Fae Sutherland - Más Que Palabras [PDF]

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Zitiervorschau

Más que Palabras

Fae Sutherland

MÁS QUE PALABRAS Por Fae Sutherland

Resumen Muy tímido, el florista algo torpe Elías ha soñado con Mateo “el mecánico caliente de la tienda de al otro lado de la calle” por meses. Cuando finalmente consigue su oportunidad de hablar con él, la respuesta de Mateo, o falta de ella, es suficiente para hacer que Elías se prometa

no

hacer el ridículo de nuevo, por ningún

cualquier hombre, sin importar lo caliente que sea. Pero entonces las flores comienzan a llegar. Cada día, cada una con un significado especial, una historia para decirle, un admirador secreto que tiene facilidad de palabra, aunque Elías ni siquiera sepa quién es. Cuando Elías se encuentra en problemas a altas horas de la

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noche y Mateo viene a su rescate, ¿puede Elías aprender a dejar de esperar las palabras bonitas y empezar a escuchar a su corazón en su lugar?

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Capítulo Único Sólo habla con él. Era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Elías se mordió el labio, pasando de un pie a otro, agarrando el bocadillo y el agua embotellada y tratando de ignorar al hombre de pie en la fila en frente de él. También era más fácil decirlo que hacerlo. No era como si Elías lo conociese. Sabia su nombre —Mateo. O eso era lo que el parche en el mono decía. Pero todo lo que Elías sabía, aunque podría incluso no estar en lo cierto, era que pertenecía al último mecánico que había empezado a trabajar en el taller de enfrente. Pero fuese así o no, eso no cambiaba el hecho de que Elías estaba de pie allí con una batalla interna consigo mismo sobre si o no decir hola. Si él regresaba a su tienda —situada justo enfrente de la calle del taller de Mateo y Kira, su compañera de trabajo y amiga más querida, se enteraba de que Elías no le había dicho nada cuando había tenido la oportunidad, no lo dejaría vivir tranquilo. Así que tomó aire nervioso y levantó vista hacia la parte posterior de la cabeza de Mateo.

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—Hola . Nada. Elías frunció el ceño, mirando a su alrededor con nerviosismo, y luego de vuelta al hombre en frente a él. Se aclaró la

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garganta, audazmente golpeó ligeramente el brazo de Mateo. Por Dios, duro como una roca. Su boca se hizo agua. Entonces Mateo se volvió y Elías se quedó mirando fijamente un par de ojos

negros como

la noche, bordeados

de negras

pestañas gruesas, dios le ayudase delineador de ojos negro. Negro sobre negro en negro —el hombre era un pecado andante y oh, Elías quería algo para confesarle a su sacerdote en la misa del domingo. Elías tragó saliva y se obligó a mover sus labios para sonreír esperando parecer informal pero probablemente logró algo más cercano a una mueca de asco. —Hola. Las cejas pesadas se surcaron

en un ceño al principio,

levantándose ligeramente, como si formulase una pregunta. Y fue justo entonces que Elías comprendió que no tenía idea de qué decir. Ningún tema de conversación surgió en su mente. Por supuesto, su mente estaba

un poco confusa gracias al matiz erótico porque

hombre al que había estado deseando después de meses finalmente estaba allí de pie mirándolo. Era aún más hermoso de cerca. Una mancha de aceite o grasa de motor

marcaba

su mejilla, muy

sombreada en su pescuezo sin afeitar, y por alguna razón la mancha hizo que Elías sintiese sus rodillas débiles. Entonces, antes de que Elías pudiera exigirle a su cerebro obediencia y decir

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algo inteligente, el cajero dejó escapar una

cadena de palabras en un rápido español y Mateo le dio la espalda para entregarle sus compras.

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Elías deseó que la tierra se abriera y se lo tragara. Él estaba mortificado. Claramente, el hombre pensaba que era un niño idiota, ¿y por qué no iba a hacerlo? Elías ciertamente no había hecho nada para demostrarle que tenía una impresión equivocada de él. Dejó escapar un suspiro cuando, un minuto más tarde, Mateo tomó su bolso y se fue, con apenas una sola mirada hacia atrás a Elías lo que podría haberle dado esperanzas, sino fuese por el ceño fruncido en el rostro de Mateo, como si Elías fuese un extraterrestre o algo así, matando su esperanza como un insecto bajo los pies. Elías suspiró otra vez, entregándole su almuerzo a la cajera. Bueno, había ido a por su oportunidad. Cinco minutos más tarde, dejó caer su bolsa detrás del mostrador en Una rosa con Cualquier otro nombre y se desplomó en el taburete con un profundo suspiro. —Bueno, él sabe que existo ahora. La mala noticia es que cree que soy un bicho raro y lo haré probablemente correr en

otra

dirección si alguna vez me atrevo a acercarme de nuevo. Kira se dio la vuelta de donde

estaba reponiendo las

orquídeas. ¿Te refieres a Mateo? Su mirada se dirigió a la ventana frontal y luego de vuelta a Elías. —¿Estaba en el mercado? Elías rodó los ojos. —Por desgracia para mí, sí. Ella se lanzó hacia el mostrador, apoyándose contra el lado del cliente con una mueca. —¡Dímelo todo!

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—No hay nada que contar. Me dijiste que hablara con él. — Sólo habla con él, Elías, ¿es muy difícil eso? —Bueno, déjame decirte algo, ¡más difícil de lo que piensas! —Elías dejó escapar otro

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suspiro y dejó caer su frente hasta los brazos cruzados sobre el mostrador. —Oh, Dios, fue un desastre. Le echó un vistazo a su mejor amiga. —No pude evitarlo. Estaba mirándome directamente ,y llevaba un maldito delineador de ojos y mi cerebro... ¡puf! Kira hizo un sonido simpático. —No puede haber sido tan malo. Dímelo todo, vamos. Así

que Elías lo hizo. Y cuando terminó ella tenía una

expresión en su cara que era una especie de no “verbal” —¡Dios mío! . Elías asintió. —¿Ves? Te dije que fue un desastre. Kira no lo negó. —Bueno... no fue bueno, eso seguro. Pero el desastre podría haber sido peor, exageras las cosas. —¡Él sólo me miró! ¡Él no dijo nada! Confía en mí, fue un desastre en toda regla. Subestimas

mi nivel de fallar en este

momento. —Bueno,

puedes hablar con él de nuevo, Elías. Eso es una

tontería. —Kira se inclinó contra el mostrador. —No sé por qué tienes tantas dificultades para hablar con los chicos. Hablas bien con las niñas. —Yo no estoy esperando que las chicas se quiten toda la ropa y… Kira se acercó y le dio una palmada con la mano en la boca. — ¡Ya está bien, demasiada

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información! No quiero

pensar en ti

teniendo sexo, cariño. Elías suspiró mientras dejaba caer la mano. —Sabes, vi una camiseta en la tienda el otro día que decía —Amo a los chicos con

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delineador de ojos —y te juro por Dios que pensé por un segundo que podría ser una opción viable para conseguir su interés. —Él levantó las cejas. —¿Ves a lo que he llegado? Esto es absurdo. Me voy a morir solo. Kira se burló con una sonrisa. —Eso no es

posible. Eres

demasiado hermoso, tanto por dentro como por fuera, para que eso suceda. Sé que es un hecho que los hombres intentan ligar contigo todo el tiempo. —Sí. Chicos de fraternidad en las vacaciones de primavera en busca de un poco de sabor latino antes de irse de nuevo a sus vidas agradables,

homogeneizadas

en

Bumfuck,

Oklahoma.

