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El Culto en la Era Vikinga

Parte I. Las Formas del Culto El Culto en la Era Vikinga

Una escena de libación en una piedra decorada de Gotland en el Museo Nacional de Antigüedades Sueco en Estocolmo. Piedra decorada con una escena de libación procedente de Gotland. Museo Nacional de Antigüedades Sueco, Estocolmo. La religión que practicaron los vikingos no es, ni mucho menos, una invención de la Era Vikinga, sino que se trata de un desarrollo a partir de la herencia dejada por la Europa germánica noroccidental y, por ende, el culto ha sufrido un desarrollo similar. Éste no aparece de la noche a la mañana y tampoco lo inventaron los vikingos, los elementos clave de este culto podemos encontrarlos ya en la Edad de Hierro Primitiva (entre los siglos V a I a.C.) o en los escritos del romano Tácito, del siglo I y II d.C.

Como vemos, todo mucho antes de nuestros vikingos.

Lo primero que debemos tener en cuenta sobre el Culto en la Era Vikinga es que no tenemos nada sólido sobre lo que caminar para recorrer el camino. Unos pocos restos arqueológicos complicados de identificar e interpretar y unas cuantas menciones en Sagas, Eddas y textos mitológicos que hay que leer entre líneas y siempre en su contexto original. Es uno de esos temas en los que a los historiadores de hoy nos habría venido estupendamente que los vikingos del ayer hubiesen dejado algo escrito, pero no, así que nos toca jugar a en encajar las piezas de un puzle inmenso, donde cada pieza es un poquito de información que obtenemos de una fuente u otra.

Lo segundo que debemos tener en cuenta es que nosotros vivimos en el siglo XXI y ellos, los vikingos, lo hicieron hace muchísimo tiempo, entre finales del VIII y mediados del XI para concretar, por lo que es importante que antes de abordar el tema desechemos cualquier idea o parecido posible con lo que nosotros entendemos por culto. Incluso con lo que nosotros entendemos por religión. Los vikingos no tenían “fe”, no tenían una “religión reglada” y, según parece ser en líneas generales – ya que no hay indicios que nos demuestren lo contrario –, no hubo ningún tipo de uniformidad ni en el culto, ni en el rito, ni en los ceremoniales, ni en su posible clero.

Por ello, y con toda la bibliografía de la que dispongo en la mano, voy a intentar daros una visión lo más unitaria y real posible sobre cómo fue y en qué consistió el culto en la Era Vikinga en un artículo que constará de varias partes.

Vamos a ello.

Parte I Las formas de Culto en la Era Vikinga Cuando hablemos de la mitología nórdica veremos que los vikingos se debían al paganismo, siendo pagano un término que viene del latín paganus y que significaba “habitante del campo” o “rústico”, incluso lo encontramos para designar el concepto “bárbaro”. Es un vocablo que introdujeron los romanos cristianos en el siglo IV dC y que les servía para referirse a aquellos pueblos que no seguían las revelaciones dadas por la Biblia sobre un dios único, es decir, para referirse a cualquier pueblo que no fuese judío o cristiano, sino a los pueblos que tenían y adoraban a otros dioses. Los vikingos eran politeístas, esto es, creían en un número muy amplio de dioses y otros seres de entre los cuales Odín era el más importante de todos. Se trataba, pues, de un culto sencillo sin ningún tipo de ritual obligado, dogmático o reglado, sin basarse en fuentes más allá de la propia tradición milenaria y que durante la Era Vikinga se habría basado principalmente en la adoración a los dioses. Esta adoración habría estado dividida en dos partes rituales que formaban un todo: la oración a los dioses y la ofrenda a los mismos, donde la oración servía para pedir favores o ponerse en contacto y ofrenda para aplacar la ira o dar las gracias a los dioses. Una gran fuente alternativa para rastrear el culto es la lingüística o la filología, por lo que introduciré algún cuadro que nos ayude a comprender y comparar mejor.

Vamos a proceder a desgranar las partes de este todo.

¿Qué incluía la adoración? Como hemos mencionado, lo más probable es que se dividiese en una oración inicial seguida de una la ofrenda compuesta por donaciones y regalos a los dioses según la ocasión, además de los conocidos sacrificios.

La oración no tiene nada que ver a lo que entendemos por ese concepto hoy. Que sepamos, no se trataba de fórmulas dadas ni sermones establecidos, sino de algo mucho más práctico, en consonancia al propio carácter pragmático de los vikingos: habría sido una especie de súplica, de petición, una explicación de la ofrenda que iban a realizar y el motivo por el cual la realizaban. Igual que se invocaba a los dioses antes de la batalla para obtener victorias, se invocaba a los dioses para lograr buenas cosechas, lluvias, hijos o prosperidad. Si, por poner un ejemplo, tenemos en cuenta que Frey era el dios de la fertilidad es probable que una oración a él fuese algo de este estilo: “Frey te ofrezco este don u ofrenda (que podía ser muchas cosas) para que bendigas mi matrimonio con muchos hijos”. Según el cronista árabe del que ya hemos hablado, Ibn Fadlan, que convivió con algunos varegos o rus, estos se postraban ante unas imágenes de madera que representaban a sus dioses y les pedían al mismo tiempo que les ofrecían cosas, nunca se pronunciaba una oración con las manos vacías ya que el sincretismo principal de los vikingos se basaba en una máxima que venía a decir “yo te doy, para que tú me des”. El concepto de reciprocidad era algo muy arraigado en la idiosincrasia vikinga, nadie ofrecía un regalo sin esperar uno a cambio, nadie recibía un regalo sin corresponderlo.

La ofrenda se podía llevar a cabo por particulares o por colectivos como familias, aldeas, pueblos, tripulaciones de barcos, etcétera. ¿Quién llevaba a cabo las ofrendas y dónde se realizaban? Hablaremos en el siguiente apartado o artículo de ello, pero lo más lógico es que en el ámbito privado la ofrenda la realizase el cabeza de la familia y ésta se efectuase en la granja o casa de la familia o cerca de ésta. En el ámbito público, y aquí es donde entraremos en la multiplicidad de posibles hipótesis al respecto, habría sido, o bien un sacerdote (también desechando la idea cristiana del sacerdocio), o bien el líder de la comunidad o rey; el sacerdote habría efectuado las ceremonias en un Templo o en lugar sagrado y el rey o líder en su Gran Salón o granja. Estas ofrendas públicas se hacían para pedir a los dioses cosas que afectaban a toda la comunidad; como un año de paz y prosperidad (otra máxima en la idiosincrasia vikinga), victorias en las campañas bélicas o comerciales de verano o, por ejemplo, el fin de una epidemia. Según algunos estudiosos como Eugen Mogk existía un tercer tipo de ofrenda al margen de la privada y la pública, que habría sido la ofrenda preceptiva y que ejercía una especia de función profética, como de oráculo, ya que se usaba para preguntar cosas.

