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ANTONIO JOSE
MUSICO DE CASTILLA
JESUS BARRIUSO GUTIERREZ FERNANDO GARCIA ROMERO MIGUEL ANGEL PALACIOS GAROZ
JESUS BARRIUSO GUTIERREZ FERNANDO GARCIA ROMERO MIGUEL ANGEL PALACIOS GAROZ
ANTONIO JOSE MUSICO DE CASTILLA
UN ION MUSICAL ESPAÑOLA MADRID
OBRA PATROCINADA POR EL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE BURGOS Y LA DIRECCION GENERAL DE MUSICA
Diseño portada sobre dibujo de Fortunato Ju lián (1924).
©
1980. Jesús Barriuso . Fernando García . Miguel Angel Palacios Edita : Unión Musical Española, S. A. Carrera de San Jerónimo , 26 . Madrid -14 Imprime : Gráficas Agenjo, S. A. Adelfas, 4 . Madrid· 7 1. S. B. N. 84 - 300 - 2060 - 8 Depósito legal : M . 3866 - 1980
EL ARTISTA ANTONIO JOSE Prólogo de JOSE SUBIRA
Esta producción permite conocer a fondo la vida y la obra del inmortal mártir burgalés Antonio José, por lo que aquí me limitaré a evocar noticias personales merecedoras de divulgarse, si no me equivoco. Entre las víctimas del ambiente bélico que traté con afecto él ocupa lugar preferente, pues siempre reconocí su espíritu humano y su bondad insuperable, además de sus méritos artísticos, y al conocer en Valencia, la primavera siguiente, su semioculto óbito, mi dolor espiritual apenas me dejó dormir. Me hallaba en la ciudad del Turia siguiendo al Gobierno legal como empleado del Ministerio de Trabajo, donde era redactor de temas internacionales en el Boletín Oficial, pasando luego a Barcelona como funcionario público. Al imponer su régimen los sublevados y forjarse la Ley de Responsabilidades Políticas, fui yo víctima de ello, y por adjudicarme varios delitos -el principal era el de haber hecho crítica musical en el diario «El Socialista»- fui trasladado como auxiliar a una Magistratura de Trabajo barcelonesa, quedando cesante, con pérdida de todos los derechos, año y medio más tarde. Pequeñez, en suma, la implacable cesantía, comparada con el trágico fin del llorado amigo. Mi relación personal con Antonio José brotó de súbito, inesperadamente. Al oír por primera vez a una orquesta madrileña una composición suya, la ensalcé con entusiasmo en aquel diario político. Leída con júbilo por un intelectual burgalés, éste dio cuenta de ello al autor, quien me escribió una prolongada epístola, sincera y extensa en grado sumo, por comparar mi proceder con el de otros críticos madrileños idólatras de compositores elogiados con tenacidad desbordante. Llegaron a mi biblioteca personal otras composiciones impresas que fortificaban mi entusiasmo por Antonio José, y lo ensalcé, por añadidura, en revistas de Madrid y de Barcelona, mientras los turiferarios de la crítica guardaban silencio sobre el artista burgalés con manifiesta tenacidad. Nuestro músico era de los que hacían , y no de los que decían que hacían; y era de los que lo hacían bien, y no de quienes repetían que lo hacían bien sin que fuese cierto, pu.es el grosero materialismo de éstos contrastaba con la firme espiritualidad de aquél. Insistiendo yo posteriormente sobre esos temas musicales referidos ahora en los recortes de mi colaboración, lamenté que se guardara un silencio sospechoso en torno a su obra como compositor excelente. Entre tanto, él seguía publicando producciones admiradas más allá
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de nuestras fronteras . Tras el silencio de más de cuarenta años impuesto por la Superioridad, resurge aquella creación gloriosamente.
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Ateniéndome a lo meramente personal, presentaré aquí en tres tríos algunos rasgos que afectan a mi amistad con Antonio José, relacionándolos sucesivamente con lo geográfico, lo documental y lo crítico. Sólo en tres encuentros logré hablar con él en vez de escribirle, y cada vez en una ciudad distante de las otras. Estreché sus manos y le abracé cordialísimamente en Burgos, el mes de abril de 1932, pues fuí allí, por invitación expresa del compositor y director del Orfeón local, para dar una conferencia sobre la tonadilla escénica, sus compositores y sus intérpretes más significativos, tocando al piano varias transcripciones de ese antiguo repertorio, tras lo cual el Orfeón, en obsequio a mí, interpretó obras de Mozart, Haendel, Antonio José, Otaño, Beobide y otros, siendo inolvidable aquella fiesta sonora en el Teatro Principal. Nos encontramos en Madrid al correr el mes de noviembre de 1934, porque la Orquesta dirigida por el Maestro Arbós estrenó entonces, en el Monumental Cinema, el «Preludio» y la «Danza po p u l a r» de la ópera que, con letra de Fernández Núñez y de Lope Mateo y con el título de «El mozo de mulas», había puesto música Antonio José. Esa producción fue muy aplaudida, pero no la pude comentar en «El Socialista», porque este diario dejó de publicarse muy poco antes de imponerlo así el Gobierno de la Ceda. El compositor pasó entonces largas horas en mi hogar chamberilero tocando en mi piano varias .producciones suyas. El tercer encuentro acaeció el mes de abril de 1936 en Barcelona, por celebrarse aquí un famoso Congreso Internacional de las Sociedades de Musicología y de Música Contemporánea. Allí se habían reunido altas personalidades de muy variados países y lo folklórico tuvo un relevante poder con especial júbilo de tan gran amigo, leyéndose comunicaciones de insignes participantes extranjeros y otras del Padre Otaño, Joaquín Turina, Comado del Campo y la que Antonio José llevaba escrita con el título «La canción popular burgalesa», trazada en bella acicalada prosa al mismo tiempo que viva y penetrante. Se lamentó de que, desde años atrás, siguiera inédita la obra suya premiada en el concurso nacional de 1932, y formularon el deseo de que las autoridades burgalesas diesen a la pública luz esa magnífica obra de tan consciente recopilador. El y yo fuimos unos amigos inseparables en tan gratas jornadas por las calles de mi ciudad natal y una tarde nos detuvimos ante la fachada del hogar donde había venido al mundo casi medio siglo antes. Pasando aquí de lo geográfico a lo documental, surge al punto la evocación de tres aspectos inolvidables. Mi copiosa biblioteca musical cede a Antonio José un lugar señalado, destacándose aquí el autógrafo de su «Himno a Castilla» en el
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original para seis voces y en su versión para una voz y el acompañamiento pianístico . Mi archivo epistolar, nutrido selectivamente desde hace unos sesenta años, conserva las cartas confidenciales de alto valor autobiográfico y psicológico que acumulan valiosos rasgos de su vida íntima. Aquella que inició nuestro diálogo epistolar declaró textualmente: Yo soy muy tieso y jamás he pedido un favor de bombo a nadie ni he llamado «maestros» a los que no lo son. Tras el Congreso musicológico de Barcelona fue a las Baleares antes de regresar a Burgos, y una postal que me remitió desde Soller a mi domicilio de Madrid decía escuetamente: Acabo de visitar en Valldemosa la celda que habitó Chopin, y con la misma emoción que aún me dura le envía un abrazo cariñosísimo Antonio José. Recuerdos a su esposa. En el aspecto fotográfico poseo grupos de personas hechos en Burgos y en Cataluña, donde los dos estamos bien visibles junto a personalidades y amigos. Una individual fotografía suya ocupa el centro de un cuadro, escoltándolo otras dedicadas a mí: la de Joaquín Turina y la de Julio Gómez, ambos consuegros, compositores, catedráticos del Conservatorio y académicos de Bellas Artes, cuya memoria conservo con cariño justificadamente. Por otra parte, las dedicatorias de sus producciones tienen a veces una encantadora sencillez, lejana de la vanidad y de la adulación. Alguna, muy extensa y provista de un tema musical, recoge datos de carácter histórico. En cuanto a las declaraciones críticas, reproduciré tres juicios que se pueden leer en letras de imprenta con las firmas autógrafas de sus autores. El amante de la música española Maurice Ravel declaró: Antonio José llegará a ser el gran músico español de nuestro siglo. El gran folklorista del sefardismo literario musical Alberto Hemsi declaró: Llorar hoy a Antonio José es un deber de todo español por la inmensa pérdida para España y el mundo musical de tan raro genio. Y el firmante de este prólogo emotivamente: Agrupa tres I la creación de Antonio José: un Idealismo que desdeña todo lo vulgar, una Inspiración que asoció la juventud poética con el encanto sugestivo y una Independencia que rechazó las fáciles maestrías rutinarias y los frágiles modernismos pasajeros.
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Finalizará este prólogo con unas consideraciones dignas de nota. En general amenguan el interés por las obras del músico burgalés diversas causas . Una, la prohibición legal de interpretar obras suyas tras el asesinato deplorable. Otra, por el hecho de figurar el autor con dos nombres de pila y sin apellidos familiares. El se llamaba Antonio José Martínez Palacios. Según las esquelas mortuorias que guarda mi archivo, su padre, don Rafael Martínez Calvo, falleció a los 57 años de edad, el 28 de noviembre de 1933, y su madre, doña Angela Palacios Berzosa, falleció a los 66 años, el 27 de febrero de 1936. Ese matrimonio, según aquellas es-
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quelas, tenía dos hijos, a saber: el maestro nacional de escuela en Pradoluengo, y el director del Orfeón Burgalés, llamados respectivamente Julio y Antonio José . Diccionarios, catálogos, historias y otras publicaciones dedicadas a la difusión de la música española suelen omitir el nombre del admirado Antonio José, y algunas lo mencionan a veces de un modo confuso o equívoco . Citaremos tan sólo algunas que bajo tal aspecto se preocuparon de él. El reciente volumen «Apéndice» publicado por el Archivo Sinfónico de la Sociedad General de Autores inserta las líneas que aquí se reproducen literalmente: «Martínez Palacio, Antonio-José. Evocaciones (Flautín) 1.1. (c.i), 2. (c.b.), 2.-4.3.3.1. Sinfonía Castellana (Flautín), 2.2. (c.i .), 2. (c.b.), 2. (c.f.), 4.3.3.1. -Timb., Timbres, Perc. , Cuerda . Suite ingenua «cuerda y piano». Esta mención figura en la Sección titulada «Obras del Archivo Sinfónico por orden alfabético de autores», lo cual demuestra que nuestro compositor aparecía destacado por el apellido, poniendo a continuación en tipo menor los nombres de pila con que se le conoce . El «Diccionario de la Música Labor», ed itado en dos volúmenes, fue iniciado por Joaquín Pena y continuado por Higinio Anglés con la colaboración de varios musicólogos españoles (año 1954). Menciona a nuestro artista en la página 83, que dice así: «ANTONIO, A. José. Ver Martínez, Antonio José». Y la página 1485 alfabéticamente lo podría citar entre un Martínez Oyanguren y un Martínez de la Roca, pero se olvidó de poner el apellido a pesar de la referencia anterior, con lo cual siguió oculta su anunciada biografía. Hasta después de muerto seguía persiguiéndole la desgracia a tan gran músico . En diarios, revistas y libros evocó Subirá los indiscutibles méritos de nuestro artista . Se destaca su «Historia de la música española e hispanoamericana» (año 1953), donde se lee: En su fecunda producción demostró un espíritu elevado, una inspiración sostenida y una técnica depuradísima. Aparecen allí dos grabados: el de Antonio José con los intérpretes del Orfeón Burgalés y un facsímil autógrafo de su «Himno a Castillo». Traducido este libro al idioma alemán, se publicó en 1957, y como el traductor creía que José era el apellido y Antonio era el nombre de pila, el índice onomástico expone alterado el orden de esas dos palabras. Es otra obra de Subirá una «Historia de la Música», la cual tuvo tres ediciones, en dos tomos las dos primeras y en cuatro la última , del año 1958. Menciónase aquí en varios lugares a nuestro artista y se puntualiza que su óbito acaeció antes de cumplir treintaitrés años su joven edad. En esas páginas se puede ver un magnífico retrato del compositor y un autógrafo suyo, comienzo de un romance musical cuyo primer verso dice Sagrada Virgen María. Elaborado todo lo expuesto con devoción suma, aquí finaliza este prólogo que rectifica errores y prodiga novedades cuyo autor es el antoniojoseísta. JOS E SUBIRA 10
PRESENTACION
Antonio José es, ante todo, uno de los grandes desconocidos de la cultura de nuestro siglo. Y sin embargo, es el músico castellano que mejor ha sabido recoger y recrear lo más granado, hermoso y esencial del folklore de su tierra burga lesa . Nacido al mismo tiempo que Rafael Alberti, tres años antes que Ernesto Halffter y cuatro después que Federico García Lorca, es el descubridor por antonomasia de la canción popular para toda una generación ahogada y desperdigada por la guerra civil española. Se imponía su recuperación, la de su obra y la del hombre que la alumbrara y diera forma , más allá del certero aldabonazo, hace ya unos cuantos años, en las páginas de un revista prestigiosa. Antonio José, músico folklorista , transmisor de tradiciones profundas de su pueblo, fue también compositor de vanguardia, creador de cultura en el tiempo histórico presidido por las ideas transformadoras de la República de 1931 . Doble vertiente la suya sumergida en el silencio desde el momento mismo de su muerte -fusilado en la zona nacionalista en las primeras semanas del alzamiento militar- como severa maldición contra él mismo y contra las generaciones que han seguido a aquel trágico desmantelamiento . Presentamos este libro dividido en dos partes, por lo demás inseparables . Compuesto en base a una estructura sumamente asequible, prima de manera incuestionable la parte musical, como corresponde a la figura señera de su protagonista. La primera parte comprende una biografía suficiente, necesaria y nunca antes expuesta, «Antonio José (902-1936), un castellano a recuperar con urgencia», a fin de contemplar al músico burgalés en sus reales dimensiones, como concreción humana, fruto distinguido de una época y un contexto social y político en el que, al igual que tantos otros, vivió, luchó y pereció. Con la reproducción del artículo «Coplas sefardíes», uno de los más significativos salidos de su pluma, le ofrecemos una nueva plataforma para que al cabo de los años nos siga mostrando a todos el filum o trama del devenir de la canción 13
popular y la nada gratuita riqueza de sus raíces, terreno éste en el que el autor del «Himno a Castilla» y de la ópera «El mozo de mulas» supo moverse como pez en el agua . «Palabras en un homenaje» es un texto capital para penetrar en sus concepciones artísticas. No sólo por los temas que en él desarrolla, sino también por estar _ construido para ser leido _con motivo de un banquete un par de meses antes de la contienda civil y en un ambiente en el que algunos arrecian la hostilidad hacia su persona y en él mismo la decepción y el desaliento . Distinguirá el lector en dicho texto dos partes o sentimientos bien diferenciados: por un lado, la soltura, el entusiasmo cuando habla de la belleza, del arte, de la canción popular, dibujando con ellos una filosofía sublime y alegre; por otro, la amarga queja ante la incomprensión de sus proyectos de elevación de las gentes mediante la cultura, que estrangula su trabajo, sus anhelos y su visión progresista de las cosas. Un «Epílogo» nos aproxima en este primer volumen a esa concepción del mundo mediante una glosa de los temas de un manuscrito elaborado poco tiempo después de haberse hecho cargo de la dirección del Orfeón Burgalés. Nuestra aportación se complementa con fotografías - las que ilustran el Cancionero fueron realizadas por el propio Antonio José- , facsímiles de documentos y cartas que clarifican las circunstancias de su muerte, así como una sencilla sinopsis biográfica para facilitar una rápida consulta . La segunda parte es fundamentalmente musical, con la transcripción íntegra - música y texto - de la hasta ahora inédita «Colección de cantos populares burgaleses» (Premio Nacional de Música en 1932). Junto a nuestro análisis, «La obra folklorista de Antonio José», y respetando la función para la que fueron concebidas, incluimos también «La canción popular burgalesa», comunicación presentada por Antonio Jesé al III Congreso de Musicología (Barcelona, abril de 1936), así como una «Introducción» o recensión de la misma leida luego en Burgos ante un público no especialista, suficiente muestrario en suma de los afanes del ilustre castellano. Además, un mapa distributivo y un cuadro sistemático de las canciones por él recogidas en la provincia de Burgos, con el correspondiente comentario. Por último, debemos manifestar nuestro agradecimiento a todas aquellas personas que nos han ayudado en la realización del libro que hoy presentamos: Angel Manuel Ruera, Emilia y Concha Sidar, José Subirá (*), Fernando Martínez-Burgos (* )
El lector. que habrá tenido oportunidad de conocer el excelente prólogo « El artis ta Antonio J o-
sé», escrito a nuestro requerimiento por el eminente y recientemente fallecido José Subirá , amigo perso-
nal del músico burgalés. comprenderá que nuestro agradecimiento sea , en este caso , por doble motivo . J osé Subirá (1882-1980) es una de las grandes figuras de la musicologia de nuestro siglo , sin cuya aporta ción resultaría imposible conocer una parte fundamental de la cultura española contemporánea . Hasta sus últimos días -acaba de fallecer el pasado 7 de enero, a los 97 años -. Subirá ha mantenido vivo el recuerdo de su entrañable amigo.
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ANTONIO JOSE (1902-1936), UN CASTELLANO A RECUPERAR CON URGENCIA
«Igual que el ballestero tahúr de la cantiga, tuviera una saeta el hombre ibero para el Señor que apedreó la espiga y malogró los frutos otoñales, y un gloria a ti para el Señor que grana centenos y trigales que el pan bendito le darán mañana (...)» (Antonio Machado. «Campos de Castilla», «El Dios ibero».)
Una serie de dificultades han impedido que este libro viera la luz hace cerca de tres años, coincidiendo con el cuarenta aniversario de la muerte de Antonio José, acaecida en octubre de 1936. Estamos de acuerdo con el historiador francés Pierre Vilar en que esta clase de conmemoraciones encierran al menos la ventaja de recordarnos que los hombres, las obras y los hechos sociales tienen una fecha y que no cobran todo su sentido más que en el corazón de la historia. En el caso de Antonio José concitan un momento crucial de la nuestra: la guerra civil. Y sin embargo, tales dificultades han abierto un período suplementario de tiempo durante el cual, gozosamente, hemos tenido oportunidad de hacer acopio de nuevos materiales, algunos ciertamente insospechados, con los que en definitiva y de forma sustancial creemos haber mejorado el trabajo que hoy presentamos. Vaya, pues, lo uno por lo otro. Derrumbados ya tantos pies forzados acerca de nuestro acontecer reciente, la reivindicación que proponemos en torno a·la figura del insigne compositor burgalés, lejos de pretender una especie de ceremonia masoquista sobre su ejecución en el montecillo de Estépar, lejos también de una torpe e innecesaria propuesta de revancha, quiere ser por el contrario una operación de búsqueda de los datos del quehacer fundamental encarnado por Antonio José, por un período de nuestra historia y unos hombres que reconocemos nuestros. Que son nuestros. A fines de 1971, Santiago Rodríguez Santerbás publicaba un interesante artículo (1) en cuyo emocionado epílogo hacía votos por la pronta recuperación de este magnífico exponente de la cultura castellana y española, tan injustamente olvidado . Casi ocho años han transcurrido y todavía nos resentimos de la falta de una estrategia que alcance ese objetivo. La pesada losa de silencio arrojada un día sobre Antonio José sigue esperando (1) Santiago Rodríguez Santerbás. «En busca de un músico perdido. Antonio José». « Triunfo», N. o 482, pp . 24-29. 25 de diciembre de 1971 .
