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TOMO 1
Edición facsimilar
Dirección de Literatura Coordinación de Difusión Cultural UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO México, 1988
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Iniv rsidad a i nal Aut "noma d Iéxico niv r itaria .:VI • Méxic • D, F, rdina ión d Difusi in ultural, 8 - 36 - 0488 - 9 Obra -3 - 8 -7 T Im r
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NOTICIA
Dos revistas literarias, El Renacimiento y la Revista Azul, colman la segunda parte del siglo decimonánico; otra, la Revista Moderna, anuda las postrimerías del XIX y los comienzos del xx. Las tres revistas, animadas respectivamente por Altamirano, Gutiérrez Nájera y Jesús E. Valenzuela, fundan, a su modo, eso que hoy reconocemos como literatura mexicana. Por constituir un empeño yo diría que cul turalmetite (cultura nacional) estratégico, la Universidad Nacional Autónoma de México se ha dado en los últimos lustros a la tarea de elaborar los índices de las revistas citadas y exhu mar, facsimilarmente, sus números añosos. Así, Huberto Batis publica, en 1963 los índices, y en 1979 la edición facsimilar, de El Renacimiento; Ana Elena Díaz Alejo y Ernesto Prado Velázquez dan a lu: enI.968, el índice de la Revista Azul; y la Coordinación de Difusión Cultural publica, en 198-:, la edición facsimilar de la Revista Moderna, primera época (acompañada del célebre discurso alusivo de Julio Torri y un ensayo crítico actualizado de Héctor Valdés). Hoy, un año después de la salida de la Revista Moderna, le toca por [ortuna su turno a la Revista Azul. La del ya citado y fundame ntal Guti érrez. Náiera y Carlos Díaz Dufoo; la del grupo que más tarde hallará en la Revista Moderna su domicilio cabal y su órgano de combate. En su exacto estudio introductorio, Jorge van Ziegler cuenta y analiza los pormenores mil, la historia interna y la crítica édita de la Revista Azul; publicaci án que apareció, domingo a domingo, durante los años de 1894 a 1896. Adelanto que la Revista Azul sobrecioiá (/ la muerte Iloradisima de su fundador, el Duque Job, pero no al embate de El Imparcial, periódico éste que arrasa con la prensa porfiriana, "ministerial" o no, como fue el caso de El Partido Liberal; periódico progubernamental del que la Revista Azul era su suplemento hebdomadario. Sin emhargo, para entonces, la revista, como anota Boyd G. Cartel', había "conseguido atraerse, en las distintas manifestaciones de su diversidad, casi todo el talento creativo del Nuevo Mundo hispánico de aquel . " tiempo. Al igual que lo hice en la noticia de la edición facsimilar de Revista Moderna, señalo que la d e la Revista Azul se realiza siguiendo los pasos "de quien es han reinoentado vastas regiones de la literatura nacional, merced a ediciones facsimilares de sus principales -' mitológicas no pocas veces- revistas literarias"; así como que el esiuerzo editorial que -representan estas empresas contribuirá por fuerza • eÓmo sIgue . DO ~A GER. (Severa.) Ella dice que mejor; pero yo no veo la mejoría. En cuanto se cr ée sola no cesa de llorar. D. AN'r. ¿Volverá el médico? .. ... DO~A GER. (Cosiendo.) Ya 10 creo que volverá, no faltaba más . D. ANT. (Se pasea ncroioso.y Y qué te ha dicho?. .. .. DO~A GER. ¿Quién? .. ... D. AKT. ¿C6mo quién? Pues ella, Isabel, ¿qué te ha dicho de mí? . DOÑA GER. De tí? pobrecita! que por qué no habías entrado á verla? que si no habías dormido anoche? .. .. . D. ANT. (Con j úbilo que reprime.) ¿De veras..... te ha dicho eso?.. ...... Vaya, me alegro de que se acue rde de mí , que soy su padre.... . . DO~A GER. (Conciliadora.) También me ha preguntado por. ..... Carlos .... .. D. ANT. (Furioso.) Gertrudis! ya sabes que de ese in dividuo no qu iero oir ni el nombre, no, ni el nombre. Ya que se ha marchado, déjal o; que se borre su recuerdo, por algo hemos de empezar; y si queremos borrarlo del corazón de Isabel, te nemos que empezar por borrarlo de nuestros labios, de nuestros muebles, de nuestra casa; y los labios los cerraremos y sacudiremos los muebles y ven-
til aremos la casa, ha sta que nada quede, ni en los rincones, ni en ninguna otra parte... DO~A GER. ¿Y quién ha de ayudarte á ese aseo ge neral? . D. AN'l'. Tú y nadi e más que tú ; porque sin tí no puedo nada, porque te necesito después para ir á limpiar el coraz6n de Isabel, á sacudirlo y ventilarlo, pero todo, enterito, sin que nos quede por escudriñar ni su más virginal repliegue; hasta que arrojemos al intruso con nuestras súplicas de padres y nuestro llanto de vi ejos . DOÑA GER. Pero es posibl e, Antonio, que queriénd ola como la qui eres, la sacrifiques sin remordimiento?...... y lu ego, ¿por qué? va. mos a, ver Copor qué); .... .. D. AN'f. ¿Principiamos de nuevo?.. ... .... DO~A GER. Y principiaremos siempre .. .... (decidú la) Rechazaste la fortuna y yo nada te dije; respeté tu det erminación porque estoy acostumbrada á ello, porque nunca te he contrariado; pero que apruebe yo el que sacrifiques á tu hija, á nuestra hija, eso ni te 10 figures, protestaré y me opondré con todas mis fuerzas. Busca qui en te ayude en la . limpieza esa qu e qu erías hacer D. AN"T. Gertru dis!. ... . . DOÑA GER. Ya te 10 digo, 10 que es en mí 111 pIenses . D. ANT. Gertrudis, no me pongas en un disparadero, ya me conoces . DO~A GER. ¿Conocerte yo? Mentira... ... .. si te " . me h an cam bila d o , SI. t ú no eras asr: eres otro, otro que no conozco, que no deseo conocer . D. A NT. Pero te propones acaso que Cristo cargue con todos? ... .. DO~A GER. N6, 10 qu e me propongo es que me devuelvas á mi marido, aquel que me ha acompañado treinta años; al que de novio me juró que yo serí a su tesoro; al que de esposo me ha llamado su santa, al padre de mi hija, no á este patriota que me la asesina, sin que la patria esté en peligro... ... I
