Marcio Veloz Maggiolo La Biografia Difusa de Sombra Castaneda [PDF]

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Zitiervorschau

COLECCION CONTINENTES

MARCIO VELOZ MAGGIOLO

LA BIOGRAFIA DIFUSA DE SOMBRA CASTAÑEDA (Novela) PREMIO NACIONAL DE NOVELA 1981 DE LA REPUBLICA DOMINICANA

IAI

MONTE AVlLA EDITORES. C.A.

@Monte Avila Editores, C.A. 1980 Apartado Postal 70712. Zona 1071, Caracas Caracas / Venezuela Depósito Legal It. 81-2.674 Portada / Eskenazi & Viano Impreso en Venezuela por Cromotip Printed in Venezuela

TEMA:

Inauguró sus silencios fusilando lagartijas; fundó su pueblo en la sierra, rumor distante del mar, y él mismo fue presidente, pueblo, ayuntamiento, alcalde, cura, mozo y sacristán. Gobernó, azul de retóricas, las mariposas y el viento, la luz, la sonrisa amarga del pinar. Emitió tibios decretos deportando la sonrisa; reglamentó los luceros de la noche y en su afán de dar el poder al pueblo, pensó hacerse derrocar. Pero el pueblo era su mismo afán de vivir y andar. Conspiró contra su propia y fina bestialidad: un día se envió una carta diciéndose, no habrá paz, manos canallas, las tuyas te quieren estercolar; averiguó -al fin- su letra cansada, y con duro afán clamó al pueblo -sombra suya- y se mandó a fusilar. El viento vino a su entierro, vestido de general; y vino también la nube húmeda y municipal, y la cucaracha vino, y el sol duro y el vibrar de los grillos que, solemnes tornaron a criticar. . . Por las crestas de los montes, por el viento circular, por las crecidas del sueño, por el tiempo y por la mar,

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se oyeron voces que nadie ha de volver a escuchar. y el rumor se quedó solo, sin cura, sin general, sin secretario de estado, sin banda municipal, sin trompetas, sin medallas, sin mandatos, sin tam tam, sin súcubos de la noche, sin cotidiano rezar; las soledades vinieron a cubrir la soledad, y el otoño y el verano igual llegaron; igual que las palabras dormidas, y que la muerte letal Gobernó, azul de retóricas, cual sombra de su heredad.

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PRIMER MOVIMIENTO

"¿Dónde están las flores de antaño? Una tarde, tras algunas semanas de gestación, se derrumbó todo el edificio de mis quimeras paternales. Se fue el embrión sin haber llegado al punto en que es posible distinguir a Laplace de una tortuga ... " MACHADa DE ASIS

Memorias Póstumas de Bras Cubas

ESCULAPIO RAMIREZ

PARTE

A

Carcomido por el terror, Escu1apio Ramírez, que había nacido en el barrio de Villa Francisca, cae de bruces. Pero ¿por qué han de perseguirte más?, le dice su mujer, llamada Ausencia, si ya no eres sino un pobre diablo. .. Pero Escu1apio no puede olvidar sus años de opositor. Piensa en aquella tarde culipandeada en la que le quitaron los calzones y lo enviaron al sisal. Escu1apio Ramírez, estudiante de medicina primero, político después, fue juzgado por un tribunal militar. Intentó hacerse el bobo, pero puso bombas en la calle de El Conde; preparó panfletos en Santiago; perdió a su padre en una redada de la que milagrosamente pudo escapar saltando por los viejos patios del vecindario. Sus amigos decían que Escu1apio estaba completamente loco. Pero nada había de cierto en ello. Por las noches hubiese sido fácil tomarlo por sorpresa jugando dominó en el callejón de doña Lo1a, pero le queríamos tanto que. .. Al fin y al cabo era un buen tipo; su único defecto, si puede decirse, era que odiaba a Trujillo ... Escu1apio Ramírez cae de bruces, y lo llevan al hospital Padre Billini. Se ha golpeado duramente en la cabeza. Esta 11

vez está ebrio, y además la debilidad lo ha llevado al desahilo; Esculapio, Esculapio, Esculapio, grita la mujer. Y en verdad ella grita por gritar, porque el hombre está casi muerto, y sólo tiende a mover los párpados y a sentir como una brisa de montaña que le trae a la mente, en vuelo rápido, el resoplido de una aventura distante. Esculapio Ramírez va muriendo, precisamente, cuando los partes de radio han comenzado a dar la noticia de la muerte del tirano, cuando la voz anunciadora del presidente dice que ha caído el roble centenario, (es un murmullo). Esculapio Ramírez agoniza.

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CAPÍTULO

1

DE COMO VIVO, MIS AMIGOS, QUE HAGO Y A QUIENES CONOZCO Mi madre dijo que yo habría de ser un personaje destacado, porque a los siete años se me había borrado la sombra del ombligo. Pero no ha sido así. Por el contrario, poco a poco me he ido relegando yo mismo al silencio, a la montaña, a la sombra. Admiro los ruiseñores grises que hacen gárgaras musicales con el aire de la madrugada. Por las noches siento que alguna estrella se me acerca lentamente, iluminándome la espalda y ni siquiera intento volver la cara. Pienso que tal vez es culpa de la timidez, del deseo retenido, o de las viejas creencias religiosas con las que enantes viví, y ahora repudio. Sentado en la falda del monte miro mi poderío: son sierras lejanas en donde viven los insectos, las lagartijas y los grillos. Paulatinamente he ido domeñando el mundo. Poco a poco he podido olvidar la vieja ciudad, con sus malditos periódicos, con sus cinematógrafos, con sus prostitutas de aguarrás y salitre, y me he perdido para siempre en lo que es mi dominio. Aquí canto, aquí vivo, aquí me-

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dito, aquí me considero el único y posible líder de todo; el bosque se inclina a mi paso; desde los fusilamientos que iniciaron mi dominio las lagartijas me reverencian; por las noches los grillos -únicos opositores a los que no he podido vencer porque sólo chillan entre sombras-, critican el estado de cosas, pero no se atreven a levantar la voz en pleno día. Cuando bajo al arroyo, las carpas y los dajaos me miran y meten rápidamente la cabeza en el agua. Saben que la paz ha sido creada por mí, y por ello me temen: "toda paz es una tragedia para alguien", dije cuando hube de tomar el poder y decidí dónde colocar mi heredad. .. Sabía que en los libros bíblicos los judíos fundaban ciudades, y me dije: he de fundar mi heredad. Por las noches he soñado muchas veces con volver al pasado, al tiempo "real", pero no, me asedian los dolores, dudo mucho de todo y me siento perdido, como esas naves... Recuerdo que cuando la voz padre habló de mi nacimiento, dijo: "él es familia de los conquistadores", sus abuelos, es decir, mis abuelos, eran conquistadores, y mencionó apellidos ilustres, como Ovando, Bastidas, Bejarano, acampo y Salvatierra... Recuerdo que en los primeros años la voz padre tenía un trapiche; indios, o descendientes de indios con barrigas llenas de pujos, molían la caña; luego se dijo que la cosa del azúcar estuvo mala, y nos mudamos para los lados de jaina, en donde todo el mundo quería lavar oro, y se vendía por tomines, no en onzas como ahora; porque han pasado siglos desde entonces y la yedra "trepó por los balcones que guardaban las bocas de mil bronces" ... Recuerdo que sólo quedaba el Ozama, cuyas aguas verdes estaban pobladas de manatíes ... Desde aquella vez en que

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miles de camiguamas y guabinas aparecieron envenenadas flotando, y el gobernador de entonces, un tal García, gritó muerte, no me he vuelto a acercar por esos lugares. Y me pongo a recordar y recuerdo la primera hembra que cayó en mis manos: fueron los días de la llamada Independencia, y yo estaba detrás de la muralla (porque imagínese, pasarse uno casi tres siglos sin hacer la cosa) y elIa caminaba con su flor en el pelo, y ya cuando la vi de cerca y la tuve en mis manos, supe que se llamaba Dorotea, y que era una esclava que había muerto en 1586, cuando la invasión de los piratas ... Pero ya no tenía remedio, porque había sentido de grandes así sus muslos y sus gruesos senos negros; y entonces me volví de espaldas y la dejé que desapareciera, y pocos días después sonó el grito de la separación, y los haitianos, mismamente, se pusieron a gritar y a correr calle abajo y calIe arriba buscando al señor Sánchez. Fue después, cuando el primer gobierno de Santana, que comencé a quedarme perplejo por las tantas cosas y los fusilamientos y las enrediñas, y desde entonces comencé a pensar en probar mi propia dictadura, y fue casi cien años después que me decidí, yeso se lo diré a todos los políticos en pocas palabras y en unos momentos.

*

*

·k

Por debajo de la cañada, montaña abajo, vive Curibamgó. No le conocía cuando llegué a estos parajes después de tanto vagar. Curibamgó se había quedado viviendo debajo del agua en los días posteriores a las últimas invasiones haitianas. Era un negro bembú, que tenía el cuerpo lleno de ñáñaras y nacidos; él dice llamarse don Pedro, y ser más viejo. La primera noche que salió del agua, con varios peces en una mano, me silbó con un silbido maldito. Yo miré perplejo, porque creía que se trataba del indio Miguel, al que vengo tratando, y del que les hablaré luego. 15

Pues bien, Curibamgó, con sus peces en la mano, me dijo: -Compay, ¿tú ere el que no tiene jombligo? -Cómo lo sabes, maldito negro, le dije ... con fineza. -Porque soy un petró ped-dío en el jagua. Yo quedándome cuando to el mundo se fuendo. Pero yo tanda ante ... Curibamgó vivía en el arroyo Mordán, cerca del sitio donde en 1650 castraban a los negros, y se había quedado debajo del agua. El mismo era agua. Yo no le creía hasta que se hizo charco entre mis pies, charco de agua lodosa. -Te dá cuenta, maldito blanco. Le miré aturdido, aunque para mí estas cosas no eran del todo extrañas, porque mis poderes me permiten crear seres imaginarios y hacerlos desaparecer. Pero Ciribamgó era criatura de espíritus del oeste, y yo no le había visto nunca. Nos hicimos amigos, y en las noches de luna opaca, Curibamgó, apestoso, salía del agua lodosa para visitarme y tomar café. Así fue como entablamos una dudosa amistad y hasta compartimos ideas y mujeres juntos. En la oscuridad de los campos, Curibamgó violaba las jovencitas de catorce años, y yo era quien sentía las convulsiones de su orgasmo ... Para que se comprenda mi historia, es preciso que se conozcan algunos de sus integrantes. Es importante que se sepa quién es el indio Miguel, y cómo anda por aquí, por los lados de Azua, con una perra de tetas blandas y un puerco jabalí que vive junto a él desde 1515. El indio Miguel vive en la guácara del norte, pero primero fue recogedor de oro, trapichero y por fin trabajó en el hato de Pa-Terancio, allá en Pueblo Viejo, que entonces era, mismamente, pueblo nuevo. 16