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que alguien acuda a removerla. Hora es ya de hacerlo con el esfuerzo de todos aquellos que le necesitamos, como a tantos hombres y mujeres, sus vivencias y enseñanzas todavía no aplicadas, su quehacer total , que nos ayuden en la construcción de un futuro colectivo . En la cosmogonía popular, el maestro burgalés representa ante todo una de las numerosas víctimas de nuestra guerra civil. El resto de su vida y toda su actividad creadora han quedado ahogadas por el terrible impacto de su trágica muerte, formando un extraño amasijo de contenidos míticos y pretendidas realidades en ocasiones confusas. A su alrededor, estos cuarenta años largos han producido también oscuridad y referencia inconcreta. Cierto que el mito, en éste como en otros casos extremos, ha oficiado de recurso o expediente primario de defensa de los supervivientes de una calamidad histórica que, aun en nuestros días, siguen mostrándose temerosos a transpasar el umbral que separa la confidencia de la seria investigación. Silencio que nos ha hurtado el conocimiento verdadero del hombre y de su obra. Todo ello, para mayor desgracia, ha contribuido a alejarlo todavía más de quienes lo celebraron en vida, a la vez que ha condenado a las nuevas generaciones al casi total desconocimiento de la existencia misma del gran compositor y folklorista que, por derecho propio y sin retórica al uso, merece figurar entre los grandes creadores y difusores de cultura de nuestro siglo.
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Antonio José Martínez Palacios nace en Burgos el12 de diciembre de 1902. Su padre, Rafael Martínez Calvo, excelente artesano, es maestro confitero de la Rojilla , nombre con el que toda la ciudad conoce el establecimiento que la familia Lastra posee en un pasaje de la Plaza Mayor. Su madre, Angela Palacios Berzosa, procede de una familia de agricultores de Ibeas de Juarros, localidad próxima a la capital. Todos coinciden en asegurar que la sencillez, la cordialidad y la campechanía constituyen los rasgos humanos más sobresalientes de esta pareja que habita en el número 21 de la calle de Sombrerería , vieja rúa gremial que tiempo atrás lo fuera de los panaderos. Virtudes a su vez presentes en la vida del propio Antonio José y en la de su hermano Julio, nacido en 1899. Ambos orientarán su existencia hacia actividades bien distintas de las tradicionales en su casa: el primogénito será maestro de escuela pública y periodista; Antonio José, desde muy niño, mostrará un especial fervor por la música. Los dos, en fin, encontrarán un día la muerte en idénticas circunstancias.
En 1909, no cumplidos aun los siete años, Antonio José acude a las Escuelas de San Lorenzo (2). Se imparte en ellas una educación tradicional; una educación (2) Las Escuelas de San Lorenzo, junto a la parroqu ia del mismo nombre, estaban instaladas en el viejo caserón en el que algún tiempo después tendrá su sede precisamente el Orfeón Burgalés, del que será director Antonio José entre 1929 y 1936.
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con la que tantos se sintieron luego insatisfechos al recordarla , como el propio Antonio José, con un comentario de protesta del tiempo perdido. Apenas sabemos de los éxitos escolares del pequeño, y no obstante, uno de aquellos instructores será decisivo en la vida del futuro Premio Nacional de Música . Se trata de Julián García Blanco, seminarista en San Jerónimo y destacado organista . Su amistad con la familia y las dotes que observa en el muchacho le inclinan a iniciarle en el solfeo, el piano y' el órgano. Estos primeros pasos y su participación en algunas funciones parroquiales o en la escolanía del Círculo Católico acrecientan de tal manera su interés que, aun antes de haber abandonado la escuela, la mú sica ocupa ya la mayor parte del tiempo del hijo del maestro confitero . Tan viva es la vocación que sus padres le proporcionan unas clases con José María Beobide, maestro organista, descubridor y protector de Antonio José, a quien años más tarde considerará su discípulo aventajado. Con él cruza el umbral de la composición. A los doce años, en 1915, crea su primera obra , « Cazadores de Chiclana»; obra menor sin duda, pero exponente de sus bien aprovechados primeros estudios. A partir de 1917 únicamente se dedica a la música . Su capacidad de asimilación y creación sorprende a todos y cuando cumple los dieciocho años pasa por ser un autor singular: más de setenta títulos -algunos de calidad , con sello propio, con ese sello tan característico de toda su producción posterior nos colocan ante un virtuoso que nos anuncia una gran promesa de la música . Como a tantos otros, los límites de una ciudad de provincia agotan pronto las expectativas del joven . Espíritu inquieto, precisa de mejores pagos, de horizontes más sugestivos y generosos que sus paisanos no están en condiciones de poder ofrecer. Antonio José comienza ahora una gran aventura , una ambiciosa búsqueda de instrumentos de cultura -la suya a través de la música - que llene esa inagotable disposición tan tempranamente mostrada y que ya no se detendrá . Sín embargo, no todo fue impotencia en aquella ciudad castellana de alrededor de 30.000 habitantes. Reconocida por algunos su capacidad, la Diputación Provincial le concede una beca de estudios para un período de cuatro años en Ma drid . Entre los papeles conservados descubrimos una carta que el joven burgalés envía, en el otoño de 1920, a Emilio Vega, director de la Banda de Alabarderos . Creo que den tro de poco tendré el honor de poderle llamar mi maestro, escribe anunciándole su próximo traslado . No parece haber sido el único contacto entre ambos y, si bien no poseemos demasiados datos sobre estos años de la vida del músico burgalés, es muy probable que nos hallemos ante el primer profesor de su estancia en Madrid, entre 1920 y 1924 (3) . (3) Emilio V ega (1877-1943) f ue uno de los más prest igiosos directores de la Banda de Alabarderos. También lo f ue Bartolomé Pérez Casas (1873-1956), luego director de la Orquesta Filarmónica y, desde 1939, de la Orquesta Nacional, fusión de aquélla con la Sin fónica dirigida hasta el fi nal de la guerra civil por Enriqu e Fernández Arbós (1863-19391. Ambos aparecen ligados varias veces a la vida prof esional de Antonio J osé.
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II En efecto, un primer acercamiento a la figura de Antonio José nos hizo convenir con nuestro amigo Santiago Rodríguez Santerbás en la dificultad de establecer una secuencia más o menos rigurosa en estos años iniciales de la década de los veinte. El hecho de no poder confirmar todavía el magisterio de Emilio Vega nos indica que siguen ocultos ciertos eslabones que recompongan aquella andanza. Sabemos que en estos años combina sus estudios con trabajos que le proporcionan un suplemento a esa ayuda económica que le lleva a Madrid y que muy pronto resultó corta. Le encontramos al frente de alguna orquesta lírica o interpretando pequeñas piezas frívolas, a veces creadas por él mismo, en las sesiones de un cinematógrafo todavía mudo. En ocasiones se le ve dedicado al oficio de copista. De esta época data, por ejemplo, un famoso incidente, absolutamente incruento, que llevó a enfrentarle, por mor de su celo profesional, nada más y nada menos que con el maestro Jacinto Guerrero, pontifex maximus de una música en la que hacía estragos la zarzuela, género calificado de ramplón y zafio por Antonio José, en un juicio a nuestro entender sumamente exagerado, y cuyo desenlace parece haberle dejado en muy buen lugar ante sus compañeros de profesión. No hace mucho tiempo, en el programa de Radio Nacional de España «Episodios nacionales de café», Rafael Flórez dedicaba una sesión al músico burgalés introduciéndole en el ambiente cultural del Madrid de la época. Aunque los datos que aporta -salvo los que inequívocamente proceden de Rodríguez Santerbásson muy poco fiables, tienen al menos la verosimilitud suficiente como para imaginar que Antonio José bien pudo moverse en unos círculos casi tópicos. Por eso mismo quizá merezca la pena citar aquí algunos: el joven músico habría ocupado el cargo de director de orquesta —director concertador— en el Teatro Apolo; a buen seguro que asistiría a las tertulias del Café Regina, donde se daban cita Valle-Inclán, Manuel Azaña , Rivas Cherif, Francisco Galicia y García Bilbao, y más esporádicamente Rafael Alberti, Federico García Lorca, Gregorio Prieto y Salvador Dalí; también acudiría a aquellas otras de la Granja del Henar y del Café de Santa Bárbara, este último cerca de la Sociedad de Autores y actualmente convertido en pub. Según Flórez, a muchos de estos intelectuales y artistas habría tenido ocasión de conocerlos en la Residencia de Estudiantes de la calle del Pinar, foco de cultura con el que Antonio José no fue nunca ajeno. Buscador infatigable de libros, en las casetas de la Cuesta de Moyano, y siempre siguiendo al realizador de dicho programa radiofónico, habría conocido un día a Pío Baroja, al ser presentados por un librero de la zona. Antonio José aprovecha bien estos años. En 1921 compone su «Sonata castellana», obra para piano que constituye la base de la «Sinfonía castellana» que culminará dos años después. Dedicada a sus padres, esta sinfonía consta de cuatro movimientos, «El campo», «Paisaje de atardecer», «Nocturno» y «Danza burgale-
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sa», y en algunos de sus escritos y cartas el autor se queja de un posible extravío . Lo cierto es que actualmente hemos podido contemplar un ejemplo autógrafo de su «Sinfonía castellana» en el Archivo Sinfónico de la Sociedad General de Autores de España , junto a otros de la «Suite ingenua» y de «Evocaciones» para orquesta.
También en 1921 Antonio José, a sus diecinueve años, logra en un concurso el primer premio, y único, con una composición que nadie parece conocer su títu lo, aunque muy probablemente, a nuestro juicio, se trata de «Poema de la juventud», obra publicada dos años más tarde. De esta forma va dándose a conocer y ya es segura su presencia en aquellos círculos culturales y la amistad con artistas e intelectuales de prestigio : la casa de su paisano Regino Sáinz de la Maza también ha sido el lugar de encuentro con algunas grandes figuras , entre las cuales cabe destacar a García Lorca y al prestigio crítico Adolfo Salazar, con quien mantendrá luego una continua relación. En 1924, al tiempo que compone su «Danza de bufones», comienza la publicación de sus obras. Firma entonces un contrato con Unión Musical Española por el que vende para su publicación «Poema de la juventud», las tres «Danzas burgalesas» para piano y la «Danza burgalesa final» ya citada . El servicio militar lo lleva de nuevo a Burgos. No por ello abandona sus quehaceres. En efecto, el 20 de noviembre de 1924, fiesta de santa Cecilia, acude a la localidad santanderina de Comillas -con permiso especialísimo, según escribe luego a su amigo Emiliano Artiz - invitado a dirigir el estreno de su «Danza burgalesa número 3» . Una coral de más de cien voces, un órgano y dos pianos interpretan con éxito una composición que se codea en cartelera con otras de Wagner, Haendel, Brahms y Rimsky-Korsakov. Todavía más, ese mismo día y a la misma hora , la Coral de Bilbao ejecuta esa composición de Antonio José ante el público del Bocho. Por todas partes llueven elogios para este delfín de la música española, como lo llamase Sáinz de la Maza, aquel para quien compondrá un día «Sonata para guitarra». Trabajador incansable, asienta con firmeza su vocación por la música de raíz popular castellana, más concretamente burgalesa. Prestigio bien ganado que mueve al Ayuntamiento de Burgos a concederle una ayuda pecuniaria para residir en París durante los veranos de 1925 y 1926- dos veranos, y no dos años completos como en alguna parte se ha dicho -, situándose de este modo en unas condiciones óptimas para captar en todo su sentido el gran florecimiento vanguardista de la música europea. Con una actitud sumamente abierta y receptiva , sin preju icios de ninguna clase, entre en un mundo nuevo y se hace con todos los planteam ien tos y técnicas innovadoras del momento, tan magníficas y tan decisivas . Testigo excepcional, conoce las polémicas entre tonalismo y atonalismo, la evolución del nacionalismo musical (Bartok, Dvorak, el andaluz Falla) o los celebrados frutos del 26
impresionismo (Debussy, Ravel) y el politonalismo de Stravinsky. Un peculiar autodidactismo, una de las constantes de su vida , le permite operar como si de una esponja se tratara , aunque ello no constituya obstáculo para aplicar un riguroso filtro crítico, respetando ocasionales magisterios sin convertirse nunca en alumno de nadie . A muchos admira; de todos extrae emociones y enseñanzas. Fenómeno poco corriente, huye del prejuicio de escuela y , sobre todo , de la beatería. Antonio José define así su personalidad en una dimensión de apertura intelectual , de actitud crítica y progresista y de asimilación nada superficial de las cosas . Tampoco cae por eso en una fácil eclecticismo. Al contrario, su propio esfuerzo construye un estilo y un proyecto sumamente personales. Estamos en condiciones de poder afirmar que ha sido, sin duda, uno de los primeros españoles en conocer, de forma directa, todo lo que de novedoso circula ba entonces por Europa y que con tanta frecuencia llega luego tarde y desacompasado a nuestro país. El joven burgalés aprovechó aquellos veranos buscando aquí y allá todo lo que pudiera interesarle . Son descubrimientos que, desde su atalaya de París, convierte a veces en artículos periodísticos en los que da cuenta de algunos de esos felices encuentros . «Un nuevo instrumento musical», «El arte de dirigir» o «Borís Godunov» son ejemplos de tal vocación (4) : la de participar a los demás el valor de sus hallazgos. El mismo, enriquecido, se dispone luego a aplicar a su trabajo , a su propio método, lo que su inquiet ud y exigencia le dicen que habrá de contribuir a la obra bella y acabada. III En 1925, Antonio José, a través de las gestiones realizadas por su maestro José María Beobide, recibe el ofrecimiento de ocupar la plaza de profesor de Música del Colegio de San Estanislao, en el barrio malagueño de Miraflores de El Palo . Centro famoso donde se educara a f ines del siglo pasado José Ortega y Gasset, y tantos otros miembros de las familias conservadoras de la época, es regentado por la Compañía de Jesús, que precisa entonces reforzar su cuadro docente con una figura cuyos méritos son ya conocidos, capaz de impartir la cultura musical que siempre ha acompañado a ese tipo de élites. Indudablemente aquel trabajo le proporciona una cierta estabilidad económica, el desahogo suficiente para enfrentarse al estudio y la labor de creación. Su etapa en Málaga no estará exenta, sin embargo, de incidentes y contratiempos de mayor o menor cuantía con quienes le han contratado; Alfredo Mediavilla, uno de los amigos más allegados del maestro burgalés, y fallecido recientemente, hermano de Consuelo, según algunos la mujer con la que probablemente se hubiera casado algún día Antonio José, nos ha relatado anécdotas como aquella en la que el prestigioso profesor de El Palo rehusó formar parte de una cierta escenografía preparada (4)
Artícu los publicados en «Diario de Burgos», respectivamente el 12, 14 Y 16 de agosto de 1926.
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Antonio José acompañado de su maestro José María Beobide, en un rincón del Paseo de la Isla, en Burgos.
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en el colegio para las visitas ilustres. Así, con motivo de la presencia en San Estanislao de la reina Victoria Eugenia, Antonio José se retira a trabajar a su habitación, previo forcejeo verbal con la dirección del centro. Con tal fortuna que las simples notas de su órgano mueven la curiosidad de tan distinguida visitante que no duda un instante en llevar hacia él el acostumbrado cortejo para felicitar a quien de este modo deleitaba sus oídos con algunas improvisadas melodías. Cuatro años permaneció en Málaga. Período de tiempo que va a permitirle concebir algunas de sus obras más significativas. Sin duda, la época más fecunda del músico burgalés. Allí escribe su «Danza burgalesa número 4», la última de la serie. En 1927 se presenta a un nuevo concurso, esta vez con «Sonata gallega», obra que le proporciona otro primero y único premio y que, sin embargo, como manifestará a su buen amigo José Subirá, es una de las que con más mala sombra ha venido al mundo. El mismo cuenta cómo se había organizado en Galicia un concurso de sonatas a fin de lograr algo serio que corriera el universo pregonando la música de la tierra. Para dar mayor autoridad al fallo se nombró un tribunal en Madrid. Pero a la hora de descubrir la plica de la composición ganadora, ¡oh, desilusión!, relata Antonio José, se encuentran con un autor que no es gallego. Tras de eso se acumulan los agravantes. Antonio José es un chico joven, desconocido casi. Es burgalés; la Sonata está escrita en Málaga (1); no ha visto nunca Galicia; no hay en la sonata ni una mala muñeira, y así lo mismo puede ser la obra gallega que tirolesa (".) . El ambiente se enfría rápidamente. Se comunica escuetamente el fallo, pasa el tiempo y, a pesar de los requerimientos del autor, los organizadores del concurso se niegan una y otra vez a editar la obra . Sólo dos años después, tras muchas hostilidades y penosas gestiones, Antonio José logrará su publicación en Unión Musical Española. Al menos al principio, se adapta bastante bien al ambiente malagueño. Estima la tranquilidad paradisíaca de entonces, y particularmente esa luz mediterránea influyendo, confiesa, en mi reflexión y que me dan una fuerza y una fijeza imaginativa enorme. Trabaja intensamente; a veces se da grandes atracones leyendo partituras, como si de novelas se tratara. No cree demasiado en otras inspiraciones que las que se deducen de la dedicación constante y 'la virtud puramente intelectual: hay que estrujarse aquí, sentenciaba a menudo señalando la cabeza. Conferencias, colaboraciones en la prensa local y regional, incluso en la de su lejana tierra burgalesa, y alguna ocasional participación en los primeros programas culturales de Radio Málaga constituyen el complemento de su labor creadora (5). (5) «De arte y de artistas» (dedicado a Beobidel y «Dos curiosas noticias musicales» son algunas de estas colaboraciones publicadas en «Diario de Burgos», respectivamente el 4 y el 23 de noviembre de 1927.
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Durante uno de sus viajes se hizo esta fotografía .
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Pasa grandes temporadas encerrado en su estudio sin apenas recurrir a los largos paseos que tanto le gustaron siempre. Pero esos encierros tienen como consecuencia frutos muchas veces maravillosos. Un día anuncia a unos amigos la terminación de diez composiciones nuevas para canto y piano con las que proyecta un libro de canciones para niños de alrededor de ochenta páginas de música . Sin duda nos hallamos ante uno de sus trabajos más hermosos y que mayor alegría pudieron darle. Sabemos que llegó a ilusionarse mucho con aquella idea . Dirá entonces: De esas diez composiciones, nueve son para el libro que preparo (...) Estoy contentísimo con mi trabajo, y creo que nunca ha escrito cosa más linda . Y tampoco me había percatado hasta ahora de la dificultad de hacer canciones para niños con arte. No obstante, y aunque es cierto que todas estas piezas -«Verde verderol», «El piojo y la pulga», «Canción de fiesta», etc.- las dará luego a conocer con el Orfeón Burgalés, incluso formando parte de otras obras más amplias, nunca verá cumplido aquel magnífico proyecto. Al cabo de más de cincuenta años de la feliz idea de Antonio José, sigue faltando entre nosotros una colección de canciones de semejante hechura. Por regla general, si no úníca, escribe Antonio José, los niños cantan por primera vez vulgaridades del peor gusto; y es muy posible que su sentimiento musical (melódico-armónico-rítmico) se pervierta para siempre de ese modo. Su intención es que esas canciones eviten en parte ese grave riesgo , porque son temas lógicos y amenos, escritos a dos voces , que habrán de resultar simpáticos a los pequeños cantorcillos. Son en fin , como él mismo subraya , cantos populares seleccionados por su belleza y claridad.
