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Entrega
del informe
ante la Comisión de la Verdad. La sombra oscura del banano en
Urabá: conflicto armado y el rol del empresariado
La sombra oscura del banano. Urabá: conflicto armado y el rol del empresariado
Fundación Cultura Democrática, FUCUDE Neila Hernández Vásquez Directora Dirección y coautoría Álvaro Villarraga Sarmiento Fundación Cultura Democrática, FUCUDE Corporación Opción Legal, coautor Raúl Hernández Rodríguez Director Lectores Julio Soler Barón Lector principal Natalia Castro Soler Valeria Cabrera Bernal Edición y corrección de estilo Martha J. Espejo Barrios Diseño y diagramación
Impresión
Primera edición: noviembre de 2020 ISBN: ¿Cómo citar? FUCUDE y Corporación Opción Legal. (2020). La sombra oscura del banano. Urabá: conflicto armado y el rol del empresariado.
Bogotá D.C.
Impreso en Colombia 1
Contenido Prólogo ............................................................................................................................... 7 Prólogo ............................................................................................................................. 17 Introducción ...................................................................................................................... 26 1. ASPECTOS GENERALES ....................................................................................... 30 El contexto geográfico .................................................................................................. 30 El contexto institucional ............................................................................................... 35 El contexto poblacional ................................................................................................ 36 El conflicto social y La Violencia ................................................................................ 38 Las guerrillas revolucionarias en Urabá ....................................................................... 42 2. URABÁ 1960 A 1985: SURGIMIENTO DEL NEGOCIO BANANERO –ARRIBO DE LA UNITED FRUIT (CHIQUITA BRANDS)–, SE CONFIGURAN CONFLICTOS SOCIALES Y LABORALES, SURGE EL CONFLICTO ARMADO ........................... 44 Estructuración del negocio bananero, sobrexplotación laboral y aparición de sindicatos del sector bananero ....................................................................................................... 44 3. HISTORIA DE LA UNITED FRUIT (CHIQUITA BRANDS), UNO DE LOS ACTORES EN LA SOMBRA DEL CONFLICTO ARMADO EN URABÁ ................. 50 Antecedente histórico de Chiquita Brands (Wills, 2008) ............................................. 50 La llegada de United Fruit a Colombia ........................................................................ 51 Explosión de conflictos sociales en Urabá. Actuación de Chiquita Brands ................. 61 4. URABÁ 1985 A 1989: CHIQUITA BRANDS REGRESA A COLOMBIA, TENSIÓN SOCIAL Y LABORAL, SE AGUDIZA LA VIOLENCIA, SURGE EL PARAMILITARISMO DE MANO DE EMPRESARIOS BANANEROS ..................... 75 La United Fruit planea volver con fuerza a la producción del banano en Colombia ... 75 Consolidación de los sindicatos bananeros, negociaciones y convenciones colectivas exitosas ......................................................................................................................... 86 Se fortalecen las guerrillas, final de los ochenta .......................................................... 92 Inicia violenta incursión paramilitar contra pobladores de Urabá ................................ 93 El narcotráfico ligado al paramilitarismo, empieza a dibujarse como un actor en Urabá ...................................................................................................................................... 94 Chiquita Brands regresa a Colombia, nuevo ciclo de violencia en Urabá consecuencia del paramilitarismo ..................................................................................................... 108 Los Castaño en Urabá ................................................................................................. 112 2
Empresarios bananeros financian a los paramilitares y patrocinan a mercenarios extranjeros .................................................................................................................. 116 Primer ciclo de masacres y terror paramilitar en Urabá ............................................. 118 La jefatura militar de Urabá –tercera militarización– ................................................ 123 Paro cívico en 1988. Unificación sindical de los trabajadores bananeros en Sintrainagro en 1989, aproximación de las fuerzas políticas de izquierda ................. 125 5. URABÁ 1989 A 1991: ENTRE LA PAZ Y LA GUERRA, OPORTUNIDAD EN BUEN GRADO MALOGRADA DEL PROCESO DE PAZ, APERTURA DEMOCRÁTICA Y MODERNIZACIÓN EN RELACIONES LABORALES ........... 130 Chiquita Brands retoma el rol productor, lidera el sector bananero que colabora con los paramilitares ............................................................................................................... 130 Incursión paramilitar y despojo de tierras campesinas, norte de Urabá ..................... 135 Acuerdo de Paz entre el Gobierno nacional y parte de las guerrillas y milicias insurgentes, Constitución Política de 1991, modernización y apertura democrática . 138 Consolidación del paramilitarismo en Urabá y Córdoba, supuesta “desmovilización” paramilitar y “Plan de Paz” de Fidel Castaño............................................................. 151 Funpazcor: instrumento de legalización del despojo de tierras, lavado de activos y financiación de los Castaño y las ACCU ................................................................... 156 Negociación laboral unificada de las fincas bananeras, avance en tratamiento pacífico y concertado ................................................................................................................ 163 6. URABÁ 1991 A 1995 -CRISIS EN LA EXPORTACIÓN DE BANANO- CICLO DE VIOLENCIA FRATRICIDA, VINCULACION DE EMPRESARIOS BANANEROS AL CONFLICTO ........................................................................................................... 165 Se restringe la exportación de banano de Chiquita Brands para Europa .................... 165 El Acuerdo de Paz del EPL y su rechazo por las FARC EP y la disidencia del EPL; polarización entre las corrientes político sindicales de izquierda............................... 166 La izquierda política y sindical en Urabá a principio de los noventa ......................... 168 De Los Tangueros, el grupo paramilitar de Fidel Castaño, a las ACCU .................... 171 “Plan Dignidad” de las FARC EP .............................................................................. 178 El “Plan Retorno a Urabá” de la fuerza pública ......................................................... 179 Dinámica de agresión sistemática contra Esperanza, Paz y Libertad y sus líderes sindicales .................................................................................................................... 180 Los Comandos Populares (CP) ................................................................................... 183 Empresarios bananeros solicitaron apoyo en seguridad a los paramilitares a cambio de recursos económicos ................................................................................................... 202 Nueva ola de masacres 1992-1993 comprometen a paramilitares y guerrillas .......... 204 El panorama electoral de las fuerzas en disputa ......................................................... 210 3
El Consenso por la Paz en Urabá, Gloria Cuartas alcaldesa de Apartadó .................. 211 7. CONSOLIDACIÓN DEL PARAMILITARISMO EN URABÁ Y REGIONES CONTIGUAS, VINCULACIÓN ESTRUCTURAL DE LOS EMPRESARIOS BANANEROS Y CHIQUITA BRANDS, 1994-2002 ................................................... 213 Muerte de Fidel Castaño, comandancia de Carlos Castaño, surgimiento de las ACCU .................................................................................................................................... 213 Violencia y confrontación en el norte de Urabá, incursión paramilitar hacia el eje bananero. Repliegue de las FARC EP ........................................................................ 215 Proyección hacia el eje bananero por las ACCU, violencia, despojos y desplazamientos .......................................................................................................... 218 Desplazamiento y despojo paramilitar para facilitar megaproyectos en Tulapas ...... 221 Las ACCU copan territorios de los municipios del eje bananero: inicia presencia con control territorial ......................................................................................................... 224 Las ACCU atizaron y aprovecharon la confrontación Comandos Populares-FARC EP en su estrategia genocida. Los paramilitares absorben integrantes de los Comandos 236 Tsunami de masacres en el eje bananero de Urabá .................................................... 238 Estructuración orgánica de los paramilitares en Urabá .............................................. 246 La consolidación del paramilitarismo en Urabá. Control territorial y social en el eje bananero. Disputa en otras zonas de Urabá, 1996-2005............................................. 256 Las condiciones que permitieron a los paramilitares consolidarse en Urabá ............. 288 Aumenta la producción de banano. Chiquita Brands y demás empresarios bananeros formalizaron su alianza con los paramilitares ............................................................ 303 Los aportes de Chiquita Brands eran aprobados por el gerente general de Banadex .................................................................................................................................... 312 La fuerza pública y sus relaciones con los paramilitares ........................................... 321 Del control territorial al control poblacional .............................................................. 340 Conflicto se desplaza hacia la Serranía de Abibe, Nudo de Paramillo, Urabá chocoano y bajo Atrato ............................................................................................................... 354 Los paramilitares de Urabá hacen metástasis en el resto del país. Creación de las AUC .................................................................................................................................... 378 Los paramilitares y la expropiación de tierras ............................................................ 382 Otros apoyos de Chiquita a los paramilitares: ingreso de armas y salida de narcóticos .................................................................................................................................... 387 Síntesis de los factores que garantizaron la consolidación del paramilitarismo en Urabá y Atrato-Darién ........................................................................................................... 399 8. LA ALIANZA DE EMPRESARIOS BANANEROS Y PARAMILITARES DE LAS AUC SE AMPLÍA AL DEPARTAMENTO DE MAGDALENA................................. 401 4
Pagos de Chiquita Brands y demás empresarios bananeros a los paramilitares en el departamento del Magdalena ...................................................................................... 406 9. CHIQUITA BRANDS SALE DE COLOMBIA EN EL CONTEXTO DE LA DESMOVILIZACIÓN PARAMILITAR. HERENCIAS DEL PARAMILITARISMO Y LOS ACTORES ARMADOS ........................................................................................ 407 Desmovilización de las AUC ..................................................................................... 407 Herencias del paramilitarismo y de los actores armados en Urabá ............................ 416 10. IMPACTO DEL CONFLICTO ARMADO EN LAS PERSONAS Y EN EL TERRITORIO, VIOLENCIA Y VICTIMIZACIÓN. GRAVES HECHOS DE IMPACTO SOCIAL, ECONÓMICO Y HUMANITARIO ........................................... 419 11.
DERECHOS DE LAS VÍCTIMAS A LA JUSTICIA Y A LA REPARACIÓN 446
Procesos judiciales y administrativos relacionados con Chiquita Brands .................. 446 Proceso civil en Estados Unidos contra Chiquita Brands por aporte a las FARC EP 458 Las deudas de la justicia ............................................................................................. 459 Las justificaciones de Chiquita para hacer los aportes a los paramilitares ................. 463 Conclusiones................................................................................................................... 470 Referencias y bibliografía ............................................................................................... 482
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La sombra oscura del banano. Urabá: conflicto armado y el rol del empresariado
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Prólogo Cuando en la Mesa de Negociaciones de La Habana fue propuesta la creación de una Comisión de la Verdad, muchos nos preguntábamos qué de nuevo podría decir después de tantos estudios de universidades, centros de investigación, ONG, comisiones e instituciones oficiales, organismos multilaterales e investigadores independientes. Y sobre todo después del vasto trabajo del Centro Nacional de Memoria Histórica, creado precisamente para la reconstrucción de la memoria de las víctimas de nuestro largo conflicto armado, como parte de la restauración de sus derechos vulnerados.
Sin embargo, el trabajo mismo de la Comisión, en funciones desde 2018, nos ha permitido ver que las víctimas todavía consideran que falta mucho para ser verdaderamente tenidas en cuenta y resarcidas. De tal modo que investigaciones como la que nos presenta ahora Álvaro Villarraga y su equipo de trabajo de la Fundación Cultura Democrática, con la Corporación Opción Legal como coautor, destinadas a ser insumos para la Comisión de la Verdad, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y para todos los interesados, siguen siendo esperadas con ahínco por las víctimas.
Enhorabuena estos autores emprendieron la tarea de adentrarse en las entrañas del conflicto armado en la región de Urabá, tan convulsionada y golpeada por todos los actores armados, y a la vez tan pujante y con tanta vitalidad como para renacer con fuerza una y otra vez de sus cenizas.
Una región llena de paradojas que, pese a la desgarradora violencia padecida durante todo el conflicto y a la más cruda diversidad de violaciones de derechos humanos, nunca ha dejado de ser atractiva para migrantes pobres de diferentes proveniencias étnicas y geográficas y para los inversionistas ricos de los centros colombianos y del extranjero.
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Otra de las paradojas de Urabá es que, siendo una región conocida en el ámbito nacional e internacional por su industria bananera –impulsada por un empresariado formal– se haya convertido, desde los años ochenta, en escenario de actividades del narcotráfico, el más ilegal de los negocios, y continúe siéndolo hoy con organizaciones delicuenciales como el Clan del Golfo. Y que ese empresariado formalizado haya apoyado y financiado en cierto momento, de manera individual y también de manera corporativa, a grupos armados irregulares como las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, conforme lo demuestran de manera fehaciente los autores de este informe. Así mismo es paradójico que una región en la que se mueve tanto dinero –lícito e ilícito– tenga una historia larga de reclamantes de tierra y de ocupantes de hecho, en especial originarios de los departamentos vecinos costeros de Chocó, Córdoba y Sucre. De estos dos departamentos llegaron impelidos por la concentración de propiedad de las grandes haciendas ganaderas, y además ilusionados por los destellos de la tierra prometida urabaense. En los últimos años no han mermado los migrantes campesinos sin tierra ni los indígenas desposeídos ni los afrodescendientes chocoanos que llegan en busca de los jornales de las fincas bananeras; por el contrario, desde finales de los años noventa aumentaron debido al desplazamiento forzado provocado por las AUC, como en las cuencas de los ríos Jiguamiandó y Curvaradó, del Darién chocoano, y por las FARC, como en Bojayá y Vigía del Fuerte, después de la masacre de 2002.
Y la mayor de las paradojas: que en Urabá las fases más intensas de la violencia coincidan no sólo con el despegue y la espectacular expansión del sindicalismo, sino con la institucionalización de un tipo singular de relaciones laborales, bastante modermo y poco usual en Colombia.
En efecto, en medio de la violencia (hay quienes digan que a través de la violencia), el sindicato bananero que había surgido de organizaciones pequeñas y débiles llegó a ser independiente, representativo, reconocido por los empresarios, con capacidad de 8
movilización y negociación, arraigado en la región y de lazos fuertes con el movimiento sindical nacional e internacional.
Un sindicalismo que puso el más alto número de asesinados que sindicato alguno en el mundo pueda contar, 795 entre 1986 y 2002, y que no disminuyó su número de afiliados a lo largo de esa violencia. Y, pese a etapas de repliegue y desmovilización, a largo plazo tampoco menguó su capacidad organizativa ni su fuerza de reclamación. Por el contrario, hoy agrupa a dieciséis mil trabajadores –más del 90 % del total de trabajadores bananeros–, es el único sindicato de industria en el país y negocia un pliego único con algo más de trescientas empresas representadas por Augura, la asociación de bananeros. Y es el mismo sindicato que en apenas diez años, los más álgidos que fueron los de la década 1990, sufrió el asesinato de 550 de sus integrantes.
No deja de llamar la atención que un orden autoritario que se impuso en los años noventa con gran injerencia de actores violentos irregulares, las AUC, pero que fue mantenido y fuertemente subsidiado y apoyado por los empresarios bananeros, ganaderos, comandantes militares y, por su lado, narcotraficantes, mientras acabó con la izquierda política, no haya acabado también con el poder sindical, con la negociación colectiva centralizada y con las conquistas laborales.
Ahora bien, la cara positiva que revelan las paradojas no puede cegarnos para dejar de percibir la tragedia que conllevan, en especial si se contempla el panorama desde la perspectiva de las víctimas.
Todo eso sumido en lo más profundo de una guerra. Aunque decir guerra es casi un eufemismo para nombrar lo que ha sido horror, crueldad, de todos los bandos, ensañados contra la población civil. Porque los distintos fines políticos, de izquierda y de derecha, pasaron a segundo plano ante las crueldades cotidianas de una guerra feroz que se degradaba y que, en el empoderamiento de los unos y de los otros en regiones como la de Urabá, sólo se hacían sentir por las violaciones diarias y sistemáticas de todos los derechos humanos de 9
las poblaciones indefensas que no tenían más opción que soportar. Y los que caían no eran principalmente los beligerantes de lado y lado, sino a menudo campesinos, jornaleros o moradores indefensos, simplemente simpatizantes de alguno de los bandos en contienda, o muchas veces ajenos a ella.
En su metodología y en su exposición, los autores de este informe no desconocen las complejidades que conllevan las dos caras opuestas de las paradojas, y no pretenden simplificarlas. No las llevan a fáciles esquemas binarios en blanco y negro, de inocentes y culpables, en general sesgados y magnificados. Por el contrario, se adentran en todos los repliegues y meandros, aceptan el reto de una tarea tan desafiante. Y con una gran riqueza documental que contrasta fuentes de todos los tipos y procedencias, nos aproximan a una realidad multivariada, llena de grises y matices, de sombras y luces, de hilos de conexión sutiles que en buena parte ellos desentrañan, dejando abierto un resto de camino todavía por recorrer.
En la impecable factura del informe, nos demuestran que más allá de las aproximaciones anteriores, tan lúcidas como las de María Teresa Uribe, Fernando Botero Herrera, Clara Inés García, William Ramírez, o las más recientes de nuevas generaciones de talentosos investigadores e investigadoras, podían sorprendernos. No se limitan a recordarnos hechos, autorías y consecuencias, o a sintetizar los argumentos de las distintas interpretaciones de los autores citados, que revelan conocer muy a fondo, sino que impregnan el análisis con un sello nuevo y muy particular, y hacen gala, con sencillez, de una virtud: la ética de la escucha, que tiene como eje la centralidad de las víctimas.
Me atrevo a decir que las víctimas de todos los actores violentos sentirán que han sido tenidas en cuenta y que la narrativa construida, de forma directa o indirecta a partir de sus voces, ha sido en extremo cuidadosa en no caer en sesgos de concesión o permisividad hacia ninguno de los victimarios, o en desfavor de algún estrato o sector de víctimas o de una u otra inclinación política.
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No es fácil, en un conflicto con actores tan opuestos enfrentados, a cuál más crueles, y en medio de una sociedad tan polarizada como la colombiana, ofrecer un relato de ese grado de equilibrio. Sobre todo, no es fácil cuando el relato no se limita a una visión abstracta que podría evadir con más facilidad las referencias a autores y móviles de los hechos de violencia, sino que, por el contrario, se sumerge con detalle en los ribetes y conexiones de los hechos y pone el dedo en la llaga sobre las afectaciones de las víctimas.
Creo que ese equilibrio ha sido posible por el rigor intelectual con el que los autores han llevado a cabo su tarea. Pero también por una actitud ética, una predisposición psíquica y una habilidad profesional de etnógrafos historiadores, así como por los protocolos y metodologías de los saberes profesionales que demuestran dominar.
Aunque no es sólo la independencia de criterio, la pertinencia y la finura del análisis y el equilibrio en medio de la polarización lo que percibimos los lectores en este informe. Es también y, sobre todo, la capacidad de ahondar en el dolor de las víctimas, sin revictimizarlas, sin degradarlas reduciéndolas a seres pasivamente sufrientes, sin convertirlas en nada más que objeto de compasión y conmiseración. Sino que las reconocen como sujetos activos de derechos que les han sido vulnerados y hay que restituirles, en sujetos capaces de transformar sus sufrimientos en fuerza creadora, en constructoras de democracia a partir de la dura experiencia de la violencia.
Frente a la posibilidad de esclarecer verdades dolorosas, a veces preferimos refugiarnos en el olvido.
Por eso es tan difícil reconocer la implicación de Chiquita Brands y otras empresas, y junto a ellas, de Uniban, Banacol, Augura, hoy que ya los bananeros gozan de buen entendimiento con unos trabajadores afiliados a un sindicato que reclama, pero que también coopera, con dirigentes sindicales ilustrados que entienden las metas económicas de los patronos y que son ajenos a cualquier mentalidad conspirativa revolucionaria como en los años ochenta.
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Y es difícil para el sindicato aceptar la verdad de que algunos directivos suyos de la época hayan propiciado la persecución violenta, primero de administradores de fincas y luego de sindicalizados de tendencia ideológica o política contraria. O que hayan cohonestado o callado frente a la arremetida de los actores violentos: siendo hoy, como ya dijimos, uno de los sindicatos más modernos del país y más reconocidos.
Para empresarios y para sindicalistas podría resultar más cómodo olvidar el pasado violento y cruel, y refugiarse en el olvido.
Entonces resulta apenas comprensible que unos y otros se incomoden cuando la Fiscalía o la JEP investiga hechos y responsables del pasado, así las pruebas sean contundentes. Tanto la Fiscalía como la JEP deben, por su misión, concretar responsabilidades individuales que afectarán muchas veces la cómoda tranquilidad de muchos autores, determinadores intelectuales o cómplices que hoy descansan a la sombra del olvido.
Pero mientras la verdad completa no se esclarezca, no habrá paz para las víctimas. Y tanto empresarios, con sus administradores, como trabajadores también fueron víctimas. Es así la complejidad y paradoja de este conflicto.
Es cierto que la Comisión de la Verdad y los estudios que, como este, la nutren, no buscan enjuiciar individualmente ni castigar a los victimarios, y que sus pesquisas no pueden utilizarse para acortar las tareas que corresponden o a la Fiscalía o a la JEP. Pero claro que develar realidades amargas encubiertas por el olvido, puede inquietar a muchos.
Tampoco dentro de lo pactado en el Acuerdo Final de 2016, tiene la Comisión de la Verdad consecuencias judiciales como las tuvo, con ciertas condiciones, la Comisión de Sudáfrica, en la cual las confesiones de victimarios fueron compensadas por el beneficio del indulto. Es posible que sea mejor el carácter completamente extrajudicial de la Comisión nuestra. Pero de todos modos los implicados en los hechos criminales, sobre todo en los delitos de lesa humanidad que estas verdades desnudan, pueden sentir incomodidad, temor y hasta 12
malquerencia, pese a que tienen la opción de que confesando ante la JEP toda la verdad, obtengan los beneficios de las penas alternativas de la justicia transicional pactada en el Acuerdo.
Tal incomodidad, temor o malquerencia puede conducirlos a una resistencia a la verdad o a una falaz justificación de lo injustificable que sólo podrá ser desvirtuada mediante el rigor, la independencia y el equilibrio crítico que, estoy seguro, alientan a nuestra Comisión de la Verdad, y se respiran en insumos preparados para ella, como este informe.
Ahora bien, lo que importa en esa difícil tarea del reconocimiento que desnuda verdades es hacerlo, como estos autores lo han hecho, con el máximo equilibrio e idoneidad, lejos del morbo con el que un periodismo inmaduro o sesgado pudiera hacerlo de manera “amarillista” exacerbando pasiones y reviviendo cuentas pendientes y odios que pueden ser rentables para algunos políticos o para grupos delincuenciales, pero que impedirían la convivencia que sí se deriva, en cambio, del esclarecimiento ecuánime, inteligente y documentado de las verdades.
Cuando David Rieff nos advierte que la memoria en la historia ha sido la memoria que es fruto de la visión de los vencedores en desmedro de los vencidos, está hablando de la historia oficial, escrita intencional -o inocentemente- desde la visión de quienes detentan poder, formal o fáctico. Y tiene razón en cuanto esa memoria, la de las conmemoraciones oficiales, presta servicio a los intereses de los poderosos y de sus protegidos, y no a los de los subordinados, y menos aún a los de los excluidos. Y en ese sentido, nos dice Rieff, a los oprimidos o a los subordinados o excluidos no les es deseable la memoria, les va mejor con el olvido. Pero su constatación no parece referirse a la memoria que se construye desde las víctimas y no desde los victimarios o los poderosos.
Sí, también es cierto que un ejercicio de memoria puede hacerse, consciente o inconscientemente, desde la perspectiva de los victimarios, sean estos los actores violentos irregulares de todos los bandos en la historia de nuestro conflicto armado, o sean actores 13
investidos de institucionalidad, aunque con ejercicio de conductas que la denigran. Pero estamos hablando es de la memoria enraizada profundamente en la perspectiva de las víctimas.
Porque no siempre tenemos el valor de afrontar el costo y el dolor de la construcción de verdad histórica es por lo que tendemos con facilidad a refugiarnos en la inercia del olvido.
Se nos dirá que en los rencores y en los odios colectivos prohijados por las guerras, un poco de olvido, sólo un poco, puede resultar terapéutico. Algo de olvido, en efecto, puede ser una estrategia válida de resistencia y autoprotección para una víctima.
Pero a la larga el olvido no cura. En apariencia más cómodo, deja a las víctimas con sus derechos vulnerados, destruidas en su autoestima, y a la sociedad en alto riesgo de repetición de los mismos vejámenes.
La memoria es más dolorosa, pero a la larga más sanadora, que el olvido. En la fugacidad de un “olvido que seremos” -parafraseando a Abad Faciolince y a Borges (“La corrupción y el eco que seremos”)-, la memoria es lo único que nos permite y les permite a las víctimas vivir de nuevo, renacer, reconstruirse. El olvido, en cambio, termina de aniquilarlas y de arrasar con su dignidad y su identidad.
Es una necesidad de las víctimas, pero también de la sociedad entera, que ha sido vulnerada y desarticulada por el conflicto. Para reconstruirse, esta sociedad requiere reconocerse a través del conflicto que ha sido, quiérase o no, parte de ella misma.
El esclarecimiento de verdad es premisa insoslayable de la no repetición a la que aspiran las víctimas. Pero a la que también aspira la sociedad colombiana y, como región, la sociedad de Urabá, para pasar la página de más de medio siglo de horrores y desgarramientos y restablecer por lo menos la convivencia. 14
La reconciliación, como el perdón que le sirve de fundamento, pertenece al orden de lo subjetivo que es irreductible a lo político o a lo normativo. Por eso un Estado o un poder, en general, no pueden decretar a sus subordinados perdonar. Derrida lo decía a Wieviorka en la entrevista de 1999: “El perdón no es, no debería ser, ni normal, ni normativo, ni normalizante”. Y -lo que es aún más difícil- decía también que el verdadero perdón es siempre de lo imperdonable.
Ante el escepticismo de algunas víctimas, y el de muchos opositores al Acuerdo firmado con la guerrilla de las FARC, sobre el perdón que han solicitado los antiguos guerrilleros y sobre los encuentros de reconciliación entre las cabezas de las AUC y de las FARC, Mancuso y Timochenko, hay que recordarles que ya desde los griegos ha habido en la historia episodios de transformación de actores violentos y desalmados en agentes de paz. Lo expresó poéticamente Esquilo en el tercer drama de su Orestíada, en el que las Furias o Erinias se transforman en Euménides, o “benevolentes”, en un proceso mítico orientado hacia la construcción de la democracia ateniense.
Y aunque sea demasiado ambicioso pretender para todo un país la reconciliación, por lo menos sí se debe trabajar por la convivencia: una convivencia mínima en la que puedan compartir algo común los sectores opuestos sin renunciar al disenso ni al disentimiento, pero sí excluyendo los métodos violentos. Esto no debe ser sólo una aspiración sino un imperativo.
Esa convivencia no puede erigirse sino sobre el reconocimiento. Reconocimiento que empieza por compartir una narrativa consensuada como mínimo sobre lo vivido en los muchos años que duró el conflicto y en lo que todavía ahora persiste de él. A lo cual contribuyen aportes como el de este informe, que con su enfoque permite acercar posiciones enemigas de antaño y vencer las polarizaciones de hoy. Tiene también la virtud de dejar abierta la puerta, porque no es dogmático ni doctrinario ni autosuficiente.
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No dudo que este informe prestará servicio a esta causa. La juiciosa investigación que en él subyace garantiza que así sea.
Ciertamente quedará mucho por esclarecer, y habrá víctimas que requieran y esperen, con razón, otras pesquisas. Los autores no han querido, con sus resultados, cerrar la búsqueda. Han hecho un aporte loable, pero, sin duda, toca a otros proseguir la tarea.
Carlos Miguel Ortiz Sarmiento
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Prólogo Haciendo más comprensible la barbarie de Urabá Introito La sociedad colombiana se encuentra realizando en estos momentos un gran esfuerzo por construir verdad. Es una tarea colectiva con la que intenta elaborar una narrativa sobre la dinámica del conflicto, luego de más de cinco décadas de guerras con varias agrupaciones armadas y después de la firma del acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia–Ejército del Pueblo –FARC-EP–. Se desea construir relatos que contribuyan a entender las razones que llevaron a los distintos actores armados y terceros implicados a la ejecución aterradora de una gran cantidad de actos violentos. Se desea explicar por qué estos actores causaron tanto dolor y sufrimiento a millones de colombianos durante tan largo periodo. El Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera (Mesa de Conversaciones de La Habana, 2016), en su punto cinco, relativo al acuerdo sobre las víctimas del conflicto, ha creado varias organizaciones encargadas de cumplir la labor de construcción de verdad; entre ellas, la Jurisdicción Especial para la Paz –JEP– y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (en adelante Comisión). Ambas organizaciones coinciden en el objetivo de ofrecer a los colombianos narrativas del conflicto que aporten al esclarecimiento de la verdad, hacer justicia y trabajar para que esta dura historia no se repita, avanzando con ello a la reconciliación en todo el pueblo colombiano. En este sentido, la construcción de verdad se convierte en una de las primeras tareas que debe atenderse en el posconflicto o, si se quiere, el posacuerdo con las FARC-EP. Una verdad que cumple funciones diversas: por ejemplo, para la JEP, esta verdad le permitirá reconstruir los hechos asociados al conflicto, asignando responsabilidades judiciales a los victimarios y terceros implicados, y, por tanto, las sanciones que les corresponden; además, entregar justicia a las víctimas. Para la Comisión de la Verdad, por su parte, la verdad que construya deberá ser una verdad inicial, no final o total, que servirá a todos los colombianos para comprender el doloroso conflicto. En especial, le permitirá a las víctimas comprender los motivos y las dinámicas en las que se dio esta letal confrontación armada. Así, la Comisión hace una apuesta por conocer la verdad sobre la violencia y el conflicto; y por responder a preguntas como: ¿por qué hemos vivido tanta violencia en Colombia?, ¿por qué se causó tanto dolor a las víctimas?, ¿por qué los actores que participaron en la guerra, ya sea empuñando las armas, como las FARC-EP, las Autodefensas Unidas de Colombia –AUC– y la misma fuerza pública, o los que apoyaron a estos grupos financiera o logísticamente, actuaron como lo hicieron?, ¿qué buscaron con esos hechos y qué efectos generaron? De allí, que será también labor de la Comisión señalar las 17
responsabilidades históricas, políticas, sociales y, sobre todo, éticas y morales que tienen todos estos actores del conflicto. Por eso, los informes que nos presenten la Comisión de la Verdad al final de su período de existencia (2021) deberán ser una verdad comprensiva, coherente, objetiva y, ante todo, reparadora. Una verdad que no juzgará jurídicamente a nadie, como sí lo hará la JEP; una verdad que hará más comprensible la dura historia de Colombia; una verdad construida con el mayor grado de certeza y objetividad, con el mayor grado de coherencia y, en este sentido, lo más comprensible para todos y aceptado por la mayoría. Se quiere elaborar una narración que se convierta en un apoyo para las víctimas, en una especie de hombro amigo, que les permita entender y aclarar los hechos y sentir que fueron atendidas. Para la construcción de esta verdad –que es una tarea titánica– la Comisión de la Verdad cuenta con sólo tres años, por eso sabe que debe apoyarse en diversos actores sociales para cumplir a cabalidad este objetivo. En esta lógica de trabajo, ha recibido en los dos primeros años, según Francisco de Roux, director del organismo, más de 16 mil testimonios de actores, directos e indirectos, que han sufrido la confrontación armada; ha abrazado casi un millar de informes de organizaciones que conocen; y también se ha escuchado de manera individual la voz de académicos, de la población afrocolombiana e indígena y de diversos grupos poblacionales como mujeres, jóvenes, LGTBI; incluso, de los mismos militares y del sector empresarial. Pero, en especial, ha puesto atención en escuchar a las víctimas, como testigos directos, que han sufrido los horrores de la guerra; víctimas que se vienen configurado como un sujeto activo que lidera demandas de verdad, justicia, reparación integral y no repetición. El visor En el este contexto de reconstrucción de la verdad es que se inscribe el presente informe titulado La sombra oscura del banano. Urabá: Conflicto armado y el rol del empresariado. Este es un trabajo de indagación que busca, en todo momento, aportar a la comprensión del conflicto y el esclarecimiento de la verdad. Y lo hace, precisamente, en el territorio que más ha sufrido los horrores de la guerra en Colombia, un lugar donde, en menos de 10 años, entre 1990 y 2000 –por sólo citar el momento de mayor dolor– se produjo la más alta proporción de víctimas por kilómetro cuadrado del país. Un territorio donde, al finalizar cada semana, siempre se podía hacer el trágico balance sobre el asesinato de líderes y lideresas sociales, de masacres o del desplazamiento forzado de cientos de personas1. Cifras desproporcionadas si se comparan con el resto del país y que escandalizan y mueven los corazones e imaginarios de variadas organizaciones que defienden los derechos humanos. Este informe narra y desentraña la gran tragedia que vivió la región de Urabá en las tres últimas décadas del siglo veinte y el primero del veintiuno. Presenta, como bien lo señalan los autores: “una narración y análisis del contexto del conflicto armado y violencia Este informe muestra cómo entre 1985 y 2014 se han producido 47.656 homicidios, 581.293 desplazamientos forzados y reclutamiento y utilización de 315 niños, niñas y adolescentes en la guerra. 1
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política generalizada en Urabá y del rol jugado en él por parte de la multinacional bananera Chiquita Brands y el gremio bananero en el contexto del empresariado bananero”. Es un informe que, si bien “establece el papel que en el conflicto cumplieron los empresarios en general, los empresarios bananeros en particular y se profundiza en el caso de Chiquita Brands”, es capaz de mostrarnos a la vez la forma como se fue configurando ese cóctel macabro de actores que violentan hasta el extremo este territorio. Es una historia donde confluyen, además de los empresarios bananeros, importantes y numerosos ganaderos y comerciantes, al igual que organizaciones armadas como las guerrillas y los paramilitares jugaron un papel preponderante en el ejercicio de la violencia generalizada. Todos se convirtieron para la población en agentes del pánico y terror. Es un relato que se cuenta con objetividad y de manera muy cercana a los hechos acontecidos en torno a la violencia que sufrió el territorio del Urabá. Historia que sirve, además, para establecer las responsabilidades políticas, sociales y colectivas; y que contribuye al esclarecimiento de la verdad y al develamiento del papel que cumplió la empresa privada y, en particular, la multinacional Chiquita Brands en la guerra de este territorio. Por esto considero que estamos ante un informe que cumple con una serie de condiciones que hacen esta investigación un aporte fundamental para el cumplimiento de la misión de la Comisión de la Verdad. La glosa El objetivo de lo que sigue es enumerar cuatro aspectos que caracterizan el informe y que considero se alinean, de manera muy precisa y coherente, con el tipo de informes que aparecerán el próximo año elaborados por la Comisión de la Verdad y que complementarán muchos otros textos que entregan las demás organizaciones que hacen parte del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición del Acuerdo Final (Mesa de Conversaciones de La Habana, 2016). El primero es lo acertado que es en iniciar un informe contextualizando y parándose en lo territorial; el segundo es el intento de desentrañar las dinámicas del conflicto armado; el tercero es el intento por señalar responsabilidades históricas, políticas, sociales y éticas; y, finalmente, el cuarto tiene que ver con el uso de fuentes confiables y diversas para la construcción del texto. 1. Un trabajo que contextualiza y se para en lo territorial
A pesar de que en Colombia se habla de un conflicto armado y de actores con presencia nacional, se puede decir que el país ha vivido de manera muy distinta la confrontación; cada territorio sufrió de manera dispar la guerra: la manera como vivió el conflicto el sur del país, con una fuerte presencia de las FARC-EP, fue muy disímil a la que se padeció en el norte de la geografía nacional, donde la hegemonía la ejercieron las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC. Cada grupo armado actuó y utilizó estrategias y tecnologías de la guerra de forma singular. De allí que, en primer lugar, debe siempre resaltarse la importancia de reconocer la singularidad de las confrontaciones armadas en el país.
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A la anterior conclusión llegó el Centro Nacional de Memoria Histórica al construir las distintas monografías que se hicieron después del desmonte paramilitar. Una característica de los análisis que se elaboraron sobre las más significativas y emblemáticas masacres que se ejecutaron en el período paramilitar. Los numerosos informes elaborados sobre el actuar paramilitar, sirvieron para evidenciar que a pesar de tener un victimario común la mayoría de las experiencias trágicas fueron distintas, cada caso tiene sus particularidades y singularidades. De allí que los informes que se elaboren sobre el trágico conflicto colombiano deberían partir de la identificación del caso concreto y construir verdad desde la historia local. En consecuencia, tanto los aportes que se hagan a la Comisión de la Verdad como los informes que ella misma elabore estarán cruzados por las realidades históricas concretas de lo territorial. Sin duda, serán testimonios que partirán por ubicarse en un espacio de la geografía y allí pondrán los investigadores y hacedores de informes mirar los múltiples factores que explican y les dan coherencia a las dinámicas del conflicto. Lo que hace el informe que a continuación se encontrarán es situarse en un contexto específico, claramente delimitado. Allí se señalan los límites, las fronteras, los alrededores y las vecindades. El trabajo sabe distinguir y situarse y a partir de allí desatar narrativas sobre la violencia. Es un trabajo que nos cuenta en su primera parte sobre el contexto geográfico de Urabá; un especial territorio situado en el norte de Antioquia, y sirve de frontera entre el sur y el centro del continente americano. Disfruta de una posición geoestratégica excepcional que ha generado, precisamente, un interés diferenciado de muy diversos actores durante varios siglos. Actores que han deseado aprovechar esa riqueza natural y geolocalizada para lograr apropiarse, mediante el uso de la coerción, de pequeños o grandes extensiones de ese territorio, tal como lo hicieron Chiquita Brands y los empresarios bananeros. El informe tiene claro desde el primer momento el escenario donde se narra la historia de muerte, de desplazamiento y de desaparición forzada, entre otras variables. Parte por reconocer el teatro de guerra, el contexto institucional y poblacional; el lugar donde cientos de campesinos, colonos, indígenas, sindicalistas y firmantes de la paz fueron víctimas del conflicto armado y la violencia. Un conflicto que, como verán, tiene sus características: vivió la guerra de una manera especial y siguiendo patrones de conducta muy especiales. 2. Es un informe que desentraña las grandes dinámicas del conflicto A diferencia de los trabajos de la JEP que, hasta el momento, se han centrado en siete macro-casos, el trabajo de la Comisión de la Verdad ha sido plantear un diálogo entre estos y otros macro-casos. Busca la Comisión ofrecer narrativas que ayuden a explicar la interconexión entre el reclutamiento forzado de niños y niñas, la victimización de la Unión Patriótica –UP– y violaciones de derechos humanos en Urabá. Busca desentrañar las grandes dinámicas del conflicto y construir narraciones que indaguen por el origen, la dinámica y las consecuencias del conflicto armado vivido en Colombia. Construir informes donde confluyen elementos históricos, políticos, económicos y sociales. Trabajos donde se relata el
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pasado, se identifican los hechos y se construyen verdades. Trabajos que buscarán ofrecer visiones comprensivas que se remontan al pasado y nos lo traen hasta el presente. Con esta lógica procedimental se construyó el presente informe sobre Urabá y el rol de Chiquita Brands. El trabajo realiza una narración sobre las grandes dinámicas del conflicto en el Urabá antioqueño. Una historia que se remonta a la colonización antioqueña y cordobesa. Tomado de la mano de Alfredo Molano y otros trabajos históricos, el informe logra ubicar las dinámicas del origen del conflicto de esta región en la década de 1950. Y, aunque reconoce un antecedente aún más temprano en la masacre de las bananeras ocurrida en 1928, el trabajo muestra cómo este territorio vivió desde aquella época una amplia confluencia de actores (indígenas, campesinos, colonos, chilapos, entre otros) que fueron dándole configuración a la historia de este especial lugar. Como bien lo sintetiza el informe, “el relato se construye siguiendo una secuencia cronológica general; considera en ambas temáticas antecedentes de décadas pasadas, pero focaliza la atención en la información y análisis de la fase más crucial de conflicto armado y violencia generalizada registrada en esta región, entre la década del noventa y el primer lustro de los dos mil”. En este período el trabajo muestra la manera como los distintos actores armados hicieron presencia y utilizaron la violencia contra la población. Allí van apareciendo el Ejército Popular de Liberación –EPL–, desde finales de la década de 1960 hasta 1991; las FARC-EP, desde la década de 1970 hasta su desmovilización en 2016; y luego la incursión paramilitar, con las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá –ACCU– y las Autodefensas Unidas de Colombia –AUC–, en las décadas de 1990 y 2000. Convirtiendo a Urabá en un lugar de “asentamiento de actores armados del conflicto interno de distinto orden, de mixturas entre la legalidad y la ilegalidad y teatro de las dinámicas de guerra”. Es un territorio donde confluye una amalgama de actores armados violentos, a la cual se les unió, a partir de 1959, las empresas bananeras, en especial la multinacional bananera Chiquita Brands. Una empresa que, desde un principio, incorporó las armas al cuidado de su negocio, posibilitando el “surgimiento de grupos informales de seguridad, que en un principio sirvieron para proteger intereses económicos, pero luego, ante las presiones de “recuperación de tierras”, en las décadas de 1970 y 1980”. Fue una empresa que logró construir e implementar un modelo económico de enclave, caracterizado por el control monopólico de producción, comercialización y transporte del banano; usando la violencia armada y generando a su paso “conflictos con campesinos que progresivamente eran desposeídos de sus tierras y perdían posibilidades productivas”. En resumen, es una historia donde confluyen elementos sociales, políticos y económicos. Una historia de horror causada por una combinación de factores, desde políticos, por las organizaciones guerrilleras, hasta las económicas, generadas por la precariedad de las condiciones y demandas de acceso a la tierra. Un territorio donde el paramilitarismo defendió el estatus quo de élites de poder económico y político tradicional y se ligó, al mismo tiempo, al advenimiento de élites mafiosas. Fue una catástrofe humanitaria que fue creciendo con el pasar de los años hasta llegar, después de 1990, el período paramilitar, convertido en la gran
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bola de sangre. Una historia donde los empresarios bananeros, y entre ellos, la multinacional bananera Chiquita Brands, apoyaron esta historia macabra de terror y dolor. 3. Es un documento que establece responsabilidades históricas, políticas, sociales y éticas Generalmente los análisis sobre las guerras se sitúan en los guerreros, en los actores armados; es sobre ellos que recaen las responsabilidades. En el caso de la guerra en Colombia, la mayoría de informes condena a las guerrillas, a los paramilitares y al mismo Estado. Así pasó con buena parte de los informes que se presentaron en 2015 sobre la Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia (Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, 2015). Pero en pocas ocasiones se piensa que la sociedad civil también es un actor activo y responsable de las atrocidades de la guerra. Lo que hace el trabajo de manera novedosa es destacar cómo los empresarios del banano fueron un importante aliado del conflicto. El informe reconstruye la historia de una guerra donde existe una relación permanente y retroalimentada por actores armados y miembros de sociedad civil, tal como lo señala Stathis Kalyvas en La lógica de la violencia en la guerra civil (2010). En este sentido es un trabajo donde se asignan también responsabilidades históricas, políticas, económicas y morales a un actor no convencional. Un actor empresarial multinacional que se implicó en el conflicto de Urabá y que utilizó la violencia para proteger su negocio y ampliarlo. El informe es claro en señalar a Chiquita Brands como uno de los responsables de la intensificación del conflicto. “Chiquita Brands regresó como productora de banano a Urabá en el segundo quinquenio de los años ochenta, época marcada por la convulsión social, conflicto armado y violencia homicida”. Durante esta época “Chiquita Brands admitió haber pagado recursos económicos a las FARC-EP y al ELN que logró una pequeña incursión en la región por Turbo, aunque a esta guerrilla en menor cuantía”. Y luego apoyó a los grupos paramilitares, como quedó consignado en una entrevista para la Revista Semana del jefe paramilitar Raúl Hasbún: “La primera vez que financiamos grupos al margen de la ley, voluntariamente, fue con la incursión del jefe paramilitar Henry Pérez en la zona. La segunda fue con los Comandos Populares y la tercera, cuando se conformaron las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá” (Semana, 2012). Es una afirmación que se convierte en la tesis central del informe y que se resalta en muchos lugares. Allí se retoma desde muy diversos informes como uno de los factores que explica la consolidación de los paramilitares en el eje bananero, está relacionado con el apoyo financiero y corporativo que recibieron de los empresarios bananeros. En 1997 se formalizó un acuerdo entre Chiquita Brands y los paramilitares de las ACCU y su proyecto de expansión AUC. Chiquita Brands desde su alto nivel directivo, forma discutida, deliberada y a sabiendas de las circunstancias e implicaciones que conllevaba, tomó y mantuvo la decisión de aportar de forma periódica e importante financiación a los 22
paramilitares de las AUC, a través de las Convivir y posteriores cooperativas de seguridad que la sucedieron. Chiquita pagó entonces más de 100 veces a las AUC, acumulando un monto total de más de 1.7 millones de dólares (Escrito de Acusación Formal 2007). Dineros que, por supuesto, la organización paramilitar “utilizó para comprar armas, ese dinero se utilizó para comprar munición, se utilizó para pagar el sueldo de los muchachos, la bonificación que les daba, se utilizó para comprar comida, uniformes, material de intendencia, entonces desde luego que ese dinero sirvió para matar gente en la zona de Urabá” (TS de Bogotá, Sala de Justicia y Paz. 30 octubre 2013. Rad. 11-001-60-00 253-2006 810099). Apoyo que se diversifica al funcionamiento y operación de la organización paramilitar, al permitir “el ingreso de importantes arsenales de fusiles, lanzagranadas, ametralladoras y las respectivas municiones en los barcos bananeros, para ser descargados y entregados en Urabá a las AUC”. En conclusión, el trabajo tiene la novedad de poner la lupa en la implicación de terceros en la tragedia humanitaria del Urabá. Los empresarios bananeros auspiciaron y financiaron el paramilitarismo, cumplieron un papel definitivo en la intensificación del conflicto armado y uno de los causantes de la barbarie y el terror en este territorio. Así quedó evidenciado en muchos de los capítulos de este informe. Es un trabajo que pone al descubierto el relacionamiento directo que hay entre el capital y la coerción, entre las empresas y el uso de la violencia para defender intereses. Como se plantea en el informe “el capital podía imponerse por encima de cualquier consideración”. 4. Es un documento que consulta muchas fuentes Finalmente, quiero resaltar cómo el informe está construido con una variedad de fuentes, como lo exigen las investigaciones científicas. Si algo es claro para los constructores de las narraciones históricas es la contrastación de la información con fuentes diversas que ayuden a triangular la información y a construir verdades coherentes y verídicas. El trabajo se caracteriza, precisamente, por hacer un gran esfuerzo en torno a cotejar información desde distintos lugares. Lo que da como resultados un respaldo de las afirmaciones con “información copiosa y significativa que le sirve de sustento”. Esta información la obtienen, en primer lugar, de las diversas agencias del Estado que se han encargado de realizar investigaciones judiciales sobre los crímenes y los grandes delitos cometidos en el marco del conflicto en el Urabá. Los informes, sentencias y demás escritos producidos por la justicia ordinaria y especial, por ejemplo, el Juzgado 2 Penal de Circuito Especializado de Antioquia y el Tribunal Superior del Distrito Sala de Justicia y Paz Medellín. Al igual que los organismos de control del Estado, como la Fiscalía. En especial el informe es recurrente en utilizar la información que entregó la Fiscalía 5 delegada ante la Corte Suprema de Justicia o la 8 y 13 delegada ante la Unidad de Justicia y Paz. Pero, dado que estos informes no son los mejores, sobre todo para reconstruir la verdad del conflicto en el contexto histórico, político o geográfico, los investigadores se embarcaron, 23
en segundo lugar, en consultar otras fuentes como el Banco de Datos del Centro de Investigación y Educación Popular –Cinep–, la Revista Noche y Niebla o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por sólo nombrar algunos centros de investigación especializados. También es muy amplia la prensa consultada y en ella fuentes noticiosas como El Espectador, El Colombiano, El Tiempo o El Heraldo. Finalmente, una gran cantidad de entrevistas a expertos, líderes, víctimas y actores de la guerra. En síntesis, para la construcción de este extenso informe, los autores se valieron de todo el material que estaba a su alcance. Se hizo una gran e inusitada tarea de consultar varias fuentes que ayudaron a reconstruir la historia de un pasado violento en un territorio específico. Fuentes oficiales y otras no oficiales, pero de gran valor como las entrevistas a los actores directos del conflicto. Fuentes variadas que sirvieron para construir un informe comprensible y con objetividad. Que logra establecer un relato histórico coherente y convincente, señalando responsabilidades históricas, políticas y morales. En conclusión, es un trabajo que oxigena los ya realizados en otros momentos sobre el Urabá. Da pistas, que sin duda aportarán a la verdad más plena. Epílogo Para finalizar este comentario quiero hacer dos conclusiones. La primera es sobre las características del trabajo y la segunda sobre la ventana de oportunidades que deja abierta. En cuanto a las características del informe se puede decir que es un trabajo extenso, amplio y rico en información que logra entregarle al país y, en especial, a las víctimas de Urabá, las explicaciones de por qué sufrieron tanto y por qué trabajadores, sindicalistas y líderes fueron asesinados. Por qué les fueron arrebatadas sus tierras y desplazados a otros lugares. Es un informe que hace más comprensible la tragedia vivida por las víctimas en el Urabá. En este sentido es un aporte al esclarecimiento del conflicto, que reconstruye los grandes elementos que puedan ser explicativos del conflicto armado, y conecta todos esos elementos para acercarnos a la mayor comprensión. Y la segunda, que el trabajo se constituye en una invitación a terceros para decir la verdad. Es una invitación que el informe deja implícito y que les dice a los empresarios que se decidan por aportar de manera franca, sincera y cierta a la tarea que se viene realizando en Colombia en torno a la construcción de la verdad. Se les está diciendo a los empresarios bananeros que si fueron capaces de apoyar la guerra también lo hagan con la noble causa de construir la paz. Que se responsabilicen de aportar con su experiencia a esclarecer las dinámicas del conflicto. Pasamos por un momento especial y queremos que los empresarios bananeros aporten a la verdad. Esto como un acto de liberación y de querer iniciar un nuevo período en la historia de Colombia. Advirtiéndoles a los empresarios bananeros que si bien el Acuerdo Final excluye a los terceros de comparecer ante la JEP y que quedó avalado por la Corte Constitucional el 14 de noviembre de 2017, lo cual es lamentable, no los exime de aportar a la verdad ante la Comisión. Como responsables de esta tragedia, tal como lo deja claro el informe, existe un vacío que puede llenarse con su aporte a los informes de la Comisión. Los empresarios tienen 24
una responsabilidad moral de aportar a la verdad, sobretodo empresas como Chiquita Brands, cuya vinculación con el paramilitarismo es clara y además comprobada por las autoridades norteamericanas. Participar en estos actos de verdad es lo mínimo que deben hacer para aportar a la construcción de la paz en un país que les ha dado tanto. Además, como un gesto de buscar pedir perdón y no querer repetir tan graves actos; un esclarecimiento de la verdad que reclaman las víctimas y la sociedad como acciones que buscan curar traumas y cicatrices de la violencia que causaron ellos mismos en el Urabá antioqueño.
Germán Darío Valencia Agudelo2 Noviembre 14 de 2020
Economista. Especialista en Gerencia Social. Magíster en Ciencia Política. Doctor en Estudios Políticos. Director revista Estudios Políticos. Grupo Hegemonía, guerras y conflictos. Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia UdeA. Calle 70 No. 52–21, Medellín, Colombia. Correo electrónico: [email protected] Orcid 0000–0002–6412–6986 Google Scholar https://scholar.google.es/citations?user=7Sm8z3MAAAAJ&hl=es 2
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Introducción Este informe titulado La sombra oscura del banano. Urabá: conflicto armado y el rol del empresariado, presenta una narración y análisis del contexto del conflicto armado y violencia política generalizada en Urabá y del rol jugado en él por parte de la multinacional bananera Chiquita Brands en el contexto del empresariado bananero. En particular destaca la periodización de los procesos y cambios sucedidos, los actores institucionales, sociales, políticos y armados en el marco del intenso conflicto regional y de los impactos sobre la población. Se profundiza sobre las características políticas y estrategias de Chiquita Brands y el gremio bananero en tales circunstancias. El relato está organizado alrededor de dos ejes que se entrecruzan. Uno el relacionado con los hechos y las problemáticas que dan cuenta de la vida empresarial de Chiquita Brands en diferentes momentos, y los cambios adoptados. Y el otro, relacionado con el contexto del conflicto armado, sus actores diversos y dinámicas, sus impactos y los conflictos políticos y sociales en el contexto regional de Urabá. El texto sigue una secuencia cronológica general; en ambas temáticas considera antecedentes de décadas pasadas, pero focaliza la atención en la información y análisis de la fase más crucial de conflicto armado y violencia generalizada registrada en esta región, entre la década del noventa y el primer lustro de 2000. Explora el proceso político, el movimiento social centrado en el obrero bananero, las coyunturas y estrategias de la guerra, los patrones de victimización, la incidencia y evolución de procesos de paz y la imposición del fenómeno paramilitar en la región con sus particularidades de distinto orden. Y pone de presente la participación de Chiquita Brands como actor relevante y del empresariado bananero, junto con otros sectores de ganaderos y comerciantes, en la imposición del fenómeno paramilitar en la región. Fue importante la vinculación con el territorio desde hace varias décadas que tienen los autores y las organizaciones participantes en el estudio. Sin embargo, exigió ahora reestablecer nuevas dinámicas e intercambios con sus actores, reflexiones que superaran prevenciones o prejuicios y la búsqueda de revelaciones y reconocimientos, que resultan cruciales para enrutar la indagación y arribar a conclusiones que, no son cerradas, aunque sí entregan un cuadro explicativo sistemático e importante de lo ocurrido. La investigación se hizo a partir del conocimiento directo y de trabajos previos de los autores relacionados con la región, de la documentación acopiada por las organizaciones y entidades participantes, de la consulta de diversas fuentes secundarias y de fuentes primarias que incluyeron la realización de más de treinta entrevistas con actores relevantes, así como de las notas de observación de trabajo de campo y de reuniones de intercambio y análisis. Se buscó incorporar la voz de los actores armados, instituciones, organizaciones sociales, empresarios bananeros, trabajadores bananeros, de otros liderazgos sociales, actores políticos y de las víctimas, con frecuencia a partir de sus propios testimonios, relatos y análisis. La información recogida con base en todas estas fuentes y la metodología desarrollada aportaron a la
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construcción del análisis en búsqueda de respuestas explicativas de orden general y de la interpretación de fenómenos y procesos específicos. No se registran en el informe los nombres de personas que en las comunidades debieron aceptar o terminaron apoyando a alguno de los actores en contienda, con el supuesto de que bajo determinadas condiciones sostuvieron una relación asimétrica de subordinación a los actores de la guerra. La omisión de esos nombres también tuvo el propósito explícito de no profundizar las heridas de la guerra, no ocasionarles riesgos de seguridad y facilitar la construcción de confianza y la amplitud de los relatos acopiados. Por el contrario, se visibilizan las identidades de quienes ejecutaron los hechos y, especialmente, de quienes lo hicieron desde condiciones de poder o de quienes impulsaron estrategias de “guerra sucia” que caracterizaron en alto grado este conflicto regional. La entrega de avances de este informe sirvió de base para conversaciones de validación, discusión, complementación y enriquecimiento de su contenido con personas que vivieron el conflicto, con quienes se trabajó en grupos focales y con quienes se aplicaron entrevistas semiestructuradas. Este ejercicio posibilitó la confirmación o cambios en la descripción y análisis de hechos y situaciones, considerando sus aportes. La mayoría de las personas con las que se interactuó hicieron parte de algunas de las vertientes sindicales y/o políticas o de las organizaciones armadas que estuvieran en pugna. Por eso, sus visiones sobre lo ocurrido fueron diferentes y en algunos aspectos contradictorias. Ello obligó a la ponderación rigurosa de las versiones y consideraciones, a verificar hechos y contrastar la información primaria y secundaria, en el esfuerzo por determinar la validez de unas y otras reflexiones y obtener una reconstrucción fiable de lo ocurrido. Cuando no se pudo llegar a una conclusión unívoca, se evidencia en el texto. Este ejercicio minucioso y riguroso de reconstrucción de hechos relevantes, interpretación de las dinámicas conflictivas y de la identificación de lo ocurrido y sus impactos, fue desgarradora, visto desde una postura humanista. Emergió como una pesadilla macabra y demoledora, pero necesaria de asumir como real desde una perspectiva a favor del esclarecimiento que reclaman las víctimas y la sociedad. Este informe puede considerarse de construcción colectiva, aunque sujeto a una interpretación y elaboración sistémica, pero que refleja consultas, discusiones, intercambios directos o epistolares, con disposición abierta desde quienes consolidamos la versión del texto final. El resultado es revelador por sus hipótesis trabajadas desde la óptica investigativa académica y sus hallazgos. Implicó acompañar a diversos actores, ahora en otra dimensión del tiempo y en nuevos escenarios y contextos, para rememorar en un viaje hacia lo que significó la guerra y las violencias cruzadas –el rito del fracaso humano, umbrales increíblemente degradados– y lo que fue la construcción recíproca de enemistades, en medio de una trama de actores y conflictos relacionados y sus secuencias.
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Este estudio tiene como foco lo ocurrido en el eje bananero de Urabá, pero conecta con el conflicto que tuvo lugar en el norte de Urabá y en cierto grado en el vecino departamento de Córdoba. También presenta, de manera sucinta, el conflicto en el Urabá chocoano y zonas del Atrato y el Darién, para evidenciar las líneas de continuidad y expansión que tuvo la guerra con referencia a las estrategias de sus actores. Advierte el gravísimo efecto que tuvo el paramilitarismo de la llamada Casa Castaño, a través de las ACCU (Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá) y las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) en esos territorios, con corresponsabilidad de quienes fueron sus facilitadores, apoyos y aliados. Igualmente, se incluye un capítulo sobre aspectos de la violencia paramilitar ocurrida en la zona bananera del departamento del Magdalena, del rol de Chiquita Brands en la violencia desplegada en esa zona y la articulación de dinámicas entre las dos regiones bananeras. De otra parte, se reseñan los esfuerzos en torno a la necesidad de conseguir la no repetición (no continuación) del conflicto y las dinámicas victimizantes contra la población. Para curar traumas y cicatrices como el primer paso de la resolución del drama de una violencia rancia que sepultó a las minorías que encararon los autoritarismos en Urabá. Se buscó evitar cualquier presentación épica de los hechos atribuibles a uno u otro actor del conflicto, al considerar que todos, en mayor o menor medida, son responsables morales por lo ocurrido, en un esfuerzo por lograr la máxima fidelidad posible en la interpretación frente a lo ocurrido, en razón de la magnitud de los hechos y del carácter extremo y sistemático de la violencia aplicada contra sectores de la población. Mismas razones que exigieron un desarrollo más amplio de la violencia paramilitar, sin dejar de advertir las responsabilidades estatales directas y la también alta magnitud de las responsabilidades de otros actores violentos como las FARC EP, la disidencia del EPL (Ejército Popular de Liberación) y los Comandos Populares. Sin duda y en coincidencia con otros estudios, informes y reportes incluso institucionales y de la justicia internacional e interna, se establece que, en medio de la complejidad de la guerra y las violencias degradadas entrecruzadas como una infame redundancia, el paramilitarismo resulta ser responsable de desplegar la mayor barbarie y de generalizar la violencia extrema contra la población, como recurso supuesto “para ganar la guerra”. En consecuencia, este informe adopta una postura explícita crítica y de rechazo a todo hecho de violencia que afectó a la población. Al tiempo, inspirado en los sentidos de los relatos, busca explicar las conflictividades en curso, las dinámicas de la guerra y el nivel delirante que adquirió el enfrentamiento violento, incluso involucrando a quienes habían sido compañeros en la vida política, guerrillera, sindical, social y comunitaria. Se concluyó que la barbarie que se produjo, atribuible a diversos actores, no fue exclusiva o principalmente determinada por la maldad subjetiva individual de quienes la cometieron; fue más, el resultado de procesos, intereses en proyectos previstos y en curso y de circunstancias de las partes, que arrastraron a actores colectivos a adoptar decisiones. Sin que ello excluya de la grave responsabilidad moral que distintos actores deban asumir ante los hechos y conductas involucradas.
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El reproche moral es muy fuerte y remarcado frente a los empresarios bananeros, sectores de poder y de la institucionalidad que apelaron al recurso de la ilegalidad, a pesar de tener desde sus condiciones la posibilidad de obrar de manera diferente a la que adoptaron, dando prelación a la defensa de sus intereses particulares sobre la defensa de las vidas y las demás consideraciones que parecieran simple sentido común. Es un llamado a la consciencia colectiva, al reconocimiento sincero de lo ocurrido, con el anhelo de que todos los actores involucrados se dispongan a aceptar las responsabilidades que los implicaron en la violencia desbordada.
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1. ASPECTOS GENERALES El contexto geográfico Mapa 1. Contexto geográfico
Fuente: tomado de DANE, Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, Vicepresidencia de la República.
Urabá, un mar verde, vibrante e infinito, uno de aquellos puntos en el mapa difícil de enfrentar. Con una vegetación de selva húmeda tropical, devastada de manera drástica por el monocultivo. El cacareo de los pájaros y los animales alrededor es una sinfonía que empieza fuerte en la mañana, con gallos proclamando temprano la llegada el día, pero en la noche, se limita a ser un ruido de fondo bajo y arrullador. Urabá, que en la lengua de los indígenas Embera Katío significa la tierra prometida (Verdad Abierta, 2015b), se ubica en la esquina noroccidental de Colombia y de Suramérica. Es un cruce de caminos entre los océanos Pacífico y Atlántico que conecta el sur y el norte del país y a su vez entre América del Sur, Centro y Norteamérica. Un corredor estratégico para los mercados mundiales tanto legales como ilegales. Esta subregión abarca parte de los departamentos de Chocó, Antioquia y Córdoba, que incluyen tierras en las costas del océano Atlántico y otras muy cercanas al océano Pacífico, con gran riqueza ecológica, colinda con selvas, montañas y caudalosos ríos y ha contado y cuenta con gran diversidad cultural. La zona de Urabá limita por el oriente con el río Sinú, 30
que más adelante se une al río Cauca, una de las arterias fluviales más importantes del país. Ese río divide al Urabá del departamento de Córdoba; zona con la que constituyó una relación cercana en términos socioeconómicos y, como se desarrollará más adelante, en términos del conflicto armado que tendría lugar a partir de los sesenta y se mantendrá durante las siguientes décadas, coincidiendo con la presencia de Chiquita Brands en el llamado eje bananero. Urabá limita también con la parte baja del río Atrato, que opera como la vía de comunicación más importante con las ciudades y poblados del departamento del Chocó y facilita el paso hacia el océano Pacífico. Existen proyectos según los cuales este río podría permitir la construcción de una vía de comunicación alternativa al Canal de Panamá, conectando, mediante un canal seco, con el río Truandó, que desemboca en el océano Pacífico. Estos proyectos han sido motivo de controversia por el cuestionado impacto ambiental negativo para el Atrato y el Darién. En esta zona se ubica el Tapón del Darién, de valiosa riqueza ambiental y de gran diversidad étnica que además de funcionar como un tapón vial también ha operado como tapón fitosanitario entre Sur, Centro y Norteamérica3. Esta zona semiselvática también cumplió un papel en términos de la ubicación de actores armados desde la década de los setenta y hasta el nuevo milenio. Las expectativas de la construcción de este tramo de la carretera panamericana y la existencia de recursos minerales inexplorados, se han constituido en otros atractivos para sectores de poder, legales e ilegales, que se los han disputado de manera violenta. Estos macroproyectos ocasionarían graves daños e impactos contra las comunidades étnicas ancestrales, los territorios y el medio ambiente. Por su parte, el Urabá antioqueño incluye el Golfo de Urabá, donde desemboca el río Atrato, y se extiende hasta la frontera con Panamá. Comprende tres subregiones conformadas por once municipios que suman una extensión total aproximada de 11.664 km2. Una de ellas es el eje bananero que, como su nombre lo indica, es la zona donde se focalizó la siembra agroindustrial de banano.
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Para evitar la circulación de plagas como la Sigatoca Negra, que afecta el banano, y la Aftosa que afecta al ganado vacuno.
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Mapa 2. Eje bananero
Fuente: elaboración propia (2020).
La zona de Urabá, para los comienzos de la producción del banano, era frontera agrícola, estaba un poco aislada del resto del país, se conectaba al departamento de Córdoba y por esta vía con las restantes ciudades de la región Caribe por medio de dos rutas en muy mal estado. Una partiendo de Turbo a Necoclí y luego a Montería (capital del departamento de Córdoba). Otra, partía de Turbo, por Pueblo Bello y San Pedro y llegaba a Tierralta (Córdoba). Había otra ruta, que unía a Urabá con Medellín y el resto del país, en un recorrido de 311 kilómetros desde Apartadó, pasando por Chigorodó, Carepa, Mutatá, Dabeiba, en la región de Urabá, y luego en el occidente de Antioquia por Cañas Gordas, Uramita, Santa Fe de Antioquia y Medellín. El recorrido podía durar varios días y significaba el desafiante paso por el Cañón de La Llorona. Pese a que su aislamiento geográfico por carretera podría haber dificultado a los bananeros la adquisición de insumos para el cultivo de las plantaciones, la proximidad con el mar hizo que la United Fruit Company adquiriera insumos y llevara la zona al mercado mundial puesto por esta vía. Para una empresa como Chiquita Brands la naturaleza plana de parte importante del área, con una altura promedio de 900 m s. n. m., la disposición de agua, las características agroquímicas de la tierra y la colindancia con el océano Atlántico, fueron propicias para anclar sus inversiones en la producción de banano, a la sombra de ceibas y caracolíes. Esta zona tuvo un proceso de colonización histórica que tuvo lugar en el siglo XX a costa de la grave afectación de las poblaciones indígenas y del bosque natural y la selva. Como resultado en sus zonas planas ha habido actividades agroindustriales en tierras que se fueron
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concentrando en pocos propietarios, de forma que para mediados de esa centuria se aceleraría el proceso migratorio con disposición de mano de obra, desde las regiones limítrofes. A este eje bananero se agregan importantes zonas selváticas y áreas de montaña, como el Nudo de Paramillo y la serranía del Baudó en el Chocó; zonas con baja densidad poblacional y fuerte aislamiento que, por esas circunstancias entre otras de carácter social y político, luego fueron territorios propicios para el asentamiento de actores armados del conflicto interno, de mixturas entre la legalidad y la ilegalidad y teatro de las dinámicas de guerra. A la vez, aunque existen distintas clasificaciones según los énfasis geográficos, geopolíticos, socioeconómicos o poblacionales, se puede hablar de cinco subregiones o zonas de Urabá: Subregiones, características sociales y de conflictividad Zona costera (norte de Urabá): se localiza entre los municipios de Arboletes (Antioquia) y Los Córdobas (Córdoba). Región donde hay presencia indígena, zonas campesinas y alta concentración de la tierra dedicada a la ganadería. Desde inicios de la década del ochenta se registró un proceso de compra de tierras por parte de narcotraficantes, que continúa hasta la actualidad en Necoclí y en el litoral del Golfo de Urabá. Para esa década tendría fuerte presencia el PCC ML y su guerrilla EPL (Ejército Popular de Liberación) y en los noventa irrumpieron los paramilitares de las ACCU (Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá), siendo área de disputa entre guerrillas y paramilitares. En términos económicos en esta subregión ha primado el latifundio ganadero y el narcotráfico. El tipo de economía latifundista, con propietarios ausentes por motivos del conflicto y por las largas extensiones de tierras ociosas, sumado al “abandono del Estado”, fue el caldo de cultivo para el surgimiento de grupos armados ilegales (Barbosa, 2015). Nudo de Paramillo: en los Altos Sinú y San Jorge está ubicado el Parque Nacional Nudo de Paramillo, que sirve de corredor hacia el Bajo Cauca, el norte de Antioquia, Urabá, el departamento de Chocó y la Costa Caribe. Tiene una extensión de 460.000 hectáreas y hace parte de la Cordillera Occidental; sirve de límite entre los departamentos de Antioquia y Córdoba. En él nacen la Serranía de Abibe, la Serranía de San Jerónimo, que separa las cuencas de los ríos Sinú y San Jorge, y la Serranía de Ayapel, que divide las cuencas de los ríos San Jorge y Cauca. Está localizado entre los municipios de Ituango (Antioquia) y de Tierralta, Montelíbano y Puerto Libertador (Córdoba) (TS Medellín Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Esta es la zona en la que, con apoyos campesinos locales, nacen en los años sesenta el EPL y las FARC y luego, en los noventa, se instalan los grupos paramilitares que expresan intereses hacendatarios, contrainsurgentes y del narcotráfico. La incursión de estos últimos produjo un proceso de despojo de tierras violento, grave y masivo y el desplazamiento campesino hacia Turbo y otros municipios. Al ser un lugar de conexión con el sur de la región y con el Bajo Cauca, así como por ser territorio de siembra de cultivos ilícitos y de ubicación de laboratorios de procesamiento de la droga, fue de interés para uno u otro actor del conflicto.
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Serranía de Abibe: la serranía divide el Urabá antioqueño del valle del Sinú́, ubicado en el departamento de Córdoba. Comprende amplias zonas de los municipios de Arboletes, el norte de Mutatá, Los Córdobas y Tierralta en el departamento de Córdoba. El costillar de la Serranía de Abibe fue y sigue siendo un corredor de tránsito de los diferentes grupos ilegales que han operado y operan en la región hacia Turbo, Mutatá, Riosucio y un paso necesario cuando requieren llegar al norte de Antioquia, en particular a los municipios de Peque e Ituango. Fue territorio de dominio del EPL desde finales de los sesenta hasta 1991, cuando esta guerrilla pactó la paz y se desmovilizó. Las FARC también incursionaban en sus áreas, desde los setenta, y buscó consolidar su control tras la desaparición del EPL. Desde la segunda mitad de la década del ochenta fue un lugar confrontación con los primeros grupos paramilitares, interesados en lograr algún control de la zona. La constante confrontación de los actores armados dio lugar a acciones represivas contra la población civil que habita sus zonas montañosas, en particular, contra la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. Del mismo modo, la Comisión de Superación de la Violencia de 1991, conformada por el acuerdo de paz con el EPL, contabilizó al menos 18 masacres entre marzo de 1988 y diciembre de 1990 en la vertiente derecha de la serranía, o sea, sólo en Córdoba (Romero, 2003). Sur de Urabá: comprende los municipios antioqueños de Mutatá, Murindó y Vigía del Fuerte, y el paso hacia Dabeiba, municipio que permite el ingreso a la subregión occidente de este departamento. Colinda y se conecta geográficamente con el bajo Atrato y municipios de Chocó. En esta subregión primaba una economía campesina de subsistencia, con una presencia baja de instituciones del Estado y una histórica organización social. Terratenientes y empresas asociadas a megaproyectos han tenido interés en hacerse a las tierras de esta subregión, en detrimento y desplazamiento de población indígena, afrocolombiana y campesina (Barbosa, 2015). En la zona había y hay presencia de comunidades indígenas muy afectadas por procesos de colonización y de despojo de tierras de forma acelerada y reciente por los actores del conflicto, en especial de los paramilitares y sus aliados. También había presencia campesina, con economía agropecuaria y pesca. Las FARC se ubicaron en la zona desde los ochenta y se mantuvieron con altibajos, pero con notoria presencia, hasta su proceso de paz en 2016. También hizo presencia, aunque en menor medida, el EPL, en especial en el municipio de Mutatá en los años ochenta. En el sur de Urabá tuvo lugar una permanente confrontación militar entre guerrillas, tropas oficiales y paramilitares con una alta afectación a las comunidades. Desde los noventa, comunidades indígenas y campesinas respondieron a los ataques de actores del conflicto bélico a partir de la construcción de procesos de resistencia comunitaria reconocidos en el país como “comunidades de paz” y “zonas humanitarias”. El eje bananero: una región plana que incluye los municipios de Apartadó, Carepa, Chigorodó y parte de Turbo, municipios cuyos cascos urbanos crecieron de forma desparramada conforme fueron llegando sus habitantes. En su área rural están ubicadas miles de hectáreas de plantaciones de banano y un área menor de plátano cultivado por comunidades campesinas que desde finales de los ochenta consiguieron niveles importantes 34
de organización y consolidación de sus actividades productivas. Registra una alta concentración de la propiedad de la tierra tras sucesivos desplazamientos de indígenas que habían tenido presencia milenaria en estos territorios, y de campesinos producto de colonizaciones recientes. Con prioridad se dedica, desde los años sesenta, a la agroindustria bananera y en menor medida a cultivos de plátano y a la ganadería. Ha sido escenario de intensos conflictos sociales y de disputas laborales entre empleadores y trabajadores. Dentro de los primeros, se destaca un importante número de “invasiones” de tierra en los ámbitos urbanos y rurales. Desde los años sesenta tuvieron presencia el PCC y luego el PCC ML, en la década del setenta tuvo presencia e influencia el EPL y en menor medida las FARC. En Carepa se ha contado con la presencia de las instalaciones regionales del Ejército. Desde finales de los ochenta y principios de los noventa penetró el paramilitarismo, en medio de la intensa presencia de la fuerza pública. La incursión paramilitar se dio en medio de una aguda disputa con las guerrillas para asegurar el control territorial y poblacional de estos territorios. A la fecha, sufre la violencia de los herederos del paramilitarismo asociados a mafias del narcotráfico. En Chigorodó hay presencia campesina y de comunidades indígenas que han desarrollado desde los años noventa resistencias comunitarias ante ataques de los actores del conflicto. El contexto institucional En 1905 el Gobierno nacional le anexó al departamento de Antioquia la banda oriental del Golfo de Urabá para incentivar la colonización de la región con campesinos antioqueños y, por otra parte, encontrar una salida al mar que venciera las barreras geográficas que separaban a este departamento con el Golfo de Urabá (Steiner, 1993). Por su parte, avanzaba en paralelo una colonización campesina desde la región Caribe, procedente del departamento de Córdoba, que de forma progresiva fue despojada, lo que dio lugar a una concentración de la propiedad de la tierra en grandes haciendas. La colonización en el sur de Córdoba obedecía a la migración y al desplazamiento forzado masivo de campesinos de filiación liberal, que huían de la persecución asociada a la violencia de los cincuenta. Algunos organizaron procesos de resistencia guerrillera en zonas de los dos departamentos. Así pues, Urabá: Fue una selva que acogió dos frentes de colonización: la antioqueña, (…), y la cordobesa, originada en la violenta concentración de tierras en Córdoba de los años 50. Los paisas, por el occidente, y los chilapos, por el suroriente, se toparon en San Pedro de Urabá. Primero, campesinos desarraigados y “de huida”; después, sus tierras comenzaron a ser amenazadas por la expansión del latifundio ganadero. (Molano, 2012) Para la década de los sesenta Urabá, como todos los territorios de frontera, tenía una baja o nula presencia del Estado, a la cual se sumaban graves condiciones de explotación laboral y expropiación violenta y fraudulenta de tierras a indígenas y campesinos colonos, elementos propicios para que se produjeran expresiones contestatarias o de resistencia violenta. 35
Los lugareños sentían a las representaciones departamentales distantes y al Gobierno nacional ausente. El Estado estaba representado por las alcaldías municipales, por las gobernaciones de Antioquia, del Chocó y de Córdoba y por la presencia del Ejército con tropas contraguerrilla desde la base de Carepa, y de la Policía con presencia en municipios. El crecimiento de la población en Urabá no fue acompañado de inversión gubernamental en escuelas, hospitales, vivienda, acueducto y alcantarillado, lo cual produjo un enorme protagonismo de la lucha social en exigencia de derechos con apoyo en sindicatos, ligas campesinas, comunidades indígenas y juntas de acción comunal en la región (Agudelo, 2011). Según algunos académicos el Estado sí hizo presencia, pero sólo para apoyar a la industria bananera y no para atender sus responsabilidades de organizador de la vida política y social del pueblo urabaense. A este respecto, el investigador William Ramírez señaló El Estado acompañó en la región, por lo menos en las primeras décadas, a quienes desde la inversión productiva empezaron a modificar la zona con cultivos comerciales. Las redes de infraestructura, los servicios de apoyo crediticio y monetario al capital invertido, los condescendientes gastos fiscales, el sesgo exportador de las políticas macro económicas han sido las principales formas de presencia del Estado en Urabá. (Ramírez, 1997) La actividad de la agroindustria exigió la presencia de instituciones públicas y de inversiones en infraestructura. Dice Bejarano que el Estado se mostró en dos formas: “en primer lugar, como distribuidor de rentas institucionales hacia ellos (los empresarios) como corresponde en una economía de exportación protegida por las regulaciones propias del Estado”. Y, en segundo término, “a través del apoyo militar a los propietarios para reprimir los conflictos que desde hace varios años se vienen insinuando en la región” (1988, p. 58). Ese apoyo significó múltiples medidas de militarización de la vida civil y de presencia de la fuerza pública a través de estrategias contrainsurgentes. Por el contrario, se echa de menos otras expresiones del Estado orientadas a atender problemáticas de esta región tan afectada por diversos conflictos y graves carencias sociales, que contrastan con la manera como fueron atendidas las exigencias de la agroindustria. De hecho, durante muchas décadas, en Urabá no funcionó ninguna oficina del Ministerio del Trabajo, la entidad estatal encargada de garantizar el respeto de las condiciones laborales establecidas en la ley colombiana. Pese a ello, la subregión contó en el eje bananero con una mayor presencia institucional frente a las otras subregiones de Urabá. El contexto poblacional Para 2018 el Urabá alojaba a 706.643 habitantes, distribuidos en los once municipios: Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá, San Pedro de Urabá, Apartadó, Carepa, Chigorodó, Turbo, Mutatá, Murindó y Vigía del Fuerte. Pobladores sometidos al vaivén del horror y la belleza. 36
Para Chiquita Brands, a su llegada a mitad del siglo pasado, la disposición de mano de obra barata era un atractivo para asentar en la zona sus fincas bananeras. Aunque el territorio había empezado a configurarse a partir de un proceso de colonización que había iniciado desde principios del siglo XX y a pesar de que la organización social en el Urabá data del siglo XIX (Ortiz, 2007), fue para los años en que llegó Chiquita que adquirió las características que lo definirían en adelante, y que consistió en la construcción de una estructura societal alrededor del monocultivo del banano para la exportación. La región del Urabá se conformó por una combinación etnocultural. Los negros y/o afrocolombianos eran campesinos y pescadores del río Atrato y del Golfo de Urabá. Cuando llegaron a la subregión fueron vinculados a labores agropecuarias, comerciales, de transporte y como obreros agrícolas. También se sumaron mestizos y blancos como comerciantes, hacendados y funcionarios del Estado. Estos últimos consolidaron posiciones de poder socioeconómico e institucional. También arribaron otras personas en condiciones de ilegalidad y quienes se asocian a redes de contrabando y luego a economías ilegales. Sobre tal migración María Teresa Uribe y Fernando Botero explican: “(…) gente apremiada por la pobreza, de perseguidos por sectarismos y de perseguidos por la justicia” (Ortiz, 1999). Consecuencia de esa migración la zona se convirtió en una amalgama de rasgos étnicos y de culturas procedentes de regiones diversas, cada una con sus aportes y carencias, organizándose en subgrupos sociales entre los cuales había expresiones de discriminación, tensiones sociales y conflictos. A comienzos de los años cincuenta los municipios del eje bananero apenas llegaban a los quince mil habitantes (García, 1996), sin embargo, entre 1951 y 1965, la población se quintuplicó. También para los años cincuenta llegaron los empresarios bananeros, provenientes de Medellín, motivados por la activación de la carretera Medellín-Turbo y las facilidades para la siembra del banano en la región. A partir de 1955, cuando se abrió al tránsito la carretera de Medellín al mar, Urabá se convirtió en parte de la Costa Caribe con una población de predominio antioqueña (Ortiz, 2017). Para esa época esta carretera era una trocha en malas condiciones, el trayecto se hacía en cerca de 18 horas. Pese a ello, la carretera integró la región de Urabá con el resto del departamento de Antioquia. Es así como Urabá es una región con subregiones diferenciadas, con elementos comunes y también con claras particularidades: Mientras hacheros sinuanos descuajaron sin misericordia la selva del Darién, la fortaleza silenciosa de los chocoanos fue el sustento de la construcción de miles de kilómetros de canales para drenar los cultivos. Tal como lo advierte un empresario, los que aguantaban todo eran los chocoanos. Hubo entonces una enorme afluencia de material humano del Chocó (…) y son muy buenos (…) los llaman La Pala Negra. (García, 1996)
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En algunas fincas, tractoristas y empleadas domésticas provinieron del Tolima. La mayoría de capataces fueron traídos de Ciénaga (Magdalena), pues los empresarios no tenían ni idea de que era una mata de ese plátano. Progresivamente, gentes venidas de Caldas y Quindío se encargaron de proveer el servicio de transporte, entre las poblaciones nacientes y las fincas, que todos requerían. (Osorio, 2006) En Urabá la producción bananera avanzó a la par con un proceso de concentración de la propiedad: entre 1977 y 1986, el número de fincas de menos de 30 hectáreas cultivadas con banano pasó de representar el 33,1% de todas las fincas al 13,5%. Además, las nuevas colonizaciones afectaron la tenencia de tierra de por lo menos 84 comunidades indígenas. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) La emergencia y expansión de la agroindustria bananera implicó la apropiación por parte del emergente sector empresarial de las tierras fértiles cultivables en amplias zonas de planicie. Se desató así: un proceso de desalojo en el centro de la región (eje bananero), una consecuente diáspora hacia todos los flancos de Urabá y la activación de nuevos frentes de colonización hacia la serranía del Abibe (al oriente), hacia Barranquillita y Bajirá (al occidente y al suroccidente en dirección al Chocó), así como la presión de los colonos sobre las tierras de los indígenas al norte y al occidente de Urabá. (Aramburo, 2009) La concentración de la tierra no sólo se dio en la zona rural, también en la zona urbana. Apartadó, por ejemplo, cuya tierra urbanizable fue acaparada por cuatro personas, dos directamente vinculadas a agencias inmobiliarias y las otras dos eran hacendados con visión especulativa. Así, para la época en que llegó la multinacional bananera Chiquita Brands, se desarrollaba una muy fuerte colonización campesina proveniente de diferentes regiones del país producto del desplazamiento forzado causado por el conflicto armado entre liberales y conservadores desde mediados de los cuarenta y durante los cincuenta. El conflicto social y La Violencia La producción bananera se configuró desde un principio como una economía de enclave en Urabá y así se ha mantenido. Contó con cuantiosas inversiones estatales y de empresarios privados que contrastan con mínimas inversiones en infraestructura social que dio lugar a pésimas condiciones de servicios básicos hacia la población y permitió que se estructurara una condición laboral indigna para los obreros agrícolas (Madariaga, 2006). Por ello, desde los primeros años y como herencia de décadas, Chiquita Brands encontró en Urabá un proceso social y laboral conflictivo.
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En la zona existieron expresiones de la violencia bipartidista conservadora liberal que afectaron de manera grave al país en las décadas cuarenta, cincuenta y primeros años sesenta (…) “la violencia bipartidista finalmente expresó el conflicto entre una región mayoritariamente liberal, abandonada e incomunicada, que, no obstante, pretendía ser gobernada por una minoría conservadora principalmente asociada al poder asentado en Medellín” (Roldán, 2003). “(…) Urabá tuvo una fuerte presencia del partido liberal, lo cual contrastaba con el espíritu conservador de los antioqueños” (Jaramillo, 1997). En Urabá como en el resto del país aparecieron movimientos guerrilleros liberales y comunistas. 1950 fue el año en que las guerrillas liberales lograron tener auge mediante ataques como los que perpetraron en El Carmelo (hoy Arboletes) y Turbo. Después de ese período, todos los guerrilleros que alguna vez estuvieron activos en el Urabá se rindieron o habían sido eliminados para octubre de 1953. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de octubre) Desde esa década en Urabá también hubo expresiones de grupos armados privados que serían los antecedentes remotos de los paramilitares. 1950 también fue el año en que más importancia tuvo el surgimiento de grupos informales de seguridad, bajo justificaciones como proteger intereses económicos (…) o reaccionar ante la amenaza que representaban grupos de guerrillas de liberales y conservadores inconformes. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de octubre) Desde un comienzo y durante la mayor parte de lo que restaba de siglo, habitantes demostraron preferencias liberales y de izquierda. A nivel departamental se imponía el conservatismo, pero la base social regional era en su mayoría liberal. En las décadas siguientes cobrarían progresiva incidencia y poder vertientes políticas de la izquierda. Los votos se repartieron entre diferentes corrientes del partido liberal y los movimientos políticos opositores al establecimiento, como el Movimiento Revolucionario Liberal, (MRL), la Alianza Nacional Popular (ANAPO), la UNO, el Frente Democrático y el Frente Popular. (Reiniciar, 2006) Otra circunstancia es que siendo Urabá puerto marítimo y ante el bajo control territorial del Estado se propició el contrabando, luego el narcotráfico y la entrada ilegal de armas. Así que el tráfico ilegal de mercancías ha sido una constante histórica de la región. Ser litoral y ser parte de la frontera internacional colombiana, al mismo tiempo que mantener siempre algún grado de aislamiento respecto al resto del país, son factores que han favorecido el mantenimiento de mercados ilegales en el territorio de Urabá, el cual se mantuvo integrado durante varios siglos al mercado mundial mediante el contrabando. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de octubre) 39
Por su parte, hasta 1996 hubo luchas por la tierra en la que participaron campesinos colonos que la obtuvieron tumbando bosque y selva, terratenientes que la iban concentrando por vías de hecho y como resultado de negocios fraudulentos contra los campesinos, realizados por empresarios inversionistas, especuladores intermediarios y líderes políticos que, en muchas ocasiones, eran al tiempo empresarios y comerciantes. El conflicto por la tierra en Urabá se remonta a la época de la Colonia cuando se adjudicaron amplias extensiones a un grupo reducido de familias, lo que expulsó a nativos y campesinos colonos. Las tierras “se le otorgaron al Cónsul McGregor en 1831, a Justo Paredes en 1833, al Barón de Thierry en 1835, a Mr. Biddle en 1836 y a la compañía Franco Granadina en 1838” (Horta, 2019, p. 58). En Pavarandocito los terratenientes ganaderos Vásquez Sierra, Botero Arbeláez y Flórez Padilla, en 1943, despojaban a los pequeños colonos de sus parcelas solicitando adjudicación de baldíos. La campaña del caucho solicitó desalojar los bosques nacionales, decomisar las maderas y reclutar a los pequeños colonos como fuerza de trabajo (Horta, 2019, p. 152). Un ejemplo de la capacidad de algunos empresarios de acumular tierra y de aprovechar información privilegiada para obtener ganancias es el de Adriano Pino, un empresario que años más tarde se articularía con las acciones paramilitares en la zona del Urabá Chocoano. Este empresario llegó a Urabá en 1958 con inversiones en ganadería y más tarde en producción de banano. El auge del narcotráfico en las décadas de los ochenta y noventa derivó en la presión sobre las tierras de pequeños campesinos ubicados a lo largo de la carretera Guapá-Lomas Aisladas, que luego fueron convertidas en haciendas ganaderas por la expectativa sobre el trazado de la Panamericana, o en tierras “enrastrojadas” por el abandono que indujo incursiones armadas de grupos armados al margen de la ley. Esto expulsó a muchos de ellos hacia la serranía en jurisdicción de los municipios vecinos de Chigorodó y Carepa, o hacia las llanuras (Univalle, s.f.). A partir de la década de los sesenta se produjo “un proceso de reversión de las tierras tituladas a pequeños campesinos beneficiados de la reforma agraria o de los procesos de parcelación realizados por el Incora, quienes las vendieron a empresarios bananeros de Medellín y Bogotá” (Vargas, 2016, p. 44). Entre tanto crecía una masa de pobladores sin tierra, ni rural ni urbana, de indígenas cada vez más afectados por las colonizaciones y el despojo, y de campesinos, comerciantes y trabajadores medios que buscaban niveles de inserción económica y participación social (García, 1996). Este proceso también fue acompañado por invasiones de tierras de personas y familias pobres con fines productivos en el campo y de vivienda en la parte urbana. En el eje bananero, entre 1962 y 1984, se presentaron 19 “recuperaciones” de tierra en las que participaron 4.500 familias; invasiones que fueron respondidas por autoridades civiles y policiales con numerosas detenciones, desalojos violentos y, en algunos casos, asesinatos de líderes. 40
Para 1995 el conflicto por la tierra era evidente en el norte de Urabá, lo que fue aprovechado por el paramilitarismo para asentarse en la zona, como paso previo a su ingreso al eje bananero. “El origen del conflicto se encuentra en la tenencia de la tierra que está quedando en poder de un reducido grupo de hacendados, como ocurre en el municipio de Arboletes, donde de sus 71.200 hectáreas de superficie, más de 69.000 (97 %) pertenecen únicamente a cinco personas naturales” (Moncada, 2011, pp. 28). Con la construcción de la carretera al mar -inaugurada en 1947- y más adelante la instalación de la industria bananera, inició la pérdida y transformación de muchos territorios indígenas; los Embera Katío que vivían en la planicie a lo largo de la carretera se trasladaron hacia las partes altas de la Serranía de Abibe (Univalle, s.f.). En lo relativo a las organizaciones sociales, desde los años sesenta y setenta aparecieron algunos sindicatos como Sintagro, Sintrabanano y, en los setenta, comités de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) en varios municipios, además de las organizaciones indígenas autónomas en sus territorios. También surgieron en la región organizaciones políticas como el Partido Comunista Colombiano (PCC), el Partido Comunista de Colombia Marxista Leninista (PCC ML) y Movimiento Obrero Revolucionario de Colombia (MOIR), con incidencia en núcleos de trabajadores, sindicatos, asociaciones campesinas y organizaciones populares, alentando la conformación o fortalecimiento de dinámicas de reivindicación sindical, campesina, de cooperativas, ocupaciones de tierras y de sus propios proyectos políticos. En respuesta a la concentración de la tierra derivada de la implantación de la industria bananera, esas organizaciones políticas y sociales promovieron colectivos populares y campesinos con frecuencia apoyados y orientados por vertientes de izquierda, que impulsaron procesos de “recuperación de tierras” en los setenta y los ochenta, principalmente en el norte de Urabá, en una zona que comprende desde el norte de Turbo hasta Arboletes. Eran invasiones rurales y también en los cascos urbanos de los municipios. Una de las primeras invasiones registradas dio origen al actual barrio El Concejo, de Apartadó, en 1971, año de la primera huelga cívica regional. En 1978 el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR) organizó invasiones a las haciendas ganaderas (Buenos Aires y El Carmelo) en los municipios de San Pedro de Urabá y Arboletes. Ese tipo de estrategia también la utilizó el EPL que, cuatro años después, organizó varias invasiones al norte de Turbo. Más adelante, hacia 1982, surgió el Barrio Policarpa Salavarrieta, en Apartadó, a partir de una ocupación irregular por aproximadamente dos mil familias, organizada por el Partido Comunista Colombiano. (Ospina J. C., 2004) Sobre las recuperaciones de tierras había divergencias entre el EPL-PCML y las FARC-EP. El Partido Comunista (PC) no participó en las luchas que impulsaba la ANUC, a cambio, desarrolló un modelo autogestionario que buscó implementar en Bajirá acompañando procesos de colonización agraria, y organizó células clandestinas que sirvieron de base para 41
que se pudieran constituir las FARC en ese territorio. En tanto que el PCC-ML empezó a crear comités de recuperadores de tierra. “El PC siguió trabajando sindicatos agrarios y cooperativas, y adoptaron una política de rechazar las invasiones” (Suárez, 2007). Las guerrillas revolucionarias en Urabá Para Clara Inés Aramburo (2008) la desarticulación del Urabá del resto del país, la baja presencia del Estado en su rol de regulador de los conflictos y de ordenador de la vida social y política, la fuerte explotación de los trabajadores que contrastaba con las riquezas de la región, hicieron de Urabá una zona “de refugio y resistencia para desplazados de otras guerras y conflictos donde se formaron las guerrillas liberales de Camparrusia y de Juan José, que dieron origen al EPL y las FARC en la década de los sesenta. Los primeros hacia Córdoba y el Abibe y las segundas hacia el sur de la región, en Mutatá” (Aramburo, 2009). El Ejército Popular de Liberación (EPL) fue la expresión armada del PCC ML, guerrilla surgida entre los departamentos de Córdoba y Antioquia (Villarraga, 1994). Después de 1967 las primeras estructuras armadas del EPL arribaron a la región, procedentes de las cuencas altas de los ríos San Jorge y Sinú (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de octubre). El PCC ML no tenían vida jurídica legal pero sí una activa vida política (Ramírez, 1997; Agudelo, 2015). El EPL surge a partir de una militancia política entre el sur de Córdoba, norte de Antioquia y la región de Urabá, que se conecta con líderes campesinos históricos procedentes de la guerrilla liberal que dan lugar a un levantamiento campesino local en 1967. En sus orígenes (1967-1971), tuvo aspectos en común con las FARC, con la diferencia de que el EPL no pretendía ser una autodefensa campesina, sino que proclamaba un discurso de toma del poder y de alzamientos locales campesinos (toma armada de tierras), para convertirse en una guerrilla revolucionaria. El EPL tuvo bastante influencia campesina. Entre 1968 y 1971 el Ejército llegó a desestructurar casi a toda la organización tras múltiples operativos e intensos combates mediante dos campañas de cerco y aniquilamiento, de forma que esta guerrilla se reconstruiría en los años siguientes reconformando destacamentos en estas mismas regiones. (Entrevista a exintegrante del Comité Central del PCC ML, 2019, 14 de noviembre) Esa guerrilla, al igual que el PCC ML, surgió como un fraccionamiento nacional del Partido Comunista y al inicio tuvo una visión campesinista de la revolución, siguiendo el “modelo” propuesto por Mao Ze Dong. Luego rompieron con esa perspectiva y asumieron una propuesta insurreccional, combinada con elementos de la guerra popular prolongada, que los condujo a radicalizar las luchas sociales para “madurar” las condiciones para la revolución. (Entrevista a exintegrante del Comité Central del PCC ML, 2019, 14 de noviembre). Las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FARC, fueron una guerrilla que surgió en 1965 como expresión radicalizada de los mecanismos de autodefensa campesina que se gestaron en los departamentos del centro y sur del país, frente a la agresión militar del gobierno contra zonas agrarias que tenían protección de autodefensas campesinas. En 1966 tuvieron su 42
primera acción armada en los límites de Urabá y Córdoba. En los años sesenta contaban con cerca de trescientos efectivos (Ramírez, 1997). La estrategia de expansión, definida en la Segunda Conferencia que tuvo lugar en Sumapaz (1966), contemplaba que debían crecer lento, mantenerse como una guerrilla móvil, con capacidad de operar en varios departamentos, para lo cual requerían ser austeros y rápidos, para evadir la confrontación con las fuerzas oficiales (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de octubre). En 1982, en la VII Conferencia, esa guerrilla decidió extenderse y consolidarse en las zonas de producción más importantes, fortalecer su aparato militar e incursionar directa o a través de organizaciones afines o de simpatizantes, en las entidades territoriales del Estado. Para concretar su estrategia se planteó combinar las “diferentes formas de lucha” aunque le dio prioridad a la lucha armada. Desde ese periodo esta prioridad se mantendría con algunas pocas modificaciones. Su trabajo campesino estuvo asociado al inicio a construir organizaciones cooperativas de los colonos de las zonas en que se asentaban, y después en otras formas autogestionarias, en una especie de poder popular autárquico, más o menos copiado del construido en las zonas de autodefensas campesinas del sur del país.
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2. URABÁ 1960 A 1985: SURGIMIENTO DEL NEGOCIO BANANERO – ARRIBO DE LA UNITED FRUIT (CHIQUITA BRANDS)–, SE CONFIGURAN CONFLICTOS SOCIALES Y LABORALES, SURGE EL CONFLICTO ARMADO Estructuración del negocio bananero, sobrexplotación laboral y aparición de sindicatos del sector bananero Desde los inicios del siglo XX el consorcio alemán Albingia se estableció en Urabá (Agudelo, 2011), y recibió del gobierno 5.000 hectáreas (El Tiempo, 1998). Para entonces, la primera guerra mundial afectó el comercio internacional y con ello la exportación de banano a Estados Unidos. La United Fruit Company (UFC) comenzó en Urabá desde 1959 (Botero, 1990) y consolidó su presencia a partir de la venta de sus operaciones en el departamento del Magdalena en 1966. La empresa argumenta que los motivos que tuvo para trasladar su producción están relacionados con problemas que afrontó en el departamento del Magdalena: las enfermedades del banano, la amenaza constante de vientos que dañaban las matas y, lo que la empresa consideraba altas exigencias laborales de sus trabajadores. Otras versiones aseguran que las razones de ese cambio estuvieron relacionadas también con aprovechar mayor rentabilidad del negocio de comercialización frente a la producción del banano. La UFC decidió entonces vender todas las operaciones en el Magdalena a empresas locales y realizar contratos para comprarles la fruta y exportarla. Así, la explotación bananera en Urabá se inició en firme a finales de la década de los cincuenta, con la entrada de Frutera de Sevilla (subsidiaria de la United Fruit Company) que comenzó la producción y comercialización de la fruta (García, 2012). A partir de esa fecha empresarios de Antioquia y de otros lugares del país, siguiendo el ejemplo de la UFC, decidieron invertir en la producción de banano en la zona de Urabá, entregándole la fruta a esa multinacional para su exportación. Para promover la producción la misma multinacional otorgó créditos a emprendedores, entregó 690 dólares por hectárea para organizar el proceso productivo (Bonet, 2000). En 1962 la Frutera de Sevilla acordó con la Corporación Financiera de Desarrollo Industrial de Colombia lograr créditos de financiación destinados a la explotación de más de 10.000 hectáreas de terreno en cultivos de banano. En 1963 comenzó la asignación de los terrenos y la financiación de plantaciones para los empresarios nacionales, y en 1964 se realizaron los primeros embarques de exportación (Cortés, 2015). 7.541 racimos de banano constituyeron el primer embarque desde Urabá. Por su parte, los empresarios colombianos se encargaron del proceso productivo y de la gestión de las relaciones laborales al interior de las fincas (Botero, 1990). Vino así un período de gran auge de cultivos entre 1964 y 1968 (Agudelo, 2011).
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El negocio del banano, con excepción del año 1966 debido al huracán que azotó la región, resultó bueno durante los cinco primeros años. En 1964 se produjo banano en 6 mil hectáreas y se exportaron 611 mil cajas, y en 1969 las hectáreas de producción aumentaron a 18.950 y el número de cajas exportadas fue de 14 millones 249 mil. La comercializadora era la Frutera de Sevilla, y los productores se habían asociado en compañía de algunos ganaderos en Augura. Desde un comienzo Chiquita Brands organizó la exportación de la fruta a Estados Unidos y a Europa (Cortés, 2015). En su condición de monopolio de la comercialización, Chiquita impuso precios de compra a los demás productores de banano y obtuvo en esa operación grandes ganancias. Es así como desde el principio la relación entre Chiquita y los empresarios colombianos fue absolutamente desventajosa para los nacionales, (…) por cada dólar originado de la venta de banano en los mercados consumidores, el productor recibe apenas once centavos y los ochenta y nueve restantes son absorbidos por el transportador, importador y comercializador final del producto. (Mejía, 1986) Competencia a Chiquita en exportación del banano de Urabá Los empresarios cultivadores de banano se asociaron para competir con la UFC en su rol de comercializadora de la fruta, crearon en 1963 la Asociación de Bananeros de Colombia, AUGURA, en 1966 la Asociación de Bananeros de Urabá, UNIBAN (Agudelo, 2011), y más tarde, en 1970, la comercializadora Turbana Banana Corporation, la comercializadora Técnicas Baltime de Colombia TECBACO en 1986, subsidiaria de Standard Fruit Company. Luego, en 1980, escindido de Uniban, surgió BANACOL S.A. En 1969 Frutera Sevilla amenazó con suspender actividades en la zona bananera de Urabá lo cual acentuó la decisión de los cultivadores colombianos de contar con una alternativa del envío a Estados Unidos. Con el apoyo del Instituto de Fomento Industrial, IFI, construyeron barcazas para el transporte de la fruta de la ribera a los barcos fondeados en el golfo. En 1984 crearon la Promotora de Banano (PROBAN), cuando la Frutera de Sevilla cerró operaciones en Urabá (Bucheli, 1994). La producción de banano en Ecuador desde 1960 significó una baja en el precio que los cultivadores colombianos tendieron a compensar con una mayor producción, que llevó a Urabá al segundo lugar en la exportación agrícola de Colombia, detrás de la zona cafetera (Agudelo, 2011). Así, desde esa época se convirtió a la industria del banano en una dinamizadora de las exportaciones colombianas (Agudelo, 2011). Las condiciones laborales de los trabajadores bananeros en Urabá En los primeros años de la producción bananera las relaciones obrero empresariales fueron profundamente asimétricas. Las condiciones laborales de los obreros bananeros eran lamentables. El crecimiento de la producción obligó a organizar campamentos o tambos en 45
las mismas fincas, con condiciones de vivienda y posibilidades de vida familiar precarias, no había luz, agua potable, ni sanitarios. Los obreros no sabían que les tenían que pagar horas extras, no sabían que después de dos meses tenían derecho a indemnización por despido injusto, no sabían siquiera si había despidos justos o injustos, no sabían que un dominical se pagaba distinto a cualquier otro día, tampoco sabían que tenían el derecho legal a sindicalizarse (García, 1996, p. 105). Tenían que soportar jornadas de trabajo sin límite pues no se respetaban las ocho horas legales, “trabajaba 20 horas diarias” (Entrevista, 2019, 26 de septiembre; Agudelo y Jaramillo, 2015), eran “empleados sin contrato ni prestaciones”, dormían en “pocilgas en lugar de viviendas” (Las2orillas, 2013). Gerard Martín cita los siguientes fragmentos que dan cuenta de los problemas de salud de los trabajadores: Es el caso (en 1971) que el 25% de los trabajadores están resultando tuberculosos, y para colmo de males, el médico al examinarlos les señala el examen con unos puntos rojos y así el patrono no da trabajo al obrero. Cuando los trabajadores se enferman, los patronos, como primera medida, les dan una pastilla cualquiera. Si el caso es grave, con regaños lo manda donde el médico y este lo despacha con pastillas. Si el caso es de muerte, lo atienden y lo incapacitan, de lo contrario lo mandan a trabajar. En estas condiciones mueren centenares de obreros, sus mujeres, sus niños y ancianos. En Apartadó en 1970 murieron más de 400 personas y este año se acercan a las doscientas. (Martín, 1986) El Estado no ejercía su función garantista en lo relativo a derechos laborales. No había horario de trabajo, ni salario mínimo, al no haber horario no pagaban recargos, dominicales ni festivos. El incremento anual del salario era por debajo del aumento del salario mínimo definido por el gobierno. No se podía reclamar ante los patrones; los trabajadores que lo hacían eran suspendidos o atacados cuando se presentaban protestas laborales contra la arbitrariedad. Las agresiones comprometían a entes gubernamentales, estatales y a la fuerza pública (Bejarano et. al., 1997). Como reacción a esta situación extrema y como acción colectiva de protesta, algunos trabajadores hicieron ciertos sabotajes de los cultivos y de las instalaciones en las que se empacaba, que incluyeron cortar cables con los que conducía la fruta, chuzar los bananos cosechados, hasta llegar a incendiar plantaciones. Más adelante, ese escenario laboral de condiciones paupérrimas dio lugar a la formación de sindicatos en la zona (Madariaga, 2006). Surgimiento de los sindicatos bananeros en Urabá A la llegada de Chiquita Brands ya existían sindicatos de agricultores, braceros y oficios varios en Urabá. La colonización bananera dio lugar a una etapa de auge sindical, asociada al crecimiento de la industria bananera nacional y a la implementación de modelos obrero patronales que garantizaban la sobre explotación laboral.
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Con epicentro también en Urabá, el gremio obrero creó en 1964 el Sindicato de Trabajadores del Banano, Sintrabanano. De manera posterior, en 1967, surgió el Sindicato de los Trabajadores del Agro, Sintagro, en la empresa colombo-holandesa de Palma Africana Coldesa. Estos sindicatos fueron logrando resultados de las luchas reivindicativas, y desde 1976 se reconoce la marcada influencia que logran el PCC en Sintrabanano y el PCC ML en Sintagro (Verdad Abierta, 2014). Sindicatos cuya principal característica fue la organización por finca de los sindicatos de trabajadores bananeros. En 1960 el Partido Comunista de Colombia fundó el Sindicato de Colonos y Asalariados, y realizó “la primera gran asamblea convocada por el Partido en Apartadó, a la que asistieron 180 personas”. Según un informe secreto, a finales de 1962 células comunistas ya tenían influencia entre los trabajadores de empresas bananeras en Chigorodó, Dabeiba, Mutatá y Turbo. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) El primer cese de actividades organizado por ese sindicato se realizó en 1972, en una empresa que cultivaba palma africana, en la que intervino, por primera vez, el Ejército. La represión fue brutal, por lo cual el sindicato congeló sus actividades para proteger a sus integrantes. La consolidación de los sindicatos fue un proceso gradual que tuvo muchas dificultades por el clima de confrontación bélica entre la fuerza pública y las guerrillas insurgentes. Sumado a la estigmatización y al señalamiento sobre presuntos nexos entre las guerrillas y las organizaciones políticas de izquierda, organizaciones sindicales o sociales del ámbito popular. Sintrabanano fue creado en Turbo, como parte de la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia, CSTC, con reconocida influencia nacional del PCC (Gutiérrez y Vargas, 2016); esa influencia condujo a que algunos aseveren que existió una supuesta relación con las FARC. Mientras que Sintagro estaba asociado a la vertiente nacional del sindicalismo independiente y clasista, influenciado de forma importante por el PCC ML (Carroll, 2015), de hecho, por la influencia del PCC ML algunos consideraban que existió una supuesta relación con el EPL (Echandía, 2013). Tales señalamientos, estigmatizaciones y correlaciones en posiciones y discursos políticos ocasionaron amenazas, atentados y muertes de líderes sindicales y de organizaciones sociales, que se iniciaron desde los setenta y se acentuaron en los ochenta (Parra, 2012). Estos partidos políticos (PCC y PCC ML) predicaban una acción sindical auténtica, que reconocía el papel de esas organizaciones en la lucha gremial para mejorar las condiciones de trabajo. Sin embargo, también es cierto que de lado de la incidencia política del PCC ML el EPL consiguió un notorio arraigo entre sectores de trabajadores bananeros, porque desde la clandestinidad promovía un cambio en las condiciones de sobre explotación del trabajo 47
obrero. Ese arraigo permitió la creación de milicias locales en su apoyo. Si bien el PCC actuaba en la legalidad, en simultáneo las FARC desplegaron estrategias para ganar respaldo de los obreros bananeros y promover las Milicias Bolivarianas. Sólo parte de los líderes y de los trabajadores de ambos sindicatos eran integrantes de los partidos políticos y sólo algunos pocos trabajadores sindicalizados podrían tener algún tipo de relaciones con agrupaciones milicianas locales o con las guerrillas. A pesar de esa circunstancia excepcional, tales relaciones develan la complejidad y riesgos que implicaba la existencia paralela y las ocasionales sinergias o hasta convergencias entre formas de lucha social, sindical, política y armada que se desarrollaban en esta y en otras regiones. Tal circunstancia fue un tema que generó recurrente debate al interior de todas las organizaciones involucradas en estas dinámicas, por las posibles relaciones y riesgos de militarización de la lucha política, social y popular (Parra, 2012). Además, en Urabá hubo una alta represión estatal contra las organizaciones sindicales y populares como respuesta a su acción gremial reivindicativa, de manera que los sindicatos debieron actuar clandestinos durante casi la primera década de producción bananera. Desde finales de la década del setenta, Sintrabanano empezó a presentar pliegos de peticiones para negociar y pactar con los empleadores convenciones colectivas que mejoraran la remuneración y las condiciones de los trabajadores de las fincas bananeras (Carroll, 2015) (Parra, 2012). La reacción patronal pretendió desestimular la vinculación de los trabajadores a los sindicatos, de hecho, frente a la presentación de los pliegos de peticiones “la pauta general fue la de acudir en primera al despido” (García, 1996). En cuanto a Sindebras, sindicato de braceros, fue un sindicato gremial que también se conformó por esa época, utilizado como entidad contratista para eludir responsabilidades laborales por parte de las empresas bananeras y exportadoras. Durante varias décadas el embarque del banano se haría de manera artesanal, utilizando a trabajadores “braceros”, quienes de brazo en brazo pasaban las cajas de banano de los camiones ubicados en los puertos de Zungo y Nueva Colonia, a planchones ubicados en los canales construidos para llevarlos a alta mar, en donde debería hacerse un nuevo embarque a grandes buques marítimos, repitiendo el procedimiento. La contratación de la mano de obra para realizar los embarques se hacía mediante la figura del “contrato sindical”, que permitía que un sindicato pactara con las empresas, en este caso con las exportadoras de banano, la prestación del servicio de embarque, como si las organizaciones sindicales fueran contratistas, a la manera de outsourcing. El pago se hacía a destajo, pactando un precio por cada caja embarcada. El sindicato, a su vez, pagaba a cada obrero un valor por su participación en cada embarque y reservaba una suma de dinero para atender las necesidades de salud y educación y aportar a pensiones de los trabajadores que participaban en los embarques. Cada cierto tiempo se producían negociaciones de los “contratos sindicales” para actualizar los precios. Esa manera de contratar el embarque del banano condujo a que Sindebras se convirtiera en un tipo de “empresa”. 48
Expansión del negocio bananero En medio del aislamiento geográfico, la falta de sentido garantista del Estado como regulador de los conflictos sociales en general y de las condiciones labores en particular, y del escaso acceso a servicios públicos y el olvido de los derechos básicos de la población y, a pesar del agitado clima social y la presencia del conflicto armado, las empresas bananeras productoras y exportadoras mantuvieron márgenes favorables de rentabilidad. La producción y exportación bananera creció, podría decirse de manera exponencial, en Urabá desde los sesenta. En 1963 la producción y exportación de banano alcanzó una escala de agroindustria (Madariaga, 2006). Esta temprana etapa de explotación asumió la forma de “economía de enclave”, sin mayor regulación por parte del Estado y sin que su existencia conllevara a un desarrollo social de las comunidades en las cuales se ubican las fincas bananeras, lo cual llevó a que se intensificara una serie de conflictos sociales (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006). Esta modalidad económica se caracteriza por ser “extractiva, (y) que deja muy poco en materia de desarrollo” según lo señaló Antonio Sanguino en entrevista del 10 de septiembre de 2007 (Wills, 2008). El crecimiento de la exportación de banano fue notoriamente acelerado (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2011, 16 de diciembre). Las exportaciones de banano provenientes de esta región permitieron, para el año 1965, la diversificación de mercados. El 51% de la fruta viajó con destino a Alemania, el 35% a Países Bajos, el 10% a Suecia y el 3% a Italia. Esa diversidad permitió una mayor autonomía de los productores en la comercialización de la ruta. (Agudelo, 2011)
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3. HISTORIA DE LA UNITED FRUIT (CHIQUITA BRANDS), UNO DE LOS ACTORES EN LA SOMBRA DEL CONFLICTO ARMADO EN URABÁ Antecedente histórico de Chiquita Brands (Wills, 2008) Desde 1860 en las Islas de la Bahía en Centroamérica ya se comercializaba banano con destino a Nueva Orleans. Por la rentabilidad, varias plantaciones de banano empezaron a sembrarse en la zona costera del litoral norte de Honduras. Se cultivó en una amplia zona que comprendía de oeste a este una zona entre el río Ulúa hasta el río Cuero y de norte a sur del litoral 5 kilómetros hacia el interior. El cultivo de banano, en Honduras, desde el principio estuvo asociado a la construcción del ferrocarril, cuyo paso valorizaba los predios de los propietarios, con frecuencia también mandatarios locales (Medina, 1994). El rol de la United Fruit Company, empresa multinacional del banano, madre de Chiquita Brands, en el negocio bananero fue fundamental desde sus inicios, evidenciando gran iniciativa y visión de los negocios. Según un documento del Banco de la República: “La Compañía se fundó en junio de 1870 cuando por azar el capitán Baker compró banano verde, y luego lo vendió en Nueva York, obteniendo mucha ganancia” (Agudelo, 2011). Para entonces, el banano era casi desconocido en Estados Unidos y rápido se convirtió en un producto de consumo masivo. Treinta años después se consumían en ese país más de 18 millones de racimos. También fue revolucionario cómo United Fruit creó su propio mercado de bananos y al mismo tiempo creó canales de distribución hasta llegar al consumidor. En 1890 nadie en Estados Unidos sabía lo que era un banano; en 1914, lo sabían en todas las ciudades grandes estadounidenses (Deutsche Welle, 2018). Para 1885 Baker creó, en territorio de los Estados Unidos, una red de distribución de banano, en asocio con el vendedor de la fruta Andrew Preston y con otros aliados, quienes diez años más tarde se habían convertido en millonarios norteamericanos. El grupo fundador se completó con Minor C. Keith, quien había viajado en 1881 desde Brooklyn en Nueva York hasta Centroamérica para construir ferrocarriles4 y había empezado sembrando banano, a lado y lado de la vía del tren, para alimentar a sus trabajadores (Ecured, 2019, 23 de agosto). El origen formal de la compañía United Fruit se produjo en 1899 al unirse las empresas Boston Fruit Company, de propiedad del capitán de barco Lorenzo Baker, con Andrew Preston y con la compañía bananera que tenía Minor C. Keith, que incluía a la Tropical Trading and Transport Company, Ltd., la Colombia Land Company, Ltd., y la Snyder Banana Company. La nueva compañía era propietaria de 112 millas de ferrocarriles, 212.394 acres de tierra, de las cuales 61.263 estaban en producción, un capital de $11.230.000 que, para 1930, ascendía a $215.000.000. Compró tierras en Santo Domingo, Honduras, Guatemala, Panamá y Cuba y extensiones adicionales en Nicaragua, Jamaica y Colombia (Sinaltrainal, s.f.), y comenzaron a invertir en Centroamérica, cuyos gobiernos estaban interesados en entregar tierras en concesiones para la inversión extranjera, constituyéndose rápido en un monopolio de producción y comercialización de banano.
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El ferrocarril más importante de Keith fue la línea de cuarenta kilómetros entre San José de Costa Rica y el puerto de Limón.
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Hacia 1910 el corto monopolio de la United Fruit fue amenazado por la compañía HubbardZemurray Fruit Company (o Cuyamel) de propiedad del judío-ruso Samuel Zemurray, que, junto con el gobierno norteamericano, ayudó en Honduras al derrocamiento del presidente Miguel Dávila por parte de Manuel Bonilla, que se convertiría en presidente, y quien en 1911 le aseguró a Zemurray la primera concesión de tierras por noventa y nueve años, e impuestos reducidos. Zemurray, conocido como The Banana Man, comenzó a volverse un competidor molesto para la United Fruit. En noviembre de 1929 Hubbard-Zemurray Fruit Company realizaron una fusión (Kepner, 1935), en la cual United Fruit se haría cargo de su empresa Cuyamel y Zemurray recibiría acciones de la United Fruit Company por valor de 30 millones de dólares estadounidenses. Eso lo convirtió en uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, y en el accionista más importante de United Fruit. En 1933 Zemurray destituyó a la junta directiva y asumió la dirección de la empresa, convirtiéndose en el rey indiscutible del negocio del banano (Deutsche Welle, 2018). A finales del siglo XIX y principios del siglo XX otros gobiernos centro y suramericanos le otorgaron grandes concesiones de tierras y dispensas onerosas de impuestos, en contra incluso de los intereses económicos, sociales y políticos de cada uno de los países donde se asentaban. Esas ventajas le permitieron a la United Fruit desarrollar sus actividades de producción de banano en Colombia, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua y Panamá y obtener grandes ganancias (Brundgart, s.f.). Esta empresa veía a estos países como “territorio propio, como una extensión natural de su mercado. Para la United Fruit Company, son una extensión ininterrumpida que sirve para el cultivo del plátano” (Deutsche Welle, 2018). En Panamá y Costa Rica la United expulsó a campesinos indígenas, privándolos de sus derechos de propiedad, llevando a la ruina a los pequeños plantadores que no querían renunciar a sus plantaciones de banano y poco a poco se apropió de cientos de miles de hectáreas del mejor suelo de América Central. Así se expandió el imperio del banano, a costa de países que querían lograr su progreso, pero eran insolventes, estaban endeudados y tenían sectores de la élite local funcionales al interés de la multinacional sin consideración del interés nacional ni de los habitantes de los territorios afectados. Estas circunstancias fueron aprovechadas por la “Compañía” para lograr que los países productores se unieran poco a poco a United Fruit, haciéndose dependientes de las dinámicas económicas generadas por la empresa. Aunque esta no pagara prácticamente ningún impuesto a esos países. United Fruit gozaba de enormes privilegios fiscales, como casi todas las empresas occidentales en América y Asia. United Fruit tenía la sartén por el mango porque eran dueños de la técnica y del capital, que era lo que buscaban estos países, y el precio de esto eran impuestos más bajos (Deutsche Welle, 2018). La llegada de United Fruit a Colombia
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Estructuración del negocio bananero en el departamento del Magdalena. Sobre explotación laboral Desde su fundación, en 1889, la United Fruit llegó a Colombia, con el nombre de Frutera de Sevilla, tomando para su denominación el nombre de un asentamiento cercano a Prado Sevilla, en el departamento del Magdalena. A finales del siglo XIX, en los alrededores de Ciénaga (Magdalena), la United Fruit Company estableció un enclave económico caracterizado por el control casi plenamente monopólico de la producción, comercialización y transporte de la fruta (Botero, 1988). Para asegurar su negocio construyó vías terrestres y un ferrocarril para el trasporte de la fruta desde la plantación hasta el puerto de Santa Marta. (Agudelo, 2011) La mayoría de los trabajadores de las plantaciones eran vinculados de forma indirecta por medio de contratistas. Por ello nunca se pudo precisar su número exacto, pero se habla de una cifra que oscilaba entre 10.000 y 30.000 (Sinatrainal, s.f.). José Manuel González Bermúdez, un empresario colombiano, inició los cultivos de banano en el Magdalena desde el año 1885, con semillas de la variedad Gross Michel traídas de Panamá, aprovechando que en la zona se contaba con lo necesario, es decir, tierras planas y abundante agua. En 1889 exportó a New York la primera fruta disponible, con grandes contratiempos por el transporte marítimo inadecuado, que causó que el banano llegara dañado. A pesar de la iniciativa empresarial local en el cultivo y exportación de banano, la producción a gran escala sólo se presentó cuando llegaron las empresas extranjeras. En 1892 la empresa de Minor Keith, Colombian Land Company, compró tierras en la zona para destinarlas al cultivo bananero. Más tarde, la Colombian Land Company haría parte de la United Fruit Company, empresa que llegó a tener 41 plantaciones, en sesenta mil hectáreas, logrando un control total sobre las actividades de la zona bananera. Para ello desplegó diversos mecanismos: (i) el acaparamiento de tierras, (ii) prácticas sistemáticas de soborno y corrupción para controlar gobiernos, y (iii) condiciones cuasi esclavistas de trabajo. Los trabajadores laboraban en precarias condiciones, sin protección social, ni alternativa diferente de trabajo en la zona (El Tiempo, 1991d). La United Fruit Company (UFC) además tenía el monopolio de la construcción del ferrocarril, pero en Colombia el negocio no pudo comenzar de inmediato ya que ese mismo año estalló la Guerra de los Mil Días (1899-1901). El presidente de la República Rafael Reyes (1904-1909), general triunfante por el Partido Conservador en la guerra, le dio incentivos económicos a la empresa para invertir, concediéndole exención de impuestos a la producción y exportación del banano, dispensa que se mantendría hasta 1929; y le otorgó una concesión de tierras hasta 1911. El negocio del banano, después de la Guerra de los Mil Días, ayudó a
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la recuperación económica de la región de Santa Marta, sin que ello significara generar bienestar para las comunidades. La compañía explotó la industria del banano en los territorios del departamento de Magdalena, cuyos poblados han sido eternizados por la literatura, entre ellos Aracataca, Orihueca, Sevilla y Fundación, una zona cercana y con acceso al puerto marítimo y fluvial de Barranquilla. La United Fruit adquirió en Aracataca las haciendas Santa Ana y Santísima Trinidad que, en 1920, sumaban 13.078 hectáreas (Agudelo, 2011). La United llegó a disponer de la voluntad de las autoridades locales y de una gran influencia en las nacionales. En fin, como se inmortalizó en Cien años de soledad: “Remedios, la bella, fue la única que permaneció inmune a la peste del banano” (El Tiempo, 1991d). Mapa 3. Ubicación de la zona bananera del Magdalena
Fuente: Meisel (2004).
La United Fruit exporta banano desde Centroamérica y Colombia A principios del siglo XX la United dio comienzo a las exportaciones de banano a Europa y a Estados Unidos. Para 1910, la gran flota blanca de la United desembarcaba en Inglaterra su primer cargamento, iniciándose así el canje de fruta por barcos. Minor C. Keith construyó líneas férreas que unieron a México con El Salvador y con los océanos Pacífico y Atlántico. Se creaba así una empresa que sumaría la economía y la política a una escala geográfica que integraba el mar Caribe con el enorme mercado de Estados Unidos e Inglaterra. A nivel mundial, en 1910, la United controlaba el 77% del mercado de banano. Siguiendo el modelo de monopolio global del titán empresarial de la época, la Standard Oil de New Jersey. (Agudelo, 2011) 53
En la década de 1920 la inflación de precios redujo el margen de ganancia de los empresarios colombianos que, en ocasiones, se compensaba con un mayor pedido de la United. Esta aseguraba en tanto la lealtad de las grandes familias de la región –Dávila, Goenaga, Campo, Serrano, Díaz Granados, Salcedo, Ramón–, que disponían de grandes extensiones de tierra y de capital para proveer a la compañía de banano, contando con la compra de sus cosechas por una sola firma. De estas familias salía la clase dirigente que controlaba la región y los representantes y senadores del departamento de Magdalena. Estas grandes familias concentraban el crédito, las tierras y los capitales, lo que estimuló la antipatía de pequeños y medianos propietarios de tierras que no podían expandir sus cultivos de banano. (Agudelo, 2011) Constituida como un verdadero “enclave agrícola” de la mano de la UFC, la zona bananera de Magdalena fue convertida en el más productivo campo de actividad agrícola de Colombia (Viloria, 2009). Las familias Campo Serrano, Díaz Granados, Dávila, Goenaga, Riascos, Salcedo Ramón, Noguera, Vengoechea y Correa eran las beneficiarias directas de los créditos de la compañía bananera, y además ocupaban altos cargos administrativos dentro de ella (Meisel, 2004; Viloria, 2009). Para 1928 empresarios nacionales y extranjeros tenían cultivadas más de 31 mil hectáreas de banano, distribuidas en unas 380 haciendas (Viloria, 2009), lo que significaba que la UFC ejercía un verdadero modelo monopólico y concentrador de tierras, capaz de determinar el mismo ordenamiento territorial de la subregión: - adecuó vías terrestres, el ferrocarril y el puerto de embarque; - distribuyó a su antojo los sistemas de irrigación de cultivos usando los caudalosos ríos, acequias y canales; - concentró la producción y comercialización del banano usando su Gran Flota Blanca. Su poder fue de tal magnitud que llegó a administrar el uso del telégrafo, el matadero municipal y la fabricación de cemento y de hielo (Viloria, 2009). En estos años, la UFC se consolidó como la empresa bananera más importante del mundo, controlando el 80 % de las exportaciones de la fruta. En Colombia aplicó el mismo modelo de inversión que estaba ejecutando en países como Costa Rica, Guatemala, Honduras, Jamaica, Panamá y las Islas Canarias (Meisel, 2004). Para 1928 cincuenta mil personas vivían en la zona cruzada por el ferrocarril y treinta mil trabajaban para la industria del banano que, para esa fecha, contaba con trabajadores procedentes de otras partes del país. Ello significó una mayor demanda de alimentos, por lo cual desde 1916 la United estableció un sistema de comisariatos donde vendía artículos que importaba en sus buques, evitando así el retorno con sus bodegas vacías. Los trabajadores adquirían las mercancías con los cupones que pagaba la compañía por su labor. Este asunto generó animadversión de comerciantes y tenderos hacia la United (Agudelo, 2011),
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evidenciando el interés de una economía de “enclave” cuyos beneficios se concentraban en la empresa multinacional. La producción para la exportación atrajo a personas a la cabecera urbana del municipio de Ciénaga, relegó a Santa Marta, que hasta ese periodo había sido la ciudad más importante de la zona. Además, en las plantaciones se fueron instalando comunidades campesinas no asalariadas, que iniciaron vidas colectivas independientes a lo largo de toda la subregión, cultivando yuca, plátano, maíz, arroz, caña de azúcar y tabaco. La producción de estos campesinos llegó a abastecer a la subregión y a las ciudades más cercanas como Barranquilla y Santa Marta (Agudelo, 2011). Para finales de esa década el banano significaba para el Magdalena el 95 % de sus exportaciones, pero a nivel nacional sólo representaba el 7 %. Entonces, la mano de obra escaseaba y los salarios se habían estancado alrededor de un dólar. Entonces los trabajadores bananeros comenzaron a organizarse y dirigentes locales, representantes de propietarios de plantaciones, pidieron al gobierno nacional que se impusiera algún impuesto a la exportación del banano y se nacionalizaran los ferrocarriles de la compañía (Agudelo, 2011). Gráfica 1. Participación porcentual del banano dentro de las exportaciones totales, 1905-1950
Fuente: elaboración propia con datos de Urrutia, M., Posada, C., Pontón, A. y Martínez, O. (1999).