Cuando me acerqué a la sierra de Martín García, con mi proyecto de gobierno, el primero en oponerse fue el indio Miguel; como nunca tuvo mujer, sino puerco-jabalí y perra de tetas blandas, el indio Miguel, además de su idioma, sabía hablar lengua de cerdos y palabra de canes. De ahí que ni siquiera el castellano 10 hubiese aprendido bien porque después, oyendo las historias de los campos, me enteré ---cuando quise iniciar la campaña de alfabetización de todas las bestias de Barrero-- de que desde fecha bien antigua el indio Miguel andaba por las lomas con esa perra y ese puerco, y con ellos cazaba otros puercos, hasta que 10 llevaron a La Vega, adonde el Obispo Fuenleal, que era una personalidad de entonces, y éste quiso enseñarle unas palabras. Pero el indio Miguel entonces hablaba sólo la lengua de los indios, y un día se escapó otra vez hacia Martín García, subió con sus dos animales la sierra y le declaró la guerra a los blancos; se entendió desde muy antes con los negros que pelearon en los palenques de Guarocuya, cristianito rebelado. Sabía Miguel más que el castellano, la lengua de los indios y la de los negros de Manieles. De modo que cuando nos encontramos no podía yo entenderme con él. Por suerte tenía yo a Curibamgó como asistente, y con ayuda de éste pude saber que el indio Miguel se acostaba con la perra, y andaba vendiendo y cambiando tasajo de puerco cimarrón por 10 que le dieran. Y que cuando llegó Trujillo al poder, en 1930, el indio Miguel se dedicó a quemar carbón, que fue otra de sus profesiones. Porque este resto de raza indígena que todavía anda por ahí se las ha arreglado para seguir persistiendo y perviviendo, sin que nadie la note. El primer encuentro con Miguel fue rudo, porque dentro de mis planes de fundar gobierno, no estaba el enfrentarme con voluntades, ni cosas parecidas. Lo mío era vencer la naturaleza, organizar los grillos, dar órdenes precisas' al viento y a la lluvia, atemorizar las lagartijas, condecorar to17

dos los ruiseñores y asimilar las garzas a las nubes de la región. Todos eran proyectos claros, que no tenían por qué ser parte de acción humana. De manera que el dominio del indio Miguel de toda esa zona resultaba para mí positivo y negativo a la vez. Positivo porque si lo convertía en mi aliado, podría entonces tener gran información, una información de siglos; negativo porque si el indio Miguel intentaba irse con el santo y la limosna, podría tomar mis ideas, y formar él su propio territorio, con mandatos propios. Cuando me acerqué a Miguel -cuyo nombre verdadero era Guacamoel-, el puerco cimarrón que le acompañaba gruñó drásticamente; la perra sarnosa -consorte sin duda del indio Miguel- engrifó los pelos del lomo y emitió unos ladridos como rabiosos; Curibamgó miró hacia el infinito y vio en la niña de los ojos del indio aves de rapiña; los dioses de Miguel tenían todos el pelo muy lacio; los míos no se dejaban ver aún y se mantenían ocultos en la polvareda de los caminos. Curibamgó emitió como un quejido y la perra se quedó muda; sin embargo, el jabalí siguió gruñendo, y Miguel se acercó. Habló con Curibamgó en lengua mezcla de viejas raíces indígenas e idiomas africanos; decía Miguel que ese territorio le pertenecía, y que por siglos lo había utilizado. Era su coto de caza. Mostró su lanza grande y aceitada con manteca de cerdo, y los ojos enfebrecidos se voltearon tornándose blanquecinos, mientras el jabalí gruñía y gruñía. Le dije a Curibamgó que le dijera al indio Miguel que me parecía conocerlo, que yo también venía desde la colonia, y que estaba aquí porque en la era de Trujíllo era difícil ya vivir en las ciudades; el indio Miguel preguntó qué cosa era la era de Trujillo, Aproveché para explicarle al través de Curibamgó que era algo así como el gobierno de don Diego Colón, y que había reinas, y carnavales, y poesía en la corte; y que colgaban a las gentes como se colgaba en aquella ocasión a los esclavos. Entonces 18

tenía 113 mujeres, había nacido en 1936, y ya a los 14 años el indio Miguel, cuyos testículos salían por debajo de un faldellín de algodón, y bruscos topaban con el suelo, se dio por enterado. Dijo que para él la vida continuaba siendo caza y ladridos, gruñidos y todo lo demás. No le importaban los tiempos. Oyó cañones y había pensado, hasta hoy, que eran tronadas. Yeso, claro, le perturbó un poco porque él era un experto en tronadas, y sólo una tronada artificial podría explicar fallas en sus predicciones del tiempo. Aquella vez se me olvidó decirle que desde el mismo siglo XVI venía yo recolectando libros y recetas; y que estaba a las órdenes para instruirle, aunque él, como ente humano, no entraba dentro de la categoría de seres gobernables. Le expliqué que estando en la ciudad pude hacerme, comenzado el siglo veinte, de mi famosa enciclopedia Espasa, la que me aconsejaba en el arte de buen gobernar y de definir, claro está, la constitución física de cuanto estaba bajo mi gobierno. Decreté esa tarde que los terrenos del indio Miguel estarían ubicados al oeste de la sierra Martín García en donde todavía hay puercos cimarrones que bajan al Barrero, y se ayuntan con las puercas criollas, generando cerditos de hocico largo y pelambre dura, como la pelambre de los mulatos. Nunca le dije al indio Miguel cuándo entraría el decreto en vigor, pero Curibamgó le hizo saber que podía también atrapar puercos cimarrones en nuestros predios, siempre y cuando trajera algún tasajo para repartir en la población del Barrero, a través de Mimilo, caballo de Curibamgó. Nuestro representante en la población del Barrero era Mimilo. Tenía poderes y por tales razones era el único habitante de la zona que podía codearse con nosotros. Mimilo 19

era brujo, profesión que heredó, junto a unos tambores y un recetario de hojas, de su abuelo Publio, que murió de tuberculosis y erisipela durante la intervención norteamericana de 1916. Mimilo supo que era brujo porque su abuelo predijo que nacería en 1936, Y que tendría poderes. Cuando Mimilo nos invocaba, bajábamos de la sierra a resolver sus problemas. Generalmente su invocación se hacía con grandes tambores y clerén. Mimilo tenía buena parte de la gente del Barrero haciendo tafiá y derén en la orilla del arroyo. En alambiques de hojalata, los hombres y mujeres del Barrero hacían ron del malo, que bebían por la noche antes de hacer la invocación. Cuando escuchábamos el tambor de Mimilo, bajábamos según fuésemos llamados. A veces bajaba Curibamgó, quien tenía poderes contra rámpanos y rajaduras. Espantador de las niguas y la mazamorra de los pies, Curibamgó sólo se dejaba ver de Mimilo , porque nunca quiso mostrarse como era ante la gente del Barrero. Emergía del arroyo lleno de moscas, y gritaba en medio de la noche, pasando por el conjunto de borrachos que caían al suelo, y pedían a gritos ser tocados por la mano del petró. En otras ocasiones venía el indio Miguel. Primero se oían en la casa de Mimilo el ladrido de la perra y el gruñir del puerco cimarrón; entonces la voz esponjosa de Miguel, hablando medio en lengua de indios y medio en lengua de perros, salpicaba de sonidos raros los oídos de los participantes. El indio Miguel no se dejaba ver, y su voz parecía venir como de abajo de la cama en la que Mimilo se pasaba las noches haciendo el coito con sus 113 mujeres, de las cuales, una, Manuela, tenía 111 años de edad. 20

Pocas veces era yo el llamado. Mimilo conocía mi destino. Ya le había dicho que mi intención era ordenar la naturaleza. Hacer cambiar de color el subido gris de los ruiseñores; empantanar las tierras secas para producir el arroz en donde ahora se producía el yagrumo; vencer el vuelo de las auras tiñosas; almidonar el inmenso caminar de las nubes resoplándoles agua para verlas caer convertidas en verdaderos bultos blancos que se revientan sobre el suelo. Pero, en una ocasion, hubimos de reunirnos. Cada quien debería poner en claro sus asuntos. Y esa es parte importante de esta historia.

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CAPÍTULO

II

DE COMO ME LLAMO SOMBRA CASTAÑEDA y HE TENIDO QUE ESCUCHAR EL SENTIR DE LOS DEMAS PARA PENSAR EN MI MISMO A la reunión asistieron Miguel, Curibarngó, la perra y el puerco jabalí, así como Antonio el bacá. Mimilo había tenido una hemorragia durante aquellos días, y los acuerdos a que llegaríamos serían informados a él tardíamente, cuando hubiese superado su enfermedad. Mimilo era hermafrodita -y su espíritu lo es aún-, de modo que los días de luna nueva le bajaba duramente la cuestión, y lo postraba. De esa manera tenía la posibilidad de entender mejor a las mujeres, y de hacerse blando con ciertos hombres cuando le convenía. Antonio el bacá fue la segunda personalidad que conocí en la sierra. Resultó avistado por mi cernícalo Alfredo cuando venía convertido en serpiente verde, en pequeñita serpiente verde. Alfredo voló sobre Antonio el bacá sin saber que era Antonio el bacá, y de improviso lo tomó por la cabeza y levantó el vuelo. Entonces Antonio vino a su forma humana habitual y cayeron los dos, cernícalo y bacá, desde lo alto, con tan mala suerte que Antonio aplastó a Alfredo para siempre. Corrí, porque el alma de la cuyaya es gritona, 23

y pude escuchar a una enorme distancia el resoplido del pulmón del Alfredo, y el trotar de las palabras maldicientes de Antonio. En segundos me desplacé: habían caído sobre unas cercas de espinosas alquitiras y raquetas; la ardiente leche de la raqueta resbalaba sobre la piel de Antonio haciendo burbujas, como el bicarbonato de sodio sobre las monedas de plata. Pensé que pronto el líquido blanco le crearía grandes llagas, pero Antonio se pasó la lengua sobre los lugares magullados, y la hedionda leche de la raqueta se convirtió como en humareda, llenando de un vaho terrible toda la sierra. Debajo de Antonio el bacá estaba Alfredo. ¡Aplastado! -¡Quién caraja eres!, le dije. -Soy antonio el bacá (lo sentí con minúsculas), y quiero ayudarte. Venía hecho culebra mansa y tu maldito cernícalo, cuyaya del demonio, me tomó por la cabeza y tuve que venir a mi forma humana, y zás, caímos, reventándose tu animal. -Lamento mucho esto, Antonio el bacá. -Te serviré de cernícalo -dijo--, podrás ayudarte conmigo; vivo solo desde 1825, pero he dedicado mi vida a ayudar a los demás, y los demás no quieren ayuda. Entonces Antonio el bacá me narró su historia. Y era como sigue: que había muerto a los 16 años en 1825, cerca de Ounaminthe, en la parte de Haití, y que, como era tan joven, produjo mucha pena. Vino entonces Santimilión, un viejo manejador de suertes, y compró el muerto, comprometiéndose a levantarlo para él. A cambio, entregó al padre de Antonio el bacá un chivo, que cuidaría sus haciendas. y fue así como Antonio se sintió revivir y comenzó a sentirse otro, y cuando nadie lo esperaba, pensó en ser pájaro carpintero, y salió volando con forma de pájaro carpintero. Antonio el bacá se pasó para la parte española de la isla