Ofrenda

Don

Idioma

pluozan

kelt

alto alemán o alemán antiguo

blótan gild

anglosajón

blóta/blót

gyald nórdico/normánico antiguo

Alcanzado este punto, hemos llegado a la pregunta clave y la que ha fascinado a más de uno y más de dos, amén de haber alimentado uno de los muchos mitos de los vikingos, ¿en qué consistía la ofrenda? Es más que probable que los tipos de ofrecimiento hubiesen variado según la zona y según el tipo de festividad, pero por lo general habrían sido muy similares en todos los pueblos germánicos septentrionales. Las ofendas se llamaban dones y eran muy variadas; desde objetos de valor como joyas o armas, botines de guerra, alimentos, libaciones y lo más conocido por todos, las ofrendas animales o humanas, es decir, los sacrificios. También se ofrecían banquetes en los que se sacrificaban animales cuya carne consumían habitualmente como caballos, vacas, cerdos, chivos y carneros acompañados tal vez de danzas o cánticos, de juegos o espectáculos y donde bebían la Minne, la memoria, en honor a los dioses, los héroes, los reyes pasados y los antepasados en general.

Los sacrificios animales y humanos, si bien sabemos a ciencia cierta que sucedieron, no sabemos exactamente cuándo, cómo o con qué criterio se realizaban. Es probable que también fuesen distintos según el pueblo germano que los practicase, los germanos del norte, es decir, los escandinavos, se cree que los efectuaban sobre todo en invierno, cuando estaba todo el pueblo en casa, cuando tenían las armas en reposo y cuando las despensas estaban llenas y, si bien muchos sacrificios no tenían un momento concreto en el tiempo sino que se llevaban a cabo cuando se necesitaba ayuda o consejo de los dioses, sí parece que hubo algunos con fecha más o menos establecida, que serían:

A comienzos del invierno: Lo encontramos a mediados de octubre y se realizaba para obtener un año feliz, paz y bienestar. No tenía un dios específico al que ir dirigido y se realizaban todo tipo de ofrendas. A mediados del invierno: Se producía en Enero y se realizaba para pedir buenas cosechas. Se sacrificaba generalmente un jabalí, pero el sacrificio dependía de la eficacia del realizado el año anterior. Así, el primer año se sacrificaría un jabalí, si al siguiente año las cosechas no habían sido mejores y seguía siendo una época de hambrunas o de escasez, se podía sacrificar un animal mayor y más importante, como un buey. Si al siguiente año la cosa no había mejorado en absoluto, se podían sacrificar hombres y, finalmente, si al año siguiente la cosa seguía igual o peor, se llegaba a sacrificar al Rey. Con el sacrificio de éste, entendido como la personificación de los Dioses, se producía una reconciliación o reencuentro del

pueblo con los dioses. Probablemente eran sacrificios destinados a Frey, el dios de la fertilidad, o a Thor, el protector de los hombres en su mundo, Midgard. Al final del invierno: A finales de Marzo o principios de Abril se producía un sacrificio en el que se pedían victorias a Odín en las inmediatas campañas que iban a tener lugar en verano y en el que los sacrificios eran variados. Si bien estos habrían sido sacrificios muy específicos y en momentos muy determinados, las ofrendas y sacrificios formaban parte de todas las fiestas y celebraciones en la vida de los vikingos. Otras grandes celebraciones que habrían contado con imponentes festejos y sacrificios habrían sido en Gaular, Noruega, de la que nos habla la leyenda de Egil, en Lejre, Dinamarca, según las crónicas de Thietmar de Merseburgo o en la conocida Gamla Uppsala, Suecia, según las historias de Adam de Bremen.

Vamos a hacer un poco más de hincapié en los sacrificios humanos y vamos a tratar de desmitificarlos y aclararlos un poco; Estos ocurrían, sí. Sin embargo, generalmente se sacrificaba a prisioneros de guerra o esclavos, es decir, gente que no tenía derechos, como los esclavos, o gente que iba a morir o a convertirse en esclavos de todos modos, como los prisioneros de guerra. Recordemos una vez más el carácter práctico de los vikingos y coincidiremos todos en que no tenía mucho sentido sacrificar a miembros útiles de la comunidad como cabezas de familia, líderes, grandes guerreros o valiosos artesanos y comerciantes. Prisioneros y esclavos, recalcamos, eran personas sin derechos en la sociedad vikinga y con ellos se sustituía a los hombres libres, miembros útiles de la comunidad, en quienes recaerían los beneficios de la ofrenda. Debemos intentar minimizar en la medida de lo posible la imagen de los vikingos sacrificando a diestro y siniestro humanos, ya que el sacrificio de personas no era lo más corriente y lo que más se daba. Generalmente ocurría cuando las peticiones iban asociadas a hechos que amenazaban la vida de los hombres; como las guerras, las hambrunas, las epidemias, las expediciones peligrosas o en festividades de enorme trascendencia para ellos. Ningún vikingo habría sacrificado un esclavo en una ofrenda en el ámbito privado de la granja sólo para pedir buen tiempo ya que los esclavos, amén de útiles en las granjas como ya veremos cuando hablemos de clases sociales, eran caros. No serían miembros imprescindibles de la sociedad, pero eran valiosos a su manera.

¿Cómo sabemos que se practicaban sacrificios humanos? Éstos los tenemos atestiguados no sólo mediante los hallazgos arqueológicos que los indican, sino también a través de fuentes escritas como las descripciones del ya mencionado y

conocido Ibn Fadlun quien, en su estancia con los varegos o rus, presenció un impresionante funeral vikingo en el que, según cuenta, una de las esclavas del fallecido rey decidió inmolarse para acompañar a su señor a la vida eterna. En estos funerales, gracias a la arqueología, sabemos que también se acompañaba a los fallecidos de alta alcurnia con el sacrificio de su caballo o sus animales de compañía. También tenemos las descripciones de Adam de Bremen del Templo de Uppsala, del que hablaremos en siguientes artículos y otras un poco menos directas como las observaciones del romano Tácito o el sajón Saxo Gramatico. Otras fuentes importantes son las Sagas, las Eddas y otros textos mitológicos, como por ejemplo la Heimskringla, que narra cómo Aun, Rey de Suecia, sacrificó a nueve de sus hijos para pedir a los dioses que su vida fuese más larga (quien sabe si realmente habría sido para que no le destronasen). Fueron sus súbditos los que impidieron que matase al décimo y último de ellos, Egil, del que se conserva otra famosa Saga. Otros textos nos cuentan cómo los suecos tenían derecho a elegir a sus reyes, pero también a deponerlos e, incluso, a sacrificarlos para apaciguar la ira de los dioses si la gestión que habían llevado a cabo no era la esperada o la correcta. Reyes como Olaf Trätäljä y Domalde fueron sacrificados para acabar con años de hambruna.

Aparte de las ofrendas, la oración y los sacrificios existían otros tipos de culto más personal, más íntimo, aunque también más relacionado con la magia. Conocemos un ritual llamado utisetur, traducido, literalmente, por “sentarse afuera” y que consistía en una especie de noche de vigilia, a la intemperie, buscando la comunicación con los espíritus o la obtención de visiones. También estaban los conjuros o hechizos cantados llamados galdrar y que, según las Eddas, fueron aprendidos por Odín de un gigante. Servían para propiciar buenos partos, causar o curar enfermedades, embotar filos de espadas, resucitar muertos… Conocido por todos es también el supuesto carácter mágico de las runas, del que también hablaremos más adelante.