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chachas que rompen cap. el novio y que á D. ANT. ¿Con que h e cambiado? ¿con que porque no permito que en la sangre de mi hija poco ni lo recuerdan; que se casan con otro, 6 no se casan, pero que sin embargo se la se inocu le sangre ene miga; sí, como lo oyes, pasan tan felices? ..... sangre enemiga, sangre que nos odiaba, que venía á destru irnos, á derramar la nuestra, DOÑA G ER. ¿Y sabes tú cuántos de esos corazones se quedan desgarradosr.. .... cuántas de la mía propia, por eso, no soy el mismo? . .. esas muchachas lloran por dentro, sin conDO~A GER. ¡Carlos odiarnos! ...... ¡Carlos nues. , .. .... N suelo y sin esperanza?...... Además, ¿quién tro enemIgo. o, " SI 111 t úl o crees ...... te asegura que Isabel esté sana? ¿el médico si sería locura qu e lo creyeras lo ves, lo ves c6mo estás cambiado? . no nos dijo que podía tener algo serio? ..... D. ANT. Y dale con el cambio! Mira, tan soy el D. A N'r. Esa es otra cosa, enteramente distinta, una invención del mediquillo éste para samismo, que, ah ora, cuando h e corrido el riesgo de que me la arrebaten, creo qu e la quiecarnos dinero ...... pero ¿á que no se atreve á sostenerme que á mi hija puede matarla ro más, mucho más que antes ...... mal de amores? ..... DO~A GER. Pues no te lo creo, no, aunque te enfad es; si más la qui sieras, la compadece- DOÑA GIDR. Ignoro si el médico t e 10 sostendrá rí as, se la darías á Carlos que es su ventura, 6 no; lo que es yo, yo que soy su madre y 6 por 10 menos 10 que ella cree su ventura, que la conozco más que tod os los médicos y al primero que viniera á reproch ártelo, lo del m undo, no s610 te 10 sostengo, sino que confundirías preguntándole: «(¿Dígame vd ., te lo aseguro .. caballero, vd . tiene hijos?» D. ANT. Bah !. tú qué sabes?...... (levantánD. A NT. Pero ¿no ves que primero fuí h ij o de dose,) Y sabl e todo, estoy decidido, entre mi mi patria que padre de mi hija, ¿no sabes hija y la patria, á la que creería ofender ceque sin la patria no existiría la familia?.... . diendo, elijo la patria...... DOÑA GER. N o lo sé, y le doy gracias á Dios DOÑA GER. Antonio, por Dios, ¿de cuándo acá . . . por n11 rgnorancia, una ig norancia que me elijes esa patria, que nadie te ofende, si siempermite adorar á m i hij a sobre todas las coIJa.. .. . .. pre 1las pre fienidoo a tu hiia? sas .... .. .. . D. ANT. y o? ..... D. ANT. Gertrudis, no digas eso, no bl asfemes. DOÑA GER. Tú, t ú; ¿no te acuerdas?...... Pues DO ~A GER. Blasfemar! anda, pregunta á cuanac uérdate, vuelve la cara atrás! cuando por tas madres conozcas y verás como te responverla nacer te quedaste en México con liden 10 que te respondo yo; díles que elijan, cen cia y no pudiste estar en no sé cuál acp6nl as en mi caso y que me condenen ...... ci6n .. .. ... D. A NT. Y á mí ¿qué me importa lo que opi nen D. ANT. Bien; pero eso fué ..... . los demás si mi conciencia me aprueba á DOÑA GER. Fué porque ya la amabas; porque gritos lo que he hecho? saberte padre te satisfacía más que saberte DO~A GER. En tal caso, p6nla en cura, tienes valiente ; porque preferiste recoger la primeuna conciencia demasiado en ferma . ra sonrisa de tu , ángel, ~ cosechar un gir6n D. A NT. Oertrudis, tén la leng ua; no me sulfude gloria envuelto en bala .. .. .. res; porque no respondo de mí .. .... D. ANT. N o, no fu é eso .. DO~A GER. (Con du!::ura.) P ero yo sí, yo sí res- .DOÑA GER. ¿Y después? cuando prescin días de amigos y de paseos y de cuanto hay, por Mira, siéntate aquí, á mi pondo por tí lado, y hablemos en calma, como hemos h ave larle su sueño j unto á la cuna?........ y bl ado siempre de las cosas graves; y ésta 10 cuando dejabas que ella, una chiquilla, te sacara las charreteras y te arrebatara tus crues, vaya si 10 es, lo reconoces tú, más que ces y motara á caballo en tu espada ... ::. Soyo ......... (Se sientan j untos). bre t us cruces se leían muchas cosas: «al paD. ANT. Grave? n o por el mo mento, si acatriotismo," «al valor,') toda una leyenda de so; Isabel es m uchacha, está sana, ya verás dignidad, de bravura, y acu érdate, acuérdacomo se alivia, y pronto, si n osotros nos e mte c6mo tu patriotismo, tu valor y tú mismo, peñamos ¿no vemos todos los días á muá
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REVISTA AZUL rodaban por la "a lfombra, yendo á parar debajo de los muebles; cómo eran pisoteados por sus piesecitos desnudos, que tú preferías, que te comías á besos, mientras yo iba recogieudo los besos que entre los dos se desperdiciaban, las cruces y las armas, tus glorias y tu espada . D. ANT. Hacía yo mal, muy mal; pero era mi primer hijo . DO~A GER. Y cuando el señor liberal le llevó una cru cecita de oro y él mismo se la puso en el cuello? ..... D. ANT. Debilidades de marido, por no lastimar tus creencias . DO~A GER. Y cuando la muerte se acercó á su cuna y nos la quiso llevar, ¿por qué invocabas á Dios; por qué ren egabas de tu carrera que te obligaba á dejarla, por qué preferiste que te arrestaran toda una semana á separarte de ella ni un in stante, en aquella tarde en que casi agonizó en tus bra., zas.? .. .. .. S'In em b argo, pareceme recordar que la patria entonces no andaba mu y segura, y ¿qué te importó? en tu memoria y ante tu vista sólo existía tu hija agonizante: tu hija que pudo más; que te hacía llorar con sus rizos húmedos y su carita triste ..... D. ANT. (Emocionado.) Era yo muy muchacho . ya la adoraba.... el dolor me enloqueció . DO~A GER. (ll1ity auimada.¡ E so, eso era; que la adorabas como la has adorado siempre; como la has adorado después, cuando ella joven y con derecho á gozar, no he mos podido darle sino amarguras y penas .