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en 1840, Y pronto aprendió las costumbres dominicanas, y le gustaron. Sin dueño, desatento al llamado que le hacían sus seres del oeste, se metió por la sierra de Martín García y allí vivió largo tiempo, hasta que nos conoció a nosotros. Hasta entonces fue un exiliado. Aquel día de junio Antonio el bacá me dijo: Jaremos un compromiso ... Yo me convierto en lo que tú digas, y me dejas que te ayude. .. Jaremos un compromiso ... Me quedé silencioso, porque ese día miles de ciguas Madam Sagá giraban en torno a mi cabeza con sus gritos de calandrias amarillas; eran como un símbolo de la premonición a la que me impulsaban las palabras de Antonio el bacá. .. Sabía yo que los bacá son seres encarnados en animales que cuidan el territorio de su amo, y que hacen compromiso; pero también sabía que los bacá son seres malos, hasta que pude comprobar la otra cara del bacá, la cara buena, porque según su historia, Antonio había huido de su oeste querido simplemente porque no quería que se hicieran ofrendas y sacrificios en su nombre. -Yo seré tu cuyaya, me dijo. -Puedo conseguir otra cuyaya, le contesté. -Yo seré tu puerco jabalí, entonces. -Ya el indio Miguel tiene puerco jabalí y perra de tetas blandas, le contesté. -Yo quiero estar aquí, ayúdame. Muy bien, muy bien, me pareció decirle para mis adentros, y pensé en la vieja cotorra que en 1670 gritaba en la ciudad de Santiago de los Caballeros los partes de guerra y los bandos de policía. -Serás mi cotorra santiaguera, le señalé. Recibirás mIS instrucciones. Tengo que hacer el decreto de lugar.

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y en seguida me puse a redactar el amplio decreto, y mientras lo redactaba me di cuenta de que no debía relegar a Antonio el bacá a una sola actividad, porque podía ser además de cotorra santiaguera, espía, francotirador, perro citadino, tantas cosas. Sería mi mejor aliado, pensaba, y él barruntaba lo mismo, porque llegó a señalarme: -No necesito nada. Lo tengo todo. Cuando necesito algo lo busco en el ámbito que más me place. Y convertido en perro, se ayuntó con la perra de Miguel, quien dormía, al parecer, un sueño de siglos.

*

*

*

La reunión comenzó cuando puse sobre la mesa de cuaba los papeles rayados. Cada quien al final inscribió su nombre, su asistencia al acto. No podía haber luego tapujos. Cada quien, además, debería sincerarse. Se presentaba un problema fundamental: la sombra de los pinos sugería que el indio Miguel difícilmente podría narrar su vida, su manera de vida. Pero Antonio se convirtió en negro manielero y tradujo para nosotros lo que decía Miguel, y lo que pensaban el puerco jabalí y la perra de tetas blandas. Era de noche, y la luz de los luceros resbalaba, chillona, sobre el crestero de la cordillera gris. Los resplandores amarillos chorreaban desde el pezón hasta la falda de la montaña, metiéndose luego en los arroyos de la altura, los que, a su vez, bajaban convertidos en un oro líquido que manchaba de madurez las rocas nocturnas. Los ojos de Abona, la perra de tetas blandas, se habían enrojecido más de lo acostumbrado, y parecían besar y en cender los fuegos fatuos de mi cementerio de lagartijas. Por-

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que inauguré mi gobierno fusilando lagartijas cuando aún no conocía a los que luego serían mis ayudantes. Se rascaba con la pata izquierda la nariz derecha, y los cascarones de sarna volaban por los aires, convirtiéndose en escamas luminosas que bajaban luego, suspendidas en un viento flaco, hasta depositarse en los yagrumos. Los bostezos de Ahona resecaban de pronto los pétalos de las campanitas, cuyo matiz morado se iba tornando azuloso como el de un envenenado. Estábamos alrededor del fuego que la luna reflejaba. ¡La luna caliente a una sola señal del indio Miguel, prendió fuego en la cuaba alrededor de la cual nos arremolinamos! Los pies agrietados de don Pedro el petró, se reflejaban sobre el valle, como cuando un espejo rechina la luz y la distribuye en movimientos enceguecedores. Abajo, las casitas del Barrero, apenas parecían puntos en el firmamento de un cielo invertido. Lámparas de gas kerosene, trozos de madera resinosa, fantasmas soñolientos cuidados en el cementerio por el Barón Samedí, al que nunca vimos, pero del que siempre tuvimos noticias al través de Mimilo. Antonio el bacá, con su juventud, sus músculos duros, sus anillos de cobre en las orejas y su voz casi infantil, contaba las nubes en espera de que pudiésemos ponernos de acuerdo. En ese momento recordé la Noria del Barrio de San Lázaro, en donde en 1812 salía el espíritu del dueño del pozo. La recordé con tal fuerza que sus cadenas fueron escuchadas por todos los de la reunión. Tuve que excusarme. Explicarle que en los viriles días anteriores a la llegada al poder del señor Núñez, los espíritus de los soldados españoles gozaban con hacer sonar la noria. En aquellos días no sentía el cariño que siento por el mando; poco a poco la historia me fue enseñando que se manda desde adentro y no desde afuera; poco a poco, siguiendo las eras, andando 27

de ciudad en ciudad, comprendí que debe ordenarse primero el medio para reordenar el hombre. Fue una de las características de mi pensamiento. Hubiese logrado escribir un libro sobre ellas. Ordenar el medio para reordenar el hombre. Esperaba que los perros del Barrero comenzasen a aullar; sería la señal para el inicio de una reunión en donde yo, Sombra Castañeda, propondría un nuevo modelo de reorganización que, transmitido a Mimilo, podría luego aplicarse a seres de aldea, a seres de ciudades. Desde el fondo de las urbes, las que vi crecer como crecen las hojuelas de harina tostadas por el fuego, el aceite y el viento que contienen, sentí la amenaza de muchos seres con deseos de muerte, de venganza; me dije que la muerte, el odio y la venganza sólo desaparecerían cuando alguien dominara el contorno de la realidad. En el fondo esta posición era una especie de huida, de escapada, de ruptura con un silencio sigiloso y secular. Me lanzaba a una aventura que sólo podía llevar a cabo en la soledad plena, en esa soledad en la que nada está hecho y todo puede hacerse al modo de nuestros deseos. Encontrar a estos amigos fue para mí algo desconcertante, en un inicio, porque mi proyecto estaba concebido en la soledad, pero poco a poco me dí cuenta de que la soledad continúa siendo la misma soledad si logramos convencer a los otros de que estamos realmente solos, aunque estemos juntos. Hacer sentir solos a los demás es el camino más plácido para llegar al poder y mantenerlo. Las lagartijas me rodearon en cuanto llegué al seno y a la cúpula de la sierra. Busqué mi enciclopedia y, antes de iniciar la ejecución, aprendí en mucho su anatomía, su sistema nervioso, el género y la especie a las que pertenecían; mi ejemplo de dominio de la naturaleza se produciría sólo si lograba entender lo que exterminaba. No es una forma común entre los dictadores. Trujillo, allá, en la sombría cúpula de su capital, no sabe lo que mata. No tiene conciencia de lo que extermina;

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no ha estudiado lo que destruye. La dictadura es una ciencia, no un arte. Por eso mi primera decisión se produjo con el estudio sopesado. El primer grupo de lagartijas cayó fulminado por mis palabras ungidas de pólvora. Curibamgó, también llamado don Pedro, por sí mismo, dice que él inventó un baile en el cual los esclavos bebían tafiá con pólvora, y que debido a él se llaman petró todos los espíritus sensuales y violentos. Tafiá con pólvora; esta noche sugerimos el baile, y Mimilo, allá, en su casa de tabla de palma y santorales, se levantó del lecho como llevado por una fuerza y tragó el clerén endulzado por la pólvora de una bala 38, escondida en su colchoneta desde hacía seis años. Los perros del Barrero aullaron todos a coro; se les oía chillar y el eco de sus gritos y ladridos retumbaba entre los montes como una pelota rabiosa, generando temor y soledad entre los habitantes de la montaña. Las luces del Barrero se apagaron lentamente. Primero la de la casa de Mimilo; luego la de sus 113 mujeres, todas de apellido Beltré; Curibamgó se frotó las manos y éstas sonaron como el cemento rústico cuando lo rasca la suela de un zapato con herradura; el indio Miguel musitó algo en lengua desconocida: se echó el pelo hacia detrás y comenzó a hablar en lenguaje de manieles, mientras Antonio el bacá traducía con cara de sapo y en una mano la cola de la perra de tetas blandas. A su decir, el indio Miguel dizque era hijo de cacique, y a su madre la llevaron -siendo él pequeño-- a La Vega, en donde los blancos ponían a trabajar al indio y le daban naguas y babuchas de regalo; siendo muy jovenzuelo se lanzó hacia la sierra; tenía que morir algún día y al tercer día se

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levantó, y ha seguido así hasta hoy. La perra apestosa que lo sigue estaba parida con cachorros amarillos cuando Miguel pasó por Jaquimey, cerca del río Yaqui, en donde también lavaban oro, y lo persiguieron como a un endemoniado, subiéndose él a la serranía, en donde estuvo luego con Guarocuya y con los otros escapados; allí conoció a Yelambé, quien le enseñó algunas palabras y lenguas con las que entenderse. Pero cuando Guarocuya devolvió los esclavos, ya Miguel se había ido por el rumbo de Martín García, no sin antes haber sido apresado y vuelto a escapar, como se dijo anteriormente. Miguel conoció en su recorrido a otros seres y personalidades. Al puerco jabalí le conoció en 1515, lo mismo que a la perra, cuando 10 tomaron por prisionero y lo llevaron a la Vega Real. Al puerco jabalí 10 conoció cuando cazó a varios cerdos escapados y se encontró con puerca parida a la que dio muerte, comiéndose ocho puerquitos y dejando vivo al que le ha acompañado durante todos estos siglos. (Se le han saltado las lágrimas y dice ser sentimental cuando habla del puerco jabalí que le acompaña); y dice ser este puerco jabalí como casi su hijo o más que eso, y la perra de tetas blandas, como su mujer y más que eso. Se considera el indio Miguel como un ser de las sombras, como un protegido de los ríos, los mares y las lluvias, de donde todavía según dice, un dios llamado Baigua, le asiste y otros dioses de sus antepasados llamados Guabancex, Guatauba y Coatrisquié, le dan mandatos. A veces los brujos de hoy le llaman, y él llega solícito, y habla, sin dejarse ver, de huracanes, ríos revueltos, muertes y miseria. Pero nadie le entiende. Su perra ladra y el puerco jabalí gruñe. Ha dicho que puede ayudarme a manejar las fuerzas del aguacero y del relámpago. .. y luego se ha callado, ha entrado en el mutismo, ha sentido que el sonido de sus pala30

