). 5. Las grandes empresas comienzan la conquista de nuevos mercados. La expansión de las multinacionales lleva a la creación de las grandes corporaciones empresariales «transnacionales». Las economías nacionales pierden poder y se producen los primeros procesos de deslocalización de las empresas. Se acelera, en definitiva, el proceso de mundialización socioeconómica conocido como globalización. Saskia Sassen ha analizado detenidamente y explicado cómo, en una primera fase, la financiarización facilitó el crecimiento de la economía y permitió su expansión. Pero, el exceso de endeudamiento mediante la financiarización constante y autoalimentada, nos llevó a una economía especulativa e inestable. «La crisis se convierte en una característica de los sectores económicos no financieros a través de su financiarización [...] El resultado general es un potencial extremo de inestabilidad incluso en sectores fuertes y sanos (capitalistas), en especial en países con unos sistemas de financiación muy desarrollados» (2014: 64). En palabras de Göran Therborn (2012): «las finanzas se han convertido en el centro del capitalismo avanzado», en una vorágine de compraventa a gran escala de valores intangibles a través de complejas operaciones bursátiles, formando burbujas especulativas que finalmente estallan. Cuando explotan, las pérdidas reales recaen en los más débiles del sistema (desempleados, bajos salarios, etc.), provocando el aumento de la desigualdad, resultado de los entresijos de una economía cada vez más virtual y menos real». Óscar Iglesias (2012: 161) lo resume afirmando que «la globalización financiera sin regulación ha ocasionado un crecimiento exponencial de las transacciones financieras a corto plazo, que han favorecido la especulación financiera y han provocado la crisis actual, aumentando las desigualdades en todo el planeta».
Durante décadas, las clases trabajadoras habían mantenido su poder adquisitivo por el incremente del endeudamiento hasta que la crisis explota. Paralelamente, la riqueza, de las mismas élites económicas que provocaron la crisis, aumenta constantemente. Por ejemplo, en 2011, según datos del Banco Mundial, las veintinueve personas más ricas tenían una fortuna equivalente a la del total de los 95 países con menor PIB en 2009. Mientras, los gobiernos de la Unión Europea recortaban los presupuestos públicos de gasto social para corregir la deuda contraída, precisamente para rescatar a los bancos de esas mismas élites, obstaculizando así el desarrollo económico. ¿Cómo se produjo el cambio del capitalismo de consumo al especulativo, el paralelo declinar del Estado de Bienestar y la predominancia de la globalización neoliberal? Sabemos que estos cambios sistémicos, como los anteriores en la historia, son procesos que no se pueden concretar en una sola fecha, pero sí hay consenso entre los analistas para señalar que el cambio se produce en la época del tándem Thatcher-Reagan. La denominada «revolución de los muy ricos» (Galbraith, 2011), había empezado antes, pero es en los años 1970 cuando se visualiza y en los ochenta cuando triunfa internacionalmente. De hecho, Göran Therborn ha calculado que fue precisamente en 1980 el año concreto de la máxima expansión del Estado de Bienestar y la fecha del cambio de ciclo (al menos en los países anglosajones y en los más industrializados, en España fue posterior). Como afirman Gérard Duménil y Dominique Lévy, si el citado New Deal se trataba de un compromiso entre los cuadros y las clases populares, en el neoliberalismo este pacto se establece entre los cuadros (gerentes y ejecutivos) y la clase capitalista. El liderazgo de esta alianza es asumido en esta fase por la clase capitalista, mientras que los cuadros están a su servicio, recibiendo importantes remuneraciones dependiendo de su posición respecto a los objetivos neoliberales. A finales del siglo XX, la producción se socializa crecientemente, se establece como un conjunto de interacciones entre diferentes agentes, convirtiéndose en una cuestión social. Siguiendo a Duménil y Lévy (2014), esta socialización de la producción tiene tres características: 1) Cada vez requiere utilizar más medios, tanto en capital como en trabajadores, convirtiéndose en macroempresas con complejos sistemas de organización.
2) Las redes empresariales se amplían, estableciéndose conexiones tanto dentro de la empresa como con otras empresas, entre territorios y países, hecho favorecido por la globalización. 3) La interdependencia empresarial se convierte en el sistema de articulación principal de la propiedad de las instituciones privadas, surgiendo grandes corporaciones en las que unas empresas poseen a otras. Dentro del sistema capitalista se produce una nueva contradicción, por la que el capital ya no es una propiedad privada de uno o varios individuos, sino compartida por un gran grupo de ellos y gerenciada por otros muchos. El capitalismo actual es una maraña de redes superpuestas e interconectadas, que cada vez es más difícil de comprender y de saber quien ostenta el poder. 9.3.2. El capitalismo del siglo xxi El actual modelo capitalista está en crisis. El capitalismo goza de buena salud y no tiene alternativa. Estas dos afirmaciones que parecen antagónicas son perfectamente compatibles y conviven en el momento actual. Si por algo se caracteriza el sistema económico que llamamos capitalismo es por su inagotable capacidad de mutación (Carreño, 2017).
La desigualdad y las diferencias salariales no han parado de aumentar y, paralelamente, la fragmentación social y económica también se ha incrementado constantemente. Es un objetivo fundamental para el mantenimiento del status quo que no se visualicen las clases sociales ni los «bloques sociales» (burguesía frente a proletariado, trabajadores frente a empresarios, sociedad de los dos tercios). Para conseguirlo el bloque dominante ha seguido durante décadas la estrategia de crear diferencias en el interior de las clases sociales trabajadoras, fragmentándolas. Así, dentro de cada empresa cada vez hay más niveles salariales, categorías y subcategorías, privilegios diferenciados para los fijos, complementos de antigüedad, incentivos según la producción, etc. frente a los precarios, eventuales, becarios, contratados por horas, falsos autónomos (que dependen de una sola empresa), etc. Para facilitar este proceso de fragmentación económica también ha sido fundamental los procesos de externalización (outsourcing), impulsando la división de las grandes empresas en unidades menores, lo que facilita el control empresarial sobre los trabajadores y dificulta la
organización sindical. El nuevo capitalismo globalizado incluye la creación de nuevos conceptos (Cuadro 1), como los de calidad total, círculos de calidad, gobernanza, desarrollo sostenible, etc. En el sistema productivo, el trabajador ya no es controlado y cronometrado al minuto en una cadena de producción taylorista: ahora se trata de que cada empleado se sienta como parte activa de la empresa, que forma parte de un objetivo colectivo. Cada trabajador es un «emprendedor», un activista que promoverá la calidad de la empresa y proyectará una imagen positiva siempre. Al obrero ya no hay que controlarle los tiempos dentro de la empresa, porque el principal controlador será el mismo: habrá asumido que su dedicación debe ser permanente a la empresa y estar disponible las 24 h. del día. Los círculos de calidad funcionan mediante la participación colectiva, para que el trabajador, dentro de un equipo, participe activamente y promueva la competitividad, sintiendo que es sujeto y parte imprescindible. Si uno trabaja menos estará perjudicando a sus compañeros, no a la empresa. Se trata de superar al trabajador cosificado y alienado del capitalismo de producción [22], sustituido por el trabajador autoexplotado. Las grandes empresas se disocian en múltiples empresas en red, que realmente pertenecen a la misma corporación, pero en la que apenas existe el gran centro, la gran fábrica. De la corporación empresarial dependerá una multitud de empresas auxiliares y complementarias y de estas una infinita red de microempresas y de trabajadores autónomos. Sin derechos. Ahora es la autoexplotación una de las bases del sistema, ya se sea trabajador por cuenta propia o ajena. Esto es en un proceso de cambio mundial y la tendencia predominante, pero no debemos olvidar que en buen parte de Asia (China, India… las fábricas del mundo), permanece la producción fabril en cadena del fordismo o taylorista y aún lo hará durante bastante tiempo. ¿Cuál puede ser la alternativa? «Construir una globalización razonable supone avanzar en un modelo de consumo mundial que combine la diversidad con la equidad» (Alonso, 2007: 51), que cambiaría la situación internacional. Pero, en la segunda década del siglo XXI, las acciones internacionales para regular o «controlar» la globalización no pasan por estas propuestas de combinación de la diversidad con la equidad. Más bien responden mayoritariamente a otros fines. La crítica tradicional progresista del proceso de globalización, neoliberal-
uniformador, se puede resumir en las demandas de los movimientos sociales por una «justicia global» (Della Porta y Diani, 2011). Pero, desde hace años, han aparecido las surgidas desde la ultraderecha nacionalista, reflejo de enfrentamientos entre diferentes fracciones de la clase capitalista internacional. Con frecuencia las luchas por el poder están representando el enfrentamiento entre los diferentes intereses económicos grupales. Posiciones neoliberales a nivel planetario, defendidas por las corporaciones transnacionales, han entrado en contradicción con algunos intereses empresariales nacionales. EE.UU. ha abanderado las posicionas más liberales y desreguladoras, que han propiciado la eliminación de tasas internacionales y de aranceles fronterizos. Esto ha sido un factor fundamental en el aumento de las desigualdades internas e internacionales, y en el estallido de la crisis de la Gran Recesión (2007). Pero, desde hace años, defiende el proteccionismo de su economía nacional, cuando ha analizado que difícilmente pueden sus empresas competir con las instaladas en China y el resto de Asia. Este nuevo proteccionismo, que políticamente se ha traducido en el triunfo electoral de Donald Trump, entra en conflicto con las corporaciones globales transnacionales que, aunque tengan sede norteamericana en origen, carecen de sentido nacional o de «valores patrios». Estas contradicciones son también la base de otros procesos políticos, como el triunfo del Brexit o el ascenso de la ultraderecha en Europa. Aquí debemos recordar la distinción entre empresa multinacional y transnacional. La empresa o corporación multinacional es un conglomerado empresarial que desde un determinado país se ha extendido a otros. Con «transnacional» nos referimos a una corporación que actúa globalmente y que puede cambiar su sede central en cualquier momento porque actúa en la economía-mundo. Realmente, estará controlada por fondos de inversión o especuladores internacionales que nada tienen que ver con su origen ni ubicación geográfica. 9.4. MIGRACIONES INTERNACIONALES EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN [23] La inmigración ha sido siempre una fuerza de crecimiento económico y de cambio social. A pesar de la importancia de los movimientos de población
provocados por la escasez de recursos naturales, los ocasionados por conflictos bélicos u otros de carácter coactivo, como el tráfico ilegal de personas para su explotación sexual, etc., podemos afirmar que la mayor parte de los desplazamientos de población actuales revisten, fundamentalmente, el carácter de migraciones laborales. Por lo tanto, su análisis debe realizarse en el contexto expuesto de evolución del sistema capitalista mundial. La globalización ha tenido, sin duda, un gran impacto en los procesos migratorios de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Por un lado, si bien es cierto que la globalización económica comporta una intensificación de los intercambios comerciales y las relaciones financieras, se sabe que se ha realizado de una forma desigual. Mientras se afirma la soberanía de unos Estados, disminuye la autonomía de otros. De tal manera que, las desiguales relaciones de fuerza interestatales han hecho que las condiciones de intercambio en el mercado internacional sean cada vez más desfavorables para los países periféricos, condenando a muchos de ellos a permanecer en la pobreza más absoluta. Entre otras cosas, porque uno de los principios rectores que subyace al proceso de globalización es utilizar los recursos allí donde son más productivos. De ahí, el desarrollo de la agricultura comercial, la producción industrial dirigida a la exportación y la contratación de mano de obra intensiva en sectores como el textil o el electrónico a muy bajo coste en países en vías de desarrollo (Rodríguez, 2013). La devaluación del factor trabajo es, como sabemos, una de las características de este periodo y explica, en sí misma, muchos de los desplazamientos de trabajadores. Tanto porque las situaciones de pobreza y desigualdad, que afectan a gran parte de las poblaciones de los países periféricos, les impulsa a migrar como porque, a su vez, favorecen la externalización de los costes de mano de obra y también porque determinadas condiciones de los mercados de trabajo y estructurales, originan la demanda de mano de obra inmigrante en los países más desarrollados. Sin embargo, la movilidad de la fuerza de trabajo no va paralela a la de los flujos de capital. Mientras que se promueve la desregulación y liberalización de los mercados financieros y las relaciones comerciales transnacionales, se restringe y «supervisa» la libre circulación de trabajadores, lo que tendrá como consecuencia directa el incremento de los desplazamientos anárquicos y clandestinos (Rodríguez, 2011: 93-100).
La Nueva División Internacional del Trabajo, efectivamente, no sólo supone la deslocalización del sector industrial hacia las regiones periféricas, donde la fuerza de trabajo es más barata (movimientos de capital); sino que también genera importantes movimientos del factor trabajo en el sentido contrario (de la periferia hacia el centro), tanto de fuerza de trabajo cualificada como no cualificada atraída por una fuerte demanda. Por un lado, como consecuencia de la nueva economía del conocimiento y del proceso de globalización, se incrementan los servicios altamente especializados y cualificados, sobre todo financieros. En países como Estados Unidos, Canadá, Suecia, Alemania o Japón se asiste a un aumento apreciable en la proporción de profesionales, técnicos, directivos y empleados de cuello blanco, en general, que va consolidando un segmento de la población con rentas elevadas y pautas de consumo caras. Pero, por otro, esta rápida proliferación de los servicios más cualificados genera una fuerte demanda auxiliar de muchos puestos de trabajo con salarios bajos, condiciones laborales inestables y con escasas oportunidades de promoción. Tal incremento surge como respuesta a la demanda de una mano de obra que permita asegurar el nivel de vida de los empleados y directivos de sueldos elevados y satisfacer sus pautas de consumo y estilos de vida; sin olvidar los efectos del envejecimiento de la población y las necesidades reproductivas relacionadas con el nuevo estatus de las mujeres autóctonas que se incorporan al mercado de trabajo. Se trata de actividades intensivas, en fuerza de trabajo, que no pueden «deslocalizarse» y que deben realizarse in situ, en el mismo lugar donde existe la demanda. Hablamos de ocupaciones poco cualificadas como guardias jurados, camareros, empleados de limpieza, servicios relacionados con la asistencia de ancianos y toda clase de servicios reproductivos (cuidado de niños, tareas de la casa, etc.) (Sassen, 1999). Es aquí, en esta gama de actividades del sector servicios, donde se crea un espacio económico para el que los y las inmigrantes —sobre todo las mujeres jóvenes— se convierten en oferta de mano de obra deseable y preferente (Rodríguez, 2008). De ese modo, la internacionalización de la producción se interrelaciona con los movimientos migratorios laborales, no sólo en el sentido de determinar la dirección o el volumen de los flujos, sino también en cuanto a su feminización. Muchos de estos productos y servicios se llevan a cabo dentro de la economía informal o sumergida, dando cabida en ellos a personas inmigrantes en situación de irregularidad documental que son explotados y no tienen condiciones laborales mínimamente dignas. La
inmigración se erige como la principal proveedora de mano de obra en estas actividades de servicios mal remuneradas, en tanto que la población autóctona, con mejores expectativas y aspiraciones, las rechaza. La feminización de los flujos migratorios es una tendencia que podríamos denominar global, adquiriendo dimensiones significativas y creándose, en continentes como Asia, procesos migratorios genuinos (Asís, 2004: 45-48). La creciente segmentación y «etnificación» de los mercados de trabajo, la ubicación de la gran mayoría de los trabajadores inmigrantes en empleos precarizados y en los sectores más desregulados como pauta dominante en la «lógica de aprovisionamiento de fuerza de trabajo» en el siglo XXI por parte de las sociedades avanzadas, no puede hacernos olvidar otra tendencia, también gestada al amparo de variables implícitas en los procesos de globalización, que es la demanda de mano de obra con alta cualificación (Abella, 2006: 185-186). Para este tipo de trabajadores, las políticas de admisión lejos de restringir su movilidad la fomentan, pues el crecimiento económico de determinados sectores productivos requiere personas con conocimientos especializados y con perfiles muy heterogéneos, en su mayoría, dirigidos a potenciar los objetivos (al menor coste posible y maximizando beneficios) de las grandes corporaciones transnacionales (ONU, 2006) o para suplir las carencias de trabajadores autóctonos, con las cualificaciones necesarias, para competir en el mercado global o «sobrevivir» en el nacional. La contratación de «trabajadores inmigrantes virtuales» es, por ejemplo, un exponente diferencial de los impactos de los nuevos sistemas productivos, derivados de los avances en materia de tecnologías de la información, en las formas de organización del trabajo (a escala planetaria). La posibilidad que ahora tienen los informáticos de trabajar a distancia provoca cambios significativos en los flujos internacionales de mano de obra, en particular entre la India y EE.UU. Unos cambios que no pueden reducirse al esquema organizativo de la subcontratación y la externalización. La «migración virtual de mano de obra» que consiste en trabajar en el extranjero al tiempo que el trabajador permanece en su país, lleva la problemática de los migrantes más allá de sus fronteras habituales. Las fuerzas de la globalización pueden ser analizadas también desde el punto de vista de sus efectos «localizadores». El capitalismo contemporáneo gana con ello una nueva flexibilidad en la contratación de mano de obra que,
además, permite a las empresas, por una parte, evitar toda tensión con el Estado-nación con respecto a la inmigración extranjera y los costes derivados de su integración física, social y cultural, y por otra, dado el carácter invisible del trabajo virtual, no manifestar públicamente su preferencia por una mano de obra extranjera altamente cualificada, más flexible y barata. Una organización cualitativamente nueva del capital y de la mano de obra afecta a las prácticas migratorias de una manera inimaginable hace una década. En una economía global en constante crecimiento, las tecnologías de la información generan una forma de migración que añade una nueva dimensión a lo que se ha dado en llamar «división internacional del trabajo» (Aneesh, 2004: 54). Puede afirmarse que los procesos asociados a la globalización económica potencian las migraciones internacionales y generan la demanda de nuevos perfiles de trabajadores inmigrantes —por ejemplo, el de las trabajadoras jóvenes que se ubican, esencialmente, en el sector servicios y de cuidados y el de los trabajadores de alta cualificación— que se suman al perfil de inmigrantes «tradicional», que ocupa la gran mayoría de empleos dirigidos a la mano de obra extranjera. El proceso de desregulación laboral y la extensión de la economía informal han favorecido, pues, la creación de muchos puestos de trabajo precarios y de bajos sueldos, que no quieren ser cubiertos por la fuerza de trabajo autóctona. Éstas, y otras variables estructurales de las economías de los países receptores de inmigración, se entrelazan con las de los países de origen de los trabajadores inmigrantes y que podríamos sintetizar, en las tres d’s explicativas de la emigración, señaladas por la Comisión Mundial sobre las Migraciones: «desarrollo, demografía y democracia» (Global Comission on Internacional Migration, 2005: 25). Ciertamente, las situaciones de empobrecimiento, la desigualdad en aumento, un fuerte crecimiento demográfico y una oferta de trabajo estancada o decreciente, los conflictos bélicos, la existencia de gobiernos corruptos, dictaduras, la falta de respeto a los derechos humanos, la destrucción del medioambiente o la carencia de recursos naturales básicos, como el agua a causa de la desertización, el deterioro de las condiciones de vida, la falta de alternativas para la supervivencia en muchas partes del planeta son algunas de las causas que están detrás de las migraciones actuales. En la base de estos factores subyace, como principal, el desequilibrio
existente entre población y riqueza, que se ha visto agravado por el impacto de la internacionalización económica y de los modelos de desarrollo impuestos desde los países, económicamente, más poderosos. Según José Félix Tezanos: El modelo económico imperante da lugar a una concentración asimétrica de la riqueza en un núcleo reducido de países —los de la OCDE—, donde reside poco más del 14% de la población (un 21% en 1965) y donde se concentran tres cuartas partes (un 75,63%) del PNB mundial. En nuestra época, los desequilibrios entre población y riqueza se están sustanciando no en términos de lograr que la riqueza tenga posibilidades de generarse allí donde está la población, sino en una dinámica que tiende a llevar la población allí donde está la riqueza, y no al revés (2008: 14).
