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Juan Ignacio Pozo
U3 T3
Teorías cognitivas de la información. Capítulo 3: El procesamiento de información como programa de investigación. 1. Los orígenes de la nueva psicología cognitiva. La psicología cognitiva actual carece de hito fundacional. Algunos lo ubican en 1956 en el Segundo Simposio sobre Teoría de la Información en el MIT (Chomsky, Newell, Simon y Miller), año en que además se publicaron varios trabajos fundacionales, como “El mágico número siete más o menos dos. Algunos límites de nuestra capacidad para procesar información) de Miller en el que planteo, siguiendo al Teoría de la Comunicación de Shannon, que los humanos tenemos un límite de 7 elementos simultáneos como canal de información. A su vez Chomsky expone lo que en el 1957 se publicara en Estructuras sintácticas, y Newell y Simon divulgan The logic theory Machine, en el que presentaron un programa de ordenador capaz de hacer la demostración de un teorema. Estos trabajos fueron los principales exponentes de lo que sería la tecnología computacional como aporte a la psicología. El tipo de psicología cognitiva que se produjo a partir del 1956 sólo se comprende como consecuencia del mundo científico abierto por las “ciencias de lo artificial”. Según Brunner, esta “revolución cognitiva” fue una respuesta a las demandas tecnológicas de la revolución postindustrial. El ser humano pasó a concebirse como un procesador de información. Pero el inicio del estudio de los procesos cognitivos se da mucho antes. En Europa, autores como Binet, Piaget, Bartlett, Duncker, Vigotski y otros, venían estudiando una psicología de corte cognitivista desde supuestos constructivistas; en cambio en EEUU se ensayaba una nueva forma de asociacionismo. Pero según Pozo, tal influencia directa sobre el cognitivismo queda descartado por la adopción del procesamiento de la información. Este enfoque es radicalmente distinta de la posición racionalista y constructivista adoptada por la psicología europea de entreguerras: son dos psicologías con lenguajes distintos para entender lo cognitivo. La recuperación de aquellos autores en la actualidad es un rasgo significativo de la evolución de la psicología cognitiva contemporánea y de la insuficiencia del procesamiento de información como enfoque psicológico. La filiación más directa al procesamiento de la información se puede encontrar en el conductismo; tal revolución cognitiva fue hecha por los “conductistas subjetivos” (Miller 1960), pero ¿fue pensada como una ruptura radical? 2. El núcleo central del procesamiento de información. Aunque el concepto de psicología cognitiva está mal definido dentro de las escuelas psicológicas; se puede definir su núcleo conceptual revisando el programa dominante del procesamiento de la información (Psicología cognitiva > procesamiento de la información). Psicología cognitiva: refiere a la explicación de la conducta a entidades mentales, a estados, procesos y disposiciones de naturaleza mental, para los que reclama un nivel de discurso propio (entraría procesamiento de información, Piaget, Vigotsky, ya que coinciden en que la acción del sujeto está determinada por sus representaciones). Procesamiento de información: considera que unas pocas operaciones simbólicas relativamente básicas, tales como codificar, comparar, localizar, almacenar, etc., pueden, en último extremo, dar cuenta de la inteligencia humana y la capacidad para crear conocimientos, innovaciones y tal ver expectativas con respecto al futuro. Es el dominante de la psicología cognitiva tras desbancar al conductismo.