bras deberá recorrer todavía la verdad que significan las crestas de los montes, donde cada voz es una semilla que, caída en la tierra, germina y crece y se reproduce aunque los demás no la comprendan. Miguel tiene los dedos gruesos. Me mira o mejor dicho, me miró y empezó a sudar; agua pura bajaba de su frente y se convertía rápidamente en cañada que arrancaba de raíz los yerbajos; miró al cielo y tronó en plena noche estrellada; se oyó el ruido del huracán, y las luces de Barrero de nuevo se encendieron; oíamos las oraciones, los ensalmos a la naturaleza; miré dulcemente a Miguel, y Antonio el bacá le dijo, en voz baja, pero que se escuchó en casa de Mimilo: -Muy bien, lo has demostrado. Fue entonces cuando Miguel puso su mano en el pliego de papel rayado y se dibujaron en él caminos, bohíos llenos de iguanas maceradas en ají montesino, canoas llenas de personas navegando en la mar embravecida, mujeres pariendo niños antes de tiempo y hombres con látigos graneles y guadañas cortando cabezas: ¡Era su firma! Curibamgó estaba embebido mirando el silencio que hacen las siluetas lejanas de los árboles. Comenzó a definirse con voz leprosa, húmeda, profundamente gutural. Completaba sus palabras con un hipo tenso, como si hubiese comido empanadas de cerdo o las deliciosas salchichas de la calle del Comercio.. Curibambó nació... ya se sabe, y se quedó. Yo quié decí ta quedando dende jace tiempo; yo conoce mucho gente aquí. Yo diga uté que cotándome myi jablá bien pa entendé. Yo sé, Don Pedro, don Petró. Gente serie compai; que quedá cuando la invasión, no quise regresá po que yo tanda aquí, en leste, ante de la invasión. Yo decí uté que son vedá. Epíritu de vedá. Yo digo tengo

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fuedza pa mové mucho podere. Yo manejá ahora sere fuedte. Yo decí: protege de la peligra y tú ta protegí. Yo decí no te entra mal por ninguna parte, y no ta entrá. Te grita yo abaja la rayo, la luce, to lo que quemá, y se abaja. Yo dice a ti muera le enemí, y enemí se va pa la merde; yo son duro, son petró, son Don Pedró; yo diciende la amare buena pa ti, y la amare buena. Yo mirá pal másallá, y decí to cuán pué pasá ... Yo tiene mis amí, muches sarní, gente de mi gremia, que hadé 10 que yo pedí. Yo decí a Mimilo qué tié que jacé pa ta bien con petró. Decí, Mimilo tie que comé poco, y guardá promesa; tú tié que jacé tó bajo el cama; tú tié que conocé lasoja de la mata y ta enseñá ti; tú tié que sabé tragá la senisa, y tié que sabé quié va pa tu altare. . . Yo llamá gente y persona mía y vení conmigo aquí. .. Yo decí que mi gente salió de lo que 10 jotro pensando. Si tú piensa fuedte, tu jase tu jase tu sere. Yo ta con mi sere. .. Yo me llama Curibambó, pero también don Pedro, rey petró ... Quiere decidte que ayude a to 10 que pide, pero pa pedí hay que tené .. , jum. Yo, Sombra Castañeda, miré los ojos encendidos de Curibamgó .. , Ciertamente él había creado seres con sólo pensarlos. Era capaz de dar vida a los pensamientos ajenos. Cierta noche, Mimilo pensó en una mujer desnuda. y Curibamgó se la envió en la mañana en medio del arroyo. Desde entonces vive junto a Mimilo, y cuida el altar y es como Mimilo la pensó. .. Los dedos rajados de Curibamgó estaban poblados de niguas. Cerca del cementerio no podían soportarlo porque allí viven seres limpios, con bombines del siglo XIX, y con flores en la solapa; tiene sus pleitos y regaños con otras personalidades. .. Le dejé hablar largamente. Hizo enumeración de sus poderes, y dijo no saber para qué gobernar cosas, cuando se pueden gobernar gentes. 32

-Es cuestión de ordenar el medio, y luego de ordenar a los que viven en él. Esta frase filosófica aparecía ya en mi plan de gobierno, en el escudo de la sierra, en el ruido de las mariposas al pasar sus alas llenas de polen sobre la cabeza del naranjal; había sido mi primera frase, el meollo de cuanto pretendía. Al silencio de Curibamgó, cuyas amistades comenzaron a moverse en torno a él, como los miembros de una gran orquesta silenciosa, siguió un murmullo de personalidades que habían subido la cresta de la sierra al solo pensamiento de don Pedro, el creador de materias ... Los miré moverse, como en un desfile de modas. Uno dijo llamarse Gran Buá del Norte, y narró sus aventuras en la época en que la madera era cortada en el sur de la isla para ser vendida a los barcos franceses surtos en el sitio de Leogane y en Petit Goave; vino al este huyendo de la matanza, le molestaba profundamente ver la sangre de blancos y negros rodando; odiaba las cabezas rodando; se sentía triste cuando el clerén se terminaba y lloraba de angustia, asustado, cuando no escuchaba el rumor de los pinares, o el canto negro de las aves nocturnas. Le pregunté a Gran Buá del Norte qué podía hacer, y me dijo que casi nada, se había convertido en un servil desde hacía tiempo; recibía órdenes y nada más. Su chaleco dorado me pareció provenir de tiempos ricos en decoración; lo había conseguido en el palacio del rey Cristophe, una noche en que uno de los mozos de campo se emborrachó y fue despojado de su vestimenta y asesinado por tres guardianes del propio rey que tenían sangre mulata. .. Gran Buá del Norte era uno de la legión pensada por Curibamgó, porque luego vino el Cabo Polisón Frontier, habitante de la frontera entre Santo Domingo y Haití. Trajo entre SllS manos la charretera militar de un rango superior al que ostenta desde 1804, fecha de la independencia de su país. Le acompañaban Mamita Mambó y Liborio, quien casi

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no quiso hablar, y se refirió duramente a las fuerzas americanas de intervención de 1916... Liborio tenía polainas amarillas, roídas, un sombrero de cana ancho, y fumaba un cachimbo azul... Pasaron estas personalidades asombrosas que se acercaban a mi mundo traídas por mis futuros colaboradores. Mientras Liborio hablaba, y explicaba sus viejas andanzas, Curibamgó dibujó un gesto con los dedos, como un mago, e hizo desaparecer sus hechuras sin alboroto. Un silencio enorme y penetrante se hizo cargo de la sedienta atmósfera. Los nombres de los visitantes quedaron grabados de improviso en la hoja de papel rayado, y Curibamgó interpretó este gesto insólito de la naturaleza, como su firma ... Antes de que hablara Antonio el bacá, la lechuza búho cantó dos veces. Amenazaba una pequeña llovizna al través de la cual volvían a verse las últimas rayas del horizonte. El mar, distante, centelleaba como un caldero de plomo hirviente; se quemaban los peces y las algas en la azulada inmensidad; las nubes se hicieron más densas, y el velamen de una goleta azul y verde se recortó en el infinito. . Las pesadillas comenzaron a salir y a danzar, como siempre lo hacen: eran los sueños de la gente del Barrero, que, como el humo, se elevaban sobre el firme de la cordillera y bailaban ante nosotros en ese momento. Antonio el bacá no sabía de eso; lo suyo no eran sueños, lo suyo era vida material, animal del monte, sensualismo, moriquetismo, conversión de lo uno en lo otro, resoplar con mugido de vaca, o calentarse, al sol convertido en iguana a orillas de la playa pedregosa y lejana, expuesto a morir aplastado por la piedra de cualquier mortero. Cierta vez bajó al Barrero convertido en cigua palmera con tan mala suerte que le alcanzó una piedra lanzada por uno de los muchachos del arroyo. Cinco días se debatió

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ante el dolor que le quitaba las fuerzas para retornar a su forma humana. Después me explicó que la supervivencia de un intermedio entre el bacá y el galipote depende de su rapidez para transformarse; si lo hace con lentitud, sentirá la misma agonía que el animal que representa y entonces su misión habrá terminado. Es parte del pacto. Es parte de su propia naturaleza. Mientras mis dudosos colaboradores expresaban su mundo, yo pensaba en el mío. El dominio del aire; pensaba en las instituciones: Dominio, le llamaría dominio a cada rincón de poder; en vez de Ministerio, Dominio, fuerza, dominio, manera de poder hacer. .. Por mi mente cruzaban los soldados enviados por Trujillo a galvanizar su frontera; miles de haitianos borbotando; no había modo de acomodar el hombre al medio; las dictaduras no dominan el medio, dominan al hombre; pero era mi interés dominar el medio, y su contenido luego, sería resultado del ambiente vital creado. El rumor de mis palabras quemantes hizo cenizas el pajón. El murmurio del viento sirvió de bando para pregonar que mi organización había iniciado su proceso demostrando un dominio sobre los habitantes del medio, precursor del dominio sobre el medio y sus habitantes. Mientras ellos, mis dudosos colaboradores firmaban con su actitud el libro rayado, yo pensaba en el éxodo. Había salido de Santo Domingo, la última ciudad, acobardado por la fuerza de un solo seguidor de instintos. Los había habido anteriormente, Santana, Lilís, Báez, pero ninguno tenía entre las manos tanto poder de hombre ... Miré la montaña, y vi el futuro, yo que he venido caminando desde el pasado y que he morado en las páginas de enormes libros y en el pensamiento de curas, soldados, intelectuales, sombras desoladas, revolucionarios y atletas. 35