D. ANT. Ah!. ..... (Se lleva el pañuelo á los ojos y C01/. la otra mano implora silcucio.¡ DO~A GER. (Consolándolo.) ¿No le iuraste siempre que la harías feliz'! Puescúmpleselo, anda, ¿qué te cuesta?... .. . D. ANT. ¿Lo que me cuesta?...... Romper un culto...... Violar un juramento. .. .. . Mira, en este instante luchan mi corazón y mi cabeza..... .. En mi cabeza veo la patria....... un ideal sagrado algo gra nde que no me explico, qu e me deslumbro, qu e venero con una pureza tal, qu e se me figura que se le ofende con cualquier pequeñez, aunque sea in voluntaria ...... Y en el corazón, siento á m i hija, sus lágrimas me 10 despedazan, y él protesta, me to ca en el pecho como si tuviera ansia infinita de que le dé yo gu sto. . .... y no sé qué hacer, no lo . sé, te juro que estoy enfermo ISABEL. (Desde deu tro.¡ Mamá (D . Antonio se estremece al oírla y doña Gertrudis como si implorara ayuda del cieio, se inclina después sobre su marido, más suplú:ante aztn.) flO1'l'A GER. ¿La oyes?.. ... . Es tu hija que llama .. .. .. hazla dichosa ... .. . D. ANT. (Desesperado.) Pero si no puede ser . ISAllL. (Desde dentro.) Mamá, ¿puedo sal ir? .. DO~A GER. Va mos, mírala siquiera; ¿le digo que venga? ... .. D. ANT. Sí, sí, déjala (E nj llgándose apresuradamente.) DO ~ A GER. Espera, espera; que voy por tí. .. ...
Federico Gamboa.
NATURALEZAS MUERTAS A NTES.
cio de un periódico, una mancha lum inosa, un trémulo iris , un brillante espectro solar. Hay liA ventana abierta y el cielo limpio de bros viejos de esquinas rotas, cuade rnos de chiuna mañana de brillante sol. .. ...Sobre llantes forros, periódicos aun presas en la ~im sobre la mesa del poeta, un vaso de vi- brada fajilla y abierta en una pág ina de di álogos: A drio tosco, de donde emergen violetas la Maria . El tintero está destapado, la pluma sofrescas y claveles blancos. Un rayo de sol se baña bre él y al azar junto al diminuto pliego gris por en la transparencia del agua limpia; abrillanta donde corre una escritura. tímida de mujer , se una lágrima que rueda lenta por el cristal, se eñrosca un listón y se extiende, como macabra quiebra en una arista y dibuja, en el márgen su- parodia de una mano, un guante ajado ya . Diría-
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se que se vació ahí, en esa mesa pobre, una rique- chada por correcciones hechas á plumazos enérza de recuerdos . Un cofre de reliquias se pulve- g icos. .. Todo parece vi ejo, gris, empolvado, y rizan en fechadas envolturas, las flores marchi- por eso resaltan como ampos de nieve tres bultos tas, atadas, como momias, con brillantes listones de papel de china , atados con listones y sellados y una trenza castaña, con toques de un blando con lacre. Se adivinan tras el papel transparente soberbio y rojizo, deja escapar un vago perfume un retrato, colores muertos de flores secas, qu izá de mujer.... Los l ibros de texto cubiertos de pol- mazos de cartas de cubiertas grises, y junto á la va, la taza con heces de café, y, reflejando el azul botella vacía y la copa con heces de licor, abierde los cielos en la inmaculada blancura del pa- to un libro de mal cortadas páginas eePhsycologie pel saturado de esquela, este título: El alma en de l'am01L1' moderne.))-P AUL BOURGET . -L a rupiu?·e- Ap rés. En una cuartilla innoble de redacción, pnmavera. papel ru do y estropeado, un título: Elegía.. . . .. y DESPUES un comienzo de estrofa: «Morimo« al amor, tú lo y abajo, en plena blancuRíe el sol en un trozo de espejo olvidado sobre quisiste. R ecordaré dispersas: Cáñamo.... . un diccionario abierto, cubierto á medias por pe- ra, dos ó tres palabras riódi cos manchados de grasa y de café; en un estulto, Canoa..... . y un perfil humano de factura vaso vacío con heces de agua sucia flotan cadá- torpe; diríase dibuj ado por un niño ú por un péveres de moscas; una pr ueba de imprenta cae .simo principiante . No hay fiar es ya en la mesa del borde de la mesa al pi so de ladrillos, man- del poeta. oo '
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SONETOS LA. POSEIDA.
ESTIO
Como el sucubo violador su ensueño Con alas de murciélago se agita; Que no la mueve la pasión bendita, Ni el alborozo del amor risueño.
La tierra yace en funeral sosiego Como vapor de oro difundido, Caliginoso aliento suspendido Vibrar se vé en la atmósfera de fuego.
Cuando su seno pálido palpita Bajo los negros arcos de su ceño, Algún infame y opresor empeño A torvo crimen su pasión incita.
Tibia sombra la ceiba da al labriego; El ave muda ocúltase en el nido¡ Por el tábano el toro perseguido, Busca el pantano jadeante y ciego.
Tiene de la Valois los devaneos, Soñando encadenar á su cintura Cual siniestros y eróticos trofeos
Desfallecen las hojas de la planta¡ En el remanso, el cocodrilo aleve Acecha al gamo y la graciosa anta¡
El corazón de los que en. ansia impura, Murieron abrasados de deseos A la sombra fatal de su hermosura. José Juan Tablada.
y en el aire se ve cual nube leve
Serpentear el polvo que levanta La recia roula con el casco breve. B. (le Zayas Enriquez.
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CAPR ICHOS . Almas solas y casas vacías. '
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.vER pasé por la solitar~a plazuela,
y como en otros tiempos, en ',~N.,,,, p mis buenos tiempos de am oríos callejeros, me senté en la banca de palo, despintada y polvosa, bajo el fresno raquítico que parece un abierto paraguas verde enterrado en medio de aquel sah ara de barrio. Había llovido por la mañana: heridos por el sol entre las chispeantes arenas, sobre los montículos de húmeda basura, á orilla de las ch arcas color de sepia, centellaban fulgores de cobre, relampagueos de vidrio, púas de plata, súbitas rafagas de esmaltes azules, repentinas vetas irizadas, todo un museo pirorécnico desparramado por el suelo, todo un deslumbrador juego de Bengala, encendido por la picaresca luz del Poniente. El cuadrilátero de casucas, cuyas fachadas recién lavadas por la lluvia, entonaban en el aire fresco la blancura de sus muros enjabelgados, formaba un cerco alegre á la plazoleta: las angostas ventanas de mochetas pringosas, rotas al capricho con deliciosa asimetría, semejabanabiertas de par en par-ojos guiñadores y-entrecerradas-bocas maliciosas y risueñas. ¡Qué cariñosamente nos acarician las cosas después de muchos años de olvido! ¡Con qué dulzura nos saludan los lugares vueltos á ver, tras una ausencia alargada por la intensa fiebre' de la vida. La inanimada fidelidad, la constancia inmóvil de todos los objetos que nos rodearon en épocas felices, nos produce, cuando volvemos de regreso del país azul, una gozosa melancolía. La ilusión, el amor, la vida [qu é pronto hu yeron! El espíritu es descontentadizo y caprichoso: jamás quiere quedarse con las cosas que amamos. ¡Ata tus ali tas, abeja de oro, ilusión de cariño bueno, con esa cinta de mu sgo• "'--~....I ",.