Parte II. Los administradores del Culto Ya hemos comentado que cualquier parecido con nuestra idea de culto actual es puro anacronismo, por ello, entendidos como lo hacemos nosotros, los vikingos no tenían sacerdotes y parece que el concepto de clase sacerdotal separada les era completamente ajeno. No poseían ningún tipo de cuerpo religioso reglado o cerrado como por ejemplo los galos y sus druidas o los sacerdotes bíblicos. ¿Quiénes eran, entonces, los representantes de los Dioses en la tierra en el mundo de los vikingos? Lo más probable es que hubiese habido dos casos; de un lado reyes, jarls, líderes políticos u hombres libres (bondi) y de otro, alguna especie de sacerdotes. En ambos casos las funciones habrían sido las mismas: realizar fiestas, ritos, asambleas y sacrificios. Para Eugen Mogk existía en algunas partes de la civilización germana una clara separación entre los reyes y los sacerdotes, teniendo estos últimos una enorme preeminencia y poder sobre los primeros; se le elegía de entre las familias nobles y su cargo era vitalicio, sus disposiciones eran obligatorias incluso para el rey y era él quien escogía qué sacrificios debían realizarse. Además, estos sacerdotes habrían intervenido en la vida política haciendo leyes bajo el designio de los dioses, amparándolas e, incluso, exponiéndolas. Los germanos occidentales les habrían llamado êwato (defensor de leyes) o êsago (expositor de leyes). Habría sido también este sacerdote el presidente de las asambleas y el único con potestad para ejecutar ciertos castigos. Por otra parte no habría habido mujeres sacerdote ya que éstas estaban excluidas de la vida política, pero parece ser que los germanos del norte, los escandinavos, sí habrían tenido sacerdotisas, llamadas gyðyur, encargadas de guardar el templo y de recoger los tributos. Se dice que esto habría sido posible ya que los templos de los islandeses, los vikingos más “tardíos”, eran de propiedad privada. En la mayoría de los casos, el administrador del culto era el rey, es decir rey y sacerdote, y se le conocía con el nombre de gudja por los godos o goði por los escandinavos, y era responsable ante la comunidad de todo lo bueno que les enviasen los dioses, pero también de todo lo malo por lo que – como vimos en el apartado anterior con los reyes –, si sus acciones resultaban estériles, si sus sacrificios eran estériles, debía sacrificarse él mismo para que la divinidad se rejuveneciese en su sucesor. Quiero hacer un breve alto en al camino para aclarar una cosa; debemos tener en cuenta que el libro en el que Eugen Mogk expone todas estas ideas es de principios del siglo XX y que, pese a llamarse “Mitología Nórdica”, la mayoría de sus alusiones hacen referencia a la mitología y a los pueblos germánicos en general y, sobre todo, a las épocas colindantes al Imperio Romano, algo alejadas de nuestros protagonistas vikingos. Cuando se refiere a los escandinavos los menciona como “pueblos germanos del Norte”, pero en líneas generales no existe apenas distinción, por lo que debemos ir con pies de plomo si usamos sus teorías. Por ejemplo, muchas de sus aseveraciones están basadas en las exposiciones de Tácito

quien, por mucho que viese a los escandinavos, lo que vio fue a sus antepasados del siglo II dC, no del VIII y XI. Sin embargo, no he querido descartarlo sin más, ya que, amén que las fuentes nos escasean en este tema a los historiadores, como también vimos en el artículo anterior, muchos de los elementos claves del culto de los vikingos tienen sus orígenes siglos antes. De modo que, sin perder de vista ni un segundo las explicaciones de Eugen Mogk, vamos a seguir con las que nos ofrecen autores como Richard Hall, Régis Boyer, Patxi Lanceros, Manuel Velasco, Eric Graff Oxenstierna, Enrique Morales o Yves Cohat, entre otros. Partimos de la aceptación de la premisa que nos indica que sí es probable que hubiese existido algún tipo de “clero” o de “sacerdocio” pero del que no hay evidencias ni de que hubiese sido de carácter profesional, ni institucionalizado de alguna forma, ni semihereditario como, por ejemplo, la clase druídica celta, sino que el de los vikingos habría sido más bien de carácter chamanístico. Sin embargo, parece evidente que si es cierto que existieron templos o lugares de culto, como veremos que los hubo, también sea de algún modo evidente o necesario que existiesen personas que se ocupasen de cuidar, administrar y vigilar dichos lugares. Lugares que, posiblemente, subsistían gracias a los tributos u ofrendas materiales que se llevaban y que no habrían sido sólo para “aplacar la ira de los dioses”. Sabemos, según Adam de Bremen, que en el Templo de Uppsala los cristianos estaban excluidos del festival, pero a su vez estaban obligados a pagar una especie de multa por no asistir y sabemos que aquellos que no podían asistir por causas de fuerza mayor, aún así enviaban sus regalos a través de otros miembros que asistían. Teniendo en cuenta, como también hemos visto, que se trata de una religión sin fe, sin dogmas y sin ningún tipo de escrituras sagradas y teniendo en cuenta también que en la mayoría de los casos se habría tratado de rituales simples, muchos de carácter excepcional y mayoritariamente de carácter privado, es harto factible el hecho de que los vikingos no se hubiesen visto necesitados de una casta sacerdotal para administrarlos. Según las teorías de Régis Boyer, y al ser el sacrificio la forma más común de adoración a los dioses, lo más probable es que la figura más necesitada en cuanto al culto se refiere hubiese sido, a la postre, la de un sacrificador, más que la de ningún tipo de sacerdote. Éste habría llevado a cabo los sacrificios a los dioses, habría pronunciado algunas sencillas fórmulas u oraciones y habría presidido las ceremonias y banquetes. Por otro lado, es más que probable que en los templos o en ciertos lugares de culto más importantes sí habría habido algún sacerdote o alguna figura más especializada (casi nunca se nos habla de sacerdotes en plural y esto es importante) y en el caso de ser una ceremonia realizada en casa del rey, del jarl o de un líder de la comunidad, lo más probable es que la acción recayese en la propia figura de reyes, jarls o líderes. Algunas fuentes apuntan a que el propio rol del rey o líder germánico habría evolucionado