Dominar el medio, para mejorar el hombre... Pensé para mis adentros barruntando que nadie se enteraba, pero Antonio el bacá, se sonrió con su sonrisa mulata y me dijo: -Sombra Castañeda, usted parece desorientado. .. y se rió brevemente mientras la luna se cortaba en el filo de sus dientes blanquísimos, capaces de trozar la noche de un solo tajo ... Fueron palabras que los demás escucharon sin comprender ... Mimilo, allá en su lecho del Barrero, dio varias vueltas. Hacía sólo unos días había entrado en su aldea el primer militar: un sargento de apellido Beltrán, quien se puso a las órdenes de Mimilo el de Barrero. Barrero era entonces una aldea cerrada; sólo los hacedores de carbón la visitaban a lomo de mulo una vez por semana. Sus casas estaban desparramadas desde el mismo siglo dieciocho a 10 largo del arroyo que también se llamaba Mordán. .. Millares de rocas de duro pedernal, redondeadas por el arrastre, rodean la aldea. Más abajo, a pocas leguas, está el sitio de Los Negros, donde en el siglo XVII castraban a los esclavos que se rebelaban en los pocos hatos e ingenios de azúcar. Fue aquella la primera vez que recorrí Barrero. Caminé largamente, y pude ver las casas de tabla de palma pintadas de blanco. Dentro los fogones de barro, y las pailas también de barro, con bastimentas y carne de cerdo. La mierdita de los niños flotaba en las aguas del arroyo, e iba a dar al mar, en donde jureles y lisas, hacían caso omiso de tan impúdico festín. . . Epoca en que la cotorra era abundante, y con el verde de sus alas terminaba de cubrir de colores el follaje otoñal y semimuerto de la cresta serrana. En Barrero nadie recuerda sus orígenes. Se dice que cuatro primos se casaron entre sí generando las familias que 36

viven en el lugar. Una bruja de escoba cayó una vez en el patio de los primeros Beltré y se quedó a vivir para siempre en la aldea. Tuvo dos hijos (Persiles y Segismunda), tambien de apellido Beltré. La mayoría de los recientes inmigrantes nuevos vinieron por la sierra de Ocoa, y eran también de una misma familia: los Pérez. Allí se mezclaron con los Beltré, forjando las familias Beltré y Pérez, y Pérez y Beltré, los que, con los siglos, han degenerado en seres con pies torcidos, ojos bizcos, narices encorvadas, y manos dobles en muchos casos. Mimilo vino de fuera, pero se dice que su abuelo fue uno de los descendientes de la bruja de escoba que cayó en el Barrero por los años de 1800. Son decires. Los niños del Barrero tienen resguardos para brujas. Los llevan colgando, porque cada uno o dos años, desaparece un niño y se le ve luego remontar el cielo y volar sobre el Barrero en noches de luna acompañado de señoras muy pasadas de edad, montadas en largas varas voladoras y con ropas muy raídas. Por eso el Barrero es el sitio ideal para un plan como el mío. Allí está toda la realidad que se han tragado los siglos. Allí nada es más anormal que la vida misma. Allí el indio Miguel puede decir los años que tiene, Curibamgó puede decir que vive en el fondo del arroyo, y Antonio el bacá puede convertirse en sapo delante de las gentes, sin que nadie 10 ponga en dudas, sin que nadie se aterrorice. Allí los seres vagan con la confianza de las almas en pena, y modifican la vida de las comunidades con el consentimiento de ellas. Antonio el bacá fue el último en hablar. Su historia, conocida, quedó sellada cuando el amanecer, convertido en calandria, cantó para nosotros con silbo tenue, mientras el ramaje de los yagrumos se inclinaba levemente, y las demás calandrias de la cordillera callaban, arrobadas por su trino. 37

MUSICA DE FONDO

Tristísimo (Parte 1) "He aquí, señores, tronchado por el soplo de una ráfaga aleve, el roble poderoso que durante más de treinta años, desafió todos los rayos y salió vencedor de todas las tempestades. El hecho horrendo consterna nuestro ánimo y estremece con fragoroso estrépito de catástrofe el alma nacional".

ESCULAPIO RAMIREZ

PARTE

B

La monja le mira sin saber que hace apenas unas horas hubiese sido calificado de peligroso. Pero, ¿peligroso un borracho como Escu1apio Ramírez? Vacuencias. El hospital ha sido abandonado por la guardia armada. La noticia ha encogido las faldas de la ciudad y abierto caudales de agua limpia en los vecindarios de la parte alta. Escu1apio Ramírez respira con lentitud. Nadie podrá salvarlo. Es increíble (piensa Ausencia) que tantos esfuerzos y cárceles se vean coronados con la muerte el mismo día en que muere el mundo que tanto él combatió. Ausencia recuerda los allanamientos. Escu1apio Ramírez llevado hacia los campos de sisal; confinado luego en Azua, en Barrero, tierra de brujos, sol y campos arrasados. Esculapio Ramírez muge como un toro. Dice palabras incoherentes. Un silencio de terror y negativas, de muerte recogida y de incredulidad, transita por las calles. Nadie cree en la muerte de los dictadores; nadie cree que los dictadores pueden morir, así, de un día para otro.

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Mire, ése es Esculapio Ramírez, sentado en su poltrona eléctrica siendo aún más viejo que los demás. Le colocan barras cargadas de electricidad por los testículos que él siente crecer desmesuradamente. Agoniza. Mírenlo. Sufre lo indecible. Piensa en las redadas. Está listo. No sabe por qué un día lo lanzan a la calle completamente inútil, con e! pecho marcado por mil llamaradas de odio; Esculapio Ramírez, estudiante de! tercer año de medicina salvándose en el sisal porque al corone! le atacaban enormes toses que sólo eran curables en la capital. Esculapio Ramírez recetando alquitiras y emplastos, salvándose de la muerte segura. La monja dice que no terminará la noche sin que haya expirado. El olor a ron apesta. La chata de Carta Real que Esculapio tenía en e! bolsillo izquierdo se fragmentó y es por eso que le corre la sangre pierna abajo y por lo que gime a veces. Tiene grandes vidrios enterrados en el glúteo. Las monjas lo desnudan y pueden ver sus castrados testículos flotar como pañuelos en un viento trágico. Se cubren e! rostro; e! médico ha llegado y dice que sólo es cuestión de dejarle reaccionar; no cree que viva, está débil, la sangre se escapa por los oídos, y ello es señal casi segura de rotura de la base de! cráneo. Se oyen sirenas. Se encienden los aparatos de radio. Están transmitiendo e! funeral. Los tiranos terminan bajo tierra.

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CAPÍTULO

III

DE COMO MIMILO TRANSMITIO EL MENSAJE Y EL MILITAR PENSO EN PROTEGERSE. Y T AMBlEN DE COMO SE NOTO QUE NO SERIA FACIL LLEVAR A CABO EL PROYECTO. SITIO DONDE SE PREDICE EL PRESENTE Mimilo tomó el tambor grande y el tambor chico y los entregó a los músicos. El altar estaba listo. Dos mujeres le aguardaban. El primer trago de c1erén abrió la brecha de la vida. Sonaron los tambores, y Mimilo invocó los seres. Pasaban por la ventana los primeros rayos de luna que, intrépidos, se convertían en paralelas anchas sobre el piso de tierra. Los habitantes del Barrero habían sido convocados para escuchar el llamado del futuro. Desnudos, los niños de escapularios y resguardos contra las brujas, paseaban sus barrigas en forma de ahuyama sobre las piedras redondeadas por la acción del viento. Los cocuyos volaban compitiendo con los distantes luceros. El militar se había sentado en la silla de cana, y bebía 10 mismo que el alcalde de Los Negros, comunidad distante pocas leguas. El alcalde de Los Negros se llamaba Remigio el gagá, tenía grupo gagá desde 1957, y manejaba fuerzas oscuras relacionadas también con Don Pedro, el que vivía en el fondo del arroyo. 43

Mimila, la esposa principal de Mimilo, hizo la invocación. El tambor mayor repiqueteaba música petró, y las velas del altar emitían una llama recta, imposible de apagar a pesar del recio brisote que levantaba en el camino nubes inmensas de un polvo blando parecido al talco. (Cuando en 1961 los primeros médicos llegaron al Barrero, examinaron la población y se dieron cuenta de que tenía los pulmones como enyesados. La pleura no se movía, sino que apenas temblaba, y nadie se explicaba cómo la gente había sobrevivido) . Junto al arroyo hay un bosque de yagrumos fosilizados por ese calcio flotante; las hojas se han quedado detenidas en el viento. El agua lechosa pasa por debajo de ellas, y los yagrumos ni siquiera hacen el intento de inclinarse para ver su reflejo en el agua: ¡se quebrarían como un cristal! En la cúpula de los yagrumos se quedaron también, como sorprendidos por una cámara cristalográfica, miles de pájaros que semejan estatuas del holoceno. Caminan por las aguas del arroyo Mordán arañas de patas cristalinas, endurecidas como el hocico de los cerdos de la ribera, que de tanto sopetear los charcos, se han cubierto de un lodo blanco, transparente casi, el cual no pueden dejar secar sobre la pelambre para evitar convertirse en estatuas. Los habitantes del Barrero ya están acostumbrados a esto. Sus animales son, generalmente, mojados tres veces al día en el arroyo, para impedir que ese cemento blanco se endurezca para siempre. La primera mujer de Remigio el alcalde de Los Negros, se quedó dura para siempre después de un ventarrón de polvo. Nada fragua más rápidamente que el limo claro del arroyo Mordán.

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El ritmo del tambor crecía, las otras mujeres de Mimilo se acercaron con temor. Al fondo se veía la casa del escogido. Había levantado su peristilo en el centro de los aposentos en donde realizaba los coitos habituales. En una alacena hecha de cemento y madera, se veían miles de fundas pequeñas, de papel de estraza, en las cuales Mimilo guardaba con gran cariño las recetas que Curibamgó le dictaba en sus contactos habituales. Nadie podía entrar al depósito, salvo Ausencia, cuyo nombre quiere decir olvido y es imagen de mujer donada por Curibamgó a Mimilo; Ausencia, mujer de palabras mínimas y cuyo sexo femenino satisfacía al seguidor de Don Pedro. Por encima de los cocuyos en flor se sentían volar espíritus de la noche. Seres de otro ritual que no cabían en éste. Seres que sólo en ocasiones eran admitidos. Cuando Mimilo volteó la cabeza y gritó ¡quiero muerte!, hubo que destripar la gallina negra. El tambor grande, tocado por Sansé, haitiano carbonero de Barrero, se hacía lastimero y ruín. Mimilo empezó primero a sudar, agua y llanto venían juntos; pronto en sus manos aparecieron dajaos y guabinas. .. Pisaba duramente desde la silla cubierta de guano. En el suelo se iba trazando, por sí sola, la imagen de un árbol blanco; la voz de Mimilo no había casi reflejado palabras, pero cambiaba; sólo por el gruñido se sabía que el timbre de voz era el de una personalidad fuerte y grosera. El árbol se dibujaba solo, él mismo; se borraba y se dibujaba y nadie tenía conciencia de si el dibujo era posterior o anterior a la voz de Mimilo, una voz que no era su voz. Decenas de latas de derén acompañaban el ritmo del tambor. De pronto el militar sintió que de su revólver las balas comenzaban a girar y a destaparse por sí mismas. La

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pólvora, como atraída por una aspiradora, caía dentro del trago de derén que Mimilo tomaba con violencia. En el recinto había pocas banderas; sí muchos paños de colores y la imagen de santos casi desconocidos dibujados por la mano diestra de Mimilo. Pronto los tambores hablaron también; la multitud miraba y comprendía que necesitaban reverencia. Poco a poco fueron pasando todos -incluídos los niños de ombligo gigante- y besaron el pie del tambor grande. Mimilo giraba la cabeza como la gallina a la que se retuerce el cuello. De improviso su voz fue más que una voz: -Jum. To el mundo ta quí, no? .. Yo quié decí alguna cosa pa to el mundo. jum. Yo quié decí que la combina tá echa. Pronto tó va ja cambiá. La mata se irán pal sitio que deben tá. La sagua, lo río, van a mejorá la tierra. Ya se jabló. Ya se dijo. jum ... El recipiente cargado de clerén pasaba de mano en mano. El militar pensaba en sus casquillos vacíos, regresados no se sabe por qué mano a su correa portadora de tiros. Las mujeres de Mimilo, algunas preñadas, se arrodillaban en torno al marido. Sentado en el fondo de la habitación, sin que nadie pudiese verlo, Curibamgó fumaba un tabaco azul, comido por las polillas y los peces al mismo tiempo. El cernícalo volaba en representación de Antonio el bacá, posándose en la ventana, a buen recaudo. -Yo tan decí que se ja combinao. Pero yo tan decí que no son mu convencía... Yo decí que amí Sombra Castañeda tié to en la mano, y la mano cambia tó. No perro trite, no gente hambre, no muchachite con barriga podrí ... Nojó tiene ayuda; nojó hacé la intenta.