Viejos

hombres con piel como cuero demasiado bronceados que quieren un chico juguete para tener en sus mansiones espeluznantes. Elías se estremeció. —No, gracias. Los hombres como Mateo, no... Los que no eran una moneda de diez centavos por docena. Oh, Miami tenía una buena cuota de bellezas cubanas chisporroteantes, pero había algo en Mateo. Él era diferente. Tranquilo. Intenso. A Elías no le importaría si nunca le decía una palabra, siempre y cuando el hombre usase su boca, que era abrumadoramente sexy para cosas mejores. —Es verdad. —Kira arrugó la nariz. —Muy bien, así que no deberías darte por vencido tan fácilmente con Mateo, entonces. Es demasiado precioso para dejar que

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momento te ahuyente para siempre. —Nunca haré eso otra vez.

un pequeño

incómodo

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Kira se rió y se apartó de la encimera. —Ya veremos. Dime eso de nuevo la próxima vez que está ahí fuera en medio del día todo sudoroso mirando un capó con su aspecto sucio y delicioso. Eso era cierto. Elías no podía evitar mirar por la ventana cuando eso estaba pasando. ¿Clientes? ¿Qué eran esos? Cuando Mateo estaba en frente de la tienda con su reluciente piel dorada y camisa pegada por el sudor, Elías se olvidaba de todo lo demás. Dejó escapar un suspiro. —No es justo. Jesús, muchacho, ¿quién ha dicho que se supone que lo es? — Kira le dio una mirada frustrada y negó con la cabeza mientras desaparecía en la parte de atrás de la tienda de flores. Elías miró por la ventana del frente a la bulliciosa tienda al otro lado de la calle y apoyó la barbilla en la mano. ¿Qué sabía ella? Ella no había visto la mirada en la cara de Mateo. Nope. Nunca más.

Elías se quedó mirando la tarjeta en blanco en la mano. En el mostrador había una docena de margaritas soleadas envueltas en

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una cinta brillante, de color amarillo. Levantó la vista hacia el repartidor. —¿Y no tienes ni idea de quién envió esto? ¿Estás seguro de que son para mí?

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—Eres Elías, se suponía que debía entregarla a esta tienda, así que a menos que haya otro Elías trabajando aquí, entonces sí, estoy seguro de que son para ti. Pero no. Ni idea de quién las envió. El chico se encogió de hombros. Elías lo vio salir, y luego volvió a mirar las flores con el ceño fruncido. Eran hermosas, y dulces, y Elías amaba las flores simples más que las de cualquier invernadero exótico, pero ¿quién se las había enviado? Levantó la vista cuando Kira entró por la puerta principal. — ¡Hey! ¿Enviaste esto? Ella arqueó las cejas y miró a las flores, moviendo la cabeza. — No. ¿A quién se las enviaron? —A mí. Sus cejas se alzaron esta vez y ella sonrió. —¿En serio? ¿Qué dice la tarjeta? —Nada. Está en blanco. —Él le entregó la tarjeta. —Huh. —Kira volvió la tarjeta en la mano, y luego la dejó a un lado para recoger las flores. —Son bastante bonitas. Sabes que las margaritas significan belleza, paciencia y amor leal. —Ella le dio un guiño. —Parece que tienes un admirador. Elías se mordió los labios, tomando la tarjeta en blanco de nuevo. Su estómago se accionó un poco. —Probablemente sólo algún cliente enredadera tratando de meterse en sus pantalones o algo así.

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Kira negó con la cabeza. —¿Cómo puede alguien tan joven ser tan anti —romanticismo? Sin mencionar

que

trabajas

en una

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tienda de flores, uno de los últimos bastiones del verdadero romance. —No soy anti-romanticismo... sólo que no lo he visto nunca en la realidad, eso es todo. Hasta que no lo haga… No, voy a seguir creyendo que es algo así como el chupacabras... todo mito, sin sustancia. Se sentó en el taburete detrás del mostrador, moviéndose para enganchar uno de los floreros vacíos de debajo del mostrador. Aun así... las flores eran muy bonitas. Él sonrió y desató la delicada cinta alrededor de ellas, colocando suavemente cada una en el florero antes de llenarlo

cuidadosamente con agua. Elías estableció

el

jarrón junto a la caja registradora, pensando que hubieran sido enviadas con segundas intenciones o no, era lo más lindo que un hombre había hecho por él. Ahora bien, si sólo supiese quién era el hombre...

Al día siguiente llegó la tarjeta en blanco adjunta a un manojo de flores de almendras. Las delicadas flores de color rosa que cubrían las ramas delgadas, similares a la vid olían celestial, y Elías cerró los ojos y se inclinó para inhalar profundamente. —Almendra floreciente... muy buena opción. Significan

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esperanza. —Kira sonrió y pasó un dedo a la deriva sobre las flores frágiles. —Eso es tan romántico.

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Elías se mordió el labio, sonriendo un poco. —Lo es, ¿no es así? —En realidad no quería sentirse aspirado por este conjunto misterioso, este

oculto admirador, pero era muy difícil evitarlo

cuando tomaba todas esas opciones hermosas. Primero paciencia, ahora esperanza, eso hizo que Elías se preguntase lo que le enviaría después. Al igual que su hombre misterioso —si es que era un hombre, un pensamiento que se le había ocurrido la noche anterior —se comunicaba con él sin decir una palabra. Era

algo

ridículamente romántico, de verdad. Kira se alejó de nuevo y Elías pasó los dedos por las ramas delicadas, cerrando los ojos brevemente cuando el dulce aroma de las flores frágiles en los tallos flotó hacia arriba. Cuando abrió los ojos, vio un poco de movimiento fuera de la ventana que atrajo su mirada. Mateo. Elías dejó escapar un suspiro y se inclinó hacia delante, mirando al otro lado de la calle como Mateo salía del taller con un cliente y abría el capó del coche de la chica. Vio cómo el hombre se inclinaba sobre el capó abierto, presumiblemente buscando el problema, y Elías suspiró. Él era tan absurdamente bien parecido. Sus ojos se estrecharon cuando el cliente femenino pareció pensar lo mismo y descaradamente inclinó la cabeza para admirar la vista. Elías no era normalmente del tipo celoso, pero podía sentir la

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oleada de posesividad en aumento, y miró hacia otro lado antes de que hiciese algo estúpido como acechar por la calle y formar una bronca con la tipa. Mateo ni siquiera era suyo. Infierno, desde la

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debacle en la tienda de comestibles ni se había topado con él. Lo qué apestaba, porque el hermoso hombre seguro tenía una mala impresión de él. Otro movimiento de su mirada por la ventana y Elías se encontró atrapado en un par de ojos oscuros que le observaban desde el otro lado de la calle. Su corazón latió con fuerza mientras se quedaban mirándose el uno al otro, sin moverse, por un puñado de segundos de duración. A continuación, un autobús de la ciudad retumbó y rompió el contacto visual. Elías suspiró y miró hacia abajo. Ugh. Él sólo debería renunciar a él. No iba a pasar, no iba a suceder. Mateo probablemente ni siquiera sabía que existía, o, si lo hacía, pensaba que era un chico torpe al que no valía la pena ni darle la hora del día. Elías se dijo a sí mismo que no importaba, que había cientos de hombres igual de buenos, Mateos que lo querrían en un santiamén. Suspiró mientras lanzaba una mirada más por la ventana al otro lado de la calle en la que Mateo estaba hablando con su cliente. El problema era que Elías no quería a ninguno de esos cientos de hombres. Quería a Mateo.

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Jacinto, hiedra y una sola rosa roja. Elías no necesitaba que Kira le dijese lo que significaba. Sinceridad, fidelidad y pasión. En otras palabras, que su admirador quería a Elías, y sólo Elías. Esto era una locura. Elías sabía que no debería prestarle ninguna atención a este absurdo, porque ¿quién seguía enviando flores anónimas a su intención? Romántico, ese alguien lo era. Bueno, sí. Pero en todo su tiempo de trabajo en la tienda de flores, Elías pensaba que no había conocido a nadie así. Había hombres que legaban en busca de un ramo de flores para conseguir salir de la caseta del perro, mujeres que querían algo que su madre no pudiera criticar, niños adorables comprándole a su madre una flor para su cumpleaños. Los hombres por la lujuria, las mujeres en duelo por la pérdida de un ser querido, los adolescentes que querían impresionar a su primera novia. ¿Pero románticos reales? No, Elías no creía que esos existiesen ya. Kira no estaría de acuerdo, y se lo diría, pero existían por lo Elías estaba viendo. Pero este hombre, quienquiera que fuese, parecía ser una raza aparte. Él escogía sus flores con cuidado, con el pensamiento, y era algo... inspirador, de verdad. Y le hacía sentir a Elías especial. Lo cual era probablemente una tontería, pero su cinismo no podía ganar sobre el poder de las

hermosas flores elegidas con tanto

cuidado sólo para él. Así que Elías las puso en un florero, para así, poder llevárselas a casa con él después del trabajo, y pasó su día

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con un rebote en su paso.