derivado de algún tipo de oficio sacerdotal que habría a su vez derivado en un rol del rey paralelo al rol del goði; un cabeza de familia o de grupo de familias que sería también el administrador de los ritos y de los sacrificios. En el ámbito privado, el de la casa, la granja o la aldea, lo más natural es que el administrador los rituales, oraciones y sacrificios fuese el jefe de la familia o de la granja. Sin apenas referencias y sin que sirva de generalización para toda Escandinavia o toda la Era Vikinga, en algunas fuentes islandesas (escritas en latín y siempre posteriores a la época en la que vivieron los vikingos) aparece una figura o clase que ya hemos mencionado, llamada goðar o goði, que habría ejercido algún tipo de responsabilidad religiosa e incluso civil, que es con la que nos vamos a quedar a modo de conclusión. Es importante indicar que cuando aparece este término lo hace en asociación a un dios concreto, no de un modo general, como freysgoði, que vendría a significar “el goði de Frey”, lo que nos indica que el goði en cuestión consagraba el culto a un dios concreto. ¿Quiere decir esto que habría habido sacerdotes o personal especializado en algunos dioses en concreto o que el goði se escogía para la ocasión y desempeñaba el papel que le tocaba? Es difícil de contestar y, como siempre, en la ambigüedad de algunas fuentes es probable que ocurriesen ambas cosas. Pero no acaba aquí la cosa, si bien esa figura del goði habría sido generalmente masculina, a las mujeres se las ha asociado con algún tipo de oficio relacionado con la magia. Éstas eran las sacerdotisas dentro de la granja, en el ámbito del hogar, y poseían rituales y oraciones para acompañar casi todas las acciones de la vida cotidiana; embarazos, partos, hilado, tejido, cocina, etcétera. Existió una especie de magia más especializada, a la que se llamó seiðr, una especie de chamanismo femenino donde la oficiante, llamada sidkona o völva, entraba en trance para comunicarse con los espíritus y, se creía, sanaba o provocaba enfermedades, muertes, tormentas y hasta creaba ilusiones en la mente de los hombres. Esta figura la encontramos en textos como la Saga de Kormak, la Saga de Örvar-Odd, la Saga de Erik el Rojo o la Voluspa, siempre acompañada de otra figura femenina de la granja que supiese entonar los cánticos para la ocasión, el vardlokur. Si bien el seiðr habría sido un concepto eminentemente femenino, se tiene constancia de que hubo hombres que desempeñaron la misma función, llamados seiðrmennir, aunque con apariencia eminentemente afeminada (arg) para la ocasión. Incluso hubo hombres que desempeñaron esta función a los que se llamó seiðskratti que sí eran de condición abiertamente homosexual. Estos sacerdotes homosexuales o afeminados se encontraron especialmente relacionados con el culto a los dioses Vanir (los dioses más “espirituales”, en contrapartida a los Aesir, más “terrenales”); el ya mencionado sajón Saxo Gramático nos sugiere en su Gesta Danorum a unos sacerdotes relacionados con el culto al dios Frey de aspecto y ademanes claramente afeminados. Estudiosos mucho más actuales como el filólogo

e historiador francés George Dumézil también nos hablan de estos sacerdotes de Frey e incluyen a los del dios Njörð que, además del aspecto y los ademanes femeninos, habrían llevado peinados y ropajes exclusivos de las mujeres de aquella época. ¿Por qué sucedía esto? Esto sucedía en relación o muy íntimamente ligado a otra de esas máximas categóricas de la idiosincrasia vikinga, el concepto del honor. Se creía que esa magia seiðr era una forma impropia y poco honrosa de vencer a los enemigos; utilizar la magia para ello era un acto terrible de cobardía, por lo que se consideraba impropio de los hombres y del ideal de honor y honestidad que les regía. Por otra parte, muchos de estos ritos mágicos incluían prácticas sexuales muy explícitas con la mujer, que en un hombre suponían de forma invariable un comportamiento homosexual pasivo. En conclusión, admitiendo la existencia de personas más o menos especializadas en el culto, es posible que el mundo germánico se dividiese por géneros, estando el apartado de la hechicería, la adivinación o la magia en manos de las mujeres (como también la veleda de los búcteos o la ganna de los semnones) y el de oficiar ritos, echar suertes y observar presagios lo estuviese en manos de los hombres. Para terminar este apartado, y en lo referente a su aspecto, no tenemos fuentes que nos hablen de ello o nos los describan detalladamente por lo que, siendo sinceros, no tenemos ni la más remota idea. Esto os lo digo porque somos muchos los que hemos visto la serie Vikingos de History Channel y nos hemos quedado embobados con los sacerdotes del Templo de Uppsala. Estoy intentado encontrar en qué se han basado para recrear la estética de los mismos, os lo haré saber.

Parte III. Los lugares del Culto.

Posible reconstrucción del yacimiento de Ranheim, cerca de Trondheim, en Noruega. Posible reconstrucción del yacimiento de Ranheim, cerca de Trondheim, en Noruega.

Es de suponer que si existió el culto y existieron los administradores del mismo, éste tuviese un lugar para ser practicado. Algo he ido dejando caer en los anteriores apartados, pero para seguir en la tónica sobre las formas y los administradores del culto, el de los lugares no es un tema que sea mucho más homogéneo. Frente a los otros dos, en este apartado sí que jugamos con una gran baza que nos debería ayudar, como es la arqueología, sin embargo, los hallazgos arqueológicos muchas veces lo que hacen es, si no contradecir, sí diferir de lo que nos dicen las Sagas, Eddas y otros textos sobre los lugares que utilizaron los vikingos para llevar a cabo su culto. Al abordar este tema volvemos a enfrentarnos a una dicotomía; tenemos lo que parecen templos y tenemos lo que parecen lugares de culto al aire libre. ¿Por qué estas dos formas? Es complicado de contestar con un cien por cien de acierto, pero hay varias hipótesis al respecto: Hipótesis 1: La coexistencia de ambas formas en el tiempo, es decir, algunos emplazamientos contaron con espacios al aire libre para el culto con altares o piedras y otros tuvieron templos físicos durante la misma época. Hipótesis 2: La coexistencia de ambas formas en el espacio; se han dado hallazgos de lo que parecen ser ambos elementos en el mismo emplazamiento; la existencia a la vez de un templo y alguna especie de altar o elemento natural al aire libre. Hipótesis 3: El desarrollo de las formas y lugares de culto; es posible que los vikingos primero hubiesen contado con formas y lugares de culto más relacionados con la naturaleza, con el contacto directo con los elementos naturales y más cercano, como hemos mencionado, a las formas célticas. Se habría dado entonces, con el paso del tiempo, una evolución de estas formas más naturales a la construcción de templos, tal vez influenciados por el cristianismo o por una evolución del culto, más enfocada a la adoración de esas figuras o ídolos de madera de los que ya hablamos. Sea como fuere, vamos a desgranar un poco más a fondo el tema y sus hipótesis. Es una posibilidad muy a tener en cuenta que los antiguos germanos en general, y los vikingos en particular, durante el inicio de la Era Vikinga, no tuviesen ni templos ni imágenes. Por lo que sabemos según algunas fuentes escritas, rara vez los germanos tuvieron templos en el sentido que nosotros los conocemos