Por otro lado, el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación acorta las «distancias físicas» entre países y presenta, diferencialmente, las formas de vida existentes en el mundo. La confrontación visual de la sociedad de la opulencia con las sociedades de la pobreza actúa como impulso motivador de los desplazamientos, que sólo se ven frenados por los enormes costes económicos (y personales) que supone un proyecto migratorio, por los riesgos que en muchos casos tiene para la seguridad personal —dadas las condiciones de algunos viajes— o por las políticas restrictivas existentes en la gestión de determinados flujos migratorios. En las migraciones internacionales actuales no hay fronteras para el capital, pero sí para los trabajadores que incluso han llegado a ser percibidos como una amenaza. Así, por ejemplo, ante la presión migratoria que tiene lugar en Europa, desde finales de la década de 1980, se extiende una especie de visión apocalíptica que se expresa en el temor a una inundación del viejo continente, por las «nuevas invasiones» de inmigrantes del Este (sobre todo, después de la apertura del telón de acero) y del Sur. Sin embargo, este temor, según el historiador Klaus Bade, existía más en las visiones de los europeos que en el fenómeno migratorio real «ya que tuvieron lugar enormes movimientos migratorios, pero no hacia Europa sino en Oriente y en el hemisferio Sur, donde fueron, precisamente, los países vecinos más pobres, los que tuvieron que acoger auténticas «mareas» de personas, por no hablar de la cantidad de «refugiados interiores» dentro de las fronteras nacionales y de las enormes migraciones del campo a la ciudad» (Bade, 2003: 315). La reacción de Europa, influenciada por estos temores y los peligros asociados a unos flujos migratorios excesivos, ha sido concebir su política migratoria como política de seguridad. De ahí los conceptos de «bastión europeo» o
«Europa fortaleza» que se han gestado al amparo de una normativa estricta, que regula la circulación de personas y cuyo máximo exponente es, en esta etapa, el Acuerdo de Schengen, firmado en junio de 1985 (entró en vigor en 1995). Su objetivo final: suprimir por completo las fronteras internas de un grupo de Estados y desviar todos los controles hacia sus fronteras exteriores. La gestión de los flujos migratorios, no sólo en Europa sino en todo el mundo, pone de manifiesto la desigual valoración que existe entre la libertad de circulación de los flujos del capital y la de los flujos del trabajo, que ha llevado a la desregulación o a la regulación estricta de este último factor, según intereses políticos y necesidades de los mercados de trabajo. Las políticas migratorias puestas en marcha defienden estratégicamente esta postura de los países demandantes de mano de obra inmigrante y también, de alguna forma, extienden el temor al inmigrante; incidiendo, sobre todo, en la idea de que ahora el volumen de personas que llegan puede ser insostenible. En realidad, una visión panorámica de la extensa historia de las migraciones internacionales, nos permiten pensar que el temor (o la prevención) que las migraciones del siglo XXI despiertan en las sociedades de los países receptores está dirigido a una forma de migrar, a un perfil de inmigrantes y a sus repercusiones para las sociedades receptoras. Miedo a un tipo de inmigración económica compuesta por personas de baja cualificación que provienen de países pobres, que muchas veces llegan en condiciones de irregularidad administrativa; pero que, no olvidemos, se encargan de realizar el trabajo que los autóctonos no están dispuestos a desempeñar, porque se trata de los conocidos como trabajos de las tres «D»: dirty, dangerous, difficult; esto es, sucios, peligrosos y difíciles o, simplemente, mal pagados. La llegada —ininterrumpida y, en ocasiones, incontrolada— de un importante volumen de personas provenientes de países altamente poblados, para asentarse en sociedades «del bienestar» buscando mejores condiciones de vida, a cambio de insertarse en mercados de trabajo que los utilizan como mano de obra rentable: es una ecuación frágilmente equilibrada, inestable y generadora de tensiones para los Estados. La insolidaria respuesta que los países occidentales han tenido con la crisis de los refugiados sirios es una constatación de este hecho. Actualmente, hay 68,5 millones de personas refugiadas, desplazadas internamente y pendientes de la resolución de su solicitud de protección internacional (CEAR, 2017: 17). Se produce, pues, un fenómeno característico de nuestro tiempo y que
Saskia Sassen perfila lúcidamente: La globalización económica desnacionaliza la economía nacional, la inmigración renacionaliza la política. Existe un consenso creciente en la comunidad de Estados para levantar los controles fronterizos para el flujo de capitales, información y, en sentido más amplio, mayor globalización. Pero cuando se trata de inmigrantes y de refugiados, el Estado reclama todo su antiguo esplendor afirmando su derecho soberano a controlar sus fronteras… [por otra parte], más allá de los hechos de la transnacionalización económica, cuando de inmigración se trata, el Estado se enfrenta al auge internacional del régimen de derechos humanos. Los inmigrantes y los refugiados plantean la tensión entre la protección de los derechos humanos y la protección de la soberanía del Estado. Esta tensión es particularmente aguda en el caso de los inmigrantes indocumentados, porque su mera existencia significa una erosión de la soberanía. Por lo menos en parte, la tensión se origina en el propio Estado, en el conflicto entre su autoridad para controlar la entrada en el país y su obligación de proteger a aquellos que se encuentran en su territorio (2001: 73).
Los efectos de estos procesos migratorios se perciben como inciertos para las economías, para la seguridad, los servicios sociales y oportunidades que dichas sociedades han alcanzado; sobre todo, cuando algunos de los términos de esa ecuación se rompen por cambios en las necesidades de los mercados de trabajo o por periodos económicos recesivos. No consideramos que el importante protagonismo de las migraciones actuales responda al difícilmente cuantificable volumen de personas inmigrantes esparcidas por el mundo. Pero, lo que sí es un hecho característico del siglo XXI es la mundialización y diversificación de los flujos migratorios internacionales, que se manifiesta en la gran diversidad de países implicados (tanto emisores como receptores de inmigración) y en la falta, ante la variedad de perfiles migratorios existentes, de un «patrón» único en los desplazamientos. Lo que impide que podamos hablar de modelo migratorio, en singular. Hace cien años, por ejemplo, la mayoría de los migrantes internacionales, nueve de cada diez, desembarcaba en cinco grandes países: Estados Unidos, Argentina, Brasil, Canadá y Australia (Arango, 2007: 9). Ahora, para dar cuenta de una proporción equivalente, habría que sumar los recibidos por una cuarentena de países. Ello significa que la nómina de países receptores de inmigración, entendiendo por tales los que reciben flujos de forma sostenida y sistemática, se ha multiplicado. La mayor parte de ellos se agrupan en cuatro grandes sistemas migratorios internacionales —Norteamérica, Europa occidental, la región del Golfo Pérsico y la cubeta occidental del Pacífico— que pueden calificarse de mundiales por ser destinatarios de flujos de múltiples procedencias. A ellos hay que añadir un grupo de países que no forman parte de ningún sistema
reconocible como Israel, Libia, Costa Rica o la República Sudafricana. Por el lado de las áreas de origen, los principales proveedores de la emigración internacional ya no están en Europa, sino en Asia, América Latina y África [24]. Hace un siglo pues, nueve de cada diez emigrantes internacionales eran europeos. En nuestros días, el número de países que nutren sistemática y significativamente los flujos migratorios internacionales supera el centenar. Algunos son «viejos» países receptores de inmigración, otros como España e Italia países de nueva incorporación en la primera década del siglo XXI (Rodríguez, 2013). La conversión, en la primera década del siglo XXI, de España en un país receptor de inmigración se debió a la confluencia de múltiples factores. De la misma manera que para los demás países del denominado Modelo Migratorio Sur-europeo, la integración de España en la Comunidad Europea contribuyó a su «salto» económico a través de la inyección de capital extranjero, la financiación de la Unión Europea con los fondos estructurales, las imponentes obras de infraestructura, el apoyo a la agricultura a través de la política agraria común, etc. A este impulso externo, se sumaron otros importantes procesos de cambio social que tienen como antecedente previo el final del régimen franquista y la institucionalización de un sistema político democrático, punto de partida para posibilitar la participación de la población en la vida social, política y económica. Este proceso se vio inicialmente acompañado por una transferencia de rentas hacia los sectores de menos ingresos de la sociedad, mediante un refuerzo de los servicios públicos y de las prestaciones sociales. Y, por otro lado, se produce, según los investigadores del Colectivo Ioé, un desarrollo de la pequeña y mediana empresa, de unas clases medias dinámicas y de un sistema productivo con un importante sector de economía sumergida. Otros cambios que explican la conversión de España en país de inmigración son: descenso de la natalidad y estancamiento del crecimiento demográfico; envejecimiento de la población; universalización de la asistencia sanitaria pública; extensión de la edad de enseñanza obligatoria; ampliación del sistema de pensiones y jubilaciones; cambio en la estructura del empleo (disminución de los puestos de trabajo en la agricultura y en la industria, oscilación cíclica en la construcción y expansión en los servicios); importante incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, etc., son algunos de los cambios más significativos. La reactivación de la estructura productiva española generó muchos puestos de trabajo que no encontraron cobertura en la población española. Ciertamente,
se había producido una reducción del tamaño de las nuevas cohortes de españoles que alcanzaban el mercado laboral, pero también se daba el hecho de que, como consecuencia del aumento generalizado de la renta de las familias y de sus niveles de bienestar, muchos españoles veían el empleo no cualificado y mal pagado como una alternativa poco deseable. Esto se explica, en parte, por el éxito de la importante expansión del sistema educativo español que aumentó los años de escolarización medios de la población en general y, a su vez, creaba unas expectativas laborales más elevadas (Colectivo Ioé, 2002: 10-15). Esos puestos de trabajo sin cubrir por los españoles encontrarán, rápidamente, candidatos en los países menos desarrollados como hemos visto anteriormente. Los efectos de la inmigración sobre la renta per cápita española han sido positivos, sin embargo la valoración del papel de los inmigrantes no se corresponde, en base a las condiciones de trabajo y de vida que la sociedad española les ofrece, a todo lo que aportan. Como ocurre en, prácticamente, todos los países receptores de inmigración del mundo, la desigualdad de estatus jurídico del inmigrante frente al nacional y su impacto en las condiciones de trabajo y de vida de estas personas, son un revival de antiguas leyes de exclusión que no parecen dejarse atrás en los nuevos modelos migratorios del siglo XXI (Rodríguez, 2013). La marginación de los inmigrantes en el ejercicio de la ciudadanía plena es una situación que se inicia, al menos, con dos procesos exclusógenos básicos. Por un lado, con la exclusión legal-normativa, esto es, se les niegan los derechos de ciudadanía y, en el caso de los indocumentados, también los derechos sociolaborales —aunque se les permita la participación en el ámbito de la economía sumergida— (Estébanez, 2003: 140). Por otro, con la exclusión económico-social, a la que muchos inmigrantes se ven sometidos por las peores condiciones laborales, de vida y de oportunidades sociales. Si bien la exclusión social es el resultado de un proceso en el que intervienen muchas variables y en el que pueden diferenciarse diversos estadios en el continuo integración-exclusión social, en el caso de la población inmigrante consideramos que su análisis debe seguir estos dos principales vectores (Rodríguez, 2013). Además, a diferencia de otros procesos concretos que están dando lugar, en las sociedades avanzadas, a la exclusión social; en el caso de las personas inmigradas no es un proceso social interno —el camino personal por el que se puede ir de la integración a
la exclusión—, sino que responde a su dimensión global, es decir, como mutación general que da lugar a una nueva caracterización de la cuestión social que implica el riesgo de fracturas sociales profundas (Tezanos, 2001: 147). Las contradicciones de las sociedades de nuestro tiempo exigen, sin duda, un intenso debate analítico. 9.5. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS 1. Los procesos derivados de la globalización, como se ha explicado en el capítulo, han sido complejos, responden a diversos factores causales e impactan en muchos ámbitos de la sociedad. Realice un análisis DAFO/SWOT (Strengths, Weaknesses, Opportunities y Threats) o, de forma más simple, un cuadro con los efectos más positivos y negativos que ha tenido o provocado la globalización mundial en España.
Modelo de Matriz de Análisis DAFO Fortalezas Debilidades Análisis Interno OportunidadesAmenazas Análisis Externo
Lectura recomendada: Sassen, S. (2007). Una Sociología de la globalización. Madrid, Katz. 2. Para conocer la magnitud de los procesos migratorios en la denominada era de la globalización: a) Elabore un gráfico en el que muestre y analice la evolución desde 1990 hasta la actualidad, del número estimado de migrantes internacionales, según regiones del mundo. b) Establezca el ranking de los países con mayor número de migrantes internacionales (último año de las estadísticas disponibles). Para realizar estos dos ejercicios puede consultar las bases de datos de: United Nations, Departament of Economic and Social Affairs, Population Division, http://esa.un.org/migration
9.6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ABELLA, M. (2006). «Competencia global por trabajadores cualificados» en Blanco F. de Valderrama, C. (ed.). Migraciones. Nuevas movilidades en un mundo en movimiento. Barcelona. Anthropos.
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Capítulo 10 Tecnología y sociedad del conocimiento José Antonio Díaz Martínez
10.1. El cambio sociotécnico. 10.2. Relación entre cambio tecnológico y sociedad. 10.3. Neutralidad y motores de la innovación tecnológica. 10.4. El futuro de la sociedad. 10.5. La brecha digital y la inclusión social. 10.6. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 10.7. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata este capítulo? En la primera parte del capítulo se explica cómo se produce el cambio social, se consideran las teorías tradicionales de análisis del cambio social y las más actuales; en concreto, las teorías estructural funcionalistas y las teorías que ponen el acento en el conflicto social. Consideramos que uno de los factores fundamentales del cambio social es la innovación tecnológica, sobre todo en las últimas décadas del siglo pasado, cuando un tipo de cambio tecnológico como el de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) tiene un efecto disruptivo sobre las estructuras sociales. Se prefigura así un cambio de paradigma sociotecnológico que favorece la emergencia de una nueva sociedad, denominada del Conocimiento. Como consecuencia del análisis de la cuestión anterior, surgen diversos problemas, como la neutralidad de la tecnología, o el tipo de sociedad que está emergiendo como resultado de la implementación de las tecnologías inteligentes, o la brecha digital. En ese sentido, se analizan los esfuerzos que están realizando las instituciones nacionales y supranacionales para desarrollar una sociedad del futuro inclusiva.
