La Voluntad Suave-Georg Kuhlewind [PDF]

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Zitiervorschau

GEORG KÜHLEWIND

LA VOLUNTAD SUAVE De lo pensado al pensar; de lo sentido al sentir; de lo querido a la voluntad

Traducción de Jaime Vergara Antuña

Editorial Rudolf Steiner S.A. Guipuzcoa, 11-1°izda 28020 Madrid - España Telf. 91-553-14-81

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Título del original: Der sanfte Wille. Vom Gedachten zum Denken, vom Gefühlten zum Fühlen, vom Gewollten zum Willen (Verlag Freies Geistesleberi & Urachhaus GmbH, Stuttgart 2000) Traducido por: Jaime Vergara Antuña

Tema de la portada: Miroku Bosatsu (Maitreya Bodhisattva), s. X (madera), Templo Koryuji (Japón), foto: Artephot-Ogawa. © Nouvelles Images S.A. éditeurs 1997 Diseño portada: Guillermo Costa ©2001- Editorial Rudolf Steiner S.A. ISBN n° 84-89197-61-X Depósito Legal: M-189 70-2001. Impresión: Grefol 5.L. Fotomecánica: Maquetación: Lola López de Cuéllar

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Montytexto

ÍNDICE Introducción: la historia de este libro …………………………….4 Indicaciones prácticas para el lector …………………………………..7 Primer preludio ……………………………………………………….8 I.Del pensamiento al pensar…………….……………………………….9 Pensamientos sobre el pensar …………………………………………..9 Primer grupo de ejercicios: la purificación de la vida del pensar y representar …………………………………………………………………11 Pensamientos sobre el lenguaje: las palabras, las frases,los conceptos, el presente y el comprender ………………………………14 Caminos que conducen a la experiencia de la presencia………….18 Segundo preludio………………..………………………………………..25 II.Del pensar al sentir …….……………………………………………..26 Pensamientos y sentimientos, pensar y sentir…………………….. 26 Ejercicios para el sentir cognoscitivo ………………………………….28 Tercer preludio ………………………………………………………….…43 III.Del sentir a la voluntad………………………………………..….…44 Pensamientos sobre la voluntad …………………………………….…44 Pensamientos sobre la voluntad en los ejercicios de atención …..49 Ejercicios de la voluntad ………………………………………………...51 Ejercicios para la voluntad suave ……………………………………..54 Cuarto preludio ……………………………………………………..63 IV. La esencia espiritual del ser humano …………………………..64 El trasfondo cósmico de la voluntad suave ………………………….64 La meditación ……………………………………………………………..69 Meditacíón sobre una frase …………………………………………….69 Meditación sobre una imagen ………………………………………….73 Meditación sobre la percepción ………………………………………..75 Meditación sobre una pregunta o meditación de investigación….76 Notas………………………………………………………………………..80 Apéndice Meditaciones……………………………………………………………….86 La inversión de la voluntad y el encuentro con el poder del lógos…………………………………………………………………………88 Arte y cognición ……………………………………………………….…95 NOTA Los corchetes encierran las notas del traductor y las añadiduras de éste al original. El traductor agradece a Javier Lantero y a Carlos Pérez su colaboración en la revisión de la traducción.