hilo de esmeralda-que se balancea en la roja cornisa de la casa! i Prende tu perfumado ramillete, beso blanco, del viejo marco de la vidriera! Pero ya todas habeis huido voladoras mari posillas que anidábais en estas piedras........ N o es cierto que la memoria, ese almacén de guiñapos descoloridos, os preste abrigo, sueños juveniles! ¿De qué me sirven los recuerdos empolvados que habitan las negras cavernas del cerebro, como toneles exahustos en los rincones de la solitaria taberna? ... .. . y nada hay muerto aquí: el brocal desgastado de la fuente, el fresno, la banca, la ventana, me dan las buenas tardes, como se tiende la mano al antiguo camarada. Sólo que ya no asoma por sobre el alfeizar verdinegro. el pálido rostro, angélicamente vulgar de la primera musa. D n poco borrada, desvaneciéndose en la azulosa neblina que cubre 10 pasado como un brumoso horizonte, aparece en mi alma: no tiene facciones precisas este semblante que veo dentro de mí; cerrando los ojos, intento seguir con el fino pincel de mi deseo el contorno de esta miniatura apagada. Imposible! La guardo en el fondo de mis trist ezas y de mis goces, pero ya casi sin colores ni perfiles, como el abuelo guarda en el fondo de la gabeta de caoba el retrato de la amada de su corazón, dentro de la caja de palisandro, sobre el cristal opaco que ya no más conserva el muriente rubor de las mejillas y la mancha obscura de la abundante cabellera. Las pupilas empapadas en lágrimas vuelven á las líneas que se borraron; más ¡ay! qué tarea tan difícil , qué labor tan pesada ésta de dibujar los perfiles de los retratos que se descoloran y de retener las im presiones que se van l.. .... Yo he oído, no se dónde, tocar un wals: se llamaba el «wals de las ho ras.» Tras un preludio len-
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to y cansado, con algo de marcha funeral, se precipitaba un vértigo de notas, una catarata de melodías, una extraña carrera de compases en fuga; los sonidos impacientes, encabritados, rab iosos, corrían como lebreles locos en una fantástica cacerí a.-¡Halalíl ¡lla lalí! Allá iban tendidos, jadeantes, saltando sotos, brincando arroyos, deslizándose por entre las intrincadas ramazones de la selva, prersiguiendo al siervo invisible que creían ver sob re la línea siempre remota en el horizonte. E l wals terminaba con un golpe seco; el derrumbe de las notas, la caída al abismo de las desenfrenadas harmonías. y así como esa música oída no sé d6nde-tal vez en la soledad de una noche de pe na, tocada por el martilllo del pensamiento sobre la sonora lámina de las sienes- á compás vertiginoso, á galope tendido, van pasando mis horas persig uiendo el recuerdo fugitivo.
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Toca tu wals, m emoria, pero no tan aprisa! [quiero contemplar esos deslnmbrantes minutos de gloria que llevan palmas; ese instante de dicha que cruzásonando besos, ese rato de medi, taci6n que pasa cantando estrofas, esas noches azules de las citas, esa puesta de sol de los juramentos! ¡Qué aceleraci6n la de mi vida! ¡Qué precipitada carrera la de mis recuerdos! , ', "
** y mientras cayó la sombra, sen tado en la banca polvosa , bajo el paragu as del fresno raquítico, fre nte á la venta na vacía, procuré, en vano, delinear con el fino pincel del deseo, en el vah o azulino de 10 pasado, el pálido semblante, angéli camente vulgar, de mi primera musa. Luis G . U J.°b i n a .
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BAUDElAIR E
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~N retrato pintado por EmiliC' Deroy,
y que es , [una de las raras obras maestras halladas por la pintura m oderna, n os representa á Carlos Baudclaire, á los veinte años, en el momento en que , ri co, feliz, amado, ya céleb re , escribía sus primeros versos, aclamados por el París que impone su voluntad al resto del mundo. ¡Oh , raro ejemplo de un rostro realmente divino, que reunía todas las g racias, todas las fuerzas y las seducciones más irresistibles! Las cejas son finas, prolongadas, de u n gran arco suave, y cubren unos párpados orientales , ardientes, vivamente coloreados; los ojos n egros , profundos, de una llama sin igual, acariciadores é imperiosos, abrasan, interrogan y reflejan todo lo que los rodea; la nariz graciosa, irónica, de rasgos acentuados, y cuyo extrem o, algo redondo y echado h acia
adelante, hace pensar en la célebre frase del poeta: jI,[i alma reuo lotea sobre los perjume», corno el alma de los demás hombres sobre la míwica! La boca arqueada y afinada por el ingen io, de bella. carne rojiza, que recuerda el esplendor de las frutas . La barba redonda, pero de osado relieve, fuerte como la de Balzac . El rostro es de una palidez viva, morena, bajo la cual aparecen los tonos rosados de una sangre rica y h ermosa; una barba infantil, ideal , de dios j oven , lo decora; la fr ente, elevada, amplia, m agnífi camente dibujada, se adorna con una negra, espesa y encantadora cabellera, que, n aturalm ent e ondulada y ensortijada, como la de P agan ini , cae sobre un cuello de Aquiles ó de Antinóo .
S iendo la mujer un ser i16gico, subalterno y maléfico, pero encantador, como un perfume delicado y pernicioso en un frasc o muy frágil, se trata, pues, de aspirarlo pru dentem ente, delicadamen te; alg unas vec es, no en el hogar propio,
sino en el ajeno; pero ante todo es preciso no romper el cristal fragilísimo que lo encierra, y evitar en cuanto se pueda que le rompan m anos brutales y rudas, H. A . Taine.
Teo(loro de B anville .
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AZUL PALIDO Acabo de tener en mis manos los últimos pliegos, húmedos todavía, con ese olor de tinta fresca que se desprende de las pruebas de imprenta. Aquí un signo cabalístico; allá una cmcesita, revoloteando perdida, como pájaro sin nido; después, letras olvidadas en el original, sílabas que se escaparon de la pluma, lenta para fotografiar la idea... ...... Todo un mundo de sensaciones, recogidas, encerradas, como esos bombones franceses, en armazón de cromos . ¿Sabeis cómo se llama el volúmen? «Cosas vistas .') ¿QUE:reis que os diga muy bajito, en secreto, sin que se entere nadie, el nombre de quien tales cosas ha visto? Sabedlo , es vuestro amigo, él despliega cada ocho días, en las páginas de la Revista, el rico panorama de su fantasía, sacude sus recuerdos, de los que caen , á manera de lluvia de piedras preciosas, los íris tornasolados de la realidad vista al través del cristal de ojos juveniles; es vuestro mago de todas las semanas, el que os trae puñados de luz, el que recoge del bouleva1'd el fragmerito de una historia triste y vulgar, y hace hablar y sentir y llorar á las cosas inanimadas ¿Verdad, señorita, que ya os he dicho el nombre del mago? Buscad hoy su firma al pie de «Naturalezas muertas,» entretanto aparece el tomo del maravilloso narrador , del cual os hablará á su tiempo un querido compañero mío .