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Pensamientos y guisante de olor. Elías se rió cuando los vio. Querían decir amarlo en sus pensamientos y timidez. Por lo tanto, su admirador pensaba que la

timidez de Elías era un rasgo

atractivo, ¿verdad? Echó un vistazo por la tienda, asegurándose de que nadie lo había visto reír por un ramo de flores. No era justo, pensó. Su admirador podía hablar con él, pero Elías no podía hacer lo mismo. Quería decirle lo mucho que amaba las flores. Quería darle las gracias y, bueno, tal vez algo más. Quería saber quién era el que sentía cosas por él. Elías se había encontrado a sí mismo examinando cada cliente más de cerca en esos días. Se preguntaba si podía ser el hombre que compraba el ramo de globos para una futura mamá. O el hombre mayor con una planta de cactus en maceta. Podría ser cualquiera, y se había encontrado poniendo a todos los

que pasaban por allí

por debajo de un microscopio.

Ninguno le parecía bien, sin embargo. Elías suspiró. —Podría no ser un cliente, lo sabes. —Kira intervino en sus pensamientos bruscamente, apoyándose en el mostrador frente a él. —¿Qué quieres decir? ¿Quién más podría ser? Ella se encogió de hombros. —¿Uno de tus amigos? ¿Alguien de tu pasado? ¿Un conocido, tal vez? Quiero decir, mira, timidez, ¿verdad? La mayoría de las personas sólo te han visto trabajando. Yo no diría que eres tímido con ellos. Eres realmente sólo

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tímido con los hombres que encuentras atractivos.

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Las cejas de Elías se fruncieron. Eso era cierto. —¿Así que crees que tal vez se trata de alguien con quién salí o que conocí en un sentido más social? Kira se encogió de hombros, inclinándose para oler los pensamientos azules. —No sé. Pero vale la pena pensarlo. Lo era. Y cuando ella se alejó de nuevo, Elías volvió su mente en esa dirección. No sabía quién era, todavía, pero tal vez estaba un poco más cerca de saberlo.

El manojo de tulipanes rojos y amarillos brillantes comenzaba a marchitarse un poco en su jarrón. Habían pasado 3 días desde que habían llegado, y desde entonces... no habían llegado más .Cuando los había recibido, su corazón había saltado. Un tulipán rojo era una declaración

de

amor,

mientras

que

amarillo

significaba

perdidamente enamorado. Había una docena de cada uno. Elías había estado seguro de que se trataba de la declaración final de su admirador, y que se iba a dar a conocer ahora. Él había estado en lo cierto en una cosa, los tulipanes eran una declaración final. Pero ningún admirador había salido de la nada para reclamar la responsabilidad y, si Elías estaba siendo honesto,

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reclamar su corazón también. Ahora, días después, estaban marchitándose un poco y era deprimente. Cualquiera que hubiera tenido un intenso interés tan

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repentino en él claramente se había desvanecido, al igual que las flores que se estaban decolorando. Aun así, Elías no podía decidirse a tirarlos. Así que una vez que hubo apagado todas las luces y estaba bajo llave la caja, se llevó el jarrón de tulipanes de la encimera. Él podría, al menos, llevarlos a casa y podrían unirse a los demás que se secaban en el alféizar de la ventana. Era ridículo, pero Elías no había tirado ni uno solo. Dios, se estaba convirtiendo en una colegiala, presionando las flores en su maldito diario. Con su bolsa de mensajero

colgado al hombro, un jarrón de tulipanes abrazado

cuidadosamente contra su costado, Elías hurgó un poco con la puerta delantera de la tienda mientras sacaba sus llaves para cerrar. Se vio obligado a establecer el jarrón en la acera con el fin de tirar de la puerta hacia abajo y fijarla en la parte inferior. Asegurada, se volvió para recoger sus flores cuando de repente se sintió empujado por

todas partes. Él se tambaleó hacia atrás, todavía medio

agachado, y se dio cuenta de que un par de obviamente hombres jóvenes ebrios eran la causa, uno estaba tambaleándose un poco demasiado cerca para su comodidad. Elías se puso en pie, con el ceño fruncido, y le dio al hombre un empujón. —¡Hey! Ten cuidado, ¿por qué? —Su pecho se apretó en decepción al ver sus

hermosas flores aplastadas por un par de

muchachos de la fraternidad. Se metió las llaves de la tienda en su bolsillo. El chico que había empujado le dedicó una sonrisa de

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medio lado que, en circunstancias normales probablemente

era

encantadora para los niños y las niñas por igual. Sin embargo, Elías

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no estaba de humor para turistas ebrios encantadores tratando de molestarlo cuando lo único que quería era irse a casa. —Hey, venga, no seas así. Estamos listos para tomar una copa. Vente con nosotros, —instó. Tenía un acento sureño vago que Elías no pudo colocar y no le importaba. Apestaba a cerveza. Elías rozó la mano del tipo de su hombro y enganchó su mensajero

un

bosa de

poco más alto, sacudiendo la cabeza mientras

retrocedía un paso. —No esta noche, muchachos. Id a buscar a alguien más para ir de

fiesta.

—Se volvió para irse, el aliento

apestoso cuando su brazo fue capturado y se encontró siendo tirado hacia atrás y apiñado contra el edificio. Oh, mierda. —Mira, lo digo en serio. Ya basta. Trató de empujarlos y pasar a través de ellos, pero los dos invadían su espacio ahora, su corazón golpeaba frenético. Claro, no parecían peligrosos, pero estaban jodidamente bebidos y Elías había visto un montón de veces con rapidez como un borracho amable se convertía en un ser agresivo si se le negaba lo que quería. —Sólo queremos invitarte a una copa, ¿cuál es el problema? —El otro tipo le preguntó, y Elías se centró en mantener la calma. Si se asustaba las cosas podían empeorar. Él sólo necesitaba una oportunidad para llegar a

la esquina, donde había mucho más

peatones y tráfico, a diferencia de la calle donde se encontraba la tienda.

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Elías sonrió, con la esperanza de que no se viese lo falsa que era la sonrisa. —No hay ningún problema en absoluto, muchachos. De hecho, ahora que lo dices... Me encantaría tomar una copa. —

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Señaló hacia la calle más ocupada a sólo media cuadra de distancia. —Conozco a un gran lugar justo allí arriba donde podemos ir... Sus rodillas se debilitaron con alivio cuando los dos chicos se relajaron, se sonrieron y uno pasó un brazo alrededor de su hombro. ¡Bien! Ves, supe en el momento en que te vi que pasaríamos un buen rato. Bien, Jake, ¿no te lo dije? Elías no dijo nada en contrario, fingió reír llevándolos hacia la esquina. Miró hacia atrás, no estaba muy seguro de por qué, y estuvo contento de haberlo hecho porque apenas tuvo un segundo para reaccionar cuando, de la maldita nada, un desenfoque que se parecía sospechosamente a Mateo salió volando por la acera hacia ellos. Elías consiguió moverse unos dos metros con los chicos de la fraternidad borrachos, y le tomó unos segundos procesar que era, de hecho, Mateo interponiéndose entre él y ellos, el mono suelto hasta la cintura, brazos con músculos relucientes, pareciéndose mucho a todos los superhéroes con los que Elías siempre había fantaseado. —Largaos. Tenéis exactamente cinco segundos antes de que pierda mi preocupación por la policía os arranque la cabeza y os la meta en el culo. Elías no tenía ni idea de lo que Mateo estaba diciendo — era la primera vez que oía la voz de hombre pero joder sonaba sexy. Y heroico. Y sexy, ¿había mencionado sexy? Porque maldita sea lo era

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—Hey, idiota, sólo íbamos a... Se pensaron mejor lo de explicarse cuando Mateo gruñó — ¡Oh cielos Dios!, realmente él no sólo gruñó sino que dio un paso

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hacia ellos. Al cabo de unos segundos, la calle estaba desierta, salvo por él y Mateo. Elías se apoyó contra la pared y jadeó, mirando en shock aturdido como Mateo se volvía hacia él. Sus ojos se estrecharon fuertemente alineados, y dio un paso adelante.