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INTRODUCCIÓN: LA HISTORIA DE ESTE LIBRO Cuando se hacen ejercicios de atención durante años, durante décadas, se tiene una experiencia similar a la de la lectura repetida de un libro exigente: una y otra vez destellan nuevos descubrimientos, nuevos aspectos o facetas del hacer o del texto. Cuando esto sucede uno se siente deudor, pues aún no pudo incluir los descubrimientos posteriores en las descripciones anteriores. En este libro me gustaría poner algún remedio a ello en lo que se refiere a la ejercitación (el camino del conocimiento, el sendero interior). Al mismo tiempo tendré que repetir muchas cosas esenciales que ya describí en obras anteriores... también para ahorrar al lector la búsqueda en éstas. Cuanto más tiempo ejercita uno, tanto más claramente se experimentan los movimientos de la consciencia durante el ejercicio; éstos se vuelven transparentes para la atención activa misma. Primero se hacen patentes los movimientos del pensar, luego los del sentir, por último la actividad de la voluntad, apareciendo siempre los tres mezclados y juntos (por ejemplo, la voluntad participa siempre en los ejercicios), pero uno de los tres tiene la primacía. El sentir y el querer sólo se vuelven transparentes cuando empiezan a devenir cognoscitivos, esto es, cuando el pensar se disuelve dentro del sentir, o el sentir, ya cognoscitivo, se disuelve dentro de la voluntad. Mis reflexiones sobre los tipos de voluntad del ser humano comenzaron hace tiempo (lo demuestran el ensayo "Die Umkehr des Willens" [La inversión de la voluntad] del año 1986, en Goetheanum, 9 de febrero, ver Apéndice 2, y el escrito "Die Schulung der Aufmerksamkeit" [La ejercita ción de la atención] en el volumen Die Freiheit erüben [Practicar la libertad], 1988).

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En 1996, mi amigo Hartwig Volbehr planteó el problema de cómo podían entenderse antropológicamente los ejercicios Ki (descritos aquí en el capítulo Ejercicios de la voluntad, ejercicio 36), que él conocía desde hace tiempo. De este modo comenzó un trabajo de investigación experimental y meditativa cuyo resultado, en gran parte, es este libro. Por este impulso y también por la cooperación surgida desde entonces quisiera expresar al Dr. Volbehr mi muy cordial agradecimiento. Para llegar a la experiencia clara, cognoscitiva, de la voluntad, las etapas precedentes tienen que ser recorridas muy intensamente. Cuando el ejercitante no experimenta el pensar vivo, puro —esto es, libre de formas — , que entra en el sentir ya predispuesto, el sentir es vivido como luminoso y feliz, sí, pero no como cognoscitivo. Lo mismo pasa en la relación del sentir y el querer. Fue un largo camino investigar la voluntad suave en su carácter original y el resultado está en condiciones de repercutir provechosamente en el inicio del camino del conocimiento. Mirándolo bien, cada ejercicio sólo es realizable con la voluntad suave y es bueno saber esto aun cuando al principio aún no se pueda usar totalmente esta voluntad: resplandecerá a lo largo de la ejercitarían. Lo que se llama "experiencia corporal" resultó ser la experiencia, la sensación, de una envoltura sensitiva que "rodea" el cuerpo (difícilmente se puede describir lo no espacial si no es con imágenes espaciales). A la vez, el sentido de los" ejercicios corporales" —por ejemplo, fijarse en la respiración— resultó ser "hacer salir", "traer a la consciencia" al sujeto que hace los ejercicios y los observa, los experimenta, y que de ningún modo es el cuerpo o la sensación: estos últimos son objetos que el sujeto experimenta. En realidad, cualquier objeto podría prestar el servicio de indicar el sujeto; sin embargo, en la vida cotidiana, los objetos son vistos, entendidos y valorados, ordinariamente, conforme a su utilidad, de

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modo que se "olvida" al sujeto, ya que es "secundario". En los ejercicios, los objetos son escogidos sin referencia a su utilidad, conservan la función original de todos los objetos, esto es: llamar la atención sobre el verdadero sujeto. La voluntad suave está libre del "sentirme" [o sentimiento del "mí"], en contraste con las actividades de la voluntad dura, que actúa por medio de la envoltura de egoidad, por lo general a través del sentido del tacto1, y por eso mismo pierde efectividad en cada sentido, está amortiguada. El estilo deseado o ideal de las actividades diarias se prepara en los relativamente breves momentos de ejercitación. Si en los ejercicios uno logra experiencias, los resultados alcanzados en los períodos de ejercitación se extenderán poco a poco a la vida cotidiana. Ésta se rige hoy en nuestra civilización por el principio de la utilidad y, de este modo, por la voluntad dura de la egoidad. De esta manera, el mundo ha sido llevado al borde de una catástrofe, digan o piensen lo que quieran de ello los tecnócratas. Sólo veo una esperanza de evitar la ruina en caso de que la mentalidad cambie, es decir, de que convirtamos la voluntad dura en suave. Esto sería metanoesis, el "cambiad vuestra mente" de Juan el Bautista, la nueva orientación de la existencia humana.