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y poco a poco, al ritmo de esa jerga inaudita, los habitantes del Barrero comenzaron a darse cuenta de que los cursos de los ríos cambiarían para mejorar las haciendas y conucos; desaparecerían las grandes sequías porque estarían presentes allí, para siempre, la lluvia, el relámpago y el trueno. El dominio de fuerzas grandes cubriría el Barrero, y las aguas de lodo blanco se convertirían en manantiales clarísimos, con profunda transparencia de grueso cristal de aumento. Las fronteras del Barrero serían protegidas ... Los puercos cimarrones bajarían todos a beber al arroyo y a quedarse definitivamente siendo parte de la población. Allí, en las orillas del mar Caribe, a poca distancia de la desembocadura del surtidero, vendrían los manatíes, como en la colonia, a comer yerba dulce y a dejarse atrapar sin hacer ningún resabio... El mangle crecería y el carbón vegetal sería abundante, grandes industrias lo comprarían, y todo el mundo andaría vestido; el cañaveral crecería y el derén sería vendido en todas las pulperías sin que nadie importunase. La voz de Mimilo anunciaba, con fonética inspirada en Curibamgó, una nueva era. El militar se sobrecogía. Venía de un mundo real, en donde la vida se manejaba con el soborno y la violencia; procedía de un universo creado por la dictadura de Truj illo, que era similar al de las otras dictaduras. Desde su cenáculo de sombras, allá en la cresta de Martín García, Castañeda, cuyo fino oído rompía distancias, escuchaba los designios de Mimilo, y sentía, en lo profundo de su anhelo el pensamiento arisco del militar. Mimilo guardó silencio, y se atesó como un cuero al sol. Se mordió los labios hasta sangrarlos y sus convulsiones revelaron que la sombra de Curibamgó venía ahora con más fuerza.

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-Yo son la mensajero de tó. Yo quié decé que carnbiando la cosa de afuere, cambian la cosa de adentre ... Yo son lo mensajero. Yo decí que pa seguí jablando, tié que lavarme mi cabese ... Las atendedoras mojaron la cabeza de Mimilo, que ahora, se expresaba más claramente. Señalaba -con bellas palabras casi santas- cómo los luceros bajarían a beber en las aguas del arroyo Mordán; cómo las brujas roba-niños abandonarían sus escobas de plástico, y las utilizarían para barrer el piso de tierra de las viviendas; la sola luz de la luna cambiaría por narices rectas las encorvadas narices de los vividores de Barrero; los bizcos comenzarían a ver sencillamente las cosas como son, y no las dobles realidades que hasta el momento habían percibido, y que conducían a la equivocación permanentemente. Expresó Mimilo, con taciturnidad, que dioses ingentes se posarían en los bohíos para evitar el paso de la lluvia por las rendijas, cuando los vientos y las aguas iniciaran la transformación de todo. En el Barrero llovía una vez al año, los días 15 de junio, indefectiblemente. Las aguas del arroyo no se alimentaban de la lluvia propiamente, sino de manantiales que, relacionados con la sierra de Ocoa, se continuaban en el norte de la sierra de Martín García, de donde vinieron una vez los Pérez, para confundirse con los Beltré. Pensar en el aguacero era una especie de fruición. En todos los alrededores del Barrero llovía a cántaros en diversas épocas del año. Los padres llevaban los niños a Los Negros, el batey de Rernigio el gagá, para que conocieran mejor la lluvia, porque la de Barrero, por poca, y separada, apenas daba el aspecto de unas cuantas goteras cayendo sobre un territorio de papel secante, en el cual el agua no corría, sino que se esfumaba en un talco más fino que la lumbre. 48

Cuando se habló de lluvia hubo primero terror. Barrero no estaba hecho para recibir lluvias. Las mujeres de Mimilo decían que el día que lloviese durante dos minutos, los yerbajos de la cresta de la cordillera bajarían como grandes caballos desbocados cubriendo de grillos y lagartijas el poblado. Temían, además, que el viento hiciese desaparecer los bohíos, y se imaginaban al poblado de Barrero volando por encima de las crestas y cayendo en medio de la ciudad de Azua, en donde los automóviles, camiones y camionetas, no podrían transitarlo, o le pasarían por encima, aplastando a sus habitantes. Los barrereños no tenían interés por la lluvia; aunque Mimilo hablaba de grandes logros, y era seguido como un líder, los viejos habitantes del Barrero sentían gran recelo, porque no quería entregar a nadie sus poderes. Tal sucedió cuando llamada a la capital, la hija de Petra Beltré murió tragada por una calentura producto de un envío hecho desde el batey Los Negros. A pesar de que se le pidió que dejara la medicina, Mimilo dijo cumplir con un deber dejando morir a la hija de Petra, porque había prometido a Curibamgó no dar sus secretos sino a la hora de la muerte. Y Curibamgó que estaba sentado allí, en el oscuro rincón, lo sabía. La comunicación no resultaría tan fácil como lo soñaba Sombra Castañeda, maldito blanco sentado allá en su trono de Martín de Garda. Curibamgó sabía que había odios, y resentimientos profundos, y que el Barrero había sido hecho casi con el pensamiento de sus habitantes, que ni eran agricultores, ni ganaderos, ni obreros, ni jornaleros, sino seres lanzados contra la naturaleza en un aislamiento que sólo las voces de los alrededores entienden. Antonio el bacá, que hacía tiempo no había sentido resentimiento captó el pensamiento oscuro de Curibamgó. En principio se sintió mal, pero luego se percató de que, realmente, no era fácil controlar un mundo sin estar in49

merso en él. Se pasó de cernícalo a perro realengo y caminó hacia el oscuro rincón en donde Curibamgó miraba atento la ceremonia. Curibamgó, sin notar que se trataba de Antonio el bacá, pasó su mano húmeda sobre la cabeza del can, que poco a poco, creció hasta lograr su figura humana. Don Pedro lo miró sin asombro. -He oído; habrá que convencer. Curibamgó sólo alargó el sentido de la audición, estaba atento a las palabras que emitía Mimilo; al fin y al cabo eran sus propias palabras, las que él hubiese dicho en caso de que, personalmente, hubiera podido sentarse en el trono del dueño del humfó. La voz de Antonio el bacá sonó como una voz dejada caer desde lo alto de un enorme pino. Primero suave, diminuta, luego más densa y pesada, al final, explosiva y tensa. Curibamgó volvió en sí, y al mismo tiempo Mimilo terminó su larga perorata en lengua de fango y peces húmedos. -Tá cumpliendo promesa. Somo la responsabilité. Antonio el bacá no quiso discutir. Volvió a reducirse, y ya era pequeño cerdo manchado que se perdió al trote por el pie de la sierra. El militar lo miró pasar por debajo de sus pies y sintió como un escalofrío. Tomó un trago de clerén, y dormitó lentamente pensando en que las cosas allí dichas eran difíciles de en tender, y en que lo mejor era que Mimilo fuera llevado a Azua para que el coronel le interrogara. 50

Remigio el gagá venía con la idea de organizar las festividades de semana santa. Esperó que los tambores disminuyeran su sonido. Cuando la noche se partió en dos, quebrándose en madrugada plena de olores, conversó con Mimilo. Barón Samedí sería informado de que Barrero sería el gran templo gagá para el año venidero. Por el camino polvoriento, con pasos graves, pero sin tocar la tierra, Curibamgó descendía la quebrada. Ni siquiera el talco del camino marcaba el duro y ancho surco de sus negras huellas. Se le vio meter el pie derecho en el agua. Poco tiempo después, sobre Sil cabeza, giraba un pequeño remolino de hojas pulverizadas, y sobre la cúpula de los yagrumos, los pájaros enyesados del holoceno, cantaron una canción que sólo Antonio el bacá, en la cima de Martín García escuchó a plenitul.

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MUSICA DE FONDO

Tristísimo (Parte Il) "Jamás la muerte de un hombre produjo tal sentimiento de consternación en un pueblo ni gravitó con mayor sensación de angustia sobre la conciencia colectiva. Es que todos sabemos que con este muerto glorioso perderemos al mejor guardián de la paz pública y al mejor defensor de la seguridad y el reposo de los hogares dominicanos. El acontecimiento ha sido de tal modo abrumador, que aún nos resistimos a creerlo. ¡La tierra vacila todavía bajo nuestros pies y parece que el mundo se ha desplomado sobre nuestras cabezas!"

CAPÍTULO

IV

DE COMO REMIGIO EL GAGA ODIA A MIMILO, y DE COMO BELTRAN INSISTE EN DEFENDERSE Remigio el gagá siempre había sido un potencial enemigo oculto de Mimilo. Allá, en su bodega de Los Negros, encendía lámparas y realizaba ensalmos para nublar el poder del maestro de la zona. Trabajaba con fuerzas de Don Pedro, que allá en tierra de Los Negros se identificaba como Selemín Mambó, y aquí, en territorio del Barrero como Curibamgó. En realidad Curibamgó no podía hacer nada en la pugna. Siendo protector de Mimilo y de Remigio el gagá, no podría tomar partido. Todo dependía de la habilidad de cada quien para librar una pelea que se veía venir. Desde 1957 Remigio había organizado en el Batey Los Negros el rito gagá. Era hombre con aspiraciones espirituales. Caminaba por las noches buscando inspiración entre las barracas en las que se oyen, todavía, los gritos de los castrados. Por la tierra de Los Negros estaban las plantaciones del sisal, industria de los dueños del poder político de Santo Domingo, en la que morían, día por día, cientos

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de presidiarios. Con todo, Remigio había dé alcalde, y ahora deseaba extender su ro. Barruntando los poderes del alcalde, con cariño de compadre, pero le repelía migo oculto.

aceptado el cargo dominio al BarreMimilo le trataba con tesón de ene-

Cuando el alcalde le dijo que el proximo año sería celebrado el gagá en el Barrero, Mimilo pensó para sus adentros que Remigio deseaba hacer más amplio su campo de acción. Preguntó a Curibamgó, y éste, como gran político se quedó en silencio del mismo modo que se quedaba en silencio Selemín Mambó cuando Remigio trataba de indagar algo sobre Mimilo. Curibamgó decía que cada vez que dividía su entendimiento, podía sentir afecto y odio al mismo tiempo, lo mismo que hablar verdades y mentiras simultáneamente. Pero para él no resultaban secreto ni las andanzas de Remigio ni las preocupaciones de Mimilo. Por eso cuando el militar visitó al alcalde dos días después de la ceremonia, puso atención en aquella conversación que parecía complicar el mundo que se entretejía en días anteriores. -Compadre mi alcalde, qué le pareció lo que Dícese que van a cambiálo tÓ. Que tó el mundo cómo viví; y mire, compadre mi alcalde, yo como me guta intepretá, pero si la gente de la capitá se jata nosotro corremo peligro.