—¿Estas bien?

—Su voz estaba mezclada con la

preocupación y aunque no hablaba español, Elías pilló la idea. Él asintió con la cabeza. —Estoy bien. ¿Estás...? ¿Qué estás haciendo aquí? —¿ Mateo sólo había pasado por allí justo cuando Elías estaba cerrando sus puertas? ¿Había visto lo que estaba pasando y había ido corriendo, preocupado tal vez? Oh hombre, estaba inventándose historias en su cabeza ahora. Lo más probable es que Mateo solo estuviera en el lugar correcto y el momento adecuado. Por suerte para Elías. —Gracias, estoy bien sin embargo. Probablemente tengas que irte. La expresión de preocupación de Mateo no cambió y Elías se dio cuenta de que el otro hombre no le comprendía mejor de lo que Elías lo entendía a él. Así que cuando Mateo dio un paso hacia adelante, su grande mano encrespándose en el hombro de Elías, trató de no leer demasiado en él. Mateo simplemente no se había dado cuenta de que estaba bien, eso era todo. —Ven conmigo. Debes sentarte. —El otro hombre hizo un gesto hacia la tienda y Elías vaciló sólo un segundo antes de asentir. —Claro. Debo recoger todo el vidrio, de todos modos. —Lo

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último que quería era que

Kira llegase por

la mañana y se

encontrara el jarrón roto y pisoteado de Elías. Tendría un ataque al corazón y pensaría que algo terrible había sucedido.

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Suspiró un poco cuando regresaron a la tienda y vio el estado de sus flores hermosas. —Oh, cielos. —Se agachó y cogió uno de los humillados tulipanes rojos hacia

arriba, apretándolo contra su

pecho pero sólo se vino abajo, los pétalos revoloteando hasta el suelo. —Se han arruinado. Mateo apareció a su lado, se agachó, sus ojos oscuros fijos en la cara de Elías. Elías le dirigió una tímida sonrisa y se encogió de hombros. —Fueron un regalo », explicó, a pesar de que sabía que Mateo no podía entenderlo. Trató de hacerle entender, agachándose para recoger

un par más y luego apretándolos

contra su corazón,

mirando a los ojos de Mateo. El otro hombre sonrió entonces, una expresión que aún no había visto en Mateo, y Elías pensó que podía ser derribado con una de esas flores aplastadas. Realmente debería ser ilegal que un solo hombre fuera tan impresionante y hermoso. —Te gustaran. Me preocupaba que pensaras que eran una tontería, Pero tu amiga estaba segura de que no, —Mateo dijo, su voz suave. Elías daría cualquier cosa por ser capaz de entender lo que estaba diciendo. ¿Por qué no le secundaria al

prestó atención en la escuela

español? Se dio la vuelta y abrió la puerta,

empujándola hacia arriba lo suficiente para abrir la puerta de la tienda y abrirla. —Quédate aquí —dijo, haciendo un gesto con las

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manos. —Voy a por una escoba para limpiar esto. Mateo asintió y Elías fue muy consciente del hecho de que Mateo no le quitaba sus ojos de encima mientras se apresuraba a

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coger la escoba y el cesto de la basura. Era desconcertante, pero en una muy buena manera. Elías regresó y Mateo cogió el recogedor, manteniéndola para que Elías pudiera barrer los fragmentos de vidrio y las flores en ruinas y los depositara en él. Elías se detuvo a mitad de la tarea, mirando hacia abajo a Mateo. —¿Por qué eres tan bueno conmigo? Nunca te has fijado antes. Parecía seguro hacer la pregunta, ya que Mateo no lo podía entender. Debía de haber pillado algo en el tono o la expresión de Elías, sin embargo, porque el otro hombre se enderezó, sus pobladas cejas unidas sobre sus penetrantes ojos oscuros, haciéndolo aún más exótico e intenso con el khol. Elías nunca había salido con un hombre que llevase maquillaje, pero en un hombre como Mateo... no había nada femenino. De alguna manera se agregaba a la esencia de sexo que Mateo parecía usar como una capa. —¿Son las flores? —Mateo preguntó, de pie tan cerca que Elías podía oler claramente el aroma del taller de coches aferrado a él. Había algo increíblemente sexy sobre ese olor. A aceite de motor, sudor, todo un día de sol, todo combinado para hacer que Elías sintiese las rodillas débiles. —Yo te daré más flores, cielito. Te voy a dar un campo de ellas. Dios, todo lo que estaba diciendo, Elías no tenía que entenderlo para saber que le gustaba. De hecho, él se veía en apuros para no desmayarse en los brazos del hombre. Aquellos musculosos, brazos fuertes, ligeramente manchados de

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suciedad. —Me gustaría poder entenderte, —Elías susurró buscando en su rostro. —No tienes ni idea de cuánto tiempo he querido estar

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tan cerca de ti. Era como si el idioma como una barrera le diese a Elías una libertad que su timidez nunca le había permitido antes. Él podía decir lo que pensaba, lo que sentía, porque Mateo no podía reírse o rechazarlo. Era liberador. Vigorizante. Sacudió los pensamientos embriagadores fuera y le dio una sonrisa tímida a Mateo, señalando el desorden. —Debemos terminar de limpiar, —dijo. Un minuto más tarde, la papelera estaba llena de flores de Elías y él se agachó de nuevo en la tienda para guardarlo todo. Cuando salió por la parte posterior, Mateo estaba dentro, la puerta se cerró detrás de él. Elías le dio una sonrisa tímida. —No tienes

que quedarte. Estoy bien, de verdad.

Probablemente voy a llamar a un taxi y esperar en el interior. —No es que él pensara que los borrachos fueran a regresar, pero estaba un poco tembloroso, aún. Elías se metió las manos en los bolsillos. —Gracias, Mateo. Por todo. —Sabes mi nombre, Elías. No estaba seguro de que lo supieses. —Sabes mi nombre, —Elías suspiró. —Me preguntaba si lo sabrías. Era extraño, pero muy cómodo, la forma en que estaban allí, a pocos metros además, en la tienda a oscuras, sin poder hablar ni siquiera el uno al otro. Y sin idea de lo que el otro estaba diciendo.

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Por lo que sabía, Mateo le podría estar llamando estúpido por meterse en esa situación con los chicos de la fraternidad. Él no lo creía así, sin embargo. Había algo muy suave en los ojos de Mateo.