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Indicaciones prácticas para el lector Este libro, como algunos anteriores, no es fácil de leer; su "contenido" pleno sólo se desarrolla en el hacer, mediante el hacer del lector, mediante su propia reflexión y meditación. En el texto se hallan "Reflexiones" y "Reflexiones/Meditaciones'7. Las primeras son pensamientos que se profundizan, se prosiguen, se siguen pensando; las segundas son textos meditativos, que también se pueden y se deberían reflexionar antes de meditarlos. Estos procesos están descritos aquí en el capítulo La meditación y en varios de mis libros anteriores. Su finalidad es ayudar a la persona que lee a conseguir llegar, por breves momentos, a un nivel superior de pensar y de cognición, más allá del pensar cotidiano (pensar de pasado, pensar dialéctico, pensar discursivo). Todo saber, toda supuesta comprensión de los resultados de la investigación espiritual por medio del pensar cotidiano es, en mi opinión, más bien obstáculo, acumulación de lastre. Por desgracia. Budapest, septiembre de 1999 Georg Kühlewind

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PRIMER PRELUDIO Vivimos en un mundo de significados; sin embargo, estamos convencidos de que vivimos en un mundo de cosas. Pero cada cosa tiene significado... ¡dígaseme una cosa que carezca de significado! En cuanto podamos nombrarla, ya no carece de significado. Primero captamos el significado mediante el pensar, al menos lo intentamos. A veces también creamos nuevos significados. Pero no sabemos cómo pensamos. Sólo adquirimos consciencia de lo ya pensado. Para el niño pequeño, para los seres humanos arcaicos, para individuos angelicales2 tales como Santo Tomás de Aquino, la realidad consiste en los significados y reside en ellos. Éstos anteceden a las cosas individuales tanto en la actividad humana como, según la tradición, en la divina: primero existe la idea de la cosa, luego la cosa, primero el significado, luego el signo. Esto se aplica también a los pensamientos si es que se manifiestan en signos. Los significados son inmateriales. Los signos consisten en materia configurada, tal como las ondas de aire, la tinta, los gestos corporales. Por eso el comprender se efectúa también de manera inmaterial, el significado inmaterial no puede ser "comprendido" mediante procesos materiales. También el que comprende en nosotros es inmaterial. Los signos materiales, al ser leídos, se convierten en significados inmateriales. El pensar, los pensamientos, el que piensa son inmateriales. El primer objetivo sería experimentar el pensar. Pues el ser o ente pensante mismo, mediante el cual se crean y se comprenden los significados, permanece al principio oculto. Es ya hora de experimentar la luz que hace visibles todas las cosas, la luz del significado, la luz de la palabra.

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DEL PENSAMIENTO AL PENSAR Pensamientos sobre el pensar Tal como al hablar no tenemos consciencia de la actividad de los órganos de la voz, tampoco sabemos cómo pensamos. De lo que adquirimos consciencia es del pensamiento ya pensado, el cómo se efectúa nos está oculto. Esto puede tener dos clases de causas. Durante el proceso del pensar no estamos conscientes... esto ya sería motivo suficiente para permanecer a oscuras acerca de su cómo. La otra causa podría ser que somos absorbidos por el pensar —somos idénticos al proceso— a tal punto que no queda ninguna instancia que observe. Reflexión 1: Nos despertamos en la consciencia cuando el pensar ya ha terminado y está parado: en lo pensado. La lógica como ciencia trata de formular las leyes, el cómo, del pensar... posteriormente. Pensamos ya lógicamente sin haber estudiado lógica, tal corno somos capaces de hablar correctamente la lengua materna incluso sin conocimientos gramaticales. Además, y per eso mismo, la lógica se refiere a las formas lógicas o los movimientos del pensar — de todos modos, a un pensar conceptual — ya aparecidos sin ella, lo mismo que la gramática se refiere a la lengua ya hablada. Por eso, la lógica no puede ser definitiva ni estar acabada nunca: pues el ser humano puede producir siempre nuevas secuencias lógicas. Reflexión 2: Primero existe el pensar lógico, luego la lógica como ciencia. Primero existe la lengua, luego su gramática explícita. El que el pensar exista como proceso es una deducción de la circunstancia de que lo pensado crece y se modifica. Podemos darnos cuenta de ello porque disponemos de la facultad de autorreflexión, esto es, podemos dirigir nuestra atención sobre el pasado del pensar (de la consciencia, en general). Esta facultad nos está dada sin trabajo personal, empeño propio o aprendizaje. Miramos el pensar pasado, ya congelado, desde el presente. A éste nunca lo vivimos conscientemente, por regla general, aunque desde él miremos el pasado y el futuro. Al mirarlos, los elevamos al presente... por un instante homeopáticamente breve. Pero sólo