El núcleo conceptual del procesamiento de información discurre por dos caminos distintos. La concepción del ser humano como procesador de información se basa en la aceptación de la analogía entre mente humano y funcionamiento del computador; específicamente de los programas de computadora como metáfora del funcionamiento cognitivo humano. Existen dos versiones de esta metáfora: la versión fuerte admite una equivalencia funcional entre ambos sistemas; la versión débil se limita a aceptar parte del vocabulario y de los conceptos de la informática, sin llegar a afirmar esta equivalencia. La versión débil, al no poder definir claramente lo que es la información, tiene un programa vago y difícilmente analizable. Por eso, el núcleo central se puede encontrar sólo en la versión fuerte: hombre y computador son sistemas de procesamiento de propósitos generales, funcionalmente equivalentes, que intercambian información con su entorno mediante la manipulación de símbolos; ambos son “informívoros”, son sistemas cognitivos cuyo alimento es la información. Se presenta el siguiente esquema con un núcleo central de hipótesis y su cinturón protector:
Si se compara con el conductismo se puede comprobar que, en el paso de este al procesamiento de información, se han introducido numerosos cambios en el cinturón protector. Mientras que el primero se encargaba del estudio del aprendizaje por estímulos y respuestas, este se encargará del estudio de las representaciones, para lo que generó teorías de la memoria: la metáfora computacional conduce a considerar la memoria como la estructura básica del procesamiento de información. Las ideas reduccionistas del primero se remplazaron por procesos cognitivos causales (por ejemplo, atención). En vez de posiciones ambientalistas, defienden la interacción de las variables del sujeto y las variables de la tarea o situación ambiental a la que se enfrenta el sujeto. Por último, ante un sujeto pasivo y
receptivo, se erige un procesador activo de información, que la busca y reelabora activamente. Para saber si hay un cambio de programa se debe ver el núcleo central. El supuesto fundamental del PR.I. es la descomposición recursiva de los procesos cognitivos, por lo que cualquier proceso o ejecución cognitiva puede ser comprendido reduciéndolo a las unidades mínimas de que está compuesto. Estas unidades pequeñas se unen entre sí hasta constituir un programa. Las reglas mediante las que se unen tienen propiedades significativas: los subprocesos en los que se puede descomponer un programa consumen tiempo de un modo serial y aditivo. Esto implica adoptar un supuesto de independencia entre las partes o segmentos; en síntesis, cada computación no afecta al tiempo consumido por las restantes. De esto se desprende que los s programas de computador y el funcionamiento cognitivo humano están definidos por reglas exclusivamente sintácticas: se ocupan de determinar las reglas mediante las que esas unidades se agregan hasta constituir procesos complejos; ambos están concebidos como sistemas lógicos o matemáticos de procesamiento de información, constituidos exclusivamente por procedimientos formales. Por eso, para que el procesamiento se realiza deben estar definidas, sin ambigüedad, las sucesivas operaciones que el sistema debe realizar. De este modo, la lógica computacional es suficiente para representar cualquier conocimiento, lo cual pone en duda su capacidad para enfrentarse a las dos anomalías principales del conductismo: equivalencia y correspondencia (se trata después). Otro supuesto importante del PR.I. es la irrelevancia de la cultura y la afectividad y los factores filogenéticos. Si bien estos existen, el PR.I. construye su sistema de procesamiento al margen de estos. Esto toma sentido cuando se expresa que el PR.I. proporciona una posición constructivista por oposición al asociacionismo conductista. Como el constructivismo se basa en la existencia de una mente que mediante procesos dirigidos desde arriba determina la forma en que la información es procesada y las naturaleza de las representaciones construidas por el sujeto, es necesario indagar en esa teoría de la mente, para ver si abandona los principios de equivalencia y correspondencia del asociacionismo conductista, generando una ruptura radical con su programa. 3. El procesamiento de la información como teoría de la mente . A pesar de sus aires revolucionarios el PR.I. ha mantenido vigentes muchas prohibiciones y tabúes del conductismo. A pesar de sus primeras restricciones, el concepto mente ha logrado regresar a la psicología, como sistema común en el que confluyen todos los procesos cognitivos. Sin embargo, su reaparición desafía al programa dominante del PR.I. porque requiere de su propia teoría. Según Searle, toda teoría de la mente debe considerar: a) la existencia y funcionamiento de la conciencia, b) la intencionalidad de los estados mentales, c) la subjetividad de los estados mentales, d) la existencia de una causación mental. Estos cuatro puntos han sido extraños al conductismo y al PR.I. aunque ahora se están comenzando a tener en cuenta. La conciencia (a) es uno de los grandes ausentes en los programas cognitivos dominantes (Carretero U3 T1). Sin embargo, hay conceptos asimilables: “atención selectiva”, “procesos de control” o “memoria de trabajo”. Sin embargo, estos conceptos responden a una concepción pasiva y mecánica de la conciencia. Pero la conciencia tiene también una dimensión constructiva: no se limita a ser un espejo que refleja lo que sucede en la mente, sino que, modifica lo que en ella refleja (carácter constructivo de la conciencia presente en Piaget y