También desde esta época, el proceso de expansión de la United Fruit Company generó conflictos con campesinos que de manera progresiva eran desposeídos de sus tierras y perdían posibilidades productivas, así como con trabajadores de las plantaciones bananeras que reclamaban mejores condiciones laborales y que realizaron huelgas como mecanismos de presión. No sólo había precarias condiciones laborales al interior de las plantaciones, también acceso restringido al agua y disputa por la posesión de la tierra que llevó a los campesinos a desplazarse al interior del departamento o someterse como asalariados en las plantaciones (LeGrand, 1983). De hecho, desde esta época se registra el uso de la intimidación realizada por grupos de seguridad privados que hacían parte de la multinacional, que dio lugar al desplazamiento de campesinos:
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Un agente de la Compañía solía informar a los grupos de colonos que la tierra en que estaban establecidos era de propiedad privada y que, si no se retiraban pacíficamente, serían expulsados. Si los campesinos mostraban signos de resistencia, se hacía uso de la fuerza; los colonos eran expulsados por las autoridades locales, sus viviendas arrasadas por el fuego, sus representantes encarcelados y sus cosechas devoradas por el ganado. (LeGrand, 1983) Este modelo ocasionó i) la profundización de las contradicciones sociales, ii) la elevación de los niveles de miseria, descontento y desigualdad tanto de trabajadores como de campesinos sembradores, y iii) la maduración de expresiones de acción colectiva de las personas afectadas, hasta confluir en una gran huelga de las bananeras5, a la que se habían sumado militantes de diversas expresiones de raigambre comunista y socialista, y que culminó con la muy conocida masacre de las bananeras6. La huelga bananera de 1928, respuesta a la sobreexplotación laboral En medio de este ambiente de inconformismo y falta de diálogo entre las partes, el 12 de noviembre de 1928 se declaró la huelga de los obreros bananeros de la zona organizada por el Partido Socialista Revolucionario (PSR), representado en la región por el líder Raúl Eduardo Mahecha, con participación de 25.000 obreros bananeros (Agudelo, 2011). La demanda laboral pretendía el cumplimiento de la legislación laboral: pago de seguro colectivo, pagos por incapacidades relacionadas con el trabajo, los domingos como día no laboral, vivienda, instalaciones hospitalarias adecuadas, aumentos salariales, contratos colectivos, abolir el pago de salarios en vales redimibles en las tiendas de la compañía y acabar con los comisariatos (Brungard, s.f.). La huelga paralizó las labores de la United, y los trabajadores cesantes llegaron de manera masiva a la estación del ferrocarril de Ciénaga y paralizaron la operación en la región del Magdalena. Los trabajadores elevaron un petitorio que no fue atendido por el gerente de la empresa, alegando falta de legalidad de los representantes obreros. En las peticiones había puntos como la declaratoria de contrato colectivo entre los trabajadores del banano y la empresa, la cesación de pagos en vales a los obreros y el fin de los economatos donde la United obligaba a comprar a los obreros. (Agudelo, 2011) La huelga concluyó con la declaratoria de estado de sitio por parte del Gobierno nacional, ordenando a la fuerza pública “que con las prevenciones legales dé estricto cumplimiento a ese decreto, disparando sobre la multitud si fuere el caso” (López de Mesa, 1985). El 6 de diciembre de 1928 en el municipio de Ciénaga el Ejército colombiano al mando del general Carlos Cortés Vargas7, designado al momento “jefe civil y militar de la zona” por el 5
Viloria señala que durante el período de huelga los trabajadores incendiaron cuarenta plantaciones de banano, nueve comisariatos, dos oficinas de ferrocarril y derribaron 35.000 metros del telégrafo, y estima que las pérdidas materiales ascendieron a US$1.250.000, distribuidos entre la UFC, la empresa del ferrocarril y los agricultores nacionales. Ver Viloria de la Hoz, Joaquín (2014), Empresarios del Caribe colombiano: historia económica y empresarial del Magdalena Grande y el Bajo Magdalena, 1870 – 1930. Bogotá. Banco de la República. 6 LeGrand (1983) calcula que participaron en la huelga unas vinticinco mil personas que durante tres semanas detuvieron las operaciones de la United Fruit Company hasta la masacre de trabajadores ejecutada por el Ejército Nacional el 6 de diciembre de 1928. 7 Después retirado del servicio y vuelto a incorporar para luchar en la guerra contra el Perú en 1932.
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presidente Miguel Abadía, disparó contra la multitud de trabajadores congregados en la plaza del municipio y mató un número indeterminado de personas que algunas fuentes estiman en cerca de un centenar y otras de varios centenares o hasta sobrepasando el millar (Agudelo, 2011). Para el gobierno conservador la huelga fue vista como el inicio de una insurrección general, latente desde la derrota liberal en la guerra de los 1.000 días. La poca receptividad de la empresa a los pedidos de los obreros que habían organizado el inmenso paro, desembocó en el plan de los líderes obreros de marchar desde Ciénaga, centro de la protesta, hasta Santa Marta. En respuesta el gobierno de Miguel Abadía Méndez envió tropas al mando del general Carlos Cortés Vargas que detuvieron la marcha. (Agudelo, 2011) Un horror sepia se levantó para aplacar a sangre y fuego un clamor. La Masacre de las Bananeras evidenció que el capital podía imponerse por encima de cualquier consideración y dejó claro el relevante poder de la United en la región. Constató que el poder estaba instaurado para cuidar a esa multinacional a cualquier costo, así lo separaran mil kilómetros de la casa de gobierno en Bogotá. La Masacre de las Bananeras desprestigió al Gobierno nacional de la época y la United redujo en dos terceras partes la extensión de sus cultivos de banano, causando notorio desempleo. El entonces congresista Jorge Eliécer Gaitán, de posición progresista avanzada, desarrolló un fuerte debate de control político en el Congreso, cuestionando la responsabilidad del Gobierno nacional, del Ejército y de la multinacional bananera sobre las circunstancias que dieron lugar a la masacre. Así, los siguientes años fueron de crisis para la economía bananera agudizada a su vez por la crisis económica de 1929, con palpables efectos en la región y en el país, tales como el cierre de algunos corredores de transporte en el Caribe. Esta situación llevó a la UFC a justificar reducir al mínimo la producción de banano, despedir gran cantidad de trabajadores y recortar sus contratos (LeGrand, 1988). Numerosos campesinos sin tierra que se encontraron sin salario o con salario recortado invadieron de nuevo las tierras en desuso y generaron un fenómeno social de connotaciones regionales (Bucheli, 2005). El impacto de la Segunda Guerra Mundial en la actividad empresarial de la United En 1943 los cultivos de la United en el departamento del Magdalena, que alcanzaban un área de 23.467 hectáreas, decayeron por la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, lo que significó disponer de toda la flota comercial para movilizar tropas y logística a Europa y el Pacífico. Por ello, la United abandonó la zona bananera a finales de esa década (Agudelo, 2011). Al finalizar la guerra, Estados Unidos adquirió el estatus de potencia, pues había quedado con las dos terceras partes de la plataforma industrial y el setenta por ciento de la riqueza global, lo que le llevó a una era de crecimiento económico y a perfilarse como principal imperio financiero, industrial y comercial (Hobsbawm, 2003). Después de la Segunda Guerra Mundial se observó un cambio en las condiciones socioeconómicas que afectaban las exorbitantes ganancias de la UFC. Hubo un incremento 57
en la actividad sindical en Centro y Suramérica, mayores impuestos a las exportaciones, manifestaciones de nacionalismo creciente, competencia de productores locales en especial en Ecuador y una transformación tecnológica que hizo que la integración vertical fuera ahora menos importante. Desde 1954 la empresa se vio envuelta en actividades criticables: en todas sus plantaciones la United Fruit Company había creado un mundo cerrado, en el que regían exclusivamente las leyes de la empresa. Era un mundo con barreras, integrado por supervisores blancos graduados en universidades de élite de la costa este de Estados Unidos y capataces blancos del sur de ese país, que traían consigo la mentalidad de los tratantes de esclavos. La plantación de bananos se convirtió en algo así como su feudo. Un enclave estadounidense en el trópico. Pero, a pesar del control total a los trabajadores, las demandas laborales crecieron. Una semana de 6 días laborales, un horario de trabajo de 8 horas, seguro de desempleo y pago de los salarios en dinero efectivo. “En bananalandia aumentaba la ira y fue cuando se dio lugar a los fuerte y violentos paros” (Deutsche Welle, 2018). Adicional, el propio gobierno de Estados Unidos acusó a la empresa de prácticas monopólicas, por lo que pasó de manera lenta a convertirse en comercializadora más que en productora (Wills, 2008). Luego de la Segunda Guerra Mundial se entró en una etapa de reconstrucción, crecimiento y establecimiento de nuevos mercados para los “plátanos” de la United Fruit Company. Para la conquista de esos mercados Zemurray encontró al hombre indicado, un pionero en el oficio de las relaciones públicas y la publicidad: Edward L. Bernays, quien tenía el talento de moldear la realidad de acuerdo con los deseos de sus clientes. En los años veinte Edward Bernays había logrado que los estadounidenses fumaran, diciéndoles que los cigarrillos eran la antorcha de la libertad, la expresión de su emancipación. En ese momento, trabajaba para la American Tabaco Company (Deutsche Welle, 2018). En su libro Propaganda (1928) había escrito esta frase profética por la que, en cierto modo, pasaría a la posteridad: La consciente e inteligente manipulación de los hábitos organizados y las opiniones de las masas es un elemento importante de la sociedad democrática. Quienes manipulan este desconocido mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder en nuestro país. (Vargas Llosa, 2019) Edward Bernays logró que el banano encarnara el sueño americano (Deutsche Welle, 2018). Primer regreso a Colombia de la United Fruit En 1947, terminada la Segunda Guerra Mundial, y en desarrollo de una alianza con las familias Dávila y Vives, se dio forma a la Federación de Productores de Banano del Magdalena y la UFC retornó a Colombia con el nombre de Frutera de Sevilla. De nuevo concentró su esfuerzo en la siembra de banano en el departamento del Magdalena, zona rural cercana a Santa Marta. La empresa encontró un movimiento laboral fortalecido en la zona de operación, consecuencia de la llamada República Liberal (1930-1945), que significó el reconocimiento 58
de derechos laborales y la existencia legal de sindicatos y sus asociaciones y confederaciones. En este nuevo contexto, durante los años cincuenta y sesenta, no obstante la existencia de intensos y violentos conflictos internos de distinto orden, los trabajadores lograron obtener que la compañía aceptara satisfacer algunas de sus demandas y mejoraron un poco sus condiciones laborales (Wills, 2008). El área de sembradío de banano se recuperó muy lento, dado que, por un lado, aparecieron en los años cincuenta las plagas denominadas la Enfermedad de Panamá y la Sigatoka Negra, que afectaban el cultivo de banano. Y, de otro lado, por el riesgo de que se concretara la repartición de tierras iniciada en algún grado en 1960 por el gobierno de Alberto Lleras Camargo, como estrategia en busca de superar la violencia partidista (Agudelo, 2011). Entrados los años sesenta hubo un aumento notable del área cultivada de banano en la zona de Ciénaga y se inició el área de cultivo bananero en la zona del Golfo de Urabá (Agudelo, 2011). Hacia 1965 la producción bananera ecuatoriana relegó de forma significativa a la colombiana (Bucheli, 2005), mientras que la alianza Vives-Dávila se dividió. Asimismo, diversos fenómenos meteorológicos adversos y la propagación de la sigatoka afectaron sensiblemente la producción de banano en el Magdalena, y la Frutera de Sevilla decidió desplazar su área de producción al Urabá antioqueño, lo que generó una nueva crisis en la economía regional (Viloria, 2009) con nuevas dinámicas de desempleo, migraciones internas y subutilización del suelo (Bucheli, 2005). Desde ese momento la producción de banano se desplazó al Urabá antioqueño, hasta la década de los noventa, cuando esta empresa multinacional regresó a producir y comercializar banano en el departamento del Magdalena. Empieza la producción bananera en Urabá. Llegada de Chiquita Brands Las primeras plantaciones de banano impulsadas por esta multinacional en Urabá aparecieron en 1959, bajo el nombre de Frutera de Sevilla y se localizaron en el municipio de Turbo, generando un lucrativo negocio “de la noche a la mañana” (Barbosa, 2015), que para 1966 exportaba a Europa entre 30.000 y 70.000 racimos semanales (Parsons, 1980). (…) los trabajadores vivían en los campamentos de la compañía. Los que tenían familia tenían unos tugurios ahí, sin servicios públicos, con agua de pozo, y el agua de lluvia cuando la cogían, estaba contaminada por la avioneta que pasaba fumigando las plantaciones. Los trabajadores que allá se denominan machos solos (los que no tienen compañera), dormían en las empacadoras y en las bodegas donde se elaboraba el cartón para empacar. (Ospina, 2004) Censurables acciones de la United Fruit y su injerencia en varios países Intervención en Honduras En estos años, cuando la Compañía decidió reducir su producción en el Magdalena, fortaleció su negocio bananero en Honduras, país centroamericano donde la mano de obra era más barata y las plantaciones estaban más cerca del mercado norteamericano. Así, la llanura costera del atlántico hondureño fue acaparada por inversionistas estadounidenses y europeos 59
para aumentar el cultivo del banano. Se asentaron desde el río Motagua en el municipio de Omoa, departamento de Cortés, al oeste del litoral, hasta el valle de Sico, municipio de Iriona, departamento de Colón, al este del Valle del Aguán. Honduras perdió parte del territorio nacional de las vegas del río Motagua en una disputa con Guatemala, provocada por la United Fruit Co., y fallada en Washington en 1931 contra ese país (Medina, 1994). En 1970 la UFC se unió a AMK-John Morell, una empacadora de carne, y pasó a llamarse United Brands. En este tiempo la compañía se dedicó también a promover la marca Chiquita en sus frutas. Para la década de los setenta la United Brands se vio envuelta en escándalos de sobornos que condujeron en 1975 a que el presidente de la compañía Elí Black se suicidara, lanzándose desde el último piso del edificio de la compañía en Cincinnati (El Espectador, 2010). Por un lado, la compañía realizó un pago ilegal al gobierno hondureño para obtener reducciones en el impuesto, que se pactó por la Unión de Países Exportadores de Banano (UPEB), 1.25 millones de dólares, que involucró falsificaciones de los libros contables, tal como lo refiere McCann (Brundgart, s.f.). Y, de otra parte, se encontró que la empresa había pagado 750.000 dólares en sobornos en Italia, destinados a obtener oportunidades favorables en Europa. Intervención en Guatemala En 1954 la United Fruit en cabeza del jefe de relaciones públicas Edward Bernays apoyó al gobierno de Estados Unidos para el derrocamiento de Jacobo Árbenz, cuyo gobierno democrático se había propuesto expropiar 200 mil hectáreas, incluidas tierras sin usar de la bananera (Wills, 2008), y brindaba apoyo a los trabajadores bananeros en el trámite de sus reivindicaciones para mejorar las condiciones laborales. La intervención de la multinacional se tradujo en el préstamo de sus barcos para el transporte de armamento y soldados hasta Guatemala, para su invasión por los estadunidenses. Al presidente Árbenz se le acusaba de comunista, a pesar de que sus propuestas sólo buscaban modernizar la economía del país desde el interés nacional y hacer reformas para beneficio de la población. (…) en los casi ocho meses que llevaba el embajador Peurifoy en Guatemala, el presidente Árbenz intentó explicarle la verdadera situación del país. Le insistía en que las reformas emprendidas por su gobierno, incluida la agraria, sólo pretendían convertir a Guatemala en una democracia moderna y capitalista, como lo eran Estados Unidos y las demás naciones occidentales. (…) Si el gobierno quería cobrar impuestos a la United Fruit, igual que a todos los agricultores guatemaltecos, era para poder llenar el país de escuelas, carreteras, puentes, pagar mejor a los maestros, atraer funcionarios competentes y financiar una obra pública que sacara a las comunidades indígenas, la inmensa mayoría de los tres millones de guatemaltecos, de su aislamiento y pobreza. (Vargas Llosa, 2019) El presidente animaba al embajador a que, en lugar de reunirse tanto con los militares exhortándolos a dar un golpe contra su gobierno, recorriera el país y viera con sus propios ojos cómo medio millón de indios habían recibido por fin tierras que iban a 60
hacer de ellos propietarios (…) que prosperarían y convertirían a Guatemala en una sociedad sin hambre, sin explotadores, sin pobres, según el modelo de los Estados Unidos —el diplomático escuchaba impertérrito estos detalles—. (Vargas Llosa, 2019) —¿Usted cree justo, embajador, que la Frutera no haya pagado en toda su historia de más de medio siglo en Guatemala ni un solo centavo de impuestos? (…) Sí, óigalo bien: nunca en su historia. Ni un centavo. Es verdad, ella sobornaba a los dictadorzuelos, Estrada Cabrera, Ubico, que firmaban esos contratos exonerándola de pagar impuestos. Y como ahora ella no puede sobornarme a mí, debe pagarlos, como lo hacen todas las empresas en Estados Unidos y en todas las democracias occidentales (…). (Vargas Llosa, 2019) Al final el gobierno democrático fue depuesto en un golpe de Estado y el nuevo gobierno se puso al servicio de la transnacional. Explosión de conflictos sociales en Urabá. Actuación de Chiquita Brands Durante la década de los setenta Chiquita Brands fue testigo en Urabá de un proceso que condujo a que se exacerbaran los conflictos sociales y que la violencia armada se agitara en la zona. Muchas de las reivindicaciones sociales se exigieron a través de acciones de fuerza, dado que, según sus protagonistas, no existían vías institucionales para hacerlo y la respuesta oficial estaba signada por la arbitrariedad. En este periodo se presentaron muchas invasiones urbanas. Entre 1971 y 1982 en Apartadó se produjeron dos grandes invasiones de predios urbanos, que darían lugar a dos barrios, más tarde denominados El Consejo y Policarpa Salavarrieta (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Mario Agudelo, exalcalde de Apartadó y exdiputado de Antioquia, explicó: En un año y medio logramos invadir más de mil hectáreas de tierra en el Eje Bananero, que manejan pequeños productores de plátano. Después vendrían otras invasiones, ya de carácter urbano, en las que participó tanto el EPL como el PC-ML. Entre ellas está La Chinita, la más grande de todas. (Verdad Abierta, 2012b) El barrio Policarpa Salavarrieta tuvo su origen en una invasión al Sena en Apartadó, en el marco de un proceso de negociación se desarrolló un programa de vivienda en Policarpa. El PC lideró la solución, la UP y el PC constituyeron su nicho más importante en el municipio de Apartadó. Crearon la Cooperativa Balsamar (Suárez, 2007 p. 111). Después se ocupó y fundó el barrio María Cano. La Central Nacional Provivienda promovió una recuperación en Currulao liderada por Huber Quintero, concejal de Turbo, quien fue asesinado. En Turbo también legalizaron el barrio de ocupación Jesús Mora (Reiniciar, 2006, pp. 29-30). En 1970 tuvieron lugar fuertes enfrentamientos entre el Ejército y los “recuperadores” de tierra. Como respuesta a esa situación, en 1972 el Gobierno nacional nombró alcaldes 61
militares en los municipios de eje bananero y en Mutatá. Entre 1970 y 1975 se presentaron 36 acciones de la fuerza pública contra campesinos de la región (Torres, 1982). Esta fue la primera experiencia de militarización de la vida social en la zona. a. Las guerrillas se asientan en Urabá Mapa 4. Guerrillas en Urabá
Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación, Unidad Subversión – Justicia y Paz.
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El EPL Mapa 5. EPL
Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación Unidad Subversión – Justicia y Paz.
El EPL nació en la década de los sesenta entre el Alto Sinú y San Jorge, en una región limítrofe entre Córdoba y Antioquia, con proyección a varias regiones, incluida Urabá. Su base social fue de campesinos que tenían la experiencia de anteriores guerrillas liberales y el desencanto por la ausencia de reforma agraria y por la carencia de apoyo estatal, como anteriores militantes liberales del MRL, dirigidos por el reconocido líder regional Julio César Guerra. El 17 de diciembre de 1967 el EPL hizo pública su irrupción en el corregimiento de Juan José, municipio de Puerto Libertador, Córdoba. En 1970 la influencia del PCC ML y su guerrilla EPL se expandió desde el Alto Sinú y el Alto San Jorge al Bajo Cauca antioqueño y una buena parte de Córdoba, a la vez que iniciaba su incursión en Urabá, a través del municipio de Chigorodó. Entre finales de los setenta e inicios de los ochenta, el EPL tuvo un proceso de recuperación de los golpes recibidos del Ejército en los años anteriores, e inició una expansión que lo llevó a tener presencia en varias regiones, incluida Urabá (Villarraga, 1994, pp. 55-62). El EPL montó entre Córdoba y Urabá once 63
Destacamentos guerrilleros con asiento en El Dos, El Tres (corregimientos del municipio de Turbo) y en Pueblo Nuevo, Nueva Antioquia, El Congo, San Pablo Tulapa, Punta de Piedra, Currulao y Pueblo Bello, en Urabá; Batata y El Gallo en Córdoba. (Barbosa, 2014) El accionar militar de esta guerrilla se conjugaba con la actividad política que de manera más amplia desplegaba en cada zona la militancia del PCC ML, lo que le permitió conseguir en los setenta una gran influencia campesina. Bajo sus consignas de “levantamientos armados locales” esta insurgencia promovió la distribución de tierras, maquinaria y herramientas de grandes haciendas en su “zona interna”, impulsó la colonización campesina del territorio bajo su control, administró justicia y resolvió conflictos en las comunidades a través de órganos de gobiernos locales conformados con la población, denominados Juntas Patriótica Populares (Villarraga, 1994, pp. 47-55). La guerrilla del EPL se consolidó en lo que sería su zona estratégica en la siguiente década ubicada entre el sur de Córdoba, Norte de Antioquia y región de Urabá, se instaló principalmente en las partes altas montañosas, pero con incursiones y presencia política en las zonas bananeras y ganaderas. Hasta 1975 esta guerrilla sólo contaba con el Frente Francisco Garnica. En los años siguientes creó en Urabá sus frentes Jesús María Alzate y Bernardo Franco (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006). En la década de los ochenta se extendió a lo largo de la serranía de Abibe, en límites con Urabá (Tierralta, Valencia, Montería, Canalete y Los Córdobas); parte de la serranía de San Jerónimo; el Alto San Jorge (Montelíbano, Puerto Libertador y Uré); el sur de Montería; Planeta Rica; Buenavista; Ayapel; Chinú y San Bernardo del Viento. Entre 1967 y 1969, el Ejército Nacional tendió dos cercos de aniquilamiento al EPL. El efecto inmediato de tales operaciones militares fue la dispersión de los combatientes, que se trasladaron hacia otras zonas como el Urabá (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). En 1978 una disidencia del V Frente de las FARC en Urabá, liderada por Naín Piñeros y Bernardo Gutiérrez, actuó con el nombre de Núcleos ML de las FARC, operó de forma independiente por casi un año. En 1979 este grupo se adhirió al EPL, lo que fortaleció la presencia de esta guerrilla en Urabá (Villarraga, 1994, pp. 138-141; Agudelo y Jaramillo, 2015, 65-68). Entre 1975 y 1980 se presentó una crisis aguda en el movimiento guerrillero por divisiones internas, al tiempo que muchos cuadros políticos del PCML fueron arrestados en Urabá, Córdoba y otros sitios. En consecuencia, tanto el partido como el EPL quedaron debilitados (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). Con posterioridad el PCC ML se recuperó en varias regiones y proyectó militantes para ampliar tanto su base social como estructuras del EPL y trasladó de Córdoba y de Antioquia militantes políticos y estructuras de combatientes a Urabá. Este partido organizó en el norte de Urabá la mayor parte de las invasiones campesinas de tierra en lo rural y muchas de las urbanas, e inició el proceso de influencia entre los obreros bananeros. A partir de allí el PCC 64
ML en Urabá se hizo protagónico en los conflictos políticos, laborales y campesinos, con particular incidencia en organizaciones campesinas, sociales, sindicales y en las fincas bananeras de ocho municipios: Mutatá, Apartadó, Carepa, Turbo, San Pedro de Urabá, Arboletes, Necoclí y Chigorodó (García, 1996). Las FARC Figura 1. Las FARC
Fuente: elaboración propia a partir de base de datos de Insight Crime; Verdad Abierta, 2012; Barbosa, 2015; TS Medellín, Sala de Justicia y Paz; Fuerza Aérea Colombiana, 2012; Semana, 2011.
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En la Cuarta Conferencia de las FARC, realizada en El Pato, en abril de 1971, se proyectó un nuevo frente en el área de Urabá y se planeó el reingreso a la Cordillera Central. En esos años las FARC contaban con un aproximado de 780 integrantes. Por su parte, en 1978 en la Sexta Conferencia se estableció como prioridades el fortalecimiento del Estado Mayor, la capacitación de los militantes, el desdoblamiento de frentes. Cuatro años más tarde las FARC contaban con aproximadamente mil combatientes distribuidos en varias regiones del país, en diez frentes. Las FARC llegaron a Urabá por el desplazamiento de una comisión desde el sur del país, con el encargo de fundar lo que sería el Frente 5, en 1971, liderada por Alberto Martínez. Aprovecharon un trabajo con colonos en la región de Bajirá que había dado lugar a la conformación del Partido Comunista en la zona. Mapa 6. Arribo de las FARC al Urabá
Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación Unidad Subversión – Justicia y Paz.
Era una decena de combatientes que se estableció en San José de Apartadó, donde el PCC tenía especial arraigo social, campesino y obrero, incluida su proyección hacia la agroindustria bananera. Desde 1973 se ubicó en la Serranía de Abibe, y desde San José de Apartadó se expandió (Verdad Abierta, 2012b), para proyectarse hacia el sur y hacia el norte de Urabá, con reconocidas presencias en áreas de los municipios de Turbo, Mutatá, Riosucio, Peque e Ituango. El Frente 5 estaba comandado por Noel Matta Matta y compuesto por un Estado Mayor, una compañía de seguridad del Estado Mayor y cuatro compañías de combate (El Tiempo, 1993).
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Las FARC en crecimiento se dividieron en dos comisiones. Una que abarcaría de San José de Apartadó hacia San José de Mulatos, en una zona limítrofe con Córdoba; y otra que se ubicó en el sur de Urabá, en lugares como Porroso y Pavarandó, en Mutatá. Raúl, (Bernardo Gutiérrez), fue comandante de la comisión del norte y Wilson, de la del sur. En esa avanzada hacia el sur el Frente 5 tuvo sus primeros enfrentamientos con tropas del Ejército y unidades de la Policía. En uno de esos combates murió el comandante del frente, Alberto Martínez. En su reemplazo, la Sexta Conferencia de las FARC nombró al veterano guerrillero marquetaliano Noel Matta Matta, más conocido como Efraín Guzmán (Verdad Abierta, 2012c) o El Cucho. De acuerdo con las informaciones de inteligencia, los guerrilleros de ese frente fueron instalando campamentos y escuelas de adiestramiento en Los Tocales, Rosalí Arriba, Puerto Galleta, El Porroso y Tamarindo (El Tiempo, 1993). En 1975 se produjo el desdoblamiento del Frente 5 que dio lugar al Frente 18, que actuó por el margen derecho del río Sinú y el margen izquierdo del río Cauca (entre Córdoba y Antioquia). Luego, el Frente 35 por Ituango y parte central de Córdoba, con proyección hacia Sucre. También surgieron los frentes 34 hacia el Chocó por Riosucio y hacia Quibdó, y el 57, con una extensa área de operaciones en el Atrato y el Darién, y de manera posterior el Frente 58 (Suárez, 2007; El Tiempo, 1991d). En 1972 las FARC se tomaron San Pedro de Urabá y en 1973 a varias poblaciones (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de octubre). Un punto que vale la pena resaltar es la diferencia en el tipo de inserción regional entre el EPL y las FARC. Mientras que el primero, a pesar de ser una organización con cubrimiento nacional, tenía su principal fortaleza –con respaldo en varios frentes– entre el norte de Antioquia, amplias zonas de Córdoba y la región de Urabá; el segundo grupo, por el contrario, tenía presencia en la región con el V Frente, pero su Estado Mayor y sus fuerzas más importantes estaban localizadas en el sur del país (Ortiz, 1999). El control territorial de las FARC sobre la Serranía del Abibe, en el oriente, se extendía a los corregimientos de Nueva Antioquia, Currulao y Riogrande, en Turbo, así como a San José de Apartadó y la Comuna 1 dentro del casco urbano de Apartadó y Campamento en Chigorodó (Suárez, 2007, p. 114). A su vez, el control territorial del EPL hacia el occidente sobre la zona costera se extendió desde el corregimiento El Tres, una parte de Currulao y Nueva Colonia en Turbo, hasta Churidó en Apartadó y Zungo en Carepa (Suárez, 2007, p.114). En este periodo se fortalecieron las guerrillas, en especial el EPL, que se expandió desde el sur hacia el centro y norte de la región, pero también las FARC, que conformaron el Frente 18, a partir del trabajo adelantado por el Frente 5 en la Serranía de Abibe. De la misma manera se fortalecieron los paramilitares, que reaccionaron ante las guerrillas y el movimiento social y político que estaba en alza (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). En septiembre de 1987 se agrupó la totalidad de las guerrillas colombianas siguiendo el ejemplo de las centroamericanas, y se constituyó la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar
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(CGSB). En Urabá el EPL y las FARC EP, en consecuencia, iniciaron una coordinación permanente, que en años siguientes llevó a acciones guerrilleras coordinadas y conjuntas. Mapa 7. Presencia de las FARC en el Urabá
Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación, entrevista Danis Daniel Sierra Martínez.
b. Dinamización de la actuación de los sindicatos bananeros Para finalizar la década de los setenta los sindicatos en el eje bananero empezaron a actuar de manera abierta, con muchas limitaciones y riesgos, presionando por lograr la negociación de convenciones colectivas de trabajo. En 1979 sólo el 18 % de los trabajadores bananeros estaba sindicalizado; de los acuerdos laborales alcanzados el 77 % consistía en desventajosos pactos colectivos y 23 % respondía a convenciones colectivas (Uribe, 1992, p. 201; García 1996 pp. 148ss.). El entonces dirigente regional del PC ML Mario Agudelo explica que: Antes del gobierno de Betancur, el trabajo sindical estaba casi proscrito en la zona, pues los empresarios no lo reconocían. El derecho de asociación no existía. Uno para hacer una asamblea tenía que pedirle permiso al comandante del Batallón Voltígeros. (Verdad Abierta, 2012c) Entre 1967 y 1986 Sintrabanano negoció y pactó 15 convenciones colectivas. En 1970 ese sindicato realizó el primer paro de la industria del banano en Urabá; en 1971 se organizó una huelga general que duró 84 días, como respuesta fueron despedidos todos los trabajadores (Reiniciar, 2006). A partir de esa época se empezó a perseguir a quienes pertenecían a los sindicatos y se despidió a quien se afiliaba a la organización sindical. Entre 1975 y 1976 68
fueron despedidos, en sólo seis fincas, 543 trabajadores. En simultáneo los empresarios promovieron desventajosos pactos sindicales, organizados según su conveniencia (García, 1996). En 1979 el primer presidente de Sintrabanano Armando Pabón Vega fue asesinado en Apartadó (Reiniciar, 2006). La persecución condujo a la reducción drástica de sus afiliados a unos 350 (Reiniciar, 2006). Por su parte, Sintagro hasta 1976 logró presentar su primer pliego de peticiones a Coldesa. Como resultado del proceso de negociación sindical se generaron acosos contra los trabajadores sindicalizados, amenazas, varios asesinatos selectivos y la militarización de algunas fincas. Así, el sindicato entró en crisis, hasta 1979 cuando retomó actividades. Los sindicatos debieron mantener su actividad de manera semiclandestina ante la ausencia de garantías de actuación, acentuadas además por la aplicación del Estatuto de Seguridad expedido por el gobierno del presidente Turbay Ayala. Esta normativa criminalizó la protesta social y sindical y debieron soportar la política de las empresas bananeras que reprimía con despidos la pertenencia al sindicato, se produjeron hechos graves de violencia contra líderes y activistas sindicales. El resultado, Sintagro, Sintrabanano y otras organizaciones sociales se vieron afectadas de manera sensible. A pesar de la ausencia de garantías y la persecución, los sindicatos en esta década tuvieron algunos logros significativos puesto que, a través de exigencias, protestas y paros, consiguieron la firma de varias convenciones colectivas, aumentos salariales y el compromiso de algunas empresas de responder con pagos de salud y mejorar la construcción de los campamentos para el alojamiento de los trabajadores (Martín, 1986). Frente a la acción sindical, la élite local y en particular algunos empresarios bananeros respondieron de forma represiva, elaboraron listas de dirigentes y activistas más notorios para despedirlos, no contratarlos en ninguna finca y llegaron a organizar grupos armados con participación de gente de conocida trayectoria delincuencial para atacarlos por promover las exigencias y movilizaciones sindicales. (…) durante la década de los setenta, los patrones también apelaron a los despidos masivos y preventivos, aunque el instrumento al que recurrieron con más frecuencia fue la elaboración de ‘listas negras’ que circulaban entre los empresarios (…) con los nombres de los trabajadores de su hacienda que consideraba no debían ser vueltos a enganchar por otros finqueros. (García, 1996) Además, en la zona, se constituyó una “lista negra” donde aparecían los nombres de los dirigentes o activistas sindicales para despedirlos o no contratarlos (Ramírez, 1997). La persecución sindical en todas sus formas (despidos, detenciones, amenazas, asesinatos), la militarización de las fincas bananeras, la introducción de contratistas para sabotear la lucha sindicalizada, la firma de pactos colectivos sin intermediación de los sindicatos, el incumplimiento de convenciones colectivas e incluso la compra de pliegos de peticiones, fueron algunas de las modalidades utilizadas por los 69
propietarios para debilitar el movimiento sindical. (…) A esta reacción empresarial frente a los trabajadores, debe sumarse la ausencia del Ministerio de Trabajo en Urabá, vacío que fue llenado por la presencia militar y la consiguiente solución de los conflictos laborales por la fuerza. (Bejarano, 1988) Este contexto de autoritarismo, abuso empresarial, violencia antisindical y restricción de derechos llevó a las organizaciones sindicales y sociales a actuar casi en condiciones de clandestinidad, a sabiendas de que con ello se exponían a la acción represiva de quienes estaban interesados en estrangular al movimiento obrero. El hecho de que los sindicalistas tuvieran que actuar en la clandestinidad, favoreció el acercamiento y las simpatías de sectores obreros, campesinos y populares al discurso revolucionario predicado por el PCC y el PCC ML y a las guerrillas EPL y FARC. Estas últimas promovieron la conformación de milicias locales con participación de campesinos y obreros agrícolas. Ante la ausencia del Ministerio del Trabajo y la represión del sindicalismo, en sus comunicados las guerrillas exigían “respeto a la actividad sindical” e incluso buscaban imponer por medio de amenazas contra los empresarios la adopción de las reivindicaciones laborales exigidas por los trabajadores bananeros. En estas condiciones, se reveló que el uso de la fuerza por parte de las guerrillas podía ser una estrategia eficaz para tramitar los reclamos de los trabajadores, los campesinos y los invasores pobres, llamándolos a sumarse a la alternativa armada. En este periodo, a nivel nacional se agitó la confrontación social, como consecuencia de movimientos obreros, de trabajadores y de movimientos cívicos, en respuesta a la decisión del gobierno del presidente Alfonso López de aplicar medidas que produjeron notorias alzas de precios a favor de los empresarios y en detrimento de las condiciones laborales. Por su parte, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc) demandaba la retoma de medidas de reforma agraria y la regulación de mercados, porque los campesinos se sentían afectados por la legislación del anterior gobierno, de Andrés Pastrana, que había cerrado tal posibilidad (Delgado, 1986, pp. 164-188). Es así como el 14 de septiembre de 1977 las cuatro centrales obreras existentes, CTC, UTC, CGT y CSTC, en alianza y con compromiso de participación de importantes organizaciones sociales, realizaron un histórico Paro Cívico Nacional. Sus demandas fueron el mejoramiento de salarios, condiciones laborales, atención en servicios públicos, rechazo a la carestía en alimentos, el transporte y otros servicios. Esto desató inmensas protestas en Bogotá y en varias de las capitales departamentales y ciudades intermedias del país. Estas protestas fueron reprimidas con violencia por la fuerza pública con saldo de víctimas fatales. c. Mano dura estatal y gubernamental a las luchas sociales Urabá militarizada En Urabá se atribuía al Ejército y a la Policía participación indebida en los conflictos sociales y en la represión arbitraria de la lucha sindical. Adicional, el Gobierno nacional como respuesta a las movilizaciones logradas en el Paro Cívico Nacional de 1977, la movilización 70
campesina por la tierra y, de manera simultánea, la intensificación de las acciones guerrilleras desde mediados de los setenta, optó por nombrar alcaldes militares en los municipios, caso del eje bananero y de Mutatá, municipio en el que se estableció un batallón militar y se inició la “carnetización” de la población civil por las Fuerzas Militares. La ‘invasión’ de las FARC a Urabá, que se produjo desde 1974, trajo como consecuencia “el viraje de la política de orden público en la región”. Durante la segunda mitad de la década de 1970, la región progresivamente se militarizó: en mayo de 1980, todos los alcaldes de la zona eran militares. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) Es así como el gobierno (…) decide la instalación de un Batallón de la IV Brigada con carácter permanente (septiembre de 1975), convirtiéndose Urabá en la única región de Colombia con una unidad militar de este tipo. (…) En agosto 16 de 1976, el gobierno departamental ordena reseñar a toda la población de la zona, principalmente a obreros, colonos y pequeños agricultores. En 1977, el Vicealmirante del Estado Mayor Naval reivindica ante los poderes centrales la necesidad de construir un Apostadero como única manera de controlar el punto de entrada de todo lo ilícito a Urabá. (García, 1996) En 1978 el presidente Julio César Turbay Ayala aplicó una política de “mano dura” con la lucha social y con la lucha armada, a partir de la consideración de que se habían extendido por todo el país, al amparo de la declaratoria por el gobierno del Estado de Sitio y la expedición del Estatuto de Seguridad Nacional (Jiménez, 2009). Este último suspendió el derecho de reunión y otorgó facultades especiales a la fuerza pública, trasgrediendo derechos fundamentales bajo el concepto de permitir al presidente enfrentar al “enemigo interno”. El Estatuto de Seguridad fue una de las aplicaciones en Colombia de la llamada Doctrina de la Seguridad Nacional, según la cual las Fuerzas Armadas debían combatir al “enemigo interno” que amenazaba los “intereses nacionales” (Jiménez, 2009). La analista Catalina Jiménez afirma que eso llevó a los militares a “considerar que cualquier opositor o crítico al Estado era una amenaza a los valores políticos trascendentales” de la Nación (Jiménez, 2009). Al final de la década del setenta, con su Estatuto de Seguridad, el gobierno de Turbay Ayala impuso la realización de consejos verbales de guerra, en los cuales fueron sometidos, procesados y condenados decenas de campesinos y pobladores urbanos por participar en protestas sociales o sospechas de pertenencia a la guerrilla, entre quienes con frecuencia estaban militantes del PCC, sindicalistas, líderes campesinos y estudiantiles y en varios casos integrantes o colaboradores de las guerrillas (Gallón, 1983). En este contexto de reducción del marco democrático a su mínima expresión, se produjo una represión creciente de los movimientos sociales y la oposición política con claras estrategias de persecución por parte del Estado y, en el caso laboral y sindical, originadas también desde los empresarios. Se convirtieron entonces en prácticas generalizadas la declaración de 71
ilegalidad de las huelgas o de los sindicatos, se les suspendió las personerías de actuación legal, acudieron a los despidos masivos, a las amenazas e intimidaciones que podían pasar a ataques violentos contra sindicalistas, así como a la militarización de las fábricas, fincas y demás lugares de trabajo. Este tipo de actuaciones fueron acompañadas del incumplimiento sistemático de las convenciones firmadas, de insistentes tentativas de soborno a las dirigencias sindicales por parte de muchos empresarios para que desistieran de la negociación colectiva, con el propósito de que los trabajadores se sometieran a Pactos Laborales en beneficio de los intereses de la empresa8. Esa persecución se extendió a las actividades de los movimientos políticos de izquierda. En agosto de 1979 se produjo el desplazamiento de la mayor parte de los efectivos de la IV Brigada –Antioquia– hacia Urabá. Continuaron las detenciones y allanamientos a las casas de los concejales de la Unión Nacional de Oposición, UNO, que era una organización política de oposición y en enero de 1980 por orden del comandante del Batallón Voltígeros se les cancela el programa radial que emitían. En síntesis, en materia de orden público, el Estado coordina una serie de acciones que se extiende por años, abarca diversos frentes y utiliza diversos medios. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) Entre tanto, en el contexto de las hostilidades de guerra entre la guerrilla del EPL y el Ejército, se fortalecieron las relaciones entre la fuerza pública y grupos de justicia privada que fueron perfilados como estructuras paramilitares contrainsurgentes. (…) cuando inicia la confrontación armada, los grupos de vanguardia de las tropas del Ejército son los mismos grupos que tenían los hacendados, a partir de allí son denominados “grupos de contraguerrilla” que dan origen a las primeras formas de paramilitarismo en la región estrechamente ligado al Ejército. (Villarraga, 1994) A partir de 1979 la política de mano dura “pareciera haber cosechado sus frutos: el EPL desaparece del panorama público, parte del Frente 5 de las FARC se repliega hacia las regiones vecinas y las acciones sindicales desaparecen” (García, 1996). En 1983 se fortaleció la capacidad represiva del Estado en Urabá. El Ministerio de Defensa optó por crear el Comando Operativo No. 1 –en lo que en ese entonces era el Batallón Voltígeros–, ubicando su sede en la Maporita, con el fin de planear y conducir las operaciones de contraguerrillas de los batallones Voltígeros y Junín (Séptima División, s.f.). El alto nivel de represión e inexistencia de garantías perturbaba la actividad sindical y de las demás organizaciones populares, e impedía la actuación de las organizaciones políticas de izquierda en la región. La represión llevó, en el caso de Sintagro, a reducir sus afiliados, que para 1983 eran apenas unos doscientos trabajadores bananeros (Ramírez, 1997).
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Casos como el de la finca Revancha Galofre en 1979, el señor Armando Pabón, trabajador de la empresa y representante del sindicato, presentó un pliego de peticiones. El propietario de la finca le ofreció 50.000 pesos con la condición de que retirara el pliego y de que firmara un pacto colectivo. Pabón rehusó la oferta y cinco días más tarde fue asesinado.
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Por su parte, las FARC se afirmaron como guerrilla campesina de montaña y buscaron consolidar los nuevos frentes en regiones contiguas a Urabá, desde el Frente 5 principalmente. Entre tanto, el PCC ML y su guerrilla EPL se concentraron a mediados de 1980 en Córdoba, donde realizaron un congreso nacional en la clandestinidad que adoptó un viraje político y militar que enfatizó la lucha política por reformas democráticas, el apoyo a los movimientos sociales y, en lo referido al EPL, desplegar nuevos frentes en varias regiones del país de importancia estratégica y económica, lo cual acentuó su mayor actuación en Urabá (PCC ML, 1980). d. Consolidación del negocio bananero A pesar de la creciente presencia de la guerrilla y la difícil dinámica sindical en la zona el negocio de Chiquita Brands creció rápido. Para principios de los años setenta el crecimiento de la producción y exportación del banano fue de tal magnitud que llegó a significar el 1.0 % del conjunto de las exportaciones (Ramírez, 1997). En los años sesenta el Gobierno incentivó a los empresarios nacionales para que compraran tierras en el Urabá. La compra, en algunos casos, se caracterizó por la presión a los pequeños propietarios para que abandonaran la tierra y la expulsión de los viejos colonos. En los setentas se consolidó una agroindustria que creció rápidamente para la década siguiente (…), por ejemplo, los cultivos de banano pasaron de 10.000 hectáreas en 1960, a 19.300 en 1982. A la par, crecieron las hectáreas dedicadas al arroz (de 1.900 a 6.800) y la ganadería (de 179.000 hectáreas a 362.000). (Hacemos Memoria, 2019, 28 de diciembre) Así, para comienzos de la década de los ochenta la actividad de producción y comercialización del banano hacia los mercados internacionales se había consolidado por completo. En la zona plana de Urabá, conocida como el eje bananero, el banano se había extendido, de forma que en los primeros cinco años de la década del ochenta la superficie cultivada en la región creció a una tasa anual promedio del 1,4 % (Bonet, 2000). El crecimiento de la producción bananera en Urabá fue notable y sostenido hasta 1980, con excepción del segundo quinquenio de los sesenta. Este crecimiento contrastó con la caída de la cantidad de fruta producida y exportada desde los cultivos bananeros en el departamento del Magdalena.
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Gráfica 2. Exportaciones en toneladas de banano según origen (1950-1980)
Fuente: Bonet, 2000.
La producción bananera se incrementó de manera sensible. Sin embargo, a pesar del posicionamiento de la industria bananera en la economía del país, en 1982 la multinacional UBC decidió vender su operación en Urabá a productores locales y dedicarse en exclusivo a comprar la fruta para exportarla FOB –gratis a bordo–, es decir, que los costos hasta el embarque o envío de las mercancías ya sea mediante barco, avión o por carretera (empaquetar y transporte hasta el punto de envío), son asumidos por el vendedor (Wills, 2008). La venta se produjo, según la empresa, por los problemas de seguridad en la zona derivados de la actuación de las guerrillas y por el auge del movimiento sindical (Wills, 2008).
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4. URABÁ 1985 A 1989: CHIQUITA BRANDS REGRESA A COLOMBIA, TENSIÓN SOCIAL Y LABORAL, SE AGUDIZA LA VIOLENCIA, SURGE EL PARAMILITARISMO DE MANO DE EMPRESARIOS BANANEROS La United Fruit planea volver con fuerza a la producción del banano en Colombia La decisión de la United Fruit de abandonar el negocio bananero en Urabá duró poco. En 1984 llegó a la presidencia de la empresa Carl Lindner, quien decidió concentrar su negocio en el banano, a partir de su expectativa de grandes consumos en el mercado europeo. Para tal efecto definió una política agresiva de adquisición y control del mercado de la fruta (St. James Press, 1998). El plan estratégico que adoptó a finales de esa década consistió en ampliar la capacidad de cultivo y de transporte, en respuesta a la predicción hecha por los propios directivos de esa empresa sobre el crecimiento del mercado del banano en el este de Europa. La estrategia definida a nivel mundial implicó que el modelo de negocio de la United Fruit en Colombia, desde su regreso a mediados de los ochenta, fuera la producción de banano en tierras propias y también la compra de la fruta a productores locales, según entrevista a Luis Quesada, gerente de recursos humanos de Chiquita Brands (Wills, 2008). Reinaldo Elías Escobar De La Hoz, representante legal de Frutera de Sevilla, filial de Chiquita Brands Internacional INC, aseguró que desde 1984 se planeó la compra de fincas bananeras en Urabá: (…) en el año de 1984, al crearse Banadex y otras compañías filiales, con el propósito de comprar fincas bananeras (…) para el efecto manifiesta haber (…) creado algunas compañías filiales de Chiquita, indica que, en algún momento fueron más de 20 Compañías de esa naturaleza, que pasaron a ser dueñas de las fincas bananeras que se fueron adquiriendo por parte de esas empresas tanto en Urabá como en Santa Marta. El manejo de esas compañías filiales se volvió muy difícil y por ello decidió hacer una fusión. (Wills, 2008) C.I. Bananos de Exportación S.A. Banadex era la subsidiaria de propiedad total de Chiquita en Colombia. Banadex producía bananos en las regiones de Urabá y Santa Marta en Colombia (FGN, 2012, 7 de diciembre). En 1984 la exportación de banano ya era el 6.4 % del total de las exportaciones del país (Ramírez, 1997). Tregua gobierno-guerrillas, intensificación del conflicto social y crecimiento de la influencia de la izquierda En 1982 se abrió una nueva coyuntura de impacto nacional. Llegó a la presidencia Belisario Betancur, que adoptó una política que paz que incluyó
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i) ii) iii) iv)
v)
el diálogo directo gobierno y guerrillas para buscar acuerdos de solución política al conflicto bélico; la creación de una Comisión de Paz de amplia representación política y social; la aplicación del Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), en zonas rurales de alta pobreza e impacto del conflicto armado; la expedición de una amnistía que permitió la excarcelación de numerosos guerrilleros y el paso de cerca de dos mil insurgentes a la vida legal, (Ley 85 de 1982); y la realización de una reforma constitucional que instituyó por primera vez la elección popular de los alcaldes (Acto Legislativo No. 1 de 1986) (Registraduría, 2013).
Esta política de paz tuvo impacto nacional y efecto positivo en varias regiones, incluida Urabá, donde estaban presentes las FARC EP y el EPL, que suscribieron acuerdos con el gobierno en los cuales se comprometían a una tregua bilateral, al cese al fuego y al avance de un proceso de negociación para pactar la paz con el gobierno9. En Urabá se aplicaron las treguas con las FARC EP y con el PCC ML EPL, en el primer caso entre 1984 y 1987 y en el segundo entre 1984 y 1985, de manera que se abrió una fase en la cual los voceros de estas guerrillas lideraron acciones políticas de carácter público. Las FARC EP expresaron su decisión de pasar a la acción política sobre la base del cumplimiento de los acuerdos de paz, enfatizaron la demanda de la reforma agraria y conformaron con su militancia política y social y con la convergencia de un amplio movimiento democrático, la Unión Patriótica (UP). Esta organización política realizó una intensa campaña política y electoral, a la vez que sería el partido político al cual se vincularían sus miembros al consolidarse el acuerdo de paz. La UP surgió el 28 de mayo de 1985 (Verdad Abierta, 2016). Por su parte, el PC ML y su EPL suscribieron la tregua y enfatizaron en la actuación legal, la realización de una campaña política nacional en demanda de convocar una Asamblea Nacional Constituyente. Desde esta insurgencia plantearon que sería el mecanismo para que se optara por una nueva constitución garantista que diera lugar a las reformas democráticas y sociales de superación política del conflicto bélico. a. El proceso de paz del presidente Betancur y sus efectos en Urabá La tregua con el EPL Entre finales de los setenta e inicio de los ochenta se produjeron cambios en la visión estratégica de las guerrillas. A partir del XI Congreso del PCC ML se propuso dinamizar la lucha política y social, pero también llevar a escenarios más decisivos e incidentes la lucha armada del EPL (Ramírez, 1997). Su estrategia incluyó - la conformación de frentes guerrilleros rurales y urbanos 9
Después de más de un año de diálogos entre el Gobierno nacional y las guerrillas FARC EP, EPL y M19, fueron suscritos dos acuerdos en 1984, uno con las FARC EP en Uribe, Meta, y otro conjunto con el PCC ML, EPL y M19 suscrito por las primeras organizaciones en Medellín y con la segunda en El Hobo, Huila y Corinto, Cauca. El ELN se negó a participar de estos diálogos, argumentando que se trataba de una posición gubernamental que llevaría a la traición y no a las reformas que se convinieran, de forma que podría venir una ofensiva posterior contra las guerrillas, una vez conocidos sus voceros y ubicación de sus frentes (Ramírez y Restrepo, 1986).
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la organización de ramas técnicas la organización de fuerzas especiales y de milicias populares locales la construcción de “zonas de retaguardia” y las alianzas con otras guerrillas (PCC ML, 1980).
En el marco del XI Congreso del PCC ML y de las dos conferencias de combatientes del EPL, realizadas entre 1980 y 1983, se cambió la concepción del EPL. Es así como se rompió con el encerramiento en el noroeste y se impulsó la salida a nuevos escenarios geográficos, políticos y de confrontación militar. En adelante, la organización guerrillera se concebía a partir de tres escuadras de diez hombres, un mando y un reemplazante. A su turno, “tres unidades conformaban una columna y de dos columnas en adelante, un frente” (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). El EPL decidió renovar su estrategia, dando mayor importancia a las zonas de desarrollo industrial y agroindustrial, formando estructuras de combatientes profesionales en lo rural, semirrural y urbano. Por ello, al igual que en otras regiones del país, acrecentó en Urabá su incursión en la zona bananera y ganadera, que dio lugar a la formación de los frentes Jesús María Alzate y Bernardo Franco. Ante la política de paz del presidente Betancur, el EPL aceptó los diálogos de paz y propuso convocar una Asamblea Nacional Constituyente para el logro de la paz con todas las guerrillas. Su táctica cambió al plantear la opción de superar la guerra con la condición de lograr una apertura democrática en el régimen con reales garantías y la posibilidad de reformas sociales, sin renunciar al objetivo estratégico en términos del logro de la una transformación socialista (Villarraga, 1994, pp. 151-157). Los cambios en el trabajo político social tuvieron efectos notorios en Urabá. El EPL salió de la actuación en zonas de montaña del norte de la región y hacia Córdoba e incursionó en la planicie bananera y las partes costaneras (Ramírez, 1997). Entre tanto, con mayor amplitud y despliegue, el PCC ML fortaleció su actividad con los trabajadores bananeros alrededor de Sintagro, con organizaciones campesinas y de pobladores urbanos. Adoptó directamente y desde las organizaciones sociales en las que incidía la búsqueda de acuerdos de unidad de acción y de alianzas tras objetivos de lucha social reivindicativa, a la vez que buscó concretar procesos de convergencia programática con otras organizaciones de izquierda (Reiniciar, 2006). Los diálogos de paz entre las guerrillas y el gobierno de Belisario Betancur también significaron un enorme crecimiento para el EPL, que pasó de tener 80 combatientes a 400 en dos frentes guerrilleros. Por su parte, la influencia del PC-ML se había elevado en el eje bananero: Apartadó, Turbo y Chigorodó (Las2orillas, 2013). La tregua con las FARC EP En 1982 las FARC realizaron la VII Conferencia en la región de Guayabero, sur oriente del país, que adoptó una reestructuraron organizativa y operativa (Verdad Abierta, 2012c). En sus conclusiones incidieron el optimismo derivado de los avances de las guerrillas en Centroamérica (Nicaragua, El Salvador y Guatemala), el efecto del paro cívico nacional de 1977 leído como disposición de la población a confrontar políticas del régimen político, el 77
rechazo popular y de muchos sectores de opinión al gobierno de Turbay Ayala con sus políticas y medidas arbitrarias y violatorias a los derechos humanos (Aguilera, 2010), a la vez que plantearon aprovechar la disposición al diálogo de paz propuesto por el entrante gobierno Betancur (Reiniciar, 2006). Decidieron agregar en su denominación “Ejército del Pueblo” (FARC EP), a partir de la decisión estratégica de conformarse como ejército revolucionario con un Plan Estratégico orientado a la toma del poder (Verdad Abierta, 2012c). En la VII Conferencia las FARC también habían virado en su orientación estratégica pero, a diferencia del EPL, la lucha armada se convertía en su centro estratégico: el desdoblamiento y crecimiento de los frentes militares y una mayor influencia y consolidación del poder local (Echandía, 1996) y empezaron la organización de una red de apoyos, a partir de la búsqueda de conexión con las comunidades. Esta conferencia definió también un “nuevo modo de operar”, basado en preparar ofensivas de impacto contra la fuerza pública que les permitieran mantener la iniciativa de la confrontación, al tiempo que ejercer “control territorial” (Verdad Abierta, 2012c). Ese control del territorio buscaba fortalecer su relación con las poblaciones y dominar zonas estratégicas. Constituyeron nuevos frentes: el 34, en los límites con el Chocó entre el Atrato y el Darién; y los frentes 35, 36, 37, en el nordeste antioqueño. Del Frente 5 también surgió el 58, y del 18, el Frente 47, en un principio en Magdalena Medio y luego, en la década del noventa, se asentó en el suroeste y oriente lejano de Antioquia (Verdad Abierta, 2012c). El viraje permitió a las FARC EP ubicarse en las zonas montañosas alrededor del eje bananero y desde allí desplegaron presencia hacia el eje bananero, primero, a través de operaciones tipo “comando” y luego, para finales de los ochenta, a través de las Milicias Bolivarianas (MB) que multiplicaban su poder y cubrían su retirada (Reiniciar, 2006). Las MB fueron definidas como “estructuras de tipo esencialmente urbano las cuales actúan con cierta independencia y medianos niveles de control por parte de los altos mandos de la guerrilla rural” (CINEP, 1995). Las tareas desarrolladas por estas milicias iban desde el apoyo táctico y logístico hasta las de “ajusticiamiento” de personas consideradas como “enemigas”, presuntos o reales colaboradores de la fuerza pública e integrantes de los grupos paramilitares (CINEP, 1995). Las Milicias Bolivarianas fueron constituidas formalmente en 1989 (Pataquiva, 2009) y organizadas como redes de información que servían de apoyo a las operaciones de los frentes en Urabá (El Tiempo, 1991d). Así, el EPL y las FARC EP iniciaron los años ochenta con su mayor protagonismo tanto militar como de búsqueda de mayor influencia política y social en la región. En paralelo, los partidos PCC y PCC ML consiguieron muy notable inserción, militancia e incidencia directa, en especial el PCC en Sintrabanano y el PCC ML en Sintagro. A la vez que ambas organizaciones políticas consiguieron ascendencia en las organizaciones sociales de la región, también, aunque con mucho menor impacto, la incidencia de otras vertientes políticas de izquierda en la región como el MOIR y el Movimiento de Unificación Revolucionaria Marxista Leninista (MUR ML). 78
La incidencia de estos partidos ayudó a radicalizar la lucha sindical, el PCC planteaba la combinación de las formas de lucha y el PCC ML llamaba al apoyo al EPL. En tal sentido, la positiva incidencia de estos partidos a favor de potenciar la lucha sindical también se relacionó con el elemento de simpatía por la insurgencia en la lucha social y sindical, lo cual sumado a la violencia institucional y empresarial previa referida, configuró un escenario de riesgo para los trabajadores en términos de militarización y de violencia desde sectores empresariales y de contrainsurgencia (Villarraga, 1994). En este particular contexto, las organizaciones sociales en la región y con ellas de manera especial Sintagro, Sintrabanano y otras consiguieron posibilidades de actuación e incrementaron sus afiliaciones y actividades. Fue importante lo de la tregua en Urabá porque le permitió a la izquierda revolucionaria dar el salto más importante en toda su historia: se consolidó el sindicalismo, se multiplicaron las tomas de tierra, creció la influencia del PC ML y del PC, se extendió a lo largo y ancho de la región (Urabá) la presencia del EPL y de las FARC. (Agudelo y Jaramillo, 2015) De manera progresiva se fue cerrando la posibilidad de consolidación de los acuerdos de paz, tanto en lo nacional como en lo regional. Las mayorías en el Congreso se negaron a aplicar las medidas de reforma política y social demandadas por los dos acuerdos, a la vez que la fuerza pública desacató abierta y expresamente la orden de cese al fuego contra las guerrillas en tregua, al realizar ataques contra campamentos del EPL, M19 y FARC EP en tregua y atentados y homicidios contra sus voceros políticos nacionales y regionales (Villarraga, 2015). En estas circunstancias en Urabá en desarrollo de una campaña nacional por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, tras realizarse una concentración masiva de pobladores en la plaza de San Pedro de Urabá, en 1984, fueron capturados por el Batallón Voltígeros los dos oradores, Bernardo Franco –vocero del PCC ML y del EPL en tregua– y un importante directivo de Sintagro, quienes fueron sometidos a torturas toda la noche y asesinados a la madrugada del siguiente día. En Bogotá, un operativo de la XX Brigada, Batallón Charry Solano del Ejército, mató a Oscar William Calvo, vocero nacional del PCC ML y del EPL, y a dos dirigentes de la Juventud Revolucionaria de Colombia que lo acompañaban, Ángela Trujillo y Alejandro Arcila, el 20 de noviembre de 1985. Esto llevó a que al inicio de 1986 el EPL retornara a las hostilidades de guerra (Villarraga, 1994). Entre tanto, las FARC EP había anunciado la salida de su comandante nacional Jacobo Arenas para integrarse a la UP en calidad de candidato presidencial, pero suspendió esta decisión al denunciar que había un atentado mortal en su contra, a la vez que se empezaron a suceder asesinatos sucesivos y sistemáticos contra la dirigencia y militancia de la UP en distintas regiones del país, atribuibles a la fuerza pública y a grupos paramilitares. En simultáneamente, en Tolima, Meta, Urabá y otras regiones se fueron produciendo ataques a
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los frentes de las FARC EP en tregua, lo cual llevó a que en noviembre de 1987 esta guerrilla también retornara a las hostilidades de guerra (Aguilera, 2014). Los ataques contra voceros del M19, incluido el realizado contra su vocero nacional Antonio Navarro, y el ataque contra una concentración de esta guerrilla en Yarumales, Cauca, en 1985, también llevaron al M19 a la ruptura de la tregua y al retorno a las hostilidades, a mediados de 1985 (Villamizar, 1995). Rotas las treguas con las guerrillas se presentaron en Urabá asesinatos de varios líderes de los sindicatos bananeros, continuaron los atentados y homicidios contra la UP y se extendieron también contra el Frente Popular, organización política de izquierda promovida por el PCC ML, así como contra otros movimientos políticos y sociales. Este exterminio contra la izquierda fue una demostración de que no era posible la oposición política en Colombia por fuera de la lucha armada (Suárez, 2007). Esta ola de represión arbitraria e ilegal tuvo un nuevo ingrediente, la aparición de numerosas acciones de violencia política que de forma aparente o real eran reivindicadas con nombres diversos, a título de ser grupos paramilitares. Se escaló la confrontación entre la fuerza pública y las guerrillas, a la vez que estas incrementaron sus ataques contra empresarios y ganaderos en el ámbito rural mediante extorsiones, secuestros y homicidios. Se configuró una grave crisis humanitaria (Villarraga, 1994) (Romero, 2011). Fue golpeada una asociación de administradores de empresas bananeras, a la cual le asesinaron 217 miembros en tres décadas. En 2016 la Unidad de Víctimas los reconoció como sujeto de reparación colectiva (CNMH, 2018). El EPL incrementó sus ataques de confrontación con el Ejército y también de sabotaje a la infraestructura. En 1988 estos últimos llegaron a su pico, en especial en Montería, pero así mismo en las partes altas de los ríos Sinú y San Jorge (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). b. Se intensifican el conflicto armado y la violencia política, auge de la movilización social y sindical, ganan simpatía la Unión Patriótica y el Frente Popular En los ochenta en Urabá se intensificaron todo tipo de conflictos. Los causados por (i) la falta de garantías estatales, (ii) la militarización de la vida civil, (iii) la represión violenta estatal y patronal a la oposición política y a la protesta social, (iv) la expansión de las guerrillas EPL y FARC EP que, además de las hostilidades, realizaban acciones violatorias del derecho humanitario, y (v) la irrupción de nuevos grupos paramilitares ligados al narcotráfico que penetraron con fuerza en la región, cuya actuación revelaba apoyo, nexos y permisividad tanto oficial como de sectores de la élite regional. En tan compleja situación, las organizaciones obreras, campesinas, cooperativas, de indígenas, sociales y comunitarias del ámbito popular, de manera admirable resistieron y exigieron sus derechos, a pesar de los altos costos que tenían que pagar por su actuación (Agudelo y Jaramillo, 2015). 80
La tregua del Gobierno nacional con el EPL y las FARC EP llevó a un periodo que, aunque breve, fue importante en términos de la posibilidad de irrupción de dinámicas sociales, campesinas y sindicales. En la región surgieron la UP, liderada y en buen grado conformada por el PCC (Reiniciar, 2006), y el Frente Popular promovido por el PCC ML, como nuevas organizaciones políticas que buscaron el respaldo de la ciudadanía. La UP tenía especial resonancia como fenómeno político a manera de tercer partido frente al bipartidismo, a la vez que el Frente Popular tenía significativa presencia en especial en Antioquia, Córdoba y la región de Urabá, y más discreta en otras regiones del país (Agudelo y Jaramillo, 2015, pp. 135-138). Los acuerdos de paz, vigentes durante mayo de 1984 y finales de 1985, permitieron la consolidación de la izquierda en Urabá. Luego de la aprobación por parte del Congreso de la elección popular de alcaldes a finales de diciembre de 1985. Como resultado de lo anterior, la Unión Patriótica y el Frente Popular, como organizaciones políticas de izquierda, obtuvieron con rapidez partidarios en Urabá y consolidaron vínculos con los trabajadores bananeros. En 1985, el EPL rompió la tregua pactada con el Gobierno Nacional y comenzaron los asesinatos contra miembros y simpatizantes de la Unión Patriótica y el Frente Popular. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) En Urabá la UP tomó forma regional y no departamental, la nueva propuesta política se articuló con las luchas por la tierra. Con la de los campesinos, en especial los cacaoteros, en contra de los altos intereses de la Caja Agraria. Con la de los obreros bananeros por el derecho a la sindicalización y a un salario justo. Y con la lucha por la vivienda. Parte de este trabajo se realizó a través de organizaciones articuladas por el PCC como Sintrabanano y Provivienda, así como por cooperativas campesinas de autogestión. En esta etapa la meta era transformar la hegemonía política del bipartidismo a nivel de las administraciones locales (CNMH, 2018). Como se ha señalado, en esta década la peculiaridad en la región siguió siendo la estrecha relación entre luchas sindicales y sociales del ámbito popular, las políticas de vertientes de izquierda y la lucha armada guerrillera. A la vez, desde el otro polo del conflicto y a distintos niveles, las élites económicas y políticas locales –incluidos sectores de empresarios bananeros y ganaderos– se relacionaban con los partidos políticos tradicionales, con la acción de la contrainsurgencia de la fuerza pública, con la interferencia y nexos de algunos con el narcotráfico y con la aparición del paramilitarismo tejiendo alianzas y buscando apoyo de estos sectores. De otra parte, en este ambiente de radicalización entre los sectores en conflicto, como resultado de procesos de negociación con los sindicatos había renuencia de los empresarios bananeros de pactar convenciones colectivas, lo cual abonó la inconformidad de los trabajadores que los hacía afines a los proyectos de oposición y a la lucha social del ámbito popular de la izquierda, pero así mismo del discurso insurgente de las guerrillas que intervenían con presiones o acciones violentas en el conflicto político y social. En cierto 81
grado, y de forma paradójica, la violencia guerrillera empezó a lograr lo que con su presión los trabajadores no conseguían de los empresarios, como acceder a la negociación de los pliegos de los sindicatos (Madariaga, 2006), pero con los riesgos y costos que ello traía aparejados. De igual forma, la legítima actuación de las organizaciones de izquierda incidía tanto a favor de consolidar las organizaciones populares de base –el movimiento sindical– como en la presión de la población y la ciudadanía ante las autoridades. Pero en este contexto también quedaban expuestas al señalamiento de supuestos vínculos con las guerrillas. En la región se vivió una eclosión del descontento social en el curso de esta década (Villarraga, 1994). En las elecciones de 1986, cinco de las seis curules para el concejo de Mutatá fueron obtenidas por la UP, razón por la cual Virgilio Barco nombró como alcalde del municipio a alguien miembro de ese partido (Barbosa, 2015). En marzo de 1988 en la zona de Urabá la UP ganó las alcaldías de Apartadó en alianza con el Frente Popular y la de Mutatá con candidatura propia (Madariaga, 2006). La movilización política de izquierda había sido fuerte en la zona del sur de Urabá. La UP y el Frente Popular ganaron también importantes posiciones en los concejos municipales, de forma que, en los últimos años ochenta, desplazaron el dominio político que tenía el Partido Liberal en la región y el Partido Conservador pasó de la segunda fuerza política a ser una fuerza minoritaria (CNMH, 2018; Suárez, 2007). Tabla 1. Concejales electos en Urabá
Municipio
Curules
Apartadó
4
Turbo
4
Chigorodó Mututá Dabeiba
2 5 de 6
Nombres Bernardo Jaramillo, Nelson Campo, Alberto Angulo, Leonardo Álvarez, Gustavo Arenas, Jenny Sánchez, Nahun Urrego, Jorge Iván Herrera Sofronio Hernández, Luis Enrique Morales, Iván Arenas, Alberto Durango, Antonio Espitia, Gilberto Valencia, Conrado Céspedes, Isabelina Torres Ramón Castillo, Fabio Yepes, Emilce Puerta, Alberto Ruiz Jorge Carvajal, Amparo Jiménez, Emiro Restrepo Argemiro Londoño
Fuente: elaboración propia (2020).
Sin embargo, este cambio en las relaciones políticas en Urabá, con el significativo crecimiento de la UP y en cierto grado del Frente Popular, con la reactivación de la lucha armada guerrillera y la polarización de actores, conllevó a sectores institucionales, estatales, gremiales de élite, de la fuerza pública y de opinión política, a señalar de manera injusta a estos proyectos políticos de ser expresiones insurgentes o subversivas, a la vez que a atacarlos desde el discurso anticomunista, arraigado desde décadas anteriores con la referida “doctrina de la seguridad nacional”. Lo cual derivó en la progresiva generalización de ataques de todo
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tipo y la búsqueda de su exterminio violento (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz. 2013, 30 de octubre). Según se lee en la sentencia de contra Hebert Veloza García, alias HH Existe una relación directa entre el apreciable éxito electoral obtenido [por la UP] y la respuesta violenta de organizaciones de extrema derecha, delincuencia organizada, grupos paramilitares, narcotráfico y en algunos casos agentes del Estado, que ven menoscabados sus intereses políticos y económicos. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) Tesis en la que coincide Mauricio Romero, para quien la reforma democrática, que permitió la elección popular de alcaldes, fue seguida por una contrarreforma paramilitar con aliados entre las élites regionales y sectores de la institucionalidad estatal y gubernamental que veían en este proceso de democratización una amenaza a sus intereses de poder local, dominio clientelista, predominio del latifundismo y el gran empresariado y los narcotraficantes en violento despliegue (Romero, 2003). - Bernardo Jaramillo Fue un abogado de Manizales e importante dirigente del Partido Comunista Colombiano y de la UP, que se trasladó a Urabá a asesorar y a hacer parte de este proyecto político. Por su amplia actividad, se posicionó como su líder nacional después del asesinato de Jaime Pardo Leal en 1987. En 1988 se convirtió en senador de la República y en 1989 candidato de la UP a la Presidencia de la República. Después de diez años de actividad política y sindical en la zona bananera de Urabá, Jaramillo Ossa se había convertido en un promisorio líder de izquierda. Por eso, cuando surgió la UP, a raíz de los diálogos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC, no dudó en apoyar la iniciativa y convertirse en uno de sus dirigentes. Cuando mataron a Pardo Leal, su nombre salió a relucir como la voz que se necesitaba para no declinar en la búsqueda de la paz (El Espectador, 2020). Creo que Bernardo Jaramillo fue muy importante en el ámbito de la izquierda, porque fue el primer dirigente que públicamente convidó a los dos bandos, tanto a la guerrilla como al Gobierno a que se sentaran a negociar; y también a que dejaran las prácticas propias de la guerra que degradaron el conflicto y la lucha, dijo Mariella Barragán, su segunda esposa. (El Espectador, 2020) A sus 34 años sabía que la muerte le pisaba los talones, pero no se podía dar marcha atrás. Incluso ya era claro que su unión con el máximo líder de la Alianza Democrática M-19, Carlos Pizarro Leongómez, era el paso a seguir y esa alianza ya tenía una hoja de ruta. Tras la entrega de armas, del 8 y 9 de marzo, Pizarro alcanzó 70.000 votos en su aspiración a la alcaldía de Bogotá. En criterio de Bernardo Jaramillo y otros militantes de la izquierda colombiana, esta votación demostraba que el electorado estaba dispuesto a respaldar un
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movimiento de izquierda alternativo por la paz y que la unidad con otros sectores democráticos era darle una oportunidad real para Colombia (El Espectador, 2020). Así, fue candidato presidencial por el partido UP bajo el eslogan “Venga esa mano país”, para el período 1990-1994. Obtuvo gran popularidad por sus constantes llamados a la paz, sus denuncias de impunidad y tolerancia con el paramilitarismo y sus alianzas con el narcotráfico. Fue asesinado en Bogotá el 22 de marzo de 1990, iba con dieciséis escoltas del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) al Terminal Puente Aéreo cuando fue atacado con una ráfaga de disparos por un sicario, paramilitar, llamado Andrés Arturo Gutiérrez. Meses antes de su asesinato Jaramillo había retornado al país tras un breve exilio por motivos de seguridad. Su confianza en que Colombia podría ser segura para él y sus seguidores lo motivaron a buscar en las urnas la presidencia. Los integrantes de la UP salieron a las calles para rechazar ese y los otros asesinatos de sus compañeros. En 2014 la Fiscalía declaró ese y otros asesinatos de integrante de la UP como de lesa humanidad, y este 2020 la Jurisdicción Especial para la Paz aceptó a la Unión Patriótica como víctima del conflicto (Caracol, 2020). En primera instancia fueron acusados como actores materiales del asesinato de Bernardo Jaramillo los hermanos Fidel y Carlos Castaño y ese fue el único diagnóstico por mucho tiempo. Al menos en 2016, el Gobierno reconoció la responsabilidad del Estado en el exterminio de la UP y el registro de asesinatos, torturas o desapariciones ya constituye un capítulo trascendental en la Justicia Especial de Paz (El Espectador, 2020). c. Tomas de tierras rurales y urbanas por campesinos, trabajadores y excombatientes del EPL amnistiados e indultados La ocupación de tierras se presentó por varias razones: 1. exigencias no resueltas de campesinos sin tierra, parte de ellos colonos despojados en el proceso de concentración en grandes haciendas, 2. comunidades indígenas sin territorio, 3. habitantes urbanos pobres carentes de vivienda y 4. llegada a los cascos urbanos de víctimas de desplazamiento forzado en búsqueda de condiciones de supervivencia. La década de los noventa estuvo también asociada al cierre de los campamentos de vivienda de los obreros en las plantaciones bananeras, que configuró un éxodo de varios miles de personas en búsqueda de sitios y condiciones de vivienda en los cascos urbanos de los municipios. De otra parte, la llegada de más de seiscientos excombatientes del EPL con sus familias acogidos en la región por el acuerdo de paz de 1991 aunada a la persecución que se le hizo desde las guerrillas y los paramilitares, hizo inviable su retorno a la vida civil en zonas rurales y los obligó a su refugio en las ciudades. Todas esas circunstancias impulsaron las tomas de tierras, y dio lugar a que más de 10 mil hectáreas fueran tituladas a campesinos pobres (Verdad Abierta, 2014).
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Las migraciones humanas al buscar ocupación de tierras en espacios rurales y urbanos en Urabá, entre 1985 y 1990, llevaron a que cobraran fuerza las Juntas de Acción Comunal, la ANUC y varios sindicatos. En varias de estas organizaciones se sintió la influencia de organizaciones políticas, en especial del PCC ML, pero también en parte del PCC y en algunos casos de agrupaciones menores como el MIR PL (Movimiento de Integración Revolucionaria Patria Libre –antes denominado MUR ML–). De tal forma, colectivos sociales, comunitarios, campesinos o trabajadores organizados promovieron, planificaron y realizaron ocupaciones o invasiones a determinadas tierras, en haciendas como Coldesa, Honduras, La Negra, Punta Coquitos y Puerto Cesar. En este periodo se desarrollaron 42 marchas campesinas, una de ellas con movilización masiva hasta Bogotá en 1984, elevando las exigencias ante el Gobierno nacional, se produjeron catorce tomas a oficinas públicas y similar número de movilizaciones campesinas por acceso a tierras. Estos procesos de ocupación de tierras se dieron sobre baldíos de propiedad de la nación, no explotados económicamente, o de aquellos otros que habían sido apropiados de manera ilegal por hacendados. En otras ocasiones se hicieron en tierras privadas que hacían parte de haciendas improductivas, algunas de las bananeras tenían tierras ociosas que fueron invadidas por obreros y campesinos, como el caso de Represa y Honduras (Entrevista ER, 2020, febrero). Tanto los actores sociales como políticos involucrados en estas tomas de tierras buscaron los canales institucionales para resolver el acceso a las tierras, producto de lo cual fueron muy frecuentes las negociaciones con el Incora para conseguir la entrega legal de parcelas, utilizando normas legales que regulaban la reforma agraria. Quizás un caso peculiar y significativo fue el sucedido con la transnacional holandesa Coldesa, empresa dedicada a la siembra, procesamiento y exportación de aceite de palma africana, que, ante dificultades en el cultivo en Urabá y ante las presiones laborales, optó por su cierre. También optó por el cierre por su posición de distanciarse antes que involucrarse en las persecuciones arbitrarias frecuentes contra los sindicatos. Declarado el cierre de la empresa los trabajadores tomaron el terreno, lo parcelaron y de manera individual y colectiva emprendieron iniciativas productivas. Invasión de La Chinita En estas circunstancias se realizó también la invasión que conformó el Barrio Obrero en la finca La Chinita, en el casco urbano de Apartadó. En ella participaron obreros afiliados a Sintrainagro que se encontraban sin vivienda como consecuencia del cierre de los anteriores campamentos en las haciendas bananeras; también excombatientes del EPL de frentes de Urabá acogidos a la paz que realizaban su reintegración a la vida civil con sus familias y pobladores urbanos pobres (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). De tal manera, más de cinco mil familias se instalaron en 107 hectáreas de la finca La Chinita, que pertenecía a Guillermo Gaviria, empresario bananero y propietario del periódico El Mundo de Medellín. La invasión de La Chinita fue catalogada como la invasión urbana más grande en la historia de América Latina (Suárez, 2007).
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En noviembre de 1991 el Ejército desalojó con violencia a los ocupantes de La Chinita en el entonces naciente Barrio Obrero, pero estos persistieron, como era frecuente en estos casos, lo que dio lugar a una dinámica de ocupación-desalojo-ocupación que se repetiría, hasta logar instalarse de manera definitiva en el lugar. Para ellos fue un gran logro porque para alcanzarlo debieron encajar una fuerte represión que pasó por ataques, detenciones, destrucción de los ranchos o cultivos instalados. Así, en el caso de La Chinita, uno de los dirigentes de este proceso de ocupación de tierras fue asesinado10 (Bejarano, 1988). Esta toma de La Chinita también se hizo a modo de protesta para exigir la humanización dentro de los campamentos de las fincas bananeras, a causa de las terribles condiciones laborales que tenían los trabajadores (Agudelo y Jaramillo, 2015). Otras recuperaciones de tierra relevantes fueron las de la finca Mango, que dio lugar al barrio El 20 de enero, en Apartadó, y la de las fincas Las Margaritas, que significó la creación del barrio Ríogrande-San Luis en Turbo (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). Dos barrios habitados por obreros bananeros y sus familias. Consolidación de los sindicatos bananeros, negociaciones y convenciones colectivas exitosas el reconocimiento de la organización sindical por parte de los empresarios y la instauración generalizada y regulada de la negociación colectiva en la actividad bananera, fue producto de la intervención que la guerrilla tuvo en dicha dinámica durante cuatro años (1983-1987), luego de veinte años fallidos de un movimiento sindical librado a su sola fuerza (García, s.f.). Esta tesis sobreestima la incidencia guerrillera e incluso confunde la incidencia político sindical con esta, puesto que fueron los trabajadores y sus liderazgos y organizaciones quienes, de manera autónoma, depusieron las diferencias de las organizaciones gremiales a las que pertenecían, logrando una histórica negociación por rama de industria en la región. En este resultado intervinieron varios factores. En primer lugar, en 1985 se pactaron 127 convenciones colectivas que cubrieron 60 % del área bananera, que evidenció la capacidad de las organizaciones gremiales de los trabajadores de representar con éxito la lucha de los obreros del banano. Como consecuencia de ello la afiliación sindical registró un ascenso inusitado, y llegó a cubrir a casi un 60 % de los trabajadores, 43 % de los cuales pertenecían a Sintagro y 14 % a Sintrabanano (Villarraga, 1994). La tregua entre el gobierno y la guerrilla permitió́ a los sindicatos actuar a la luz pública por primera vez. Las Fuerzas Armadas tuvieron una actitud tolerante y no se involucraron en los paros o movilizaciones durante los primeros meses. La persistente acción sindical y los reclamos desde sectores de la sociedad y la institucionalidad por el cese de la violencia contra los trabajadores y sus líderes, condujo a una merma en las arbitrariedades que se cometían contra ellos. Así, hubo un crecimiento entre 1983 y 1985 de los procesos de 10
La toma de La Chinita fue el 8 de febrero de 1992, liderada por dirigentes de Sintrainagro de filiación a Esperanza, Paz y Libertad, con Alirio Guevara como presidente del sindicato.
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negociación sindical y la firma de las convenciones colectivas, generándose un proceso de creciente prestigio que repercutiría en los logros alcanzados a finales de esa década. Tabla 2. Número de convenciones
Número de convenciones
Año
2
1983
13
1984
145
1985
Fuente: elaboración propia (2020).
En segundo lugar, la movilización, presión y huelgas de los obreros bananeros, que fueron intensas. Por lo que la tasa de afiliación sindical superó en esos años el 80 %, mientras en la mayoría de los sectores de producción en el país era minoritaria. En 1985, luego de un cambio en la junta directiva de Sintagro, esta organización sindical presentó el primer pliego de peticiones que buscaba negociar de manera simultánea con los propietarios de dieciocho fincas bananeras –que correspondían a unas dos mil hectáreas de plantación– en representación de unos mil quinientos trabajadores (García, 1996). Sintagro buscó presionar la negociación de una convención colectiva que estableciera elementos comunes de remuneración y regulación laboral en esas fincas. Como respuesta a la acción colectiva sindical, los empresarios bananeros lograron una autorización del Ministerio del Trabajo de despedir masivamente a los trabajadores pertenecientes a Sintagro (Ramírez, 1997). A pesar de tales despidos, este sindicato pasó de tener un par de centenares de afiliados a 4.500. Por su parte, también Sintrabanano se recuperó; después de casi haber desaparecido a finales de la década de los setenta, creció de manera exponencial en 1984, pasando de 300 afiliados a más de 4.000, quienes laboraban en 64 fincas bananeras de la zona. Contó con la solidaridad y apoyo de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), confederación sindical de alcance nacional, organizada en 1985, en la que confluyeron conservadores, liberales, comunistas y otras tendencias de la izquierda, después de más de cuarenta años de división, a la cual se afiliaron Sintagro y Sintrabanano (Romero, 2003). También jugó la incidencia política y la asesoría del PCC y del PCC ML y de sus expresiones más amplias, la UP y Frente Popular, quienes pusieron a su servicio la experiencia en la lucha sindical acumulada en otras regiones del país y en otras actividades. Y sirvió la presión armada del EPL y de las FARC EP, puesto que los empresarios terminaron aceptando lo que habían logrado en sectores de trabajadores en especial durante la tregua, período en el cual estas guerrillas en virtud del pacto vigente en búsqueda de la paz, obraron a través de sus voceros como especie de propuesta política en la legalidad. Esta influencia positiva en el corto plazo, produjo luego efectos negativos en tanto que al romperse los 87
acuerdos de tregua se convertiría en factor de riesgo para la vida y la seguridad de líderes y afiliados a los sindicatos. Las organizaciones sindicales se fueron dando cuenta de los problemas que generaba esos vasos comunicantes; por ello en la mesa de negociación obreropatronal-gobierno se acordó el rechazo a todos los factores de violencia en este conflicto, con resultados favorables. Crecimiento exponencial de los sindicatos y de su capacidad de negociación La importancia del cultivo del banano llegó a tal punto que, para 1985, el 75 % de los pobladores del Urabá eran trabajadores bananeros. También en 1985 los dos sindicatos crecieron con celeridad, al amparo de los acuerdos de tregua y paz pactados entre las guerrillas y el gobierno Betancur en 1984. Este proceso de sindicalización estuvo acompañado de la firma de 152 convenciones colectivas, de las cuales 52 eran de Sintrabanano y 93 de Sintagro. En 1987 Sintagro tenía presencia en el 57 % del área bananera y afiliaba a 6.730 obreros, que representaban el 54,8 % de los trabajadores, mientras que Sintrabanano estaba en el 14 % del área y contaba con 1.685 obreros, lo que corresponde al 13,7 % de la fuerza laboral sindicalizada. Existían, además, otros pequeños sindicatos que agrupaban a otro 16,5 % de obreros bananeros, para un total de 85 % de trabajadores afiliados a algún sindicato, y un 87% del área cobijada por alguna convención colectiva (Botero, 1990). Se pasó de una tasa de sindicalización del 18 % en 1979 al 85 % en 1987 (Botero, 1990). Algunas de las fincas que estaban afiliadas al sindicato Sintrabanano eran La Represa, Florida, Pie de Cuesta, El Oso, Claudia Sofía y el Semillero (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). Estos dos sindicatos afrontaron continuas olas de violencia antisindical originada en expresiones del Estado, en sectores patronales y en algunos casos en el paramilitarismo que seguía su fatídico curso. Pero también más allá de la positiva unidad de acción sindical que se fue construyendo entre los dos sindicatos mayoritarios y de su común pertenencia a la misma central sindical (la Central Única de Trabajadores, CUT), se registraron casos de tensiones, disputas y algunos choques entre las dos vertientes sindicales, producto de la competencia por lograr el mayor número posible de influencia en fincas. Para finales de la década de los ochenta el PCC ML promovía las Milicias Populares Ernesto Rojas y apoyaba al EPL y al PCC, guardaba identidad política y brindaba simpatía o algún tipo de estímulo a las FARC EP, que por su parte extendía la presencia de las MB en la zona. Cada sector político sindical buscaba su propio posicionamiento para promover el crecimiento de su organización gremial. La dinámica política y la social tenían su propia órbita y legitimidad, sin desconocer el relacionamiento político con la emergencia de la insurgencia, pero no se puede reducir el asunto a ello, como incluso se inclinan a interpretar varios trabajos académicos sobre la región. En tales circunstancias, en el conjunto de la zona bananera se fue perfilando el mapa consolidado del grupo de fincas en el que habían incidido, en términos políticos y sindicales, cada una de las dos vertientes hegemónicas. El de las que estaban vinculadas a Sintagro y el de las que lo estaban a Sintrabanano.
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La guerra sindical no fue el reflejo de un conflicto político-estratégico sino más bien táctico-militar. Esto significa que la guerra sindical estuvo orientada exclusivamente a garantizar el control político, tanto de las fincas bananeras ubicadas sobre el eje de la carretera Medellín-Turbo, como las que se localizan en el costado oriental de la carretera en dirección hacia la Serranía de Abibe. (Suárez, 2007, p. 107) Entre tanto, en la región se registraba una entendible competencia política entre el PCC UP y el PCC ML Frente Popular por captar el mayor número de simpatizantes dentro de los trabajadores y de la población, lo que también se reflejaba en las correspondientes vertientes sindicales expresadas en Sintrabanano y Sintagro, respectivamente. A la vez, llegaban ecos de algunos hechos de disputa de poder territorial entre las guerrillas FARC EP y EPL, también alinderadas en cada respectiva vertiente ideológica y política. En estas circunstancias también se presentaron denuncias del paramilitarismo y actores comprometidos con la violencia antisindical, quienes atribuyeron de manera falsa a una guerrilla o a otra lo realizado por los grupos de justicia privada, para atizar el enfrentamiento entre las dos vertientes sindicales. Así lo identificó en su momento el diario El Colombiano de Medellín (El Colombiano, 1986). Es de advertir que la relación entre estos dos tipos de vertientes no sólo operaba desde la competencia y la tensión sino también desde el entendimiento, los acuerdos y la cooperación. La UP y el Frente Popular establecieron ante todo relaciones constructivas y estuvieron aliadas en todos los procesos electorales de los últimos años ochenta, e incluso desde el ámbito nacional había conversaciones hacia la posible unificación. En el plano sindical Sintagro y Sitrabanano propenden por la amplia unidad sindical pluralista y democrática, por lo que son parte activa en la conformación en la región de la CUT en 1985 y en fortalecer su unidad de acción al compartir ser filiales de la misma central sindical. Y en 1987 ambos sindicatos se unifican afiliándose en masa a Sintrainagro. En otro ámbito, a pesar de las tensiones, el EPL y las FARC EP se identificaron y cooperaron políticamente en las propuestas y actividades durante la vigencia de sus treguas a mediados de los ochenta y al darse la ruptura de los acuerdos, e hicieron parte de la CGSB, con coordinación de actuaciones políticas y militares en la región. Las acciones sindicales desarrolladas en el eje bananero entre 1980 y 1987 fueron múltiples: Tabla 3. Acciones sindicales Apartadó 1980-1987
Fecha Actor 1982 Sindebras Febrero de 1984 Movimiento Obrero Agosto de 1984 Sintagro
Acción Conflicto laboral con Banacol
Alcance Regional
Paro cívico regional
Regional
Asamblea general Sintagro
Regional
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Diciembre de 1984 Sintagro Marzo de 1985 Trabajadores bananeros Abril de 1985 Sintagro EPL Abril de 1985 Mayo de 1985 Junio de 1985 Julio de 1985 Noviembre de 1985 Diciembre de 1985 Diciembre de 1985 Enero de 1986 Febrero de 1986 Marzo de 1986 Abril de 1986 Mayo de 1986 Diciembre de 1986 Diciembre de 1986 Febrero de 1987 Febrero de 1987 Abril de 1987 Junio de 1987 Julio de 1987
Paro indefinido
Regional
Plan tortuga
Regional
Parco cívico
Regional
Sintagro
Paro fincas Francia Helena, Sayuna, El Ragual, La Lora, La Lorena, El Paso, Yagare y El Porvenir Municipal
Partido comunista
Concentración 1 de mayo
Municipal
Sintragro - Sintrabanano
Paro cívico nacional
Nacional
Sintagro
Comunicado público contra las Farc
Regional
Sintagro
Paro de fincas bananeras
Regional
Sintragro - Sintrabanano
Paro total fincas bananeras
Municipal
Sintrabanano
Comunicado contra amenazas
Regional
Sintagro
Comunicado contra amenazas
Regional
Sintrabanano
Protesta por costo de vida y servicios
Regional
Sintragro - Sintrabanano
Paros en fincas bananeras
Regional
Trabajadores bananeros
Paros por protección de la vida
Regional
Trabajadores bananeros
Paros parciales
Regional
Sintagro
Paro por asesinato
Regional
Trabajadores bananeros
Paros por atentados, sabotajes y muertes
Regional
Sintragro - Sintrabanano
Presentación pliego
Regional
Sintagro
Protesta por asesinato de dos trabajadores y desaparición de dos más
Regional
Sintragro - Sintrabanano
Acuerdos laborales dan resultado
Regional
Sintragro - Sintrabanano
Huelga por asesinatos trabajadores
Regional
Sintragro - Sintrabanano
Cese de Actividades por muerte de trabajadores
Regional
90
Julio de 1987 Agosto de 1987 Septiembre de 1987 Septiembre de 1987
Sintragro - Sintrabanano
Negociaciones y paros en diferentes fincas
Regional
Sintagro
Paro por asesinato en la finca La Coruba
Municipal
Sintagro
Paro indefinido por protección de la vida
Regional
Sintragro - Sintrabanano
Paro indefinido por asesinato obreros bananeros
Regional
Fuente: elaboración propia (2020).
Sindebras, sindicato instrumentalizado por las empresas bananeras para la contratación laboral En 1985 el sindicato Sindebras, sindicato de braceros –intermediario de la contratación laboral con las empresas bananeras de los braceros del embarque–, que agrupaba a los trabajadores encargados de embarcar la fruta primero en “pangas” y luego en los grandes buques mercantes, empezó a tener influencia de las organizaciones de izquierda y según versiones, aparecieron algunos partidarios de los partidos políticos de izquierda en especial del PC ML y en mucho menor medida de simpatizantes de las guerrillas. Estos lograron acceder a cargos de dirección y desde allí buscaron reorganizar el proceso, en aras de garantizar el cubrimiento debido de las prestaciones sociales de sus afiliados y sanear las deudas históricas con ellos, buscando resolver las consecuencias de la corrupción de quienes los habían precedido en la dirección del sindicato. Hasta finales de la década de los ochenta, la intermediación de la contratación que impuso el modelo empresarial bananero llevó a expresiones de corrupción en el sindicato de braceros Sindebras, aprovechando que la forma de contratación sindical les había permitido a directivos sindicales manejar los recursos ahorrados para prestaciones sociales. Esa situación dio lugar a que el sindicato no contara con recursos para la atención en seguridad social, salud y educación que estaban a su cargo, ni otorgar en consecuencia la pensión por vejez de sus afiliados. Esa situación empezó a cambiar al finalizar esa década. El Paro Cívico Nacional de 1985 y la movilización sindical en Urabá En diciembre de 1984, cuatro meses después de la firma de los acuerdos de tregua bilateral y paz entre el EPL y el gobierno en Medellín, se produjo la primera huelga de carácter masivo y coordinado en la historia de Urabá: 1.500 trabajadores de 18 fincas bananeras, que cubrían una extensión de 2.000 hectáreas, se declaran en paro indefinido presionando por la negociación de pliegos colectivos. También, fue la primera vez que el gremio de productores de banano, Augura, inició una campaña conjunta ante una acción sindical (García, 1996; Romero, 2003). A mediados de 1985, durante la realización de un nuevo paro cívico nacional, liderado por las centrales obreras, se presentó en Urabá una “operación tortuga” o trabajo a bajo ritmo, que incluyó un paro total de tres días y concluyó con una movilización de los trabajadores bananeros y de otras empresas y sectores hacia las cabeceras municipales (Reiniciar, 2006).
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A finales de ese año se instaló un mecanismo de “reunión tripartita”, entre los empresarios bananeros, los dos sindicatos, Sintagro y Sintrabanano, acompañados de otros sindicatos, y el Gobierno nacional, con el fin de encontrar soluciones a los problemas económicos, sociales y políticos en Urabá (Romero, 2003). Fue un logro notable, el conseguir interlocución del Gobierno nacional, un tratamiento conjunto hacia los sindicatos del sector como rama de industria y respuestas colectivas de los empresarios bananeros, ante las demandas reivindicativas de los sindicatos del sector. En el marco de este mecanismo hubo logros laborales y prestacionales importantes. Se realizaron comisiones para visitar fincas, verificar las condiciones laborales de los trabajadores, revisar las propuestas de los pliegos sindicales. A partir de allí las partes convinieron crear las Inspecciones del Trabajo en Apartadó y Chigorodó, mecanismo estatal que, aunque estaba establecido como obligación legal, no existía en la región. Se logró también que los empresarios realizaran la afiliación de los trabajadores bananeros al seguro social y se organizaron comisiones de trabajo con los braceros de Sindebras para revisar sus condiciones laborales. El mayor logro de este mecanismo fue la institucionalización de los conflictos obrero patronales sin la interferencia de los actores del conflicto armado (Suárez, 2007). Se fortalecen las guerrillas, final de los ochenta Para finales de los ochenta Urabá tenía fuerte presencia guerrillera. El EPL contaba con estructuras armadas y zonas de significativa influencia en los municipios del norte de Urabá: Necoclí, Arboletes, San Juan de Urabá, San Pedro de Urabá y norte de Turbo. También presencia en las zonas limítrofes entre Urabá y Córdoba, y en los municipios de Los Córdobas, Canalete, Tierralta y Valencia. Para 1989 tenía el control de la vía que comunica a Turbo con San Pedro de Urabá, con fuerte presencia en la Vereda El Limón. Como se verá más adelante, este lugar, al desmovilizarse el EPL, fue tomado por los paramilitares de los Castaño, como ruta para instalarse en el eje bananero de Urabá. Por su parte, las FARC EP estaban ubicadas en la Serranía de Abibe, que comprendía zonas que iban de Turbo y Apartadó hacia el sur; en zonas limítrofes de Urabá con el departamento del Chocó y específicamente en zonas de los municipios de Acandí, Riosucio y Ungía (Suárez, 2007, p. 114). El 20 de octubre de 1985 trascendió la información de que un grupo de unas quince personas, según versiones de la región guerrilleros de las FARC EP, atacó a varios trabajadores y otras personas que estaban en la heladería Buenos Aires, corregimiento de Currulao, Turbo, y causó la muerte a ocho de ellas. Luego atacaron la estación de la Policía y varios locales comerciales (Rutas del Conflicto, s.f.). Ambas guerrillas tenían presencia en el eje bananero a través de las respectivas milicias y de redes de apoyo, lo cual les aseguraba presencia indirecta permanente, y facilitaba incursiones esporádicas tipo “comando”, formas de control, inteligencia, líneas logísticas y apoyo táctico a las estructuras de frentes guerrilleros.
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Inicia violenta incursión paramilitar contra pobladores de Urabá En la segunda mitad de los ochenta en Urabá se agudizó el ya grave ciclo de violencia, con la incursión paramilitar: Apartadó, ya en 1986 había ocupado el primer lugar en la lista de municipios extremadamente violentos: 2.64 por mil en 1988, mientras Bogotá tenía 2.5 por mil. El 75.05 % de los muertos fueron civiles, guerrilleros el 17.05 %, miembros de la fuerza pública el 8.48 %. La mayor parte de los muertos eran obreros agrícolas y campesinos. La distribución de la violencia por municipios se concentraba en Turbo y Apartadó, el 61.7 % de la violencia, siendo su participación en la población de la región del 46 %. Si se agrega Chigorodó, los tres municipios del eje bananero concentraban el 69 % de las muertes violentas ocurridas entre 1985 y 1990, demostrando concentración de la violencia en el corazón económico de la región. (CPDH, 1987) En 1986 en la región de Urabá fueron asesinadas 93 personas vinculadas a las fincas bananeras y a partidos de izquierda. Eso condujo a que se intensificaran los paros laborales y generó una difícil situación, ya que por un día de huelga se perdían cuatro millones de dólares por concepto de exportaciones y producción de banano (El Tiempo, 1991d). A finales de 1986 sicarios arrojaron una granada contra una asamblea de Sintagro reunida en Currulao, murieron siete trabajadores y diez quedaron heridos. De inmediato el Ejército allanó la sede sindical, detuvo a más de setenta trabajadores y se llevó los dineros del sindicato (Semana, 1986). Entre Enero de 1986 hasta enero de 1988, se cometieron en Urabá 55 asesinatos políticos: 51 contra simpatizantes, seguidores e integrantes de la Unión Patriótica y 4 contra miembros del Partido Liberal. (Consejería Presidencial para la Rehabilitación, Normalización y Reconciliación, 1988, en Tribunal Superior de Bogotá, 2012, 31 de octubre) Para la misma época, en 1986, el narcoparamilitar Fidel Castaño retornó al municipio de Segovia, ubicado en la subregión Nordeste de Antioquia, y fundó el grupo Muerte a Revolucionarios del Nordeste (MRN), responsable del asesinato de varias personas líderes políticas y sociales de izquierda del Nordeste Antioqueño y continuó con la realización de este tipo de homicidios hacia Urabá (Verdad Abierta, 2008c). La ola de violencia política y sociopolítica con grave afectación de los sindicatos, organizaciones sociales y agrupaciones de oposición política de izquierda en Urabá no se atenuó, sino que se prolongó y luego se acentuó en los noventa. Sólo en 1988 se cometieron las masacres en las haciendas bananeras de Honduras y La Negra, el 4 de marzo en Turbo, que dejaron como saldo la muerte de 20 trabajadores. Siguió la masacre de Mejor Esquina en el departamento de Córdoba, el 4 de abril, en la cual paramilitares asesinaron 27 campesinos. 93
Luego sucedió la masacre de Punta Coquitos, Turbo, el 11 de abril, en la cual paramilitares asesinaron a 42 campesinos.
Según las mismas informaciones oficiales, todas las masacres fueron cometidas por paramilitares, bajo las órdenes de Fidel Castaño, quienes se habían instalado entre Córdoba y Urabá, de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM) y de los grupos de Hernán Giraldo y de los Rojas, procedentes de la Sierra Nevada de Santa Marta. Lo que reveló la decisión del paramilitarismo de irrumpir con violencia extrema y con apoyo de efectivos de otras regiones contra pobladores inermes de Córdoba y Urabá, bajo el estigma de ser supuestos colaboradores de la guerrilla (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Estas masacres golpearon zonas de presencia histórica del EPL aunque los paramilitares no atacaron a la guerrilla, pero la incursión estuvo acompañada del asesinato de colectivos de campesinos y obreros en condiciones de indefensión en zonas donde tenía presencia política reconocida el PCC ML y el Frente Popular, al señalarles de ser supuesta base social de apoyo a la actividad de esta guerrilla. El narcotráfico ligado al paramilitarismo, empieza a dibujarse como un actor en Urabá a. Compra de tierras por los narcotraficantes Narcotraficantes, que desde sus comienzos estarían ligados al paramilitarismo, empezaron a ubicarse en zonas cercanas a Urabá, convirtiéndose de forma paulatina en un actor de la guerra interna que afectaría, años más tarde, al eje bananero. El narcotráfico ya tenía fuerte presencia en el departamento de Córdoba desde los años setenta, instalándose entre Antioquia, el sur de Córdoba y el norte de Urabá, zona de influencia del Cartel de Medellín. La llegada del narcotráfico al norte de Urabá y del Urabá Chocoano, en los primeros años de la década de los ochenta, fue al inicio silencioso; se produjo mediante la compra de tierras para convertirlas en haciendas ganaderas, en zonas periféricas del eje bananero. A lo largo de la década de los ochenta narcotraficantes hicieron compras de tierras entre Montería y la Serranía de Abibe y entre El Nudo de Paramillo y el mar Caribe. En particular se ubicaron en un cuadrante que comprendía los municipios de Caucasia, Montelíbano, Tierra Alta, Valencia, Arboletes, Pueblo Nuevo y Ayapel. Miembros del Cartel de Medellín compraron numerosas fincas en Arboletes, Gonzalo Rodríguez Gacha en Buenavista, Montelíbano y Ayapel y Javier Piedrahita en Tierra Alta. Personajes como los hermanos Ochoa llegaron por Caucasia, municipio del departamento de Antioquia, al oriente del Nudo de Paramillo, y penetraron en municipios de San Jorge como Ayapel, Buenavista y Planeta Rica. Del mismo modo, el narcotraficante Rafael Mata Ballesteros compró tierras en San Jorge y en la zona costanera, en Puerto Escondido. Fidel Castaño compró la finca Las Tangas, en 1983, situada a orilla del río Sinú en el municipio
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de Valencia, que se volvió, algunos años más tarde, la sede de la organización paramilitar denominada en esos años Los Tangueros (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). La compra de Las Tangas es relevante por varios motivos; porque evidencia que en simultáneo con el regreso de los Castaño al Nordeste Antioqueño esta familia narcoparamilitar se posicionó en una zona muy cercana al Urabá, y porque, como se desarrollará más tarde, la forma como adquirió la hacienda devela formas de despojo y aprovechamiento de bajos precios de las fincas de la zona. La relación entre narcotráfico, compra de tierras y paramilitarismo fue de doble vía. Narcotraficantes que habían comprado tierras organizaron grupos de justicia privada que serían los antecedentes de los paramilitares, y, la presencia y operación de esos grupos armados permitió y facilitó la compra de tierras por narcotraficantes, en la mayoría de los casos a bajo precio, como consecuencia de la difícil situación de sus propietarios, que eran campesinos expulsados por la violencia. Elkin Mena, El Negro, uno de los jefes de la extinta banda de sicarios La Terraza, de Medellín, colaborador del grupo narcotraficante conocido como los Pepes y antiguo “gatillero” de Pablo Escobar, pasaba por finquero cuando visitaba sus propiedades entre los municipios de Valencia y Tierralta en Córdoba, antes de ser asesinado por Carlos Castaño, a petición de “ciudadanos honestos de Medellín” (Aranguren, 2001). Esa presencia de narcotraficantes aceleró la dinámica de concentración de la tierra “sin cambiar la tendencia general de desalojo paulatino” (Romero, 1989). El fenómeno paramilitar se produjo de manera simultánea con el arribo de narcotraficantes que buscaron consolidar su negocio de tráfico ilegal de drogas, aprovechando su ubicación estratégica, para convertir esta zona en una ruta de exportación de alucinógenos al mercado internacional. b. Los paramilitares y la organización de rutas del narcotráfico en Urabá Dominar este territorio le permitió al narcotráfico tener una base terrestre para la ruta de abastecimiento de pasta de coca, así como rutas de exportación de coca refinada. Por esto, controlar desde Puerto Escondido, Córdoba, hasta San Pedro de Urabá, resultaba fundamental para su estrategia (Romero, 1989). Según recuerda un exmilitante del EPL: El Norte de Urabá es una zona muy ganadera y fuera de eso de presencia del narcotráfico. Si usted mira la cuestión de tierras va a encontrar que, desde Necoclí, hasta Arboletes, hay grandes compradores de tierras y a la vez narcotraficantes. Había un señor al que le decían Pelusa que tenía mucha tierra. Era una zona en donde la actividad del narcotráfico estaba en un crecimiento grande. Para mí eso explica por qué las autodefensas (paramilitares) buscaban instalarse allí. (Barbosa, 2015) Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha utilizaron al departamento de Córdoba para organizar centros de acopio y comercializar droga hacia el exterior. Los grandes capos de las drogas se fijaron en Córdoba por sus características naturales e institucionales: está ubicada a 124 kilómetros de litoral del océano Atlántico; su geografía incluía las serranías de Abibe, 95
San Jerónimo y Ayapel y extensas llanuras adyacentes; contaba con la cercanía a Panamá, lo que facilitaba el contrabando, el tráfico de armas y drogas y el lavado de activos e incluía el Parque Nacional Natural de Paramillo, con más de 300.000 hectáreas (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). En los predios construyeron bodegas para almacenar estupefacientes y pistas para despachar la droga hacia el exterior. Estas tierras estaban situadas en Montería, Canalete, Cereté, Montelíbano, Buenavista, Ayapel, Pueblo Nuevo y Planeta Rica, así como en la zona costanera, donde también fue frecuente el empleo de embarcaciones rápidas para enviar por el mar los alcaloides a países de Centroamérica. Algunas de las pistas estaban dotadas de iluminación para el tráfico nocturno y hubo periodos en que el número de pistas en operación superaba las treinta (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). La compra de tierras en el norte de Urabá hasta la Serranía del Abibe por narcotraficantes en la década de 1980, significó entrar en regiones de frontera agrícola y zonas en donde la guerrilla hacía presencia desde décadas atrás (Romero, 1989, p. 16). La construcción del fenómeno paramilitar implicó el involucramiento no sólo de los narcotraficantes, también de la clase política y de la fuerza pública (tal como se desarrollará más adelante). El afán de asegurar territorios de retaguardia, de ampliar capitales y tierras, llevaron a los carteles de la droga a establecer alianzas con algunos sectores de las élites tradicionales que habían sido en especial afectadas por la presión de las guerrillas a través del secuestro y la extorsión. En Caucasia, Montería, Valencia y Tierralta se establecieron los primeros grupos que entraron a operar de manera continua y sistemática en la región, y recibieron entrenamiento (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, Vicepresidencia de la República. Panorama actual del Paramillo y su entorno). Según el académico experto en tierras Alejandro Reyes, durante el período comprendido entre 1980 y 1995, Antioquia fue el departamento con más municipios en los que fueron compradas tierras y Urabá fue una de las regiones en las que hubo “mayor asociación entre compra de tierras por narcotraficantes y [acciones] paramilitares” (Reyes, 2009). Algunos narcotraficantes empezaron a comprar tierras al otro lado del Golfo de Urabá. Fidel Castaño compró a la familia Ochoa la Finca Tanela en el municipio de Ungía, ubicado en el lado occidental del Golfo de Urabá, en una zona muy cercana al vecino país de Panamá. La finca se extendía y abarcaba una zona muy amplia (Reiniciar 2006). Para Fidel Cataño la región era vista sólo como puerto de exportación del alcaloide, pero de forma gradual, para finales de los noventa, incluyó más eslabones de la cadena productiva de la cocaína (Wills, 2008). Utilizó las haciendas para articular sus estructuras armadas, acumular armas, pertrechos, logística, reclutar y entrenar efectivos, coordinar con los otros sectores aliados de distinta naturaleza, realizar acciones de “limpieza” –asesinatos– en las zonas, llevar secuestrados, torturar y enterrar a sus víctimas (Ramírez, 1997). Las décadas de los ochenta y noventa vieron un importante auge en las actividades del narcotráfico asociado a la expansión del paramilitarismo en la región, con liderazgo de los hermanos Castaño. 96
Luego, a mediados de la década de los ochenta, comenzó la incursión armada de los paramilitares, a través de Fidel Castaño, mencionado entonces con frecuencia con el alias de Rambo. Personificaba la triple condición de reconocido narcotraficante del Cartel de Medellín, reconocido paramilitar fogueado en el nordeste con el Ejército, en el Magdalena Medio con las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM), y ahora convertido en hacendado, terrateniente y ganadero. Sus haciendas las ubicó en Valencia, en el límite entre Córdoba y Urabá. El grupo de Fidel Castaño fue bautizado como Los Tangueros, o Los Mochacabezas. Introdujeron la costumbre de desplegar las formas más extremas de violencia contra campesinos de la región. Los mismos narcotraficantes convertidos en terratenientes que sufragaban a los Castaño, compraban las tierras abandonadas a precios baratos, lo que promovía la campaña de deshacerse de los guerrilleros y de sus presuntos simpatizantes en la región (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). Los paramilitares y los narcotraficantes que operaron en Urabá tuvieron en distintos casos nexos directos y relación muy cercana. Aunque en un principio Urabá fue usado sólo como puerto, de forma progresiva fue ocupando un lugar también en las distintas etapas de la producción de la cocaína (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006). Así, más tarde se empezó a convertir en región de cultivo y procesamiento de alcaloide, en zonas ubicadas en la periferia del eje bananero. “En los municipios del norte de Urabá y el norte del Chocó dedicados a la ganadería, la concentración de tierras se dio de la mano de los predios adquiridos por el narcotráfico” (El Espectador, 2008). El eje bananero, para la fecha en que se inició el cultivo, ya estaba destinado para el banano y en menor medida el plátano. Al ser una zona plana, que podría ser considerada como suburbana, contar con buenas vías de comunicación y estar militarizada, no fue utilizada para cultivar plantas de uso ilícito. Las características geográficas, de ser región comercial, y los antecedentes de contrabando por ser frontera internacional, permitieron a Urabá tener zonas y condiciones propicias para el embarque de drogas ilícitas, contrabando de armas y precursores químicos y lavado de activos. Es así como en pleno auge del narcotráfico, en los ochenta y noventa, para consolidar tales condiciones fueron sometidos a presión violenta las tierras de pequeños campesinos a lo largo de la carretera Guapá–Lomas Aisladas, en Turbo (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006). Mapa 8. Zonas productoras y puertos
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En óvalos azules se demarcan las zonas productoras, en rectángulos naranja, los puertos. Uno de los corredores se demarca con línea roja y el otro con línea morada.
Fuente: elaboración propia (2020). En relación con el tráfico de drogas en Urabá, confluyeron dos corredores naturales que fueron utilizados para la exportación de alucinógenos hacia Europa y Estados Unidos. El primero conecta con el océano Pacífico con el Urabá por la vía de río Atrato en Chocó y con otras subregiones de Antioquia, y por esa vía con otras zonas del país en la que se producían narcóticos. El segundo une a Urabá con los departamentos de Córdoba y Sucre, en donde también se ubicaban amplias zonas de cultivo de plantas alucinógenas, con rutas hacia otras regiones del país. Los dos corredores confluyen a salidas marítimas de los cargamentos hacia Panamá, Estados Unidos y Europa, bien por el mar Caribe, a través de Turbo y otras poblaciones rivereñas o, por el océano Pacífico por Nuquí, (Panguí), Coquí, Bahía Baudó y otros pequeños puertos de este litoral11. La ubicación de las bases de los paramilitares y la definición de zonas de patrullajes estaban relacionadas, entre otras cosas, con el control de estos corredores estratégicos de tráfico de estupefacientes. El Golfo de Urabá y los puertos de Turbo, Necoclí y Arboletes han figurado desde entonces entre las principales salidas de cocaína de Colombia. Entre Turbo y Necoclí hubo trece rutas de salida de droga ilegal, mucha de la cual venía del departamento de Córdoba, que llegaba 11
Debido a la poca presencia de cualquier tipo de autoridad en algunas de las zonas por donde el caudal del Atrato se ha convertido en un corredor para transporte de salida y entrada de drogas y armas a Centroamérica. Es así como muchos ríos afluentes del Atrato como Napipí, Opogado, Bojayá y Murri fueron tomados por grupos subversivos y paramilitares con fines delictivos. De Medellín, bien sea por lo ríos Murrí o Arquía, se pasa a Vigía del Fuerte y se ahí por el municipio de Ríosucio se llega al Pacífico, así con el control de Bojayá se protegen estas rutas clandestinas para el tráfico de armas y coca.
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a la finca La Trampa entre el corregimiento El Tres y el Limón, pese que en Necoclí había un puesto de policía antinarcóticos. Otra ruta, organizada años más tarde, era por la Comunal San Jorge, pasaba por las Palmas y la finca Teka (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Según el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de las Naciones Unidas (SIMCI- ONU), los cultivos de coca han desaparecido casi en su totalidad del Urabá desde 2005 (Tenthoff, 2008). Como se mencionó, sólo en Arboletes, ubicado en Antioquia en límite con Córdoba, en la parte norte del Golfo de Urabá, miembros del Cartel de Medellín compraron 48 haciendas para dedicarlas a la ganadería entre 1981 y 1989, con extensiones de 300, 400 y hasta 600 hectáreas (García, 2012). Parecería que estas compras estaban vinculadas a la decisión de lavar dineros obtenidos del narcotráfico. Sin embargo, algunos investigadores académicos estiman que podrían estar asociadas a construir corredores funcionales y seguros para el tráfico de narcóticos. Según el investigador Mauricio Romero12, Fidel Castaño quería tener control sobre el Golfo de Urabá porque a través del puerto de Turbo podría garantizar el ingreso de armas y la exportación de alcaloides y proteger la compra de tierras que realizaban los narcotraficantes por el lindero occidental de Urabá, en zona cercana a Panamá (Romero, 2003). Lo cierto es que no se ha podido establecer que los grupos paramilitares que operaron en el eje bananero entre 1994 y 2000 estuvieron directamente relacionados con el negocio del narcotráfico. Este eventual distanciamiento podría estar relacionado con el interés de Carlos Castaño de mostrar que, a diferencia de su hermano Fidel, su macroestrategia paramilitar estaba desvinculada del tráfico de narcóticos. Según un artículo de la revista Cambio, la estructura paramilitar Bloque Héroes de Tolová, para finales de los noventa, organizó su trabajo de tal manera que un grupo de retaguardia se dedicó a la producción de base de coca en el Parque Natural Paramillo, en Tierralta, Córdoba, mientras el alcaloide era enviado por el Golfo de Morrosquillo y el Golfo de Urabá al comercio mundial. Algunos consideran que paramilitares ligados con los narcotraficantes, en particular los integrantes del Bloque Élmer Cárdenas, pasaron de ser compradores de tierras a ser exportadores alcaloides, y que otros facilitaron el transporte de narcóticos a través de barcos bananeros y la importación de armas, en dinámicas complejas que pudieron contar con el apoyo y aquiescencia de empresarios bananeros, exportadores de la fruta e integrantes de la fuerza pública. Los alcances y detalles, dimensión y especificaciones de estas relaciones y de la vinculación del paramilitarismo, en Urabá, al negocio de estupefacientes está por establecerse con precisión (por ejemplo, desde cuándo se empezó a dar y a quiénes involucró). Adelante ampliaremos consideraciones al respecto.
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Investigador importante sobre la conflictividad social y política en Córdoba y Urabá.
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Los hermanos Castaño, jefes de la nueva generación paramilitar que golpearía a Urabá Desde los primeros años de la década de los setenta empezó a tejerse en una zona relativamente contigua al Urabá un fenómeno que más tarde tendría gran impacto en la vida económica, política y social en Urabá: el paramilitarismo del Clan de los Castaño. A continuación, se detallan las características de este clan criminal, pues fue la columna vertebral de la violencia contra los trabajadores, las comunidades campesinas y las fuerzas políticas alternativas en Urabá. También porque con Carlos Castaño fue con quien Chiquita Brands, y en general el gremio bananero, pactó acuerdos que conduciría a esa violencia. Es poco probable que al momento de realizar el acuerdo esa empresa multinacional no conociera el historial de su “nuevo aliado”. Aun en el improbable evento de que no lo supiera, la naturaleza narcoparamilitar de ese clan pronto se revelaría por muchos medios en la opinión pública nacional. Los hermanos Castaño eran oriundos del municipio de Amalfi, Antioquia, en el nordeste de ese departamento (Usuga, 2015). Su padre fue secuestrado y asesinado por el IV Frente de las FARC. Tras el asesinato de su padre, Jesús Antonio Castaño, hacendado antioqueño que tenía nexos con el Cartel de Medellín, Fidel Castaño incursionó en el narcotráfico que realizaba este cartel de la droga, a la vez que se ligó junto con sus hermanos a actividades paramilitares con coordinación de mandos del Ejército. Utilizando sus nexos con los narcotraficantes, fue extendiendo negocios. Fidel Castaño fue el primero de tres hermanos que se encargó de crear su propia organización paramilitar. También hizo parte de este clan su hermano Carlos, quien años más tarde lo remplazaría como comandante de las AUC, y su otro hermano Vicente, quien en particular se encargó a del manejo financiero y de relaciones estratégicas de poder. A este clan también perteneció Manuel Gil, hermano medio de los tres mencionados, casado con Sor Teresa Gómez, conocida como “Sor Teresa”, encargados de manejar la Fundación para la Paz de Córdoba (Funpazcor), ONG tipo fundación que se crearía años más tarde al servicio de la estrategia de legalización o encubrimiento de manejos institucionales y de negocios de carácter ilegal de los Castaño, desde su proyecto narcoparamilitar. Los Castaño Gil hicieron presencia en el municipio de Segovia (Antioquia) desde los años setenta. Iniciaron con la compra de un bar en 1977 y de una hacienda en 1980. Su poder en la zona se afianzó entre 1982 y 1983. Fidel Castaño había empezado con la conformación de grupos paramilitares desde principios de la década de los ochenta en el nordeste antioqueño en los municipios de Amalfi (de donde era oriundo), Segovia, Yalí, Yolombó, Remedios, Santa Isabel y Vegachí. En el marco de este proceso creó alianzas con el Ejército y recibió capacitación por parte de coroneles en el municipio de Puerto Berrío, ubicado en el Magdalena Medio (CINEP, 2004). Desde 1981 tanto Fidel como Carlos se habían alistado como “guías” del Batallón Bomboná. En reportaje a la revista Cromos (1996, p. 26), Carlos Castaño reconoce que fueron entrenados como paramilitares por el Ejército. Luego de actuar en una célula armada se presentaron al Batallón de Puerto Berrío (más tarde Brigada 14 del Ejército) y un coronel los 100
conectó con un mayor “que fue el pionero de las autodefensas de Colombia. (…) fue ese Mayor quien comenzó a reclutar campesinos, no para el Ejército –siendo activo– sino para las autodefensas, y a formarlas y a darles capacitación”. Sus buenas relaciones con el Ejército eran de vieja data (Aranguren, 2001). Carlos Castaño, líder de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), había empezado como guía en la estructura paramilitar de los años ochenta. Allí combatió con las tropas e identificó a presuntos subversivos. Mientras tanto, Fidel fue amasando una fortuna proveniente del narcotráfico e invirtió sus ganancias en tierras, por lo que se convirtió en uno de los ganaderos más poderosos de Colombia. Según el Boletín de Inteligencia de la DEA, de abril de 1998, Carlos Castaño es “un gran narcotraficante por su propia cuenta” y socio de los hermanos Arcángel y Orlando Henao. Estos últimos pertenecientes al Cartel del Norte del Valle del Cauca (Nodo, s.f.). En 1983, al cumplir 18 años, Carlos estuvo en Israel en cursos en los que aprendió “fundamentos de armamento atómico y manejo sicológico de operaciones”, así como métodos para bloquear carros blindados, utilización de granadas de fragmentación y de otros proyectiles y explosivos (Aranguren, 2001). Allí conoció a militares colombianos del Batallón Colombia con los cuales se reunía en los días de descanso. Uno de los oficiales que estuvo allí en esa época fue el entonces mayor Rito Alejo del Río (Vidas Silenciadas, s.f.; Aranguren, 2001). Fidel, desde muy joven, estuvo vinculado a negocios ilícitos que le permitieron comprar grandes haciendas en Antioquia (Ronderos, 2014), despojó y compró tierras a muy bajos precios en Córdoba para “lavar” su fortuna. Los hermanos hicieron parte del Cartel de Medellín, poderoso grupo narcotraficante de Antioquia, y se vincularon con el grupo paramilitar denominado Muerte a Secuestradores (MAS) o Los Masetos (Ronderos, 2014). Fidel fue ascendiendo dentro de la organización paramilitar y mantuvo fuertes vínculos con Pablo Escobar, como jefe militar del Cartel de Medellín, función que había ocupado Rodríguez Gacha hasta su muerte. Según Rogelio de Jesús Escobar Mejía, alias Relámpago, quien perteneció a Los Tangueros, entre el 21 de septiembre de 1988 y el 29 de marzo de 1990, fue testigo de reuniones de Fidel Castaño con Pablo Escobar en La Finca La Honduras, (Antioquia); con Gonzalo Rodríguez Gacha, en la finca Las Tangas; y con Jorge Luis Ochoa Vásquez en una hacienda costera entre Acandí y Titumate, Unguía (Chocó) (DAS, 1990). Se alió con los grupos de narcotraficantes que contaban con paramilitares en el Magdalena Medio (Ronderos, 2014). Entonces, trasladó su epicentro de operaciones desde Segovia, en el Nordeste de Antioquia, al Magdalena Medio, consolidando una alianza con el jefe paramilitar regional Henry Pérez (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Para los años ochenta el paramilitarismo tenía su epicentro nacional en el Magdalena Medio, y en particular en los municipios de Puerto Boyacá (Boyacá) y de Puerto Berrío (Antioquia). La organización sería denominada Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM). Estos paramilitares se articularon o coordinaron acciones con otras estructuras paramilitares de esa región: la de Ramón Isaza, alias el Viejo, de la parte antioqueña; la de 101
Arnubio Triana, alias Botalón, de la parte santandereana; y la de Luis Eduardo Cifuentes, alias el Águila, de la parte de Cundinamarca. En 1982 Fidel Castaño tenía un grupo consolidado que recorría Cimitarra y Puerto Boyacá. Paralelo a esto, se dirigió a Córdoba. Manuel Ballestas era amigo del narcotraficante César Cure de Moya, quien a su vez tenía vínculos con Matta Ballesteros, el socio de Fidel Castaño. Cure conformó un grupo paramilitar con Javier Piedrahita en el que participaba Rodríguez Gacha, todos ellos con propiedades en Córdoba, con alta presencia en Montelíbano. Al igual que Gustavo Escobar, quien le prestó dinero a Fidel para comprar Las Tangas, escriturándole Montecasino como prenda de garantía (Ronderos, 2014). Una mansión en Medellín quedó en manos de los Castaño, epicentro de acciones de Pablo Escobar, sus sicarios y el Cartel de Medellín. Llegó a los municipios de Valencia y Tierralta en Córdoba, cercanos a Urabá, donde contó con el respaldo económico de algunos ganaderos y hacendados de la región, compró haciendas y activó su propio grupo armado paramilitar. Causó grandes desplazamientos de cientos de personas que se movilizaron de Córdoba hacia Urabá, quienes tuvieron que volver a desplazarse cuando el grupo paramilitar entró a controlar la zona (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Al llegar a Córdoba adquirió la finca Las Tangas, en el corregimiento de Villanueva (Valencia), a orillas del río Sinú. La promesa de compra venta se concretaría el 4 de abril de 1983, y fue suscrita por Fidel Castaño y Rafael Ballesta Altamiranda, quien era el propietario de la hacienda. Pero el pago se realizó de manera parcial y la ‘compra’ se produjo en medio de amenazas a Manuel Ballesta Altamiranda, hermano del vendedor. Incluso secuestraron a su hijo, Robert de Jesús Ballesta Petro, el 14 de noviembre de 1983 en Medellín. Durante un año la familia debió pagar su rescate. Dado que la esposa de Manuel y madre de Robert continuó cobrándole a Fidel el pago de la finca, los Castaño asesinaron a Manuel el 13 de diciembre de 1986 en el aeropuerto Los Garzones, Montería (Ronderos, 2014). Desde su llegada al nordeste antioqueño el Clan Castaño fue tejiendo una relación con los mandos militares de la región, el dinero de Fidel Castaño le facilitaba mantenerse cercano a la fuerza pública. Necesitaba que dejara fluir sus comercios clandestinos y, como lo había hecho en el Magdalena Medio y en los Llanos, encontró en los nuevos ricos de Segovia aliados de chequera larga dispuestos a “limpiar” la región de comunistas. El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) reconoce que el narcotráfico, las economías sumergidas y los grupos armados han representado para muchos individuos y sectores sociales “(…) si no la única, al menos una vía preferente para acumular capitales y alcanzar otro lugar en las posiciones objetivas del espacio social y económico en Colombia, caracterizado por ser profundamente cerrado” (CNMH, 2016, p. 23). La adquisición de la finca Las Tangas fue el primer paso para el apoderamiento de tierras y ganado en la región limítrofe con Urabá. El grupo narcoparamilitar de Fidel Castaño comienza a ser conocido como Los Tangueros, pero también como Los Mochacabezas, debido a su modus operandi. Con ese nombre operaron hasta 1990. También se les conocía como Los Parascos, Los Colimocha, Los Chaliscos o Los Masetos. 102
Figura 2. Casa Castaño
Fuente: elaboración propia con base en Justicia y Paz (2020).
En principio fueron alrededor de veinte efectivos oriundos de Amalfi, Remedios y Segovia, vestían de civil y estaban armados con changones y escopetas. Entre Los Tangueros más conocidos y quienes más temor generaron fueron
Carlos Mauricio García Fernández, alias Comandante Rodrigo Doble Cero John Darío Henao Gil, alias H2 o 200 Manuel Salvador Ospina Cifuentes, alias Móvil 5 Jairo Mantilla, alias 30 Jorge Humberto Victoria Oliveros, alias 90 o 39 Luis Omar Marín Londoño, alias Cepillo o Matías Jaime de Jesús Ramírez, alias 04 Carlos Alberto Cardona Guzmán, alias Maicol Alcides Giraldo Gutiérrez, alias Tocayo Luis Albeiro Peláez Rodríguez, alias Machín Arnulfo de Jesús Rúa Guzmán, alias Nicanor Jesús Emiro Pereira Rivera, alias Huevo de Pisca (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre) Salvador, Aníbal, Trato, Estopín, Rastrillo, Toronja, Bracho, Pitufo, Lorenzo Córdoba alias Barbas, Monoleche, como escolta de H2 y Manuel Arturo Salón, JL, como instructor.