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nos damos cuenta de ellos cuando — incluso las imágenes del futuro— están separados de nuevo del presente, del proceso del pensar y representar, y están ante la mirada interior, como algo ya hecho, para una atención que mira desde el presente. Reflexión 3: Sólo el presente es realidad. (También aprovechable como tema de meditación). La presencia de espíritu [o "presencia de ánimo"] (Geistesgegenwart) es un breve destello de dos elementos: espíritu y presencia (Gegenwartigkeit), o intuición y presencia, súbitamente y sin discurrir o pensar. Uno puede preguntarse: ¿qué nos impide estar presente de espíritu siempre, o por lo menos a voluntad? Esta extraordinaria vivencia podemos observarla posteriormente de manera autorreflexiva: algo "se nos ocurre", por ejemplo, la singular solución de una situación peligrosa, y es perceptible que la solución ha "llegado", no hemos trabajado en ello, no hemos discurrido sobre la solución... por lo general, tampoco hubiera habido tiempo para eso. ¿Por qué sucede esto sólo en un peligro o en otras situaciones extremadamente importantes? La observación muestra que en el momento del peligro estamos totalmente concentrados, la atención está completamente en la situación. ¿Será quizá al menos una parte de la dificultad de estar siempre presente de espíritu el que nuestra atención en la vida cotidiana esté tan distraída? ¿El que el pensar se mueva por rutas prefabricadas, con conceptos hechos, y trabaje entremezclado con otros elementos anímicos, tales como el deseo, el prejuicio, la idea preconcebida, y otras cosas por el estilo? En ese caso, para la eliminación de los obstáculos serían necesarios dos pasos: la intensificación de la facultad de concentración y la purificación del pensar. Reflexión/Meditación 4: ¿Qué quiere decir "esto" a diferencia de "eso"? Intentemos primero la purificación del pensar... se verá que ésta y la concentración tienen la misma finalidad. Con el pensar sobre el pensar, por esclarecedor que pueda ser, permanecemos en un único nivel con la consciencia diaria, sólo multiplicamos los objetos del pensar, pero nada cambia en la calidad de éste. Sólo mediante la ejercitación puede efectuarse un cambio... todas las facultades nacen así.