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Elías debería haberse sentido intimidado, pensó, por su fuerza, su poderosa presencia, por la forma en que había estado a punto de rasgar a esos tipos. En cambio, nunca se había sentido más seguro. Era tan tranquilo. La tienda oscura vacía, la calle fuera ,era como el mundo contuviese el aliento. Elías se dio cuenta de que estaba conteniendo el aliento, también, cuando su pecho comenzó a arder. Suspiró pesadamente, mordiéndose el labio inferior y en el espacio de un latido Mateo ya no estaba al otro lado de la habitación, estaba allí, tirando de Elías contra él y, dulce Jesús, besándolo hasta dejarlo sin sentido. Elías pensó que podría haber hecho algo indigno como soltar un chillido, pero unos instantes después se olvidó de todo cuando la lengua de Mateo estaba barriendo en su boca y oh dios, él sabía aún mejor de lo que Elías había imaginado. Especias y calor y exótico, Elías colocó sus brazos alrededor de los hombros del otro hombre y se sujetó de él como si de eso dependiera su vida. Se preguntó distraídamente si había sido golpeado en la cabeza por los chicos de la fraternidad, porque esto era exactamente igual, juntos, tres de sus sueños favoritos. Bueno, excepto por que no podía entender ni una palabra de lo que le decía la estrella de sus fantasías más calientes. Pero eso no era para nada un factor decisivo. Elías no tenía ningún problema con dejar que la boca de Mateo hablase con él de otras maneras. Dios, estaba mareado, y para cuando el beso se rompió

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brevemente, su cabeza estaba girando.

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—Hueles a lilas, —Mateo murmuró, con una mano ahuecando la mejilla de Elías, la otra rozando a lo largo de su espalda. —Quiero que mi cama huela como tú. Elías simplemente le sonrió a él, presionándome más cerca. — A lo que tú dijiste, yo sólo

digo sí —susurró antes de pulsar

audazmente su boca en la de Mateo. Él consiguió exactamente lo que había esperado cuando el otro hombre se hizo cargo el beso y lo siguiente que Elías supo fue que era derribado al suelo. Oh dios. Eso era en serio sexy... nunca sería capaz de mirar la tienda exactamente de la misma manera. —Mateo, espera, —jadeó mientras el beso se rompía de nuevo y el otro hombre fuerte deslizaba sus manos por su pecho, dejándolo estremeciéndose a su paso. —No podemos... aquí... —¿Por qué no podemos…? Su mente buscó una respuesta, pero la razón se hizo añicos en el segundo en que las manos de Mateo se deslizaron bajo la camisa y piel tocó piel. Elías de repente quería el mismo placer y se agachó para tirar de la camiseta de Mateo y sacársela por la cabeza, sus labios se aferraron el uno al otro, la respiración jadeante. Dios, tenía un cuerpo perfecto. Elías gimió y empujó a Mateo colocándolo sobre su espalda, a horcajadas sobre él ahora. Se sentó, mirando hacia él. Él nunca había tocado a ninguna persona que se pareciera a Mateo. No había ni una pizca suave en él, en ninguna parte, pensó mientras balanceaba sus caderas y su polla se frotaba

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contra la de Mateo. —Eres hermoso, —dijo con voz entrecortada, con las manos extendidas sobre el ancho pecho del otro hombre. No era uno de

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esos chicos musculados de playa con aspecto de que sus músculos se iban a estallar fuera de su piel excesivamente bronceada. No, Mateo era real. Trabajo duro, días largos sudando y esfuerzo y... ¿qué estaba diciendo? Elías no podía concentrarse en pensamientos coherentes cuando, milagrosamente, estaba aquí con el hombre con el que había estado fantaseando, permitiendo que lo tocara. Tal vez mucho más, también. —No me hagas esperar, cielito. Me estás atormentando, — Mateo murmuró, deslizando las manos hasta los costados de Elías, empujando su camiseta fuera de él. Un segundo más tarde, se había ido y Elías se olvidó de su obsesión por

Mateo en favor de

sonrojarse hasta en dedos de los pies. De pronto deseó haber ido al gimnasio más, o no haberse tomado

esa magdalena adicional

cuando Kira las llevo para atormentarlo. No estaba fuera de forma, de verdad, pero ciertamente no tenía el tipo de cuerpo que Mateo tenia. No tenía músculos ondulantes, ni abolladuras en la cadera pidiendo una mano. Sus brazos no estaban mal, gracias a los fines de semana ayudando a su primo en su empresa de mudanzas, pero por lo demás... era suave. Demasiado pálido, también, en comparación con la mayor parte de su familia y amigos. Se preguntó si Mateo estaba decepcionado con lo que veía. Tan pronto como tuvo la idea, fue desengañado con rapidez por la expresión en el rostro de Mateo. El otro hombre se sentó, con

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los brazos deslizándose alrededor de él, las yemas de los dedos rugosas por

el trabajo

deslizándose sobre su piel. Y él estaba

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mirando a Elías como si fuese un ángel caído del Cielo. Nunca nadie lo había mirado de esa manera antes. —Amorcito, —suspiró, con una mano acariciando el lado de la cara de Elías. Amorcito. Había algo en esa palabra que hizo que Elías quisiera desesperadamente saber lo que significaba. Hizo que su corazón se acelerase, sólo por la forma en que Mateo lo dijo. Su expresión debió darle alguna pista, porque Mateo sonrió suavemente y tomó la mano de Elías. Mateo la apretó contra su pecho, la mirada fija en Elías. —Amorcito... —Entonces Mateo apretó la mano contra el pecho de Elías, repitiendo la palabra. Elías se sintió mareado con las implicaciones. Seguramente lo entendió mal. Se mordió el labio, sintiéndose ridículo por

preguntarlo

siquiera. Aún así

preguntó —Um... ¿quieres decir amor? Sonaba como amor,

incluso Elías conocía lo que eso

significaba. ¿Pero eso no era francés? La sonrisa de Mateo fue brillante. —Sí, Amor. Amorcito —, y sujetó los dedos cerrándolos juntos. El corazón de Elías se tropezó consigo mismo. —¿Pequeño amor? ¿Eso es lo que significa? ¿Pequeño? Dios, Mateo era más encantador y sin hablar una palabra de inglés adecuado que cualquier hombre que Elías hubiese conocido. Estaba devastando rápidamente cualquier y toda resistencia que Elías pudiera tener. Lo

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cual, teniendo en cuenta que estaba a horcajadas sobre las caderas del hombre, sus pollas duras separadas sólo por un par de capas de tela, no era mucho. Amor. ¿Podía significar eso? Sólo pensar que

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podría era tonto,

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Elías lo sabía .Pero era muy difícil estudiar la

hermosa cara de Mateo y pensar que estaba mintiendo, que podría estar diciendo eso sólo para llegar a alguna parte. Elías no lo creía, sin embargo. Mateo no tenía necesidad de tejer bonitas mentiras para conseguir lo que quería. Infierno, Elías todavía estaba sorprendido de que Mateo lo quisiera .Todo era demasiado como para pensar, sus hormonas ardían fuera de control y lo que más deseaba era hacer frente al hombre que tenía ahí debajo justo detrás del mostrador y tomarlo mientras pudiera .Y así lo hizo. Sin pensarlo dos o tres veces, antes de que sus inseguridades y su a veces dolorosa timidez se apoderasen de él, Elías se inclinó hacia delante, empujando a Mateo sobre su espalda de nuevo y lo besó. Realmente lo besó, no sólo le ofreció sus labios dejando que Mateo hiciese el trabajo. No, esta vez Elías conducía el autobús y estaba tomando todo tipo de giros locos con movimiento de izquierda a derecha. Mateo volvió a gruñir, dios, era tan sexy —y sus grandes manos ahuecaron el culo de Elías, apretando y amasando a través de sus pantalones vaqueros. Nunca había querido tanto estar desnudo. Ni siquiera podía imaginar cómo se sentirían esas manos en su culo desnudo. Pero, oh, él quería saberlo. Ahora bien, si pudiera averiguar cómo pedirle educadamente al hombre debajo de él, que no hablaba Inglés, que se

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quitara la ropa… —Mateo —, se lamentó, sus caderas rodeando con frustración tensa.