Vygotsky); este tipo de planteamientos está comenzando a recuperarse. Desde su mecanicismo, el PR.I. difícilmente pueda explicar la naturaleza intencional de la conciencia. La intencionalidad (b) se halla presente en el PR.I. Se habla de la secuencia medios-fines y del establecimiento de metas y objetivos. Sin embargo, la solución dada por la ciencia cognitiva es más próxima a la dada por Skinner que a la de Tolman. Los sistemas de procesamiento no tienen propósitos ni intenciones, únicamente la satisfacción de ciertas condiciones “dispara” la búsqueda de ciertas metas: esto hace similar el E-R conductismo con el Condición-Acción de la ciencia cognitiva. La intencionalidad requiere otro tipo de explicación además de la causal, como son las explicaciones teleológicas o finales (proscriptas de la psicología por su alineación con las ciencias naturales y el conductismo). Como no se pueden reducir las explicaciones teleológicas a relaciones causa-efecto, según Fodor, el PR.I. está imposibilitado de ver la naturaleza intencional de la mente. Al no admitir la intencionalidad, difícilmente pueda asumir la subjetividad (c). Esta subjetividad hace alusión a la existencia de “contenidos cualitativos” en la conciencia. Tales contenidos son intratables para PR.I.; también es dudoso que pueda dar cuenta de la existencia de “estados mentales”, dado que estos tienen un carácter semántico y todos los procesos mentales postulados son exclusivamente sintácticos. El PR.I considera irrelevante los contenidos cualitativos porque considera irrelevante la propia conciencia. La existencia de causación mental (d). El PR.I. se caracteriza por remitir la explicación de las acciones y representaciones del sistema a entidades mentales tales como memoria a largo plazo, filtros intencionales, capacidades de procesamiento limitadas, etc. En los últimos años ha cobrado relevancia explicativa las estructuras de conocimiento de los sujetos; pero difícilmente el PR.I. podrá explicar el origen de esas estructuras de conocimiento que determinan la conducta de los sujetos. La paradoja que implica esto es que el PR.I. afirma que el sujeto construye su propio conocimiento a partir de estructuras y procesos cognitivos, sin explicar cómo construye esas estructuras y procesos iniciales. Este peculiar constructivismo logra explicar sólo micro fenómenos, pero no macro fenómenos, lo que lo obliga a dejar de lado los aspectos dinámicos del conocimiento (aprendizaje o desarrollo cognitivo), mostrando la insuficiencia explicativa del PR.I. De este modo, la ciencia cognitiva adopta una “estética explicativa” por la que simulación y duplicación se convierten en explicación (un producto de la inteligencia humana, el computador, se convierte en espejo de la misma inteligencia). El problema es que el espejo carece de mente. El PR.I. mantiene algunas de las prohibiciones mecanicistas del conductismo, siendo incapaz de abordar el problema de la mente consciente, intencional, subjetiva y causal. El procesamiento de la información se mantiene fiel al núcleo central del programa conductista y puede ser definido como un asociacionismo computacional, diferenciado del conductismo por la extraordinaria capacidad de cómputo otorgada por la cibernética. La diferencia entre este nuevo asociacionismo y el anterior es únicamente cuantitativa. 4. ¿Puede el procesamiento de la información proporcionar una verdadera teoría del aprendizaje? El aprendizaje y los procesos de cambio cognitivo están olvidados en la psicología cognitiva y el PR.I. Se podría decir que se han estudiado problemas de aprendizaje bajo el epígrafe de estudios de la memoria. Que se estudien ambos casos en conjunto y sin diferenciación muestra la total ausencia de teorización sobre el aprendizaje por el nuevo programa dominante: se estudia más como se representa la información en la memoria que
cómo se crean o modifican esas representaciones. Los estudios sistemáticos realizados bajo el amparo de la memoria tienen que ver con las estrategias de retención de información en la memoria a corto plazo (repaso o aprendizaje verbal) y son de corte asociacionista. La más reciente hipótesis de niveles de procesamiento es ambigua para fundamentar una teoría del aprendizaje. En este contexto la mayoría de los autores coinciden en que el PR.I. carece de una teoría del aprendizaje que pueda explicar la adquisición de las complejas estructuras de la memoria que se postulan; aunque no hay coincidencia en las causas de esa carencia. Según Newell y Simon no se pueden estudiar los procesos de aprendizaje hasta que no se alcance una comprensión total de la naturaleza del sistema (lo contrario a Piaget y Vygotsky que creen que para entender el sistema hay que ver su génesis); si fuese así podría superarse está carencia en el futuro. La continuidad entre el conductismo y el PR.I. es mucho mayor de lo que se cree; de hecho se puede definir a este como un asociacionismo computacional, lo que implica que el núcleo central de aquel se mantiene. Lo que diferencia a ambos es la notable capacidad de computo que tiene el segundo, lo que le permite al PR.I. que agregue entre el input y el output (E-R) numerosas “cajitas de variables”, constituidas por estructuras de memoria, procesos selectivos. Esto liberaliza crecientemente las dos limitaciones principales del conductismo: su incapacidad para asumir la influencia de los contenidos en el aprendizaje (estaba impedido de explicar el origen de todos los significados ya que todos los elementos resultaban equivalentes), y la falta de coherencia u organización interna del sistema (reflejaba la estructura de los estímulos según un principio de