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PRIMER GRUPO DE EJERCICIOS: LA PURIFICACIÓN DE LA VIDA DEL PENSAR Y REPRESENTAR La "purificación" era en todas las tradiciones el primer paso para el desarrollo de facultades cognoscitivas intensificadas. Puesto que, en nuestra época, el pensar/representar es la única facultad anímica autónoma, la ejercitación comienza con la purificación de estas funciones. Ejercicio 1 Tomamos un tema sencillo para pensar/representar, por ejemplo, lo que haremos mañana o probablemente todavía hoy; o lo que hemos hecho ayer; o lo que debería ser el próximo paso en la educación de nuestro hijo, o el siguiente paso en la solución de un problema. No debe ser un tema atractivo, interesante. Empezamos formándonos ideas, representaciones, y procuramos evitar todas las asociaciones que aparten de la línea o trama del asunto. Esto se puede expresar también así: procuramos pensar continuamente —no de manera intermitente, con interrupciones— y permanecer siempre en el terna. Procuramos prestar atención también a los sentimientos concomitantes, no dejando que influyan en el pensar/representar; el proceso debe transcurrir lo más objetivamente posible. Los matices de los sentimientos concomitantes deben ser percibidos, pero no deben perjudicar el proceso del pensar. Este ejercicio puede durar de cinco a diez minutos. Cuando ha terminado, echamos una mirada retrospectiva a su desarrollo, registramos las digresiones e interrupciones, también los sentimientos que han surgido al mismo tiempo, y aclaramos cuándo o dónde se han presentado durante la historia vivida interiormente. Ejercicio 2 Repetimos el primer ejercicio, pero ahora con un tema que nos interese mucho, atractivo. Posteriormente comparamos el primer ejercicio con el segundo y registramos las diferencias en el número e intensidad de las distracciones y en la calidad e intensidad de los sentimientos. La finalidad, en ambos ejercicios, es lograr la continuidad del proceso.

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Ejercicio 3 El segundo paso en la purificación del pensar consiste en que, como ejercicio, evitamos en el pensar los elementos de percepción. Pues en toda percepción sensorial hay un elemento material, que es impenetrable para el pensar: donde el pensar/representar encuentra lo material, rebota. La materia en sí, sin tener en cuenta sus cualidades, no es pensable, el pensar sólo la toca como por fuera3. Reflexión/Meditación 5: La materia no es pensable. EI ejercicio consiste en que escojamos, para el pensar, un tema que no contenga elementos de percepción. Así, por ejemplo, la frase del preludio: "No sabemos cómo pensamos"; o una dé las cuatro primeras reflexiones; o una verdad o ley filosófica, matemática o lógica. Procuramos seguir pensando estas frases "abstractas", evitando imágenes de percepción. Cuanto más concentradamente (más continuamente) lo hagamos, el proceso se volverá tanto más transparente para el pensar. Tras este ejercicio, comparamos las experiencias de los tres primeros ejercicios. Ejercicio 4 Procuramos captar (comprender) el sentido de palabras conjuntivas tales como "sí", "no", "pero", "o", "pues", "sin embargo", "y", "así", "como", "cuando", "si", "sino", "siempre que", "si no", "sin", etc. No se desean definiciones o explicaciones mediante otras palabras —por ejemplo, "sí" significa asentimiento—, sólo el gesto interior del comprender. Palabras como éstas no contienen elementos de percepción, son como las articulaciones de lo que uno dice, nada más que gestos interiores. Es instructivo compararlas con las correspondientes expresiones de otras lenguas ("pero":"aber", "but") y al mismo tiempo también prestar atención a las diferencias en el significado. Reflexión 6: Los significados de todas estas palabras no pueden encontrarse en el mundo de la percepción. ¿De dónde vienen y cuál es su papel ?

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Ejercicio 5 Procuramos captar el sentido de adjetivos tales como "bueno", "bello", "grande", "pequeño", "largo", "lento", "oscuro", "redondo", "angular". Puede verse que estas palabras pueden referirse a percepciones (lo que no es válido a toda costa, véase: "una gran idea"), pero no proceden del inundo de la percepción. Para ver algo cuadrangular, el individuo tiene que haber captado ya los conceptos "cuatro" y "angular". Los números son quizá el mejor ejemplo de la relación entre lo captado mediante el pensar y el mundo de la percepción. Ejercicio 6 Procuramos expresar con otras palabras las frases del tercer ejercicio. Luego traducimos, si es posible, las frases a una lengua extranjera. Podemos probar este ejercicio de inmediato con la frase anterior: "Procuramos expresar con otras palabras..." o con la presente frase: "Podemos probar este ejercicio...". Reflexión 7: ¿Qué traducimos?