—Por favor. Su boca jadeó contra del otro hombre,

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tembloroso. Él nunca había hecho nada como esto antes, pero no le importaba. Si alguna vez hubo un tiempo para olvidarse de las reglas y restricciones, este lo era. Podía no conseguir otra oportunidad y Elías no iba a permitir que ésta se le escapase. No sabía si Mateo le entendió o no, si el otro hombre Reconoció las palabras o si fue sólo el tono de súplica, no le importó. Fuese lo que fuese, Elías consiguió exactamente lo que quería que Mateo le diese la vuelta y tomase el control del beso. Elías nunca se había considerado excesivamente sumiso, pero cuando Mateo le tomó las muñecas y las clavó en el suelo, su corazón se aceleró y su polla amenazó con estallar en ese mismo momento, sin ni siquiera un solo toque. Por supuesto, ¿quién necesitaba toques cuando el hombre más sexy del mundo se encontraba entre sus muslos, meciendo las caderas contra Elías hasta que apenas podía pensar? Él gimió en el beso, moviéndose contra Mateo, tratando de demostrar que sabía lo que estaba haciendo, que quería esto tanto que le dolía. Elías quería que Mateo terminase esa noche igual de aturdido y asombrado como sabía que él iba a estarlo .El beso se rompió y Elías jadeó mientras Mateo le soltaba las muñecas, las manos deslizándose entre ellos para

tirar de los pantalones

vaqueros abiertos de Elías, mientras que la boca de Mateo creaba una devastadora magia en el cuello, justo en un lugar que le hacía

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retorcerse y temblar. —Oh, Dios mío... Mateo, por favor date prisa... —, le dijo. Mateo no tenía ya sus manos sujetas, pero Elías mantuvo las manos

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donde el otro hombre las había puesto, justo por encima de la cabeza. Lo podía

tocar de

otras maneras, sin embargo.

Arqueándose contra Mateo, piel contra piel frotándose. Una pierna se

deslizó

contra la cadera elegante de Mateo. Se sentía

increíblemente bien, y tan increíblemente mal al mismo tiempo. Y entonces Mateo tiró de los jeans de Elías y comenzó a empujarlos con su ropa interior hacia abajo y el corazón de Elías golpeó duro. Iba a suceder. Mateo le iba a joder ahí. Oh, Dios, era tan malo, y Elías sabía que debía probablemente detenerlo, por lo menos llevarlo a su casa para hacer esto, pero no se atrevió. No quería. No era la forma en que había fantaseado estar con Mateo por primera vez, pero maldita sea era aún mejor. Elías se estremeció, se inclinó hacia atrás cuando la lengua de Mateo se arrastró hasta el costado de su cuello y una palma áspera se cerró alrededor de la polla de Elías. Sus caderas se resistieron, olvidándose de mantener las manos en alto y moviéndolas para agarrarse a los hombros fuertes de Mateo. Cristo todo se sentía tan bien. Elías esperaba como el infierno recordar esto, cada pequeña sensación, porque tenía la sensación de que Mateo estaba a punto de arruinarlo para todos los demás hombres. —Por favor —gimió, arqueándose. —Dilo de nuevo, amorcito, —Mateo susurró a su vez, su boca en el oído de Elías. —Me encanta oír esa palabra de ti.

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Elías se estremeció. Si Mateo seguía lanzando la palabra — amor—en sus frases, Elías iba a empezar a creer cosas ridículas,

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exactamente, que el otro hombre realmente estaba diciendo lo que sentía. —Deja de hacer eso —murmuró, volviendo la cabeza para capturar sus labios y silenciando a Mateo por un segundo antes de romper el beso y encontrarse con

sus ojos oscuros.

—Vas a

hacerme creer cosas que no debería. No me digas mentiras, incluso si no puedo entenderlas. Mateo frunció el ceño, con la mano en la polla de Elías retardando su agarre, acariciándolo con propósito. —¿ Que he hecho mal? Tus ojos están tristes. Elías sonrió y se arqueó contra él. —¿Quién sabía que no ser capaz de comunicarse sería una maldición ? —Eso no era cierto, tampoco. Pensó que se comunicaban bien. Sobre todo cuando al segundo siguiente Mateo se inclinó y acarició suavemente sus labios mientras que la mano del otro hombre soltaba la polla de Elías y un largo dedo se remontaba frotándose contra su entrada. Oh Jesús. Todo él se fundió, piernas extendiéndose, caderas elevándose, todo lo que podía hacer para ofrecerse a sí mismo mejor. Nunca había deseado a nadie tanto deseaba a Mateo. Pero Mateo no se apresuró. Sus besos fueron lentos y suaves, sus toques posesivos y abrasadores, pero sin prisa. Le hizo parecer que esto no era un polvo rápido, en su lugar le dio seducción. Hizo que Elías se sintiese mareado y se encontrase

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queriendo lo

mismo. Sus movimientos se hicieron menos frenéticos, y cuando Mateo levantó la cabeza y sus ojos se encontraron, era como si ellos entendiesen cada palabra que ninguno de ellos decía.

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Mateo sondeó un dedo en contra de la entrada de Elías y luego le dio a Elías una mirada interrogadora. —¿Tienes lubricante? Elías frunció el ceño. —¿Qué? Mateo se rió entre dientes, mirando hacia abajo y luego de vuelta a la mirada de Elías, levantando su mano frotando los dedos. —¿Lubricante? Una bombilla se encendió y las mejillas de Elías ardieron. — ¡Ohh! Um... mierda. —¿Qué podría utilizar? Oh! —Espera, ya lo sé. Déjame. —Él empujó los hombros de Mateo ligeramente y se puso en pie. Podía sentir los ojos de Mateo, todo intensos y con hambre, por lo que se lanzó hacia el mostrador y se inclinó para coger una pequeña botella de loción. Se volvió y la sostuvo en alto con una sonrisa. —¿Sí? Mateo pareció

entender eso y se agachó para comenzar a

abrirse los botones restantes para quitarse su mono. ¡Oh Dios ¡. Mantuvo una mano

extendida y Elías se

sonrojó más

brillantemente cuando fue y tomó la mano, permitiendo que Mateo le tirase hacia abajo en el suelo junto a él. Mateo no rompió la mirada, guiando la mano de Elías abajo mientras la mano libre de Mateo se acercaba a la nuca de su cuello y tiraba de Elías para darle un beso. Lo cual fue ideal, ya que en el segundo siguiente, él tenía su mano en el interior del mono abierto de Mateo y los dedos envueltos alrededor de su pene y Elías podría

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no haberlo hecho si hubiera tenido esos intensos exóticos ojos, oscuros en él, mientras que él lo hacía.

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Oh señor, su polla. Dura y retorciéndose en su mano... era jodidamente impresionante y la boca de Elías regó al mismo tiempo que se preguntaba si tal vez era demasiado impresionante. Decidió que no había tal cosa y se fundió en un beso de Mateo mientras comenzaba a acariciarlo. Sabía a especias y calor y Elías mataría por pasarse una semana besándose con este hombre y descifrar exactamente qué sabores específicos Mateo le hacía imaginar. Sabores en mente, Elías rompió bruscamente el beso y decidió que si esta iba a ser su única oportunidad con el hombre de sus sueños, haría que no la olvidase nunca y olvidaría su timidez. Se empujaría a través de ella, eso era todo. Tenía la intención de darle a Mateo una experiencia que no olvidaría. Así que Elías ignoró los pterodáctilos disfrazados de mariposas en su estómago y se deslizó hacia abajo, mirando a Mateo mientras elevaba sus dedos fuera de la cintura de su mono y tiraba de él junto con su ropa interior hacia abajo. Su mirada se desvió hacia abajo vacilante con el estómago apretado, duro. Era apenas un virgen, la mayor parte de las experiencias de Elías habían sido restringidas dormitorios y

a

hombres que él conocía bien,

luces apagadas. Al igual que la gente civilizada.