Varios de estos paramilitares fueron el semillero de paramilitares que después actuarían en Urabá. El grupo tenía como base la finca Las Tangas, desde donde salían a delinquir por las 103
zonas rurales de Córdoba con el pretexto de combatir al EPL y a las FARC (Gutiérrez y Vargas, 2016). En el informe del DAS de 1990 sobre la estructura paramilitar que existía en ese momento se destaca, entre los mandos medios, Manuel Ospina, Juancho (posiblemente Móvil 5): principal lugarteniente, encargado del manejo del personal y con potestad para movilizar el grupo de sicarios. Era quien recibía las órdenes directamente de Fidel Castaño y el encargado de hacerlas cumplir. 39 (posiblemente Manuel Salom Rueda, JL): Sargento retirado del Ejército, encargado de reclutar el personal y de supervisar el entrenamiento. Fernando 90 (José Humberto Victoria Oliveros, Miguel Noventa): coordinador de labores de inteligencia. Permanecía en la fachada de una tienda de alquiler de películas en Montería. Hernán Villamil Hogaza 5: jefe de investigaciones sobre sospechosos de pertenecer a la guerrilla y presencia de foráneos. Hermanos Rojas: grupo de sicarios procedentes de Magdalena: Rigoberto Rojas Relámpago, Reinaldo Rojas Valencia Sergio, Huber Rojas La Vaca, Herminso Rojas Valencia Mincho, Javier Rojas Valencia El Tigre, Víctor Alfonso Rojas Valencia Jawi y Octavio Rojas Valencia El Loco o Ricaurte. Figuran otros tres alias sin tener certeza a quiénes corresponden Miller, Iván Rojas La Vaca y Carlos Rojas La Vaca Para ese entonces los grupos paramilitares conformados por los Castaño en Urabá tenían tres compañías: Los Mochacabezas, Los Tangueros y Los Escorpiones. Llegaron a tener bases con capacidad de refugiar a quinientos efectivos. Un primer campamento se encontraba en la vereda La Vorágine, corregimiento de Loma Verde en Montería; otro en Santa Catalina, corregimiento al norte de San Pedro de Urabá; otra en San Jacinto al norte de Arboletes y otra en una finca del corregimiento de Las Changas, en Necoclí. También se ubicaron en El Tomate, Pavarandocito, Nuevo Oriente y en la finca Los Alpes, de Jairo Vanegas, en Urama (Nodo, s.f.). Los Castaño se convirtieron en poderosos hacendados de la zona, tenían fincas como Las Tangas, La 35, Jaraguay, Minisiguay, Cedro Cocido, Los Campanos, Santa Mónica, Pasto Revuelto, Las Amalias, Doble Cero y Santa Paula (DAS, 1990), “Nunca figuró como dueño directo de esta última, pero se sospecha que era el verdadero propietario detrás de los testaferros, porque después estos la donaron a la fundación familiar de los Castaño” (Ronderos, 2014). Fidel Castaño se extendió luego al Chocó, donde unas quince personas le brindaban seguridad a la finca Tanela. También a Montería, donde creó un grupo urbano. Y a Medellín, donde tenía un grupo armado para la protección y las actividades alrededor de su casa Montecasino (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). En Caucasia (Antioquia) tenía otro grupo paramilitar instalado en las fincas La Marsella y El Caballo, de 104
propiedad de César Cure y Fidel Castaño, respectivamente. En la primera de estas se encontraban treinta paramilitares bajo el mando de Walter (DAS, 1989). Con el tiempo se comprobaría que muchas de sus tierras fueron adquiridas mediante presiones, amenazas y otros métodos ilegales contra los propietarios. Un muy alto porcentaje fue adquirido como especie de botín de guerra, en ataques contra miembros del narcotráfico señalados de ser cercanos a las guerrillas (Aranguren, 2001). Con ello se reversaron los tímidos avances de reforma agraria y se profundizó la concentración de la tierra, aprovechando la inconformidad de los ganaderos, en particular con el EPL, por su apoyo a reclamos y tomas de tierra de los campesinos. Un campesino, que estuvo en resistencia ante el proceso de despojo de tierras emprendido, dijo “(…) eso es lo que nos ha llevado a esa situación. La reforma agraria es los que nos está matando, saben que la tierra es buena y quieren conseguirla como sea (…) pero esta es mi gente y aquí me quedo” (El Colombiano, 1995a). De esa forma alcanzó a tener veinte mil hectáreas de tierra y treinta mil cabezas de ganado, aunque quienes lo sucedieron tan sólo reportaron mil hectáreas y tres mil bovinos al Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), a partir de 1996 (ICA, 2013, citado en Tribunal Superior de Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Esas extensas haciendas luego le sirvieron de bases militares, escuelas de entrenamiento o centros de operaciones y acciones de exterminio de civiles con las ACCU (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Con esta cantidad de tierras logró tener el control sobre el territorio, creando redes de informantes en las zonas rurales, semi urbanas y urbanas, fortaleció las comunicaciones entre las fincas, instaló radio teléfonos, contrató mercenarios traídos del Magdalena Medio y organizó grupos armados de reacción (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). Sus antecedentes como narcotraficante eran conocidos por la justicia estadounidense desde mediados de los ochenta, en los reportes del Departamento de Estado está escrito que Fidel Castaño era más peligroso que Escobar ya que tenía mayor capacidad militar y contaba con sus hermanos antiguerrilleros en el Ejército colombiano y en la Policía Nacional (Verdad Abierta, 2008). Cuando se desató la guerra de los carteles en 1992, Fidel decidió separarse de Pablo Escobar y conformar junto con el Cartel de Cali, el grupo los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), con lo cual hizo parte de la alianza que se dio entre los Pepes y las ACMM, la fuerza pública, el DAS, la DEA y el Gobierno nacional, que fue la base para la estrategia de persecución contra Pablo Escobar y quienes lo seguían acompañando. Contribuyó a su captura y muerte y facilitó información a las autoridades gubernamentales y a los organismos de seguridad oficiales (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Otro tanto haría después con José Santacruz Londoño, miembro del Cartel de Cali, en una nueva recomposición de carteles. Luego, cuando la desmovilización del EPL se concretó en 1991, tras el acuerdo de paz, se produjo en Córdoba la entrega de parte de los efectivos paramilitares y sus armas ante las autoridades.
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La cooperación con el gobierno contra Pablo Escobar y los acuerdos logrados de distensión con el EPL proyectaron una “nueva imagen” de los Castaño, con dos objetivos: borrar las pistas de sus lazos con los oscuros hechos de la época del MAS y del narcotráfico y hacer creer que su accionar era independiente de los militares. Con ello buscaba diluir las pistas de sus vínculos con el tráfico de estupefacientes para congraciarse con el gobierno de Estados Unidos y lograr un reconocimiento político que, como en los años del Frente Nacional, legitimara la tenencia de la tierra adquirida como resultado de su acción violenta y cubrir los horrores cometidos bajo un manto de impunidad (Nodo, s.f.). Fidel Castaño murió hacia final de 1993 e inicio de 1994 (Ronderos, 2014), según versiones, producto de un choque y enfrentamiento inesperado entre su grupo paramilitar y la disidencia del EPL en Urabá. En 1996 Carlos Castaño anunció que su hermano Fidel había muerto. El anuncio, más bien simbólico, buscó romper con su pasado inmediato y aparentar un giro en la concepción paramilitar hasta entonces desarrollada. Esto se expresó en la Primera Cumbre de las Autodefensas en 1996, en donde reconocen excesos de sus antecesores y anuncian una separación absoluta con el narcotráfico (Nodo, s.f.).
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Tabla 4. Línea de tiempo, masacres realizadas por paramilitares de Fidel Castaño
Fecha 4 -8- 1982 4-8- 1983
1988 1988 1988
Masacre El Tigre-Lagartos, Amalfi (Antioquia) Cañaveral y Altos de Manila, Remedios (Antioquia) Turbo (Antioquia) Chigorodó (Antioquia) Honduras y La Negra, Turbo (Antioquia) La Mejor Esquina (Córdoba) Punta Coquitos, Turbo (Antioquia) El Tomate, San Pedro de Urabá (Antioquia) Segovia y Remedios (Antioquia) La Puya, Los Córdobas (Córdoba) Las Nubes, Valencia (Córdoba) San Roque (Antioquia) Remedios (Antioquia) Rincón de la Vieja, Montería (Córdoba) Valdivia (Antioquia) Pueblo Bello, Turbo (Antioquia) Unguía (Chocó) Guatapurí y Romeral, Chigorodó (Antioquia) Necoclí (Antioquia)
1988 1988 1988 1988 1988 1988 1989 1989 1989 1989 1990 1990 1990 1990
Actores A. Fidel Castaño – Los Magníficos
Víctimas
Autodefensas de Fidel Castaño
10 19
Los Tangueros – A. Puerto Boyacá MOENS – Los Tangueros – A. Puerto Boyacá MOENS – Los Tangueros – A. Puerto Boyacá Los Magníficos – Los Tangueros – A. Puerto Boyacá Los Tangueros – A. Puerto Boyacá
20
Grupo del Mono López - Los Tangueros
16
MRN (Tangueros – A. Puerto Boyacá)
46
8
28 26
SD
6
Los Tangueros
7
MRN (Tangueros – A. Puerto Boyacá) MRN (Tangueros – A. Puerto Boyacá) Los Tangueros
7 5 11
MRN (Tangueros – A. Puerto Boyacá) Los Tangueros
5 43
Los Tangueros (Los Tanelos) Los Tangueros Los Tangueros
Total Fuente: elaboración propia (2020).
Carlos Castaño sucedió a su hermano en la dirección de la estructura paramilitar y su empresa criminal asociada. Se consolidó primero en Urabá a través de la conformación de un grupo paramilitar al que él denominó con el eufemismo de Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, ACCU, para luego organizar la federación nacional de organizaciones paramilitares a la que llamaría Autodefensas Unidas de Colombia, AUC. Sin duda, la denominación como “autodefensas” de los grupos paramilitares de Los Castaño buscaba crear la falsa imagen de grupos creados para vigilar y proteger a los hacendados, empresarios y a la población en 107
6 5 4 272
general. La realidad era otra, tales grupos fueron responsables de las más grandes atrocidades del conflicto armado en el país y por supuesto en Urabá. Según el Tribunal de Justicia y Paz, Carlos Castaño fue asesinado por las mismas AUC en 2004, poco antes de su desmovilización (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). A la muerte de Carlos, Vicente Castaño asumió el poder de las AUC, de quien se dice que siempre fue “el poder en la sombra”. La descripción detallada de cómo el Clan Castaño estuvo relacionado primero con el paramilitarismo en su versión de precursores, establecida en Urabá para finales de la década de los ochenta, después con los comandos populares y otras alianzas para conformar las ACCU en los noventa y el despliegue nacional con las AUC, serán asuntos retomados adelante. Jesús Ignacio Roldán Pérez, Monoleche, otro comandante paramilitar en Urabá Perteneció primero a Los Tangueros y después a las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá desde su creación. Ingresó como vaquero al servicio de Fidel Castaño Gil en 1988 y después de tres meses de entrenamiento se desempeñó como escolta personal y hombre de confianza de John Henao Gil, H2, familiar de aquél, en el municipio de Valencia, Córdoba, hasta 1991. Luego le administró la Finca Costa de Oro a Fidel Castaño Gil y, al fallecer este, se desempeñó como jefe de seguridad y administrador de las haciendas de los hermanos Carlos y Vicente Castaño Gil. Durante su permanencia en el grupo armado también se le asignó la tarea de inspeccionar los bloques o frentes creados en Antioquia y la costa Atlántica, por delegación y en nombre de sus máximos comandantes. Eso significa que está ligado a la creación, consolidación y expansión de los grupos paramilitares en el país desde sus labores y la Sala debe dar cuenta de ese proceso de constitución y expansión de tales grupos para cumplir con la verdad que reclaman la sociedad y las víctimas y que constituye uno de los principios y fines de la ley de justicia y paz (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Chiquita Brands regresa a Colombia, nuevo ciclo de violencia en Urabá consecuencia del paramilitarismo Entre finales de los ochenta y principios de los noventa se realizaron las primeras tres elecciones de alcaldes y los equilibrios políticos regionales se rompieron a favor de la UP 13. La tasa de homicidios por 100.000 habitantes osciló en Apartadó entre 500 y casi 900 muertos entre 1986 y 1991, cuando el promedio nacional estaba variando entre 51 y 92. En Chigorodó la tasa varió entre 200 y 640 para el mismo periodo. En Turbo la variación fue entre 250 y 370 homicidios por 100.000 habitantes durante los mismos años, y en Carepa la oscilación de la tasa fue entre 111 y 361 (Ortiz, 1999; Romero, 2003).
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De hecho, los últimos alcaldes nombrados antes de la elección popular de alcaldes de 1988 fueron en Apartadó Alba Lucia López y Jaime Villa, dirigentes y militantes de la Unión Patriótica, llegaron al poder por un acuerdo con el presidente Virgilio Barco, quien dispuso que el partido que ganara las elecciones sería quien ostentaría el poder en ese municipio. En otras palabras, la representación en la alcaldía dependería del caudal político en las elecciones locales representadas por el concejo municipal (Noches, 2013).
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Chiquita Brands regresó como productora de banano a Urabá en el segundo quinquenio de los años ochenta, época marcada por la convulsión social, el conflicto armado y la violencia homicida. Estas circunstancias le permitieron comprar numerosas fincas bananeras a muy bajo precio, lo que indica que sabía desenvolverse en la difícil situación existente e incluso aprovecharla. a. La primera negociación sindical bananera en Urabá, atravesada por el conflicto armado Para la segunda mitad de los ochenta los “dos sindicatos contaban con cerca de 18.000 afiliados” (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006) y habían hecho importantes adelantos en el campo laboral (Suárez, 2007). Tabla 5. Número de afiliados, mitad de los ochenta
1987 Sintagro Sintrabanano Otros Sin sindicato
No. de afiliados 6.730 2.026 2.026 1.842
Porcentaje 54.8 16.5 16.5 15
Fuente: elaboración propia (2020).
Sintagro tenía un más alto porcentaje de trabajadores afiliados que Sintrabanano, demostrando la prioridad dada por el PCC ML y el Frente Popular al trabajo sindical (Villarraga, 1994, pp.194-195). Entre tanto, la llegada de la UP a varias alcaldías en Urabá, evidenciaba el peso dado por el PCC a la actuación política electoral y de gobiernos locales, pero también se perfilaba como un actor importante en la dinámica sindical hacia el logro de reivindicaciones de Sintrabanano (Reiniciar, 2006). En 1987 ambos sectores consiguieron con las empresas bananeras negociaciones laborales de cierta importancia para los trabajadores. En febrero de 1987 los sindicatos Sintrabanano, Sintagro y Sinaltraifrut, que agrupaban el 90 % de los trabajadores bananeros, iniciaron la negociación unificada de un pliego de peticiones que involucró a trabajadores de 146 fincas bananeras, socios de Augura, gremio empresarial bananero. Como mecanismo de presión realizaron un paro cívico y un cese laboral que duró tres meses, generó cuantiosas pérdidas a los empresarios bananeros y costó muchas vidas de obreros activistas sindicales. Durante la negociación fueron asesinados 17 trabajadores. La relación entre la lucha sindical y la presión armada llevó a que se señalara a Urabá como la “esquina roja de Colombia” (López de la Roche, 1994). Después se realizó una segunda negociación sindical que agrupaba a otro importante número de fincas y murieron otros 27 obreros participantes en el conflicto laboral (Reiniciar, 2006). Las peticiones de los trabajadores: presencia del instituto de seguro social para garantizar atención médica, escuelas para los hijos de los trabajadores y viviendas en los campamentos (Reiniciar, 2006, p. 75).
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La fuerza alcanzada por la propia dinámica sindical, la capacidad para movilizar a la mayoría de la población en respaldo a la lucha sindical bananera, el poder político de organizaciones de izquierda y el avance militar de las guerrillas y de las milicias, llevó en especial al PCC ML y al EPL a sobreestimar las condiciones y orientar la radicalización del movimiento social, en términos de “elevar las formas de lucha”, incluso planteando la creación de condiciones hacia un posible alzamiento popular en la región contra el Estado (PCC ML, 1988). Sin embargo, si bien mantenían la apuesta de lograr una “insurreccional parcial en Urabá”, se convencerían de que aún las condiciones no daban para ello (Villarraga, 1994, pp. 228-231). Así lo expresaron entonces en un documento de balance del paro, dos de los principales dirigentes del PCC ML Al analizar en particular la huelga que estábamos preparando, tuvimos en cuenta diversos factores. Los elementos de guerra civil que hemos identificado se han seguido desarrollando y no es posible plantear una acción nacional de este tipo al margen de ellos. (Ramírez y Londoño, 1988, p. 6) En el conflicto laboral de 1987 los dos sindicatos tuvieron logros como (i) mejorar el pago por las labores realizadas; (ii) se pactaron compromisos para mejorar las viviendas para los trabajadores; (iii) se lograron varios permisos sindicales para los dirigentes y para integrantes de los Comités Obreros; y (iv) se estableció un auxilio por muertes, reivindicación importante dada la frecuencia con que se producían los asesinatos de trabajadores de los sindicatos) (Entrevista con el dirigente social Miguel Osorio, Apartadó, 2019, diciembre). Pero la violencia antisindical no cesaba, entre marzo y noviembre de ese año fueron asesinados cuarenta trabajadores, de los cuales cinco eran directivos. Según el Semanario VOZ, “(…) los empresarios bananeros asociados a Augura no son ajenos a la acción criminal de sicarios”, agregaron que esos crímenes fueron cometidos en una zona totalmente militarizada. En el mismo 1987 fue asesinado el presidente de Sintrabanano, Alberto Angulo Gómez. Ese mismo año el abogado asesor de Sintagro Asdrúbal Jiménez debió salir de la zona por el riesgo inminente de un atentado en su contra, que se concretó en Medellín en 1988 y estuvo muy cerca de costarle la vida y lo obligó al exilio en Europa. El 4 de septiembre fueron asesinados Paulino López Mera, secretario de Sintagro en Apartadó y Marciano Barrios Salas, de la asociación de trabajadores del campo, en Carepa. Dos días después fue asesinado Fulton Mosquera Guerrero, negociador de Sintrabanano en Apartadó (Reiniciar, 2006, p. 76). También se produjeron otros hechos de violencia contra los trabajadores bananeros, como el de la finca Petra, en el cual murieron 16 trabajadores pertenecientes a las dos vertientes sindicales (Ramírez, 1997). Confrontación sindical En el segundo quinquenio de los ochenta se presentó una intensa confrontación sindical por el monopolio del movimiento obrero organizado. De un lado estaba Sintagro, con significativa influencia del Frente Popular y del PCC ML, y de otro lado Sintrabanano, con clara incidencia de la UP y el PCC. Ambos buscaban aprovechar el interés del mayor número 110
de trabajadores interesados en hacer parte de ellas por la capacidad para representar con éxito los intereses de los trabajadores bananeros. La disputa se produjo cuando el PCC ML logró aprovechar mejor que el PCC el espacio democrático coyuntural propiciado por la política de paz y las treguas gubernamentales con las guerrillas establecidas en el gobierno de Belisario Betancur. La desventaja del trabajo sindical derivó de la debilidad del PCC producto de la persecución que sufrió durante el gobierno de Turbay Ayala con su Estatuto de Seguridad. Esa interpretación la hace Mario Agudelo, al momento dirigente político del PCC ML y después de Esperanza, Paz y Libertad (Suárez, 2007). La condición clandestina del PCC ML y de su trabajo sindical le habría protegido más en esa coyuntura, a pesar de también sufrir un nivel de represión y asesinatos contra su base militante. Esta circunstancia la interpretan varios autores también desde el énfasis del PCC ML en la inserción sindical y social, en contraste con el énfasis más político electoral del PCC y la UP (García 1996; Suárez 2007; Ortiz 2007). Sin embargo, parece que también se superpusieron intereses de control territorial de las guerrillas. La guerra sindical se impuso por un hecho y es que todo el núcleo nuestro estaba concentrado en el corregimiento Currulao. Eso permitió que hacia Riogrande, El Tres –incluyendo Coldesa– y Nueva Colonia –incluyendo comunales La Suerte y San Jorge–, que eran los puntos fuertes del sindicato, creciera nuestro trabajo. Nosotros no entendíamos que esos sectores eran corredores estratégicos para las FARC hacia la carretera y hacia la cordillera. Necesitaban ser hegemónicos en esos lugares, porque necesitaban gente confiable alrededor de la carretera, para ellos poder subir o bajar de la montaña. Tampoco habíamos entendido la importancia de Currulao para ellos, porque arriba está Nueva Antioquia. La guerra contra nosotros la inician ellos en Currulao, y en Arcua, donde se presentan los primeros asesinatos contra nuestra gente. Con el trabajo sindical empezamos a tocarles puntos sagrados y estratégicos al Partido Comunista, que históricamente habían sido de ellos. (Benavides, 1996) Sobre posibles responsables en varios de los mencionados atentados contra dirigentes y activistas sindicales hay discusión. Algunos consideran que,fueron resultado de las tensiones entre las dos vertientes político sindicales de izquierda, otras versiones señalan que ante todo fueron cometidos por paramilitares o sicarios, en condiciones de militarización oficial, y fueron falsamente atribuidos a la otra vertiente sindical. Se afirma en consecuencia que con ello se buscaba fomentar la división entre tales sectores. Oliverio Molina, entonces presidente de Sintrabanano, expresó que “Los empresarios buscaron sacar provecho de esa competencia, jugando a pactar con unos o con otras convenciones colectivas, atizando la competencia, para aún más dividir al movimiento sindical” (Bejarano, 1988). Redistribución territorial entre guerrillas y confluencia de ellas en la CGSB Para finales de la década de los ochenta se había producido una redistribución del control territorial de las dos más grandes guerrillas en la zona de Urabá. Las FARC EP mantenían control sobre la Serranía de Abibe “en el oriente, se extendían a los corregimientos de Nueva 111
Colonia, Currulao y Riogrande en Turbo, así como a San José de Apartadó y la comuna 1 dentro del casco Urbano de Apartadó y el Campamento en Chigorodó. A su vez el control territorial del EPL hacia el occidente sobre la zona Costera se extiende desde el corregimiento de El Tres, una parte de Currulao y Nueva Colonia en Turbo, hasta Churidó en Apartadó y Zungo en Carepa” (Suárez, 2007). Incluso a principios de los noventa se respetó la línea imaginaria que marcaba la carretera (Entrevista líder partido comunista, 2020, febrero). En esta reconfiguración se refleja el trabajo realizado por los partidos políticos cercanos o relacionados a una y otra organización guerrillera: el trabajo con los colonos adelantado por las FARC EP y el PC y el trabajo más obrero sindical y de sectores campesinos principalmente plataneros desplegado por el PCC ML. Llegaron dinámicas unitarias de coordinación en las acciones de estos partidos y sus vertientes sindicales y sociales, la unificación sindical en la CUT y la unificación de Sintagro y Sintrainagro en 1989. Por su parte, en todos los procesos electorales entre 1986 y 1990 hubo acuerdos y alianzas entre la UP y el Frente Popular, al punto de que compartieron representación nacional en la Cámara de Representantes por Antioquia, con base en sus potenciales electorales en Urabá. Los vientos unitarios llegaron en simultáneo al movimiento guerrillero que en 1987 dio como resultado la creación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. La perspectiva era la creación de un sólo ejército guerrillero. A nivel nacional y en Urabá, la creación de ese mecanismo de coordinación permitió algunas actuaciones conjuntas, pero no avanzó hacia la fusión de las estructuras armadas insurgentes. Los Castaño en Urabá Cuando en 1985 Fidel Castaño se desplazó al suroccidente de Córdoba y a Urabá, compró varias fincas y despojó de sus tierras a decenas de campesinos, con el objetivo de crear un corredor estratégico para el narcotráfico (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre), contó con el apoyo de paramilitares de las ACMM de Puerto Boyacá. En particular para la perpetración de los siguientes hechos, algunos cometidos con participación de integrantes de Los Tangueros o de grupos independientes: 1) Homicidio del sacerdote Bernardo López Arroyave, en Sincé, Sucre 2) Masacre de Punta Coquitos, Antioquia 3) Masacre de Mejor Esquina, Córdoba 4) Masacre de agentes del DAS en Caucasia, Antioquia 5) Masacre de Segovia, Antioquia 6) Masacre de El Tomate, corregimiento de Canalete (Córdoba) 7) Además, se agregan los homicidios contra integrantes de la UP y del Frente Popular: Arsenio Valencia y Argemiro Correa en Apartadó (Suárez, 2007); Julio Jaramillo y Gerardo Castañeda en Montería; Pacho Vargas y José Toro en Remedios; Nicolás Saldarriaga en Necoclí; y Mercedes Aldana en Turbo (DAS, 1989).
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Fidel Castaño decidió ubicarse con su grupo paramilitar en la zona de Valencia, Córdoba, limítrofe con Urabá. Según un campesino: Construyeron un búnker (en Las Tangas) y ahí empiezan a reclutar personas. Cogían en unas camionetas de noche en Valencia en el 86 y el 87, llegaban a las discotecas en esas camionetas y subían ahí cada ocho días, o cada 15 días, y se perdían 10 o 15 muchachos entre los 16 y los 24 años. (Barbosa, 2014) La finca Las Tangas pasó a ser un centro de entrenamiento de sicarios, abastecimiento de armas y víveres y lugar para esconder y enterrar cientos de víctimas que dejaron las masacres cometidas por el grupo. En 1987 Los Tangueros conformaron el primer grupo, y entre 1988 y 1991 cometieron algunas de las masacres más crueles de entonces, que condujeron al abandono de municipios enteros por el temor generado en los habitantes. Esta situación fue propiciada y aprovechada por los narcotraficantes que financiaban a Castaño para comprar, de manera sistemática, predios abandonados a precios muy bajos, hasta convertirse en terratenientes (Duque, 2020). En 1987, con apoyo de los ganaderos de la región, Fidel Castaño conformó varios grupos de paramilitares, retomando el modelo de las Autodefensas Campesinas de Segovia, creadas por los hermanos Castaño en 1981, siendo miembros activos del Cartel de Medellín (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006). Los nuevos grupos Los Tangueros, Muerte a Revolucionarios del Nordeste y Los Magníficos, cometieron decenas de homicidios y desplazamientos forzados en las comunidades, que en ocasiones implicaban de manera total a sus integrantes (Rutas del conflicto, s.f. l). “Fidel Castaño ordenó desde Las Tangas, las masacres de Currulao (15 asesinatos), Buenavista, Córdoba (28 asesinatos), Punta Coquitos, Turbo (26 muertos), Canalete, Córdoba (16 víctimas), Pueblo Bello (43 campesinos desaparecidos y asesinados)”, tal como lo señaló Alfredo Molano en el peritaje del caso de Pueblo Bello (CIDH, 2006). Para ese año, 1987, aparecieron las primeras expresiones en Urabá de lo que serían los paramilitares en esta nueva generación, y que se consolidará con las ACCU. Los paras entraron a Urabá desde Las Tangas, la finca de Fidel Castaño ubicada en Valencia, Córdoba (de donde viene el nombre Los Tangueros). Atravesaron la zona por el norte y construyeron la primera base paramilitar en el cerro del Yoki, ubicado en el corregimiento El Totumo en Necoclí. Los hombres de los Castaño asesinaron a padre e hijo de la familia Valdés Martínez y usurparon su finca para instalar la base (Rutas del Conflicto, s.f a). Posterior, se ubicaron en la vereda El Tigre, corregimiento el Totumo, donde ubicaron cocinas para la fabricación de alcaloides, en terrenos de los Correa (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Otros dicen que entraron por la vía marítima por Nueva Colonia (Entrevista, 2019, 7 de octubre). Una nota de prensa de El Espectador hizo referencia a los grupos paramilitares que existían para ese año en Urabá: De los 140 grupos paramilitares identificados y cuya existencia fue reconocida por el gobierno en 1987, actuaron en Urabá los siguientes: la Juventud Anticomunista de 113
Colombia (JACOC), de cobertura nacional; Muerte a Revolucionarios del Nordeste (MRN), cuyo radio de acción es Antioquia; y Muerte a Revolucionarios de Urabá (MUR), con sede en la región. (El Espectador, 1987) Hacían presencia otros grupos armados paramilitares de existencia previa con actuaciones principalmente rurales en Carepa, en Saiza y hacia Córdoba, como el Grupo de Arango. De manera simultánea, en 1987 los jefes paramilitares Pérez de las ACMM compraron tierras en Urabá, con intención de establecerse en esta región (Barón, 2011) y crear un corredor desde el Magdalena Medio a dicha región, para transportar droga e importar los insumos (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Hacia 1987 Henry Pérez14 y su padre compraron tierras en Urabá; luego, en 1988, asesoraron y coordinaron con Fidel Castaño la ejecución de las primeras masacres en la zona bananera. (CNMH, 2010) En marzo de 1989 el DAS produjo un informe confidencial que describía la organización paramilitar que se había consolidado en el Magdalena Medio, se revelaron y especificaron identidades de personal del Ejército, la Policía y el DAS en mandos y efectivos de base en la organización paramilitar, a la vez que nexos con sectores empresariales y del narcotráfico (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). El documento habló sobre (…) la estrecha relación existente entre el paramilitarismo de la época y el cartel de Medellín, en este informe se establecía una relación de este grupo con el Urabá, así como la participación de sicarios del Magdalena Medio en masacres campesinas que se habían producido en la zona bananera de Urabá, en las fincas Honduras, La Negra y Punta Coquitos. (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006) Según la Comisión Andina de Juristas, Seccional Colombia, en 1987 los paramilitares habían asesinado a 34 trabajadores bananeros, 18 en Apartadó, 9 en Turbo y 7 en otros lugares (CCJ, 1994). Para estos años fueron asesinados Argemiro Correa, miembro fundador y presidente de Sintagro y Sebastián Mosquera, fiscal de Sintagro. A mediados de 1989 se consolidó en la zona limítrofe entre el departamento de Córdoba y la región de Urabá, un paramilitarismo con nativos del territorio, lo cual le ayudó a los hermanos Castaño a generar un mayor control y buscar aceptación por parte de sectores de la población. En la región los paramilitares implantaron una estrategia clara diseñada con “fases y niveles de operación”, en su propósito de controlar a Urabá. La primera fase tuvo como estrategia la toma de la vía que de San Pedro de Urabá conduce a Arboletes. Allí se presentó el primer desplazamiento de población civil. La segunda fase se centró en ampliar su presencia desde Arboletes hasta Necoclí y desde Necoclí a San Pedro, con el objetivo de encerrar en un triángulo a la guerrilla.
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Henry Pérez era un narcotraficante y paramilitar ampliamente conocido en el país.
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Mapa 9. Triángulo de ingreso de los paramilitares a Urabá
Fuente: elaboración propia (2020).
A finales de los ochenta y principios de los noventa, antes de la creación de las ACCU, los grupos paramilitares liderados por Fidel Castaño (Rambo) hicieron presencia en Urabá y el Darién, a partir de dos grupos principales: Los Tangueros (FGN 15, 2013) y en menor medida los Tanelos, de la hacienda La Tanela en Ungía (Chocó), de manera que a estos últimos se les adjudican las masacres de Santa María y Gilgal (Unguía), ocurridas en 1989 y 1990 respectivamente (Universidad Nacional de Colombia, s.f). Entrenamiento en Urabá No hay mucha información respecto de las escuelas de entrenamiento antes de 1990, como sí la hay con posterioridad a 1994. Según información de la Fiscalía General de la Nación (FGN) y del Tribunal de Justicia y Paz, uno de los primeros cursos autónomos de Los Tangueros fue dirigido por Aníbal y por Teléfono. Sin que se tenga mayor información sobre estas personas. Entre 1987 y 1988 se realizó un curso de entrenamiento en la finca Los Campanos, corregimiento de Villanueva, Valencia (Córdoba), Sergio era el instructor. Aunque no hay certeza, es posible que este alias corresponda a Reinaldo Rojas Valencia, quien habría dirigido esta escuela luego de su entrenamiento en Puerto Boyacá. En este período funcionó la escuela de entrenamiento Santa Rosa, liderada por Ariel Mantilla Parra Jairo Mantilla o 30, y por quien se convertiría en uno de los mayores instructores del paramilitarismo, Manuel Arturo Solom Rueda, JL.
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Según Rogelio De Jesús Escobar, los sicarios de Castaño, en ese tiempo alrededor del centenar, tenían como centro de entrenamiento la hacienda Las Tangas (Valencia, Córdoba) de su propiedad (Hacemos Memoria, 2019, 28 de diciembre). En la finca Las Tangas mercenarios extranjeros enseñaron a paramilitares y a sicarios profesionales que trabajaban para los capos de la droga ilícita y para los paramilitares a disparar y a organizar la reacción (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). En 1989 la escuela fue llamada Rancho Grande y estuvo ubicada en la hacienda Las Tangas, manteniéndose JL como instructor. El último lugar de entrenamiento de Los Tangueros funcionaría entre 1989 y 1990, la escuela paramilitar sería conocida como Linares y se ubicaba también en Villanueva. Los instructores fueron JL, Jairo Mantilla y Maicol. Hubo paramilitares entrenados por once británicos, entre ellos los mercenarios Mc Aleese y Tomkins, quienes dictaron el curso “Alberto Acosta”, con una duración de sesenta días, el cual incluyó la formación de granaderos. Este curso se realizó con cincuenta hombres y fue dictado en la escuela La 50 y en el sector de La Azulita, en el departamento de Putumayo, financiado por Gonzalo Rodríguez Gacha, quien pretendía preparar a cuatrocientos efectivos paramilitares para atacar en Uribe (Meta), zona donde estaba ubicado el Secretariado Nacional de las FARC EP (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Esos cursos tendrían efectos en acciones del narcoparamilitarismo, como el efectuado contra el vuelo 203 de Avianca y las masacres en los municipios de Segovia y Remedios en castigo a la población por los resultados electorales tan favorables a la UP. De allí saldrían también los paramilitares entrenados en los diferentes cursos para realizar atentados criminales que enlutaron la región de Urabá, Córdoba, el Nordeste de Antioquia. Dentro de esas acciones criminales están: Tabla 6. Acciones criminales en la región de Urabá, Córdoba y nordeste de Antioquia
Fecha 4 de marzo de 1988 3 de abril de 1988 11 de abril de 1988 11 de noviembre de 1988
Lugar Fincas Honduras y La Negra (Turbo) La Mejor Esquina, (Córdoba) Punta Coquitos Remedios y Segovia
Víctimas 20 28 26 46
Fuente: elaboración propia (2020).
Esos hechos permitieron revelar en posteriores investigaciones las relaciones entre los grupos paramilitares, el narcotráfico, sectores de los partidos políticos, de la fuerza pública y los organismos de seguridad del Estado (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Empresarios bananeros financian a los paramilitares y patrocinan a mercenarios extranjeros 116
El papel de los empresarios bananeros en la estructuración de las bases del paramilitarismo en la región fue determinante. Así lo pone en evidencia Raúl Hasbún, quien fue comandante de los paramilitares de la Casa Castaño y de las ACCU en la zona bananera. Hasbún, que para los ochenta era un productor de banano, asegura que los empresarios bananeros dieron aportes a Henry Pérez, jefe paramilitar del Magdalena Medio, para que hiciera incursiones armadas sicariales contra personas consideradas por ellos cercanas a la guerrilla. “La primera vez que financiamos grupos al margen de la ley, voluntariamente, fue con la incursión del jefe paramilitar Henry Pérez en la zona (…) y la tercera, cuando se conformaron las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU)” (Semana, 2012a) afirma Hasbún. Nosotros –gritaba mostrando los callos de las manos– somos los colonos. Conquistamos estas tierras y no nos vamos a dejar sacar. Nos vamos a hacer romper por lo que nos pertenece. Primero los sacamos nosotros a ellos. (…) Nos han matado 160 capataces y más de 60 administradores. Y todo el mundo sabe quiénes son los asesinos y nadie dice nada so pena de engrosar la lista de muertos. (…) Urabá está perdido, señor periodista. Y el país lo está dejando perder. Pero ya ha aparecido gente que se cansó de todo esto y está dispuesta a responder. Y no somos únicamente los bananeros. (Revista Semana número 315, del 7 al 23 de mayo de 1988. Citado en Duque Gómez, Diana. 1991. Una Guerra irregular entre dos ideologías) Inicialmente se desarrolló la estructura paramilitar en la región “impulsados por los empresarios bananeros” (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006), utilizada, según el concepto de los empresarios, como herramienta de control frente a la inestabilidad social de la región, contando para ello con vínculos de colaboración con sectores de la fuerza pública. Hecho reconocido por los propios informes gubernamentales producidos: El afán de asegurar territorios de retaguardia, de ampliar capitales y tierras, llevaron a los carteles de la droga a establecer alianzas con algunos sectores de las élites tradicionales, que habían sido especialmente afectadas por la presión de la guerrilla a través del secuestro y la extorsión. (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006) Dentro de su estrategia de defensa del gremio bananero, estos fueron de los primeros interesados en lograr el entrenamiento militar del personal de sus empresas para que defendiera sus fincas que estaban siendo atacadas por las guerrillas (Ronderos, 2014). En los ochenta los bananeros buscaron mercenarios israelíes para que entrenaran al personal se seguridad de sus fincas. Según el excoronel del Ejército israelí, Yair Klein, cabeza de la empresa de seguridad Punta de Lanza, luego de visitar Urabá sin éxito regresó a Colombia en 1987 para realizar los cursos de entrenamiento en Puerto Boyacá (Behar y Ardila, 2012). Este mercenario extranjero que, junto con otros de similares características entrenaron a los paramilitares de Puerto Boyacá conocidos como ACMM, da cuenta de su fallida visita al Urabá, pues la demora en la toma de decisiones no permitió que se concretara dicho entrenamiento (Behar y Ardila, 2012).
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Según Klein, el curso realizado en el Magdalena Medio contó con el apoyo de la empresa exportadora de bananos Uniban, ganaderos y narcotraficantes, a la vez que las versiones señalan la coordinación con mandos del Ejército. Unos cincuenta hombres iniciaron el curso en Cimitarra, entre diciembre de 1987 y mayo de 1988: veinte de Gonzalo Rodríguez, cinco de Víctor Carranza, cinco de Pablo Escobar o Fabio Ochoa y veinte de Henry Pérez (GMHCNRR, 2011; DAS, 1989). Entre los cinco del Cartel de Medellín estuvo incluido Carlos Castaño Gil. Sobre el entrenamiento con Yair Klein, Carlos Castaño diría: “Asistí a ese curso porque abrieron cupos para gente distinta a los hombres de Rodríguez Gacha. Los Castaño obtuvimos cinco lugares, yo ocupé uno de los cupos que teníamos. Mi sobrenombre para la época era ‘El Pelao’” (Aranguren, 2001). Años atrás, en 1983, Carlos Castaño habría viajado a Israel para realizar un curso de seguridad, que duró un año, más tres meses de trabajo y uno de descanso (Aranguren, 2001). La penetración de paramilitares en la región de Urabá se inició en agradecimiento con Uniban por su apoyo a este curso, tras lo cual se acordó enviar a un grupo de paramilitares a Necoclí, Carepa y Arboletes. Primer ciclo de masacres y terror paramilitar en Urabá A partir de marzo de 1988, coincidiendo con las primeras elecciones populares de alcaldes, paramilitares realizaron ocho masacres y numerosos homicidios en zonas entre Córdoba y Urabá, de tal forma que en seis semanas dejaron unas doscientas víctimas fatales. En cuarenta días fueron asesinados más de cuarenta obreros bananeros en Nueva Colonia, Currulao y El Tres (Suárez, 2007). Esta acción reveló un ataque mortal contra obreros y población campesina en el momento en que se preparaba la realización de la primera elección popular de alcaldes y en sitios de reconocida presencia de organizaciones sociales, sindicales y políticas de izquierda. Los sindicalistas afectados pertenecían en su mayoría a Sintagro y a la base campesina y comunitaria en lugares de presencia del Frente Popular y en otras zonas, de presencia de la UP. Se considera que dada la magnitud de los ataques se trató de una campaña de exterminio contra pobladores o trabajadores locales, en cada caso, realizada por paramilitares con efectivos provenientes del Magdalena Medio y con la participación de la estructura paramilitar del grupo de Fidel Castaño en la región, con complicidades de personal y posibles estructuras de la fuerza pública y organismos de seguridad del Estado (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006). Además de homicidios individuales se produjeron siete masacres consecutivas ese año. Una contra cinco militantes de la UP en Turbo; otra en el cerro el Volador frente a la hacienda Las Tangas que dejó 20 víctimas entre heridos y desaparecidos; las cometidas contra trabajadores bananeros de las fincas Honduras y La Negra en Turbo; otra en Mejor Esquina, caserío Buenavista, con 27 campesinos muertos; otra en el caserío Las Nubes, Punta Coquitos, Valencia, con siete campesinos muertos (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 118
30 de octubre). En 1988 los paramilitares también ejecutaron otra masacre en el municipio de Canalete, Córdoba, contiguo a Urabá, en la vereda El Tomate, 16 personas fueron asesinadas. Tres de esas masacres se hicieron en predios que años atrás habían sido invadidos por el movimiento campesino de recuperadores de tierras con el agenciamiento político del PCC ML. Después de esta ola de masacres Fidel Castaño se asentó en Córdoba y construyó su estructura narcoparamilitar que logró unos 300 efectivos que “entraron a operar de manera sistemática en la región” (Wills, 2008). La Serranía de Abibe fue considerada un lugar estratégico para el desarrollo y consolidación del proyecto narcoparamilitar de los Castaño porque había sido un lugar de permanencia histórica de la guerrilla, era la zona en la que se estaban produciendo la compra de fincas por parte de los narcotraficantes y permitía configurar un anillo de seguridad hacia el lado del Urabá cordobés, por donde los paramilitares lograrían expandirse hasta conformar luego las ACCU. Masacre de Chigorodó 1988 El 2 de marzo de 1988 supuestos integrantes del Movimiento Obrero Estudiantil Nacional Socialista, Moens -forma de presentar algunas de las acciones de un grupo de la estructura paramilitar de Fidel Castaño- llegaron a zona rural de Chigorodó y mataron a seis campesinos con machetes y varios tiros de pistola. Dos días después de esta masacre los mismos paramilitares perpetraron la matanza en las fincas bananeras Honduras y La Negra. Mes y medio después, alrededor de cincuenta personas fueron asesinadas en hechos parecidos (Rutas del conflicto, s.f. m). Masacre de Honduras y La Negra, “El Viernes Negro” Una de las masacres más cruentas cometidas por los paramilitares en la cual se ha podido rastrear la intervención de empresarios bananeros y de la fuerza pública, fue la cometida en las fincas bananeras Honduras y La Negra. El 4 de marzo de 1988, en el corregimiento Currulao, Turbo (Antioquia), un grupo de veinte paramilitares vestidos de civil que portaban armas de corto y largo alcance, arribó primero a la finca Honduras y después a la finca La Negra, asesinó a veinte trabajadores que se encontraban en estado de indefensión (CIDH, 1994). La publicación Las Rutas del Conflicto, del Centro Nacional de Memoria Histórica, la describe así: En la madrugada del 4 de marzo de 1988, integrantes del Movimiento Obrero Estudiantil Nacional Socialista, Moens, un grupo paramilitar al servicio de Fidel Castaño, asesinó a 20 trabajadores de dos fincas ubicadas en el corregimiento de Currulao, municipio de Turbo, Antioquia. Alrededor de 30 ‘paras’ ingresaron a las fincas Honduras y La Negra de esta zona bananera de Urabá. Forzaron las puertas de los campamentos en los que descansaban los trabajadores, llamaron a cada víctima con lista en mano y los obligaron a ubicarse en fila. Pocos minutos después los 119
fusilaron para luego rematarlos con un disparo en la nuca. Los ‘paras’ asesinaron en total 17 trabajadores en Honduras y tres más en La Negra. (Rutas del conflicto, s.f. n) Un porcentaje importante de los trabajadores asesinados eran directivos sindicales o hacían parte comités obrero patronales en los procesos de negociación de los pliegos de peticiones laborales. La afectación de la vida laboral fue de tal magnitud que los trabajadores bananeros denominaron al momento en que ocurrió esta masacre como “el viernes negro”. Se trató de la primera incursión paramilitar en la zona, en 1988, en cabeza de Fidel Castaño Gil, bajo el mando de Henry Pérez de las ACMM y con participación de Los Tangueros, que apoyaron y auspiciaron las primeras masacres: Finca Honduras, La Negra y el sector de Punta Coquitos (Cuervo, 2016). En el libro Guerras recicladas, la periodista María Teresa Ronderos describió a los agresores como un grupo de paramilitares entrenados y asentados en Puerto Boyacá que atravesó medio país para iniciar una aterradora y sangrienta ola de matanzas en el Urabá. Según el Tribunal Superior de Justicia y Paz estas masacres contaron con el concurso activo de las ACMM, de Acdegam y de miembros de la fuerza pública. (…) El Juzgado 2º de Orden Público de Bogotá concluyó que a mediados de febrero de 1988 las directivas de la Asociación de Ganaderos y Campesinos del Magdalena Medio (ACDEGAM) trasladaron a 38 personas “con el fin de ‘limpiar’ la región de guerrilleros, con el auxilio de miembros del Ejército y de la Policía Nacional”. El personal trasladado tuvo acceso a la sede del Batallón Voltígeros y contaron con la anuencia de los militares para desplazarse portando armas de corto y largo alcance. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) Desde ese tiempo aparecen las primeras alianzas entre los paramilitares y la fuerza pública. En la preparación de la masacre hubo estrecha colaboración de oficiales del Batallón Voltígeros ubicado en la base militar de Carepa, en particular integrantes de la fuerza pública pasaron información clasificada de los trabajadores y, según el informe de 1994 de Americas Watch (ahora Human Rights Watch), los oficiales eran conocedores de la masacre un mes antes de que ocurriera. Según Rutas del Conflicto: Ocho días antes de los hechos, el 24 de febrero de 1998, una patrulla del batallón Voltígeros del Ejército al mando del teniente del B-2 de Inteligencia Militar, PEDRO VICENTE BERMÚDEZ LOZANO, acompañada por personas vestidas de civil, efectuaron registros en las fincas Honduras, La Toyosa y La Agripina. Durante esos operativos amenazaron de muerte a los trabajadores para que no votaran en los comicios (…). Dos días antes de la masacre, el 2 de marzo, las tropas del batallón Voltígeros al mando del capitán Luis Felipe Becerra se presentaron a la finca La Zumbadora, cercana a la de Honduras y La Negra, en compañía de un sujeto enmascarado quien señaló a algunos trabajadores. Allí fueron detenidos seis trabajadores a quienes el Ejército golpeó en presencia de sus compañeros. El capitán 120
les dijo que no los mataría personalmente, pero que tenía quien lo hiciera, amenazándolos de nuevo para que no participaran en las elecciones votando en favor de la Unión Patriótica (…). (CIDH, 1994) El informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reproduce apartados de una providencia judicial15, que evidencia las conexiones de los perpetradores de la masacre de Hondura y La Negra con la fuerza pública: Dentro de esta investigación se ha logrado concretar la responsabilidad de los miembros del Ejército en servicio activo, adscritos al B-2 del Batallón Voltígeros, como el teniente PEDRO VICENTE BERMUDEZ LOZANO, por su participación como colaborador para el genocidio investigado; que el indicado oficial conoció a los sicarios que llegaron desde el Magdalena Medio hasta el Urabá con el propósito de ocasionar la muerte a los sujetos que militan en la extrema izquierda; que además de que salieron con estos delincuentes en el operativo el día 24 de febrero cuando capturaron a PASCUAL FUENTES y OLGA LUCIA RESTREPO, también les permitieron la entrada al batallón, les permitieron portar armas (…). Es evidente que para la comisión del múltiple homicidio de las fincas Honduras y La Negra, dichos sujetos contaron con la complicidad del Ejército, lo que uno de los sicarios, EULISES BARRERO, corroboró al Juzgado, agregando que en ocasiones miembros del Ejército colaboran con la organización prestándole apoyo y coordinando con la misma sus acciones y permitiéndoles los desplazamientos, aún armados. Que además el teniente Bermúdez mintió al asegurar que en el Batallón Voltígeros no se supo nada de la masacre hasta las 11 de la mañana por una llamada de Bogotá. Lo contradicen el Comandante de Policía, quien asegura que informó al batallón antes de las 10 de la mañana y el hecho de que fueran vistos efectivos de su batallón recogiendo vainillas y proyectiles del lugar de los hechos y presenciando el levantamiento de los cadáveres. (CIDH, 1994) En septiembre de 1988 la jueza que investigaba el caso, Martha Lucía González, fue obligada a exiliarse después de repetidas amenazas de muerte. En julio de 1989 su padre fue asesinado, como también lo fue María Elena Díaz, la jueza que se encargó del caso después de González (El Espectador, 2013b). En 1991 la justicia condenó al empresario bananero Mario Zuluaga Espinal16 a 35 años de prisión tras encontrarlo responsable intelectual de la muerte de 17 campesinos que fueron masacrados el 4 de marzo de 1988 en la finca bananera de La Honduras, ubicada en el corregimiento de Currulao, Turbo. En 1994 la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia confirmó la sentencia tras resolver la apelación presentada. La Juez Segunda de 15
De la Juez Segunda de Orden Público. Juzgado 103 de Orden Público-Seccional Bogotá, en providencia de 1991, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en decisión de 1994. 16
En algunas ocasiones identificado como Mario Zuluaga Espinel.
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Orden Público de Bogotá, con base en investigaciones de instrucción criminal y del DAS, pudo determinar que el teniente Pedro Bermúdez había capturado a trabajadores de La Honduras y de otras fincas por tener armas. De manera posterior estos trabajadores le sirvieron de guía al teniente Bermúdez y al capitán Luis Felipe Becerra, cuando fueron acompañados por civiles que habían venido desde Puerto Boyacá a perpetrar la masacre (Verdad Abierta, 2015c). Masacre de Punta Coquitos El 11 de abril de 1988 cerca de treinta paramilitares del grupo de Fidel Castaño se llevaron a 26 campesinos de la vereda Punta Coquitos, Turbo. Los paras, que vestían uniformes del Ejército, quemaron las casas de las víctimas antes de irse del caserío. Luego asesinaron a los campesinos, cuyos cuerpos aparecieron durante los siguientes cinco días en una playa cercana, en la vereda Nueva Colonia. Según Raúl Hasbún Mendoza, alias Pedro Bonito -quien años más tarde se convertiría en el mando militar de los paramilitares de la Casa Castaño en el eje bananero- el empresario propietario de una de las haciendas de la zona, Mario Zuluaga Espinal, conocido con el alias de Francisco Javier, facilitó la entrada del grupo paramilitar de Castaño a la zona y les ayudó a cometer varias masacres. La participación de este empresario y la de Hasbún, son los primeros rastros del “paraempresariado” en la zona. Por estos hechos, un juzgado de Bogotá condenó en junio de 1991 a 30 años de prisión a los exparamilitares Ricardo Rayo y Mario Zuluaga Espinal, alias Francisco, y a 20 años de cárcel a varios partícipes de la masacre, como Fidel Castaño, Luis Rubio Rojas, exalcalde de Puerto Boyacá, y Hernán Giraldo alias El Patrón, exjefe paramilitar que delinquió en Magdalena y en La Guajira y extraditado en Estados Unidos por cargos de narcotráfico (Rutas del Conflicto, s.f. o). Masacre del Tomate, San Pedro de Urabá El 30 de agosto de 1988 treinta paramilitares al mando de Fidel Castaño retuvieron un bus de servicio público en el corregimiento de Popayán, en San Pedro de Urabá, y obligaron al conductor a transportarlos al corregimiento El Tomate, Canalete (Córdoba), donde asesinaron a 15 pobladores y quemaron vivo al conductor. El grupo paramilitar disparó contra los habitantes y lanzó granadas a las casas. Como la mayoría de las viviendas eran de guadua y palma el ataque fue más contundente contra las víctimas. Murieron 16 personas y 22 casas quedaron incineradas, entre las víctimas estuvo una niña de 3 años que dormía en su casa y fue arrasada por el fuego. El Tomate quedó convertido en pueblo fantasma, porque la totalidad de sus pobladores se desplazó. Habitantes de la zona dicen que la masacre de El Tomate fue una retaliación porque una semana antes dos frentes de las FARC EP y dos del EPL atacaron en Saiza, Tierralta, (Córdoba) a una base del Ejército, a una estación de Policía y a una base paramilitar. La omisión del Ejército fue cuestionada, pues el bus que iba lleno de hombres armados no fue detenido por los retenes de la Brigada 11 instalados en la zona. También, según sentencia 122
de la Sala de Justicia y Paz de Medellín, testigos afirmaron que el ataque contra las viviendas fue un acto de venganza contra los pobladores y que hubo concertación de los paramilitares con Jesús María López, exgobernador de Córdoba, quien tenía como parte de sus propiedades las fincas La Esperanza y La Victoria, usadas como base paramilitar en la zona. Este exgobernador luego fue condenado por parapolítica, siendo firmante del Pacto de Ralito (Ronderos, 2014). Aunque diferentes fuentes adjudican la masacre al jefe narcoparamilitar Fidel Castaño, otras señalan que la realizó el grupo de Jesús María López, El Mono, quien era alcalde de Montería para ese entonces. La jueza que investigaba el caso sufrió un atentado y herida fue rematada en el hospital. En abril de 1991 López fue capturado, pero quedó en libertad. Diez años después fue elegido gobernador de Córdoba. A los 82 años fue condenado por paramilitarismo (Noche y Niebla, 2005). En suma, (…) Los paramilitares de Castaño cometieron masacres en el caserío de Villavicencio en Valencia, Córdoba (octubre/88); la masacre de Honduras y La Negra, en Turbo (marzo/88); Punta Coquitos, Turbo (abril/88); la masacre de Pueblo Bujo, en Montería (noviembre/89); y la masacre de 42 campesinos en Pueblo Bello, Turbo (enero/90). (Hacemos Memoria, 2019, 28 de diciembre) La jefatura militar de Urabá –tercera militarización– En respuesta a tan grave situación de consolidación del paramilitarismo y de una serie de matanzas contra obreros, campesinos y pobladores del ámbito popular, antes que promover una investigación coherente, de tomar medidas preventivas, de protección y atención eficaz a la población afectada y de buscar estrategias eficaces de superación de la violencia política desatada en la región, el presidente Virgilio Barco impuso la Jefatura Militar para Urabá. Para el efecto expidió el Decreto Legislativo 678 del 15 de abril de 1988, como supuesta fórmula para contrarrestar los intensos conflictos y la escalada de violencia en la región. Esa jefatura, antes que resolver los problemas los agravó. “(…) el gobierno del presidente Barco (…) Declaró a Urabá como zona de emergencia y, como consecuencia de ello, se instauró una Jefatura Militar, la cual operó desde abril de 1988 hasta agosto de 1990” (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). La Jefatura Militar fue creada en abril de 1988, su primer comandante fue el brigadier general Fernando Gómez Barros (Séptima División, s.f.). La Jefatura Militar fungió como mecanismo de militarización de la vida política y social de la región: La Jefatura Militar había sido creada luego de que la región fuera sacudida por una ola de masacres indiscriminadas de campesinos, el 15 de abril de 1988. Desde entonces (…), cuatro altos oficiales Fernando Gómez Barros, Jesús Armando Arias Cabrales, Jorge Hernán Guzmán y Adolfo Clavijo, estuvieron al frente de esa Jefatura, que tuvo sede en el municipio de Carepa y jurisdicción sobre los 12 pueblos 123
que conforman el Urabá antioqueño. Durante la permanencia de la Jefatura se crearon jurisdicciones especiales de jueces de orden público para la zona (…). (El Tiempo, 1990a) Dentro de las facultades de esta jefatura, además de las jurisdiccionales, estaba la posibilidad de realizar una campaña oficial punitiva de reseñamiento de la población trabajadora en las fincas bananeras y en los barrios obreros de la zona (Ramírez, 1997). Pero antes que mejorar la situación de seguridad continuaron los hechos de violencia referidos y antes que mermar se agudizó la represión contra el movimiento sindical y popular, sus organizaciones y posibilidades de actuación. En respuesta a la medida de carnetización militar de los obreros y pobladores, se realizó el mismo año un paro cívico regional, se exigió la derogatoria de las medidas de restricción de la libre expresión, de organización y de movilización. La respuesta estatal fue la de supresión de las personerías jurídicas tanto de Sintrabanano como de Sintagro, por considerar que dicho acto de protesta era una actuación ilegal (Suárez, 2007; Ortiz, 2007). El EPL, que había retornado a las hostilidades desde 1986, construyó una extensa red de Milicias Populares desplegadas en el eje bananero y sus zonas contiguas que le permitía apoyo para operar en la parte plana (Entrevista, 2019, 14 de noviembre). Desde 1986 en Urabá se desarrollaron enfrentamientos frecuentes e intensos de las guerrillas contra las tropas oficiales. Una zona de alto nivel de hostilidades se localizó entre San Pedro de Urabá y Necoclí, en donde estaba asentado el EPL. Hubo combates con duración de más de cuatro días contra el Batallón Voltígeros. A finales de 1987 las FARC EP retornaron a las hostilidades y entre 1988 y 1989 las dos guerrillas realizaron acciones conjuntas a nombre de la CNGSB (Suárez, 2007, p. 123) (Verdad Abierta, 2012b). La tenaza autoritaria empezaría a cerrarse en esta época en Urabá. Además de la aparición del paramilitarismo, la militarización de la vida civil se acentuó y en 1987 se creó la XI Brigada del Ejército, con sede en Montería pero con jurisdicción sobre Urabá, con el crecimiento exponencial del pie de fuerza de 800 a 1.600 efectivos. Desde ese año Urabá ya era la zona más militarizada del país. Tenían presencia los batallones Voltígeros, Francisco de Paula Vélez, Colombia, Cartagena y Pedro Nel Ospina y una Unidad de Contraguerrilla de la X Brigada del Ejército Nacional (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Más tarde, en 1990, se crearon el Comando Departamental de Policía de Urabá y un Comando Operativo conjunto, paso previo a la creación de la XVII Brigada en 1993. A finales de los ochenta además de las hostilidades con la fuerza pública también se radicalizó el enfrentamiento entre las guerrillas y los paramilitares. Finalmente, se impuso el EPL con grandes costos (…) debido a la ofensiva militar, lo que condujo a los paramilitares a replegarse en una zona entre Urabá y Córdoba, llamada Saiza, al lado de una base militar, una base de policía y una base paramilitar. En 1989, dos frentes del EPL y dos de las FARC destruyen esa base militar, donde fueron capturados miembros del Ejército y de la Policía y constituyó para ese
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momento la acción más grande realizada por la guerrilla. (Entrevista, 2014, 9 de septiembre) En esa toma cayeron muertas 38 personas, muchos miembros de la fuerza pública, paramilitares, algunos pobladores y guerrilleros (Semana, 1988). Un relato más detallado da cuenta de los actores y los hechos relacionados con la “toma de Saiza”. “A eso de las 3 y 30 de la madrugada del martes 23 de septiembre de 1988, un nutrido grupo de guerrilleros (superaban los 100), atacaron a los militares que acampaban cerca de Saiza. En la comandancia guerrillera conjunta estuvieron por el EPL Omar Caicedo, Platón y Álvaro Negro de los frentes Jesús María Alzate y Bernardo Franco y por las FARC EP el Efraín Guzmán y Salomón, de los frentes V y XVIII. Mientras tanto en Saiza, a 15 minutos a pie, otro grupo de guerrilleros atacaba el puesto de Policía de la población, en el que se encontraban un suboficial y 17 agentes que también fueron tomados por sorpresa. Según las versiones militares, los atacantes se enfrentaron con francotiradores de la base paramilitar que operaba en el poblado, pero que habitaban casas civiles, lo cual produjo también varias víctimas entre la población” (Villarraga, A., 2015). El primer balance del ataque confirmó lo sangriento que había sido. Según versiones de prensa doce civiles perdieron la vida, nueve soldados muertos y cinco heridos. A la vez, al imponerse militarmente las guerrillas en esta acción fueron retenidos once soldados y once policías, llevados por las columnas guerrilleras, pero a través de contactos y facilitadores las FARC EP y el EPL convinieron un acuerdo especial humanitario, el cual incluyó la desmilitarización oficial temporal de un corredor y el ingreso de una comisión humanitaria, conformada por el CICR, la Procuraduría y otros facilitadores (Caycedo, 1988, pp. 30-39). La toma de Saiza y la generalización de la violencia reforzaron: La creciente militarización en curso que había incluido la creación de la XI Brigada del Ejército Nacional en 1987 con sede en Montería, con jurisdicción sobre Urabá, el crecimiento exponencial del pie de fuerza de 800 a 1.600 efectivos con la creación del Batallón Francisco de Paula Vélez ese año, adjunto al Batallón Voltígeros, el nombramiento de alcaldes militares en algunos municipios del eje bananero y el sur, la creación posterior de un Comando Operativo Conjunto en 1990 -paso previo a la creación de la XVII Brigada en 1993-, la creación de un Comando Departamental de Policía para Urabá en 1990. (Suárez, 2007, p. 118) Paro cívico en 1988. Unificación sindical de los trabajadores bananeros en Sintrainagro en 1989, aproximación de las fuerzas políticas de izquierda A mediados de 1988 las centrales obreras CUT, CGT y CTC en conjunto presentaron un pliego al gobierno del presidente Barco con peticiones laborales y en rechazo a la violencia antisindical y a la ofensiva paramilitar en distintas regiones, que cobraba la vida de muchos
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dirigentes y activistas sindicales. Incluyeron en el pliego de exigencias el “respeto a la vida y cese de la guerra sucia”. El presidente Barco se negó a negociar con las centrales obreras. Ante esta situación las centrales obreras realizaron jornadas de protesta y llamaron a otras organizaciones sociales y campesinas a realizar un paro cívico nacional en octubre de 1988. “El tema de los derechos humanos era muy sensible por el clima de impunidad; los maestros, la CUT y los sindicatos agrarios eran los más afectados con la ola de crímenes políticos y la represión sindical. Las centrales obreras coordinaron un paro cívico nacional” (Villarraga, 1994, p. 228). El clima se hizo difícil. Si bien los trabajadores simpatizaban con el paro cívico nacional fue grande el despliegue de propaganda intimidatoria contra el paro, desde el gobierno, gremios empresariales y principales medios de prensa, así como las amenazas de sanciones (estatales y de los empresarios) contra quienes participaran (Villarraga, 1994, p. 228-229). En esas circunstancias, el paro cívico tuvo relativo impacto, una mayor fortaleza en varios sectores productivos, regiones y de las ciudades, pero escaso o limitado en términos de las movilizaciones y concentraciones callejeras. En Urabá el paro significó 45 días de cese de actividades, en las que además del paro laboral se produjo un paro cívico de la población de mediana intensidad. Fueron los sindicatos los que organizaron y dirigieron el paro laboral, pero de manera simultánea obraron intensas acciones del EPL y de las FARC EP en la región. Como respuesta al paro cívico nacional en la región el gobierno suspendió las personerías jurídicas a Sintagro y Sintrabanano, ante lo cual a inicio del año siguiente los integrantes de ambos sindicatos de forma coordinada, adoptaron una salida ingeniosa, que antes que imposibilitarles la acción sindical o debilitarlos, por el contrario, los fortaleció. Los afiliados a Sintagro y Sintrabanano se desafiliaron de forma masiva y en simultáneo todos se afiliaron a otro sindicato ya existente: Sintrainagro (Verdad Abierta, 2012b). Sintrainagro era un sindicato que tenía personería jurídica vigente y contaba con afiliados en Magdalena Medio, se trataba de un sindicato de industria de carácter nacional (Ortiz, 2007). La fusión había sido alentada por la CUT, la central sindical a la cual pertenecían Sintagro y Sintrabanano, y por el clima de unidad de acción que se sentía entre el PCC y el PCC ML, dada la incidencia que esas organizaciones políticas de izquierda tenían en los sindicatos. Sin duda, ese fue un periodo en el que se dieron “procesos unitarios” en los trabajos sociales de la izquierda y de sectores críticos que pertenecían a los partidos tradicionales. Intereses comunes y la pertenencia de Sintagro y Sintrabanano a una sola Central Sindical, la CUT facilitó el proceso unitario. La experiencia del cruento resultado de la negociación de las condiciones laborales y las convenciones laborales en la región en 1987 incluyó un alto número de obreros asesinados e hizo que las guerrillas aceptaran no intervenir en las dinámicas del movimiento obrero o realizar actos de violencia que afectaran el movimiento sindical. En tal sentido, en 1989 se buscó de manera expresa un nuevo modelo de resolver los conflictos en la zona, sin apelar a la violencia. 126
Pese a ello, ese año también fueron muertos de forma violenta dos directivos sindicales, un representante de un Comité Obrero Patronal y cinco trabajadores (dos en Apartadó, dos en Chigorodó y uno en Carepa). También fueron asesinados un administrador de una finca y un inspector de calidad de una finca bananera (Reiniciar, 2006), así como Enoc Campo Núñez el 21 de octubre de 1988, concejal de Apartadó por la UP y tesorero de Sintrainagro (Reiniciar, 2006). Sintrainagro, el nuevo sindicato, tendría desde su inicio una mayor afirmación de su carácter gremial o laboral, ganado en su rol de ser el mecanismo de representación legítima y de conducción de los conflictos laborales. Ese nuevo protagonismo fue reconocido por los empleadores y las instancias estatales o gubernamentales, lo que le permitió tomar distancia del modelo que hasta esa fecha se había dado en la vida laboral de los obreros bananeros y que había permitido algún nivel de incidencia de las guerrillas. Desde el comienzo fue definido como un sindicato clasista, es decir, que al tiempo que permitía la afiliación de quienes quisieran ingresar, consideraba a la lucha sindical como una de las formas básicas como se expresaba la “lucha de clases”. Al inicio, la fusión mermó la violencia perpetrada sobre los sindicalistas17. En Sintrainagro quedaron agrupados 12.500 trabajadores bananeros en cuatro subdirectivas, en Turbo, Apartadó, Carepa y Chigorodó (Bejarano, 1988). En Chigorodó había mayoría de anteriores afiliados a Sintrabanano y en Turbo y Carepa mayoría de anteriores afiliados a Sintagro, mientras en Apartadó había expresión importante de las dos vertientes (Entrevista, 2019, 7 de octubre). Se mantuvo el respeto por cada uno de los sectores sindicales de los territorios bajo su “control”, pues otorgaban los cupos en las subdirectivas, según el número de afiliados. Sin embargo, años más tarde vendrían rivalidades y conflictos, en medio de los cuales se fue imponiendo la vertiente que originariamente venía de Sintagro. La línea procedente de Sintagro, mayoritaria dentro del sindicato (7 de cada 10 obreros sindicalizados), prevaleció sobre la línea procedente de Sintrabanano (3 de cada 10), con el argumento de que era necesaria la continuación de la paz laboral con el gremio bananero y que, ante la crisis bananera, lo más pertinente era la concertación y la cooperación. (Suárez, 2007, p. 144) Es así como para el año 2000 todas las subdirectivas estaban conformadas por dirigentes sindicales cercanos al antiguo Sintagro (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). En 1989 Sintrainagro presentó un pliego unificado de peticiones a todas las fincas bananeras de la zona que abordaba temas relacionados con los fueros sindicales, las prestaciones laborales y el pago del trabajo por horas trabajadas y no a destajo. En medio de la negociación los trabajadores realizaron un paro laboral de 33 días, acompañado de paro cívico con apoyo de la población local. El resultado fue el logro de la firma de la Convención Colectiva de ese año, la cual recogió muchos de los puntos propuestos en el pliego de peticiones presentado y 17
Esta información es referida en estudios consultados sobre el sindicalismo en Urabá y corroborada con líderes sindicales de la época.
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un aumento salarial generalizado del 30 %, algunos puntos por encima de la inflación anual, que para ese año había sido del 25 % (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). El investigador Andrés Suárez destaca los siguientes avances y reivindicaciones conseguidas por Sintagro, Sintrabanano y otras expresiones sindicales que confluyeron en Sintrainagro: -
Entre 1984 y 1986 se registraron 49 acciones sindicales (entre paros y huelgas). Entre 1987 y 1990 se registraron 84 acciones sindicales. Paros, huelgas y marchas en contra de la violencia que asediaba a los sindicalistas y a los trabajadores. Realización y firma de convenciones colectivas que estimularon una estabilidad laboral. Reivindicaciones laborales: a finales de 1989 los trabajadores bananeros fueron los obreros agroindustriales mejor remunerados del país. Trabajadores y obreros, tanto en Turbo como en Apartadó (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre).
Paralelo a la unificación sindical se dieron acercamientos entre el Frente Popular, que era la propuesta legal del PCC ML, y la Unión Patriótica liderada por el PCC, como proyecto político convergente. Sin embargo, esa aproximación se dificultó. Además de la complejidad que en todo caso significaba un proceso de unificación de vertientes políticas distintas en lo programático, estrategia política, plataforma táctica, concepciones, métodos y líneas de organización y actuación, entre 1989 y 1991 afloró una nueva situación nacional en la izquierda, en lo nacional y con directos reflejos en la región, que de alguna forma alinderó a las vertientes de izquierdas en dos posturas: -
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En 1989 el M19 suscribió un acuerdo de paz definitivo con el gobierno, en 1990 cobró fuerza la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente por lo cual el EPL con otras vertientes insurgentes entró en negociaciones de paz que se llegaron a un acuerdo de paz definitivo en 1991. Los diálogos de paz con las FARC EP y el ELN realizados entre 1991 y 1992 fracasaron. Las FARC, por su parte, radicalizarían su posición, como consecuencia del ataque estratégico con un gran despliegue militar lanzado desde el gobierno a su principal zona de retaguardia militar.
Por su parte la Unión Patriótica venía soportando una feroz persecución homicida que la había golpeado y la golpearía con rudeza hasta casi hacerla desparecer. Ese ataque incluyó el asesinato de varios de sus líderes más representativos e integrantes de corporaciones públicas a todo nivel y de gobiernos locales. Durante 1987 la UP, bajo el liderazgo de Bernardo Jaramillo, proclamó con claridad el deslinde público con las FARC EP, en su V Pleno de la Junta Nacional (CNMH, 2018). Esta posición de la UP llevó a diferencias con el PCC, que hasta ese momento habían tenido una relación unificada en sus posiciones, lo cual precipitó en este periodo un nivel de diferenciación que tendría consecuencias incluso de rupturas y marginamientos.
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Estas mismas diferencias se presentaron en el plano político entre el PCC y el PCC ML; este último llegó a la conclusión de que había llegado a partir de la convocatoria efectiva de la ANC “el momento en el cual tocó escoger: o la lucha democrática o la lucha armada, en esas condiciones no se podía seguir apostando a la combinación de todas las formas de lucha” (Villarraga, 1994). En este contexto, el PCC ML y el Frente Popular participaron en el proceso de paz con el EPL y se reconformaron como proyecto político unificado en la legalidad. Entre acercamientos y divergencias, en 1990 en Urabá se estableció una alianza entre el dirigente comunista Nelson Campos, quien pertenecía al PCC, y Aníbal Palacios dirigente del Frente Popular, para lograr una curul en la Cámara de Representantes por Antioquia, que en el proceso electoral fue lograda (Las2orillas, 2013).
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5. URABÁ 1989 A 1991: ENTRE LA PAZ Y LA GUERRA, OPORTUNIDAD EN BUEN GRADO MALOGRADA DEL PROCESO DE PAZ, APERTURA DEMOCRÁTICA Y MODERNIZACIÓN EN RELACIONES LABORALES En medio de estos intensos conflictos y cambios de contextos se produjo el regreso a Urabá de Chiquita Brands, al inicio de los noventa. Se encontró con una nueva situación en la cual desde distintas vertientes se estaba aclimatando el cierre del ciclo de violencia armada y la búsqueda de la modernización institucional y de medidas de apertura democrática en lo político. Estas condiciones fueron acompañadas de un mejoramiento de las relaciones laborales derivadas de las convenciones colectivas de trabajo firmadas entre empresarios bananeros y Sintrainagro. Ese experimento de paz y de concordia, que se concretaría a principios de los noventa con varios procesos de paz pactados con guerrillas y con la expedición de una nueva constitución política garantista, logró legados de trascendencia. Sin embargo, pronto se vio truncado, en particular en Urabá, por distintos factores, a los que no fue ajeno el propio gremio bananero. Chiquita Brands retoma el rol productor, lidera el sector bananero que colabora con los paramilitares A pesar de la compleja situación de orden público para finales de la década de los ochenta, Chiquita Brands decidió consolidar su Plan Estratégico, que consistía en ampliar la capacidad de cultivo, comprando de nuevo fincas productoras de banano e incrementando su rol como exportador. Compró en 1988 el Embarcadero de Zungo, en Apartadó, el Embarcadero de Nueva Colonia, en Turbo. Continuó el proceso de adquisición de fincas iniciado años antes, prolongándolo hasta 2002. La adquisición de estos dos embarcaderos era estratégica, pues eran puertos en tierra, ubicados sobre canales que operaban a su vez como prolongación de algunos ríos de la zona, y que permitían a través de barcazas las conexiones entre las fincas bananeras y barcos estacionados en alta mar en los cuales se exportaba el banano a nivel internacional. El control sobre esos embarcaderos le ofrecía a la empresa alto control de la exportación de la fruta. En contraste con esta decisión, varios empresarios como consecuencia de las difíciles circunstancias relacionadas con el orden público en la región, decidieron cultivar banano en el departamento del Magdalena y algunos optaron por trasladarse a Costa Rica (Ramírez, 1997), estas decisiones empresariales causaron un temor generalizado de que se produjera un desmantelamiento de la zona bananera (Suárez, 2007, p. 127). Para 1989 la multinacional Chiquita Brands (Wills, 2008), ya con esa denominación, reapareció formalmente como productora de banano en Urabá, aunque el proceso de compra de fincas bananeras en esta región ya lo había realizado. La llegada formal de Chiquita Brands este año correspondió a un momento de empuje económico de la agroindustria bananera que incidía, en el eje bananero, en la urbanización poblacional y el aprovisionamiento comercial de los cascos urbanos de los municipios y en el requerimiento de las vías de comunicación. Para entonces, el eje bananero había logrado mayor dimensión poblacional, presencia 130
comercial y de ciertos servicios “(…) De este modo, si a comienzos de los años cincuenta los municipios del eje bananero escasamente llegaban a los 15.000 habitantes, en 1990 ya habían sobrepasado la barrera de los 200.000” (García, 1996). Para esa fecha las carreteras entre Chigorodó, Carepa, Apartadó y Turbo estaban pavimentadas y en buenas condiciones, con tránsito frecuente de camiones con destino a los puertos de El Zungo y Nueva Colonia. En la zona se contaba con dos aeropuertos pequeños, en Turbo y en Chigorodó, y con el aeropuerto principal de la región, de mediana dimensión, en Carepa. Este último, conocido como Los Robles, permitía el aterrizaje de aviones de 200 pasajeros. Las carreteras que conectaban la región con Antioquia y el resto del país venían mejorando. Mapa 10. Rutas de transporte
Fuente: Gobernación de Antioquia. Antioquia la más educada. Ficha municipal Turbo
A estos medios de transporte convencional se le suma el cable de frutas, múltiples cables que atravesaban las plantaciones de banano y por los cuales se transportaban los racimos de banano, funcionaban como una extensa red por la cual a la manera de una tarabita o canopy los campesinos, los trabajadores bananeros e incluso los milicianos de uno u otro grupo se movilizaban con facilidad y rapidez de un lugar a otro, en medio de un mar de banano (Entrevista AB, 2020, febrero). En 1989 Chiquita Brands controlaba el 8,5 % de las exportaciones de banano de Colombia y su producción iba en incremento. En 1994 el 11 % del total de banano era producido en la zona (Bucheli, 2005). Según entrevista a Luis Quesada, gerente de recursos humanos de Chiquita Brands, el modelo de C.I Banadex, la filial de Chiquita en Colombia, ahora bajo el 131
control de la familia Linder, fue acelerar la compra de fincas para tener su propia producción de banano, a la vez comprar la fruta a productores locales para diversificar el riesgo de las variaciones en los precios, o los cambios en el nivel de productividad de las fincas (Wills, 2008). Para 1991 el área sembrada de banano correspondía a unas 30.000 hectáreas, trabajadas por unas trescientas empresas agroindustriales que generaban cerca de 35.000 empleos directos y exportaciones de unos 230 millones de dólares. Para la década de 1990 el banano representó el 43% de las exportaciones de la región Caribe colombiana, su impacto en el empleo de la región de Urabá fue muy significativo, pues generó 105.000 puestos directos y en la zona bananera de Ciénaga 30.000 empleos. (Agudelo, 2011) Gráfica 3. Tierra (en hectáreas) dedicada al cultivo de banano en Urabá
Fuente: tomado de CAJAR. (2017). La contribución de ejecutivos de Chiquita en la comisión de crímenes de lesa humanidad en Colombia: Comunicación bajo el artículo 15 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional
Chiquita Brands compró con ventajas fincas con problemas financieros y también se favoreció del impacto del conflicto armado y la violencia en la zona con precios muy inferiores al valor real de los predios. Es el caso de la finca La Negra, meses antes de haber comprado Chiquita, había sucedido la masacre, lo cual bajó de forma drástica el precio del predio. Además, compró fincas a través de terceros y utilizó entre otros nombres, el del apellido Restrepo. Chiquita compró fincas en el Urabá desde 1988 hasta 2002, cuando salió de la zona. Sin embargo, 1988 fue el año en que más compras de tierras hizo: San Judas, Salpicón, Oro Verde, Limonar, Monteverde, Unión, Durazno, La negra 2 y 4, Algo es Algo, Algún Día, Fresa, Guayaba, Emilios, La Mora, La Bonita, 3/9, La Linda, 4/9, La García, El Mandarino, Villa Fabiola, El Bosque18, Las Palmas, La fortuna, La Chácara, Julia Sofía, Bananera ¾, Amalfia, Eulalia, La Sarita, La Estrella o Mally Huerta, todas en Turbo. Incluida la finca La Negra. Luego, 18 fincas en Apartadó, entre las cuales San Judas Tadeo, Alexandra Pía, Francia Helena, Tarena, Sarmankanda. Nueve fincas en Chigorodó, otras cinco en Turbo, entre las cuales Rancho Amelia, Tapartó, Rita María y Guaros. Una finca en Carepa. Fincas que 18
Más adelante en esta finca habría una invasión que dio origen al barrio El Bosque.
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después fueron relacionadas por los líderes sindicales de tener presencia paramilitar, caso de Los Guaros, Francia Elena, San Judas Tadeo, Samarkanda y Tarena. A comienzos de los noventa los empresarios bananeros tuvieron una fuerte influencia sobre el gobierno nacional, dada la vocación exportadora de este renglón productivo que se sintonizaba con la propuesta de apertura económica que impulsó el presidente César Gaviria. Por el peso en términos de dinero que había adquirido el banano desplazó al café como principal renglón de exportación. Sin embargo, como desarrollaremos más adelante, la situación cambió por factores de la economía internacional como las restricciones de la Unión Europea al ingreso de la fruta procedente de Latinoamérica y la revaluación de peso colombiano frente al dólar. El rol determinante y estratégico de Chiquita Brands en la estructuración del negocio de banano es reconocido. “El papel rector de la compañía en el establecimiento del mapa bananero ayudó a crear un desarrollo capitalista de gran impacto (…)” (Ramírez, 1997). Esa condición de liderazgo también se manifestó en años siguientes, en el proceso de entronque entre sus intereses y los de los paramilitares en la zona. Chiquita Brands fue la primera en automatizar el embarque de frutas que ya se hacía mediante containers, a los que denominaban “Palets”, que se llenaban en cada una de las fincas y eran subidos de forma mecánica a los planchones y de nuevo transportados de manera mecánica a los buques cargueros internacionales. Ese cambio redujo el costo, el tiempo del embarque y el daño a la fruta, en comparación con el anterior método manual, dado que en la forma artesanal se necesitaba más mano de obra y diferentes secuencias de manipulación de la fruta. Ese rol protagónico se formalizó con la aceptación de Banadex, que era la filial de Chiquita en Colombia, como miembro de Augura, gremio que agrupa a los productores de banano de Urabá, en 1991. Chiquita llegó a tener en los siguientes años un alto nivel de control sobre el gremio bananero de Urabá; en esa condición estuvo relacionada con la organización gremial de los bananeros de Urabá, así como lo hiciera con las Convivir, a quienes financió como contraprestación formalmente acreditada por “servicios de seguridad”. Chiquita reportaba contablemente eso pagos. Dentro de los miembros de Augura y sus empresas había socios que más tarde participaron de manera directa en los pagos de los empresarios bananeros a los paramilitares. Entre ellos, Irving Bernal, quien se alió con paramilitares en la explotación ilegal de palma africana en el Atrato. También estuvieron Reinaldo Escobar y Víctor Buitrago. Irving Jorge Bernal Giraldo Empresario bananero de la zona de Urabá (empresa Tracto Urabá)19 y luego también productor de palma. A finales de 1996 Irving Bernal invitó a dos ejecutivos de la bananera Chiquita Brands a un encuentro con paramilitares de las AUC, en esa reunión se acordó la suma que Chiquita Brands entregaría a los grupos paramilitares para garantizar la protección en las plantaciones de la región del Urabá. Además, según la revelación hecha por Raúl 19
Recibió $583.183 ($322 USD) por hectárea de incentivo sanitario proveniente del Ministerio de Agricultura (Agroingreso Seguro).
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Hasbún en su indagatoria el 7 de marzo de 2011: “Don Irving sí colaboró con la organización como todos los bananeros, económicamente, financiaba a través de las Convivir que sabía que eran mías, los demás bananeros también (...) Don Irving por la exportación de banano nos pagaba”. En cuanto a la producción de palma, se asoció con el jefe paramilitar Vicente Castaño Gil para adelantar un “mega proyecto” agroindustrial para el cultivo y explotación de palma africana, que pretendía abarcar 100.000 hectáreas de tierra (Verdad Abierta, 2016). Para los años 2000–2001 compraron en el bajo Atrato 1.300 hectáreas para sembrar palmas, que fueron vendidas por sus propietarios o poseedores siendo víctimas de desplazamiento forzado. En 2004 constituyó la empresa Promotora Palmera de Curvaradó Ltda. PALMADÓ LTDA, junto con otros empresarios, entre los cuales, Héctor Duque Echeverry, Zea Medina y Raúl Hasbún Mendoza, quien lo hizo por intermedio de María Isabel Correa Gómez (su esposa para la época). La Fiscalía General de la Nación le impuso medida de aseguramiento como coautor de los delitos de desplazamiento forzado, concierto para delinquir e invasión de áreas de especial importancia ecológica, en relación con las tierras y los pobladores del Curvaradó y Jiguamiandó. El 29 de noviembre de 2011 se entregó en Envigado y fue recluido en la cárcel de Yarumito. Se acogió a sentencia anticipada en 2013 por concierto para delinquir y delitos ambientales; sin embargo, ha negado su responsabilidad por el desplazamiento forzado ocurrido en Curvaradó y Jiguamiandó. Reinaldo Escobar Miembro de la junta directiva y representante legal de Banadex de 1994 a 1998. Asistió a la reunión en Montecasino en la cual se pactó el pago de tres centavos de dólar por caja de banano exportada por las empresas. Asistió a las reuniones de Augura donde se socializó sobre estos pagos a los paramilitares por parte de las empresas bananeras. Escobar De La Hoz está vinculado con doce pagos entre 1994 y 1998 por $329 millones como representante legal. “Tenía capacidad y el poder político y administrativo para acudir a las autoridades civiles y militares para buscar apoyo que le permitiera a la compañía enfrentar las extorsiones” (El Espectador, 2018b). Víctor Buitrago Gerente de seguridad de Banadex entre 1999 y 2004. Reemplazó a Hermes Segundo Hernández, quien “le presentó a Pedro, que era quien manejaba las Convivir” (Fiscal 68 delegada DD. HH., 2018, 31 de agosto). Estuvo a órdenes de Alejandro Backozi, director de seguridad global de Chiquita Brands. Realizó pagos a los paramilitares a través de las Convivir y de los fondos Manager Funds, por intermedio de Álvaro Acevedo, dinero que fue entregado a Tijeras. Según un vigilante de Banadex: “El señor Buitrago se reunía con los paramilitares en la finca La Coqueta” (FGN, 2019,17 de septiembre). Y el coordinador de seguridad de Banadex entre 1995 y 2004 señaló que “Buitrago le dio la orden de realizar pagos a favor de las convivir 134
Papagayo, Punta de Piedra y Tagua del Darién, a través de la forma 1016” (FGN, 2019, 17 de septiembre). Es señalado por la Fiscalía de liquidar los pagos que se hacían a las Convivir (El Espectador, 2018b). Incursión paramilitar y despojo de tierras campesinas, norte de Urabá Al finalizar los ochenta, a la violencia de las organizaciones insurgentes en Córdoba se sumó la violencia paramilitar, que esgrimió como justificación la necesidad de “resistir a la subversión”. “Entre 1988 y 1990 ya se tiene configurado en el departamento de Córdoba la presencia de un grupo de autodefensas al mando de Fidel” (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Esta configuración paramilitar tuvo los siguientes rasgos: 1. Contar con una estructura militar asentada en la zona, con bases instaladas que podían llegar a albergar hasta 500 paramilitares. 2. Propagar una versión de justificación del paramilitarismo, a título de conformar una “autodefensa”, con búsqueda en los pobladores de la zona, de reclutamientos y de su identificación con la presencia paramilitar. 3. Desarrollar una estrategia de expansión fundamentada en el ejercicio de la violencia contra población desarmada, señalada de apoyar o ser “auxiliar” de la guerrilla. 4. Tener presencia pública y permanente en varios poblados urbanos de la zona. 5. Dirimir asuntos de la cotidianidad de los pobladores, incluidos aspectos de la vida privada y pública. 6. Recibir apoyo de la institucionalidad, sea por acción u omisión. 7. Desplazar de manera forzada a población del territorio que se considerara pudiera tener afinidad con el “enemigo”. 8. Realizar despojo de tierras (Barbosa, 2014). Estas características le allanaron el camino a un paramilitarismo que permeó todos los aspectos de la vida de la población en esta subregión, imponiendo así su supremacía en la zona. Según el informe de la Comisión Verificadora de los Actores de la Violencia en Urabá publicado en 1994, un primer campo de conflicto fue el de la disputa de la posesión de la tierra, expresada a través de despojos realizados de diversas formas en específico en los municipios de San Juan de Urabá, San Pedro de Urabá, Arboletes y el corregimiento de El Tomate, municipio de Canalete, Córdoba, en el que se evidenció marcada participación de hacendados, narcotraficantes y paramilitares (Barbosa, 2014). Según testigos, la arremetida de los paramilitares en mayo de 1995 estuvo auspiciada por ganaderos y narcotraficantes, quienes “buscaban acabar con cualquier rastro de la guerrilla y acrecentar sus propiedades en el área”. Se evidenció que cuando algunas familias campesinas eran desplazadas de manera forzada de sus parcelas, de inmediato llegaba un particular a ofrecer cierto dinero por la tierra, en montos muy inferiores a los que se podrían conseguir en el mercado. De tal manera, los paramilitares y sus aliados lograron ese año que en el norte de Urabá la tierra estuviera concentrada en manos de pocos propietarios, quienes aspiraban 135
a seguir extendiendo sus dominios. Muchos de estos nuevos propietarios eran narcotraficantes, “quienes han comprado decenas de fincas”, como sostenía que había ocurrido, el Obispo de la región (El Colombiano, 1995b). La violencia fue instrumentalizada entonces hacia el despojo y apropiación por la alianza agresora de las “fértiles y hermosas tierras del norte de Urabá”, como las calificaba el diario antioqueño El Colombiano. De ahí que pobladores de la zona sostuvieran que era absurdo pensar que los miles de desplazados de manera forzada fueran víctimas por supuestas relaciones con la guerrilla, cuando se evidenciaba el despojo violento de sus tierras como motivo de actuación, en condiciones de impunidad. La desaparición forzada masiva, Pueblo Bello En enero de 1990 se produjo la desaparición colectiva de pobladores de Pueblo Bello, corregimiento de Turbo, ubicado en la carretera que con conexión por San Pedro de Urabá conduce al eje bananero desde Córdoba. ‘Los Tangueros’, grupo paramilitar al servicio de Fidel Castaño, ingresó el 14 de enero de 1990 al corregimiento de Pueblo Bello en el municipio de Turbo, para llevarse a 43 campesinos. El grupo ilegal quemó dos establecimientos comerciales y trasladó a las víctimas en dos camiones hasta el municipio de Valencia, en Córdoba, a la finca Las Tangas de los Castaño Gil, donde fueron torturadas y asesinadas. La masacre fue ordenada por Fidel Castaño, quien buscaba vengar un supuesto hurto de 42 reses en una de sus fincas a finales de 1989. Según testimonios de las víctimas, el jefe paramilitar había dicho que “esas 42 cabezas de ganado iban a valer 42 víctimas”. Entre las víctimas había simpatizantes del Frente Popular, un partido de izquierda de la región, y tres menores de edad. Varios cuerpos fueron hallados en Las Tangas, en la finca Jaraguay, también propiedad de los Castaño, y en la vía que conduce de Arboletes a Montería. Después de 21 años, 37 cadáveres siguen desaparecidos. Para ese entonces el Ejército tenía retenes dispuestos en la carretera, pero no detuvo al grupo paramilitar. Según los familiares de las víctimas, una semana después de la masacre varios militares llegaron al pueblo en un helicóptero y le ofrecieron 50 mil pesos a cada familia para comprar su silencio. En el año 2006, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado colombiano a pedir perdón público e indemnizar a las familias de los desparecidos, por la falta de presencia estatal en la zona (Rutas del conflicto, s.f. o). Con la desaparición forzada masiva de pobladores inermes, incluidas personas menores de edad, los paramilitares de Fidel Castaño demostraron su capacidad de producir terror en Pueblo Bello, en una de las más graves y dolorosas violaciones a los derechos humanos cometidas por esta agrupación. Este hecho se consumó con omisión del Ejército presente en la zona y que según las investigaciones tuvo como motivaciones castigar a la población por parte de Fidel Castaño y su agrupación paramilitar, pero que de fondo fue dirigida contra esta
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población dado su respaldo político y electoral al Frente Popular y por considerarlos cercanos al EPL. Según investigaciones académicas, esta masiva desaparición forzada de pobladores se produjo como reacción de Fidel Castaño y su estructura paramilitar en retaliación contra los pobladores de ese corregimiento por considerarlos cercanos a la guerrilla del EPL. Pudo relacionarse con el hecho de que esta organización insurgente realizó una acción armada días antes en la que se enfrentaron con paramilitares, y habían detenido y ajusticiado a un paramilitar conocido como Quijano y a otros cinco paramilitares. Quijano era administrador de la hacienda Las Tangas, de propiedad del jefe paramilitar Fidel Castaño, y las otras cinco personas hacían parte del equipo de trabajo que laboraba en esa finca (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). A ello se sumaba que el EPL controlaba unos quince kilómetros de la carretera que va de Turbo a San Pedro de Urabá. Castaño quería a Turbo como trampolín para llegar al otro lado del golfo, al Chocó, donde narcotraficantes también estaban comprando tierras. La desaparición forzada, tortura y consiguiente masacre de las víctimas también estaría relacionada con el interés de los Castaño de avanzar hacia el control de Turbo, por las ventajas que les daba este puerto para el contrabando de armas y narcóticos (Romero, 2003). Pueblo Bello se ubica en la carretera que conecta a Turbo con Valencia, relativamente cerca a la base que tenía la agrupación paramilitar de Fidel Castaño en la hacienda Las Tangas, en Valencia, Córdoba. “El 4 de abril de 1990, un paramilitar al servicio de Fidel Castaño hizo su confesión ante el DAS y relató los pormenores de algunas masacres entre las cuales la de 43 campesinos en Pueblo Bello” (Hacemos memoria, 2019, 28 de diciembre). Las desapariciones forzadas comenzaron a ser recurrentes en la región. El 16 de abril de 1990, en Valencia, fueron asesinadas trece personas, cuyos cuerpos fueron hallados en la finca Las Tangas. También allí se encontraron seis cuerpos que correspondían a personas que fueron desaparecidas del corregimiento Pueblo Bello, Turbo, el 14 de enero anterior. Otros catorce cuerpos fueron hallados en diferentes lugares de esta finca y de la finca Jaraguay, también propiedad de los Castaño, en el transcurso del mes. El 25 de octubre, en Tierralta, asesinaron a 12 personas, en el barrio Escolar; dos de las víctimas fueron decapitadas (Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). Masacre de Guatapurí y Romeral, Chigorodó El 17 de marzo de 1990 un grupo paramilitar llegó a las fincas Guatapurí y Romeral, en Chigorodó (Antioquia) y mató a cinco personas. Tres de las víctimas eran militantes del Frente Popular y dos de la UP. Uno de ellos era concejal electo de este municipio y tesorero de Sintrainagro (Rutas del conflicto, s.f.aa). Las víctimas fueron Miguel Ángel Correa, Gentil Córdoba, Anselmo Díaz, Félix Manuel Espitia Solano y José Abad Pérez. Días antes, el 10 de marzo, fueron asesinados por el mismo grupo en la cabecera municipal de Chigorodó Néstor Cuesta y Ricardo Padilla Contreras, cuando se dirigían a la sede de la UP (Noche y Niebla, 2005).
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Masacre de Necoclí y Arboletes El 22 de marzo de 1990 un grupo paramilitar asesinó a cuatro campesinos, militantes del Frente Popular, en la vía entre Necoclí y Arboletes (Antioquia) (Noche y Niebla, 2005). Las víctimas fueron Miguel Rostán, Manuel Basilio, Marcelino Hernández y José Basilio (Noche y Niebla, 2005). Masacre de Diana Patricia, Chigorodó El 27 de agosto de 1990 paramilitares asesinaron a Héctor Castro Rivera, Roque Jiménez Márquez y Leonel Zumaque Correa, integrantes del Frente Popular, en inmediaciones de la finca Diana Patricia, vereda Guatapurí de Chigorodó (Noche y Niebla, 2005). Masacre de la cárcel de Turbo El 5 de septiembre de 1990 quince paramilitares ingresaron a la cárcel de Turbo, liberaron a cinco reclusos y asesinaron al director y a cuatro guardias: Luis Fernando Botero, Helmo Norberto Santana, Rodrigo García Miranda, Efraín Obando González y Fernando Arboleda. Los cadáveres fueron hallados en la finca Coldesa, en la vía hacia Apartadó (Noche y Niebla, 2005). En la carretera, a la altura de Coldesa, había un sitio donde dejaban a la gente muerta, en la entrada de El Tres (Entrevista LR, 2020, febrero). Acuerdo de Paz entre el Gobierno nacional y parte de las guerrillas y milicias insurgentes, Constitución Política de 1991, modernización y apertura democrática 20 En octubre de 1988 la III Cumbre de la Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar, CNGSB, envió al presidente Virgilio Barco una carta firmada por las comandancias de todas las guerrillas y de varias milicias regionales, en la que le proponía una negociación “de alto nivel entre ministros de su despacho y las comandancias de todas las guerrillas y conseguir la paz”. En 1989 surgió la Comisión de Convivencia Democrática, una agrupación de todos los partidos políticos, gremios empresariales, Iglesia católica y otros sectores representativos que solicitaban al Gobierno nacional adoptar una política de paz que permitiera una solución política con las guerrillas, atendiendo a que estas expresaban disposición a conversar con tal propósito. Sin embargo, se produjeron hechos que no permitieron que prosperara un tratamiento global de paz con todas las guerrillas. El M19 inició de forma unilateral negociaciones con el gobierno Barco, en 1989, en noviembre de ese año suscribió un Pacto Político de Paz y en marzo de 1990 se desmovilizó. El EPL, luego de que un poderoso movimiento estudiantil demandara la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en un proceso que recibió el apoyo de distintos sectores sociales del país, inicia en mayo de 1990 negociaciones de paz con el gobierno Barco. Esa guerrilla tenía el planteamiento de un proceso constituyente capaz de reformar el régimen político en sentido democrático, como lo había propuesto su vocero Oscar William Calvo y su comandante general Ernesto Rojas desde la tregua de 1984 con el gobierno Betancur. Propuesta que permitiera superar los rasgos autoritarios de la Constitución de 1886 20
Subtítulo elaborado con apoyo en Villarraga, 2015.
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que estaba vigente y el recurso casi permanente de Estado de Sitio, con efectos de alta represión y ausencia de garantías. En esta determinación lo acompañaron el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL) del Cauca y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Montes de María. Pero las FARC EP y el ELN no llegaron al proceso constituyente. En 1990, durante las elecciones de autoridades y de corporaciones públicas territoriales en marzo y las elecciones presidenciales de mayo, se realizaron unas votaciones simbólicas de exigencia de convocatoria de la ANC, promovida por el movimiento estudiantil conocido como Séptima Papeleta. En en la primera elección se obtuvieron más de tres millones de votos y en la segunda más de cinco millones, mientras el propio presidente César Gaviria fue elegido sólo por algo más de cuatro millones de votos. En estas condiciones de respaldo y legitimidad, después de intenso debate, la Corte Suprema de Justicia aprobó la convocatoria de la ANC. Al definir su paso a la legalidad el M19 se sumó al proceso constituyente, el PCC ML EPL, el PRT y el MAQL consiguieron acuerdos de paz definitivos en 1991, con base en el compromiso estatal y gubernamental con la ANC. El sector bananero hizo entonces un muy discreto aporte de 23 millones de pesos para iniciar un fondo de apoyo a la paz, en 1991, organizado en asocio con la Gobernación de Antioquia (Ramírez, 1997, p. 64; Romero, 2003). En 1991 la ANC que sesionó durante su primer semestre redactó, aprobó y promulgó una nueva Constitución Política, con importantes avances de democratización institucional del Estado, formas de democracia directa y reconocimiento de derechos y garantías fundamentales, consagración de nuevos mecanismos constitucionales para su defensa y de formas de democracia directa y de controles al ejercicio de poder político, que eran inexistentes hasta ese entonces. Fue un proceso que tuvo entre sus apoyos determinantes la realización de varios procesos de paz con organizaciones insurgentes. Las características particulares del momento político se evidencian en el hecho de que la votación mayoritaria para elegir constituyentes la consiguió una coalición de vertientes de izquierda y de sectores progresistas, en la cual participaban exintegrantes del M19, el PCC ML EPL y el PRT. Esta agrupación se denominó Alianza Democrática M19 (AD M19), la cual consiguió el 28 % de la votación, lo que le permitió elegir 19 constituyentes. De ellos seis provenían del M19, uno del PCC ML y otro de la JRC (juventud del PCC ML) (Villamizar, 1997). A la vez, la participación en la ANC de las insurgencias se concretó al nombrar a otros dos constituyentes con derechos plenos en representación del EPL, y otros dos constituyentes observadores, uno por el MQL y otro por el PRT. Además, la ANC y las medidas consagradas en la nueva Constitución Política expedida el mismo 1991, dieron participación efectiva e hicieron un reconocimiento a sectores históricamente segregados. Por primera vez accedieron a un espacio político decisorio de alto nivel con posibilidades reales de participación, dentro de los cuales se destacan los pueblos 139
indígenas y sectores de la oposición política. La UP también participó en el proceso constituyente y consiguió elegir a dos constituyentes. El proceso constituyente hizo reconocimiento de la diversidad de creencias y de cultos con el acceso de corrientes cristianas, el reconocimiento de derechos de los pueblos étnicos y comunidades raizales, de las mujeres y de la propia integración a la política legal e institucional de parte importante de las insurgencias. El Acuerdo de Paz entre el Gobierno nacional y el PCC ML y EPL, 1991 El acuerdo de paz con la guerrilla EPL se logró porque desde 1980 su partido el PCC ML había adoptado un viraje para priorizar la lucha política y desarrollar iniciativas hacia la posibilidad de pasar a ser un partido legal. Por esa época había presentado la propuesta de acudir a una Asamblea Nacional Constituyente que adoptara una reforma democrática integral del régimen constitucional y político para ampliar la democracia, y había demandado la realización de varias reformas sociales como condición para logar la paz, para que con tal garantía las guerrillas pudieran convertirse en partidos políticos (Villarraga, 2015). En mayo de 1990 el PCC ML EPL iniciaron conversaciones con el gobierno para concretar un acuerdo de paz, convocaron el XI Pleno del Comité Central de manera ampliada, con la participación de delegaciones de los Comités Regionales y Sectoriales del partido y delegaciones del Estado Mayor Central (EMC) y de los Estados Mayores Regionales (EMR) y de todos los Frentes del EPL. Este Pleno definió continuar con las negociaciones de paz. Tras once meses de negociaciones, no sin dificultades y tensiones de diverso orden, las partes fueron logrando de manera progresiva acuerdos parciales. Hicieron referencia a i) las garantías de concentración en condiciones de tregua de los frentes guerrilleros del EPL de distintas regiones del país, en nueve zonas de campamentos de paz; ii) el reconocimiento y posibilidad de actuación política de vocerías nacionales y regionales; iii) el desarrollo de una agenda temática de negociación con conformación de subcomisiones, invitaciones y eventos con terceros actores en especial de la sociedad civil, partidos políticos e instituciones; iv) la convocatoria y participación en la ANC; v) compromisos de medidas a adoptar en derechos humanos y derecho internacional humanitario; vi) adopción de planes y proyectos de inversión regional en las zonas de presencia histórica y; vii) el marco de garantías para la actuación política en la legalidad, jurídicas, de amnistía e indulto y de reintegración de excombatientes a la vida civil. De manera general, en el proceso de negociación esta insurgencia adoptó la consigna: “¡Armas a discreción de la Constituyente!” (Villarraga, 1994, pp. 287-343; García, 1992, pp. 119-138; Villamizar, 1997, pp. 199-245). En Urabá, como producto del avance de las negociaciones de paz, se organizó en el municipio de Necoclí, corregimiento Pueblo Nuevo, una de las zonas de campamentos de paz, escogida para el funcionamiento de la mesa de conversaciones de paz Gobierno-EPL durante varios de los primeros meses de este proceso de paz. Mesa que reemplazó al campo de batalla. De hecho, se tuvo en consideración que en esa región esta guerrilla había logrado un control territorial relativo pero amplio. En simultáneo hubo también otras zonas de campamentos de paz, en Córdoba, Bolívar, La Guajira, Occidente de Antioquia, Risaralda, Putumayo y 140
Catatumbo. Esta negociación de paz tuvo la particularidad de ir rotando la sede de la mesa de diálogo en estas distintas zonas de campamentos de paz, pero su epicentro –en correspondencia con la mayor presencia política y militar– estuvo en su mayoría en Urabá, Córdoba y el occidente de Antioquia. En diciembre de 1990 las partes lograron concertar los textos del Pre Acuerdo Final de Paz, sometido a la aprobación del XIII Congreso Nacional del PCC ML realizado ese mes en Pueblo Nuevo, Urabá, y a la aprobación de la IV Conferencia Nacional de Combatientes del EPL, realizada en enero de 1991 en Juan José, Córdoba. El acuerdo de paz fue protocolizado en febrero de 1991, y el siguiente 1 de marzo se produjeron las ceremonias de desmovilización de estructuras militares y dejación de las armas del EPL, en seis de las zonas de campamentos de paz donde se habían concentrado todos sus frentes y estructuras: Urabá, Córdoba, Bolívar Antioquia, Risaralda y Norte de Santander. Esto se hizo a través de un acto simbólico nacional de finalización de la desmovilización del EPL, que se materializó en la entrega del arma de su comandancia y de su delegación a la Asamblea Nacional Constituyente, por parte de sus comandantes Bernardo Gutiérrez y Darío Mejía y del dirigente político de la estructura partidista Jaime Fajardo (Villamizar, 1997 pp. 239-245) Este acuerdo de paz entre el Estado y el PCC ML EPL produjo en el contexto nacional la desmovilización de 2.200 integrantes de estructuras del EPL, el paso a la actuación política legal de 6.400 cuadros y militantes clandestinos y el desmonte de las Milicias Populares locales que tenían algo más de 1.500 efectivos. De ellos, alrededor de 600 guerrilleros se desmovilizaron en Pueblo Nuevo, Necoclí, en el Urabá antioqueño (Verdad Abierta, 2014; García, 1992, pp. 119-138; Villamizar, 1997, pp. 199-245). Tal desmovilización fue un hecho de gran trascendencia para Urabá, pues esa guerrilla era la más grande y la que tenía mayor capacidad de desestabilización en el eje bananero (Villarraga, 1994, 361-364). El Acuerdo de Paz con el EPL incluyó: (i) Inversiones para planes y proyectos sociales en sintonía con el Plan Nacional de Rehabilitación PNR y con nuevas iniciativas regionales en las regiones de presencia histórica. (ii) En derechos humanos la creación de la Comisión de Superación de la Violencia que entregó un informe nacional con capítulos regionales y sobre indígenas -con participación también del Quintin Lame- con diagnósticos y recomendaciones. (iii) Un programa de atención de víctimas, que no fue cumplido por el gobierno. (iv) Iniciativas legales sobre convenios e instrumentos legales, acciones de promoción y pedagógicas en derechos humanos y derecho humanitario con aplicación nacional. (v) En garantías jurídicas otorgamiento de amnistía e indulto a excombatientes, salvo frente a responsabilidades por graves infracciones. (vi) Participación de excombatientes en un programa de reinserción y reincorporación a la vida legal con componentes educativos, de formación laboral, de proyectos económicos, empleabilidad, acceso a tierras y apoyo a proyectos de promoción 141
de la paz, la convivencia y los derechos humanos desde colectivos de excombatientes, sociales y comunitarios (PPR, 1999, pp. 52-67). Al pasar esta insurgencia a la actividad legal creó el movimiento político denominado Esperanza Paz y Libertad (en adelante, Esperanza), que conservaba la sigla de la extinta guerrilla pero denotaba ahora un carácter de movimiento político democrático (Verdad Abierta, 2016b). Su presupuesto desde el inicio fue fortalecer un movimiento unitario de amplia convergencia democrática, que se venía conformando desde 1990 desde distintas vertientes, por lo cual seis meses después, en agosto de 1991, Esperanza Paz y Libertad como movimiento político nacional se disolvió, en decisión tomada por un encuentro nacional, para integrarse junto con otra serie de movimientos políticos y de liderazgos sociales, incluidos entre ellos el Frente Popular y JRC, en la Alianza Democrática M19 (Villarraga, 1994, 338339). Pero, como veremos adelante, en Urabá Esperanza Paz y Libertad se mantuvo con posterioridad como grupo político autónomo. Darío Mejía Ángel y Jaime Fajardo Landaeta, elegidos por votación en los campamentos de paz por las representaciones de los comités de partido y frentes del EPL participaron en calidad de constituyentes en la Asamblea Nacional Constituye que redactó la Constitución Política de 1991 (Verdad Abierta, 2014). La desmovilización del EPL y el ingreso del PCC ML a la legalidad generó una distensión militar en las regiones en que tuvo presencia esta guerrilla, en especial con el cese de la fuerte ofensiva militar de la XI Brigada del Ejército en Córdoba y con el desmonte de la Jefatura Militar de Urabá, desactivada en abril de 1990, retornándose en esta región, a la presencia militar ordinaria en cabeza del Comando Operativo No. 01 (Séptima División, s.f.). Hubo un documento anexo al segundo acuerdo parcial entre el EPL y el gobierno en el cual se pactaron medidas de distensión militar, pero por propuesta del gobierno se acordó no hacerlas públicas. El Estado también buscó una mayor presencia institucional. En Urabá creó comisarías de familia, una Casa de Justicia Regional, una Procuraduría Regional, una Defensoría Regional (creada el 1 de marzo 1995) y como en todo el país se inició la reconfiguración de la función de los jueces con obligación expedita de defensa de los derechos humanos fundamentales mediante el uso del recurso de la tutela por la ciudanía, de otros mecanismos nuevos de exigibilidad individual y colectiva de derechos, de las formas ahora consagradas de democracia directa, entre otros nuevos recursos institucionales y legales. Sin embargo, el gobierno nacional fue muy lento en el cumplimiento de los acuerdos, el Programa de Atención a las Víctimas del Conflicto en las zonas de presencia histórica del EPL nunca se implementó. Otros incumplimientos fueron más parciales o relativos, tal es el caso de las garantías de seguridad que deberían brindarse a excombatientes, pero que sólo se concretó para ciertos líderes y en determinados contextos. No sucedió igual con las personas desmovilizadas de los territorios y quedaron expuestas a graves y masivas agresiones contra su vida y su seguridad.
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Ahora bien, hubo puntos del acuerdo de paz que sí se cumplieron, aunque se registraran dificultades o falencias como el acceso a la Constituyente, la garantía de indulto, la inversión para planes o proyectos de desarrollo regional, el acceso a la educación y la capacitación laboral, los proyectos productivos, y un débil apoyo para empleabilidad, entre otros. En consecuencia, en 1994 los acuerdos del gobierno con esta y otras guerrillas y milicias regionales que se desmovilizaron debieron ser renegociados, actualizados y financiados en varios de los temas referidos. La conformación de las disidencias Caraballistas No todos los integrantes del EPL y de las milicias populares se desmovilizaron. Un grupo pequeño no lo hizo, siguiendo los lineamientos del máximo jefe del PCC ML Francisco Caraballo. Este grupo crecería en los siguientes meses con desmovilizados del EPL insatisfechos con la forma como se implementaron los procesos de desmovilización y de reinserción a la vida civil de los excombatientes, y con el reclutamiento de nuevos combatientes jóvenes. Una paz quebradiza porque “hubo intranquilidad, inconformidad, porque el gobierno no cumplió”, aseveró Rafael García, El Viejo. “Y los inconformes incitaron a conformar nuevamente el EPL. Se creó la disidencia, bajo el mando de Francisco Caraballo y Gonzalo (David Mesa Peña). Su primer objetivo fue matar a los reinsertados que no se quisieron ir con ellos” (Verdad Abierta, 2011b). En efecto, no se vincularon a los grupos disidentes dirigentes y comandantes nacionales o regionales reconocidos. En el caso de Urabá lo asumió Gonzalo. El crecimiento de las disidencias del EPL es explicado por algunos antiguos integrantes por las siguientes razones: a) En varios mandos medios del ex EPL cundió el desánimo y la inconformidad, pues no se les reconoció un trato diferencial equivalente al rango que habían tenido dentro del grupo armado; perdieron poder durante la desmovilización al ser tratados como combatientes rasos. b) Para algunos analistas los mandos medios no valoraron los grandes logros alcanzados con la constituyente. c) También pesó en ellos y en la base de jóvenes que los siguió la inercia de la guerra y el recurso a la violencia, en reacción ante la demora de los programas de apoyo institucional. En el caso de Urabá un grupo disidente se asentó en el municipio de Necoclí, que fue el municipio donde se concentraron los integrantes del EPL antes de su desmovilización. Desde ese lugar buscaron proyectarse al eje bananero. A los pocos meses de concretar la desmovilización retomaron las armas, reactivaron su grupo a nombre del anterior Frente Bernardo Franco y emprendieron una agresión armada en contra de los desmovilizados y su entorno social y político directo. En simultáneo se activó la actividad paramilitar que había quedado latente en el norte de Urabá, que arremetió contra todo lo que pudiera relacionar con el EPL, sin hacer distinción alguna, lo que desembocó en atentados también contra desmovilizados e integrantes de Esperanza Paz y Libertad en esa zona. En respuesta los 143
paramilitares buscaron, a través de la Serranía de Abibe, fortalecer un anillo de seguridad entre San Pedro de Urabá, Valencia y Villanueva en Córdoba. Así, entre finales de 1991 e inicio de 1992 el grupo disidente del EPL en Urabá, al mando de Gonzalo (David Mesa Peña, ya fallecido), estuvo conformado por 41 efectivos. Este grupo creció reclutando a exguerrilleros y a personas jóvenes incluso menores de edad de la región, hasta llegar a más de un centenar de integrantes. Destacaban Francisco Morelo Peñata, alias Negro Sarley, Juan de Dios y Dairo Úsuga, José Miguel Gil Sotelo. Lograron fuerte presencia en el norte de Urabá. Se les conocía como los Caraballistas, en alusión al jefe histórico del EPL, Francisco Caraballo, que no se desmovilizó. Más allá de un proyecto de reactivación insurgente ese grupo empezó a realizar acciones de delincuencia común, con frecuente y progresiva afectación a la población civil, reflejo de la carencia de nivel político y de mandos con real formación en tal sentido. Empezaron a actuar en zonas de anterior presencia del EPL, aprovechando que desde el Estado no se dio una recuperación garantista de los territorios (García, 1992, pp. 119-132). Tuvieron apoyo de las FARC EP (Verdad Abierta, 2012b). Fueron responsables de iniciar una campaña de persecución y ataque violento contra anteriores compañeros de lucha insurgentes que pasaron a la vida civil (CSV, 1992, pp. 40-42). “Cuando se rearman [dice Agudelo] son acogidos por las Farc. Y esa disidencia comienza a ocupar los viejos corredores del EPL. Y comienzan a presionar a los sindicalistas simpatizantes de Esperanza, a secuestrar y atacar compañeros desmovilizados” (Verdad Abierta, 2014). En pocos meses fueron asesinados 60 integrantes de Esperanza, Paz y Libertad, entre ellos Alirio Guevara, presidente de Sintrainagro, cuya muerte paralizó a la región por varios días (Las2orillas, 2013). Las guerrillas entre 1989-1991 En 1991 la ANC intervino a favor de reanudar diálogos hacia la paz con las FARC EP y el ELN, al igual que lo hicieron sectores de la sociedad civil, lo que llevó al gobierno Gaviria a aceptar una mesa de diálogos en Caracas, Venezuela, ese año, la cual se trasladó a Tlaxcala, México, en 1992. Pero no logró ningún resultado en términos de acuerdos. En medio de estos diálogos se mantuvieron las confrontaciones con estas guerrillas. Esto llevó a que en la región de Urabá se registrara un escenario ambivalente: de un lado, el proceso de paz con el EPL y los efectos de la nueva Constitución Política; de otro lado, la prolongación de las confrontaciones entre la fuerza pública y las FARC EP, así como la reactivación de la actuación paramilitar en la región. En estas nuevas condiciones las FARC EP buscaron ampliarse territorialmente y se convirtieron en El poder guerrillero hegemónico con cuatro frentes diseminados en Urabá: el quinto en la parte oriental, sobre los municipios de Mutatá, Apartadó, Chigorodó y Turbo, el 34 sobre los municipios de Mutatá y Dabeiba, el 57 sobre la frontera con Panamá, la vertiente oriental sobre la Serranía del Darién y la margen occidental del río Atrato
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en los municipios de Chocó y el 58 sobre la zona nororiental subregión norte en los municipios de San Pedro, Arboletes y Necoclí. (CINEP, 1995) De acuerdo con el informe del coronel Julio Hernando Charry Solano, comandante del Comando Operativo 1 del Ejército con sede en la región, el Frente 34 de las FARC operaba en los municipios de Unguía y Acandí, en el Chocó. Mientras que dos grupos pertenecientes al Frente V en los nueve municipios del Urabá antioqueño: Apartadó, Chigorodó, Turbo, Carepa, Mutatá, Necoclí, San Pedro, San Juan de Urabá y Arboletes. El 17 de noviembre de 1991 la Brigada XI y la Fuerza Aérea desmantelaron el campamento base de este frente en San Pedro de Urabá (El Tiempo, 1991d). Las FARC EP buscaron copar zonas dejadas por el EPL, lo cual significó crecientes ataques también contra excombatientes del EPL, militantes de Esperanza Paz y Libertad y dirigentes sociales relacionados con este sector. Esa persecución también fue alentada por el discurso que calificaba a los acuerdos de paz como posición de “traición” a la causa insurgente. Decidieron demostrar que su poder militar se mantenía, y realizaron acciones de sabotaje contra el fluido de energía eléctrica en varias regiones del país. Con ello evidenciaron su poder desestabilizador, pero generaron un fuerte movimiento de opinión en su contra, dado que no sólo afectaron instalaciones oficiales y empresas importantes, sino a todos los negocios, instituciones, servicios y necesidades en los hogares. Para su financiación en la región las FARC EP ampliaron la búsqueda de recursos con apoyo logístico y económico de diversos sectores de la región, también con la extorsión a hacendados, ganaderos, comerciantes y empresas de importancia. Desde 1991 el Frente 34 se dedicó al tráfico de armas y contrabando por la frontera con Panamá, a extorsionar a dueños de empresas turísticas y a las imposiciones económicas a los cultivos de coca. Con estas actividades sostenían las acciones del Frente 5 (Verdad Abierta, 2012b). En 1992 el Ejército desmanteló una pista de aterrizaje ubicada entre los municipios de Juradó y Mutatá que, según sus informes, era utilizada para el tráfico de droga (Verdad Abierta, 2012b). Los informes de inteligencia de la fuerza pública indicaban que el Frente 34 manejaba el control de 1.200 hectáreas sembradas de coca. Entre finales de los ochenta e inicio de los noventa, Chiquita Brands admitió haber pagado a las FARC EP y al ELN. Tales pagos se iniciaron en una fecha sin precisar, posiblemente desde 1989, hasta 1997. Pese a los pagos, las FARC EP atacaron varias barcazas con banano en las instalaciones de carga. Las FARC EP y la disidencia del EPL realizaron parte de su despliegue militar en la zona de retaguardia estratégica de los grupos paramilitares en el norte de Urabá y la zona que comparten los departamentos de Antioquia y Córdoba. Esa ubicación geográfica fue caldo de cultivo para la posterior conflictividad, pues los paramilitares consideraron que estaba en riesgo su poder en la zona, decidiendo defenderlo, para lo cual, progresivamente pasarían a una ofensiva que los llevó a controlar el eje bananero.
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En este nuevo despliegue de las FARC EP, las Milicias Bolivarianas resultaron importantes, pero así mismo le acarrearon dificultades por la relativa autonomía de su actuación, la menor formación política y cohesión de sus integrantes, lo que condujo a que se produjeran abusos contra la población civil, que generó descontento contra esta guerrilla (Barbosa, 2014). Cerca de ochocientos integrantes de las milicias bolivarianas de las FARC EP operaban en los municipios de Apartadó, Chigorodó, Mutatá y Carepa (El Tiempo, 1993). Durante este periodo creció el apoyo político y electoral a Esperanza, Paz y Libertad, lo que le permitió acceder a las alcaldías de Apartadó, Carepa y Turbo, obtener bancadas en los concejos y mejorar su incidencia en dinámicas sociales. Propusieron concertar un pacto regional en Urabá, que estimulara la producción y el desarrollo, las garantías sociales para los trabajadores y pobladores y la construcción de la paz territorial. Ese nuevo discurso de concertación social fue percibido por el Partido Comunista como una renuncia a posiciones críticas frente a los empresarios y frente a las políticas del Estado. En Apartadó se logró un consenso entre UP y Esperanza que condujo a que José Antonio López fuera alcalde y Gerardo Vega secretario de gobierno. Entre tanto, a nivel nacional el EPL acogido a la paz y como parte de la AD-M19 consiguió representación en el Congreso, siendo elegidos al Senado Bernardo Gutiérrez y Aníbal Palacio (Las2orillas, 2013). Resistencia civilista de Esperanza, Paz y Libertad, reconocimiento de la agresión sufrida de entes de derechos humanos En Urabá los pobladores denominaron a los integrantes de este sector político “los Esperanzados” (en adelante, Esperanzados. O, los Esperanzados). Ante la agresión sufrida contra su militancia y allegados por la disidencia del EPL y de las FARC EP realizaron acciones de resistencia, denuncia e incidencia política para detenerlas, como la toma pacífica de la Alcaldía de Apartadó. Las FARC respondieron incendiando las instalaciones de una empacadora en Churidó. Los Esperanzados llevaron informes a foros y encuentros de derechos humanos y fueron a México D. F. para conversar con líderes de las guerrillas que estaban negociando con el gobierno la propuesta de dejar de atacarlos, sin lograr resultados. El 16 de julio de 1991 un grupo de desmovilizados del EPL se tomó la Alcaldía de Turbo. Buscaban llamar la atención del gobierno nacional sobre los ataques que venían padeciendo por las FARC EP, que para esa fecha habían cobrado la vida de 16 personas reinsertadas (Verdad Abierta, 2014). Se estima que en este periodo se registraron 763 ataques contra excombatientes del EPL, entre homicidios, atentados, desplazamientos forzados y amenazas. Asimismo, se presentaron más de dos mil ataques contra sindicalistas que simpatizaban o mantenían vínculos con los Esperanzados (Verdad Abierta, 2014). Según Mario Agudelo, principal líder de Esperanza en Urabá, al finalizar 1992 el proceso de reinserción de desmovilizados del EPL se encontraba en estado terminal por cuenta de estos ataques. La situación era difícil en el norte de Urabá: “El 24 de diciembre de ese año nos tocó sacar 80 personas de San Pedro de Urabá, gente que no pudo regresar” (Verdad Abierta, 2014). “De todos estos casos, hemos logrado documentar de manera rigurosa unos 300, la gran mayoría asesinatos. En ellos hay responsabilidades de todos los actores del conflicto: 146
paramilitares y agentes del Estado. Pero el gran victimario sí fueron las Farc”, aseguró Guillermo Correa presidente de Corporlibertad, quien era integrante de Sintrainagro. Según él, “Por cuenta de esta violencia desaparecieron muchos proyectos productivos que había entregado el gobierno nacional a los desmovilizados del Epl”. “Lo más triste es que antes de que pudiéramos dar a conocer nuestro proyecto político fuimos perseguidos” (Verdad Abierta, 2014). En 1994 Álvaro Villarraga, con la colaboración de Nelson Plazas –vocero del EPL en Bogotá– y de las fundaciones Progresar y Cultura Democrática, publicó la historia del PCC ML y del EPL, la cual además de registrar el relato de casi tres décadas de actuación de esta insurgencia en el contexto nacional, en cuanto al acuerdo de paz y su aplicación hizo referencia a la violencia desatada entonces contra las personas desmovilizadas del EPL y su entorno en varias regiones, pero de manera muy agravada en Urabá, de manera que coincide en señalar las responsabilidades de la disidencia del EPL y de las FARC EP. En Urabá, luego de la distensión en el año inicial del proceso de paz se empezó a producir un rápido deterioro a partir de las agresiones cometidas contra los miembros de Esperanza Paz y Libertad. La violencia se extendió de nuevo en el eje bananero (…) La situación en las postrimerías de 1992 llegó al punto de que se pasó de los atentados personales a las masacres en las fincas. El Estado, de nuevo, se reveló incapaz de garantizar seguridad a la población, a pesar de la militarización. La justicia no funciona y, en medio del torbellino, se confunden los atentados políticos con la retaliación personal y colectiva, Ante la agresión, los excombatientes empiezan a abandonar los proyectos productivos, se acentúa el desplazamiento interno hacia las cabeceras municipales, al darse el retorno de la Coordinadora Guerrillera. (Villarraga, 1994, pp. 451-452) En esta historia se cita un testimonio de Mario Agudelo, quien detalla lo sucedido al momento con relación a los ataques contra Esperanza, Paz y Libertad en Urabá. Primero fue el comportamiento de las FARC, que, como producto de los calificativos de traidores, por haber dejado las armas, empezaron una campaña en contra nuestra, la cual nos costó la vida de varios excombatientes y llevó a que otros, que laboraban en las fincas, salieran de su espacio de reinserción. Después tuvimos la experiencia con el grupo paramilitar de Santa Catalina, que nos llevó a desmontar los proyectos en San Pedro. Posteriormente vino el problema con la disidencia que se armó, la cual nos ha afectado con nuevas víctimas y un gran clima de inseguridad, hasta el punto que muchos excombatientes tuvieron que dejar sus proyectos en las zonas que se encontraban. Y lo grave es que donde se asesina a un excombatiente el proyecto cae, los demás se trasladan, se dispersan y tienen que pensar en empezar de nuevo. (Villarraga, 1994, p. 452) Entre las ONG de derechos humanos hubo pronunciamientos como los de la Comisión Andina de Juristas, Sección Colombia, que analizó esta problemática en el informe regional sobre derechos humanos en Urabá que publicó en 1994. Refiere el escalamiento de la 147
violencia política cuando existía una intensa disputa política entre Esperanza Paz y Libertad y el PCC, y analiza que no se dirimió por la vía política, sino que fue interferida por aparatos armados que atacaron a sus militancias. A la vez, rechazó la violencia contra el proceso de paz y la reintegración de excombatientes a la vida civil. (…) entre el 5 de septiembre y el 28 de noviembre, murieron en la región 30 militantes del movimiento Esperanza Paz y Libertad y 27 del Partido Comunista, aunque son cifras que se consideran bajas ya que se supone que el número real llega a más de 90. En esa lucha, la presunción de legitimidad de Esperanza Paz y del Partido Comunista solo tiene asidero en la fuerza, advirtiendo que predomina la intolerancia con las ideas políticas diferentes, que hay gran oposición violenta a los procesos de pacificación de la vida regional y a los procesos de reinserción de guerrilleros desmovilizados y que la búsqueda de hegemonía en política en Urabá se desarrolla al amparo de aparatos armados. (Comisión Andina de Juristas, 1994, p. 176) Con posterioridad, en sus informes anuales la Comisión Colombiana de Juristas hizo referencias a la victimización contra Esperanza, Paz y Libertad y Sintrainagro, en medio de la continuidad del contexto de violencia política generalizada: (…) la violencia política desatada entre miembros de las FARC y el EPL (la disidencia) contra los miembros del movimiento político Esperanza Paz y Libertad, ha hecho que los sindicalistas pertenecientes a este grupo sean también víctimas de la violencia guerrillera. (CCJ, 1995, p. 10) Los militantes de Esperanza Paz y Libertad movimiento político conformado por los reinsertados del Ejército Popular de Liberación, continuaron siendo víctimas de la violencia producida contra ellos por las FARC y por el grupo disidente del Ejército Popular de Liberación, como represalia a su proceso de reinserción. (CCJ, 1996, p. 28) Por su parte, en el año 2000 la Fundación Cultura Democrática, con apoyo de la Dirección General para la Reinserción, publicó un informe sobre graves violaciones a los derechos humanos cometidas contra población amnistiada o indultada en los acuerdos de paz de la década del noventa, que entregó con precisión datos sobre cada caso, conclusiones y recomendaciones. En el caso del acuerdo del EPL, se revela que Esperanza Paz y Libertad sufrió en el contexto nacional durante esa década por lo menos 237 homicidios, que logró identificar en su base de datos, la inmensa mayoría de ellos en Urabá, y estableció que el nivel de presunta responsabilidad de las FARC EP era mucho más alta (68.35 %), luego la de la disidencia del EPL (9.70 %), seguida por los paramilitares (5.06 %) y por agentes del Estado (1. 26%) (FUCUDE, 2000, p. 101). En 2006 la Fundación Cultura Democrática en nuevo informe publicado sobre graves violaciones contra personas desmovilizadas de los acuerdos de paz del noventa, complementó información y análisis, y para el caso del acuerdo del EPL y las víctimas de
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Esperanza Paz y Libertad estableció también un alto margen de víctimas fatales, 291, entre familiares y personas relacionadas del entorno comunitario y social (FUCUDE, 2006, p. 85). El EPL sufrió la experiencia de persecución masiva y sistemática en el ámbito territorial de la región de Urabá, entre 1991 y 1996, de forma que el ataque, más que contra los desmovilizados, se focalizó también contra su expresión política, el partido Esperanza Paz y Libertad, y contra sus influencias sociales inmediatas, como Sintrainagro, los pobladores del Barrio Obrero La Chinita y otras organizaciones sociales y localidades urbanas y rurales. Esta situación implicó altos costos humanos, al punto de que fue caracterizada como una expresión de genocidio por el Defensor del Pueblo. (…) Este ataque fue realizado por las FARC, con participación de la disidencia del EPL. (FUCUDE, 2006, p. 76) Esperanza demanda protección estatal que no logra de forma adecuada. Surgen los Comandos Populares La fuerza pública y los organismos de seguridad estatal no brindaron la protección adecuada a las personas desmovilizadas. Según lo denunciado por varias fuentes, la forma de protección consistió en comprometer a escoltas del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, (un organismo de “inteligencia” del Estado) en acciones territoriales de contrainsurgencia. Tal decisión resultó improcedente, al desnaturalizar la característica civil de los desmovilizados y acrecentar la percepción de que los Esperanzados estaban asociados a la acción contrainsurgente; lo cual condujo a que se escalaran los ataques en su contra por las FARC EP y la disidencia del EPL. Además, la protección estatal y de organismos de la fuerza pública ante el violento acoso a Esperanza, Paz y Libertad, no logró respuesta coherente ni seguridad efectiva, al punto de que, según sus versiones, la comandancia de la Policía les dijo: “esa es una pelea entre guerrilleros y allí no nos metemos” (Las2orillas, 2013). Ante esta agresión el movimiento Esperanza, Paz y Libertad buscó la protección de las autoridades estatales y de la fuerza pública, como correspondía en su actuación legal en el marco de la institucionalidad. Pero el alineamiento con el Ejército Nacional en busca de protección en el territorio, se reflejó en el montaje de bases militares en las fincas bananeras, las comunales y los corredores estratégicos de la guerrilla, para garantizar la protección de los obreros bananeros y los militantes políticos “en sus zonas de influencia” (Suárez, 2007). Sin embargo, esa protección fue episódica e insuficiente. Esperanza, Paz y Libertad se disolvió en 1991 como proyecto nacional. Sin embargo, en Urabá mantuvo su estructura organizativa y su misma denominación. Ante los graves ataques contra el proceso de paz del EPL y su anterior militancia, ahora en la legalidad, se produjo una discusión que involucró a anteriores cuadros nacionales del PCC ML y excomandantes del EPL, acogidos al acuerdo de paz a nivel nacional. Pero no consiguieron unidad en sus posiciones sobre el tratamiento de la crisis de seguridad en Urabá: Todos coincidían en calificar de inadecuada e incapaz la seguridad de los organismos estatales y gubernamentales, pero un sector planteó la necesidad de una forma de autodefensa ante la agresión, otro discrepó al plantear que la protección debería ser exclusiva del Estado. A la vez, todos 149
coincidían en la solidaridad ante las víctimas y en hacer la denuncia de la campaña de exterminio en curso ante distintas instancias y en exigencias de respeto a las garantías que se debían brindar en el acuerdo de paz (Entrevista con exintegrante del CC del PCC ML, 2019, 14 de noviembre). Tales diferencias, y a la evolución de posiciones políticas, conducirían en Urabá en años siguientes a sucesivos fraccionamientos en Esperanza, Paz y Libertad, de forma tal que de ella se diferenciarían sectores con posturas de izquierda y otros independientes frente al giro hacia la derecha y el discurso contrainsurgente. Esperanza, Paz y Libertad, aunque tuvo importante expresión con el logro de alcaldías, representaciones en los concejos e incidencia social y sindical notoria, se debilitó física y políticamente por la violencia política sistemática en su contra, a la vez que se fue disolviendo en medio de la matización de posturas, en el segundo lustro de los noventa. En 1997 perdió su personería jurídica (Verdad Abierta, 2014).