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Nada nuevo en los teatros.-El Principal nos dió una revista-algo así como una sucesión de cuadros dislocados, sin lazo que los una, sin espíritu que los vivifique, fragmentos de diálogos del bouleuard., desgarbados y sin gracia, literatura que en los teatros de Madrid se ha deslizado, variantes delflamenqu'isJJlo, que diría Olavim, últimas llamaradas de un teatro gallardo que se extingue á toda prisa.-En Vi lla 'P¡¿la-representada en el Nacional-sí hay pinceladas más dignas de su autor . La obra , sin embargo, camina, á trechos, con poco cnirain, lo epi sódico llena un buen' espacio, y á las veces el árbol impide ver el bosque. Vital Aza sabe, no. obstante, saltar gentilmente sobre estas lagunas, deslizando aquí un chiste de buena ley, allá un brochazo escénico, y así va Villa. Tula, entre languideces de desarrollo y fuego graneado de ingenio. Y es todo lo que en estos días nos han servido los empresarios. .,.'.
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Hemos vu elto á estrechar ¡y con qu é triste satisfacción! la mano de un buen amigo, que es excelso poeta: D. Casimiro del Collado. Deja en París , bajo las flores en cuyas hojas caen más lágrimas que gotas de rocío, á la que fué sonrisa de su hogar y alma de su poesía, á la rubia princesa de nuestros salones, ú. lajoven y blanca Margarita, la de corazón de oro. Vió ella á sus buenos *** padres al morir, sintió de cerca 'el infinito amor Semana de ?'CP01'te1'S, careas, nombramientos de de ellos, y acaso entonces pregunt6:-¿Qué..... . defensores ¡Qué sé yo! algo poco agradaya es el cielo?-Y la ciudad del júbilo y el triunble, nada agradable; historia de algunas reputafo siguió cantando el himno de la vida; y los paciones que se hunden, páginas de esos tristes, dres, cristianamente resignados, pero sin alma negros días en que la conciencia se ausenta del mas que para seguir amándola al amarse, regreespíritu y éste revolotea al rededor de simas sin saron á la tierra que ya no puede darles rosas fondo.... .. ... Después, la ley llamando á un honuevas, pero sí muchos, muchos no me olvidesl gar entenebrecido, en el que hay almas santas Suenan marchas nupciales en el cielo. Entra. que lloran, niños que todavía no saben lo que es radiante Margarita en la inmensa auroral llorar, porque el llanto de los niños tiene una sonrisa empapada en cada lágrima . Petit BIen.
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GLORIA. A Justo Sierra veces he empezado á escribir es- azules que se abren tras de sueño m uy largo y ta carta invencible desfallecimiento muy tranquilo; de los oj os az ules que no han del espíritu me ha impedido conti- visto nada malo; de los ojos azu les qu e están húnuarla Entrego á la publicidad medos siempre, porque h a y u na madre, joven y algunas de sus hojas dispersas: tal vez amorosa, que los besa á cada inst an te. Acaban el viento las lleve á la casa de usted ó las impe- de pasar las estre llas po r ese cielo; aún conserla al lugar donde las flores son caritativa y san- va la visible frescura de 10 5 cabrilleas de oro y de tamente hermosas. En todo caso, algunos leerá n plata. En la igles ia llaman á misa. Má s lejos, estas líneas y al leerlas elevarán su corazón á suena un repique. A ire sano, aire p uro, aire que nLI,Aj hablará m i alma en voz baja con otras al- goz6la libertad de la noche, -de la n oche sin humas, que también aman á usted, y dirán de nos- mo, sin n ubes de polvo, sin calor, sin bullicio,otros los que nos miren al pasar:-No pneden ol- entra vivificante á m is pulmones. Oigo el ruido vidarla ni á él le olvidan.-Sí; pasa ese ángel, de la bomba que eleva el agua á la azotea de la todo luz, por enmedio de la sombra en que ha- casa, yel de la bomba de mano conque riega el blamos muy quedo los discípulos; está su nom- mozo los tiestos del corredor. En sus j aul as los bre en todos nuestros labios, en todos nuestros pájaros se bañan y cantan; salpican gotas de agua rezos, si son rezos estas letanías del cariño y del y trinos. En el cuartel próximo suenan toques dolor. N o podemos hablar de ELLA á los extra- de corneta, ños porque nos tiembla la voz, porque se nos osMi hijita duerme sosegada en la pieza conticurece la inteligencia, porque no encontramos la gua. Hasta aquí me llega el suave rumor de su palabra que exprese bien el sentimiento, que respiración. Ya la besé en los rubios rizos, sin salga de muy hondo y que suba á lo más alto; que me sintiera. Ya puse mi cabeza baj o el ala pero sólo de EI,I,A podemos hablar, en frases en- del ángel. Ya dió ese beso m atinal á mi alm a trecortadas y acercándonos mucho u nos á otros, el pan de cada día. ¡Ya estoy pagado ! Trabajacomo niños á quienes la noche sorprendi6 en ré más ¡oh D ios! para que ella ría, para que ella mitad del bosque. j ueg ue, para que siga creyendo que puedo darla todo y que cuando ella duerme t odo cesa, y na.............. . . da más las estrellas y los ángeles siguen desEscribo, no con pereza, no con esfuerzo, pero piertos, s6lo por cuidarla. Allí está toda la vida sí con dolor estas palabras, en las primeras ho- mía; duerme tranquila. ..... U na infinita feliciras de la mañana. Es Mayo, (mes de rosas, mes dad llena de lágrimas mis ojos! de rimas.» Tiene el cielo la brillantez de los ojos Dentro de poco, despertará, nos llamará; su UCHAS
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primera palabra será para nosotros, para sus padres que la adoran; y nos disputaremos, cedi éndolo uno á otro, el primer beso de ella, no el que le damos, sino el que nos da, y es beso y risa. ¡Gracias por qué pasó la noche sin que ella la viese! ¡Gracias porque respira quieta, con las alas atadas blandamente por tu bondad y nuestro amor, Dios mío!
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¿De qué manera te hablaré de GLORIA, hijita min? Yana será tu amiga cuando crezcas, la , ia uara ami Tenia que yo quena para itu 'u amIga......... ema l os años que tú tienes y la amaban, la aman como nosotros te amamos. Y si te digo que se fué, no 10 comprenderás, porque las h ijas nunca dejan á sus padres ni permiten los padres que otros se las lleven. Tampoco puedo decirte que Dios se las ha quitado á ellos: tú sabes que Dios cuida de las niñas buenas, que Dios no hace llorar, que Dios no mata, que Dios es inmensamente bueno. ¿Cómo has de creer que Dios se la llevó? ·. ..... .. ......... .. ........ .. . .