10.1. LA EXPLICACIÓN DEL CAMBIO SOCIOTÉCNICO El cambio es un proceso natural en las sociedades humanas. La conocida frase de Heráclito «no nos bañados dos veces en el mismo rio» sirve para introducir esa evidencia de que la historia de la humanidad se caracteriza por un proceso de transformación incesante. Hay múltiples causas de ese cambio, pueden ser las propias relaciones humanas, los procesos tecnológicos, las tendencias demográficas, el desarrollo económico, el cambio cultural, una catástrofe medioambiental, etc. Todo tiene consecuencias y produce cambios. A cualquier acción le sigue una reacción y de ahí algo nuevo, algo diferente, que a su vez crea las condiciones para nuevos cambios. Bien es cierto que, en algunos casos, hablamos de cambios que se podrían considerar superficiales o que no tienen gran importancia en lo esencial de la vida en la comunidad humana. Algunos planteamientos teóricos consideran que lo verdaderamente importante es inmutable. Es un debate que normalmente hace referencia a lo cuantitativo y a lo cualitativo en la vida social. Con frecuencia se habla de pequeños cambios en la vida de las personas que realmente no cambia lo esencial de la vida. Sin embargo, hay otros cambios que se consideran «cambios cualitativos», cambios esenciales que sí pueden afectar a partes importantes de nuestra vida individual o social. Esta argumentación hace referencia al debate sobre la importancia de los procesos, es decir, los cambios; y la permanencia de las estructuras sociales, que ya hemos visto en otros capítulos de este libro. Lo cierto es que vivimos en constante cambio. Es más, la transformación no solo es constante, sino que se hace muy evidente en el mundo actual por el rápido ritmo de los cambios que acontecen: emergencia de nuevos valores sociales, como el medioambientalismo; transformación de instituciones tradicionales, como la familia; nuevas estructuras económicas, como el trabajo colaborativo; fortalecimiento de actores sociopolíticos, como los movimientos sociales; nuevas herramientas de comunicación, como Internet, etc. Y todo ello, ante nuestros ojos, en pocos años. Y las visiones del futuro anuncian cambios más radicales, que parecen de sociología-ficción. Serán cambios producidos por la innovación tecnológica, que tendrán consecuencias cualitativas en nuestra forma de vivir. La mayoría de las personas en el mundo occidental podemos tener plena conciencia y recuerdo de la aparición de la telefonía móvil, y ser consciente de las novedades que año tras año, y en ocasiones mes tras mes, aparecen en
las estanterías de las tiendas o en las páginas de compra online. ¿Cuándo se produce un cambio sustancial de los llamados cualitativos? Ciertamente, no somos conscientes de esos cambios en el día a día, pero cuando tenemos una edad adulta y echamos la mirada atrás y pensamos que apenas una década anterior no se disponían de esas nuevas herramientas de comunicación y relación social, nos percatamos de que los pequeños cambios han producido una profunda transformación en los hábitos de comunicación, en las pautas de comportamiento social, tanto en la colectividad más cercana, como, sobre todo, en la comunidad más alejada, en la medida en la que se ha creado una comunidad virtual de relaciones sociales en la que el espacio y la distancia no tienen tanta importancia. En los últimos años ha tenido lugar, en los países más avanzados, un cambio radical: procesos nuevos de interacción social, nuevas relaciones sociales, novedosos medios de construcción de identidades sociales. Esos cambios radicales pueden producir una sensación en el observador de desorganización de la sociedad. La constatación del cambio social lleva inherente la percepción y el sentimiento de desequilibrio, de descontrol, de la falta de armonía social. Esos cambios han afectado a las estructuras sociales, esa parte de la sociedad humana que se consideraba más sólida e inmutable. Para un autor como Auguste Comte (1798-1857), que ya vimos al estudiar los orígenes de la Sociología y las Teorías Sociológicas, hay dos fuerzas fundamentales en la sociedad, una que tiende hacia la desorganización, precisamente por los factores de cambio, y otra a la reorganización, para lograr nuevamente el equilibrio. Es la dialéctica que se produce entre la dinámica y la estática social, entre el cambio y el orden. Según Comte, desde una perspectiva general, la evolución de la sociedad humana ha pasado por tres estadios: teológico (sobrenatural), metafísico (lógica abstracta) y positivo (leyes racionales de relación). Es en esta última etapa, en la que aparece la posibilidad de organizar la sociedad sobre bases científicas. O, al menos, esa era la pretensión de Auguste Comte. Este impulso de reorganización de la sociedad surge de los profundos cambios que se habían producido como consecuencia de la Revolución Industrial. Hasta ese momento, siglo XVII, la sociedad se transforma lentamente y, por lo tanto, se vive en un entorno relativamente estable. A partir de ese momento, la aplicación de nuevas tecnologías introduce profundas transformaciones en los modos de producción y de vida cotidiana. El ideal de la Sociología será reorganizar la sociedad, conseguir el equilibrio, volver al orden. Este ejemplo histórico nos
sirve para analizar en detalle el proceso de transformación de la sociedad y preguntarnos ¿qué produce el cambio social? ¿es la tecnología? ¿es la reestructuración de las formas de producción? ¿son los cambios en los modos de vida? ¿los valores de la gente? No existe una única causa, porque la sociedad se comporta como un sistema interconectado, interdependiente y cualquier cambio en una parte tiene efecto sobre otras partes; a veces, produciendo desorden (entropía social), otras buscando el orden (equilibrio), o bien tendiendo a la adaptación a las nuevas condiciones de vida. Hay dos corrientes de pensamiento fundamentales para explicar el cambio social: el funcionalismo y el marxismo. Históricamente, el funcionalismo deriva del paradigma biológico evolucionista de Charles Darwin (1809-1882). De la Biología derivan términos como estructura y función, que los primeros sociólogos, como Auguste Comte y Herbert Spencer (1820-1903), utilizaron para explicar la dinámica o transformación social. El cambio social se explica por la tendencia hacia la complejidad y la diferenciación de las estructuras de la sociedad y como consecuencia de ello, se introducen nuevas condiciones sociales y nuevas funciones. Por ejemplo, para Émile Durkheim (1858-1917) los cambios demográficos explican la complejidad creciente de las estructuras sociales, que obliga a la diferenciación de funciones en la sociedad. Los conceptos de dinámica social y estática social fueron utilizados por Herbert Spencer para explicar el devenir de la sociedad, desde una perspectiva normativa, es decir, del deber ser. El significado que Spencer da a ambos conceptos es diferente al de Comte, que hemos visto anteriormente. Para Comte la dinámica social y la estática social son realidades que describen la sociedad, tienen, por lo tanto, un carácter descriptivo. Por el contrario, Spencer considera la estática social como el equilibrio de la sociedad perfecta y la dinámica social como las fuerzas motrices que hacen que la sociedad avance hacia la perfección (Ritzer, 1993: 125), en el mismo sentido que Max Weber (1864-1920) considera la racionalización creciente de la organización humana como uno de los elementos centrales de la sociedad moderna (Weber, 1977). Para el marxismo, el cambio social es producto de la interacción de la técnica o del modo de producción y la organización social. Tiene un sesgo evidentemente economicista. Son los distintos modos de producción
(asiático, antiguo, feudal y burgués, ya estudiados en otro capítulo), los que explican la historia de la humanidad. Para Karl Marx (1818-1883), el desarrollo de las fuerzas productivas es el motor de la historia (Elster, 1990: 142). Así, la sociedad es el ámbito en el que se producen las interacciones sociales, entre las cuales están las que configuran el modo de producción: lo importante para explicar cada época (económica) por las que transcurre el desarrollo de la sociedad no es lo que se fabrica, sino cómo se fabrica y con qué instrumentos (Elster, 1990: 142). Marx estudió las leyes económicas de la evolución de la sociedad humana y explica la dinámica social por el conflicto social y no tanto por la búsqueda del equilibrio social. En concreto, consideraba que el factor fundamental de cambio social es el conflicto de clases. 10.2. RELACIÓN ENTRE CAMBIO TECNOLÓGICO Y SOCIEDAD [25] El cambio que se está produciendo en la actualidad tiene que ver con la relación entre la tecnología y la sociedad. Las redes sociales son herramientas que facilitan la creación o construcción del conocimiento social. Una de las personas que tuvo esa visión del futuro fue Engelbart, quien en 1962 realizó un informe para el Stanford Research Institute (SRI) imaginando el incremento de la capacidad intelectual del ser humano como consecuencia del uso del computador. El informe refleja el interés en la mejora de la eficacia intelectual del ser humano individual utilizando el ordenador, una herramienta que por entonces estaba dando los primeros pasos. La investigación que realiza Engelbart trata de explorar la naturaleza del sistema formado por el individuo y el ordenador, y aborda el análisis de tres conceptos que todavía hoy siguen teniendo gran actualidad: incremento del conocimiento o de la capacidad intelectual, el computador y la comunicación. Por ampliar el intelecto humano se entendía el incremento de la capacidad de una persona para gestionar una situación problemática compleja, aumentando la comprensión de la situación para solucionar los problemas (Engelbart, 1962). Hoy en día, esa visión de Engelbart en la década de los años 60 está muy cerca, sobre todo por el incremento de la conectividad. Por conectividad se entiende la interacción de los miembros de una red social, creando un espacio
virtual de relaciones. De ahí, la importancia de Internet: la red de redes. Estamos asistiendo al advenimiento de la sociedad en red. Como señala Castells, la sociedad red se basa en las redes de comunicación que trascienden las fronteras, creando la sociedad global (Castells y Cardoso, 2005: 4). La sociedad red responde a un cambio de paradigma tecnológico de profundas y drásticas transformaciones de carácter social y cultural, que está en sus inicios. Hoy en día estamos, como indica Carlota Pérez (2005), en la etapa de reacomodo de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Cuando se inicie la etapa de despliegue, habrá un antes y después en la organización social. Dos autores destacan en el estudio de los orígenes de la Sociedad de la Información y el Conocimiento: Daniel Bell (1919-2011) y Peter Drucker (1909-2005). Bell, en el libro El advenimiento de la Sociedad Postindustrial analizó la transformación de la estructura económica de EE.UU, la emergencia de un modelo económico diferente al industrial y la importancia creciente de las instituciones relacionadas con la generación del conocimiento. Drucker, en 1969, en su obra La era de la discontinuidad escribió un capítulo sobre «la sociedad del conocimiento», basándose en las proyecciones de Fritz Machlup (1902-1983), anticipó el peso del sector del conocimiento en la riqueza de los países avanzados. Tal y como indicaron Daniel Bell y Peter Drucker, el conocimiento ya es el factor estratégico de competitividad económica y del bienestar social, que está dando lugar a nuevos o renovados actores sociales, de forma significativa las instituciones educativas y de investigación, con nuevas ocupaciones y profesiones. Se está produciendo, efectivamente, un cambio de paradigma tecnológico. El concepto de paradigma científico está vinculado con los estudios de Thomas Khun (1922-1996) sobre el modo en que se producen los cambios de ideas en la comunidad científica: un paradigma científico está estrechamente relacionado con «ciencia normal»; es decir, modelos de los que surgen tradiciones particularmente coherentes de investigación científica (Khun, 1975: 34). Esas tradiciones se concretan en creencias (reglas y normas) de la comunidad de científicos en una determinada área de conocimiento. Sirve por lo tanto, para explicar una realidad dada, fenómenos naturales o sociales. El problema surge de los fenómenos que no pueden ser explicados por la ciencia normal, y son definidos como «anomalías». Kuhn explica las revoluciones científicas del siguiente modo:
A veces, un problema normal, que debería resolverse por medio de reglas y procedimientos conocidos, opone resistencia a los esfuerzos reiterados de los miembros más capaces del grupo dentro de cuya competencia entra. Otras veces, una pieza de equipo, diseñada y construida para fines de investigación normal, no da los resultados esperados, revelando una anomalía que, a pesar de los esfuerzos repetidos, no responde a las esperanzas profesionales. En esas y en otras formas, la ciencia normal se extravía repetidamente. Y cuando lo hace —o sea, cuando la profesión no puede pasar por alto ya las anomalías que subvierten la tradición existente de prácticas científicas— se inician las investigaciones extraordinarias que conducen por fin a la profesión a un nuevo conjunto de compromisos, una base nueva para la práctica de la ciencia. Los episodios extraordinarios en que tienen lugar esos cambios de compromisos profesionales son los que se denominan en este ensayo revoluciones científicas. Son los complementos que rompen la tradición a la que está ligada la actividad de la ciencia normal (1975: 27).
Estamos, en efecto, en ciernes del despliegue del nuevo paradigma social, concretamente, utilizando los conceptos de Carlota Pérez, en el intervalo de reacomodo (ver gráfico 1). La quinta oleada de cambio tecnológico, que se basa en los avances en las TIC, se viene desarrollando desde los primeros años 70 del siglo XX en la industria del ordenador y las telecomunicaciones (Castilla y Díaz, 2008). Hay un cambio significativo vinculado al anterior y sobre todo a Internet, en el despliegue del nuevo paradigma tecnológico, que se produce con la irrupción de las redes sociales abiertas a principios del siglo XXI (Díaz, 2015). Gráfico 1
Fuente: Pérez, C. (2005). Revoluciones tecnológicas y capital financiero: La dinámica de las burbujas financieras y las épocas de bonanza. México. Siglo XXI.
Gráfico 2
Fuente: Pérez, C. (2005). Revoluciones tecnológicas y capital financiero: La dinámica de las burbujas financieras y las épocas de bonanza. México. Siglo XXI.
Cada uno de estos períodos de instalación y despliegue tiene dos fases (ver gráfico 2): en el primero, pueden distinguirse la fase de irrupción de una nueva tecnología, haciendo obsoleta otras tecnologías y la declinación de las viejas industrias; y la fase de frenesí, tiempo de fuertes inversiones en las nuevas tecnologías y de burbujas financieras. Con posterioridad, con un tiempo de reacomodo, que provoca la recomposición institucional, viene el período de despliegue del nuevo paradigma tecnológico, con una primera fase caracterizada por la sinergia, que es una época de crecimiento, e incremento de la productividad y el empleo; y una segunda fase de madurez tecnológica que produce la saturación de los mercados. Con posterioridad, se reiniciaría el ciclo con la emergencia de una nueva oleada de cambio tecnológico (Pérez, 2005: 79). Según Carlota Pérez, la quinta gran revolución surge en Estados Unidos y se va difundiendo en Europa y Asia, desde 1971. Surgen nuevas tecnologías, como la microelectrónica barata, las computadoras, el software, la biotecnología y los nuevos materiales; y emergen nuevas infraestructuras, como la comunicación digital (cable, fibra óptica, radio y satélite) e Internet (Pérez, 2009: 15). 10.3. NEUTRALIDAD Y MOTORES DE LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA La existencia de máquinas con conocimiento nos lleva al problema
tradicional del determinismo tecnológico. Se solía decir que la tecnología es neutral, y que son los usos de la tecnología los que determinan sus efectos. Pero lo cierto es que ese planteamiento responde a un estado de la tecnología concreto, característico del pasado, y quizá no a la tecnología actual que tiene, efectivamente, componentes que condicionan poderosamente su uso y aplicación. En este sentido, se puede decir que integrado en cada herramienta tecnológica hay un sesgo ideológico, una predisposición de usos, unas posibilidades de construir unos futuros y no otros (Postman, 1993); lo que nos lleva a la consideración de la dimensión ética de la investigación: ¿se debe investigar sobre cualquier cuestión? ¿Se puede desarrollar tecnológicamente todo lo que la ciencia posibilita? Son cuestiones fundamentales que la sociedad actual y futura se tiene que plantear. Esas cuestiones nos llevan a plantear la necesidad de impulsar proyectos de Evaluación de Tecnologías (ET) (Technology Assessment), para favorecer el control social y democrático de la innovación tecnológica. Joseph Coates, consideraba que: La Evaluación de Tecnologías es un tipo de estudios políticos que intenta observar el mayor abanico posible de impactos en la sociedad, producidos por la introducción de una tecnología o por la extensión, de forma nueva o diferente, de una tecnología establecida. Su objetivo es suministrar información al proceso político, colocando ante el responsable de la toma de decisiones un conjunto analizado de opciones, alternativas y consecuencias. Tiene un alcance extremamente amplio; no es el proceso de decisión mismo, sino sólo un «input» en dicho proceso (1976).