Mapa 11. Presencia territorial según grupos armados a finales de los años ochenta
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Fuente: reelaboración del mapa de Suárez, Masacres y guerras en Urabá (1991–2001).
Consolidación del paramilitarismo en Urabá y Córdoba, supuesta “desmovilización” paramilitar y “Plan de Paz” de Fidel Castaño En Urabá al finalizar los ochenta e iniciar los noventa, según decisiones judiciales y como lo reconoce Carlos Castaño en Mi Confesión, Fidel, Carlos y Vicente Castaño realizaron acuerdos, reuniones y acciones directa relacionadas con el montaje del dispositivo paramilitar entre Córdoba y Urabá, que incluyó a líderes gremiales en especial ganaderos, grandes empresarios, altos funcionarios de la región, mandos de la fuerza pública y del nivel directivo del DAS. Desde su estructura armada Fidel Castaño buscó cooptar estructuras previas de autodefensas o de paramilitares que ya existían en Córdoba y Urabá. Además de fortalecerse con los Pepes, en la lucha “a muerte” contra Pablo Escobar y su grupo al interior del Cartel de Medellín (Rutas del conflicto, s.f. q). 151
Según versiones, cuando Escobar se encontraba en la cárcel las relaciones con los Castaño estaban rotas, porque Escobar le hizo saber a Bernardo Jaramillo Ossa que la agrupación paramilitar de los Castaño lo quería matar (FGN 102, 2012). Pero este enfrentamiento de Fidel Castaño con Pablo Escobar tenía varios motivos, dados los intereses en juego. En términos del reacomodo de su poder criminal, le permitió al clan narcoparamilitar de los Castaño granjearse simpatías en sectores de la institucionalidad, la fuerza pública y la élite gremial y política y mejorar su percepción ante la opinión pública. Posaron de actores sólo contrainsurgentes, combinaron acciones legales con las ilegales y buscaron ocultar sus nexos con el narcotráfico. Para este momento, con el concurso de facilitadores políticos se produjeron contactos casuales entre el EPL y la agrupación paramilitar de Castaño en aras de la distensión de la violencia, que se concretaron tras la liberación que hizo el EPL, sin condiciones y sin ocasionar daños, a una comitiva paramilitar que transitaba por una carretera en zona de control de esta guerrilla. (...) en un episodio del cual tengo conocimiento, un grupo de miembros de los paramilitares entre el que se encontraba “Sor Teresa” (Sic: quien era cuñada de los tres hermanos Castaño), fueron interceptados en un retén donde se les pidió respeto al proceso de paz, a lo cual ellos respondieron con un compromiso de desmovilización si el proceso de desarme tenía éxito; con el triunfo del proceso se produjo la desmovilización de los paramilitares en Córdoba pero realmente no se dio su desmonte sino el desarme de algunos como hecho demostrativo, pero de conjunto y con sus alianzas conseguidas continuaron, con cierto repliegue, un perfil más bajo al momento, y la consolidación desde Córdoba hacia Urabá, en particular con incursión hacia la zona norte de Urabá. (Entrevista con exintegrante del CC del PCC ML, 2019, 14 de noviembre) La disposición de paz del EPL fue respondida por Fidel Castaño, quien ofreció desmovilizar su estructura paramilitar si se hacía realidad la desmovilización del EPL. Se produjeron reuniones, una entre comandantes del EPL, hacendados y ganaderos de estas regiones y delegados del Movimiento Nacional de Autodefensas (reconocidos jefes paramilitares de las ACMM, del Magdalena Medio, que se desmovilizó ese año ante delegación del gobierno, en un proceso facilitado por el M19 ya en la legalidad). La Iglesia católica también aclimató y facilitó este tipo de entendimiento. En agosto de 1990 el ministro de gobierno, Julio César Sánchez, reconoció la posibilidad de un diálogo entre el Gobierno nacional y los grupos paramilitares (El Tiempo, 1990d). El 1 de septiembre siguiente se llevó a cabo una reunión en el corregimiento Pueblo Nuevo, Necoclí, zona del Campamento de Paz del EPL, entre jefes paramilitares del Magdalena Medio, hacendados y ganaderos e integrantes del mando central del EPL, de la cual expidieron un comunicado (Corporación Observatorio para la Paz, 2002) que tuvo cinco puntos:
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1) 2) 3) 4) 5)
compromiso del EPL y los gremios para la solución de problemas entre ellos; establecimiento de un canal de comunicación directo entre EPL y los ganaderos; compromiso de apoyo a los procesos de paz; acuerdo sobre propuestas al desarrollo social; y llamado a las fuerzas vivas de la región para sumarse a los esfuerzos de esta reunión21.
Ese mismo año hubo otra reunión entre Fidel Castaño y el EPL, en la cual se reafirmó la exigencia del EPL de respetar las garantías a su proceso de paz y la oferta reiterada de Fidel Castaño de suspender sus ataques contra el EPL y su entorno en el proceso de paz, así como el compromiso de desmovilizar sus efectivos si se daba la desmovilización del EPL y de promover proyectos y acciones a favor de la paz en la región. En cualquier tienda del pueblo los principales comandantes del EPL decidieron solicitar una cita con Fidel Castaño Rambo, el jefe de los paramilitares en Córdoba. Se entrevistaron con él y aunque no se firmó ningún papel, la decisión fue conjunta: borrón y cuenta nueva. (El Tiempo, 1990b) Una sentencia judicial señala que “se inició un ciclo de acercamientos entre el EPL y el jefe paramilitar, que tuvieron lugar en la finca Las Tangas, hasta donde fueron trasladados Bernardo Gutiérrez y Omar Caicedo” (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Este acuerdo generó una intensa discusión al interior del PCC ML y del EPL, por el explicable resentimiento que creaba el entendimiento con quienes venían siendo asesinos sistemáticos y promotores de violencia extrema contra la población y los liderazgos sociales y políticos de la región, contra comunidades victimizadas por sospecha de simpatía o colaboración al EPL. Sin embargo, desde ambas organizaciones se acordó asumir tal posibilidad de entendimiento con realismo, en aras de lograr la distensión armada y de frenar la violencia paramilitar en la región contra la población y permitirle garantías a la negociación de paz. El 31 de julio de 1990 Fidel Castaño hizo pública la decisión la desmovilización de su agrupación paramilitar Los Tangueros, en comunicado enviado a los medios de comunicación, dirigido en especial al Gobierno nacional y a la dirigencia del EPL. Manifestó que dada la intención de esta guerrilla de reincorporarse a la vida civil y consideradas “las autodefensas como un obstáculo al proceso de paz”, estaba dispuesto a “entrar en un proceso de desarticulación” (El Tiempo, 1990d). El 5 de agosto siguiente, dos días antes de su posesión como presidente, César Gaviria exigió a los paramilitares que debían someterse a la justicia. En respuesta, Fidel Castaño propuso que se adoptara un “Plan de Paz” de cuatro puntos: 1) Poner las armas a disposición del Gobierno nacional y sus tierras en Córdoba, Antioquia y Chocó, para que fueran parceladas. 21
Documento suscrito por: Bernardo Gutiérrez, Ómar Caicedo y Marcos Jara del EPL; Fabio Mejía, Jorge Díaz Restrepo, Luis Horacio Escobar y Noelia Bedoya Arango por las ‘fuerzas sociales de Córdoba’; Ariel Otero y Guillermo González por el Movimiento Nacional de Autodefensa Campesina; y Otty Patiño y Álvaro Jiménez por la AD-M19 (Villarraga, 1994, pp. 333-334).
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2) Crear un fondo para la construcción de viviendas, puestos de salud y escuelas, durante dos años. 3) Crear una entidad para la legalización de las tierras, sin impuestos. 4) No tener en cuenta la filiación política de los posibles beneficiados en la parcelación. Entregará mil millones de pesos, la totalidad de las armas, de las reses y seis fincas de su propiedad, para que sean repartidas entre siete mil familias de escasos recursos. (El Tiempo, 1990c) Según Rafael García “A Pueblo Nuevo llegaron tres miembros de Los Tangueros, entre ellos alias Doblecero (Carlos Mauricio García Fernández) y se reunieron con la cúpula del EPL que estaba (en conversación) con el Gobierno. Allí dijeron que querían aportarle a la pacificación de Urabá y norte de Córdoba. El gobierno se comprometió a copar aquellos territorios que iban a dejar vacíos Los Tangueros y el EPL” (Verdad Abierta, 2011c, 17 de noviembre). El acuerdo, según la Policía Nacional, generó una disminución del 15 % de los homicidios ocurridos en los primeros ocho meses de 1990, en comparación con los ocurridos el año anterior (El Tiempo, 1991e). Los sucesivos gobiernos Barco y Gaviria, ambos del Partido Liberal, expidieron decretos con estímulos penales para el sometimiento a la justicia de integrantes de agrupaciones narcoparamilitares, con exclusión de tales beneficios a los principales responsables de graves violaciones a los derechos humanos. Expidieron los decretos 2047 y 3030 de 1990, que contemplaban reducción de penas de la mano con una confesión voluntaria. Fueron tres los grupos que se sometieron a la justicia: -
un reducto compuesto por cerca de 200 hombres del grupo de Rodríguez Gacha en Pacho (Cundinamarca), el que actuó en Puerto Boyacá, al mando de Ariel Otero, con cerca de 400 integrantes y, el de Fidel Castaño que entregó casi 300 armas incluidos fusiles, así como varias haciendas en su zona de influencia en Córdoba y Urabá (Verdad Abierta, 2011j).
El gobernador de Córdoba, Jorge Ramón Elías Náder, anunció el 23 de noviembre de 1990 el desarme del grupo paramilitar de Fidel Castaño (El Tiempo, 1990b). En el evento de desmovilización, un estimado de 200 paramilitares entregaron un importante lote de armamento y otro tipo de material de guerra (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre; Sánchez, 2013)22. Estuvieron presentes en la ceremonia por parte de las autoridades e instituciones oficiales el gobernador Elías Náder, el representante a la Cámara por Córdoba Andrés López Meza, del Frente Popular integrado a la AD M19, el Juez Primero de Instrucción Criminal de Montería Pedro María de León, el alcalde de Valencia Augusto Pacheco Montes y personal de las FFAA y del DAS (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 22
Habrían entregado casi trescientas armas de diferentes calibres, entre ellas un cañón antiaéreo M82A 1.50, tres cohetes, tres fusiles para combate náutico, 52 fusiles AR15, 38 fusiles R15, cuatro carabinas M1, cuatro subametralladoras, un fusil con mira telescópica, 41 lanzagranadas, 12 granadas de fragmentación y cuatro lacrimógenas, seis revólveres y seis pistolas, además de radios, uniformes y material de intendencia, y un manual de instrucción autografiado por Fidel Castaño (El Tiempo, 26/11/1990).
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2014, 9 de diciembre). Voceros de procesos de paz, del M19 Otty Patiño y Álvaro Jiménez, y por parte del EPL Bernardo Gutiérrez, Omar Caicedo, Rafael Kerguelén y Aníbal Palacios. También el presidente del Fondo Ganadero de Córdoba, Rodrigo García Caicedo (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Las armas y varios vehículos fueron entregados al director de la Policía de Córdoba, coronel Alfonso Merchán Niño, pero el hecho no fue documentado, ni hay registro en el Ministerio del Interior y de Justicia de esta desmovilización y entrega de armas (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). De hecho, el Ministerio del Interior aclaró en 2012 “que no existió ningún acto administrativo por el cual hubieran dado beneficios jurídicos a integrantes de esta agrupación paramilitar” (Ronderos, 2014). A pesar de la existencia del Decreto 1194 de 1989 y otras normas que sancionaban el concierto para delinquir, la conformación y pertenencia a grupos paramilitares y de justicia privada y las conductas cometidas por estos, ni Fidel Castaño, ni sus hombres fueron amnistiados, ni fueron investigados, juzgados o sancionados. Aunque el grupo entregó una considerable cantidad de armas, dejó buena parte de ellas y un número indeterminado de hombres para efectos de seguridad (…) Muchos de ellos recibirían las parcelas que a través de Funpazcor les donó Fidel Castaño Gil. (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre) De tal forma, se revela un comportamiento ladino por parte del Gobierno nacional, porque a pesar de haber participado en este proceso no regularizó la situación de los paramilitares desmovilizados a través del aparato jurisdiccional, y sin siquiera dejar rastro formal de su participación en los hechos. Además, pronto los paramilitares se rearmarían bajo la dirección de Fidel, Carlos y Vicente Castaño Gil, conformando las ACCU (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Si bien puede hablarse de una entrega de armas parcial de Los Tangueros, nunca hubo un desarme verificado y menos una desmovilización, desarticulación o sometimiento a la justicia por parte de este grupo ni de sus comandantes (Corporación Observatorio para la Paz, 2002). Según Monoleche: “Fidel para 1991 llegó en acuerdo con el Gobierno de desmovilizar el grupo de autodefensas, no se sabe cuánto pero no desmovilizó toda la gente y se quedó con 35 a 40 hombres controlando la región” (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Fidel Castaño mantuvo en armas a un grupo, aunque pudo haber desarmado, según estudios, entre cien (Ronderos, 2014) y doscientas personas (Morales y La Rotta, 2009). Castaño se comprometió de manera pública a distribuir las tierras despojadas a campesinos, incluyendo entre las víctimas a antiguos militantes del EPL acogidos al acuerdo de paz y a sus entornos familiares y sociales. Funpazcor habló de entregar unas 10.000 hectáreas de tierras a desmovilizados y a campesinos desplazados de manera forzada ubicados en los barrios Rancho Grande y Cantaclaro de Montería, en un acto presidido por Monseñor Isaías Duarte Cancino (Villarraga, 2015). “Donó” supuestamente parte de las fincas Las Tangas a Funpazcor. Se estimó que la distribución abarcó 4.500 hectáreas (Verdad Abierta, 2013b). Funpazcor hizo la primera entrega de 1.200 hectáreas a parceleros campesinos, de manera que les entregaron 225 supuestos títulos de propiedad, correspondientes a 1.143 hectáreas de 155
la finca Santa Paula del corregimiento Leticia, Montería, además de maquinaria y semovientes. Algunas de las tierras donadas por Fidel fueron más tarde recuperadas con violencia por los Castaño (Verdad Abierta, 2013b). Se afirma que esa desmovilización fue una jugada estratégica de Fidel Castaño para desvanecer la naturaleza narcotraficante de su estructura armada y lavar su responsabilidad como jefe paramilitar en graves y masivos crímenes contra la población de la región (Verdad Abierta, 2008). Esta movida estratégica le permitió construir una imagen de “benefactor” de la zona, consolidando importantes apoyos de instituciones, de gremios económicos y sectores políticos y de la población. Fue percibido como quien había liberado a la región del “azote” guerrillero, reparaba las víctimas de esa guerra y promovía el desarrollo económico y social. La jugada también le permitía esconder sus intereses relacionados con el narcotráfico, su estrategia de despojo violento de las tierras campesinas y su condición de principal responsable de la tragedia humanitaria causada. Esta maniobra lo promovió como potencial salvador de ganaderos y bananeros de Urabá y, de forma posterior, como líder de una estructura nacional de una nueva generación del paramilitarismo. Funpazcor: instrumento de legalización del despojo de tierras, lavado de activos y financiación de los Castaño y las ACCU Desde esa primera desmovilización parcial y relativa, con efectos más de repliegue y aparente desmovilización, del grupo paramilitar de los Castaño, Funpazcor jugó un papel fundamental para materializar la estrategia política y social orientada a legalizar el despojo de tierras y a lavar los dineros ilícitos de tal estructura narcoparamilitar. Funpazcor fue creada el 5 de octubre de 1990, con personería jurídica número 001806 de la Gobernación de Córdoba, según resolución expedida en noviembre 14 de 1990. Sin embargo, en los registros de la Cámara de Comercio de Montería, Funpazcor aparece con la matrícula mercantil número 00031044 de noviembre 30 de 1992, en ambos casos a nombre de Sor Teresa Gómez Álvarez. El 5 de diciembre de 1997 fue cancelada tal matrícula en la misma Cámara de Comercio de Montería. Analistas consideran que el propósito de Fidel Castaño era consolidar el apoyo institucional a Funpazcor y asegurar cierta base social a su proyecto estratégico, lo cual lograron con un importante impacto en Córdoba y Urabá. Sor Teresa Gómez Álvarez, cuñada de Fidel Castaño y esposa de Ramiro Gil, asumió el rol de representante legal y gerente de Funpazcor, cuya presidencia quedó en manos de Luis Fragoso Pupo, quien entonces ocupaba el cargo de secretario de gobierno de la Gobernación de Córdoba (Verdad Abierta, 2012h). Guillermo Sanín Otero obró como fiscal y encargado de los trámites relacionados con negocios y traspasos de propiedades. Todo el equipo alineado en función del proyecto paramilitar liderado por los Castaño, sus intereses y necesidades.
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Fidel Castaño en su supuesto propósito de hacer una reforma agraria en Córdoba, a través de Funpazcor, buscó y logró el apoyo de varios ganaderos, comerciantes y empresarios. Se estableció un modelo de donación que se incluyó en los estatutos de la fundación, que hacía referencia a la forma de entrega de los bienes. Se partió de un patrimonio inicial de Funpazcor de setecientos millones de pesos en efectivo, producto de donaciones de la familia Castaño Gil, representados en las haciendas Jaraguay, Las Tangas, Santa Mónica, Roma, Pasto Revuelto, Santa Paula y Cedro Cocido, junto con la maquinaria y los semovientes existentes en ellas. Los estatutos permitían que la fundación captara donaciones y auxilios de entidades públicas y privadas. En tales condiciones, la hacienda Las Tangas fue parcelada y en apariencia donada por Funpazcor a 258 parceleros. La finca Jaraguay a 202 parceleros. La finca Los Campanos a 64 parceleros. El predio Cedro Cocido a 166 parceleros –finca que se encontraba en la ruta de Santa Fe Ralito, lugar donde, años más tarde, se realizaría el proceso de desmovilización de los paramilitares, hoy en día ese predio se encuentra en restitución de tierras– (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Sobre las fincas Santa Paula, Santa Mónica, El Cafetal, Pasto Revuelto, La Divisa, Nueva Esperanza, Nueva Holanda y El Martillo, se hicieron 248 supuestas donaciones a parceleros (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). En total suman 938 supuestas donaciones a parceleros, 6.540 hectáreas. 55 141 15 155 159 28 3 4 8 2
55 141 14 155 159 28 3 4 8 2
Tabla 7. Predios donados a Funpazcor por la Casa Castaño en Córdoba
Nombre del predio Las Tangas Santa Paula Jaraguay Cedro Cocido Pasto Revuelto Santa Mónica Doble Cero Los Campanos
Ubicación Valencia, corregimiento de Villanueva Montería, corregimiento de Leticia, vereda Leticia Valencia Vereda El Tronco, corregimiento de Leticia, Montería Valencia
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Extensión donada 300 has. 1.300 has. 1.900 has. 1.410 has. 500 has. 520 has. 310 has. 300 has.
Fuente: elaboración propia (2020).
Desde el 12 de diciembre de 1991 se hicieron las primeras donaciones de parcelas de dos a ocho hectáreas, muchas de las cuales fueron entregadas a los miembros de Los Tangueros y a los trabajadores de Fidel Castaño, quienes además de ser beneficiarios de tierras de Funpazcor, pasaron a ser parte de su Asamblea General, encargada de nombrar la Junta Directiva. (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Yolanda Izquierdo era una lideresa de la zona; más tarde cuando fue despojada, promovió la restitución judicial de los predios, por lo cual fue asesinada. La donación y transferencia de parcelas se realizó a través de escrituras públicas que incluían la prohibición de enajenar el bien sin permiso de Funpazcor. Pero, muchos de los beneficiarios reconocidos no llegaron a recibir ni a conocer los predios que supuestamente recibirían. Quienes recibieron predios le pagaban a Funpazcor un arriendo mensual por el uso del suelo, el cual era utilizado para ganadería y agricultura por los hermanos Castaño Gil y la fundación. A quienes los dejaron ocupar el predio les prohibieron realizar cualquier modificación. Eso quiere decir que los supuestos donatarios nunca dispusieron ni material ni jurídicamente de las parcelas (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Funpazcor fue una fachada de la Casa Castaño para legalizar los predios que había despojado años atrás y blindarlos de los procesos de extinción de dominio. Casi todos habían sido obtenidos por expropiación forzada a los propietarios de los Castaño con respaldo de su agrupación paramilitar. O, compraron con intimidación o a la fuerza varios miles de hectáreas de tierra muy por debajo de su precio real. Tal fue la suerte de las familias Ballestas23, Ospina24 y Escobar25, todas propietarias de predios que les fueron despojados de manera violenta, con asesinato de varios de sus propietarios o de familiares cercanos a ellos y luego donados a la fundación de la que eran titulares los Castaño. Funpazcor fue pieza fundamental de la supuesta y publicitada “reforma agraria” de Fidel Castaño y la contrarreforma agraria real de sus hermanos Carlos y Vicente. A través de Funpazcor también se tramitaron ante el Gobierno nacional proyectos de inversión social como escuelas, centros de salud y subsidios de vivienda.
En 1983 Fidel Castaño le compró a Manuel Ballestas 430 hectáreas de la que fuera la sociedad familiar Las Tangas Limitada: “El 20 de mayo de 1983 está fechada la escritura por la cual Ballestas le vendió a Castaño la sociedad familiar Las Tangas Limitada y todas sus posesiones, incluidas una hacienda de 2014 hectáreas compuesta por los predios Las Tangas, Morocoquil, La Isla, Río Dulce, Luis Lacharme, San Francisco y Contreras, y otra finca conocida como El Porvenir en el corregimiento de Villanueva, de 117 hectáreas, y allí consta que el vendedor ya le había entregado todos los bienes al comprador. Registraron la transacción por 25 millones de pesos, quizás una cifra menor de la real para evadir impuestos” (Ronderos, 2014, pp. 168-169). El final de esta historia es que los Ballestas alegaron que Fidel Castaño nunca terminó de pagar el valor pactado, sino que, cuando Manuel Ballestas inicia el reclamo de su dinero a Fidel, este lo secuestra y, posterior, el 13 de diciembre de 1986, lo mata de un disparo. 24 En mayo de 1985 Fidel Castaño le compró por 7 millones de pesos al nieto del expresidente Pedro Nel Ospina, Alfonso Ospina Ospina 699 hectáreas de tierra de la finca Marta Magdalena, ubicada en el municipio de Valencia. El 15 de noviembre de 1988 Ospina Ospina fue secuestrado por el mismo Fidel; por su rescate se llegó a pedir 5.000 millones de pesos. Su cuerpo fue hallado el 16 de febrero de 1989 en una carretera de San Francisco, en el oriente antioqueño (El Espectador, 2014). 25 El caso de la familia Escobar está relacionado con la Hacienda Santa Paula y con los asesinatos de Gustavo Escobar Fernández –uno de los primeros narcos en llegar a Córdoba y quien en su momento le habría prestado dinero a Fidel Castaño para la compra de Las Tangas– y de Margarita Escobar, quien aparecería muerta en 1988, un año después de que ella comprara Santa Paula. A su vez, en 1989 y después de muerta, aparece Margarita vendiéndole la finca a León Henao Gil, primo de los Castaño Gil (Ronderos, 2014, p. 170). 23
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El alcance de Funpazcor trascendió las fronteras de Córdoba y se extendió hacia la región del Urabá. Pero, al tiempo que crecían las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, también lo hacia la fundación y en 1994, cuando las ACCU ya habían ingresado a la región de Urabá, Funpazcor reformó los estatutos para incluir en su ámbito territorial la región del Urabá Antioqueño y Chocoano. (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre) Para esa época, Remberto Álvarez Vertel era el secretario general de la fundación, al tiempo que fueron elegidos Jesús Ignacio Roldán Pérez alias Monoleche y Carlos Mauricio García, alias Comandante Rodrigo o Doble Cero (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Muerto Pablo Escobar Gaviria y desaparecido Fidel Castaño Gil, en 1994 sus hermanos Vicente y Carlos, en asocio con el reconocido jefe narcoparamilitar que hizo parte también del Cartel de Medellín y luego de los Pepes, Diego Fernando Murillo, decidieron “recuperar” jurídicamente los inmuebles de la “reforma agraria”: El Martillo, Nuevo Holanda, Nueva Esperanza, La Divisa, Pasto Revuelto, El Cafetal, Santa Mónica, de la Hacienda Cedro Cocido: Arquia, Los Chavarries lote 2, Micono lote 4 y Cedro Cocido lote 1; Doble Cero, Los Campanos y Roma de la hacienda los Campanos; Santa Paula, de la hacienda Jaraguay: San Luis, Palma Sola y Jaraguay, de la hacienda Las Tangas: Campo alegre, Damasco, Estambul, Tilso y Las Tangas. Funpazcor inició otra maniobra ahora destinada a la contrarreforma, obligando a firmar poderes y/o a desocupar las tierras a quienes aparecían como beneficiarios de supuestas donaciones. De esta forma, las parcelas pasaron a ser “propiedad” de personas naturales y jurídicas, testaferros de Carlos y de Vicente Castaño Gil y también de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna. Algunas de estas tierras fueron vendidas o donadas a otros miembros de la organización, como Ramiro Vanoy Murillo o Jesús Ignacio Roldán Pérez y sus hermanos (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Entre las personas jurídicas se encuentran Seguridad al Día, Inversiones La Milagrosa S.A.C e Inversiones Italia S.A. Y entre las personas naturales aparecen -
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Sor Teresa Gómez, cuñada de los Castaño Gil Richard José Argumedo López Antonio Adonis González, empleado de Funpazcor y de La Compañía Ltda., empresa vinculada a Funpazcor de la cual llegó a ser su presidente y manejó millonarias sumas de dinero Virgilio Gil Meneses, tío de los hermanos Castaño Gil Jesús Aníbal García Lilian Bustamante Mesa, suegra de Vicente Castaño Gerardo Escobar Correa Gabriela Henao Montoya 159
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Hever Walter Alfonso Vicuña Kenia Susana Gómez Toro, esposa de Carlos Castaño Onel María de la Cruz Pinto Guillermo Alberto Mass, secretario de Funpazcor Rogelio Zapata Vanegas Jaime Darío González José Antonio Claros Castro Adalberto de Jesús García Roldán
Las empresas La Milagrosa S.A.C e Inversiones Italia S.A.C fueron creadas en diciembre de 1999 por donatarios de las parcelas, según las escrituras de constitución. Para el efecto, utilizaron el nombre de campesinos como supuestos gerentes y funcionarios. Pero tales personas nunca se enteraron de esas circunstancias. El domicilio registrado es del padre del secretario de Funpazcor, Guillermo Alberto Mass. Estas empresas estaban vinculadas a Funpazcor y se utilizaban como empresas fachadas para ocultar los verdaderos beneficiarios de los predios. Según Diego Fernando Murillo Bejarano, la empresa Seguridad al Día fue creada por Vicente Castaño en 1998. El área entregada por los hermanos Castaño Gil a Funpazcor fue de 8.788 hectáreas, las cuales, luego de ser “donadas” fueron adquiridas por personas que concentraron gran cantidad de tierras y que tenían relación directa o indirecta con las ACCU o eran familiares de los hermanos Castaño Gil, o por las empresas que estas mismas crearon, o por la propia Funpazcor, o por personas o empresas vinculadas a esta. Años más tarde, en 1997, el CTI puso en conocimiento de altos funcionarios de la FGN que Funpazcor era una entidad creada de interés y lugar de reuniones de los jefes paramilitares que le servía a ese grupo ilegal para mantener contactos con ganaderos, empresarios y políticos. Un año después funcionarios del CTI también advirtieron sobre las actividades de Funpazcor desde Montería relacionadas con el paramilitarismo. Sin embargo, ni la Fiscalía, ni la Policía, ni las autoridades regionales y nacionales actuaron. El 30 de abril de 1998 el CTI allanó el Parqueadero Padilla, en el centro de Medellín, donde se decomisaron buscapersonas que evidenciaron que los paramilitares hablaban con frecuencia con el personal militar de la IV Brigada, de los batallones Pedro Nel Ospina y Juan del Corral y el Gaula de Antioquia (una entidad militar antisecuestro). Se encontró información de ingresos durante tres meses equivalentes a 9.000 millones de pesos. Algunos de los investigadores que impulsaron las indagaciones terminaron asesinados, como Sergio Parra, otros forzados al exilio (Ronderos, 2014). En este allanamiento se obtuvieron dos libros de contabilidad que registraban nombres y apellidos de aportantes de dinero a la estructura paramilitar de los Castaño desde 1994 (Bejarano, 1988), se trataba de la oficina antes referida que recibía los pagos de los paramilitares (Velásquez, 2013; El Espectador, 2011b). La documentación incautada revelaba la estructura, funcionamiento y soportes económicos de las ACCU, su relación con redes paramilitares y sus transacciones. Incluía: 160
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Un escrito detallado con la estructura de la organización paramilitar, nombres de sus principales jefes, estructuras y frentes, lugares de operación, número de integrantes. Registros sobre operativos de las ACCU, poblaciones y personas identificadas como objetivo militar, libros contables de esta organización desde 1994 e información sobre Funpazcor. Libros contables en los que se registraban nombres de aportantes de financiadores y testaferros, entre ellos Diego Alonso Sierra, (cónyuge de Gabriela Henao), Rogelio Zapata, Dairo Marín y Antonio Adonis González, algunos de los adquirentes de los predios de la contrarreforma de los Castaño Gil (Verdad Abierta, 2013d). Empresas creadas para darle apariencia de legalidad a movimientos contables de las ACCU, como la Compañía Ltda., Sales, La Nevada Ltda. y Granero El Tres.
En el allanamiento se conoció que la contabilidad de Funpazcor, que sin duda operaba como el “banco de los paras” (El Espectador, 2001), estaba a cargo de Jacinto Alberto Soto Toro, alias Lucas, quien a mediados de los noventa manejaba “las relaciones públicas del grupo armado en la ciudad de Medellín, incluidos los vínculos y acercamientos con los dirigentes y líderes regionales y las Fuerzas Militares”, incluida la Gobernación de Antioquia (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). El papel de Lucas fue destacado por el paramilitar Ever Veloza García, alias HH. Según él, además de manejar las finanzas, se encargaba de manejar las relaciones públicas de las ACCU en Medellín, y tenía contacto directo con su secretario de gobierno Pedro Juan Moreno, en la gobernación de Álvaro Uribe, y las con Fuerzas Militares, en particular con la IV Brigada: (…) para el año de 1995 manejaba todas las relaciones en Medellín, él cargaba un beeper y decía que era el beeper del gobernador y en ese momento era Álvaro Uribe. Alias Lucas era la persona que manejaba las relaciones con políticos, empresarios y fuerza pública, cuando ellos querían montar un grupo, él manejaba las finanzas de los Castaño en Medellín, para pago de municiones, él era el encargado de todo, ya yo estando en Medellín acompañaba a Lucas a las reuniones, él hacía las reuniones al frente de la Brigada en Medellín o en el Obelisco, había un señor que le decían Pavarotti, el señor servía y las reuniones eran al frente de la Brigada para que Lucas tuviera seguridad, como le digo en la parte de atrás del Obelisco había una cafetería con unas mesas y ahí se hacían las reuniones, en una ocasión él se reunió con el señor Moreno, cuando él era secretario de gobierno, porque cuando eso se estaban montando los grupos de Antioquia. (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre) Sólo hasta el 24 de mayo de 2001 se realizó una diligencia de allanamiento a las oficinas de Funpazcor y se libraron 31 órdenes de captura contra empleados y miembros, a raíz de los hallazgos conseguidos en el Parqueadero Padilla. La investigación adelantada por la Fiscalía Delegada ante los Juzgados Penales del Circuito de Medellín, con radicado 34986, permitió descubrir que Funpazcor no sólo era utilizada por los paramilitares para reuniones, contactos con líderes políticos, empresariales y ganaderos y manejar el archivo de los arrendatarios de las parcelas (quienes desde años antes portaban carnet de miembros de Convivir), sino que servía de sede a la Convivir Horizonte, cuyo representante legal era el jefe paramilitar de las ACCU, Salvatore Mancuso. 161
A la Convivir Horizonte estaban vinculadas varias empresas creadas para darle legalidad a los movimientos contables de las ACCU como La Compañía Ltda., cuya dirección era la misma de la sede de Funpazcor, a través de la cual se cubrían los gastos de las fincas Las Tangas, Catangas, Doña Petra, Doña Petra Dos, Santa Paula, La 50, La 20, La Lechera, Hato Canaguay, Bonanza, Bajirá, Cedro Cocido, Caimán, La Unión y Palma Real. También cumplieron ese papel empresas como Sales La Nevada Ltda y Granero El Tres. La investigación también estableció que en dichas haciendas funcionaban campamentos de grupos paramilitares y que sus gastos eran cubiertos por Funpazcor, a través de la cual se captaban y manejaban los recursos y se proveía la logística y el sostenimiento de las ACCU, pues a través de sus funcionarios se realizaban las compras y se enviaban los suministros ordenados por los jefes de la organización. Se cubrían incluso indemnizaciones por la muerte de paramilitares en enfrentamientos con grupos insurgentes, con casos documentados de Mutatá, Bajirá y zonas de Chocó. También se comercializaban las tierras y ganados despojados y/o hurtados y se hacían grandes transacciones de dinero. No obstante la información recaudada sobre las personas comprometidas, cuyos nombres figuraban en los documentos encontrados en el Parqueadero Padilla y en las instalaciones de Funpazcor, y la similitud de la contabilidad que llevaban Jacinto Alberto Soto Toro y Rafael Atencia Pitalua, este último en Funpazcor a través de La Compañía Ltda., la investigación no avanzó y el fiscal que llevaba el proceso fue relevado por amenazas recibidas. De forma que el caso lo asumió el Fiscal Primero Especializado de Medellín, Héctor Cárdenas Larrea, bajo el radicado 482.267, quien el 25 de febrero de 2002 precluyó la investigación y ordenó la libertad de los implicados Antonio Adonis González, Joaquín Segundo Rivera Causil, Tarquino Rafael Morales Díaz y José Felipe Pertuz Salla. En el transcurso de la investigación, funcionarios del CTI encargado de la indagación criminalística fueron amenazados, asesinados u obligados al desplazamiento y al exilio. El coordinador de la investigación fue declarado insubsistente por el entonces fiscal general, Luis Camilo Osorio. El caso se dejó documentado e investigado, pero en la impunidad (Instituto Popular de Capacitación IPC, Corporación Jurídica Libertad CJL, 2010). Con posterioridad a la desmovilización de varias estructuras paramilitares adscritas a la AUC ochocientos “donatarios” acudieron a la Fiscalía a reclamar sus parcelas, liderados por Yolanda Izquierdo Berrío (El Heraldo, 2014), asesinada en febrero de 2009. Por ese crimen Sor Teresa Gómez Álvarez fue condenada el 17 de enero de 2011, a cuarenta años de prisión, por el Juzgado Primero Penal del Circuito Especializado de Cundinamarca, en calidad de determinadora del delito de homicidio agravado. También fue capturada por estos hechos, Gabriela Henao Montoya, propietaria de más de noventa parcelas de la hacienda Santa Paula y opositora a los procesos de restitución de tierras de la Ley 1448 de 2011 (Verdad Abierta, 2014b). La investigación por el delito de prevaricato por omisión contra la fiscal Ledis Isabel Hernández Ramírez, por no ordenar las medidas de protección de Yolanda Izquierdo Berrío, fue archivada por el Fiscal Segundo Delegado Encargado del Tribunal Superior de Montería. 162
Negociación laboral unificada de las fincas bananeras, avance en tratamiento pacífico y concertado 1991 fue importante para el sindicalismo bananero en Urabá, para las empresas bananeras en general y para Chiquita Brands en particular (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). Ese año se realizó la segunda “negociación sindical de industria” entre 240 productores de banano y sus trabajadores, representados por Sintrainagro. Esta negociación “racionalizó” los precios de la producción, incentivó la productividad y explicitó una postura sindical orientada a la concertación. La negociación ordenó las relaciones laborales en la actividad bananera; desde el principio buscó organizar los caóticos precios de los 177 tipos de actividades de producción agropecuaria, propias del cultivo de esta fruta, teniendo en cuenta que, hasta esa fecha, los precios de cada actividad eran asimétricos, según se hubiera acordado para cada finca bananera. De esa manera, si se tiene en cuenta que existían 177 actividades y 250 fincas, al final existían cerca de 5.200 diferentes precios de la mano de obra que debían ser negociados en la convención colectiva. También se “racionalizaron” las demás condiciones laborales incluidas hasta esa fecha en los centenares de convenciones colectivas de trabajo existentes. Esa dispersión derivaba del hecho en que la actividad laboral no se remunerara por jornada trabajada, como se remunera la mano de obra laboral en Colombia, sino que cada actividad se pagaba a destajo, por unidad producida. Por ejemplo, por cantidad de metros cuadrados para las labores de limpieza, cantidad de plantas de banano para el “desmache”, cantidad de plantas intervenidas para el deshoje, cantidad de racimos de banano protegidos o cosechados. Otra razón para corregir desorden e inequidad de las remuneraciones estaba asociada a las diferencias que se derivaban de la capacidad de negociación de cada una de las empresas bananeras. En términos generales, las pequeñas empresas habían tenido menor capacidad de negociación y, por tanto, habían hecho más concesiones laborales a sus trabajadores. Por ejemplo, las empresas pequeñas eran las que habían concedido mayor número de permisos sindicales remunerados, mientras en contraste las principales empresas eran menos garantistas en posibilidades de permisos sindicales remunerados. La negociación condujo a racionalizar los precios, estableciendo para cada actividad mínimos y máximos, en perspectiva de que en las siguientes negociaciones se continuaría avanzando en un proceso gradual hasta encontrar precios unificados para la remuneración de cada una de ellas. Esta nueva situación significó afianzar en el reconocimiento al sindicato como representante autónomo, único, de los intereses gremiales de los trabajadores bananeros. Ello contribuyó a superar la intervención de actores externos a las legítimas acciones previstas en las dinámicas conflictivas y tensiones propias de la negociación obreropatronal de las condiciones laborales. Igualmente, se acordó generar incentivos por aumento de la productividad, que consistió en un incremento adicional al precio reconocido por cada actividad; incremento que estaba 163
condicionado al crecimiento del número de cajas de banano exportadas. Una de las consecuencias de esta fórmula fue la de lograr que todos los participantes de la cadena productiva cuidaran la calidad y eficiencia de sus tareas, al evitar que se dañara la fruta, con ventajas tanto para el trabajador –al incrementar su remuneración– como para el empleador –al acrecentar sus ingresos y ganancias–. En términos de permisos sindicales se acordó un aporte por cada hectárea sembrada para un fondo que manejaría el sindicato, desde el cual podía remunerar a los trabajadores que gozaban de permiso sindical, superando la “irracional” situación anterior consistente en que las empresas pequeñas eran las que soportaban la mayor remuneración de los representantes sindicales (Entrevista, 2019, abril). El resultado de esa negociación fue deslegitimar las interferencias arbitrarias externas en el proceso de regular las condiciones laborales de los trabajadores y en los conflictos obreropatronales. Interferencias derivadas del uso de la fuerza por parte de empleadores, apoyados por la capacidad represiva del Estado, así como la intromisión de milicias y guerrilla en la vida laboral. A partir de la negociación de esa convención colectiva se crearon mecanismos laborales institucionalizados para tramitar las diferencias entre empresarios y trabajadores, lo cual podía abonar la construcción de un clima de concertación entre empresa y sindicato. Chiquita Brands conoció de esta nueva situación y se benefició de sus resultados. (…) a pesar de la todavía grande influencia ideológica proyectada por las guerrillas, la naturaleza gremial de los sindicatos tiende a agremiarse poco a poco, en un tipo de diferendo que sitúa al capital como recurso privado de trabajo que como antagonista en la lucha de clases. (Ramírez, 1997) Así, la apertura política democrática derivada de la nueva Constitución Política, la paz lograda con el EPL –la guerrilla con más impacto en el eje bananero de Urabá– y la modernización de las relaciones laborales, aparecían como oportunidades para aclimatar un tratamiento democrático al asunto laboral y sindical en la región. Sin embargo, esta oportunidad no tendría la consolidación esperada. Nuevos factores de violencia se desencadenaron a lo largo de esta década, como se desarrollará en los siguientes capítulos, en un proceso en el cual Chiquita Brands atizó dinámicas de conflictividad armada y violenta en la zona.
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6. URABÁ 1991 A 1995 -CRISIS EN LA EXPORTACIÓN DE BANANO- CICLO DE VIOLENCIA FRATRICIDA, VINCULACION DE EMPRESARIOS BANANEROS AL CONFLICTO Se restringe la exportación de banano de Chiquita Brands para Europa En 1992, en lo interno, todo funcionaba bien para los bananeros, incluida Chiquita Brands y su agroindustria. Sin embargo, la situación era muy diferente a nivel externo: la Unión Europea estableció una significativa restricción a la exportación de banano a su territorio, en especial desde Latinoamérica, al darle prioridad al producido en sus excolonias en África. Esto condujo a que se definiera un sistema de cuotas de importación de banano en 1993. (...) La Unión Europea estableció un régimen común de importación de banano que imponía límite a la cantidad que importaba Europa y gravaba con impuestos de entrada a la fruta proveniente de los países donde las grandes firmas norteamericanas comercializadoras de banano tenían inversiones. (Agudelo, 2011) Esa disposición tomó por sorpresa a Chiquita Brands, pues para esa fecha se la había jugado a fondo para expandir su exportación de banano a la Unión Europea. Frente a las restricciones de exportación, por un lado, buscó apoyo de su gobierno para enfrentar el reto comercial impuesto por la Unión Europea, que acarreaba “una guerra comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea” (Agudelo, 2011). Por otro, impulsó una demanda contra la Unión Europea, “(…) los norteamericanos llevaron su reclamo por las restricciones al Libre Comercio ante la Organización Mundial del Comercio” (Agudelo, 2011). En 1993 empezó a operar el Reglamento 404 que establecía la restricción de importaciones. En diciembre de ese año se logró un acuerdo marco que flexibilizó y suspendió por un tiempo la aplicación de ese reglamento, y permitió una mayor cuota de importación de banano procedente de América Latina, asignó cuotas por cada país y derogó las licencias de importación a intermediarios, restituyendo la comercialización directa de la fruta. El reglamento entró en vigencia entre 1995 y 1996, y en 1997 se estableció su ajuste estructural. Como consecuencia, Chiquita Brands sufrió una pérdida de US$284 millones en 1992 y entre 1992 y 1997 la participación en el mercado cayó del 32 % al 26 %. Involucrar al gobierno de Estados Unidos en una guerra comercial con la Unión Europea demostró la capacidad de influencia de Chiquita en el escenario internacional. En Europa, el margen de participación cayó del 30 % al 19 %. A pesar de la restricción, Colombia fue uno de los países de América Latina que resultó menos afectado, puesto que de la “cuota de mercado” de banano asignado a los países de América, a Colombia le correspondió la cuarta parte. Este trato preferencial fue resultado de intensos trabajos de cabildeo del Gobierno nacional, en representación de los intereses del gremio bananero. Esa condición ventajosa frente a los demás países de Latinoamérica llevó a Chiquita Brands a consolidarse en el país, producir más y exportar más. “La cuota de exportación de banano para 1999 fue fijada en dos millones y medio de toneladas y la fruta 165
colombiana (obtuvo) un cupo de una cuarta parte” (Agudelo, 2011). Esa participación preferencial fue de enorme ventaja frente a Ecuador y a los países centroamericanos, en los cuales también tenía presencia Chiquita Brands. Por su parte Dole Fruit, principal competidor de Chiquita Brands, adoptó otras decisiones que le generaron mejores resultados que los de Chiquita: diversificó el origen de su banano, compró plantaciones y empresas en las excolonias africanas favorecidas por el sistema de cuotas y orientó parte importante de sus ventas a países del continente asiático que no tenían restricciones de mercado. Urabá era una zona estratégica dentro de la apertura económica del gobierno de César Gaviria por sus ventajas comparativas para la expansión del comercio exterior y la creciente centralidad de los exportadores dentro de las élites económicas emergentes (Suárez, 2007, p. 141). Sin duda, Urabá se convirtió en la región periférica con mayor protagonismo político en el nivel central del Estado, entre la segunda mitad de los años ochenta y la primera de los noventa. Esta centralidad político estratégica permite entender la diversificación del proyecto político de reinstitucionalización del Estado que se extendió desde el Decreto 1827 de 1992, por medio del cual se declaró a Urabá Zona de Libre Comercio (Suárez, 2007, p. 14). Pese a que la política económica de César Gaviria no pudo evitar la revaluación del peso colombiano, que derivó en la disminución de las ganancias de los exportadores bananeros, el margen de participación de Chiquita Brands en el mercado internacional no cayó debido a la cantidad de banano producido y comercializado desde Colombia. Así, mientras que el porcentaje de exportación de Chiquita en el mercado mundial decreció, la cantidad de banano exportado desde Colombia creció durante la siguiente década. En 1992 se exportaron unos 36 millones de cajas de banano, con incremento del 7 % de lo exportado el año anterior. Por ello su presencia en el país se volvió estratégica. El Acuerdo de Paz del EPL y su rechazo por las FARC EP y la disidencia del EPL; polarización entre las corrientes político sindicales de izquierda En Urabá fue positivo el impacto del acuerdo de paz con el EPL, pero en paralelo se prolongó el conflicto bélico con las FARC EP y con otras facciones guerrilleras. Además, el paramilitarismo se expandió y entró en disputa con la insurgencia. Hacendados, empresarios y con ellos los bananeros como Chiquita Brands, si bien se veían favorecidos con el proyecto de paz para sus negocios, ante la reactivación del conflicto con la insurgencia sirvieron de apoyo en frecuentes casos al proyecto paramilitar en expansión (CSV, 1992, pp. 39-40). Los miembros del partido político Esperanza fueron calificados de “traidores” y amenazados por la disidencia del EPL y las FARC EP. Un ejemplo de estas persecuciones fue el atentado cometido contra algunas personas desmovilizadas del EPL, que en el marco de los acuerdos validaban el bachillerato (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). También lo ocurrido contra la Cooperativa de Transportes Rurales de Urabá, con sede en el municipio de Arboletes, que vinculaba a un grupo de 134 reinsertados asociados con otros miembros de la
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comunidad. La cooperativa había importado al país unos ochenta vehículos tipo campero26, con los cuales iniciaron la prestación del servicio de transporte de pasajeros a varios municipios y veredas del norte de Urabá. Sin embargo, en mayo de 1994, sólo cuatro meses después de iniciada su operación, seis vehículos de esta cooperativa fueron incinerados en varios retenes instalados por integrantes de la disidencia del EPL en la vía que comunica los municipios de San Pedro de Urabá y Turbo. La quema de los automotores fue un golpe anímico y económico del cual los socios del proyecto nunca pudieron recuperarse (Verdad Abierta, 2015a). Aunque el grupo disidente del EPL era muy pequeño al inicio (Ramírez, 1997) versiones señalan que tenía capacidad letal, por dos circunstancias. La primera, por el conocimiento que tenía de la identidad y rutinas de los Esperanzados, sus antiguos compañeros de armas. La segunda, por la capacidad militar y de actuación violenta al tratarse de jóvenes exguerrilleros con importante experiencia militar insurgente previa, a lo que se agregó la colaboración de las FARC EP, con quienes estableció relación y alianza desde las conversaciones de paz en Caracas entre el gobierno y la CNGSB, en las cuales las FARC EP y el ELN le dieron representación en la mesa de negociaciones a dos voceros de la disidencia del EPL, al momento dirigida por Francisco Caraballo (Verdad Abierta, 2016b). A partir de esa alianza, en Urabá la disidencia del EPL buscó recuperar el control de territorios que antes del acuerdo de paz estaban en poder del EPL, aprovechando el entrenamiento que les dieron las FARC EP, el apoyo militar e incluso la posibilidad de actuar o replegarse en los territorios farianos. La idea de las FARC era reactivar la antigua guerrilla del EPL con su control territorial respectivo a través de la disidencia del EPL y luego neutralizar su influencia política regional mediante la subordinación o el ejercicio de control con intermediación de la propia disidencia del EPL. (Suárez, 2007, p. 133) Una vez recompuesta la disidencia del EPL en el norte, comienza su incursión hacia el eje bananero a finales del año 1991 y comienzos de 1992 (Suárez, 2007, p. 131). A la disidencia se fueron sumando nuevos integrantes, hasta 160. Contaban con cinco comisiones de guerra, una comisión de apoyo y guerrillas locales (similares a las milicias bolivarianas de las FARC) con alguna influencia en zonas de varios municipios de Urabá como El Tres, El Dos, Turbo, San Vicente del Congo, Pueblo Bello, San José de Mulatos y Pueblo Nuevo. Su influencia llegaba hasta los municipios de Arboletes, Necoclí, Apartadó, Chigorodó y Carepa (El Tiempo, 1993). Los comandantes de las comisiones eran David Mesa Peña, Gonzalo; Efrén Vargas Gutiérrez, Gavilán; Juan Álvarez Pastrana, Rodrigo, y Orlando Vergara. Según testimonios citados por el investigador William Ramírez, las agresiones de las FARC EP a los Esperanzados pudieron ser previas a las que realizó la disidencia del EPL.
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“Waz”, como se les conoce por su marca en la región.
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(…) las agresiones contra los desmovilizados se originan en el V frente de las FARC y en las milicias bolivarianas poco después de la firma del acuerdo de paz, es decir a comienzos de 1991, y es solo a principios del 92 cuando aparece una clara autoría de las disidencias del EPL en secuestros y asesinatos de miembros de Esperanza Paz y Libertad. (Ramírez, 1997) Las FARC EP consideraron que la desmovilización del EPL había sido una traición, como lo expuso uno de los comandantes del Frente V. Cuando el EPL se desmoviliza, nosotros avizoramos un futuro de paramilitares en Urabá (…) esa desmovilización se hizo a espaldas de los guerrilleros de base del EPL y a espaldas de nosotros. A nosotros nos engañaron también. (…) Nosotros creemos que Esperanza Paz y Libertad es el partido de los paramilitares. (El Colombiano, 1997) Incidió en negativo la histórica animadversión de las FARC EP contra Bernardo Gutiérrez, quien equívocamente se veía como el principal líder del EPL. Esperanza, Paz y Libertad capitalizó la influencia que había logrado el PCC ML y el Frente Popular en Sintagro, proyectada luego en Sintrainagro, así como en otra serie de organizaciones sociales campesinas y comunitarias. Al interior de este sindicato se desató una aguda disputa porque tanto el PCC como la UP descalificaron el acuerdo de paz y las posturas orientadas a la “concertación” que planteaban los Esperanzados. En particular, su posición se definió frente a cómo actuar frente a los riesgos para el negocio bananero derivados de las cuotas de importación impuestas por la Unión Europea. Esta tensión también se expresó en otras organizaciones sociales de base y comunitarias. Esa pugna condujo a la ruptura de alianzas construidas para organizar el trabajo al interior de esas organizaciones y la conducción de varias de las alcaldías, alianzas en los concejos municipales y control concertado del importante sindicato bananero. La ruptura del vínculo previo entre las guerrillas de las FARC y el EPL está en la base de la configuración y activación de los contextos detonantes y agravantes de las masacres en medio de la guerra en la región de Urabá entre 1991 y 2001. (…) La división política dentro de la izquierda generará paradójicamente las oportunidades necesarias para una penetración y una consolidación de los grupos paramilitares en los años noventa. (Suárez, 2007, p. 98) La izquierda política y sindical en Urabá a principio de los noventa La UP había sido una fuerza política electoral muy grande a nivel nacional. Pero, para finales de la década de los noventa había sido casi exterminada por la violencia paramilitar con responsabilidad estatal en las demás zonas. Urabá era uno de los últimos bastiones del éxito político electoral que habían sobrevivido a ese exterminio sistemático.
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Desde 1988 a 1994 la UP con aliados había ganado las elecciones para la alcaldía de Apartadó y en 1992 las alcaldías de Turbo y Chigorodó. Los sectores alternativos, además de la UP, con la irrupción de Esperanza, Paz y Libertad pasaron de cuatro alcaldías en 1990 (Acandí, Apartadó, Mutatá y Riosucio) a seis en 1992 (Apartadó, Chigorodó, Murindó, Mutatá, Turbo y Unguía). A su vez, estos sectores alternativos pasaron de 28 concejales en 1990 a 31 en 1992 (Suárez 2007, pp. 133-134). Sin embargo, en las nuevas condiciones Esperanza, Paz y Libertad se presentó como alternativa independiente y contendor electoral frente a los partidos tradicionales, pero también frente a la UP (Rutas del conflicto, s.f. r). Información del momento y versiones señalan que las FARC EP hicieron proselitismo y presión contra la aspiración política y electoral de Esperanza. (…) en la campaña electoral de marzo pasado, los guerrilleros de las FARC se subían a los buses, armados, y le exigían a la gente que no votara por los “esperanzados”, como se les conoce a los de Esperanza, Paz y Libertad. (El Tiempo, 1992) Como resultado de esta competencia y por la persecución y exterminio a la que fue sometida, el éxito de la UP en el eje bananero se estancó, en especial desde finales de 1994. De 11 concejales en 1992 pasó a 9 en 1994; de 2 alcaldías en 1992 pasó a cero en 1994. En el sur de Urabá, de 2 alcaldías en 1992 pasó a 1 en 1994 y de 12 concejales en 1992 pasó a 7 en 1994. Dejó de ser la fuerza política mayoritaria en Apartadó, Chigorodó y Mutatá (Suárez, 2007, p. 156). En 1992 también se produjo otro hecho que generaría tensiones entre la UP y Esperanza, Paz y Libertad. En febrero de ese año integrantes de Esperanza organizaron una invasión masiva a los predios de la hacienda La Chinita, dentro de perímetro urbano de Apartadó, con muchos de los obreros que se habían quedado sin vivienda por el desmantelamiento de los campamentos de las fincas bananeras. La comunidad que participó en la invasión se convirtió en fortín político de Esperanza, y en el barrio que se construiría tuvo lugar, a finales del quinquenio, una de las masacres más graves realizadas por las FARC. Se registró también entre 1992 y 1996 una fuerte disputa por el control de las directivas sindicales entre las dos corrientes políticas sindicales predominantes en Sintrainagro, la procedente de Sintrabanano con presencia PCC UP y la procedente de Sintagro con presencia ahora reconformada como Esperanza, Paz y Libertad en la región. En este marco, desde 1993 cobró fuerza en Sintrainagro la búsqueda de una nueva forma de actuación y de relación entre el sindicato y los empresarios, incluida Chiquita Brands, con base en la lucha sindical legítima por sus reivindicaciones, pero con el entendimiento para concertar soluciones colaborativas. El sector sindical de Esperanza fue más afín a esta interpretación. Los simpatizantes de la UP consideraban esa postura como un abandono de las posiciones clasistas defendidas otrora por esa organización sindical.
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El sector de Esperanza, mayoritario en Sintrainagro, percibió que la justa lucha por beneficios laborales y sociales a favor de los trabajadores podía ser a la vez compatible con la posibilidad de modular sus reivindicaciones para que fueran viables y evitar la “quiebra” de las empresas y, por ende, la pérdida de los puestos de trabajo. Frente al nuevo contexto hubo diferencias entre los directivos sindicales de las dos vertientes. Los sectores afines al PCC-UP planteaban que no se debían hacer concesiones a las empresas frente a determinadas exigencias, porque los riesgos y las pérdidas propias de la actividad productiva no tenían por qué afectar a los trabajadores. Esperanza discutía que debía adoptarse un planteamiento flexible frente a la crisis de las exportaciones de banano, sin poner en riesgo las conquistas logradas. Estas diferencias al interior de Sintrainagro se acrecentaron al conjugarse con consideraciones políticas del orden general que las llevaron a distancias y altas tensiones. Por su parte, el sector sindical afín a la UP consideraba la postura de Esperanza relacionada con el manejo de las relaciones obrero empresariales como una “traición a la lucha obrera”. Oswaldo Olivio, uno de los más caracterizados líderes sindicales de la UP, lo expresó en los siguientes términos: (…) Creemos que detrás de la postura de Esperanza hay fuerzas interesadas en que el sindicato desapareciera, o se convierta en una organización patronal, en un sindicato amarillo (…) Los “esperanzados” como los llaman defienden el inmovilismo, no quieren paros ni protestas de los obreros para salvaguardar sus prestaciones. Quieren un sindicato bajo la influencia de la social democracia. Nosotros queremos un sindicato clasista, combativo (…). Esperanza, Paz y Libertad sustentaba su posición en que había elementos de una apertura democrática, derivados de la nueva Constitución Política y la materialización de los recientes acuerdos de paz, y planteaba énfasis en las salidas políticas y la concertación regional. Mientras el PCC y la UP hacían oposición ante el gobierno y frente a las instituciones estatales, bajo la percepción de que no se había conseguido una paz integral con todas las insurgencias, desestimaban los acuerdos de paz registrados y planteaban críticas a la nueva Constitución Política. A esas razones se sumaba su desconfianza en el Estado, acrecentada por la campaña de exterminio contra la UP llevada a cabo por la fuerza pública y los paramilitares a nivel nacional, incluida la región de Urabá, y la percepción de que el gobierno del presidente Gaviria –con la fuerte ofensiva militar contra la retaguardia de las FARC EP– había cerrado las posibilidades de una salida negociada con las demás guerrillas. Las tensiones se intensificaron, en paralelo con las disputas violentas en Urabá, de un lado por la disidencia Caraballista, las FARC EP y sus Milicias Bolivarianas y, del otro, la persecución de la fuerza pública y los organismos de seguridad estatal contra estos grupos armados ilegales y por el surgimiento de los Comandos Populares. Esas disputas tuvieron efectos en las bases sociales del PCC y la UP y en las de Esperanza Paz y Libertad, que terminaron siendo victimizadas con esta situación. En el segundo quinquenio de los noventa,
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los paramilitares obraron de nuevo a gran escala como victimarios y que aplacaron reclamos sin piedad y, de nuevo, en condiciones de impunidad estatal. De Los Tangueros, el grupo paramilitar de Fidel Castaño, a las ACCU Hasta 1990 la base de operaciones de la estructura paramilitar Los Tangueros, bajo la jefatura de Fidel Castaño, estaba en Valencia, en la hacienda Las Tangas. Desde allí incursionaban en la zona con los argumentos de combatir al EPL y a las FARC EP y de prestar seguridad a los hacendados y ganaderos de la región. No obstante, se dieron frecuentes acciones de ataque y terror contra los pobladores. La recomposición de los grupos paramilitares se produce en 1992 en el corregimiento de Santa Catalina, municipio de San Pedro de Urabá en el norte de la región, sin embargo, su despliegue ofensivo es restringido por la guerra de los Pepes contra Pablo Escobar –realizada con el agenciamiento de los hermanos Castaño– y la ofensiva de las FARC y la disidencia del EPL sobre su zona de retaguardia estratégica entre 1992 y 1993. En los municipios de Tierralta, Valencia, Tarazá y Valdivia en 1992 se registró la compra de tierras por narcotraficantes, situación que coincidía con la presencia de los grupos de autodefensa (Reyes, 2009; Reyes, 1992). En Necoclí ya existían haciendas de narcotraficantes desde finales de los ochenta, y la hacienda La Virgen del Cobre estaba entre las más reconocidas (Entrevista, 2019, 5 de diciembre) pues fue de propiedad del narcotraficante José Antonio Ocampo alias Pelusa. En el departamento de Córdoba, por su parte, la actividad armada se redujo entre 1990 y 1992 pero aún durante el período de más baja intensidad, Valencia, Montelíbano y Puerto Libertador siguieron registrando hechos bélicos (Reyes, 1992) y en 1993 se incrementó de forma sostenida en especial en Tierralta y Valencia, que era el eje de operativos del Ejército, de un lado, y de la acción de los grupos de autodefensa, del otro, en especial contra la disidencia del EPL. La disidencia del EPL había venido concentrando gran parte de su actividad en los municipios del eje ganadero de Urabá, así como en Valencia y Tierralta. Contra este grupo el Ejército concentró su esfuerzo bélico, durante 1993 el mayor número de acciones por iniciativa de las fuerzas armadas (FFAA) contra la guerrilla se dio en Urabá y sur de Córdoba, sobre el Frente Bernardo Franco del EPL (Vicepresidencia de la República de Colombia, 2002). A pesar de la supuesta desmovilización de la estructura paramilitar Los Tangueros, el 16 de septiembre de 1992 realizó una masacre en zona de influencia de la disidencia del EPL, en el Caserío Las Changas, Necoclí, en la cual fueron muertos ocho campesinos y tres resultaron heridos de gravedad (El Tiempo, 1992b), como retaliación por la muerte de un hacendado cercano a los paramilitares. Aunque en información de prensa de la época se le atribuyó esa masacre a las FARC EP (El Tiempo, 1992c).
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El año de 1992, los grupos paramilitares establecen como objetivo político/militar el aterrorizar a la población civil de la siguiente manera: se dan las primeras órdenes de destierro de la zona, estigmatización (colaboradores de la guerrilla), pillajes, amenazas, desplazamiento forzado, destrucción deliberada de los bienes civiles preexistentes e indispensables para la supervivencia, enfrentamientos con interposición de la población civil y desaparición forzada. (Juzgado Primero Civil del Circuito Especializado en Restitución de Tierras, 2017) La Unidad de Análisis y Contexto de la Fiscalía General y otras fuentes, hacen referencia a los hitos en la actuación de Fidel Castaño: Tabla 8. Esquematización de los principales hitos de Fidel Castaño (1988-1994)
Año Hecho Incursión: masacres de Honduras, La Negra y Punta Coquitos 1988 Adquisición de tierras de Fidel Castaño en Urabá 1988–1991 Se establecen grupos de seguridad en especial en Arboletes y San Pedro de 1988–1991 Urabá Desmovilización parcial del grupo de Fidel –Los Tangueros–, meses antes de la 1991 desmovilización de la guerrilla del EPL Rearme y reactivación del grupo en alianza con los ganaderos del norte de 1992–1994 Urabá: 55 hombres Muerte de Fidel y liderazgo de Carlos y Vicente Castaño. Decisión de expansión: 1994 nacimiento de las ACCU Fuente: elaboración propia con base en la información del TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre.
Escuelas de entrenamiento paramilitar Los paramilitares contaron con “escuelas de entrenamiento” en las que preparaban a sus combatientes para la guerra irregular y con mayor énfasis en realizar ataques de violencia extrema contra la población civil. Las fincas destinadas a ese propósito eran sitios de aplicación de castigos, torturas, homicidios, descuartizamientos y desapariciones forzadas, de manera que si bien tenían capacitación en aspectos militares como manejo de armas, orden cerrado y tácticas de combate, lo más sobresaliente, impactante y condición obligada era el aprendizaje mediante hechos reales de ataque con sevicia contra personas inermes, utilizando para ello pobladores locales, personas capturadas por señalamiento de presunta colaboración o pertenencia a las guerrillas y paramilitares castigados. Las fincas en las cuales hubo escuelas de entrenamiento fueron “escenario de coordinación entre agencias públicas y grupos paramilitares” (Ortiz, 2017). La colaboración de la fuerza pública con los paramilitares incluyó también el entrenamiento de personal reclutado o perteneciente a los paramilitares en las mismas instalaciones públicas de entes o estructuras militares oficiales: “en el interior del Batallón del Ejército de San Pedro de Urabá, se especializaron en asuntos como avances y desplazamiento comandantes como alias Estopín y algunos patrulleros” (Ortiz, 2017). Los mismos pobladores informaban que hacían 172
patrullajes en la zona de San Pedro de Urabá con personal mixto del Ejército y paramilitares, de forma que algunos miembros de los grupos paramilitares decían que el Ejército les daba información e instrucciones sobre operaciones a realizar. Exmilitares fueron instructores para sus escuelas. Es el caso del excapitán del Ejército Carlos Mauricio García Fernández, alias Comandante Rodrigo o Doble Cero, a quien Vicente Castaño definió como “el gran estratega militar de las ACCU”. También, el exsargento viceprimero del Ejército Manuel Arturo Salóm Rueda, alias JL, capturado el 5 de octubre de 2008 bajo la sindicación de ser hombre clave en la estructura de Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario. Con los violentos entrenamientos en La 35, JL se hizo un personaje impopular tanto para los integrantes de la estructura como para los jornaleros de la finca, pero Doble Cero le guardaba por la misma razón “gran aprecio” (Doble Cero, 2014). Escuela La 35. Fidel Castaño se ubicó en 1993 en la vereda El Tomate, corregimiento de San Pedro de Urabá, en un predio adquirido por Roberto Cardona ese año, por orden del mismo Fidel Castaño (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Esta finca quedaba cerca de Las Changas, lugar donde luego instaló la Escuela La 35. En la Escuela La 35 se brindaba adiestramiento militar y formación para aplicar formas de violencia extrema contra personas de la población civil castigadas por sospecha de colaboración con la guerrilla, por alguna desobediencia de las reglas sociales impuestas por el grupo armado o contra los reclutas de su estructura paramilitar. El predio El Tomate, con una extensión de 100 hectáreas, estaba conformado por varios predios denominados El Caimán, Navidad (con otra matrícula), Tatoño, El Porvenir, Por Algo Será, Brisas del Oriente, Buenos Aires, Occidente, Florisanto, La Dorada, Nueva York, El Caimán, Occidente, las parcelas 8, 7, 6, 3 y 5 y otros, pero se fue ampliando hacia los terrenos contiguos. En 2008 los predios fueron traspasados a una persona conocida como Mengocho. La Escuela La 35 funcionó entre 1994 y 2003. Allí, Manuel Arturo Salom Rueda, JL, Carlos Mauricio García Fernández, Comandante Rodrigo o Doble Cero y José Efraín Pérez Cardona, alias Eduardo o 400, fueron los instructores. De acuerdo con la entrevista a Dennys Antonio Mercado Pacheco, era dirigida por Carlos Mauricio García Fernández. En una etapa más avanzada de las ACCU y su promoción nacional de las AUC, se sumaron nuevos instructores como José Efraín Pérez Cardona, alias Eduardo o 400, Agustín de Jesús Sánchez Mejía, alias El Político e Iván Roberto Duque alias Ernesto Báez. Desde La 35 se “exportaban” combatientes a las regiones donde los paramilitares impusieron sus métodos de terror en nombre de la lucha contra la guerrilla y con un proyecto ilegal de hegemonía militar y política, que tuvo tentáculos en el narcotráfico y en la expropiación de miles de hectáreas a medianos y pequeños propietarios de tierras (Doble Cero, 2014). La 35 guarda recuerdos tenebrosos de la barbarie fraguada, la desaparición de decenas de personas que entraron allí y nunca más volvieron a aparecer. La Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación halló y exhumó 17 cadáveres, entre esqueletos de hombres, mujeres y niños con signos de tortura y descuartizamiento. Casi todos atados de pies y manos.
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Escuela La Acuarela. Se conformó un nuevo campo de entrenamiento que Doble Cero llamó La Acuarela, entre los corregimientos El Tomate y San Pablo. Sus primeras letras remitían de inmediato a la sigla ACCU, pero hay otra versión sobre el origen del nombre: “Mientras se organizaba el Bloque Norte, Doble Cero se hospedó con alias Merchán en un centro vacacional de Santander que se llamaba Acuarela. (…) y luego le puso ese nombre a la escuela de combatientes” (Doble Cero, 2014). Se trató del epicentro del proyecto paramilitar que comenzó con las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), al mando de Carlos Castaño, y que luego se amplió a todo el país con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) (Doble Cero, 2014). Una loma fue utilizada para los entrenamientos de los paramilitares. En este lugar establecieron una plaza de armas en la que daban la instrucción política y una pista de obstáculos en la que se hacían ejercicios físicos y militares. Además, señaló que en la parte alta de la montaña había una antena repetidora y usaron una frecuencia especial para sus comunicaciones. (Verdad Abierta, 2009c, 28 de octubre) Entre 2000 y 2003 La Acuarela pasó a llamarse La ECA, Escuela de Combatientes de las Autodefensas. Fue entonces cuando Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna o Adolfo Paz se mudó a la zona de La Empresa y se alejó de Medellín, mientras los integrantes de La Oficina, y de otro lado los operativos de los organismos de seguridad del Estado reducían a la banda La Terraza, antigua aliada de los paramilitares. En La ECA sentó sus bases el Bloque Héroes de Tolová y el instructor jefe pasó a ser Carlos Arturo Hernández, alias Duncan, en prisión (Doble Cero, 2014). La 35 y La Acuarela hacían parte de una decena de fincas desde las cuales los paramilitares estructuraron un ejército ilegal que en su momento alcanzó a tener más de 20 mil efectivos. Esas fincas y el área en mención se ubicaban en un cuadrante estratégico que incluía, en los departamentos de Córdoba y Antioquia, a los municipios de Valencia, Tierralta, Montería, San Pedro de Urabá y Arboletes (Doble Cero, 2014). La Escuela Rancho Grande. Los primeros miembros de Los Tangueros o Los Mochacabezas, el personal de seguridad y los trabajadores de las fincas de Fidel Castaño fueron entrenados en la Escuela Rancho Grande, ubicada en la hacienda Las Tangas. Era un grupo de 60 a 70 integrantes que formaban anillos de seguridad y brindaban protección a los predios, algunos de los cuales ya habían recibido instrucción como paramilitares en Puerto Boyacá. Escuela Linares. Fue la segunda escuela, ubicada cerca de Las Tangas, en Valencia. Su comandante e instructor fue Manuel Arturo Salóm Rueda, alias JL o 39444. De 200 paramilitares que se capacitaron allí, salieron unos 60 que perpetraron la retención violenta, desaparición forzada, torturas y homicidios de 43 campesinos conocida como la masacre de Pueblo Bello. Escuela Santa Rita. En ella se entrenaban los miembros de las ACCU que conformaron el Bloque Héroes de Tolová. Ubicada en una zona que permitía ejercer dominio, en el 174
corregimiento Santo Domingo Fabra, Valencia. Según el postulado Uber Darío Yañez Cavadías, los encargados de esta escuela eran Jesús María Rivera Pico, comandante urbano de Valencia y los instructores Cristian Albeiro González Martínez y David Salguedo Ayala, Chupitán o Mauricio, del Bloque Héroes de Tolová. Allí, de acuerdo a la declaración de Janer Omar Sibaja Rivas, entrenaban a los menores de edad que eran reclutados por el Bloque, como en su caso que fue reclutado en 2003 a los 16 años. Del grupo Los Tangueros, 35 paramilitares fueron entrenados por Manuel Arturo Salomón Rueda, JL, y por Mauricio García Fernández, Doble Cero, con reentrenamiento especial, para luego incursionar y establecerse en zonas de Urabá (FGN, Dirección de Justicia Transicional, 2014, 9 de diciembre). Alias Monoleche calculó que en tres años de allí salieron entrenados 7.000 paramilitares (Gutiérrez y Vargas, 2016; Trejos, L., Badillo, R., e Irreño, Y., 2019). Escuela Las Flores. Ubicada en la vereda Las Flores, municipio de Tierralta, Córdoba, lugar donde estaba asentado el comandante de las ACCU Salvatore Mancuso, quien siendo hacendado organizó su propio grupo paramilitar en Córdoba, con apoyo e instrucción del Ejército. Luego se integró con su grupo a los Castaño, junto con otros grupos paramilitares en la conformación de las ACCU. Escuela Guadual. Funcionaba en el corregimiento del mismo nombre, municipio de Valencia. Allí cierto tipo de entrenamiento se hacía en el parque, a la luz pública, en un espacio abierto. Cuando el grupo paramilitar de Fidel Castaño comenzó a extenderse hacia San Pedro de Urabá, creó nuevas escuelas para entrenar reclutas que incursionarían en esa región. Hubo también escuelas móviles como la denominada Volcán en San José de Mulatos, a la vez, Volcán de San Juan y Volcán de Cacahual, dos sitios de entrenamiento por San Vicente del Congo. Así mismo, funcionaron las escuelas La 28 y La 37, donde se realizaban “cursos avanzados de mandos superiores”, así como la escuela Cristales y La 10, en El Tomate. Las fincas -explica un ex asesor de los 'paras'- eran lo que ellos llamaban 'La Empresa'. La 2 era Las Tangas; La 21, el sitio de reuniones con políticos y empresarios. Y La 28, La 35, La 37, La 20, La 40, La 50, La 45 y La 39, eran de 'La Empresa', aunque figurasen a nombre de ganaderos tradicionales o de empresas forestales. (Doble Cero, 2014) Sus nombres, casi todos con números, provenían de un código de comunicaciones que ideó Doble Cero, quien coordinaba las “instrucciones de operaciones de las comunicaciones (IOC)”. El área de La Empresa correspondía a fincas de ganado, en apariencia normales, en las que además de las actividades pecuarias había presencia y connivencia entre los paramilitares y algunas unidades militares y policiales. Además, el llamado “trabajo social” de los paramilitares en el norte de Urabá, les permitió diseñar un plan de carreteras alternas que 175
atravesaba los potreros de La Empresa, por las que sólo ellos podían circular. Esos carreteables todavía funcionan hoy y no aparecen en ningún mapa oficial. Por ellos, por ejemplo, se puede circular entre Montería y Turbo, cruzando sólo en tres ocasiones la vía pública, pero sin transitar por ella (Doble Cero, 2014). Mapa 12. Escuelas de entrenamiento iniciales
Fuente: elaboración propia (2020).
Adhesión de otros grupos paramilitares Entre 1993 y 1995 en Córdoba los paramilitares de los Castaño se consolidaron y absorbieron a grupos paramilitares o de justicia privada menores como el del Mono López, el del narcotraficante Javier Piedrahita y el de Disney Negrete. Esto coincide con los peores años en términos de violencia para la zona del Urabá antioqueño y el auge de la guerra entre la guerrilla de las FARC EP y los grupos de AUC, que llevó a la toma del control de la zona por estos últimos (Duncan, 2006). Grupo de Disney Negrete En el corregimiento Volador, municipio de Tierralta, Córdoba, José Germán Sena Pico, Oswaldo Tirado, Nemesio Polo, Humberto Portillo y cerca de una decena de hombres hacían parte de un grupo armado de carácter privado bajo el mando de los ganaderos Disney Rolando Negrete y Ángel Isidro Calonge Álvarez27, propietarios de las fincas El Cedronal y Catangas, la segunda de ellas en el Urabá antioqueño (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Mariano Roberto Ojeda Visbal, otro ganadero de Córdoba, trabajó al lado de Disney Negrete Polo y entre los años 1994 y 1997 conformó un grupo que operó en la Vereda 27
Véase, con base en la prensa, Oficio de octubre 15 de 2013 de la Fiscalía suscrito por el asistente José Gabino. Las investigaciones penales contra el ganadero Disney Negrete Polo se encuentran en la Fiscalía Primera Especializada de Montería bajo el radicado 109030 y se encuentra en despacho para definir situación jurídica.
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La Victoria, el cual fue trasladado a la finca La Montaña, que después pasó a llamarse La 21 (Fiscalía 13, Sala de Justicia y Paz, 2011, 19 de agosto). Esta agrupación se vinculó con los Castaño en la conformación de las ACCU. Grupo de Javier Piedrahita Durante buena parte de los ochenta y parte de los noventa, los ganaderos César Cure de Moya y Francisco Javier Piedrahita conformaron un grupo de paramilitares, cuyo centro de operaciones fueron las haciendas Caballo Blanco y San Antonio, ubicadas en el municipio de Buenavista, y la Hacienda La Mireya en Montelíbano, cuyos propietarios fueron Gonzalo Rodríguez Gacha, Francisco José Piedrahíta y César Cure, respectivamente. Piedrahíta, también es relacionado con los hermanos Ochoa, del Cartel de Medellín, con quienes manejaba una pista en Ayapel conocida como Torre Ochenta, desde donde salía droga hacia Estados Unidos y Centro América (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Según documenta la Fiscalía General de la Nación, este grupo comandado por Rodríguez Gacha, César Cure de Moya y Francisco Javier Piedrahita, llegó a tener entre 20 y 30 hombres que se desplazaban por los municipios de Ayapel, Montelíbano, Buenavista, Planeta Rica, Pueblo Nuevo y Caucasia (FGN, Minuto a minuto versión Libre José Germán Senna Pico, 2011). César Cure era un narcotraficante muy cercano a Gonzalo Rodríguez Gacha y al narcotraficante hondureño Juan Ramón Matta Ballesteros, quien también había adquirido tierras en Córdoba como las fincas El Danubio y Macayinal, ambas ubicadas en jurisdicción de Tierralta. Matta Ballesteros fue uno de los grandes socios de Fidel Castaño Gil y tuvo vínculo con las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM). A su vez, César Cure conocía a Fidel Castaño porque era amigo de Manuel Ballestas, el primer propietario de la hacienda Las Tangas (Ronderos, 2014, p. 168). Senna Pico afirma que Francisco Javier Piedrahíta era uno de los hombres más cercanos a Fidel Castaño. A este grupo se le reconoce haber participado con el grupo de Fidel Castaño en la masacre de La Mejor Esquina, Buenavista, perpetrada en abril de 1988 en la que murieron 27 personas (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). El grupo se financiaba con los recursos del narcotráfico (sus tres miembros orgánicos eran reconocidos narcotraficantes). Llegaron a existir alrededor de 35 pistas de aterrizaje en la que se transportaba cocaína procesada, algunas de ellas en los predios de Rodríguez Gacha y de Cure de Moya. Tanto Cure como Piedrahita le brindaban seguridad a Gacha y sus cargamentos de droga (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Al amparo del Decreto 356 de 1994, Francisco Javier Piedrahita fundó la Convivir Nuevo Amanecer, cuya área de influencia era el municipio de Buenavista y de la que fue parte Rodrigo Mercado Pelufo, alias Cadena, quien hizo parte de este grupo paramilitar. A partir de 1994 con la fundación de las ACCU y posterior con las banderas de las AUC, el grupo de Piedrahita haría parte de las estructuras paramilitares que incursionaron en Sucre y Bolívar con el Bloque Héroes Montes de María, donde Cadena llegó a ser uno de sus principales comandantes. La Convivir Nuevo Amanecer fue en realidad un grupo narcoparamilitar que 177
operaba en los municipios cordobeses de Buenavista, Planeta Rica y Ayapel (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Cure de Moya pagó una condena por narcotráfico en Estados Unidos, a su regreso fue asesinado en Santa Marta, en 2006. Por su parte, Francisco Javier Piedrahita Sánchez se desmovilizó en 2006 con el Bloque Mineros de las AUC. “Plan Dignidad” de las FARC EP Las FARC EP radicalizaron su oposición armada al Estado como consecuencia de la ruptura de los diálogos que desde 1991 habían sostenido con el gobierno colombiano. Esta guerrilla buscó consolidarse en la zona y copar los territorios dejados por el EPL, desplegando el llamado Plan Dignidad. En 1993 Iván Márquez llegó por primera vez a la región y con él al comando del Frente V de las FARC se generó lo peor de la violenta perpetrada contra los Esperanzados. En los primeros meses de 1993 fueron asesinados varios concejales de este movimiento político, así como algunos responsables de los proyectos productivos de reinsertados del EPL y reconocidos sindicalistas, como Jesús Alirio Guevara, vocero de Sintrainagro (Verdad Abierta, 2014). Adicionalmente, las FARC EP incursionaron con el Frente 18, que desde antes operaba en el nororiente en zonas rurales de Valencia y Tierralta y Canalete en Córdoba, y en San Pedro de Urabá, Arboletes y Necoclí, en Antioquia. Según información del Ejército el Frente 5 de las FARC EP tenía influencia en Pueblo Bello, San Pedro de Urabá, Nueva Antioquia, San José de Apartadó, Vijagual, Churidó, Alto de Mulatos, Nuevo Oriente y Blanquicet. En Carepa en los corregimientos Piedras Blancas, La Cristalina, Carepita, Polines y Chungal. En Chigorodó en Guapa, Barranquillita, El Poroso, El Tigre, El Venado y Florida. En Mutatá en Caucheras, Bajirá, Bejuquillo, Las Brisas y Nuevo Oriente. Y contaba con cerca de mil efectivos en la zona. En algunos de estos lugares después se instalaron los paramilitares. Es el caso de Piedras Blancas (Entrevista, 2019, 13 de diciembre). Otras consecuencias de varios ataques de las FARC EP en la región fueron seis municipios de Urabá sin fluido eléctrico que causó millones de pesos en pérdidas y posteriores enfrentamientos con el Ejército en jurisdicción de Apartadó, así como haber dinamitado el puente sobre el Río Grande, en la carretera a Turbo (El Colombiano, 2018). Mapa 13. FARC – Frente 5
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Fuente: Tomado de Fiscalía General de la Nación – Unidad Subversión Justicia y Paz.
El “Plan Retorno a Urabá” de la fuerza pública Las FARC EP sostenían que se había elaborado y empezado a ejecutar desde el segundo semestre de 1990 por parte de paramilitares, militares, asesores norteamericanos e israelíes y sectores de la política y la economía de Montería y Medellín el denominado Plan Retorno a Urabá (El Colombiano, 1996d). La denominación surgió de la alusión a la declaración de un general del Ejército, quien expresó que habría un Plan Retorno luego de la ola de masacres. Según esta guerrilla, el plan se ejecutó con una militarización a gran escala e interpretaba que el acuerdo de paz con el EPL hacía parte de esta estrategia. Aseveraron que se reinsertó a los guerrilleros y no a los milicianos de esta organización armada. Esas milicias estarían entonces a nombre de los Comandos Populares relacionadas con los paramilitares de Fidel Castaño en el eje bananero, con complicidad de las Fuerzas Armadas. Esa interpretación de las FARC está basada en algunos hechos reales y en otros falaces. El mayor error en el análisis radica en considerar el supuesto Plan Retorno a Urabá como un bloque de hechos con un mismo sentido, agrupando como homogéneos acontecimientos de diversa naturaleza y significado. Resulta discutible concebir que todo el complejo panorama de conflictividades que se desató entre diversos sectores, respondía igual en todos los casos y actores con dicho plan. Las FARC malinterpretaron las contribuciones positivas de los acuerdos de paz del noventa. Desconocieron el peso que adquirieron los ataques desde las disidencias y de las propias FARC EP contra los participantes en este acuerdo de paz y contra Esperanza y su dinámica de reintegración política y social a la vida civil, lo cual llevó a que 179
algunos de los miembros de Esperanza y otros que no hacían parte de ese movimiento político, a crear los Comandos Populares que, dadas las circunstancias, le resultaron favorable al paramilitarismo y a la búsqueda de cooptarlos de los Castaño. Le asiste razón a las FARC EP en que los Comandos Populares establecieron relaciones con la fuerza pública, luego recibieron apoyo del paramilitarismo, y en el trance hacia su disolución, desde la exigencia del Acuerdo de Consenso por la Paz entre partidos políticos en 1994, que incluyó a Esperanza, Paz y Libertad y a la UP y al PCC, parte importante de sus integrantes se vinculó a las ACCU, lo que facilitó el posicionamiento del paramilitarismo en el eje bananero. Lo que sí es cierto, sin duda, es que la nueva dinámica de conflictividad violenta analizada en este informe, ocurrida entre 1992 y 1996, convirtió a Urabá en la región más violenta del país. Sólo en 1993 ocurrieron 14 masacres con saldo de 79 víctimas28. Desde comienzos de la década de los noventa el gobierno, la fuerza pública y los empresarios bananeros pactaron un acuerdo para que estos crearan sus propias oficinas de vigilancia privada. En mayo de 1992 se estableció el acuerdo. Lo pactado se concretó en 1994 con la creación de las Convivir, autorizadas para utilizar armamento y municiones de uso restringido, establecer una red de comunicaciones para acciones de reacción inmediata y contar con la vigilancia de la Armada Nacional en embarcaderos y afluentes de comercialización como el río León, Nueva Colonia y el Golfo de Urabá. Dinámica de agresión sistemática contra Esperanza, Paz y Libertad y sus líderes sindicales El académico, William Ramírez plantea que “La colusión de Caraballo con la coordinadora empieza a hacerse evidente gracias a la coincidencia geográfica de su progresivo exterminio de los reinsertados del EPL, con las zonas de real o virtual hegemonía de las FARC en Urabá” (Ramírez, 1997). Según su criterio, varios testimonios indican que primero se presentaron las agresiones contra personas reinsertadas del EPL por parte de las FARC EP y las MB y luego por la disidencia de Caraballo (Ramírez, 1997). En una carretera entre Turbo y Necoclí, zona en la cual los Esperanzados tenían parcelas, los disidentes del EPL conocidos como los Caraballistas, apoyados por las FARC EP, realizaron retenes diarios para ubicar y atentar contra las personas desmovilizadas. Los Esperanzados aseguran que todas las semanas debían rendir honras fúnebres a sus compañeros asesinados, en actos que se realizaban en las oficinas de las subdirectivas sindicales de la zona, pues con frecuencia muchas de las víctimas eran a la vez trabajadores bananeros sindicalizados. A partir de tal tipo de hechos se dio la polarización que dividió el casco urbano de Apartadó en fronteras invisibles. “Se suponía que los del barrio Policarpa eran de las FARC y los del barrio Pueblo Nuevo eran de los reinsertados del EPL, ninguno podía pasar al otro lado fácilmente”, recordó un habitante (Rutas del Conflicto, s.f.a).
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Información de bases de datos Cinep, banco de datos Noche y Niebla y Vidas Silenciadas.
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La ofensiva mortal se tornó de gran proporción. Como resultado de las agresiones se estima que desde principios de la reintegración a la vida civil de los excombatientes del EPL en marzo de 1991 hasta abril de 1994, fueron asesinados 160 de sus integrantes (Ramírez, 1997). Sólo en 1992 fueron asesinados 60 excombatientes desmovilizados de Esperanza, Paz y Libertad (Ramírez, 1997). En 1993 fueron asesinados 75 militantes de Esperanza, Paz y Libertad en los municipios de San Pedro de Urabá, Carepa, Chigorodó, Apartadó y Turbo. (El Tiempo, 1993). Esperanza, Paz y Libertad estableció que entre 1988 y 1996 se perpetraron 22 masacres contra integrantes29. También fueron incendiadas las empacadoras de las fincas plataneras que los Esperanzados habían empezado a poner en producción como resultado de las ayudas del gobierno nacional para el proceso de reinserción. Además de afectar parceleros y líderes sociales, la violencia se concentró en dirigentes sindicales e integrantes de los Comités Obrero Patronales de las fincas y en un muy numeroso grupo de obreros bananeros. Los siguientes son directivos sindicales de Esperanza, Paz y Libertad entonces asesinados: Tabla 9. Directivos sindicales de Esperanza, Paz y Libertad asesinados Nombre Félix Vega José Ramiro Flórez Abel Mosquera Fernando Lozano Evaristo Calvo Clemente Salas Plinio Mena Alirio Guevara Valentín Ochoa Rafael Galarcia Fuente: elaboración propia (2020).
Municipio Carepa Apartadó Carepa Chigorodó Chigorodó Turbo Apartadó Apartadó Chigorodó Apartadó
Año 1991 1991 1992 1992 1992 1992 1993 1993 1994 1995
La secuencia de las agresiones muestra cómo evoluciona la sucesión de ataques contra el liderazgo social de las víctimas civiles de este proyecto político. En 1991 se registraron dos asesinatos contra directivos, que corresponde con el momento inicial de la configuración de las disidencias Caraballistas. Se agudizó en 1992 con cuatro asesinatos, que es el periodo en el cual buscan extenderse del norte de Urabá al eje bananero y logran el apoyo de las Milicias Bolivarianas de las FARC. Disminuyó a tres en 1993 y a uno en 1994 y 1995. Los homicidios se produjeron en todos los cuatro municipios del eje bananero, en evidencia del interés de la disidencia y después de las Milicias Bolivarianas de las FARC de afectar al sindicato en todas sus directivas. Sin embargo, es en Apartadó y Chigorodó donde se presentan más casos, tres, seguidos de Carepa, con dos directivos asesinados, y Turbo, donde un directivo filial de Esperanza fue muerto de forma violenta. La agresión de más alto valor 29
Esperanza, Paz y Libertad surgió en marzo de 1991, el documento referido al incluir el período desde 1988, seguro establece la relación con el antecedente político de lo que fueron en su momento el PCC ML y el Frente Popular, que participaron en el proceso de paz del EPL y se integraron a Esperanza Paz y Libertad.
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“simbólico” y político fue la cometida en 1993contra Alirio Guevara, presidente nacional de Sintrainagro. De otra parte, la agresión homicida incluyó a por lo menos los siguientes representantes de los Comités Obrero Patronales, que eran la base sobre la cual se constituía el sindicato, porque eran los voceros de la organización sindical en cada una de las fincas: Tabla 10. Personas pertenecientes al grupo político Esperanza, Paz y Libertad asesinadas por el narcoterrorismo en Urabá
Nombre Heriberto Díaz Jesús María Hoyos Manuel Enrique Madrigal Abel Mosquera Héctor Manuel Vásquez Omar Pérez Algenor Simanca Julio Eduardo Romero Prisciliano Velásquez Orlando Ortega Rafael Vargas Héctor Rentería Félix Tapia Miguel Peralta Neftalí Mosquera Rafael Uribe José Libardo Perea Florentino Chavarría Enilsen Rodríguez
Lugar Chigorodó Turbo Turbo Carepa Carepa Chigorodó Turbo Apartadó Chigorodó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Chigorodó Apartadó
Año 1991 1992 1992 1992 1992 1992 1992 1992 1993 1993 1993 1993 1993 1993 1994 1994 1994 1994 1994
Fuente: elaboración propia (2020).
Que diecinueve representantes de Comités Obrero Patronales, que eran a su vez integrantes de Esperanza, Paz y Libertad, hayan sido asesinados es escalofriante y evidencia que hubo una acción sistemática y sostenida por desplazar a esa fuerza política de su condición de fuerza mayoritaria en Sintrainagro, con recurso en la campaña de exterminio emprendida. La secuencia temporal de homicidios contra representantes del sindicato en Comités Obrero Patronales afectos a Esperanza, tiene similitud con la estela de asesinatos de sus directivos de la Junta Nacional y las Subdirectivas Regionales. Inicia en 1991, se recrudece en 1992, decae leve en 1993 y se reduce en 1994. La distribución temporal de estos homicidios es relativamente similar a la ocurrida con los directivos; sólo que se concentra más en Apartadó con nueve asesinatos (todos ocurridos en el año 93), ciudad principal y epicentro del eje bananero, seguido de lejos por Chigorodó con cuatro casos, Turbo con tres y Carepa con un caso. 182
La primera reacción de Esperanza fue pedir la protección de la fuerza pública. Para organizarla el Ejército distribuyó radios de comunicación para que los trabajadores bananeros informaran de la situación y se pudieran organizar acciones rápidas de respuesta institucional frente a los riesgos generados por las FARC EP y la disidencia del EPL. Un antecedente inmediato a la conformación de los Comandos Populares fue el secuestro realizado por la disidencia del EPL contra tres líderes de Sintrainagro: Antonio Arboleda, Eliécer Arteaga y Euclides Bejarano, quienes pertenecían a la vez al movimiento político Esperanza, Paz y Libertad y eran desmovilizados del EPL o exmilitantes del PCC ML. Así como el intento de secuestro de Rafael Emilio García, en marzo de 1992. Miembros de Esperanza, Paz y Libertad y exmiembros de las anteriores Milicias Populares, tales como Eliuth Córdoba, Gilberto Torres, Manuel Márquez, Merardo Cuesta “El Negro”, Mario Agudelo, Antonio Arboleda, “El Viejo”, se reunieron para definir la estrategia para controlar los ataques tanto de las FARC EP y la disidencia del EPL (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Y trataron de llegar a acuerdos para no ser agredidos con la disidencia del EPL liderada por Gonzalo, sin lograrlo. Versiones recogidas para este informe señalan que esta situación y la inacción de la fuerza pública para resolver la agresión llevó de inmediato a que se conformara un grupo de rescate, que consiguió algunas armas y realizó un operativo de tipo militar que presionó la liberación de los secuestrados. Tales versiones señalan que no hubo víctimas entre las partes, se llegó a establecer comunicación telefónica entre la disidencia por parte de Gonzalo y quienes exigían las liberaciones, de forma que la presión establecida por quienes se rearmaron para exigir las liberaciones, permitió que fueran puestos en libertad. A la vez, en este contacto quien lideró la gestión, reconocido integrante de Esperanza, le pidió a Gonzalo cesar los ataques del grupo disidente contra las personas acogidas al acuerdo de paz, pero este no expresó interés en llegar a algún acuerdo, desatendió la posibilidad de entendimiento para frenar la agresión (Entrevista con exintegrante de Esperanza, Paz y Libertad, 2019, 4 de diciembre). Los Comandos Populares (CP) Según Jesús Albeiro Guisao Arias, alias El Tigre, quien fuera integrante de los Comandos Populares y después paramilitar: “Los Comandos Populares nacimos para defendernos del ataque de la guerrilla” (Verdad Abierta, 2011c). Ante la falta de un acuerdo de distensión con los disidentes, un sector de los Esperanzados y activistas sociales afectados constituyó un grupo armado denominado Comandos Populares (CP), integrados por algunos exguerrilleros y exintegrantes de las Milicias Populares, que logró pronto fuerte presencia en las fincas bananeras. “La disidencia del EPL nos quería matar a nosotros porque decían que éramos simpatizantes de Esperanza, Paz y Libertad”, dijo Manuel Ángel Cartagena Rojas, alias Omar, razón por la cual aceptó la invitación a formar parte de los Comandos desde mediados de 1992. Este grupo armado aparece en marzo de 1992 y su objetivo específico fue evitar y neutralizar la violencia generalizada de la disidencia del EPL contra sus antiguos 183
compañeros. Su aparición se localizó en el corregimiento Nueva Colonia en la comuna San Jorge, una de las zonas de influencia política de mayor importancia para la antigua guerrilla del EPL dentro del eje bananero (…). (Verdad Abierta, 2016e, 22 de enero). La paradoja de la aparición de los Comandos Populares estriba en el hecho de que retornaron a las armas para defender su decisión de abandonar la lucha armada, una decisión que sus antiguos compañeros de lucha quisieron forzarlos a cambiar (Suárez, 2007, p. 131). Una década después, un informe gubernamental registra lo ocurrido, al explicar el surgimiento de los Comandos Populares y la dinámica de conflictividad violenta desatada, pero como una paradoja soslaya la omisión de responsabilidad y garantías de seguridad por los entes estatales y gubernamentales en su momento: En esta situación, los excombatientes del EPL tomaron la decisión de formar los denominados Comandos Populares, como estructuras armadas conformados principalmente por reinsertados, que entraron en una disputa abierta con la guerrilla que seguía activa en la zona. La disputa electoral legal tuvo como trasfondo una confrontación armada abierta, que incluyó la muerte selectiva de “esperanzados” y masacres cometidas contra los simpatizantes de estos; al respecto, no sobra recordar la masacre de La Chinita, en la que las Farc asesinaron a 35 obreros y habitantes de ese barrio de invasión de Apartadó, ocurrida el 23 de enero de 1994. (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006) Los Comandos Populares disputaron y desalojaron a la disidencia de las zonas en que se habían instalado en el eje bananero y se consolidaron en la zona donde siempre tuvieron presencia el EPL y sus milicias populares. Se les conocía por portar uniformes de azules (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre), sudaderas de ese color que habían recibido los excombatientes al dejar la zona de Campamento de Paz, tras la ceremonia de desmovilización. Estos comandos estaban conformados por “grupos armados de no más de 12 hombres que actúan en las fincas y en la zona urbana de los municipios del eje bananero” (CINEP, 1995), inicialmente organizados para defender a los militantes de Esperanza, Paz y Libertad ante las agresiones de las FARC EP y la disidencia del EPL. Sin embargo, pronto ejecutaron acciones de retaliación contra personas que consideraban auxiliadores de la guerrilla. Según la Comisión Verificadora de Actores Violentos en Urabá, establecieron vínculos con administradores de fincas (Ramírez, 1997). Si bien las bases de los Comandos Populares eran en Turbo, algunas versiones indican que las decisiones políticas se tomaban en Apartadó (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre) donde no había base (Entrevista, 2019, 13 de diciembre). Sobre las armas utilizadas por los CP, según El Viejo, los comandantes del EPL les ordenaron a varios de sus efectivos esconder armamentos de las Milicias Populares de la zona, antes de la dejación de armas y desmovilización, en prevención de posibles ataques violentos de los paramilitares una vez pasaran a la legalidad. De allí se infiere que parte del armamento usado 184
por los Comandos vendría de la mencionada caleta. Sin embargo, otros aseveran que fueron los disidentes del EPL quienes se hicieron a esas armas para reestructurarse y reanudar su lucha insurgente. Pero ambas circunstancias podrían ser concurrentes. Según el portal Verdad Abierta Lo que vino después fue una guerra abierta donde hubo tiros de todos lados. Las Farc y una disidencia del Epl comenzaron a perseguir a los desmovilizados, lo que derivó en un rearme parcial de sus miembros, que no tuvieron otra opción que incorporarse a las Accu para sobrevivir esos los ataques. (Verdad Abierta, 2013) Así pues, se escaló la disputa entre las FARC EP y la disidencia del EPL con los Comandos Populares (CP). El choque no se expresó como un enfrentamiento directo entre las estructuras armadas de los contendientes, sino como una espiral de mutuas retaliaciones contra supuestos integrantes, familiares o colaboradores de uno u otro actor, tratándose en la mayoría de los casos de civiles indefensos y con frecuencia a la vez líderes sindicales, campesinos, indígenas, sociales o comunitarios o militantes políticos. “Este encadenamiento sucesivo de masacres y retaliaciones es un signo distintivo del eje bananero (…)” (Suárez, 2007, p. 72). Los Comandos Populares tuvieron asiento en la zona occidental del eje vial Medellín-Turbo que atraviesa el eje bananero; en particular en el corregimiento de El Tres, Nueva Colonia y parte de Currulao en Turbo, Churidó. En Apartadó, en la zona de Zungo. En Carepa y casco urbano de Apartadó – en la Comuna 2 – en el barrio Obrero y en la zona Norte de Urabá: en partes rurales de los municipios de Necoclí, Turbo y San Pedro de Urabá. Más tarde ya en asocio con los grupos paramilitares en zona oriental de la subregión norte de Urabá: corregimiento Santa Catalina y casco urbano de San Pedro de Urabá (Suárez, 2007, p. 66). De preferencia las FARC EP utilizaban en sus desplazamientos zonas de influencia del PC y la UP, de la Serranía de Abibe hacia el eje bananero, ubicadas en la zona oriental del eje vial Medellín-Turbo del eje bananero. De una actitud defensiva, los CP pasaron luego a una actitud ofensiva. Atacaron a personas señaladas de ser base social de las FARC EP que incluyeron militantes y simpatizantes del PCC y la UP y a líderes sindicales y sociales que consideraban relacionados con esa guerrilla o con la disidencia del EPL. En zonas rurales los CP sostuvieron varios combates con la disidencia del EPL. Así, los Comandos Populares conformados en su inicio con la justificación de la necesidad de la autodefensa ante la agresión, se perfilaron como un actor involucrado en graves violaciones a los derechos humanos contra sectores de la población, similares a las del paramilitarismo, la disidencia del EPL y las FARC EP. Desde Esperanza, conseguido un acuerdo por la paz en la región entre los partidos políticos, se abogó por la disolución efectiva de los Comandos Populares, pero el hecho real es que parte significativa de ellos hizo tránsito a la reconformación del proyecto paramilitar, sirviendo de cantera para la conformación de las ACCU. Para ese momento varios de los integrantes de los Comandos ya tenían nexos con Carlos Castaño y su grupo y en paralelo 185
con dinámicas contrainsurgentes de la fuerza pública (Entrevista con exintegrante de Esperanza, Paz y Libertad, 2019, 4 de diciembre). Su lucha, paradójicamente, los condujo a incorporarse a una estructura paramilitar que venía operando en San Pedro de Urabá, liderada por la familia Calonge, lo que se convirtió después en las nacientes Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), organización armada liderada para la época por los hermanos Vicente y Carlos Castaño Gil (Verdad Abierta, 2014). ¿Existió relación entre los Comandos Populares y Esperanza, Paz y Libertad? Algunos sectores políticos y sociales contrarios a Esperanza, Paz y Libertad señalaban a la dirección de Esperanza como responsable de los CP. Alias El Tigre señaló en su versión ante Justicia y Paz que la dirección política de Esperanza actuaba con mando en los CP, se refería a Teodoro Díaz, Mario Agudelo, Miguel Galeano, Rafael García y Aníbal Palacio (Verdad Abierta, 2011c). Sin embargo, en declaraciones públicas y entrevistas realizadas con varios de ellos, niegan tal señalamiento. Fui integrante de la dirección de Esperanza Paz y Libertad y en las reuniones y plenarias que tuvimos nunca se tocó el tema de los Comandos como se señala, es decir, como si fuera un grupo armado del grupo político. Lo que sí por supuesto se dio con frecuencia fue la discusión sobre la situación de violencia que sucedía y nos afectaba, los informes y la búsqueda de protección, tareas al respecto ante las autoridades, por lo cual también hubo varias veces discusiones sobre los Comandos Populares, incluso señalando la inconveniencia de acciones que hacían y sobre los señalamientos que al respecto se nos hacían. Fue la realidad de un grupo armado que se dio en principio desde gente que buscó defenderse, pero no fue un proyecto definido ni dirigido como tal desde Esperanza. (Entrevista con Miguel Galeano, Medellín, exdirigente de Esperanza, Paz y Libertad, 2019, 6 de diciembre) Sobre Teodoro Díaz recaían particulares sospechas por haber sido antes del acuerdo de paz uno de los principales comandantes del EPL en la región, con especial ascendencia en la tropa y luego con liderazgo reconocido entre los excombatientes de esta guerrilla. Tuvo proyección política y fue elegido alcalde de Apartadó. Ejerciendo como alcalde fue vinculado a un proceso judicial relacionado con un homicidio atribuido a los Comandos Populares, por el cual se le dictó una condena de nueve años de cárcel (El Tiempo, 2003b). Sin embargo, en revisión de segunda instancia el Tribunal Superior de Medellín no encontró fundamento probatorio en las acusaciones y falló a su favor, de manera que tras más de cuatro años de privación de la libertad la recobró el 1 de marzo de 2004. También fue judicializado Jairo Suarez, siendo concejal de Esperanza, Paz y Libertad electo en Apartadó. Con estos señalamientos la dirigencia política de Esperanza, Paz y Libertad y, por ende, el proceso de paz del EPL se vio muy afectado (Suárez, 2007, p. 193). Exdirigentes de Esperanza, Paz y Libertad atribuyen a los siguientes factores este tipo de enjuiciamiento: i) la búsqueda de respuesta estatal ante la presión por resultados de la impunidad frente a los casos de la UP; ii) la presión interna e internacional que se acentuó desde 1999 ante el desborde del paramilitarismo y; iii) la disputa política local en Apartadó, donde se registraba la pugna por la alcaldía y el poder político entre Esperanza y el Partido Liberal, la persona 186
que presentó la denuncia en este caso fue una reconocida activista de este partido (Entrevistas con exintegrantes de Esperanza, Paz y Libertad, 2019, 4 y 5 de diciembre). Conocedores de Esperanza, Paz y Libertad argumentan que ninguna investigación ha evidenciado la pertenencia de Teodoro Díaz y de otros integrantes de la dirección política de Esperanza con la creación y actuación de los Comandos Populares, con excepción de El Viejo, Rafael García, quien lo estuvo junto con desmovilizados del EPL como El Tigre, Cepillo y otros. De hecho, Rafael García reconoció el vínculo con los Comandos Populares desde su época de integrante de la dirección de Esperanza, Paz y Libertad. El Viejo, antes del acuerdo de paz del EPL fue mando de las Milicias Populares, estuvo como dirigente de Esperanza velando por la seguridad, con coordinación con la fuerza pública, pero después fue uno de los principales líderes de los Comandos Populares y de manera posterior a través de los Castaño pasa al paramilitarismo. Su versión descarta que los Comandos Populares hayan surgido desde la dirección política de Esperanza, Paz y Libertad, con el argumento de que, si este movimiento que expresaba el paso del EPL a la legalidad hubiera pasado a las armas, de inmediato se habría convertido en blanco de los paramilitares, al percibirse que estaría traicionando el acuerdo de paz y retornando a las armas. No obstante, admitió que esa estructura armada fue conformada por “desmovilizados de Esperanza, Paz y Libertad”. Lo que yo no puedo decir acá es que ellos (los dirigentes de Esperanza) comandaban los Comandos, porque yo nunca los vi (en ese rol). Si hubiera visto a líderes sindicales y políticos dirigiéndolos lo diría, pero no puedo venir a decir que ellos eran comandantes. Que tuvimos que ver sí, en eso todos somos responsables. (Verdad Abierta, 2011c) Las investigaciones para la elaboración de este informe indican que sí existieron nexos de algunos integrantes de esta organización política con tales Comandos y que se dio la participación de excombatientes del EPL. Sin embargo, esa relación no fue orgánica. De hecho, no todos los Esperanzados, ni todos los exmilitantes PCC ML, ni todos los excombatientes del EPL estuvieron de acuerdo con la existencia de los Comandos, lo que condujo a discusiones y contradicciones. En algunos casos, por distintos motivos, hubo tensiones fuertes al interior de Esperanza que significaron diferencias, disputas y rupturas entre algunos de sus dirigentes e integrantes en el curso de los noventa, de manera que en medio de tal situación también existieron diferenciaciones políticas, de posiciones y posturas ante la compleja situación vivida. También es cierta la crítica que se señala en otros informes, la dirección política de Esperanza, Paz y Libertad nunca condenó la acción de los CP, ni siquiera cuando ella llegó a ocasionar muertes contra dirigentes de la UP, del PCC y de sindicalistas de Sintrainagro. Este lamentable silencio también se registró de igual forma en el PCC y la UP, que no asumieron denuncia ni rechazo ante los asesinatos sistemáticos de las FARC EP contra militantes de Esperanza, Paz y Libertad, excombatientes y líderes sindicales y sociales asociados a ellos, en condición de civiles indefensos. Estas situaciones, en medio de la 187
polarización entre estas dos corrientes, llevaron a las frecuentes denuncias mutuas, desde el PCC contra Esperanza sindicándolo de ser responsable de acciones paramilitares, y desde esta agrupación política al PCC, sindicándolo de ser supuesto aliado de la acción criminal de las FARC EP. La estructura organizativa de los Comandos Al inicio los Comandos Populares se organizaron en seis grupos, según información de la jurisdicción de Justicia y Paz, que da cuenta de su estructura organizativa y de sus ubicaciones en determinadas fincas a partir de versiones libres de exintegrantes de los Comandos sometidos luego a la justicia en calidad de paramilitares, producto de la respectiva investigación judicial y de testimonios recogidos por esta investigación en la región. Mapa 8. Comandos Populares
Fuente: elaboración propia (2020).
Grupo 1. Al mando de Domingo Betín (quien se ubicaba en Rancho Amelia en El Tigre) (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). También conformado por Tayson (ubicado en los Guaros), Jesús Albeiro Guisao Arias, El Tigre, Euclides Bejarano Pimpino (quien se ubicaba en Los Aventuros). El Mono de Arrecifes (ubicado en Arrecifes). Omer Anaya, alias Chorro Maluco (Comunal Las Palmas), Domingo Blanquiceth (Finca María Eter), Joaquín, o Joaco (Finca María Eter), San Pedro y Grandulón (Finca La Mariana,
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comunal La Suerte), Marcelo Arango (Finca y comunal Los Guaros)30 (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Ubicados cerca del río Currulao en una zona que iba hasta la carretera Nueva Colonia, municipio de Turbo, Antioquia (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Grupo 2. Al mando de Cepillo (con influencia en la zona de Coldesa), Alfay (Monte Verde, Coldesa), y Eladio Torres (Coldesa); también conformado por Germán De Jesús Tuberquia Salas, Diablito, Abel Méndez (campesino de Coldesa, Copaurabá, lideraba el tema de la toma de tierras e hizo parte de las milicias), Escudero, Papujo, La Marrana, Carlos Arturo Durango Rodríguez, Niña Triste, Manuel Ángel Cartagena Rojas (Coldesa) (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Comprendía la zona que va desde el río Currulao hasta Cope en el municipio de Turbo, en un lugar ubicado en la vía entre Turbo y Necoclí (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Grupo 3. Al mando de Edilberto Camacho (vereda La Teca) (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). También conformado por Cardenio Caicedo Mena, El Burro (Comunal San Jorge, Las Palmas) (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre), Mario Bertel Revueltas, Care Camión y Corosito (Comunal San Jorge, Los Bongos), El Negro Iván, Manuel Javier Galarcio Barrios, El Purre (Churidó) (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre), Suley Antonio Guerra Castro, Suley o Juancho Suley, Juan Miado (quien estuvo en la comunal San Jorge, luego en los Guaros y al final en el barrio Obrero) (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre), Sixto Mosquera, Alacrán (Los Guaros), José Alberto García Hernández, Yolanda (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre), Chilin (Antares), y Álvaro Novoa (Los Guaros). Operaron desde la carretera Nueva Colonia hacia Apartadó, hasta Churidó, pasando por Riogrande (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Grupo 4. Al mando de Benito Ricardo Betín Muñoz, Mataperro. De donde surgió Ever Veloza García, HH, quien según versiones era comandante de las Milicias Bolivarianas de las FARC en la zona. Luego de que esas Milicias entran en confrontación con los Comandos Populares se vincula a estos y luego hace tránsito al paramilitarismo con las ACCU. Este grupo hizo presencia en el área de San Jorge, municipio de Turbo. Grupo 5. Al mando de Realvale Sepúlveda Corrales, Alfonsito, y Dalson López Simanca, Mono Pecoso. Sus miembros: Aliño, Marrana Mona, Quimbaya, El Pollo, Gustavo, y el Niño, ubicados de Churidó Pueblo hasta Zungo Embarcadero, actuaban por El Siete y El Silencio, municipio de Carepa, Antioquia (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Grupo 6. Versiones señalan como supuesto mando a Teodoro Díaz, Platón. Miembros: Rafagazo (Currulao), Pepito, El Mompa (Currulao), Bejuco31 (Currulao), Santiago, Rafael Aguilar, El Guajiro, Agustín Díaz Nisperusa, Adalberto Santamaría (TS Bogotá, Sala de 30
Si bien judicialmente aparece como parte del grupo 1, miembros de la comunidad lo ubican en la comunal Los Guaros en el municipio de Apartadó, lo cual lo ubicaría en el grupo 6. Fue desaparecido (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). 31 Desertor del ELN, fue del EPL y luego se desmovilizó.
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Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Actuaba en el casco Urbano de Apartadó (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Un importante número de personas de este grupo fue con posterioridad parte del DAS rural (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Algunas versiones también aseveran que Platón no hizo parte de la estructura armada de los Comandos, sino que tenía escoltas del esquema oficial de seguridad del acuerdo de paz y que su rol era una suerte de “consejero político”. Una fuente judicial afirma que eran parte de los CP: Wilmar Aguado, Carroloco, Walberto Medrano, Walter, Jesús Alberto Guisao Arias, El Tigre, Rafael García, El Viejo, Cardenio Mena El Burro, Germán Tuberquia, El Diablito, Manuel Cartagena, Omar, Luis Antonio Córdoba, Lucho, Durbey Arango, Sancocho (este último había sido de las fuerzas especiales del EPL), con los comandos se ubicó primero en Los Guaros, posteriormente en Churidó y finalmente en San Pedro con los paramilitares (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). También harían parte de los Comandos el administrador de Rancho Amelia, José Abel Bermúdez Guapacho, también Jorge Mena, Carlos Vásquez (segundo al mando en los comandos), Euclides Bejarano Pinpín (jefe de la comunal San Jorge), Nelson Zapata, Garganta de Lata, Fredy Guzmán Barbado, Hildebrando Gamboa, Marcelo Arango, Armando Viveros, El Diablo, Sixto, Carecamión, y Pedro Camacho. Figura 3. Comandos Populares
Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación.
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Graves efectos de la violencia contra Esperanza y contra el PCC-UP y su repercusión contra Sintrainagro La Comisión Verificadora denunció en su informe que los homicidios contra militantes de Esperanza, Paz y Libertad eran muy preocupantes (CINEP, 1995). A la vez, estableció que de forma dramática y recíproca sucedían los ataques contra el PCC y la UP, con responsabilidad de organismos estatales, del paramilitarismo y también de los CP. Esta grave y mortal confrontación entre 1991 y 1993 produjo una primera etapa en la disputa entre las dos vertientes, con impactos hacia las bases sociales y de forma directa y agravada hacia las dirigencias, el activismo y las bases obreras de Sintrainagro, lo cual significó también una intensa lucha por su control entre Los Esperanzados y la vertiente PCC UP (Suárez, 2007). Para 1993 los ataques de las FARC EP se tornaron indiscriminados, en respuesta a supuestos ataques de “paramilitares”, y los dirigieron contra Los Esperanzados y sus allegados que llevaron a “ajusticiamientos” de numerosas personas de la población civil. Derivó en ataques que no distinguieron si se trataba de paramilitares o incluso de integrantes de los CP, sino que la consigna reflejada en los propios comunicados de las FARC EP era dirigir el ataque contra quien pudiera ser asociado como de Los Esperanzados, dando por supuesto que equivalía a paramilitar (Suárez, 2007). De tal manera, los trabajadores que laboraran en fincas en donde hubiera simpatía Esperanza, resultaron afectados. Un alto porcentaje de los ataques fueron realizados por las milicias bolivarianas, sobre las cuales las FARC EP tenían poco control dado el alto margen de autonomía operativa que tenían. En ello también influyó el bajo nivel de formación política de los integrantes de estas milicias, compuestas en su mayoría por jóvenes recién vinculados. Sobrevinieron también otros hechos muy dolorosos para la fuerza política de Los Esperanzados. Los asesinatos de Pedro German Góez Garcés, en febrero de 1993, atribuido al Frente 5 de las FARC EP y quien había sido destacado líder campesino, cívico, dirigente del Frente Popular y al momento ejercía como uno de los concejales de Esperanza en Apartadó. Y el de Alirio Guevara, destacado líder de la ANUC, dirigente del Frente Popular y vinculado a Sintrainagro, presidente de su directiva nacional. Muy querido por las bases porque su acción no era otra que la búsqueda del beneficio de obreros y campesinos, fue asesinado por la disidencia del EPL, según versiones, previa consulta de esta agrupación al Frente 5 de las FARC EP, el 28 de enero de 1993 (El Tiempo, 1993d). Ocho días después del asesinato de Alirio Guevara, cuatro militantes de Esperanza, Paz y Libertad fueron víctimas de una masacre perpetrada por las FARC y la disidencia del EPL (Suárez, 2007). El siguiente 28 de febrero de 1993 fueron asesinados Fernando Duque y John Jairo Zuluaga, habían sido militantes del PCC ML y del Frente Popular, académicos y directivos de Conideas, una ONG que asesoraba en Urabá iniciativas de reintegración socioeconómica de excombatientes del EPL, en especial a la cooperativa de productores de plátano, campesinos y desmovilizados. El asesinato fue el resultado de un ataque a su oficina en Apartadó (Vidas Silenciadas, s.f. b), la responsabilidad fue atribuida a las Milicias Bolivarianas de las FARC EP (El Tiempo, 1993c). 191
El asesinato de John García, reconocido dirigente social y comunitario en el barrio Obrero La Chinita, sería el número cien ocurrido contra militantes del movimiento Esperanza, Paz y Libertad en Urabá. Y se le sumarían otros más como el de Luis Contreras, Francisco Javier Gil Ibargüen y Gilberto Muñoz. Luego, entre otros más, ocurriría en 1995 el de Édgar Mauricio Plazas, destacado profesional que ocupaba el cargo de la Secretaría de la Alcaldía de Apartadó. Ante los asesinatos sistemáticos sufridos por dirigentes de Esperanza, Paz y Libertad y con ellos directivos sindicales y sociales, militantes o personas que en algún momento tuvieron alguna relación con ese movimiento político, tuvieron que desplazarse de manera forzada, algunos salieron de la región y otros dejaron de ir a sus casas y lugares que frecuentaban, tomar medidas de seguridad y de noche, o veces en el día, tuvieron que refugiarse en un hotel contiguo a la Estación de Policía de Apartadó en busca de protección. Sin embargo, como epílogo de las múltiples cadenas de retaliaciones, el 28 de febrero de 1997 la guerrilla de las FARC explotó una volqueta cargada de explosivos contra las instalaciones de la Policía y del Hotel Pescador, donde con frecuencia se alojaban o concentraban varios dirigentes de Esperanza, Paz y Libertad (Suárez, 2007, p. 72), del cual existe la versión de varios muertos y heridos de la población del lugar, algunos cercanos a Esperanza (El Tiempo, 1997). Con la explosión de la volqueta bomba supimos que al menos murió desintegrado un señor de apellido Correa, le decían “el cachaco”, que trabajaba en obras de construcción (…) Dejó varios hijos menores. Era amigo de Sintrainagro, de forma que hizo trabajos de arreglo del techo de su sede y amigo de sindicalistas que eran de Esperanza, pero no militante como tal. Del hotel El Pescador quedó buena parte en escombros, al removerlos salió herido Libardo Petro, un trabajador que sí era de Esperanza, que no murió porque estaba alojado hacia la parte de atrás. Otras personas de los negocios cercanos quedaron heridas y posiblemente otras muertas, los destrozos fueron grandes en varios locales comerciales. (Entrevista con exintegrante de Esperanza, Paz y Libertad, Apartadó, 2019, 4 de diciembre) El saldo registrado por medios de prensa hizo referencia a once víctimas fatales y 53 heridos. El atentado fue relevante por la simbología que representaba puesto que el Hotel El Pescador se había convertido en el lugar de descanso de los líderes de Esperanza, paz y libertad, quienes consideraban que por quedar en inmediaciones ―escasos seis metros― de la estación de Policía estarían más seguros. Si tal atentado se hubiese concretado con la efectividad de lo planeado, se habría dado la aniquilación total de la dirigencia política de Esperanza, Paz y libertad. El atentado no se consumó tal como lo planeado debido a una falla temporal en el estallido de la bomba. Entre los asesinatos más dolorosos para el PCC y la UP estuvieron el del importante cuadro político comunista de la dirección regional de ese partido y destacado líder sindical Oliverio Molina, secretario de la junta directiva nacional de Sintrainagro. Esa acción fue interpretada como retaliación por la muerte del presidente de Sintrainagro, Alirio Guevara.
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Dentro de los sindicalistas asesinados por paramilitares se destacan: Antonio Espitia, Antonio Flores, Alberto López, Oliverio Molina, Manuel Pitalua, Libardo Espitia, Francisco Giraldo, Arsenio Córdoba32, Eusebio Molina, Manuel Giraldo, Ramón Osorio, Marcelino Mosquera, Ernesto Enrique Romero Hernández, Rudolf Reinaldo Martin Paffen Durier, Severo Mosquera Angulo, Osvaldo Vergara Gómez, María Dolores Romero Perea, Gustavo Vargas Usuga, Rosmira del Socorro Guisao Castro, Iber Modesto Rojas Moreno, Elías García Díaz, Dairo Pérez Negrete, Ángel Humberto Zabala Bejarano, Rogelio Mosquera Palacios, Arcesio Gallego Lozano, Misael Antonio Moreno Córdoba, Luis Antonio Espitia González, Élmer Antonio Urquijo Beltrán, Jairo Alberto López Manco, Luis Álvaro David Oliveros, Elkin de Jesús Escobar López y Gustavo Alberto Gutiérrez López (Verdad Abierta, 2016), Carmelo Durango Moreno, Marcelino Medellín Narváez (Vidas Silenciadas, s.f.). Tabla 11. Número anual de homicidios contra afiliados a Sintrainagro, subdirectivas de Urabá, entre el 1 de enero de 1991 y el 16 de julio de 2003
Año 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Número de homicidios de trabajadores 4 51 154 15 179 157 35 2 2 7 2 9
2003 0 Fuente: banco de datos sobre violación del derecho a la vida, a la libertad y a la integridad física de los trabajadores sindicalizados de Colombia, Medellín, Escuela Nacional Sindical (2003).
Para 1993 esta guerra fratricida degradada condujo a amenazas y asesinatos de directivos sindicales y de Comités Obrero Patronales de las dos vertientes. Una guerra que sobre todas las cosas se convirtió en una fábrica de muertos y huérfanos. Esta situación estuvo acompañada de la disputa por el control de las directivas; diferencia que de manera progresiva se fue decantando a favor de Esperanza, Paz y Libertad, desplazando a la UP de los cargos directivos que aún disponían, en un proceso que se completó en el año 96. Si bien es cierto que la vertiente cercana a la UP siempre fue minoritaria en Sintrainagro, la disputa los condujo a desaparecer de la organización sindical. En este resultado también influyó que los propietarios de las empresas bananeras y sus administradores favorecieron a Los
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El 22 de junio de 1996 el concejal Arsenio Córdoba Blandón, miembro de la Unión Patriótica y también presidente del concejo municipal, fue asesinado en la avenida principal de Apartadó.