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R epugna á naturaleza que los hijos mueran an tes que los padres. Las madres más cristianas y piadosas, en el primer arranque del dolor, sienten, al abrazar al hijo muerto, que son víctimas de divina injusticia y dicen: S eñor ¿qué te he hecito )'0para que me castigues de ese 1Il0do.9 Yaunqu e ten gamos, para di ch a nuestra, padres y esposa ama da y otros hijos que n os amen: siempre el que se "a nos deja solos. Era n uestro, más nuestro que los pa dres. Ninguno más tenía dominio sobre él.
Casi nunca, Justo, hablábamos ele GLORIA. La ll evaba usted en sn alma como perfume en frasco bien cenado. Que no llegara á ella ni el aire de las palabras! Que no profaran ese nombre los ruidos de la calle! Escribirlo era para usted como darlo á otros. Pero todos sabíamos de qué inmenso amor estaba el ángel rodeado. Le veíamos pasar en todo 10 bello y en todo lo bneno que usted hacía. Era el que, con las alas desplegadas se erguía, sonriendo, en la cima de unaexistencia gloriosa. Usted, en estas épocas de incertidumbres inquietudes, ha seguido el consejo del más puro é
de los paganos, después de Marco Aurelio, el que da Platón en el «Banquete :» «así como el viajante, sorprendido por muy recia ventisca, se refugia tras el primer muro que halla, guareciéndose de la lluvia y del polvo aventado por el viento, así tú, no pudiendo dominar la t empestad que pone en riesgo los Estados, permanece en tranquilo apartamiento, entregado al trabajo de tu espíritu y considérate feliz si pasas, sin mácula de iniquidad por esta vida y sales de ella en calma y dulcemente, con alguna hermosa esperauza.» La divisa de usted, á lo que pienso, es la inmortal frase de Kempis: In a1lgello a a u libello . y en la amable auste ridad de aquel apartamiento, entre los libros que fortifican y consuelan el ánimo, GLORIA era el ángel que ll evaba á usted el simbólico lirio de la Anunciación, la suprema esperanza. Ángel, de esos ángeles inefables que en algunos misales de la edad de fe, apa recen al margen de los salmos y los trenos. Esas manos tan breves y tan delicadas, h echas sólo á llevar rosas, eran las que lleva ban li ge ramente 10 más grave de la vida de us ted. Muy hermosas son las coro nas qne la gloria ha ce ñ ído á las sienes del poeta altísimo ; pero más bella era GLORIA jugando con esas coronas. A la gran gloria, á la resonante, {l la que pasa al po rvenir, de pie en ebúrneo carro, ustec1 no la am ó ni la ama tanto como á esa, que usted llamaba GLORIA MIA! El aplauso de todo un parlamento, las aclamaciones de la multitud, al fin de U11 gran discurso, esa es la gloria. Pero, después del tri unto, el vencedor llega al hogar, la hija se le sube á las rodillas, le ciñe el cuello con los brazos:Papá, cuéutame un cuento.-Y cuando acaba el cuento, esos aplausos de las maneci tas que ríen por los hoyuelos, ese asombro de los ojos límpidos, valen más que el ruidoso triunfo . de momentos antes. Esa para usted, ¡oh J usto! era su GLORIA.
. . ... ............. ......... .. ... ...... ........... ............ ..... ..... ... ....... ... ... ..... ...... ... . . . . . . .... . ... .... . ..... . . . . .... En el JVz'lltem de Goethe hay esta frase profunda: «Todas las religiones ti enen este único objeto: hacer que el hombre acepte 10 inevi table.. Que 10 acepte, es decir, que 10 reciba r esignado. Más para que aceptemos resignadamente la pérdida de un hijo necesitamos creerla aparente, sentir el Infinito y ver la sombra de la Inmortalidad llenando todo el Universo. Es pre-
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ciso que Dios nos dé una cita. «Señor- exclama R enan-el que menos cree en tí, desea. ardienll temente que existas catorce veces al día Será muy oscuro el mar de lo desconocido pero es imposible que no intentemos cruzarlo en pos de los seres amados. Y como dice Leopardi: .... ../1 naufragar m' é dolce in questo mareo Vamos en nuestro barco, por entre las sombras, como aquellos conquistadores que pinta Heredia: Chaque soir, espérant des lendemnins épiq nes . L'azur phosphorescent de In. rner des 'I'ropiques E nchantait leur sommcil d'un mirage dor é; Ou pench és a I'avant des bla nches ca ravelles, Ils rc gardaient mont er en un ciel ignoré Du fond de l'O céan de.1 étoiles nouvelles.
¿Cuándo, entre esas estrellas, divisaremos los ojos que cerró la muerte? Allí, todavía invisible en la tiniebla, está GLORIA ...... ¡Marú Stella/ . . . ... ............ . . • • • • • .. ..
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¡Qué pobre, Justo, es el cariño humano! Queremos con toda el alma dar á usted consuelos, y sólo nos es dado sufrir con usted con usted que ejerce una joven paternidad en nuestras almas. Por mi felicidad ha pasado el dolor de usted, entristeciéndola. Veo á mi hija dormida, y pienso al verla: ¿no hay un ángel que la cuida mientras duerme la madre? ¡Señor, que GLORIA sea ese ángel! M. Gutiér rez N áj er a .