De esta forma la Evaluación de Tecnologías se identifica, prácticamente, con la evaluación de impactos. Es decir, la vía principal de intervención para redirigir convenientemente el desarrollo tecnológico es anticipar las consecuencias de la aplicación de la tecnología en la sociedad (Rip et al., 1995). El concepto tradicional de Evaluación de Tecnologías es reactivo; es decir, una vez introducida la tecnología en la sociedad se analiza su impacto. Pero, ciertamente, cuando ya se ha introducido en la sociedad una tecnología determinada (innovación sociotecnológica) puede ser muy tarde por sus efectos negativos. Pensemos, por ejemplo, en cambios genéticos en humanos, cuyas consecuencias futuras, como en el caso de la hibridación hombremáquina y el transhumanismo, son imposibles de determinar. Por ello, en las últimas décadas se habla con acierto de la Evaluación Constructiva de Tecnologías (ECT), que pretende contribuir al diseño futuro de las
tecnologías: se pasaría así de una perspectiva reactiva a otra proactiva, de analizar efectos, a construir la tecnología del futuro (Aibar y Díaz, 1994). El nuevo paradigma en Evaluación Constructiva de Tecnologías destierra, definitivamente, el mito de una evaluación de tecnologías objetiva y puramente científica. La tajante separación entre cuestiones sociales (políticas, éticas, etc.) y cuestiones técnicas, queda así en entredicho. La perspectiva constructivista (Bijker et al., 1987 y Klein y Kleinman, 2002) considera que la relación entre tecnología y sociedad debe analizarse como un espacio continuo entre ambos ámbitos. Para el contructivismo, no hay una trayectoria natural en el desarrollo de la tecnología, sino que es el resultado de los intereses y estrategias de los actores relacionados con la tecnología y, en última instancia, de la influencia de la sociedad en el desarrollo tecnológico (Mackenzie y Wacjman, 1985). En el mismo sentido Hughes propone el concepto de «tejido sin costuras» (seamless web) (1986) para definir la actividad de los constructores de grandes sistemas tecnológicos (inventores, ingenieros, empresarios, financieros, etc.). Para Hughes, la innovación tecnológica es el resultado de la actividad heterogénea de personas de muy diversa procedencia y formación y de organizaciones diferentes, en donde no puede decirse dónde acaba la tecnología y dónde empieza lo social. En el mismo sentido, pero rechazando la prevalencia del factor humano en el impulso del cambio tecnológico situaríamos la teoría de la «red de actores». Como dice Mackay, «el desarrollo de la tecnología es visto en términos de la relación formada entre elementos humanos y no humanos de las “redes de actores”» (2000). Se conforma, por ello, un sistema en el que actúan todos los elementos que lo componen, sin dar más prioridad a uno de ellos. 10.4. EL FUTURO DE LA SOCIEDAD El principio de los años 70 del pasado siglo se toma normalmente como fecha de aparición del concepto mismo de Sociedad de la Información [26], al cual se han añadido con el transcurso de los años otras denominaciones y conceptos, tales como Sociedad del Conocimiento, Nueva Economía, Sociedad Red o Economía en la Red, o la más reciente, Economía Wiki. Como hemos indicado anteriormente, la convergencia de diversas tecnologías puede señalarse como causa principal de dicho fenómeno, ya que las
revoluciones tecnológicas profundas que llevan aparejadas la aparición de una nueva economía y de una nueva sociedad, con sus múltiples implicaciones, es siempre resultado de la combinación o simbiosis de tecnologías, productos y servicios diversos. La tecnología digital constituye el substrato sobre el que tiene lugar tal convergencia. Como se aprecia en los esquemas de cambio social de Daniel Bell, mientras en la era preindustrial, el sector económico fundamental es el primario: agricultura, ganadería, minería y pesca, y supone el aprovechamiento de los recursos naturales, mediante la extracción de las materias primas; en la era industrial, la actividad económica más representativa es la fabricación de mercancías, y la actividad ocupacional, el obrero fabril. Daniel Bell, en la década de los 60 supo ver las características de la sociedad que estaba emergiendo y que caracteriza la actual sociedad de la información y el conocimiento. La Sociedad Postindustrial tiene como principal característica la gestión de la información y el conocimiento. La actividad ocupacional fundamental es la de los profesionales altamente cualificados y los científicos. El sector económico que tiene más importancia es el terciario y los servicios públicos. Según Bell se potencian nuevos sectores económicos (educación, investigación), nuevas ocupaciones (profesionales y técnicos científicos) y nuevas instituciones (universidad, instituciones académicas y corporaciones de investigación) (ver esquema 1). Esquema 1: Etapas del Cambio tecnológico (Daniel Bell) Preindustrial Industrial Postindustrial Asia, África, América Europa Occidental, Unión Soviética, Regiones Estados Unidos Latina Japón Terciarios: Servicios Públicos Cuaternario: Primaria extractiva: Secundaria: productores de Comercio, finanzas, Sector agricultura, minería, mercancías: manufacturas, seguros y bienes raíces Económico pesca y madera elaboración de materias primas Quinario: Salud, Educación, investigación, Gobierno, Ocio Agricultor, minero, Trabajador semiespecializado, Profesionales y técnicos Ocupacionalpescador, trabajador no ingeniero científicos especializado
Tecnología Materias Primas Juego contra la Proyectos naturaleza
Energía
Información
Juego contra la naturaleza fabricada Juego entre personas
El sentido común, la Metodología experiencia
Empirismo, experimentación
Teoría abstracta, modelos, teoría de decisión, análisis de sistemas
Orientación hacia el Perspectivas pasado, respuestas temporales ad hoc
Proyectos adaptativos ad hoc
Orientación hacia el futuro.
Principio axial
Desarrollo económico, control Centralización y estatal o privado de las decisiones de codificación del inversión conocimiento teórico.
Tradicionalismo
Fuente: Bell, D. (1976). El advenimiento de la sociedad postindustrial. Madrid. Alianza.
El elemento clave en la sociedad emergente es la generación y tratamiento de la información, convertida en conocimiento. Por lo tanto, las instituciones más importantes son las que crean el conocimiento: Universidades e instituciones académicas en general. El recurso fundamental es el capital humano (talento de las personas) (ver esquema 2). Esquema 2: Estructura y problemas de la Sociedad Postindustrial Principio Axial La centralidad y codificación del conocimiento teórico Universidad, instituciones académicas, corporaciones de Instituciones primarias investigación Fomento económico Industrias basadas en la ciencia Recursos primarios Capital humano Problema político Política científica, política educativa Problema estructural Equilibrio de los sectores privado y público Estratificación (base y La especialización y la educación acceso) Reacciones sociológicas La resistencia a la burocratización, la cultura enemiga Fuente: Bell, D. (1976). El advenimiento de la sociedad postindustrial. Madrid. Alianza.
Joneji Masuda (1905-1995) se pregunta por las posibilidades de utilizar la tecnología para crear un sistema social más justo y de bienestar para todos, una especie de «computopía». El objetivo de esta sociedad debe ser, según este sociólogo, el de «Diseñar una sociedad que aporte un estado general de florecimiento de la creatividad intelectual humana, que procure la autorealización, en lugar del opulento consumo material» (1988):
Si los ordenadores se utilizaran exclusivamente con fines de automatización, la sociedad controlada sería una realidad y sus consecuencias serían la alienación del género humano y la decadencia social. Pero si se utilizaran plenamente para la creación del conocimiento, surgiría una sociedad de creación de conocimiento para las masas, en la cual las personas vivirían mucho más dignamente (Masuda, 1988).
Las características de este tipo de sociedad son: 1) La transformación social se basa en la innovación (también en la innovación inmaterial). La frontera del conocimiento se convertirá en el mercado potencial. La tecnología del ordenador será la innovación tecnológica que constituya el núcleo de desarrollo, y su función más importante será la de sustituir y amplificar la labor mental del hombre. 2) El símbolo social de la nueva era será la «unidad productora de información»: sociedad de creación masiva de conocimientos. 3) La industria del conocimiento se constituirá en el sector cuaternario. El hombre se emancipará crecientemente del trabajo de subsistencia. Gran importancia social de la educación. 4) El sujeto más importante de la actividad social será la «comunidad voluntaria», frente a la tradicional empresa. 5) Realización de la democracia participativa. Reforzamiento de los movimientos ciudadanos. 6) Los problemas serán el schock del futuro, las invasiones de la intimidad y la crisis de una sociedad controlada. 7) Surgirá el espíritu de globalismo (cosmopolitismo), y la simbiosis entre el hombre y la naturaleza. Yoneji Masuda (1905-1995) El padre más probable de la denominación «Sociedad de la Información», es el sociólogo japonés Yoneji Masuda, que trabajó en el desarrollo de un modelo de sociedad tecnológica para Japón. Llenó de contenido la idea de ‘sociedad de la información’ en diversos trabajos realizados para los ministerios de Trabajo y Educación nipones destinados a mejorar y racionalizar las prácticas de producción y formación de la población japonesa. Fue director del Instituto para el Desarrollo de los Usos de los Computadores en Japón. Fundador y presidente del Instituto para la Informatización de la Sociedad. Profesor de la Universidad de
Aomuri y director de la Sociedad Japonesa de Creatividad. A partir de un informe del Ministerio de Industria y Comercio (MITI), Masuda elaboró para el Instituto JACUDI un Plan para la ‘Sociedad de la Información. Un objetivo nacional para el año 2000’, conocido como Plan JACUDI. Autor de diversos libros sobre tecnología y sociedad, en 1968 publicó el libro Una introducción a la Sociedad de la Información, precursor de su libro más conocido, La Sociedad de la Información como sociedad post-industrial, (publicado en España como: La sociedad informatizada como sociedad postindustrial, Fundesco-Tecnos, Madrid, 1984)
En esta sociedad informatizada, que Castells llama «ciudad informacional», es el procesamiento de la información, la actividad central y fundamental para el condicionamiento de la efectividad y productividad, distribución, consumo y gestión (ver esquema 3) (1995). Esquema 3: Rasgos fundamentales del nuevo paradigma tecnológico de la Ciudad Informacional, según Castells 1. Importancia de las nuevas tecnologías procesadoras de la información a. Conocimiento = productividad, crecimiento económico, bienestar social La actividad central en esta ciudad informacional es el procesamiento de la información, que condiciona la efectividad y productividad de todos los procesos de producción, distribución, consumo y gestión. b. Cultura = producción simbólica y manipulación 2. El efecto de las nuevas tecnologías recae sobre los procesos más que sobre los productos a. Nueva organización de la vida económica. El desarrollo de la Ciudad Informacional tiene las siguientes características: 1. Las Nuevas Tecnologías (NT) incrementan los niveles de beneficios a. Aumento de la productividad b. Posibilidad de descentralizar la producción c. Automatización de los procesos d. Posición ventajosa del capital respecto al trabajo 2. Las Nuevas Tecnologías (NT) potencian las funciones de dominación y acumulación de la intervención del Estado a. Expansión del «Estado militarizado» b. Papel estratégico del Estado en dotar las infraestructuras tecnológicas 3. La economía se internacionaliza 4. Infraestructura material para la economía mundial a. Concentración de los procesos de generación de conocimiento y de toma de decisiones en
organizaciones de alto nivel (estructura funcional altamente jerarquizada) b. Reducción del núcleo esencial de trabajadores: baja capacidad de negociación del resto c. Ascenso de la tecnoestructura dentro del Estado d. Fortalecimiento de los detentadores del conocimiento en los centros de las organizaciones científicas y empresariales dominantes. 5. Flexibilización del sistema a. Cambian las relaciones del capital–trabajo (por trabajadores eventuales) b. Recapitalización (privatización) del Estado – flexibilidad organizativa de los Servicios Públicos c. Flexibilización para favorecer la adaptación de la empresa al mercado mundial 6. Redes descentralizadas de producción a. Subcontratación b. Modelo para el Estado militarizado y para las empresas multinacionales Fuente: Castells, M. (1995). La ciudad informacional. Madrid. Alianza.
Manuel Castells establece una distinción entre el término «sociedad de la información» y «sociedad informacional». Sostiene que la información ha sido un elemento común a todas las sociedades estructuradas en torno al escolasticismo, y, por lo tanto, no es algo específico de las sociedades modernas avanzadas. Por ello, prefiere el término «informacional para señalar el atributo de una forma específica de organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de la información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas» (1997: 47). Esta terminología trata de establecer un paralelismo con la distinción entre industria e industrial: «una sociedad industrial (noción habitual en la tradición sociológica) no es sólo una sociedad en la que hay industria, sino aquella en la que las formas sociales y tecnológicas de la organización industrial impregnan todas las esferas de la actividad, comenzando con las dominantes y alcanzando los objetos y hábitos de la vida cotidiana» (Castells, 1997: 47). De aquí se deduce que de la misma forma que la etapa industrial caracteriza a un estadio de la evolución de la sociedad humana, la etapa informacional supone el surgimiento de una realidad social: la sociedad informacional. La teoría de Manuel Castells, matiza las aportaciones de Peter Drucker,
Daniel Bell y Yoneji Masuda, cuando afirma que «lo que caracteriza a la revolución tecnológica actual no es el carácter central de conocimiento y la información, sino la aplicación de ese conocimiento e información a aparatos de generación de conocimiento y procesamiento de la información/comunicación, en un círculo de retroalimentación acumulativo entre la innovación y sus usos» (1997: 58). Cuando se dice que la información se ha convertido en un recurso estratégico para lograr y mantener el bienestar de las sociedades más avanzadas, se hace referencia a un tipo de información que, lejos de representar un conocimiento especulativo de la realidad, representa un conocimiento necesario para transformar la realidad en el sentido deseado por los actores sociales. Por lo tanto, es la aplicación de la información, convertida en conocimiento e innovación, lo destacable. Desde principios del actual siglo, estamos en esa fase en la que las TIC empiezan a desplegar sus grandes potencialidades, sobre todo a propósito de las innovaciones que se están produciendo en la red de redes, Internet. Aunque no será hasta el año 2003 cuando se empiezan a implementar las redes abiertas interactivas de comunicación. Unos años antes, en 1999, Kevin Ashton acuña el término Internet de las cosas (Internet of Things–IoT) para describir la evolución que podía experimentar Internet, y que posibilitaba el que los ordenadores pudieran recolectar información, en un proceso de transformación digital de la sociedad y la economía (Vermesan y Friess, 2015: 1). Muchas innovaciones se han producido desde los primeros pasos de Internet como consecuencia de las innovaciones que se habían producido en las últimas décadas del siglo pasado (Castilla y Díaz, 2008), pero hay datos que parecen indicar que IoT representa el próximo paso hacia la construcción del mundo digital, en el que todos los objetos y las personas estarán interconectadas de forma permanente a través de redes de comunicación. Como consecuencia del despliegue de IoT, se crea una nueva realidad digital, que integra lo real y lo virtual, configurando entornos inteligentes conectados, en cualquier momento y lugar. IoT, según la definición de la Comisión Europea, es una infraestructura en red global dinámica, con capacidades de auto-organización basada en protocolos de comunicación estándar e interoperativa donde las «cosas» físicas y virtuales tienen identidad, atributos físicos y personalidad virtual, y
usa interfaces inteligentes, y están integrados inalámbricamente en la red de información (Vermesan et al. 2015: 25). Para el Grupo de Expertos de Alto Nivel de la Comisión Europea en tecnologías clave facilitadoras (Key Enabling Technologies-KET), determinados avances en ámbitos tecnológicos clave deben facilitar el despliegue del IoT, como son la Nanotecnología, Micro y Nano electrónica, Fotónica, Biotecnología, Materiales Avanzados y Sistemas de Fabricación Avanzada (Vermesan et al., 2015: 26). IoT abre una nueva etapa en el proceso de transformación de la sociedad tecnológica: la sociedad hiperconectada de forma inteligente. Esta tecnología redefine las estructuras económicas e industriales, que se concretarán en nuevas tendencias sociotécnicas: transformación digital de la vida cotidiana, Emergencia de estructuras virtuales colaborativas de trabajo y gestión del conocimiento, Fusión humano-máquina, Construcción de ciudades inteligentes o el incremento de la capacidad de control de las personas (Friess y Riemenschneider, 2015 y Díaz, 2016). Decenas de organizaciones están construyendo el futuro. No hay uso neutral de la tecnología, como hemos indicado, sino una trayectoria bien definida que diseña un futuro determinado, con perfiles concretos. Las inversiones focalizan las prioridades de la próxima generación de aplicaciones de Internet en los campos de la salud, la fabricación avanzada, la seguridad pública, la educación y la fuerza de trabajo, la energía y el transporte (Gusmeroli et al., 2015: 175). De hecho, las tecnologías que empujan el cambio son la infraestructura de mejora de la conectividad, la computación en cloud, la gestión del Big data, incremento del rol de los aparatos inteligentes, y las plataformas horizontales (Gusmeroli et al., 2015: 179 y 180). Anteriormente hablábamos de convergencia tecnológica como base de la actual revolución científico-tecnológica. Pues bien, en la actualidad se evidencia la convergencia de diversas ramas tecnológicas, una convergencia conocida con el acrónimo «NBIC», procedente de la Nanotecnología, Biotecnología, Informática y Cognotecnologia (Inteligencia Artificial). Se trata de un cambio de un proceso tecnológico disruptivo que probablemente conlleva al advenimiento de una nueva sociedad, e incluso a una transformación del ser humano, mediante la hibridación hombre-máquina, proceso que el Parlamento Europeo, entre otros, ha denominado Human Enhancement (El perfeccionamiento humano) (STOA, 2009), y que abre un