1927 es uno de los años claves en la vida del músico castellano. Además de la citada «Sonata gallega» y su controvertido premio, nos topamos con sus esfuerzos para la publicación en Unión Musical Española de sus «Evocaciones» - tres cuadros de danza campesina que alguna vez pensó titular «Nuevas danzas burgalesas» -, de las que sólo la segunda será orquestada, en '1929, con motivo de la presentación en Bilbao, en el homenaje tributado al maestro director Vladimir Golschmann y junto a obras de Rimsky-Korsakov, Ravel, Mendelssohn, Beethoven y Wagner. La expectación con que fue recibida su composición se vio acom pañada de un rotundo éxito de público y crítica. Hasta Guridi le escribe a El Palo para felicitarle. Tras los elogios de la prensa vasca, Antonio José comenta: Naturalmente estoy contento y orgulloso de que una obra a la que yo no doy una gran importancia haya sido juzgada por su técnica como semejante a Falla . En efecto, tal es la insistencia de algún crítico -buena intención pero poca información - al atribuir en «El Pueblo Vasco» al maestro Antonio José la pertenencia a la escuela de Manuel de Falla . El músico burgalés confesará entonces que la crítica no sabe que yo no he visto ninguna partitura orquestal del inmenso Falla y que sólo conozco de él las Danzas del «Amor Brujo» y alguna cosilla para piano. 31
Retornemos de nuevo a ese 1927 en la existencia de Antonio José, a ese año en torno al cual se hablará luego en España de la impronta de toda una generación intelectual, y a la que en todo caso pertenece el autor de «Evocaciones». Ya en las navidades de 1926, anuncia en una carta a su amigo Emiliano Artiz, que le sigue paseando recados por Madrid, la preparación de un libro para una ópera que, en principio, se la imagina en cinco actos y que, pasado el tiempo, deberá plasmarse en « El mozo de mulas». De momento se trata sólo de mínimos esquemas y correcciones a un primer borrador. Sobre ella, desde luego, habremos de volver más adelante. Lo cierto es que a comienzos de 1927 pone manos a la obra sobre un proyecto fundamental en su vida, el más ambicioso de todos. Por contra, aquel ambiente feliz que creía haber encontrado en tierras malagueñas parece deteriorado últimamente. Ello resiente su sensibilidad y sus ánimos. A fines de 1928 precisa ya del aliento de sus amigos madrileños para procurarse dosis de optimismo en un medio que describe él mismo como majadero y pelotillero, donde cada día cuesta más mantenerse firme y puramente honesto. Sinsabores cuyas causas no conocemos con detalle, pero que vienen a coincidir con el examen de una oferta que la hace el cónsul general de Ecuador, tal vez reiterando otras anteriores, para que se traslade a aquella república latinoamericana para hacerse cargo de una cátedra en el Conservatorio de Quito, con viajes pagados y una muy sustanciosa retribución. Su maestro Beobide, que ya estuviera algún tiempo por aquellas tierras, le escribe animándole, alentando sus expectativas con la promesa de conciertos y clases abundantes y espléndidamente pagadas, y la posibilidad de investigar en el folklore indígena, tan rico y sugestivo. Esta y otras ofertas del mismo estilo fueron más de una vez el marco en el que Antonio José debatió consigo mismo sobre sus titubeos pesimistas, como escribe luego en sus cartas autocríticas a los amigos. Titubeos y vacilaciones entre alargar su esperanza en tiempos mejores, donde el trabajo alcance utilidad y provecho -su deseo ferviente-, y dirigirse directamente a lo cómodo y menos transcendente. Fue siempre fiel a la esperanza. Por eso, y por no alejarse demadiado de sus padres, rechaza aquella oferta y opta por atrincherarse frente a la invasión de la mediocridad y el caciquismo de todo género que termina por rodear su existencia en Málaga. Sus últimos meses como profesor en El Palo coinciden también con su enorme protesta al verse defraudado esta vez por la concesión, de bobilis, bobilis, apostilla él, de la cátedra de Armonía del Conservatorio de la ciudad, a la que Antonio José aspiraba, a un jovenzuelo cuyo único mérito parece haber consistido en ser hijo del director y futuro yerno del presidente del centro. y como los chicos piensan unirse en matrimonio, ningún regalo de boda mejor que esa plaza de maestro con pingües rendimientos. Y se le escapa un estrambote: ¡¡¡Viva España!!! ¡¡¡Pumb... !!! ¡¡¡Pumb... !!! Con todo, no hay calamidad que interrumpa su trabajo. Terminada la danza «¡Ay, amante mío», se dedica intensamente a una nueva composición para or-
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questa de cuerda y piano, «Suite ingenua», que piensa presentar en breve a un concurso que se celebra en Cataluña. De nuevo, un primer premio destaca su labor. Y todo ello en 1929, junto a su triunfo en Bilbao y su comparación a Falla y, especialmente, en el momento en que so hace cargo del Orfeón Burgalés. La obra ahora premiada es una suite en tres tiempos, comparada por José Subirá con una habanera de '«La muerte de Carmen», de Ernesto Halffter, estrenada aquel mismo año por la Orquesta Filarmónica de Bartolomé Pérez Casas. Dice Subirá: Toda la gracia, distinción, espíritu y espontaneidad que se hace admirar en la «Suite ingenua» (...) los desearíamos encontrar más abundosamente en ese trozo operístico en donde, si algo sobresale, es su aparatosidad materialista (... ) Se diría que el señor Halffter ha recogido por modestia el trozo menos atractivo de su ópera, la cual, si en su totalidad fuese así como no esperamos ni deseamos, haría muy problemático su triunfo. Y contrasta luego el entusiasmo despertado por la obra de Antonio José con la frialdad glacial que produjo la de Ernesto Halffter (6). Cuando en octubre de 1931, la Orquesta Clásica de Saco del Valle la presenta en Burgos, como ya hiciera antes en Madrid, José N. Quesada escribe en «Diario de Burgos» sobre su éxito, destacando que la obra tiene por temas tres bellísimas canciones burgalesas recopiladas por Federico Olmeda. La Orquesta Clásica, tras una larga ovación, hubo de repetir el final de la danza, último tiempo de la «Suite ingenua», y Antonio José -que intervino ejecutando la parte de piano- fue requerido varias veces al palco escénico a recibir el homenaje de sus paisanos. Es ya el tiempo en que se encuentra afincado en Burgos, una vez que se hizo cargo de la labor de reconstrucción del antiguo Orfeón de la ciudad castellana. Porque un día, a principios de 1929, Antonio José recibe en Málaga una propuesta tentadora de su propia tierra. Efectivamente, el Orfeón Burgalés, masa coral que intenta rehacerse tras un prolongado hundimiento, le ofrece la batuta de director. Sesenta duros, aspecto económico de la cuestión, apenas le dicen nada. Más le convence la posibilidad de estar junto a sus padres y particularmente la de trabajar sobre la fecunda geografía que tantos temas le viene proporcionando para sus composiciones. De esta forma, su vocación folklorista reencuentra las raíces del colectivo que le van a permitir extraer nuevos recursos materiales y humanos.
IV En febrero de 1929 tiene lugar en el Ateneo de Burgos una reunión histórica: la de la reconstitución del antiguo Orfeón . Ya en 1927, con motivo del concierto
(6) «Revista Musical Catalana».
Año XXVIII. N.º 331, julio 1931 ,
pág .
271 .
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De izquierda a derecha, Eduardo de Ontañón, José Subirá, Antonio José y, sentado, Saturnino Calvo, en abril de 1932, con motivo de una conferencia que dio Subirá en Burgos, invitado por Antonio José y el Orfeón Burgalés.
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ofrecido por la Coral de Valladolid (7), se habían hecho timidas gestiones en tal sentido. Fundado a finales del siglo XIX , el Orfeón Burgalés había atravesado períodos mejores y peores. Como la ciudad misma. Su última crisis coincide con un mal endémico : la emigración. Así, en 1914, y según datos de un folleto publicado entonces por el Consejo Provincial de Fomento, cerca de 2.500 personas salieron de Burgos. La crisis afectó igualmente al Orfeón que en poco tiempo desapareció. Mas ahora, una treintena de jóvenes entusiastas deciden crear la base para su resurgimiento . De la citada reunión salen quince socios protectores que animarán económicamente la idea. Según Luis Alberdi Elola, en menos de diez días se prueban unas cien voces . Por su parte, el Ateneo solicita del Ayuntamiento la creación de una Academia o Escuela de Música para dar consistencia y duración a estos fervores, subraya aquella institución, cuyo funcionamiento esperan similar al de la ya existente Academia de Dibujo que sostiene la Dipu tación Provincial. Culminados estos trajines, sólo falta la designación de un director para ambas entidades (8). También en febrero, Antonio José escribe a sus amigos de Madrid: ¿No saben otra noticia? Pues que por aclamación unánime he sido nombrado director de la futura coral de Burgos; y además, el alcalde de la ciudad, sabiendo que estoy decidido a vivir en mi tierra, quiere ampliar el proyecto y me ha encargado que piense y redacte la idea, bases y presupuesto para fundar una Escuela de Música dirigida también por mí, con vistas a que pronto pudiera convertirse en Conservatorio oficial, como tantos otros (...) Pero él tiene ya un candidato bien cualificado para ambos cargos : José María Beobide, y cuando éste se niegue una y otra vez en beneficio de su alumno aventajado, Antonio José insistirá: Si es preciso, yo haré todo; pero que él sea el director oficialmente (... ) El no quiere. Yo sí; y como yo soy muy terco y testarudo, lo conseguiré. No le valieron prendas y el propio Beobide tuvo que hacer presión para que su discípulo tomara a su cargo la batuta del Orfeón Burgalés (9). (7) La Coral de Valladolid venía dirigida precisamente por Julián·García Blanco, el primer maestro de Antonio José, que años más tarde será también director del Conservatorio de Música de aquella ciudad . Cuando este libro se encuentra en imprenta. nos llega la triste noticia de su muerte, en t.ierras de Galicia , al la edad de 85 años . Julián García Blanco (1894-1979) mantuvo siempre vivo el recuerdo emocionado de su amigo y tan temprano alumno. (8) Luis Alberdi Elola . «Monografías burgalesas: el Orfeón Burgalés)). Serie dominical publicada en «Diario de Burgos)), septiembre-diciembre de 1969. (9) José María Beobide (1882-1967), otro de los grandes deconocidos, nace en la villa guipuzcoana de Zumaya, donde recibe las primeras lecciones, que le llevan al Conservatorio de Madrid . En 1901 marcha a Qu ito como profesor del Conservatorio de Música y del colegio de los jesuitas en aquella capital. Vuelto a España, es nombrado profesor del Real Colegio de Alfonso XII , en El Escorial. Reside luego en Burgos; organista de la iglesia de la Merced, también de los jesuitas, inicia a Antonio José, como queda dicho, en el campo de la composición . En 1930, mediante oposición y con el número uno y la calificación nemine discrepante, obtiene la cátedra de Música de la Escuela Normal de Magisterio de la ciudad de Pamplona . En 1932 ingresa en la Academia de Bellas Artes de San
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Antonio José infunde confianza, genera veneración en los orfeonistas.
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Antonio José toma posesión el 15 de mayo de aquel año . Pero ya el 1 de abril, a la vuelta de un frustrado concierto en Bilbao, se presenta en Burgos dando lectura a unas cuartillas improvisadas que más que un simple saludo encierran casi un programa de trabajo. Es una necesaria obligación nuestra -dirá entonces - el conseguir que nuestra canción popular sea conocida en España . ¿No sienten ustedes un poquito de envidia cuando los vascos, los gallegos, los catalanes, los valencianos, los andaluces cantan su música, y la elogian por encima de todas las demás? ¿Qué hacemos nosotros cuando nos niegan la existencia indiscutible de nuestros hermosos cantos? Hasta hemos dudado de nuestro espíritu lírico, y cuando nos han dicho que Castilla no canta por no tener qué, nada hemos hechos para demostrar lo contrario . Castilla nunca fue muda, como ninguna región lo es. .Castilla tiene su música característica y propia . Las canciones populares burgalesas no deben nada a nadie, y si alguno discute a ustedes esta verdad, afirmen rotundamente que de estas cosas no entiende una palabra. Quiere además que se pruebe en la práctica . Para lograrlo no hay secreto alguno . Sólo es cuestión de voluntad, trabajo, entusiasmo y fe. A cambio de la honra que le otorga la ciudad, ofrece: Cuando regrese a Burgos para no volver
a salir de él, prometo: enseñar música a todos los orfeonistas, siquiera para que comprendan perfectamente sus papeles y no les olviden nunca; hablar de historia y estética de la música, para que gocen mejor de sus bellezas; hablar de la vida y la obra de los grandes maestros. Y por medio de conciertos íntimos, aquí mismo, para nosotros solos, trataré de presentarles algunas de las obras más espléndidas de todos los tiempos y de todos los países. Su presencia y sus palabras fueron acogidas con vivas y aplausos (10). Algunas semanas más tarde escribe a algún amigo: Me admiré del entusiasmo de todos por el Orfeón Burgalés (....) Me recibieron como al Mesías. Les hablé para
saludarles y comunicarles mis proyectos. Y me aclamaron y me dieron vivas como a los arzobispos en los pueblos.
Tras finalizar el contrato que le retenía en El Palo, Antonio José se vuelca en su nueva labor. Su enorme personalidad gana la confianza de todos. Sus dotes son un prodigio. Sus rasgos adolescentes, gafas redondas , amplio lazo, perfil bondadoso - que tanto recuerdan a Rodríguez Santerbás la figura de Gustav Fernando. Desde 1940 figura como colaborador del Instituto Diego de Velázquez, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas; u n año más tarde es elegido para la Institución Príncipe de Viana de la capital navarra. En 1948 es nombrado académico correspondiente de la Institución Fernán Gonzá· lez, de Burgos. En 1957, al crearse en Pamplona el Conservatorio de Música Pablo Sarasate, José María Beobide es designado subdirector, al tiempo que ocupa la dirección otro ilustre compositor injustamente olvidado, Fernando Remacha . Sus obras, particularmente las de órgano, han sido recogidas en diversas antologías de Europa y, sobre todo, Estados Unidos. Editadas por la E.C. Schirmer bostoniana, sus partituras han sido interpretadas en los Organ Recitals de Vale, Stanford y Greensboro College, yen la Annual Convention de la Indiana Music Teacher's Association y en el Carnegie Institute. (10) «Diario de Burgos». 2 de abril de 1929, pág . 1.
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Un alto en el camino. Antonio José y Justo del río en el «Singer» de este último.
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Mahler - generan pronta la veneración . Es un auténtico fervor del que él mismo se contagia. Más de una vez, comenta Angel Manuel Ruera , probablemente el más joven de sus discípulos y gran nostálgico de su figura , le vimos abandonar la batuta, cruzar los brazos y escuchar emocionado nuestros ensayos. Y ante los nervios de la víspera de cualquier concierto, siempre tenía un mañana, con la luz y el colorete, todo saldrá mejor.. . Edad de oro del Orfeón Burgalés, transciende los límites de una simple coral. Teoría e historia de la música, investigación y comunicación del folklore vernácu lo, con ello Antonio José recupera una función olvidada : la del estudio y la difusión de una de las riquezas del pueblo, sus propias canciones, una de las formas elementales y más auténticas de expresión del ser y el sentir colectivos . Es la conexión con el substrato telúrico-folklórico, tan necesaria por otra parte en la recomposición total de eso que hoy llamamos señas de identidad de una tierra y de sus gentes. Desde esa primavera de 1929, Antonio José - simplificación de aquel Antonio J . Martínez Palacios con que firmara hasta 1924- se convierte en una enseña . Según Alberdi Elola , la nueva masa coral quedó entonces integrada por 146 miembros . Organizada en cuerdas, se componía de 18 tenores primeros, 28 tenores segundos, 38 barítonos, 26 bajos, 18 t iples primeras y 18 tiples segundas . y el maestro Anton io José. Se abre así un período de máxima actividad , únicamente interrumpido por la guerra civil. Fiestas de Castilla, homenajes a la canción burgalesa se intercalan a menudo con misiones musicales por la provincia (Aranda de Duero, Belorado , Covarrubias, Medina de Pomar, M iranda de Ebro, Pradoluengo , Qu intanar de la Sierra , Salas de los Infantes, Santo Domingo de Silos) , por otras tierras de la Meseta (Palencia, Soria, Valladolid) e incluso fuera de ella (la M ontañ a, el País Vasco, la Rioja) . Ya en el verano de aquel año , Antonio José se sorprende de la lluvia de solicitudes para escuchar al Orfeón, y comentará : Tengo casi seguridad en que este Orfeón ha de ser una cosa seria. Ha comenzado a enseñar a todos solfeo y ya interpretan a cuatro y seis voces pequeñas lecciones improvisadas que les escribe en la pizarra pautada . Día a día acrecienta el repertorio. La fuente no es otra que la impenitente labor de A ntonio J osé, el cual , en compañía a veces de su am igo Justo del Río - orfeonista entonces y aún hoy perserverante en los temas folklóricos burgaleses -, recorre la provincia anotando cientos y cientos de coplas , tonadas y cancioncillas , acá de unas mozas, allá de un pastor, o esa otra del albañil impertinente que , al otro lado de la calle, causa disturbios en su trabajo . Al tiempo que confraterniza con su pueblo, como tanto le gustaba . Provisto de un gran rigor científi co , elabora con todo ese material la «Colección de cantos populares burgaleses», con la que en 1932 obtendrá el Premio Nacio39
nal de Música . Junto a la obra del presbítero Federico Olmeda (11), este nuevo Cancionero burgalés - eje de la segunda parte de nuestro trabajo - constituye un magnífico monumento que, sin duda alguna, convierte a la provincia de Burgos en una de las de mayor riqueza conocida en canción popular. Y sin embargo, lo más conocido de su amplia producción es el «Himno a Castilla». Concebido para la presentación oficial de la masa coral con motivo de las Fiestas de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio de 1929, es una obra para coro a seis voces mixtas y, como su mismo autor indica, tiene el empaque y la consistencia de todo canto que puede ser interpretado sin acompañamiento instrumental alguno . Se estrenó, pues, el día de la fiesta mayor de la ciudad, dentro de una serie de tres conciertos del Orfeón junto a composiciones de Beobide, Guridi y Grieg, la canción burgalesa «Yo sé cantar y bailar», también citada por Olmeda, y alguna otra (12), A pesar de ser una de sus creaciones más queridas, el «Himno a Castilla» no llegó a satisfacerle plenamente, a lo que parece, en lo referente a las dos posibles letras con que sucesivamente le dotó . En alguna parte su autor insiste en la necesidad de procurarle un texto mejor . Propósito que, como sabemos, no consiguió realizar. Por eso mismo, esta obra grandiosa en su concepción puede aparecer hoy para algunos con un carácter desfasado y démodé en lo que afecta a las variantes heredadas para el canto popular. Sabemos también que Antonio José pensó remodelarlo para su presentación, en 1931 , a un concurso del que debiera salir el himno nacional de la joven República. Lo concibe como un himno puro, actual, brioso, solemne, de digna rudeza también y noble empaque. Como su tierra castellana. El concurso tuvo un desenlace muy poco feliz . El propio Antonio José, que a lo que parece siguió de cerca sus avatares y alternativas, se quejó alguna vez de ello. Está inspirado en un arrogante tema de nuestros clarines municipales, por lo tanto con raíces castellanas (... ) -escribe por aquel entonces-. Es corto, de unos treinta y tantos compases que se repiten . De tal modo escrito que no pierde vigor ni aunque se cante unisonalmente sin acompañamiento (dato importantísimo). Es solemne y noble, sin silencios intercalados (también importante), sencillo y natural en sus giros me(11 ) Federico Olmeda . « Folklore de Castilla o Cancionero popular de Burgos». Obra premiada en los Juegos Florales de 1902. Publicaciones de la Diputación Provincial. Burgos. 1902. Reeditada en 1975. De este modo. los Cancioneros de Olmeda y Antonio José destruyen definitivamente la equivocada idea que mantenian algunos por entonces sobre la ausencia de esta clase de tradiciones en tierras castellanas. La posterior labor de recuperación de canciones y danzas burgalesas de la mano. entre otros. de Domingo Amoreti. Angel Juan Quesada, Jacinto Sarmiento o el mencionado Justo del Rio bebe en estas dos maravillosas fuentes . (12) Con acompañamiento de la Banda del Regimiento Lealtad, interpretó también «Burgos» (música de Rafael Calleja y letra de Mariano Zurita) . obra seleccionada en un concurso promovido en 1926 para la celebración de una Fiesta del Arbol. Más tarde se convertirá en el himno oficial de la ciudad . .