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Esperanzados, por sus posiciones proclives a la concertación, cercanas a la institucionalidad y a la fuerza pública. Esas muertes y los graves daños ocasionados por la ola de repudiable violencia recíproca, asumida por los dos sectores en pugna, marcaron un punto de inflexión entre 1992 y 1993, y en 1994 daría paso a un esfuerzo de distensión alrededor de un Acuerdo de Paz suscrito entre todos los partidos políticos presentes en Urabá, entre ellos el PCC, la UP, Esperanza, Paz y Libertad, el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Movimiento C4 (cristiano). Para tal efecto, sirvió de buenos oficios la Iglesia católica a través de la Diócesis de Apartadó e, irónicamente, el gobierno nacional, que no habiendo brindado protección a los civiles decidió cumplir el rol de “acompañante observador”. En un plano más general de la región, esta fase de cruenta confrontación llevó a que paramilitares con complicidades institucionales, oficiales y de sectores empresariales, desplegaran de nuevo su actividad a título de enfrentar a las guerrillas, interviniendo en el escenario de fuego cruzado y de ataques a sectores de la población. De tal forma que se generalizaron los ataques contra campesinos, comunidades indígenas, trabajadores, sindicalistas, líderes y militantes políticos, liderazgos comunitarios, comerciantes, finqueros y administradores de fincas, a la vez que se ocasionó el desplazamiento forzado de cientos de personas de la región, al punto de dejar sectores deshabitados por completo (Verdad Abierta, 2012b). Comandos Populares se suman a la contrainsurgencia, su relación con organismos de inteligencia estatal y de la fuerza pública, parte de ellos pasa al paramilitarismo Unas personas afirman que a mediados de 1993 fueron integrados otros desmovilizados del EPL al DAS Rural de la zona, con facultad para capturar (Entrevista, 2019, 7 de octubre). Otras afirman que no existió una versión de DAS rural y que los desmovilizados en servicio de escoltas mantuvieron tal función en beneficio de dirigentes de Esperanza y desmovilizados del EPL en alto riesgo (Entrevista con exintegrante de Esperanza, Paz y Libertad, 2019, 5 de diciembre). En relación con la primera versión se afirma que escoltas del EPL adscritos al DAS, con presencia en áreas rurales, realizaban patrullajes y tenían también la facultad para recabar información para el “aparato de inteligencia” del Estado, en una amplia zona del eje bananero, afectada como zona reconocida de conflicto bélico y misiones contrainsurgentes. Lo cual constituiría un alineamiento material de parte de exintegrantes del EPL con su actuación contrainsurgente (Suárez, 2007, p. 139). La vinculación al DAS, según otros análisis, expuso al personal de escoltas desmovilizados del EPL a riego directo del conflicto, puesto que su capacidad de fuego era muy baja frente al de las guerrillas. Algunas versiones afirman que, como resultado, fueron atacados y varios murieron (Barbosa, 2015). “(…) integrantes del DAS rural asesinados eran antiguos integrantes del EPL, quienes ingresaron a ese organismo como parte de un acuerdo entre el Gobierno Nacional y Esperanza Paz y Libertad” (El Colombiano, 1995b). La agresión grave y extendida de la disidencia del EPL, de las FARC EP y sus MB y otras circunstancias, empujaron a los CP a acercarse primero a los organismos de inteligencia y 194
seguridad del Estado y a la fuerza pública y, más tarde, parte de sus integrantes se vinculó al paramilitarismo. La respuesta de la fuerza pública implicó una mayor presencia militar en las fincas bananeras y en las vías comunales, la escolta de buses que transportaban obreros bananeros y el suministro de radios de comunicación en las fincas bananeras para garantizar contacto permanente. Un apoyo temporal e insuficiente, dada la cantidad de muertos que sufrió esa fuerza política entre su personal sindicalizado entre 1991 y 1995. El alineamiento material del movimiento Esperanza, Paz y Libertad con el Ejército Nacional (provocado por la violencia de las FARC y la disidencia del EPL contra sus bases sociales y políticas) se reflejó en el montaje de bases militares en las fincas bananeras, las comunales y los corredores estratégicos de la guerrilla, para garantizar la protección de los obreros bananeros y los militantes políticos en sus zonas de influencia. (Suárez, 2007, p. 142) Sobre la relación entre los Comandos Populares y la fuerza pública existen distintas versiones. Lo cierto es que entre 1992 y 1995 los Comandos Populares no fueron combatidos por la fuerza pública. Según alias El Tigre, a ellos “no los perseguía nadie”. Por su parte, alias El Burro aseveró que en Urabá “todos sabían que estábamos en las fincas”. Sin embargo, hay versiones que van más allá; afirman que en 1993 se conocía que integrantes de los CP tenían relación con la Brigada XVII del Ejército (Verdad Abierta, 2011c), de forma que los utilizaban para labores de inteligencia y les estarían dando apoyo miliar. Se hace referencia incluso de que recibieron algunas armas de largo alcance (Entrevista, 2019, 20 de noviembre), lo cual revelaba su integración a la actuación contrainsurgente que se implementaba en la zona. Rafael García, El Viejo, quien según muchos era el jefe militar de Los Comandos, expuso otra visión del asunto. Según él, los Comandos Populares no tenían acuerdos con la Fuerza Pública, “lo que ocurría era que el Ejército no patrullaba la zona y la Policía no actuaba mucho. Cuando hacían presencia en algunas fincas, la gente le avisaba a los Comandos. No había acuerdos”, precisó (Verdad Abierta, 2011c). Lo que sí hubo, según este exparamilitar, fue patrullajes del Ejército que, como no conocía algunas zonas, recurrió a los reinsertados del EPL para que los guiaran. “Por ello la gente se refería a esas acciones como operaciones conjuntas entre Esperanzados y el Ejército”, indicó (Verdad Abierta, 2011c). Por otra parte, el nivel de protección brindado por la Policía, el Ejército y el DAS a Los Esperanzados llevó a que más allá de la legitimidad y validez legal de tal actuación, de manera arbitraria e irregular estos organismos estimularan acciones que trascendían la esfera la prevención y protección a la población excombatiente protegida en el marco del acuerdo de paz, para involucrarlos más allá de ella, en tres sentidos equivocados: 1. Delegándoles o relacionándolos con la protección que les cabía a los organismos oficiales de cuidado policial de las fincas y empresas ante factores delincuenciales. “Según la comisión verificadora, (…) tienen vínculos con administradores de fincas 195
para defender a estas de la delincuencia y se les conocen nexos directos e indirecto con miembros del DAS en actos delictivos” (Ramírez, 1997). 2. Vinculando a desmovilizados que prestaban servicio de escoltas, según denuncias que recogió la Comisión Verificadora, a acciones delictivas, que comprometerían a personal de organismos de seguridad oficial, caso del DAS. 3. Involucrándolos en acciones ya no de vigilancia y protección en el ámbito policial civil, sino de carácter militar, como las de inteligencia en el contexto del conflicto armado y sus actores, en patrullajes y operativos contrainsurgentes. Los Comandos Populares y los empresarios bananeros El jefe paramilitar Raúl Hasbún en entrevista para la Revista Semana reconoció la financiación de los empresarios bananeros a los Comandos Populares, a la vez que hizo explícita la colaboración previa y posterior que hicieron los mismos bananeros a los grupos paramilitares: La primera vez que financiamos grupos al margen de la ley, voluntariamente, fue con la incursión del jefe paramilitar Henry Pérez en la zona. La segunda fue con los Comandos Populares y la tercera, cuando se conformaron las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá. (Semana, 2012a) Hasbún reconoció que siendo líder del gremio bananero empresarios de este sector agropecuario apoyaron a los CP, y describió su transformación en paramilitares: Muchos eran ex miembros del EPL, eran aliados. Nosotros les dábamos plata y los armamos para pelear contra la guerrilla y los sindicatos porque nos tenían secos. Los Comandos Populares contaban con el apoyo de Fidel Castaño y después, cuando empiezan las Autodefensas de Córdoba y Urabá (ACCU), absorbimos los comandos. Entramos a una reunión con ellos siendo comandos y salimos de la reunión como autodefensas. Incluso, miembros de los CP trabajaron como administradores de fincas bananeras, por lo que en 1993 Chiquita Brands retiró sus guardas de seguridad de algunas de sus fincas, porque “Verde”, como se denominaba contablemente a los Comandos, estaban dispuestos a garantizar la seguridad. En cuanto a la presencia de Comandos en las fincas, Guisao Arias precisó: “Trabajábamos en las fincas legalmente toda la semana. Yo salía una o dos veces cada quince días a hacer algunos trabajos”. Sobre los incentivos económicos, aseguró que les pagaban los administradores de las fincas: “No sé si ellos sabían en qué estábamos, pero nos íbamos dos, tres, cuatro días a los Comandos, y en la finca nos llegaba el pago normal, como si hubiésemos trabajado toda la semana” (Verdad Abierta, 2011c). En 1994, tras el Consenso por la Paz de Urabá, suscrito entre todos los partidos políticos de la región, se redujo el número de víctimas. A partir de allí, los Comandos Populares desaparecieron como estructura organizativa armada, pero parte de sus integrantes transitó 196
hacia el paramilitarismo, de forma tal que terminaron involucrados en la fuerte incursión de los paramilitares de los Castaño, con el nombre de ACCU. Andrés Suarez considera que los paramilitares atizaron la confrontación entre la disidencia del EPL y las FARC EP, de un lado, y los Comandos Populares de otra. Los Castaño aprovecharon el enfrentamiento que se producía por el año 93 para propiciar contactos y lazos de apoyo entre los paramilitares y los CP. Sectores de poder interesados explotaron las nuevas contradicciones entre vertientes que provenían de la izquierda, y bajo la lógica de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, buscaron acercamiento con integrantes de Esperanza y de los CP, de organizaciones sociales y sectores de población atacados por las FARC EP y la disidencia del EPL para ofrecerles apoyo y acercarlos a sus apuestas e intereses en juego (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Existe una versión de la progresiva coordinación de varios de los jefes de los Comandos con los Castaño, hasta fraguarse una reunión colectiva, en la cual habrían acordado actuación coordinada y recibido armas de los paramilitares (Entrevista, 2019, 21 de noviembre). Un sector de los CP entró en contacto directo con los Castaño, lo que pudo significar el intercambio de información, la coordinación operativa y posible apoyo financiero y logístico. Dentro de las personas que establecieron ese contacto inicial estarían Betín y Maicol, más tarde lo harían también Tigre, Cepillo, Pecoso y un tiempo después El Viejo, según lo reconoce el propio Rafael García. Para 1993 los Comandos Populares redujeron su espectro de acción, dado que para entonces se fueron alienando en otros grupos, diluyendo la estructura de comandos populares.
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Mapa 15. Presencia territorial según grupos armados, 1993
Fuente: reelaboración del mapa de Suárez, Masacres y guerras en Urabá (1991–2001).
Esperanza, Paz y Libertad tiende a disolverse, integrantes de los Comandos Populares se incorporan al paramilitarismo de los Castaño Para finales de 1994 Esperanza, Paz y Libertad se fue debilitando progresivamente tras la violenta persecución sufrida, se alió o adhirió a otros proyectos políticos y en tales condiciones hacia el fin de esta década se disolvió. Un grupo de los Comandos se incorporó a los paramilitares. En este cambio de bando fue importante El Viejo, porque si bien la estructura de los comandos era relativamente federada, su ascendencia política y militar era relevante al interior. El paramilitar Carlos Mauricio García Fernández, alias Doble Cero, evidenció la importancia de personas procedentes de los CP en las filas paramilitares. Se afirma que Fidel Castaño Gil decidió financiarlos, brindándoles dotación propia y que habría una reunión del mismo Castaño con tres personas provenientes de los CP, entre ellos los alias Guatuzi y El Brioso. El curso del reentrenamiento lo habrían hecho en una de las escuelas paramilitares del grupo de los Castaño. Rafael Emilio García, El Viejo, da cuenta de su vinculación: “(…) para la época que ingresa a las AUC sus jefes eran Cepillo y Maicol Carlos Enrique Vásquez” (Verdad Abierta, 2011d).
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Rafael García hizo referencia a una reunión que tuvo con Carlos Castaño en la finca Las Tangas, en Valencia, Córdoba. Allí, el jefe de las ACCU le dijo que los Comandos Populares estaban operando muy bien, que “el eje bananero lo tienen muy controlado de guerrilla, pero falta la parte más dura, que es la política” (Verdad Abierta, 2011c). En su momento señaló Castaño: Esa fuerza digamos, fue agregada a nosotros. Era una fuerza contrainsurgente que estaba aislada en Urabá, entonces comenzamos a apoyarla con material de intendencia, campaña, asesoría. (El Colombiano, 1996c) Algunos de los exintegrantes de los CP pasaron a apoyar con inteligencia y en operativos al grupo de Castaño, tanto en Córdoba como en Urabá. El hecho es referido en la declaración ante la Fiscalía 68, por Rafael García: RAFAEL EMILIO GARCÍA alias “El Viejo” o “Don Rafa” quien manifiesta haber pertenecido al movimiento político Esperanza Paz y Libertad como tesorero y que (…) ingresa a las autodefensas, desempeñándose en la parte política y social hasta su desmovilización el 25 de noviembre de 2004. A este respecto, el comandante paramilitar HH, planteó que: Varios de estos miembros, llamados “esperanzados”, serían posteriormente informantes o miembros activos de los llamados Comandos Populares, una forma de paramilitarismo que sería aprovechada como fuente de información y en operaciones conjuntas primero, y posteriormente como activos miembros, por los grupos de paramilitares que entraron desde 1994 en la región de Urabá desde Córdoba. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) También han revelado las investigaciones judiciales que había coordinación entre agentes del Estado e integrantes de los comandos, a la vez que estos tenían relación y le suministraban información a Doble Cero sobre sus propios integrantes que eran proclives a la contrainsurgencia y que podrían simpatizar con el paramilitarismo. Ello facilitó seleccionar a quienes se integrarían a las ACCU. En esta absorción jugaron un papel determinante Tigre, Cepillo, Pecoso, Maicol y El Viejo. Esas mismas investigaciones judiciales concluyeron que los comandos habrían logrado apoyos de hacendados para la logística. Por ejemplo, se revela que integrantes de los Comandos Populares se movilizaban en motos y camionetas a las que se les suministraba gasolina a cargo de empresas bananeras, mientras las motocicletas fueron adquiridas con rifas y algunos carros puestos a su servicio proveídos por el grupo paramilitar de Fidel Castaño (DFJT Medellín, 2016, 2 de diciembre). Según la Fiscalía los integrantes de los CP que luego pasaron a la estructura paramilitar son los siguientes, (después se desmovilizarían con la estructura paramilitar de las AUC): Cardenio Caicedo Mena, alias El Burro33 33
Es importante diferenciar entre El Burro y Burro con sueño, quien se ubicaba en Los Guaros junto con sus sobrinos Lucho y Tano.
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Manuel Ángel Cartagena Rojas, alias Omar Germán de Jesús Tuberquia Salas, alias El Diablito Rafael Emilio García, alias El Viejo Euclides Bejarano, alias Pimpino Alberto Medrano, alias Walter Román de Jesús Taborda Meneses, alias Escudero (muerto) Carlos Enrique Vásquez, alias Cepillo (fallecido) Felipe Martínez Mondragón, alias Felipe Carlos Arturo Durango Rodríguez, alias Niña Triste Suley Antonio Guerra Castro, alias El Purre, (no hizo parte de la desmovilización) Diego Misael Zamora, alias La Marrana José Alberto García Hernández, alias Yolanda Jesús Albeiro Guisao Arias, alias El Tigre, desmovilizado con El Bloque Norte Duarbays Enrique Urango Gómez, alias Sancocho, desmovilizado con el Bloque Bananero – había sido de las fuerzas especiales del EPL– (Entrevista, 2019, 5 de diciembre) Dalson López Simanca, alias Mono Pecoso Real Vale Sepúlveda Corrales, alias Alfonsito (fallecido) Orlando Enrique Gómez Aguilar, alias Morroco (fallecido) –ubicado en Coldesa– (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre) Luis Antonio Córdoba, alias Lucho (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre; Verdad abierta, 2014). El hecho de que muchos de los integrantes de los comandos provinieran de las Milicias Populares o del EPL, al integrarse al paramilitarismo por su experiencia se perfilaron como jefes paramilitares de las AUC, casos de Elkin Casarrubia Posada, El Cura, y de Rafael García, El Viejo (El Tiempo, 2016). El recorrido de Rafael García, El Viejo, es ilustrativo de quienes mutaron entre Milicias Populares o el EPL, luego en los comandos y finalmente en los paramilitares. En una entrevista argumenta que después de la desmovilización buscó apoyo policial y militar oficial para protegerse y proteger la población de desmovilizados frente a los ataques de la disidencia y de las FARC EP. La obtuvo de manera parcial pues junto con otras personas desmovilizadas hizo parte del grupo que trabajó en labores de vigilancia e información a las autoridades para obtener protección. A su grupo se le conoció como los Azulejos (Entrevista, 2019, 7 de octubre). Luego ejerció liderazgo en la conformación de los Comandos Populares. Más tarde se integró a los paramilitares de los Castaño, donde tuvo condición de mando, aunque supuestamente con función de político. También aparecen referidos en procesos judiciales como integrantes importantes y con niveles de mando Gabino Hernández Pacheco, El Mono Pecoso, Élmer Anaya y Carlos Vásquez (TS Antioquia, Sala Penal, 2012, 17 de abril). En cuanto a Mono Pecoso, Cepillo y El Viejo, existen versiones que afirman que cada uno desde 1993, cuando hacían parte de los Comandos Populares, tuvieron relación con Carlos Castaño, y en 1994, al disolverse los comandos fueron fundamentales para que parte 200
significativa de quienes eran parte de sus filas se integraran al paramilitarismo, hecho que coincide con la conformación de las ACCU en la región. La participación de Rafael García, El Viejo, y de un número importante de exintegrantes de los Comandos, el ser procedentes de Los Esperanzados, les permitió a los paramilitares del grupo de los Castaño y a la fuerza pública conocer a profundidad la vida laboral en las fincas bananeras e ir tejiendo una red de relaciones, que les reportaría importantes ventajas en su confrontación planteada frente a las FARC EP. Rafael Emilio García, El Viejo Rafael Emilio García, El Viejo, obrero bananero, fue dirigente sindical y presidente de Sintagro, con reconocido liderazgo obrero, cuadro regional del PCC ML y encargado de las Milicias Populares Ernesto Rojas en Urabá (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre), un poderoso grupo armado que llegó a tener entre mil y dos mil integrantes. Pasó a ser uno de los dirigentes de Esperanza, Paz y Libertad cuando la guerrilla del EPL se desmovilizó. Sin embargo, varios de los dirigentes de Esperanza sostienen que no hizo parte de ese movimiento, aunque su propia versión y la de integrantes de Esperanza afirman que sí. Cuando se inician los ataques contra los militantes de Esperanza, asume como responsable de seguridad, para lo cual realiza gestiones de solicitud de protección y entrega de informes de la situación a la Policía, al Ejército y demás autoridades civiles de la zona. Luego se convierte en uno, si no el más importante mando, de los Comandos Populares. Una vez fueron disueltos los comandos se vinculó a las AUC como jefe político de su estructura en Urabá (FGN, 2013). Por tal circunstancia se volvió a desmovilizar con el Bloque Bananero de las AUC (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Con posterioridad fue capturado, investigado, juzgado y condenado a instancias de la Fiscalía de Justicia y Paz, por cargos de paramilitarismo y responsabilidad en graves violaciones. El Viejo vivía en la finca La Teca, a donde incluso fue a visitarlo Luis Alfredo Ramos y a donde llevaron a los ocupantes de la California para ser amenazados y despojados (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Existen versiones no confirmadas de que El Viejo, junto a Cepillo, habrían reclutado a desmovilizados del Bloque Bananero después de las desmovilizaciones de las AUC, vinculándolos a los llamados grupos armados residuales, herederos del paramilitarismo, que operaban en zona rural de Turbo, Apartadó, Carepa y Chigorodó (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Camacho Alias Camacho también llamado El Gari o Cumbamba, se ubicaba en Nueva Colonia en las fincas Toyosa, La Escupa y La Mariana, en las cuales enterraba cuerpos. Fue de la milicia guerrillera del EPL, luego de los comandos y después paramilitar. Recibía sueldo por nómina de la finca bananera María Ete (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre).
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Realizaba reuniones de juntas de acción comunal en todas las veredas de la Comunal San Jorge, en las cuales obligaba a las Juntas de Acción Comunal a comprar radios de comunicación. Nunca fue clandestino, era reconocido por los habitantes como paramilitar. Era subalterno de El Viejo (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Además de vivir en Nueva Colonia tenía una casa en el barrio Obrero La Chinita, “donde mataba gente”. En dicho barrio también operaban El Diablo, Botica, los hermanos Los Pollos y Yolanda. Cuando iba a una finca o a una casa las personas sabían que estaba buscando a alguien para matarlo, pues él participaba en los asesinatos. Es responsable del despojo de las fincas California y La Teca. Se encontraba bajo el mando del empresario bananero y comandante paramilitar Emilio Hasbún, quien ocupó dichas tierras (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Carlos Mario Vásquez, Cepillo Carlos Mario Vásquez, alias Cepillo, fue integrante de la guerrilla del EPL, se desmovilizó en 1991 y luego se vinculó a los Comandos Populares. En 1995 se vinculó a los paramilitares en Turbo, bajo el mando de HH. Algunas versiones indican que fue uno de los integrantes de los comandos que de manera temprana estableció relación con los paramilitares de los Castaño. Llegó a ser el segundo al mando del Bloque Bananero de las AUC, bajo el mando de Raúl Hasbún. Al momento de la desmovilización se presentó como comandante del Frente Árlex Hurtado. Murió en 2006 en Urabá, al parecer en un accidente de tránsito. También estuvo involucrado en el narcotráfico. Se le señala de asesinar a Fidel Cristino Hernández, propietario de la parcela ubicada frente al canal por el cual él y Hasbún sacaban la droga ilegal (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). La finca en la que se encontraba Cepillo era Nueva Unión adonde llegaba Hasbún en aeroplano, junto a la finca Teka, la cual hacía parte de una ruta paramilitar. Se construyó una carretera entre Nueva Colonia y la finca Teka para dichos fines, pagada por los plataneros, quienes a la fuerza debían aportar 50 pesos por caja de plátano, descontados directamente por Banacol. En la planilla este aporte forzoso aparecía bajo el concepto de “Comunal Las Palmas” (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Se ubicaba en la base paramilitar en Monteverde y de allí se movía a Nueva Antioquia. De hecho, siendo comando, participó en una operación conjunta para desplazar a las FARC EP de ese territorio (Entrevista, 2019, 13 de diciembre). Según información de personas de la zona, Cepillo estuvo en el grupo de paramilitares que se trasladó desde Urabá a los Llanos Orientales para realizar la masacre de Mapiripán. “Cepillo estuvo con Yolanda por los Llanos Orientales” (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Empresarios bananeros solicitaron apoyo en seguridad a los paramilitares a cambio de recursos económicos
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En 1993 Fidel Castaño, una vez ubicado en Las Changas, empezó a intervenir en Urabá enviando esporádicas comisiones a través de los comandos. El paramilitar Jesús Albeiro Guisao Arias, el Tigre, en su versión ante la Fiscalía da idea de la fecha en la cual se vinculó con los paramilitares de Castaño: (…) Jesús Albeiro Guisao Arias alias “El Tigre” manifiesta que perteneció a las autodefensas desde el año 1993 al 1996, en los bloques de Urabá y Bloque Norte, en el primero ocupó el cargo de comandante urbano hasta el 3 de abril de 1996. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Después de la muerte de Fidel Castaño a mano de la disidencia del EPL, Carlos Castaño llegó a la conclusión de que la forma de intervenir en el eje bananero era aún demasiado limitada para sus objetivos. Para ello tuvo en cuenta que la presencia de su organización paramilitar era solicitada por los empresarios bananeros, en especial los ubicados en el área rural del municipio de Turbo, quienes les ofrecieron aportes económicos como contraprestación. En declaración para la Revista Semana Raúl Hasbún, comandante de los paramilitares del eje bananero y empresario bananero, reconoció que el gremio bananero, junto con ganaderos y empresarios importantes de la región, concluyó que la solución eran los paramilitares para resolver lo que consideraba eran sus problemas: el control alcanzado por las guerrillas en la zona. Yo era del gremio bananero, tenía fincas, empresas bananeras. Los bananeros, ganaderos y comerciantes de la zona estábamos cansados de la presencia de la guerrilla. La única solución que encontramos fueron las autodefensas. (…) En el año 94 o 95, no recuerdo exactamente, llevábamos como dos años trabajando. (Semana, 2012a) En los mismos términos lo corroboró otro jefe paramilitar del eje bananero ante la justicia, Ever Veloza García, HH, desde el momento en que se produjo el ingreso orgánico de los paras a Urabá, tenían la solicitud de hacerlo de los empresarios bananeros “Cuando nosotros iniciamos, cuando llegamos a Urabá, fue por pedido de los bananeros hacia Carlos y Vicente”. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) Según Vicente Castaño el primer paso fue responder a la solicitud de varios empresarios de la región y enviar un grupo armado bajo el mando militar de Carlos Cardona, alias Maicol, para incursionar en Turbo (Castaño, s.f.). En Mi Confesión, Carlos Castaño, comandante de los paramilitares del grupo inicial de los Castaño, luego de las ACCU y posteriormente de las AUC, a nivel nacional, también ratificó el requerimiento de presencia y el ofrecimiento de ayuda que les hicieron los empresarios bananeros a los paramilitares: “(…) antes un grupo de empresarios habían solicitado ayuda desesperadamente” (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre), se refiera al momento anterior a la llegada de los paramilitares a Necoclí. Así las cosas, el epicentro de la expansión de las ACCU fue en ese momento el eje bananero, región crucial en la estrategia del conflicto bélico ante la fuerte presencia que llegaron a tener 203
las guerrillas, por las ventajas que les brindaba para el narcotráfico la posibilidad de sacar drogas ilícitas por el Golfo de Urabá y de captar rentas de forma ilegal proveniente de la industria del banano y de otras actividades agrícolas, ganadera y de comercio. Tales gremios habían ofrecido de manera voluntaria hacer aportes, con tal de que lograran acabar con la guerrilla. Nueva ola de masacres 1992-1993 comprometen a paramilitares y guerrillas Entre mediados de 1992 y 1993 se produjo un ciclo de masacres en el eje bananero atribuibles a la disidencia del EPL y a las FARC EP, de un lado, y a los Comandos Populares, de otro. Estas masacres estuvieron entremezcladas con homicidios selectivos a líderes de las dos vertientes sindicales. La derrota de sueños y palabras conjugadas en mañana. Tiempos oscuros que antecedieron a otros aún más oscuros. De las 21 masares que se produjeron entre 1992 y 1993, once fueron perpetradas por las guerrillas (siete de las FARC, tres de la disidencia del EPL y una del ELN), una por los Comandos Populares, tres por grupos paramilitares, una por el Ejército y cinco por grupos armados no diferenciados (guerrilla, grupos paramilitares o Ejército) (Suárez, 2007, p. 51). La mayoría de las víctimas de las guerrillas de las FARC y la disidencia del EPL en el eje bananero fueron obreros militantes políticos o simpatizantes de Esperanza, Paz y Libertad, mientras que las de los Comandos Populares y los grupos paramilitares fueron obreros y campesinos militantes del PCC y la UP o simpatizantes suyos. En contraste, la mayoría de las víctimas de las guerrillas y los grupos paramilitares en el norte “fueron campesinos sin militancia política” (Suárez, 2007, p. 52). Masacre en la finca La Mora El 3 de marzo de 1993 en la finca La Mora situada en la carretera central que va del municipio de Apartadó al corregimiento de Currulao, en el municipio de Turbo, se encontraban a las seis de la mañana cuarenta trabajadores. Hasta la empacadora donde se distribuían las labores del día llegaron siete hombres y una mujer armados, encapuchados. Unos vestían de civil y otros con uniformes camuflados y verdes de la Policía. Sacaron a unas diez personas, a las que llamaron por su nombre, les dispararon y huyeron. Murieron Arturo Murillo, William Pájaro, Ana Acosta Ruiz, José Ercilio Quinto, Orlando Ortega y un joven reconocido sólo como Johny. Dagoberto Herrera Márquez, desmovilizado del EPL, y Jairo Bedoya resultaron heridos. Tanto los obreros muertos como los heridos eran representantes de los trabajadores y del partido Esperanza, Paz y Libertad en las fincas (El Tiempo, 1993e). Esta masacre fue atribuida a un comando conformado por el Frente 5 y las Milicias Bolivarianas de las FARC, y por el grupo de Francisco Caraballo, que venían asesinando a personas de Esperanza, Paz y Libertad (El Tiempo, 1993e). Esta masacre ocurrió a pocas horas de otro asesinato colectivo ocurrido en la finca El Retorno.
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Masacre de La Popala Cuatro miembros del movimiento Esperanza, Paz y Libertad (EPL) fueron asesinados en Urabá por el grupo de los Caraballistas, en la finca La Popala, a ocho días de haberse producido la retención violenta y posterior asesinato del líder sindical y político, Jesús Alirio Guevara. Fueron asesinados por varios hombres armados, quienes portaban una lista, incursionaron en el predio e “hicieron salir a todos los trabajadores bananeros y les pidieron que se identificaran”, y compararon sus nombres con los de la lista, luego los balearon (CIJP, 1993). Resulta increíble que el secretario de gobierno de la Alcaldía de Apartadó, Álvaro Antonio Rodríguez, sostuviera que los militantes y directivos de Esperanza, Paz y Libertad no habían solicitado colaboración. A la vez, dijo que la Policía había asignado diez escoltas del servicio de vigilancia especial a los directivos de ese partido político (El Tiempo, 1993). Masacre de Chigorodó Kennedy El 23 de agosto de 1992 cerca de diez paramilitares ingresaron al barrio Kennedy, en Chigorodó, y asesinaron a seis personas en medio de una fiesta en la calle. Los paras apagaron la música y revisaron los documentos de identificación de los asistentes, quienes no tenían identificación o que aparecían en una lista que llevaba el grupo victimario fueron asesinadas (Rutas del conflicto, s.f. s). Al inicio fueron presentados como civiles muertos “durante un confuso enfrentamiento” (Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, 1993) entre militares del Comando Operativo No. 1 y presuntos guerrilleros, en el sitio La Guapa, zona rural de la población. Según la versión oficial, los militares tenían un retén y fueron atacados a bala “al parecer por subversivos, para evadir el control de los uniformados” (Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, 1993). Afirma esta versión que García Puerta “había sido obligado por los presuntos subversivos a movilizarse en el automotor. Al verse sorprendidos por las fuerzas militares le pidieron que hiciera caso omiso al retén militar” (Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, 1993). Luego, otra versión presenta a los tres primeros como guerrilleros del Frente Bernardo Franco del EPL, muertos en combate con tropas militares. Días después el Partido Comunista y la Unión Patriótica denunciaron ante la Procuraduría General de la Nación que los militares asesinaron a las cuatro víctimas. Agrega la denuncia que la esposa del comerciante se dirigió a las instalaciones del Batallón Voltígeros con la finalidad de reclamar las pertenencias, y allí vio que un soldado tenía puesta la camiseta del occiso (CIJP, 1993). Masacre en Currulao El 15 de noviembre de 1993 en Turbo, cuatro obreros bananeros de las fincas La Suerte y La Zumbadora fueron asesinados en Currulao, pese a que la zona estaba militarizada (CIJP, 1993). Masacre en Carepa Los disidentes del EPL realizaron otra masacre en el municipio de Carepa Las guerrillas llamaban cobardes a quienes habían abandonado la causa a la que se habían unido, en este caso el de la guerrilla del EPL. Por eso, era común el asesinato 205
de desmovilizados, como sucedió el 22 de octubre de 1993 en el municipio de Carepa. Según el Observatorio de Memoria y Conflicto, un grupo de personas que se había separado de la doctrina del EPL, asesinaron cuatro civiles y un desmovilizado del mismo grupo armado. (Carrillo, s.f.) Masacre en Finca San Rafael A las seis y cuarenta y cinco de la mañana del 22 de noviembre de 1993 un grupo de hombres armados montó un retén en la vía hacia el corregimiento Nueva Colonia, jurisdicción de Turbo, detuvo la marcha de uno de los vehículos que transportaba trabajadores de la finca San Rafael y bajó a cuatro de los operarios y se los llevaron. En predios de la misma finca, los cuerpos fueron encontrados atados, amordazados y baleados (CIJP, 1993). Las víctimas fueron Víctor Meléndez, Mariano Flórez, Atanael Portillo y Daniel Fuentes. Todos obreros bananeros y pertenecían al partido político Esperanza, Paz y Libertad (Resistencia Civil Democrática, 1993). El crimen se atribuye a integrantes del Frente 5 de las FARC (El Tiempo 1993b). Masacre en las fincas Canaima y Alcatraces Ese mismo día (22 de noviembre de 1993), a la misma hora, unos 18 integrantes del Frente 5 de las FARC, sobre la vía hacia Churidó, Apartadó, hicieron bajar a cinco pasajeros de un vehículo que transportaba trabajadores de la comunal San Jorge, en la carretera los amarraron y obligaron a tenderse en el piso. Más tarde en la finca La Canaima, corregimiento de Churidó, fueron encontrados los cuerpos de sin vida de Eduardo Gómez Hernández, Walter Mosquera, José Luis Jiménez, Rubén Darío Salazar, Dámaso Díaz, simpatizantes del partido Esperanza, Paz y Libertad y trabajadores de las fincas Alcatraces y Canaima (Resistencia Civil Democrática, 1993). Masacre de finca Santa Bárbara El mismo 22 de noviembre de 1993 cuatro obreros bananeros fueron asesinados en la finca Santa Bárbara, en el corregimiento de Currulao municipio de Turbo, en horas de la mañana, por varios hombres que portaban armas de corto y largo alcance e irrumpieron en el predio disparando (CIJP, 1993). Masacre de la finca Villa Lolita El 27 de noviembre de 1993 en la vía que va de Turbo a Apartadó, aproximadamente 40 integrantes del Frente 5 de las FARC vestidos de civil y armados retuvieron un bus, intimidaron al conductor y a sus pasajeros y los hicieron bajar. “Después de obligarlos a mostrar sus cédulas y comprobar sus identidades con la lista que llevaban, los hombres armados obligaron a hacer fila a ocho trabajadores, y empezaron a dispararles a uno por uno (…)” (El Tiempo 1993e). Fueron fusilados frente a sus demás compañeros los trabajadores Jorge Luis Berrío Suárez, Froilán Quejada Bejarano, Berminio Martínez Ríos, Franklin Ibargen, Cristino Valderrama Mosquera y Jaider Mercado Torres, obreros de la finca Villa Lolita número uno. También 206
fueron asesinados el coordinador de la finca Villa Lolita número dos, Jairo Quejada Pedraza, y Ángel Julio Ávila, trabajador del mismo predio. Todos tenían entre 25 y 30 años. Todas las víctimas eran militantes de Esperanza, Paz y Libertad (El Tiempo, 1993e). Masacre en la finca Las Filipinas El 6 de diciembre de 1993 en Carepa, Antioquia, los obreros bananeros y militantes del partido Esperanza, Paz y Libertad, John Jairo López, Adolfo Martínez, Manuel Vergara y Édison Urreto fueron asesinados en la vía a Apartadó, a la altura de la finca Filipinas, por un grupo de encapuchados que interceptó un camión en el que se transportaban, los bajaron y acribillaron (Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, 1993). Todas las víctimas estaban afiliadas al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria del Agro, Sintrainagro (ENS, 2007). El cuádruple crimen fue cometido horas antes de la instalación de la Comisión de Seguimiento del acuerdo político firmado en días anteriores con el objetivo de poner fin al conflicto en la región de Urabá durante ese año (Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, 1993). Participantes del acto de instalación de la Comisión de Seguimiento reiteraron total rechazo a la violencia en la región y repudiaron los asesinatos ocurridos en la finca Filipinas. Además, se dejó expresa constancia de que ningún grupo generador de la violencia actúa a nombre de cualquier movimiento político legalizado. Masacre en Riogrande La retaliación de las masacres de las FARC EP fue una masacre perpetrada por los Comandos Populares el 9 de diciembre de 1993 en la finca Los Katíos, ubicada en la inspección municipal Nueva Colonia, con doce víctimas, obreros bananeros militantes del PCC y la UP, “quienes además de ser amarrados con cable, fueron colgados del cuello sobre las garruchas que transportan el banano” (Suárez, 2007, p. 72). Cerca de diez integrantes de los CP llegaron con sus rostros cubiertos al corregimiento Riogrande, municipio de Turbo, y asesinaron a doce personas, encontradas colgadas de árboles. La masacre incluyó entre las víctimas a trabajadores de la finca Las Vegas. Todos trabajadores bananeros integrantes del Sintrainagro y simpatizantes del PCC (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). En agosto de 2006 la Fiscalía acusó a Rafael Emilio García, El Viejo, exjefe de los CP, postulado a la Ley de Justicia y Paz, de ordenar la masacre. Por estos hechos, en septiembre de 2007 la Fiscalía también responsabilizó a los exparamilitares Olmer Anaya y Dalson López Simanca, Mono Pecoso, pero en junio de 2011 un juzgado especializado de Antioquia los absolvió de estos cargos y sólo los condenó a una pena de seis años de prisión a cada uno por haber sido parte del grupo paramilitar, decisión que un año después confirmó el Tribunal Superior de Antioquia (Rutas del Conflicto, s.f. r). En estos hechos también participó Tyson (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre).
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Masacre en la finca La Ceja El 10 de diciembre de 1993 en horas de la mañana poco después de iniciada la jornada laboral, 18 hombres del Frente 5 de las FARC que portaban armas de largo y corto alcance se presentaron en la finca La Ceja en Nueva Colonia (Turbo), con lista en mano. Asesinaron al administrador y a cuatro trabajadores, Pedro Araldo, José Gil Barrios, Santiago Casas Rubio, Armando Lemus y Mariano Hurtado, simpatizantes del partido Esperanza, Paz y Libertad. La organización política atribuyó la masacre a las Milicias Bolivarianas de las FARC (CIJP, 1993). La masacre en el barrio Obrero La Chinita La Chinita es el nombre como en términos populares se conocía al barrio obrero, ubicado cerca de la alcaldía del municipio de Apartadó. Este barrio nació el 8 de febrero de 1992 como un proceso de ocupación ilegal promovido por el PCC ML y su guerrilla del EPL. Está habitado principalmente por trabajadores bananeros (Verdad Abierta, 2016d). En 2019 este barrio recibe el nombre de Obrero y lo habitan más de 35 mil personas en 7.517 viviendas. “El 80 por ciento de personas que viven aquí son trabajadores bananeros, el resto son vendedores ambulantes, pequeños campesinos que vivían alrededor y no tenían cómo acceder a una vivienda” (Verdad Abierta, 2016d). Según información publicada por El Espectador “En 1993 comenzaron los rumores de que iba a haber una masacre, pero creían que era solo eso: rumores. Lo que sí se presentaban eran muertes selectivas” (El Espectador, 2019b). En diciembre de 1993, según relato de Mario Agudelo, exdirigente de Esperanza, Paz y Libertad, dado a conocer por Verdad Abierta, “hubo un intento de ingreso de las FARC a La Chinita, pero falló porque ‘una gente los vio, avisaron y la gente se fue a dormir a la Diócesis de Apartadó’. Este movimiento alertó a las autoridades de las débiles garantías de seguridad que tenían en ese entonces” (Verdad Abierta, 2016d). El 17 de diciembre de 1993 se realizó (González, Bolívar y Vázquez, 2003) una masacre contra integrantes del PCC, en una acción en la cual fueron asesinadas 17 personas, atribuida a los Comandos Populares. Según esa versión, al parecer la retaliación de las FARC EP por esta masacre, fue la masacre en el Barrio Obrero La Chinita, en Apartadó. Aunque esta guerrilla no planteó ni reconoció que pudiera existir esa relación (Barbosa, 2014). Así, 1994 empezó con una de las masacres más dolorosas y la de mayor número de muertes en un sólo evento que se causó en Urabá: El 23 de enero de 1994 (…) ocurre la infame masacre de 35 personas en el barrio Obrero de Apartadó (también conocida como la masacre de “La Chinita”), por parte de las FARC. (…) veinte hombres encapuchados, de las FARC, dispararon a cientos de personas que se encontraban en una verbena popular, tras una reunión política precedida por el entonces senador Aníbal Palacio de la AD-M19. El resultado fue el asesinato de treinta y cinco personas. (Barbosa, 2014)
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Un grupo de reconocidas ONG de derechos humanos del orden nacional envió una comisión a investigar los hechos a pocos días de sucedida la masacre. La investigación produjo un informe en el cual concluyen que la autoría había sido del Frente 5 de las FARC EP. Luego la Fiscalía también atribuyó la masacre a esta guerrilla. Por supuesta participación en los hechos, fueron detenidos el alcalde de Apartadó, varios integrantes de la UP y personas de liderazgo comunitario en el entorno de este movimiento político. En rechazo a estas detenciones, en febrero de 1994, se realizó un paro cívico promovido por la UP y del PCC (El Colombiano, 1994). El 22 de enero, durante el día, en el barrio Obrero “hubo un evento proselitista para impulsar la candidatura de dos Esperanzados al Congreso de la República”34. Así se les conocía popularmente en la región a los integrantes del movimiento político Esperanza, Paz y Libertad, que había surgido de la desmovilización del Ejército Popular de Liberación, EPL. En las horas de la noche una vecina del barrio organizó una fiesta con el fin de recolectar fondos para el estudio de sus hijos (Verdad Abierta, 2016d; Semana, 2019b). En la fiesta participaban “más de 200 personas desempleadas y sin tierra que habían invadido el barrio La Chinita desde 1991” (El Tiempo, 2005). El 23 de enero de 1994 aún en el desarrollo de la fiesta, según se explica en Verdad Abierta, alrededor de la una y media de la mañana se inició un tiroteo en el que, al parecer, participaron siete guerrilleros (Verdad Abierta, 2016d). Por su parte, El Tiempo indica que “20 miembros del Frente 5 de las FARC llegaron hasta el lugar y dispararon sus fusiles indiscriminadamente contra los asistentes” (El Tiempo, 2005). Sobre el tiroteo la Revista Semana relata: “No se escucharon tiros secos y de eco breve, característico de armas cortas, sonaron ráfagas, disparos tras disparos, todos veloces” (Semana, 2019b). El tiroteo produjo la masacre de 35 personas (Verdad Abierta, 2016d; Semana, 2019b), entre ellas una mujer y dos menores de edad (El Espectador, 2014b) y dejó heridas a 17 personas (El Tiempo, 2005). Joverman Sánchez Arroyave, Rubén o Manteco, actual comandante del Frente 58, y quien para el momento de la masacre lideraba el Frente 5 que perpetró el atroz crimen, no vaciló en admitir que ellos fueron los responsables de la incursión armada aquella noche del 23 de enero, pero su versión dista mucho de la que ha posicionado a través de los años (Verdad Abierta, 2016d). Otros aseguran que fueron las Milicias Bolivarianas quienes ejecutaron esta masacre y consideran que el elevado número de víctimas se relacionó con la pérdida de control de los milicianos sobre la situación. Más allá de si fueron integrantes de la estructura guerrillera o de las Milicias Bolivarianas quienes ejecutaron la masacre, esto hace parte de la seguidilla de hechos cometidos por esta guerrilla contra los Esperanzados, a quienes consideraban sus 34
Según Mario Agudelo, citado en: Verdadabierta.com (2016). Masacre de La Chinita: el difícil camino de la reconstrucción de la verdad. Disponible en https://verdadabierta.com/masacre-de-la-chinita-el-dificil-camino-de-la-reconstruccion-de-la-verdad/ Consultado 05/05/2020.
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enemigos. En 2016 las FARC pidieron perdón, aunque no reconocieron que sus comandantes militares estuvieron vinculados al hecho. La masacre de La Chinita en 1994 golpeó las posibilidades del Acuerdo de Consenso por la Paz en Urabá, que había empezado a construir un clima de aproximación entre Esperanza, Paz y Libertad y la UP, se había promovido la disolución de los Comandos Populares y el cese de los ataques de las FARC EP y de la disidencia del EPL. Tras este grave hecho de violencia dirigido por parte de las FARC EP a golpear a Esperanza, Paz y Libertad se reanudaron dinámicas de retaliación en la región, a la vez que desde la Fiscalía y el Batallón Voltígeros se fraguó un operativo de persecución judicial arbitraria contra dirigentes de la UP, sindicándolos de esta masacre realizada por esta guerrilla. El panorama electoral de las fuerzas en disputa A pesar de la persecución sufrida Esperanza, Paz y Libertad desde el inicio de los noventa tuvo concejales en Apartadó: tres en 1992 y nueve en 1994, también en otros municipios de la región, de forma repetida, excepto en el norte de Urabá donde por amenazas y ataques de los paramilitares tuvo que abandonar concejos y renunciar a candidaturas posteriores. En Apartadó tuvo alcaldías de Esperanza o mediante coaliciones con otros sectores. Las más caracterizadas de dirigentes de Esperanza fueron las de Teodoro Díaz y Mario Agudelo. En la alcaldía de Carepa tuvo coalición con un sector del Partido Liberal. Esperanza pasó en el eje bananero de 5 a 9 concejales y se convirtió en la principal fuerza electoral en Apartadó. De igual forma, a pesar de que la UP sufría fuerte impacto de la violencia, en términos electorales tuvo gobiernos locales en Carepa y Apartadó, en este caso en alianza con otros movimientos políticos, y retuvo los de Mutatá y Murindó. Esa ubicación geográfica evidencia que mantuvo su influencia en el sur de Urabá. De los liderazgos en las administraciones municipales de la UP, Ramón Castillo, elegido alcalde en Apartadó en 1988, al ser amenazado se exilió y al retornar fue asesinado en Manizales. Diana Cardona fue elegida en 1990 y asesinada en Medellín. Y Nelson Campo, alcalde desde 1992, fue implicado en 1994 por la Fiscalía por supuesta relación con las FARC en relación con la masacre de La Chinita, por lo cual estuvo encarcelado y procesado judicialmente, luego fue liberado por no encontrarse fundamento de tales sindicaciones. La CIDH, en su Segundo Informe sobre la situación de los derechos humanos en Colombia publicado en 1993, hizo referencia al “asesinato masivo y sistemático del grupo de la UP” (CIDH, 1993), por medio de una violencia sistemática que resultó de la coordinación de miembros del Ejército y grupos paramilitares, a través del llamado Plan golpe de gracia, (Verdad Abierta, 2016). Directivos de la UP denunciaron ante el gobierno nacional el nuevo plan de exterminio, Plan golpe de gracia (Kavilando, 2013). La persecución homicida fue de tal magnitud que los directivos departamentales de la UP les plantearon a los directivos sindicales de esa fuerza política en Urabá la necesidad de desplazarse, toda vez que la situación parecía que tendía a agravarse. La violencia “Adquirió niveles sin precedentes entre
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1994 y 1996. En lo que se refiere a la zona bananera estrictamente, la presión se inició desde el norte de la región, en San Pedro y Necoclí” (TS Medellín, 2015, 25 de junio). Con la nueva fase de violencia a partir de 1994 los integrantes de la UP fueron los más afectados al acrecentarse la actuación paramilitar, en condiciones de intensa militarización del eje bananero. Para 1997 la UP decidió no participar en actividad electoral por carencia de garantías de protección, lo cual incidió en el cambio del mapa político electoral de la zona. Entonces en Apartadó y Carepa llegó Esperanza, Paz y Libertad a la alcaldía y se convirtieron en la fuerza más votada en Turbo; el Partido Liberal regresó a Mutatá y Chigorodó. Para 2000 candidatos de Esperanza en coalición o a nombre de otros movimientos llegan a otras alcaldías y el Partido Liberal recuperó alcaldías en municipios como Apartadó y Chigorodó. El Consenso por la Paz en Urabá, Gloria Cuartas alcaldesa de Apartadó A partir del Acuerdo de Paz entre los partidos políticos con presencia en Urabá se generó la dinámica conocida como Consenso de Apartadó o Consenso de Unidad por la Paz para que, con base en el acuerdo establecido, se promoviera la superación de la violencia, la promoción de la convivencia política y la búsqueda del consenso, la tolerancia y la garantía para la participación política y el ejercicio de cargos públicos. Esto, en aras de salir de la tragedia humanitaria vivida que afectaba a los partidos y a la administración pública. El hecho político marcado por el Consenso de Apartadó no se reprodujo en los demás municipios del eje bananero porque Apartadó era el centro del poder político de Urabá y se esperaba que produjera en efecto de estabilización en el resto de Urabá. Tampoco se aplicó para la competencia electoral por la composición política del concejo municipal de Apartadó, pues se concebía que el centro del poder político estuviera en el ejecutivo más que en el legislativo. (Suárez, 2007, p. 150) El propósito era enfrentar de manera civilista la situación tan dramática de persecución y asesinatos masivos en la región de la que eran responsables los actores en confrontación. Los diferentes partidos políticos con presencia en Apartadó, incluidos los de mayor representación en la zona, la UP y el PCC, Esperanza, Paz y Libertad y el Partido Liberal, bajo tales presupuestos a mediados de 1994 decidieron respaldar una misma candidatura de consenso que permitió la elección de Gloria Cuartas. Sin embargo, durante su mandato no sólo no se logró recuperar la paz en la región, sino que se profundizó la estrategia paramilitar de penetración en Urabá, con la masiva y grave agresión homicida contra sectores de la población, a pesar de la alta presencia de la fuerza pública. Gloria Cuartas denunció los crímenes cometidos por todos los actores, exigió apoyo de autoridades nacionales sin resultados significativos, propuso junto con otros alcaldes de la región que las partes en conflicto suscribieran un acuerdo regional humanitario, y tales posiciones civilistas le ocasionaron señalamientos y amenazas que comprometieron a las autoridades seccionales y a mandos de la fuerza pública (Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 1997).
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A finales de 1995 la alcaldesa de Apartadó Gloria Cuartas viajó a Europa en compañía del entonces gobernador de Antioquia Álvaro Uribe y del Alto Comisionado para la Paz Daniel García-Peña, con el fin de invitar a gobiernos, organismos internacionales y ONG a conformar una Misión Observadora encargada del seguimiento del cumplimiento de las normas del derecho humanitario por las partes involucradas en el conflicto armado en Urabá. Esta visita logró estimular la cooperación internacional hacia proyectos sociales en Urabá; sin embargo, ningún gobierno u organización vio posible realizar la observación o veeduría solicitada, al considerar que las partes no tenían voluntad para acabar la guerra, ni se había convenido un acuerdo especial de carácter humanitario. El acompañamiento internacional frente a la crisis humanitaria de Urabá entre 1995 y 1997, se restringió a dos visitas de la ONG internacional Pax Christi (Suárez, 2007). Las relaciones entre Gloria Cuartas y Álvaro Uribe se tensionaron ante las diferencias de perspectivas sobre la situación. Gloria Cuartas era partidaria de la solución política, los acuerdos humanitarios y visibilizaba sin reservas la crisis humanitaria y denunciaba las responsabilidades estatales y del paramilitarismo en esa violencia. Por su parte, Álvaro Uribe se pronunciaba por soluciones militares, incluso solicitaba la presencia de Cascos Azules de la ONU y promovía las Convivir, cuestionadas desde su surgimiento por los nexos y apoyos que les brindaban a las estructuras paramilitares. En general, la gestión de Gloria Cuartas en la Alcaldía de Apartadó es recordada por hacer visible a nivel nacional e internacional las graves consecuencias para la población del conflicto armado, la violencia política y las graves crisis humanitarias propiciadas en Urabá. Sus frecuentes denuncias de ataques a la población civil despertaron apoyo de las instituciones y organizaciones de derechos humanos y de paz, pero así mismo, la hicieron objeto de rechazos y amenazas de muerte desde otros actores que se venían afectados por su actuación. Además, el saldo fue trágico para su mismo equipo de trabajo, 17 de sus funcionarios en la alcaldía fueron asesinados. Por sus denuncias, a la alcaldesa Gloria Cuartas la Fiscalía le abrió un expediente, bajo señalamientos de supuestos delitos de rebelión y de colaboración con las FARC, que resultaron infundados, pero que le significó persecución y la tensión de afrontar indagatorias, confrontarse con supuestas pruebas y con declaraciones difamatorias referidas a su actuación. El asedio en contra de la alcaldía de Gloria Cuartas también incluyó a sus funcionarios. El primero fue el referido al secretario general, Édgar Mauricio Plazas, integrante de Esperanza Paz y Libertad y hermano del vocero político del EPL en Bogotá, quien fue asesinado en octubre de 1995 en las puertas de la sede de la alcaldía. Al año siguiente fueron 15 los funcionarios de la administración municipal que cayeron baleados en las calles de Apartadó.
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7. CONSOLIDACIÓN DEL PARAMILITARISMO EN URABÁ Y REGIONES CONTIGUAS, VINCULACIÓN ESTRUCTURAL DE LOS EMPRESARIOS BANANEROS Y CHIQUITA BRANDS, 1994-2002 Muerte de Fidel Castaño, comandancia de Carlos Castaño, surgimiento de las ACCU Fidel Castaño murió el 6 de enero de 1994, algunos afirman que pudo ser a finales de diciembre anterior. Según las versiones el hecho ocurrió en un lugar cercano a la finca Las Tangas en un combate repentino entre su grupo y un destacamento de la guerrilla, que se le afirma sería de la disidencia del EPL o de las FARC EP (Ronderos, 2014). La hipótesis más probable fue que murió a manos de los disidentes Caraballistas, quienes tenían presencia en el norte de Urabá. La hipótesis también se sustenta en acciones que con posterioridad realizarían los paramilitares en el corregimiento El Limón, donde buscaron a integrantes de la disidencia para darles muerte por considerarlos responsables de la de Fidel. Su muerte fue ocultada por varios meses, por decisión de su hermano Carlos, hasta que él mismo pasó a controlar la estructura paramilitar y hacer pública su nueva condición de comandante. La “toma” de Urabá por parte de los paramilitares tuvo connotaciones heterogéneas de acuerdo con las características económicas, sociales y la presencia territorial del Estado. En atención a esas variables se produjeron diferentes formas de configuración paramilitar, como se evidencia en la siguiente tabla: Tabla 12. Configuración diferenciada del paramilitarismo en Urabá
Características sociales Subregión
Características económicas
Organización social Norte del Urabá Eje bananero Sur de Urabá antioqueño y Urabá chocoano
Latifundio, narcotráfico Industria bananera Campesina de subsistencia
Presencia territorial del Estado
Identificación Provisión de servicios públicos, Papel de la del recaudo de impuestos y fuerza paramilitarismo administración de justicia pública con la población
Baja
Medio-Alto
Bajo
Omisión
Alta
Medio
Medio
Acción
Alta
Bajo
Bajo
Acción
Fuente: Barbosa (2015).
En 1994 Carlos Castaño proclamó el surgimiento de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) y su condición de comandante de ellas (Rutas del Conflicto, s.f. q). Bajo el nombre de las ACCU los hermanos Castaño (Carlos y Vicente) y sus aliados, retomaron su estrategia paramilitar proyectándose ahora hacia Urabá, a partir de sus 213
Tipo de configuración
Dominio sin resistencia Dominio sin resistencia Invasión con resistencia
presencias consolidadas en los límites entre Urabá y el departamento de Córdoba. Desde San Pedro de Urabá se dirigieron hacia el eje bananero, entre 1994 y 1995 (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Un grupo de las ACCU en San Pedro de Urabá tuvo la misión de atacar a quienes se suponía podían conformar las estructuras urbanas y rurales de la guerrilla en este municipio. Para tal fin, además de las acciones armadas contra pobladores sospechosos, la estrategia del grupo consistió en reclutar antiguos guerrilleros, a través de la presión violenta o el convencimiento, contactándolos de forma directa o a través de sus familiares. En 1994 las ACCU heredaron varios grupos cooptados o configurados desde la anterior jefatura de Fidel Castaño. Uno principal era la estructura bajo el mando de alias 90, conformada por unos cuarenta integrantes, y otros grupos en varias zonas, con la siguiente conformación: -. El grupo de Salvador: Salvador había llegado a la zona con un grupo de 12 hombres provenientes del Magdalena Medio y empezó a operar y prestar seguridad a los ganaderos de los corregimientos de Santa Catalina, El Tomate, Guadual, Molenillo, Trementino, Santa Rosa, Burros, Caracolí, Arenas Monas, Pozón y Betania (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Fidel Castaño Gil absorbió el grupo de Salvador, incluyendo a los hermanos Garcés Lacharme, José Betancur, Alberto León Villa, Oscar Serna Pereira, Arturo Trujillo, Libardo Díaz y Jorge Portillo. Los convocó a una reunión en la cual participó Carlos Mauricio García Fernández, Comandante Rodrigo (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). -. El grupo de Pascual Rovira Peña, alias Elías 44: Rovira Peña fue un colaborador del Ejército, hizo presencia en la ribera del río Mulatos, en territorios de jurisdicción de Arboletes, Necoclí y San Juan de Urabá, en Antioquia, y en Canalete y Córdobas, en Córdoba. Ese grupo estuvo compuesto por cerca de diez integrantes, entre los cuales Yunda y Cuñao Boyaco. El grupo fue cooptado por los paramilitares de los Castaño. Pascual Rovira Peña Solera, Elías 4-4, fue contactado por Carlos Mauricio García Fernández Doble Cero y llevado hasta La 35 a reunión con Vicente Castaño (TS Medellín, 2018, 17 de mayo). El grupo de 4-4 apoyó la toma de Unguía en febrero de 1996, con unos diez integrantes, liderados por Alberto Ramírez Mercado, Pantera (TS Medellín, 2018, 17 de mayo). Los Castaño también se impusieron al viejo grupo paramilitar conocido como “el de Veterina”, que tenía su base en el Alto de Carepa. Hubo otros grupos menores que les entregaron o pusieron a disposición las armas a los Castaño, una vez se imponían por la fuerza en la región, como el que operó en la finca La 21, “que realizaban acciones de defensa y de ataque” (TS Medellín, 2018, 17 de mayo). Para esa época los jefes paramilitares eran: 1. Miguel Alían, Omar Hoyos, los hermanos Carlos, Arturo, Aicardo y Manuel Ardila (los cuales también se identifican con el apellido Correa) en Necoclí y Turbo. 214
2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.
Osvaldo Reyes y Abel Méndez en La Tachuela, El Tres y Monte Verde (Turbo). El Mono Veloza (Turbo y Urrao). Álvaro y Oliverio Álvarez en El Dos, Turbo. Jhon Serna (quien tenía residencia en el barrio Moravia de Medellín). Alfredo y Enrique Yépez Ramírez y Valentín N35. Ubicado en Currulao. Albeiro Cartagena en Chigorodó. Arnulfo David, alias Veterina, Efrén Zapata y Jesús Duval en Piedras Blanca, en Carepa y Saiza. Teodoro Díaz, jefe de los Comandos Populares anexados a las ACCU quien fuera alcalde de Apartadó. Alias Marcos, Libardo López, alias El Burro, y Jair Muñoz, alias Cascale, en Mutatá. Jairo y Reynaldo Vanegas, Nicolas Elías Henao, alias Colacho. Wilmar David, alias, Escaleras, Octavio Cartagena, Orlando González, Wildiman Echeverry, Guillermo Carvajal y Gilberto Sierra, en Dabeiba. Los alias Sarley, Giovany, Ricardo, Camilo, La Guagua, Gonzalo, desmovilizados del EPL. Juan Quinco y hermanos, y Pacho Honda en Río Sucio (Chocó). Alias el Ovejo y alias el Chombo en Bellavista (Chocó). Guillermo y Conrado Builes. Ganaderos y narcotraficantes de Acandí, residenciados en el Poblado, Medellín. Horacio Cifuentes de Unguía (Chocó). Lalo Domicó, papá e hijo de Enrique Domicó y Albeiro Domicó, indígenas paramilitares de Mutatá (Nodo, s.f.).
Violencia y confrontación en el norte de Urabá, incursión paramilitar hacia el eje bananero. Repliegue de las FARC EP Las FARC buscan asentarse en el norte de Urabá: en este período en esta zona se reactivó la violencia. La disidencia del EPL tenía control territorial entre Necoclí, Turbo y San Pedro de Urabá, por lo que chocó con las posiciones controladas por los Comandos Populares y con la incursión de los paramilitares de Castaño. Las FARC EP se aliaron con esta disidencia y buscaron su expansión en esta zona, donde el EPL había tenido amplio control previo al acuerdo de paz. En 1994 las FARC EP intentaron tomarse San Pedro de Urabá, sin éxito. Para ese momento la disidencia del EPL estaba conformada por tres estructuras rurales con un centenar de integrantes. En el eje bananero tuvo algunas comisiones que montaron retenes en la vía de Apartadó-Turbo-Necoclí-Arboletes. Si bien para 1995 sus operaciones se centraron en el norte de Urabá, en los meses de junio y julio, ante la presión de los paramilitares, el grueso de su tropa se trasladó por vía fluvial hacia el bajo Atrato, Chocó, y a Bajirá, en Mutatá (Barbosa, 2014).
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Valentín era el comandante del grupo en Currulao (Entrevista LC, 2020, febrero), había sido obrero bananero de la finca bananera El Oasis en Nueva Colonia, pertenecía a Sintagro. Después de la desmovilización del EPL fue militante de Esperanza, Paz y Libertad. Se integró a los Comandos Populares y luego a las AUC (Entrevista FV, 2020, febrero).
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Los paramilitares actuaban en el norte de Urabá. En abril de 1994 se organizaron bajo el apelativo de Autodefensas Campesinas, luego actuaron como parte de las ACCU. Incursionaron en Necoclí, Alto de Mulatos y San Pedro de Urabá. Una de sus primeras acciones como ACCU fue el asalto a un caserío, incendio de una vivienda, asesinato de dos miembros de una misma familia y toma como rehén de un comerciante en San José de Mulatos, Turbo. Tras decir que se trataba de un “juicio popular”, los paramilitares señalaron a las víctimas de ser colaboradoras de la guerrilla (Barbosa, 2014). Entre cien y ciento cincuenta paramilitares reunieron al pueblo y gritaron arengas contra la guerrilla. Si bien no tenían uniforme, portaban granadas, metralletas y fusiles. Aunque San José de Mulatos queda en Turbo, su radio de influencia es de San Pedro de Urabá, siendo paso obligado en el tránsito de Córdoba hacia Antioquia y, en particular hacia Turbo, en ruta al Golfo de Urabá. La proyección estratégica hacia el eje bananero empezó con panfletos distribuidos en la Serranía de Abibe y en el eje bananero, en los que amenazaban a los ganaderos, comerciantes, abarroteros y transportadores de la región, y en particular a los de Tierralta, Montería y San Pedro de Urabá, de atacarlos por sus supuestos tratos con la guerrilla (Romero, 2003). En el corregimiento de Pueblo Nuevo, Necoclí, se había ubicado en 1991 el Campamento de Paz del EPL de Urabá, antes de su desmovilización. Luego, entre 1992 y 1994, los Comandos Populares tuvieron presencia en la zona con algún tipo de control y sirvieron como base para la incursión paramilitar, que luego de usarlos los absorbieron con la creación de las ACCU (Rutas del Conflicto, s.f. t). Por ello el ingreso de los paramilitares fue por esta zona. Para 1994 la disidencia del EPL perdió poder frente a los paramilitares; entonces las FARC EP se involucraron en la confrontación por el poder territorial contra el avance paramilitar. Por su parte, las ACCU continuaron su acción de imposición mediante la violencia extrema contra los pobladores, en ruta hacia el eje bananero (Barbosa, 2014). El 14 de septiembre de 1994 Carlos Castaño proclamó la “toma de Urabá” en un acto público en Valencia. En diciembre de 1994 las FARC EP ante la incapacidad de la disidencia del EPL de contener a los paramilitares en el norte de Urabá, expidió un comunicado declarando objetivo militar “a todo el que huela a paramilitar” con amenaza directa a hacendados, transportadores, desmovilizados del EPL y obreros, campesinos y pobladores relacionados con Esperanza. En términos de confrontación bélica también significaba un reto de ataque contra la fuerza pública y los entes estatales. Los paramilitares respondieron declarando “objetivo militar” a la población civil señalada de brindar colaboración a la subversión. Hubo una intensa disputa por control territorial entre la guerrilla y las ACCU en una zona ubicada entre Necoclí, Arboletes y San Pedro de Urabá. Aumentaron los saqueos a fincas, incendios, homicidios, masacres, tomas de rehenes y desapariciones forzadas, en medio del drama de no tratarse de combates entre las partes sino ante todo de ataques a civiles inermes (Barbosa, 2014). Los hechos indican que los paramilitares tuvieron mayor degradación y masividad en sus ataques, por lo que finalmente se impusieron mediante el terror y el sometimiento de los campesinos que no se desplazaron del territorio. 216
Masacres de 1994 en el norte de Urabá El desangre sin ningún escrúpulo asedió el norte de Urabá. Un ventarrón turbio plantó el horror frente a los ojos aterrorizados de las víctimas. Masacre del Mellito En Necoclí los paramilitares realizaron una masacre en El Mellito, el 10 de junio de 1994, que causó la muerte de siete campesinos señalados de presuntos colaboradores de la disidencia del EPL (Barbosa, 2014). Masacre de Rialto El 22 de octubre de 1994 seis campesinos sin identificar fueron desaparecidos en la vereda El Rialto por paramilitares del grupo Los Tangueros, que comanda el reconocido narcotraficante y terrateniente Fidel Castaño. Los agresores también asesinaron en el lugar a otros dos labriegos (CIJP, 1994). Masacre de San Pedro de Urabá, La Rula El 29 de noviembre de 1994 paramilitares de las ACCU entraron a la finca Las Gardenias, vereda La Rula, San Pedro de Urabá, retuvieron a cuatro personas y las asesinaron fuera del predio. Antes de marcharse, robaron 500 animales y les ordenaron a las demás personas que se encontraban en el lugar no salir de la finca hasta después de cinco días. Según versión que se conoció de un ente de la justicia, la masacre podría relacionarse con el tráfico ilegal de droga. Años más tarde, en 2011, en la vereda El Rayo, punto central entre la vereda Alto San Juan y la Rula, en San Pedro de Urabá, se conmemoraría el Día de la Memoria y Solidaridad con las víctimas, a través de un homenaje a las 12 víctimas que dejó la masacre perpetrada dieciocho años atrás en una antigua escuela de este corregimiento. Según la Unidad de Víctimas, esta masacre fue atribuida a las FARC EP (UARIV, 2019). En Necoclí, en abril de 1995 ocurrieron 130 asesinatos, 122 personas desaparecidas y 1.037 familias —unas 8.500 personas— desplazadas de sus parcelas durante el primer trimestre de 1995, de acuerdo con el informe de la Personería Municipal a la Procuraduría del departamento y a la Defensoría del Pueblo (Ramírez, 1997, p. 134; Romero, 2003). “El número de desplazados corresponde al 51 % de la población rural de cinco corregimientos (de un total de 670 familias quedaron solamente 104 en el área rural)” (Barbosa, 2014). La ofensiva de los paramilitares contra los pobladores en el norte de Urabá fue de tal magnitud que hubo veredas en Necoclí que quedaron sin habitantes (Verdad Abierta, 2013e). El despojo fue generalizado. Las reclamaciones por el despojo de que fueron víctimas en la región, que se impulsó en el segundo decenio de este siglo, fueron lenta: “Hemos dialogado con los magistrados de Antioquia y lo que ellos han manifestado es que el proceso depende mucho de la Unidad de Restitución de Tierras y que ellos, básicamente, no estaban presentando demandas” (Verdad Abierta, 2013e). 217
El caso más diciente fue el de Las Changas, donde de 100 familias quedaron sólo dos, que luego también tuvieron que abandonar la zona (El Colombiano, 1995e). Todo quedaba en la impunidad, el radio de la Fiscalía no cubría las áreas rurales y los familiares de los muertos no denunciaban por temor a represalias por parte de los actores armados. Por eso no hubo retenidos ni órdenes de captura, ni procesados, ni condenados, sólo completa y plena impunidad. La inoperancia del Estado fue la constante de la violencia en la región. Los paramilitares se enfrentaron con la disidencia del EPL y con las FARC EP en la zona conocida como Tulapas, que abarca varias veredas de los municipios de Turbo y Necoclí. Fue una zona utilizada por las ACCU como punta de lanza geoestratégica para incursionar en el eje bananero y hacia el Darién chocoano. Esta arremetida paramilitar tuvo a su favor inteligencia conseguida con apoyo de la Brigada XVII del Ejército y de la Policía de San Pedro de Urabá y con el desarrollo operaciones de la fuerza pública destinadas a cortar el abastecimiento a los grupos armados insurgentes (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Las FARC se repliegan: la ofensiva de las FARC EP en el norte de Urabá fracasó por cuanto no conocían el territorio y eran ajenos a sus pobladores. Operar en un territorio plano y costanero no era el fuerte de esa guerrilla, como sí lo había sido del EPL. Adicional, para ese momento se rompió su alianza con la disidencia del EPL. Y también porque su estrategia se centró en lo militar e implicó muchos ataques contra la población civil, terreno en el cual se imponía la violencia generalizada y el terror paramilitar. Finalmente, las FARC EP empezaran a replegarse en particular hacia la Serranía de Abibe, mientras que el contingente más grueso lo hizo hacia el sur de Urabá y luego hacia las regiones del Atrato medio y bajo chocoanos ubicándose en Mutatá, Dabeiba y Riosucio (Vicepresidencia de la República de Colombia, 2002). Con ellos se trasladó también el hostigamiento de los paramilitares que fueron creciendo y fortaleciéndose en zonas de Urabá con el despliegue de su violencia extrema contra pobladores, en medio de zonas militarizadas por las FFMM, que realizaban acciones de combate frente a la guerrilla. De esta forma en la ruta del conflicto se incrementaron de manera masiva y grave las víctimas fatales y el desplazamiento forzado de quienes eran considerados por los paramilitares bases sociales de la insurgencia (Verdad Abierta, 2012b). Proyección hacia el eje bananero por las ACCU, violencia, despojos y desplazamientos Al final de 1994 había bases paramilitares en Necoclí en las fincas El Campanario, ubicadas en la zona de Zapata; el Gigantón, zona de Zapatota y la Mariela, zona de Zapata. En Turbo las fincas La Gloria, ubicada en el sector de Santa Catalina; en San Juan en la finca La Fortuna; y en Arboletes en la finca Las Tinajas. Desde esos lugares y en hechos que eran de público conocimiento, preparaban y realizaban operaciones contra la población civil que habitaba en el eje bananero (Reiniciar, 2006). En 1995 las ACCU de Carlos Castaño tratando de tomarse el mapa entero de Urabá de una vez, decidieron avanzar. Tenían garantizado que Esperanza, Paz y Libertad no movilizaría a 218
la sociedad en acciones de resistencia, que los Comandos Populares no se les enfrentarían y que la acción de genocidio contra la UP se había profundizado en la región. Esas condiciones se fueron fraguando en 1993 y 1994. Todo parece indicar que desde el momento en el cual empresarios bananeros de Urabá solicitaron la presencia del grupo paramilitar de los Castaño (año 1994), un grupo de ellos empezó a darles aportes económicos para que operaran en la zona, en especial los empresarios que tenían fincas en Turbo. Sin embargo, el sistema de aporte era dado por productores de banano y no por las comercializadoras, como sí sucedería en años siguientes, y se hacía de manera desordenada, sin que todos aportaran y sin que el aporte tuviera alguna racionalidad económica. Los paramilitares acudieron a una aguda violencia de nuevo contra la población con la estrategia paramilitar publicitada perversa como de supuesta confrontación militar a la guerrilla, con el propósito de buscar ponerla en desventaja a través de la estrategia de minar su moral a partir de destruir su base social (Barbosa, 2014). La expansión paramilitar se inició en Necoclí y Turbo, norte Urabá, buscó a la vez controlar una ruta para las operaciones del narcotráfico, una zona costera hacia el Golfo de Urabá y un anillo en torno de las haciendas bananeras. En el eje bananero las primeras acciones estuvieron concentradas en Turbo, por los lados el corregimiento de Nueva Antioquia (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre) y Nueva Colonia. Desde sus bases en Necoclí los paramilitares avanzaron hacia el puerto de Nueva Colonia, sobre el canal por el cual se realizaba el embarque de la fruta; en esa zona organizaron una casa como bodega para ocultar armas. Realizaban patrullajes por distintas fincas de la zona, incluida la finca La Teca. Los paramilitares intimidaban a los pobladores de tal manera que, o se sometían a sus reglas o se desplazaban por la fuerza. Así, se configuraría uno de los mayores procesos de despojo de tierras en el país. “(…) ante el temor de ser declarados objetivo militar 300 familias aproximadamente se desplazaron primero hacia Pueblo Bello y después hacia otras zonas de Urabá” (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Esta toma del territorio implicó el desarrollo de una estrategia de control y apropiación de tierras desarrollada en tres momentos, el primero fue el control territorial a través del despojo material, el segundo fue el despojo jurídico y el tercero el uso productivo de los predios (…) posterior al proceso de despojo y toma del territorio, la región de Tulapas fue convertida en una base paramilitar denominada la Veinticuatro, que funcionó como centro de operaciones de las ACCU. (Juzgado Civil del Circuito Especializado Restitución Tierras Itinerante Apartadó, 2018, 22 de enero) Las ACCU en su incursión desde el norte de Urabá hacia el eje bananero contó con mandos o jefes como alias JL, Yunda, Noventa, Estopín y Monoleche. Este último no aparecía como mando militar, pero tenía poder decisorio por su cercanía y confianza con los Castaño Gil. A mediados de 1994 fue seleccionado un grupo de 20 paramilitares para penetrar el Urabá antioqueño, según la investigación de la Fiscalía de Justicia y Paz entre ellos estaban: Ever Veloza García, HH, Huber (Huber Coca), Chéchere, El Gato (José Ruperto García Quiroga), 219
Olafo, Gataciega, Tribilín, El Tigre (Jesús Albeiro Guisao Arias), Negro Fino, Escudero (Román De Jesús Taborda Meneses), Carroloco (Wilmer Aguado Álvarez), Wilson (Luis Enrique Mestra Vanes), San Pedro y El Flaco (José Barney Veloza García) (DFJT Medellín, 2016, 2 de diciembre). Ever Veloza García (Carepollo, Mono Veloza, Hernán Hernández o HH) adquirió importancia como resultado de esta violenta campaña de incursión, y va ascendiendo hasta convertirse en el comandante de las ACCU en la zona. HH, años más tarde, informó a la justicia sobre la composición del grupo que inició la incursión, vinculados en 1994, junto con él, a los paramilitares, en la que evidenció la presencia de desmovilizados del EPL que luego fueron integrantes de los CP y de tres guerrilleros de las FARC EP, uno de los cuales habría sido comandante del Frente 58: (...) Cuando se conformó el primer grupo, en ese grupo hicieron parte unos desmovilizados del EPL que creo hacían parte de los Comandos Populares que fue EL TIGRE, SAN PEDRO y WILSON CAUDOSO que salieron con nosotros de allá de La 35 y ya en la zona de Urabá se vinculó gente que había sido desmovilizada del EPL y hacía parte de los comandos como fue CAIFAZ o ESCUDERO, CEPILLO, ARFAI MANGUERO, MALENTIN, SANCOCHO, FREDY, EL GUAJIRO, EL MONO PECOSO, PINPINO WALTER [quien fue desaparecido en la comunal San Jorge], son sujetos que me acuerdo en este momento que hacían parte de Esperanza Paz y Libertad, de los Comandos Populares, y ya se fueron vinculando personas de las FARC, como EL MARRANO, RICARDO LORA, JAMES que fue comandante del 58 frente de las FARC. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Este periodo fue el más violento en la historia de Urabá. Se pasó de “algo más de 400 homicidios en 199436, a más de 800 en 1995, a más de 1.200 en 1996 y se bajó a algo más de 700 en 1997 y a cerca de 300 en 1998” (Dávila, Escobedo, Gaviria y Vargas, 2001, p. 161). La tasa de homicidios por 100.000 habitantes osciló alrededor de 500, en esos años, en los cuatro municipios del eje bananero, cuando el promedio nacional estaba cercano a los 60, y esto era motivo de desconcierto y alarma nacional e internacional (Dávila, Escobedo, Gaviria y Vargas, 2001, p. 161; Romero, 2003). La situación era tan crítica en el Urabá que el 20 de septiembre de 1995 el Gobierno nacional expidió el Decreto 1590, en el marco de la declaratoria del estado de conmoción interior. En el decreto se establecieron restricciones en la circulación por las carreteras de la región, se prohibió el porte de equipos de comunicación sin permiso de las autoridades, se penalizó a quien no denunciara delitos, así como se dieron facultades a la fuerza pública para realizar capturas sin orden judicial. Sin embargo, en un contexto en el que la fuerza pública actuaba aliada al paramilitarismo, es de suponer que estas medidas perdían efecto, contenían trasgresiones a derechos ciudadanos y no aliviaron la situación (Barbosa, 2015).
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Durante ese año fue asesinado Luis Guillermo López Puerta, coordinador de la Unidad de la Fiscalía Seccional en Urabá en Apartadó.
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Desplazamiento y despojo paramilitar para facilitar megaproyectos en Tulapas En 1994 los Castaño, Mancuso y demás jefes paramilitares de las ACCU, desplegaron su operación contrainsurgente centrada en ataques a campesinos y parceleros, al tiempo que incrementaron su poder económico con los desplazamientos y el despojo de tierras, ampliando la dinámica de sustituir las parcelas campesinas por haciendas. Con ello continuarían con la costumbre adquirida años atrás por los narcotraficantes, consistente en comprar tierras campesinas a bajo precio, producto de la presión violenta. Es así como la llegada de los Castaño a Tulapas se produjo a finales de 1994 y muchas ventas forzadas de tierra se realizaron en 1995 (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Tulapas es una zona que incluye terrenos de tres municipios que abarcan 58 veredas, 8 en San Pedro de Urabá, 14 en el corregimiento Pueblo Nuevo de Necoclí y 36 en el corregimiento San José de Mulatos de Turbo. Es zona estratégica porque tiene condiciones ideales para la agricultura y permite comunicación con el Golfo de Urabá, lo que favorecía la alianza narcoparamilitar el contrabando, tráfico de armas y narcotráfico. Mapa 16. Tulapas
Fuente: elaboración propia (2020).
En Tulapas: (...) se acredita la ocurrencia inocultable de que existió un grupo de personas que organizó las Autodefensas... y como consecuencia despojaron a los propietarios de 221
las tierras y ganado, a quienes no pertenecían a la organización emergente; y se quedaron los organizadores con las tierras de los desarraigados como trofeos de guerra (…). En la región de Tulapas las ACCU y las AUC utilizaron el desplazamiento forzado a la población como el principal método de lucha y de acumulación de riqueza, así causaron muertes incontables y expulsión violenta de la población, en particular de 1994 a 1997 (Tenthoff, 2008). En medio del destierro y la violencia impuesta en la zona por los paramilitares, los campesinos se vieron obligados a aceptar ofrecimientos muy desfavorables para vender su tierra. En las condiciones de hambre y miseria a raíz del desplazamiento forzado y al ver que no podían volver por el temor a la violencia, aceptaron sumas entre 50 o 60 mil pesos por hectárea. De este modo, según explicó Salvatore Mancuso, los paramilitares adquirían las fincas y se apoderaban de zonas estratégicas para su interés, pero si el dueño se resistía a vender, se la despojaban de hecho. Salvatore Mancuso sirvió como testaferro en la compra de algunas de estas tierras, que luego fueron vendidas de nuevo, pues también era una de las modalidades de financiación de los paramilitares. Para ese efecto, según confesó Mancuso, enviaban a un joven al que llamaban Luna Verde, quien buscaba a los campesinos desplazados en las cabeceras municipales para establecer la venta de sus tierras. Los Castaño lo delegaron a él en los negocios de “compra” de tierras en Tulapas, y admitió que la Casa Castaño se fue quedando con “grandes extensiones de tierra” (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre), las cuales eran compradas, según este exjefe paramilitar, bajo presión armada. En ello fue clave la tesorera de los Castaño, Sor Teresa Gómez, condenada años después por ordenar el asesinato de Yolanda Izquierdo (Semana, 2013). También fue clave en este despojo, el Fondo Ganadero de Córdoba, en cabeza de Benito Osorio Villadiego, exgobernador de Córdoba destituido y acusado por concierto para delinquir y lavado de activos (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). En 1995 alias 90 les dijo a las 120 familias que ocupaban 20.000 hectáreas de tierra, entre Turbo y Necoclí, que tenían que desalojar sus predios por orden de Fidel y Carlos Castaño y de Salvatore Mancuso. Las familias nada preguntaron. Sólo huyeron. Ese mismo año se registró el récord de 900 personas asesinadas en Urabá, lo que da una idea del nivel de zozobra que existía en la región. Una vez legalizado el despojo, la zona de Tulapas se convirtió en la sede del comando de operaciones de las AUC. Mancuso admitió a la justicia que “el comandante Castaño” le ordenó comprar fincas en la zona de Tulapas para montar un campamento paramilitar llamado 24. La presión ejercida a los campesinos para que vendieran es recordada con la expresión “O vende, o nos entendemos con la viuda”. En este sentido han sido concluyentes también las confesiones de Hébert Veloza García, alias HH, quien
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admite que el hambre y miedo a las armas de las ACCU fueron los dos factores fundamentales para que los campesinos desplazados vendieran sus tierras a bajos precios. Imagínese esos campesinos, desplazados en San Pedro de Urabá aguantando hambre y llegaba ´Monoleche´ con sus escoltas y les decía ´venda su tierra, le vamos a pagar 50 mil pesos´. Ante eso el campesino tenía que vender. Siempre estaba el temor a los fusiles de las autodefensas. (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre) Los campesinos eran llevados a las notarías y oficinas de registro y allí los intermediarios les indicaban los trámites a realizar, entre los que se encontraban la firma de poderes. Así, grupos de comisionistas aparecían autorizados por familias desplazadas para negociar sus predios. Una vez que los campesinos se veían obligados a vender, el intermediario se encargaba de gestionar el pago a través de Sor Teresa Gómez, Gerente de Funpazcor. El siguiente paso era el despojo jurídico, el cual, según la Unidad de Restitución de Tierras, puede ubicarse entre 1998 y 2005. La aparente legalidad que adquirió el proceso de despojo fue producto de la colaboración de funcionarios públicos del Instituto Colombiano de Reforma Agraria —INCORA—, así como Notarios y miembros del Fondo Ganadero de Córdoba. Además de las confesiones de excomandantes paramilitares como Salvatore Mancuso, a raíz de la información aportada por Benito Osorio Villadiego, exgerente del Fondo, quien se benefició del despojo, confirmó ante la Fiscalía que los hermanos Castaño Gil se sirvieron de Salvatore Mancuso Gómez como testaferro para controlar territorialmente la zona. Uno de los mayores beneficiarios de estos negocios fue el Fondo Ganadero de Córdoba. En este sentido, la Superintendencia de Notariado y Registro dio cuenta de cómo esta entidad adquirió más de 100 predios en Tulapas, mediante fraudes y otorgó poder especial a Sor Teresa Gómez, con facultades para la venta, asignación de precios y formas de pago y los que no quedaban a nombre del Fondo, eran vendidos nuevamente. Osorio Villadiego aceptó que Sor Teresa Gómez, la cuñada de los Castaño y pieza clave en el despojo de tierras en Córdoba y Urabá, fue una empleada del Fondo Ganadero, uno de los más poderosos del país y que los directivos de esa entidad conocían el origen espurio de las propiedades que estaban comprando. (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre) Fue así como se consolidó el despojo jurídico. De ese modo, las zonas de donde se expulsaron cientos de campesinos beneficiarios de tierras otorgadas por el INCORA quedaron en manos de los mismos actores armados, sus aliados y quienes tenían recursos para explotarlas bajo lógicas empresariales. Luego se produciría una tercera etapa, la de consolidación y productividad del despojo, que tuvo lugar a partir de 2005. En este sentido, es posible observar una estrecha relación entre megaproyectos multinacionales gestionados por círculos de empresarios nacionales precedidos de las acciones paramilitares.
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En aquellos lugares se erigirían grandes inversiones económicas, proyectos de infraestructura, de extracción y explotación de recursos. En este caso, uno de los beneficiarios de la actividad productiva implementada en Tulapas, serían los miembros del Fondo Ganadero de Córdoba: En relación con el Fondo Ganadero de Córdoba, (…) la decisión de comprar tierras fue unánime por parte de las directivas de la agremiación, ya que dar ganado a interés no era rentable; por lo que se tenía que buscar la forma de administrarlo directamente, lo cual generaba la necesidad de adquirir tierras propias. Como consta en el Acta No. 1084, del 1 de diciembre de 1997, en la que la Junta Directiva de la entidad aprobó de manera unánime la adquisición de tierras; gran parte de los terrenos comprados fueron en la zona de Urabá, concretamente en la zona de Tulapas donde se autorizó abarcar unas tres mil o cinco mil hectáreas. Las compras se hicieron hasta el año 2000 aduciendo que, para la actualidad, las tierras se encuentran produciendo para algunas cooperativas, en razón de convenios que se han suscrito con INCOAGRO para la explotación de caucho; con la Reforestadora Industrial de Antioquia para reforestación y con los predios restantes para ganadería. (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre) En Tulapa, el total de las tierras despojadas es de 17.000 hectáreas en Turbo y 2.640 hectáreas en Necoclí; los dueños (de inversiones Tulipa) eran Salvatore Mancuso y Carlos Castaño, el comisionista era Guido Vargas (Tenthoff, 2008). Otras actividades relacionadas con el cultivo de caucho y la reforestación se abrieron pasó a raíz del despojo. En este sentido, la Unidad de Restitución de Tierras demostró la relación entre los paramilitares y múltiples sociedades, con diferentes formas de explotación económica en Tulapas: Caucho San Pedro Sociedad CIA, El Indio de Urabá S.A, La Gironda de Urabá S.A, Procaucho del Norte de Urabá S.A. Las ACCU copan territorios de los municipios del eje bananero: inicia presencia con control territorial Los paramilitares llegaron al eje bananero en 1995, el año más crítico de la crisis económica bananera en los noventa en cuanto a volúmenes de exportación, productividad, hectáreas sembradas y utilidades. También en cuanto a tensiones obrero patronales derivadas del incumplimiento de pagos salariales, el despido de obreros bananeros y la negociación de la convención colectiva en un contexto de crisis económica. Las tensiones obrero patronales se han reflejado en la realización de 49 paros en 1995, contrastando con los cinco de 1994 y los 10 de 1993 (Suárez, 2007 p. 163). La Corte Suprema de Justicia reconoció como hecho notorio la situación de violencia en la zona de Urabá, indicando que: En efecto, constituye hecho notorio que esa región (Urabá Antioqueño) en la década de los años noventa y en la mayor parte de los años 2000 se vio sometida al accionar 224
paramilitar, generador de asesinatos y desplazamientos de la población civil (...) se reitera, en esa época, y aún hoy, constituía un hecho notorio que el Urabá fue escenario de intimidación y desplazamiento (...). (Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, 2015, 25 de noviembre) Prosigue la Corte señalando que el esquema de estas organizaciones, que adoptaron el nombre de Autodefensas, llegó de la mano del narcotráfico a otras zonas del país, y así se entronizó en Urabá y en el sur de Córdoba bajo la dirección de Fidel Castaño Gil, quien convirtió su finca Las Tangas, ubicada en Valencia, Córdoba, en centro de entrenamiento de su grupo armado, reconocido luego bajo el nombre de Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, ACCU (Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, 2015, 25 de noviembre). Es así como para la Corte Suprema de Justicia la región del Urabá se convirtió en el laboratorio en el que Carlos Castaño probó su proyecto paramilitar. La génesis de las autodefensas en esta región es un claro ejemplo de la doble función que cumplían estos grupos. Por un lado, combatieron a las guerrillas, acabaron violentamente con sus bases sociales, bajo la aquiescencia de las autoridades militares de la región, y por el otro convirtieron la región en un poderoso corredor para el narcotráfico (Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, 2015, 25 de noviembre).
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Figura 4. Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá
Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación. Fiscalía 17. Bloque Bananero AUC. s.f.
Llegada de los paramilitares a Turbo Vicente Castaño dio la orden de ingreso a la zona de Urabá, en enero de 1995, desde la finca La 35 a la vereda El Limón, de Turbo. Según HH: A finales de febrero, principios de marzo de 1995, fuimos enviados en un camión desde la Finca La 35 (Córdoba) hacia la vereda El Limón, en el municipio de Turbo. Allá recibimos material de intendencia y salimos hacia la vereda El Dos, donde quemamos unas viviendas en retaliación a que no encontramos a alias “Mocho” y “Tachuela”, dos guerrilleros que estábamos buscando. (Verdad Abierta, 2011h) En esta zona, que fue elegida por ser antiguo fortín del EPL, incursionó un grupo paramilitar bajo órdenes de Iván Darío Ramírez Álvarez, alias Gabriel, (exmilitante del EPL) y alias Estopín, que ingresó por la zona rural de Turbo, vereda El Limón y entró hasta el corregimiento de El Dos. En este sitio quemó una proveedora de alimentos y dos casas, en castigo a los pobladores al no encontrar a dos personas que buscaban por estar señaladas de pertenecer a la disidencia del EPL (Verdad Abierta, 2011h). 226
En la Historia de las ACCU, Vicente Castaño relata la llegada de los paramilitares a Turbo. “A Turbo (Antioquia), llegó un grupo desde San Pedro de Urabá, bajo el mando militar de “Maicol” a incursionar en el municipio de Turbo donde se sufría una fuerte presencia y dominio de la guerrilla” (Castaño, s.f.). Manifiesta que “Antes un grupo de empresarios habían solicitado ayuda desesperadamente”. En las zonas donde operaban, afirma Vicente Castaño, “se empieza a debilitar la estructura urbana de las guerrillas, se aumentó el pie de fuerza y los éxitos se comentaron por toda la región”. (Aranguren, 2001) Las razones para empezar por este municipio están relacionadas, según lo había previsto el propio Fidel Castaño, por su condición de municipio puerto, clave para el contrabando, lugar controlado por la disidencia del EPL, en el cual comerciantes y empresarios solicitaban presencia paramilitar ante la acción guerrillera (CINEP, 1995). Así las ACCU fueron consolidando el control desde el norte de Urabá, en expansión hacia el eje bananero, conformado por los municipios de Turbo, Apartadó, Carepa, Chigorodó y una parte de Mutatá. Uno de los métodos fue apoyar a los desmovilizados del EPL amenazados por la guerrilla, que habían tenido seguridad de los CP, que en buen grado fueron absorbidos por las ACCU (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Llegada de los paramilitares a Apartadó En febrero de 1995 fueron distribuidos en Apartadó y en otros municipios del eje bananero los primeros pasquines a nombre de las ACCU que anunciaban retaliaciones contra la población si la insurgencia seguía actuando en la región (Voz, 1995b). El anuncio fue acompañado de hechos violentos contra los pobladores: el asesinato de dos dirigentes de Sintrainagro y uno de Esperanza, Paz y Libertad; las intimidaciones de encapuchados fuertemente armados, sobre miles de obreros de las fincas bananeras; los rumores sobre la realización que se haría de masacres en las fincas; los pasquines distribuidos en dos barrios de Apartadó conminando a sus habitantes a desplazarse (Ramírez, 1997). En Apartadó se instalaron en Churidó (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre), en abril de 1995, aproximadamente treinta paramilitares de las ACCU con apoyo de personas que habían integrado los CP. Allí empezaron a llegar haciendo incursiones focalizadas, provenientes de otras zonas en las cuales hacían presencia más permanente; realizaron operaciones primero en las fincas Triganá y Triganá II, Villa María, La Apartada, Santa Mónica y las Virginias. A mediados de mayo volvieron a incursionar en la finca La Apartada (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). En junio realizaron masacres en las fincas Tapardó, San Jacinto, Durazno y Los Guaros; en esta última masacre participó Tyson (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). a. Los paramilitares en el eje bananero y el rol de los empresarios Ever Veloza García declaró ante la justicia que los empresarios bananeros acudieron a las ACCU “con el fin de reactivar la economía bananera”. De allí que Carlos Castaño lo envió con el grupo paramilitar, con la consigna de prohibir con el terror y por medio de la violencia 227
extrema contra los pobladores, que los trabajadores realizaran paros (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Según un testimonio de un empresario bananero, desde una fecha no precisada, que podría ser fijada mucho antes de 1995, integrantes del gremio bananero realizaron pagos a los paramilitares del “Clan Castaño (...) estos pagos comenzaron a ser exigidos a los cultivadores desde mucho antes de 1997, la fecha en que la multinacional reconoció en Estados Unidos haber hecho estos pagos. Por la fecha en que fue suministrada esta información, año 1995, la Fiscalía cree que este mecanismo de financiamiento a los paramilitares vendría desde mucho antes y que todos los que tenían algo que ver con el gremio bananero lo sabían” (Semana, 2018b). En el largo camino por asumir el dominio y control de la región, las ACCU con Ever Veloza, alias HH, reclutaron, incorporaron o absorbieron a miembros de los distintos grupos armados de presencia previa en las zonas. Algunos provenientes de (i) Las FARC EP (ii) El grupo de Pascual Rovira, Peña Soler, alias Elías o 44 –con presencia en la ribera del río Mulatos, entre Arboletes, Necoclí y San Juan de Urabá en Antioquia y Canalete en Córdoba– y quienes participaron luego en la masacre del Aro (iii) Los de Arnulfo David, alias Veterina, quienes realizaron las masacres del corregimiento de Saiza y la realizada en la discoteca El Aracatazo, en Chigorodó (iv) Los Güelengues, cuyo jefe era Carlos Alberto Ardila Hoyos, alias Carlos Correa, terrateniente que se había relacionado con el Frente 58 de las FARC, entre otros (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Una versión indica que este primer grupo paramilitar entró por Turbo para desplegarse más tarde hacia Apartadó, Carepa y Chigorodó; en su ingreso estuvieron a cargo de Doble Cero. “Según un relato del hermano de Doble Cero, en esta zona realizaron un operativo llamado “Pulga: pica y salta”, para combatir a la guerrilla. En 1995 ya tenía control sobre la región”, le dijo a la Fiscalía (Verdad abierta, 2011h). Sin embargo, no se trataba de ataques militares de guerra contra la guerrilla, sino en la gran mayoría de casos de ataques de violencia extrema contra pobladores civiles inermes señalados de supuesta colaboración o simpatía con ella o sindicalistas que exigían derechos frente a los empresarios. HH relató que el Grupo de Los 20 se dividió en dos. El primero, comandado por Gabriel y Estopín, luego de su incursión por El Limón y El Dos (Turbo), operó en otras zonas rurales de Turbo, con base en la vereda Monteverde, desde donde establecieron un corredor de movilidad entre los corregimientos El Dos y Monteverde. Otro, compuesto por siete personas, llamado Los Escorpiones, se instaló en el casco urbano de Turbo (Verdad Abierta, 2011h), encargados de la labor de “inteligencia” en los pueblos. Para 1996 estos dos grupos conformaron el Frente Turbo, que extendió actuaciones por Turbo, Apartadó, Carepa y Chigorodó, bajo órdenes de Rodrigo Doblecero y HH que reemplazó a Gabriel en la comandancia del frente.
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Los Escorpiones en Turbo Los Escorpiones se ubicaron en el casco urbano realizando labores de inteligencia, con movilidad a otras zonas. Estaban encargados de establecer quiénes de los habitantes de Turbo y luego de otros municipios del eje bananero eran simpatizantes de la guerrilla o integrantes de organizaciones sindicales o sociales, y qué personas realizaban acciones políticas contrarias a los intereses de los empresarios de la zona y de los propios paramilitares. El patrullaje y control violento fue abarcando desde Turbo hasta Belén de Bajirá en Mutatá (Voz, 1995). Este conjunto de hombres reclutados y entrenados por los Castaño fue dividido en dos sub grupos, uno, el mayoritario, hace presencia en áreas rurales de los municipios del eje bananero, mientras, siete de ellos hacían presencia en el casco urbano con labores de inteligencia. Este grupo será conocido como “los escorpiones”, y estuvo bajo el mando de EVER VELOZA, que fue asignado a los municipios del norte de Antioquia. Estos tenían una casa en donde inician actividades militares antisubversivas en varias veredas de los municipios de Apartadó, Carepa, y Chigorodó -el llamado eje bananero- con la ejecución de personas señaladas de ser miembros de organizaciones subversivos. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2011, 16 de diciembre)
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Figura 5. Organigrama inicial del Frente Turbo
Fuente: Tribunal Superior de Bogotá, Sala de Justicia y Paz (2013).
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Como mando inicial estuvo Gabriel (Iván Darío Ramírez Álvarez), según la Fiscalía 68 fueron: Durbais Enrique Arango Gómez, alias Sancocho, Diego Manuel Gómez Guerra, alias Diego o el Guajiro, Manuel Salvador Giraldo Arriago, alias el Perro, Albeiro Antonio Guisao Martínez, alias El Tigre, Dadivo Ángel Urrego, alias Ratón, José Abel Bermúdez Murillo, alias Guapacho, Alexon Mosquera Caicedo, alias Tano, alias Cheche, alias Coyote, alias Fredy, alias el Duende, alias Melchor, alias Danilo, alias el Oso, alias Maniquete, alias Bomba, alias Gargajo, el Manco, alias Maikol. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) En marzo de 1995 Gabriel fue reemplazado como mando de este grupo por Ever Veloza García, alias Mono Veloza o Carepollo o HH (DFJT Medellín, 2016, 2 de diciembre), asignado para los municipios del norte de Urabá (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2011, 16 de diciembre). Bajo su mando los paramilitares patrullaban y actuaban desde abril de 1995 en barrios de Turbo para ejecutar acciones de “limpieza” del territorio (El Colombiano, 1995b). “Los siete nos movilizábamos en tres carros, haciendo recorridos por el eje bananero, confesó HH. La Fiscalía documentó que La Curva del Diablo, el sector de Codelsa y La Caleta, fueron los sitios donde Los Escorpiones arrojaron los cuerpos de las víctimas” (Verdad Abierta, 2011h). Según lo documentado por la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía, Veloza y los demás Escorpiones se movilizaban en automóviles que terminaron siendo conocidos y temidos por las comunidades y cometieron múltiples asesinatos selectivos en los barrios que, según ellos, albergaban a colaboradores la guerrilla. Entre los barrios de Turbo afectados estuvieron Julia Orozco, Gaitán, Bueno Aires y Obrero. Lo mismo sucedió en los corregimientos El Tres y Nueva Colonia, en donde realizaron incursiones esporádicas. Los paramilitares entraban a las casas de sus víctimas, las sacaban de sitios públicos o de las fincas donde trabajaban y, en muchos casos, tras asesinarlas abandonaban sus cuerpos en un sitio conocido como La Caleta, un callejón a tres kilómetros del casco urbano de Turbo. En versiones libres HH contó que Los Escorpiones tuvieron como informantes a personas que habían integrado los CP, quienes señalaban a miembros de los sindicatos que consideraban de la guerrilla o colaboradores de ella, o a quienes suponían representaban un peligro para los intereses económicos y laborales de los patronos, para que fueran atacados. También dijo que obtenían información de administradores o capataces de las fincas (Verdad Abierta, 2011f). El Grupo de Pedro en el eje bananero También en 1995 con las ACCU surgió otro grupo paramilitar, conocido como la estructura de Pedro Bonito. En una versión libre del 23 de marzo de 2008, Raúl Emilio Hasbún contó que, siendo un empresario bananero, buscó a Vicente Castaño en 1996.
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Yo viajé a las Tangas y allá Vicente me dijo que me daba una buena y una mala noticia. La buena era que las ACCU me daban 40 hombres. La mala, que yo iba a ser el comandante del nuevo grupo. (Verdad Abierta, 2011d) Hasbún aceptó ser el jefe de un grupo enviado por Castaño, que luego en la región se conoció como el Grupo de Pedro Bonito, alias de Hasbún. Raúl Hasbún hijo de un empresario bananero se convirtió en el enlace entre los productores bananeros y los Castaño. Contaba con toda la confianza de los productores bananeros, y terminó siendo el encargado de recoger los dineros que estos aportaban voluntariamente a la causa de las autodefensas (Fiscalía 128, 2016, 12 de diciembre). Como se planteó, los paramilitares organizaron un corredor entre los corregimientos El Tres y Currulao; más tarde tuvo incursión en Apartadó, Carepa, Chigorodó y Mutatá y el corregimiento de Nueva Colonia de Turbo. Con simultaneidad, el Grupo de Pedro Bonito se aproximó desde la zona rural del municipio de Chigorodó. La Fiscalía documentó que este grupo apareció como una “contraguerrilla”, que desde 2000 se llamó Frente Árlex Hurtado, tras la muerte de alias Chivo, jefe paramilitar de este grupo (Verdad Abierta, 2011d). Este grupo tuvo como base, desde 1995, el sector denominado Champitas, a cuarenta minutos de Chigorodó. Mapa 17. Rutas de incursión de los primeros grupos paramilitares
Fuente: elaboración propia (2020).
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Los Guelengues en el norte de Urabá37 Este grupo se conformó como resultado de cuatro reuniones a las que asistieron los hermanos Castaño Gil, Carlos Ardila Hoyos, Elkin Antonio Duque Zapata (El Enano, ex FARC) y Baltazar Meza Durango (ex EPL). En ellas se les encargó crear un grupo paramilitar en Necoclí, junto a Bola de Cacao, siendo enviados a la finca La 35 para recibir instrucción por parte de Manuel Arturo Salom Rueda, JL (TS Medellín, 2018, 17 de mayo). Así, a principios de 1995 se conformó el grupo conocido como Los Guelengues (TS Medellín, 2018, 17 de mayo), que quedó bajo las órdenes de Carlos Correa y Arnoldo Vergara Trespalacios, Bola de Cacao, “quien fue nombrado segundo al mando por los Castaño, para mantener vigilado a Ardila”. El grupo comenzó a operar en el área urbana de Necoclí. Para fortalecer al grupo y continuar la expansión, Rodrigo Doblecero contactó a Pascual Rovira Peña Soler (alias Elías 44), quien comandaba un grupo armado que operaba entre el corregimiento de San Juancito, de San Juan de Urabá, y Arboletes (Antioquia), Los Córdobas y Canaletes (Córdoba). Peña Soler se reunió con Vicente Castaño en La 35 y acordaron la adhesión a las ACCU (FGN, 2013). Hacían parte de sus integrantes Óscar Enrique Díaz Oscar Lobo, y Diomer Eduardo Cárdenas Mendoza. Entre enero y junio de 1995 los paramilitares también hicieron presencia en otras zonas de Turbo, en particular en el corregimiento de Currulao, y más tarde en el corregimiento de Blanquicet, donde realizaron asesinatos de varias personas. b. Se mantiene y agrava la confrontación en el norte de Urabá La violencia desatada con el apoyo de ganaderos, comerciantes y algunos sectores campesinos de la región, quienes aportaron dinero, armas y efectivos, y la anuencia y formas de colaboración y participación por acción u omisión del Estado, permitió a las ACCU controlar amplias zonas de los municipios de Turbo, Apartadó, Carepa y Chigorodó. Una vez asegurada esas zonas, el despliegue paramilitar comenzó esfuerzos para el control en los municipios de Necoclí y Arboletes en el norte de Urabá. El jefe paramilitar clave para ello fue Carlos Alberto Ardila Hoyos, Carlos Correa, ganadero y terrateniente que fue obligado por los Castaño a dejar de apoyar en negocios a las FARC EP 38 y crear un nuevo frente de las ACCU. De Turbo se desplazaron a través de la Serranía de Abibe, realizando nuevas acciones de “tierra arrasada”, a través de masacres y asesinatos sistemáticos contra campesinos, buscando asegurar presencia en esta zona que había sido el anclaje histórico de las guerrillas EPL y 37
Se llamaban Los Guelengues porque tenía apenas 30 paramilitares y porque en lugar de llevar equipo de campaña cargaban sus armas y municiones en costales de finca. 38 No hay total certeza de la relación de Carlos Correa con las FARC. Algunas versiones afirman que era el comandante financiero del Frente 58 y otras dicen que les ayudaba a comerciar el ganado robado e incluso a coordinar las extorsiones, pero que no era propiamente integrante de la guerrilla. Lo que sí está claro es que Castaño primero encomendó su asesinato a Arnoldo Vergara Trespalacios (alias Bola de Cacao), pero como este no pudo encontrarlo decidió proponerle que apoyara a los paramilitares a cambio de no matarlo. Alias El Alemán relató en versión libre (5 de junio de 2007) el ingreso de Carlos Correa a las ACCU: “Carlos Correa era un ganadero prestante de la zona de Necoclí, entre Turbo y Necoclí, de una familia muy numerosa y negociante de ganado y demás (…) Carlos se convierte en el reducidor de los ganados que las FARC robaba en la zona de Córdoba (…) Llama a Carlos Ardila a una reunión en San Pedro de Urabá y le dicen los señores Castaño: “sabemos esto y esto y esto de usted; hay una opción, una que usted no ha estado activamente, no ha militado concretamente en las FARC, nosotros le proponemos que usted lidere el grupo de autodefensas en Necoclí, lo cree usted, lo arme usted, lo financie usted y comience a combatir las FARC y el EPL en la zona (…) Carlos Correa, después de que lo conminan los Castaños, no le toca otra, sino preservar su vida, armar ese grupo de autodefensas y consolidar esa zona de Necoclí que lo llamábamos los Guelengues” (FGN, 2013, pp. 54-56).
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FARC EP y en las cuales también había hecho presencia la disidencia armada al acuerdo de paz del EPL. Para el efecto los paramilitares tomaron como base el poblado de Nueva Antioquia, en donde se había ubicado la disidencia del EPL o Caraballistas que venían siendo desplazados y en algunos casos cooptados por los mismos paramilitares. Luego avanzarían por El Tres y por Currulao. Obtuvieron primero un amplio control en las dos vertientes del norte de la Serranía de Abibe y del norte de Urabá. Los municipios donde ejercieron mayor influencia eran San Pedro de Urabá, en Antioquia, Valencia y Villanueva, en Córdoba, todos sobre la serranía. En la zona plana costera, los municipios donde el poder de narcotraficantes y paramilitares era más notorio fueron San Juan de Urabá y Arboletes, en Antioquia, y Canalete, en Córdoba (CSV 1992, p. 35; Romero, 2003). En el contexto de esta expansión paramilitar en los municipios de Valencia en Córdoba y San Pedro de Urabá en Antioquia, en medio de las planicies ganaderas y agrícolas conocidas como El Límite, a principios de 1995 se registraron confrontaciones con las FARC EP, que reaccionaron buscando retomar posiciones en la zona (El Colombiano, 1995c). La importancia estratégica de San Pedro de Urabá era sus carreteras de comunicación con los municipios de Necoclí, Turbo, Valencia y Arboletes. En los tres primeros la guerrilla tenía la capacidad operativa y mantenía retenes. Sobre la vía a Arboletes los paramilitares desplegaron acciones. Cuando el Ejército intentaba cubrir las cuatro zonas, la población civil quedaba en permanente riesgo ante la posibilidad de combates. Por tanto, en San Pedro de Urabá y toda la zona norte de Urabá la situación se hizo dramática. Los habitantes de la zona contaban: “Sólo le puedo decir que vivimos una situación desesperante. A cada acción de la guerrilla le sigue una reacción de los grupos paramilitares” (Barbosa, 2014). Un dirigente comunal cuenta que la guerrilla instaló retenes a dos kilómetros de la cabecera de San Pedro, “comentan que pasa de 150 hombres” y el Ejército lo sabe “claro, están advertidos”. Días después, la guerrilla quemó varias fincas incluida la del alcalde del municipio. La estrategia paramilitar se concentró en seguir ejerciendo violencia contra la población civil desarmada. En Valencia de 617 personas afectadas por el conflicto en 1994, se pasó a 1.341 en 1995, siendo la cifra más alta de la década en el municipio. En cuanto al homicidio se pasó de una tasa de 62 en 1994 a una de 101 en 1995. En San Pedro de 1.220 personas afectadas en 1994 se pasó a 2.529 en 1995. En cuanto a homicidios se pasó de una tasa de 38 en 1994 a una de 66 en 1995 (El Colombiano, 1995d). En octubre de 1995, al parecer a raíz de un robo de ganado de la finca La Bonita, Pueblo Nuevo (Necoclí) que pertenecía a Bola de Cacao, por parte de la disidencia del EPL, Los Guelengues crearon un grupo contraguerrilla denominado La 7039, para cubrir el área rural de Necoclí. El mando del grupo, de aproximadamente doce personas, fue entregado a William Manuel Soto Salcedo, Soto o Don Rafa. Los Castaño enviaron a alias Capi para que 39
Ubicados en una finca al sur del matadero de Necoclí conocida como La 70.
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ejerciera como comandante militar, reemplazado al poco tiempo por Isaías Montes Hernández, Junior o Mauricio, debido a desacuerdos con Soto. A este grupo se integraron Élmer Antonio Cárdenas Mendoza (TS Medellín, 2018, 17 de mayo), los hermanos Ardila Hoyos: Raúl Chengue, Ricardo Manuel Correa y Manuel Cucho. Los dos grupos terminaron fusionándose y se llamaron La Setenta (entre 1995 y 1996), nombre de un establecimiento comercial de Carlos Correa40. En el esquema formal de las ACCU este grupo era el Frente Necoclí. A esta estructura se vinculó Fredy Rendón Herrera, alias El Alemán, a finales de 1995, quien luego haría la expansión paramilitar hacia Chocó por Acandí y Unguía en febrero de 1996. La expansión hacia el Chocó tuvo primero una avanzada: “El 4 de noviembre de 1995, 70 hombres armados atravesaron el golfo de Urabá desde Necoclí en lanchas con motor hasta Acandí e incursionaron en los corregimientos de Capitán y Acandí Seco donde con lista en mano asesinaron a 7 personas, 250 familias se desplazaron” (Reiniciar, 2006, p. 157). Figura 6. Evolución temporal del Bloque Élmer Cárdenas
Fuente: elaboración propia (2020).
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Parece que el nombre deriva de la finca en la que se ubicaban o de un establecimiento comercial de Carlos Correa.
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Mapa 18. Expansión del Bloque Élmer Cárdenas
Fuente: elaboración propia (2020).
Según sentencia de Justicia y Paz contra el paramilitar Jesús Ignacio Roldán, Monoleche, estrechamente relacionado con los Castaño, durante esta cruenta incursión paramilitar a la región, importantes empresarios, ganaderos y comerciantes del eje bananero les solicitaron a los jefes de las ACCU ampliar los grupos que actuaban en la zona (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Las ACCU atizaron y aprovecharon la confrontación Comandos Populares-FARC EP en su estrategia genocida. Los paramilitares absorben integrantes de los Comandos Aunque los CP se disolvieron en 1994 se mantuvo la hostilidad por los ataques persistentes de las FARC EP contra los Esperanzados y su entorno. Al respecto, Carlos Castaño aseguró que “Las FARC cometieron el peor error y su primer paso a la derrota en el eje bananero de Urabá al ordenar el exterminio de los integrantes del EPL para privarlos del poder político, sindical y militar. (…) Los momentos más violentos se comenzaron a vivir en 1995 y 1996 cuando la guerra entre las FARC y el EPL se recrudeció. Las autodefensas aprovecharon ese conflicto y ejecutaron selectivamente a individuos colaboradores de las FARC y del EPL, prolongándose el enfrentamiento militar entre ambas guerrillas y nosotros hasta la extinción del EPL” (Madariaga, 2006). En tal circunstancia, las ACCU acentuaron la incorporación de exintegrantes de los Comandos, lo cual atizó las diferencias entre los simpatizantes de Esperanza y la UP-PCC con sus entornos de influjo sindical y social. Para finales de este año un importante número de excomandos se habían vinculado a los paramilitares. Esto fue cuestionado por sectores de 236
Esperanza, Paz y Libertad, incluidos directivos regionales, así como un importante porcentaje de simpatizantes de Esperanza que eran obreros bananeros y hacían parte de Sintrainagro, procedentes de Córdoba, de donde salieron en condición de desplazados forzados por los Castaño y no les resultaba aceptable que, para defenderse de los ataques de la disidencia y de las FARC EP, terminaran aliados con los paramilitares quienes habían sido sus verdugos (Entrevista CP, 2019). Carlos Castaño reconoció que aprovecharon la confrontación histórica EPL-FARC para profundizar la polarización e incrementar su violenta contra el activismo político y social del ámbito popular, para atribuirlo de forma falaz a uno y otro grupo. Otras versiones aseguran que los Comandos se desintegraron desde finales de 1993, y que la vinculación directa de algunos de sus mandos se habría dado desde ese año. Sin embargo, aseveran que la vinculación de un grueso de sus integrantes a los paramilitares de Castaño, se produjo entre finales de 1994 y en el primer semestre de 1995. Esto condujo a un nuevo ciclo de violencia que tuvo tres tipos de hechos diferenciados en los cuales resultaros victimizados los simpatizantes de la UP (a) la reactivación de grupos locales de los Comandos que realizaron acciones armadas de retaliación; (b) acciones de los paramilitares, a los cuales se integraron y ya pertenecían algunos exmiembros de los Comandos y; (c) ataques de las ACCU atribuidos equívoca o deliberadamente con determinado interés a los Comandos. Esta situación produjo dos consecuencias - De un lado, profundizó la fragmentación que se fue dando en Esperanza, al diferenciarse posturas en su tradicional dirección e integrantes. - De otro lado, produjo efectos al interior de Sintrainagro, de forma tal que si bien era solidario con Esperanza ante el exterminio sufrido, no lo era con el exterminio y el desplazamiento forzado que se generalizó contra la UP. Esto desde una posición por lo menos acrítica de la imposición violenta que fraguaba el modelo paramilitar en la región, por lo cual quienes no compartían tal postura o tenían descontento terminaron obligados a guardar silencio o a desplazarse de la región. En tales circunstancias, al interior de Sintrainagro adquirieron fuerza decisiva posiciones que giraron a la derecha política y de acomodo ante el tipo de poder hegemónico que se impuso en la región. Como consecuencia de esa situación, entre los dirigentes de Esperanza, Paz y Libertad, en los siguientes años se impone la dispersión con posturas diferenciadas en el espectro político, se diluyen como opción colectiva coherente y con frecuencia sufren pérdida de ascendencia ante sectores de sus antiguos compañeros. Entre tanto, la institucionalidad del Estado y los sucesivos gobiernos nacionales guardaron silencio frente a la situación de desprotección en la región contra los actores políticos y sociales sometidos a la violencia generalizada, desconociendo el grave impacto humanitario causado principalmente por el proyecto paramilitar actuando en condiciones de impunidad y permisividad oficial, señalando lo sucedido como un asunto sólo circunscrito a la confrontación entre las FARC EP y disidencia EPL y Comandos Populares. Prueba de ello son los informes gubernamentales producidos e intervenciones presidenciales, de la época, 237
difundidos por los principales medios de prensa nacional y con frecuencia también regionales (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH., 2006). Tsunami de masacres en el eje bananero de Urabá Para 1995 la ola brutal de la violencia se trasladó, en buena medida, al eje bananero transformándolo en un lugar mudo, tierra de aterrorizados. Aunque el ritual de horror no siempre fue el mismo, las masacres se convirtieron en el instrumento para disputar el control territorial y el control social en ese territorio. Mapa 19. Presencia territorial según grupos armados, 1995
Fuente: reelaboración del mapa de Suárez, Masacres y guerras en Urabá (1991–2001).
HH afirmó que recibió orden de pasar de los asesinatos a las masacres, y a descabezar y realizar acciones extremas, como estrategia para imponerse por medio del terror: 238
La misión de nosotros cuando salimos de La 35 era combatir la guerrilla y detectar los milicianos; las instrucciones era emboscarlos y retirarnos por lo que éramos tan poquitos; vino una orden también donde era generar respeto y terror y fue cuando comenzaron a venir las masacres y hubo un momento que vino la orden de Vicente de mochar cabezas y no era iniciativa de los comandantes sino que era una orden para generar terror porque éramos muy poquitos, 20 hombres y con los de San Pedro éramos más o menos 100 hombres de las ACCU. (FGN, 2013) El cumplimiento de esta orden y la respuesta de las FARC EP darían paso a la espiral de masacres ocurrida entre 1995 y comienzos de 1996, en un contexto de alta militarización de Urabá y atizada desde los empresarios bananeros. Era además, el colofón de la acción paramilitar de exterminio sistemático que daba así un asalto definitivo al eje bananero, encontrando réplicas igualmente degradadas desde las FARC EP. Lo grave fue que no se trató de hostilidades de guerra con enfrentamientos entre partes sino de una espiral de masacres, desde uno y otro sector, en cadena de retaliaciones contra sectores de la población civil considerados afines a la contraparte. Una página llena de errores e indignidades. Entre agosto y septiembre de 1995 Urabá tuvo un período crítico en términos de impacto del conflicto armado y la violencia política, cuando 66 personas fueron asesinadas en una serie de masacres en los cuatro municipios del eje bananero. Masacre en Carepa –ACCU El 25 de febrero de 1995 las ACCU asaltaron con armas de fuego a cuatro personas, entre ellas dos hombres y una mujer indígenas (Carrillo, s.f.). Huelga recordar que las comunidades indígenas fueron muy afectadas por la violencia paramilitar, de manera que los apellidos Dómico y Bailarín se repiten de forma constante en las listas de víctimas de la región41. En Carepa, el 16 de abril de 1995, fueron asesinadas otras siete personas (Carrillo, s.f.). Masacre en Turbo –ACCU El 5 de abril de 1995 en Turbo, Rubén Darío Mosquera Grisales (agente del DAS, escolta y miembro de Esperanza, Paz y Libertad), Édgar Salas Tordecillas (agente del DAS, escolta y miembro de Esperanza, Paz y Libertad), Raúl Cuesta Moreno (celador de la Escuela Urabana, de Currulao) y Edimir Mejía Díaz (indigente sordomuda) fueron asesinados en la vía que de Turbo conduce a Apartadó, a la altura de Currulao. Varios hombres armados dispararon ráfagas de fusil contra el campero en el que se movilizaba el presidente del Concejo de Apartadó, Teodoro Manuel Díaz Lobo, militante de Esperanza, Paz y Libertad, quien resultó ileso junto con un escolta que lo acompañaba. Los agentes del DAS fueron despojados de sus armas y municiones de dotación, así como de sus documentos de identificación. Raúl Cuesta Moreno y Edimir Mejía transitaban por el sector en el momento. Por el atentado fueron responsabilizados disidentes del Ejército Popular de Liberación, otros dicen que
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Además, los paramilitares son responsables del asesinato del líder indígena José Miguel Domicó Siniguí, alguacil indígena en los resguardos Las Palmas y La Playa, de Apartadó.
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fueron los paramilitares, y otros responsabilizaron a las Milicias Bolivarianas de las FARCEP (CIJP, 1995). Masacre en Carepa –ACCU El 14 de mayo de 1995 una nueva masacre ejecutada por los paramilitares enlutó Carepa. Llegaron y asesinaron a siete personas en distintos lugares del casco urbano: cuatro fueron asesinadas en el barrio La Cadena; una murió en el barrio El Milagro. Estos hechos fueron denunciados en un Consejo de Seguridad realizado el día 15 (CIJP, 1995). Luis Valle murió en el barrio El Milagro donde fue perseguido y rematado por uno de los homicidas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá. Él y otros hombres fueron asesinados el 14 de mayo de 1995 en el municipio de Carepa. Según el portal Vidas Silenciadas, los paramilitares tomaron las vidas de siete civiles en el barrio La Cadena como retaliación por el homicidio de dos paramilitares a manos de desconocidos en el mismo municipio. (Carrillo, s.f.) Masacre en Pueblo Bello, Turbo –ACCU El 28 de mayo de 1995 paramilitares de las ACCU asesinaron a siete personas en el corregimiento Pueblo Bello, Turbo, Antioquia. Los cadáveres de tres de las personas fueron exhibidos, lo cual generó el desplazamiento forzado de un gran número de pobladores; en tanto se llevaron a cuatro campesinos cuyo paradero es desconocido desde el momento en que 20 miembros del grupo paramilitar irrumpieron en Pueblo Bello, los sacaron de sus viviendas y los llevaron por la fuerza con rumbo desconocido. Los paramilitares los acusaron de “robar ganado para la guerrilla” (CIJP, 1995). Masacre en barrio Gaitán, Turbo –ACCU El 22 de junio de 1995 integrantes del Bloque Bananero de las ACCU asesinaron a cuatro personas en el barrio Gaitán, de Turbo. Los paramilitares entraron a la plaza de mercado y asesinaron a dos parejas en una esquina del mismo lugar. Las víctimas residían en los barrios Policarpa y Pueblo Nuevo, de Apartadó (CIJP, 1995). La Fiscalía le imputó estos hechos a Ever Veloza García, alias HH. Masacre en la finca Galicia, Carepa –CP El 6 de julio de 1995 un grupo armado proveniente de los CP perpetró una masacre en la finca Galicia, Carepa, ubicada sobre la vía que comunica con el corregimiento Zungo. El grupo disparó sin discriminación contra las personas que se encontraban en el lugar. Cuatro trabajadores bananeros murieron, “fueron sacados de los campamentos y acribillados a balazos sin piedad alguna, frente a sus familias y compañeros de labores”. Las víctimas eran trabajadores de esta finca bananera afiliados a Sintrainagro (CIJP, 1995). El cuádruple crimen fue cometido por unos treinta encapuchados, al mando de un reconocido integrante de los Comandos Populares, El Mono Pecoso (Reiniciar, 2007, p. 134).