se dijo. va tené que no jentera,

Remigió el gagá se puso lívido. La muerte era para él algo injustificable. Como dueño de bodega tenía el temor de morir cuando el negocio comenzaba a progresar. Sabien-

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do que el sargento Beltrán lo "puyaba" para saber sus opiniones sobre el asunto, el bodeguero sólo atendió a responder: -Pue mire que yo sí creo que uté tine razone -Yo no creo que la gente del Barrero té revelá contra lo jefe, pero esa palabra de Mimilo son de peligro, credo yo. El batey Los Negros huele a brisa de mar, y a berenjena de la morada. No hay mucha diferencia entre los niños del Barrero y los de este lugar. Sin embargo, el mar ruge por la noche, y las ranchetas se llenan de salitre, anunciando los chinchorros de la madrugada. Los pescadores de Puerto Viejo venden su pescado en los caminos, y entre las profesiones más distinguidas de Los Negros, está el cazar rolas y rolones para venderlos a los transeúntes. Se dice que durante cientos de años los habitantes del litoral le han quitado su voz al paisaje robándole los trinos que hoy formarían gigantescos corales de arrullo y melodía. Por lo demás, Los Negros está situado justo donde comienza el camino al Barrero. Allí los primeros colonizadores formaron cuadrillas de cazadores para perseguir a los esclavos alzados en los manieles. "Fue un caso de mucha novedad en esta isla, e principio para mucho mal, si Dios no lo atajara, la rebelión de los negros; y no sería razón que cosa tan señalada se dejase de escribir; porque si se callase la forma de cómo pasó, también se callaría el servicio que algunos hombres de honra de aquesta cibdad en ellos hicieron. Y porque esta culpa no se me pueda dar, ni se crea que queda por mí de inquerir la verdad del fecho, diré lo que en este caso he podido saber de personas que en ello pusieron las manos; y tenga por cierto el que lee, que si algo se deja de decir, que será

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por falta de los que informan y no del que escribe. Así que diré lo sustancial de este movimiento y alteración de los negros del ingenio del almirante don Diego Colom: que por sus esclavos fue principado este alzamiento (y no por todos los que tenía). E diré lo que del mismo almirante e de otros caballeros e hombres principales supe de esta materia; y es aquesto. Hasta veinte negros del almirante, y los más de la lengua de los jolofes, de un acuerdo, segundo día de la Natividad del Cristo, en principio del año de mill e quinientos e veinte e dos, salieron del ingenio e fuéronse a juntar, con otros tantos que con ellos estaban aliados, en cierta parte. E después que estovieron todos juntos hasta cuarenta dellos, mataron algunos cristianos que estaban descuidados en el campo e prosiguieron su camino para adelante, la vía de la villa de Azua. .. Después que en el discurso de su viaje hobieron muerto nueve cristianos, fueron a asentar real a una legua de Ocoa, que es donde está un ingenio poderoso del licenciado Zuazo, oidor que fue en esta Audiencia Real, con determinación que el día siguiente, en esclareciendo, pensaban los rebeldes negros de dar en aquel ingenio e matar otros ocho o diez cristianos que aIlí había, e rehacerse de más gente negra... E pudiéronlo hacer porque haIlaran más de otros ciento e veinte negros en aquel ingenio; con los cuales si se juntaran, tenían pensado de ir sobre la villa de Azua y meterla a cuchillo y apoderarse de la tierra, juntándose con otros muchos más negros que en aquella villa hallaran de otros ingenios... Es de saber que entre los que allí se haIlaron con el almirante estaba Melchior de Castro, vecino desta cibdad, al cual habían fecho en su hacienda el daño que se dijo de suso ... E entre la gente de caballo que el almirante envió a tener Compañía a Melchior de Castro para detener los negros rebelados, fue el principal Francisco Dávila, vecino desta

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cibdad, que agora es uno de los regidores della... Los caballeros, viendo la batalla aparejada, sin atender al almirante, por las causas que es dicho y no esperar que los negros se juntasen con los de aquel ingenio, determinaron de romper con ellos, e embarazaron sus adargas, e puestas sus lanzas de encuentro, llamando a Dios y al apóstol Sanetiago, todos doce de caballo fechas un escuadrón de pocos jinetes en número, pero de animosos varones, estribera con estribera, a rienda tendida, dieron por medio del batallón contra toda aquella gente negra, que los atendió con mucho ánimo para resistir el ímpetu de los cristianos; pero los caballeros los rompieron, e pasaron de la otra parte. E deste primero encuentro cayeron algunos de los esclavos; pero no dejaron por eso de juntarse encontinente, tirando muchas piedras e varas e dardos, e con otra mayor grita atendieron el segundo encuentro de los caballeros cristianos. El cual no se les dilató, porque no obstante su resistencia de muchas varas tostadas que lanzaban, volvieron luego los de caballo sobre ellos, con el mismo apellido de Sanctiago, e con mucho denuedo dando en ellos, los tornaron a romper, pasando por medio de los rebelados ... E volvieron las espaldas, puestos en huída por unas peñas e riscos que había cerca de donde este vencimiento pasó, e quedó el campo e la victoria de los cristianos, e allí tendidos, muertos, seis negros, e fueron heridos dellos otros muchos. Y al dicho Melchior de Castro le pasaron el brazo izquierdo con una vara y quedó mal herido. .. E llegó el almirante e la gente que con él iban, aquel día cuasi a hora de wis peras; y de 10 que hallaron fecho, todos los cristianos dieron muchas gracias a Dios Nuestro Señor por la victoria habida... y quedando el almirante en el campo, hizo buscar con tanta diligencia los negros que habían escapado de la batalla y eran culpados, que en cinco o seis días se tornaron todos, e mandó hacer justicia dellos, e quedaron sembrados a trechos por aquel camino en muchas horcas. Pero como los

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que escaparon de la batalla se habían metido en partes ásperas, fue necesario que los siguiese gente de pie, de la cual fue por capitán Pero Ortiz de Matienzo, el cual los siguió e peleó con ellos, e mató a algunos, e prendió a aquellos de quien se hizo la justicia que he dicho. Y en la verdad, este hidalgo se hobo como muy varón en esto, segund la dificultad e aspereza de la tierra donde los alcanzó e desbarató a los fugitivos. Por manera que la diligencia de Melchior de Castro (mediante Dios y el esfuerzo dél y de Francisco Dávila, que fue en su ayuda e socorro por capitán, como es dicho de aquellos ocho caballeros, que juntados con Melchior de Castro todos fueron doce de caballo), saltó el vencimiento a tan buen fin e victoria como es dicho, y el castigo hobo perfecta ejecución por el animoso ejecutor que siguió los negros e mató parte dellos e prendió los restantes para colocallos en la horca e horcas. y fecho este castigo, el almirante se tornó a esta cibdad: en lo cual él cumplió muy bien con el servicio de Dios y de Sus Majestades y con quien él era; y desta manera quedaron los negros que se levantaron penitenciados como convino a su atrevimiento e locura, e todos los demás espantados para adelante, y certificados de lo que se hará con ellos si tal cosa les pasare por pensamiento, sin que se tarde más en castigarlos de cuanto se tardare la ventura suya en descubrir su maldad". Por las noches las mujeres de Los Negros se cubren los senos con tela oscura, porque espíritus chupones les sacan la leche quedándose los recién nacidos en el puro hueso, lo que trae largas y permanentes muertes entre los muchachitos. Sólo Rernigio tiene más de una mujer, pero envidia la soledad del Barrero, en donde Mimilo es casi el padre de

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la comarca. Hasta hace poco los habitantes de Los Negros rezaban a la palma cana. Cuando Remigio llegó desde Loma de Cabrera, se encontró con que la palma era la madera más importante y vital; sus hojas servían como techumbre, su tronco como poste para las viviendas, su madera como tabla rasurada para las casas, su corazón como palmito para las pailas colectivas, su fronda como lugar de descanso y sortilegio. Rernigio había vivido antes en Barahona, en donde se puso en contacto con los gagá. Se dio cuenta de que era un elegido una tarde en que escuchaba un juego de beisbol; antes de que se produjera la jugada, antes de que el locutor la dijera, él la había presentido, la había reconstruido con pelos y señales; se dio cuenta de que, realmente, un ser que desconocía le había metido en la cabeza lo que habría de suceder segundos después. Salió del batey -en donde vendía camisas de fuerte azul a domicilio- y se reunió con su compadre Andrés Pie, miembro del gagá. -Yo cree que tú vá a tené podere. Ven pacá. Caminaron juntos y fue llevado a la palma del gagá; lugar de donde se cortan ramos para la fiesta de los espíritus. -Un luá dice que sí; tu ta elegí. La historia es larga. Durante la próxima semana santa se iniciaría en el gagá. Tembloroso, llegaba a un mundo real y manejable, con seres que respondían a los llamados. Sentía, de improviso, que él era el elegido, y pronto los seguidores comenzaron a sentir su fuerza, la fuerza de Remigio, que de una risotada echaba por tierra los calderos, y que cuando pisaba las brasas también se moría de la risa.

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Fue allá, en el batey, cuando se puso por vez primera en contacto con Selemín Mambó, Don Pedro, Don Petró, ahora también llamado Curibamgó. La promesa la hizo al través de Pié. Dijo a Selemín que le serviría en los próximos siete años. Se haría dueño del gagá, y lo organizaría en honor de todos los muertos de los lugares. Al ritmo de la gran maquinaria que transporta la caña de azúcar, Remigio reconstruía sus premoniciones, sus miles de premoniciones, ahora comprendía. Hablando con el sargento Beltrán, dijo cierta vez: -Me resultaba extraño que por la noche taba yo tranquilo y me movían lo pie. Me jalaban la sábana. Me hacían to tipo e cosa. Cuando Pie me llevó a donde el jugán, ete me dijo que yo tenía podere, que por qué no me hacía "dueño" de un gagá, que yo tenía dinero y era comecionre, y podía cubrir la fieta. Y que con eso tenía el pretigio y podía tené la asitencia. Lo pensé mucho, poque, no e cosa fácil, yo conocía cómo se hacía tÓ. El dueño tiene mucha reponsabilidá, uté sabe, Beltrán. Por ejemplo, le buá decí: yo tengo que nombrá en mi gagá al presidente, al vice, al jefe de mi fuerza armada, a mi secretario de guerra, a mi coronele y mayore, que son mucho, a la reinases, que son cinco, y reciben lo sepíritu de lo muerto. " To eso e reponsabilida del dueño, y hacéle la fieta con lo músico, que también e reponsabilidá mía, porque la música va dirigida a lo sepíritu, para protesión nuetra ... Yo en principio, compadre Beltrán, no tenía gran prática, se lo digo, pero empecé a dominá la cosa, y solo Mimilo me lleva en gracia, porque lo mío e solo en semana santa y lo dél en to el año. Yo sé que en el Barrero está el muerto má jantiguo enterrao por aquí; e un Barón del Cementerio fuerte, má fuerte que lo de lo bateye de Barahona: pero Selemín no quiere tené mucha relacione ahora con él ...