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Un recuerdo clásico. Antonio José rodeado del Orfeón Burgalés.
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lódicos. En fin, puede cantarse en cualquier momento sin ayuda instrumental, con voces ásperas y de tesitura corriente, y creo (... ) que tiene ese difícil «quid» que han de tener esta clase de composiciones para ser lo que han de ser.
Frecuentemente, el Orfeón acude al Teatro Principal presentando obras esperadas con interés y emoción por un público siempre abundante en esta clase de convocatorias. Antonio José ofrece así un muestrario sumamente completo de su trabajo . Tan grande es el esfuerzo que el maestro se queja en ocasiones de lo absorbente de aquellos meses, sin tiempo apenas para otras ocupaciones. El 10 de octubre de 1932, Niceto Alcalá Zamora visita Burgos, y el Orfeón interviene en una función de gala que el Ayuntamiento de la ciudad ofrece en honor del Presidente de la República española. Aquel mismo año, cuando recibe el Premio Nacional de Música , una nueva obra suya para coro es publicada en París por Max Exchig: «Tres Cantigas de Alfonso X», en versión del prestigioso hispanista Henri Collet. De este modo, no cumplidos aún los treinta años, Antonio José es ya un autor celebrado en Europa. Por otro lado, algunas Universidades norteamericanas se interesan por sus obras, que son objeto de seminarios y conferencias. No es raro encontrar su firma en publicaciones culturales de cualquier latitud, o ver cómo se le dedican reportajes destacando su esfuerzo artístico y su trayectoria ejemplar. Así, leemos en una revista de la época: El maestro Antonio José ha creado en Burgos un orfeón. Ha realizado esta obra lenta, persistente, continuada, pacienzuda, de educación musical y de disciplina social que un orfeón representa. Y el éxito ha coronado sus esfuerzos. El Orfeón Burgalés es una institución perfectamente lograda, uno de los más legítimos orgullos de una tierra donde los hombres, abrumados por el peso de la gloria conquistada por sus antepasados, estaban demasiado tiempo acogidos a una lamentable renunciación (... ). Esa es una labor reservada a los jóvenes. Y Antonio José es uno de los pocos que se han dado cuenta de la responsabilidad de su misión en esta hora. Que otros, cada uno en la esfera de sus acti vidades, realicen una obra que pueda igualarse a la que el maestro Antonio José puede mostrar con ufanía, y Castilla dejará de ser solamente tema de poemas de exaltaciones pretéritas para ocupar en el movimiento de regeneración nacional el puesto a que tiene derecho (13). Se elogian su trayectoria y las aproximadamente 150 obras que lleva escritas, algunas de las cuales están publicadas en París, Nueva York o Lisboa, además de Madrid y Barcelona, y a las que la crítica menciona cada día con mayor insistencia.Obras que ya figuran en los repertorios de la Orquesta Sinfónica de Fernández Arbós, la Orquesta Clásica de Madrid y la Sinfónica de Bilbao, o de Angeles Otein, Arthur Rubinstein y el Cuarteto Aguilar, ejecutadas y radiadas (13) Andrés Hurtado . «B Orfeón Burgalés y la figura eminente de su director. el maestro Antonio José». «Crónica)). 22 de junio de 1932.
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En su habitación de estudio, en el número 17 de las Casas de la Prensa.
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por todas partes. Y se elogia también a ese Orfeón resucitado en 1929 que ofrece un conjunto de hombres y mujeres, algunos de los cuales han ampliado estudios musicales, y unos cuantos tocan el piano; la amplitud de su repertorio, con más de sesenta títulos, en el que caben bellísimas canciones populares junto a creaciones de Bach , Mozart, Beethoven, Wagner, Borodin, Tschaikovsky, Ravel y tantos otros. Desde su vuelta a Burgos, Antonio José ocupa y comparte con su familia una espaciosa vivienda en el número 17 de las Casas de la Prensa (actual calle de Juan Albarellos), grupo de chalets construido en cooperativa por los periódistas locales en el barrio de los Vadillos, entre los que figura su hermano Ju lio. En ella organiza su trabajo, cada vez más variado . Así , por ejemplo, a mediados en 1934, meses después de la muerte de su padre, encabeza una fiesta en honor de Francisco de Salinas y Antonio de Cabezón, músicos burgaleses del siglo XVI . Ciegos los dos, el segundo es llamado el Bach español, siendo el autor de variaciones o diferencias más antiguo que conocemos. Antonio José muestra entonces sus conocimientos de gran estudioso y destaca la importancia de Francisco de Salinas como primer folklorista español y aun del mundo, al tiempo que se recrea con la calidad de las aportaciones de Antonio de Cabezón . Fue una gran noche espiritual, manifestará luego . El 11 de noviembre de aquel mismo año, en el Teatro Monumental de Madrid, dirige personalmente el estreno de «Preludio y danza popular», dos fragmentos correspondientes a su ópera «El mozo de mulas». Se trata de la versión orquestal definitiva, a cargo de la Sinfónica del maestro Enrique Fernández Arbós. Volvió a acompañarle el éxito y el elogio de la crítica. Joaquín Turina, sumamente complacido , desea que Madrid pueda conocer más obras de autores residentes en provincias, pues las orquestas no incluyen en sus programas otras obras que las de compositores residentes en la Villa del Oso y el Madroño. Adol fo Salazar, el mejor de los críticos musicales españoles en lo que va de siglo, califica por su parte: Agradable música, llana y eficaz, como corresponde a su designio escénico, terreno en el que no se suele escribir mejor ni con más conciencia que como lo ha hecho Antonio José. En sentido parecido, en fin, se pronuncian Rodolfo Halffter, Pittaluga, Ruiz de la Serna y Jacopetti . Tras un breve viaje a Toledo y una cena con Sáinz de la Maza y Miguel Pérez Ferrero, Antonio José regresa a Burgos . Contento y con nuevas energías para continuar su trabajo. Viene dispuesto a adelantar en la orquestación de «El mozo de mulas». El horizonte que se le ofrece le convierte ya en una figura solicitada que algunos se duelen de tener que ver en su retiro castellano , que le resta posibilidades para participar más activamente en la vida cultural y obtener de este modo mayores satisfacciones y beneficios. El mismo Antonio José ha sido sensible en ocasiones a esta situación . Es44
Uno de los últimos retratos del maestro burgalés.
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pecialmente en los momentos de c r i s i s . Porque hay que recordar que aquellas ilusiones con que acoge en 1929 la empresa del Orfeón Burgalés han atravesado por fases delicadas, que han ido resquebrajando paulatinamente su esperanza . En la primavera de 1935, a punto casi de culminar la tragedia que supone la muerte en muy poco tiempo de su madre y de una tía sentimentalmente muy allegada, escribe a Subirá : Los únicos afectos que me quedan los vaya perder (...) . Añada a esto mis escasas posibilidades económicas. Con unas 6.000 pesetas anuales, ¿qué puedo hacer? Ni viajar, ni comprar libros, ni descansar un mes en el verano. .. iNi nada! Progresivamente, nos consta , y sobre todo tras la desaparición de sus padres, va madurando, no sin vacilaciones, la idea de trasladarse a otros pagos, como hiciera en 1920. Parece también que ha venido recibiendo diversas invitaciones en ese sentido. La última ha debido de ser en la primavera de 1936, tras su participación en el Congreso de Musicologia de Barcelona . En efecto, a principios de 1936 Recibe una muy amable carta de Higini Anglés en la que le invita a tomar parte en el III Congreso de la Sociedad Internacional de Musicología, a celebrar en Barcelona coincidiendo con el quinto aniversario de la República . Pese a los desasosiegos familiares - tengo a mi madre desesperadamente grave, comentará en el mes de enero-, ha decidido participar utilizando para su intervención parte del estudio sobre la canción popular que realizara como prólogo a su « Colección de cantos populares burgaleses». No sólo tiene que rescatar el original , medio extraviado, medio secuestrado en Madrid; también tiene que enfrentarse con el grave problema de su falta de recursos económicos para acudir a Barcelona, cuestión que finalmen te supera gracias a una subvención del Ayuntamiento y la Diputación Provincial. Pau Casals, Conrado del Campo, Higini Anglés , Oscar Esplá, Nemesio ataño, José Subirá, Manuel de Falla , Francesc Pujol , Jordi Rubió, Joaquín Tu rina, Robert Gerhard, Macario Santiago Kastner, Curt Sachs, Khup Jeppesen , Fernando Liuzzi , Marius Schneider, Heinrich Besseler, Alfred Einstein , Ernst Krenek, etc., son algunas de las grandes figuras que acuden a un Congreso que tiene como presidente de su comité de honor al de la Generalitat, L1uís Companys. El 23 de abril, en el Institut d'Estudis Catalans, Antonio José da lectura a su ponencia (14). Tras explicar la difícil tarea que supone recoger canciones populares, mayor cuando se trata de la tierra de uno mismo, donde propios y extraños se empeñan en negar con frecuencia la existencia misma de un genuino cancionero, se propone controvertir, sin pasiones ni prejuicios, la falsa sequedad lírica que se atribuye a Castilla. ¿Cómo será posible que no cantara -subraya- un pueblo que dio al mundo esplendorosos genios de la talla (14) «La canción popular burgalesa», Que así se titula su ponencia , y una «Introducción» a la misma , leída el 24 de junio siguiente en el burgalés Teatro Principal, las encontrarán nuestros lectores en la segunda parte.
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colosal de aquellos divinos ciegos Francisco de Salinas y Antonio de Cabezón? Es la suya una intervención brillante en la que analiza a conciencia bellas y depuradas melodías que ilustran sus propias palabras y demuestran una realidad no por desconocida hasta entonces menos evidente . A juicio de muchos, aquella legítima obsesión del maestro burgalés contagió a todos convirtiéndole en la atracción del Congreso. La prensa del momento, al hacer el comentario de las jornadas, dedicó elogiosos calificativos a Antonio José destacando la presencia de Castilla de la mano de este hombre de treinta y tres años, ese raro genio de la música, como habría de sentenciar luego el eminente compositor judío Albert Hemsi.
En las semanas que siguen se vuelca en la terminación de su ópera «El mozo de mulas», gran proyecto de 1927 que quiere ver concluido de una vez. Poco a poco ha ido viendo la luz en la reducción de algunas de sus partes, como e.1 estreno de una danza del segundo acto en un concierto íntimo, también en 1927, en el Coliseo Castilla de su ciudad natal, o la orquestación de otras, como en el ya citado triunfo del Monumental de Madrid en 1934. En el año 1930 había presentado, esta vez sin éxito, una reducción para canto y piano al concurso del Infantado. Cercano ya el verano de 1936, tiene casi terminada la obra. Formulada en tres actos, se basa en un famoso episodio de «El Quijote» (15). No obstante, la muerte va a impedirle la orquestación total. La reducción para piano y voz (201 páginas de música) está completa . Los actos primero y ter-el tercero desde 1930-, mientras cero se encuentran asimismo orquestados que el segundo quedará sin encuadernar, faltándole, tal como hoy le conocemos, exactamente 20 páginas del manuscrito (de la 41 a la 61). Sin duda Antonio José llegó a orquestarlas, aunque desgraciadamente se han perdido. Aparte, aproximadamente la mitad de dicho acto quedó sin orquestar. Lo que supone, en fin, algo menos de la cuarta parte de la ópera completa . Es decir, «El mozo de mulas» es una obra a la que el músico castellano dedicó sus más inteligentes y afanosos esfuerzos. Durante cerca de' diez años, más o menos, logró aportar nuevos y sustanciales elementos. Finalmente, su muerte en los primeros meses de la guerra civil impidió culminar su precioso trabajo. E impidió, por supuesto, que se conociera, lo que le hubiera encumbrado definitivamente a los !reinta y tres años como primerísima figura de la música contemporánea. Dicen algunos que Rubinstein, al conocer su trágica muerte, lamentaba la pérdida de un nuevo Falla. (15) Miguel de Cervantes Saavedra. «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha», Primera parte, Capítulo XLIII: «Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas con otros extraños acaecimientos en la venta sucedidos», y siguientes. El libreto, que toma como base ese episodio, es obra conjunta del poeta y abogado lope Mateo y Manuel F. Fernández Núñez, redactor de la época fundacional de la prestigiosa revista «Ritmo»,
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v La muerte del maestro burgalés nos reduce a la reflexión inicial : la del impacto que ha resonado durante tantos años en quienes le conocieron y celebraron y que, sin embargo, ha sumido al hombre y a su magnífica obra en el más ominoso de los silencios. Por ello mismo cabría dirigir una mirada atenta a sus inclinaciones, vinculaciones o compromisos políticos, sociales y culturales , a su concepción del mundo . Y, en definitiva , a las simpatías y antipatías que su presencia levantaba en la vieja ciudad castellana . En nuestra infancia de posguerra, en conversaciones y confidencias familiares, tuvimos las primeras noticias de Antonio José, casi todas relativas a su trágico final. Confieso sinceramente que de política no entiendo una palabra, escribe en los días en que se hace cargo del Orfeón . Y también . Estoy desorientado entre tanto proyecto, tanto sistema y tanto partido; y a fuerza de desengaños en la realidad vivida y palpable, he llegado a desconfiar de todo lo que huele a política. Sin embargo, no puede sernas indiferente, a los jóvenes, la organización del Estado y el gobierno de los pueblos, a pesar del descontento que sentimos ante este estilo de vida política (16). En la tarde del 15 de abril de 1931 se proclama en Burgos la República. Antonio José manifiesta entonces su deseo de arrojar un gran piano desde el tejado de la casa más alta para, con su magnífico estruendo, celebrar el nacimiento del nuevo régimen . Semanas después participa en la fundación del Centro de Estudios Castellanos, entidad que surgía en la ciudad emulando las ya existentes en otras regiones y que pretendía activar los recursos materiales y humanos de la tierra . Como tantos otros proyectos, tuvo una vida efímera. Estoy encariñadísimo con España y su República, dirá más tárde , cuando presenta al concurso nacional su «Himno a Castilla». En alguna de sus cartas leemos el siguiente lema : Salud y República. O lo que es igual, «bonhomie et euphorie». Síntesis de su concepción del mundo , le hace soñar con un sistema en el que .el gobierno de hombres y cosas se base en la tolerancia y el contento de todos, sin manejos ni complicaciones . Es la suya una visión humanista y bondadosa, felizmente utópica e idealista, admirable y optimista . Para él, la razón omnipotente y libre de cada individuo sólo puede dirigir su acción en pos de un orden justo. Hombre culto y preocupado por las desigualdades de su tiempo, Antonio José encarna de algún modo al liberal progresista de la mejor tradición democrática europea que aspira a modelos superiores de sociedad . Me interesan de veras las cuestiones sociales y deseo vehe(16) A manera de epílogo glosamos en esta primera parte un manuscrito de Anton io José, redactado en 1929, con temas como la vida , la polít ica , la patria , el amor, la ética, el trabajo , etc ., para mejor comprender su visión del mundo.
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En la playa santanderina del Sardinero, en compañía de su madre.