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Masacre en los barrios Obrero La Chinita y Ortiz, Apartadó –ACCU El 14 de julio de 1995 paramilitares de las ACCU realizaron una masacre en un recorrido por los barrios Obrero La Chinita y Ortiz de Apartadó, dejaron diez personas muertas, algunas en sus viviendas. Entre las víctimas estuvieron Humberto Pacheco Castillo y Julio César Serna, dos militantes de la UP. Éver Veloza García, HH, reconoció ante el Tribunal de Justicia y Paz su responsabilidad por esta masacre, por lo cual él y Jesús Albeiro Guisao, El Tigre, fueron condenados. Masacre en Chigorodó, El Aracatazo –ex CP –ACCU En 1995 exintegrantes de los Comandos Populares (“coscones”) al servicio de los paramilitares ejecutaron la operación Nudo Negro, en Chigorodó, que incluyó la masacre del Aracatazo (Reiniciar, 2007, p. 133). El 12 de agosto de 1995 quince integrantes del Bloque Bananero de las ACCU entraron a la discoteca el Aracatazo y exigieron información de unas armas que suponían se guardaban en el lugar, al no encontrarlas, dispararon sin discriminar (Rutas del Conflicto, s.f. x). Los paramilitares por orden de Ever Veloza García, HH, cumpliendo órdenes de Carlos Castaño, dispararon contra los habitantes del sector, simpatizantes de la UP y trabajadores bananeros que frecuentaban el establecimiento público El Aracatazo, ubicado en el barrio El Bosque de Chigorodó. El hecho fue reivindicado por Comandos de Alternativa Popular. En los noventa era habitual allí la presencia de integrantes del PCC y la UP, por lo cual el ataque fue interpretado como réplica equivalente a la masacre ocurrida en La Chinita, lugar frecuentado por integrantes de Esperanza, Paz y Libertad (Suárez, 2007, p. 160). El hecho generó desplazamiento forzado inmediato por habitantes de la zona, entre ellos militantes del PCC, UP y trabajadores de Sintrainagro, por temor a la continuidad de los ataques de los paramilitares en su contra. HH ha manifestado que esta masacre fue perpetrada por anteriores miembros de los CP integrados a las ACCU. Puso de presente la baja capacidad de control de la estructura paramilitar frente a la actuación. Según su versión, Carlos Castaño tuvo desacuerdos con el alcance e impacto de esta masacre, no ordenada en tales términos, por lo que ante el reclamo del Ejército por el impacto causado, ordenó entregarles a los responsables directos: Yo era comandante. Fue la primera masacre de Urabá y Carlos se pone bravísimo porque se vienen las fuerzas militares que qué había pasado y Carlos me dice que reciba unos UAZ (automotores tipo campero) que vienen de Urabá mandados por “Monoleche” o “Cero cuatro”, mandaron dos UAZ para que le mandara la gente que había participado en la masacre y se suben en los carros con uniformes y armas y Carlos coordina con el Ejército para que fueran capturados entre Río Grande y Apartadó. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) En versión libre rendida ante Justicia y Paz, entre 2007 y 2008, Hébert Veloza confesó responsabilidad en el hecho y manifestó que fue planificado y dirigido por Dalson López Simancas, Mono Pecoso, quien comandó al grupo armado que incursionó en el barrio El
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Bosque, entre ellos Pablito, Mocho, Los Saizas, Cama Renga, El Chivo, Care Camión, Fredy Vampiro, José Gabriel Conrado Pérez, Care Vieja o Camilo. Alias HH manifestó además que: Cuando nosotros llegamos al Urabá antioqueño ya existían los comandos populares y había en el sector El Siete o Zungo, un grupo liderado por alias “Mono Pecoso”, “Lázaro” o “Pedro”, él tenía un grupito por ahí de 7 u 8 personas que dependían de un señor “Veterina”. Cuando nosotros llegamos allá entramos a vincular estos grupos a las autodefensas y este grupo queda bajo nuestro mando. Un día el señor “Pedro” y “Pablito” que eran representantes de este grupo, pidieron permiso para matar a tres personas en Chigorodó y yo los autorizo y resulta que no mueren tres personas sino 18 (…). (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) Otras versiones consideran que esta masacre fue retaliación por el asesinato en Apartadó de seis personas, entre ellas dos soldados del Ejército (El Tiempo, 1995b). Trabajadores bananeros informaron que en el barrio Camilo Torres, de Chigorodó, donde se ubicaba la discoteca El Aracatazo, había estado el comandante del Ejército Rito Alejo del Río, en las horas de la tarde, ordenando cerrar locales, antes de la masacre. Según el coronel Velásquez, para ese entonces segundo al mando del Ejército en la zona, uno de los guías en esta masacre estaba a órdenes del oficial de inteligencia del Batallón Voltígeros. Esta masacre fue un caso de gran relevancia, por cuatro razones: 1. Corresponde a un pico de violencia desatada por los paramilitares contra integrantes, simpatizantes o población cercana a la UP, que se prolongó hasta el año siguiente, con la masacre de El Golazo. 2. Por la autoría por exintegrantes de los Comandos Populares quienes expidieron un comunicado indicando que la habían ejecutado como una retaliación por los asesinatos de trabajadores bananeros y militantes de Esperanza, Paz y Libertad (Suárez, 2007, p. 160). 3. Porque demostró que las zonas de control político de la UP no estaban blindadas frente a operaciones armadas homicidas, a tal punto eran vulnerables y que un grupo pequeño podía incursionar en ellas en operaciones tipo comando. 4. Por cuanto se pudo determinar judicialmente que soldados del Voltígeros habían permitido que al menos dos exguerrilleros que trabajaban como informantes, salieran de la base dos días antes de la masacre. Uno de ellos, Gerardo Antonio Palacios fue condenado por haber participado en la masacre, en marzo de 1997. Otro participante, identificado por testigos presenciales fue José Luis Conrado Pérez, conocido como Carevieja (Nodo50, s.f.). Masacres en Río Grande, Churidó y Zungo Entre el 18 de agosto y 20 de septiembre de 1995, las FARC perpetraron cuatro masacres entre los corregimientos Río Grande, Churidó y Zungo, con 52 víctimas fatales, obreros y militantes políticos de Esperanza, Paz y Libertad (Suárez, 2007, p. 161). Este fue el período más violento en Urabá: “Durante 1995 en Urabá los actores armados realizaron seis masacres 242
con un saldo de 86 muertos. Además, se presentaron 952 asesinatos en casos aislados, inferiores a cinco individuos” (Aranguren, 2001). El 18 de agosto de 1995, seis obreros bananeros fueron asesinados hacia la media noche en la finca Mapaná, ubicada en la inspección departamental Río Grande. Los acribillaron. También incendiaron el almacén de la finca. Después se trasladaron a la finca El Oasis, contigua a la finca Mapaná, y asesinaron a Tadiris Díaz. Según las autoridades militares, los responsables serían del “V Frente de las FARC, en su pugna que libran por territorio con los grupos paramilitares” (CIJP, 1995). Horas más tarde, en la madrugada del 19 de agosto de 1995, en Churidó, Apartadó, fueron asesinadas otras cinco personas, casi todos dirigentes sindicales bananeros: 1. Ever Romaña, exconcejal de Apartadó por el movimiento Esperanza, Paz y Libertad e integrante de Sintrainagro, en el momento era el coordinador del Comité de Desarrollo Rural 2. Iván Romaña, hermano del anterior e integrante de Sintrainagro 3. Blas Romaña, padre de los anteriores 4. Rafael Calarcio, obrero e integrante de la subdirectiva de Sintrainagro en Apartadó 5. Aníbal Cabrera, obrero y dirigente sindical de Sintrainagro Los obligaron a salir con las manos en alto y los acribillaron. Después de destruir el puesto policial y una cooperativa comunal, se trasladaron a la finca La Francia, donde asesinaron a Aníbal Cabrera e incendiaron los depósitos donde era almacenado el cartón para empacar el banano producido y cortaron los cables de transporte de banano de las fincas El Labrados, No Hay Como Dios, Tagual, Doña Francia, La Fortuna y La Estrella (ubicadas en jurisdicción de Apartadó) y en las fincas El Oasis y Las Dunas (en jurisdicción de Turbo). Unas fuentes responsabilizan al mismo grupo de hombres que una hora antes había asesinado a seis personas en dos fincas ubicadas en la inspección departamental Río Grande, en Turbo. Masacre de los Kunas, Carepa –FARC EP Miembros del grupo guerrillero FARC, torturaron y asesinaron a 22 personas en la finca Los Kunas del corregimiento de Zungo, el 29 de agosto de 1995 en Carepa, Antioquia. Según el portal Rutas del Conflicto, la guerrilla llegó a la finca buscando miembros del grupo guerrillero EPL y del grupo paramilitar Comandos Populares y luego de retener a las personas por un tiempo, las amarraron, las acostaron boca abajo y les dispararon. (Rutas del Conflicto, s.f. y) Hacia las cinco y media de la mañana, cuando trabajadores de las fincas Los Almendros, Santacruz y Los Kunas, se movilizaban hacia sus lugares de trabajo, 18 guerrilleros de las FARC los interceptaron, los obligaron a descender de los vehículos y a formar junto a la empacadora de la finca, les pidieron los documentos de identidad y los verificaron en una lista. Sólo dos aparecían en la lista, sin embargo, asesinaron a 22 personas, después de haberles atado las manos en la espalda y haberles gritado “ustedes son los comandos”. Según los pobladores de la zona, la masacre estaba anunciada contra militantes de Esperanza, Paz
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y Libertad que laboran en la zona, quienes habían pedido protección a la Brigada 17, una de cuyas bases se ubica muy cerca del lugar de los hechos (CIJP, 1995). Días antes, el 23 de agosto de 1995 en Turbo, cuatro trabajadores agrarios fueron asesinados por hombre armados, los acribillaron de varios disparos de fusil en la vereda El Limón (CIJP, 1995). Masacre en Currulao, Turbo –ACCU El 14 de septiembre de 1995 en Turbo, Antioquia, paramilitares de las ACCU torturaron y ejecutaron a seis campesinos militantes de la UP. Según el portal Vidas Silenciadas: Los hechos ocurrieron en las parcelas Añaque y Encarnación. También amenazaron de muerte a 250 familias que habitan las haciendas Currulao, La Primavera, La Fortuna y Pa‘qué Más, si en el término de cuatro días no abandonaban el lugar, los campesinos fueron despojados de sus tierras por los testaferros de los hermanos Castaño. (Troncoso, 2016) Esa masacre desplazó a 250 familias, cerca de un millar de personas, a quienes el Incora les había adjudicado las parcelas referidas. Ever Veloza García alias, HH, reconoció responsabilidad en el crimen ante Justicia y Paz. Según su testimonio, en un hecho de sevicia Jacinto Moreno Núñez fue torturado, castrado y decapitado delante de su mujer, Doralba García Maya (Forjando Futuros, 2019). Esta masacre sería respuesta paramilitar a dos masacres previas cometidas por las FARC EP. Masacre Bajo del Oso, Apartadó –FARC EP El 20 de septiembre de 1995 el Frente 5 de las FARC asesinó a 24 personas y otras cuatro resultaron heridas. Hacia las cinco y cuarenta de la mañana, en la vereda Bajo del Oso a un kilómetro del municipio de Apartadó, los guerrilleros bajaron de un bus a un grupo de jornaleros que se dirigían a su trabajo, en una plantación bananera llamada Rancho Amelia, los obligaron a hacer tres filas, los tumbaron en el suelo y boca abajo les amarraron las manos y vendaron los ojos para luego fusilarlos, algunos cadáveres fueron degollados con machetes (Forjando Futuros, 2018). Las víctimas, entre las cuales había una mujer embarazada, pertenecían al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria, Sintrainagro. Algunas de ellas eran simpatizantes del partido político Esperanza, Paz y Libertad (Forjando Futuros, 2018). Sobrevivientes manifiestan que este era un hecho anunciado, esta masacre estuvo a punto de perpetrarse una semana antes en el mismo sitio y por los mismos autores. Esta tenebrosa acción fue interpretada como una retaliación de esa guerrilla, por la recomposición del sindicato. Según el periódico El Tiempo, esta masacre hizo parte de la estrategia “Plan dignidad” de las FARC EP para supuestamente contrarrestar a los paramilitares en el eje bananero. Esta operación comenzó después de la masacre de El Aracatazo (Semana, 1996). 244
Con este crimen en el eje bananero de Urabá iban más de sesenta personas asesinadas en 43 días (Rutas del Conflicto, s.f. u). El año 1995 fue un punto de inflexión en la violencia ocurrida en Urabá y también en la cantidad de masacres y el número de víctimas: 15 masacres y 116 víctimas. Sumado al asesinato de líderes sindicales; el 22 de marzo de 1995 fue asesinado Manuel Francisco Giraldo Torres secretario general de la seccional de Sintrainagro (Reiniciar, 2007, p. 132). En la región se pasó de algo más de 400 [homicidios] en 1994 a más de 800 en 1995, a más de 1.200 en 1996 y se bajó a algo más de 700 en 1997 y a cerca de 300 en 1998 (…) La tasa de homicidios por 100.000 habitantes osciló alrededor de 500 en esos años en los cuatro municipios del eje bananero, cuando el promedio nacional estaba cercano a los 60, y esto era motivo de desconcierto y alarma nacional e internacional. (Dávila, Escobedo, Gaviria y Vargas, 2001) -. El 29 de octubre de 1995 en Turbo, Miguel Ángel Coronado Martínez, Alonso Moncada Zapata, Jaime Moncada Zapata y Luis Carlos Moncada Zapata, campesinos y aserradores de oficio, fueron asesinados en la vereda Mono Macho, por ocho hombres armados, quienes intimidaron a los presentes y decapitaron a las víctimas con una sierra mecánica; luego “huyeron llevándose cuatro mulas y la motosierra, que eran propiedad de los agricultores sacrificados”. Los cuatro hombres asesinados residían en San Pedro de Urabá y en la inspección departamental El Totumo (Necoclí); los tres últimos eran hermanos (CIJP, 1995). -. El mismo 29 de octubre de 1995 en Turbo, Robinson Arley Sabala Madris, Ismael Mena Palomeque, John Fredy Montoya Orozco y Carlos Ovidio Martínez Montoya, fueron asesinados por un grupo de hombres armados en la vía Turbo – Apartadó, a la altura de la finca La Caleta (El Tres). Las víctimas se movilizaban en dos motocicletas y fueron obligadas a detenerse y luego las acribillaron (CIJP, 1995). -. El 1 de diciembre de 1995, John Jairo Vaca Durango, Édgar Villada Martínez, Luis Fernando Reyes Agudelo, Franklin Caro Peñate y Arney Villada Martínez fueron encontrados asesinados en la vía a Necoclí, unos en una zona cercana a las instalaciones del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y los otros cerca de la finca La Caleta. Presentaron heridas de bala, “señales de golpes y de haber sido arrastrados” y estaban amordazados. La finca La Caleta está ubicada cerca de un reconocido “botadero de cadáveres” (CIJP, 1995). El jefe paramilitar HH reconoció ante Justicia y Paz que en 1995 realizaron una sistemática eliminación de dirigentes sindicales de izquierda, con referencia en general a integrantes de Sintrainagro y otros sindicatos: “(...) la prueba de que la clase obrera del Urabá sí fue oprimida son los muertos sindicalistas que en mi última versión confesé más de 65 sindicalistas casi todos de Sintrainagro” (Fiscalía 5, 2008, 30 de septiembre). El paramilitarismo de las ACCU también atacó a concejales y militantes de Esperanza, Paz y Libertad en el norte de Urabá, en su estrategia de imposición violenta regional y
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posiblemente al encontrar niveles de resistencia o de apoyo a su proyecto violento percibido desde las posturas independientes y que no les brindaban apoyo. El Comité Regional del PCC en Urabá denunció que los días 12, 13 y 14 de mayo de 1995 las ACCU asesinaron en Carepa y Turbo a 21 personas, como retaliación por el asesinato de dos presuntos paramilitares. También denunció que desde el 1 de marzo hasta el 20 de mayo de 1995 se registraron 60 homicidios en Turbo (El Colombiano, 1995f). Lo cierto es que esta ola de violencia arrojó en 1995 un saldo de 822 homicidios y 211 desapariciones forzadas, cuyo epicentro fue el municipio de Turbo y, en segundo lugar, Apartadó42. Ante estos ataques, como ya se expresó, el sector político sindical de la UP en la región organizó y realizó un paro laboral de dos semanas. De tal manera, entre el 19 y el 21 de junio de 1995, un sector de Sintrainagro con apoyo de un Comité Obrero Popular, que agrupaba otras organizaciones sociales de la región, promovieron un paro por tres días de las actividades laborales en el eje bananero en protesta por la violenta incursión paramilitar, señalando a los organismos de seguridad y a la fuerza pública del Estado de ineficaces, e incluso de casos de complacencia. Esa acción de protesta tuvo cierto nivel de respuesta en la zona agroindustrial (El Colombiano, 1995g). Desde el ámbito social y político hubo acciones civilistas desde organizaciones sociales y políticas de resistencia. Entre ellas, en Apartadó el 24 de junio de 1995, se realizó una marcha contra la violencia, con amplia participación de diferentes movimientos políticos incluidos las UP, PCC y Esperanza, Paz y Libertad, organizaciones sociales y sindicatos, incluido Sintrainagro. También participó Augura como representación gremial de los empresarios bananeros. El presidente del gremio bananero, desde la tribuna de la concentración, irónicamente llamó a apoyar a las Convivir y llamó a los obreros bananeros a “evitar alteraciones al orden laboral”, para no afectar “la riqueza y la prosperidad de la zona” (Entrevista, 2019, 13 de marzo). Estructuración orgánica de los paramilitares en Urabá La dinámica de expansión y consolidación comenzó con la cooptación por parte de las ACCU de pequeños grupos paramilitares preexistentes en la región de Urabá, así como de algunas personas desmovilizadas del EPL (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Además, según las versiones de los exjefes paramilitares, las deserciones de las guerrillas empezaron a crecer y eran cooptados por las ACCU, como la de Carlos Castaño: Empezaron a llegar a las ACCU más guerrilleros con cargos muy importantes y con muy buena información sobre el accionar de la guerrilla en otros municipios de Urabá y zonas aledañas al municipio de Turbo. Se empezaron a hacer incursiones esporádicas y precisas al municipio de Necoclí, Currulao, Apartadó y Chigorodó. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre)
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Cifras extraídas de la Uariv.
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Con esta información hacían operaciones tanto rurales como urbanas de ataque a presuntos colaboradores de la guerrilla. Para 1995 Turbo y sus corregimientos, El Tres y Currulao, fueron escenarios del asesinato de más de cien personas acusadas de pertenecer o colaborar con la guerrilla. En una sola parroquia de este municipio se realizaron más de 60 funerales de personas asesinadas por los paramilitares en dos meses (El Colombiano, 1995b). Las incursiones en los corregimientos de El Tres y Currulao, en Turbo, fueron muy importantes porque demostraron que podían establecer una posición en el eje bananero y desde allí proyectar sus acciones a las zonas rurales de Apartadó, Carepa y Chigorodó. Los paramilitares mantuvieron su despliegue ofensivo contra pobladores inermes, con la disculpa de quitar base social a la guerrilla y así debilitarla; este proceder materializaba también la vieja estrategia contrainsurgente promovida por la Escuela de las Américas de “quitarle el agua al pez”. Su incursión se hizo utilizando violencia especialmente intensa contra los sindicalistas y contra los dirigentes de la UP. De hecho, a partir de 1995, las ACCU asumieron como misión el exterminio de la UP. Los grupos Escorpiones, Los 13 y Los Güelengues fueron las estructuras primigenias de los frentes Turbo y Árlex Hurtado de las ACCU en la región (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de octubre). Estos dos frentes, junto con un grupo de tareas especiales y tres estructuras armadas que actuaban en Nueva Antioquia (zona rural de Turbo), en Medellín (Barrio Belén en el corregimiento de Altavista) y en el municipio de Ciénaga (Magdalena), se integraron en una estructura común conocida como Bloque Bananero (FGN, 2013). Sin embargo, lo más probable es que estos grupos en realidad hayan actuado como frentes independientes y la denominación de Bloque Bananero se haya usado o retomado en 2004 para efectos de la desmovilización. En menos de un año el grupo de Los 20 o Los Escorpiones se convirtió en el Bloque Bananero, que seguía teniendo base principal en Turbo. HH siguió delinquiendo con el Frente Turbo, mientras Pedro Bonito lo hacía con el Frente Árlex Hurtado en Apartadó, Chigorodó y Mutatá (Verdad Abierta, 2011i). Este mismo año los paramilitares se apropiaron de la hacienda La Esperanza, de 106 hectáreas, y de las del Trébol y de Blanquiceth 43 de 3.000 hectáreas. Desde la hacienda El Trébol los paramilitares además de la violencia física contra pobladores civiles, desataron la estrategia de despojo de sus tierras mediante la compra forzada, entre el kilómetro 18 y el kilómetro 30 de la Carretera Panamericana, hasta la serranía conocida como El Cuchillo. Desde ese momento alias Napo, Cuchillo, Gallito, Jimmy y 55, serían famosos por sembrar el terror y la barbarie contra la población.
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Sólo en seis años, desde el 13 de agosto de 1990 que se constituyó la Cooperativa de Trabajadores Agropecuarios de Blanquicet, Cootragloblan, con personería jurídica No. 2394, y hasta mayo de 1996, el proyecto de un mejoramiento de la calidad de vida y la prestación de servicios de la Cooperativa se logró. Los propósitos fueron interrumpidos de forma abrupta por la violencia paraestatal desde hace once años. Desde 1996 y hasta 1998, un período de dos años, se desplazaron forzadamente cerca de 240 familias del caserío de Blanquicet, entre ellos las que forman parte de la Cooperativa. Las familias se desplazaron hacia los municipios de Chigorodó, Turbo, Chigorodó, Valencia, Medellín.
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La creación del Bloque Bananero se produjo, según los propios paramilitares, entre finales de 1995 y principios de 1996. Según Rutas del Conflicto, el Bloque Bananero de los paramilitares, (…) se creó en 1995 con 20 paramilitares del grupo conocido como ‘Los Escorpiones’, al mando de José Ever Veloza García alias ‘HH’, los cuales se unieron con los 40 hombres de ‘El grupo de Pedro Bonito’, alias que utilizaba su líder Raúl Emilio Hasbún (Rutas del Conflicto, s.f. rr). Según la Fiscalía: A principios del año 1996 (enero de 1996), la zona del Urabá es dividida por orden de los hermanos CARLOS y VICENTE CASTAÑO GIL, en dos: EL GRUPO DE TURBO y EL GRUPO DE PEDRO (Eje Bananero); el primero operaba en la zona urbana de Turbo y en la zona rural del mismo municipio, y tenía como comandante a EVER VELOZA GARCIA. El segundo grupo comandado por RAÚL EMILIO HASBÚN MENDOZA alias PEDRO, operaba en los municipios de Turbo zona rural de Nueva Colonia con inmediaciones del corregimiento de Currulao; Apartadó, Carepa y Chigorodó, zona del kilómetro 40 o Panamericana, entre noviembre de 1996 hasta mediados de 1998 en el casco Urbano de Mutatá y Belén de Bajirá hasta finales de 1999. (DFJT Medellín, 2016, 2 de diciembre) El Grupo de Pedro Bonito tuvo influencia entre el sur de Turbo y el norte de Mutatá. Luego se movió en toda la zona ganadera, por el sector de Currulao y Salvador hasta Bajirá (Verdad Abierta, 2011d). En 1996 los paramilitares a cargo de HH tenían como base el municipio de Turbo, desde donde delinquían con un grupo de rurales y otro de urbanos, con el pretexto de combatir a los Frentes 5, 57 y 58 de las FARC EP y hacer ‘inteligencia’ en los pueblos para matar las personas señaladas de pertenecer o colaborar con la guerrilla (Verdad Abierta, 2011d). Los paramilitares ya habían controlado los dos embarcaderos de fruta y casi todo el territorio de Apartadó. Tenían control sobre las fincas La Chacara, La Negra, Lagunilla, Samarkanda, Rita María, Villa Alicia, Alameda, Francia Helena, Santa Rita, Alexandra Pía, Los Guaros, San Judas Tadeo (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). Estas estructuras estuvieron al mando de HH, luego, cuando sufrió un atentado de las FARC EP y salió de la zona, estuvo temporalmente al mando Mono Leche y, pronto, bajo el mando de Raúl Emilio Hasbún, Pedro Bonito, quien seguía actuando como empresario bananero y líder del gremio bananero. El Bloque Bananero tenía jurisdicción en los municipios de Apartadó, Chigorodó, Carepa y en los corregimientos de Currulao, perteneciente a Turbo, y Saiza, perteneciente a Tierralta (Verdad Abierta, 2011d). El paramilitar Rafa o El Viejo refirió ante la justicia la actuación del grupo paramilitar con el cual empezó a operar en Urabá: 248
(…) al frente que perteneció era el Árlex Hurtado que era parte del Bloque Bananero que la zona de injerencia del frente era los municipios Apartadó, Carepa, Chigorodó y sus respectivos corregimientos. Este frente como el bloque pertenecía a la Casa Castaño. Se dice de este grupo, que inicialmente asesinaban a sus víctimas en presencia de sus familiares, pero que posteriormente cambiaron la forma de cometer sus crímenes, y entonces sacaban a las víctimas de las viviendas y las llevaban al frente de la finca Las Margaritas, donde dejaban los cadáveres, señala que algunos de ellos trabajaban como administradores de fincas. Este grupo programa reuniones y obligan a asistir a los administradores y a los capataces, se registran hechos como estos en la finca Guadalupe, a un kilómetro de Nueva Colonia y Rancho Amelia. En cuanto a Diego Fernando Murillo, Don Berna o Adolfo Paz44, su relación con este grupo se limitaba a la coordinación financiera. Estructura organizativa de los paramilitares en Urabá Para 1996 los paramilitares estructuraron equipos armados y de apoyo, con presencia en las zonas urbanas. Construyeron una estructura jerárquica que, aunque implicaba una subordinación de abajo hacia arriba, mantuvo un alto grado de autonomía al momento de operar. La estructura, de abajo hacia arriba, es la siguiente: -
Informantes en el campo y las ciudades, Grupos de Inteligencia (GRIN), Comandos Urbanos (CU), Grupos de Base (GB). Todos estos grupos debían recibir, en teoría, cursos de capacitación en lucha contraguerrillera, antes de entrar en funcionamiento. Grupos de Apoyo (GRAN), quienes recibían entrenamiento militar, manejo de armas, tácticas y estrategias de guerra, participan en realización de operaciones. Grupos de Choque, quienes actúan a la manera de Grupo Élite. Frentes que reúnen a varios de estos grupos, que luego se denominarán como bloques. Y, como estructura de mando, existía una especie de Estado Mayor, que cuando las ACCU se transformaron en una propuesta nacional –AUC– con presencia en otras regiones, se convirtió en Estado Mayor Regional.
Evolución de la estructura armada de los paramilitares durante el segundo quinquenio en los noventa El crecimiento y consolidación de las ACCU en Urabá fue acelerado y de magnitud, amparado en el apoyo económico de los empresarios de la zona, en especial de los empresarios bananeros y de la connivencia y/o apoyo de sectores significativos de la fuerza pública. Los mandos medios fueron creciendo en poder sobre determinados territorios, es el caso de Chiquito Malo, Grandulón, El Viejo, Camacho, El Paisa, Mono Negro, Valentín, 44
Era uno de los jefes claves del Cartel de Medellín, que rompió con Pablo Escobar, coordinó como jefe narco con Fidel y luego con los otros Castaño, era de Los Pepes, luego llegó a acuerdo con Carlos Castaño para integrarse a las AUC, pero no como simple subordinado sino como un par narcoparamilitar. Creó la Oficina de Envigado, coordinó con las ACCU y luego creó el Bloque Córdoba de las ACCU. Siempre en el entronque narcoparamilitar urbano y rural, siendo del EMC de las AUC.
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Jorge, Juancho, Mono Pecoso y muchos otros cuyo nombre aterraba. El siguiente gráfico registra los cambios entre 1994 y 2000. Figura 7. Bloque Bananero
Fuente: elaboración propia a partir de información extraída de versiones libres rendidas ante la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación.
En 1996 el proceso de asentamiento territorial de los paramilitares se completó; su control se expresó en zonas militarizadas por presencia de la fuerza pública con la ejecución de 11 masacres con 71 víctimas. Los índices de homicidios en la zona bananera, que de hecho eran muy elevados entre 1990 y 1995, se incrementaron de forma significativa en 1996. En Turbo las tasas fueron de 233 y 159 homicidios por cada cien mil habitantes en 2005 y 2006; en Apartadó llegaron a 393 y 199 respectivamente (Presidencia de la República, 2004).
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Figura 8. Estructura orgánica ACCU (1999-2000)
Fuente: Tribunal Superior de Bogotá, Sala de Justicia y Paz. Sentencia parcial contra Ever Veloza García. Rad. 11 001 60 00253 2006 810099 Rad. Interno 1432, 30 de octubre de 2013, M.M. Eduardo Castellanos Roso.
Violencia en 1996. Masacres paramilitares Si 1995 se caracterizó por un signo creciente de exterminio del movimiento Esperanza, Paz y Libertad y la pervivencia de un balance asimétrico de fuerzas a favor de la guerrilla de las FARC, “1996 se caracteriza por el cambio en el signo del exterminio hacia la Unión Patriótica y la alteración del balance asimétrico de fuerzas a favor de los grupos paramilitares” (Suárez, 2007, p. 169). En 1996 la violencia se mantuvo en rangos muy altos en Urabá. 1996 fue un año especialmente violento en el eje bananero con 982 homicidios y 240 desapariciones forzadas. Cifras en ascenso en relación con 1995. En particular, hubo un aumento del 19 % en homicidios, respecto al año anterior. Turbo y Apartadó continuaron ese año con las cifras
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más altas de violencia; sin embargo, Chigorodó y Carepa elevaron sus cifras de manera ostensible, 43 % y 42 % respectivamente45. Ahora bien, en cuanto a las masacres, si en 1995 la guerrilla de las FARC EP produjo 58 víctimas sólo en homicidios colectivos en el eje bananero, y los grupos paramilitares tuvieron 36 víctimas en iguales circunstancias de tiempo y lugar, en 1996 la guerrilla de las FARC EP produjo 23 víctimas en homicidios colectivos en el eje bananero, mientras que los grupos paramilitares tuvieron 37 en iguales circunstancias de tiempo y lugar (Suárez, 2007, p. 169). Masacre de la finca Osaka, Carepa -FARC EP El 14 de febrero de 1996, el Frente 5 de las FARC EP realizó una masacre contra 11 obreros bananeros, afiliados a Sintrainagro, en la finca Osaka, en Carepa. Cerca de las 6:30 a.m. del 14 de febrero de 1996, las guerrillas de las FARC asaltaron un bus que viajaba con 45 trabajadores bananeros de la finca Osaka. Según el portal Rutas del Conflicto, fueron obligados a bajarse del vehículo y tenderse en el piso. Once de ellos intentaron huir y fueron asesinados con armas de fuego. (Carrillo, s.f.) Según William Ramírez, esa masacre sería una retaliación de las FARC EP por la captura de 38 de sus milicianos los primeros días de ese año (Ramírez, 1997). La masacre del Golazo, Barrio Policarpa, Comuna Bernardo Jaramillo, Apartadó, acabar con la última comunidad influenciada por la UP Empezando el segundo trimestre de 1996 se produjo una masacre de gran impacto contra la UP en Urabá. Clausurados los campamentos en las fincas en los cuales vivían los trabajadores bananeros y sus familias, debieron dispersarse en Urabá para fijar sus residencias en los cascos urbanos de los cuatro municipios del eje bananero. Por la confianza construida tras varios años de convivencia, se fueron reagrupando como vecinos en barrios y asentamientos donde ya vivían otras personas con afinidad política o con historias de vida compartidas. En ese periodo la confianza era un activo de la mayor importancia en el patrimonio vital de las familias. La clausura de los campamentos se hizo por razones medioambientales, económicas y laborales y por consideraciones de tipo militar. Las económicas y laborales están relacionadas con el costo para los empresarios de darles algunos servicios públicos (agua y electricidad) a los trabajadores, así como por la ocupación de la tierra en los campamentos, tierra que posteriormente fue sembrada. Las medioambientales, asociadas a las presiones de la Comunidad Económica Europea por la necesidad de realizar fumigaciones indiscriminadas en las fincas bananeras, para combatir determinadas plagas y de esta manera atender las exigencias fitosanitarias para que el banano ingresara a la Unión Europea. Algunos consideran que las razones militares eran de mayor peso, relacionadas con el hecho de que en los campamentos había influencia política de los partidos de izquierda y de las guerrillas, lo que había facilitado la organización de las Milicias Populares del EPL. 45
Cifras extraídas de la Uariv.
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Una de las masacres más graves cometidas contra comunidades que vivían en este tipo de barrio donde se relocalizaron masivamente los obreros bananeros y sus familias, fue la ejecutada por paramilitares en el barrio Policarpa Salavarrieta, Comuna Bernardo Jaramillo, de Apartadó, porque fue una especie de estocada final contra la UP, puesto que en esa comuna estaba el último refugio de los simpatizantes de esa fuerza política y los afines para resistir a la persecución, al asesinato y al destierro. El 3 de abril de 1996 cerca de 12 paramilitares del Bloque Bananero, vestidos de civil y con capuchas cubriéndoles los rostros, llegaron un Miércoles Santo al barrio Policarpa Salavarrieta del municipio de Apartadó, Antioquia. Los ‘paras’ asesinaron a ochos personas en el billar El Golazo y a otros dos menores afuera del establecimiento. En el lugar donde mataron a los menores siempre se ubicaba un retén militar que previo a la masacre se trasladó un kilómetro. Los cuerpos quedaron tendidos en el suelo del billar y en los andenes cercanos, excepto los de dos víctimas que fallecieron en el hospital de Apartadó. Semanas atrás de los hechos se presentaron una serie de asesinatos selectivos en la región. Policarpa Salavarrieta es un barrio de invasión en Apartadó que estuvo habitado en su mayoría por simpatizantes de la Unión Patriótica y el Partido Comunista. José Ever Veloza alias ‘HH’, ex jefe del Bloque Bananero, admitió su responsabilidad en la masacre y aseguró que la orden la dieron los exjefes paramilitares Carlos Castaño y Carlos Mauricio García alias ‘Doble Cero’, este último, asesinado en 2004 por otros jefes 'paras'. Según las autoridades, la masacre cometida un mes y medio después por las Farc en el municipio de Turbo, pudo ser una retaliación por estos hechos. (Rutas del Conflicto, s.f.v) Según William Ramírez, esta masacre fue una respuesta a la masacre previa perpetrada por las FARC EP en la finca Osaka, también contra trabajadores bananeros sindicalizados, pero en su caso por estar vinculados o bajo influencia de la corriente política sindical de Esperanza, Paz y Libertad. Por lo cual esa guerrilla los señalaba como vinculados al paramilitarismo (Ramírez, 1997). Con posterioridad, las FARC EP, en mayo de 1996, en lo que se señala como otra acción de retaliación violenta por la masacre del Golazo, atacaron en los corregimientos de Pueblo Bello y Alto de Mulatos, de control paramilitar, y según informaciones fusilaron a 16 personas (Suárez, 2007, p. 69). En noviembre de 1996 Carlos Castaño llamó a una “guerra frontal contra las FARC”, lo que de nuevo no significó la confrontación militar directa contra esta guerrilla, sino una serie de ataques contra la población de varias zonas, con el objeto de propiciar una campaña de desplazamiento forzado y de “ajusticiamiento” de quienes se resistieran, a partir del repetido señalamiento a los pobladores de ser supuestos colaboradores de las FARC EP. En particular los paras aseguraban que las personas que vivían en esos lugares permitían a esta guerrilla comercializar víveres, drogas, alimentación, acampar en sus propiedades, brindarles información o cualquier tipo de servicio o de apoyo 46. “Bajo las sumarias indagaciones de 46
Comunicado de las autodefensas al pueblo urabaense, hoja volante.
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las autodefensas fueron aniquilados transportadores, tenderos, personal paramédico, en fin, todos aquellos acusados de auxiliar a la guerrilla” (Ramírez, 1997). La presión paramilitar desencadenada desde meses antes condujo al desplazamiento de las FARC hacia zonas de tradicional presencia hacia el sur de Córdoba y hacia las selvas del Atrato en Chocó (Ramírez, 1997). Masacre en La Galleta El 14 de septiembre de 1996 un grupo de paramilitares asesinó a seis personas en la vereda La Galleta, municipio de Turbo. “A uno le cortaron la cabeza y luego jugaron fútbol con ella” (Reiniciar, 2006, p. 148). Con posterioridad esta finca se convirtió en zona de control paramilitar (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). En 1996 sucedieron otras cuatro masacres en Turbo: -. El 8 de enero de 1996 en Turbo cuatro campesinos, entre ellos una persona menor de edad, fueron asesinados entre las veredas Congo y Cacanal, a cinco kilómetros de San Pedro de Urabá. Se responsabiliza a presuntos guerrilleros de las FARC (CIJP, 1996). -. El 15 de abril de 1996 en Turbo, cuatro campesinos fueron encontrados asesinados en el corregimiento El Dos. El día anterior habían sido sacados por un grupo de quince hombres, de las fincas La Jarra y El Verli, ubicadas en jurisdicción de Turbo y Apartadó, respectivamente. Los victimarios portaban armas de corto y largo alcance y vestían uniformes militares (CIJP, 1996). -. El 4 de mayo de 1996 en Turbo, siete pobladores de Alto de Mulatos fueron asesinados por guerrilleros de los frentes 5 y 58 de las FARC y del EPL, quienes hacia las once de la noche y delante de familiares y vecinos dieron muerte a sus víctimas. Luego se trasladaron a Pueblo Bello. Allí también obligaron a los moradores a salir de sus viviendas y asesinaron a otras ocho personas, a cuatro de ellas les prendieron fuego. Las fuentes mencionan como causa del hecho la vinculación de los pobladores de los dos lugares con paramilitares (CIJP, 1996). -. El 19 de junio de 1996 en Turbo, cuatro personas, entre ellas el médico Rafael Gutiérrez, fueron muertos en la vereda Arcua del corregimiento Currulao por varios hombres armados que incursionaron en el sitio, los sacaron de sus casas y los acribillaron (CIJP, 1996). Se rompe el “Consenso por la Paz de Urabá”. Se profundizan el exterminio de la UP y la violencia antisindical Para 1996 paramilitares habían expulsado o asesinado a la mayoría de dirigentes de Sintrainagro que pertenecían a la UP-PC: el 19 de enero asesinaron a Marcelino Blanquiceth concejal de Chigorodó (Reiniciar, 2006, p. 137) y en junio de 1996 al concejal de la UP en Apartadó, Arcenio Córdoba. Tras este asesinato y la declaración de Urabá como zona de orden público, en julio, la UP decidió retirarse del consenso Unidad por la Paz (Barbosa, 2014). Este retiro fue la formalización del “desenlace recíproco” que se había producido entre dos vertientes políticas y sus expresiones sociales y laborales, que se saldó en contra de la 254
UP. En 1997 el PC y la propia UP ante la falta de garantías renunciaron a la participación electoral en Urabá y los militantes que mantenían tuvieron que desplazarse de manera forzada de la zona. Ello coincidió con la decisión de las FARC de promover un abstencionismo armado, acompañado de actos de sabotaje en contra de los comicios electorales para elegir alcaldes y concejos municipales en 1997 (Suárez, 2007, p. 173). Entre 1994 y 1997 la UP y el PCC fueron quedando acéfalos, lo cual se agravó con el exilio del secretario general regional del PC Apolinar Martínez y de la diputada a la Asamblea de Antioquia por la UP, Beatriz Gómez de Peñaraez, así como con los asesinatos de Oswaldo Olivo del PCC y los concejales de la UP en Apartadó Arcenio Córdoba y Bartolomé Castaño (Entrevista, 2019, 7 de octubre). Según el censo de víctimas del exterminio de la Unión Patriótica en Urabá, realizado por Reiniciar, hubo un crecimiento de 139 a 356 en el número de militantes políticos asesinados en la región de Urabá entre 1995 y 1996. El hecho es relevante no sólo por el crecimiento del número de víctimas, sino porque en 1996 se produjo el mayor número en la historia del exterminio de la Unión Patriótica en Urabá, entre 1985 y 2001 (356 de las 1.092 víctimas), lo que significa que una tercera parte de este exterminio se consumó sólo en 1996 (Suárez, 2007, p. 169). Este contexto de violencia antisindical se enmarca además en el de violencia sociopolítica generalizada en la región por la incursión paramilitar y las acciones de las FARC EP. Así, los índices de homicidios en la zona bananera, que de hecho fueron muy elevados entre 1990 y 1995, se incrementaron significativamente en 1996 (Verdad Abierta, 2009). El crecimiento de los homicidios acompaña al proceso de instalación de los paramilitares en los distintos municipios de Urabá. Datos de la Fiscalía muestran que sólo en el primer semestre de 1995 en Necoclí se registraron 130 personas asesinadas, 122 desaparecidas y 1.300 familias desplazadas, en ese bautizo de sangre contra este municipio. Lo que evidenciaba la emergencia de otra estructura paramilitar que, luego, sería denominada Bloque Élmer Cárdenas. A partir del segundo semestre de 1996, las FARC EP transformaron su “Plan Dignidad” por el nuevo “Plan Reconquista de Urabá”, por lo cual acentuaron ataques contra las fincas bananeras y los medios de transporte terrestre que comunican la región con Medellín. El sentido estratégico fue establecer un cerco de bloqueo a Urabá, el cual tuvo impacto once días, hasta que las reacciones militares de tres batallones de contraguerrilla del Ejército consiguieron dispersar a unos 300 efectivos de esta guerrilla. Esa acción produjo escasez de alimentos en el eje bananero y sumó descontento en la población civil por los efectos de los sabotajes y bloqueos realizados por las acciones de la guerrilla (Verdad Abierta, 2012b). El 20 de junio de 1997 se llevó a cabo una marcha por la paz en Apartadó, que marcó un distanciamiento con la UP, para entonces ya en el destierro, y otros sectores que inicialmente habían hecho el acuerdo con tal propósito en 1994, incluido también Esperanza, Paz y Libertad.
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La consolidación del paramilitarismo en Urabá. Control territorial y social en el eje bananero. Disputa en otras zonas de Urabá, 1996-2005 Mapa 20. Actores en la zona, 1996
Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación.
Desde mediados de 1996 los paramilitares iniciaron un proceso de consolidación en Urabá que se prolongó hasta la desmovilización de estructuras de las AUC en los años 2004 y 2005. Ello implicó un afianzamiento de su control territorial en el eje bananero, hasta convertirse en un “control absoluto”, lo que incluyó construir una arquitectura que permitiera un severo control poblacional. En este periodo se produjo un traslado del centro gravitacional del conflicto abierto con las FARC hacia la Serranía de Abibe y hacia el Urabá chocoano y el Darién. Ese proceso coincide con que en 1997 se concluye el proceso de desplazamiento de los militantes y simpatizantes de la UP, de la zona, dando lugar a un doloroso exilio interno. Ese mismo año, en marzo, se produce una propuesta del Gobierno nacional orientada a la desmovilización individual de paramilitares, pero de forma relativa y discreta por el mecanismo de decretos de sometimiento a la justicia. Esta situación llevó a paramilitares y sectores cercanos a ellos a reclamarles reconocimiento como actores políticos, en medio del rechazo de otros sectores y una posición complaciente de la fuerza pública con ellos.
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Los paramilitares que para mediados de 1996 ya habían logrado un control sobre el eje bananero buscarían afianzarse en los cuatro municipios a partir de ejercer un control territorial y poblacional creciente, que se tornaría en hegemónico a partir del primer trimestre de 1997. Desplegaron entonces una violencia que tuvo carácter degradado y masivo. Sin embargo, la manera como ejecutaron esa violencia tuvo variaciones, dependiendo del momento en que ocurrió, la zona y las personas contra las cuales se realizó. El proceso de afianzamiento hasta lograr su consolidación lo realizaron utilizando y ampliando zonas de control hegemónico hasta dominar por completo el eje bananero. En ese proceso de consolidación ejercieron violencia selectiva y focalizada en determinadas fincas bananeras ubicadas en las zonas rurales de esos municipios y en barrios de los cascos urbanos. Al igual que desplegaron diferentes estrategias para lograr un control social absoluto, mediante mecanismos que se referirán adelante. La transformación de la estructura de los paramilitares en el eje bananero La estructura armada de los paramilitares evolucionó en el eje bananero para configurarse de la manera que se representa en el siguiente diagrama: Figura 9. Evolución de las ACCU
Fuente: Tribunal Superior de Bogotá, Sala de Justicia y Paz. Sentencia parcial contra Ever Veloza García. Rad. 11 001 60 00253 2006 810099 Rad. Interno 1432, 30 de octubre de 2013, M.M. Eduardo Castellanos Roso.
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En términos de esta nueva expansión de los paramilitares, según lo documentó la Fiscalía para 2001 apareció un nuevo grupo de paramilitares que inicialmente se llamó Frente Central del Urabá, pero que fue conocido más como el Grupo de Nueva Antioquia. Estuvo conformado por ‘Los Tiburones’, ‘Los Buitres’ y ‘Los Cobra 6’, tres grupos de contraguerrilla que se financiaron con el cobro de impuestos ilegales a los cultivos de teca, y que delinquió en todos los municipios de Turbo (sic) hasta la desmovilización, dijo la Fiscalía. (Verdad Abierta, 2011d) De igual forma, prosiguieron de manera particular con la instalación de escuelas de entrenamiento. Crearon la escuela El Parque, en la vereda Sale el Sol, El Sucio, Necoclí, que funcionó desde 2000 a 2002. Sus instructores fueron Góngora, Soto, Harold, Julio y Armero. Con posterioridad, instalaron la de El Roble, que funcionó entre 2002 y 2003 en El Totumo, Necoclí, liderada por Jorge Lucena Brito, Mario Delta, su hermano Alberto Lucena Brito, Juan Carlos. Los instructores eran Felipe, Chucho, Javier, Sebastián y Orca y los auxiliares Toño, Jovany, Fredy, Norvey, Juan y Anderson. Aquí adiestraban patrulleros, comandos y fuerzas especiales. En 2002 también se creó la escuela de Dabeiba, que funcionó en este municipio de 2002 a 2004, bajo el mando de Platino. Los instructores militares eran prácticamente los mismos de El Roble: Roso, Roca, Sebastián Orión, Chucho, Jovany, Javier y Didier Humberto Borja. Luego se formó la escuela La Barracuda, que se encontraba en el corregimiento El Totumo, de Necoclí, entre 2003 y 2004. Su comandante fue Sebastián, su segundo Mortero, los instructores Norvey y Juan, y los auxiliares Fidel, Salas y Fredy. La última escuela fue la Samuel Hernández, ubicada en Clavellino, por el río Truandó, en Riosucio (Chocó), funcionó entre 2004 y 2006. Su comandante Jorge Eliécer Hoyos Mejía Mortero, y como segundo Vicente García Mercado, Norvey. Los instructores militares Juan, Héctor y Porras, y los auxiliares Fidel, Dubán, Ricardo y Estarlin. Los paramilitares ampliaron y complejizaron su estructura organizativa, a tono con los distintos roles que empezaron a asumir en Urabá.
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Figura 10. Bloque Bananero: estructura 2001-2004
Fuente: elaboración propia a partir de información extraída de versiones libres rendidas ante la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación.
a. El “copamiento” territorial por parte de los paramilitares de los municipios en el eje bananero Mapa 21. Presencia territorial según grupos armados -primer trimestre de 1997-
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Fuente: reelaboración del mapa de Suárez, Masacres y guerras en Urabá (1991–2001).
En su estrategia de consolidación en el eje bananero los paramilitares aseguraron el control territorial de las áreas urbanas y rurales de los cuatro municipios ubicados en la parte plana de Urabá, en la cual se cultivaba banano. Los paramilitares en Turbo Como se planteó, hasta 1993 las FARC habían ejercido poder en zonas rurales del corredor que une a San Pedro de Urabá, San José de Mulatos, Pueblo Bello, hasta el Alto de Mulatos, en donde tenían una base militar. También tenían otra base en la zona rural de Nuevo Antioquia, desde donde se desplazaban hacia Currulao. Por Turbo los paramilitares ingresaron al eje bananero. Su primera base la ubicaron en la vereda el Limón y rápido se proyectaron a los embarcaderos de Nueva Colonia y Zungo. Para 1997 habían logrado construir una zona de control entre el corregimiento de El Dos hasta Nueva Colonia, integrando dos lugares de concentración de poder: la Hacienda La California Monteverde (ubicada en el municipio de Apartadó) donde tenían una base fija, y Nueva Colonia, lugar de 260
ubicación de uno de los embarcaderos de fruta para enviar el banano a los mercados internacionales. En otro corredor ejercían un dominio inestable; el que va de San Pedro de Urabá hasta el corregimiento del Tres, pasando por el corregimiento de Pueblo Bello y el Alto de Mulatos, lugar en el cual contaban con una base (en la vereda de El Limón). El Mono Veloza se ubicó en Zona Urbana y en Monteverde; Álvaro y Oliverio Álvarez en El Dos, Turbo. John Serna tenía residencia en el barrio Moravia de Medellín. Alfredo y Enrique Yépez Ramírez y Valentín47se ubicaron en Currulao. Osvaldo Reyes y Abel Méndez en La Tachuela, El Tres y Monte Verde (Turbo). Desde 1997 y hasta 2004 ejercieron un control hegemónico sobre la zona bananera de Turbo y de forma gradual fueron ejerciendo dominio sobre las zonas del piedemonte de la Serranía del Abibe y luego sobre la parte alta de esa serranía (en las zonas Arcua, la Arenera y Nueva Antioquia, en las cuales había ejercido poder las FARC hasta 1995). También de manera progresiva ejercieron control sobre la zona rural de Turbo que limita con el departamento del Chocó, en especial en los sectores de los Mangos, kilómetro 25 y Nuevo Oriente. Turbo fue también el primer lugar en que ubicaron un equipo militar, en la zona urbana del municipio. Los corregimientos Río Grande, Tie, San José de Mulatos, San Vicente del Congo, Pueblo Bello, Alto Mulato, Nuevo Antioquia, El Dos, El Tres, Currulao, Puerto Rico, Nuevo Oriente, Blanquiceth, Macondo48, Lomas Aisladas, Bocas del Atrato y Nueva Colonia, pertenecientes al municipio de Turbo, fueron escenario del teatro de la guerra en el Urabá. Campamentos paramilitares fueron instalados una vez arrasados territorio y población. Quienes permanecieron debieron someterse a las reglas de los nuevos señores. Para 1997 los paramilitares se ubicaron en Macondo, donde tendría la base paramilitar el Mono Pecoso, en El Reposo donde se ubicaría Espagueti y en Blanquiceth con área de influencia que cubría hasta Punta Cuchillo (Entrevista, 2019, 26 de septiembre), bajo el mando de El Diablo (Entrevista LR, 2020). La siguiente gráfica da una idea de los años en que hubo más victimización en el municipio de Turbo, entre 1997 y 2004. Sin duda, en 1997 se hizo tránsito de un periodo de masacres (ocurridas entre 1995 y 1996) a un periodo de control hegemónico de los paramilitares, donde dejaron de ejecutarse masacres de manera reiterada y se ejecutaron homicidios individuales con tal frecuencia que causaron una victimización masiva que decrece significativamente en 1998 y se estabiliza, en porcentajes bajos, para los siguientes años con excepción de 2000; año en el cual reaparece la disputa de las FARC, en especial en la zona contigua al departamento de Chocó.
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Valentín era el comandante del grupo en Currulao (Entrevista LC, 2020), había sido obrero bananero de la finca bananera El Oasis en Nueva Colonia, pertenecía a Sintagro. Después de la desmovilización del EPL fue militante de Esperanza, Paz y Libertad. Se integró a los Comandos Populares y luego a las AUC (Entrevista FV, 2020). 48 En Monteverde, vereda de Macondo, se ubicó uno de los primeros campamentos paramilitares.
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Gráfica 4. Homicidios Turbo 1997-2004
Fuente: elaboración propia (2020).
Los principales mandos de los paramilitares que actuaron entre 1997 y 2004 son Cepillo, El Tigre, Valentín, Coyote, Yerbas, Camacho, Flechas, El Viejo, Negro Sarley, Grandulón, Sanchocho, Marrano, Jimmy, El Diablo, Espagueti. Paramilitares en Nueva Colonia: una de las primeras zonas en las cuales se asentaron los paramilitares en el eje bananero fue Nueva Colonia y desde allí se proyectaron a las otras veredas, corregimientos y municipios. El corregimiento Nueva Colonia del municipio de Turbo es un territorio que se divide en veinte veredas, geográficamente demarcadas por el Río León y el Golfo de Urabá. El territorio de este corregimiento era anegadizo, con bosque natural, sobre todo árboles de cativo que fueron explotados por la empresa Maderas del Darién (antes Maderas Caribe). Luego con la llegada de la Compañía Frutera de Sevilla en 1960 estas tierras fueron adecuadas para el cultivo del banano mediante drenajes, y se convirtieron en tierras más aptas y de mayor productividad (miga.org, s.f.). Frutera de Sevilla construyó el canal de Nueva Colonia que desemboca al río León, muy cerca del Golfo de Urabá y luego construyó su muelle para el embarque del banano (Cunublam, 2010) por medio de transferencia, buque, barcaza y embarcadero, que cuenta con dos instalaciones. Canal que dio gran preponderancia a Nueva Colonia y de hecho, las actividades comerciales del corregimiento se circunscriben al embarcadero de Nueva Colonia49. Desde allí se comercializa el producto de la pesca y demás productos agrícolas. Una vez se desmantelaron los campamentos que existían al interior de las fincas en los cuales vivían los trabajadores bananeros y sus familias, que eran mano de obra para los trabajos en las empresas bananeras, se instalaron en el territorio, acudiendo a la adquisición de predios o realizando procesos de invasión, en una dinámica que dio inicio al centro poblado de Nueva Colonia (y a otros asentamientos en otros municipios del eje bananero). De manera simultánea, algunas personas dedicadas a la pesca y al descargue de la fruta traída en 49
En Carepa se ubica el corregimiento de Zungo, el otro embarcadero de banano de Urabá.
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camiones desde las fincas hacia el embarcadero, en forma independiente empezaron a construir sus ranchos alrededor de los campamentos de la compañía y fue así como el caserío fue creciendo. Según relatos de la comunidad, el primer barrio conformado fue San José (Rabo Largo). Las masacres y los asesinatos selectivos facilitaron a los paramilitares tomarse rápido el control de la región. La vereda La Teca se constituyó en su centro de operaciones, permaneció como lugar de referencia hasta la desmovilización del grupo armado ilegal, por lo que habitantes de Nueva Colonia padecieron la presencia paramilitar entre los años 1995 y 2004 (TS Antioquia, 2020, 12 de marzo). Nueva Colonia no estuvo exenta de homicidios, desplazamientos, masacres y despojo, en cuya sistematicidad se devela un patrón de acumulación por desposesión y tierra arrasada. Su posición geoestratégica e idoneidad para la agroindustria hicieron de este corregimiento un espacio en disputa, en gran medida a través de formas violentas para el control del territorio, que implicó desplazar y también despojar a Coquitos, a partir de masacres, homicidios selectivos, amenazas y otras formas de violencia ejercida en las distintas veredas, cuyos nombres todavía suscitan largos silencios, manos en el rostro en señal de preocupación u onomatopeyas: Puerto Voy, Calle Larga, Sanmarcanda, Coquitos, Teca, Nueva Unión, Puerto Rojo, Comunal San Jorge y California. Para el Tribunal Superior de Antioquia, el Corregimiento de Nueva Colonia fue un eje clave de la estrategia de dominación y control territorial para las AUC entre el año 1995 y 2004 por intermedio del grupo Árlex Hurtado, comandado por Raúl Emilio Hasbún (TS Antioquia, 2020, 12 de marzo). Tal como lo estableció el Tribunal Superior de Antioquia, en el corregimiento Nueva Colonia, conjuntamente con las AUC, operó la Convivir Papagayo, en la que fungía como director logístico y de inteligencia Antonio Arboleda, colaborador activo de las AUC para lograr el control de la zona desde lo militar y facilitar el despojo de tierras a campesinos que explotaban predios en esta región. Este grupo armado ilegal logró consolidarse en la región del Urabá, perpetró extorsiones, homicidios, masacres, desplazamientos forzados y todo tipo de vejámenes contra la población civil (TS Antioquia, 2020, 12 de marzo). Los paramilitares en Currulao El corregimiento de Currulao, además de ser el más grande del país, ha sido una zona con altos índices de violencia donde imperaba la ley del más fuerte. Conformada por las veredas de Caraballito, Coldesa, Pueblo Galleta, la Arenera, Arcua Arriba, la Cucaracha, Gustavo Mejía, la Suerte, Honduras, Tío Gil, la Pola, Puerto Cesar50, Agua Dulce, la Toyosa, Puerto Escondido, Tío López y Rodotzalí. Las veredas en las estribaciones de la Serranía de Abibe y alrededores de los corregimientos de Currulao, El Tres, parcelación de Coldesa y veredas Caraballo, Caraballito, Arcua, 50
En Puerto Cesar se perpetraron las más crueles prácticas contra la humanidad. Este fue el primer puerto utilizado en Urabá para la exportación de banano por Abilinga.
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Mulatos, padecieron el fragor de la guerra, debido a su cercanía geográfica con la serranía de Abibe, donde se resguardaba la guerrilla de las FARC EP. Arcua, fue de las primeras de estas veredas en desocuparse tras la llegada de los paramilitares y su violencia; se trata de la primera de las veredas que se encuentran por el camino, limita con varias bananeras, la más cercana entonces propiedad de Guillermo Gaviria, Grupo 2051. Entre Arcua, Arenera, Carballo y Nueva Antioquia se ubica el resguardo Dokerazavi del pueblo indígena embera, a la salida del Corregimiento de Currulao, a mano izquierda hacia la vía que conduce al Corregimiento de Río Grande y municipio vecino Apartadó (Reglamento Interno del Resguardo Dokerazavi, s.f.). Las FARC EP tuvieron control de Currulao hasta 1993-1994 (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). En enero de 1995 los paramilitares se tomaron la cancha de fútbol de Currulao; se registra el asedio paramilitar y el desplazamiento de campesinos de sus parcelas adjudicadas por el INCORA, 250 familias de las haciendas Currulao, la Primera, la Fortuna, y Paqué Más (Reiniciar, 2006). Desde el momento en que Currualo fue zona de control paramilitar, la guerrilla ya no entró más (Entrevista HR, 2020, febrero). Los paramilitares se veían por el pueblo, en la calle, incluso con fusiles largos. Se apropiaron de la casa de un desplazado, arrendaron el primer piso e instalaron la sede en el segundo (Entrevista HR, 2020, febrero). Masacre de Currulao, Turbo: el 11 de marzo de 1997 guerrilleros de las FARC EP llegaron al casco urbano del corregimiento de Currulao y asesinaron a cuatro personas en la heladería Añoranzas y a cinco más en las calles del caserío. En los hechos resultaron heridos otros ocho pobladores. Entre las víctimas había una persona menor de edad. De acuerdo con testigos, luego de los hechos hubo enfrentamientos entre esta guerrilla y miembros de un grupo paramilitar. Según fuentes oficiales, la masacre fue perpetrada por el Frente 5 del Bloque José María Córdoba de las FARC EP (Rutas del Conflicto, s.f. c). El 18 de junio de 1996, 811 campesinos de Arcua, Caraballo, Los Mandarinos, Arenas Altas y otras, se desplazaron hacia la cabecera municipal de Apartadó, a raíz de la sistemática violación de sus derechos humanos. Quienes regresaron debieron padecer todo tipo de prácticas de coerción violenta, que finalmente condujeron al éxodo de muchos de los habitantes de estas veredas (Giraldo, 2003). Los paramilitares en Apartadó En 1997 Apartadó era un municipio que podría considerarse como grande en relación con el promedio de los municipios del país. Para esa fecha tendría cerca de 67 mil habitantes; operaba, de alguna manera, como la “capital el eje bananero”. En esa condición fue uno de los epicentros de la victimización de los paramilitares para asegurar su poder. En el área urbana no hubo una base paramilitar, pero sí un buen número de paramilitares viviendo en su territorio.
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Tierras que habían sido en principio propiedad de Mr. Howard. Sobre Mr Howard hace referencia en su libro La Bruja el escritor Germán Castro Caycedo.
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Hasta 1993 las FARC habían ejercido poder en la parte alta de la Serranía de Abibe entre San José de Apartadó y las veredas de la Resbalosa, Rodoxalí, La Cristalina y La Pedregosa y fuerte influencia en el corregimiento de Churidó. Para 1997 habían perdido su influencia en Churidó y habían tenido que replegarse hacia la parte alta de la Serranía de Abibe. En 1995 un grueso número de paramilitares se había asentado en la zona y realizado operaciones en las fincas Triganá y Triganá II, Villa María, La Apartada, Santa Mónica y las Virginias y, más tarde, volvieron a incursionar en la finca La Apartada. En la zona rural la acción violenta paramilitar se desplazó, desde 1997, principalmente hacia el cuadrante entre la carretera que une a Apartadó con Turbo y la Serranía de Abibe, y los límites entre Chigorodó y la carretera que va a la Pedregosa y el cruce de Bajo Grande, en el lugar en el que se inicia la vía a Nueva Colonia. Allí se ubica el corregimiento de San José de Apartadó, donde viven numerosas comunidades distribuidas en varias veredas, atacadas con brutalidad por los paramilitares y por la fuerza pública. La razón militar para esa persecución era el interés de bloquear la posibilidad de que las FARC EP pudieran llegar al eje bananero desde sus bases de operaciones ubicadas en la parte alta de la Serranía de Abibe. La siguiente gráfica da una idea de los años en que hubo más victimización en Apartadó, entre 1997 y 2004. Sin duda, en 1997 se hizo tránsito de un periodo de masacres (ocurridas entre 1995 y 1996) a un periodo de control hegemónico de los paramilitares, donde dejaron de ejecutarse masacres de manera reiterada y se ejecutaron homicidios individuales con tal frecuencia que causaron una victimización masiva, que decrece significativamente en 1998 y se estabiliza en porcentajes bajos para los siguientes años con excepción del año 2000; año en el cual reaparece la disputa con las FARC EP, en especial en la zona contigua a la Serranía de Abibe.
Gráfica 5. Homicidios Apartadó 1997-2004
Fuente: elaboración propia (2020).
Esa consideración explica por qué en este periodo hubo una fuerte victimización contra trabajadores bananeros ubicados en la margen oriental de la carretera Apartadó-Turbo, en el piedemonte de la serranía de Abibe, entre las que se destacan las cometidas contra trabajadores de las fincas ubicadas en las siguientes veredas: El Reposo, El Osito, Los Mandarinos, entre otras; así como contra sus habitantes. 265
Masacre de Las Nieves, San José de Apartadó: el 29 de marzo de 1997 un grupo de paramilitares del Bloque Bananero llegó a la vereda Las Nieves, corregimiento San José de Apartadó, municipio de Apartadó, y asesinó a siete personas. Según lo documentó el CINEP, los paras les pusieron uniformes militares a las víctimas para hacerlas pasar por guerrilleros. Después de perpetrar la masacre los paramilitares les dijeron a los habitantes de la vereda que tenían cinco días para abandonar sus casas (Rutas del Conflicto, s.f. d). En capítulo más adelante se ampliará la situación de persecución que sufrieron las comunidades ubicadas en San José de Apartadó. Violencia en la zona urbana de Apartadó: las dinámicas del conflicto indican que hubo una intervención focalizada de los paramilitares en barrios que en años anteriores eran considerados como controlados por la UP y en barrios con presencia mixta, tanto de simpatizantes de Esperanza, Paz y Libertad, como de la UP. La razón, se estimaba que aún vivían en esos lugares personas que habían sido integrantes de las Milicias Bolivarianas, que dada su naturaleza clandestina habían podido sobrevivir a la persecución de los paramilitares o eran comunistas y, según los paramilitares, podrían brindar algún apoyo a la guerrilla de las FARC EP. Con el paso el tiempo persiguieron a todas las personas que no aceptaran la arquitectura social que estaban construyendo y el orden social por ellos impuestos. El grupo de los urbanos de Apartadó fue manejado entre 1998 y 2001 por Daniel Vélez Trujillo, El Tío, quien estuvo al frente de la logística y coordinación de los urbanos de la estructura armada ilegal. Bajo la dirección de Carlos Vásquez, Cepillo, dio órdenes para que los comandantes de los barrios mataran a las personas que supuestamente eran colaboradoras o milicianas de la guerrilla (Verdad Abierta, 2011l). Uno de los paramilitares más relevante en Apartadó fue alias El profe, a quien le atribuyeron decenas de homicidios cometidos en los barrios de Policarpa y El Obrero y sobre el que se dijo que era un político del corregimiento Currulao, de Turbo, muy cercano a los Grupos de Autodefensa Urbana del Frente Árlex Hurtado (Verdad Abierta, 2011l). La acción paramilitar se concentró en los siguientes barrios: El barrio Obrero: una de las zonas urbanas más complejas en términos de violencia, para los años 1996 y 1997, fue el barrio Obrero o barrio La Chinita, puesto que allí vivían muchos simpatizantes de Esperanza, Paz y Libertad, un número muy grande de trabajadores bananeros y sus familias, que tenían de distinta filiación política (El Tiempo, 1992). En este barrio, que surgió como resultado de una invasión acompañada por Esperanza, Paz y Libertad en 1992, 35 personas murieron en una masacre perpetrada por las FARC EP, ese mismo año. Con posterioridad, el barrio Obrero también fue blanco de numerosos asesinatos selectivos contra trabajadores bananeros perpetrados por paramilitares. En él tenían vivienda algunos paramilitares. El barrio Obrero surgió de la toma en agosto de 1992 de parte de la finca Chinita (114 hectáreas), toma bautizada por sus ocupantes como El Barrio Obrero (El Tiempo, 1992). Los 266
predios de La Chinita estaban ubicados en un sector neurálgico, por no decir estratégico, del municipio de Apartadó, puesto que estaban en la parte trasera del Hospital de Apartadó, cerca de la vía principal de la carrera de Apartadó a Turbo (Uniandes, 2020). La finca La Chinita era propiedad de Guillermo Gaviria Echeverri, hacendado bananero y propietario también del periódico El Mundo de Medellín. En la actualidad su inversión bananera es propiedad del Grupo 20 S.A, un conglomerado de fincas de la industria bananera que a su vez es uno de los socios mayoritarios de Uniban y que pertenece a la familia de Guillermo Gaviria Echeverri (Uniandes, 2020). El barrio Obrero está geográficamente al frente de la Comuna 1, denominada Bernardo Jaramillo, que era la zona de influencia de la Unión Patriótica y del PCC representados en los barrios Diana Cardona (denominado así por la asesinada alcaldesa de Apartadó), Policarpa, Alfonso López, El Concejo, San Fernando, entre otros, cuyo límite al norte era la hacienda La Chinita y al ser invadida contenía la expansión de la Comuna 1. Barrios ideológicamente ligados al PC y la UP. El barrio Policarpa Salavarrieta: nació luego de la invasión de una cacaotera de propiedad de Guillermo Gaviria Echeverri, el mismo dueño de hacienda La Chinita. Tal predio fue desalojado a un terreno comprado por la alcaldía que en aquel entonces presidia Alberto Rendón Cuartas. La invasión pasaría a ser un bastión de la UP y el PC (Jaramillo, 1997). Allí sucedería una de las últimas masacres contra la UP, la masacre perpetrada en el billar El Golazo. El barrio Diana Cardona: surgió de la reubicación de una invasión que quedaba en la orilla del río y se inundaba mucho. Diana Cardona, como alcaldesa, compró el terreno donde se levantó el barrio; el día de la repartición de los lotes llegó la noticia de que la habían matado (Reiniciar, 2006). Antes de 1997 los barrios Diana Cardona, Policarpa, El Concejo y Alfonso López eran considerados de influencia del PC y la UP, por lo que también fueron afectados por la violencia paramilitar y sus habitantes estigmatizados y atacados de manera sistemática, en la apuesta del paramilitarismo de desarticular el movimiento de izquierda en el eje bananero. Aunque con menor intensidad también hubo otras acciones armadas contra pobladores de otros barrios, como el barrio Pueblo Nuevo. Paramilitares en Carepa Como se ha planteado, las FARC EP habían ejercido poder hasta 1993 en la zona rural del municipio de Carepa, ubicada en el piedemonte y parte alta de la Serranía de Abibe (cerca al río La Cristalina), en lugares cercanos a la vía que comunica a Carpa con Saiza. En particular, en la zona de Campamento y la vereda Piedras Blancas, así como en la vereda La Florida. Para 1997 la ofensiva paramilitar estuvo dirigida a controlar la zona de Ipankay, Polines y Piedras Blancas.
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Para finales de 1995 los paramilitares empezaron su proceso de consolidación en este municipio. El Mono Pecoso fue el mando desde 1996. Su grupo era semiurbano y a él pertenecían Alacrán, Sixto, Caimancito, Marrano, Camarrenga y Los Pollos (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre), Evero Madera y El Gringo Arroyo (Entrevista, 2019, 7 de octubre). Tenían un puesto permanente en Riogrande, comprensión municipal de Carepa, (Entrevista, 2019, 26 de septiembre), y también ahí tenía una base el Ejército (Entrevista LR, 2020). Para 1997, los paramilitares expulsaron a las FARC EP de la zona de Piedras Blancas en Carepa, donde se instaló una base paramilitar. También se instaló otra base paramilitar en El Silencio, Carepa, inicialmente en directa relación con efectivos provenientes de los Comandos Populares al mando de alias Pedro Germán. Ese paramilitar extendió su área de control hacia Bajirá y el Chocó, con Arnulfo David, alias Veterina, Efrén Zapata y Jesús Duval en Piedras Blanca, en Carepa y Saiza. En la zona urbana: en Carepa, sede de la XVII Brigada del Ejército, desde 1995 había paramilitares en el casco urbano del municipio, de manera que no les importaba que la gente supiera que eran de las “autodefensas”. Se reconocían fácil e incluso tenían una casa como sede. En alguna oportunidad cuando irrumpieron en una vivienda, al ver en las cuerdas de la ropa un uniforme de un soldado, los paramilitares se llevaron el uniforme, radio y equipo del Ejército y dijeron que si quería recuperar el uniforme y todo lo demás, al soldado le tocaba ir a la base paramilitar ahí en Carepa a reclamar sus cosas. El soldado fue a la sede de los paramilitares en Carepa y le devolvieron todo (Entrevista MP, 2020). Otro testimonio de este municipio afirma que los paramilitares se apoderaron del pueblo, desde que llegaron no hubo más guerrilla. Mataban hasta por sospecha. En Carepa los paramilitares no hacían reuniones con la comunidad, se les veía con la policía (Entrevista MP, 2020). Como se evidencia en la siguiente gráfica, 1997 fue el año en que se produjo mayor número de homicidios en Carepa, cometidos por los paramilitares en el periodo comprendido entre 1997 y 2004, que fue el periodo en que ese tipo de victimización se utilizó más ampliamente para asegurar su “consolidación” territorial y su control poblacional, seguido de 1999 y, en participación proporcional similar, para los años 2000 y 2001. Gráfica 6. Homicidios Carepa 1997-2004
Fuente: elaboración propia (2020).
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Los paramilitares en Chigorodó Dentro de las zonas de poder de las FARC se destacan El Venado, El Tigre, Guapa, El Porroso y la Milagrosa Bejuquillo. En la zona limítrofe con el Chocó también tenían ubicadas zonas de control territorial en las partes rurales de Barranquillita, en la vía de la carretera Panamericana que se proyecta unir a Colombia con Panamá y que, en la región de Urabá, inicia en el sector de El Tigre ubicado en la carretera de Medellín a Turbo hasta El Cuarenta, pasando por sectores de El veinticinco (El Delirio, El treinta y uno o Las Babillas). También en la zona de Blanquicet y Macondo ubicadas cerca de una carretera derivada de la panamericana que va hasta Cuchillo Blanco. Y en la zona Nuevo Oriente, que une esta carretera con Belén de Bajirá y las Brisas, en la que se ubican unas derivaciones de la carretera desde Belén de Bajirá y Pavarandó, en lugares relativamente cerca de la carretera que va desde Pavarandó a Puerto Lleras. Todos estos lugares se convirtieron en zonas estratégicas en el traslado del conflicto del eje bananero hacia el Chocó, en donde las FARC EP tenían las zonas de retaguardia. Hacia esos lugares se trasladó la ofensiva paramilitar desde 1997, en dinámicas que serán referidas adelante. El jefe paramilitar Mono Pecoso, después de consolidar presencia en Turbo, extendió su área de influencia hacia El Silencio, El Siete y Chigorodó. En la zona de Chigorodó los paramilitares organizaron una base en un lugar conocido como El Mocho Molina (Entrevista con miembro de Sintrainagro, subdirectiva, Apartadó, 2019, 26 de septiembre), muy cerca de la Brigada XVII, ubicada en el municipio de Carepa. En lo urbano: desde 1996 los paramilitares se consolidaron en Chigorodó. En el caso urbano se encontraban con regularidad con integrantes de la Policía y de la Sijin, un grupo de investigación de la Policía Nacional. Según la Comisión Verificadora se contaba con información para ese año de nexos entre los paramilitares y la Policía Nacional en Carepa y Chigorodó y en Arboletes, y en San Pedro de Urabá con integrantes del Partido Liberal, a través de apoyo brindado a través de organizaciones sociales legalmente constituidas (CINEP, 1995). Violencia contra habitantes del barrio El Bosque: en 1990 en Chigorodó, fue promovida por la Unión Patriótica la invasión a un terreno que, como lo indica su nombre, era un bosque, y pasó a ser habitado por trabajadores bananeros, vendedores ambulantes, obreros y comerciantes informales. Se trata del barrio El Bosque, en Chigorodó (Vidas Silenciadas, s.f.). A mediados de los noventa era el barrio más poblado de Chigorodó, con un 15.3 % del total de viviendas del municipio, trabajadores de las fincas bananeras de Zulema, Guatapurí, Romeral y Jamaica. En el barrio El Bosque sucedió una de las más cruentas masacres perpetradas en Urabá, la masacre del Aracatazo, en 1995. Durante el proceso de consolidación paramilitar la zona urbana en general y, el barrio El Bosque en particular, fueron foco de la violencia paramilitar, sus calles fueron testigos de las motos de alto 269
cilindraje que entraban en busca de la próxima víctima, de los disparos, los gritos y los pasos a carrera de quienes intentaban huir de la muerte. Como se evidencia en la siguiente gráfica, 1997 fue el año en que se produjo mayor número de homicidios en Chigorodó, cometidos por los paramilitares en el periodo comprendido entre 1997 y 2004, porque fue el periodo en que ese tipo de victimización se utilizó más ampliamente para asegurar su “consolidación” territorial y su control poblacional.
Gráfica 7. Homicidios Chigorodó 1997-2004
Fuente: elaboración propia (2020).
b. La distribución territorial rural-urbano de la victimización en el eje bananero Como el principal mecanismo utilizado por los paramilitares para ganar en la disputa territorial fue la victimización de personas y comunidades, la distribución territorial de la misma es también un reflejo de los lugares en que tuvo lugar el conflicto. Que cerca del 74 % de los homicidios ocurridos entre los años 1996 y 2004 se hubiera producido en el área rural de este municipio indica que la disputa entre la guerrilla y los paramilitares y el control punitivo ejercido por estos últimos, se concentró en las fincas bananeras y en las parcelas de producción de plátano amargo, tal como se muestra en la siguiente gráfica: Gráfica 8. Homicidios por el lugar de ocurrencia 1996-2004
Fuente: elaboración propia (2020).
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c. Mecanismos que utilizaron los paramilitares para expandir el control territorial en el eje bananero Para finales de 1996 y comienzos de 1997 los paramilitares ya tenían asegurados amplios territorios que podrían considerarse como zonas de anclaje, y desde allí buscaron controlar territorial y socialmente a los pobladores del eje bananero. Zonas de anclaje: los paramilitares establecieron bases fijas en varias zonas de Urabá y en particular del eje bananero, que podríamos llamar Zonas de anclaje, la mayoría de ellas en zonas rurales. Las bases principales estaban ubicadas en la zona limítrofe entre Urabá y el departamento de Córdoba, en Las Tangas, en la hacienda Las Changas, La 35, entre otras. En el norte de Urabá tuvieron bases en los siguientes lugares: (i) (ii) (iii)
En Campanario, ubicado en la zona de Zapata En Gigantón, ubicado en la zona de Zapatota, en la Mariela, ubicada en la zona de Zapata y en Arboletes en la finca Tinajas En el eje bananero. Una de las más importante y la primera fue en la zona comprendida entre Monteverde y el corregimiento del Dos. En esta base se ubicaba alias Cepillo, comandante del Frente Árlex Hurtado. Otra en Chigorodó en la zona de las Champitas. Otra en Turbo, en la zona de Nueva Antioquia. Al momento de su arribo a los lugares desplegaron repertorios de aguda violencia, hasta lograr asegurar el control territorial y poblacional hegemónico. Luego de lograrlo la violencia que realizaron fue residual.
Zonas de control territorial estable: además de sus bases fijas, los paramilitares aseguraron zonas donde ejercían un control territorial y poblacional estable. En el año 1995 la zona que primero tuvo esa característica fue la Comunal San Jorge, en el cuadrante ubicado entre la carretera que va de Apartadó a Turbo y el Mar y entre la carretera de Río Grande y Currulao. Incluía los embarcaderos de Zungo y Nueva Colonia. Mantenían control sobre un corredor de movilidad entre el corregimiento de El Tres y Currulao. En ese territorio no tuvieron bases fijas, pero sí una alta presencia desconcentrada de fuerzas. En particular, desde 1995 tuvieron grupos importantes en los dos embarcaderos de Nueva Colonia y El Zungo y en Currulao, en la finca La Gloria ubicada en el sector en la Catalina y en la Fortuna en San Juan. Desde 1996 en Piedras Blancas, municipio de Carepa, en donde se ubicaría un comandante de rango intermedio, Mono Pecoso. En El Reposo, en donde se ubicaría alias Espagueti. Y en Blanquicet, en donde se ubicaría El Diablo. Dentro de la estructura estas formas organizativas podrían ser consideradas como grupos de base. En muchas de las fincas contaban con trabajadores y administradores que, aunque laboraban formalmente en las fincas bananeras, hacían parte de la estructura paramilitar.
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Adicionalmente había personas que ejercían vigilancia sobre la carreteras principales, secundarias y terciarias de la zona, que se comunicaban entre sí por medio de radios. Los integrantes dispersos podían agruparse muy rápido utilizando los cables que, a manera de “tarabitas”, transportaban los racimos de banano del cultivo a las empacadoras. La mayoría de esos paramilitares que hacían parte de la estructura descentralizada y ejercían su poder en las zonas de control estable, no permanecían uniformados y sólo lo hacían cuando se sumaban a las estructuras profesionales para ejecutar masacres o asesinatos selectivos. Esas personas pertenecían a lo que dentro de la estructura podrían ser calificados como grupos de apoyo. Por lo regular esos paramilitares eran al tiempo trabajadores bananeros, por lo cual eran conocidos por las personas de las fincas, como integrantes de las ACCU. En general, habían sido trabajadores de esas fincas o laborado como campesinos o parceleros y parte de ellos había pertenecido a las Milicias Populares, o a los Comandos Populares y luego a los paramilitares del Clan de los Castaño. Además, los paramilitares eran conocidos por las comunidades en las que vivían en especial en Nueva Colonia, Churidó, La Comunal San Jorge, Zungo, Río Grande. En las fincas Rancho Amelia, Toyosa, Guaros y Teca. Para establecerse, asegurar y consolidarse en las zonas de control estable, los paramilitares realizaron acciones de violencia extrema contra pobladores. Una vez asegurado el territorio, la violencia consiguiente fue residual, dirigida contra cualquier expresión de resistencia, de consecuencia con la movilización sindical, por sospechas de anterior militancia o simpatía con actores insurgentes, de izquierda o de movimientos de exigibilidad de derechos. También contra las personas que no se sometían a las reglas paramilitares impuestas o por realizar actos de delincuencia común. Son los casos de los considerados trabajadores díscolos en materia de rendimiento laboral generadores “de desorden”, personas señaladas de realizar robos o de afectar los bienes o la producción bananera, jóvenes que habían pertenecido a las Milicias Bolivarianas, jóvenes consumidores de sustancias sicotrópicas o que tuvieran comportamientos antisociales, homosexuales, entre otros casos. A partir de 1997 las zonas de control estable de los paramilitares se expandieron por el eje bananero, superpuestas con las zonas en las cuales las Convivir tenían comprensión territorial. En esos territorios el control se consolidó no sólo a partir de la vigilancia realizada por las Convivir; también por el control logrado por los paramilitares de las Juntas de Acción Comunal. Ese control hegemónico y estable de los paramilitares en el eje bananero los llevó a contar con zonas de anclaje en la Comunal San Jorge, la Comunal La Suerte, Nueva Colonia, Zungo, Monteverde, El Dos, El Limón, Champitas, Nueva Antioquia, Mocho Molina, Punta Cuchillo, El Reposo, Macondo, El Tres, La Tachuela, Currulao, Pueblo Bello, San José de Mulatos, entre otras. Zonas de control relativo: los paramilitares lograron ejercer algún poder militar en varias zonas, sin que su control territorial y poblacional fuera absoluto. Ese fue el caso del casco 272
urbano del municipio de Turbo, desde 1995, y los cascos urbanos de los demás municipios entre 1996 y 1997, así como de varias de las zonas rurales en que se ubicaban las fincas bananeras que con posterioridad fueron patrulladas por las Convivir. En estas zonas, la “intervención” de los paramilitares se hizo al inicio mediante operaciones “pulga y pica”, o acciones tipo comando. Su control se fue consolidando de forma paulatina, a través del control de las juntas de acción comunal y de las organizaciones sociales de la zona. Empezando el año de 1996 ejercían un control relativo sobre las Fincas La Chacra, La Negra, Lagunilla, Samarkanda, Rita María, Villa Alicia, Alameda, Francisca Helena, Santa Rita, Alexandra Pia y San Judas Tadeo. Durante el año, en esas fincas y sus sectores aledaños, se fue logrando un control total territorial estable. Zonas “enemigas” en disputa: en el proceso de copamiento territorial, los paramilitares identificaron zonas que consideraban “enemigas”, por suponer que los pobladores que en ellas habitaban eran la base social de las FARC. Como zonas enemigas identificaron a las fincas que habían pertenecido, años antes, a Sintrabanano o en las cuales había tenido influencia sindical la UP. Por ejemplo, entre el año 95 y 96, realizaron acciones armadas de carácter homicida en las fincas Triganá I y Triganá II, Villa María, La Apartada, Santa Mónica, las Virginias, Tapardóa, San Jacinto, El Durzano y Los Guaros. También incluía a las comunidades que habitaban barrios con fuerte influencia de la UP: la comuna Bernardo Jaramillo en Apartadó, barrios Policarpa y Alfonso López; el barrio San Fernando; Pueblo Nuevo, Pueblo Quemao, la Danta, Pisitos y el Sena. También realizaron acciones repetidas contra habitantes de los barrios Julia Orozco, Gaitán, Buenos Aires y en el barrio Obrero, también conocido como barrio La Chinita. En estas zonas los paramilitares desplegaron una aguda violencia hasta eliminar físicamente o desplazar a los directivos sindicales y sociales. Algunos barrios, fincas y caseríos conocidos en Urabá como comunales fueron territorio de principal interés de los paramilitares, que fueron apropiando y demarcando sin diferenciar territorio y población, ejerciendo sobre ellos control territorial y poblacional, para lo cual se ensañaron contra sus habitantes. Como lo referimos, ante el abandono de los campamentos de los obreros en las fincas y su búsqueda de residencia en los municipios, con lo cual se acrecentaba el ya grave déficit habitacional que afectaba a muchos pobladores, los sindicatos y movimientos de izquierda organizaron grandes invasiones de tierras en fincas ubicadas en la periferia de los cascos urbanos. El éxito de tales iniciativas se hizo evidente en la súbita aparición de los barrios Camilo Torres, El Bosque, Los Balsos, Las Brisas, en Chigorodó; el barrio Obrero –la Chinita–, Policarpa Salavarrieta, el 20 de enero –finca el Mango–, Alfonso López, en Apartadó. Y otros tantos en Turbo (Ríos, 2002) como el barrio Ríogrande-San Luis, en la finca Las Margaritas. Todos estos barrios fueron con posterioridad foco de la violencia paramilitar.
273
Sin embargo, para el segundo semestre del año 1997, el eje bananero ya era una zona de control estable de los paramilitares. Las AUC ejercían para entonces control total sobre todo el eje bananero. A partir de entonces, ningún actor armado diferente a las AUC tuvo presencia en la zona. Ahora bien, la mayor parte de los homicidios tuvo lugar en la zona rural. Esto indica que las fincas bananeras, las parcelas de plátano amargo y las veredas donde se asentaban actividades de agricultura y ganadería, fueron el foco de la acción homicida de los paramilitares. Gráfica 9. Homicidios por el lugar de ocurrencia 1996-2004
Fuente: elaboración propia (2020).
d. Modus Operandi En la mayor parte de las zonas los paramilitares eran reconocidos por los habitantes de Urabá, quienes a partir de la convivencia cotidiana y la costumbre podían identificarlos con facilidad. Un número importante de ellos procedía de las antiguas Milicias Populares y había sido luego de los Comandos Populares, lo que indica que la interacción era cercana, y se prolongó por más de una década. Cuando no eran del lugar, la mayoría de las veces se identificaban públicamente como paramilitares (Entrevista RC, 2020). Los paramilitares ingresaban a las fincas y hacían reuniones con los trabajadores bananeros e incluso reclutaban campesinos de la zona, se identificaban como de las AUC, de Córdoba y Urabá (Entrevista LR, 2020). Según este testimonio decían: “si preguntan por nosotros digan que allá los esperamos” (Entrevista LC, 2020). En las zonas rurales podían verse portando prendas militares, gorra y fusil (Entrevista FV, 2020), sin embargo, los diferenciaban de la fuerza pública “porque los del Ejército siempre iban bañados, bien peluqueados y afeitados” (Entrevista LR, 2020). Además, porque no llevaban los zapatos que usa el Ejército (Entrevista YG, 2020). En los cascos urbanos los paramilitares estaban de civil e iban armados (Entrevista FV, 2020), cargaban “bolsitos”, se movilizaban en moto (Entrevista CD, 2019). En las excepcionales ocasiones en que se cubrían la cara, “caratapada”, iban con brazalete (Entrevista RC, 2020). En algunas ocasiones llevaban una pañoleta roja en el brazo (Entrevista LC, 2020). 274
También podían ser reconocidos por la forma reiterada de operar. El poder de los estereotipos y de los signos vinculados a la guerra eran fundamentales en la supervivencia en regiones como Urabá, una camioneta blanca, una moto de alto cilindraje y sin placa, un súbito corte en el suministro de la electricidad, un desconocido que transita por las áreas dominadas por un grupo armado, eran signos de la presencia de los paramilitares, que los pobladores aprendieron a identificar, como un mecanismo para anticiparse a las acciones criminales de ese grupo armado. La obsesión de los paramilitares por las motocicletas radica en su utilidad para controlar el territorio, patrullar carreteras, avisar de los retenes, cuidar a los mandos y cargamentos, facilitar el sicariato y facilitar la red de comunicaciones. Gran parte de esas motos eran robadas en otras regiones del país. Los paramilitares no se presentaban solos sino en grupos (Entrevista LR, 2020). Se comunicaban por radio (Entrevista RC, 2020) y en las reuniones y en los retenes “verificaban” los documentos de identidad (Entrevista RC, 2020). El accionar paramilitar en el eje bananero se registró en varias fases: Primero el homicidio selectivo y la intimidación individual. Luego la amenaza colectiva y el desplazamiento. Y finalmente la masacre u homicidio colectivo. Según Carlos Castaño la violencia contra la población desarmada era una estrategia del paramilitarismo para superar la desventaja militar frente a la guerrilla (Barbosa, 2015). En un comienzo hicieron reuniones en todas las veredas, argumentaron que estaban haciendo “limpieza” y que quien estuviera involucrado con la guerrilla lo mataban, “que si les tocaba dejar una señal la iban a dejar”. También invitaban a participar de su “proyecto”, que si alguien quería colaborar con ellos los podían buscar en su sede (Entrevista AB, 2020). Los paramilitares usaban “chiveros” para hacer lo que llamaban “esos trabajos”, como también utilizaban camionetas en desplazamientos (Entrevista FV, 2020), algunos recuerdan que cuando veían una camioneta blanca sabían que venían los paras (Entrevista RC, 2020). Cuando empezaron a atacar las veredas y parcelas insultaban a sus víctimas (Entrevista YG, 2020), atacaban los bienes de los campesinos, sus viviendas, siembras y ganado, quemaban con gasolina el ganado para que nadie pudiera comerse la carne (Entrevista ER, 2020), tumbaban las puertas de las casas (Entrevista CH, 2019), talaban los cultivos de plátano. Los hombres dejaron de dormir en las casas, dormían en sitios distintos, por miedo a los paramilitares (Entrevista YG, 2020) (Entrevista ER, 2020). En los pueblos emergía el castigo inapelable de la orfandad y la violencia desde la cuna hasta la tumba. Los paramilitares vigilaban a sus víctimas, tenían una lista, y si encontraban en la calle a quien estuviera en la lista se lo llevaban y los torturaban, en sitios como Puerto Cesar, entre Currulao y Turbo, hacia el mar (Entrevista HR, 2020).
275
Para las torturas, entre los paramilitares había personas llamadas “pica huesos”, eran torturadores brutales, les metían chuzos entre las uñas, le cortaban las orejas y los testículos y les empezaban a cortar la mano e iban subiendo por el brazo cortándolo por pedazos (Entrevista HR, 2020). Para perpetrar las masacres por lo general llevaban gente de otras zonas y otros frentes con el fin de que no fueran siempre las mismas cometiendo los crímenes y para que los habitantes no los reconocieran (Entrevista, 2019, 6 de diciembre). Los paramilitares merodeaban los funerales y cementerios después de los asesinatos para intimidar a las familias (Entrevista MC, 2020), rondaban los funerales en el mismo carro en el que se habían llevado a las víctimas (Entrevista LC, 2020), amenazaban a los sobrevivientes para que se desplazaran (Entrevista LC, 2020), mataban a uno de la familia y cuando el resto de la familia iba a enterrarlo, a veces los mataban a todos (Entrevista YG, 2020). También era habitual la muerte por “accidente” con carro “fantasma”, porque “los paramilitares también mataban a la gente así, haciendo que pareciera un accidente” (Entrevista MP, 2020). Tipos de victimización Después de 1997 las dinámicas de la guerra se afianzaron en un territorio que los paramilitares consideraban propio. Las cifras evidencian la constante del conflicto entre 1997 y 2004, con matices que analizaremos a continuación. Con respecto al periodo 1994–1998 el total de homicidios contra sindicalistas bananeros reportados por la Escuela Nacional Sindical (ENS) en Colombia es de 826, de los cuales 361 corresponden a los municipios del eje bananero, es decir 44 % (Human Rights Watch, 1998). En el caso de los sindicalistas bananeros, la base de datos de la ENS reporta 2.104 asesinatos a nivel nacional entre los años 1990 y 2005, de los cuales 596 ocurrieron en el eje bananero. Las cifras de las consecuencias de la violencia en Urabá con proyección a la actualidad, en términos de homicidios y desplazamientos, no han sido sistematizadas en su totalidad. El investigador de la Universidad de los Andes, Juan Aparicio, reseñó que entre 1995 y 1997 se registraron 2.950 homicidios con fines políticos. Andrés Suarez, del Centro Nacional de Memoria Histórica, por su parte registró 103 masacres entre 1998 y 2002. Y una investigación de la Universidad de Antioquia registró que hubo más de 32 mil desplazamientos, sólo en los cuatro municipios del eje bananero (Verdad Abierta, 2015d). Gráfica 10. Homicidios y desapariciones forzadas 1997-2004
276
350 300 250 200 150
100 50 0 1997
1998
1999
Apartado
2000
Carepa
2001
Chigorodo
2002
Necoclí
2003
2004
Turbo
Fuente: elaboración propia (2020).
Después de 1996, que tuvo 1.222 violaciones contra el derecho a la vida, los homicidios y desapariciones forzadas en el Urabá persistieron, pero en menores proporciones. En 1997 por primera vez Apartadó tristemente ocupó el primer lugar en homicidios y desapariciones forzadas, seguido de Turbo. Sería hasta el año 2000 cuando Turbo nuevamente fuera el primer municipio en desapariciones forzadas y homicidios como consecuencia de acciones paramilitares, frente a intentos de la guerrilla de las FARC EP de recuperar el territorio. Tabla 12. Homicidios y desapariciones forzadas
Municipio/Año Apartadó Carepa Chigorodó Necoclí Turbo Totales
1997 331 72 137 31 286 857
1998 154 43 74 32 121 424
1999 166 48 82 19 151 466
2000 187 55 71 22 207 542
2001 168 40 46 22 144 420
2002 125 36 72 18 123 374
2003 62 24 37 19 69 211
2004 92 31 31 25 83 262
Fuente: elaboración propia (2020).
En este lapso las acciones paramilitares se focalizaron en territorios y perfiles de víctimas, con el único objetivo de mantener el control sobre el Urabá y los urabaenses. Entre 1997 y hasta 2000 los líderes sociales y políticos fueron aniquilados por los paramilitares, las cifras van en descenso, pero son permanentes los liderazgos asesinados durante esos años. Sindicalistas, profesores, políticos militantes de partidos de izquierda o alternativos, líderes campesinos y comunales, fueron amenazados y aniquilados. Las consecuencias del exterminio de los liderazgos en una sociedad son irreparables. Dentro de los asesinatos más dolorosos de 1998 está el de la concejala Gloria Elena Cardona Clavijo, del Movimiento Cívico Acción Solidaridad, asesinada el 21 de enero de 1998, 277
después de sacarla del lugar donde vivía en el barrio Pueblo Nuevo. El responsable del hecho fue un grupo de paramilitares que en horas de la noche llegó hasta su casa, entre los cuales estaban Carlos Andrés Cuartas Alzate, Flechas, y Luis Fernando Giraldo Botero, El Cachaco o El Candelo. Expertos en fabricar incertidumbres, los paramilitares continuaron con sus escabrosas prácticas contra los obreros bananeros entre 1997 y 2002 principalmente. Aunque esta es una cifra que va en descenso, lo cierto es que durante este periodo persistieron las amenazas, homicidios y desapariciones forzadas de trabajadores bananeros. A diferencia de lo sucedido en los años anteriores, las masacres dejaron de ser una constante y fueron reemplazadas por las muertes selectivas, que bien podían suceder en sus viviendas en los barrios de municipios y corregimientos o, en menor medida en esta etapa del conflicto, en fincas como Santa Marta, Carambolos, Rancho Alegre, Guatapurí, La Toyosa y muchas otras. Con la muerte de líderes y obreros bananeros, las huelgas y reclamos laborales fueron cosa del pasado. Además de los homicidios y las desapariciones forzadas, los urabaenses fueron objeto de amenazas, torturas y violencia sexual, entre otros hechos victimizantes que, dada la dimensión de los primeros, han sido mimetizados. Gráfica 11. Eje bananero 1997-2004 Tortura
Violencia Sexual
Desaparición forzada
Homicidios
700 600 500 400 300 200
100 0 1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
Fuente: elaboración propia (2020).
De esas 103 masacres en Urabá, en el eje bananero sucedieron las siguientes: Tabla. 14. Masacres en el eje bananero
Año 23/03/1984 24/03/1984
Municipio Apartadó Turbo
Lugar Corregimiento Nuevo Antioquia-Vereda Rodoxalí 278
Víctimas 8 8
16/04/1984 24/04/1984 4/05/1984 20/10/1985 24/11/1985 30/11/1985 1/12/1985 27/03/1986 12/04/1986 13/06/1986 18/12/1986 19/09/1987 19/12/1987 13/04/1988 2/03/1988 4/03/1988 20/08/1988 12/02/1988 17/02/1988 4/03/1988
Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Apartadó Turbo Apartadó Chigorodó Chigorodó Chigorodó Necoclí Turbo Turbo
11/04/1988 30/09/1988 13/01/1989 24/10/1989 25/10/1989 20/03/1990 18/05/1990 22/06/1990 4/12/1990 17/03/1990 7/01/1990 22/03/1990 7/09/1990 14/01/1990 5/09/1990 13/01/1991 16/10/1992 17/10/1992 6/12/1993
Turbo Turbo Apartadó Apartadó Chigorodó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Chigorodó Necoclí Necoclí Necoclí Turbo Turbo Apartadó Apartadó Apartadó Carepa
Punta de Piedra Corregimiento Nuevo Antioquia Corregimiento Currulao Corregimiento Currulao Corregimiento Currulao Sede Sintrainagro Corregimiento Currulao Corregimiento El Dos-Vereda La Playa Corregimiento Currulao Finca Balboa Corregimiento Tie Cabecera municipal Cabecera municipal Cabecera municipal Zona Rural Vereda Guapá Hacienda Tascon Cabecera Municipal Corregimiento Currulao-Fincas Honduras y La Negra Corregimiento Currulao-Vereda Coquitos Cabecera Municipal Cabecera municipal Cabecera municipal-B Alfonso López Cabecera municipal Cabecera municipal Fincas Guatapurí y Romeral Corregimiento Pueblo Nuevo Vía a Arboletes Fincas Paralinda, La Magdalena y Caruba Pueblo Bello Cabecera Municipal Cabecera municipal Cabecera municipal Finca Filipinas 279
8 8 4 8 4 5 4 4 4 4 6 4 6 4 6 8 4 5 5 20 23 5 8 4 5 6 6 5 6 5 6 4 4 43 5 5 5 6 4
23/08/1992 16/09/1992 23/08/1992 3/02/1993 22/11/1993 29/08/1993 21/11/1993 24/11/1993 4/03/1993 17/11/1993 22/11/1993 25/11/1993 9/12/1993 9/12/1993
Chigorodó Necoclí Turbo Apartadó Apartadó Chigorodó Necoclí Necoclí Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo
23/01/1994 9/06/1994
Apartadó Necoclí
23/09/1994 10/09/1994 12/12/1994
Necoclí Necoclí Necoclí
1/01/1994 23/09/1994 1/10/1994 15/07/1995 20/08/1995 12/08/1995 19/08/1995 20/09/1995 14/05/1995 6/07/1995 29/08/1995 12/08/1995 14/01/1995 15/03/1995 7/01/1995
Turbo Turbo Turbo Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Carepa Carepa Carepa Chigorodó Necoclí Necoclí Turbo
5/04/1995 28/05/1995 14/05/1995
Turbo Turbo Turbo
Cabecera Municipal Corregimiento Las Changas Corregimiento El Tres Finca La Popala Churidó Vereda Guapá Zona Rural Corregimiento Mulatos-Vereda Aguasvivas Corregimiento Currulao Corregimiento Currulao Corregimiento Currulao Corregimiento Nueva Colonia Corregimiento Nueva Colonia Corregimiento Nueva Colonia- Rio Grande-Finca Los Katios Cabecera municipal-Chinita Corregimiento El Mellizo-Vereda La Nueva Esperanza El Mellito Corregimiento Pueblo Nuevo y Veredas La Loma y Ecuador San Vicente Pueblo Bello Vereda Rioalto Cabecera municipal Barrio La Chinita-B Ortíz Cabecera municipal Churidó Bajo del Oso Cabecera Municipal Caserío Zungo Embarcadero Caserío Zungo Embarcadero-Finca Los Kunas Cabecera Municipal- Bar El Aracatazo Vía El Mellito y Las Changas Vereda El Cativo Corregimiento El Tres-Veredas Riomar, La Tachuela, Monteverde, La Pola y Puerto Cesar Corregimiento Currulao Pueblo Bello Cabecera Municipal 280
6 8 4 4 5 4 4 5 6 6 4 8 5 12 34 7 7 10 4 5 4 8 10 11 6 5 25 4 4 16 18 4 5 4 4 4 7
16/06/1995 22/06/1995 28/07/1995 18/08/1995 23/08/1995 14/09/1995 29/10/1995 29/10/1995 3/04/1996 12/05/1996 7/09/1996 21/10/1996 2/11/1996 22/11/1996 14/02/1996 29/06/1996 8/02/1996 10/03/1995 15/04/1996 4/05/1996 30/05/1996 19/06/1996 24/10/1996 21/01/1997 11/02/1997 28/02/1997 3/03/1997 29/03/1997 11/12/1997 3/03/1997 7/03/1997 9/03/1997 30/05/1997 6/01/1998 3/09/1998 30/11/1998 8/01/1999 17/10/1999 8/01/1999 26/06/1999
Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Carepa Chigorodó Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Turbo Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Chigorodó Chigorodó Turbo Turbo Apartadó Apartadó Apartadó Apartadó Carepa Chigorodó Turbo
Alto Mulatos Cabecera Municipal-Barrio Gaitan Corregimiento El Tres Corregimiento Riogrande Vereda El Limón Corregimiento Currulao-Vereda La Galleta Vereda Mono Macho Corregimiento El Tres Cabecera municipal-Golazo San Jose de Apartado-Los Mandarinos San Jose de Apartado Fincas Cabo de Hornos y Flores Negras Cabecera municipal Cabecera municipal Caserío Zungo Embarcadero-Finca Osaka Cabecera municipal Veredas Congo y Cacanal Corregimiento El Dos Corregimientos Alto de Mulatos y Pueblo Bello Corregimiento Currulao Finca Zumbadora Corregimiento Currulao-Vereda La Arcúa Corregimiento Riogrande Cabecera municipal Finca La Mundial San Jose de Apartadó San Jose de Apartadó-La Victoria San Jose de Apartadó-Las Nieves San Jose de Apartadó-Los Mandarinos Fincas Agrourabá y Carambolos Cabecera Municipal Corregimiento Currulao Corregimiento El Tres Tres Esquinas San Pablo Cabecera municipal Vereda Piedras Blancas Corregimiento Pueblo Bello 281
6 4 4 6 4 6 4 4 10 4 4 5 4 5 11 7 4 4 4 15 4 4 4 4 4 4 5 7 4 4 4 9 5 9 4 4 8 4 4 5
19/02/2000 8/07/2000 11/07/2000 15/08/2000 21/08/2001 26/04/2002 20/01/2003 21/02/2005 26/12/2005 16/05/2007 28/03/2008
Apartadó Apartadó Turbo Turbo Apartadó Apartadó Turbo Apartadó Apartadó Turbo Turbo
San Jose de Apartadó San Jose de Apartadó-La Unión Corregimiento Currulao Cabecera municipal Salsipuedes Corregimiento Currulao San Jose de Apartadó-La Resbalosa y Mulatos San José de Apartado-La Cristalina Vereda La Arenera Nuevo Oriente
5 6 4 11 5 10 4 8 6 4 5
Fuente: elaboración propia (2020). Caracterización de la violencia ejecutada por paramilitares en Urabá Las cifras de los atentados contra la vida que se han presentado y las de los desplazamientos forzados y despojos fueron producto de estrategias violentas de los actores armados. En particular, los paramilitares ejecutaron distintos tipos de violencia de acuerdo a la zona y al momento en que se encontraba el conflicto. Caracterizar ese tipo de violencia es un asunto de gran importancia para entender la manera de operar de esos criminales. Violencia focalizada de los paramilitares en Urabá La Fiscalía 68 Especializada ante los Jueces Penales Especializados caracterizó el tipo de violencia desplegada por los paramilitares contra la población en Urabá en los siguientes términos: La situación de violencia generalizada y las dinámicas por la pugna de los territorios dejó en el medio a la población civil, y abatía de forma directa al campesinado, sindicalistas, trabajadores, obreros, líderes comunitarios, pequeños empresarios, propietarios de tierras y, en general, a los habitantes de este territorio. Esta situación obligaba a los pobladores a adaptarse a las conductas impuestas por el actor dominante como forma de poder conservar la vida y la integridad personal y familiar, a utilizar el silencio como parte de la cotidianidad y la mejor forma de blindar el miedo; un silencio, largo, ancho, pasmoso, que se siente como un halo solemne y tenebroso. O, por el contrario, tener que desplazarse de manera forzada de sus territorios como mecanismo de supervivencia. En estas condiciones se impuso lo que la justicia denominó “Un Nuevo Orden Social” (TS Antioquia, 2014, 17 de junio). Esta situación se evidenció en los episodios de violencia de la región que, entre motivaciones fundamentales, están el interés por las tierras desde la industria bananera, la influencia de los 282
grupos guerrilleros insurgentes en los sindicatos y la violencia paramilitar, que arremetió contra los trabajadores bananeros que demandaban derechos laborales y contra los campesinos que demandaban el derecho a la tierra. Actuación paramilitar apoyada por los empresarios bananeros, hacendados ganaderos, fuerzas militares y élites locales y regionales, que veían peligrar sus capitales, sus vidas y sus posiciones y cargos de poder (Juzgado Civil del Circuito Especializado Restitución de Tierras Itinerante – Antioquia, 2018, 22 de enero). Este contexto de violencia generó temor generalizado y situaciones de coacción insuperable entre los habitantes de los sectores afectados, que impulsó hechos de desplazamientos forzados de manera masiva. Era evidente que los habitantes del barrio Policarpa Salavarrieta y sus circunvecinos estaban sumergidos en medio de un conflicto armado que no les pertenecía, pero que la guerra local librada entre facciones irregulares de la guerrilla de izquierda les involucraba inexorablemente. (TS Antioquia, 2015, 15 de diciembre) En este sentido, la misma Corte Constitucional ha considerado que la calidad de desplazado forzado es indiferente del tipo de violencia que sufre la población víctima, ya sea por motivos ideológicos, políticos o violencia común (TS Antioquia, 2015, 15 de diciembre). A la confrontación violenta insurgencia-contrainsurgencia se agregó la estigmatización, para afectar comunidades y colectivos sociales señalados de pertenecer o colaborar con el bando contrario, a la vez que sobrevinieron disputas territoriales y entre grupos armados en contienda que realizaron campañas de exterminio contra todo aquel que asociaban de alguna forma con el bando contrario. Los frentes y grupos a cargo de los jefes paramilitares HH y Pedro Bonito asesinaron bajo tales circunstancias a cientos de personas en los barrios Obrero, Policarpa y El Salvador, en Apartadó, y en sitios como Casa Verde y El Silencio, en Carepa. “Los grupos de urbanos también hicieron controles sobre la comida que ingresaba a los pueblos. Sólo permitían una cantidad por familia, que no podía superar la de los padres y máximo tres hijos” (Verdad Abierta, 2011d). La Fiscalía 68 en su escrito de calificación del mérito del sumario, reconoció que el objetivo de los paramilitares en Urabá se dirigió contra toda persona que no se sometiera a su poder y al modelo de control que realizaron de la vida política y social: Como podemos observar, el plan criminal desplegado por alias HH, fue el mismo del paramilitarismo del Magdalena Medio al mando de HENRY PÉREZ, fue replicado y llevado a la región de Urabá por parte de los Castaño, en donde no sólo se atacó las bases sociales, sino también a cualquier sospechoso de colaborador de los contrarios y de esta forma poder reprimir el posible suministro de información al otro bando. Una de las principales características de toda guerra no convencional interna es la violencia selectiva indiscriminada contra la población civil como a ciertos tipos de
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poblaciones como, por ejemplo, los sindicatos o miembros de partidos políticos de antagónica ideología. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) El 97,5 % de las acciones paramilitares se orientaron contra la población civil. 20% de los eventos violatorios de los DDHH tuvieron una directa afectación colectiva (amenazas y desplazamientos) (Espinosa, 2012, 30 de junio). La violencia homicida desatada por los paramilitares contra la población civil combinó los tres tipos de violencia explicados por el Tribunal Superior de Bogotá que se detallan a continuación, de tal suerte que sus mandos y sus financiadores tienen responsabilidades directas o indirectas en todos esos hechos (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). 1) La violencia por señalamiento y estigmatización Fue un tipo de violencia contra personas determinadas. Hechos contra uno, dos o un colectivo de individuos con una modalidad de operación altamente selectiva de las víctimas, bien porque la víctima era conocida por alguno de los perpetradores, o señalada por un informante que la ubicó (lugar, tipo de persona, cargo u oficio, características físicas, etc.), para señalarla previamente al grupo que comete el crimen. Con base en tal señalamiento e identificación, los autores del crimen iban directamente al lugar de la víctima. Se menciona que irrumpieron de forma violenta, “buscaron a la persona” y las asesinaron sin mediar palabra. Aun cuando no hay un acto de confirmación de la identidad de la persona, basta con cumplir ciertos criterios, como el encontrarse en un establecimiento determinado, por ejemplo. En otros casos, hubo primero seguimiento, vigilancia de la persona, hasta que llegara a determinado sitio, lugar público o establecimiento público, y esperar el momento para asesinarla. Las víctimas cumplían con un criterio para el grupo: su cercanía o alguna modalidad de actuación que pudiera ser percibido o señalado como de participación o cooperación con el bando enemigo. Atacar a cualquier sospechoso de ser colaborador del bando enemigo, es una modalidad que no involucraba combate o algún tipo de confrontación entre dos bandos con capacidad de contestación de fuego. Por el contrario, la modalidad más masiva era esta de atacar a cualquier persona que estuviera desarmada, sin señales de distinción de pertenecer a un grupo armado (como el uniforme o uso de algún tipo de distintivo o el porte de armas). Y en general, la forma de violencia aplicada que imperó fue el homicidio y, en parte de los casos, la desaparición forzada, quizás la cifra más dolorosa entre las dolorosas cifras. Elemento decisivo fue el uso de la información para seleccionar a la víctima, su condición y las supuestas razones para señalarla. Pero la gran mayoría de las personas victimizadas con esta modalidad ni siquiera pertenecían o eran colaboradoras de las guerrillas y fueron atacadas por un elemental uso de algún tipo de información, que siendo de carácter tan frágil, permitía en muchas ocasiones que el señalamiento para que fueran atacadas proviniera de ciertos intereses particulares de personas o de intereses estratégicos de los perpetradores y de sus aliados. Al final, los urabaenses a pesar de las cicatrices que ha dejado la guerra, en medio de la añoranza por tiempos mejores, se han forzado al optimismo y pese a todo, buscan emerger como una sociedad que va a su propio paso y no está ni para venganzas ni inquisiciones. 284
2. La violencia en apariencia aleatoria o violencia indiscriminada Se caracterizó por: No tener un antecedente de señalamiento, donde no media inteligencia del grupo ilegal ninguna y se ejerce por castigo o moldear a la población para los fines del grupo armado por amedrentamiento y generación de zozobra en determinado tipo de poblaciones. (…) para el grupo ilegal perpetrador no importa quién es la víctima específica, basta con un señalamiento generalizado o estigmatización de la zona donde vive (como un barrio específico), el lugar donde trabaja o los lugares que frecuenta para ser víctima en potencia (un bar, una zona comercial o calle específica). (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) 3. La violencia masiva e indiscriminada Fue el tipo de violencia que correspondía a una “guerra sin cuartel y de todos contra todos”. “El marco dentro del que se inscribe la mayoría de los hechos por los que aquí se dicta sentencia, cometidos en los primeros años de la entrada del grupo paramilitar comandado por Hébert Veloza García a la región de Urabá, es la de masificación de la violencia en formas de masacres” (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto). En otra parte la Fiscalía 68 concluye que: (…) Hasbún agrega un ingrediente a la investigación, relacionada con la motivación del accionar paramilitar (…) los objetivos que tenía la expansión paramilitar en la zona bananera (…) era menguar, erradicar o exterminar de ser necesario, a todos los movimientos de la clase obrera que osaran congregarse para exigir a los empresarios sus derechos laborales (…). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Como se plantea en el documento El Urabá una Mirada al Pasado y Al Presente “El paramilitarismo en el eje bananero tiene una tendencia hacia la desarticulación total del movimiento de izquierda y a propiciar un juego político donde las fuerzas de derecha se fortalezcan” (Troncoso, 2016). Esa era una percepción generalizada. Por ello, las consecuencias que se generaron son atribuibles en mayor o menor medida a quienes les brindaron apoyo (entre ellos el caso de Chiquita Brands). Uno de los abogados que representa a las víctimas en sus demandas en EE.UU. manifestó: Se puede afirmar que Chiquita es responsable de las acciones violentas ejercidas en contra de la comunidad de Urabá durante el periodo que hizo los pagos a las AUC porque el dinero pagado a esta organización terrorista es fungible. Esto significa que una vez ingresa dinero a una organización, si no se separan la cuentas, todo dinero es igual (…) y por lo tanto su uso no puede ser diferenciado en base a su origen. Si yo [Chiquita] le estoy pagando millones de dólares en efectivo al jefe de las AUC, yo no sé qué está haciendo con ellos, solo sé que le estoy pagando a la persona más alta en las AUC, entonces estoy financiando su trabajo. (Caracol, 2017) 285
Perfil de las víctimas de los paramilitares Después de los primeros años de control paramilitar, de 1997 en adelante, los paramilitares focalizaron grupos de interés, los sindicalistas, líderes comunitarios, profesores, simpatizantes de partidos de izquierda o alternativos, conductores destacados, entre otros. Los paramilitares concentraron sus esfuerzos en algunos tipos de víctimas, como puede observarse en la siguiente gráfica: Gráfica 12. Homicidios por perfil de la víctima 1997-2004
Fuente: elaboración propia (2020). Los indígenas fueron fuertemente minados entre 1997 y 2004, muertes selectivas de los líderes de los resguardos y de los miembros de las comunidades indígenas pertenecientes principalmente a la etnia embera, son una constante en el conflicto en Urabá como consecuencia de la violencia paramilitar. Las comunidades indígenas fueron incluso expulsadas de sus territorios ancestrales. Sobre parte de resguardos y territorios indígenas se extendió la frontera de la agroindustria como efecto del ensañamiento del conflicto contra estos pueblos. También fue blanco de ataque paramilitar todo aquel que pareciera resistirse a los violentos y a las formas impuestas a la sociedad urabaense, es el caso de los parceleros y plataneros, muchos de los cuales otrora fueron recuperadores de tierras a quienes les fue adjudicada su parcela por el antiguo Incora. Desde 1996 empezaron a amenazar a los parceleros para “que se perdieran” y les daban un plazo para irse (Entrevista AB, 2020). Buscaban que los campesinos salieran de sus parcelas. En principio los campesinos se desplazaron para los cascos urbanos e iban de lunes a viernes a trabajar en la parcela. Los paramilitares habían autorizado eso, hacían salir a la gente de la vereda porque necesitaban el área, porque decían que la guerrilla estaba cerca y los iban a enfrentar y no querían gente “estorbando”. Pero principalmente iban por sus tierras, hoy sembradas de banano (Entrevista MC, 2020). Entre 1997 y 2002 prosiguieron las amenazas, desapariciones forzadas y homicidios contra plataneros y parceleros. El plátano, a diferencia del banano, no requiere el drenaje del terreno, ni los insumos necesarios para el cultivo de banano. El plátano era cultivado por pequeños parceleros en la 286
periferia de las grandes plantaciones de banano, en terrenos adjudicados por el antiguo Incora o adquiridos a partir de las recuperaciones o tomas de tierras. Los plataneros no tenían en ningún caso intención en convertirse en bananeros. Los conductores que prestaban servicios a las comunidades indígenas, a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó o a poblados estigmatizados, fueron asesinados y desaparecidos por los paramilitares, sus carros robados o incendiados, y aislaron aún más a dichas comunidades que sin contar con transporte quedaban a merced de los violentos. Los conductores eran considerados “mandaderos” de la guerrilla, por el sólo hecho de transportar comunidades y víveres por caminos escarpados hasta pequeños caseríos. La muerte de conductores facilitó el control paramilitar sobre los caminos de herradura que surcan el Urabá. También atacaron a vendedores ambulantes, a quienes iban de finca en finca, de barrio en barrio, vendiendo boletas y rifas, comercializando comestibles o pequeños productos. Los paramilitares los veían como desconocidos, como un peligro por cuanto se movilizaban de un lugar a otro, los consideraban “sapos”, pues creían que algunos utilizaban la venta ambulante para vigilar o hacer seguimientos. Los vendedores ambulantes eran parte del paisaje urabaense, era habitual verlos por carreteras y caminos ofreciendo sus productos y rifas. La llegada de los paramilitares los arrasó. Los paramilitares hicieron la mal llamada “limpieza social”, ajusticiaban de manera arbitraria a ladrones, drogadictos, borrachos y, de forma además discriminante, a prostitutas. Es el caso de Luis Hernando Usuga, a quien mataron el 17 de junio de 2001, según alias El profe, porque le habían dicho a alias El Tío que Usuga era un vendedor de droga. A él le robaron la moto, los papeles, la plata que tenía en el bolsillo de la camisa, los anillos y un bolso. El supuesto “botín de guerra” fue para Cepillo quien, según lo confesado por El Tío, recibió el bolso, la plata y los anillos (Verdad Abierta, 2011l). El modus operandi de la guerrilla de las FARC –diferencias– Dos factores fundamentales marcaron la diferencia en el modus operandi de guerrilla y paramilitares: su relación con el Estado y el capital social. El carácter antiestatal de la guerrilla la llevó a desarrollar una estrategia de confrontación bélica y de hacer inoperante el Estado desde el saboteo armado, la toma de las cabeceras municipales, la destrucción de puestos de votación y el asesinato y secuestro de servidores públicos. Ahora bien, la guerrilla tenía como base social a campesinos medianos y pequeños, a colonos, y en las ciudades a obreros y sectores sindicales (Ávila, 2019). Así pues, las FARC focalizaron su violencia hacia los empresarios, políticos, autoridades, paramilitares y a pobladores que percibían podían estar al servicio de estos. Planteaban su discurso de apoyo a los sectores populares, aunque por su enfoque de consideración de enemigos afectaron parte de estos sectores. Usaban el asesinato y secuestro de autoridades electas (Ávila, 2019), las minas antipersonal en zonas de retaguardias guerrilleras tratando quizá de recuperar o defender territorios, o buscando la protección de cultivos de coca (CNMH, 2014), la toma a poblaciones y el uso de cilindros bomba (Verdad Abierta, 2015d). 287
Este modus operandi de la guerrilla de las Farc en Urabá corresponde al periodo anterior a 1997, dado que, para ese año, habían sido retiradas hacia el Urabá chocoano y el Nudo de Paramillo. Las condiciones que permitieron a los paramilitares consolidarse en Urabá Los paramilitares pudieron consolidarse en el eje bananero porque se dieron cuatro condiciones. 1. El apoyo financiero y de reconocimiento que le brindaron los empresarios bananeros, ganaderos y sectores de comerciantes. 2. La inacción o complacencia o apoyo de determinadas autoridades gubernamentales de distinto nivel, siendo particular apoyo la promoción de las Convivir, la impunidad de la justicia y las formas de colaboración y coordinación con la fuerza pública. 3. La adaptación, subordinación y formas de apoyo del sindicato que agrupaba a los trabajadores de las fincas bananeras, a sus imposiciones. 4. La incorporación a sus estructuras de exintegrantes de las guerrillas de las FARC EP y las Milicias Bolivarianas y del EPL, de las Milicias Populares y los Comandos Populares. a. Los paramilitares se fortalecen absorbiendo a exintegrantes de las guerrillas en Urabá Una de las estrategias que le permitió a los paramilitares contar con ventajas significativas en su esfuerzo por consolidarse en Urabá fue la vinculación de exintegrantes de las guerrillas y sus estructuras milicianas relacionadas en Urabá. Eso les permitió aprovechar el conocimiento que tenían del territorio, su experiencia militar y sus conexiones con las comunidades. También, conocer las estructuras de las guerrillas que se mantenían en armas y poder identificar a sus colaboradores. Vinculación de exintegrantes del EPL, de las FARC EP, de las Milicias Populares y de las Milicias Bolivarianas Un número importante de integrantes de los Comandos Populares, compuesto por antiguos EPL y Milicias Populares, se vinculó a los paramilitares, así como varios mandos de las FARC EP y de anteriores integrantes de las Milicias Bolivarianas. Algunas de estas vinculaciones se dieron de manera más o menos colectiva, otras en hechos aislados, pero todas le dieron ventajas a los paramilitares en su consolidación territorial.
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Fin de la disidencia del EPL en Urabá y Córdoba: desmovilización y paso de parte de sus efectivos a las AUC Para 1996 las FARC EP mantenían fortaleza52 en la Serranía de Abibe y hacían presencia en el norte de Urabá, aunque no lograban consolidarse en esa zona. La disidencia del EPL se debilitaba porque dejó de contar con el apoyo “fariano” y también producto de su propia progresiva descomposición moral y proclividad delincuencial. De hecho, las FARC EP, dadas esas circunstancias, terminó por atacarlos, como reacción a los desmanes criminales, quienes más allá del impacto de sus propios graves crímenes contra trabajadores y pobladores de la región, no querían resultar afectados por el creciente desprestigio de los Caraballistas. Como se analizó, para 1996, la relación entre la disidencia Caraballista y las FARC EP se había deteriorado por el carácter delincuencial de las acciones de aquella. Además, se dieron dos factores, uno de orden político general y otro de orden militar que llevaron a la ruptura y animadversión. El de orden político se derivó del fracaso de los diálogos de paz en Tlaxcala, México, entre el Gobierno nacional y las guerrillas FARC EP, ELN y disidencia EPL, ruptura que se precipitó por el secuestro del exministro Argelino Durán en Catatumbo por parte de la disidencia del EPL, de edad muy avanzada, enfermo y marginado de la política. Hecho que generó un fuerte reclamo del gobierno para que fuera liberado, pero la disidencia negó ser responsable y lo ocultó también ante las otras guerrillas. Al morir en cautiverio el exministro se precipitó la ruptura de la negociación y las FARC EP rechazaron públicamente este comportamiento de la disidencia del EPL, lo cual marcó el distanciamiento de las FARC EP con los grupos residuales disidentes al pacto de paz del EPL (Villarraga, 2015). La ruptura se tornó en disputa cuando esta disidencia mató a un campesino apreciado por las FARC EP. Según versiones, ante la disidencia del EPL con su carga de degradación, desprestigio y tensión, las FARC EP la presiona para que salga de la región. Conocedores del tema aseveran que esa pérdida de legitimidad y de su posibilidad de actuación de la disidencia del EPL en la región se había producido porque i) En distintas regiones del país no contaron con los líderes políticos ni militares de la anterior insurgencia, y no lograron concretar la reconstrucción de una estructura insurgente con perfil político, programático e ideológico y armada bajo lineamientos que les permitieran actuar con coherencia y capacidad estratégica. ii) Porque, para crecer vincularon ante todo a excombatientes muy jóvenes, incluidas personas menores de edad. Tales circunstancias condujeron a que se dedicara, en buena medida, a actividades delincuenciales (Entrevista con exintegrante del Comité Central PCC ML, 2019, 14 de septiembre). Por su parte los paramilitares centraron sus ataques no contra esa disidencia guerrillera sino contra pobladores de las zonas donde esa organización armada hacía presencia; asesinaron a simpatizantes de uno y otro grupo para aumentar la disputa entre ellos. Antes de la extinción, los Caraballistas intentaron refugiarse en el Chocó. Cuando la disidencia del EPL se trasladó hacia Vigía del Fuerte y las FARC EP rechazaron que esta 52
Las FARC EP operaban en las estribaciones de la Serranía del Abibe, en zonas de Mutatá, Chigorodó, Apartadó y Turbo. Tenían capacidad de movilidad por esos municipios y por los departamentos de Chocó y Córdoba que limitaban con el Urabá antioqueño.
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disidencia se aproximara a sus zonas de presencia, tuvo que salir hacia zonas de Antioquia y Córdoba, periplo en el cual sus mandos fueron entrando en entendimiento con el paramilitarismo. La disidencia del EPL se replegó entonces hacia Urabá y algunos de sus efectivos hacia partes de Antioquia, de manera que terminó desmovilizándose ese mismo año ante tropas del Ejército Nacional y una delegación del Gobierno nacional, del Programa para la Reinserción. El 19 de octubre de 1996 se llevó a cabo la desmovilización de 110 guerrilleros del Frente Bernardo Franco del EPL, también conocidos como Los Caraballistas. Debido a las amenazas de ataques de las FARC-EP, los combatientes procedentes de Tierralta fueron escoltados por el Ejército hasta la hacienda El Cedronal, corregimiento de Leticia, en Montería (Córdoba). En esta finca fueron concentrados hasta el momento en el cual finalizaron los trámites judiciales correspondientes al indulto, por parte de la Fiscalía (Universidad Nacional, 2012). Con respecto a esta desmovilización, el entonces coordinador de la Oficina de Paz, Daniel García Peña, afirmó que se trató de un proceso de entrega voluntaria, sin negociación de por medio (Universidad Nacional, 2012). Esta estructura disidente tenía una columna de 110 efectivos y se agregaron otros efectivos de la misma disidencia procedentes de otros lugares, de manera que el registro oficial señaló 167 desmovilizados, que habían actuado con el mismo nombre histórico, Frente Bernardo Franco del EPL de Urabá. Varios de sus jefes con anterioridad habían entrado en contacto con los Castaño y posterior a la desmovilización, 57 de estos excombatientes del EPL aceptaron la oferta de hacer parte de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU). Esta propuesta fue planteada de forma estratégica por Carlos Castaño, motivado por el conocimiento que tenían los excombatientes sobre el territorio. Según Elkin Casarrubia Posada, El Cura, las Autodefensas eran atractivas porque, a diferencia de las guerrillas, pagaban salarios, daban permisos de salida y no vivían escondidas. En el marco de los procesos adelantados en Justicia y Paz, se han podido conocer otros nombres de excombatientes de guerrillas que hicieron tránsito a organizaciones de “autodefensas”. Este es el caso de Jesús Ignacio Roldán, ‘Monoleche’; Edgar Córdoba Trujillo, 57; Juan de Dios Usuga, Giovanny; Yonis Rodolfo Landero Estrada, El Político o Alejandro’, y Severo Antonio López, Job. Todos habían pertenecido al EPL (Universidad Nacional, 2012). Otros grupos de la disidencia del EPL se desplazaron de la región. Uno retomó el nombre del anterior Frente Pedro León Arboleda Roldán del EPL, con 60 integrantes, en el noroccidente de Antioquia, bajo el mando de Juan de Dios Úsuga, Giovanni, quien se integró luego con parte de sus efectivos a los paramilitares en Riosucio, Chocó, siendo previamente trasladados a San Pedro de Urabá y a Montería por las autoridades. Así mismo, David Meza Peña, Gonzalo, se entregó a las autoridades en El Carmen de Viboral, oriente de Antioquia, lugar donde se había replegado desde Urabá con 75 integrantes de la disidencia, adoptando el nombre del anterior Frente Elkin González Vásquez del EPL (El Tiempo, 1996c).
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Carlos Castaño aprovechó la desmovilización de estas fracciones de la disidencia del EPL en favor de su discurso de búsqueda de legitimación, buscando ocultar sus acciones criminales al presentarse como supuesto promotor de la paz. Dijo en una entrevista que “(…) el nuevo proceso va a ser directamente conmigo. Voy a intentar una reinserción a ver si soy capaz, para mostrarla como modelo de reinserción en Colombia”, asegura que “he hablado con varios dirigentes de medios económicos para que desembolsaran un presupuesto y donaran tierras” (…) “incluso he pedido a un organismo humanitario que haga unos centros de salud donde van a estar (los desmovilizados), y han estado de acuerdo, vamos a hacer unas parcelaciones en la región. Vamos a incluirlos en las exportaciones que estamos haciendo mediante UNIBAN para los campesinos de la zona. Vamos a mostrarle al Estado que cuando hay voluntad, poca burocracia y demagogia, se puede hacer algo”. (El Colombiano, 1996c) Además de mostrar la estrategia relegitimadora de los paramilitares, pone de presente la estrechísima relación de las AUC y la compañía exportadora de banano, Uniban. Para el 10 de diciembre del mismo año Carlos Castaño aseguró en una declaración que 342 guerrilleros se habían rendido ante su organización, correspondientes a tres grupos diferenciados: un primer grupo conformado por entre uno y dos centenares de quienes hicieron tránsito al paramilitarismo al disolverse los Comandos Populares; un segundo grupo integrado por entre uno y dos centenares de quienes al desmovilizarse la disidencia del EPL ante la XI Brigada del Ejército, parte de ellos transitó al paramilitarismo; y un tercer grupo al que pertenecerían unos 24 desertores de las FARC EP que, según versiones, se entregaron al Ejército en Córdoba y resultaron en las filas paramilitares (Ramírez, 1997). El investigador social William Ramírez estima que la incorporación a las filas paramilitares de antiguos integrantes de las guerrillas “fue uno de los factores importantes que incidieron en que el balance estratégico se inclinara a favor de la ofensiva militar del Ejército y paramilitar de las ACCU-AUC en la región, consolidado entonces en Necoclí, Apartadó, Turbo, Carepa y Chigorodó (Ramírez, 1997). No es gratuito que un alto porcentaje de mandos medios del Bloque Bananero de las AUC hubieran sido del EPL y en algunos casos de las FARC EP. Fueron especialmente valorados por su experiencia militar, conocimiento de los territorios y de su población y por la sumisión e incondicionalidad con el proyecto paramilitar que debían adoptar dada su procedencia. Esas razones explican por qué en repetidos casos, algunos exguerrilleros llegaron con el tiempo a posiciones de mando en las estructuras paramilitares. Entre integrantes de la disidencia del EPL que pasaron a las ACCU e incorporados a acciones criminales de las AUC estuvo Darío Antonio Usuga, alias Otoniel, enviado luego a las filas del Bloque Centauros en Los Llanos Orientales donde actuó bajo el mando de Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, hermano del jefe paramilitar de Urabá y Atrato, Fredy Rendón. Con la desmovilización de parte de las estructuras paramilitares volvió a entregar las armas en 2005, pero siguió con Don Mario en la estructura narcoparamilitar conocida como Los 291
Urabeños o Clan del Golfo. Don Mario, capturado en 2009 junto con su hermano Juan de Dios Úsuga, alias Giovanni, llegaron a ser sus jefes. En 2012, en un operativo de la fuerza pública Giovanni resultó muerto y Otoniel quedó como jefe (Verdad Abierta, 2014). b. Las Convivir: aparato paramilitar que facilitó el control territorial de los paramilitares y fueron el eje articulador de las alianzas criminales La creación de las Convivir, en Urabá, se produjo como resultado de una reunión realizada el 2 de mayo de 1994 “con la participación del comandante de la Décima Séptima Brigada, general Hermófilo Rodríguez; el secretario de Gobierno departamental, Iván Felipe Palacio, y el presidente de la Asociación de Bananeros de Colombia (Augura), Juan Diego Vélez Maya” (El Tiempo, 1994). Lo que se acordó en esta reunión generaría la creación de las Cooperativas de Vigilancia y Seguridad Privada (Convivir). Las Convivir habían sido autorizadas dos años atrás por una norma nacional, en particular por el Decreto 356 de febrero 11 de 1994, expedido durante la presidencia de César Gaviria, para “la prestación por particulares de servicios de vigilancia y seguridad privada”. Sin embargo, fue durante el gobierno de Ernesto Samper que se expandieron por todo el país. La Sala Penal del Tribunal Superior de Antioquia resaltó que el Estado fue un actor principal en el desarrollo de las Convivir. Esa fórmula de privatización de la función represiva del Estado se expandió nacionalmente. Durante la vigencia de la norma se crearon por lo menos 529 cooperativas rurales de seguridad en 24 departamentos para las que trabajaron por lo menos 15.300 personas. Con el auspicio y apoyo de la gobernación de Antioquia y la Brigada XVII del Ejército, en el Urabá antioqueño se constituyeron 13 asociaciones Convivir en diversos municipios de esa subregión: 1) La restauración: Pueblo Bello –Turbo. 2) La Guayaba: Carepa: Comunal El Siete, Finca Juanambú. 3) Tagua Darién: Apartadó: San José de Apartadó, El Reposo, Los Mandarinos, El Guaro, El Bajo El oso, la Balsa, Caracolí. 4) El Salvador. Punta de Piedra: Vereda Punta de Piedra, Turbo. 5) Asociación Papagayo ASEVS: Carepa: Corregimientos Zungo, Piedras Blancas, El Alto, Carepita, Casa Verde. 6) Chigorodó Alegre: Barranquillita, El Tigre, La Fortuna y Carambolos. 7) Asociación Convivir Una Nueva Luz. Punto Rojo, Los Mangos, Punto Coquito, La Piña, San Jorge. 8) Asociación COVITUR: Turbo: todos los corregimientos y veredas excepto el corregimiento de Nueva Colonia. 9) Asociación Costa Azul: Necoclí: todos los corregimientos y veredas. 10) Coembera: Mutatá: Pavarandó, Pavarandocito, Caucheras, Pegado, Churumando, Taparales, Bejuquillo, Bajirá. 11) Coopchuridó: Finca Yacare, Comunal Churidó, Apartadó. 292
12) Palma Real: Chigorodó. 13) ABIBE: San Pedro de Urabá. Mapa 22. Convivir
Fuente: elaboración propia (2020).