DURA LEY ··Escribe la ver dad 01 qUfl muestra. el bion qu e hacen los hombros, os decir lo que hacen de acuerdo con la voluntad divina., y el mal que causan, es decir, lo que ej ecu tan e n cont ra de 1:1. \'0· lnn tad de Dios. Lo, ve rdad -he aquí el cam ino -TOLllTOI.ol
un rincón del mundo, en un barrio de la ciudad en clonde la Vi da t ien e tan crueles justicias, con ocí á un a muchacha llamada Beatriz, que parecía una prin cesita vestida de andrajos: tan bella era con sus ojos de cielo invernal , su nariz de virgen siciliana , su boca ligeramen te contraí da por una sonrisa festiva , su frente an cha , coronada de rizos triguenos , y su cuerpo esbelto, agil, travieso. Parecía una niña rica abandonada, no una pobre. Sus pies largos, de aristocrático empeine , estaban hechos para calzar la media de seda suave y la bota de piel fina, no para pisar , desnudos, los lodos del barri o y los cascajos de la vecinrlad.-¿Cómo esa mujer, de facciones de ídolo , greñuda, sucia, que muele maíz en su metate, pudo ser el molde de la n iña delicada? ¿Cómo ese hombre, de cráneo estrecho , de toscos puñ os, de ceño agresivo, que lam isca su comida y gruñe • N
palabradas, pudo crear á la n iña adorable? Entre las gentes del pueblo sorp renden á. veces estas formas puras, estos seres ideales de ojos azules y exquisitos talles, producto casi siempre de odiosas mezclas de sangre, destinados á la corrupción y al dolor. Beatriz se marchitaba antes de que su alma se abriera á. la vida de la juventud. Por los r esquicios de su choza colábanse, en tiempo de frí o, las ráfagas ateridas; en tiempo de lluvi a , los vahos de la humedad; en las mañanas, la gritería agu da de los pilluelos y la ronca vociferación de las mujeres; en las noches, fragmentos de letan ías y bostezos ele cansancio , rasgu eas t ristes ele v ih uela y cantos de amor en sord ina .........Su ali mento era escaso: el olor de las cocinas. Al medio día , cuando el maíz se dora y esponja en los carnales, y la carne chorrea sus jugos en las parrillas, en los labios de la princesita se apagaba la sonrisa festiva. Su cama era dura; bajo el destramado sarape, su sueño era interrumpido por la
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querella ebr ia de los padres ó por algún murcié- que su instinto, de un solo salto, en un solo inslago ch illón de alas ásperas q ue arañ aba las pa- tante, sin raciocin ios y sin dudas , h abía llegado redes Pero ap enas dormida-oh d iv ina á la convicción : Beatr iz n o era su hija, era la hija inocencial-c-la Fantasía, rica en galas y ospl én di- de un rico. Ah! la vengan za esperada! el legado da en dones, obse qu iaba á la ni ña con j uguetes de sus abuolosl. .. E l marido sen tía herir las sede porcelana y novi os de dulce. culares rencillas, mirando de soslayo á su muj er, En el barrio nadie la querí a . Las muchachas que bajaba los ojos, recelosa. E n otras circunscascarrientas la aporreaban provocativamontc, y tancias la infidelidad .. ..pst!, eso qué !.... el h omlos muchachos maldadosos, jugando pi zpirigaña , bre se habría encog ido de espaldas . P ero la mula perseguían con bromas gro seras y ch istes obs- j er le había faltad o con u n en em igo, con un rico! cenos . ¡Cómo la habían de querer si sus ojazos de Un bofetón más, una victoria nueva! Y con los cielo eran tan diáfanos y sus pestañas ch inas tan arrebatos de un humillad o que se venga , sus insedosas! No era de ellos, de los ~obres; era una jurias sonaban como golp es de mazo . Pero todo extraviada del mundo ri co, tenía otra sangre, esto se borraba en su cerebro al ver á Beatriz . otro cutis, otra alma. El t imbre de su voz no Era suya, tan suya como si fuera su hij a; la pocu adraba con la burda sosería; su cuerpo no se seía , la dom inaba; y cuan do la infeliz no podía prestaba á las actitud es in solentes; sus manos n o obedecer á órde n es contrad ictor ias - «(si éntate! cumplían b ien los oficios v iles. Era limpia, re- levántateb-c-la man o sacrílega .... La madre tammilgada, coqueta: m irábase en un pedazo de es- bi én ! con la. vanidad ad olorida de la h embra, que pejo y con un peine roto se aliñaba la cabelle ra . h a recibido un mi mo y un desprecio, h abía cmAdoraba hasta la man ía los objetos brillantes, pezado su venganza, degradando (t un hombre, y • las cuentas de color, .los azulejos, las baratijas vi- la concluía corromp iendo á una ino cente! drí adas E l od io popular la designaba con La ar istocrát ica n iña so.vol v ió hurañ a , con nala palabra infame : La Rota. E ste odio es fisioló- die hablaba, v ivía escon d ida. Un abatimiento gico, brota de' los poros del cuerpo de un a mane- infinito la dom in aba . ~ o volvió {L verse en el pera irresistible: se inicia en las m iradas oblícuas daza ele espejo; n o volv ió :í pasar el peine roto de suspicacia , y estalla en las agres iones bruta- entre los b ucles tr igueños de su cabell era, n o valles de revancha . E l h omb re del pueblo ti ene u n vi ó á recoger obj etos de colores, no volv ió á son insti nto nfinadísimo por la h erencia , especie de reir con la sonrisa ele m iel ele su boca .. . E l soplo olfato an imal, que le hace sent ir y conocer al primaveral de la Juventud no la h izo fl or .. . No enemi go, amo implacable si es fuerte y presa se- t uvo estremecim ien tos , ni anhelos , ni ensueños . gura si es débil. Es cobardemente sumiso con el ¿Así era el mundo? tan duro? tan somb río? no haamo, y por lo mism o terriblemente soberbio con bría en otra parte , allá lejos, detrás de una cortila presa. Lame la mano ó la m uerd e.-Beatriz na ó de una en ram ada, algo buen o, algo santo, era demasiado pura, demasiado bella, vástago de una car icia, un beso, una oración?.. . La voz huotra ra za, de la raza maldita; y la repulsión que mana sólo sabe injuriar? no ha aprendido u n a empezara con los regañ os enconados del padre, y sola palabra de caridad ó de amor? n o h ay una las zurribandas feroces de la madre, se continua- V irge n que protege á las niñas desvalidas? no ba en la vecindad con el apodo , el pellizco, la hay un Dios que am para á los corazones enfermaldad terca y punzante . mas?.. . P ero Beatriz no pensaba en el dolor, lo El padre! ... estaba seguro de serlo? Al contrario, sent ía; n o pensaba en la felicidad, la adivinaba. estaba cierto de no serlo, la sangre se lo decía . La felicidad está all í: en aquel grupo de niñós De otro modo, por qué si iba hacia él esa n iña tí d bri rubios que corren detrás de un aro ó de un glo, it t an so1lCl a , sen la que su mano, en vez e a 1'11'. . . se cerrab aco1"er ica bo rojo, entre flores y rayos de sol. Y Beatriz.llose . suavemen tee nara para laa cari caricia, para el golpe? ¿por qué esas miradas azules, capa- . raba. .. .. . ces de encender fan ales en el alma, le obscurecían El tiempo no fué muy cruel con ella: pronto la vidn ? ¿por qué no besó nunca esa boca, dulce la mató. La lucha h abía concluido . Los terribles como la m iel de una frambuesa? Hombre rudo, vencedores, el h ombre de toscos puños y la m uprimitivo, sin más ciencia y sin más moralidad jer sucia y greñuda, m u dos, prontos al asalto, en
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Cuando en nn teatro ó en un salón observo una vereda del gran camino, espían otra presa esos grupos de jóvenes frívolo s, sin una sola idea, social , para corromperla ó matarla. ¿Y el verdadero padre de Beatriz? ¿Supo que sin un sólo amor, pienso en la princesita vestida tenía una hija? de andrajos, con sus ojos de cielo invernal y su Sí: aquel es, aquel joven elegante que en un nariz de virgen siciliana; y exclamo como el Diteatro clava sus gem elos en una señorita, que en vino Evangelista: ¡Raza de víboras]. ... .. un salón la galantea , que pronto la hará su esposa. Jes(18 Urueta.