actualmente; su forma de adoración, lo que se conoce como blót y que traducimos por sacrificio, probablemente fuese muy similar al de los celtas, los baltos, los suevos o los marsos entre otros muchos y quienes creían que los dioses vivían la naturaleza misma, libres. Es decir, el culto se habría realizado en bosques, arboledas sagradas o claros, lugares éstos llamados vé. Es posible, además, que en estos lugares hubiese habido una especie de altar de piedras apiladas, seguramente en forma de círculo, llamado “hogr”. Se habría tratado, pues, de lugares muy determinados en el bosque donde hubiese algún árbol, arroyo, manantial o roca que le hubiese dado el simbolismo que el culto necesitaba. En la Saga de Hervör se habla del “bosque sagrado” o de la “piedra famosa”, también en sus textos, el romano Tácito afirma que los germanos no tenían templos y que veneraban a sus dioses a la intemperie. Un enorme indicativo para nosotros los historiadores vuelve a ser la lingüística, la filología y la toponimia; muchos de estos lugares han quedado hoy en día registrados con el topónimo lund, que significa literalmente bosque. Sin embargo, entramos en la segunda vertiente de nuestra dicotomía y es que, desde tiempos remotos, también se cree que los vikingos poseyeron templos paganos, tal vez en lugares de culto más importantes o más “centralizados” que sí habrían dispuesto de algún tipo de infraestructura para el culto, como podría haber sido el conocido Templo de Gamla Uppsala o los de Skirigssal y Lejre, en Dinamarca. Y, aunque no tenemos muy claro que esto hubiese sido lo habitual, sí tenemos fuentes arqueológicas que nos sustentan la existencia de estos emplazamientos más “físicos. Sin embargo, las hipótesis a la hora de analizarlos y clasificarlos son variadas; las hay que afirman que son templos propiamente dichos reservados única y exclusivamente para el culto y las hay que afirman que son, en realidad, las casas, los Grandes Salones, de los Reyes o líderes en las que se habría celebrado, además del banquete, el culto. Pero lo mejor, como siempre, es que sigamos desgranando. Otra de las hipótesis que señalábamos es la de la evolución. Es posible que desde tiempos lejanos hasta inicios de la Era Vikinga, los vikingos hubiesen funcionado en cuanto al culto como hemos señalado, con un contacto más o menos directo con la naturaleza, en lugares al aire libre, y que, por algún motivo, comenzasen a abandonar esas prácticas ancestrales y para empezar a construir esos templos. Las suposiciones también son variadas. Vamos a mencionar dos de ellas. La primera es la que nos dice que el lugar del culto evolucionó porque el propio culto lo hizo. De un culto más primitivo en el que sea adoraba a los dioses a través de la naturaleza o los fenómenos naturales, un culto más “espiritual”, se habría derivado progresivamente a un culto más “personalizado”, más “material” en el que comenzaron a fabricarse representaciones de los dioses; ídolos de madera, en piedras, en objetos votivos, en armas, etcétera. Ese culto más material, por llamarlo

de alguna manera, habría necesitado entonces de un emplazamiento que protegiese esas nuevas formas y, tal vez, alguien que las custodiase. La segunda hipótesis que quiero abordar es la de la influencia del cristianismo en el culto de los vikingos; casi desde el momento de la propia “aparición” de los vikingos, éstos tuvieron contacto continuo con los cristianos, sea porque los vikingos viajaron a tierras cristianas o sea porque los cristianos se establecieron en tierras vikingas para evangelizarlas De hecho, me voy a aventurar a decir que, si consideramos como apunta Régis Boyer que un vikingo deja de serlo cuando se convierte al cristianismo, desde el momento de su nacimiento como sociedad y cultura, los vikingos comenzaron a morir. Es posible que la construcción de templos sucediese a medida que avanzaba la Era Vikinga, tal vez influidos por lo que veían de los cristianos. Muchas de las sagas, además, nos hablan de Islandia; debemos tener en cuenta que Islandia, en teoría, fue colonizada como una especie de “vía de escape” para aquellos Noruegos que no querían vivir en un reino unificado y cada vez más cristianizado a partir de finales del siglo IX. Según Eric Graf Oxenstierra un posible origen de los Templos paganos tendría que ver con algún tipo de protesta contra las iglesias cristianas que comenzaron a proliferar por toda Escandinavia con el progresivo avance de la religión cristiana. Por ello también, como copia de la Trinidad Cristiana o para hacerle frente, los vikingos habrían puesto dentro de esos templos estatuas de Thor, Odín y Frey en un intento de su crear propia Trinidad, debemos tener en cuenta que estos dioses no aparecen juntos apenas en la mitología nórdica ni antes de esta época. Sea como fuere, no podemos pasar por alto un dato importante: aquellas fuentes que nos hablan de culto al aire libre son, sino anteriores – como Tácito en el siglo II dC –, sí de los primeros tiempos de la Era Vikinga. Sin embargo, aquellas que nos hablan de Templos o de adoración de ídolos proceden de bien entrada la Era Vikinga – como Ibn Fadlan en el siglo X–, de prácticamente finalizada la época de los vikingos – como Adam de Bremen en el siglo XI – o ya de bastante tiempo después de la “desaparición” de los vikingos, como Saxo Gramatico en los siglos XII-XIII o las Eddas de Snorri Sturlursson en el siglo XIII. Y, aún con todo, nos estamos dejando una parte muy importante. Se podría decir que todo lo expuesto anteriormente hace referencia a un culto importante, público y de algún modo colectivo al nivel que sea (aldea, pueblo, provincia…). Como ya hemos mencionado, cuando el culto era privado, cuando se realizaba en el seno de la familia, de la granja, éste, amén de haber estado oficiado por el cabeza de familia, se habría llevado a cabo en la propia granja, o en los terrenos cercanos a ésta. Sabemos que los Reyes también fueron los oficiantes de ritos y que los llevaron a cabo en sus Grandes Salones cuando la ocasión así lo requiso. ¿Cómo eran estos lugares? Fuesen lo que fuesen estas construcciones a la postre, las sagas nórdicas nos describen lugares de culto como edificios oblongos o

redondos por un lado, divididos en dos partes separadas entre sí por una elevación donde cada estancia habría tenido su propia de entrada:

Parte menor y redondeada: Se habría llamado afhús y en ella se habrían colocado las imágenes de los dioses de madera, llamadas trégod, sobre algo que las elevase del suelo y acompañadas de sus atributos principales. Habría habido también en la estancia, sobre una elevación a modo de altar, un anillo o brazalete sobre el que se hacían los juramentos y que el oficiante del culto habría llevado puesto durante toda la ceremonia. También habría habido un caldero para recoger la sangre de los sacrificios, con la cual, mediante un hisopo (una especie de pincel aspersor), el sacerdote rociaba los ídolos, los asistentes y el templo en general para conseguir una unión entre los dioses y los asistentes. Parte mayor: Se habría llamado langhaus y habría servido de estancia para los banquetes con un hogar en el medio para alumbrar, calentar y cocinar y cuyas paredes habrían estado forradas de bancos a modo de asientos. ¿Cómo se llamaron estos lugares de culto? Algo importante a señalar también son los nombres que estos lugares han recibido ya que, me repito, la lingüística es una imprescindible ciencia auxiliar para los historiadores por la valiosa información que nos ofrece. Es probable que pare referirse a los lugares al aire libre se hubiese utilizado la expresión “Casa de Dios”, “Lugar Sagrado”, “Morada de Paz” o “Lugar Protegido”, como veréis en los cuadros que he añadido, los idiomas relacionados utilizan términos que, amén de ser muy parecidos, significan lo mismo. De estos términos lo que se desprende es que, además de ser todos ellos de carácter “espiritual”, los lugares de culto eran sagrados e inviolables, donde todos gozaban de protección.