debate sobre el futuro de la humanidad, con escenarios factibles de transhumanismo. El fenómeno del transhumanismo prevé el perfeccionamiento físico e intelectual del ser humano, mediante el desarrollo de una hibridación hombre-máquina (Ferry, 2017: 35-75). Estos avances constituyen una innovación disruptiva. La tecnología disruptiva en un campo determinado es aquella que introduce un cambio tecnológico radical, que deja obsoleta la tecnología anterior de ese campo (Bower y Christensen, 1995). 10.5. LA BRECHA DIGITAL Y LA INCLUSIÓN SOCIAL Uno de los problemas a considerar en el advenimiento de la sociedad del conocimiento es, por un lado, el gab entre la transformación tecnológica y el cambio cultural; es decir, la adaptación de las personas al entorno sociotecnológico. Por otra parte, se produce una brecha digital, consistente en la falta de acceso y dificultades de uso de las tecnologías de la información bien de un territorio determinado, de sectores socioeconómico, o bien por una parte significativa de la población. La Unión Europea define Brecha Digital como la diferencia entre los que pueden beneficiarse de la tecnología digital y los que no pueden (Agencia Europea, 2013: 35). El problema de la Brecha Digital tiene muchas dimensiones: edad, género, residencia, clase social (Ver cuadro 1), que configuran una sociedad desequilibrada e injusta; de ahí que desde la instituciones nacionales y supranacionales se estén implementando políticas de formación de la población e incentivación del uso de las TIC. Cuadro 1. Una brecha digital multiforme No hay una, sino varias brechas digitales multiformes que, lejos de excluirse mutuamente, se combinan entre sí en función de las situaciones nacionales y locales. En efecto, los factores que influyen en la brecha digital son múltiples: — Los recursos económicos: El precio todavía muy elevado de un ordenador y de las telecomunicaciones para los particulares en los países del Sur, así como el costo elevado de las inversiones en infraestructuras, representan un poderoso factor de desigualdad. — La geografía: La asimetría entre las ciudades y el campo crea situaciones de profunda desigualdad. En los países del Sur, las dificultades para acceder a la tierra y al crédito, la libre circulación de la mano de obra, las deslocalizaciones y el impacto de los media han provocado un desarrollo sin precedentes de las zonas urbanas en detrimento de la anticipación de las regiones rurales en la revolución de las nuevas tecnologías. En la India, el 80% de las
conexiones con Internet se efectúa en las 12 ciudades más importantes del país. Aunque las tecnologías nómadas ofrecen una posibilidad sin precedentes para romper el aislamiento de las zonas rurales, los operadores de telecomunicaciones en las regiones apartadas de los países del Sur no las han difundido todavía suficientemente. — La edad: Los jóvenes se sitúan a menudo en cabeza con respecto a la utilización de las innovaciones tecnológicas y sus aplicaciones, pero constituyen un público especialmente vulnerable a las dificultades económicas y sociales. Por otra parte, el trabajo de reciclaje que necesitaría la puesta al día de las personas de cierta edad al ritmo actual de las innovaciones tecnológicas puede ser un obstáculo insuperable, teniendo en cuenta la carencia de estructuras de formación adecuadas. Una formación sistemática de los jóvenes en las nuevas tecnologías y una mayor solidaridad entre las generaciones en beneficio de las personas de más edad permitirían reducir las brechas existentes y contribuirían a reforzar los vínculos sociales y familiares en las sociedades del conocimiento emergentes. — El sexo: Las desigualdades entre hombres y mujeres en el ámbito de las nuevas tecnologías es otra faceta de la brecha digital. En efecto, casi los dos tercios de los analfabetos del mundo son mujeres. En los países en desarrollo, una mujer de cada dos por término medio no sabe leer. Aunque en los países industrializados las mujeres representan una proporción bastante considerable de los usuarios de Internet, en los países en desarrollo existe el riesgo de que acumulen una serie de desventajas que les impidan acceder a las nuevas tecnologías. — La lengua: Representa un obstáculo importante para la participación de todos en las sociedades del conocimiento. El auge del inglés como vector de la mundialización restringe la utilización de los demás idiomas en el ciberespacio. — La educación y la procedencia sociológica o cultural: Desde mediados del siglo XIX la escuela obligatoria permitió afrontar los desafíos planteados por la primera y segunda revoluciones industriales. Cabe preguntarse si en el siglo XXI la iniciación a las nuevas tecnologías no está destinada a convertirse en un elemento fundamental de la «educación para todos». La evolución de la sociedad «postindustrial» necesitará inversiones considerables en educación y formación. Aquí, una vez más, se da una íntima conexión entre la sociedad de la información y las sociedades del conocimiento. — El empleo: En muchos países, el acceso a Internet sólo se efectúa en los lugares de trabajo y los «cibercafés», que distan mucho de estar al alcance de todos los bolsillos. La brecha tecnológica va a menudo unida a la brecha en materia de empleo. — La integridad física: En el año 2000, sólo un 23,9% de los discapacitados poseía un ordenador personal en los Estados Unidos, mientras que esa proporción ascendía al 51,7% en el resto de la población. Como la mayoría de los discapacitados suelen estar confinados en sus domicilios, Internet representa para ellos una posibilidad única de reinserción social, por ejemplo mediante el teletrabajo. Sin embargo, los discapacitados acumulan desventajas económicas, culturales o psicológicas que contribuyen a ahondar la brecha digital. Además, las discapacidades físicas en sí mismas representan un importante obstáculo para la utilización de los ordenadores. En el año 2000, un 31,2% de los discapacitados mentales tenía acceso a Internet en los Estados Unidos, pero esa proporción disminuía progresivamente entre los sordos (21,3%), las personas con dificultades para utilizar sus manos (17,5%), los deficientes visuales (16,3%) y los discapacitados motores (15%). No obstante, es preciso reconocer los esfuerzos de los constructores para crear instrumentos que facilitan la utilización de los ordenadores por los discapacitados, por ejemplo, la posibilidad de acceso a menús contextuales utilizando el teclado con una sola mano. Fuente: UNESCO (2005). Informe Mundial de la UNESCO. Hacia las sociedades del conocimiento.
París. UNESCO: 32.
En España, el ejemplo más notable de políticas de fomento de las TIC para la inclusión social es el Plan Avanza, aprobado por el Gobierno español en 2005, en el marco de la Estrategia de Lisboa del año 2000. Tenía como objetivo lograr la adecuada utilización de las TIC para conseguir un nuevo modelo económico más competitivo, con el objetivo de lograr la igualdad social, el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos. Así, la orden ITC/2234/2006, de 5 de julio (Del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio), enmarcada en el Plan Avanza, tenía los siguientes objetivos: 1. El acceso y el uso de las TIC en los hogares y la inclusión de los ciudadanos en la sociedad de la información. 2. Una educación orientada y cimentada en la Sociedad de la Información, en la que se utilicen las TIC de forma intensiva, así como la incorporación de las mismas en el proceso educativo. 3. El desarrollo y la utilización de servicios públicos digitales, que permitan mejorar los servicios prestados por las Administraciones Públicas. 4. La creación de un entorno favorable al desarrollo de la sociedad de la información, mediante la extensión de infraestructuras de banda ancha, la televisión digital, la generación de confianza en ciudadanos y empresas en el uso de las nuevas tecnologías y la promoción de contenidos y servicios. En la actualidad, se utiliza el concepto de Ciudad Inteligente (Smart City), para definir un entorno vivencial que procura el uso sostenible de las TIC. No hay consenso sobre lo que se considera una Ciudad Inteligente, pero se acepta ampliamente por parte de instituciones y actores sociales que es un espacio en el que la implementación de las TIC debe mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y asegurar un desarrollo económico, social y del medio ambiente (Ministerio de Industria, 2015) y se propone la siguiente definición: Ciudad inteligente (Smart City) es la visión holística de una ciudad que aplica las TIC para la
mejora de la calidad de vida y la accesibilidad de sus habitantes y asegura un desarrollo sostenible económico, social y ambiental en mejora permanente. Una ciudad inteligente permite a los ciudadanos interactuar con ella de forma multidisciplinar y se adapta en tiempo real a sus necesidades, de forma eficiente en calidad y costes, ofreciendo datos abiertos, soluciones y servicios orientados a los ciudadanos como personas, para resolver los efectos del crecimiento de las ciudades, en ámbitos públicos y privados, a través de la integración innovadora de infraestructuras con sistemas de gestión inteligente (Ministerio de Industria, 2015: 3).
Las políticas de inclusión en la actual sociedad del conocimiento deben considerar las TIC como un derecho fundamental de la ciudadanía. En determinadas instituciones supranacionales (ver cuadro 2), las TIC son reconocidas como una parte importante en las vidas de los ciudadanos, ponderando la importancia que tienen como herramienta para promover el bienestar de la sociedad. 10.6. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS Cuadro 2. Políticas para la inclusión educativa Comentario y debate del siguiente texto sobre TIC e inclusión educativa: En la actual sociedad del conocimiento, el acceso a unas TIC adecuadas debe considerarse una cuestión de los derechos humanos. En diversos niveles (la UE, la CMSI y organizaciones de la ONU) las TIC son reconocidas como una parte integral en muchos aspectos de las vidas de los ciudadanos y la importancia que tienen como herramienta para promover una inclusión social más amplia debe tener más peso. Cuando se usan de forma adecuada, las TIC pueden favorecer la educación inclusiva en los centros educativos y apoyar el trabajo realizado como comunidades de formación. Las TIC tienen el potencial de reforzar el respeto por la diversidad, considerado un paso hacia el aprendizaje de toda una comunidad. El acceso a las TIC que apoyan la inclusión requiere una tecnología disponible, asequible y accesible a gran escala. Además, también es necesario que los materiales adecuados y accesibles estén disponibles para ofrecer a todos los alumnos las mismas oportunidades educativas. La exclusión digital es un asunto complejo, que influye en las experiencias educativas y sociales de más personas además de las personas con discapacidad/alumnos con Necesidades Educativas Especiales. El acceso y el apoyo en el uso de una tecnología asistida, especial y ordinaria, que reduzca la exclusión digital, requiere un enfoque sistémico de las políticas y las prácticas que se compromete con todos los participantes. Los descubrimientos generales del proyecto indican que existen cuatro factores de apoyo que deberían ser
implementados con mayor profundidad para eliminar esta exclusión: — La contratación pública a nivel nacional, regional e institucional que incorpore la accesibilidad como un criterio de uso cuando se compre hardware, software y materiales de aprendizaje digital, — Un amplio programa de formación para todos los participantes en el entorno TIC, incluyendo padres, docentes, directores, personal de apoyo TIC, administradores web y profesionales tecnológicos, — Las políticas y planes de acción a nivel escolar para las TIC para la inclusión son coherentes con las políticas nacionales y seguidas de cerca para poder informar sobre la implementación de las TIC para la inclusión, — Apoyar a los directores para que entiendan y tengan una actitud y una visión positiva de las TIC para la inclusión. Estos cuatro factores necesitan una mayor atención, examen y estudio a corto y largo plazo. A lo largo del proyecto se ha señalado varias veces que un uso correcto de las TIC como apoyo de la inclusión educativa de los alumnos con discapacidad/NEE tiene efectos muy positivos para todos los alumnos. Esto se refleja en el informe de la UIT que establece que: «la inversión en la accesibilidad también genera beneficios para grupos más amplios de la población». El uso efectivo de las TIC como apoyo en la formación es un ejemplo de buena docencia para todos los alumnos. Sin embargo, debe reconocerse que las TIC para la inclusión necesitan una nueva pedagogía, basada en el uso de las TIC, para permitir a los alumnos tomar decisiones sobre su aprendizaje y que después sean capaces de implementar sus elecciones y decisiones. Implementar las TIC implica «un cambio radical» para todos los participantes. Las TIC para la inclusión presentan un reto para todos los responsables de la comunidad a la hora de adaptar su forma de pensar y, después, su manera de trabajar para eliminar las barreras y permitir que los alumnos se beneficien de las oportunidades educativas que las TIC pueden ofrecer. Fuente: Agencia Europea para el Desarrollo de la Educación del Alumnado con Necesidades Educativas Especiales (2013). Tecnologías de la Información y la Comunicación para la Inclusión. Avances y oportunidades en los países europeos: 31 y 32.
10.7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS AGENCIA EUROPEA PARA EL DESARROLLO DE LA EDUCACIÓN DEL ALUMNADO CON NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES (2013). Tecnologías de la Información y la Comunicación para la Inclusión. Avances y oportunidades en los países europeos. Odense (Dinamarca) y Bruselas (Bélgica), www.european-agency.org. AIBAR, E y DÍAZ, J.A (1994). «Dos décadas de Evaluación de Tecnologías: del enfoque tecnocrático al diseño social». Sistema. Revista de Ciencias Sociales, 123: 95-113. BELL, D. (1976). El advenimiento de la sociedad postindustrial. Madrid. Alianza. BIJKER, W.E., THOMAS, P.H. y Pinch T. (eds.) (1987). The Social Construction of Technological Systems: New Directions in the Sociology and History of Technology. Cambridge (MA). MIT Press. BOWER, J.L. y Christensen, C.M. (1995). «Disruptive Technologies: Catching the wave». Harvard
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Capítulo 11 Desigualdad, pobreza y exclusión social M.ª Rosario Hildegard Sánchez Morales
11.1 Introducción. 11.2. Teorías sociológicas sobre la pobreza. 11.3. La noción de exclusión social. 11.4. La perspectiva de la ciudadanía. 11.5. Formas de medición de la pobreza y la exclusión social. 11.6. Los procesos hacia la exclusión social. 11.7. La fisonomía de la exclusión social en España. 11.8. Las personas «sin hogar»: un caso extremo de exclusión social. 11.9. Para terminar el capítulo: ejercicios, prácticas o lecturas. 11.10. Referencias bibliográficas.
¿De qué trata el capítulo? En este capítulo nos adentramos en la problemática de la desigualdad como marco en el que situar la pobreza y la exclusión social. Ofrecemos una panorámica sobre las teorías sociológicas sobre la pobreza, nos adentramos en la noción del concepto de exclusión social y en la perspectiva politológica de la idea de ciudadanía. Exponemos cuatro de las formas de medición de la pobreza de mayor prevalencia a nivel internacional. Detallamos los factores que intervienen en los procesos que conducen hacia la exclusión social, para a continuación centrarnos en los sectores sociales en los que se concentra la pobreza y la exclusión social en nuestro país. Por último, focalizamos la atención en las personas «sin hogar», paradigma de la exclusión social más extrema.
11.1. INTRODUCCIÓN En los países tecnológicamente avanzados se ha producido una agudización de los procesos de exclusión social, que ha motivado que en la bibliografía al uso se comience a contextualizar este fenómeno en términos de una nueva «cuestión social». Para algunos estudiosos, nos encontramos en un momento de transición que asimilan, atendiendo a la envergadura de los cambios a los que estamos asistiendo en la esfera productiva, económica, cultural y social, a lo que aconteció con el paso de la sociedad feudal a la sociedad industrial. Muy particularmente, las innovaciones científico-tecnológicas que están teniendo lugar en el ámbito de las tecnologías de la comunicación y la información (Internet, telefonía móvil, ordenadores, etc.), la genética humana (genómica, proteómica, técnicas de reproducción asistida, etc.), así como en materia de nuevos materiales y fuentes de energía, caracterizan el momento histórico en el que vivimos, y han ejercido su impacto sobre la propia organización social. Nuevos estilos y hábitos de vida, de trabajo, de ocio, de usos sociales, de mentalidades, de comportamientos, de tratamiento de lo patológico despuntan en las sociedades actuales (Tezanos, 2001: 49 y siguientes). Y junto a lo anterior, se aprecia un aumento de la desigualdad social, conceptualizada como la distancia en la distribución de la renta entre los integrantes de la sociedad, entre sociedades, grupos y personas. De forma que cuanto más concentrada esté la distribución, mayor será el nivel de desigualdad vigente. Una forma de medición de la desigualdad de ingresos es a través del Índice de Gini. Es un número entre 0 y 1, donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). Para hacernos una idea de la situación en el mundo, los países en donde hay una mayor desigualdad se localizan en África: Lesotho (0,63), Sudáfrica (0,62) y las Repúblicas Centroafricanas (0,61). En América del Sur destacan Colombia (0,53), Guatemala (0,53), Paraguay (0,51) y Panamá (0,50). En Asia consignar a Micronesia (0,61), Hong Kong (0,53), Srilanka (0,49), China (0,46) y Malasia (0,46). Entre los países en donde hay una mejor distribución de la riqueza se encuentran Finlandia (0,21), Eslovaquia (0,23),
Eslovenia (0,24), Ucrania (0,24) y Suiza (0,24) (CIA, 2017). En España, la tendencia seguida en la última década se puede observar en el gráfico 1, con una evolución al alza desde el año 2007: Gráfico 1. Evolución del coeficiente de Gini en España (2007-2016)
Fuente: elaboración propia. INE, varios años.