CHANSON [' C H A N T S
DU P A YSA ~T 'l
L'eau qu i tombe et l'eau qu i court Sont deux portenses de joie . Heureux l'ag rcsto séjou r Ou le bon vent les cnvoic! C'est par l'u n e que tou t vit, Snn s I'autro q ue tout succo m be . Beu i soit Di eu qui no ns fit L'eau q u i court et l'oau qu i tombe!
Mais I'cau qui tombe, en tombant Etein les ch alours br úlantes . La seve qu'clle repand Nou rr it vi gnees, bl ós et plantes . Le corps se sent tout joyeux Dans l'aire qu'elle purifie . L'eau qui tombe, l'eau des eieux C'est la source de la vie .
L'ean qu i cou rt po rte en courant Su fraicheur Ió condo et d ou ce. Au bo rd de son fl ot errant La Ileur s'o uvre, l'herbe pousse; Et, de l'arbe ¡l, I'arbri sseau, La florét s'y desalt ere. L'eau qu i court, f1 euve ou ruisseau, C'est la san té de la terre o
V ean qui tombe et l'eau qui court Sont deux portenses de joie . H eureux l'agreste sejour Oú le bon vcnt les envoie! C'est par l'une que tout vit, Sans l'autre que tout suecombe, Beni soit Di eu qui nous fit L 'eau qui court et l' eau qui tombe.
Panl Del"Onlede.
LEYENDO ATDLSTDI s la Sonata de Kreuizer, libro que se lée más de una vez en la vida. Hay cierto placer-un cruel placer, doloroso y punzante-en recorrer aquellas páginas de negra tristeza emponzoñada.- Recuerdo que hace uno 6 dos años discurríamos Luis Urbina y yo acerca de la obra del conde ruso.
Manuel Gutiérrez Nájera y José Juan Tablada completaron nuestros esbozos de impresi6n l iteraria. Luis Urbina siente de muy distinto modo que siento yo la «Sonata». Yo no sé si Tolstéi tendrá raz6n 6 dejará de tenerla, pero el hecho existe.. Las explosiones de dinamita provocadas por los anarquistas en Europa, no son solucio-
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nes dentro de la lógica; pero el caso no es menos cierto, y á los que aman el ultruismo sobre todas las cosas, se opone la respuesta cortante de una sectaria de la escuela: "Mi hijo tiene hambre, mi seno está agotado. ¿Qué hago?" Este «¿qué hago?» es el problema que formula Tolstói. Elnovelador ' naturalista, ha escrito Emilio Zola en su estudio sobre Gustavo Flaubert, desaparece por completo en la acción que narra. Es únicamente el que, oculto, pone en escena el drama; nunca se exhibe al final de una frase; nadie le oye reir, ni le ve llorar con sus personajes; ni él mismo se permitejuzgar los actos de esos mismos personajes. Ese desinterés aparente es el rasgo característico; sería inútil buscar una conclusión, una moraleja, una lección cualquiera obtenida do los hechos . El autor no es un moralista, sino un anatómico qu e se concreta á manifestar lo que halla en el cadáver humano. Los lectores, si quieren, sacarán sus conclusiones. Este es el criterio que aplicamos todos los qu e á la moderna literatura nos dedicamos, en los ratos perdidos de la labor diaria. La Sonata de Kreuizer es, antes de nada, un caso cUnico; sólo que este caso tiene un nombre más genérico: se llama pueblo, Podsnicheíf es un enfermo; la salud de la Rusia es muy delicada; es preciso estudiar este caso clínico, antes de condenar á muerte al paciente. Lo único qu e debemos pedir á Tolstói es que Podsnicheff sea lógi co . no con arreglo á nuestra lógi ca, sino siguiendo la ley necesariamente fatal del medio y de la raza. Entonces perdonaremos á Podsnich eff, como hemos absuelto á Manen Lescaut: porq ue cede á su temperamento, según la frase de Paul de Saint Victor. Podsnicheff es el resultado de una civilización avanzada, operando en un medio social poco preparado. El personaje de 'I'olstói es un protagonista de Musset que ha leído á Schopenhauer; ha vivido en la inmovilidad contemplativa de esa negra tierra blanda y ha colgado el ocioso hnut en la cabecera de la cama de la amante ó de la esposa. Pedro el Grande llevó á la Rusia las corrientes de la nueva civilizacion. Todos los desfall ecimientos, todas las dudas de la nueva generaci6n, pasaron como ráfaga huracanada sobre un grupo
humano, diseminado en el mir, yaciendo bajo el látigo del boyardo. Arriba, las clases elevadas, contaminadas con las lecturas de Hartmann, con sus prerrogativas señoriales; abajo el siervo, impregnado por la primera civilización arrastrada por las aguas del Nieper: la civilización de Bizancio, que provoca una guerra. religiosa tras la conquista de una fórmula de culto de inverosímil raquitismo. Y en el centro, ningún eslabón que ligue estos dos extremos: en Rusia no existe la clase media. La revolución actual la hace un grupo de declasés, que arrancan de la izquierda hegeliana para caer en las di solvoncias del budhismo , que , á má s andar, invade con sus sombras mí sti cas de qu ietud inmensa esta superficie de tierra tan grande como In superfic ie de la Luna. Pod s ñi cheff es un atacado de este mal incurable. Sueña místicam ente como el sacerdote indio debajo del árbol santo en donde le fué revelado el Nirvana . E n nombre de su Evangelio propio, dice un escritor español, Doña E m iliu Pardo Bazún, 'I'olstoi condena, no sola mente las instituciones h umanas en general , sino en particular la Iglesia, achacándola que h a sus tituido el espíritu con la letra, la palabra de Dios con la del siglo . H ace m ás: m odela el hombre, no ya moral, si. no físiológicame ñte, ú su antojo; arremete contra leyes bi ológi cas indeclin ables, y desde su Tcbaida arregla el mundo, arrojando ele paso algunas verdades con rara valen tía . Lo que Podsnicheff nos d ice n o es nuevo; hace mucho tiempo que Byron nos h abía informado que lo que más apreciable tiene el amor son las alas. E l matrimonio, v isto por el prisma que lo observa el héroe de este drama palpitante , ha sido examinado antes por un paradoj ista de mucho mérito, Max . A. Nordau. La frase de 'I'olstói es más acre y penetra hasta las carnes: el pensamiento es el mismo . E s doloroso asistir á la disección de este espíritu tierno y feroz á un mismo tiempo. Ver c6mo la dolencia toma cuerpo , se desenvuelve, provoca crisis horribles y descubre á cada página el latido de una fibra herida. El trabajo de fisiélogo del autor ruso es maravilloso: no conozco nada más acabado, sin exceptuar la lenta, perseguida agonía, de aquella Renaia Mauperisi, de los Goncourt. Es un hundimiento de ideales que destroza á