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mentemente trabajar por la mejora de la comunidad humana, escribe también en 1929. Pero nunca fue militante de ninguna organizaclon política . También en esto supo imprimir su independencia y peculiar talante . Lo que, por otro la'do, no le impidió fundir sus esperanzas con las de los débiles y oprimidos y mostrar, allí por donde pasó, una activa sol idaridad frente a la injusticia , la mediocridad y el estrangulamiento de la verdad . Semejante vocación , sus éxitos y su juventud produjeron el recelo y el encono en unos, y el cariño y la veneración en otros. Cariño y veneración que, desde luego, no fueron exclusivos de las gentes sencillas - aunque, por supuesto, el trágico final vinculó aún más su figura a las clases populares, a la izquierda perdedora de la contienda civil -, sino que hallaron también acomodo en sectores conservadores, de tan fuerte predicamento en la ciudad . Posiblemente por ello, su muerte, tras la conmoción que supu so al conocerse, generó hasta nuestros días alguna dosis de mala conciencia en ciertos grupos de la sociedad burgalesa . Al cariño y el aplauso correspondió Antonio José cultivando, en fin, una exquisita amistad, típica en el hombre bueno . Colaboró en diversas publicaciones de la época , como «Trabajo» órgano socialista-ugetista , y «Burgos Gráfico», revista independiente progresista de la que será gran animador. Buen escritor y mejor charlista, acude a los ateneos popu lares a dar la batalla de las ideas. De esta forma contribuye a adelantar ese bello y depurado ideal de superación que cree poder hallar en un socialismo bien entendido y bien dirigido. . Sus viajes o los encargos que deposita en los amigos le mantienen en contacto con los círculos culturales del país, particularmente los de Madrid. Un tra bajo costoso , necesario y aún no realizado , es el de reconstruir la trama que seguramente le unió con aquella vanguardia intelectual que venimos a situar .entre 1920 y 1936. Por otra parte, el hecho de que el año 1927 constituya en gran medida , también para él, el tiempo-eje de su obra , nos mueve a incluirlo sin reservas en la tópica generación musical que tantos frutos ofreciera. Su trayectoria , su deseo de renovación y su proximidad al conjunto de preocupaciones hacen de Antonio José un miembro más de aquel movimiento. El retiro castellano que algunos llegaron a criticarle le restó sin duda oportunidades y popu laridad, y así su tímida figura aparece poco en los archivos de aquellas monu mentales fotografías de grupo, más frecuentes entonces que en nuestros días, en las que, con el pretexto de un homenaje, una fiesta cívico-cultural o cualquier otro evento, se reunían cada tres por cuatro decenas de artistas, poetas y escritores cuyos rostros reconocemos fácilmente hoy. Es notorio que casi ninguna historia de la música ofrece una mínima referencia siquiera a su existencia. Y es que, en realidad, aquella generación musi50
cal, salvo dos o tres figuras, ha salido en su conjunto igualmente malparada. Ciertamente apenas ha sido luego recogida por las corrientes actuales, encontrándonos así ante un perfecto divorcio, ante una plena ruptura entre ambos movimientos incluso sin haberse llegado nunca a conocer. Tal es la paradoja y así de cruda es la realidad y la suerte corrida por aquellos hombres como consecuencia de la guerra civil. Porque hacia la mitad de los años veinte, una joven promocion musical se dispone a recoger el relevo de las anteriores . Su línea se basaba en la continuidad de los logros del gran Falla, asimilando a la vez las principales corrientes triunfantes entonces en Europa. Si la generación anterior, la del nacionalismo musical, aparecía culturalmente afín a los escritores de la llamada generación de 1898 y los ismos pictóricos de su tiempo, la nueva - la del maestro burgalésva a sentirse vinculada a las inclinaciones de la generación literaria de 1927. Modernamente, y como consecuencia de ello, este grupo musical ha recibido el nombre de generación de 1927, aunque también ha sido reconocido con otros, como el de generación de la República, si bien en todo caso su aparición y algunas de sus obras fundamentales son, desde luego, anteriores al gran suceso histórico. El grupo no pudo llevar a cabo totalmente su proyecto de renovación: la guerra civil malogró a unos -y Antonio José no fue el único que pereció en ella-, dispersó y condenó al exilio a otros, y en cualquier caso , hoy es el día en que aún no ha sido posible recuperar para la cultura el formidable esfuerzo de aquellos hombres, vanguardia por tantas razones (17). Tomás Marco corrobora esa ruptura brutal en orden a las directrices musicales y artísticas en general , aumentada luego por los efectos del exilio, la segunda guerra mundial y el aislamiento del régimen del general Franco. Todo esto tiene por consecuencia, dice Marco, el barrer materialmente todos los intentos (17) Veamos algunos casos de esta frustración . Ernesto Halffter (Madrid . 1905). vivió largos años en Portugal. Rodolfo Halffter (Madrid. 1900). marchó a Méjico. donde fue profesor del Conservatorio y académico de Bellas Artes . Julián Bautista (Madrid . 1901 - Buenos Aires . 1961), se instaló en Argentina en 1940. Salvador Bacarisse (Madrid . 1898 - París . 1963), se exilió a Francia al terminar la guerra civil. Jaime Pahissa (Barcelona , 1880-1969), se exilió a Argentina en 1937. Robert Gerhard (Valls, 1896 - Cambridge, 1970). en 1938 marchó a Francia y luego a Gran Bretaña. El úníco que ha logrado una posición internacional indiscutible, según manifiesta Tomás Marco. Fernando Remacha (Tudela, 1898), el caso más llamativo, posiblemente el autor mejor dotado de todo el grupo de 1927. La guerra civil destrozó su carrera . Durante muchos años ha vivido olvidado en su pueblo navarro natal, detrás del mostrador de una ferretería . Al cabo de los añ os ha vuelto a dar muestras de su extraordinario talento con su « Concierto para guitarra» y su «Jesucristo en la Cruz». Desde 1957, también como director del Conservatorio de Música de Pamplona . Recientemente, Ramón Barce finalizaba un artículo periodístico en torno a la figura de Robert Gerhard con las siguientes palabras: Como tantos otros músicos - Bacarisse, Pittaluga, Salazar, Antonio José, Casal Chapí, Bal y Gay, Martínez Torner, Salas Viú, Baltasar Samper, Julián Bautista y un largo y doloroso etcétera - , Gerhard ha sido una víctima más de una ruptura política que nunca debió producirse. (Ramón Barce. « Descubrir a Gerhard». «La Calle». N.º 32, 31 de octubre de 1978.)
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de continuidad de una línea a nivel europeo en nuestra música (... ). Autores como Rodolfo Halffter, Julián Bautista, Fernando Remacha, Roberto Gerhard.. . hacían una música que se iba desligando de lo que hasta entonces había sido línea subsiguiente a la gran revolución de Felipe Pedrell, Isaac Albéniz y Manuel de Falla, línea que, convertida en tópico y minimizada, volvería con fuerza inmediatamente después de la guerra en una serie mayoritaria de autores y que aún colea en los últimos estertores de una muerte natural inevitable (18). Para Antonio José y todos aquellos que vivían el último minuto de la actualidad musical en el mundo, Stravinsky, Bartok y la Escuela de Viena les resultaban totalmente familiares, como también las polémicas que sobre los gran des innovadores circulaban universalmente. La guerra, continúa Tomás Marco, pulverizó la labor de la generación de la República y dispersó a sus miembros a todos los vientos. A decir verdad, incluso acabó musicalmente con ellos. Sólo Gerhard se salvó de ello, a costa de abandonar su patria para siempre, y en menor medida Rodolfo Halffter y Julián Bautista. Dispersión que alcanzó incluso a Manuel de Falla, fallecido en 1946 en su exilio argentino, y a su continuador, Ernesto Halffter. Amigo de reuniones y festejos, Antonio José fue habitual de una muy famosa tertulia burgalesa, práctica tan común entre la pequeña burguesía, que tenía lugar en el desaparecido Café Candelas, situado en el paseo de El Espolón . Creada en 1932, es cita obligada la noche de los jueves para un grupo de intelectuales, profesionales y artistas. La Peña del Ciprés, que así se llamaba por referencia al existente en el monasterio de Santo Domingo de Silos, acoge la charla informal, no exenta de un cierto academicismo cuando toca, de unos asistentes fijos y menos fijos, algunos de los cuales habían participado también en la fundación del Centro de Estudios Castellanos. Allí se sentaron en torno a una misma mesa el albiñanista Gonzalo Díez de la Lastra, profesor del Instituto, y la muy conservadora María Cruz Ebro, junto al radical-socialista, luego diputado del Frente Popular, Moisés Barrio Duque - acta que igualmente consiguió el socialista Luis Labín, presidente del Ateneo Popular - , al impresor Sáiz y al funcionario de Correos Angel Arroyo, ejecutados ambos en las primeras semanas del levantamiento militar. Según el contertulio Próspero García Gallardo, en ocasiones habría acudido el también socialista José Prat, años más tar de subsecretario en el Gobierno del doctor Juan Negrín y vuelto hace poco tiempo de su exilio americano. Para muchos, no obstante, el personaje más notable y brillante es Eduardo de Ontañón. Fundador de la Peña del Ciprés, era propietario de una librería en El Espolón, colaborador de prestigiosas publicaciones marcadamente progresistas y amigo íntimo de Antonio José, con el que llevará en común algunos pro-
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Tomás Marco. « Música española de vanguardia». Guadarrama . Madrid. 1970.
En la Plaza de Castilla, en Burgos, con su perro «Bruco», en uno de sus habituales paseos.
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yectos artísticos (19). Contertulios son también Florentino Martínez Mata, ingeniero de montes, y José Luis Gutiérrez Martínez, arquitecto municipal, falangistas notorios en vísperas de la guerra, siendo el primero su jefe en la ciudad. Como no podía faltar, Antonio José compuso un himno festivo para la reunión. Por su parte, Palmero, profesor de Dibujo, llegó a preparar un lienzo semejante al que inmortalizara la tertulia del madrileño Café de Pamba . El propio Ramón Gómez de la Serna habría visitado alguna vez a estos animados cipreses, entre los que se cuenta igualmente el escultor Alonso y en cuya algazara no faltó nunca el humor y el desparpajo del orfebre Saturnino Calvo . Próspero García Gallardo, uno de los ya escasos supervivientes de aquella cita nocturna, recuerda que en cierta ocasión acudió Federico García Larca (20) . Conocemos anécdotas de la tertulia. Desde ella, por ejemplo, se organizaron audiciones musicales íntimas en los estudios de la naciente Radio Castilla . Sabemos que Antonio José se refugiaba en la Peña del Ciprés cuando alguna desgracia familiar o contratiempo profesional herían su sensibilidad . Pero al acercarse el verano de 1936, aquella convivencia dejó paso a preocupaciones mucho más graves. Como la pesadumbre y la protesta del maestro ante el recelo y la latente hostilidad hacia su persona que observa en ciertos medios tradicionales de su ciudad . Antonio José se quejó muchas veces de que el Orfeón Burgalés, aunque elogíado, jamás había contado con grandes ayudas; mucho menos otros proyectos del autor de la «Colección de cantos populares burgaleses». Se le nota desanimado, cansado del escaso interés que por las manifestaciones artísticas y de promoción cultural muestra la vida oficiosa y burguesa, impermeable como en pocos lugares al proceso de renovación republicano . Esto es atroz - escribía en mayo de 1935-. Me gustaría un ambiente mejor. Por lo menos más amplio de espíritu. Aquí no hay más que cretinos y cavernícolas y pobretes miserables. ¡Si pudiera yo vivir en Madrid... ! Estaría mejor y ganaría más. En honra y provecho. Pero... ¿y dónde me incrusto yo en Madrid? Pero ahora, en los últimos meses de su vida, madura la idea de trasladarse a Barcelona, movido por el éxito que acaban de obtener allí sus propuestas folkloristas. También la de viajar a diversos lugares para enriquecer sus conocimientos. A Roma, a Berlín, a Moscú, y conocer así cosas nuevas y siempre atractivas para él. Creo que me pondría nuevo para volver al trabajo con la energía que (19) Eduardo de Ontañón era hijo del creador del semanario satirico «El Papamoscas», que apa reció en la ciudad poco después de la Restauración borbónica y mantuvo su presencia hasta poco antes de la Dictadura de Primo de Rivera . (201 Véase igualmente la reciente obra de Próspero García Gallardo « Bajo el cielo de la gárgola». Burgos. 1978. En particular. su articulo « La sombra de un invitado poeta».
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siempre he tenido. Veremos si tengo suerte, confesaba en cierta ocasión a sus amigas Emilia y Concha Sidar. y si no, a hundirme un poco más en el hastío que ahora me está ahogando.
Seguramente recuerda las palabras de su amigo Adolfo Salazar cuando, años atrás, subraya la presencia en la Cabeza de Castilla del autor de la «Suite ingenua». ¿Quién hay hoy en su región -decía el eminente crítico y compositor que pueda superar en abundancia de conocimiento y en espontaneidad de ideas a este joven? Luego recriminaba que se ganase la vida entregado a deberes subalternos para su talento . Antonio José, por su parte, fue generoso y sacrificó muchas veces unas aspiraciones profesionales y económicas a cambio de otras compensaciones. Si no dinero, pensó alguna vez, su trabajo merecía cuando menos reconocimiento y apoyo de quienes estaban en mejor situación de hacerlo . También un ambiente de tolerancia y apertura intelectual. En el momento en que se convence de que todo eso es imposible, decide marchar. Me ahogo en esta ciudad, habría dicho también a las hermanas Sidar. Así pues, en 1936 encuentra ya vano el motivo que le trajo a Burgos siete años atrás. Ya no son suficientes el aplauso y el cariño de las gentes amigas. Desaparecidos sus padres, no encuentra razones importantes para seguir por más tiempo en semejante situación . Los más intolerantes, convencidos de que nunca sería de los suyos, terminaron en fin por rechazarlo. Hay un episodio famoso que contribuyó al enrarecimiento de estas relaciones. En 1935, Ontañón y el joven Pardo Casas fundan una revista mensual, «Burgos Gráfico», en torno a la cual un grupo de burgaleses intentaba paliar la penuria de ideas frescas y pensamiento libre . A pesar de su corta vida , jamás conoció la ciudad una publicación de aquella altura . En la empresa participó activamente el director del Orfeón, convirtiéndose muy pronto en uno de los más asiduos colaboradores. En sus páginas dará a conocer, entre otros, su famoso artículo «Coplas sefardíes», fruto de su relación con el compositor Albert Hemsi (21). El caso es que un párroco rural había sido protagonista de un condenable suceso de violación de unas niñas, que provocó el escándalo en Burgos y aun fuera de la provincia. Ahogado por medios influyentes de la ciudad, dio lugar a que circulasen en cambio mil y un rumores y versiones . Unicamente «Burgos Gráfico» se atrevió a la vista de que, incluso, aquel silencio había dado lugar a unas anónimas e insultantes coplilla. En un artículo mesurado, la revista pretendía poner las cosas en su sitio . Si un militar incurre en traición, decía, no por eso vamos a calificar a la noble institución de traidora. De (21) Antonio José. «Coplas sefardíes». «Burgos Gráfico». N.º 3. noviembre de 1935. Magnífica pieza que incluimos más adelante .
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Probablemente, ésta es la última fotografía de su vida. El mismo la fechó al dorso en julio de 1936, en los molinos de Báscones del Agua, cerca de Lerma.
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igual manera , cuando un párroco comete una vileza , que nadie se rompa las vestiduras si se hace pública , porque la Iglesia quedará a salvo dando a conocer el deli to y condena ndo al infame . Qu ienes deberian haber tomado en consideración tales reflexiones se sintieron escandalizados y recrudecieron su asedio a una publicación cuyo nacimiento habia sido contemplado con alarma . Algunos llegaron incluso a atribuir la paternidad de aquel artículo a Antonio José . En poco tiempo, desasistida de anunciantes y lectores, «Burgos Gráfico» terminó por desaparecer. La muerte de su tía Carmen, el 19 de febrero de 1936, y la de su madre, nueve días después, coinciden con la victoria del Frente Popular . Mis desgracias - dirá en aquellas fechas Antonio José - me han amargado la alegría de nuestro triunfo electoral. En otra ocasión, cuánto hubiese gozado y gritado. Tras acudir al Congreso de Barcelona , algunos le ofrecen un banquete de homenaje, el 17 de mayo, en el Restaurante Arriaga . Allí se lamentará de nuevo de la penosa situación por la que atraviesa su labor en Burgos (22) . Ni siquiera ya el más popular que se le tributa en el Teatro Principal, el 24 de junio, le apartan del proyecto de abandonar su tierra. Aquella alegría desbordante y contagiosa de la primavera de 1929 ha desaparecido. En un ambiente enrarecido, el 18 de julio tiene lugar todavía otro acto folklórico en el Teatro Principal. Organizado esta vez por la sociedad cultural Amigos de la Escuela , un coro de ochenta niñas de los colegios municipales, bajo la dirección de Angel Juan Quesada , interpreta obras de diversos autores. Entre ellas, dos del propio Antonio José . «Verde verderol», que recoge y en parte glosa una de las « Baladas de primavera» que Juan Ramón Jiménez escribiera en 1907 (23), y « La mañana», bellísima pieza con letra de Eduardo de antañón , que es por otro lado uno de los temas de «El mozo de mulas». Ambas pertenecen al grupo de canciones para niños concebidas en 1926. Fueron las últimas composiciones interpretadas en Burgos en vida de su autor.
VI Cuando el domingo 19 de julio se levanta la guarnición de Burgos alcanzando en pocas horas una de las victorias más cómodas de todo el movimiento militar, Antonio José se sintió muy preocupado por lo que estaba sucediendo. Algunos días más tarde ve cómo se detiene a su hermano Julio, ugetista, maestro de es(221 " Palabras en un homenaje". Con este título recogemos en páginas sigu ientes la intervención de Anton io José . (231 J uan Ramón J iménez. " Segunda antolojía poética". Casa Calpe. Madrid , 1922.