Un informe publicado por Oxfam en enero de 2017 (Oxfam, 2017) alertaba sobre la problemática de la desigualdad en el mundo y su evolución previsible en las próximas décadas. Así las cosas, destacaba que desde el año 2015, el 1% más rico de la población mundial poseía más riqueza que el resto del planeta; que ocho varones disponían de la misma riqueza que 3.600 millones de personas; que durante los próximos 20 años, 500 personas legarán 2,1 billones de dólares a sus herederos; que los ingresos del 10% más pobre de la población mundial había aumentado menos de 3 dólares al año entre 1988 y 2011, mientras que los del 1% más rico se había incrementado en 182 veces más; que el director general de cualquier empresa incluida en el índice bursátil FTSE 100 ganaba en un año lo mismo que 10.000 trabajadores de las fábricas textiles de Bangladesh. En este mismo sentido, el Informe del Wordl Economic Forum de enero de 2017 (WEF, 2017) planteaba que dos de los principales riesgos para las próximas décadas eran el aumento de la desigualdades de ingresos y la problemática del desempleo y los infraempleos. De seguir esta tendencia, se planteaba que el incremento de la desigualdad económica podría fracturar nuestras sociedades. En España, según Oxfam, en 2016 el incremento de la desigualdad había sido 20 veces superior a la del promedio europeo; si en 2007, el 10% más rico en España tenía una renta 10 veces superior a la del 10% más pobre; en 2015, tal diferencia era de 15 veces; las 3 personas más ricas acumulaban la misma riqueza (86.000 millones de euros) que el 30% más pobre del país
(14,2 millones de personas); en 2016, 7.000 personas engrosaron la lista de millonarios en España; el ejecutivo que más cobraba tenía un sueldo 96 veces superior al empleado medio y en promedio la ciudadanía vivía peor que en el año 2007 (lejos de los 26.067 euros del PIB «per cápita» de aquel año que marcó el punto máximo en la serie histórica) (Oxfam, 2017). En este escenario, la desigualdad social, como problema sistémico y estructural, es el marco en el cuál situar la pobreza y la exclusión social, de las que nos ocuparemos a continuación. 11.2. TEORÍAS SOCIOLÓGICAS SOBRE LA POBREZA Desde la Sociología, el tratamiento que se ha dado a la problemática de la pobreza se inscrito básicamente dentro de la «Sociología de la Estratificación Social» (Sorokin, 1961), (Barber, 1964), (Lenski, 1969), (Ossowski, 1971), (Tezanos, 2001), (Tezanos, 2004) y la «Sociología de la Conducta Desviada» (Becker, 1971), (Garland, 2005), (Taylor, Walton y Young, 2008), (Goffman, 1970), (García-Pablos, 2013); aunque visto desde la óptica actual, esta última perspectiva conceptual sea cuestionable (Rubio Martin, 2015). Dentro de la «Sociología de la Estratificación Social» mencionar, en las primeras etapas de formalización de la Sociología como disciplina científica, las aportaciones de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) (Marx, 1985y 1998). Su visión dicotomizada de la sociedad les llevó a diferenciar entre la clase obrera y la clase burguesa, como dos universos contrapuestos. Karl Marx, en una primera fase de su pensamiento, presentaba a las personas más desfavorecidas como los principales damnificados por el nuevo modelo productivo surgido al hilo del capitalismo: A los padres de la actual clase obrera se los castigó, en un principio, por su transformación forzada en vagabundos e indigentes. La legislación los trataba como a delincuentes «voluntarios»: suponía que de la buena voluntad de ellos dependía el que continuarán trabajando bajo las viejas condiciones existentes (1998: 16).
Si bien con posterioridad matizó que: El sedimento más bajo de la sobrepoblación relativa se aloja, finalmente en la esfera del pauperismo. Se compone, prescindimos aquí de vagabundos, delincuentes, prostitutas, en suma del lumpen proletariado propiamente dicho…. La primera la constituyen personas aptas para el trabajo… La segunda: huérfanos e hijos de indigentes… La tercera: personas degradadas, encanallecidas, incapacitadas de trabajar… (1998: 18).
Friedrich Engels, en su libro titulado Situación de la Clase Obrera en Inglaterra del año 1845, describió las condiciones de miseria e inseguridad en la que vivían los trabajadores de la época victoriana: En cuanto a las grandes masas obreras, el estado de miseria e inseguridad en el que viven ahora es tan malo como siempre e incluso peor… La ley que reduce el valor de la fuerza de trabajo al precio de los medios de subsistencia necesarios, y la otra ley que, por regla general, reduce su precio medio a la cantidad mínima de esos medios de subsistencia, actúan con el rigor inexorable de una máquina automática cuyos engranajes van aplastando a los obreros (1979).
Con la emergencia de la sociedad industrial surge la llamada «cuestión social», que José Félix Tezanos define como «la sensibilización por la situación social de los sectores que vivían y trabajaban en peores condiciones… (Y que)… se convirtió bien pronto en uno de los puntos fundamentales de referencia para todo el pensamiento social de esta época» (2009: 344). En aquel momento, coexistían dos enfoques a la hora de abordar el tema que nos ocupa: uno con un cariz individualista, que culpabilizaba a los individuos de su situación, y otro que acudía a explicaciones socioeconómicas o estructurales. Alexis de Tocqueville se instala en una visión individualista, porque entiende que la condición humana es ociosa, al tiempo que estimaba que la caridad cronificaba la pobreza. Para Georg Simmel, la consideración de pobre pasa por un «reconocimiento social», que se adquiere cuando se asume la función social de pobre, de tal suerte que el sujeto entra en un proceso de alienación social: El pobre, como categoría sociológica, no es el que sufre determinadas deficiencias y privaciones, sino el que recibe socorros o debería recibirlos, según las normas sociales. … La función que desempeña el pobre dentro de la sociedad no se produce por el solo hecho de ser pobre; solo cuando la sociedad —la totalidad de los individuos particulares— reacciona frente a él con socorros, sólo entonces representa un papel social específico... Sólo en el momento en que son socorridos… entran en un círculo caracterizado por la pobreza. Este círculo no se mantiene unido por una acción recíproca de sus miembros, sino por la actitud colectiva que la sociedad en conjunto adopta frente a él (1977: 517-519).
Para Max Weber (1864-1920), las desigualdades sociales están condicionadas tanto por la posición económica de los individuos, como por cuestiones simbólicas y culturales. Y los pobres, según su interpretación, son «clase propietaria negativamente privilegiada» (esclavos, endeudados, proletarios…) y como «grupo de estatus» son juzgados como negativamente privilegiados y, consecuentemente, apartados de la sociedad.
Émile Durkheim plantea en El Suicidio (1897) que las personas marginadas lo son a consecuencia de la imposibilidad de adecuación entre su voluntad e impulsos individuales y las exigencias entre la conciencia individual y la conciencia colectiva, lo que produce —según dice— comportamientos anómicos. Lo anterior da lugar a que estos sujetos se queden fuera de la sociedad y no participen del contrato social. Instalados en el siglo XX, se desarrollan estudios que se enmarcaron fundamentalmente dentro de la «Sociología de la Pobreza» y la «Antropología de la Pobreza». Estos enfoques tienen una dimensión economicista con un marcado carácter descriptivo. Se centran en la problemática derivada de la imposibilidad de desarrollar proyectos de vida dignos si no se poseen los ingresos materiales mínimos, para una subsistencia digna en la sociedad en la que se vive. En la actualidad, la mayor parte de la bibliografía sobre el tema se orienta en esta dirección y ha dado lugar a la formulación de los índices de pobreza (IPH) y de desarrollo humano (IDH), que aparecen anualmente en los Informes sobre desarrollo humano (United Nations Development Programme). Destacan en la segunda mitad del siglo XX y hasta mediados de los años setenta, los trabajos circunscritos dentro del ámbito de la «Sociología de la Desviación Social» (Becker, 1971) y de la anomía, de la «Sociología Urbana» (Bahr, 1968), (Blumberg, Shipley y Shandler, 1965), de la asociación diferencial (Sutherland, Cressey, 1979: 93-99), de la «Teoría del Etiquetaje» (Lemert, 1972), de la «La Reacción Social» (Goffman, 1970) y de la cultura de la pobreza (Lewis, 1964). Los planteamientos que se engloban dentro de la «Sociología de la desviación», del estigma y del etiquetaje tienen su origen en los de la anomia de Durkheim y Merton. Robert King Merton (1910-2003) y Talcott Parsons (1902-1979), dentro de la escuela del estructural-funcionalismo, siguen el concepto de anomía de Durkheim, que concretó en la ausencia de un cuerpo de normas que dirigen las relaciones entre las diversas funciones sociales que asumen los individuos a consecuencia de la división del trabajo y la especialización, propias de la modernidad (Durkheim, 1989). Merton, por su parte, identificará a la anomia como el desajuste entre los fines que una sociedad establece como ideales y los medios que proporciona a sus integrantes para alcanzarlos, explicando en este sentido la existencia de fenómenos como la delincuencia o la situación de los vagabundos en los
siguientes términos: Para la Sociología, estos son los verdaderos extraños. Como no comparten la tabla común de valores, pueden contarse entre los miembros de la sociedad… solo en sentido ficticio. A esta categoría pertenecen algunas categorías adaptativas de los psicóticos, los egoístas, los parias, los proscritos, los vagabundos, los vagos, los borrachos crónicos y los drogadictos (1970: 162).
A partir de los años ochenta del siglo XX, prolongándose hasta nuestros días, se van dejando de lado los análisis enmarcados dentro de la «Sociología de la Conducta Desviada» y de corte más psicologicista, de forma que actualmente se trabaja fundamentalmente con un enfoque multidimensional, que entronca con explicaciones vinculadas a la teoría de la exclusión social 11.3. LA NOCIÓN DE EXCLUSIÓN SOCIAL La noción de exclusión social se empieza a utilizar en Francia a mediados de la década de los setenta del siglo XX. Pierre Massé (Massé, 1969) y de Jean Klanfer (Klanfer, 1965) son considerados los primeros que utilizan este término, no asociado en aquellas fechas a las condiciones adversas del mercado laboral, ni a la fragilización de la esfera relacional, sino a un subsector social que vivía ajeno al desarrollo social («cuarto mundo») (Paugam, 2007). En aquellos años, René Lenoir escribió un libro divulgativo Les exclus: un Français sur dix (Lenoir, 1974) en el que detalló que en torno al 10% de los residentes en este país eran inadaptados sociales (personas con discapacidad, ancianos, menores en riesgo social, jóvenes adictos a sustancias psicoactivas, enfermos mentales, delincuentes, suicidas,…). Como vemos, el concepto estaba alejado de la interpretación que se le dio a partir de los años ochenta. En paralelo, en los Estados Unidos, se retomó el concepto de underclass de Gunnar Myrdal, quien a principios de la década de los sesenta, al analizar la pobreza de la sociedad americana de la época, detectó la emergencia de un nuevo grupo social al que denominó underclass. Esta infraclase estaba integrada por parados de larga duración, subempleados y personas que resultaban inempleables (Myrdal, 1964). Si bien como apunta Tezanos: La literatura sociológica disponible permite constatar que casi todos los sistemas de estratificación social conocidos han llevado aparejados ciertas referencias y análisis de los grupos sociales periféricos al sistema, desde la Grecia Clásica, en donde la polis era una «sociedad dual» en la que los esclavos y los metecos (extranjeros) no eran miembros de pleno derecho, hasta el
sistema de castas hindú, en el que los intocables se sitúan en lo más bajo —y más «apartado»— de la estructura social, hasta la noción más reciente de «lumpen-proletariado», acuñada por algunos teóricos para referirse a los sectores más marginales de las sociedades industriales (2001: 202).
En el año 1982, Ken Auletta en su obra The underclass (Auletta, 1982) hizo común el uso de esta expresión. Para Auletta, las infraclases estaban integradas por pobres pasivos que durante años habían vivido de la asistencia social (madres solteras, delincuentes, enfermos mentales, personas «sin hogar», consumidores de sustancias psicoactivas, alcohólicos…). Los trabajos actuales sobre las infraclases las contextualizan «… en la perspectiva de los cambios sociales y las tendencias hacia una progresiva dualización social… (posicionándose) a las infraclases en la base inferior de la pirámide social, al tiempo que plantean la necesidad de profundizar en el estudio de los cambios que están teniendo lugar en los sistemas de desigualdad y las nuevas conformaciones en las pirámides de estratificación, aunque sin dar los datos necesarios hacia una definición neta de un nuevo paradigma analítico» (Tezanos, 2001: 210), en estrecha relación con los profundos cambios que están teniendo lugar en los modelos productivos a consecuencia de la actual revolución científico tecnológica en marcha. Respecto a la teoría de la exclusión social, Robert Castel la enfoca hacia la idea de «desafiliación», entreverada a los «desligamientos» sociales. Su preocupación se centraba en «la presencia... de individuos ubicados como en situación de flotación social, que pueblan sus intersticios sin encontrar allí un lugar asignado… ¿Quiénes son, de dónde vienen, cómo han llegado a esto, en qué se convertirán?» (1997: 15). Y propone un esquema explicativo de la exclusión social en términos procesuales, y para ello diferencia cuatro zonas dentro de un continuum integración-exclusión social: zona de integración, zona de vulnerabilidad, zona de marginalidad o exclusión y zona de asistencia, en relación a la división social del trabajo, la participación del individuo en las redes de sociabilidad y en los sistemas de protección: No encaro aquí el trabajo en tanto que relación técnica de producción, sino como soporte privilegiado de inscripción en la estructura social. Existen en efecto, una fuerte correlación entre el lugar que se ocupa en la división social del trabajo y la participación en las redes de solidaridad y en los sistemas de protección que «cubren» a un individuo ante los riesgos de la existencia. De allí la posibilidad de construir lo que yo llamaría metafóricamente «zonas» de cohesión social. Entonces, la asociación «trabajo estable/inserción relacional sólida» caracteriza una zona de integración. A la inversa, la ausencia de participación en alguna actividad productiva y el aislamiento relacional conjugan sus efectos negativos para producir la exclusión, o más bien, como trataré de demostrarlo, la desafiliación. La vulnerabilidad social es una zona intermedia, inestable,
que conjuga la precariedad del trabajo y la fragilidad de los soportes de proximidad (1997: 16).
Fue a finales de los años noventa, fundamentalmente de la mano de José Félix Tezanos, cuando, en España, se inicia una línea sociológica que apuesta por una explicación procesual y multicausal de la exclusión social. Para este autor, existen una serie de factores laborales, económicos, culturales, personales y sociales que configuran el equilibrio «exclusión-inclusión social» (1997 y 2005), al tiempo que concluye que «el término “exclusión social” es utilizado para referirse a todas aquellas personas que, de alguna manera, se encuentran fuera de las oportunidades vitales que definen las conquistas de una ciudadanía plena… la expresión “exclusión social” implica, en su raíz, una cierta imagen dual de la sociedad, en la que existe un sector “integrado” y otro “excluido”. En consecuencia, su estudio remite en primer lugar a todo aquello que en un momento dado determina la ubicación de los individuos y los grupos sociales a un lado u otro de la línea que enmarca la inclusión y la exclusión social» (2001: 138). De tal forma que, siguiendo a Tezanos, «hay tres bloques de conceptos relacionados que permiten entender mejor las raíces de la noción de exclusión social. Un primer bloque está integrado por aquellos que ponen en acento en vivencias que implican un apartamiento de los estándares predominantes en una sociedad o en una cultura o en un modo de obrar, sea este apartamiento voluntario o involuntario…Un segundo bloque de conceptos conectados con la problemática que nos ocupa se sitúa en un terreno directamente económico, abarcando aquellas circunstancias que pueden ser englobadas en la idea de pobreza o carencia de recursos…Un tercer bloque de conceptos al que debemos prestar es el que se relaciona con la problemática de la alienación…» (2001: 141-147). El concepto de exclusión social, definido en estos términos, es estructural, multidimensional y procesual, tanto en lo que se refiere a las causas como a los factores que la desencadenan (laborales, económicos, personales, culturales, personales, sociales, etc.). Hay que destacar, también, las aportaciones de los últimos años de Serge Paugam y las teorías del vínculo social (Paugam, 2007). Finalmente, debemos consignar a autores como Ulrich Beck («sociedad del riesgo») (Beck, 2003), Zygmunt Bauman («sociedad líquida») (Bauman, 2005), Anthony Giddens («modernidad reflexiva») (Giddens, 1993), Alain Touraine
(«tardomodernidad») (Touraine, 2009) o Richard Sennett (Sennett, 2002), quienes desde finales del siglo XX han focalizado buena parte de sus reflexiones a explicar el tránsito de la primera modernidad, fundamentada en el Estado-Nación, la familia y el trabajo, a la segunda modernidad caracterizada por la crisis de la sociedad laboral, la flexibilidad y el riesgo, con un predominio del individualismo como valor social. Zygmunt Bauman, por su parte, se centra en los efectos del individualismo y de la progresiva desaparición de la solidaridad en las sociedades actuales; así como, en los efectos de la globalización y del capitalismo de mercado y la emergencia de lo que idea como «eliminación de los residuos humanos» que según plantea: Saturan todos los sectores más relevantes de la vida social y tienden a dominar las estrategias vitales y alterar las más importantes actividades de la vida, alentándolas a generar sus propios derechos sui generis: relaciones humanas malogradas, incapaces, inválidas o inviables, nacidas con la marca del residuo permanente (2005 a: 19).