Mateo,... dios, era cualquier cosa menos eso y a Elías le encantaba. Sin embargo, estar cara a cara con la más polla hermosa que había visto en su vida era un poco más de lo que Elías había preparado

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para esa noche y le tomó un segundo armarse de valor. Mateo no lo apresuró, sus dedos acariciaban la nuca de su cuello, y cuando Elías levantó la vista, sus ojos eran suaves y sus

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labios llenos estaban curvados en una sonrisa suave. Los nervios se calmaron

en proporción directa a la mirada del paciente, y de

repente Elías no quería necesitar que alguien fuese paciente con él y su timidez. Quería ser sexy, quería escandalizar a su amante — aunque sólo fuese por esa noche. Así que se movió más bajo, tirando del resto de la ropa de Mateo hasta que yacía allí desnudo y simplemente... impresionante. Elías había visto un montón de hombres desnudos antes, un montón de hermosos hombres desnudos, incluso. Pero Mateo era... especial. No tenía que ver con los músculos o los ojos bonitos ni nada físico. Era algo que estaba muy dentro de Elías desde que había puesto por primera vez sus ojos sobre él. No había ninguna manera de explicar realmente que, simplemente era así. Y de repente lo supo. Mateo le había enviado las flores. Todas esas hermosas flores, que le hablaban de la única manera que

Mateo podía.

Porque... ¡oh Dios mío!. La cabeza de Elías de repente se dio cuenta de otra cosa... Mateo no lo había desairado supermercado. ¡Sólo

ese día en el

no lo había entendido! Así que había

encontrado otra manera de hablarle a Elías, para decirle cómo se sentía. Oh dios, Elías pensó que podría hacer algo estúpido como llorar, le ardían los ojos cuando extendió la mano y acarició el rostro de Mateo en sus manos. —Me gustaría que me pudieras

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entender —susurró,

inclinándose para dar un beso en el estómago a Mateo.

—Me

gustaría poder decirte que creo que Te amo. —Era una tontería, pero no le importaba. Si era honesto consigo mismo, había estado

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cayendo por ese hombre desde hacía mucho tiempo. Saber que Mateo le regresaba esos sentimientos, aunque fuese un poco, fue el único empujón que necesitaba para dar vueltas sobre el borde. —Te diría que creo que eres perfecto. Que no necesitabas flores ni ser mi admirador secreto. Todo lo que tenías que hacer era decir hola. Mateo deslizó sus manos hacia abajo, ahuecando el culo y para Elías, el toque fue muy íntimo. Y sin embargo, no fue suficiente. No lo suficiente. Apoyó las manos en Elías los hombros de Mateo, estaban arqueando sus caderas de nuevo en esas manos fuertes. Manos ásperas, todo escalofriante y delicioso en su piel. Él nunca había sido tocado por nadie como Mateo y estaba descubriendo que se trataba de un tipo especial de erotismo, la forma en que las ásperas yemas de los dedos de Mateo se sentían contra la tierna piel de su culo, más aún cuando el otro hombre llegó

más abajo y

acarició con un dedo su entrada. Oh Dios, se sentía bien. Elías se estremeció y se inclinó para hundir su rostro en el cuello de Mateo, jadeando suavemente. —Vas a matarme, o por lo menos arruinarme para cualquier otro hombre. Algo le decía que si Mateo pudiera entenderlo, pensaría que eso estaba perfectamente bien para él. Era tan... alfa. Elías tuvo el loco deseo de preguntarle si planeaba

arrastrarlo a

su cueva

después. A Elías no le importaría en lo más mínimo. Entonces Mateo rodó, estirando a Elia por debajo de él una

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vez más y el corazón de Elías se aceleró. Había algo diferente en los ojos oscuros de Mateo, una especie de... posesividad. Le contaba a Elías en términos muy claros, idioma o no, que Elías le pertenecía.

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Y que Mateo no iba a dejar que Elías se alejase de él más tarde. Dios, como querría. No ser una casualidad. —Por favor —susurró Elías. —No te detengas. Mateo no dijo nada, pero eso no importaba. A Elías por una vez no le importaba, no necesitaba palabras bonitas y promesas sensuales y que nunca parecían durar a la luz del día. Mateo no hacia ninguna promesa, pero Elías las sentía de todos modos. Cada toque de su mano era como si el hombre estuviera diciendo —Mío. Eres mío. No voy a dejarte ir. Yo te protegeré. —Eran estúpidas fantasías, estaba seguro, pero en el fondo... se preguntó si tal vez había más. Tal vez no era tonto. Quizás. ¿Después de todo, Mateo lo había protegido, no lo había hecho? Se había apresurado a rescatarlo

y aunque Elías

probablemente podría haber manejado a los chicos de la fraternidad por su cuenta, no había tenido que hacerlo. Mateo había estado allí. Y las flores. Cada una había querido decir cosas que indicaban algo más que lujuria. Amor, la pasión, promesas de siempre, incluso. Por lo tanto, ¿ era muy insensato por parte de Elías esperar que todo fuera cierto? Él no lo creía así. ¿Quién no tenía esperanza? —Si me lo pidieras, —murmuró, arqueándose hacia Mateo, — Te daría cualquier cosa que quisieras. Elías abrió los ojos y le sonrió al otro hombre. —Soy tuyo desde ahora mismo. —Lo que estás diciendo, amorcito, he aquí mi respuesta. Lo

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que estás prometiendo, lo acepto y te doy lo mismo a cambio.

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Los labios de Elías se curvaron, las palabras suaves, el tono tierno suave envolviéndose

alrededor de él como una manta

caliente. Él no necesita saber el significado exacto para entenderlo. Asintió

con la cabeza, levantándola

para rozar sus labios

contra los de Mateo. —Sí. Mateo tenía la loción en la mano, y el corazón de Elías corrió. Ahora. Oh, estaba sucediendo ahora y estaba desgarrándose entre el deseo de meterle prisa a Mateo y las ganas de hacerlo lento que durase lo máximo, para que lo recordase perfectamente al siguiente día,

mes,

año. Para siempre. Pero los pensamientos eran una

pérdida de tiempo cuando la mano de Mateo se movía entre ellos para deslizar dos dedos resbaladizos contra la entrada de Elías, frotando la hendidura de su culo. Elías solo

podía pensar en

respirar, Mateo lo había despojado de cualquier capacidad para pensar con la caricia de sus ásperas, calientes yemas de dedos resbaladizos. —Oh Jesús,

—Elías gimió, agachándose para agarrarse la

parte de atrás de su propio muslo, tirando de su pierna hacia arriba y hacia fuera y dándole a Mateo un mejor acceso. Estaba delicioso, y Elías no podía dejar de moverse. Con las caderas crispándose, la mano libre se hundió en el pelo de Mateo, los labios jadeantes cuando uno, luego otro dedo se hundió en su interior. —Sssí — siseó,

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arqueándose.

Mateo

tenía

una

mirada

de

intensa

concentración y una intensa satisfacción en su hermoso rostro. Como si supiera exactamente lo bueno que era y cómo le gustaba a Elías. Bueno, no era como si Elías lo mantuviera en secreto, con

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todos esos gemidos retorciéndose y levantando las caderas para conseguir que sus dedos fuesen aún más profundamente. Y luego estaba la mendicidad. —Por favor, por favor, por favor —coreando al ritmo de los lentos movimientos

de los dedos de Mateo dentro y

fuera,

extendiéndolo. Elías quería gritar que estaba listo, que había sido preparado, pero no lo hizo porque tenía la sensación de que no tenía nada que ver con la preparación y que todo lo que quería Mateo era verlo ponerse un poco loco. Era deliciosamente erótico, sus miradas se encontraron, dejando que Mateo viera

todo lo que estaba

sintiendo. Elías era del tipo de ocultar por lo general lo que podía de sus amantes. Se sentía demasiado vulnerable, demasiado desnudo, demasiado expuesto y eso le hacía querer ocultarse .No de Mateo. Mateo le había tendido en el suelo de la tienda desnudo. Estaba preparándolo para follárselo y Elías no sentía ni un ápice de vergüenza.