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cuela en Pradoluengo y durante algún tiempo redactor-jefe de «Diario de Burgos». Pero no por ello tomó especiales precauciones. Hubo amigos que le recomendaron que lo hiciera, a la vista de algunos comentarios que sobre su persona circulaban ya por la ciudad . Tampoco hizo caso a quienes le aconsejaban que intentase abandonarla, ahora que quizás se lo permitía una situación todavía confusa . De no vivirse entonces todas aquellas tribulaciones, nadie echaría en falta sus acostumbrados paseos por los parajes de los alrededores. Según otros, aún sigue convencido de que su admirada República no tardará mucho en hacerse de nuevo con las riendas de la situación (24). No obstante, el 28 de julio imparte la última de las lecciones particulares con las que, desde tiempo atrás, se ayudaba en su precaria economía. Movido entonces por una prisa extraña y aparentemente impropia del momento, se dedica a la orquestación del segundo acto de «El mozo de mulas»; muy probablemente también, en la de otra de sus grandes obras, «El molinero» (uno de los «Cinco coros castellanos» que publicara en Unión Musical Española el año 1933). Su estancia en Barcelona parece haberle dado nuevas energías para la labor artística, con nuevas reflexiones y planteamientos. Una partitura totalmente en blanco, aunque ya titulada en limpio, nos da cuenta de su deseo de acometer la orquestación de la «Marcha para soldados de plomo». Trágicamente, las obras importantes se le agolpan al final de su vida. Esta es, sin lugar a dudas, una de ellas. Se trata de un poema humorístico, escrito en principio para piano, en 1931, y dedicado a la colección de soldaditos de plomo de su amigo Eduardo de Ontañón. A fines de 1935 había decidido su orquestación haciendo de su creación un ballet. El propio Ontañón le había construido un escenario a fin de poder producir en él las imaginarias evoluciones de los bailarines. Las desgracias familiares y los preparativos de su viaje al Congreso de Musicología le habían apartado una temporada de su proyecto (25). (24) El paseo, la fotografía , la bibliografía , tal como dice en acertado juício Rodríguez Santerbás. complementan su vocación folklorista , elementos capitales de su talante de observador de la natura leza y de los hombres. Ya desde Málaga gustaba de los paseos, incluso en bicicleta, cosa que le en tusiasmó siempre . Amante del automóvil , vio cumplido su deseo de viajar en aeroplano, a mediados del mes de agosto de 1934. (25) Sin duda, Eduardo de antañón y Antonio José, como tantos otros en la época, se sentían atraidos por el éxito que años atrás habían obtenido en Europa , y particularmente en París, los mag níficos ballets rusos . Recuérdese que ya en 1919, Manuel de Falla habia estrenado «El sombrero de tres picos» con la compañia de ballets de Serguéi Diaghilev . Otro tanto habían venido haciendo Debussy, Stravinsky, Rimsky-Korsakov , Prokofiev, etc. El proyecto de ballet quedará para síempre como testigo de sus inclinaciones artísticas, conec tando con la idea de que coreografía y música pueden convertirse en vehiculo cultural con arraigo
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Según su discípulo Ortega Monedero, nos hallamos ante una obra que, de haber seguido con vida su autor, habría marcado un nuevo estilo en sus composiciones. Dotada de una concepción sumamente moderna, se puede observar en ella la influencia de Maurice Ravel, pero sobre todo la de Igor Stravinsky . Con ella, Antonio José abandona finalmente la línea posnacionalista seguida en la mayor parte de sus composiciones e inicia un ·nuevo y esperanzador camino . Dificil resulta vaticinar dónde hubiera llegado el maestro burgalés de no haber encontrado la muerte, o de haber tenido la oportunidad del exilio. A juzgar por esta obra, estimando también la trayectoria global de toda su producción musical, es fácil suponer que no habría seguido a la generación de Joaquín Rodrigo - bautizada por Tomás Marco como generación perdida - . Por el contrario , habría evolucionado hacia posiciones cada vez más vanguardistas, sirviendo además de guía para las generaciones más jóvenes de la posguerra. Hipótesis que proponemos no sólo en virtud de esa trayectoria, y particularmente la marcada en sus últimas obras, concebidas siempre en plena ju ventud, como la que nos ocupa, sino también teniendo muy en cuenta su alto aprecio por el arte moderno y la auténtica labor de creación . Actitud que puso de manifiesto muchas veces, como en aquel artículo publicado en 1927, cuan do dice : A nuestra sensibilidad actual es necesario sacudirla con distintos procedimientos que en tiempo de Monteverdi, por ejemplo, porque si siempre emplease el Arte los mismos procedimientos moriría por estancamiento (.. .) y desde que se notó el raro poder expresivo de la disonancia, viene predominando cada vez más ese recurso en la composición musical (26). Cierto día es llamado a declarar sobre algunos personajes locales, al tiempo que las nuevas autoridades le dan seguridades de que nadie le molestará . Sin embargo, el 6 de agosto es detenido en su domicilio por un grupo armado de falangistas . Sin trámite alguno, es conducido al penal próximo a la capital. Su detención , al conocerse, produjo un gran efecto. Tanto que se ha dicho siem pre que incluso hubo gestiones para evitar su ejecución entre los mismos partidarios del levantamiento (27). popular y de masas . Muchos de sus compañeros de generación cuentan en su producción con algu· na obra de estas características. (26 ) «Una de tantas opiniones: la mía». «Diario de Burgos», 25 de noviembre de 1927. Con él comentaba ampliamente otro de José N. Quesada , «Música... ratonera», del 17 del mismo mes. Al tiempo que manifestaba su posición ante el arte moderno, Antonio José hace una defensa de la buena música contemporánea, objeto de una polémica que cerró José N. Quesada , los días 7 y 9 de diciembre, con el artículo titulado «Dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César». El que suscribe Antonio José está fechado en Málaga . (27) Antonio Ruiz Vilaplana , el que fuera Secretario del Juzgado de Instrucción de Burgos desde 1935 hasta junio de 1937, momento en el que huyó de la zona nacionalista, describe el ambiente bélico burgalés en su obra « Doy fe. Un año de actuación en la España nacionalista». Epidauro Ediciones. Barcelona , 1977. Las primeras ediciones de este libro se realizaron en Barcelona y París el año 1937. El capitulo X es el dedicado a « La ejecución de Antonio José, el músico poeta». La obra con-
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Rubén Hermosa, palentino, diecisiete años, militante socialista, es capturado en su tierra en las primeras semanas de la guerra civil; su destino es el penal de Burgos. Allí, a la espera de una ejecución luego conmutada , conocerá los últimos días de Antonio José. Y cuando éste desaparezca, ocupará su jergón de paja y noches de sobrecogimiento. Casi nadie en aquella brigada sabía nada de los demás. Nos traían de muchos lugares. Pero muy pronto comencé yo a simpatizar con aquel hombre. Rubén Hermosa no es, desde luego, un intelectual; su trabajo, además, ha sido considerado siempre como marginal: barraquero de feria. En el poco tiempo que vivimos juntos, y sin que yo tuviera de él la menor noticia, prosigue, me demostró una humanidad excepcional. En el trato, en la comprensión, sobre todo en las esperanzas que deseaba infundir a todos.. . Probablemente, a él el primero. Informado al cabo de los años ha dicho más de una vez que quisiera conservarlo en su memoria como un mundo de armonía. El 11 de septiembre, Antonio José recibe, escrito en un trozo de papel amarillo, un amenazador anónimo (28). Ese mismo día, consternado y triste, se apresura a escribir a su buen amigo Matías Martínez-Burgos (29). La misiva decía textualmente. Viernes, 11 septiembre 1936 Sr. D . Matías Martínez-Burgos Distinguido señor y amigo: El asombro y la tristeza no sé si me dejarán escribir. Por si fuera poca la angustia de este injusto encierro a donde me trajeron hace 36 días sin saber quién, ni por qué, ni para qué, ahora mismo acabo de recibir esta venenosa carta que le incluyo y que apenas he terminado de leer. tiene errores diversos; particularmente el capítulo de referencia . Aunque ya advierte que conoció a Antonio José de una forma muy superficial , dado el escaso tiempo que llevaba en la ciudad cuando ocurren los trágicos sucesos de los que da fe. Por otra parte, los medios culturales de la zona republicana dedicaron atención a la figura del mú sico desaparecido. Así , el citado capítulo aparecía reproducido en el N.º 1 de la revista mensual « Música» (Barcelona , enero de 1938), editada por la Dirección General de Bellas Artes durante el primer semestre de aquel año . En dicho número. junto a «La ejecución de Antonio José, el músico poeta», se incluia también. por indicación expresa de José Subirá , una reseña t itulada « Algunas obras de Antonio José». (28) En el facsímil del anónimo que ofrecemos en estas mismas páginas comprobará el lector. junto con el pobretón estilo de su redacción , que de los conocidos personajes que cita este legionario de España, únicamente Pedro Muñoz Seca muere fusilado , en efecto , en 1936. Pero sólo dos años después desaparecerá Serafín Alvarez Quintero . Los restantes murieron una vez finalizada la guerra civil , y muy recientemente Ricardo Zamora, el famoso guardameta . (29) Por su interés testimoníal : incluimos tambien el facsímil. Es intención de la familia MartínezBurgos donar un día los originales del anónimo y la carta a los sobrinos del músico burgalés.
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Ahora me explico muchas cosas odiosas que he sufrido: Pero, casi loco de dolor me pregunto, ¿es posible que exista en Burgos un hombre bien nacido que sea capaz inventar y atribuirme tan tremendas calumnias como las que se han vertido en esta carta rezuman te de odio? ¿Es posible que mi vida consagrada exclusivamente al estudio y a la exaltación de Burgos merezca ahora este odio, este desprecio y este espantoso trato? Quiero que Vd., o su hijo Fernando, a quien tanto quiero, se enteren de quién ha sido el autor de esa carta vilísima y mentirosa. Pero que no se pierda. Quiero conservarla yo (si es que vivo) cuando salga de aquí, o que la guarde mi familia para prueba y ejemplo de hasta qué punto puede llegar una inimaginable infamia. Yo le ruego que esa carta amarilla como la envidia la lea el Sr. Alcalde de Burgos, y el Sr. Jefe de Falange (que creo es mi amigo Florentino Martínez Mata), y el director del «Diario de Burgos» y todas aquellas personas honradas que me conocen lo suficiente para avalar mi conducta de intachable ciudadanía y sepan y quieran desmentir tan indignos embustes. Jamás pude sospechar el horrible daño de una calumnia. Malo, muy malo es el autor de esa carta. Ni siquiera ha tenido el valor de firmarla con su nombre. Si es católico, como supongo, que tenga la seguridad de que Dios le ha de castigar con la más tremenda pena; a él, a quien le haya inspirado y a cuantos me atribuyan un sentimiento tan canalla como el escupido en esta carta que nunca ya olvidaré en lo que me queda de vida. Haga Vd. lo que le pido y contésteme con el consuelo de decirme que me cree un hombre honrado incapaz de lo que ahí se me atribuye, incapaz de un sentimiento innoble, incapaz de la más mínima alegría ante un dolor. No pierda un minuto y haga el uso que quiera de esta carta y de la otra, pero no me la pierda... Un abrazo a su hijo Fernando y a mi querido amigo Monteverde (¿cuándo podré abrazarlos de verdad?) y disponga de su acongojadísimo servidor y amigo Antonio José
Aquél anónimo entristece sus últimos días. Si hay algo que le preocupa en la carta que escribe a sus amigos es precisamente el daño moral de una calumnia que le atribuye sentimientos tan alejados de su sentido de la vida . El, que tan disgustado estaba, a raiz de sus recientes pérdidas familiares, porque Dios no haya hecho un mundo en que triunfe siempre la alegría sobre la miseria yel dolor .
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Matías Martínez-Burgos, gran erudito local, era persona influyente en las filas del carlismo y creia poder hacer valer sus relaciones en el Burgos insurgente. Ya antes de aquella carta había procurado interesarse por Antonio José ante el general Fidel Dávila, católico monárquico y hombre de confianza de Emilio Mola , con funciones de gobernador civil en aquellas fechas . Dávila llegó a asegurarle que, al menos mientras él estuviese allí, el músico burgalés no sería tocado . Pero ocurre que cuando surge el anónimo, ocupa aquel cargo el falangista Francisco Fermoso Blanco . Martínez-Burgos le hace una visita exponiéndole el caso. El nuevo gobernador civil le propone que ponga por escrito todas las alegaciones. Así lo hará, pero habrá de pasar el tiempo sin que nadie conteste a sus reclamaciones en favor de un hombre prestigiado en Europa - dice en el escrito - y que con su muerte podría lastimar los nobles ideales del glorioso movimiento. Petición de clemencia que el prominente carlista hacía no sólo por imperativo de justicia, sino por celo de nuestro Movimiento Nacional (...) Es menester que su muerte no la envuelva un misterio peligroso. Independientemente de la buena voluntad de sus amigos, su suerte se encuentra trágicamente atrapada - nivel de lo meramente cotidiano , tiempo corto de Fernand Braudel- por el fuego cruzado de las diversas fracciones del bando nacionalista, pues de todos es sabido, comenta Fernando Martínez-Burgos González, el enfrentamiento palpable aquellos días entre falangistas y carlistas. Al decir de algunos, en múltiples aspectos son semejantes los entornos inmediatos de Federico García Larca y Antonio José. A mayor abundamiento, el 12 de octubre, tan solo unas horas después de la ejecución de Antonio José, se produce un nuevo relevo en el Gobierno Civil. Es ahora Antonio Almagro y Méndez quien sustituye a aquel feroz falan gista vallisoletano, según palabras del hijo del erudito carlista . Tal sustitución , de haber continuado vivo el autor de «El mozo de mulas», habría supuesto siquiera sobre el papel - especulación arriesgada la nuestra - .una esperanza nueva para quienes hacían esfuerzos por salvarlo. Toda vez, cabe insistir en ello, que a partir de aquella fecha cesaron en buena medida aquellas indiscriminadas sacas de excepción, v el procedimiento impuesto, aunque sumarísimo, abría posibilidades nuevas. Quizás quienes deseaban la desaparición de Antonio José se apresuraron a actuar antes de que se implantasen aquellos cambios. Así paga esta tierra lo que he hecho yo por ella. Al menos en los primeros días de su encierro, Antonio José comenta que pronto tendrá que reconocerse la grave equivocación que se está cometiendo y que no tardará en salir en libertad . Poco a poco, sin embargo, se ha hecho con el sereno convencimiento —actitud estoica y mesurada siempre la suya— de que algo irreparable se ha fraguado contra él. A sus amigos les pide que no vayan a visitarle . Tampoco
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quiero de ningún modo que se haga ninguna gestión en mi favor, ni pro curan do mi libertad. No sé ordenar las cosas que quisiera decirte . Salud y abrazos... Tal es la forma en que se expresa en la última de sus cartas . Aquel libelo infamante le llevará incluso a desear poder salir de allí, huir de la España trágica y volver a París para obtener cuanto antes una nueva nacionalídad. Mariano Ortega Monedero y Fernando Martínez-Burgos González, sus jóvenes discípulos, transgredieron en ocasiones la prohibición que les hiciera Antonio José. Serán muy probablemente los últimos amigos en visitarle, como los últimos habían sido en contemplar su quehacer artístico a finales del mes de julio. Acudían al penal llevándole la esperanza y las noticias de la calle . De este modo conocería, por ejemplo, la triste suerte de García Larca, muerto en agosto. El hijo del intelectual tradicionalista cuenta por su parte que bajó a la cárcel a finales de septiembre. En aquella ocasión , Antonio José se mostró preocupado por el destino de los presos que cada mañana abandonaban el recinto. El atribulado muchacho sólo supo responderle con una media verdad : Dicen que los trasladan.. . Pero no vuelve a saberse nada de ellos. Recuerda a su maestro camino de la total certidumbre; pero sobre todo sumamente dolido por el grave daño causado a su integridad moral y a su alto concepto de la ciudadanía. El anónimo le lleva un tormento y una tristeza incalculablemente mayores que la idea de su cercana muerte (30). Fue la última visita que le hizo . A la hora de detectar al posible autor del anónimo, una serie de datos y testimonios nos acercaron enseguida a aquel emboscado legionario de España . Es decir, a un miembro o cuando menos simpatizante de la sección de choque del grupo fundado en 1930 por José María Albiñana , primer ensayo de fascismo español (31) . Se trataba de un personaje ciertamente intranscendente en la vida lo(30) La voluntad de Antonio José de que se localizara el origen del anónimo, causa de su tortura espiritual. fue cumplida en su momento por los receptores de su carta del 11 de septiembre . Por nuestro lado, a lo largo de la investigación . hemos procedido a ratificar las pesquisas de sus amigos. En las páginas que siguen encontrará el lector una descripción del individuo en cuestión . A los datos que aportamos hay que añadir aqui que dirigió una banda de música de albiñanistas durante la guerra. que fue autor de la música de algún himno de localidades de la provincia I que falleció algunos años después de finalizada la contienda . En cualquier caso. un elemento irrele lante en la sociedad burgalesa . Esa intranscendencia personal del titulado legionario de España, pero espeéialmente el espín :u de reconciliación y paz civil que nos anima, han aconsejado omitir su nombre . No diría nada a la gran mayoría de nuestros lectores. Lo cual , en fin, no obstruye por otra parte la comprensión de la verdad histórica de Antonio José. (31) El Partido Nacionalista Español, creación del doctor Albiñana en visperas de la Repúbl ica, contó con una avanzadilla o sección de choque cuyo objetivo declarado era la lucha activa contra
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Antonio José con su abrigo de cuero paseando junto al Teatro Principal, en Burgos.
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cal. Hombre tosco y bravucón, a lo que parece hacía sonar el contrabajo en alguna orquesta de la ciudad. Por lo que hemos podido saber, aborrecía profundamente a Antonio José. En ese sentimiento bullían pautas de diversa naturaleza. Claramente políticas unas, muy personales otras, estas últimas procedían en buena medida de un fracaso profesional del que hizo injustamente responsable al director del Orfeón. Se había convocado en cierta ocasión una oposición para cubrir una plaza de músico en el ámbito municipal. A ella se presentó este albiñanista, con más osadía que conocimientos . Formaba parte del tribunal nuestro joven compositor, el cual, llegado el turno del examinando, debió de estimar que no merecía pasar de simple aspirante a la plaza al observar la frágil consistencia de su preparación musical. Le convendría a usted repasar el «Eslava», fue su comentario ante el desolador panorama (32). Aquello , en un hombre que además doblaba la edad a quien se hiciera famoso por su rigor profesional, suscitó el rencor y le enemistó para siempre con Antonio José. Con frecuencia se le oía despotricar contra él, no faltando las acostumbradas alusiones a sus vínculos masónicos y marxistas. Pero, en realidad, muy pocos podían sentirse a salvo de sus improperios. Sobre todo, cualquiera que hubiera logrado algo digno en su profesión. Ni siquiera José Maria Beobide, nada sospechoso de querencias izquierdistas, quedó libre en su época de Burgos de las persecuciones' de aquel hombre insignificante y envidioso : Ese Beobide, ese vasco, espetaba al primero que la hacía caso, que se largue a Bilbao, que es donde tiene que estar, y que deje de molestarnos con el órgano. .. En los cafés de la ciudad sólo tenía dos temas : el cirujano de hierro frente al liberalismo de la República y el repaso a los musiquillos suficientes. Pertenecía a esa clase de individuos que descubren que su elemento es el activismo del miedo y el terror que desencadena toda guerra civil. Con él descarel judaísmo. la masonería. el marxismo y el separatismo. la Institución Libre de Enseñanza y la Universidad . Se denominó Legionarios de España: sus miembros fueron reclutados preferentemente entre las capas más conservadoras de la pequeña y mediana burguesia urbana y agraria, utilizando como atizador de las organizaciones sindicales afectas a las Casas del Pueblo los estratos proletaríos más atrasádos. En sus desfiles lucian camisa azul celeste y gorro militar. Si bien el grupo de Albiñana pasó a un muy discreto segundo plano a partir de 1934. en beneficio de falangistas y nacionalsindicalistas. se mantuvo con cierta incidencia en algunos lugares. compartiendo un espacio politico con otras organizaciones ultraderec.histas. Tal fue en buena medida el caso de Burgos. al amparo del acta de diputado que por esta provincia obtuvo su jefe indiscutible en las elecciones generales de 1933. y una propicia composición social de la sociedad burgalesa de la época . De cualquier forma . algunos. como Ruiz Vilaplana . exageran su papel en los acontecimientos del verano de 1936. en perjuicio de los falangistas. Tesis ésta con la que no podemos estar enteramente de acuerdo . (32) «Método completo de solfeo», original de Hilarión Eslava (1807-1878). Obra muy utilizada tradicionalmente en los estudios musicales. cuyo autor ejerció la docencia y fue compositor de óperas y obras religiosas . Maestro de la Real Capilla. fundó la prestigiosa «Gaceta Musical».
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gan sus frustraciones y proceden a liquidar sus contenciosos personales. Eligen sus víctimas . Para estos pequeños insurgentes, ese inesperado protagonismo les permite además disipar cualquier duda sobre su fidelidad al ideario triunfante. y la mejor prueba se la garantiza una víctima de alta sign ificación . Luego, destruidas las naves, se sienten devorados ellos mismos por el miedo y el terror que siembran a diario; miedo y terror ante una posible vuelta atrás de la situación, y miedo y terror a no poder probar suficientemente inquebrantables adhesiones, en particular cuando algunos no pueden ocultar actitudes ambiguas en su pasado inmediato . Semejante radiografía —aplicable sin duda a otros contextos— bien puede explicar la vocación de torturador de aquel individuo al enviar el anónimo que tanto acongojó a Antonio José. Pero tuvo poca participación, si es que tuvo alguna, en la tragedia final. No por falta de ansia de venganza, sino porque su grupo no gozaba entonces de los privilegios que estaban al alcance de otros. Martínez-Burgos, hijo, nos aclara: Los albiñanistas hicieron sus barbaridades, como si dijéramos, al margen de la ley. Pero otros tenían más bula ante las nuevas autoridades y lograban fácilmente una sanción favorable para sus listas de ejecución. Y concluye: La muerte del maestro estaba programada. Yo lo supe después por un falangista, íntimo amigo mío, que posteriormen te fue muerto combatiendo en el frente de Teruel. El domingo 11 de octubre de 1936, en la última lista de la jornada, queda incluido el nombre de Antonio José Martínez Palacios. Al oir que era citado , se peinó y se arregló la ropa . Se despidió de todos . Ya en el patio, un oficial de la cárcel cumplimenta la lista visada en el Gobierno Civil y que le tiende quien manda la milicia de turno. Este funcionario , Isaías Vergara , conocía y estimaba a Antonio José desde hacía tiempo . El mismo había realizado estudios ' de violín y, aun no destacando en tales menesteres, era ten ido por todos como un ejecutor digno, habiendo sido también profesor del hijo de Matias Martínez-Burgos. Persona sensible y de ancho corazón, relató más tarde aquellos momentos. Las actuaciones que venía contemplando en los últimos meses le contrariaban en sumo grado. Por eso, no pudo por menos que estremecerse cuando leyó en el oficio el nombre de su buen amigo. Este, sobreponiéndose al desasosiego y la incertidumbre, consiguió acercarse y preguntarle por aquella salida de la cárcel. Póngase usted, amigo mío, en lo peor, consiguió articular el oficial Vergara, mientras un miembro de la Compañía de Jesús, que ejercía la capellanía del penal, dirigía una piadosa plática a los alli reunidos . Habia también un muchacho, casi un niño, el cual, ciertamente asustado, casualidad o decisión propia, vino a colocarse al lado de Antonio José. Era uno de los aprendices del taller donde un dia se confeccionara «Burgos Gráfico». Fueron esposados juntos. Para remediar el rigor de las noches burgalesas, Antonio José y aquel muchacho llevaban sendos abrigos de cuero , prendas muy apreciadas en aquella época; el
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La soledad del montecillo de Estépar.