Como años más tarde sucedería en otros territorios del país, las Convivir fueron una estrategia de expansión y control territorial de los paramilitares en el eje bananero. Esa expansión es visible en el siguiente mapa: Mapa 23. Veredas afectadas por violaciones a los derechos humanos
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Fuente: Tomado de Forjando Futuros (2019).
Era la estrategia de “inteligencia” de los paramilitares. Aunque no poseían armas largas, sus integrantes no corrían peligro de confrontarse con la guerrilla, porque esta, para 1997, cuando se expandieron, había sido expulsada del eje bananero. (…) llegaron a tener unos 800 o 900 radios repetidores por todo el Urabá, un sistema de vigilancia organizado en cada una de las empacadoras de todas las empresas, en todos los pueblos había presencia de los muchachos de las CONVIVIR, dice que los taxistas también pasaban información y todo esto se entregaba a la Policía, pero que a él también le llegaba esa información y lo que no hacía la Policía o el Ejército lo hacía él, como Autodefensas, con 150 o 200 hombres que tenía en la zona permanentemente patrullando los municipios y las veredas. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2011, 16 de diciembre) Estas convivir, un poco más tarde, mediante un proceso de reunificación se agruparon alrededor de Papagayo. El Tribunal Superior de Antioquia conceptuó que la Convivir Papagayo, como ente coordinador de varios roles de las Convivir en Urabá y zonas adyacentes, se “convirtió en la zona del Urabá antioqueño en una poderosa organización que 294
tuvo influencia en todos los sectores de la región, en lo militar, político, social y religioso, con tentáculos en las diferentes poblaciones que componen esta rica zona del occidente colombiano” (TS Antioquia, Sala Penal, 2012, 17 de abril). Las Convivir también fueron decisivas para que los paramilitares lograran ejercer un control social de todas las zonas entre Urabá y demás regiones en que tenían presencia. Si se tiene en cuenta que sus integrantes fueron más de 1.100 personas, dotadas con radios de comunicación y una estructura centralizada de monitoreo de todo lo que ocurría en cada uno de los lugares de competencia de los integrantes de esas cooperativas, y ellas estaban desplegadas en las carreteras, en las entradas de las fincas y en las entradas de los poblados, se puede crear una imagen del control que llegaron a ejercer sobre la vida laboral y social del eje bananero. En el Urabá antioqueño los sitios de operación de las Convivir coinciden con las poblaciones en las que se instalaron los paramilitares. A partir de ese momento, y teniendo en cuenta como espacio legal de articulación las Convivir, comienza en Urabá una alianza entre algunos miembros de la Fuerza Pública y las organizaciones paramilitares, que involucró a importantes oficiales y mandos medios del Ejército. Esta relación facilitó el apoyo y la coordinación en operaciones conjuntas entre paramilitares y Fuerza Pública, incluida la Policía de Urabá. (El Espectador, 2017c) Declaró Raúl Hasbún: Las Convivir fueron el espacio de concertación de los empresarios legales de la región y los grupos paramilitares sobre los aportes de los primeros a los segundos (…) a través de las Convivir se recibió y canalizó el dinero aportado a los paramilitares por el sector privado de la economía de Urabá. (El Espectador, 2017c) Según El Espectador, la Fiscalía dice que 194 empresas bananeras recurrieron a la fachada de las Convivir para entregarles aportes voluntarios a los paramilitares (El Espectador, 2017b). Según el Tribunal Superior de Antioquia: Las Convivir fueron creadas por particulares especialmente entre 1995 y 1998 con el auspicio o con el visto de bueno de gobiernos departamentales, Fuerza Pública, organismos de inteligencias y las correspondientes autorizaciones de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada. Se convirtieron en pieza clave para la expansión de los grupos paramilitares. (Verdad Abierta, 2013f) El gobernador de Antioquia Álvaro Uribe, apostó a fondo por las Convivir, considerándolas necesarias para recuperar el orden público en las distintas regiones del país, de manera que
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las ayudó a organizarse, como una alta prioridad de su departamento, impulsándolas con especial ahínco en Urabá: El entonces gobernador Álvaro Uribe Vélez declaró a Urabá como zona especial de orden público, y puso bajo control militar los municipios del eje bananero. Un año después, la administración departamental comenzó a formalizar las Cooperativas de Vigilancia y Seguridad Privada, conocidas como Convivir. En esa región se crearon trece en total. (Verdad Abierta, 2012b) Las Convivir fueron también un mecanismo poderoso para ejercer control territorial y poblacional riguroso, al realizar una intervención en los conflictos del orden social, comunitario y familiar. Ese fue el mecanismo que concretaton tres de las condiciones de la consolidación del paramilitarismo en la zona (i) el apoyo de los empresarios de la zona, especialmente de los empresarios bananeros; (ii) el apoyo de la fuerza pública y (iii) el apoyo del sindicato. Por ello se abordará su análisis en capítulo separado y, en secciones separadas, el apoyo de los empresarios bananeros, de la fuerza pública y del sindicato. Las Convivir no sólo sirvieron como intermediario legal para financiar a los paramilitares, también hicieron parte del engranaje criminal con el que se controló Urabá, y en ese proceso fue fundamental la red de comunicaciones que se había empezado a conformar desde las medidas adoptadas en 1994 con los Departamentos de Seguridad. Fue Hasbún Mendoza quien asumió el impulso y organización de las Convivir, delegando en integrantes de las llamadas autodefensas la representación y coordinación de este servicio de vigilancia y seguridad prestado por particulares. Hasbún identificó las Convivir como el mecanismo para organizar la articulación de los empresarios bananeros y los paramilitares y darles apariencia de legalidad. Con esa idea conversaron con la gobernación de Antioquia, que les brindó apoyo total. La Fiscalía planteó que Pedro Bonito se dirigió a la Gobernación de Antioquia para exponer la idea de crear una Convivir en el Urabá y que quien lo recibió fue el entonces secretario de Gobierno, Pedro Juan Moreno, cuando el gobernador era Álvaro Uribe. Según una sentencia del Tribunal de Antioquia, Moreno le respondió al paramilitar Raúl Hasbún que no creara una Convivir, sino una docena. Y así se hizo. De esa manera surgió la Cooperativa Papagayo, la más relevante para los paramilitares, tanto que su sede estaba al lado de la de la Brigada 17 del Ejército, entonces comandaba por el general Rito Alejo del Río. Este general apoyó este proyecto, al igual que el experto en seguridad nacional, José Miguel Narváez, el empresario bananero y palmicultor, Irving Jorge Bernal Giraldo, y el empresario bananero y jefe paramilitar, Raúl Emilio Hasbún Mendoza, empresario bananero y accionista de la comercializadora Banacol (Lombana, 2012, p. 65). El paramilitar Hasbún evidencia el rol de las Convivir en la relación entre fuerza pública y paramilitares: La Brigada XVII, comandada por el General Rito Alejo del Río, prestaba cooperación y apoyo a las CONVIVIR, incluso que las 12 convivir de la región de Urabá eran 296
manejadas como una sola empresa, dirigidas a través de la Convivir, ‘Papagayo’, ubicada detrás de las instalaciones de la Brigada XVII con sede en Carepa. (...) A través de estas cooperativas se articulaba la colaboración entre miembros del Ejército, de la Policía y las estructuras paramilitares; es el caso que el Bloque Élmer Cárdenas que a través de las versiones libres de Ever Veloza (sic) y Raúl Hasbún Mendoza, alías, “Pedro Bonito” se describe como miembros de la Brigada XVII. El Coronel Morantes, y el Capitán Carvajal entregaban información a los grupos paramilitares sobre presencia de presuntos guerrilleros. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) El Tribunal puso en duda el papel que jugó el Estado durante la década del noventa al no realizar dispositivos de control y vigilancia. Según el Tribunal, esta falta de regulación permitió que durante tres años las Convivir fortalecieron “las autodefensas de los hermanos Castaño Gil” en aspectos como dotación y logística, financiación, operatividad en terreno articuladas con la fuerza pública, acceso a dependencias estatales de carácter local, regional y nacional, así como suplantación del Estado en algunas regiones del país. Lo cierto es que “el período de expansión del paramilitarismo, que se sucede a partir del año de 1995, coincidió con el auge y proliferación de las Convivir” (El Espectador, 2017c). A este respecto, el Tribunal Superior de Antioquia señaló: “El dominio de las autodefensas sobre la Convivir Papagayo era de tal magnitud que prácticamente ambas organizaciones, una de origen legal y la otra una organización criminal, confluían en objetivos, actores y directivos” (TS Antioquia, Sala Penal, 2012, 17 de abril). Éver Veloza, HH, contó que las Convivir de Urabá se crearon para “recaudar unos fondos de forma legal para que las empresas no tuvieran problemas jurídicos, que pudieran sacar de sus cuentas y que fuera legal la salida de esos dineros” (El Espectador, 2020b). Dentro de los procesos de Justicia y Paz, los exjefes paramilitares Raúl Emilio Hasbún Mendoza, Fredy Rendón Herrera, Éver Veloza García y Salvatore Mancuso Gómez han reconocido que existieron acuerdos con los empresarios para que los dineros de las Convivir fueran a las AUC, como lo señaló Éver Veloza, HH, en versión libre ante Justicia y Paz: Cuando nosotros iniciamos, cuando llegamos a Urabá, fue por pedido de los bananeros hacia Carlos y Vicente, ellos hacían un aporte voluntario, se lo hacían directamente a los Castaño (…) hasta que fuéramos a operar (…) En un inicio fue con plata en efectivo. (Gutiérrez y Vargas, 2016, p. 66) Según lo aceptado por Chiquita Brands, los pagos realizados a paramilitares ascendieron a 1.7 millones de dólares. Los desembolsos fueron realizados por medio de Banadex, su filial en Colombia, y se asentaron como rubros de seguridad, servicio que nunca fue prestado a ninguna de las dependencias en Urabá de esta empresa exportadora de banano, evidenciándose que estas asignaciones que se hacían sin contraprestación alguna tenían como propósito financiar las estructuras paramilitares.
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En versión libre ante Justicia y Paz, el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso reveló que esta modalidad de aporte se acordó en una reunión que sostuvieron en 1997 en la ciudad de Medellín los jefes paramilitares Carlos Castaño Gil y Raúl Emilio Hasbún Mendoza con los representantes de Chiquita Brands y su filial en Colombia Banadex, Charles Dennis Keiser y Reinaldo Escobar de la Hoz, y el empresario bananero Irving Jorge Bernal Giraldo (Fiscalía 8 de Justicia y Paz, 2009, 28 de abril). Según el documento de los asientos contables de Chiquita, los aportes se hicieron bajo la siguiente denominación: “Donación a un grupo de ciudadanos con reconocimiento a solicitud del Ejército” (Las2orillas, 2020). Según un fallo del Tribunal Superior de Medellín, el Bloque Bananero empezó a recibir dinero de los finqueros desde 1998 y “para ese efecto, Hasbún creó Suganar y Aganar, lideradas y manejadas por él y otros líderes del gremio, a través de las cuales se recibían dichos aportes y se transferían a las Auc”. “Por parte de los ganaderos el aporte (a las Convivir) se materializaba por medio de Suganar al momento de pagar lo concerniente a la vacuna de la aftosa”, señaló la sentencia del Tribunal Superior de Bogotá contra Ever Veloza, HH. Sor Teresa Gómez, paramilitar condenada por el homicidio de la lideresa Yolanda Izquierdo, admitió haber sido accionista de Suganar (El Espectador, 2020). En efecto, el proyecto paramilitar no se hubiera desarrollado y expandido como logró hacerlo sin los aportes voluntarios de los empresarios, que fueron legalmente canalizados por las Convivir, y sin los relacionamientos que se tejieron entre paramilitares, empresarios, fuerza pública y otros sectores del Estado (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre)53 . Las Convivir estaban al servicio de una estructura criminal y sus actividades encaminadas a un mismo propósito: imponer por la fuerza un modelo económico, político y social que favorecía el despojo de los territorios y la implementación de agro negocios. No es fortuito que en Urabá varios de los fundadores y líderes de las Convivir se convirtieran en comandantes paramilitares: (…) Como en el caso de la Convivir Costa Azul, liderada por Carlos Ardila Hoyos alias Carlos Correa y Arnoldo Vergara Trespalacios alias Mochacabezas quienes fueron los fundadores del grupo paramilitar denominado los Guelengues que posteriormente se denominó la 70 y finalmente Bloque Élmer Cárdenas. (Gutiérrez y Vargas, 2016, p. 65) También Jesús Ignacio Roldan Pérez, Monoleche, miembro de la Asociación Convivir Abibe (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Han sido señalados judicialmente por su relación con los paramilitares: 1. Asociación Convivir Papagayo: 53
El Tribunal basa estas afirmaciones en las Entrevistas a Salvatore Mancuso. Audiencia de Control de Legalidad de los Cargos de Jesús Ignacio Roldán Pérez, Tercera sesión, 6 de diciembre de 2013 y en Hébert Veloza García. Audiencia de Legalización de los Cargos de Jesús Ignacio Roldán, 3 de febrero de 2014. (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre)
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- Gabriel Jaime Sierra (Juzgado 5 Penal de Circuito Especializado de Antioquia, 2014, 30 de octubre) - Irving Bernal (Juzgado 1 Penal del Circuito Especializado de Medellín, 2014, 20 de febrero) - Arnulfo Peñuela Marín (TS Antioquia, 2012, 16 de abril) - Epitasio Antonio Arboleda Vélez (TS Antioquia, 2012, 16 de abril) y - Faber Leonel Londoño Londoño (Fiscalía 68 DH, 2018, 31 de agosto). 2. Convivir La Guayaba: - Felipe Martínez Mendoza (Fiscalía Delegada 68 DH, 2018, 31 de agosto. Rad. 1007839). 3. Convivir La Palma: - Otoniel Hoyos Pérez alias Capitán Rivera, Enano (Fiscalía Delegada 68 DH, 2018, 31 de agosto). 4. Asociación Campesinos De Punta De Piedra: - Jesús Alberto Osorio Mejía (Juzgado 2 Penal de Circuito Especializado de Antioquia, 2009, 2 de julio). 5. Asociación Convivir La Tagua Del Darién: - Jaime Alonso Castrillón (Juzgado 2 Penal de Circuito Especializado de Antioquia, 2009, 2 de julio). Tabla 13. Personal de las AUC y que hicieron parte de las Convivir
Geovanny José Villalba Espitia Walberto Rozo García Francisco Santander Díaz Villadiego Julber López Sánchez Orlando León Tapias Nelly Ballestas Castañeda Juan De La Cruz Londoño Blanquicet Arístides Ordoñez Arroyo Wilmar Manuel García Hernández Edulber Marmolejo Muñoz Francisco Javier Negrete Pérez Luis Ferney Fuentes Torres Richar Miguel Gómez Soto Miguel Ruben Escobar Delgado Andrés Payares Berrío Edwin Cuadrado Fuentes Jhon Fredi Viloria Velásquez Vidal Tafur Delgado José De Las Nieves Rodríguez Zambrano
Desmovilizado Bloque Héroes De Granada Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Desmovilizado Bloque Élmer Cárdenas Postulado Bloque Montes De María Postulado Bloque Sureste Antioqueño Postulado Bloque Bananero
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Luis Eduardo Sánchez Felipe Martínez Mendoza Widelder Guisao Reyer Germán De Jesús Tuberquia Teobaldo Obregón Cossio Jaime Alonso Castrillón Velásquez Gómez Fabio Chica Tamara Geovelis Ortiz Martínez Chilapo Lorenzo Córdoba Álvarez Luis Antonio Giraldo Agudelo Paulino De Jesús Romero Herrera René Alberto Puerta Vargas
Desmovilizado Bloque Norte Postulado Bloque Bananero Desmovilizado Bloque Minero
Fuente: elaboración propia (2020).
Junto a Hasbún, Jesús Alberto Mejía Osorio y Arnulfo Peñuela Marín asumieron la dirección de estas cooperativas en Urabá, en particular de la Convivir Papagayo de la que fueron representantes legales. Mientras Mejía Osorio realizó las actividades administrativas y de proyección social y política, Peñuela Marín, por su condición de militar retirado, asumió la parte operativa, articulando las actividades de las Convivir con la fuerza pública y los paramilitares. “Según la Fiscalía, ellos se encargaron de hacer cumplir las órdenes del jefe paramilitar Raúl Hasbún” (Verdad Abierta, 2011e). En sentencia de segunda instancia proferida en 2012 por el Tribunal Superior de Medellín contra Arnulfo Peñuela Marín y Epitasio Antonio Arboleda Vélez, por el delito de concierto para delinquir en relación con el paramilitarismo, la Sala Penal concluyó que las Convivir en Urabá, entre ellas Papagayo, “estarían al servicio del paramilitarismo, con el fin de recibir de manera “legal” los aportes que harían las empresas bananeras para el sostenimiento de la causa antisubversiva. (TS Medellín, 2012, 17 de abril).
Arnulfo Peñuela Arnulfo Peñuela era miembro de la Convivir Papagayo. Los documentos originales de la Superintendencia de Vigilancia muestran que Jesús Alberto Osorio Mejía y Arnulfo Peñuela Marín, figuraban como representantes legales de la Convivir Papagayo. Y, según la Fiscalía, ellos se encargaron de hacer cumplir las órdenes del jefe paramilitar Raúl Hasbún. En el organigrama de la organización, Peñuela fue reconocido como director administrativo y Osorio como el encargado de las relaciones públicas. Peñuela Marín fue elegido alcalde de Carepa en 2007 con 4.154 votos, por el Movimiento Nacional Afrocolombiano. El 31 de marzo de 2008, cuando apenas llevaba tres meses en la administración municipal, fue capturado por la Policía por solicitud de la Fiscalía 29 especializada de Medellín. Condenado a seis años de prisión por financiamiento de grupos paramilitares. Según el organismo investigador, Peñuela Marín se encargaba de recibir dinero 300
exigido por los grupos paramilitares a propietarios de las fincas y empresas comercializadoras de banano en la región. Tenía fuertes nexos con los grupos paramilitares, que se materializaron, según alias HH, en la ayuda que prestó para la conformación de varias “Convivir en Urabá y en la canalización de los dineros que aportaban las empresas bananeras de la región al paramilitarismo a través de la Convivir Papagayo, dirigida por Peñuela” (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). Además, fue el enlace entre miembros de la fuerza pública y grupos paramilitares; la Fiscalía, apoyada por el testimonio de José de Jesús Pérez Jiménez, alias Sancocho, aseguró que Arnulfo Peñuela Marín gestionó ante organismos de seguridad la libertad de paramilitares capturados por agentes de la Policía o del Ejército. Jesús Alberto Osorio Mejía Fundador de la Convivir Papagayo, asesinado el 12 de septiembre de 2014 (El Tiempo, 2014). En su testimonio, el jefe paramilitar HH acusó a Osorio Mejía de coordinar con el jefe paramilitar Raúl Hasbún, comandante del Bloque Bananeros de las AUC, el traslado de un grupo de paras del Urabá hasta el departamento del Meta para perpetrar la masacre de Mapiripán (Hernández, 2015). La hoja de vida de Osorio Mejía contiene dos referencias laborales: la primera es Fabio Arango Ramírez, uno de los fundadores de la Asociación de Ganaderos del Urabá Grande (Aganar) y la otra es Roberto Hoyos Ruiz, quien durante once años fue presidente de la Asociación de Bananeros de Colombia (Augura). Osorio fue condenado en 2009 a pagar tres años de prisión por concierto para delinquir agravado, al comprobarse sus nexos con el Bloque Bananero de las AUC y su cercanía con Raúl Hasbún, el excomandante de esa estructura armada. Tras salir de prisión fue asesinado en Montería (Córdoba) (El Espectador, 2020). c. Mutación camaleónica de la denominación Convivir para eludir la ley En 1998, cuando son declaradas ilegales las Convivir, el pago se empieza a hacer a una compañía de seguridad, con similares características a las de las Convivir. Sobre el tema HH planteó: “Sí, claro, era la Convivir de allá (…) la Convivir Papagayo y después fue convertida en los servicios especiales de Urabá.” [Pregunta de la fiscal] ¿Cuándo se convierte en servicios especiales? “Creo que cuando las Convivir dejan de existir, se comienza a llamar servicios especiales como una empresa de seguridad privada allá.” [Pregunta de la fiscal] “¿Pero sigue funcionando con los mismos y por cuenta de Pedro Ponte y hacen el mismo cobro a los bananeros, sigue lo mismo?” R. “lo mismo”. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) Un acta del 9 de marzo de 2003 da cuenta de una asamblea ordinaria de la Asociación de Servicios Especiales de Vigilancia y Seguridad Privada de Urabá (nombre que adoptó la Convivir Papagayo). En dicha asamblea se vincularon nuevos asociados, entre los que
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figuran Fabio Arango, expresidente de Aganar54 y Jaime Sierra, que correspondería a Gabriel Jaime Sierra Moreno, suplente en la junta directiva de esta organización gremial, condenado a diez años de cárcel por participar en un plan criminal de los hermanos Castaño para despojar a comunidades negras en las cuencas de los ríos Curvaradó y Jiguamiandó (Chocó) (El Espectador, 2020). En asamblea de la Asociación de Servicios Especiales, del 15 de febrero de 2005, su presidente Irving Jorge Bernal Giraldo55 propuso “un cambio en la junta directiva actual, acorde con la nueva dinámica intergremial que se está estructurando (…) en este órgano directivo deben figurar personas líderes del gremio bananero y generarles a otros gremios de la región de Urabá un espacio”. En ese momento 33 ganaderos empezaron a hacer parte de la Asociación (El Espectador, 2020). Integraron la junta directiva Jesús Alberto Osorio Mejía e Irving Jorge Bernal Giraldo, aliados de Hasbún, y Adolfo León Zapata. Como suplentes, Antonio Arboleda, condenado por nexos con paramilitares, Fabio Arango Ramírez y Rodrigo Alberto Mejía Arango, gerente de Subastas Ganaderas del Urabá Grande (Suganar) (El Espectador, 2020). La Fiscalía ha archivado investigaciones contra exdirectivos de Papagayo aduciendo que la injerencia de Hasbún fue sólo hasta 2004. Sin embargo, después de ese año seguían en la Asociación varios aliados de los paramilitares, como Irving Bernal, Alberto Osorio Mejía y Antonio Arboleda. Estos dos últimos en 2006 seguían teniendo armas que les proporcionaba la empresa. Incluso, el director operativo de la Asociación desde 2005 fue Carlos Eladio Atehortúa Grisales, a quien Justicia y Paz le compulsó copia para ser investigado por posibles vínculos con el Bloque Minero de las AUC (El Espectador, 2020). De esta manera asumieron competencias policivas y judiciales de la órbita de competencia del Estado. Su intervención fue de tal naturaleza que se convirtieron en una forma de protozoo Estado paralelo. Dada la naturaleza criminal y narcotraficante de los paramilitares, a los cuales estaban simbióticamente unidas las Convivir, ese remedo de Estado podría calificarse como una especie de Estado mafioso. Sobre la “intervención” de la vida social la Fiscalía 68 plantea Luis Albeiro Mosquera Correa, CC N. 8338.959, en versión realizada el 8 de octubre de 2007: (…) Las obras sociales del barrio (barrio Primero de Mayo de Apartadó), eran reconocidas por las personas como gestión mía, que identificado como un líder, como el encargado de las Convivir y los (sic) habitantes del barrio me buscaban (sic) para solucionar problemas, por ejemplo de violencia intrafamiliar, etc. El carnet decía Seguridad Privada, pero no sé cómo se llamaba, estaba a cargo de un señor que conocían como el Sargento Peñuela, era un sargento retirado del Ejército. La sede de 54
El certificado de la Cámara de Comercio de Aganar, evidencia entre sus dirigentes a Jaime Sierra. También, Claudia Ángela Argote Romero, compradora de tierra despojada en Chigorodó, como lo demostró el Tribunal Superior de Antioquia. Alberto León Mejía, otro directivo, fue señalado por Hasbún de organizar reuniones para replicar el modelo de las Convivir en Magdalena y así financiar a los paramilitares. 55 Cercano a Hasbún, condenado por hacer parte del proyecto criminal de los Castaño en Jiguamiandó y Curvaradó e integrante durante varios años de la junta directiva de Augura.
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la Convivir era yendo para Apartadó, saliendo de Carepa, al lado del Batallón, pero se veía muy arriba. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Las Convivir se ganaron la confianza de las comunidades a partir de la entrega de radios que les permitían informarles sobre situaciones de orden público (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). De hecho, los paramilitares funcionaron con una red de informantes conformado por un sistema de puntos, campaneros que funcionaban como controles de seguridad, tarea por la cual se les pagaba dinero (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). En el Urabá hoy en día aún hay puntos de información paramilitar, con un radio, incluso con casetas (Entrevista LR, 2020). Los paramilitares, así como los integrantes de las Convivir, permanecían en las fincas, muchos de ellos aparecían en la nómina como trabajadores. Sin embargo, lo que en realidad hacían en las fincas era observar a la gente y obtener información sobre las actividades de los trabajadores (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Los mataban en las mismas fincas en las que trabajaban porque de ahí no se podían escapar (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Ahora bien, la relación entre paramilitares y Convivir fue tan pública que la CIDH se pronunció sobre el tema en 1999. Conceptuó que: En virtud del alto nivel de interacción entre las fuerzas paramilitares y las tropas del Ejército dentro de su jurisdicción, la Comisión considera que, salvo que se esté tratando de una palpable inefectividad y falta de control sobre sus tropas, es claro que el General Rito Alejo del Río debía tener conocimiento (…) de la presencia de los paramilitares en el área y de la cooperación entre sus hombres y aquellos grupos. (CIDH, 1999) En 1999 el presidente Andrés Pastrana terminó de desmontar formalmente las Cooperativas de Vigilancia y Seguridad Rural (Convivir) tras la presión interna e internacional de organismos de derechos humanos, dada la comprobación de amplias violaciones y, en casos, de probada complicidad con los paramilitares. A pesar de ese desmonte, Chiquita Brands y los demás bananeros de Urabá se idearon nuevos mecanismos para seguir haciendo los pagos. Muchas de estas estructuras se aglomeraron bajo la figura de Servicios Especiales y Comunitarios de Vigilancia y Seguridad Privada (aprobadas por la Superintendencia de Vigilancia Privada), y se consolidan cuatro grupos “de los cuales tres funcionan en Antioquia: Papagayo en Urabá” (Wills, 2008). Aumenta la producción de banano. Chiquita Brands y demás empresarios bananeros formalizaron su alianza con los paramilitares Uno de los factores que explica la consolidación de los paramilitares en el eje bananero está relacionado con el apoyo financiero y corporativo que recibieron de los empresarios bananeros. 303
Consolidación del negocio bananero: a pesar del conflicto armado, o tal vez en sintonía con alguno de sus actores, el negocio bananero se consolidó como el “corazón económico” del Urabá. En 1997 el 90 % de la economía de esta región dependía del banano, el gremio bananero de Urabá exportaba el 83 % de toda la industria bananera nacional. Había 384 fincas sembradas con un tamaño de entre 20 hasta 170 hectáreas, con un promedio de 71 hectáreas por finca, para un total de 30.000 hectáreas en banano. El banano se convirtió en el tercer producto agrícola de exportación colombiano (Bonet, 2000). En el ámbito del mercado mundial del banano en mayo de 1997 la WTO, la agencia de arbitraje de la asociación mundial del libre comercio, falló a favor de Estados Unidos en su disputa de mercado con la Unión Europea (UE). Pero los europeos no adoptaron las medidas que les impusieron, argumentando que los fallos de este organismo no estaban por encima de las decisiones legislativas de los estados soberanos. En fallo, la WTO, el 1 de enero de 1998 dio plazo de un año a la UE para se sometiera al sistema de cuotas y los reglamentos de la WTO (Wills, 2008). La UE mantuvo regulaciones que otorgaban cuotas preferenciales de participación a los productores ACP56, sus excolonias en África, pero incluyeron acuerdos para que países latinoamericanos, caso Colombia, pudieran tener cuotas de participación mayores que otros países, lo que resultó estratégicamente favorable para la operación de Chiquita Brands en Colombia. Esto le permitió exportar a C.I Banadex, su filial en Colombia, más de 91 millones de cajas de banano entre 1998 y 2004, la mayoría destinada al mercado europeo. En medio de la guerra y la violencia generalizada, en las propias bananeras hubo un significativo crecimiento de la productividad: pasó de 1.758 cajas por hectárea en 1997 a 1.858 en 2003, promedio de productividad dos veces por encima del mundial, registrando un crecimiento promedio anual de 0.2 % entre 1990–2003. La generación de divisas aumentó de un valor de US $315 millones, en 1991, a $400 millones en 2004 en el caso del banano. Durante 1997, un año después del acuerdo entre las bananeras en general y de Chiquita en particular con los paramilitares de Castaño, las exportaciones aumentaron de forma enorme, logrando el mayor récord de todos los tiempos: 12 millones de toneladas exportadas (Bonet, 2000). Entre septiembre de 2001 y enero de 2004, las operaciones en Colombia generaron cerca de 50 millones de dólares y en el año 2003 Banadex fue la operación más rentable de Chiquita Brands (U.S District Court., 2007). Para el periodo 1998–2003 C.I. Banadex, filial de Chiquita Brands, era la segunda comercializadora en volumen de cajas exportadas desde Colombia. Esta fortaleza económica es asociada por algunos a la guerra y a la violencia generalizada; para otros es el resultado de la potencia del “Modelo de pacificación y control social” aplicado en la zona. Gráfica 13. Exportaciones de banano de las principales comercializadoras
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Grupo de Estados de África, el Caribe y el Pacífico (Convenio de Lomé y Acuerdo de Cotonou). 304
Fuente: Tomado de Augura.
a. Formalización de los pagos de empresarios bananeros a los paramilitares En 1997 se formalizó un acuerdo entre Chiquita Brands y los paramilitares de las ACCU y su proyecto de expansión, AUC. Esta fue una realidad reconocida de manera expresa por la multinacional Chiquita Brands en el proceso por responsabilidad que el Departamento de Estado de EE.UU. le impuso a esta compañía estadounidense. Ese año Reynaldo Brand, quien actuó durante siete años como asesor o representante legal de Chiquita Brands, y Raúl Hasbún, comandante paramilitar, consolidaron y formalizaron el acuerdo entre el sector de empresarios bananeros y los paramilitares. En desarrollo de este proceso el representante legal de Banadex participó, junto con el gerente general de Chiquita Brands en Colombia, Charles Kaiser, en una reunión con el comandante de las ACCU, Carlos Castaño, en la ciudad de Medellín. Según lo narrado por Reynaldo Brand ante la Fiscalía Especializada de Derechos Humanos, en esa reunión Carlos Castaño les explicó que: Las AUC, que él dirigía, era un movimiento que tenía como propósito desalojar del campo colombiano a la guerrilla y particularmente tenía la meta de sacarla de Urabá. (…) dijo que sabía perfectamente que las compañías bananeras incluida Chiquita, pagaban extorsiones a la guerrilla y para su tarea él esperaba que por lo menos ese dinero que se entregaba a la guerrilla se le diera a las AUC, que tenían costos operacionales inmensos (...). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) En 1997 Carlos Castaño se reunió con el gerente general de Banadex, para informarle que su grupo armado estaba a punto de sacar a las FARC EP de la región. Acordó con el gerente de Banadex hacerle pagos a las AUC a través de unas Convivir, según lo estableció la Fiscalía 68. A partir de ese acuerdo los demás comercializadores de banano y productores de esa fruta en Urabá decidieron hacer aportes a los paramilitares. 305
(…) a finales de 1997 RAÚL HASBÚN O PEDRO BONITO como se le conoce al empresario bananero en Urabá, junto con el comandante del Bloque Bananero llegó a un arreglo con las directivas de las empresas de CHIQUITA BRANDS, DOL, BANCOL, UNIBAN PROBAN Y DEL MONTE, consistente en que por cada caja de banano que saliera de Colombia se pagaba a las autodefensas un centavo de dólar, pagos que se realizaba a través de la Convivir PAPAGAYO que se encargaba de distribuirlo de la siguiente manera: a la casa Castaño una parte, al sostenimiento del bloque otra parte y los otros recursos en inversión social y a corrupción de la Policía. Por qué me entero de este manejo, porque escuché a PEDRO HASBÚN con el comandante CASTAÑO hablando del tema y precisamente me citaron a mí para que implantáramos esta misma metodología en la zona bananera de la región del Magdalena, porque allá existían casi las mimas empresas y otras diferentes (...). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Reunión confirmada ante la Fiscalía por el gerente general de Chiquita Brands en Colombia, Charles Dennis Keiser (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto), quien se desempeñó en los más altos cargos de la compañía Frutera de Sevilla, filial de Chiquita Brands, una compañía pequeña de 50 a 100 empleados. “Su responsabilidad radica en que propició y financió como cabeza visible de Chiquita a grupos al margen de la ley”, dice la acusación, que descarta por completo que haya sido un caso de extorsión (El Espectador, 2018b). El gerente general de Banadex da cuenta de que aparte de los dineros aportados a las Convivir Chiquita Brands aportó otros recursos directamente a los paramilitares: (…) En esos veintitrés meses al menos hizo trece (13) pagos a las Convivir por un valor de ($514.131.079). De igual manera, autorizó treinta y dos (32) pagos a terceros de otras Convivir y otros conceptos durante el periodo del mes de junio de 1997 a 28 de febrero de 2000 por un total de ($305.566.608). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Keisser ha reconocido cuatro pagos que hizo a la organización paramilitar, aseguró que dichos pagos estaban autorizados desde Cincinnati y que el encargado de coordinar esto siempre fue el Jefe de Seguridad, que al inicio se trató de un oficial retirado del Ejército Nacional y que luego fue Juan Manuel Alvarado, como Director de Seguridad de la Compañía, quién supone Keisser, se reunía con los de la Convivir (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto). Acevedo González declaró que: “se reactivó una cuenta denominada Manager Funds, en la que aparecen los pagos hechos de manera directa a las AUC por parte de Banadex” (El Espectador, 2018a). Las exportadoras bananeras recaudadoras de los aportes de los empresarios bananeros a los paramilitares No aparece formalmente establecido el mecanismo por el cual los acuerdos entre los paramilitares de las ACCU-AUC y Chiquita Brands se extendieron a las demás comercializadoras. Sin embargo, el universo de las empresas bananeras que apoyaron al paramilitarismo cubre casi la totalidad de las que estaban asentadas en Urabá. Hasbún entregó 306
a la Fiscalía un listado de 346 fincas bananeras y 60 ganaderos que brindaron ese apoyo. Existe una pista en lo declarado ante la justicia por Jesús Alberto Osorio Mejía, encargado de manejar las relaciones públicas, indicando cómo se vincularon las demás empresas exportadoras de banano y la asociación gremial de productores de banano al acuerdo de pago a los paramilitares: (…) Mi oficio fue manejar las relaciones públicas y desde el principio me reuní con mucha frecuencia con las empresas y empresarios bananeros; para referirme a las primeras que sostuve en los año 96 y 97 aproximadamente me reuní con el presidente de UNIBÁN de aquella época el doctor ALBERTO LEÓN MEJÍA, con el presidente de una empresa CI PROBAN que existía en aquella época con un doctor de apellido URIEN y no recuerdo el nombre, con el presidente de Cl BANACOL VICTOR ENRIQUEZ, con la empresa DEL MONTE una doctora GLADYS RESTREPO, me reunía desde entonces con el presidente de AUGURA de aquella época FERNANDO DEIVIS, posteriormente con la doctora MAIRA ISABEL PATIÑO presidenta de AUGURA, y con el posterior presidente de AUGURA ROBERTO HOYOS, siempre me reuní con los presidentes de la comercializadoras de banano una vez eran relevados de sus cargos y asumían otros. Y con la totalidad de los empresarios bananeros siempre sostuve contacto y reuniones, estamos hablando de los empresarios bananeros de Urabá que se encuentran ubicados en varios sitios del país (…) Ninguna Convivir funcionó en Urabá con recursos distintos a los del sector bananero. (...). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) —Subrayado fuera de texto— La Fiscalía 68 señala que: Incluso, el propio PEDRO (sic) HASBÚN indica que entre los beneficios recibidos por las compañías benefactoras es que a todos los relacionados con el grupo paramilitar les quedó absolutamente prohibido ir a solicitar dineros o ayudas a las empresas que ya aportaban por intermedio de las Convivir. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Con esta afirmación se evidencia que, antes de 1997, se realizaban pagos, pero eran desordenados. En ese tiempo se formalizó un acuerdo para concretar el aporte de los bananeros a los paramilitares, que simplificara el proceso y garantizara una carga proporcional a la dimensión de las empresas, medido en términos de cajas exportadas. A partir de 1997 racionalizaron los aportes que las fincas de las empresas exportadoras de banano pagaran a los paramilitares en proporción a las cajas exportadas. Ello significaba que las empresas productoras dejaron de pagar directamente a los paramilitares y, de ese momento en adelante, las comercializadoras (Banadex o Chiquita, Uniban, Proban, Banacol, etc) serían las encargadas del recaudo, convirtiéndose con ello en parte del engranaje del paramilitarismo y su financiación. Para centralizar los pagos se organizó un sistema que ordenaba a las Convivir funcionar en torno a una en especial, la Convivir Papagayo. En Urabá operaron 12 Cooperativas Convivir 307
que luego, en razón de este manejo financiero, se integran o se “fusionan” en una sola llamada Papagayo. Esa fusión está relacionada de forma directa con la consolidación del paramilitarismo en Urabá. Chiquita Brands hizo pagos durante 1995 y 1996 a varias Convivir (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto). Varios integrantes de las Convivir realizaron propaganda en las fincas bananeras para que los trabajadores se vincularan a los paramilitares. El gerente de Papagayo, Arnulfo Peñuela, fungía como coordinador de las convivir y con mando en la parte administrativa y financiera (TS Antioquia, Sala Penal, 2012, 17 de abril). Años más tarde, Peñuela fue alcalde de Carepa. Mecanismo para organizar el pago El mecanismo para realizar esos pagos de las empresas bananeras a los paramilitares fue el siguiente: A partir del año 1997 esos dineros se los pagaban a la empresa, SERVICIOS ESPECIALES DE VIGILANCIA Y SEGURIDAD. También conocida como CONVIVIR PAPAGAYO. (…) La más importante de estas fue La cooperativa “Papagayo”, administrada por Arnulfo Peñuela, aprobada mediante resolución 42360 de noviembre de 1996, con cerca de 1.065 hombres y a través de la cual se ha determinado que se canalizaron los aportes económicos de las multinacionales bananeras de la Región; La Convivir COSTA AZUL con 66 hombres; La Convivir NUEVA LUZ con 28 hombres. A partir de este momento, y teniendo como espacio legal de articulación las Convivir, inicia en Urabá una alianza entre algunos miembros de la Fuerza Pública y las organizaciones paramilitares, que involucró a importantes oficiales y mandos medios del Ejército. La CONVIVIR PAPAGAYO: (…) la denominada CONVIVIR “Papagayo”, la cual se estructuró como una organización matriz, por medio de la cual no solamente se filtraron recursos económicos hacia los grupos paramilitares, sino que también fue plataforma logística para la obtención de material de guerra, intendencia, armas, vehículos etc., para los grupos armados paramilitares que operaron en la región de Urabá. (El Espectador, 2001b)57 Personas conocedoras de las particularidades de la actividad económica del sector bananero en Urabá, afirman que en efecto en una primera etapa eran los productores quienes realizaban los pagos, sin embargo, posteriormente las comercializadoras eran las que recaudaban el dinero y hacían el pago (Entrevista, 2019, 13 de diciembre). El paramilitar Fredy Rendón Herrera, El Alemán, comandante del Bloque Élmer Cárdenas, da cuenta de que los aportes los hicieron tanto los propietarios de las fincas como las empresas exportadoras de banano:
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La Convivir Papagayo fue constituida en octubre de 1996 por Jesús Dubán, Marino Ortiz Palacios, Cielo Amparo Gil y Arnulfo Peñuela, este último como director y representante legal, quién tendrá especial protagonismo en el actuar de esta Convivir en cuanto a su manejo logístico y operacional, quien además, presentó ante el gobernador del departamento de Antioquia de la época la solicitud de personería jurídica, la aprobación del comité de armas del Ministerio de Defensa y la solicitud de licencia de funcionamiento ante la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada. Personería jurídica que se obtuvo mediante resolución 42360 del 15 de noviembre de 1996.
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(...) Escuché de boca de los hermanos CASTAÑO, CARLOS y VICENTE, que el comandante RAÚL HASBÚN, o PEDRO, Que era el comandante general del bloque bananero y a la vez empresario de la industria bananera, tenían un acuerdo con /as comercializadoras o empresas bananeras, que les pagaran algunos centavos de dólar por cada exportada para financiar esa autodefensa del eje bananero. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) La calculada apariencia de legalidad de los pagos al paramilitarismo Desde 1997 los aportes a las ACCU y más tarde a las AUC fueron realizados por los empresarios bananeros a través de las Convivir para darle apariencia de legalidad a la contribución económica de los bananeros a los paramilitares. Así lo reconocieron de manera expresa los propios exparamilitares en sus testimonios de postulados en la jurisdicción de Justicia y Paz. (…) el ex comandante Alemán, el ex comandante Mancuso, también han manifestado de que estos cobros y estos pagos los hacían las empresas por medio de las Convivir; Convivir que fueron creadas por las autodefensas, Convivir que hacían parte de las autodefensas, que fueron creadas para poder recaudar estos dineros legalmente, (…) las Convivir fueron creadas por el señor Raúl Hasbún quien hacía parte de las autodefensas, y fueron creadas para qué, para cobrar esos, esos, esos impuestos o ese dinero que nos pagaban a nosotros las bananeras para poder seguir operando en la zona de Urabá, entonces, al ser creadas por un miembro de las autodefensas, al ser creadas para recaudar los dineros que nos pagaron las empresas para que nosotros los… allá en Urabá, al ser creadas las autodefensas para… recibir para poder legalizar esos dineros que entraron de las empresas, esas Convivir, sí las crearon las autodefensas, ¿de quién eran?, de las autodefensas (…). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Y continuó el postulado: Las autodefensas que se crearon cuando estaba el señor Peñuela, era una parte, una de las alas financieras de la autodefensa, porque sí se crearon pa´ recoger esos fondos que nos daban los bananeros a nosotros y esos dineros se utilizaron para la guerra, (…) las utilizamos para un fin de beneficio de la organización de las autodefensas; que era recaudar unos fondos de forma legal para que esas empresas no tuvieron problemas jurídicos, para que esas empresas pudieran sacar de sus, de sus, de sus cuentas o de sus… fuera legal, la salida de esos dineros hacia esas Convivir (…) Pedro (sic) Hasbún fue el que montó las Convivir y Pedro era el comandante de las autodefensas y de que esas Convivir se crearon fue para recaudar fondos para las autodefensas y que esa Convivir nos servían a nosotros de enlace con la autoridad. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Hasbún asegura que:
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(…) La idea era de como cubrir o proteger a las personas que nos financiaban de una forma legal, el día que llegara una investigación o algo nunca hubiera por parte de la fiscalía de los entes investigadores encontraran algún tipo de financiación de estas empresas al gremio bananero (…). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Aportes de los empresarios bananeros a las AUC Se produjo el involucramiento de todas las empresas bananeras y de todas las comercializadoras bananeras en el pago de aportes convenido a los paramilitares. Según reconoció Salvatore Mancuso en declaraciones a los medios de prensa: todas las bananeras pagaban, Chiquita, Dole, Banacol, Uniban, Proban y Del Monte, con los pagos convenidos de tres centavos de dólar por caja que salía del país. El resto de empresas del sector hacían un aporte semestral. La empresa Dole se encargaba de recoger el dinero y finalizar la operación (El Tiempo, 2007, 13 de mayo). Tabla 16. Exportaciones de banano por comercializadora 1998-2006
UNBAN PROBAN BANACOL BANADEX SUNSA BAGATELA BENAVIAR TECBACO CONSERBA BANAFRUT TROPICAL OTROS
1998 24.813.566,00 11.750.469,00 9.612.256,00 12.164.579,00 1.207.542,00 2.603.071,00 2.752.056,00 7.689.816,00 3.929.469,00 2.625.642,00
1999 28.218.692,00 20.427.721,00 10.807.105,00 15.578.640,00 2.475.514,00 3.014.050,00 1.462.691,00 7.202.381,00 1.754.083,00
Exportaciones de banano por comercializadora período 1998-2006 2000 2001 2002 2003 2004 26.598.914,00 24.345.508,00 24.606.857,00 24.950.649,00 24.590.335,00 17.589.711,00 11.099.667,00 11.114.690,00 10.750.640,00 10.662.186,00 10.239.258,00 9.626.247,00 9.783.810,00 9.097.446,00 14.998.136.00 16.363.693,00 13.161.001,00 13.519.591,00 14.554.750,00 6.331.100,00 2.128.382,00 1.750.643,00 2.093.157,00 1.857.008,00 1.544.313,00 2.736.874,00 2.595.917,00 2.460.815,00 1.905.394,00 1.844.839,00 441.338,00 6.429.823,00 6.429.823,00 7.078.279,00 6.698.231,00 7.189.040,00 5.559.425,00 4.347.445,00 2.758.737,00 2.864.523,00 623.917,00 2.392.254,00 2.181.806,00 2.247.853,00 930.471,00 1.570.904,00 1.592.657,00 725.101,00 624.547,00 718.947,00 451.093,00 2.566.094,00
2005 28.893.734,00 11.118.712,00 20.777.545,00 1.811.193,00 2.245.167,00 6.297.995,00 3.884.756,00 3.261.461,00 2.202.511,00 2.298.189,00
2006 28.071.519,00 11.010.702,00 21.305.749,00 1.842.679,00 540.431,00 8.206.489,00 4.445.776,00 4.237.581,00 2.578.050,00 1.520.299,00
Fuente: Wills, 2008
El informe de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz aseguró que “por lo menos siete comercializadoras internacionales de banano estarían involucradas en la financiación de grupos paramilitares y en la apropiación irregular de tierras de comunidades étnicas” (Comisión Intereclesial de Justicia y Paz CIJP, 2016). El documento agrega que Proban, Uniban, Banacol, Banafrut, Tropical y Conserva, han sido mencionadas por exparamilitares durante las versiones libres rendidas ante jueces y fiscales en aplicación a la Ley de Justicia y Paz. Asimismo, advierte que la comercializadora Coindex también es señalada de haber invadido tierras de las comunidades en Curvaradó y Jiguamiandó. El informe desglosa la composición societaria de cada comercializadora (Comisión Intereclesial de Justicia y Paz CIJP, 2016). Uniban: sobre la comercializadora Unión de Bananeros se precisa que se compone de varias empresas, entre las que está Unibán, que a su vez tiene entre sus accionistas a la Agrícola Santamaría (CIJP, 2016). Al Grupo Uniban pertenece la compañía Proban. Esta es una de las empresas nombradas por paramilitares desmovilizados como Salvatore Mancuso y Hasbún 310
[Raúl], quienes afirmaron que les financiaron en el Urabá. En el listado de financiadores revelado por el paramilitar Raúl Hasbún el 25 de enero de 2011 y entregado a las autoridades colombianas aparece Proban. (CIJP, 2016) El nombre de la Agrícola Santamaría está asociado a los hermanos Jaime y Guillermo (fallecido) Henríquez Gallo. Según los listados que Hasbún entregó a la Fiscalía, la Agrícola Santamaría aportó dinero de 14 fincas explotadas por la empresa a las cuestionadas cooperativas de vigilancia y seguridad privada conocidas como Convivir (Verdad Abierta, 2016c). Entre los principales accionistas de Uniban está la familia Gaviria Correa, también relacionada en una sentencia de tierras proferida por el Tribunal de Cartagena que determinó que Agropecuaria Carmen de Bolívar no probó “la buena fe exenta de culpa” en un caso de compra de tierras de campesinos desplazados en la región de los Montes de María. A esta familia pertenecen Aníbal Gaviria Correa exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín y Sofía Gaviria Correa, exsenadora por el Partido Liberal y actual Embajadora de Colombia en Suiza (Verdad Abierta, 2016c). Banacol: Sobre la comercializadora Banacol, el mismo informe de la Comisión Intereclesial (2016) señala que Invesmar es su principal accionista y que esta, a su vez, junto a Olinsa, son las sociedades a través de las cuales Chiquita Brands permanece en el país (Comisión Intereclesial de Justicia y Paz CIJP, 2016; Verdad abierta, 2016c). La investigación de la Comisión Intereclesial indica que el presidente ejecutivo de Banacol entre 2000 y 2008, Víctor Manuel Henríquez Velásquez, “en la actualidad es investigado por la Fiscalía General de la Nación por la financiación de grupos paramilitares” (Comisión Intereclesial, 2016). Para la Fiscalía no es creíble que Víctor Manuel Henríquez Velásquez, no supiera del verdadero actuar de las Convivir cuando las contrataron para brindar seguridad privada al gremio bananero. “Las mencionadas cooperativas fueron blanco de numerosas críticas y aun así los empresarios bananeros no sólo les dieron su espaldarazo, sino que resolvieron auspiciarlas”, dice la acusación (El Espectador, 2018b). Javier Ochoa Velásquez, que entre 1991 y 1997 trabajó en Proban y en 2001 en Banacol, testificó sobre la relación simbiótica entre las Convivir y las empresas de vigilancia: (…) para mí, Papagayo y Convivir era lo mismo, en lo que yo conocía y como lo dije ahorita sabía de la existencia de ellos más como personal informante distribuido en las vías comunales u obras rurales (...) Las patrocinaba, estando con BANACOL yo recuerdo que había una partida presupuestal de tres centavos por caja que se definía como pago a las empresas de vigilancia (…). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Según el informe de la Comisión Intereclesial de Justicia Paz (2016), se valió del paramilitarismo para acumular tierras en las comunidades negras y mestizas de Curvaradó y Juaguimandó en el departamento del Chocó.
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Banafrut: sobre la comercializadora Banafrut, el documento de la Comisión Intereclesial (2016) precisa que tiene 33 fincas en el Urabá antioqueño que suman 3 mil 500 hectáreas, y de cuya junta directiva hace parte Nicolás Echavarría Mesa. Echavarría fue embajador de Colombia en Bélgica, uno de los países que más importa banano colombiano” (Comisión Intereclesial, 2016). Las otras tres comercializadoras a las que se refiere el informe son Tropical, Coindex y Conserva que también están implicadas con negocios realizados con su participación, en el contexto de la expansión paramilitar. Tropical: sobre Tropical, el documento referido indica que Javier Francisco Girona y Yolanda Restrepo Girona son propietarios del 40 % de la empresa y además son directivos de Recife S.A.S. Esta última sociedad ha sido denunciada por sembrar palma de aceite en territorios colectivos de Curvaradó, así como en Pedeguita y Mancilla. Sin embargo, la empresa se ha defendido asegurando que todo lo han hecho “bajo la más rigurosa legalidad”. El Consejo Comunitario de la zona, integrado por 850 familias, espera que su demanda de restitución étnica llegue pronto a un juez especializado para recuperar las 49 mil 741 hectáreas que le pertenecen. Coindex: sobre la comercializadora Coindex, el mismo informe documenta que está integrada por varias sociedades, entre ellas Agropecuaria Bananeras, de la cual hace parte la familia Argote. Algunos integrantes de esta familia han sido vinculados al “acaparamiento irregular de 1.236 hectáreas de territorios colectivos de comunidades negras a través de la empresa ganadera inversiones La Tukeka”. Conserva: respecto a la comercializadora Conserva, el estudio explica que esta es la filial en Colombia de la multinacional Fresh Del Monte, “denunciada por contribuir con la financiación del paramilitarismo” (Verdad Abierta, 2016c). b. Los pagos fueron autorizados por Banadex (filial de Chiquita Brands) y conocidos por la dirección mundial de Chiquita Los aportes de Chiquita Brands eran aprobados por el gerente general de Banadex La Fiscalía 68 asegura que: CHIQUITA BRANDS por medio de su filial en Colombia, C.l. BANADEX S.A., realizó más de cien pagos a las Autodefensas Unidas de Colombia, desde el año 1997 hasta febrero de 2004, pagos que ascienden a la suma de 1.7 millones de dólares. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Detalla la forma como se hicieron las contribuciones de los bananeros y de los exportadores de banano a los paramilitares: Consistente en el pago de una suma de dinero que resultaba del descuento de tres (3) centavos de dólar por caja de banano exportada; deducción que se hacía 312
semanalmente en cada comercializadora de la fruta (BANACOL, BANADEX, PROBAN, SUNISA, UNIBÁN, y Otras), previa autorización por escrito de cada productor. Se sabe que el mismo trámite se hacía con las fincas de propiedad de cada comercializadora; dineros que posteriormente eran consignados a las cuentas bancarias de las Convivir, incluso también se hicieron contribuciones directas, llegando finalmente a las arcas del grupo irregular de autodefensas. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) En la indagatoria ante la Fiscalía del señor Charles Dennis Keiser, gerente de Banadex (FGN, 2012, 7 de diciembre), para 1997 “(…) explica que tenía limitaciones para aprobar los gastos superiores a mil dólares, cualquier suma superior debía ser por su jefe inmediato o el gerente general según la suma”. Por su parte, Víctor Julio Buitrago, jefe de seguridad de Banadex, en indagatoria ante la Fiscalía aseguró que “la empresa dentro del presupuesto de seguridad, tenía una línea denominada “pagos de seguridad”, que se distribuía entre pagos a las Convivir, pago de extorsiones a las autodefensas y a las autoridades civiles y militares, como apoyo de su función” (FGN, 2012, 7 de diciembre). Lo anterior indica que además de los pagos a las Convivir, Chiquita Brands para 1999 hacía pagos directos a los paramilitares y a ciertas autoridades militares y civiles. Un asunto de capital importancia es el nivel de involucramiento institucional de Chiquita Brands, multinacional con casa matriz en Cincinnati, EE.UU., en las decisiones de aportar importantes recursos económicos a los paramilitares. Chiquita Brands desde su alto nivel directivo, de forma discutida, deliberada y a sabiendas de las circunstancias e implicaciones que conllevaba, tomó y mantuvo la decisión de aportar de forma periódica importante financiación a los paramilitares de las AUC, a través de las Convivir y posteriores cooperativas de seguridad que la sucedieron. No valió el concepto externo de una empresa de abogados que advirtió de los riesgos legales. Más aún, no valieron ni la declaratoria de calificación de “terroristas” del gobierno de EE.UU. a las AUC, con el consiguiente riesgo de sanción del Departamento de Justicia de ese país, para que cesara esta operación. Aproximadamente entre 1997 y febrero de 2004 Chiquita Brands, a través de Banadex, aportó dineros a las AUC de forma directa o indirecta, durante casi todos los meses, primero en Urabá y luego en el departamento del Magdalena, donde tenía operaciones de producción de banano. Chiquita pagó entonces más de 100 veces a las AUC, acumulando un monto total de más de 1.7 millones de dólares (U.S District Court., 2007).
Gráfica 14. Montos pagados a las AUC por parte de Chiquita Brands
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Fuente: Tomado de Wills, 2018.
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La justificación de Chiquita Brands de sus aportes a los paramilitares es una falacia Según el acuerdo celebrado entre Chiquita Brands y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos “(…) ninguna Convivir entregó al acusado Chiquita Brands o Banadex servicios de seguridad o equipos de seguridad efectivo a cambio de los pagos” (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto). Sin embargo, tal servicio lo asumían de hecho, los paramilitares. Adicionalmente una sentencia de 1997 de la Corte Constitucional les prohibió el acceso y porte de armas largas y les restringió determinadas actuaciones a las Convivir. Con los decretos subsiguientes del año 1998, oficialmente puede afirmarse que ilegalizaron al paramilitarismo (Suárez, 2007). Las Convivir en Urabá deberían haber atendido lo planteado por la Corte Constitucional, y no lo hicieron. En la indagatoria a Raúl Emilio Hasbún por la Fiscalía Especializada de Derechos Humanos señaló: La financiación del frente tanto en lo operativo, logístico y otros fueron financiados con los recursos que se pedían a los bananeros, ganaderos y comerciantes de la zona de Urabá, quiero decir con esto que en el tema de los bananeros sí financiaron a las autodefensas a través de la oficina manejada por Maicol y mi persona, nunca se destinaron recursos de las Convivir hacia las AUC. (FGN, 2012, 7 de diciembre) La Fiscalía General de la Nación informó sobre la existencia de 35 investigaciones penales contra integrantes de las Convivir por crímenes de lesa humanidad (CINEP, 2004). La condición de ilegalidad fue un hecho notorio nacional y territorialmente, así para el despacho del vicefiscal general de la nación fue hecho “notorio y de público conocimiento”, que varios integrantes de las Convivir tenían la condición de paramilitares (FGN, 2019, 17 de septiembre). De hecho, en la reunión de junta de Augura de marzo de 1997 se planteó que las Convivir estaban siendo equiparadas a los paramilitares. Chiquita Brands para esa fecha hacía parte del gremio bananero y tenía una posición destacada en su junta directiva. Así las cosas, sin duda Chiquita Brands conoció de esta situación y, sin embargo, siguió apoyando a los grupos paramilitares a través de las Convivir. Chiquita Brands y las Convivir acuden a “trucos” para burlar la ley Los trucos para mantener el sistema de pagos entre las bananeras y los paramilitares es descrita por la Fiscalía 68: La Asociación PAPAGAYO estuvo vigente desde mayo de 2001, como servicio especial que agrupó a otros servicios especiales, que en su momento existieron en Urabá, siete servicios especiales, cuya licencia fue cancelada. En 2001 se reorganizaron bajo la nueva denominación de Asociación Papagayo, hasta el año 2003, cuando nuevamente cambiaron la razón social para llamarse Asociación de Servicios Especiales de Vigilancia y Seguridad Privada de Urabá, el cual tuvo licencia hasta el 19 de octubre de 2004 en el marco del Decreto 3222 de 2002, posteriormente solicitó su renovación el 19 de julio de 2006, la cual fue negada. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) 315
El representante Legal de Banadex, filial de Chiquita en Colombia, reconoció que desde 2001 se discutió el pago a las Convivir, como consecuencia de que los paramilitares fueron considerados como grupo terrorista. El representante legal de Banadex relató que: (…) un abogado de la compañía CHIQUITA BRANDS recordó luego del 11 de septiembre de 2001 que una norma de los Estados Unidos, ley antiterrorista, prohibía cualquier tipo de pagos o negociaciones, sin licencia del departamento de justicia de los Estados Unidos de América, con grupos de esta naturaleza y reportó tal hecho a uno de los jefes del departamento legal en Cincinnati de nombre ROBERT OLDSON. Esto originó consultas de carácter legal y vino una investigación de la Fiscalía Americana que terminó con una multa convenida de veinticinco (25) millones de dólares a CHIQUITA BRANDS. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Sin embargo, tan sólo hasta marzo de 2002, un alto ejecutivo de Chiquita Brands estableció una nueva política de pago de las contribuciones al paramilitarismo, que se deberían hacer en efectivo a las AUC. Conforme con esto los pagos se manejarían con un cheque, respaldado por las cuentas de la subsidiaria de Chiquita en Colombia, a nombre de un alto ejecutivo de Banadex, quien lo endosaba. El mismo alto ejecutivo, o un empleado de Banadex, lo canjeaba por efectivo, y hacía el pago personalmente. Dichas políticas fueron informadas al Comité de Auditoría de la Junta Directiva de Chiquita Brands, por el mismo ejecutivo que las diseñó. En este comité se encontraban dos altos ejecutivos de Chiquita, al igual que un miembro de la junta directiva. Sobre este punto, Adalberto Jacoman Hasbún, contralor de Banadex, explicó a la Fiscalía que era el encargado de cancelar al gerente de Banadex Álvaro Acevedo los gastos “fondo del gerente”, es decir, las expensas discrecionales de ese cargo, dentro de los cuales estaban los originados por motivos de seguridad. Estos pagos se hacían tras la solicitud del Víctor Buitrago –jefe de seguridad–, con la aprobación del gerente y del contralor general de Chiquita –Bill Tsacalis– (FGN, 2012, 7 de diciembre). Víctor Buitrago aparece posteriormente relacionado con el embarque de armas. La relación entre los paramilitares, las Convivir y las empresas bananeras era tan profunda que para 2004, cuando los paramilitares se desmovilizaron, debieron resolver qué hacer con esas Cooperativas de Vigilancia privadas. Los paramilitares se encontraron en una encrucijada al momento de decidir qué hacer con las Convivir, puesto que su control estaba en manos de los empresarios. Así lo planteó Raúl Emilio Hasbún Mendoza, comandante paramilitar, que simultáneamente era empresario bananero: Cuando ya se concreta la organización y el señor Ever Veloza en representación del bloque bananero que no existía, deciden la desmovilización, el señor Vicente me manda a llamar, que está lista, que me presente a la desmovilización, tocamos el tema: bueno, qué hacemos con las Convivir, eso lo vamos a desmovilizar, eso qué va a hacer. Me dice: es que eso no es nada que ver, eso entrégueselo a los bananeros, eso
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es de ellos, eso es un patrimonio de seguridad, muy bien conformado, la justicia no anda detrás de eso, entrégueselo a los empresarios bananeros. Efectivamente le ordenó al señor Alberto Osorio que a partir de ese día no tengo yo absolutamente nada que ver, que queda bajo el mando de los bananeros, que haga una reunión con ellos, me reúno con don Irvin también y algunos otros y entrego las Convivir a los bananeros su señoría. (FEVDH, 2014, 17 de junio) El Tribunal de Justicia y Paz en sentencia contra una paramilitar evidencia que los empresarios bananeros continuaron aportando a las Convivir servicios especiales de seguridad en su nueva versión, después de la desmovilización de las estructuras paramilitares de las AUC: Obsérvese que la desmovilización del Bloque Bananero fue el 25 de noviembre de 2004 y las Convivir o Servicios Especiales de Vigilancia y Seguridad Privada percibieron ingresos por este concepto hasta el año 2008. De hecho, entre 2003 y 2007 Agrícola El Retiro, una filial de Banacol, pagó a los servicios especiales de vigilancia. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2015, 31 de julio)
En el período comprendido entre 2005 y 2008 las Convivir o Servicios Especiales de Seguridad percibieron ingresos por la suma de $12.613 millones (El Espectador, 2017), concluyó la Fiscalía. Chiquita Brands desatendió que EE. UU. calificara desde 2001 a las AUC de “terroristas” Las AUC fueron catalogadas por EE. UU. como una organización terrorista extranjera el 11 de septiembre de 2001 y de nuevo el 10 de septiembre de 2003. También fueron denominadas terroristas globales de designación especial el 31 de octubre de 2001 (Wills, 2008). Conforme con esta definición y la consiguiente inclusión en la legislación antiterrorista de este país, resultó una traición a la ciudadanía estadounidense y una posición de favorecimiento a la ocurrencia de crímenes derivados del terrorismo, que Chiquita Brands mantuviera transacciones a favor de las AUC y sus actuaciones criminales. Esta categorización fue reportada en la prensa el 17 de octubre de 2001 en el Cincinnati Enquirer. Chiquita Brands también obtuvo información acerca de esta designación de las AUC a través de un servicio de Internet por el cual pagaba dinero. Sin embargo, Chiquita Brands desatendió la calificación de “terrorista” de las AUC por el gobierno de EE. UU y continuó con su dinámica económica en el país manteniendo la alianza de financiación y apoyo a la actuación paramilitar, lo cual le reportó beneficios en sus maniobras exitosas de posicionamiento simultáneo en el mercado internacional. Así, en 2001 Chiquita Brands se sometió al Capítulo 11 de protección por quiebra y llevó a cabo un proceso de reestructuración de la compañía, la cual mostró al año siguiente indicadores financieros más sanos (U.S District Court., 2007).
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Después de que las AUC fueran ingresadas a la lista de grupos terroristas, Chiquita hizo cincuenta pagos a las AUC, por 825.000 dólares (U.S District Court., 2007).
Tabla 17. Monto y fecha de pagos a las AUC por parte de Chiquita
Monto y fecha de los pagos a las AUC por parte de Chiquita #
Fecha
Año
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32
Sep - 01 Nov - 01 Dic - 01 Feb - 02 Mar - 02 Mar - 02 Mar - 02 Abr - 02 May - 02 May - 02 May - 02 Jun - 02 Jun - 02 Jun - 02 Jun - 02 Jul - 02 Jul - 02 Ago - 02 Ago - 02 Sep - 02 Oct - 02 Oct - 02 Nov - 02 Nov - 02 Dic - 02 Ene - 03 Ene - 03 Feb - 03 Feb - 03 Mar - 03 May - 03 May - 03
2001 2001 2001 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2002 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003
Monto (en dólares) 31.847,00 56.292,00 26.644,00 30.079,00 25.977,00 3.689,00 3.689,00 36.675,00 10.888,00 3.595,00 3.595,00 4.764,00 6.670,00 6.269,00 31.131,00 11.585,00 5.917,00 4.654,00 27.841,00 4.616,00 8.026,00 40.419,00 6.164,00 6.685,00 47.424,00 7.954,00 22.336,00 7.291,00 17.434,00 19.437,00 6.105,00 47.235,00
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Individuo
Forma
G F FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG
Cheque Cheque Cheque Cheque Cheque Efectivo Efectivo Cheque Cheque Efectivo Efectivo Efectivo Efectivo Efectivo Cheque Cheque Efectivo Efectivo Cheque Efectivo Efectivo Cheque Efectivo Efectivo Cheque Efectivo Efectivo Efectivo Cheque Cheque Efectivo Cheque
FyG FyG FyG FyG
33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50
Jun - 03 Jun - 03 Jun - 03 Jul - 03 Jul - 03 Ago - 03 Ago - 03 Sep - 03 Oct - 03 Oct - 03 Oct - 03 Nov - 03 Dic - 03 Dic - 03 Dic - 03 Ene - 04 Ene - 04 Feb - 04
2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2003 2004 2004 2004
7.623,00 6.229,00 5.764,00 7.139,00 35.136,00 5.822,00 12.859,00 6.963,00 18.249,00 9.439,00 30.511,00 6.937,00 6.337,00 30.193,00 24.584,00 10.630,00 27.958,00 4.795,00
FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG FyG
Efectivo Efectivo Efectivo Efectivo Cheque Efectivo Cheque Efectivo Cheque Efectivo Cheque Efectivo Efectivo Cheque Cheque Efectivo Cheque Efectivo
Fuente: elaboración propia (2020).
La negociación entre EE.UU. y la UE iniciada años atrás dio lugar en abril de 2001 a un acuerdo aprobado por la WTO. En el acuerdo se estipulaba el desmonte de las cuotas con plazo hasta 2006, momento en que se impondrían tarifas únicas. Al final de la conocida como “banana war”, Chiquita Brands controlaba el 22 % del mercado de EE. UU., y 70 % del banano de Chiquita provenía de América Latina (Wills, 2008). Entre septiembre de 2001 y enero de 2004, Chiquita Brands ganó cerca de 50 millones de dólares en utilidades por sus operaciones productivas en Colombia (U.S District Court., 2007). Chiquita controló, al finalizar el siglo XX, aproximadamente un cuarto de todo el comercio mundial del banano, está entre las dos más grandes empresas bananeras del mundo (Sinaltrainal, s.f.). El trámite interno en Chiquita del pago a los paramilitares La discusión sobre la legalidad del pago de Chiquita Brands a los paramilitares fue impulsada por un alto ejecutivo que buscó asesoría externa en una firma de abogados. Dicha asesoría concluyó que la compañía “debe parar los pagos” (U.S District Court., 2007) y que la compañía “se puso a ella misma en esta situación”. En conclusión, las decisiones de continuar en el negocio generaban peligro para Chiquita. “Chiquita entonces debería considerar la opción de irse de Colombia” (U.S District Court., 2007). Es más, la firma de abogados externos también invalidó la estrategia de hacer los pagos a través de las Convivir, citando el principio legal que indica que “no se puede hacer indirectamente, lo que no se puede hacer directamente” (U.S District Court., 2007).
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El 3 de abril de 2003 el miembro del Comité de Auditoría de la Junta Directiva y el alto ejecutivo que buscó asesoría externa presentaron toda la situación (v.g. que le estaban haciendo pagos a una organización que había sido designada como terrorista extranjera) a la Junta Directiva en pleno. Un miembro de la junta sugirió que tomaran acciones correctivas de manera inmediata y que se debería considerar la venta de la operación en Colombia. Se concluyó entonces que se debería comunicar rápido la situación al Departamento de Justicia. El 4 de abril del mismo año, el alto ejecutivo que acudió a la asesoría externa indicó que otro alto ejecutivo y un miembro de la junta directiva opinaban que deberían esperar a que los demandaran, a que “fueran por ellos” (U.S District Court., 2007). Con lo cual expresaba su decisión de mantenerse en la situación irregular hasta que los descubrieran. El 8 de abril siguiente, el alto ejecutivo de Chiquita se reunió con otro alto ejecutivo de Chiquita, un empleado de Chiquita, un alto ejecutivo de Banadex y un empleado de Banadex (el mismo que manejaba los pagos con el gerente general), en los edificios de Chiquita en Cincinnati. En esta reunión los dos altos ejecutivos de Chiquita les indicaron al gerente general y al empleado de Banadex, que deberían continuar con los pagos (U.S District Court., 2007). El 24 de abril de 2003 el alto ejecutivo que acudió a la asesoría externa consideró que la situación era complicada. El 30 de abril siguiente, el alto ejecutivo y el miembro de la junta directiva le comunicaron al Comité de Auditoría de la Junta que la conclusión de la reunión con los funcionarios del Departamento de Justicia había sido que no existía riesgo por conductas pasadas (pagos hechos antes de la designación terrorista), pero que no había conclusión en cuanto a la continuación de los pagos. Cerca al 5 de mayo de 2003, un empleado de Chiquita le indicó a un alto ejecutivo de Banadex y a otro empleado de Chiquita, que continuaran con los pagos. Un miembro de la junta directiva, acompañado por los abogados externos, se reunió con los funcionarios del Departamento de Justicia para indicarles que habían hecho pagos a la AUC por años, y que estos habían sido hechos bajo la amenaza de violencia. Ante esto, los funcionarios respondieron que los pagos eran definitivamente ilegales, y deberían cesar de manera inmediata. También añadieron que consideraban que continuar pagando representaba una situación riesgosa en términos legales. Los propios asesores jurídicos externos explicaron a Chiquita Brands en 2003 que: “Ustedes se ponen voluntariamente en esta posición. La defensa por coacción puede desaparecer a través de la repetición. La decisión de negocios de quedarse les perjudica. Chiquita debe irse de Colombia” (CAJAR, IHRC, FIDH, 2017). Un miembro de la junta directiva, cinco altos funcionarios y dos empleados más de Chiquita Brands en la casa matriz en Cincinnati, conocieron o participaron de los desembolsos a las AUC. En Colombia fueron coordinados por un alto funcionario y otro empleado de Banadex y se hicieron hasta 2004, pese a que un año antes un asesor de la empresa había emitido un concepto en el que de forma enfática afirmaba que los pagos se debían suspender y que, de continuar, Chiquita debería dejar Colombia; lo que finalmente sucedería en 2004 (Verdad 320
Abierta, 2008b). Ahora bien, en el año 2004 además de que Chiquita Brands se fue de Colombia, se produjo la desaparición de Carlos Castaño y la desmovilización de los paramilitares. Relación entre los aportes de las empresas bananeras y los delitos cometidos por los paramilitares Sobre la forma en que se utilizaron esos dineros HH señaló: Me preguntaban a mí en mis versiones, en mi declaración de los senadores americanos, que si con esos dineros habíamos matado sindicalistas, que si con esos dineros habíamos matado personas vinculadas a las empresas bananeras del Urabá; claro que sí, a nosotros no nos dieron el dinero vaya mate a tal sindicalista vaya (…) de la finca, no, pero ese dinero se utilizó para comprar armas, ese dinero se utilizó para comprar munición, se utilizó para pagar el sueldo de los muchachos, la bonificación que les daba, se utilizó para comprar comida, uniformes, material de intendencia, entonces desde luego que ese dinero sirvió para matar gente en la zona de Urabá. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) En los documentos de la Fiscalía 68 aparece información que indica que además de los pagos a las Convivir Chiquita Brands tenía relación directa con los paramilitares: Dice que el comandante militar de las AUC era Don Rafa, que también conoció a un sujeto de nombre Felipe, que hizo y deshizo en el sector de Zungo, y a otro que le decían el Profe, y otro que era Monoleche, que era el encargado de la vía ChigorodóBajirá, y Cepillo, que era el jefe duro de la zona. Que todos ellos tenían nexos con Chiquita. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) De acuerdo con las estadísticas de violencia de 1997 dadas por el gobernador de la época Álvaro Uribe Vélez, “en la región del Urabá se redujo la criminalidad”. El paramilitarismo en el eje bananero después de la violenta incursión y al consolidarse en la zona redujo en cierto grado el volumen de los crímenes cometidos y sometió o desplazó a otros actores ilegales que los cometían, hecho que guarda relación con los datos oficiales de decrecimiento de secuestros en un 74 % y de los homicidios en un 19 %. En homicidios las cifras consolidadas pasaron de 914, en 1996, a 744 en 1997. Carepa fue el municipio con mayor reducción, pasó de 119 casos a 47. Turbo tuvo una reducción del 55 %; Chigorodó de 31 % (Barbosa, 2014). La fuerza pública y sus relaciones con los paramilitares Los paramilitares pudieron consolidarse de manera rápida y exitosa por la aquiescencia en unos casos y el apoyo explícito, en otros, de la fuerza pública.
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La capacidad militar del Estado en Urabá Para afrontar la creciente acción de las guerrillas en 1986 fueron creados por el Ejército un Batallón y una Brigada de Contraguerrilla en Currulao, corregimiento de Apartadó (Sandoval, 2017), ampliando la capacidad represiva del Estado en Urabá. Para 1992 la fuerza pública tenía un gran despliegue en la zona de Urabá: el Batallón Voltígeros y el Batallón Francisco de Paula Vélez y el B 2 de la Brigada X en Carepa; la brigada móvil y la base militar de Coyara, en San Pedro de Urabá; el Batallón Nutibara de la IV Brigada y el Batallón de Contraguerrilla Muiscas en San Pedro de Urabá; el Departamento de Policía de Urabá58 y la Sijin (CCJ, 1994). Mapa 24. Dinámica militar de control territorial 1990-1994
Fuente: Tomado de Comisión Intereclesial de Justicia y Paz (CIJP), Corporación Jurídica Libertad (CJL), Fundación Forjando Futuros (FFF) e Instituto Popular de Capacitación (IPC), (2019).
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Con el Decreto 1686 de 1990 se creó el Departamento de Policía de Urabá con sede en el municipio de Apartadó y adoptado por la legislación permanente mediante el Decreto 2253 de 1990.
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El 14 de diciembre de 1993 mediante Disposición No. 00014 se creó la Brigada XVII del Ejército, con sede en Carepa (Antioquia), definiendo su ámbito de actuación en la región de Urabá. Ello significó un crecimiento del pie de fuerza de 1.600 a 3.200 soldados (Suárez, 2007). Creó el Comando Especial Contraguerrilla para enfrentar en especial en Turbo acciones del Frente 5 de las FARC EP, entre ellas ataques con dinamita contra torres de energía. Para su funcionamiento se dispuso que hicieran parte de esta nueva brigada militar la Unidad Operativa Menor, el Batallón de Infantería No. 31 Voltígeros, el Batallón de Infantería No. 32 General Francisco de Paula Vélez y el Batallón de Contraguerrillas No. 35 coronel Jaime Gerardo Díaz López, los cuales cambiaron su numeración en julio de 1995 (Séptima División, s.f.), por Batallón de Infantería 46 Voltígeros, Batallón de Contraguerrilla 35 y Batallón de Contraguerrilla 11 Coyara ubicado en Riosucio (Chocó) (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). Figura 11. Brigada XVII
Fuente: equipo Nizkor (2005; 2010); Comisión Interamericana de Derechos Humanos (1994); Las dos Orillas (1996).
El 14 de septiembre de 1994 un oficial de la fuerza pública planteó la orientación estratégica del despliegue militar en curso:
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Se desarrollará con una estrategia de triángulo cuyos vértices estarán inicialmente en Valencia, Arboletes y norte de Turbo para ampliarse por el sur de Mutatá y por el occidente hasta Acandí y Unguía para tornarse en un gigantesco rombo dentro del cual estaría inscrita la región de Urabá, incluidos el norte del Chocó y el Atrato. (Barbosa, 2014) Ese es el triángulo en el que se produjeron las compras de tierras de los narcotraficantes en la década de los ochenta y es el triángulo en el cual, como se evidencia en varios apartados de este informe, se desarrolló la estrategia paramilitar para controlar el eje bananero de Urabá. Mapa 25. Despliegue militar 1994
Fuente: elaboración propia (2020).
La fuerza pública en la región contaba con importantes fuerzas y recursos tecnológicos: el Distrito de Policía en Apartadó, estaciones de policía en las cabeceras municipales y subestaciones en Nueva Colonia, Zungo, Currulao, Pueblo Bello, Nuevo Antioquia, El Dos, Sapzurro, Belén de Bajirá, Pavarandó, El Totumo, San José de Apartadó, Gilgal, Balboa, Capurganá. Los batallones de infantería 46 Voltígeros y de Contraguerrilla 35 también con sede el Carepa y, el Batallón de contraguerrilla 11 Coyará, en Riosucio. El Puesto Fluvial avanzado en Matutungo de la Infantería de Marina para patrullaje y control sobre el río Atrato y la Fuerza de Tarea del Darién en el área general de la frontera entre Colombia y Panamá.
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En septiembre y diciembre de 1995 el Gobierno nacional hizo sendas declaraciones de conmoción interior que suspendieron o limitaron los derechos y libertades individuales, en contraste con facultades mayores para la operación de la fuerza pública. En 1996 esa capacidad militar fue reforzada con medidas de excepción constitucionales que le dieron a la fuerza pública un rol de control de la vida civil, a través de la figura de “Zona Especial de Orden Público”. Este mismo año el general Harold Bedoya planteó la necesidad de recuperar el orden público en Urabá y evitar que las FARC EP la independizaran de Colombia y aprovecharan el interés de sectores con vocación autonómica, supuestamente interesados en que el nuevo país pudiera construir un canal interoceánico, en provecho del río Atrato. El 25 de julio Urabá fue declarada como Zona Especial de Orden Público, con la restricción de los derechos de residencia y circulación por el territorio y el control del comercio de productos de primera necesidad. A partir de 1997 se hizo una reestructuración del dispositivo militar en la zona, de forma que el comandante de la 17 Brigada del Ejército ejercía control operacional sobre la Policía en el territorio. La 17 Brigada asumió el mando operacional sobre el puesto fluvial avanzado en Matutungo de la Infantería de Marina para el patrullaje y control sobre el río Atrato. Se creó la Fuerza de Tarea del Darién en el área de la frontera de Colombia con Panamá, a cargo también de la 17 Brigada, se agregó el Batallón de Contraguerrillas No. 11, para conducir operaciones sobre el Cañón de La Llorona. Además, desde la sede de esta brigada despachaba la Fiscalía Regional de Urabá. a. Decisiones de gobierno en el segundo quinquenio de los noventa: Urabá zona especial de orden público, cuarta militarización. Plan de Desarrollo la Mejor Esquina de América En el Plan de Desarrollo de 1995 a 1997 del departamento de Antioquia implementó el modelo “La mejor Esquina de América”: preveía la coordinación entre Antioquia, su capital Medellín, Córdoba y Chocó, que tiene la zona de límite con Panamá. Se trató de un proyecto propuesto institucionalmente, ligado al propósito de “pacificación”. Luego del bloqueo a la iniciativa de la internacionalización con presencia de cascos azules en Urabá, el gobernador Uribe Vélez reprodujo las medidas de control del orden público del gobierno nacional a través de la expedición del decreto que declaraba a Urabá zona especial de orden público el 25 de junio de 1996. Las zonas especiales de orden público restringen el derecho a la circulación y a la residencia, a la vez que facultan a las autoridades civiles y militares para suspender los salvoconductos de armas y controlar el comercio de productos de primera necesidad. Parte del articulado del decreto de creación de las zonas especiales de orden público fue declarado inexequible por la Corte Constitucional poco después porque limitaba el derecho a la libre movilización. (Suárez, 2007, p. 173)
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El 25 de junio de 1996 el gobernador Álvaro Uribe declaró a Urabá como Zona Especial de Orden Público, delegándoles responsabilidades especiales de intervención a las Fuerzas Militares en las administraciones municipales y en la vida social de la zona. Esta medida cubría los municipios de Apartadó, Turbo, Chigorodó y Carepa, de forma que desplazó el poder de los alcaldes en beneficio de decisiones y actuaciones de los militares (El Meridiano, 1996). Distintas voces críticas, procedentes de las organizaciones de derechos humanos y de otros sectores de la sociedad, advirtieron dadas las denuncias que para la fecha existían sobre la responsabilidad de los organismos de seguridad y la fuerza pública en la violación de derechos humanos, que las medidas de militarización generaban más riesgos que soluciones. “… (Se) ha generado un panorama de violencia mucho más complejo por las acciones militares indiscriminadas de los organismos de seguridad contra la población civil y por connivencia con las estructuras paramilitares” (Troncoso, 2016). Más aún, algunos sectores discutieron que esta medida implicaba no sólo dejarle el dominio de los municipios a la fuerza pública sino, con ello también, al paramilitarismo. Así lo dijo entonces la alcaldesa de Apartadó, Gloria Cuartas: Cuando se configuran las estructuras paramilitares en la zona, Álvaro Uribe Vélez me llamaba y me decía que, como alcaldesa de Apartadó, yo tenía que ayudar porque era una orden de la gobernación. Creo que fui la única de los 13 alcaldes de la región que dije: no acepto una orden de la gobernación. No acepto que el paramilitarismo controle los recursos de salud, no acepto que el paramilitarismo controle la seguridad en los hospitales. No acepto la eliminación de sindicalistas, defensores de DDHH, de desmovilizados. (El Meridiano, 1996) La declaración de Zona Especial de Orden Público a la zona de Urabá ahondó las discrepancias y el distanciamiento entre la Gobernación de Antioquia y la alcaldesa de Apartadó, Gloria Cuartas. Esta declaración de Zona Especial de Orden Público otorgó amplias atribuciones a las fuerzas militares, pero en contraste, estas mantuvieron su inoperancia y se mantuvieron nexos, coordinación y apoyos con el avance de los paramilitares, a la vez que persistían los ataques contra los pobladores considerados supuestos guerrilleros o colaboradores de la guerrilla y seguían las expresiones tanto de eliminación sistemática de la UP, del PCC y allegados a su proyecto, como de reintegrados a la vida civil del EPL e integrantes o allegados a Esperanza, Paz y Libertad (Romero, 2003). b. El rol de la fuerza pública en el conflicto armado interno en Urabá En 1996 se produjo un viraje fundamental en la orientación del rol de la fuerza pública en el conflicto armado en Urabá, independientemente de que esa reorientación corresponda o no en lo formal a un redireccionamiento de su estrategia para enfrentar la guerra interna. Hasta ese año se había dedicado básicamente a enfrentar a las guerrillas utilizando los medios 326
convencionales en este tipo de enfrentamientos, ubicación de tropas en zonas estratégicas, control de carreteras y enfrentamientos que sobrevenían de los operativos contrainsurgentes bien por ataques guerrilleros o por iniciativas de campañas militares emprendidas. Durante varios periodos habían recibido facultades extraordinarias del gobierno local y militarización de la vida civil; de hecho, en 1996 también obtuvieron facultades extraordinarias. El ejercicio de sus funciones constitucionales estuvo acompañado, en no pocas situaciones, de irregularidades que permitieron la actuación de grupos armados y violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, a partir de ese año se evidencia una articulación más estructurada entre la estrategia contrainsurgente institucional y la desplegada por los paramilitares con gran amplitud e impacto en la zona. En paralelo a la expansión y consolidación territorial de los grupos paramilitares en Urabá, el Gobierno nacional de Ernesto Samper y el Gobierno departamental de Álvaro Uribe, dispusieron aumentar la presencia de la fuerza pública en la región. Si bien la iniciativa militar que se definió como orientada a “pacificar” a Urabá se registró un aumento en los enfrentamientos con las guerrillas y no se produjo una reacción frente al avance paramilitar, dadas las condiciones expuestas de predominio de lazos de colaboración y dinámicas de actuación coordinada o conjunta entre la fuerza pública y las ACCU-AUC. Relación de la fuerza pública con los paramilitares en Urabá Desde Córdoba los paramilitares ya contaban con la colaboración de integrantes de la fuerza pública. Un exsoldado testificó que algunos vehículos que se veían en la hacienda Las Tangas eran vistos con frecuencia en la Brigada 11 del Ejército, en Montería. Este testimonio fue “desaparecido” por el Cuerpo Técnico de la Policía Judicial. Rogelio Escobar, en su confesión, devela las estrechas relaciones entre Castaño y el alcalde de Montería y precisa cómo “el Puesto de Policía de Valencia tiene a su disposición una frecuencia para comunicarse con la organización de Fidel Castaño” (Vidas Silenciadas, s.f.). Desde cuando Carlos Castaño ingresó al Urabá antioqueño con las ACCU, a finales de 1994 y comienzos de 1995, casi de inmediato contó con la colaboración de oficiales y suboficiales del Ejército que hacían presencia en la zona. Así lo relataron investigadores judiciales adscritos a Justicia y Paz, quienes confirmaron que los paramilitares contaron con la aquiescencia de las autoridades militares y de policía en la región; aseguraron que las alianzas entre miembros de la fuerza pública y “las autodefensas” permitieron la expansión y recrudecimiento de la violencia paramilitar en el Urabá Antioqueño (Verdad Abierta, 2011a). Según HH, en el Urabá Antioqueño los paramilitares contaron con la colaboración de los militares, desde su llegada en 1995 hasta su desmovilización en 2004. “Lo primero que hizo Doble Cero al llegar a la zona fue hablar con los militares y después los muchachos que estaban en la zona se encargaban de contactarse con los militares y policías”, señaló el jefe paramilitar durante la audiencia (Verdad Abierta, 2011a).
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HH aseveró que se dieron conversaciones y acuerdos de colaboración y actuación desde antes de existir las Convivir y luego de creadas contando con su apoyo, entre los jefes paramilitares y mandos de la fuerza pública. En particular refiere sobre reuniones en la sede de la XVII Brigada: (…) A principios del 95 cuando llego con DOBLE CERO, quien nos llevó a hablar con el coronel MORANTES fue PEÑUELA, él fue el que nos entró a la brigada a hablar con el coronel. También a MUTATÁ, a hablar con el coronel no recuerdo el nombre. Y siguió trabajando para nosotros PEÑUELA, siempre lo vi como un miembro de las autodefensas, PEÑUELA siempre estuvo con nosotros antes que en las CONVIVIR. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2011, 16 de diciembre) HH, en versión libre ante la jurisdicción de Justicia y Paz del 29 de octubre de 2007, manifestó que durante 1995 se coordinaron operaciones entre miembros de la fuerza pública y paramilitares, incluyendo a oficiales de alto rango. Del mismo modo, a partir de ese año la relación entre paramilitares y fuerza pública se tornó más estructurada, teniendo como escenario las Convivir (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de enero). El jefe de la SIJIN de Urabá entre 1996 y 1998, capitán de la Policía Gilberto Cárdenas González, el general Rito Alejo del Río y el coronel Jorge Eliécer Plazas Acevedo jefe del B2 de la Brigada 17, se reunieron con 11 paramilitares y tres representantes legales de las CONVIVIR (PGN, 2002). El alineamiento entre unos y otros se hizo más evidente con la llegada del general del Río a la Brigada 17 a finales de 1995 (Suárez, 2007, p. 166). Los patrullajes conjuntos realizados en Turbo y la información entregada son altamente relevantes, porque fueron el apoyo que necesitaban para consolidarse en la zona. Los sobrevivientes de esta marejada de violencia recuerdan que muchas veces pasaba el Ejército y sabían que algo iba a suceder (Entrevista LR, 2020), sabían que ese día venían los “paras” y organizaban maleta para irse a dormir al monte (Entrevista ER, 2020). Incluso hubo una época en que los paramilitares se mezclaban con soldados profesionales para hacer operaciones. Los llamaban “Bolsillones” (Entrevista AB, 2020). Según HH, durante ese año 1995, en el municipio de Turbo se patrulló en conjunto con militares, entre los que mencionó al capitán Bayron Gabriel Carvajal Osorio, más tarde ascendido a coronel, con el fin de informarles sobre su presencia y operaciones que se suponía dirigían contra los grupos armados insurgentes en Urabá. Carvajal Osorio fue condenado a 20 años de prisión por una masacre encargada por la mafia contra policías en Jamundí, Valle, en mayo de 2006 (Rutas del Conflicto, s.f. ab). Ever Veloza García, HH, Carlos Mauricio García Fernández, Doble Cero y Arnulfo Peñuela, se reunían con el teniente coronel Germán Morantes Hernández, comandante del Batallón Vélez. En septiembre de 2013 la Sala de Justicia y Paz del Tribunal en Medellín pidió que se investigara a algunos militares, entre ellos a Morantes (Rutas del Conflicto, s.f.a), al cabo Goyeneche y al comandante de policía del Urabá, como colaboradores de los paramilitares, 328
y manifestó, entre otras cosas, que fueron algunos militares quienes entregaron información sobre integrantes y frentes de la guerrilla (Verdad Abierta, 2011a). Investigadores de la Fiscalía revelaron nombres de militares, entre ellos el general Martín Orlando Carreño Sandoval, comandante de la Brigada XVII entre 1997 y 1998; el capitán Zapateiro; el capitán Morales; el capitán Vaquero; el mayor Guillermo Chinome y un militar de apellido Farfán. Todos ellos integrantes del Ejército, mencionados como presuntos colaboradores de los paramilitares con base en los testimonios de los jefes paramilitares, entre los que se destacan el de HH, Pedro Bonito y El Alemán (Verdad Abierta, 2011a). Como se desarrollará en párrafos siguientes, el general Rito Alejo del Río era comandante de la XVII Brigada, fue uno de los ejes de la articulación de paramilitares y fuerza pública. También el teniente coronel Alejandro Navas Ramos, quien años después sería ascendido a comandante de las FF. MM., se desempeñaba como comandante del Batallón de Infantería No. 46 Voltígeros, adscrito a la XVII Brigada, cargo que ocupó entre 1996 y 1997, los años “de la pacificación” violenta de Urabá. El entonces coronel Alejandro Navas también ha sido señalado como auspiciador y cómplice de los grupos paramilitares. Según Ever Veloza les colaboró en Urabá, de forma que reveló ante la justicia que él, Carlos Mauricio García, alias Doble Cero, y Arnulfo Peñuela, director de la Convivir Papagayo, se reunieron con el coronel Navas en Carepa, donde funcionaba la XVII Brigada y el Batallón Voltígeros, para anunciarle que iban a hacer presencia en la zona y le hicieron saber la información de sus objetivos y actuaciones previstas. Pero, a pesar de tener ese conocimiento, el coronel Navas no adelantó acciones contra ellos y pudieron operar en la región en condiciones de impunidad y con apoyo militar oficial. De Urabá salió el teniente coronel Alejandro Navas Ramos para asumir como comandante del Batallón de Fuerzas Especiales Miguel Antonio Caro, con sede en La Mesa, Cundinamarca, el 31 de mayo de 1997, donde en menos de seis meses después se realizaría la masacre de La Horqueta, Cundinamarca. En efecto, de Urabá salió el grupo que el 21 de noviembre de 1997 ejecutó esa masacre. Durante el tiempo que estos importantes mandos militares estuvieron con funciones allí, los grupos paramilitares operaron de manera abierta y no fueron perseguidos, ni capturados, ni combatidos por el Ejército y, antes bien, llegaron a coordinar y realizar operativos en conjunto. Ever Veloza García también señaló que con estos mandos militares la coordinación era efectiva y se contaba con el apoyo directo de las Convivir en tal proceder. En ese momento la colaboración de la Policía se dio al nivel más alto en Urabá. Han sido relacionados el coronel Santiago Parra Rubiano, comandante de la Policía de Urabá en 1998, denunciado por recibir 30 millones de pesos mensuales de los paramilitares. El teniente Carlos Alberto Camargo Zamora, jefe de la Policía en San Juan de Urabá que prestó apoyo de escolta al paramilitar Pascual Rovira Peña en 1998 y, el teniente Carlos Alberto Osorio Cardona, jefe de la Policía en Dabeiba, que apareció patrullando con los paramilitares en un video del canal regional de televisión, Teleantioquia (CINEP, 2004). 329
El Bloque Bananero también tuvo vínculos con un mayor que comandaba la Policía en Turbo para el año 1995 y con el capitán de la Policía Gilberto Cárdenas González, que comandaba la Sijin para la misma en época. Con posterioridad, con un oficial de apellido Charry, miembro de la Policía entre 2002 y 2003, quien recibía un sueldo por la colaboración que le prestaba al grupo (Verdad Abierta, 2011a). Por su parte, la Infantería de Marina tenía uno o dos radares para controlar la salida de coca, los cuales se apagaban a cambio de altas sumas de dinero que aportaban los paramilitares (Verdad Abierta, 2011a). Pedro Bonito señaló “En esos contactos también participó Carlos Cardona alias Maicol. Y no sólo era con los generales sino con todo el personal de inteligencia de las brigadas. Tenía contacto permanente con ellos. Hubo oportunidades en que cuando nombraban nuevos generales y coroneles para la zona no era necesario ir a contactarlos, ellos ya venían referenciados” (Verdad Abierta, 2011m). El bananero David de Jesús Mejía Mejía informa que la relación de la fuerza pública con las Convivir era de tal naturaleza que las oficinas de esas cooperativas de seguridad funcionaban al interior de una brigada del Ejército “(...) el señor Arnulfo Peñuela era el director de las Convivir de Carepa, la base central de las Convivir quedaba en Carepa, todo tenía que ver allá en una sede central que quedaba al fondo de la brigada 17” (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto). Por su parte, Hasbún explica las relaciones con el Ejército: (...) y sumado que el Ejército tenía 1.500 hombres en esta brigada, dentro del área de operaciones de ÁRLEX HURTADO y había muy buenas relaciones con el Ejército a través de las CONVIVIR, no corrompíamos, simplemente dotábamos a las fuerzas del Estado de lo necesario (...). (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) José De Jesús Pérez Jiménez, Sancocho, informó en el proceso judicial de las relaciones de los paramilitares y la fuerza pública: (...) Nosotros llegábamos a una finca, nadie nos decía nada. PREGUNTADO. En ese peregrinar por esas fincas bananeras de Urabá (sic), de Apartadó, Currulao, en alguna oportunidad se encontraron con las autoridades de Policía y Ejército. CONTESTO. Así llegaba el Ejército ahí a las bananeras donde estábamos nosotros, coordinaba ayuda, él era como teniente o sargento retirado del Ejército, cuando digo coordinaba quiero decir, por ejemplo, vamos a hacer una operación con los primos y ahí llegaba el Ejército y nos intercalaba un soldado y un paraco, subíamos a pelear con la guerrilla. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) En otra versión libre ante la Fiscalía de Justicia y Paz, se agrega información de quienes eran los encargados de las relaciones con la fuerza pública: (...) Yo era el comandante de la urbana, de esos municipios Mutatá, Chigorodó, Carepa, Apartadó, Currulao, hasta una parte que se llama El Tres, hasta allí tenía 330
manejo sobre los urbanos en esa época, con la Convivir se coordinaba todo y con la parte de la fuerza pública, y yo era el enlace con el señor Alberto Osorio que era el hombre de las Convivir en ese momento en una parte del Urabá, que se llama Punta de Piedra, estos señores sobre todo Piñuela era el que coordinaba con el Batallón y con la Policía de esa zona. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) La relación entre Chiquita Brands, la fuerza pública y los paramilitares era tan cercana que, según trabajadores bananeros, en la zona de Casa Verde, ubicada en la carretera entre Carepa y Apartadó, funcionaba la oficina de Banadex a la que entraban Raúl Hasbún, Carlos Castaño y Mono Leche, así como el general Rito Alejo del Río. Hasbún o Pedro Bonito aseguró que “Montamos una sede al lado. Después llegó la Brigada y compró un lote que nosotros les ayudamos a conseguir y quedamos entrando a la sede nuestra por toda la mitad de la Brigada” (Semana, 2012a). Según Hasbún, con posterioridad la sede “se entregó a los bananeros. Ellos quedaron con la sede, con todo. Creo que la donaron después al Ejército y ahí creo que queda hoy la casa del general” (Semana, 2012c). Así, de acuerdo con estas fuentes y la Fiscalía (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) para el eje bananero la garantía del éxito paramilitar lo dio el hecho de contar con el respaldo de la fuerza pública, limpiar las áreas a las que iban a incursionar los paramilitares, prestar guardia a sus comandos o dar apoyo logístico. Los paramilitares coordinaron cuatro formas de apoyo con los militares: i) despejar áreas, ii) retardar el ingreso de las fuerzas armadas a determinadas zonas, iii) despejar vías para el movimiento de la tropa y; iv) acompañar las operaciones. De acuerdo con la Fiscalía, de las 22 masacres que ha confesado el Bloque Bananero, 50 % de ellas estuvieron relacionadas con la participación de militares (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto). Según explicó la Fiscalía (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto), las masacres, asesinatos y desplazamientos que cometieron los paramilitares entre 1996 y 2004 en el Urabá cordobés, antioqueño y chocoano fueron en complicidad principalmente con la Brigada 17 del Ejército, así como con los miembros de la Policía y agentes de los organismos de seguridad especializados DAS, Sijin y Dijin (Verdad Abierta, 2011m). El eje bananero fue donde más acciones de la fuerza pública se reportaron en la década de 1990. Por su parte, la incursión paramilitar coincidió con uno de los años en donde hubo más eventos de la fuerza pública (Barbosa, 2015). El comandante paramilitar Raúl Hasbún aseguró que toda la fuerza pública, el DAS y la Fiscalía en la región estaba coordinada con la actuación paramilitar. Respecto al comandante del batallón señaló: “No podíamos ni ponerlo, ni quitarlo, pero si ese señor llegaba y no coordinaba con nosotros, no hacía absolutamente nada” (Semana, 2012a). En otra parte:
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Todo el mundo nos copiaba. Yo mandaba, no directamente, pero indirectamente. Ejército, Fiscalía, Policía, DAS, Sijín, todos los organismos nos copiaban. A nosotros nos llegaba toda la información, armábamos un solo informe y se le mandaba a todo el mundo. La gran mayoría de operaciones en Urabá fueron conjunta. (Semana, 2012c) Por su parte, también sobre la relación entre la fuerza pública y los paramilitares el exjefe paramilitar HH destacó la articulación con las estructuras de inteligencia del Ejército y la Policía y cómo era a nivel operativo entre unos y otros, que involucró a mandos del Ejército y de la Policía: La coordinación se dio, en concreto, entre alias Cepillo y otros postulados, con el personal de inteligencia de las Brigadas y de la Policía de Urabá. Una de las funciones era la coordinación con la unidad operativa del Ejército, todo lo relacionada con operaciones militares entre paramilitares y diferentes miembros del Ejército, bien fuera con el Frente de Turbo o el Bloque Élmer Cárdenas. La coordinación incluyó también a rangos medios del Ejército, lo que permitió que siempre que había un militar en la zona se hacían estas coordinaciones. Por ejemplo, que les despejaran ciertas áreas para poder entrar, o que retardaran la llegada a algunos lugares (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2012, 31 de enero). En materia de inteligencia militar la Brigada XVII creó la ONG Fundación Nuevo Urabá, conformada por oficiales de la reserva de Medellín, encargados de hacer un “estudio socioeconómico” de “un núcleo de inclinación izquierdista en el barrio Policarpa, y de la Comuna 1 de Apartadó”; de “un núcleo de reinsertados” del Barrio Obrero La Chinita en Apartadó y de un “núcleo rural en Churidó” (Ministerio de Defensa, s.f.). El rol del general Rito Alejo del Río, de “pacificador” a enjuiciado y condenado Las Fuerzas Militares y en particular el Ejército se articularon a la propuesta “pacificadora” que implicó la militarización de la región, la ofensiva contrainsurgente contra las FARC EP y la imposición del paramilitarismo y sus aliados en Urabá. Esta articulación se hizo más evidente “desde el 18 de diciembre 1995 con el general Rito Alejo del Río, quien operó como comandante de la XVII Brigada del Ejército con jurisdicción sobre el eje bananero” (Verdad Abierta, 2012dd). El apoyo del general Rito Alejo del Río, comandante de la Brigada XVII, fue fundamental en esta situación; dispuesto a cualquier cosa con tal de cumplir su promesa de pacificar a Urabá. Sus vínculos con los paramilitares se remontan a la época en que estuvo en el Magdalena Medio. De allí salió hacia Urabá para tomar el mando de la Brigada XVII, de la cual fue su comandante desde 1995 hasta 1997, y donde logró con la actuación referida lo que el Gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, y otras autoridades llamaron “La pacificación de Urabá”. (…) (los) nexos del general Del Río con el paramilitarismo no datan sólo de su paso por Urabá, a mediados de los 90. En uno de los expedientes abiertos en su contra -el de paramilitarismo, caso que fue precluido en el 2000 por el entonces fiscal general, 332
Luis Camilo Osorio- hay una declaración de Alonso de Jesús Baquero, el 'Vladimir' de los paramilitares del Magdalena Medio, quien dice que se reunió con él en 1986, cuando comandaba el batallón Rafael Reyes en Cimitarra (Santander). En el mismo expediente apareció un suboficial que lo señaló por 'falsos positivos' del batallón Girardot, de Medellín, donde del Río fue comandante en 1987. (Expediente Penal 4239 masacre La Rochela, 8 de agosto de 1995, declaración de Alonso de Jesús Baquero) Posteriormente, medios periodísticos señalaron los nexos del general del Río con el paramilitarismo y su vinculación con casos de graves violaciones a los derechos humanos de personas de la población civil, antes de su llegada a Urabá. Del Río apoyaba a los paramilitares de Urabá, mantenía relación con el mayor del Ejército retirado, Guillermo Visbal Lizcano, quien colaboraba con las ACCU. El nombre de Visbal aparecía en la lista publicada por la Procuraduría en 1983 como uno de los creadores del MAS. Como comandante del Batallón Girardot, fue uno de los protectores de los paramilitares de Puerto Boyacá y, por intermedio del mayor Oscar de Jesús Echandía Sánchez, el general del Río le transmitió permanente información al líder paramilitar de Puerto Boyacá, Henry de Jesús Pérez. Además, del Río había participado en el transporte de cien subametralladoras M-P5 con destino a los paramilitares del Magdalena Medio (Nodo50, s.f.). Del Río llegó como comandante de la Brigada XVII el 11 de diciembre de 1995, en momentos de confrontación bélica entre militares y guerrilla y de “guerra sucia” del paramilitarismo contra la población, con auspicio de la fuerza pública. En la misma época, llegó a la gobernación de Antioquia Álvaro Uribe Vélez, quien de inmediato alentó una dura ofensiva militar contra los grupos guerrilleros y, como referimos, promovió ampliamente las Convivir que servirían de apalancamiento al despliegue del paramilitarismo en el departamento, encontrando en el general (r) del Río a uno de sus principales aliados. Durante este periodo, el Ejército no adelantó operaciones armadas para confrontar a los paramilitares, a pesar de ser de público conocimiento el lugar en el cual esos grupos tenían sus bases, asentadas en lugares de fácil acceso y contando con una fuerza de tarea y una capacidad de fuego de lejos suficiente para someter a sus grupos. Según declaraciones de un sargento del Ejército a la Revista Semana: (Al general del Río) lo llamaban ‘el papá de las autodefensas’ porque fue quien empezó a uniformarlas y a darles el manejo militar que se necesitaban. La ex alcaldesa de Apartadó Gloria Cuartas también estaba al tanto de esa relación y la denunció en reiteradas ocasiones, incluso, ante la Fiscalía. (Semana, 2007) Su postura frente a los campesinos, sindicalistas y líderes sociales de la región fue de estigmatización y abiertamente ofensiva. En una mesa de diálogo con el Sintrainagro y la entonces alcaldesa Gloria Cuartas, en el Coliseo Cubierto de Apartadó, Rito Alejo del Río siendo el comandante del Ejército en la región, de manera agresiva y amenazante, desenfundó su arma y la puso en el centro de la mesa (Entrevista ER, 2020).
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Del Río concentró parte de su gestión en la protección de los miembros de Esperanza, Paz y Libertad, lo cual era necesario, en principio estaría bien si se tratara de medios legítimos, pero de manera simultánea dejó en total desprotección a la UP y al PCC, a la suerte de la ofensiva de exterminio del paramilitarismo, sin oponer interferencia (Suárez, 2007). El general Rito Alejo del Río se hizo amigo de Carlos Castaño Gil, comandante general de las ACCU y luego de las AUC, y del otro comandante paramilitar Carlos Mauricio García Fernández, alias Comandante Rodrigo, con quienes se reunía en las fincas Sapo Reseco y en La 21. Tuvo vínculos también con el comandante paramilitar Ever Veloza García. Permitió que las ACCU crecieran y se movilizaran por toda la región del Urabá sin restricción alguna (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). De acuerdo con el testimonio del sacerdote Jesuita, Javier Giraldo, consignado en Pasión y muerte de un denunciante en Colombia: El general Rito Alejo del Río llegó a Mutatá rodeado de paramilitares para enfrentar los combates con la guerrilla en La Llorona y de allí se comunicaba con el ‘Mono Mancuso’, líder paramilitar. La oficina de dicho General era frecuentada por paramilitares que iban allí a planear muchas cosas. Los paramilitares entraban sin problema a la Brigada XVII donde el general Del Río les daba confianza; dicho general más bien les temía a los soldados regulares, pues pensaba que la guerrilla podía infiltrarlos para matarlo. (Giraldo, 2006) En otro valioso testimonio de la época referenciado en la Revista Semana, la alcaldesa de Apartadó, Gloria Cuartas, insistía en que “la unidad de acción entre el Ejército y los paramilitares era de público dominio en la región” y describía que “los paramilitares ingresaban a las instalaciones de la Brigada XVII en motocicletas y otros vehículos sin ningún obstáculo” (Semana, 2007). El Ejército también ayudó al resquebrajamiento de la organización social. El general Rito Alejo del Río repetía en medios de comunicación que la guerrilla estaba detrás de todas las movilizaciones sociales en el eje bananero. La guerrilla está detrás de todo eso (…) los últimos paros armados que convocaron no tuvieron éxito y por eso organizan ahora esta movilización campesina (…) (Apartadó es) el único municipio con receptividad a este tipo de movimientos. Aquí se concentra un gran número de milicianos de las FARC, hay barrios completamente dominados por las Milicias Bolivarianas (…). Saben que tenemos las manos atadas... ¡No es un éxodo! Es una movilización orquestada por las FARC. (Barbosa, 2015) Dichos barrios bajo control de las milicias son Policarpa, Alfonso López y Santa María (Entrevista, 2019, 7 de octubre). El comandante paramilitar El Alemán explicó ante fiscales de la Unidad de Justicia y Paz, que entre 1995 y 1997 los paramilitares coordinaron con altos mandos de la Brigada XVII la 334
realización de acciones ofensivas que se suponía serían dirigidas contra la guerrilla de las FARC: “Rodrigo Doble Cero, Élmer Cárdenas, Carlos Correa y yo nos reunimos con el general Rito Alejo del Río para coordinar la operación Cacarica realizada en febrero de 1997” (Verdad Abierta, 2011k). El hoy exgeneral del Río fue fundamental en la operación que los paramilitares desplegaron para incursionar en la zona aledaña del río Atrato, en el departamento de Chocó. Estuvo al frente de la Operación Génesis, respaldada o conjunta con el accionar paramilitar en la región, con despliegue al Atrato, la cual generó víctimas fatales y un masivo desplazamiento en la región del bajo Atrato, municipio de Riosucio, zona de Cacarica. Varias organizaciones de derechos humanos denunciaron lo sucedido, razón por la cual llegaron a la Fiscalía las primeras denuncias contra el general del Río (El Espectador, 2017). El apoyo a los paramilitares del coronel Rito Alejo del Río no se redujo a Urabá y al Atrato; les contribuyó también en su incursión en los Llanos Orientales, en la zona limítrofe entre los departamentos de Meta y Guaviare. Según el comandante paramilitar Ever Veloza, el general del Río, a través de Alberto Osorio y de Raúl Hasbún, apoyó y facilitó el desplazamiento de 200 paramilitares desde Necoclí hasta San José de Guaviare, para ejecutar la masacre de Mapiripán, los cuales pasaron a la luz del día y sin impedimento alguno por la vía principal de Urabá, por la Brigada XVII y por el Comando de Policía de Apartadó. Los informes de derechos humanos señalaron que existía una alianza explícita entre el paramilitarismo y los mandos de la Brigada XVII del Ejército, bajo el mando del general del Río, de forma que las directrices del oficial a sus subalternos eran las de trabajar con los paramilitares. “El General les decía que el apoyo a los paramilitares por parte del Ejército debía ser “A-1” (o sea, de máxima prioridad)” (Verdad Abierta, 2012d). Se sumaron las denuncias de los organismos intergubernamentales de derechos humanos, con referencia a lo sucedido en Urabá (CIDH, 1997; CIDH, 1998; CIDH, 1999). Entre los cuestionamientos estuvo el del Departamento de Estado de Estados Unidos que en su informe sobre derechos humanos de 1998 consignó: los comandantes militares locales y los grupos paramilitares llegaron a acuerdos tácitos en algunas regiones, y los grupos paramilitares operaron libremente en algunas zonas que se encontraban bajo control militar. Las autoridades asignaron dos oficiales de alto rango quienes tienen vínculos con los grupos paramilitares a posiciones de alto liderazgo, entre ellos el Brigadier General Rito Alejo del Río Rojas. (Verdad Abierta, 2012d) En otro informe del mismo año titulado Guerra sin cuartel: Colombia y el derecho internacional humanitario, Human Rights Watch (HRW) dio cuenta de las relaciones del general del Río con los grupos paramilitares en Urabá (HRW, 1998). Aparecieron entonces declaraciones de dos miembros del mismo Ejército, quienes cuestionaron las relaciones de del Río con los grupos paramilitares. El primero de ellos fue 335
el coronel Carlos Alfonso Velásquez Romero, segundo comandante y jefe del Estado Mayor, a las órdenes del general del Río en la Brigada XVII, condecorado por su persecución a los miembros del cartel de la droga ilegal de Cali (Velásquez, s.f.). El coronel Velásquez informó a sus superiores que su oficial superior apoyaba a los paramilitares en Urabá a través de una carta enviada al entonces comandante del Ejército, general Harold Bedoya Pizarro, el 31 de mayo de 1996: Como mínimo, no existe en el Señor Brigadier General Comandante de la Décimo Séptima Brigada un convencimiento de que la Delincuencia Organizada (llamados por la gente de la región Paramilitares), es también un peligroso factor de desorden público y violencia en Urabá, afirmó Velásquez en su misiva al Comando del Ejército. Y agregó: desde el 18 de diciembre (de 1995) fecha en que recibió el cargo el general Del Río no existe ninguna anotación en el sentido de acciones o principios de operación contra la delincuencia organizada o paramilitares. (Ronderos, 2014) Así, el coronel Carlos Alfonso Velásquez, Segundo Comandante y Jefe del Estado Mayor de la XVII Brigada, informó a sus superiores que en la Brigada XVII no había instrucciones para combatir a los paramilitares, como sí las había para combatir a la guerrilla. Esto, antes que generar la investigación debida al general Rito Alejo del Río, este informe ocasionó que el coronel Velásquez Romero resultara siendo el investigado y se tomara la medida de relevarlo de sus tareas cotidianas como Jefe de Estado Mayor de la Brigada XVII. Y fue retirado del Ejército el 11 de enero de 1997, con el argumento falaz de que había cometido actos “contra la subordinación, contra el servicio y el compañerismo” (Verdad Abierta, 2012d); luego fue llamado a calificar servicios. Por su parte, el soldado Oswaldo de Jesús Giraldo Yepes, que informó y describió las relaciones entre los militares de diversas guarniciones del Ejército Nacional en Antioquia con grupos paramilitares, fue asesinado el 2 de abril de 2005 en Yarumal, Antioquia. Mientras que el general del Río permaneció en su cargo de comandante de la XVII Brigada del Ejército Nacional, por un año más (Romero, 2003). Gracias al respaldo y reconocimiento que le prohijaron sectores de élite, gremiales, políticos y de opinión nacional comprometidos con una línea contrainsurgente, militarista y desconocedora del grave daño en derechos humanos y social causado a la población en Urabá, el general del Río fue promovido como Jefe de Operaciones del Ejército Nacional. Sin embargo, las denuncias e informes en materia de derechos humanos sobre lo sucedido en Urabá, tuvieron eco en organismos intergubernamentales y en particular en Estados Unidos y su Departamento de Estado, de manera que la referencia a sus vínculos con los paramilitares y a la grave tragedia humanitaria causada, llevó a que la presión internacional y de este país incidiera en el llamado que se le hizo a calificar servicios. No obstante, al tomarse la decisión institucional de destituir al general del Río, algunos sectores políticos y gremiales con tal sesgo militarista y de negativa a reconocer la crisis humanitaria ocasionada, le hicieron un homenaje “de desagravio” en 29 de abril de 1999, en el Hotel Tequendama de Bogotá, acto
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en el cual fue oferente y orador el entonces exgobernador y ahora expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez. Con las declaraciones de los paramilitares en el marco de justicia y paz, el rol de del Río fue develándose poco a poco. Las versiones libres de los jefes paramilitares HH, Mancuso, Laverde Zapata y Casarrubia El Cura, dan cuenta de haber conocido y tenido trato en su actuar con tal condición al general Rito Alejo del Río, siendo comandante de la Brigada XVII del Ejército. Señalan la relación establecida con él como cordial, de recibir su apoyo personal en calidad de general e institucional de la Brigada. Según Casarrubia Posada, El Cura, fue con del Río que convinieron el desplazamiento de tropas paramilitares en aviones que cruzaron el país, para cometer la masacre de campesinos en Mapiripán, Meta (CSJ, 2009, 11 de marzo). Salvatore Mancuso, comandante general de las AUC, al momento de la desmovilización reconoció en su declaración judicial que existió una alianza entre el general del Río y los paramilitares, que se tradujo en apoyo táctico y operativo, inclusive en la realización de patrullajes conjuntos entre las fuerzas militares del Estado y “las Autodefensas” (Fiscalía 8 de Justicia y Paz, 2007, 15 de mayo; Ramírez, 1997)59. Mancuso ha sostenido que se reunió varias veces con el general del Río, en una ocasión en la finca La 21, ubicada en el municipio de San Pedro de Urabá. Allí estuvieron además Carlos Castaño y Freddy Rendón, El Alemán. Según Mancuso, hablaron del plan de expansión paramilitar en Urabá; el oficial del Río llegó en un helicóptero vestido de civil, pero él llevaba su uniforme militar. También lo mencionó como uno de los que llamó “jinetes” del proyecto paramilitar (Comisión Intereclesial, 2008). Ever Veloza García, HH, aseguró que el general era cercano al jefe de las AUC, Carlos Castaño Gil, y que “coordinaban y colaboró activamente con las Autodefensas de Urabá”. Con el oficial, dijo el exparamilitar, “se acordaban movimientos de tropa para facilitar las acciones del grupo ilegal” (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto). HH ha hecho referencia a varias reuniones con del Río en el batallón de Carepa y critica que se alabe al general y a él lo recriminen por graves violaciones, al afirmar que ambos compartieron la misma empresa criminal, con la dinámica paramilitar reconocida por él y por otros exjefes paramilitares, de articulación con mandos y personal del Ejército y de la Policía con apoyo en las Convivir. “No estoy de acuerdo con que a mí me digan 'el monstruo de Urabá' y al general Rito Alejo del Río lo llamen el “Pacificador” (El Tiempo, 2012). En la sentencia contra El Alemán el Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá planteó con relación a las Convivir y sus relaciones con los empresarios bananeros y la fuerza pública: A partir de este momento, y teniendo como espacio legal de articulación las Convivir, inicia en Urabá una alianza entre algunos miembros de la Fuerza Pública y las organizaciones paramilitares, que involucró a importantes oficiales y mandos medios del Ejército. Esta relación facilitó el apoyo y coordinación en operaciones conjuntas Para profundizar sobre la participación de Rito Alejo del Río, ver entre otros: “El Urabá de Rito Alejo del Río”, 2008, 14 de septiembre, en Colombia para Todos. 59
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entre paramilitares y fuerza pública, incluida la Policía de Urabá, así como el cruce y transmisión de información de inteligencia entre el grupo armado y la fuerza estatal. (…) Señaló en su diligencia de versión libre de 26 de marzo de 2008, que la Brigada XVII, comandada por el General Rito Alejo del Río, prestaba cooperación y apoyo a las CONVIVIR (…). (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2011, 16 de diciembre) Hasbún menciona ante la justicia la dificultad que tuvo para señalar la responsabilidad del general Rito Alejo del Río en la relación entre militares y paramilitares: (…) bajo un proceso de verdad, justicia y reparación, tenemos que terminar a los grandes amigos, o los amigos de la época, echándoles dedo o informándolos o delatándolos ante la Justicia, eso es demasiado complejo doctor, me ha tocado, o nos ha tocado, hacerlo con el dolor en el alma, hablar de mi general Rito Alejo del Río, por ejemplo, muy amigo de nosotros. La primera actitud que uno asume es tratar de no involucrarlo, por lo menos, igual algunos bananeros, señor Fiscal. Esas fueron las razones principales por la cual pasa lo que usted está manifestando allí. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Según la Revista Semana: (…) Las Convivir de Urabá, promovidas por Del Río, estaban en manos de los paramilitares. Acumularon mucho poder gracias a la complacencia y la connivencia de los militares, que si bien no se inició al parecer sí se exacerbó con el paso de “El Pacificador” por la Brigada XII”. Desde allí, Rito Alejo del Río, con el apoyo de Pedro Juan Moreno, secretario de gobierno de Antioquia y del propio gobernador, Álvaro Uribe, promovió abiertamente la conformación de las cooperativas de seguridad Convivir. El único problema es que, según se sabía, y parece demostrado hoy, mucha de estas pertenecía a los paramilitares. H.H ha sido contundente: “El general también debe responder por los hechos que ocurrieron cuando sus tropas patrullaban directamente con nosotros y cometieron delitos con nosotros”. También dijo que “El señor Rito Alejo se reunía con Doble Cero y con Carlos Castaño, de quien era amigo personal”. (Semana, 2008) El nivel de connivencia al parecer fue tan estrecho que, en mayo de 2010, durante una audiencia de Justicia y Paz, alias El Alemán confesó que le había enviado un mensaje al exgeneral para que contara la verdad sobre lo ocurrido en Urabá. “Me parece, General, que ya es tiempo de que usted diga la verdad. En un acto de franqueza y de amistad con usted General, le mando decir que ya no hay cómo seguir callando una verdad que es conocida a pedazos” (Verdad Abierta, 2010), sostuvo el jefe paramilitar. Sin embargo, el oficial nunca habló al respecto, por el contrario, se sostuvo en sus afirmaciones, entre ellas que nunca había tenido información concreta sobre la presencia de grupos paramilitares en Urabá. No obstante, el juez Octavo del Circuito Especializado de Bogotá juzgó, una vez valoradas las pruebas, que del Río tuvo un contubernio con los 338
paramilitares en Urabá y que incluso llegó a ser el jefe de una “fuerza mixta”. Asunto que llevó al oficial a pasar de “pacificador” a condenado (CSJ, 2009, 11 de marzo). El general Rito Alejo del Río fue condenado a 30 años de prisión por la muerte de un campesino durante la Operación Génesis en el bajo Atrato (CSJ, 2009, 11 de marzo). En 2018 decidió acogerse a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) una forma de Justicia Transicional pactada en los acuerdos de paz entre el Estado colombiano y las FARC EP. Por ello, se le permitió la libertad en calidad de compareciente bajo el régimen de condicionalidad con la contribución a la verdad y la reparación de las víctimas, que, de cumplirlo, podría tener una pena alternativa de ocho años de cárcel, por el delito por el que inicialmente fue condenado. En una rueda de prensa, en 2019, criticó ácidamente a los políticos auspiciadores del paramilitarismo y agregó: “Nosotros como fuerza pública hemos sido utilizados toda la vida” (Semana, 2019). c. Las alianzas criminales en torno al paramilitarismo: ¿empresa criminal multiactor? El paramilitarismo en Urabá no puede circunscribirse en exclusivo al aparato militar de las ACCU y más tarde de las AUC. Se trató de una red de alianzas que vinculó a los empresarios, importantes ganaderos y comerciantes de la zona, en especial empresarios bananeros y más tarde a empresarios palmicultores. Incluyó también a grandes sectores de la fuerza pública y en algunos momentos a algunas administraciones o instancias territoriales del Estado y a segmentos significativos de la administración de justicia. También incorporó de manera más o menos voluntaria un grupo de personas con poder desde el sindicato de trabajadores bananeros y de otras organizaciones sociales instrumentalizadas por los paramilitares para lograr sus objetivos. Los tres primeros actores mediante una vinculación activa. La administración de justicia por inacción. Sin esas alianzas el paramilitarismo habría tenido serias dificultades para lograr el nivel de poder que logró en Urabá y causar el gran daño que causó a las personas, comunidades, organizaciones sociales y a la institucionalidad estatal. El papel de los empresarios, especialmente de los bananeros, atraviesa muchos de los capítulos de este informe. El rol de la fuerza pública en esta alianza es analizado en un capítulo específico, aunque encuentra sustento en varias partes del informe. El rol del grupo que controló el sindicato, así como la participación de otras organizaciones sociales es dibujado en segmentos de varios capítulos. Por su parte, la participación de administraciones del Estado, de naturaleza territorial y de la administración de justicia, es apenas sugerida en este documento y requiere profundizarse, diferenciar sus posiciones y forma y nivel de relación o tratamiento de problemáticas referidas en posteriores investigaciones. El paramilitarismo también penetró las administraciones municipales y se proyectaron buscando contar con presencia en el Congreso de la República. Según lo establecido por Justicia y Paz, en la región de Urabá también los paramilitares se relacionaron, concertaron y contaron con apoyo de determinados dirigentes políticos como Manuel Darío Ávila Peralta, Jesús Enrique Dubal Durango, Estanislao Ortiz Lara, César Augusto Andrade Moreno, 339
Plutarco Pérez, Rubén Darío Quintero, Antonio Valencia Duque, Germán González y Jorge Pinzón Arango, quienes fueron propuestos por el grupo paramilitar para ocupar cargos en el Congreso de la República y participaron en el proyecto político de Urabá concertado y promovido por los paramilitares (TS Medellín, Sala de Justicia y Paz, 2014, 9 de diciembre). La alianza se fue construyendo como un proceso que inició a finales de 1994, fecha en la cual llegaron los paramilitares del Clan Castaño a Urabá y se prolongó hasta la desmovilización de buena parte de esa estructura criminal en 2004. Empezó como un acuerdo entre las ACCU y los empresarios, rápidamente se sumaron sectores de la fuerza pública y de forma posterior un grupo de personas con alto poder al interior de Sintrainagro. Por su parte, las Juntas de Acción Comunal y otras formas organizativas de la sociedad civil fueron sometidas y vinculadas a la alianza; una vez “domesticadas” los nuevos representantes o los que se mantuvieron en sus cargos directivos, lo hicieron de forma más o menos voluntaria. De otra parte, algunas administraciones municipales fueron cooptadas a través de algunas personas. Del control territorial al control poblacional Además del control territorial ejercicio mediante la operación de sus estructuras armadas, los paramilitares desplegaron estrategias para garantizar el control poblacional en Urabá. Para ello intervinieron en la vida laboral de las empresas bananeras, en la vida cotidiana de las personas que vivían en la zona, en sectores campesinos de producción de plátano y de otras formas de agricultura y de ganadería y en los centros urbanos. El proceso de control territorial comenzó en el año 1995, con las principales acciones deplegadas en el año siguiente, pero es en 1997 cuando se consolida el control territorial de los paramilitares sobre el eje bananero. a. Control de la vida laboral ejercida por los paramilitares como un compromiso con empresarios bananeros y comerciantes Desde su llegada a Turbo y después, en su expansión por el eje bananero, los paramilitares buscaron controlar, mediante coerción, la vida social y laboral. Para ese efecto les resultó estratégico someter a su control a las Juntas de Acción Comunal y a Sintrainagro, así como a otras organizaciones sociales de importancia. Se trató de la imposición de un orden autoritario funcional a sus intereses y los de la alianza establecida, con actores relevantes del poder económico como empresarios bananeros, comerciantes y ganaderos que los apoyaban, entes institucionales y estatales que, por acción u omisión, los apoyaban y les permitían imponerse de manera violenta y en condiciones de impunidad. La Fiscalía de Justicia y Paz estableció cómo los paramilitares interfirieron en la imposición de control social, para lo cual organizaron mecanismos ideados por sus estrategas políticos: las Juntas de Vigilancia Regional y un Comité de Control Social. Este último, con la función formal planteada cínicamente en términos de “asegurar el correcto ejercicio de los deberes y derechos del campesinado y la población en general” (DFJT Medellín, 2016, 2 de diciembre). Desde su llegada a Urabá los paramilitares de los Castaño buscaron controlar la vida laboral y sindical de las fincas bananeras, como parte del acuerdo con empresas bananeras. Para lo 340
cual les fue muy útil que un número importante de los Comandos estaban en las fincas bananeras como trabajadores agropecuarios. Esta fue la vía directa para lograr una intervención paramilitar en la vida laboral. Hay que recordar que la consolidación paramilitar en el eje bananero estuvo directamente relacionada con la asimilación a su estructura armada de parte significativa de los Comandos Populares. El escrito de calificación de mérito del sumario de la Fiscalía 68 del 31 de agosto de 2018 señala: (…) los paramilitares hacían presencia en las fincas cuando iban a arreglar algún disturbio laboral; las CONVIVIR asesoradas por ANTONIO ARBOLEDA que era el administrador de la finca bananera Antares (…) VÍCTOR MONTALVO CASTELLANOS Rancho Amelia de propiedad de la familia HASBÚN luego se vinculó laboralmente con la finca Rita María, en varios ocasiones nos reunieron en las instalaciones de la empresa y lanzaban fuertes amenazas contra los que estuvieran defendiendo los derechos de los trabajadores. (…) En la mayoría de casos se presentaban armados, entraban en horas laborales, hacían la reunión, siempre favoreciendo los intereses de la empresa, esa era la modalidad y decían que estaban representando el orden laboral y el que no estuviera de acuerdo tenía que irse. En su relato indica que cuando BANADEX se consolidó con la finca Rita María, empezaron las reuniones con las autodefensas y a implantar sus reglas y amenazar a las personas, esos fueron los motivos para retirarse de la empresa. Es de resaltar que Banadex era el nombre de la subsidiaria de Chiquita Brands en Colombia. La cita pone en evidencia el rol de esta multinacional en la estrategia de los paramilitares de “disciplinar” a los trabajadores bananeros. HH lo reveló así en varias de sus versiones ante la justicia: (...) la misión que llevábamos era de ir de finca en finca haciendo presencia militar y charlas políticas con los empleados de las fincas, reiterándoles que estaba totalmente prohibido hacer paros, y la historia no miente, el último gran paro en el Urabá se dio a mediados del año 95, si no recuerdo mal duró apenas dos días, ya que nosotros lo hicimos levantar, pueden verificar del año 95 hacia atrás cuántos paros y qué tan largos los hacían parando la producción bananera y de mediados del año 95 al día de hoy cuántos paros se han realizado parando la producción bananera. (Fiscalía 5, 2008, 30 de septiembre) Como lo manifesté en esta misma diligencia, con nuestra llegada al Urabá se prohibieron los paros y también manifesté que yo personalmente realicé reuniones obligando a la gente a trabajar, sobre la relación de las empresas también dije que para ese entonces yo no era un mando importante por lo tanto esta relación la manejaba directamente los hermanos Castaño. (Fiscalía 5, 2008, 30 de septiembre) 341
(…) en mi versión de Justicia y Paz, el 24, 25 y 26 de septiembre, también me referí a reuniones que yo personalmente hice a principios del año 95, en este momento recuerdo dos fincas como son El Retorno y Los Bongos, donde yo reuní a los trabajadores y les manifesté que estaba totalmente prohibido realizar paros laborales, después el encargado de realizar estas reuniones era Albeiro Guisado, alías El Tigre, creo que es desmovilizado del Bloque Norte, quien era el encargado de hacer presencia en las fincas bananeras de parte de las autodefensas por orden mía. (Fiscalía 5, 2008, 30 de septiembre) La Fiscalía 68 agrega sobre la forma de imposición del control paramilitar violento contra los trabajadores bananeros, que incluía retenes, capturas, homicidios e intimidación y exigencias a través de reuniones forzadas. “Las víctimas cuentan que hacían retenes a la salida de las fincas y masacraban a las personas que salían de su turno de trabajo” (Carrillo, s.f.). En la finca Santa Mónica, Gilberto Zapata, que era el paramilitar que tenía mando en esa zona, realizó reuniones cada mes, ordenando a los trabajadores mejorar el rendimiento laboral y la disciplina. El paramilitar Jesús Albeiro Guisao Arias, El Tigre, indica cómo el control laboral por parte de los paramilitares fue realizado desde 1993. Según la Fiscalía 68 JESÚS ALBEIRO GUISAO ARIAS alias “El Tigre” manifiesta que perteneció a las autodefensas desde el año 1993 a 1996, en los bloques de Urabá y Bloque Norte, en el primero ocupó el cargo de comandante urbano hasta el 03 de abril de 1996. Durante el tiempo que estuvo en la región de URABÁ, que bajaron las huelgas cuando los paramilitares llegan, mantenían en las fincas. El Tigre era un mando medio en la estructura paramilitar el Bloque Bananero, responsable de un grupo urbano cuya capacidad de amedrentamiento es puesta de presente en los siguientes términos: Los perpetradores de estos actos asociaban erróneamente a los trabajadores bananeros con algún grupo armado o sindicato y los asesinaban en frente de sus familiares y amigos, lo que hizo que de 100 casas que había en el corregimiento de Zungo Embarcadero, se desocuparan aproximadamente 88, según cuentan sus habitantes. (Carrillo, s.f.) En una entrevista con la Revista Semana el exjefe paramilitar Hasbún planteó en igual sentido que la contrapartida por los pagos de los empresarios bananeros a las ACCU, luego AUC, era la de evitar los paros sindicales, dejando en claro implícitamente que lo lograban bajo amenaza de muerte: En esa época los sindicatos estaban muy fuertes y había mucha huelga. Lo que hacíamos, y era el compromiso, era obligar a los trabajadores a ir a trabajar a las
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plantaciones. El que desobedecía la orden y no iba a trabajar, ya sabía qué le pasaba. (2012d) El control de la vida laboral se tornó gradualmente en un control absoluto, para lo cual utilizaron diferentes mecanismos, en los que jugaron un papel central los propios empresarios bananeros a través de sus administradores en las fincas, que funcionaban como dueños. La Fiscalía 68 parafrasea lo planteado por HH, quien explica la manera como para el año 1995 se ejercía control de la vida laboral realizando homicidios de los que se consideraban apoyo de la guerrilla (se refiere a las FARC EP) o que estaban a favor de la actuación sindical legítima y legal, y afirma: “Acepta y cuenta que personalmente prohibió los paros de empleados, realizó reuniones en fincas bananeras obligando a los empleados a trabajar y cita como ejemplo de este hecho a las Fincas El Retorno y Los Bongos en el año 1995”. La lideresa social y de víctimas, Ludys Carmen Palencia, declaró dentro del mismo proceso que (…) uno andaba por esas fincas y allá encontraba uno a los PARAMILITARES trabajando como capataces, como coordinadores (sic) y también como obreros, todas las fincas bananeras tenían trabajadores integrantes de las AUC e incluso hasta los administradores de esas fincas eran puestos por los PARAMILITARES, para que ejercieran funciones de vigilancia y control. Recuerdo la finca MI TIERRA, la finca LOS BONGOS o ANTARES, SAN JORGE. Los que agrupan las fincas eran UNIBÁN, BANACOL, BANADEX QUE ES EL MISMO CHIQUITA BRANDS. (FGN, 2019, Proceso No. 1.007.839) Por su parte, Hasbún también precisó el mecanismo con que contaban los empresarios para “depurar” de trabajadores de izquierda y partidarios de la acción sindical, señalados como “guerrilleros”, de forma que, explica, procedían a matarlos: Entonces los que pasaban las listas no eran los empresarios, porque no iban a la zona, sino los administradores. (…) El administrador sabía quién era guerrillero o era colaborador y trabajaba en las fincas. Entonces nos daban las famosas listas para que paráramos los buses en retenes en la vía y con lista en mano el comandante del retén iba diciendo “me bajan a fulano y fulana” y mataban a tres o cuatro. Muchas veces dos fincas contrataban a un mismo bus para el personal, entonces en un solo bus había más de dos masacres. (Semana, 2012c) Subordinación pragmática de directivos de Sintrainagro a los paramilitares Como se desarrolló en capítulos anteriores, de 1992 a 1995 se había dado una etapa de construcción de fórmulas de concertación entre empresarios y el sindicato, dirigido de forma mayoritaria por simpatizantes de Esperanza. Las tensiones obrero patronales se habían reflejado en la realización de los diez paros laborales en 1993, cinco de 1994 y 49 en 1995. Este último año fue en el que se produjo la mayor crisis exportadora de banano y se habían presentado numerosos paros laborales. 343
Sin embargo, varias de las circunstancias condujeron a que a partir de 1995 se iniciara un periodo en que se produjo una subordinación de las dinámicas sindicales a las reglas establecidas por los paramilitares; reglas que favorecían plenamente a los empresarios bananeros. Dinámicas que pueden tener alguna relación con la crisis de exportación del banano, pero que están relacionadas, según testimonios conocidos, principalmente por el sometimiento de importantes dirigentes del sindicato a los paramilitares. Una persona que ejercía liderazgo político y social en Urabá, conocedora de Esperanza, Paz y Libertad, va más allá al calificar esas relaciones: “Desde 1994, la facción de Esperanza, Paz y Libertad que se alineó con los paramilitares, se tomó los comités obrero patronales, lo cual generó una subdivisión del sindicato: los que pensaban distinto, los mataban, lo paletizaban, se iba de cabuyita. Esto causó que muchos miembros de Esperanza, se fueron de la zona” (Entrevista, 2019, 5 diciembre). El control de Sintrainagro por parte de directivos que se subordinaron a los intereses de los paramilitares fue uno de o mecanismos que permitió y aseguró la consolidación paramilitar en el eje bananero. Sintrainagro, de la concertación con los empresarios a la subordinación a las reglas paramilitares de beneficio a las empresas bananeras Sintrainago, a pesar de duras dificultades vividas al final de los ochenta y los primeros años de los noventa, había jugado un rol fundamental en la vigencia legal de los derechos laborales en la región, la posibilidad del tratamiento y logro concertado de soluciones en los intensos conflictos laborales, y había aportado a la izquierda y a las propias insurgencias una experiencia valiosa de posiciones, argumentos y experiencias favorables hacia la solución política del conflicto y el logro de la paz. HH explica cómo el paramilitarismo recurrió al asesinato sistemático de sindicalistas comprometidos con la dinámica de lucha obrera reivindicativa, “depurando” con violencia a Sintrainagro para que quedara sometida al interés de las empresas bananeras. (…) sólo puedo decir que en el año 95 murieron más de 100 sindicalistas de SINTRAINAGRO, ya que todavía no terminado de confesar en Justicia y Paz los miembros del sindicato que murieron por orden mía o cometidos muchos por mí, en estos momentos no creo que se pueda poner de referencia a los actuales líderes del sindicato de la clase obrera del Urabá como SINTRAINAGRO, ya que el sindicato fue depurado entre el año 1995 y 1996 por las autodefensas bajo mi mando, y hoy en día sí hay una buena relación entre estos líderes sindicales y las empresas bananeras como resultado del trabajo militar que nosotros hicimos en los años 1995 y 1996. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre) Según el investigador social Andrés Suárez “el control de las acciones colectivas, movimientos sociales (incluido el sindicalismo), los dirigentes políticos y actores de poder local, fue parte de la estrategia generada por el paramilitarismo, en concomitancia con las fuerzas armadas del Estado” (Suárez, 2007). En la gráfica 11 se indicó el número anual de 344
homicidios contra afiliados a Sintrainagro, subdirectivas de Urabá, entre el 1 de enero de 1991 y el 16 de julio de 2003. Entre su surgimiento y el año 1996 sufrió la grave victimización derivada del enfrentamiento entre las FARC EP con la disidencia del EPL y los Comandos Populares. En el primer periodo, que se prolongó entre 1992 y 1995, la mayoría de los sindicalistas muertos eran filiales de Esperanza; aunque también esa violencia afectó a sindicalistas de la UP. Para finales de 1995 y en 1996, la mayoría de los dirigentes sindicales de Sintrainagro agredidos eran militantes o simpatizantes de la UP. La incursión de los paramilitares de la casa Castaño y la vinculación a ellos de parte importante de los Comandos Populares, cambiaron la ecuación de la guerra y con ella de la victimización, en este periodo la mayoría de los muertos eran cercanos a la UP, llevándolos al aniquilamiento. Sin embargo, también hubo muertos sindicalistas de Esperanza. La UP denunció el desplazamiento forzado de once directivos de Sintrainagro militantes suyos, calificando el hecho como la expresión de un plan de exterminio del paramilitarismo con compromiso de los empresarios bananeros, del gobierno nacional que no lo evitaba y de “fuerzas políticas interesadas”. Por ejemplo, según un directivo sindical de los siete que pertenecían a esa fuerza política, en la subdirectiva de Apartadó, cinco de ellos fueron asesinados y dos debieron desplazarse de la zona entre los años de 1995 y 1997 (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre). Desde el mes de junio de 1995 los directivos sindicales de la UP sobrevivientes terminaron víctimas de desplazamiento forzado en otros lugares del país o se exiliaron. “Los dos últimos que resistían las presiones en el municipio abandonaron el 15 de julio, después de ser víctimas de un intento de asesinato el día antes”. “La mayoría de asesinados en los últimos dos meses han tenido relación con el movimiento sindical o con la Unión Patriótica. Por eso pensamos que es un plan de exterminio apoyado por empresarios, otras fuerzas políticas y con la complicidad del Gobierno nacional, ya que no toma ninguna medida para evitarlo” (El Colombiano, 1996b). Tabla 18. Asesinatos de líderes sindicales de la zona de Urabá
Víctimas Luis Álvaro David Olivero Gustavo Alberto Gutiérrez López Jairo Alberto López Manco Elkin De Jesús Escobar Élmer Antonio Urquijo Beltrán Luis Antonio Espitia González Arcesio Gallego Dussan Misael Antonio Moreno Córdoba Rogelio Mosquera Palacios Ángel Humberto Zabala Bejarano
Sindicato Comité obrero finca planes 1 Miembro Sintrainagro –Finca Flores Negras Finca Agromar Miembro Sintrainagro –Finca Flores Negras Miembro Sintrainagro –Finca La Florida Miembro Sintrainagro Miembro Sintrainagro –Finca Las Margaritas Miembro Sintrainagro –Finca Las Margaritas Miembro Sintrainagro –Finca Banalinda Profesor miembro del sindicato ADIDA
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Dairo Pérez Negrete Elías García Díaz Gabriel Areiza Ortiz Gustavo Antonio Vargas Usuga Oswaldo Vergara Gómez Severo Mosquera Angulo
Miembro Sintrainagro Miembro Sintrainagro –Finca Alex Pía Había pertenecido a Sintrabanano Miembro Sintrainagro –Finca Teca Miembro Sintrainagro Miembro Sintrainagro
Fuente: elaboración propia (2020).