Casa de Dios Idioma

palabra

Alemán antiguo

haruc

Anglosajón hearh Nórdico o normánico antiguo Lugar Sagrado Idioma

Palabra

horg

alemán antiguo anglosajón

wîh

vîh

nórdico o normánico antiguo



Morada de Paz Idioma

Palabra

anglosajón

friduwi

nórdico o normánico antiguo

gridastad

Lugar protegido Idioma

Palabra

gótico alhs anglosajón

ealh

nórdico o normánico antoguo

hof

En nórdico antiguo es probable que para referirse a los templos o lugares de adoración “físicos” también se hubiesen utilizado las expresiones godhaus (casa de dios), blóthaus (casa de sacrificios) o hof, como salón específico para celebrar fiestas. Aún así, es complicado establecer una línea divisoria exacta que nos indique qué términos se usaron para los espacios abiertos y cuáles para los templos.

El Culto a través de la Arqueología. Una buena forma de ver todo lo anteriormente mencionado es a través de un hallazgo arqueológico. Nos vamos a situar restos hallados recientemente en Storagård (“El recinto de la granja”) en Tissø, en Dinamarca, y que han sido interpretados como un posible centro de culto. Se han hallado lo que parecen restos de depósitos rituales y diferentes edificios que parecen indicar un posible centro artesanal, comercial y residencial. Entre ellos se encuentra un Gran Salón que habría pasado por tres estadios:

Forma pre-vikinga: Siglos VII – VIII: Con unas medidas de 36×11 metros, habría contado el edificio con unos postes interiores que sujetaban el techo colocados en enormes agujeros de 3 metros de profundidad. En el exterior, muy cerca de este

Gran Salón habría habido otra construcción de menor tamaño y más pequeña, se cree que destinada al culto. Forma intermedia: Siglos IX – X: Con un diseño similar al anterior; un Gran Salón más un recinto exterior. En este estadio arqueológico de este edificio exterior se han encontrado 25 amuletos en forma de mjölnir (martillo de Thor) y figuritas de culto a Odín, Thor y Týr. Última forma: Siglos X y XI: En este estadio se encuentran nuevas formas arquitectónicas para estos dos edificios; el que funcionaba como lugar de culto, probablemente ya convertido en Iglesia, pudo haber tenido más cámaras o estancias añadidas. En otros grandes yacimientos que podrían haber sido residencia de reyes o líderes se han hallado restos arqueológicos relacionados con culto y el ritual pagano, como huesos de animales, interpretados como restos de los sacrificios y del banquete y láminas de oro con figuras humanas y fantásticas que datan de principios de la Era Vikinga. Pero, sin duda, el hallazgo arqueológico más impresionante es el que se ha producido recientemente en Noruega, en Ranheim, muy cerca de la conocida ciudad de Trondheim. Se trata de, lo que parecen ser, los restos de una Casa de Dios o Templo de la Noruega pre-cristiana, un lugar que, según los registros, estuvo ocupado de manera ininterrumpida de los siglos VI o V a.C. hasta el siglo X d.C. En el siglo X fue desmantelado y cubierto intencionadamente por una capa de turba, en un claro signo de abandono o huida. Según las excavaciones el edificio que se usó como Templo fue construido hacia el año 400 d.C. y consistía en un conjunto de piedras a modo de altar de sacrificios y algunos restos de un edificio con postes de madera que debía alojar los ídolos, que habrían sido también de madera tallada. El altar para los sacrificios de sangre habría sido en su día una piedra o conjunto de piedras circulares de unos 15 metros de diámetro y de aproximadamente un metro de alto. El edificio de postes se habría encontrado a pocos metros del altar y teniendo un aspecto rectangular, con unas medidas aproximadas de 3.5 x 4.5 metros, elevado sobre doce postes, cada uno de ellos sobre una base de piedra sólida. Podría haber sido bastante alto y el hecho de que carezca de hogar central hace que los arqueólogos lo hayan descartado como vivienda ya que el hogar es un elemento característico e imprescindible de las mismas, para cocinar, calentarse e iluminar. Además de eso, se han encontrado cuatro especie de pilares o elevaciones en las que bien podrían haber estado emplazado los ídolos o estatuas de madera representando a los dioses. El camino entre este edificio y el altar parece que habría sido algún tipo de ruta de procesión, marcada por dos filas paralelas de piedras.

En el mismo yacimiento se encontró un túmulo que en un principio parecía ser un túmulo funerario con una o más tumbas, pero que al ser excavado resultó ser un altar de sacrificios compuesto por dos cúpulas redondas de piedras sujetas por losas. También se hallaron huesos quemados, dos cuentas de vidrio, una caja de madera llena de arena de color marrón rojizo o grava y una piedra de hervir. Entre los restos óseos se encontró parte de un cráneo y varios dientes humanos. En este altar se ha encontrado también un círculo de fuego o círculo de piedras para quemar procedente del estrato más antiguo cuyo carbón ha sido datado entre el siglo VI y V aC, lo que nos indica que probablemente ya se tratase de un lugar para el culto mucho antes de la construcción del altar de piedra y de la llegada de los vikingos. El final del Templo es incierto, según los restos arqueológicos el último periodo de actividad habría sido el comprendido entre el 895 y 990 dC, coincidiendo con el periodo de introducción del cristianismo en Noruega y la victoria del rey Harald el de la Hermosa Cabellera en la Batalla de Hafrsfjord en el año 872, quien unificó Noruega bajo una misma corona e introdujo el cristianismo. Muchos vikingos que vivían en Noruega abandonaron el país en busca de libertad y mayoritariamente emigraron a Islandia. Sería posible que estos vikingos hubiesen retirado los postes del templo y lo hubiesen cubierto con tepe y turba para preservarlo, ya que de esta zona cercana al yacimiento fueron la mayoría de las personas que emigraron a Islandia entre el 870 y el 930.

Parte IV. Un ejemplo de Culto: El Templo de Gamla Uppsala y el Dísablót Los tres Túmulos de Uppsala

Los Túmulos de Uppsala El Templo de Uppsala se encontraba emplazado en Gamla Uppsala, traducido por Uppsala la Vieja, una localidad actualmente ubicada a las afueras de la ciudad de Uppsala en Suecia. De ella se dice que fue la sede de los Reyes Suecos durante la Edad Media, los reyes de la famosa dinastía de los Ynglings, dinastía a la que – también se dice – habría pertenecido el conocidísimo a estas alturas por todos, Ragnarr Loðbrók. Textos como el Ynglingatal; (el poema escáldico que narra la lista de los reyes de la dinastía Ynglinga), la Gutsaga (también conocida como Gutasagan o como Historia de los gotlandeses y es una saga que trata la historia de Gotland antes de la Cristianización escrita alrededor del siglo XIII) y la Västgotalagen (la Ley de los Godos del Oeste es el texto escrito en alfabeto latino del idioma sueco más antiguo y el cuerpo legal más viejo de las tierras de Suecia escrito durante el siglo XIII) nos hablan del Rey en Uppsala.