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Pue bien, aceté lo que dijo Pie y me hice dueño; comencé a subí; porque lo dueño son gente protegida, y hacía mi cosa bien cada semana santa. To lo sere venían con fuerza sobre nuetra gente, y alguna vece, se hacían familiare, corno si una familia muerta viniera y se hiciera ser. Cuando me vine para Lo Negro tuve que dejar el gagá por largo tiempo, pero poco a poco volví a recontruir eso. Ahora to el mundo e parte del gagá aquí, to el mundo siente por la noche cuando dende leja alguien lIama. Lo luá vienen, y dicen, y han dicho que Mimilo trabaja pa él. Mimilo ta contra lo jefe, y no e verdá que puede sé alcaIde, cuando no difunde la cosa buena que jace el gobierno, cosa que hago yo cuando aconsejo, y cuando la gente viene a ve cómo e que tamo organizándono, Fue la primera vez que el sargento Beltrán oyó hablar de un Mimilo antigobiernista. En la zona entre el Barrero y Los Negros, para esa época, sólo había un militar "de puesto", los demás iban y venían en los camiones que llevaban presos al sisal, y recogían cadáveres cada mes y medio o dos meses. Decía Remigio que cuando inició las celebraciones de semana santa en Los Negros, las almas en pena de los muertos en el sisal eran las primeras en "mont-arse" sobre la gente de su cofradía. Pedían ayuda, oraciones, y algunas mucho ron. El sargento Beltrán, cuyo primer hijo había muerto de alferecía cuando vio una sombra con alas en la ventana de su cuartito, dudaba todavía en si denunciar a Mimilo, y a la vez, señalar que el único amigo del gobierno en el sitio era realmente Remigio el gagá, cuyas fuerzas estaban al servicio de los jefes.

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MUSICA DE FONDO

Tristísimo (Parte III) "¡Quién nos hubiera dicho que el hombre extraordinario a quien hace apenas dos días vimos partir sonriente de su despacho del Palacio Nacional, iba a volver a él pocas horas después cobardemente inmolado! Pero ahí está la treo menda realidad con toda su elocuencia aterradora. Muda está ya la boca de donde salieron tantas órdenes de mando. Inmóviles se hallan sobre el pecho, donde el corazón ha cesado de latir, las manos que sostuvieron la espada que simbolizó durante cuarenta años toda la fuerza física de la nación. Exánime y vilmente atravesado por los proyectiles, yace ahí el pecho heroico donde flameó orgullosamente, como si flotara en su asta, el lienzo tricolor".

ESCULAPIO RAMIREZ

PARTE

e

Ausencia quiere decir olvido; Esculapio, en sus días de fiesta, cantaba; malditas borracheras. Todo destruido por un afán que no logró hacerse realidad sino ahora, en momentos como éste. Las seis de la tarde y Esculapio Ramírez parece respirar con mayor intensidad. No hay oxígeno en el hospital, han tenido que traerlo los del barrio haciendo una colecta. No hay plasma en el hospital, han tenido que conseguirlo con Paco, el visitador a médicos de la calle Ravelo 107; no hay compresas en el hospital, han tenido que conseguirlas prestadas en la clínica de Mojica; no hay suero en el hospital, han tenido que aprovechar una farmacia de la calle José Trujillo Valdez en donde tenía crédito don Papito, muy conocido en el barrio. Ausencia no tiene ya esperanzas. La vida de Esculapio Ramírez, se agota; se verá su nombre, eso sí, en todas las listas de lo que a partir de hoy será la antigua oposición. Todo el mundo verá en los libros de interrogatorio la foto de Esculapio, mugriento, con la barba crecida, los ojos salidos, y el dolor reflejado en el rostro flácido y doloriento.

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Lo lamentable, piensa Ausencia, es que morirá en el silencio profundo del final de los dictadores. En vez de la música de fondo común a los velatorios de las grandes personalidades de la historia, la emisora ha vuelto a pasar el discurso del presidente. .. Se oye en la grabación el sonido de la brisa cordillerana. Sombras gigantescas llenas de medallas caminan por las crestas del horizonte enfebrecido; los ojos de Esculapio Ramírez se llenan de lágrimas. Ausencia se acerca, y enjuga con su pañuelo la mejilla. Todavía escucha, todavía es capaz de sentir. La ciudad está sumida en un silencio profundo. El terror seguirá a toda tentativa de libertad. Esculapio Rarnirez mueve con dificultad el puño derecho y 10 levanta lentamente. Ahora lo deja caer con violencia como si aplastara una cucaracha gigantesca. Morirás, dice. Y es como si estuviese en los límites del delirio, en las fronteras de un mundo diferente al que ha vivido.

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CAPÍTULO

V

DE COMO ENTRA LA POLITICA EN LA VIDA DEL BARRERO Y DE COMO SERAPIO RENDON FRUSTRA EL PLAN DE SOMBRA CASTAÑEDA El mismo día en que Remigio el gagá y el sargento Beltrán hablaron, pasó en una mula torpe un hombre entrado en años, mulato, de ojos verdes y bigote gris. Llevaba dentro de las árganas bacinillas y una cantadera con platos galvanizados decorados con flores rojas y azules... En su mirada perdida se notaba que venía de lejos. En llegando a Los Negros detuvo su montura y sacó un cachimbo amarillo y negro. Remigio salió a la puerta de su bodega y miró con disimulo al hombre que se apeó y pidió una cerveza. -Por aquí no hay celveza, amigo, dijo Remigio. Agua del arroyo, con la color de la leche, e lo que bebemo. -Ah, dijo el forastero, vengo de la ciudad y no conozco estos campos. A Remigio le pareció sospechoso. Un hombre así, con buenas botas, hablar fino, y camisa de seda, caminando solo, de noche, por esas rutas llenas de espíritus y fantasmas. ¿No sería acaso el fantasma de Enrique Blanco, desandando por esas sierras, por esos caminos polvorientos y tentando

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a la gente? .. en enredo. No que el hombre que él mismo

jum, se dijo, Remigio, lo mejor e no metese quiso saber ni el nombre, pero se enteró de de la mula se llamaba Serapio Rendón, porlo dijo:

-Me llamo Serapio Rendón, y vivo solo. Ando buscando un pueblo apartado para vivir, donde nadie me moleste, y me han dicho que en el Barrero ... ¿Acaso no sería otro de los trucos de Mimilo ? Todos iban a parar al Barrero, un pueblo sin discos, sin pulperías, sin prostitutas, sin fiestas; pero todos iban, buscaban ese maldito rincón blanco y deprimente como la leche, para ubicarse en él. Lo mismo hacían los cientos de emigrantes de apellido Pérez que ahora bajaban por detrás, desde las lomas de Ocoa, llegaban hasta Los Negros, y reculaban hacia el Barrero nuevamente. Mimilo tenía una fuerza oculta, que atraía las gentes. Una vez se hubo bebido el jarro de agua pantanosa, Serapio Rendón emprendió el camino del Barrero. Quedaban largos kilómetros a lomos de mula cuando tuvo la primera aparición: un negro desnudo de la cintura hacia arriba, le decías adiós desde la orilla derecha del camino. Serapío se desmontó, sacó la botella de ron, tomó un trago, y cuando terminó de paladearlo, ya el negro había desaparecido, como convertido en humo azulado. Tres perras siguieron luego la montura, y una ladraba, la otra decía palabras obscenas y la más pequeña decía llamarse Antonio. -Serapio Rendón, me llamo, ¿y qué coño quieren ustedes? Las perras huyeron despavoridas. Entonces la luna se hizo plúmbea, igual que el ojo de un catalejo, y cayeron varias gotas de lluvia a dos metros de distancia de la montura de Serapio Rendón. Los tambores de Mimilo comenzaron a oir70

se. Curibamgó le había dicho que un hombre de poderes venía por el camino, un hombre de fuerza política, un grande hombre. Y Mimilo tocaba el palo mayor y bebía derén, mientras, en la cresta de la sierra Sombra Castañeda comenzaba a sentirse incómodo. Escuchaba, con su oído milenario, el paso tardo de la mula en que viajaba Serapio Rendón. Curibamgó había dado órdenes a Cacalacuá-Guedé para que recibiera con primores a Serapio Rendón. Como petró era ser fuerte y le gustaban los temperamentos fuertes; para Don Pedro esta nueva personalidad que entraba al Barrero, tenía los poderes políticos de Cristophe, de Heureaux, de Luperón; se sabía que el éxito de su visita al Barrero podría echar por tierra los planes de Sombra Castañeda, pero Curibamgó no era, al fin y al cabo, fiel a nadie; ser fiel hubiese significado adherirse a la blanca visión del mundo de Sombra Castañeda, a quien ayudaría en lo posible. porque el pacto estaba ya establecido, sin olvidar que no era otra cosa que un dudoso colaborador. Por la cresta montesina, Sombra Castañeda dejó correr su llamada. Meses después respondió el Indio Miguel, quien vino acompañado de una pequeña perra con lacia melena, hija del engendro de él mismo con la perra de tetas blandas. En principio los dioses del agua, Coatrisquié, Bonayel, Baigua, y otros tantos, tenían encargos sigilosos que cumplir. No podrían estar presentes en los alrededores de Barrero sino largas lunas después. Curibamgó, sin embargo, había dicho que podría hacer las cosas tal y como lo había prometido. Su función era nada más que la de mensajero ... Antonio el bacá se las pasaba haciendo cambios de personalidad; volando como cotorra, o lamiendo restos de pescado en la playa convertido en perro sarnoso. .. Ni siquiera se había ocupado de conseguir la colaboración de aquellos amigos que prometió traer. No obs71

tan te, siguiendo adelante un plan que ya estaba largamente premeditado, la noche que Serapio Rendón llegó al Barrero, Sombra Castañeda organizó y distribuyó sus dominios: dio al Indio Miguel y a sus personalidades el dominio de los sembrados, el viento, la lluvia y el mar; a Antonio el bacá le dio el dominio del trino del ruiseñor, y el de la forma de todo lo viviente, desde el canto del grillo hasta el movimiento de la hoja; a Curibamgó le concedió la comunicación con todos los seres no humanos, como hormigas, hicoteas, serpientes, mariposas, palomas, cotorras, lagartos, abejas, arañas, ácaros y espíritus de la noche. Sombra Castañeda tomó para sí el dominio del sueño, el control del sueño de todos los habitantes del Barrero, también el dominio del sonido distante y el de las voces perdidas, dejando a Mimilo la propaganda al través de los seres manejados por Curibamgó. HiZ