correspondencia). Ambos problemas se ven acrecentados en el asociacionismo computacional por la enorme cantidad de significados que maneja el sistema y la complejidad de sus estructuras internas. Por definición, un sistema de procesamiento de información opera mediante la manipulación de símbolos. Sin embargo, también por definición, ese sistema dispone únicamente de procedimientos sintácticos. Esto es paradójico. (…) Los modelos lógicos o sintácticos han fracasado en su intento de formalizar el razonamiento humano. En buena medida por su incapacidad para dar cuenta de los factores semánticos o de contenido en el mismo. Por lo que los significados no pueden reducirse a reglas formales. EL computador, en cambio, no opera con símbolos y significados, sino con información. La información se mide en términos de probabilidad matemática, los significados son cualitativos y necesitan una mente que los interprete. Desde un punto de vista semántico, los “símbolos” con que opera un computador son signos vacíos que equivalen a una señal que dispara una acción (= campanas de Pavlov), no son vehículos de conocimiento y comprensión, como los verdaderos símbolos. (Ej: parábola de la habitación china”). La metáfora del ordenador como ser humano no puede salvar la diferencia entre “comprender símbolos” y recitar “signos vacíos”. Algunos defensores de la ciencia cognitiva dicen, como respuesta a la metáfora de la habitación china, que el sistema como un todo es el que comprende, no el hombre que maneja los símbolos; no es una parte del sistema el que comprende, sino el propio sistema. Esto conecta con el segundo gran problema del asociacionismo: la coherencia u organización del sistema (problema de Hume); Russell se pregunta: ¿Cómo podría un sistema así lograr algún tipo de comprensión cuando la comprensión requiere organización? En un modelo proposicional como este todos los elementos se relacionan de modo fortuito y ad hoc. Chomsky ve estos dos problemas de la ciencia cognitiva e intenta resolverlo con la elaboración de su teoría del aprendizaje lingüístico. Pero la mejor respuesta fue la dada por Jerry Fodor, quien supo asumir los límites del asociacionismo computacional y buscar una
salida coherente a los dos grandes problemas. Sobre el aprendizaje dice que no puede haber una teoría del aprendizaje porque el mismo concepto de aprendizaje es confuso, debido a la paradoja del significado. Según él, la única teoría posible del aprendizaje de conceptos tendría que basarse en la comprobación de hipótesis a partir de una matriz de contingencias. Esta matriz serviría para elegir entre uno y otro de los significados disponibles, pero no puede explicar la aparición de significados nuevos; de modo que todas las teorías del aprendizaje serían teorías de la fijación del campo de creencias, pero nunca podrían explicar su génesis. Al igual que Chomsky, todos significados y creencias son innatos, puesto a que no se pueden generar nuevos primitivos semánticos, solo están esperando a ser “fijados” o descubiertos. Para el PR.I. no construimos significados, sino que los reconocemos cuando los encontramos entre los conocimientos heredados y los activamos. En este punto, Fodor, ataca el problema de la organización: existen módulos mentales funcionalmente autónomos y encapsulados, especializados en determinados tipos de pensamiento. Estos módulos serían innatos y funcionarían con independencia del resto del sistema. Cada módulo actuaría sin relación con los otros ni un ordenamiento superior. Esta respuesta es lógica y coherente, pero sólo parcial; no queda claro como se organiza la mente por encima de esos módulos ni quién es el que comprende el enigma de la habitación china. Además, como expresa Piaget, el innatismo es una explicación insatisfactoria. Chomsky y Fodor dirán que cómo no se puede explicar el hombre en si mismo (¿Por qué tiene hígado?) tampoco se puede explicar el origen de esas ideas o esquemas; pero esa respuesta no es racionalista, lo que sería necesario para hablar de la razón, ya que la mente es necesariamente un encadenamiento lógico (no azaroso o condicionado como la existencia del hígado o los brazos). De este modo, Fodor intentando resolver una paradoja cae en una paradoja más difícil aun, la del necesidad-preformismo del racionalismo. Fodor al rechazar el constructivismo se encierra en el asociacionismo y el principio de correspondencia entre las representaciones y la realidad. 5. Mecanicismo y organicismo en la psicología cognitiva: ¿divorcio o reconciliación? El olvido del aprendizaje se debe a que el PR.I. es inherente a su programa ya que, al tratarse de una continuación del asociacionismo conductista, no puede elaborar una teoría del aprendizaje. Al contrario, las limitaciones del conductismo se han acuciado: hay mucho más que aprender y muchos menos mecanismos para hacerlo. Pero las limitaciones del PR.I. no se manifiestan sólo en el aprendizaje. Uno de los síntomas de los límites teóricos que se autoimpone la ciencia cognitiva es la recuperación, un tanto desordenada, de diversos autores pre-cognitivos. A medida que la psicología cognitiva se fue interesando en el significado y volviéndose constructivista, comenzó a recuperar la psicología europea de entreguerras (Piaget, Vygotsky, Gestalt y Bartlett) de manera parcial, deformando la fuente recuperada. Esto se debe a la imposibilidad de integrar a estos autores a la corriente dominante de PR.I. La fractura entre la psicología cognitiva de unos y otros reside en que mientras el PR.I. adopta los presupuestos del asociacionismo y el mecanicismo, la “otra” psicología cognitiva, es estructuralista y organicista.