1. Los orígenes y la evolución del Templo. Representación de Uppsala de Olaus Magnis según las descripciones de Adam de Bremen (siglo XVI) Representación de Uppsala de Olaus Magnis según las descripciones de Adam de Bremen (siglo XVI) Según los registros arqueológicos y según descripciones literarias de personajes que ya conocemos de los anteriores artículos, como son Adam de Bremen, Saxo Gramático y Tácito, el Templo de Uppsala es un lugar relacionado con la veneración de los dioses se cree que desde tiempos prehistóricos. Estos registros, además, nos indican que ya era un importante centro religioso, político y cultural en los siglos IV y III d.C. conocido ya en todo el noroeste de Europa como la residencia de los reyes de Suecia. Según la arqueología, ésta fue zona de entierros desde hace 2000 años y habría llegado a haber alrededor de 2000 ó 3000 montículos funerarios de los que hoy en día sólo se conservan unos 250. Hay restos de la Edad de Bronce Nórdica, de la Edad de Hierro y de la Era Vikinga superpuestos. Una de las coas que llama la atención en Gamla Uppsala son los “Montículos Reales”, tres túmulos que según la mitología nórdica eran representaciones de los dioses nórdicos Odín, Thor y Frey. Sin embargo en el siglo XIX y XX, con el florecimiento de los nacionalismos europeos ligados al romanticismo, se asociaron estos tres túmulos a los reyes legendarios de la dinastía Ynglinga y se llamaron Aun’s Mound, Adil’s Mound y Egil’s Mound. Hoy en día, despojados de todo sentido mitológico o fantástico, se conocen con el nombre de Eastern Mound, Middle Mound y Western Mound. Su datación se ha estimado entre el siglo V y el VI d.C.,

cosa que encajaría en una posible función de túmulos funerarios pues se sabe que en el siglo VI d.C. Upplasa ya era un lugar donde se producían entierros reales.

Según las menciones en la Heimskringla, y los textos de Snorri Sturluson y Saxo Gramático los dioses, en un primer momento, se asentaron en Suecia y construyeron varios templos dispersos: Odín en Sigtuna, Njörð en Noátún, Frey en Uppsala, Heimdall en Himinbjörg, Thor en Þrúðvangr, Baldr en Breiðablik y así fue como Odín fundó los cinco estados de Suecia. Con el tiempo, Frey se convirtió en el rey de los suecos y comenzó a recibir tributos por ello, por lo que decidió construir un Templo en Uppsala, que convirtió en su residencia. Según la mitología, Frey habría sido el primero en iniciar la tradición de llevar a cabo sacrificios humanos en el Templo.

Al margen de la mitología, los orígenes de este importante emplazamiento se han intentado explicar de otros modos, en el siglo XVI el arzobispo de Uppsala Johanes Magnus afirmó que el templo había sido fundado por un rey sueco llamado Ubbo que le habría dado nombre derivando la expresión Ubbo’s Hall en Uppsala. Este rey habría reinado en torno al año 2300 a.C. pero esta historia es casi tan improbable como que realmente Uppsala la fundasen Odín y Frey.

En la Uppsala vikinga, como veremos, además del sacrificio se celebraba en la misma fecha una feria y también la asamblea de los suecos; en 1968 se retomó, aunque de manera bastante simbólica, la tradición de celebrar esa asamblea nacional en la que se discuten algunos asuntos oficiales. Como dato curioso del importante resurgimiento del paganismo hoy en día, en el año 2000 se llevó a cabo un blót en Gamla Uppsala, el primero en más de 900 años, realizado por miembros de la religión Ásatrú.

2. El Templo y el Dísablót: El gran Sacrificio. En 1926 unas excavaciones revelaron, bajo la actual iglesia de Uppsala, los restos de uno o más edificios de madera y lo que parecen haber sido agujeros para colocar unos postes que se utilizaban generalmente para sujetar los techos de las granjas vikingas. Sin embargo, actualmente hay mucha controversia alrededor del Templo, su origen y sus usos. En primer lugar, no está muy claro si fue un edificio o no; algunos estudiosos apuntan a que, como los sacrificios iban acompañados de banquetes y muchos de los administradores del culto eran reyes o líderes, es probable que en vez de un templo hubiese sido un gran salón de los reyes de

Suecia, construido como las granjas, en madera. Otros estudiosos apuntan a que, debido a que resulta sumamente exclusivo el hecho de un edificio para el culto en madera en época pre-cristiana, esos restos se correspondan con el estadio más primitivo de una iglesia cristiana ya que las iglesias solían construirse en lugares que ya habían sido utilizados como espacios de culto paganos. El problema de todas estas teorías es que la arqueología ha revelado que estos agujeros para postes no son datables en un mismo periodo histórico, esto es, no pertenecen todos al mismo estrato arqueológico, lo que quiere decir que es harto improbable que fuesen todos del mismo edificio. Por ello, otras teorías apuntan a la posibilidad de la existencia de más de un edificio de madera de distintas épocas – Edad del Bronce y Era Vikinga principalmente – que podrían, eso sí, haber convivido en el tiempo. Para finalizar con las teorías, hay facciones de investigadores que creen firmemente que estos restos se corresponden con el templo vikingo de Uppsala. Esta hipótesis es posible – aunque a lo mejor poco probable – ya que, como vimos, sí se cree que en algunos lugares hubiesen existido templos vikingos. Eso sí, de forma muy exclusiva.

El Templo de Uppsala y su culto no habrían despertado tantísimo interés si no fuese por su Dísablót, el gran sacrificio en honor a los dioses que se llevaba a cabo en él. Ya sabemos que los sacrificios eran habituales, sobre todo los de animales, y que también se sacrificaban humanos, pero, según Saxo Gramatico, lo que vivían los vikingos en Uppsala era un auténtico éxtasis religioso, al que no dudó en bautizar como “un espeluznante espectáculo”.

Según se cree, se trataba de una peregrinación al Templo de Uppsala que se producía cada 9 años en los últimos días de febrero o primeros de marzo y se producía cerca de los tres túmulos de los primeros reyes Svea y de él llama “fuente sagrada”. Peregrinaban todos los suecos sin excepción alguna y, además del gran sacrificio o Dísablót, se celebraban en la misma fecha y lugar el Thing de todos los Suecos, esto es, la asamblea anual en la que se decidían los asuntos importantes del reino y en la que según la Ley de Uppland el rey proclamaba y convocaba a los líderes que irían a las expediciones de verano así como hacia dónde irían. También se celebraba el Disting, una gran feria que, curiosamente, aún perdura a día de hoy en la ciudad de Uppsala y que se celebra durante todos los martes del mes de febrero. Aunque hay otras fuentes que fechan este acontecimiento durante las fiestas de Yule, en diciembre – enero, y que se corresponden con la Navidad Cristiana.

La Uppsala de Adam de Bremen Descripciones del Templo de Uppsala y de los rituales que se llevaban a cabo en él hay unas cuantas, no obstante, la más conocida y la que más se ha utilizado es la de Adam de Bremen. El cronista e historiador sajón nos dejó información – más o menos real, eso ya lo veremos – del templo y el sacrificio en su obra Gesta Hammaburgensis ecclesiae pontificum, un tratado histórico que escribió entre los años 1075 y 1080 y en el que registró la historia de Alemania Septentrional y de Escandinavia entre el año 788 y el momento de su redacción a finales del siglo XI.