Como se planteó, entre 1995 y 1996 sobrevino el asesinato de dirigentes sindicales por las ACCU y en alguna medida por los Comandos Populares, lo cual llevó al desmantelamiento acelerado de la influencia de la UP en Sintrainagro. Esa situación, unida a la intervención en la vida laboral de los paramilitares con apoyo de quienes procedían de estos Comandos, tuvo efectos en la orientación de Sintrainagro. Sus directivos, ahora casi totalmente procedentes de Esperanza, terminaron aceptando las reglas impuestas por los paramilitares. El control del sindicato implicó que los paramilitares impusieran personas de su confianza en la dirección de los mecanismos de conexión entre las directivas sindicales y los trabajadores de las fincas: los Comités Obrero Patronales, que eran organismos integrados por dos representantes de los trabajadores y dos de la empresa, que resolvían los problemas en la vida laboral en las fincas bananeras. Directivos del sindicato cercanos a Esperanza se acomodaron a esta nueva situación. Paralela a la victimización por el paramilitarismo de la UP, Esperanza logró tomar en Sintrainagro el control total de sus subdirectivas en el Eje Bananero y casi total de su Directiva Nacional. Esto lo lograron a partir de nuevos administradores en las fincas antiguamente adscritas a Sintagro, lo que significaba nuevos trabajadores, y, en consecuencia, nuevos comités obrero patronales, dado que, con el nuevo administrador, este vinculaba nuevo personal, pues era el encargado de los temas laborales de la finca. (Entrevista, 2019, 7 de octubre) El que fuera comandante paramilitar del Bloque Bananero reconoció, años más tarde, en una entrevista a la Revista Semana, que existió un acuerdo para que sus hombres en armas hicieran presencia en las fincas bananeras, para mejorar el trabajo y evitar las huelgas. En consecuencia, por prohibición de los paramilitares, en cumplimiento a lo acordado con los empresarios, según lo manifiesta, mediante amenaza violenta se impidieron las huelgas desde 1995. El presidente nacional de Sintrainagro ha sostenido que los sindicatos mantuvieron su rol de representar a los intereses de los trabajadores bananeros hasta 1996 cuando la actividad sindical todavía expresaba tensiones obrero patronal, lo que se evidenció en el hecho de que, para enero de ese año, hubo una amenaza de huelga en la zona bananera en exigencia de incremento salarial de los obreros de 280 fincas bananeras. Sin embargo, después de ese año, la acción sindical terminó siendo funcional a los propósitos impuestos por el paramilitarismo.
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La siguiente gráfica del CINEP ilustra sobre el drástico descenso del registro de huelgas de sindicalistas bananeros en Urabá, a partir de 1995, hasta llegar a cero desde mediados de ese año. Es precisamente en 1995 coincidente con el ingreso de los paramilitares al eje bananero. Gráfica 15. Huelgas y asesinatos 1984-2009, sindicalistas bananeros
Fuente: tomado de Informe investigación incidencia de la violencia contra los trabajadores sindicalizados y evolución de su protesta. Centro de Investigación y Educación Popular/ Programa por la paz (2010).
Exdirectivos sindicales de Sintrainagro simpatizantes de la UP consideran que Sintrainagro hizo un viraje desfavorable a los intereses de los trabajadores; aseveran que una de las formas como se evidencia es el retroceso que empezó con el desmonte de los beneficios laborales de los trabajadores, derivados del control paramilitar sobre las fincas bananeras. Desde el análisis académico de Barbosa, el viraje en la orientación del sindicato llevó a la pérdida de condiciones laborales antes ganadas. Inmediatamente eso repercute en perjuicios para los trabajadores bananeros porque todas las prebendas que se había logrado en luchas contra los empresarios, que había permitido la calidad de vida medianamente buena, se perdieron. Porque estos sindicalistas la perdieron a cambio de dinero en efectivo para ellos, ganado, casas, carros. (Barbosa, 2015) Los paramilitares profundizan el control autoritario y violento de la vida laboral y social en Urabá. Se consolida la “Paz Armada” En desarrollo de los compromisos con sus aliados y aportantes, las estructuras paramilitares de las AUC en el eje bananero mantuvieron y profundizaron la defensa de los intereses bananeros bajo dos formatos de operación: i) El de la contrainsurgencia para, supuestamente, derrotar a las guerrillas a partir del ataque a los pobladores que pudieran pertenecer a ellas o apoyarlas de alguna manera. 347
ii)
El de eliminar a todas las expresiones de proyectos reformistas de cambios en lo político, social y económico y de mejora en las condiciones laborales de los trabajadores, o que impulsaran propuestas desde la izquierda política.
El control ejercido por los paramilitares en el eje bananero se dio ya no sólo finca por finca, sino trabajador por trabajador. Para ello organizaron, con el apoyo de información brindada por los empresarios, un listado de los trabajadores y los calificaron de acuerdo a su rendimiento laboral y a su orientación política. La Fiscalía 68 plantea que: el ex comandante RAÚL HASBÚN afirmó que activó un programa denominado “trabajadores bananeros”, en el que medía la capacidad de un trabajador, y así rotular a cualquier campesino, según fuera el caso, como guerrillero o ladrón o como buen o mal trabajador. (…) este programa contaba con la participación de los empresarios, pues eran ellos quienes proporcionaban la información para alimentar los registros e igualmente tenían acceso al consolidado final. Era un programa virtual. HASBÚN: Nosotros mandábamos a un muchacho a donde los empresarios para que sacaran la información y la centralizábamos en la oficina de aquí en Medellín y de ahí salía y alimentaba a los demás empresarios con copia del programa y actualizado, yo lo mantenía mensualmente, usted quería buscar un trabajador y aparecía por nombre, por cédula y lo buscábamos, si había salido de esta finca a la otra o dónde estaba trabajando, conociendo su historial laboral, todo lo manejábamos a través de ese programa (…). (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Los paramilitares establecieron un control de las fincas bananeras, colocando a integrantes en puestos de vigilancia y control en las fincas. Esas personas eran parte de la nómina de la empresa y hacían presencia física en las labores propias del cultivo de banano, lo cual sucedió desde la época de los Comandos Populares (Entrevista, 2019, 7 de octubre). b. Red de control social de la vida cotidiana, control de las Juntas de Acción Comunal La estrategia paramilitar no se sintió satisfecha con el control de la vida laboral, también diseñó y aplicó con resultados favorables a su innoble causa, una estrategia para lograr el control de la vida social en las zonas rurales y las comunidades urbanas. Llegaron a barrios y empiezan con una cosa, tomar las juntas de acción comunal y no solamente los barrios, en las veredas también, lo primero que hacían era tomar las juntas de acciones comunales y luego claro era mucho más fácil. Matándolos o amenazándolos y algunos líderes como ya conocían de la violencia y de la forma tan sanguinaria de matarlos no ponían ningún tipo de resistencia. Entregaban todo o terminaban trabajando para ellos. (Barbosa, 2014) La consolidación paramilitar estuvo aparejada con “el control de orden público por fuera del perímetro urbano, en la presencia pública y permanente de sus miembros, en la vigilancia de carreteras para la salida de productos agrícolas y del ganado” (CINEP, 1995).
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El reto principal del paramilitarismo en el Eje Bananero fue saber cómo incursionar en una zona que, a diferencia del norte, contaba con una fuerte organización social y política. El modus operandi era el mismo en todo el eje bananero. Sin embargo, operaban un poco diferente en las zonas rurales donde despojaban. La violencia contra las comunidades, la búsqueda de eliminar los liderazgos sociales y el uso de exguerrilleros, tuvo como objetivo romper la confianza y con ello el tejido y la organización social (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). En el eje bananero fue clave el papel de exguerrilleros en las filas de las ACCU. Romper las confianzas para que nadie confiara en nadie. Y ellas pudieran entrar a dominar. La ruptura de las confianzas en las comunidades fue lo que más control le dio a los paramilitares (Barbosa, 2015). En 1994 comenzaron a apoderarse primero de las juntas de acción comunal en la zona de Tulapas, área donde luego las comunidades fueron desplazadas y por completo despojadas (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). El particular ataque a las juntas de acción comunal, la violencia contra sus líderes y el interés por tenerlos bajo su control, muestran una característica en la incursión paramilitar en el eje bananero (Barbosa, 2015). Controlaban todas las Juntas de Acción Comunal de esta zona: Nueva Colonia, Coquitos, La Teca, Calle Larga, Puerto Boy. Zona que a su vez era una ruta narcotraficante (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). En 2000, cuando los paramilitares habían consolidado poder en Urabá, El Alemán, comandante del Bloque Élmer Cárdenas, envió una delegación a la finca de los Castaño en Córdoba a una reunión con aliados políticos y sociales que dio lugar a crear un movimiento inicialmente llamado Clamor Campesino Caribe (Verdad Abierta, 2011b). El Bloque Élmer Cárdenas creó entonces en paralelo en Urabá el Poder Popular Campesino, que tuvo apoyo de paramilitares preparados en una escuela en Necoclí para actuar como Promotores de Desarrollo Social (PDS). Con ellos, el Bloque Élmer Cárdenas buscó incursionar en la actividad política regional y consolidar una base social para el efecto. En una versión libre ante fiscales de la Unidad de Justicia y Paz El Alemán explicó la conformación del Poder Popular Campesino: Muchachos que habían sido heridos en combate. Ellos desarrollaron trabajo comunitario y tenían una formación mínima en cooperativismo, conocían cómo formar una junta de acción comunal, cómo se podría hacer una veeduría ciudadana, empoderando entonces a los presidentes de acción comunal y dándoles vida jurídica. (Verdad Abierta, 2011b) El entrenamiento fue bastante completo, según las versiones de una persona desmovilizada: “ingresaron a unas jornadas de capacitación donde se veía temas como leyes comunales de creación de Juntas de Acción Comunal, todo el tema de participación ciudadana, trabajo social” (Verdad Abierta, 2011b).
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Con el Bloque Élmer Cárdenas El Alemán logró incidir con eficacia en “la parte políticasocial, concejales, alcaldes y presidentes de juntas de acción comunal” (Verdad Abierta, 2011b), además de crear nuevas Juntas de Acción Comunal. Entre 2000 y 2001 el encargado de los PDS fue Catalino Segura Moreno, Nando Palacios, y su segundo John Fredy Pérez Londoño, quienes estaban al frente de diez personas. Posteriormente, y hasta la desmovilización, esta labor la asumió Humberto León Atehortúa Salinas, Juan Diego, a cargo de un grupo de 20 personas, pero luego organizó cuatro grupos zonales de entre ocho y doce personas con los liderazgos de Carlos Javier Nieves Pérez, Médico Mendoza, en Necoclí y parte de Turbo; José Luis Arrieta Sánchez, Mauricio, en Acandí, Unguía y Riosucio; Horacio Restrepo Rentería, Hildebrando, en Mutatá; y Daniel Enrique Martínez Carballo, Ramón, en Arboletes, San Juan de Urabá y los municipios cordobeses. Figura 12. Bloque Élmer Cárdenas
Fuente: elaboración propia con base en Justicia y Paz (2020).
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c. Control paramilitar del Estado en lo local: alcaldías y concejos municipales de Urabá La alianza “pacificadora” liderada por el paramilitarismo también se expresó a nivel del control de autoridades político administrativas municipales en la zona del eje bananero. Como ya se planteó Esperanza, Paz y Libertad había tenido fracturas entre distintos sectores. 1. Un sector mayoritario mantenía un tipo de acuerdo tácito, calificado por algunos analistas como acomodo político “de sobrevivencia” en la región, pero buscando preservar la independencia. 2. Otro, se alejó del proyecto por la problemática vivida y progresivamente se vinculó al Partido Liberal y a otras vertientes políticas. 3. Otro se marginó y se alinderó con la izquierda para confluir luego en el Polo Democrático. 4. Y otro hizo parte del acuerdo político regional promovido por el paramilitarismo. Para las elecciones locales de 1998 Sintrainagro definió a líderes sindicales como precandidatos para negociar al interior de los que habían sido integrantes de Esperanza, Paz y Libertad una representación unificada en todos los municipios, ganando algunas de las alcaldías (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). No logró un acuerdo entre las varias vertientes; sin embargo, en aquellas elecciones fueron elegidos en los municipios del eje bananero, siete concejales60 (Celis, 2004) procedentes del sindicato. Además, el alcalde elegido para gobernar a Carepa era hasta antes de la campaña electoral el presidente de la subdirectiva del sindicato en dicho municipio (Celis, 2004). Para las elecciones locales de 2000 aumentó el número de concejales procedentes del sindicato de la antigua corriente de Esperanza: dos en Turbo, tres en Apartadó, dos en Carepa y dos en Chigorodó, para un total de nueve concejales. Pero no se obtuvo la alcaldía de Carepa por escasos 129 votos, debido a la división del apoyo de la militancia procedente de Esperanza, Paz y Libertad en dos candidatos, de un lado William Ortiz presidente de la subdirectiva de Carepa y con el apoyo mayoritario de Esperanza, y de otro el vencedor en las elecciones, Domingo Guzmán, que además contaba con el apoyo y el aval de un sector del Partido Liberal. Pese a la derrota, en Carepa el sindicato decidió apoyar la gestión del alcalde. Tras las dos experiencias electorales y de gestión Sintrainagro estimó que su aporte al caudal electoral era de unos 8.000 votos, pero el dato es difícil de constatar, porque sumados los votos de los candidatos presentados por los ex Esperanzados a los concejos municipales en los cuatro municipios del eje bananero en las elecciones del 29 de octubre de 2000, sólo ascendieron a 6.04661 (Celis, 2004), en tanto que los votos obtenidos por los candidatos de este movimiento a las alcaldías de los mismos municipios sumaron 15.630 (Celis, 2004)62. 60
La distribución por municipio de los siete concejales es la siguiente: dos de Turbo, en un cconcejo conformado por diecisiete representantes; tres en Apartadó y uno en Chigorodó en corporaciones de quince miembros; y uno en Carepa de trece curules existentes. 61 Según datos suministrados por la Registraduría Nacional del Estado Civil, los candidatos a concejos por Esperanza, Paz y Libertad en los cuatro municipios del eje bananero que participan con el aval del Movimiento Convergencia Ciudadana, obtuvieron los siguientes votos el 29 de octubre de 2000: Turbo: 1.524 votos para tres candidatos, todos elegidos; Apartadó: 2.848 votos para cinco candidatos, todos elegidos; Carepa: 991 votos para cuatro candidatos, todos elegidos, y Chigorodó: 683 votos para dos candidatos, todos elegidos. 62 Los datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil de los candidatos a alcaldías por Esperanza, Paz y Libertad en el eje bananero el 29 de octubre de 2000 fueron: en Turbo, Aníbal Palacio, que procede de Esperanza, Paz y Libertad, pero además tuvo apoyo de sectores liberales y cristianos, obtuvo 7.256 votos (31,79% del total de votos), y quedó elegido. Apartadó: Mario Agudelo, con el apoyo fundamentalmente de Esperanza, Paz y Libertad consiguió 5.432 votos (32,5%), y fue elegido. En Carepa, William Ortiz, dirigente de
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Estas cifras nos muestran cuán complejo es el comportamiento electoral de los trabajadores bananeros, pues aun aceptando los estimativos de 8.000 sindicalistas que votaban por candidatos de esa vertiente política, no se sabía cuál era el comportamiento ante las urnas de los otros 4.500 afiliados a la organización laboral en la zona (Celis, 2004). “Por un Urabá Grande”, el proyecto político paramilitar Fue en parte por el trabajo de los denominados Promotores de Desarrollo Social que el Bloque Élmer Cárdenas pudo captar la atención política en la región. Las juntas de acción comunal se convirtieron en incubadoras de políticos, con el aval y en complicidad con esta estructura paramilitar. Las juntas también fueron utilizadas como reservas de peso electoral. Con las elecciones de 2001, según El Alemán “se inicia en cada uno de los corregimientos de los municipios de Urabá y Córdoba la realización de asambleas con el fin de escoger según el consenso electoral los candidatos por corregimiento al concejo municipal” (Verdad Abierta, 2012a). Revelando el contenido “poco democrático” del proceso tutelado por los paramilitares, El Alemán explicó cómo se escogían los candidatos para alcaldías: “por cada municipio de Urabá y Córdoba la idea era tener dos candidatos. Un candidato de preferencia afín a las ideologías de las AUC, y un candidato de poco peso político que pudiéramos poner en la contienda” (Verdad Abierta, 2011b). Un expromotor social le dijo a la Fiscalía que “desde el año 2001 en adelante todos los procesos de elección de concejales y alcaldías fueron de la mano con aval y apoyo del comandante El Alemán” (Verdad Abierta, 2011b). En las versiones libres de Justicia y Paz han surgido acusaciones contra políticos que concretaron acuerdos con el Bloque Élmer Cárdenas para recibir apoyo electoral, logístico y financiación para sus campañas. Por tal motivo la Fiscalía dictó medidas de aseguramiento en 2010 contra por lo menos 25 dirigentes políticos de Urabá, incluyendo alcaldes, concejales, diputados, exfuncionarios de gobiernos locales y periodistas (Verdad Abierta, 2011b). Todos ellos acusados de pactar acuerdos con este bloque paramilitar como parte de la alianza política llamada “Por un Urabá Grande, Unida y en Paz”. Documentos de la Fiscalía señalan que esta organización ilegal también tuvo proyectos paralelos en el Chocó y Córdoba, llamados respectivamente el “Proyecto Político del Darién Chocoano” y el “Proyecto Marizco” (Margen Izquierda de Córdoba). El Alemán explicó que delegó a Jorge Pinzón, un fallido aspirante a la Asamblea de Antioquia, para coordinar los proyectos políticos. El movimiento del “Urabá Grande”, según la aclaración de un paramilitar desmovilizado, fue financiado por un 70 % por el Bloque Élmer Cárdenas y el otro 30% por las alcaldías (Verdad Abierta, 2011b). Con sus aliados políticos articulados en diversos cargos públicos de elección popular, el Bloque Élmer Cárdenas se aprovechó tanto de los proyectos productivos como de las finanzas públicas de los municipios bajo su control. Como declaró un desmovilizado: Sintrainagro, recibió 2.258 votos (24,53%), que no fueron suficientes para ser elegido alcalde de Carepa. En Chigorodó, la Registraduría sólo nos suministró los datos para concejo, que por Esperanza, Paz y Libertad fueron 683 votos.
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En el norte de Urabá teníamos relación con todos los concejales de los municipios del norte, con absolutamente todos, se reunían con el comandante alemán o los PDS para gestionar un proyecto, o para evaluar la gestión de proyectos presentados ante el Concejo Municipal. (Verdad Abierta, 2011b) Las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales usadas en la arquitectura paramilitar, Asocomun: ONG de los paras Para garantizar el dominio social, económico y político, las AUC conformaron organizaciones sociales, no gubernamentales y cooperativas de trabajo asociado, a las que integraron a personas que tenían relaciones activas o pasivas con el paramilitarismo, entre campesinos, víctimas y familiares de los paramilitares (Posada, 2011, en Moncada Carvajal p. 111). Entre esas asociaciones se destacan, además de la Asociación Comunitaria de Urabá y Córdoba (Asocomun), Construpaz, Asdesur y varias cooperativas de trabajo asociado. La estrategia incluía el repoblamiento de los territorios con personas de su confianza, ocupando fincas despojadas o abandonadas como consecuencia de la violencia y el desplazamiento forzado, y la organización de proyectos productivos en las tierras que les habían sido arrebatadas a indígenas, afrocolombianos y campesinos. La estrategia buscaba dar “(…) continuidad a las líneas de mando de la estructura paramilitar (antes y después de la desmovilización); mantienen la clientela política a favor de los políticos que favorezcan sus intereses; acceden a recursos financieros de origen público y privado para desarrollar actividades productivas que, de paso, permiten a parte de la población vinculada a estas organizaciones encontrar una oportunidad para su sustento” (Posada, 2011, en Moncada Carvajal p. 111). El dominio político, económico y social del Bloque Élmer Cárdenas se logró a través de la Asociación Comunitaria de Urabá y Córdoba (Asocomun), una organización no gubernamental creada el 16 de febrero de 2002 por John Jairo Rendón Herrera, Germán Monsalve, y hermano de El Alemán (Verdad Abierta, 2011b). De acuerdo con sus estatutos, Asocomun pretendía convertirse en un actor central del “desarrollo integral sostenible de las comunidades asociadas, mediante la participación, concertación y gestión en proyectos sociales, económicos, educativos, de salud y ambientales” (Verdad Abierta, 2011b). Para lograr ese propósito buscó “canalizar recursos del sector público y privado, a través de proyectos y programas que mejoren la calidad de vida de los asociados de Asocomun, buscando financiación de entidades competentes de carácter nacional e internacional” (Verdad Abierta, 2011b). Se creó entonces el proyecto Tulapa Horizonte de Esperanza, con la participación de por lo menos 72 comunidades de la zona de influencia de Asocomun, logrando que esta iniciativa fuera inscrita en el programa Familias Guardabosques, dentro del Proyecto de Desarrollo Alternativo de la Presidencia de la República (Verdad Abierta, 2011b). 353
Con el respaldo armado, Asocomun consiguió tan alto nivel de institucionalidad que consiguió apoyos de las alcaldías de Necoclí y Turbo, así como de la Consejería para la Acción Social de la Presidencia de la República, la Corporación Ambiental del Urabá (CorpoUrabá), el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), la Gobernación de Antioquia, la Universidad Autónoma de Manizales y varias empresas de la región, así como cooperación de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) (Verdad Abierta, 2011b). La sentencia dictada por la Corte Suprema de Justicia contra el exsenador Ramón Antonio Valencia Duque por la denominada “parapolítica” (relación entre paramilitares y políticos), incluyó datos importantes sobre la trayectoria de los proyectos agroindustriales del Urabá. La Corte determinó que “la iniciativa de incorporar a las comunidades de Urabá en el componente social del Programa Familias Guardabosques para la erradicación de cultivos ilícitos fue de Asocomún, con el liderazgo de ‘Germán Monsalve’ desde el año 2002” (Verdad Abierta, 2011b). La decisión de la Corte también dejó en claro que Valencia Duque cumplió un papel fundamental en la realización del proyecto agroindustrial. La sentencia rastreó la trayectoria de un pacto donde El Alemán ofrecía apoyo político, logístico y financiero a las campañas del municipio de Valencia (Verdad Abierta, 2011b). Los programas contra cultivos ilícitos implementados por el gobierno colombiano en el Urabá sirvieron para beneficiar a los miembros de las AUC, que lograron a través de estos legalizar miles de hectáreas de tierra robadas a pequeños campesinos, indígenas y afrocolombianos. El Programa Familias Guardabosques en el Urabá se está desarrollando en tierras que fueron conseguidas a sangre y fuego. Tras muchos de los Proyectos Productivos de la región igualmente se encuentran los intereses del paramilitarismo (Tenthoff, 2008). Conflicto se desplaza hacia la Serranía de Abibe, Nudo de Paramillo, Urabá chocoano y bajo Atrato Logrado el copamiento y control total del eje bananero, los paramilitares dirigieron su estrategia hacia la Serranía de Abibe, el Nudo de Paramillo y zonas de Chocó. Con ello buscaron crear un anillo de seguridad sobre el eje bananero, fracturando las posibilidades que las FARC EP pudieran conectarse con la zona en que se producía el banano, desde sus bases en la zona montañosa y en la zona selvática, en donde esa guerrilla tenía sus bases principales. Por ello, el conflicto se trasladó hacia esas zonas contiguas al eje bananero. a. Las FARC EP intentaron sin éxito retomar la iniciativa militar en Urabá En 1997 las FARC EP realizaron un pleno ampliado en los llanos del Yarí, donde decidieron crear un bloque móvil para recuperar el control de Urabá. Estuvo integrado por 500 combatientes, procedentes de distintos frentes del país. Fue designado comandante Jacobo Arango, conocido como Manteco o Isaías Trujillo. Esta operación denominada “Reconquista de Urabá” inició con una avanzada de 200 combatientes, pronto incrementada por otro contingente de 250 efectivos.
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Primero se registró una intensa ofensiva de los paramilitares en un contexto de despliegue de FFMM a su favor, entre 1995 y 1997, y después las FARC EP produjeron una contraofensiva desde 1998, que intensificó la confrontación. Algunas versiones afirman que en 1997 Iván Márquez asumió la comandancia del Bloque José María Córdoba, al cual estaban adscritas las estructuras de Urabá, con la idea de corregir en esta región limitaciones y errores que habría tenido el histórico comandante del Frente 5 Efraín Guzmán. De otra parte, según versión de un desmovilizado individual de las FARC EP, Guzmán había malinterpretado la orden del Secretariado de pasar a la fase operacional para sacar a un alto número de guerrilleros de Urabá hacia otros lugares, incluida Medellín. Márquez recompuso la línea militar y se enfrentó a las ACCU. Las acciones se concentraron en recuperar posiciones estratégicas en los siguientes corredores, que permitían la entrada a Urabá, el avance al Nudo de Paramillo y la incursión en Atrato: Chigorodó, Serranía de Abibe, Mutatá (carretera al mar); Cañón de La Llorona, Mutatá; río Jiguamiandó, Puerto Lleras, Pavarandó, Las Malvinas, Pavarandocito. “Incluso llegamos a la finca madre de los Castaño en Juan José y El Diamante” (Verdad Abierta, 2012b), dijo la persona desmovilizada de las FARC EP. Mapa 26. FARC - Frente 58
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Fuente: tomado de Físcalía General de la Nación, Unidad Subversión – Justicia y Paz.
En el caso de Urabá las disputas de los paramilitares con las FARC EP se concentraron hacia el sur y en zona limítrofe con Chocó, y se proyectaron hacia el Nudo de Paramillo desde las partes bajas de los ríos Sinú y San Jorge. Para comienzos de 1997, las ACCU habían extendido su presencia de manera importante a los municipios de Ituango, Dabeiba, Frontino, Toledo, Cañasgordas y Uramita y empezaron una dinámica de expansión hacia el Nudo de Paramillo que, según la versión gubernamental se tradujo en asesinatos, masacres y desplazamientos que a pesar del enorme subregistro que hay para los municipios estudiados, alcanzan a reflejarse en las estadísticas (Vicepresidencia de la República de Colombia, 2002). Durante este período, tanto las FARC como las ACCU dirimieron la disputa a través de la muerte y castigo a la población civil o fuera de combate, considerada en cada caso apoyo de la contraparte. Las ACCU lograron de esta manera el control de todas las cabeceras municipales de la zona y desde ahí adelantaron operativos armados hacia zonas rurales. De manera paralela, se generó un aumento de la confrontación entre las FARC EP y el Ejército, en especial en el Cañón de la Llorona, en la región del Urabá. Al buscar retomar la iniciativa militar, las FARC EP extendieron su dominio sobre los municipios de la subregión occidente de Antioquia: Cañasgordas, Dabeiba, Frontino, Toledo y Uramita. Mientras la guerra con los paramilitares la empezaron a librar en el sur los frentes 34, 57 y 58, mientras el Frente 5 se vio obligado a replegarse Serranía de Abibe adentro (Verdad Abierta, 2012). Mapa 27. FARC - Frente 5
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Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación – Unidad de Subversión Justicia y Paz
En enero de 1997 las FARC EP atacaron a los grupos paramilitares en Riosucio, Chocó. En febrero lanzaron un ataque contra el Ejército que respondió con la Operación Génesis. “El último coletazo de la guerrilla de las FARC en el eje bananero, antes de su repliegue final en la Serranía de Abibe, fue un hecho simbólicamente relevante: el carro bomba del Hotel Pescador el 28 de febrero de 1997”. La relevancia simbólica del hecho tiene dos caras: a) El Hotel Pescador se había convertido en el lugar de residencia de la dirigencia política de Esperanza, Paz y Libertad luego del despliegue ofensivo de las FARC. Para ese momento ya se había consumado el exterminio de la Unión Patriótica y el Partido Comunista, en Urabá. El atentado significó una retaliación contra los adversarios políticos. b) “la aniquilación total de la dirigencia política del movimiento Esperanza, Paz y Libertad recordaba que el conflicto original detrás de la guerra de exterminio recíproco derivaba de las identidades políticas opuestas surgidas de las subculturas políticas diferenciadas entre la guerrilla de las FARC y la antigua guerrilla del EPL”. (Suárez, 2007, p. 175) Con posterioridad, en abril de 1997 las FARC EP realizaron atentados contra Mario Agudelo63 y contra Teodoro Díaz, antiguos dirigentes de Esperanza, Paz y Libertad, mediante el envío de paquetes bomba, uno de los cuales acabó con la vida del hijo del diputado Agudelo. Este hecho alertó sobre otro paquete enviado días después a Teodoro Díaz (Suárez, 2007, p. 175), quien se abstuvo de abrirlo y lo entregó a las autoridades con el fin de desactivarlo de una manera controlada. A finales de abril, Luis Campo Núñez ―hermano de Nelson Campo Núñez― fue asesinado en una finca de Apartadó. Pese a que las Farc querían volver al eje bananero, no lograron recuperar su presencia allí. En 1998 el nuevo escenario de la guerra se trasladó a la Serranía de Abibe y al Nudo de Paramillo. b. Confrontación en la Serranía de Abibe y el Nudo de Paramillo La consolidación de los paramilitares en el eje bananero y Riosucio los llevó a expandir su accionar a las zonas del Gran Urabá, a la parte montañosa del departamento de Córdoba y al Nudo de Paramillo, en el norte de Antioquia. Las ACCU, parte integral de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, a través de sus Bloques Metro, Norte (Córdoba), Élmer Cárdenas (Antioquia) y el cuerpo de seguridad de la dirigencia en jurisdicción de Córdoba en los municipios de Tierralta, Puerto Libertador, Montelíbano y Valencia, fueron el eje principal del accionar. El dispositivo de los paramilitares en Urabá, Córdoba y la región del Paramillo
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A mediados de abril de 1995 detonó un artefacto explosivo en inmediaciones del Comando de la Policía de Apartadó, hirió de gravedad a los clientes de un establecimiento nocturno mientras disfrutaban de un partido de la Copa Libertadores. A finales de abril en el Parque La Martina, lanzaron una granada de fragmentación en una taberna donde estaban varias personas, entre ellas, Mario Agudelo Vásquez ─ contra quien iba dirigido el atentado─. El diputado a la Asamblea de Antioquia sufrió heridas leves y las otras personas quedaron heridas.
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es sin duda el más importante en el país, tanto en número de efectivos (cerca de ochocientas personas), como en capacidad de choque. La presencia de las AUC era más fuerte en la zona plana de los municipios de Córdoba. En 1997 contaban con bases, grupos de choque y redes de información, y hacían presencia por medio de grupos de control cuyos integrantes estaban vestidos de civil. En la zona montañosa del Parque de Paramillo en Antioquia estos grupos actúan a partir de bases establecidas en Briceño, Toledo, Cañasgordas, Frontino, San Andrés de Cuerquia, y con una retaguardia importante en Sopetrán y Santa Fe de Antioquia, entre otros. Así pues, las FARC EP que estaban a la defensiva en Urabá, en 1997 se replegaron del eje bananero, hacia Dabeiba, Riosucio y la parte alta de Acandí, así como hacia Ituango (en el norte de Antioquia). Mapa 28. Las autodefensas y las guerrillas en el Nudo de Paramillo y su entorno
Fuente: tomado de DANE, Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, Vicepresidencia de la República.
Ya por fuera del eje bananero, las FARC EP, con una operación de gran magnitud ejecutada a lo largo de 1998 y 1999, disputaron el control de dos zonas: la primera, el flanco occidental de la Serranía de Abibe y sus zonas cercanas; la segunda, las zonas aledañas al río Atrato y 358
al Golfo de Urabá. En desarrollo de esa operación, a comienzos de 1998 realizaron una incursión en la vereda Bata, Tierralta (Córdoba). En una segunda gran incursión tomaron la zona de La Secreta, retaguardia de las ACCU. En 1998, sin embargo, la Brigada XVII desmanteló la principal base de operaciones de las FARC EP en ese momento, ubicada en Villa Arteaga, Mutatá (Verdad Abierta, 2012b). A pesar de este plan de incursión las FARC EP no lograron cambiar la balanza de la guerra en la región; estaban disminuidas en Urabá y concentradas hacia el Cañón de La Llorona, sur de Córdoba y Atrato y las condiciones del control militar oficial y de los paramilitares en Urabá, se habían consolidado (Aranguren, 2001). Esta campaña de las FARC EP contra los paramilitares propició casi los únicos escenarios de combates militares de guerra que tuvieron que asumir los paramilitares más allá de sus campañas de “guerra sucia” contra pobladores locales en zonas militarizadas por tropas oficiales (Barbosa, 2015). En mayo de 1998 los paramilitares atacaron al Comando Conjunto de Occidente de la FARC EP en Frontino, pero la guerrilla repelió el ataque. En noviembre las FARC EP atacaron la base paramilitar en La Secreta, causaron numerosas bajas y los obligaron a replegarse hacia Belén de Bajirá. Como retaliación, los paramilitares realizaron una masacre contra la comunidad de San José de Apartadó, a pesar de que esta comunidad se había declarado “Comunidad de Paz”, proclamando que no apoyaba ni aceptaba la presencia de ningún actor armado en su territorio. Las FARC EP también golpearon a las FFMM. En agosto de ese año en Pavarandó, Mutatá (Antioquia), sus frentes 5, 18 y 34 sostuvieron combates contra el Ejército. Murieron cuatro militares, resultaron heridos 20 y 9 fueron retenidos en combate. En el mismo mes en Tamborales, corregimiento de Puerto Lleras, Riosucio (Chocó), realizaron otro ataque de gran dimensión contra tropas del Ejército, con integrantes de sus frentes 5, 34 y 57. Murieron 42 militares, heridos 24 y 21 fueron retenidos. La ocurrencia de homicidios fuera de combate y los desplazamientos ocurridos en 1998 hicieron parte de una contraofensiva de las FARC EP contra las bases y supuestas redes de apoyo de las ACCU. Los frentes 5 y 18 centraron su accionar en Tierralta y Puerto Libertador, destaca la incursión de diciembre de 1998, aprovechando la declaración por parte de las AUC de una tregua unilateral durante la época de navidad, las FARC atacaron en la vereda El Diamante a la Base de Tolová, cuartel principal de Carlos Castaño (Vicepresidencia de la República de Colombia, 2002). Como consecuencia se produjo un éxodo campesino hacia la cabecera de Tierralta (Córdoba). La retaliación a la incursión guerrillera, se realizó en enero de 1999, las ACCU asesinaron a 130 personas por tener supuestos vínculos con la subversión (Verdad Abierta, 2008e). El poder de las ACCU se debilitó en la zona rural y las FARC EP lograron el control sobre los corredores de acceso al piedemonte cordobés en Juan José, La Rica y Puerto López, en los municipios de Puerto Libertador y Montelíbano, en donde libraron combates tanto con el Ejército como con las ACCU. De manera paralela, las ACCU aumentaron su control sobre
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los municipios de Toledo, Cañasgordas, Giraldo, Ituango y Buriticá, estableciendo bases y grupos de choque e intensificando la confrontación armada. El 8 de enero de 1999 paramilitares del Bloque Bananero llegaron al casco urbano del municipio de Apartadó y entraron de manera forzada a casas en los barrios La Chinita y Policarpa, cerca de las tres de la mañana (CINEP, 2004). Después de interrogarlos, mataron a ocho personas (Rutas del Conflicto, s.f. h). Luego en el municipio de Chigorodó un grupo de paramilitares del Bloque Bananero asesinó de varios disparos de pistola a cuatro habitantes del municipio que se encontraban en vía pública del casco urbano (Rutas del Conflicto, s.f. g). Posteriormente, en los municipios de Carepa y Turbo, varios habitantes de la región fueron sorprendidos también en la vía pública por hombres armados que se movilizaban en motocicletas (El Espectador, 1999+). La ofensiva no paró ahí y en el municipio de Dabeiba, la puerta de entrada a la zona bananera, los habitantes denunciaron el paso de un comando armado, quien fue a buscar su víctima hasta la casa. Mientras tanto, en el occidente, en el corredor vial que comunica con la zona bananera, los paramilitares asesinaron a otras diez personas (El Espectador, 1999+). Todo esto sucedió el 8 de enero de 1999, apenas 24 horas después de que en San Vicente del Caguán se instalara la mesa de diálogo entre el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC EP, el paramilitarismo perpetró numerosos hechos evidenciando su poder (El Espectador, 1999+). Mapa 29. Ubicación de actores en la zona 1988
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Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación.
A partir de 1999 las AUC trataron de expandirse, recuperar el terreno temporalmente perdido y consolidar su dominio en la extensa zona rural, abrupta y de difícil accesibilidad del Parque Nacional de Paramillo y las zonas perimetrales. Así, establecieron bases en las afueras del municipio de Ituango y en el corregimiento de Santa Rita de Ituango, en el mismo municipio; en La Caucana y en el Cañón de las Iglesias, en el municipio de Tarazá; en Batata y Saiza, en el municipio de Tierralta, así como en Juan José y La Rica en el municipio de Puerto Libertador y en Versalles, en el municipio de Montelíbano. Desde allí empezaron a establecer controles y a realizar incursiones que implicaron confrontaciones directas con las FARC EP. Las AUC, igualmente, establecieron retenes en las afueras de los municipios de Peque y Dabeiba, y realizaron incursiones a zonas rurales logrando una presencia permanente en Balsillas (Dabeiba) y en San José de Urama. Ejercieron amplio control sobre el eje BuriticáCañasgordas-Giraldo-Urama, con presencia en los cascos urbanos y la zona rural. Esta estrategia se complementó con continuas incursiones en Frontino. En marzo de 1999 los frentes 5, 47 y 58 de las FARC EP atacaron a una patrulla militar en el Cañón de La Llorona, Mutatá (Antioquia). Murieron 7 soldados y 18 resultaron heridos. Las FARC EP consiguieron controlar el difícil Cañón de La Llorona entre Dabeiba y Mutatá, y arrasaron la base de la Infantería de Marina en Juradó. Según un testigo, de esta base militar sustrajeron 132 fusiles M-16 A2 (Verdad Abierta, 2012b; El Tiempo, 1999).
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La presión de las FARC EP hizo que los paramilitares, con asiento en Dabeiba, se replegaran en dirección a Uramita. El 21 mayo de 1999 el grupo paramilitar fue emboscado por las FARC EP en El Puente de Urama, en Dabeiba, y allí murió Javier Rojas, comandante de la agrupación. Dabeiba se convirtió en un punto de frontera de la guerra debido a su geografía, en especial el Cañón de La Llorona. Ese mismo año, las FARC EP protagonizaron “la batalla del Nudo de Paramillo”, con una serie de intensos combates que enfrentaron a las AUC y tropas del Ejército Nacional con guerrilleros de cuatro frentes de las FARC EP: el 5, 18, 35 y 37, con movilidad desde el norte del Chocó y Antioquia, hasta los departamentos de Córdoba y Bolívar y uno del ELN, entre los corregimientos de Juan José y Tierradentro, Córdoba, entre el 19 y el 23 de junio de 1999. No obstante,el desarrollo de esta fuerte campaña militar de las FARC EP contra el Ejército y que obligó a contingentes de las AUC a asumir hostilidades de guerra en la periferia de Urabá, o de lo que algunos denominan como el Gran Urabá, no consiguieron extender su ofensiva hacia retomar control territorial en el eje bananero. Esto a pesar de tomar lugares de concentración paramilitar en 1999, como la base de las ACCU-AUC, La Secreta, que buscó golpear su retaguardia. El ataque contra esa posición, según versiones, ocasionó unas 80 bajas a los paramilitares, y la guerrilla se apoderó de la zona, pero ante la contraofensiva del Ejército tuvo que retroceder de nuevo a sus bases en el Cañón de La Llorona. En conclusión, las FARC EP como parte de su campaña nacional ofensiva sostenida al final de los noventa, consiguió asestar fuertes golpes en hostilidades de guerra al Ejército, a la Armada y a las AUC en las regiones desde donde había fortalecido sus posiciones, en la periferia de Urabá, Nudo de Paramillo, Cañón de La Llorona y el Atrato. Retoma de iniciativa por parte de las FARC EP, 2000 Entre 1998 y 2001 las FARC EP habían logrado recuperar la iniciativa bélica en la región limítrofe entre Urabá y Córdoba, asegurando puntos estratégicos al lado derecho de la Serranía de Abibe y el sur del eje bananero, a la vez que sobre los municipios de Dabeiba, Mutatá y Riosucio. Finalizando el siglo pasado, atacaron las bases de las ACCU establecidas en las partes altas del Nudo de Paramillo, afectando las de Batata, Juan José, Santa Rita de Ituango y San José de Urama, entre otras, en los municipios de Tierralta y Puerto Libertador, en Córdoba, y de Ituango y Dabeiba, en Antioquia, en las zonas rurales de las partes altas del Nudo de Paramillo. Pero el control de los cascos urbanos por parte de las ACCU continuó. En 2000 el repliegue de las AUC se hizo más notorio. El secuestro de indígenas por parte de las ACCU, así como las amenazas a comunidades campesinas e indígenas y el desplazamiento forzado por parte de esta organización y, en parte de las FARC EP, señalaron de manera importante el desarrollo del conflicto en 2000. En 2001 vuelve a haber un despliegue por las partes en contienda, las FARC EP, las FFMM y las AUC, que convierten el Nudo de Paramillo en el epicentro más fuerte de confrontaciones directas, con registro de mayor intensidad en los municipios de Dabeiba, Urrao, Apartadó, y en zonas del alto Atrato y el occidente de Antioquia (Wills, 2008). 362
En 2001 se produjo, por primera vez, la confrontación armada directa entre los actores armados al margen de la ley, generada por una gran contraofensiva desarrollada por las ACCU después de haber perdido el control de Dabeiba, Ituango, Peque y de amplias zonas de Montelíbano, Puerto Libertador, Tierralta y Toledo. Esto generó una gran contraofensiva de las ACCU en la cual, por primera vez, prevaleció la confrontación armada directa entre los actores. Esta situación “estuvo acompañada de una grave crisis humanitaria generada por un bloqueo alimenticio” (El Tiempo, 1999). El ingreso de las ACCU a Peque en agosto de 2002 y “los sucesivos combates en los municipios de ltuango, Briceño, Dabeiba, Tarazá, Tierralta y Puerto Libertador, convirtieron al Nudo de Paramillo en el más grande escenario de confrontación armada directa entre las FARC y las ACCU” (Vicepresidencia de la República de Colombia, 2002). La disputa registró mayor intensidad en los municipios de Dabeiba, Urrao, Apartadó, el Alto Atrato y el occidente de Antioquia, y las acciones violentas se concentraron en las denominadas comunidades de paz. En este período, el informe del Observatorio de la Vicepresidencia de la República afirma que desde el año 2000 recrudecieron las acciones de esta guerrilla, que condujo a la pérdida de la influencia paramilitar “en Dabeiba, Ituango, Peque y amplias zonas de Montelíbano, Puerto Libertador, Tierralta y Toledo” (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006). Los municipios que mayor intensidad armada tuvieron fueron: Dabeiba, Urrao, Apartadó, el Alto Atrato, el occidente de Antioquia y en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, que sufrieron ataques de ambos actores armados (El Tiempo, 1999). En los años siguientes, la confrontación entre los paramilitares y las FARC EP se mantuvo vigente, con los enfrentamientos entre 2000 y 2004 en Mutatá –en la inspección Bajirá–, Carepa –veredas Resbalosa y La Esperanza– y Apartadó –vereda La Arenera–. Durante estos años se dio un proceso de reorganización del dispositivo paramilitar en la zona (CNMH, 2018), contexto en el cual se registran nuevas masacres contra campesinos y trabajadores en Pavarandó corregimiento de Mutatá, en Chigoródó, en Apartadó y en su corregimiento San José de Apartadó. Masacre de Salsipuedes, Apartadó A las seis de la mañana del 26 de abril de 2002, miembros de los frentes 5 y 58 de las FARC EP llegaron a la vereda Salsipuedes, municipio de Apartadó. Ingresaron a la finca bananera Villa Lucía, dinamitaron el predio, reunieron a sus trabajadores y luego de preguntarles por los administradores del lugar y no obtener respuesta, les dispararon. Nueve personas murieron y otras dos quedaron heridas. Entre las víctimas había familiares y seis integrantes de Sintrainagro. Según cifras oficiales, cerca de 2.100 personas se desplazaron forzosamente del municipio en 2002. Por estos hechos, en septiembre de 2007 un juzgado especializado de Bogotá condenó a una pena de cuarenta años de prisión al comandante de esta guerrilla Jhoverman Sánchez Arroyave, El Manteco (Rutas del Conflicto, s.f. i).
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Agresiones paramilitares contra la Comunidad de Paz de San José de Apartadó64 La Comunidad de Paz de San José de Apartadó es un asentamiento humano que refleja en toda su magnitud el impacto sufrido del rigor de la guerra y la violencia contra pobladores locales desatada por los paramilitares, en su propósito de controlar a Urabá. San José de Apartadó en un corregimiento ubicado a 10 kilómetros del casco urbano del municipio de Apartadó, rodeado por tres cadenas montañosas de la serranía. San José de Apartadó se ubica en las estribaciones de la Serranía de Abibe, es considerado la puerta de acceso a dicha serranía dado que desde el casco urbano del corregimiento se puede llegar a la cresta de la serranía y bajar hacia el departamento de Córdoba (Reiniciar, 2006). Su ubicación geográfica es estratégica, es un corredor entre Antioquia, Chocó y Córdoba. Conforma un asentamiento humano situado en la zona rural de Apartadó, colindante con la zona bananera de Urabá. Dentro de su territorio se incluye la zona montañosa de la Serranía de Abibe. San José de Apartadó se fundó a partir de la invasión de 17 familias provenientes de diferentes regiones del país, liderada por Bartolomé Castaño. Su división político administrativa consta de 32 veredas y una cabecera bordeada por el río Apartadó y la quebrada El Cuchillo, donde se concentran las diferentes actividades relacionadas con la prestación de servicios, en especial sociales. Las veredas pertenecientes al corregimiento de San José son: La Miranda, Las Playas, Miramar, La Cristalina, La Linda, Bellavista, Buenos Aires, La Unión, El Chillo, La Victoria, Salsipuedes, La Balsa, El Tigre, El Guineo, El Osito, Los Mandarinos, el Gas, Guineo Alto, el Salto, Las Nieves, Mulatos Cabecera, Mulatos Medio, La Resbalosa, La Hoz, Rodosalí, Playa Larga, Sabaleta y Las Flores (Univalle). El corregimiento de San José cuenta con una vía de acceso que se vincula directamente a la cabecera de Apartadó, su longitud es de 9 kilómetros, se encuentra sin pavimentar y su estado es regular, tiene una gran dinámica por la gran cantidad de veredas que vincula (Miga.org, s.f.). Mantienen iniciativas ciudadanas gestadas por el impulso de las propias comunidades, en rechazo a las pretensiones de los actores armados de involucrarlas en el conflicto. Los pobladores son colonos y campesinos que llevaban muchos años en la zona cuando llegó el paramilitarismo. Esta comunidad ha sufrido el rigor de la guerra, porque en su territorio había existido un fuerte trabajo organizativo del PCC y presencia de las FARC EP como ruta de tránsito, en sus esporádicos desplazamientos entre la Serranía de Abibe y el eje bananero. Después de ser victimizada de forma grave y afectada por desplazamiento forzado masivo, un núcleo de sus antiguos pobladores decidió regresar, en 1997, a sus tierras, y se declararon neutrales ante el conflicto armado interno. Se proclamaron entonces Comunidad de Paz de San José de Apartadó, pionera en esta región de las comunidades de paz surgidas en varias regiones del
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(Cajar, IHRC, Fidh. 2017)
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país, para el caso tras las masacres de septiembre de 1996 y febrero de 1997 ocasionadas por la incursión paramilitar A pesar de su carácter civilista y pacífico, no ha sido respetada. Decenas de integrantes han sido asesinados y ha sido sometida a bloqueos económicos, alimentarios y de transporte. Varias de las masacres realizadas por los paramilitares entre 1997 y 2004 en Urabá, se concentraron principalmente contra comunidades de paz, y contra esta en particular. Las comunidades de paz que se conformaron en Urabá y el Atrato a finales de los noventa adoptaron reglamentos internos propios de convivencia en los que se prohíbe el porte de armas, la colaboración con grupos armados, se define dirimir con las propias autoridades comunitarias los conflictos de forma civilista y se incluyen sanciones ante infracción de las reglas de tipo pedagógico y beneficio comunitario. Debieron informarles a los actores armados de la decisión de paz y exigirles que dejaran fuera del conflicto a todos los campesinos que habían firmado la declaratoria. Que siguieran su guerra, pero fuera de la cerca del territorio de paz. “De los cerca de 6 mil campesinos que había en las 32 veredas del corregimiento, para esa época nos manteníamos en el territorio menos de 1.500. El resto se había desplazado” (Rosales, 2019). Desde que se fundó la Comunidad de Paz de San José de Apartadó han sido asesinados 214 de sus integrantes y otros 106 campesinos de su entorno geográfico y social, muchos de ellos familiares cercanos o amigos de miembros de esta comunidad. Además, han sido registradas 350 amenazas, la mayoría con anuncios de exterminio de la comunidad; 100 casos de torturas; 200 de privaciones ilegales de la libertad, la mayoría de las cuales obedecen a montajes propiciados por el Ejército, con falsos testigos. Los desplazamientos forzados colectivos han sido más de 50 y en 330 ocasiones los paramilitares han ocupado su territorio mientras la región estaba militarizada, en algunos casos mediante coordinación directa con los militares. En otras 190 ocasiones ha sido la fuerza pública la que ha ocupado el territorio (CAJAR, IHRC, FIDH, 2017). El 18 de junio de 1996, 811 campesinos se movilizaron hasta Apartadó para llamar la atención sobre su situación de seguridad y las violaciones a los derechos humanos (Reiniciar, 2006). Estas comunidades surgieron en 1997, como una forma de resistencia civil no violenta ante el conflicto. La centralización de la violencia paramilitar en San José de Apartadó, Apartadó y Chigorodó se asocia a haber sido fortines político electorales de la UP y el PCC en un año electoral, cuando se esperaba consumar su exterminio, mediante la reconfiguración del orden político (Suárez, 2007). El 18 de agosto de 1996 fue asesinado Bartolomé Cataño Vallejo elegido concejal por la Unión Patriótica y el único en Apartadó que fue además uno de los fundadores del corregimiento de San José de Apartadó. En septiembre, se cometería la primera masacre en San José de Apartadó, perpetrada por las Autodefensas de Córdoba y Urabá, donde asesinaron a cuatro personas, incluyendo, a una mujer embarazada. Posteriormente sufrieron tres masacres más, una en abril de 1999 en la que fueron asesinados tres de sus miembros; otra en febrero de 2000, en la que fueron asesinados cinco de sus miembros y otra ocurrida 365
en junio de este mismo año en el caserío de La Unión, donde fueron asesinados seis de sus miembros, varios de ellos líderes de la comunidad (CAJAR, IHRC, FIDH. 2017). Entre otros atropellos contra esta comunidad, que comprometen a militares y paramilitares, están la quema de viviendas y de cultivos; campañas de difamación y calumnias, varias de ellas coordinadas desde la Presidencia de la República; actos de violencia sexual; intentos de empadronamiento; profanación de cadáveres; robos de los animales de carga (único medio de transporte que tienen los campesinos locales para sacar los productos agrícolas); saqueo y pillaje de las escasas pertenencias de sus viviendas y de reservas alimentarias de sus despensas; asaltos a su comercializadora colectiva de cacao. Su configuración como comunidad de paz y las medidas cautelares otorgadas por la CIDH, no han sido suficientes para que cese la violencia contra sus habitantes, a quienes señalan por no subordinarse a la imposición paramilitar, ni a la militar, ni a la guerrillera (CAJAR, IHRC, FIDH, 2017). Entre 2001 y 2003 se realizó contra esta comunidad un cerco alimentario y un confinamiento agresivo, en una estrategia que comprometió a entes estatales y a los paramilitares. Fueron asesinados cuatro conductores de chiveros que transportaban mercados; asesinaron a varios tenderos del caserío central; hubo amenazas contra quienes vendían alimentos o bebidas a esta comunidad con compromiso de agentes estatales y paramilitares. Ante el bloqueo la comunidad decidió organizar su resistencia cultivando los elementos de su dieta alimentaria y en respuesta al no nombramiento de profesores con la implementación de un sistema alternativo comunitario de educación (CAJAR, IHRC, FIDH, 2017). En la zona también se registraron las masacres de Mulatos y de La Resbalosa. Esta última perpetrada el 21 de febrero de 2005, en la cual fue asesinado Luis Eduardo Guerra, uno de los fundadores y primer representante legal de la comunidad, junto con su compañera y su hijo de 10 años, al igual que fue masacrada otra familia líder de la vereda La Resbalosa, con sus niños de 5 años y 18 meses, todos desmembrados. Principales hechos de violencia contra la Comunidad de Paz de San José de Apartadó ocurridos a partir del año 2000 cometidos por los paramilitares, y el rol de la fuerza pública en ellos Masacre San José de Apartadó, 19 de febrero de 2000 Cerca de 20 paramilitares del Frente Árlex Hurtado del Bloque Bananero llegaron al casco urbano del corregimiento de San José de Apartadó y asesinaron a cinco personas e hirieron a dos más. Asesinaron a una de las víctimas en la plaza principal. Según informes del CINEP, Naciones Unidas y Amnistía Internacional, la masacre fue perpetrada con ayuda de miembros de la Brigada XVII del Ejército. De acuerdo con cifras oficiales, en 2000 cerca de 2.400 personas se desplazaron forzosamente del corregimiento (Rutas del Conflicto, s.f. j).
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Masacre San José de Apartadó, La Unión, 8 de julio de 2000 Un grupo de 20 paramilitares encapuchados llegó a la vereda La Unión, de San José de Apartadó. Entró por el lugar donde tropas del Ejército estaban acantonadas y por allí mismo salió, mientras un helicóptero también de la Brigada XVII del Ejército sobrevolaba el escenario del crimen. El grupo asesinó a seis líderes de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó y se llevó a la fuerza a tres personas, señaladas de ser supuestas colaboradoras de la guerrilla. Por esta masacre el juez quinto especializado de Antioquia condenó a 20 años de prisión al exparamilitar Over David Pérez Restán, El Nuevo, (Rutas del Conflicto, s.f. b). Masacre San José de Apartadó, 21 de febrero de 2005 Un grupo de por lo menos 60 paramilitares del Bloque Héroes de Tolová, al mando de Diego Fernando Murillo Bejarano, Don Berna, detuvo y asesinó a una familia de campesinos de San José de Apartadó cuando se dirigía a cosechar cacao en la vereda Mulatos. Luego, al medio día, en la vereda La Resbalosa, del municipio de Tierralta, Córdoba, asesinó a otra familia en su propia casa. Las víctimas fueron torturadas y asesinadas sin usar armas de fuego, tres de ellas eran menores de edad. Varios cadáveres fueron encontrados decapitados y desmembrados. Los niños tenían machetazos en el cráneo, el estómago abierto a machete y un brazo cercenado. Las víctimas pertenecían a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. Los paramilitares asesinaron a Luis Eduardo Guerra y Alfonso Bolívar Turbequia, líderes de la Comunidad de Paz. Un Juzgado Especializado de Antioquia condenó a 20 años de cárcel a siete mandos medios del Bloque Héroes de Tolová. Según testimonios de desmovilizados, los paramilitares fueron protegidos por miembros de la Compañía Bolívar del Batallón de Infantería Nº 47, adscrito a la Brigada XVII del Ejército. En 2005 el teniente Alejandro Jaramillo Giraldo, el subteniente Jorge Humberto Milanés Vega, el sargento Darío José Brango Agamez y el subteniente Édgar García Estupiñán, fueron condenados a 34 años de prisión. Cinco años después, el excapitán Guillermo Gordillo Sánchez, quien admitió su participación, fue condenado a 20 años de prisión (Rutas del Conflicto, s.f. k). Otras comunidades de paz en resistencia Otras comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas decidieron también convertirse en Comunidades de paz. Entre ellas la Comunidad de Paz de San Francisco de Riosucio, en el principal puerto fluvial del río Atrato en el Urabá chocoano, un importante corredor en el tráfico de estupefacientes. Por lo cual, sumado a su gran diversidad étnica y a la frágil presencia del Estado, tras la agudización del conflicto producto de la incursión paramilitar, padeció severos ataques paramilitares que conllevaron a que por cerca de dos años sus habitantes estuvieran desplazados en el municipio de Mutatá, adonde llegaron tras caminar un mes por la selva. Entre Turbo y Necoclí una comunidad campesina también se constituyó en comunidad de paz. También los indígenas que habían vivido en la cuenca del río Cacarica y tiempo atrás habían sido desplazados en Mutatá, retornaron a sus tierras como comunidad de paz.
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c. La confrontación entre los paramilitares y las FARC EP en el Urabá chocoano, bajo Atrato y El Darién En paralelo a la confrontación entre guerrilla y paramilitares que tuvo lugar en la Serranía de Abibe y el eje bananero, se produjo una aguda disputa entre estos dos actores en el sur de Urabá y en el Chocó. En 1996 los paramilitares que buscaron exterminar la presencia de la UP y de su corriente político sindical en Sintrainagro, habían alcanzado el dominio sobre el puerto de Turbo, punto nodal para el control y puerta de entrada a los municipios chocoanos de Ungía, Acandí y Riosucio, desde donde desplegaron operativos para controlar las tierras cercanas al río Atrato, buscando dislocar el corredor utilizado por las FARC EP para desplazarse de las zonas cercanas a ese río, donde tenían su retaguardia, hacia el Urabá. Tras la llegada de los paramilitares al eje bananero decenas de personas se desplazaron hacia Mutatá y alrededores para proteger sus vidas. Pero los paramilitares también se extendieron hacia esas latitudes. El Bloque Élmer Cárdenas se trasladó hacia Mutatá, Dabeiba y el norte del Chocó. Su objetivo inicial era golpear a la guerrilla de las FARC EP, en la zona comprendida entre Mutatá, Antioquia, Riosucio, Chocó, en donde se concentraban al menos 1.500 efectivos de los frentes 5, 34 y 57 del Bloque José María Córdoba (Barbosa, 2015). Sin embargo, con el tiempo se evidenció que su interés era el despojo y la extensión de los megacultivos como el de palma incluso sobre territorios protegidos. Se registraron miles de hectáreas sembradas con palma que, según versiones, fueron tomadas por el Bloque Élmer Cárdenas y por Vicente Castaño, tras obligar a cientos de campesinos a entregarle sus territorios. Para 1997, un año electoral, los paramilitares le advirtieron a la UP-PCC que no les permitirían hacer campaña en ningún lugar del territorio nacional. Incursión paramilitar de las ACCU con el Bloque Élmer Cárdenas (BEC) en Chocó Según Vicente Castaño, ante el aumento de la presencia guerrillera en Chocó y la “incapacidad de la Fuerza Pública para contenerla”, varias personas influyentes como comerciantes, mineros y transportadores, acudieron al Estado Mayor de las ACCU para “solicitar la presencia de sus hombres” en la región (Castaño, s.f.). En respuesta, las ACCU enviaron dos estructuras paramilitares. La primera, derivada del Grupo de la 70 y denominada Grupo Chocó, incursionó en Acandí y Unguía (Chocó) en febrero de 1996 bajo el mando de alias Soto. En el norte de Urabá el enfrentamiento violento entre guerrilla y ACCU se extendió a Necoclí, Arboletes y San Pedro de Urabá. Aumentaron los saqueos a fincas, los incendios, las masacres, el secuestro y la desaparición forzada. Esto produjo que las FARC EP empezaran a replegarse hacia el sur de la región: el Atrato Medio Chocoano, Juradó, Mutatá y Riosucio (Verdad Abierta, 2012b). La otra estructura en esta región que penetró hacia Quibdó a inicio de 1996 fue el Bloque Pacífico, de las AUC. A mediados de este mismo año las ACCU realizaron la penetración violenta en el Atrato contra Pavarandó, que fue sitiado, en cuya incursión participaron, ya en calidad de paramilitares, varios exintegrantes de la disidencia del EPL, quienes al entregarse 368
al paramilitarismo le facilitaron el copamiento de zonas de incursión porque ya las conocían (El Colombiano, 1996a). Como se enunció, los paramilitares, después de asegurar el control del eje bananero, buscaron expandirse a sus zonas adyacentes para romper el corredor de movilidad de las FARC EP desde sus retaguardias hacia la zona plana bananera. Ello incluía avanzar hacia el sur de Urabá y luego hacia el Darién. Desde su base en Necoclí los paramilitares de las ACCU iniciaron este mismo año la incursión desde Urabá al bajo Atrato chocoano. Se tomaron el casco urbano de Riosucio, en diciembre del mismo año. Al igual que en las zonas en donde los paramilitares presuponían el dominio guerrillero, la población de Riosucio sufrió la estrategia paramilitar de control de su movilidad y de suministros. Los paramilitares del Frente Chocó llegaron a la zona rural de Mutatá, corregimiento de Belén de Bajirá, en abril de 1996, y el mes siguiente al casco urbano. En agosto llegaron a Pavarandó. Entre marzo y abril del mismo año arribaron a una zona entre Riosucio y Mutatá y en noviembre a Acandí. Con la toma del bajo y medio Atrato, se consolidó su dominio sobre el norte de Urabá y el Darién chocoano. Esta zona fue muy afectada por su histórica relación con la presencia de las FARC EP, motivo de señalamiento a su población de “guerrillera”. El accionar paramilitar frente a la población se caracterizó por asesinatos indiscriminados, control de remesas, amenazas colectivas y masacres. Y, por ser un territorio de geografía agreste, el papel del Ejército fue mucho más activo en el apoyo a las estructuras paramilitares. Fue el caso del capitán Harvey Londoño que recopiló los nombres de las personas que vivían en Belén de Bajirá (Mutatá) y antes de irse les dijo “me voy. Ahí los dejo a merced de los paramilitares”. Según versión de la prensa, habría sido una “fatal coincidencia”, pues dos días después, llegaron las ACCU con lista en mano (Barbosa, 2015). La incursión paramilitar del Bloque Élmer Cárdenas en Chocó coincidió con la Operación Génesis adelantada por la XVII Brigada, en 1997 (Corte IDH 2013, 20 de noviembre). Élmer Cárdenas El Cabezón rápidamente se convirtió en comandante (TS Medellín, 2018, 17 de mayo). Cuando Franklin Hernández Seguro Chivo o Gafas recibió un grupo en Turbo (Antioquia), El Cabezón asumió sus funciones como logístico y pagador, pero luego se hizo comandante militar del Grupo Chocó, hasta octubre de 1996, cuando le entregó el mando a Fredy Rendón Herrera El Alemán. El Cabezón dirigió la operación Remancho en el río Jiguamiandó (Carmen del Darién), donde resultó muerto en un combate con las FARC EP, en diciembre de 1997 (Fiscalía 48, 2011, 4 de abril). La información de la Fiscalía, aunque no precisa fechas exactas, establece que para 1997 El Alemán salió del país a asistir al mundial de fútbol en Francia, de forma que hacia junio de 1998 habría regresado. En ese lapso se produjo la muerte de El Cabezón. El Alemán reorganizó el grupo paramilitar junto a Carlos Correa, Soto y Dairo Mendoza Caraballo Cocacolo, que ya actuaba como Bloque Élmer Cárdenas (TS Medellín, Sala de Justicia y 369
Paz, 2014, 27 de agosto). De forma tal que en el segundo semestre de ese año El Alemán estuvo al mando de las operaciones de esa estructura y en esa condición participó en varias cumbres nacionales de las AUC. En el bajo Atrato y la parte del Golfo de Urabá chocoano, con la incursión de los dos grupos paramilitares se configuró el luego llamado Bloque Élmer Cárdenas, de las AUC, al mando de Fredy Rendón Herrera, El Alemán (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006), quien dos años antes había ingresado al grupo paramilitar en Necoclí, luego de conocer a Carlos Correa, quien lo invitó a una reunión en la zona donde conocería a Carlos Castaño. A partir de allí se uniría como colaborador logístico y en octubre de 1996 se convirtió en comandante militar del Grupo Chocó, llamado en principio Kike y luego Puma 4 y El Alemán, y también Alfredo Berrío. La Fiscalía estableció que Rendón asumió la vocería de las ACCU en el Atrato desde 1995 y a partir de 1997 firmó documentos como integrante del Estado Mayor de las AUC. En diciembre de ese año esa estructura paramilitar adoptó el nombre de Bloque Élmer Cárdenas, de las AUC, en homenaje al mando del grupo que murió en un combate con las FARC EP en Carmen del Darién (Verdad Abierta, 2011n). En regiones del Chocó y el sur del Urabá antioqueño los paramilitares eran claramente foráneos, por lo cual necesitaron usar gente de la zona que les sirviera de informantes. Con los cuantiosos recursos captados para las ACCU a través de las Convivir construyeron dos carreteras con maquinaria propia y con el objetivo de transportar armas, comida y droga en rutas que controlaban en la incursión al bajo Atrato (El Espectador, 2014). No fueron estas las primeras carreteras en las que intervinieron, a petición de los bananeros los paramilitares arreglaban las vías hacia las fincas, según lo declaró Mancuso. En su expansión, los paramilitares, además de copar las zonas rurales empezaron a realizar control sobre las urbanas. Iniciaron dejando volantes por debajo de las puertas de las casas, en las calles y en los espacios públicos, a nombre de Los Mochacabezas o de las ACCU, con amenazas a sindicalistas, integrantes de la UP, dirigentes sociales y a quienes señalaban de comunistas. El Consejo Comunitario de Población Afro de Cacarica planteó que: Es preocupante la situación que se vive con los grupos paramilitares en el río Atrato: bloqueo económico, el control en el puerto de Turbo, en Riosucio, el cobro de peaje por entrar cualquier carga. (…) ¿De qué nos sirve la titulación colectiva del territorio para las comunidades negras cuando no podemos disfrutarlo?, cuando tenemos una base de un grupo armado a hora y media de camino de los asentamientos. Desde allí se organizan operativos para quemarnos los productos, las cosechas y asesinar a la gente de nuestras comunidades. Y esto, para imponerles las propuestas del mal llamado desarrollo, como son las de proyectos de Urapalma y la de sembrar coca (…). (CAVIDA, 2003, p. 35-36) Si bien desde el discurso paramilitar se perseguía una lucha contrainsurgente que buscaba 370
copar el territorio de las FARC EP, el paramilitarismo detuvo el proceso de titulación de tierras para las comunidades negras y su avanzada se basó en: Extender el proceso de contrarreforma agraria por una vía intensiva de ganaderización y potrerización, desde el municipio de Riosucio hasta el Darién. Por último, se buscaba crear cordones de seguridad para hacer visibles los megaproyectos asociados a los proyectos de explotación de la biodiversidad del Pacífico colombiano. (González, 2003, p. 142) El conflicto en Mutatá El municipio de Mutatá ha sido escenario histórico del conflicto armado. La movilización política de izquierda había sido fuerte en la zona. En las elecciones de 1986, cinco de las seis curules para el Concejo de Mutatá fueron obtenidas por la UP, razón por la cual Virgilio Barco nombró como alcalde a alguien miembro de ese partido. Mostrando su fuerza política en la zona, la UP en Mutatá siguió eligiendo alcaldes en 1988, 1990, 1992 y 1994. El domingo 3 de marzo de 1996, llegaron las ACCU al municipio, pintaron las paredes con mensajes alusivos a su organización y con lista en mano preguntaron con nombre propio por las personas, atacaron la caseta de teléfonos e impidieron que los campesinos sacaran un cargamento de plátanos hacia Chigorodó. Tras la incursión paramilitar, la comunidad denunció el secuestro de ocho personas (Barbosa, 2015). En 1997 los paramilitares atacaron el centro de operaciones del Bloque José María Córdoba de las FARC EP en el corregimiento de Puerto Lleras, ubicado entre Riosucio y Mutatá, ejecutando una masacre de 14 campesinos. En enero del siguiente año realizaron otra masacre en la zona rural de ese municipio. Durante el año se proyectaron a Belén de Bajirá y Pavarandó, mientras que el Ejército atacaba a las FARC EP en el corregimiento de Bejuquillo, Belén de Bajirá y en Pavarandó. Y a mediados de año lo hizo contra el campamento madre del Frente 5 de las FARC ubicado en Villa Arteaga, en Mutatá, obligando a esta guerrilla a replegarse hacia el Atrato. En 1997 y los primeros meses de 1998 fueron excepcionalmente graves y difíciles ante los homicidios en masa, desapariciones forzadas, amenazas de muerte, por lo que cientos de pobladores tuvieron que desplazarse. Como las 1.136 familias de Riosucio, Chocó, que se trasladaron a Pavarandó, municipio de Mutatá, Antioquía, por amenaza directa de los grupos paramilitares que operaban en la región (Consejería Presidencial, 1998). Un fenómeno que se dio en Mutatá fue el de la creación de campamentos de personas desplazadas. Tras las matanzas de campesinos en el Urabá y el Atrato chocoanos, en abril y diciembre de 1997, el corregimiento Pavarandó Grande de Mutatá se volvió el “campo de desplazados más grande de la historia de Colombia”, con más de 5.000 personas. La mayoría de las personas allí concentradas pertenecían a 48 comunidades negras. Antes de que pudiera concretarse por completo este retorno, las personas desplazadas que permanecían en Pavarandó fueron víctimas de nuevos actos de violencia (CIDH, 1998).
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Es así como se situó un foco de confrontación en el sur de Urabá, en el área que corresponde a la parte norte y occidental de Mutatá. En consecuencia, Mutatá registró 19.242 víctimas en 2017, un número que se acerca a la totalidad de sus habitantes (21.545) para ese año (IPC, s.f.). Masacre La Secreta y Las Malvinas, corregimiento Pavarandó, Mutatá El 29 de mayo de 1997 miembros de las ACCU incursionaron en las veredas La Secreta y Malvina, en jurisdicción del corregimiento Pavarandó, y asesinaron a diez personas, entre ellos un pastor de una Iglesia pentecostal, quien fue decapitado (Verdad Abierta, 2008, 3 de diciembre; (Rutas del Conflicto, s.f. e). Masacre de Pavarandó-Llano Rico El 23 de febrero de 1998 un grupo de paramilitares bloqueó la vía que comunica los corregimientos de Pavarandó, de Mutatá, y Llano Rico, de Riosucio. Detuvieron a los campesinos que transitaban por esta vía, retuvieron a los pobladores bajo amenazas, los separaron en dos grupos y con lista en mano sacaron a seis campesinos, los acusaron de ser milicianos de la guerrilla y se los llevaron a un sitio apartado, donde los torturaron y asesinaron. A algunos les prendieron fuego con aerosoles cuando todavía estaban vivos, para luego rematarlos con armas de fuego (Rutas del Conflicto, s.f. f). Otoniel Segundo Hoyos Pérez “Cabo Rivera-Alex-El Ovejo” Fue miembro importante de Los Guelengues y La 70, grupos precursores de las estructuras paramilitares de las ACCU. Fue a la vez secretario y tesorero de la Convivir La Palma, creada el 15 de junio de 1996 con jurisdicción en San Juan Urabá y clausurada en 1998, cuando las Convivir de Urabá se centralizaron en la Convivir Papagayo. Esta Convivir, ante las denuncias por relación con masivas violaciones a los derechos humanos del paramilitarismo, fue suspendida y sustituida por una asociación de servicios especiales de vigilancia y seguridad privada, la cual según reconoció Ever Veloza HH ante la justicia, fungió como fachada legal del Bloque Élmer Cárdenas. Desde 1999 Hoyos Pérez fue miembro del Bloque Élmer Cárdenas bajo el mando de El Alemán”, y estuvo al frente de la financiación de esta estructura por los ganaderos de la zona. A partir de 2004 estuvo al mando del Frente Costanero del mismo Bloque Élmer Cárdenas que desarrolló sus acciones delictivas en los municipios de San Bernardo del Viento, Moñitos, Cereté, Lorica, San Juan de Urabá, Necoclí y Arboletes. También como lugarteniente de El Alemán, fue testaferro para el despojo y usurpación de tierras campesinas, involucrado en numerosos casos, los más relevantes en Tulapas, entre Turbo y Necoclí. Fue condenado a 186 meses en justicia ordinaria por el Juzgado 3 de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de Medellín (Antioquia), por concierto para delinquir y homicidio agravado en servidor público periodista. Pero, debido a su participación en Justicia y Paz fue beneficiario de sustitución de la pena y puesto en libertad.
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d. Los paramilitares se extendieron en el Urabá chocoano, el Atrato y el Darién En febrero de 1997 los paramilitares de los Castaño continuaron: Avanzando y desarrollaron la Operación Cacarica, que consistió en atacar varias posiciones de las FARC en una amplia zona selvática bañada por los caños Cacarica y Salaquí, y que se coordinó, según El Alemán, con la comandancia de la Brigada XVII del Ejército, con sede en Carepa, que a su vez adelantó la Operación Génesis. (Verdad Abierta, 2011b) La Operación Cacarica fue realizada por tropas de la Brigada XVII del Ejército en coordinación con las ACCU contra pobladores de zonas consideradas de presencia del Frente 57 de las FARC EP en los ríos Salaquí, Cacarica y Truandó, en el Atrato medio chocoano (TS Medellín, Sala Penal, 2017, 30 de mayo). La Operación Génesis fue organizada en lógica de apoyar la incursión paramilitar. La arremetida paramilitar acompañada por el Ejército es considerada a los ojos de los pobladores como invasora (Barbosa, 2015). La relación entre unos y otros era tan cercana que el 27 de febrero, paramilitares y soldados jugaron un partido de fútbol al que citaron a los habitantes del caserío Bijao, Cacarica. El hecho de por sí sorprende por la relación entre ambos bandos, según los registros de la prensa de entonces. Según los organismos defensores de derechos humanos, lo que resultó aterrador fue que el balón era la cabeza de Marino López, un habitante del pueblo que habían matado hacía poco culpándolo de guerrillero (Semana, 2007). Según contó en versión libre alias El Alemán, la Operación Génesis fue un operativo ideado por el Ejército para combatir al Frente 57 de las FARC en los caños Salaquí, Cacarica y Truandó, en Chocó. Para la incursión, dijo el exparamilitar, el Ejército contó con el apoyo de 12 paramilitares y después de intensos bombardeos contra supuestas ubicaciones de la guerrilla, afectó a por lo menos 4.000 personas de una población afrocolombiana que salió desplazada de la zona. La Operación fue realizada del 24 al 27 de febrero de 1997. Casi al mismo tiempo, los paramilitares fraguaron una incursión que luego llamaron Operación Cacarica y que en versión libre fue contada por John Jairo Rentería Zúñiga, alias Betún. “Esa operación se realizó en el Chocó y fue cuando murió Élmer Cárdenas (nombre que asumió el bloque de El Alemán). Se coordinó con el general Rito Alejo del Río, y participaron de 200 a 250 hombres de la Casa Castaño y del Bloque Bananero” (Verdad Abierta, 2011m). Según lo documentó la Fiscalía (en Verdad Abierta. 2011m), Adrián José Cano alias Melaza, entonces patrullero del Bloque Bananero, fue guía de los militares. “Melaza fue prestado por el Bloque para ser guía del Ejército. Fue quien llevó al patrullero de un batallón a incursionar Nueva Antioquia, donde supuestamente había un campamento guerrillero” (en Verdad Abierta, 2011m).
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Otro de los guías de la Brigada XVII fue Elkin Casarrubia Posada, El Cura, un exguerrillero del EPL que se unió a las ACCU de los hermanos Castaño. “El Batallón Vélez necesitaba 10 paramilitares que los guiara a una incursión en la vía sobre la vereda La Arenera y el corregimiento de Currulao (en Turbo, Antioquia)” (Verdad Abierta, 2011m). Según la Fiscalía (en Verdad Abierta, 2011m), la cercanía entre paramilitares y militares era tal que compartían las redes de comunicación, las repetidoras y la tropa. En su alianza, también asesinaron a campesinos, los disfrazaron con prendas militares y se los entregaron a la Brigada XVII para que el Ejército mostrara resultados en su supuesta lucha contra los paramilitares (en Verdad Abierta, 2011m). Este delito es tipificado en la ley como ejecución extrajudicial, más conocido popularmente como “falsos positivos”. En junio de 1997 el Ejército, en una estrategia simultánea con la incursión paramilitar en la zona, libró combates con las FARC EP en el corregimiento de Bejuquillo, Belén de Bajirá y Pavarandó. En diciembre de 1997 los paramilitares iniciaron una ofensiva militar en contra de lo que consideraban el cuartel general de las FARC EP en la zona en Jiguamiandó. A pesar de que los paramilitares avanzaron hasta la finca La Secreta en el municipio de Mutatá, que se convirtió en una base de las ACCU, no pudieron debilitar a las FARC EP pues se había desplazado a Frontino, lo cual les permitió retomar posiciones hasta La Secreta. En 1998 la fuerza pública realizó una operación militar sobre el campamento madre del Frente 5 de las FARC, ubicado en el municipio de Mutatá, en un sitio conocido como Villa Arteaga, y los obligó a replegarse hacia el río Atrato. En noviembre de 1998 esa guerrilla retomó la iniciativa y ejecutó acciones militares contra el caserío La Secreta, ubicado en el municipio de Pavarandó. En 1999 las FARC desplegaron su estrategia-Reconquista de Urabá, para lo cual concentraron cerca de un millar de insurgentes en la cuenca del río Jiguamiandó. Contraofensiva que corrió paralela a disputas mencionadas que también se desarrollaban en la Serranía de Abibe y el Nudo de Paramillo. Para retomar la iniciativa las FARC EP decidieron reforzar su fuerza militar organizando el Bloque José María Córdoba, cuya fuerza principal, por la calidad y cantidad de integrantes, era el Frente, 5 y sumar un número importante de combatientes de otros frentes. Con este Bloque Especial, las FARC EP le dieron un golpe al Ejército en Pavarandó, causó bajas y les quitó 32 fusiles en Tamborales. En 2000 esta guerrilla derribó un helicóptero en Alto Bonito (Verdad Abierta, 2012b). Hicieron un ejercicio proyectado hacia la “guerra de movimientos” para dislocar la fuerza pública, lanzando un fuerte ataque en Vigía del Fuerte. La noche del 25 de marzo de 2000, 300 guerrilleros de los frentes 57 y 34 de las FARC EP atacaron con cilindros bomba la Estación de Policía de Vigía del Fuerte y tomaron por sorpresa la base paramilitar, mientras otro contingente disparaba contra la Estación de Policía de Bellavista y destruía el Banco Agrario y el juzgado. Por orden de la guerrilla los vigideños se guarecieron en el colegio hasta la una de la tarde del día siguiente (GMH CNRR, 2010). La guerrilla se dividió en tres grupos, el primero atacó a 15 paramilitares en su base y a la Policía en Vigía, el segundo a la
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Policía, el juzgado y el Banco Agrario en Bellavista, mientras un tercer grupo arremetió contra 20 paramilitares en el sur de Vigía. En el ataque murieron 21 policías, 8 civiles –entre ellos el alcalde Pastor Damián Perea–, además 7 policías fueron retenidos (CINEP, 2000). Otras fuentes señalan que en Vigía quedaron afectadas la Estación de Policía, la parroquia, la empresa de energía, la cooperativa financiera y diez viviendas (GMH CNRR, 2010). A partir de allí se creó una línea imaginaria en el río, en la que el Bloque Élmer Cárdenas dominaba desde Murindó y Carmen del Darién hacia el norte, y las FARC EP en Bojayá, Vigía del Fuerte y Medio Atrato, y el Bloque Pacífico en Quibdó. Estructuras paramilitares en Chocó. El Bloque Élmer Cárdenas Las estructuras paramilitares en Chocó se fueron fortaleciendo en una secuencia que se puede sintetizar de la siguiente manera: 1. En 1995 Los Guelengues eran un solo grupo de 21 integrantes. 2. En 1996 el Frente Chocó de las ACCU desplegó 47 efectivos desde Necoclí y conformó uno de 39 de Acandí y Unguía. 3. Entre 1997 y 1998 el Bloque Élmer Cárdenas de las AUC tuvo seis grupos: el de administrativos, escoltas y urbanos de 42 personas que se proyectaba desde Necoclí; y los otros cinco grupos que operaban en Chocó: Balsas, Santa María, Catíos, Acandí y Riosucio, con un total de 138 integrantes. 4. En 1999 el grupo de Necoclí se dividió en tres: administrativos, escoltas y urbanos; y se mantuvieron los grupos de Chocó. 5. En 2000 crearon los Promotores de Desarrollo Social que operaron en Los Cairos, Unguía, Santa María y Los Tigres. 6. En 2001 incrementaron significativamente el pie de fuerza, pasando a 876 efectivos, y crearon los grupos o frentes Chocó, Julián Castro, Unguía y Costanero, con varios subgrupos o compañías. Figura 13. Estructura militar por frentes - Bloque Élmer Cárdenas
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Fuente: elaboración propia (2020).
Masacres y otras victimizaciones del Bloque Élmer Cárdenas de las AUC, entre 1995-2006 El lenguaje de los paramilitares en el sur de Urabá y el Darién fueron las masacres. El siguiente cuadro sintetiza las realizadas entre 1995 y 2002. Tabla 19. Principales hechos del Bloque Élmer Cárdenas, 1995-2006
Fecha
Acontecimiento
Número de víctimas
3/11/1995
Masacre de Dos Bocas (Acandí)
6 asesinados y 186 desplazados
17/02/1996 05/1996 10/1996
Incursión a Acandí y Unguía Masacre de Gilgal (Unguía) Masacre de Las Brisas (Bajirá)
17 víctimas de homicidio y desaparición 4 víctimas 5 víctimas
Toma de Riosucio Masacre de El Tascón (Dabeiba)
+31 desaparecidos, 31 asesinados, +700 desplazados 4-5 víctimas
Operación Cacarica (Riosucio)
17 desaparecidos, 21 asesinados, +1.000 desplazados
20/12/1996 31/12/1996
23/02/1997
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01/02/1997 27/05/1997 29/5//1997 06/1997 15/10/1997 24/11/1997
Desplazamiento del río Curbaradó Masacre de Llano Rico (Bajirá) Masacre de Pavarandó (Bajirá) Incursión a Juradó, Bahía Solano y Nuquí Masacre de La Horqueta (Tocaima) Masacre de La Balsita (Dabeiba)
127 víctimas 4 víctimas 10 homicidios 6 homicidios 14 víctimas 14 víctimas
17/12/1997 23/02/1998
Masacre de Llano Rico (Bajirá) Masacre de Mutatá
14 asesinados, 9 desaparecidos, 1.200 desplazados 6 víctimas
11/1998
Operación El Diamante (Córdoba)
Entre 10 y 14 desaparecidos
5/4/1999 18/06/1999
Masacre de Los Siete Enanitos (Riosucio) Masacre de Saiza (Tierralta)
31 secuestrados y 13 asesinados 13 homicidios
18/07/1999
Masacre de Puente Urama
1 persona asesinada, 4 desaparecidos
19/09/1999 2000 9/3/2000 31/8/2000
Masacre de Antadó (Dabeiba) Operación Bajirá I y II Desplazamiento de vereda Unguía (Unguía) 202 personas se desplazan de Carmen del Darién a Murindó
4 muertos y 1 más en Palmichales 4 homicidios 17 familias
15/01/2001 10/09/2001
Masacre de Buena Vista Desplazamiento desde Curbaradó a Murindó
3 muertos, 1 desaparecido, 2 heridos y 10 casas destruidas 655 víctimas
12/09/2001
Masacre de Puerto Lleras (Carmen del Darién)
5 asesinados, 1 desaparecido
30/11/2001
Desplazamiento de Cañoseco, Canapo, Salaquicito, El Coco, San José de Tamboral
601 víctimas
25/12/2001 03/2002 03/2002
Toma de Dabeiba Desplazamiento de Villa Rufina Desplazamiento de Pedeguita a Riosucio
2 homicidios y 3 desapariciones 400 víctimas 170 víctimas
2/02/2002
Masacre de Bojayá
5 desaparecidos, 123 asesinados y 1.354 desplazados
8/05/2002 4/12/2002
Masacre de Domingodó Desplazamiento del río Truandó a Riosucio
3 asesinados, 1 más en Bocas de Curbaradó 222 víctimas
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09/2003
Desaparición colectiva de Nueva Esperanza (Bajirá-Carmen del Darién) Operación Saltos II: Opogadó (Bojayá). Desplazamientos de personas indígenas
29/3/2004
Desplazamiento de Unión Baquiaza, Playita, Egoróquera, Hojas Blancas y Unión Cuití hacia Bocas de Opogodó, La Loma de Bojayá y Puerto Antioquia (Bojayá)
26/5/2004
Desplazamiento de Corazón de Jesús, Carrillo, Piedra Candela y Napipí hasta Bellavista (Bojayá) y Vigía del Fuerte 1.233 víctimas
14/02/2005 03/04/2005 27/06/2006
Desplazamiento desde La Loma, Piedra Candela, Pogue, Caimanero, Sagrado Corazón y Cuía a Bellavista (Bojayá) Desplazamiento de Pogue a Bellavista (Bojayá) Desplazamiento de Caimanero a Corazón de Jesús (Bojayá)
6/06/2003
4 víctimas Comunidad indígena
1.146 víctimas
1.721 víctimas 297 víctimas 52 víctimas
Fuente: elaboración propia (2020).
Lo que arroja: 11.351 personas desplazadas de manera forzada, 419 víctimas de homicidio o desaparición forzada, y otras vulneraciones como secuestro (31), lesiones (2) y daño a bienes (10). Los paramilitares de Urabá hacen metástasis en el resto del país. Creación de las AUC Después de asegurar el control de Urabá y en particular del eje bananero y sus alrededores, las ACCU guiadas por los Castaño promovieron un proyecto nacional de expansión y de alianzas con otras estructuras paramilitares existentes, que inició su despliegue por los Montes de María, luego por otras regiones del Caribe y en diversas regiones del país. En 1997 las AUC realizaron la denominada Primera Conferencia Nacional de delegados de estructuras paramilitares de distintas regiones, como hecho de conformación de las AUC (Observatorio PP DD. HH. DIH, 2006). Versiones señalan la intervención directa de Inteligencia Militar, Batallón Charry Solano, desde Bogotá, con estímulo y participación de tal manera de las FFMM en la organización de este proyecto paramilitar y de la propia preparación y realización de la llamada Primera Conferencia, a nombre de las AUC (CNMH, 2019). Buscaron “exportar el modelo de Urabá”, presentado como una estrategia de defensa y posicionamiento de los aliados del paramilitarismo y de confrontación y disputa territorial con las FARC EP. En tal expansión grupos de las ACCU desde 1997 incursionaron en distintas regiones a nombre de las AUC, buscando acuerdos o sometiendo a grupos paramilitares locales, lo cual llevó a negociaciones con agrupaciones paramilitares fuertes como las Autodefensas Campesinas del Casanare de los Llanos Orientales y con las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM) en el Magdalena medio, y a sostener una guerra regional para someter a las Autodefensas de la Sierra Nevada, de Hernán Giraldo (Castaño, s.f.). El exparamilitar Ever Veloza, HH, contó que en 1997 entrenó alrededor de dos mil paramilitares en la escuela de adiestramiento de la hacienda La 35. Efectivos luego 378
trasladados a distintas regiones o procedentes de ellas con tal propósito. Para esa fecha la finca contaba con 100 hectáreas, dos casas, pastos y ganado. Estaba ubicada entre los corregimientos El Tomate y San Pablo, en Antioquia (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2013, 30 de octubre). La financiación temprana del modelo paramilitar de Urabá por parte de Chiquita Brands fue trascendental en la posibilidad de esta expansión paramilitar a partir de 1996. Incluso se ha señalado en la jurisdicción de Justicia y Paz que las compañías bananeras y sus gremios fueron determinantes en la ampliación del territorio, crecimiento y posibilidad de actuación criminal paramilitar. Al punto que entre 1993 y 1997 los paramilitares pasaron de ser unos 850 a alrededor de 3.000 y a 2004 a casi 15.000, y tuvieron presencia en la gran mayoría de las regiones del país, a través de 34 estructuras. Chiquita Brands ha reconocido haber aportado al menos al sostenimiento de 221 paramilitares durante ocho años. También ese dinero permitiría la compra de 5.666 fusiles AK 47. Incluso al llegar al territorio, los paramilitares se refugiaron dentro de las fincas bananeras que además funcionaron para las comunicaciones de las Convivir (Entrevista, 2020). La Fiscalía 68 de Derechos Humanos, ante los Jueces Penales del Circuito Especializado, al calificar el mérito del sumario plantea que: Con el auspicio y beneplácito de importantes empresarios del gremio bananero, que al financiar las estructuras de las ACCU, más exactamente el Frente Árlex Hurtado al mando de RAÚL HASBÚN alias “Pedro Ponte” o “Pedro Bonito”, concretaron un convenio que podría decirse se implementó con éxito, (…), quienes argüían el propósito de combatir hasta liquidar la perjudicial injerencia que en el lugar tenían grupos guerrilleros, dando con ello lugar al desmesurado fortalecimiento de las estructuras armadas ilegales de autodefensas, AUC, durante casi una década. (El Espectador, 2019) Entre 1998 y 2003 continuó la expansión de los grupos paramilitares que, a nivel nacional, los llevarán a pasar de unos seis mil efectivos a unos quince mil, según lo declaró públicamente Carlos Castaño al final de este período. El hecho de que hayan tenido en sus estructuras cerca de quince mil personas en armas con presencia en casi todo el territorio nacional, demuestra su capacidad homicida que afectó profundamente la vida social y comunitaria. Sin duda, su capacidad mortífera dependió no sólo del número de “combatientes”, sino de las alianzas que construyeron en defensa de determinados intereses y propósitos y de sus métodos extremos y depravados contra la población. La expansión paramilitar en Urabá y Atrato hizo parte del proyecto de expansión nacional de las AUC: Empieza un nuevo proceso de estructuración de las unidades de confrontación militar. Así, las AUC se transforman en una organización de bloques. Se conforman, 379
entonces, el Bloque Norte, el Bloque Metro, el Bloque Central Bolívar, Bloque Élmer Cárdenas, Bloque Magdalena Medio, Bloque Calima, Bloque Eje Bananero, Bloque Llanos Orientales, Bloque Alianza de Oriente, Bloque Pacífico, Bloque Mineros. (TS Bogotá, Sala de Justicia y Paz, 2011, 16 de diciembre) Human Rights Watch en un informe de 1998 hizo referencia a las condiciones de impunidad, que, desde entes oficiales, y en particular ante las actuaciones del Ejército, acompañaron esta expansión nacional de las AUC. En especial criticó el trato dado en la Brigada XVII de Urabá del Ejército al alto oficial que había denunciado al comandante de las fuerzas armadas de la zona, por su cercanía con los paramilitares: A pesar de que anunciara un millón de dólares de recompensa por información que condujera a la detención del líder de las ACCU, no se hizo nada por capturar a Castaño o sus fuerzas. En lugar de investigar a profundidad sus afirmaciones, el Ejército destituyó al altamente condecorado coronel Carlos Velásquez, después de que este informara que sus superiores de la Brigada 17, no habían perseguido a las ACCU. (Human Rights Watch, 1998) Mapa 30. Expansión paramilitar en Antioquia
Fuente: tomado de Fiscalía General de la Nación.
380
381
Los paramilitares y la expropiación de tierras El despojo de tierras se dio tanto en el eje bananero como en el sur de Urabá y en la zona del Darién, aunque, en estas dos últimas zonas fue más agresivo y extenso. Los paramilitares realizaron el despojo de tierras en Urabá, operando a manera de “Botín de guerra” a favor de los mandos del grupo ilegal. Las tierras despojadas, en su mayoría parcelas de campesinos, hoy están sembradas por empresarios privados del banano y la madera, como teka y merlina. Los métodos fueron variados, desde escrituras forzadas a ser firmadas, firmas suplantadas de personas asesinadas, firmas falsificadas de campesinos que no sabían leer, intentando en todo caso contar con un título de propiedad para dar legalidad al despojo (Entrevista LR, 2020). El despojo en el eje bananero Fieles a un terruño inundado de sus huellas, los parceleros, los plataneros, los campesinos tuvieron que irse de sus tierras donde tienen sus muertos y moraron sus abuelos. Con los ojos aterrorizados, abandonaron su parcela húmeda, canicular. Campesinos que desde 1984 habían ocupado 107 hectáreas del predio La Niña, situado en la Vereda California, corregimiento Nueva Colonia, Turbo, fueron amenazados en agosto de 2000 por los paramilitares para que les pagaran por las tierras o abandonaran la región. Epitasio Antonio Arboleda y Felipe Echeverri65, aparecieron en supuesta representación “de los dueños legítimos” concitándolos a que pagaran el valor de la tierra. Epitasio Antonio Arboleda era administrador de una finca vecina llamada Antares; HH asegura que tenía relación directa con los paramilitares, puesto que, a través de las Convivir, jugaba un rol logístico de inteligencia de la zona (TS Antioquia, Sala Penal, 2012, 17 de abril). Las Convivir le asignaron ocho hombres a su mando (TS Antioquia, Sala Penal, 2012, 17 de abril). Según el Tribunal Superior de Antioquia, Felipe Echeverri Camacho era miembro de las autodefensas, y también Rafael García, a quienes los campesinos temían por su pertenencia a los grupos paramilitares (TS Antioquia, 2020, 12 de marzo). El predio La Niña pertenecía a la sociedad Emilio Hasbún y Cía., persona jurídica que para el año 1999 perdió el dominio parcial del bien ante el proceso de extinción adelantado por el Incora (TS Antioquia, 2020, 12 de marzo). En la calificación de mérito del sumario la Fiscalía 68, recoge un testimonio que da cuenta de la situación: (...) cuando nosotros sembramos plátano ahí, en 2000, llega FELIPE ECHEVERRY ZAPATA diciendo que esa tierra era del patrón, que él era el apoderado de él, se la teníamos que pagar si queríamos la tierra, nosotros necesitábamos la tierra, yo en ese tiempo era el presidente de la junta de acción comunal, bueno, entonces él iba a la parcela proponiendo que le pagáramos la tierra, yo le dije por qué no hacemos una asamblea aquí en la vereda. Me dijo que no, después llegó ANTONIO ARBOLEDA 65
Propietario bananero.
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y nos citaron a la vereda LA TECA. Fuimos un grupo, SABINO BARÓN, FRANCISCO BERRÍO, JÚNIOR CABRALES, RAFAEL CAUSIL, DONIDES ESPITIA, ARISTÓBULO CABRALES y JUAN BENITO LLANEZ HERNÁNDEZ. Cuando nosotros llegamos a la vereda la TECA, encontramos a FELIPE ECHEVERRY ZAPATA, ANTONIO ARBOLEDA, RAFAEL GARCÍA, esas personas tienen un grupo de paramilitares ahí incluyendo GILBERTO CAMACHO, que ya murió. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Un líder social lo refiere de la siguiente manera: En la vereda la Teca fueron desalojados de sus tierras por Felipe Echeverry, Antonio Arboleda, Rafael García, alias Camacho y alias Cepillo, que eran los que manejan la zona de Urabá, con diez paramilitares fuertemente armados. Estas personas llegaban a hablar con los parceleros para reclamar las tierras que no tenían título para apoderarse de estas bajo amenazas por orden del patrón alias Pedro Bonito o Raúl Emilio Hasbún, que era el que mandaba en la zona a los paramilitares. El sindicato SINTRAINAGRO intervino con los paramilitares para que las tierras se las reconocieran por cincuenta millones pesos, pero ese dinero se tenía que dividirse en pagos entre los 21 parceleros. (TS Antioquia, Sala Penal, 2012, 17 de abril) Como lo estableció el Tribunal Superior de Antioquia, de manera forzada, por la presión violenta y la amenaza de Hasbún y su grupo paramilitar, los parceleros fueron obligados por hectárea ocupada, cuyo método de pago sería por deducción mensual a través de la comercializadora Banacol66. Como no pudieron pagar se vieron forzados a salir de las tierras y obligados procedieron a la venta de mejoras, descontándose del precio el monto que adeudaban por la cifra impuesta. Finalmente, quien se benefició y lucró del despojo fue Bananeras de Urabá S.A. representada legalmente por Rosalba Zapata Echeverri, madre de Felipe Echeverri Zapata; empresa que ocupó de manera indebida y explotó las tierras a través del cultivo de banano para exportación, desde el momento que se da el hecho victimizante (TS Antioquia, 2020, 12 de marzo). Por su parte, una investigación de la Fiscalía, retomando la declaración de una lideresa social de la zona, plantea: El año 2000 llegaron a la vereda California FELIPE ECHEVERRY ZAPATA y EPITASIO ANTONIO ARBOLEDA CAMACHO, jefe paramilitar Comunal San Jorge en el corregimiento Nueva Colombia de Turbo, Antioquia, esta comunal está conformada de fincas bananeras y veredas de campesinos de productores de plátano de exportación que le venden a las comercializadoras BANACOL, UNIBÁN, SUNINSA. Estas personas venían en representación de RAÚL HASBÚN que los había mandado a decirles que le pagaran las tierras o las desocuparan, que él era el duro de los “paracos”, es el segundo de CARLOS CASTAÑO. A los pocos días de la reunión en la Teca, llegaron los paramilitares con unas funcionarias de la notaría de 66
Las principales comercializadoras de la zona eran Banacol, Uniban, Banadex y Proban; y las productoras más destacadas son el Grupo Girona Restrepo, Echeverri, Aristizábal y Grupo 10 (Entrevista miembro Sintrainagro subdirectiva Apartadó, 2019, 26 de septiembre).
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Apartadó, que traían unos poderes, los que firmaron los paramilitares y la comunidad para darle el poder a BANACOL S.A. para que les descontaran el dinero del pago de las tierras de las cajas de plátano que le vendemos a BANACOL S.A. para ir solventando la deuda de la tierra. (Fiscalía 68, 2018, 31 de agosto) Felipe Echeverri tenía una finca en la vereda Calle Larga, en la cual se ubicaba “El Indio, y (…) era reconocida como uno de los mataderos” (Entrevista líder comunitaria, 2019, 5 de diciembre). Finalmente, en sentencia del 12 de marzo de 2020, el Tribunal Superior de Antioquia falló a favor de los campesinos y ordenó compulsa de copias para investigar a Rosalba Zapata y Felipe Arcesio Echeverri Zapata, así como a los empresarios bananeros propietarios de Bananeras de Urabá S.A., de Banacol y de Uniban, para dilucidar si su actuar pudiere configurar la conducta punible de concierto para delinquir, por financiación voluntaria a grupos paramilitares, la cual se declaró como delito de lesa humanidad mediante resolución proferida por la Fiscalía General de la Nación a través de la Dirección de Fiscalía Nacional Especializada de Justicia Transicional; o la que eventualmente llegare a encontrar (TS Antioquia, 2020, 12 de marzo). El despojo de tierras, en el sur de Urabá y el Chocó En su avance hacia Chocó los paramilitares bajo el lema “detrás de cada árbol hay un guerrillero”, acompañaron sus acciones de terror y agresión a la población local con despojos y compras forzadas de tierra. Muchos fueron obligados a vender sus fincas por precios inferiores a la mitad del precio comercial. Cuando no podían forzar a los propietarios a realizar firmas bajo presión ocupaban los predios o falseaban las escrituras públicas de compraventa. Este modo de operación fue avalado por oficinas de Instrumentos Públicos y notarios, en medio de la tolerancia y el encubrimiento con legalizaciones fraudulentas (TS Medellín, Sala Penal, 2017, 30 de mayo). Después de años de presencia paramilitar en la zona, se pudo establecer que uno de sus objetivos se relacionó con la concentración de la tierra y encontraron en el desplazamiento su estrategia para lograrlo. Muchos analistas hablan de la contrarreforma agraria paramilitar convirtiendo “todo el norte del Chocó –desde Riosucio hasta el Darién– en pastizales para la cría del ganado antes del año 2000”. (Barbosa, 2015). Así fue como la incursión paramilitar además del propósito contrainsurgentes estuvo bajo el interés de despojar a la población de sus territorios ancestrales y establecer una economía alrededor del cultivo de la palma africana principalmente en las cuencas de los ríos Pavarandó y Jiguamiandó, proyectos ajenos a las comunidades afrocolombianas e indígenas de la región o que pertenecían a consorcios foráneos a la región. Según datos del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER), en 2005 había 22.022 hectáreas de palma sembrada y en menor medida de ganadería en territorios colectivos adjudicados a los consejos comunitarios de Curvaradó y Jiguamiandó. Citando a la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes) Clara 384
Inés Aramburo da cuenta de que el 65 % de la población desplazada era propietaria de la tierra y el 87 % de esta poseía estructura de minifundio y, en su mayoría, esos territorios fueron abandonados o vendidos a muy bajos precios. Como se detallará en capítulo posterior, el despojo de tierras fue de gran magnitud. Se utilizó como “botín de guerra”, para “premiar” a los comandantes paramilitares y a empresarios que con ellos se aliaron, generando una acumulación de hectáreas en manos de unas pocas personas. También para ubicar estructuras paramilitares en las fincas desposeídas. Las escuelas de entrenamiento del Bloque Élmer Cárdenas que al inicio estaban en territorio urabaense, se instalaron luego en la zona del Darién. El Mapanao fue la primera escuela de este bloque, localizada entre Tarena y el río Tanela, Golfo de Urabá chocoano, que funcionó de marzo a octubre de 1999, siendo sus instructores Góngora, Soto y Capitán Camilo. En efecto, uno de los frentes paramilitares se ubicó en la zona de Tanela, municipio de Unguía, (Chocó), adoptando ese nombre. Allí quedaba la finca La Tanela, que había pertenecido a la familia de los narcotraficantes Ochoa, vendida a mediados de los ochenta a Fidel Castaño quien llegó con unos 200 hombres en bongos que atravesaron el Golfo desde Necoclí (Reiniciar, 2006, p. 157). Se afirma que, tiempo después, Castaño le escrituró esta finca a monseñor Isaías Duarte Cancino y al padre Leónidas Moreno que oficiaba como cura en la parroquia de Gilgál. En el libro Mi Confesión Carlos Castaño, en razón del acercamiento que tuvieron con la Iglesia católica en la región en busca de su acompañamiento a la supuesta entrega de tierras a campesinos y excombatientes, diría que “el padre Leónidas es un viejo amigo mío y de la familia. Cada vez que mi madre reza en el altar comenta que el curita es un santo”. Según versión de uno de los testimonios, este sacerdote se relacionó con Sor Teresa Gómez que lideraba las gestiones de supuesta entrega de predios y tenía un familiar que tenía amistad con uno de los comandantes paramilitares en Medellín (Entrevista, 2019, 5 de diciembre). Consolidada la violenta incursión del Bloque Élmer Cárdenas, con un alto número de muertos y desplazados de las comunidades afrocolombianas e indígenas y de campesinos colonos en el Atrato, entre finales de los noventa e inicio de 2000 Vicente Castaño desde las AUC y otros jefes paramilitares implementaron un agresivo proyecto agroindustrial de palma africana en tierras de los pobladores de las comunidades desplazadas, a través de las empresas Urapalma S.A de Vicente Castaño y Palmura de Don Berna (TS Medellín, Sala Penal, 2017, 30 de mayo), que consiguieron aliados e importante respaldo institucional incluso del orden regional. El despojo de tierras como “Botín de Guerra”. Su relación con el proyecto económico del Bloque Élmer Cárdenas, a través de Multifruit C.I. Multifruit S.A fue una de las empresas que operó en la cuenca del río Cacarica en proyectos agroindustriales. Investigada por su involucramiento con el paramilitarismo y señalada por el Consejo Comunitario de la zona de ser una de las responsables del despojo de tierras en la zona que pertenecía a las comunidades étnicas de esta cuenca. 385
Multifruits se constituyó el 24 de julio de 2001 en Cartagena, mediante la escritura pública número 1593. La composición societaria y de sus órganos administrativos de dirección, dan cuenta del poder obtenido y de relaciones que llegó a tener. Fue elegido representante legal Carlos Nikolai Strusberg González, pero el 5 de mayo de 2004 se conformó una nueva junta directiva y fueron nombrados como miembros principales Juan Manuel Campo Eljach, Berly Fernández Mattos y John Jeremías Pinto Rodríguez, y como suplentes Juan Carlos Marrugo Velásquez, César Cárdenas Rendón y Andrés Tamayo Agudelo. Como representante legal fue nombrado Juan Manuel Campo Eljach (Verdad Abierta, 2011b), entonces representante a la Cámara por el departamento del Cesar (CIJP, 2007, 4 de junio). Un tío de Campo Eljach, llamado Rodolfo Campo Soto, se desempeñó en la época como director del Incoder (Verdad Abierta, 2011b). Como parte de su junta directiva actuaba César Cárdenas Rendón, quien vendió a esta empresa el predio El Atravesao, en Necoclí, cuyo primer propietario fue Élmer Cárdenas. El predio de casi 300 hectáreas fue adquirido por Élmer Cárdenas en 30 millones y vendido a Multifruits en 200. Detrás del negocio estaba Germán Monsalve, posible alias de Enrique Rendón Herrera, conocido como Don Germán, hermano de El Alemán y representante legal de Asocomun, de quien se rumoraba en la región que era “el verdadero poder”. Entre la carpeta de proyectos económicos que impulsaba John Jairo Rendón Herrera, alias Germán Monsalve, se encontraba la explotación de plátano en alianza con la firma Comercializadora Internacional Multifruits y Cia Ltda., una empresa en la que tuvo intereses el Bloque Élmer Cárdenas y presencia en su junta directiva. Dado que el proyecto agroindustrial en Cacarica estaba en territorio colectivo de población afro protegida por la Ley 70 de 1993, los paramilitares le pagaban un sueldo a Arturo Enrique Vega Varón, funcionario del Incoder, para que de forma fraudulenta permitiera la explotación económica. En 2005 Adán Quinto, exrepresentante legal del Consejo Comunitario, realizó a nombre de este y sin su permiso una alianza estratégica con Multifruit que concesionaba el territorio de las comunidades de Balsita, San José de Balsa, Varsovia y Bendito Bocachico. Multifruits firmó un contrato de comercialización por siete años, con un valor potencial de $6.2 millones de dólares con la multinacional Del Monte y su filial local C.I. Conserva S.A. El contrato, firmado en agosto de 2004 por José Antonio Yock, en representación de Del Monte, menciona que “la productora dispone de una finca ubicada en Necoclí” y se comprometió a entregar 2.000 cajas de plátano por semana a partir de enero 2006 (Verdad Abierta, 2011b). Campesinos reconocen a Don Germán como el coordinador de las operaciones de Multifruits, ya que era a través de Asocomún que se entregaban créditos a los campesinos para que produjeran plátano para Multifruits, créditos que nunca se reducían pese a los pagos de los labriegos que al final eran obligados a pagar con su finca las supuestas deudas. Más de 300 agricultores fueron engañados de esta manera y aproximadamente 120 fueron despojados (Verdad Abierta, 2011b). 386
El Bloque Élmer Cárdenas administraba en 2003 casi unas 700 hectáreas de cultivos de coca en su zona de influencia, específicamente en los municipios de Turbo –parte que corresponde al Urabá en la margen chocoana–, Necoclí, San Pedro de Urabá, y en Tierralta (Córdoba). Además, controlaba los corredores de salida de la cocaína al mar (Tenthoff, 2008). Otros apoyos de Chiquita a los paramilitares: ingreso de armas y salida de narcóticos El Departamento de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN), que tiene a su cargo la expedición de las autorizaciones para el funcionamiento de los puertos de embarque, le dio a Chiquita Brands –utilizando mecanismos irregulares– una concesión especial sobre el puerto de Urabá, con efectos relevantes en el conflicto armado. Turbo no tiene muelle, pero al ser un puerto cuenta con los controles civiles, militares y navieros propios de una frontera marina. El río León es una fuente hídrica que transita por los municipios de Turbo, Apartadó, Carepa y Chigorodó. De unos 150 kilómetros de longitud, nace en la Serranía de Abibe y desemboca en Bahía Colombia, en el Golfo de Urabá. Es navegable, fue utilizado para el transporte de tagua. En la década del sesenta del siglo pasado fueron construidos los canales artificiales de Zungo y Nueva Colonia (FESU, 2018) para organizar el transporte de la fruta de las fincas bananeras a los barcos comercializadores fondeados en mar abierto. Por ello esos canales fueron rápidamente circundados por convoyes de las empresas de transporte fluvial de banano (Superintendencia de puertos, 2013), utilizando un sistema de transbordo que iniciaba en dos “embarcaderos”, el de Nueva Colonia y el de Zungo, ubicados respectivamente a 3 y 10 kilómetros de la boca del río León (Cuartas, 2006). Este sistema evita que el banano recorra los cerca de 300 kilómetros que separan a Turbo de los puertos de Santa Marta, Cartagena o Barranquilla. Tener que recorrer esa distancia haría inviable la exportación bananera porque el transporte terrestre maduraría la fruta antes de su embarque en los trasatlánticos bananeros. Las operadoras internacionales Banadex, Banacol, Proban y Uniban contaban con sus propias plataformas de cargue, atracaderos para barcazas, patios, áreas cubiertas de almacenamiento, astilleros e instalaciones de mantenimiento del equipo fluvial. Por esta vía, en 1995 se enviaron al exterior 1.4 millones de toneladas de banano y plátano. Sin embargo, el manejo del puerto fue asunto de Banadex desde 1997, cuando le fue otorgada la licencia para operar la única zona franca especial privada del país. En octubre de 1996 la DIAN conceptuó que no se podía acceder a una licencia solicitada por Chiquita Brands, porque su bodega no cumplía con los requisitos y la DIAN no tenía naves propias para revisar la mercancía en alta mar. Pero en febrero de 1997, la DIAN consideró que las exportaciones de Chiquita eran fundamentales para la economía nacional y que por ello su solicitud ameritaba una autorización especial (Sinaltrainal, s.f.). Así pues, la DIAN le otorgó la licencia en 1997 a la bananera para operar la única zona franca especial privada del país, con un sistema de navegación fluvial entre las plantaciones y los
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transatlánticos refrigerados en alta mar que distribuyen el banano exportado en todo el mundo (Colombia Report, 2007). En 1997 Chiquita Brands además de propietaria de un importante porcentaje de hectáreas de tierra con siembra de banano en la zona, era la dueña de la navegación en los canales que unen a todas las plantaciones y su flota de barcazas estaba en capacidad de recoger las cosechas empacadas y transportarlas hasta alta mar, para ser embarcadas en barcos refrigerados de Chiquita Brands (Colombia Report, 2007). A través de la infraestructura aduanera de Chiquita Brands en Turbo, se movía el referido 15 % de las exportaciones del país, la bananera norteamericana poseía el 45 % de las hectáreas de banano de la zona y, a pesar de la existencia de algunos productores independientes, la bananera tenía control de la navegación en los canales que unen a todas las plantaciones (Sinaltrainal, s.f.). En las conversaciones reveladas por el periódico Enquirer, se e