Dentro de un análisis asimilado al de Bauman, Robert Castel apuesta por un aumento de la exclusión social que involucra, según su opinión, a nuevos sectores sociales, a resultas de la crisis económica de la última década a nivel planetario. De forma que el riesgo de pobreza extrema, en otros momentos, propio de vagabundos, mendigos y gente de la calle se extiende —según este autor— en el imaginario social hacia la sociedad en su conjunto (2009). 11.4. LA PERSPECTIVA DE LA CIUDADANÍA Desde el ámbito de la Ciencia Política, un referente analítico de gran relevancia para explicar la exclusión social de las sociedades más avanzadas actuales, lo proporciona la noción de ciudadanía social. Con este concepto hacemos referencia «a aquel conjunto de derechos de carácter político, laboral, económico y social que han llegado a ser sancionados solemnemente en las Constituciones y que se desarrollaron en buena parte de los países occidentales en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial conformando el modelo de Estado de Bienestar» (Marshall, 1997: 297-344). Thomas Humphrey Marshall fue el primero que utiliza el término de ciudadanía en el año 1949 y la define como «un estatus que se otorga a los que son miembros de pleno derecho de una comunidad» (1997: 312-313).
Analiza la noción moderna de ciudadanía en tres etapas: la civil, la política y la social, enfatizando la necesidad de conquistar la ciudadanía social. Ciudadanía social que implica disfrutar de derechos civiles y políticos, además de derechos sociales definidos como «todo el espectro desde el derecho a un mínimo de bienestar económico y seguridad, al derecho a participar del patrimonio social y a vivir la vida de un ser civilizado conforme a los estándares corrientes en la sociedad» (Marshall, 1997: 302-313). En la última década del siglo XX, este planteamiento fue retomado por Tom Bottomore (Marshall y Bottomore, 1991), quien añade nuevas dimensiones a la noción de ciudadanía social. Plantean que las medidas y articulaciones promulgadas desde el Estado de Bienestar (esencialmente desde mediados de los años ochenta) contra la pobreza no habían dado el resultado previsto y nos encontrábamos ante un proceso de descomposición social y de ruptura del contrato social. José Félix Tezanos ha profundizado entre la conexión entre exclusión social, ciudadanía y democracia (2001), planteando la existencia en nuestros días de una «nueva cuestión social», que lleva en sí una «ciudadanía decaída y/o precarizada» (2004 a: 790), que avanzada ya la segunda década del siglo XXI, ha acarreado en el ámbito europeo un alto nivel de desigualdad social y riesgos elevados de pobreza y exclusión social para buena parte de la población (Tezanos, Sotomayor, Sánchez Morales y Díaz, 2013). De forma que: Los procesos de exclusión y de dualización social que tienen lugar en nuestras sociedades en el plano económico y laboral tienen su correlación correspondiente en la exclusión política y en la dualización ciudadana; sobre todo a medida que las riquezas y el poder tienen a concentrarse en pocas manos, en una deriva que suscita indudables riesgos de declive democrático y de mermas en la condición humana (Tezanos, 2004 a: 782).
Lo anterior, según Tezanos, hace necesaria la articulación de medidas que permitan a todos los ciudadanos emplazarse en parámetros vitales de dignidad: La alternativa al problema de una «ciudadanía decaída» y/o «precarizada» no es —no debe ser — una «ciudadanía subvencionada»…, sino una iniciativa política tendente a generar las condiciones propicias para que todos los miembros de una sociedad tengan unas oportunidades razonables de acceder al desempeño de una tarea en su sociedad, para que puedan prepararse con suficiente motivación durante sus años de estudio y que proporcione niveles de ingresos en concordancia con el nivel de riqueza y desarrollo alcanzado en su sociedad y con el esfuerzo personal desplegado en su realización. Es decir, basada tanto en criterios de equidad como de reciprocidad (2004 a: 782).
(Y continúa avanzando en el enfoque de una ciudanía económica, pues según Tezanos): Los aspectos centrales a considerar en la conquista de la «ciudadanía económica» son las garantías y oportunidades que existen —que se proporcionen— para tener una actividad laboral, bien en el sistema productivo (como asalariado o empleador), bien en el sector público (que hay que potenciar y racionalizar y no destruir), bien en el ámbito de las nuevas actividades que va a propiciar la revolución tecnológica y las enormes oportunidades de crear riqueza que genera (nuevas actividades en los servicios, en salud, cultura, ocio, calidad de vida, seguridad, educación permanente, etc.), así como nuevas actividades que se puedan generar en la esfera social y política como consecuencia del desarrollo de la democracia postliberal…. La noción de ciudadanía económica se deberá desarrollar también en base a la puesta en funcionamiento de servicios sociales más amplios y universales (como cuarto pilar efectivo del Estado de Bienestar), de políticas que hagan accesibles las viviendas (tanto en acceso como en alquiler, con créditos subvencionados, con suelo público, etc.), de salarios sociales (o «rentas de inserción») para situaciones de extrema necesidad, de medidas de lucha contra la exclusión social (tanto con medidas paliativas como de inserción y motivación, etc.), así como mediante un conjunto de iniciativas que tiendan a extender la democracia en el ámbito de las actividades económicas (democratización del trabajo, presupuestos participativos, fiscalidad con bonos de participación, iniciativas comunitarias, etc.) (2004 a: 791792).
11.5. FORMAS DE MEDICIÓN DE LA POBREZA Y LA EXCLUSIÓN SOCIAL Es tarea compleja cuantificar la pobreza. En este texto, nos vamos a centrar en las formas de medición de la pobreza de mayor prevalencia a nivel internacional: a) Pobreza absoluta, que se define en función de lo que una persona necesita para afrontar los gastos básicos en condiciones de supervivencia. El Banco Mundial establece el equivalente a 1,90 $ diarios (Banco Mundial, 2017). Sus inconvenientes son que limita la pobreza a único factor asociado con la capacidad de ingreso o gasto de los hogares y hace factible conocer la situación en la que se encuentran las personas que no se incluyen dentro de los niveles de pobreza o los que se desenvuelven en los límites de la pobreza. b) Pobreza relativa o umbral de la pobreza es el nivel de ingreso mínimo para adquirir un adecuado estándar de vida en un país concreto. Para determinar la línea de pobreza se calcula el costo total de todos los recursos esenciales que un ser humano adulto promedio que consume en
un año. Para calcular este índice la OCDE y la Unión Europea utilizan el equivalente al 60% a la mediana nacional del ingreso de los hogares. En nuestro país, según se incluye en la Encuesta de Condiciones de Vida 2016 del Instituto Nacional de Estadística, con datos relativos al año 2015 (últimos datos disponibles a nivel nacional y que se publica anualmente): «el valor del umbral de pobreza se obtiene multiplicando 8.208,5 por el número de unidades de consumo del hogar. Por ejemplo, para un hogar de un adulto, el umbral es de 8.208,5 euros, para un hogar de dos adultos es de 12.312,8 euros o 6.156,4 euros por persona, para un hogar de dos adultos y dos menores de 14 años es de 17.237,9 euros o 4.309,5 euros por persona» (INE, 2017). c) Tasa AROPE. Según la Estrategia Europa 2020, se consideran personas en riesgo de pobreza o exclusión social a la población cuando está en uno de estos tres supuestos: cuando los ingresos no alcanzan el umbral de la pobreza (el 60% de la mediana nacional del ingreso de los hogares, después de transferencias sociales); cuando está «severamente privada de medios materiales» (cuando no puede pagar el alquiler, la hipoteca o las facturas, la calefacción, imprevistos, carne o pescado, no tiene coche, lavadora, teléfono o no puede irse de vacaciones ni una semana al año); o cuando vive en un hogar con muy baja intensidad laboral (donde los mayores de 18 años no estudiantes hayan trabajado menos del 20% de su potencial de trabajo en el último año, se calcula el ratio y determina si es inferior al 20%). Como puede observarse en el gráfico 2, España ostenta, desde hace más de una década, una tasa de riesgo de pobreza y exclusión social por encima de la media de los países de la Unión Europea 28. Gráfico 2. Población en riesgo de pobreza y exclusión social en España y UE 28 (2005-2016)
Fuente: Elaboración propia. Eurostat, varios años.
d) Índice de Desarrollo Humano: mide los progresos de una comunidad o en todo un país. Establece una media comparativa entre la esperanza de vida, el analfabetismo, la educación y los niveles de vida (Producto Interior Bruto). Se utiliza para determinar si un país está desarrollado, en desarrollo o subdesarrollado, y también para medir las políticas económicas sobre la calidad de vida. Fue desarrollado en 1990 por los economistas Mabbub Ul Hag y el Premio Nobel Amartya Sen. Los países entran en tres grandes categorías basadas en IDH: muy alto, alto, medio y bajo (PNUD, 2017). e) Índice de Pobreza Multidimensional, complementa a los índices basados en medidas monetarias y considera las privaciones en las que viven las personas pobres, así como el entorno en que éstas tienen lugar. Los componentes del Índice de Pobreza Multidimensional son la salud (nutrición y mortalidad infantil); la educación (años de instrucción, matriculación escolar) y los niveles de vida (combustible para cocinar, saneamiento, agua, electricidad, piso, bienes). Se agrupa por región, grupo étnico, dimensión de la pobreza y otras categorías. Alrededor de 2.200 millones de personas en los países que abarca el índice viven bajo parámetros de pobreza multidimensional (PNUD, 2017). 11.6. LOS PROCESOS HACIA LA EXCLUSIÓN SOCIAL Los itinerarios vitales que conducen al túnel de la exclusión social se vinculan, básicamente, a factores de orden estructural. Entre éstos, cobra especial relieve la variable laboral (paro, inactividad laboral, subempleos y empleos marginales, trabajos sin cualificación, precariedad laboral, etc.). La conformación del mercado laboral, con harta frecuencia, deja en la cuneta a personas plenamente capacitadas por su nivel formativo-educativo y por sus condiciones físicas. Dentro de este capítulo, hay que destacar también la política de vivienda, la política educativa y formativa, la política fiscal, la política de distribución de la renta, las pensiones u otro tipo de prestaciones sociales, la política de inmigración, así como la legislación social y las políticas sociales para sectores vulnerables y grupos de excluidos (Cuadro 1).
Cuadro 1. Factores estructurales, familiares/relacionales, individuales y culturales que intervienen en los procesos de exclusión social FACTORES FACTORES FACTORES FACTORES ESTRUCTURALES FAMILIARES/RELACIONALESINDIVIDUALESCULTURALES — Personalidad — Género — Edad — Estado civil — Estatus — Raza — Idioma — Nacionalidad
— Política laboral — Política vivienda (hacinamiento, condiciones habitabilidad, güetización)
— Alcoholismo
de
— Drogadicción
de
— Política educativa/formativa (segregación y dificultades formativas)
— Débiles y falta de vínculos familiares
— Política fiscal
— familiares orfandad)
— Política distribución de renta
de la
— Conflictos y rupturas familiares (separaciones, divorcios) Circunstancias (viudedades,
— Ausencia de redes de amigos y círculos de amigos
— Pensiones — Legislación social — Política inmigración
de
— Políticas bienestar social
de
— Efectos de la crisis y la reestructuración económica — Políticas sociales para sectores vulnerables y grupos
— Desarraigo social — Aislamiento — Vínculos con mafias — Papel asociaciones de inmigrantes
— Ludopatías — Salud (física y mental) — Discapacidad — Antecedentes penales — Violencia y malos tratos — Dificultades de aprendizaje — Falta de habilidades sociales — Baja autoestima
— Individualismo — Insolidaridad — Competitividad — Pluralismo — Libertad
de excluidos
— Actitud pasiva y de acomodo a la situación — Pesimismo, fatalismo — Procesos depresivos — Débil estructura de motivaciones
Fuente: elaboración propia a partir de Sánchez Morales, M.R. y Tezanos Vázquez, S (1999). La población «sin techo» en España. Un caso extremo de exclusión social. Madrid. Sistema: 38.
Hay que señalar factores de orden familiar/relacional y factores de naturaleza personal. Los factores familiares/relacionales se vinculan con conflictos, desajustes y rupturas (separaciones, divorcios, viudedad, quiebra de las relaciones con familiares directos y con la red de amistades). Entre los elementos de carácter individual que inciden en estos procesos se encuentran la personalidad, la edad, el género, la raza, la nacionalidad, la salud (física y mental), problemáticas vinculadas a la violencia y malos tratos, baja autoestima, pesimismo, fatalismo, procesos depresivos, etc. Hay que considerar, también, el papel que, dentro de estos itinerarios vitales, juegan determinados trastornos en los hábitos de conducta (alcoholismo, drogadicción, ludopatía), que pueden estar en el origen de los propios itinerarios vitales o ser una consecuencia de sus vivencias personales (Cuadro 1). Por último, deben situarse también cuestiones que se vinculan con el sistema de valores de nuestra sociedad, especialmente, con los cambios a los que han asistido y, previsiblemente, asistirán las familias españolas (Cuadro 1). Los resultados obtenidos en las investigaciones que, desde el año 1995, realiza el Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales (GETS) de la UNED, plantean que la gente estará menos vinculada a sus familiares, al tiempo que predominarán sentimientos de soledad y aislamiento, junto con altas cotas de libertad, pluralismo, competitividad e insolidaridad social (GETS, 2017). En
la actualidad, para algunos analistas, el individualismo es el valor que por antonomasia preside el discurrir familiar, que orienta en buena medida los valores y pautas culturales dominantes en las sociedades avanzadas y que dirigirá los cambios futuros. Se asocia con la tendencia a la desvinculación de las personas respecto de sus grupos y comunidades más directas, en un entorno en donde los individuos tienen opción a elegir qué desean hacer con sus vidas. Al tiempo, se ha acrecentado su dependencia respecto del mercado y del Estado. Los individuos son, por tanto, el centro de sus estilos de vida, habiendo aparecido un tipo de familias que se negocian con plazos definidos y que desarrollan tendencias de dependencia familiar respecto a agentes externos no familiares, de forma que han surgido nuevas comunidades de identidad (Beck, 1998). En las sociedades tecnológicas avanzadas, cabe plantear que están adquiriendo nuevos perfiles las relaciones entre individuo-familia-sociedadEstado. Nuevos perfiles, entre otros factores, por la progresiva incorporación de las mujeres al ámbito laboral extradoméstico y las previsiones de futuro apuntan hacia su mayor participación en la vida pública en general. Este fenómeno conlleva una nueva «reestructuración de la división social del bienestar» y se demandan servicios sociales a las instituciones públicas para atender las nuevas necesidades familiares. En la medida en que no queden satisfechas las demandas de las familias (atención a enfermos, ancianos, niños, personas con discapacidad…), por lagunas o inexistencia de políticas sociales adecuadas, es cuando la exclusión social puede hacer su aparición. Así, vemos que el fenómeno de la exclusión social requiere un modelo analítico pluridimensional que lo conecte directamente con la desigualdad social, con elementos de tipo estructural, familiar/relacional y con condicionamientos de corte individual y cultural. 11.7. LA FISONOMÍA DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL EN ESPAÑA ¿En qué sectores sociales se concentra la pobreza y la exclusión social en nuestro país? A lo largo de los últimos años se constata una tendencia según la cual conciernen en mayor medida a los parados, a las mujeres, a los que disponen de menores niveles educativo/formativos, a los jóvenes, a los inmigrantes (muy particularmente a los de la Europa no comunitaria), concentrándose, además, en determinadas regiones de nuestra geografía. En
concreto, la pobreza y la exclusión social afectan especialmente a los parados (62,7%), seguidos de las personas inactivas (36,3%). En cuanto a los jubilados (13,3%) son un sector social con déficits específicos, si bien sus circunstancias se han ido modulando desde el año 2012, al menos en términos de seguridad, a consecuencia del cobro de sus pensiones, coincidiendo con el empobrecimiento de la sociedad española (INE, 2017) (Gráfico 3). Por otro lado, la pobreza y la exclusión social es superior entre los varones (28%) que entre las mujeres (27,9) (la tendencia cambia a partir del año 2012), y entre los menores de 16 años (31,7%) en 2016, aunque, en general, se han visto afectados todos los grupos de edad a partir del año 2009, a excepción de las personas mayores de 65 años y jubilados (ECV, 2016) (Gráfico 4 y Gráfico 5). Gráfico 3. Riesgo de pobreza o exclusión social por relación con la actividad (personas de 16 y más años) (%)
Fuente: INE, varios años.