Aunque

fuera

completamente

inapropiado,

no

importaba porque se sentía jodidamente bien. Todo sobre él se sentía bien, y Elías no quería ocultarle nada a este hombre. Sintió, en cambio, la imperiosa necesidad de soltar todos sus secretos y miedos y dudas en las manos de Mateo. Casi podía escuchar esa voz sensual susurrándole que lo hiciera. Entonces los dedos de Mateo se fueron, y Elías jadeó en voz baja a la espera, observando como Mateo se levantaba sobre sus

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rodillas, tomaba su mono, sacaba un condón de su cartera y lo abría. No había vergüenza en el hombre, su pene estaba balanceándose con orgullo entre sus fuertes muslos, la longitud del

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mismo gruesa y dura, la punta roja y resbaladiza. Dios, eso le hizo la boca agua a Elías y él no pudo resistirse a sentarse de forma rápida y por un segundo doblarse para tomar la longitud caliente de la polla de Mateo en su boca, soltándola luego con un alto, obsceno, perversamente sexy “pop”. Le sonrió a su amante y se recostó sobre los codos, las caderas elevándose

y el corazón golpeando. —

Fóllame, —dijo, capturando con sus dientes el labio inferior. Mateo lo oyó alto y claro, y al instante siguiente estaba en él, empujándolo de nuevo al piso, con la pierna de Elías sobre su brazo para difundirla

ampliamente

y poco a poco, inexorablemente,

empujando en su interior. Oh dios, era grande. O tal vez sólo se sentía de esa manera, porque habían pasado meses desde que Elías había estado con alguien. De cualquier manera, se sentía estirado hasta el límite, pero incluso la quemadura se sentía bien. Se estremeció, sus brazos deslizándose por los hombros de Mateo, los dedos cavando en su espalda fuerte.

—Maldita sea, sí... joder, más, Mateo,

—jadeó,

arqueándose. —Dios mío, Elías... no te muevas, me vas a matar... mierda... Hubo un sonido frenético y arenoso en las palabras que hicieron que Elías sonriese. Apretó en respuesta y dejó escapar una risa áspera cuando Mateo soltó una sarta de maldiciones que eran comprensibles en cualquier idioma. —Me alegra saber que no soy el

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único que perdió su maldita mente, —bromeó Elías, sin aliento.

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Mateo lo miró fijamente, con los ojos oscuros y se estrechó contra él, era una mirada tan intensa que hizo que el corazón de Elías diese un vuelco. —¿Quieres jugar, cielito? Preguntó Mateo, un levantamiento de cejas en un desafío sin palabras. —Ni siquiera conoces las reglas. Y antes de que Elías pudiera preguntarse lo que había dicho, Mateo había capturado su boca y sus caderas se quebraron, conduciéndolo total y profundamente dentro en un empuje y oh dios, ¿quién necesitaba palabras o función cerebral cuando había esto? La locura y la desesperación y la necesidad, arañando por salir, exigiendo alivio y la única persona que podía satisfacerlo estaban allí, besándolo como si su vida dependiera de ello. Él levantó sus caderas, sólo para que Mateo rizara su mano debajo de su culo levantándolo más cerca, instando a Elías a coincidir

con su ritmo profundo, lento. Oh, se sentía bien.

Escalofríos corrieron a través de él, y Elías apenas podía respirar a través de los besos

que Mateo le daba. El oxígeno estaba

sobrevalorado de todos modos. Él gimió, gritando cuando finalmente el beso se rompió y Mateo deslizó su boca a lo largo de su cuello, los dientes raspando, la lengua calmando, dejando estremecimientos de placer a su paso. —Por favor, por favor... maldito dios santo, Mateo, —Elías jadeó, apretándose a su alrededor.

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—Más rápido, maldita sea, más rápido, por favor. No sabía si Mateo entendió sus palabras o su lenguaje corporal, pero de cualquier forma su amante le dio lo que pedía, sus

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caderas moviéndose duramente, más rápido, delicioso y la fricción fue

suficiente para hacer estallar

su mente. Elías se dejó ir,

jadeando gemidos, la cabeza inclinada hacia atrás, ambas manos hundidas en el lío sedoso del pelo de Mateo. Nunca había sentido algo así. Se sentía salvaje, fuera de control, completamente desinhibido. ¿El tímido Elías? Se había ido. En su lugar estaba un Elías sin sentido, retorciéndose debajo de un casi desconocido y pidiendo más, más, más. Era el paraíso. Y un delicioso infierno al mismo tiempo. Elías seria condenado si tenía que confesarse ese domingo, después de todo. Pareció seguir y seguir para siempre, sus cuerpos resbaladizos por el sudor y el deseo mutuo, la necesidad frenética. Pero antes de que Elías estuviera listo para que se acabase, pudo sentir a su cuerpo traicionarlo, su palpitante polla más y más dura, se estremeció profundamente. Él gimió y movió una mano entre ellos para envolverla alrededor de su polla. Mateo inmediatamente se empujó sobre los codos, mirando hacia abajo entre ellos, su oscura mirada fija en los ojos de Elías acariciándose a sí mismo al ritmo de sus embestidas. —Dios, —Mateo se atragantó, sus labios se abrieron con los ojos calientes. Elías nunca se había sentido tan poderoso como

en ese

momento, con Mateo mirándolo con una expresión asombrada en el

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rostro. Más audaz que nunca, Elías le dio a Mateo un espectáculo, acariciando ,apretando, arqueándose, con el pulgar frotando la cabeza

pulida y luego, con una sonrisa maliciosa a su amante,

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moviendo el pulgar resbaladizo hasta su boca para

lamerlo

limpiándolo. El gemido estremecido que consiguió por eso hizo que valiese la pena el rubor ardiente que no pudo evitar. Mateo, por favor... tan cerca, por favor —jadeó, acariciándose más rápido, dándole a Mateo un guiño tratando de explicarle que él estaba allí, que iba a correrse. No tenía por qué haberse molestado, escapar un maldito gruñido

mientras aceleraba sus embestidas,

chocando contra él con tanta fuerza que deslizarían

porque Mateo dejó Elías pensó que se

a lo largo la madera, robó el aliento de Elías y si no

hubiera estado a punto de correrse antes, seguro que lo hubiese estado en ese momento. —Ahora, cielito, Ahora... Elías, joder...

—Mateo gimió,

apretando los ojos con el rostro rojo por el esfuerzo. Tan pronto como Mateo dejó escapar un grito de finalización, el propio orgasmo de Elías se

disparó a través de él, arrancándole

un grito y

arqueándose cuando su polla tembló y se sacudió en la mano, derramándose en el pecho y el estómago. Largos momentos pasaron y no se movieron, ni hablaron, demasiado ocupados tratando de recordar cómo respirar y cómo hacer funcionar sus extremidades. Mateo se movió primero y Elías dejó escapar un suave sonido de pérdida cuando su amante salió de él.

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Oyó el chasquido cuando Mateo se quitó el condón y luego los brazos del otro hombre estaban alrededor de él, tirando de él cerca.

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Y

Fae Sutherland

cualquier preocupación que pudiera haber tratado de

escabullirse de vuelta en él, preocupaciones porque Mateo lo dejaría, las cosas serían muy incómodas, había conseguido lo que buscaba y ahora se iría... esas preocupaciones no tuvieron nada a lo que aferrarse y se deslizaron lejos, inofensivas. Elías sonrió y se acurrucó en los fuertes brazos de Mateo, jadeando todavía, el olor del otro hombre mezclándose con el olor del sexo y de las flores. Lo que fuese a pasar ahora, a Elías no le preocupaba. Por una vez en su vida, simplemente se relajó y respiro tranquilo. Él no necesitaba palabras bonitas y promesas románticas, no ahora mismo. No de Mateo. Y cuando Mateo se acercó y sacó un pequeño girasol

del

mostrador, apoyándolo contra la mejilla de Elías brevemente y dándole una hermosa sonrisa... Elías se dio cuenta de que Mateo no necesitaba palabras para hacer promesas. Y cuando Elías le devolvió la sonrisa y se movió a tomar la flor ofrecida, supo que Mateo había comprendido exactamente lo que le estaba diciendo.

Fin

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Fae Sutherland