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jefe de la milicia falangista encargada de la expedición -labrador con algún jornalero a su servicio - convino con su gente mientras arrebataba aquellos abrigos: Este, para mí, señalando al que vestía el compositor; el otro, para mi criado ... (33) . Luego , por la carretera de Portugal, la comitiva se aleja en dirección a Estépar. A la altura del pequeño pueblo, tuerce a la derecha hacia un cercano montecillo de carrascas. El ensueño de que se han valido sus amigos para el recuerdo feliz del gran compositor castellano ha querido fijar la postrera instantánea de un Antonio Jose en el paisaje de Estépar gritando un ¡ Viva la Música! Realidad o mito, poco importa ahora. En todo caso, es la antinomia perfecta de aquel otro ¡Mueran los intelectuales! i Viva la muerte! que escuchase el paraninfo de la Un iversidad de Salamanca , apenas unas horas más tarde . Sobre el piano de su casa de los Vadillos - mito o realidad de nuevo - quedó para siempre la partitura de una obra compuesta a los veinte años . Su tí · tulo, «La muñeca rota», dibuja la premonición de aquella fría mañana de octubre. Hoy, ante el necesario encuentro con Antonio José -siquiera en su semblanza humana y en su extraordinaria obra - , hoy que necesitamos recuperar nuestra propia historia , queremos traer aquí, a modo de colofón o corolario posible, las palabras de un musicólogo de nuestros dias, Angel Sagardía, estudioso de la obra de Manuel de Falla , de Guridi y en general de la música vasca, y uno de los que más han profundizado en el conocimiento y significado de la zarzuela . No conoció al músico burgalés. Hace más de un cuarto de siglo, definía muy acertadamente el papel reservado para él en la historia de la música. Dice Sagardía (34): Al inolvidable Antonio José le caben los calificativos de educador musical del pueblo, y también el de compositor del pueblo, lo cual no es igual que músico popular.
El músico o compositor del pueblo, tal Antonio José, es el que siente una atracción por lo humilde, lo sencillo, que es también, casi siempre, lo puro. Estudia y profundiza en las canciones populares, sobre todo en aquellas que tararean .en ocultos lugares las personas más ancianas, para llevarlas al pentagrama y trazar obras, principalmente corales.
(33) Julio Martínez Palacios. hermano del músico burgalés, fue fusilado al día siguiente, 12 de octubre. Según algunos, la ejecución de ambos est aba prevista para una misma mañana . Enfermo y destrozado al saber la suerte de Anton io José, fue dejado para una posterior expedición . (34) Angel Sagardía. «En torno a los compositores burgaleses Santamaría, Olmeda, Antonio José y Calleja». « Boletín de la Institución Fernán González». Burgos, febrero 1953.
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Partida de defunción de Antonio José.
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Así las ha tomado de labios del pueblo; las hace correctas y armoniza a cuatro, seis y ocho voces; las entrega a una masa coral. Antonio José, a la que él fundó, integrada principalmente por gente modesta, obrera, y las interpreta para el pueblo, para las masas. En ocasiones, para aquellas personas que se las dieron a conocer. Este es, señores, el educador del pueblo, el músico del pueblo; que es bien distinto al músico popular, sobre todo al que se entiende por tal desde época reciente. Este, en la mayor parte de los casos y especialmente en los últimos tiempos, y también en la actualidad, suele ser un «fabricante» de melodías, vacías, carentes de sentido artístico, desenfadadas, llevando palabras del peor gusto e incluso inmorales, en cuyas melodías, indignas de tal nombre, rebaja y hasta embrutece los oídos y los gustos de las masas. La diferencia es bien notoria. El músico, el compositor del pueblo, eleva y ennoblece a éste; el músico popular, por mejor decir populachero, pervierte el gusto que puede tener la colectividad. Antonio José une un excepcional temperamento musical con esa sensibilidad artística que sólo poseen los grandes talentos (...).
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«COPLAS SEFARDIES»(*)
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Artículo de Antonio José publicado en la revista mensual «Burgos Gráfico», N.º 3, noviembre
de 1935. Ruíz Vilaplana lo data erróneamente en marzo de 1936 cuando, en su «Doy fe... » , lo menciona como el delito que algunos le atribuyeron para enviarle a la muerte. Agradecemos a Angel Manuel Ruera y a la familia Rodríguez Berasategui las facilidades dadas a fin de insertar el presente trabajo del músico burgalés.
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Hace unos tres años el jóven y fecundo compositor judío caballero Alberto Hemsi tuvo la atención de enviarme dedicada desde Alejandría la primera serie de coplas sefardíes que la «Edition Orientale de Musique» de Egipto (de la cual es director) acababa de publicar. El estudio de aquella música sefardita fue un asombro para mí; así lo escribí en algunas críticas. De entonces acá Hemsi me ha mandado sucesivamente cuatro series de ramansas judías, —la última de ellas me acaba de llegar-, y cada cuaderno recibido era un certero saetazo al viejo refrán que dice «nunca segundas partes fueron buenas»; por lo menos en las publicaciones de Hemsi falla, pues si el primer cuaderno era bueno, el segundo fue mejor, y el tercero superó a ambos, y el cuarto parece ya insuperable y sin duda lo será ... hasta que salga el quinto. Pero es preciso para mejor valorar la magnífica labor de ,este maestro folklorista algunos datos sobre lo que son y lo que hoy significan estas coplas sefardíes. Ya en la portada, como una invitación a la expectante y ávida curiosidad, está la noticia escueta de dos países y dos fechas que, con relación al contenido de los cuadernos, es todo un poema de nostalgia y ternura; aunque para nosotros represente un suave reproche por diversas razones ... Dice así tan solo: «España 1492 - Rodi y Salónica 1932». El autor en una breve nota escribe que estas melodías populares, conocidas con el nombre genérico de coplas o ramansas, han sido recogidas por él en Rodas, capital del Dodecaneso italiano y en Salónica, el antiguo pueblo de la Macedonia griega, entre la población judía denominada sefardí por su origen español, y que esas canciones representan un evidente interés histórico. Y así es. La música popular española fue enriquecida por la sucesiva concatenación de diversos dominadores y de civilizaciones disímiles y después emprendió viajes de exportación en todas direcciones. Los moriscos y los judíos sacaron estas canciones de España «cuando una política regia -como dice mi buen amigo el erudito musicólogo José Subirá en un prólogo- deseosa de afianzar la unidad nacional en lo religioso y en lo étnico, tras la conquista de Granada y el descubrimiento de América, les impuso el abandono de una tierra donde ellos y sus antepasados habían vivido éomo en su propia patria» . Los judíos expulsados en 1492 de España
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se expandieron por el mundo llevando en el bagaje de sus recuerdos la canción popular aprendida en nuestro suelo, y nuestra canción vernácula expresó fuera de España el íntimo sentir de los judíos desterrados. Tras cinco siglos de exilio los judíos españoles han conservado puro el tesoro musical que sacaron de España, sin quererse desprender de esa bella reliquia, que no otra cosa representa para ellos tan hermoso patrimonio espiritual. Los judíos del próximo Oriente, en general , y los de Rodas en particular, han conservado con fidelidad asombrosa no solamente el idioma de la antigua Castilla, sus usos y costumbres, sino también numerosos poemas populares que actualmente forman parte de su vida cotidiana. Hemsi nos dice en su obra que el judaismo de Salónica constituye un factor considerable en la vida y el pasado de la colectividad sefardita, no sólo desde el punto de vista hebraico, sino desde el de las tradiciones españolas. Su importancia se debe, en primer término, a las notables cualidades de sus miembros, que en 1912 sumaban unos cien mil sobre una población total de 150.000 habitantes. Distintas vicisitudes y emigraciones que siguieron a la guerra europea redujeron aquélla cifra a unos 40.000. La comunidad de Salónica poseía desde antiguo una fuerza numérica y además un relieve característico como entidad espiritual dentro del judaísmo universal en general y dentro del sefardismo en particular. Este último, especialmente, se complacía en considerar a Salónica como una capital espiritual judea-española. Según ciertos escritores, la colectividad judía de Salónica tiene una historia muy antigua. Sin embargo, es indudable que, en su mayor parte, esta colectividad procede de los desterrados de España y Portugal en el año 1492. Otro detalle no menos importante es la supervivencia del idioma español al orar los fieles en los templos, y hecho notable de apego perseverante a la tradición es también que los sefarditas de Salónica canten todavía en ladino o lengua castellana medieval algunas oraciones durante los oficios de ciertas solemnidades puramente rituales . Enormes han tenido que ser las dificultades que Alberto Hemsi ha encontrado al fijar con precisión las líneas y las formas de un texto literario transmitido oralmente desde hace cinco siglos. Le ha sido preciso observar ahincadamente las manifestaciones privadas y públicas de la vida de los sefarditas de Rodas celebradas en diversas épocas del año en los barrios medievales que antiguamente fueron habitados por los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, de cuyas costumbres parece desprenderse el efluvio de una arcaica poesía. Y antes de publicar estos cuatro cuadernos de coplas sefardíes ha tenido que comparar con paciente escrupulosidad las diversas versiones literarias y musicales de un mismo poema solicitando el concurso de gran número de personas de todas las clases y de la más variada condición social; así ha empleado Hemsi quince años de estudios folklóricos, hasta lograr la forma que parecía acomodarse más justamente a la tradición probable y a la lógica. Para la apreciación de esta labor penosa hay que añadir que algunos poemas fueron transcritos en caracteres hebreos denominados rachi, los cuales forman una escritura usada entre los judíos de Oriente, y a esta transposición gráfica atribuye el autor determinadas anomalías fonéticas que con pre80
cisión sobresaliente señala en el breve introito de su obra admirable; obra que para nosotros los españoles debe ser ejemplo folklórico, por su belleza, por su interés, por el minucioso esmero de su exposición y por el discreto modernismo de su tratamiento armónico . Labor delicada de enamorado y de orfebre que prueba, como pocas, la sapiencia de un maestro. Ejemplo, digo, para los músicos españoles porque es casi general ·entre nuestros compositores el tranquilo usufructo de una tonada popular, apuntada con más o menos precisión (más menos que más) por cualquier folklorista dilettante, a la cual se suele empaquetar anacrónicamente entre acordes etiquetados de tónica y dominante, sin estudiar antes la intención de su forma, de su ritmo, de su melodía, de su tonalidad ... El resultado es esa baraúnda de canciones, de danzas y de coros seudopopulares que nos dan por buenos los más ineptos músicos de hoy, completamente horros de técnica y hasta de lírica sensibilidad . Que si la canción popular requiere fino instinto para su degustación, también necesita por parte de quien ha de trabajarla especialísimas cualidades imposibles de repentizar. Y de un modo singular la canción popular española por los distintos componentes que nutrieron la raíz de su lejano abolengo en el constante devenir de tantas civilizaciones como pasaron por España y que fueron dejando aquí un sedimento lírico originalmente abigarrado, que más tarde había de formar la riquísima solera de nuestra canción campesina. Nosotros, por descuido, por desaliño, hemos ido quitando las curvas amplias, las pequeñas aristas de la melodia popular hasta dejarla monótona y fría, insípida en la mayoría de los casos, y así la vemos ahora sin aquella pátina arcaica que era su mayor encanto. Advierto de nuevo que la visión de nuestro vastísimo campo folklórico no es tan pesimista en su totalidad, y si mucho malo se ha recogido, también hemos encontrado motivos de tan subido valor que por sí solos demuestran la inagotable riqueza lírico-popular española. Pero es que en estas coplas sefardies que comento veo a Hemsi trabajando con un criterio, una precisión y un talento casi únicos por poco corrientes . Tanto el poema como el motivo popular melódico están tratados, repito, con verdadero mimo. y la parte pianística que acompaña estas canciones es suelta de escritura, libre, de gracioso desenfado. En ella fluye el ritmo espontáneamente, con independiente holgura. Todas o casi todas las canciones populares que por aquí vemos adobadas sin la menor idea rítmica, van violentadas, como el agua aprisionada en tubos. En estas romansas de Hemsi, de exuberante armonía y magnífica riqueza rítmica, la melodía discurre libre y feliz, a plena luz, como el agua de lluvia entre hierbas y flores. Quizás, aquilatando con un poco de rigor, esa libertad risueña de la parte pianística desdibuje algo la sencillez de la línea melódica, pero es un momento: el buen sentido del autor clarifica y ordena todo al punto. Todas y cada una de estas coplas sefardíes invitan a un más amplio comentario; pero ese estudio no cabe aquí.
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«PALABRAS EN UN HOMENAJE» (*)
(0) Con ocasión de su éxito en el Congreso de Musicología de Barcelona . se la tributa un banquete de homenaje en el Restaurante Arriaga de la capital burgalesa, el 17 de mayo de 1936. En la mesa de honor, junto a Antonio José, figuran sus amígos Manuel Ruera (alcalde accidental de la ciudad). Eloy García de Quevedo presidente del Orfeón Burgalés), Maria Cruz Ebro y, como miembros de la comisión organizadora del acto, José Luis Monteverde, Félix Alonso González, Luis Sáiz Barrón y Gonzalo Díez de la Lastra. A los postres, Antonio José dió lectura al discurso que ofrecemos. «Diario de Burgos» lo recogía en primera plana en su edición del martes 19 de mayo.
Mucho más que preparar mi trabajo sobre el folklore burgalés en el pasado Congreso Internacional de Musicología, me costará soltar este obligado colofón . Sobre todo después de este opíparo almuerzo . Pensando en lo que tendría que decir al final -esta costumbre es endémica en los banquetes - no he comido a gusto, y ahora para hilvanar esto que voy diciendo, he pasado y estoy pasando unos apuros que van a comprometer la buena marcha de mi digestión. Porque yo soy un epicúreo. Un epicúreo modesto, claro está ... Me gusta gozar de todo apaciblemente. Y hoy el placer de la comida me lo han chafado ustedes. De todos modos, muchas gracias por el agasajo . He comido bien, y además gratis. Esto es lo mejor que puede encontrar un epicúreo sin pretensiones. ¡Si no fuera por esta papeleta de tener que decir algo ... ! La verdad es que me parece excesivo este homenaje, porque no hay relación entre lo que yo he hecho y lo que ustedes me elogian . Fui a Barcelona con dinero que generosamente me dieron la Diputación y el Ayuntamiento. Las canciones que llevé y expuse me proporcionaron un lucimiento inesperado; un lucimiento a todos asequible y fácil, puesto que recoger canciones no cuesta más trabajo que arrancar al campo azulinas y amapolas. Yo, en todo caso, no he puesto nada más que el acarreo. Tanta ponderación y tanto aplauso y tanto homenaje quien se lo merece es la canción popular; no yo. Y es que en nuestro modo de vivir se repiten graciosas paradojas: en las exposiciones caninas, por ejemplo, se premia a un perro guapo. por eso: por guapo; cualidad entera y exclusivamente suya. Sin embargo, no es el perro sino el amo quien cobra y disfruta del premio. En las carreras de caballos es el caballo el que realiza un esfuerzo extensamente; pero el momio es para el amo. Aquí pasa igual. ¿Son mías las canciones burgalesas? No . Pues
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bien, yo las estoy cobrando con creces, en aquellos momentos de Barcelona yen éstos. A pesar de todo, yo deseo aprovechar esta ocasión de alabanza y cordialidad, tan rara en nuestra vida local. Porque mañana habrán olvidado ustedes esto de hoy. Y yo , mañana, volveré a luchar por Burgos, en soledad de náufrago; con mis paisanos abúlicos y criticones a quienes cualquier cosa de fuera parece mejor; con mi Orfeón Burgalés, labor abrumadora milagrosamente sostenida por sólo dos o tres centenares de socios protectores de peseta mensual, en un pueblo con más de 40.000 habitantes ... Con mis obras que aqui nadie oye ... Yo quisiera sugerir algo serio aprovechando estos raros momentos de fervor por nuestra canción burgalesa. Quisiera disponer de un enérgico poder persuasivo que levantara nuestro espíritu y lo acompasara al ritmo del instante actual. Nuestro pueblo se durmió llorando al Cid. ¡Dormido sigue todavía! Y su modorra le hace apático por pereza; indiferente, pesimista, y hasta hosco con todo aquel que quiere hacer algo. A nuestro pueblo le gusta, no soñar y realizar sus sueños, sino soñarrear olvidando toda preocupación de vida . Estamos siempre esperando tumbados el milagro que nos impulse. Y repetimos una y mil veces que aquí nada se puede hacer, lamentando la falta de capacidad, de energía, de dinero ... En nuestra ciudad ha nacido como .una inmensa seta un gran tópico: que aquí no hay ambiente para nada. Esta bobada es como decir que aquí no hay ni clima. El ambiente, esa impresión moral de alegría o pesimismo, lo llevamos cada uno de nosotros dentro . Es un sentimiento que va de dentro a fuera. Y es inútil esperar galvanismos externos de favor. Nosotros necesitamos cohesión recia; nos hace falta despertar y poner nuestro entusiasmo y nuestra fe en algo latente: en nuestro paisaje, en nuestro porvenir, en el fútbol, ¡o en los toros! si es preciso ... Donde sea . ¡Pero en algo! ¿ Primer arranque de estos propósitos? Por ejemplo : el culto de nuestra canción popular. La canción popular es el germen de toda belleza. La canción popular es como la alegre carga de color y polvo de oro de las mariposas, como el vuelo blanco de la paloma entre cielo y mar, como el bullicioso velo de la aurora que traen en el pico los pájaros al romper el día, como el gozoso frescor de la mañana en torno del molino ... Y la canción popular es también el hada buena que nos inspira a la música . A la MUSICA, con letras mayúsculas. Esa verdadera música que es mucho más que la combinación de sonidos y tiempo . Esa música que es principio de bondad y de filosofía. Que es arte y es ciencia, y es idea y es espíritu . 86
La música es una lengua universal que refiere armoniosamente todas las sensaciones de la vida . La lengua es de esencia divina, porque el canto es tan natural al hombre como la palabra y como el grito . Y la música es la lengua del universo . La música es un arte sutilísimo e inmaterial. El escultor necesita piedra y cinceles; el pintor, lienzo y colores, y ambos tienen los modelos que la naturaleza brinda. Solo la música trabaja en el vacío y con el vacío; no dispone sino de sonoridades, tan pronto percibidas como extinguidas, de las que únicamente queda la impresión íntima del recuerdo; y con elementos tan fugaces, la música cautiva el oído, interesa la imaginación y exalta el alma. La música es una ciencia exuberante cuyas posibilidades de equilibrio expresivo no tienen fin. La música es la arquitectura de los sonidos : una sinfonía de Beethoven o un coral de Bach son edificios sonoros, del mismo modo que son magníficas muestras de armonía arquitectónica la Catedral de Burgos o el Partenón de Atenas. La música es la palabra del alma sensible, como la palabra es el lenguaje del alma intelectual. Unos cuantos siglos antes de Jesucristo ya dijo Platón que no se había de juzgar la música por el placer, ni preferir aquella que sólo tenga a éste por objeto, sino la que contiene en sí misma el reflejo, el crisma y la semejanza de lo hermoso . El arte es para el hombre lo que para Dios es la facultad de crear. El arte es un resumen de la naturaleza hecho por la imaginación. Por todo eso, la música es también una religión. Una religión limpia y gozosa sin limitaciones de horror ni de amenaza. Por eso también, de todas las clases de la sociedad, la de los artistas puros es la más rica en almas bien templadas y en sentimientos nobles . Dispútase mucho acerca de los artistas y sus procedimientos; se comentan los oficiantes del culto y sus ritos . Pero, ¿y la Diosa en sí misma y por sí misma? Se ha dicho tantas veces que la música exige ciencia, que los que sólo saben adorarla ingenuamente apenas se atreven a hablar sino para sus adentros, como creyentes desdeñados por los teólogos. Pero , sin fe, es vana toda teología , y el acto de adoración del más humilde de los fieles es el único pretexto legítimo de todas las pompas litúrgicas. La crítica artística más sabia, si no inspira el amor a la belleza, no es más que vana y pesada retórica; es el fracaso de los que razonan ante los que sienten . La música no es el conjunto de las partituras que se han escrito. Es un elemento eterno al que aquéllas hacen alusión, y este elemento es el que reverenciamos a través de ellas. La crítica habla demasiado de ese elemento como de un arte que hemos inventado . Y ese elemento, ese algo impalpable que nos 87
sugiere la música, que es la MUSICA misma, no lo hemos inventado los hombres, como no hemos inventado tampoco la luz. Es un inefable misterio que llena todo el éter; que crea en nosotros un estado maravilloso, insólito y soberano de conciencia hiperfísica; que existía antes que nosotros, y que nos sobrevivirá ... Vean cómo la música es buen impulsor para nuestros propósitos optimistas de superación burgalesa. Cualquier pretexto sería bueno para ese resurgir. Yo indico hoy el culto por nuestro folklore vernáculo. iA trabajar con amor por Burgos! Sin prisa, pero sin descanso: como la estrella ... Y también con fuerza inexorable, viviendo cada momento con mayor intensidad, en plenitud inacabable y grandiosa; a veces destrozando impetuosamente, pero avanzando y fertilizando siempre: como el río ... Nada más.