Según el historiador sajón todos los suecos viajaba una vez cada nueve años a un Templo que se hallaba emplazado en Gamla Uppsala, cerca de la ciudad de Sigtuna. La fiesta era común a todo el pueblo sueco y participaba todo el mundo de forma obligada; desde el rey hasta el hombre de más baja condición. También los esclavos, generalmente como ofrendas a los dioses. Todos los asistentes llevaban ofrendas y tributos, tanto particulares como comunales, para los dioses y aquellos que por causas de fuerza mayor, como podía ser el caso de ancianos, enfermos, mujeres embarazadas o con niños pequeños, no podían asistir, entregaban sus tributos a aquellos que sí acudirían. De forma curiosa, pero muy práctica para la financiación de tamaño evento – si hacemos caso a Adam de Bremen –, los cristianos, que cada vez eran más, estaban categóricamente excluidos de la participación en el festival, sin embargo, debían pagar una especie de multa por no asistir.

El templo propiamente dicho estaba íntegramente construido en oro, y tenía una cadena, también de oro, que colgaba de la fachada y del tejado deslumbrando a todo aquél que se acercaba, efecto que se veía provocado ya que el santuario se encontraba en un valle rodeado por montañas que le daba un espectacular aspecto de anfiteatro. En su interior se encontraban tres estatuas o ídolos de madera que representaban a los tres principales dioses nórdicos con sus atributos característicos. En el medio Thor con su martillo o mjölnir y a quien compara con Júpiter. A los lados; Odín con su armadura, comparado con Marte, y Frey con un gran falo. Adam de Bremen nos cuenta, además, que cada dios tenía asociado una especie de sacerdote que se encargaba de recoger las ofrendas específicas que se le destinaban a cada uno: A Thor, como dios protector de los humanos en Midgard, ofrendas para las epidemias, las enfermedades y los temores del día a día, a Odín, como dios de la victoria y la sabiduría, para las buenas campañas y a Frey, como dios de la fertilidad, para los matrimonios con hijos y las buenas cosechas.

¿En qué consistía el Dísablót? Según Adam de Bremen cada nueve años se celebraba un blót o sacrificio llamado Dísablót ya que se ofrecía a los dísir, los seres divinos, en el que se sacrificaban nueve machos de cada especie durante nueve días hasta hacer un total de 72. Además, también se sacrificaban 9 humanos. Según el sajón cada matrimonio habría aportado un sacrificio humano y, aunque poco sabemos del tema que no provenga de él, eso habría supuesto muchísimos más de nueve sacrificios humanos. Siguiendo las explicaciones de Adam de Bremen hombres y animales eran sacrificados, por norma general, degollándolos y su sangre se recogía en cuencos. Una vez sacrificados se colgaban boca abajo de las ramas de los árboles que había en el bosque sagrado que rodeaba el templo. Los vikingos creían que, con la sangre de los sacrificados, se convertía en sagrada la tierra y el bosque, así como los árboles de los que colgaban. No tenemos muy claro si se efectuaban todos los sacrificios de una tanda o si bien, como apuntan algunas fuentes, durante los nueve días, cada día se habrían producido nueve sacrificios, uno de cada especie seleccionada. El Dísablót, además, se habría producido en medio de cantos y libaciones, cantos que Bremen consideraba horribles, atroces, inmundos y tan escandalosos que, en sus propias palabras, “no valía la pena ni hablar de ellos”.

Otras descripciones En los poemas griegos conocidos como Scolia o Escolión, que se cantaban antiguamente durante los banquetes para alabar a los dioses y los elementos mitológicos en sí, se nos cuenta que cerca del Templo de Uppsala había un gran árbol con hojas perennes y siempre verdes, en verano y en invierno, cuya clase no era conocida y con el que se estarían refiriendo al Yggdrasil, el árbol de la vida en la mitología nórdica. También habría habido una fuente cerca del Templo en la que se practicaba un curioso ritual en el que se sacrificaban humanos vivos. Estos eran lanzados al agua a la vez que se efectuaba la petición a los dioses y, si el cuerpo no volvía a ser visto, las peticiones de los demandantes se verían satisfechas.

Obviamente, hay que tener mucho cuidado con todas estas descripciones de Uppsala por dos razones: la primera es el indiscutible componente fantástico que desprenden. Es evidente que el templo no habría podido ser de ninguna manera de oro, como dice Adam de Bremen, quien se estaba basando – intencionadamente o no – en las descripciones del Templo de Salomón del Antiguo Testamento. Además, Adam de Bremen en algunos pasajes de su descripción llega a reconocer que “según me han contado. […]”, es decir, que tampoco lo habría visto sino que, probablemente, estuviese basando su relato en leyendas o en la tradición oral. En cuanto a la cadena de oro de la que habla Adam de Bremen, se han documentado

cadenas similares en Iglesias Europeas del siglo VIII ó IX que, más que probablemente, tuviesen un elemento funcional más que decorativo. Que fuese de oro también es una enorme exageración, pero podría haber sido de algún material que, reflectado por la luz, hubiese dado una sensación dorada a todo el edificio. Es difícil desligar de estas fuentes qué es cierto y qué no, ya que no hay nada que apoye lo que dicen salvo los pocos restos arqueológicos de los que disponemos. La segunda razón es su momento histórico: casi ninguna de las fuentes que nos han llegado es contemporánea a la Era Vikinga. Casi todos los que nos describen el Templo no sólo eran cristianos y sino que dejaron sus idead en un momento en el que Suecia, y Escandinavia entera, se encontraban prácticamente enteras bajo el manto cristiano, de modo que sus opiniones y descripciones son sustancialmente subjetivas y hay que intentar leer entre líneas y desde su perspectiva cristiana.

3. El final del Templo de Uppsala Según ha quedado documentado, el último blót en Uppsala probablemente fuese el de 1078, ya que el rey sueco Ingold I mandó destruir el Templo en el año 1087. ¿Por qué lo destruyó? Se cree que debido a que, para entonces, el cristianismo ya estaba fuertemente arraigado en Suecia y este festival pagano, con sus sacrificios, suponía fuertes enfrentamientos entre cristianos y paganos por el disgusto de éstos últimos. En una Suecia cada vez más cristiana se cree que el rey habría resuelto el problema decantándose por la facción cristiana, tal vez ya mucho mayor a la pagana.

Sin embargo, es posible que se produjese una especie de renacimiento pagano en Uppsala en el siglo XI tras la destrucción del templo impulsado por un rey llamado Blót-Suen, pero las fuentes no son claras. No obstante, la importancia del lugar tiempo después era evidente – resucitado o tal cual quedó con su destrucción – ya que en 1164 el papado decidió que el arzobispado de Suecia se instalase en Gamla Uppsala.

Como dato curioso de la importancia que tiene aún hoy en día el lugar, l Papa Juan Pablo II estuvo en Uppsala oficiando una misa en el año 1989.