Epistemología Enfoque Sujeto Origen del cambio
Mecanicismo Asociacionismo Realismo/empirismo Elementismo Reproductivo/estático Externo
Organicismo Estructuralismo. Constructivismo/racionalismo Holismo Productivo/dinámico Interno
Naturaleza del cambio Aprendizaje
Cuantitativa Asociación
Cualitativa Reestructuración
Las teorías organicistas/estructuralistas parten de que la unidad del estudio de la psicología son las globalidades y que estas no pueden reducirse a sus elementos. Como constructivistas, asumen que el sujeto tiene una organización propia. En función de esa organización cognitiva interna, el sujeto interpreta la realidad, proyectando sobre ella los significados que va construyendo. Por lo tanto, rechaza abiertamente el principio de correspondencia o isomorfismo de las representaciones con la realidad. Como racionalistas creen que el conocimiento sea reproductivo, sino que el sujeto activo modifica la realidad al conocerla. La actividad es inherente al sistema; el sistema no es un mecanismo, sino un organismo vivo: los organismos son mecanismos cambiantes. Frente a la concepción estática del mecanicismo, en el que todo cambio viene del exterior, los organismos están en continuo cambio. Para los organicistas, el aprendizaje es una cualidad intrínseca a los seres vivos. Para conocer al organismo, en cualquiera de sus estados, hay que ocuparse de los mecanismos de cambios. El organismo es un proceso no un estado Para algunos el divorcio entre estas dos vertientes del cognitivismo es necesaria, para otros, la reconciliación es necesaria. Según Pozo, ninguna de las dos posiciones, en la actualidad, logra dar una respuesta global al aprendizaje. Todas las teorías del aprendizaje generadas desde posiciones organicistas coinciden en rechazar los mecanismos asociativos como procesos fundamentales de la adquisición de significados, aunque con diferentes matices. La realidad es que no es posible coordinar dos programas tan diversos cutos núcleos centrales se oponen, a menos que se acepte que ambos programas se ocupan de niveles explicativos distintos. Para integrarlos (no mezclarlos) es necesario adoptar una concepción organicista, rechazando el reduccionismo asociacionista, lo que no implica negar la importancia del aprendizaje asociativo. Le mecanicismo no puede ser el modelo esencial del sujeto cognitivo, aunque sin duda puede ser útil para comprenderlo en la medida en que ese sujeto es también, en parte, un mecanismo. A su vez, es necesario, comenzar a encontrar problemas o áreas de investigación comunes a ambos enfoques reseñados; uno de estos campos es el origen de los significados. En casi todas las áreas del estudio del aprendizaje se ha llegado a la convicción de que la conducta y el conocimiento de los sujetos están determinados por el significado que le atribuyen a las propias acciones y a los cambios ambientales. El aprendizaje de conceptos, en tanto unidad básica de significados, ha sido estudiado por todas las perspectivas teóricas, ya sea como aprendizaje discriminativo (Hull 1920; Spence 1936), como formación y comprobación de hipótesis (Bruner, Goodnow y Austin, 1956; Krechevsky, 1932; Levine, 1975) o como fruto de diversos tipos de instrucción (Ausubel, Novak y Hanesian, 1978; Gagné, 1975 y 1985) o del propio desarrollo cognitivo (Piaget, 1970 y 1975; Vygotsky, 1934 y 1978). De esta manera podemos establecer relaciones entre las teorías propuestas desde diversas perspectivas, en busca de una concepción integradora y no reduccionista del aprendizaje. Se pueden resumir dos formas principales de concebir el aprendizaje: como un proceso de asociación y como un proceso de reestructuración, para luego establecer los puentes necesarios entre ambos procesos.