Gráfico 4. Tasa de riesgo de pobreza y exclusión social por sexo (2010-2016) (%)
Fuente: INE, varios años.
Gráfico 5. Tasa de riesgo de pobreza o exclusión social entre los menores de 16 años (2010-2016) (%)
Fuente: INE, varios años.
En cuanto a la relevancia que adquiere el nivel de formación alcanzado de los ciudadanos frente a la pobreza y la exclusión social, cuando el nivel educativo es de educación primaria o inferior, mayor es su prevalencia (31,5%). Además, se confirma que a medida que los estudios son más elevados, las tasas de pobreza bajan. A pesar de ello, la tasa de riesgo de pobreza y exclusión entre los que disponen de estudios superiores ascendió, en 2016, al 14,5% (INE, 2017) (Gráfico 6). Gráfico 6. Tasa de riesgo de pobreza o exclusión social por nivel de formación alcanzado (personas de 16 y más años) (2010-2016) (%)
Fuente: INE, varios años.
De igual modo, de la Encuesta de Condiciones de Vida 2016 se infiere que no es lo mismo residir en las zonas geográficas con las más altas tasas de pobreza y exclusión social como Ceuta (36,0%), Andalucía (35,4%), Canarias (35%), Extremadura (30,4%) o Castilla La Mancha (31,7%), que hacerlo en Navarra (9%), País Vasco (9%) o La Rioja (11,9%) que se posiciona por debajo del 12% (INE, 2017). Por último, hay que destacar que según la nacionalidad, la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social, ascendió en 2016 al 24,7% para los españoles, al
47,3% para los extranjeros de la Unión Europea y al 60,1% para aquellos cuya nacionalidad no era de un país de la Unión Europea (Gráfico 7). Gráfico 7. Tasa de riesgo de pobreza o exclusión social por nacionalidad años (2010-2016) (%)
Fuente: INE, varios años.
11.8. LAS PERSONAS «SIN HOGAR»: UN CASO EXTREMO DE EXCLUSIÓN SOCIAL Las vidas de las personas «sin hogar» son el resultado de un complejo enlazamiento de experiencias negativas, fracasos, pérdida de derechos y problemas que les introduce en el túnel de la exclusión social más extrema. Para entender esta problemática humana y social deben considerarse los factores exclusógenos expuestos anteriormente: factores estructurales, factores relacionales/relacionales, factores individuales y factores culturales. De tal modo, que el sinhogarismo se conforma como una realidad multidimensional vinculada a los procesos de exclusión social que afectan a los grupos sociales más vulnerables y más involucrados por la pobreza y la exclusión social, tal como hemos detallado en el epígrafe anterior. Los únicos datos oficiales a nivel nacional disponibles sobre personas «sin hogar», en España, se recogen en las Encuestas sobre personas sin hogar del Instituto Nacional de Estadística, de los años 2005 (INE, 2005) y 2012 (INE, 2012). Nos vamos a centrar en algunos de los principales resultados de la del año 2012, con la finalidad de plantear cuáles son sus perfiles sociológicos y principales problemas: 1. El 80,3% son varones, con una tendencia a una progresiva incorporación de mujeres. Es, por tanto, un fenómeno masculinizado, si bien el porcentaje de mujeres va en aumento desde hace varias décadas.
2. La edad media asciende a los 42,7 años, observándose un 19,3% de jóvenes entre los 18 y 29 años, siendo éstos en su mayor parte extranjeros (32,4%), y las personas mayores de 64 años son una minoría (3,9%). 3. El 60,3% ha alcanzado un nivel de educación secundaria, el 11,8% tiene estudios superiores (universitarios o no), y el 5,7% no dispone de ningún tipo de estudios. 4. El 55,5% de los entrevistados en aquel momento indicó que no consumía alcohol, un 30,5% que lo hacía de forma moderada y alto y excesivo un 4,1%. 5. El 62,7% manifestó que nunca había consumido ningún tipo de drogas. 6. El 29,1% padecía alguna enfermedad grave o crónica, entre los cuáles se encuentran los enfermos mentales (fundamentalmente, esquizofrénicos y psicóticos). 7. El 51% de las personas «sin hogar» han sido víctimas de algún delito o agresión (insultos, amenazas, robos, agresiones, agresiones sexuales, timos…). En particular, el 65,4% declaran haber sido objeto de insultos o amenazas, y el 61,8% de robos. Respecto al futuro del sinhogarismo se prevé una tendencia de acentuación, debido a que la exclusión social se ha convertido en un fenómeno permanente, que se agudiza en momentos de crisis económica como los actuales, en los que se ha producido un ensanchamiento de la franja de vulnerabilidad social, que ha dado lugar a la aparición de nuevos perfiles sociológicos de excluidos, si bien hay una tipología muy concreta de personas «sin hogar» que se va manteniendo, aún en los momentos más favorables económicamente. Hay unanimidad en que habrá más personas «sin hogar», habida cuenta de la evolución que previsiblemente adoptarán los factores que hay detrás de sus dinámicas de vida, siendo piezas claves, en este contexto, la orientación que adopten las políticas en materia social, laboral, educativa, de vivienda y sobre la discapacidad. Asimismo, debe valorarse el papel que jugará el tipo de familias que se forjen en los próximos años. Es necesario poner sobre la mesa la realidad en la que viven instalados
los inmigrantes y sus familias y los servicios que se les preste a las personas con trastornos mentales graves. Otro factor que está afectando negativamente a esta realidad son los recortes en materia social. Nos hallamos, pues, ante un hecho social que traspasa las fronteras nacionales y que requiere articular medidas de alcance internacional que vayan a las raíces del problema. En España, tal y como hemos visto, al perfil tradicional del «sin hogar» se están uniendo nuevos sectores sociales, como consecuencia de la extensión de los factores de vulnerabilidad y del sesgo restrictivo de las políticas de integración y protección social. 11.9. PARA TERMINAR EL CAPÍTULO: EJERCICIOS, PRÁCTICAS O LECTURAS Lectura para la reflexión y el debate. Visión de las personas «sin hogar» a finales del siglo XIX: «El vagabundo no tiene vinculaciones sociales de ningún género y su existencia importa un peligro para las leyes morales y para las positivas. Debemos, bajo este último aspecto, preocuparnos de él y ver de combatirlo, para evitar no solo los efectos perniciosos que produce su contacto, sino también los que ellos producen, en contra de la estabilidad social. Bajo la denominación genérica de vagabundo, comprendo al atorrante, al mendigo, al rufián y al ladrón, porque, como veremos más adelante, todos parecen de una misma enfermedad moral, es decir todos han sufrido un atrofiamiento en la facultad psicológica, que llamo sociabilidad. Entre sí, como es natural, presentan diferencias psicológicas, que dan la división en especies, y estas mismas tienen subdivisiones; pero forman un conjunto, y se caracterizan en su aspecto general por el odio y la aversión, que sienten contra todo lo que es organización social. Todos están en lucha abierta contra las autoridades, de cualquier régimen político que sea, todos están dispuestos a cambiar de territorio en el momento más propicio a su manera de actuar, todos desconocen la razón de los derechos ajenos y la razón de las leyes y sobre todo, se alzan enérgicamente contra la ley del trabajo en cualquier forma, para lanzarse al azar sin rumbos determinados, libres de deberes que los opriman y de derechos que ellos mismos desconocen». Fuente: Gallegos, S.A (1899). «El vagabundo. Atorrantes, mendigos, rufianes y ladrones». Criminología Moderna, 3, https://bibliotecadigital.csjn.gov.ar/revistas/c_2_3.pdf.
Ejercicio práctico. Confeccionar una tabla en la que se incluyan los 10 países y su puesto, en orden de prelación, dentro del Índice de Desarrollo Humano, diferenciando entre los países de desarrollo humano muy alto, alto, medio y bajo. Para ello, debe trabajar el
último Informe de Desarrollo Humano publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), disponible en la página web de esta institución.
11.10. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS AULETTA, K. (1982). The Underclass. Nueva York. Randon House. BANCO MUNDIAL (2017). http://www.bancomundial.org/es/topic/poverty/lac-equity-lab1/poverty. BARBER, B (1964). Estratificación social. México. Fondo de Cultura Económica. BAHR, H.M. et al. (1968). Homelessness and Dissaffiliation. Nueva York. Columbia University. BAUMAN, Z. (2005). Identidad. Madrid. Losada. — (2005 a). Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Barcelona. Paidós. BECKER, H.S. (1971). Los extraños. Sociología de la desviación. Buenos Aires. Tiempo Contemporáneo. BECK, U. (1998). La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Barcelona. Paidós. — (2003). Un nuevo mundo feliz: la precariedad del trabajo en la era de la globalización. Barcelona. Paidós. BLUMBERG, L., SHIPLEY T.E y SHANDLER, I.W. (1965). «The Homeless Man and Law Enforcement Agencies». Prison Journal, 45 (1). CASTEL, R. (1997). La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Buenos Aires. Paidós. — (2009). El ascenso de las incertidumbres. Trabajo, protecciones, estatuto del individuo. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. DURKHEIM, E. (1989). El suicidio. Madrid. Akal. ENGELS, F. (1979). La situación de la clase obrera en Inglaterra. Madrid. Júcar. EUROSTAT, Database, varios años. http://ec.europa.eu/eurostat/data/database. GALLEGOS, S.A (1899). «El vagabundo. Atorrantes, mendigos, rufianes y ladrones». Criminología Moderna, 3. GARCÍA-Pablos D E MOLINA, A. (2013). Criminología: una introducción a sus fundamentos teóricos. Valencia. Tirant Lo Blanc. GARLAND, D. (2005). La cultura del control: crimen y orden social en la sociedad contemporánea. Barcelona. Gedisa. GETS (2017), https://grupogets.wordpress.com/. GIDDENS, A. (1993). Consecuencias de la modernidad. Madrid. Alianza. GOFFMAN, E. (1970). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires. Amorrortu. INE (2005). Encuesta sobre las personas sin hogar 2005. http://www.ine.es/dynt3/inebase/es/index.htm?padre=1402&capsel=1874 — (2012). Encuesta a las personas sin hogar http://www.ine.es/dynt3/inebase/es/index.htm? padre=1402&capsel=1874 INE (2017). Encuesta Condiciones de Vida 2016 http://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm? c=Estadistica_C&cid=1254736176807&menu=ultiDatos&idp=1254735976608 — (varios años), Encuesta Condiciones de Vida http://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm? c=Estadistica_C&cid=1254736176807&menu=resultados&idp=1254735976608 KLANFER, J. (1965). L’exclusion sociale. Étude de la marginalite dans le sociétés occidentales. París.
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[1] Descripción de unas hilanderías en Inglaterra en 1784. [2] Krausismo: sistema filosófico propuesto por Friedrich Krause (filósofo alemán, 1781-1832), se caracteriza por conciliar el racionalismo con la moral. Esta corriente tuvo una gran implantación en la universidad defendiendo la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al dogmatismo. En España un grupo de profesores universitarios lo aplicaron a la regeneración del país a través de la educación de las masas, mediante una línea innovadora que había surgido con el krausismo. Entre los principales difusores en la práctica está la Institución Libre de Enseñanza. [3] Para mayor información sobre la relación completa de Revistas de Sociología y Ciencias Sociales con índice de calidad se recomienda consultar el indicador de calidad más conocido y utilizado que es el ofrecido por la herramienta Journal Citation Reports (JCR). IN-RECS (Índice de impacto de las revistas españolas de Ciencias Sociales). También se puede obtener esta información en: Biblioteca UNED: Servicio de Información Bibliográfica y Referencia. [4] Se denomina evaluación por pares (peer review), y supone la valoración de los trabajos científicos de forma anónima por parte de expertos en la materia. [5] Este epígrafe está basado en el capítulo 6 del libro La Explicación Sociológica: Una introducción a la Sociología, de José Félix Tezanos. [6] Esta figura es una simplificación de la elaborada por Göran Therborn. La figura 2 quiere dar a entender cómo se produce la dinámica histórica observando no sólo dos momentos sino tres momentos. [7] Los periodos que se suelen considerar son los siguientes: lactancia, edad temprana, edad preescolar, edad escolar, adolescencia, juventud y edad adulta. [8] El director de cine francés F. Trufautt, en 1970, realizó una película sobre la vida de este niño, a la que tituló El pequeño salvaje. [9] Su vida fue llevada al cine bajo el título El enigma de Gaspar Hauser por el director alemán Werner Herzog, en 1974. [10] Aparecidas en 1920, al oeste de Calcuta. [11] El único niño salvaje encontrado en España fue abandonado en el monte con 7 años y vivió 12 años en Sierra Morena, con la compañía de lobos como familia, que siempre le respetaron y él se comportaba como un lobo. La Guardia Civil le encontró en 1965. De su historia el director Gerardo Olivares hizo una película titulada Entrelobos. [12] Descubierta en California en 1970. Había nacido en 1957. Hasta la edad de 13 años la mantuvieron aislada, con absoluta prohibición de hablarla, dormía en una jaula y no la enseñaron ni a comer. Su madre la liberó, las autoridades se hicieron cargo y ocultaron su paradero por discreción. [13] Para José Félix Tezanos, «… los grupos primarios se definen básicamente por cuatro rasgos: el tamaño: tiene que ser los suficientemente pequeño como para que sean posibles las relaciones «cara a cara» entre sus miembros. El tipo de relaciones: han de ser personales y caracterizadas por cierto grado de proximidad, intimidad y conocimiento mutuo. El sentido de conciencia grupal: que supone un grado de identidad grupal suficiente como para que las personas desarrollen un sentimiento de pertenencia grupal… La importancia de sus miembros: no sólo en cuanto que el grupo permite alcanzar ciertos fines u objetivos específicos…, sino también porque el grupo proporciona a los que pertenecen a él un conjunto de gratificaciones personales, psicológicas y emocionales…» Véase, Tezanos, 2009: 168-169. [14] Las primeras emisiones públicas de televisión se realizaron en Inglaterra en el año 1936 en la BBC One, en Francia en 1935 en la TF1 y en Estados Unidos en el año 1930 por parte de la CBS y NBC.
[15] León Festinger publicó en 1957 la obra Teoría de la disonancia cognoscitiva, y mantuvo que los seres humanos tienen una fuerte necesidad interior de asegurarse de que sus creencias están en armonía con otras, cuando esto no se produce se entra en conflicto, al que denomina disonancia cognoscitiva (Festinger, 1957). [16] Este epígrafe ha sido escrito por Tomás Alberich. [17] Sus últimas obras relacionadas con el tema son Comunicación y Poder (2010), la centrada en los movimientos de la primavera árabe, los indignados y Occupy en: Redes de Indignación y Esperanza (2012), y la dirigida en 2017: Otra economía es posible. Cultura y economía en tiempos de crisis. [18] Este epígrafe ha sido escrito por Verónica Díaz Moreno. [19] Autor de este epígrafe y siguiente, Tomás Alberich. [20] Este epígrafe ha sido escrito por Rosa M.ª Rodríguez Rodríguez. [21] Este epígrafe y el siguiente han sido escritos por Tomás Alberich. [22] «Alienación: Estado objetivo del individuo en el cual se encuentra enajenado de la vida humana misma, sin capacidad para reconocerse en sus creaciones y productos a los que considera como independientes de su actividad y a los cuales se somete y cuya dominación acepta como un hecho natural. Tiene lugar como consecuencia de una falta de control sobre la propia actividad, sobre los medios que se utilizan como instrumentos y sobre los significados del lenguaje» SánchezCasas, 2017 (documento no publicado). [23] Epígrafe escrito por Rosa M.ª Rodríguez Rodríguez. [24] Para cifras concretas de migraciones internacionales por países, puede consultarse la obra de Hatton, T.J. y Williamson, J.G. (2006). Global Migration and the World Economy. Two Centuries of Policy and Perfomance. Massachusetts. The MIT Press Cambridge. [25] Este punto está más desarrollado en Díaz Martínez, J.A. (2016). «Tendencias en tecnologías de la información y comunicación en España y sus impactos sociales» en Tezanos Tortajada, J.F. (ed.). Tendencias Científico-Tecnológicas. Retos, Potencialidades y Problemas Sociales. Madrid. UNED-Sistema. [26] Para tratar este tema se ha tomado en consideración algunas partes de las referencias Castilla y Díaz, 2008, y Díaz, 2000.