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HUBO UN DIA EN CASTILLA UN HOMBRE BUENO (*)
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Epílogo sobre un manuscrito de Antonio José a los veintiséis años.
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... y Castilla lo desama todavía. Hubo una vez -pues hay que decir que se nos murió como de viento, como de siega, como de aliento contenido- un hombre bueno en el más puro y estricto sentido de la palabra bueno , que creía, que sabía que la vida es buena y bella para el hombre sencillo y sensato; que proclamaba que el optimismo lo suaviza todo y que a él se llega a través de la voluntad, ya que todo está en saber y querer gozar de un ambiente preparado y conseguido por nosotros mismos. Este hombre bueno al que hubo que matar a golpes de silencio, para sentir día a día su ausencia, concebía la vida como una misión a la que habíamos de entregar todo nuestro entusiasmo y nuestro esfuerzo, e imaginaba el porvenir —¡qué lejos de pensar en todo odio acumulado ... !— como un bello y depurado ideal de superación. Este hombre nació, creció y murió en, por, desde y pese a Burgos, una añosa ciudad del páramo que malama profundamente a sus hijos cuando vivos, cuando creen que ese esfuerzo por salir de lo viejo y lo carcomido ya es un motivo creador, jamás un momento de fatiga. A Antonio José, ya para siempre joven, le entusiasmaba el avance decidido y arrollador de la juventud en cátedras, talleres y negocios, en tanto que le producía un jovial alborozo el gesto de asombro de los hombres calvos y barbudos ante la pericia y el entusiasmo contagioso de estos jóvenes maestros. Antonio José Martínez Palacios, este hombre hundido en la áspera meseta que lo alumbrara, creía que la comprensión flexible, la actividad creadora y el odio al tópico distinguían, y aún distinguen, al hombre moderno del antiguo, a la par que proclamaba que la juventud debía de poner en tensión todo su esfuerzo para lograr definitivamente un inmutable abrazo universal. Este hombre, Antonio José, músico, folklorista, mesetario por definición y vocación, estudió allá donde vivió - Burgos, Madrid, París, Málaga ... -, amaba
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el saber y pensaba que la enseñanza mejoraría, más que con buenos libros, con buenos profesores que enseñaran con claridad y amenidad, y sin libros cuando niños, para que fueran apetecidos de mayores. Este hombre al que taparon la boca junto a la de un pueblo que él resumiera en un pentagrama rimado, amaba la literatura y en ella, decía, a Unamuno, Dostoievsky, Valle Inclán, Pérez de Ayala, Benavente, Pío Baraja, Gabriel Miró, Pirandello, Fernández Flórez .. . En música prefería las obras escritas con emoción, con arte y con ciencia . Antonio José, un hombre singularmente dotado, se guiaba por su propio criterio más que por el del crítico del día: «Me asombra Bach, me encanta Scarlatti, Corell;, Couperin, Rameau, Haydn y Mozart; me admiran casi siempre Beethoven y Wagner; me sorprenden Schumann, Schubert y Chopin; me deleitan Grieg y Debussy; me entusiasman Bórodin, Rimsky-Korsakov (a veces), Musorgsky, y más que ninguno Stravinsky; Scriabin y Falla me atraen, me inquietan como las alturas grandiosas y los abismos; en Prokofiev hallo un infantilismo delicioso, y nadie me emociona tanto como Ravel». Para Antonio José, los espectáculos favoritos eran los conciertos y la comedia, y sabemos que le atraía, casi como a los niños, el cinematógrafo. Encontraba bastante estrecho el criterio moral de la época que le tocó vivir. Para él, el concepto de honor y otras cosas semejantes eran de un primitivismo inexplicable, pues está forzosamente en lucha con la verdad racional, y cuya consecuencia era -y sigue siendo- el repugnante culto a la hipocresía que respira la sociedad. Antonio José, nacido casi con el siglo, que sorbió ávidamente el aire de los años veinte, para morir en los treinta, concebía la religión como un anhelo de pureza en el que debiera estar ausente toda clase de mixtificaciones; pero encontraba absurda y odiosa esa fe de carbonero, semillero de fanáticos cretinos. Amaba el andar ligero, el juego de la pelota y la natación; le gustaba el automóvil y la velocidad, y sentía un vehemente deseo de volar. Le molestaba que en su tiempo no se abordara con decidida franqueza un sentimiento tan natural como el amor y la sexualidad; pensaba que la educación que había recibido, un falso pudor atávico y la sociedad aherrojada con tantos lastres inútiles, constituyen obstáculos medrosos que empañan la claridad del problema: «Bueno y bello es poetizar los medios para llegar al fin biológico; pero convertir en suplicio lo que pudiera ser sencillo y hermoso - fuente de vida- es cosa inhumana.. ,» Y creía que la mujer debe aspirar a su independencia económica como su mejor misión y su mayor feminismo: «Una mujer económicamente independiente puede mandar en su vida, sin necesidad de angustiosa espera matrimonial; sin necesidad de sacrificios afectuosos o psicológicos; sin temer el imperativo de su naturaleza. Quizás fuera esa independen-
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cia económica un dato más para plantear mejor el problema sexual». Antonio José no podía estar satisfecho de la educación recibida . Antonio José, infatigable profesional que a los veintiséis años había producido más de un centenar de obras, amén de multitud de artículos, conferencias y conciertos, aborrece el regalo de la crítica y la crítica regalada . Tenía un profundo conocimiento de su trabajo y de su importancia; tenía fe en su propia valía. Y pese a todo , se debatía en la eterna duda del trabajador intelectual : «Todos los trabajos dejan algo beneficioso para la sociedad. ¿Por qué, entonces, no ha de ser útil mi actividad?» Y se justificaba añadiendo: «Además, he formado y dirijo un Orfeón de más de ciento cincuenta voces, en su casi totalidad de obreros. Labor de cultura es, y la cultura hace al hombre bueno». Creía que el hombre no podía dar un máximo rendimiento porque no proyecta su actividad en una sola dirección, en esa sola dirección que le traza su afición y sus posibilidades, porque, por lo general, hemos de ganar dinero para vivir con otra cosa que no es de nuestro agrado, de sencillo cumplimiento y de injustificada remuneración comparable; así, no entiendo que se pague más a Uzcudun por un match que a Ramón y Cajal por una conferencia». Este hombre, lleno de entusiasmo y juventud combativa contra toda mediocridad , pensaba que una colectividad siempre adquiere fuerzas y prestigio optando por la seguridad y la defensa de sus componentes , pues de otra forma difícilmente lograrían nada por sí mismos. Sobre la Historia española tuvo una clarividente premonición: «La Historia de España que aprendimos siendo niños nos dio un concepto de Patria bastante estrecho, por no decir equivocado». El recurso militarista que ojea desde su tiempo es la ponderación exaltada y ferviente de los grandes guerreros que provoca un culto a las guerras apasionado y atávico, fomentador de fronteras rencorosas y odios sociales. Y con ese espíritu tan suyo, prosigue: «Hacemos mal jalonando la Historia con aquellos modelos feroces, en perjuicio de la importancia real y beneficiosa debida a los sabios, a los artistas, a los insignes hombres de Estado y a los descubridores. Es preciso - y sigue siendo uno de los objetivos de nuestro tiempo- inculcar ahindadamente en el puro despertar del alma infantil un profundo amor filial, una firme persuasión de solidaridad fraterna y una intensa fe en que la nación ha de realizarse todavía.. . ». Era un patriotismo m u y diferentes a como lo habían entendido las generaciones anteriores. iY qué iguales las cosas que habrían de seguirle.. . ! «Se han creído muy patriotas - dice Antonio José - solo por decir que nuestro cielo, nuestras mujeres, nuestras flores, nuestras costumbres, nuestra valentía, nuestra nobleza y todo lo nuestro, en fin, es mejor y más bonito que lo del vecino: es lo más interesante del mundo». Y se extiende: «Naturalmente, este chauvinismo es ingenuo y hasta ridículo en ocasiones. La cultura y la moderna expansiva actividad hacen conocer más y mejor a los hombres todos; y si bien es cierto
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que el clima y las costumbres forman los caracteres, no es menos cierto que la diferencia no equivale a superación ejemplar. La geografía crea las variantes de raza y cultura, de paisajes y cantos, de leyendas y costumbres, de deberes cívicos y de comunidad de derechos. Alterar este orden natural en la creencia de ser cada punto del planeta ombligo del mundo, es idea equivocada; si una región da hierro, por ejemplo, otra da trigo, y otra carbón, y otra buenas carnes; en una habrá también un médico eminente, y en otra un ingeniero ilustre, un químico, un filósofo o un artista genial. No insisto». Y de nueve sus reflexiones de oráculo certero : «Las nuevas corrientes nacionalistas seguidas por una parte de la juventud actual (como la «Acción Francesa», «Casco de Acero» alemana y «Giovenezza Fascista» italiana) marcan una tendencia nadá tranquilizadora hacia la enemistad dentro y fuera del país donde tales corrientes de separación unitaria se efectúan». En cambio, para Antonio José, la expansión y el cultivo del bien orientado internacionalismo y del cosmopolitismo comprensivo y franco pasan por ser las más eficaces armas para el hermanamiento y el acercamiento universal. «¿Qué mejor patria que una humanidad sin fronteras de amenaza y con un mundo entero para alegría, enseñanza y propiedad suya?». Pese a pregonar su ignorancia sobre la política, Antonio José, joven a quien no debía de serie indiferente nada de lo que aconteciera , deseaba - más bien soñaba - otro sistema, superior y perfeccionado, aunque no pudiera precisar cuál habría de ser su organización . «Desde luego, no quiero reyes, ni dictadores, ni ninguna de estas costosísimas e inútiles figuras decorativas». La solución del maestro burgalés apunta más bien hacia un consejo de hombres inteligentes, rectos y buenos encargados de la alta administración del país; sin soberbia y sin empeños tercos de amor propio injustificado; encargados tenazmente de la cultura y el bienestar del pueblo; un consejo que suprimiera totalmente el ejército y la marina de guerra; que fomentara la agricultura; que estableciera centros de enseñanza numerosos y completos donde todo el mundo estudiara, desterrando así esa cruel y perniciosa distinción de educación de pobre y de rico; que protegiera la industria, el comercio y las artes; que evitara nuestro agobiante papeleo, rompiendo ese círculo absurdo de tantos empleados dependientes del Estado, ocupados afanosamente en cobrar los tributos y los mismos tributos recaudados, precisamente, para pagar a aquellos empleados... Esa consejo imaginario debiera caracterizarse por la ausencia de gestos forzados de exhibicionismo, a cambio de una permanente muestra de amplio y tolerante criterio; allí no habría lugar para el medro personal sino para la prosperidad y el contento del pueblo que le entregó su confianza . «Un consejo así, liberal y demócrata, sin más manejos ni complicaciones, digo yo que sería fácil y beneficioso para la Nación». Es deseo largamente puesto de manifiesto por Antonio José - con ese interés tan personal por la cuestión socialtrabajar vehemente en la mejora
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de la comunidad humana y arrimar su contribución en el proyecto de sociedad futu ra de las gentes de su siglo . «El socialismo bien entendido y bien dirigido es cosa perfecta». Y asevera luego : «El movimiento actual en favor de la paz perpetua entre las naciones, aunque vacilante y lento y desconfiado, es verdaderamente consolador. Cada vez es menos probable - dice y se equivoca con su propia vida y la dé quienes quizás aspiran a entregar su confianza a ese consejo soñado - una guerra tan horrenda como la pasada europea. Indudablemente, si todos los jefes de Estado quisieran, las guerras serían en absoluto imposibles; pero no quieren. ¿Por qué?
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AUTOGRAFO DEL «HIMNO A CASTILLA» (*)
1*) Antonio José compuso esta obra dotándola de dos sucesivos textos. Uno de ellos, aquel que comienza : «Gloria y honor eterno, a ti, simpar matrona... », es el que habitualmente escuchamos en las intervenciones del Orfeón Burgalés. El otro, que se inicia con un «Madre Castilla, guíanos tú. Será éste siempre nuestro grito ... », es el que, por su escasa difusión, ofrecemos aquí. Modernamente, siguiendo tal vez el deseo expresado un día por el propio creador, el poeta burgalés Rafael Núñez Rosáenz ha sugerido un tercer texto, movido sin duda por su afán de revitalizar esta hermosa composición basada, como queda dicho, en dos marchas para timbales y clarines de la ciudad de Burgos.
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SINOPSIS BIOGRAFICA
1902
12 de diciembre . Nace en Burgos Antonio José Martínez Palacios.
1909
Acude a las Escuelas de San Lorenzo. Primeros pasos musicales con Julián García Blanco y José María Beobide.
1915
Compone su primera obra, «Cazadores de Chiclana». Amplia labor de aprendizaje y creación de cerca de setenta y cinco títulos.
1920
Estudios musicales en Madrid, becado por la Diputación Provincial de Burgos.
1922
Primer premio en un concurso de composiciones.
1923
Escribe «Sinfonía castellana».
1924
Publicación de «Poema de la juventud» y «Danzas burgalesas números 1, 2 y 3» en Unión Musical Española . Amistad con Regino Sáinz de la Maza , Federico García Larca, Adolfo Salazar y otros artistas e intelectuales.
1925
Inicia la docencia en Miraflores de El Palo . El Ayuntamiento de Burgos le concede una beca para estudiar dos veranos en París.
1927
Su «Sonata gallega» es premiada en un concurso. Publicación de «Evocaciones» en Unión Musical Española . Comienza a trabajar en su ópera «El mozo de mulas».
1928
Escribe «Danza burgalesa número 4».
1929
«Suite ingenua» obtiene un nuevo primer premio en un concurso convocado en Cataluña. Publicación de «Sonata gallega» en Unión Musical Española . Se hace cargo de la dirección del Orfeón Burgalés y de la Escuela Municipal de Música. Creación y estreno de «Himno a Castilla». Estreno en Bilbao de «Evocación número II para orquesta».
1931
Publicación de «Cuatro canciones populares burgalesas» en Unión Musical Española . Participa en la fundación del Centro de Estudios Castellanos . 103
1932
Obtiene el Premio Nacional de Música por su «Colección de cantos populares burgaleses». Publicación por Max Eschig, de París, de «Tres Cantigas de Alfonso X» .
1933
Publica en Unión Musical Española sus «Cinco coros castellanos». Compone «Sonata para guitarra», dedicada a su paisano Regino Sáinz de la Maza.
1934
La Orquesta Sinfónica de Enrique Fernández Arbós estrena en Madrid «Preludio y danza popular», dos fragmentos de «El mozo de mulas».
1936
Participa en el III Congreso de la Sociedad Internacional de Musicología, celebrado en Barcelona, con su ponencia «La canción popular burgalesa». Últimos esfuerzos para terminar la orquestación de su ópera «E! mozo de mulas». Trabaja en la orquestación del ballet «Marcha para soldados de plomo». 6 de agosto. Es detenido por un grupo de falangistas y confinado en el penal de Burgos. 11 de octubre. Antonio José es fusilado en el monte de Estépar, a veinte kilómetros de la capital.
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INDICES
INDICE DE ILUSTRACIONES 1.
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7. 8.
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14. 15. 16. 17. 18.
A partir de 1917, Antonio José únicamente se dedica a la música ... Antonio José acompañado de su maestro José María Beobide, en en un rincón del Paseo de la Isla, en Burgos . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . Durante uno de sus viajes se hizo esta fotografía . . . . . . . .. . . . . . . . . De izquierda a derecha, Eduardo de Ontañón, José Subirá, Antonio José y, sentado, Saturnino Calvo, en abril de 1932, con motivo de una conferencia que dio Subirá en Burgos, invitado por Antonio José y el Orfeón Burgalés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Antonio José infunde confianza, genera veneración en los orfeonistas. Un alto en el camino. Antonio José y Justo del Río junto al «Singer» de este último . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un recuerdo clásico. Antonio José rodeado del Orfeón Burgalés . . . En su habitación de estudio, en el número 17 de las Casas de la Prensa . . .. ... . . .. ... ... .. . ........ . ..... .. .. . . ... . .. . .. ... . Uno de los últimos retratos del maestro burgalés. . . . . . . . . . . . . . ... En la playa santanderina del Sardinero, en compañía de su madre . . En la Plaza de Castilla, en Burgos, con su perro «Bruco», en uno de sus habituales paseos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Probablemente, ésta es la última fotografía de su vida. El mismo la fechó al dorso en julio de 1936, en los molinos de Báscones del Agua, cerca de Lerma. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Facsímil del anónimo que recibiera en el penal el 11 de septiembre de 1936 .. ..... . .. . ...... . ... . ........ .. .. .. .. .. .... . ...... . Facsímil de la carta que Antonio José envió a su amigo Matías Martínez-Burgos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Antonio José con su abrigo de cuero paseando junto al Teatro Prin cipal, en Burgos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La soledad del montecillo de Estépar. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . Partida de defunción de Antonio José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Autógrafo del «Himno a Castilla» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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IN DICE GENERAL El artista Antonio José . Prólogo de José Subirá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Presentación de la obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Antonio José (1902-1936), un castellano a recuperar con urgencia .. .. . . «Coplas sefardíes» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «Palabras en un homenaje Hubo una vez en Castilla un hombre bueno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Autógrafo del «Himno a Castilla». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sinopsis biográfica . .. . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Indice de ilustraciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Indice general. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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