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PENSAMIENTOS SOBRE EL LENGUAJE: LAS PALABRAS, LAS FRASES, LOS CONCEPTOS, EL PRESENTE Y COMPRENDER

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La reflexión 7 puede hacernos ver que el sentido de la frase al traducir —pues traducimos el sentido, no las palabras— puede existir, al menos por instantes, sin palabras y también fuera de una lengua (durante la transición). Esto quizá no sea tan sorprendente si tenemos en cuenta la próxima reflexión: Reflexión 8: Cuando expresamos algo con una frase, en voz alta o sólo interiormente, ¿cómo sabemos con qué palabra hay que empezar, cuál será la segunda palabra, la tercera, y qué forma gramatical es la adecuada? Incluso uno puede decidir, dado el caso, en qué lengua se ha de expresar eso. No pocas veces estamos descontentos con la expresión... ¿qué comparamos entonces con la expresión? Si nos ocupamos de esta pregunta resultará evidente que el sentido o significado de la frase ya tiene que estar ahí antes de que pueda elegir la lengua, las palabras, esto es, los signos para el significado. Sabido es también que el comprender de un texto es superior al comprender de las palabras; puede suceder que comprendamos todas las palabras de una frase, pero no la frase, o, al revés, que no comprendamos algunas palabras en la frase y, sin embargo, que ésta sea comprensible e ilumine las palabras no comprendidas... al tratar con lenguas extranjeras, esto pasa con frecuencia. El sentido o significado existe sin palabras o de manera supralingüística antes de la aparición de la forma del signo, y durante el comprender, la persona que comprende llega de nuevo a la forma espiritual del significado. También cuando traducimos una palabra —o en la misma lengua la reemplazamos por otra palabra— está claro que el significado lo podemos separar del signo, de la forma fonética, y que el significado existe independientemente del aspecto perceptible sensorialmente. La próxima etapa de la purificación del pensar sería un pensar — continuo— sin palabras. Esto, y más, ocurre en los instantes de presencia de espíritu: como si el pensar transcurriese con velocidad infinita, no paso a paso en el tiempo. La mayoría de los adultos hoy en día no pueden pensar continua e

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intencionalmente sin palabras, sin previo ejercicio. Pero los ejercicios pueden llevar a ello. Reflexión/Meditación 9: Las palabras vienen de lo sin palabras. Detrás de las palabras hay conceptuaciones, esto es, una palabra es un signo de una comprensión, de un concebir. Uno puede también usar palabras sin entenderlas realmente, enteramente conforme a su esencia — y esto sucede no pocas veces — , pero también en este caso uno entiende por una palabra algo. Si dejamos a un lado tal desatino, pensar con palabras quiere decir pensar con conceptos. La conceptuación de las palabras existentes en la lengua —en tanto que no se las emplee técnicocientíficamente — de ningún modo es unívoca, pueden ser usadas de manera muy flexible, incluso para la denominación de conceptos recién surgidos4. El ser humano puede descubrir nuevos conceptos y denominarlos con antiguas palabras. Esto muestra también que los conceptos pueden existir sin los signes. Los primeros concepto le son dados al niño pequeño mediante la lengua materna. Más tarde, el pensar se desprende de la lengua y entonces es capaz de llegar a nuevos conceptos. De todo ello se infiere que el ser humano es capaz de pensar sin palabras, pero, no obstante, con conceptos. Por lo general pensamos —con o sin palabras — con conceptos ya hechos, antiguos, no nuevos. De ahí que el próximo paso en la purificación del pensar sería el pensar no conceptual. El adulto tiene un repertorio conceptual cuya mayor parte está legado, está dado lingüísticamente. Estos conceptos tuvieron que adquirirse, esto es, comprenderse, a lo largo de la vida del mismo modo que los — en general no numerosos— conceptos encontrados por uno mismo. El concebir (Begreifen), la formación de conceptos, se efectúa mediante un pensar formador de conceptos, que no transcurre conceptualmente. Este pensar predomina en la infancia, y así concibe el niño los conceptos presentados, deteniéndose el comprender (Verstehen), que es de naturaleza continua. Donde el proceso se detiene (provisionalmente), allí surge un concepto, una comprensión. En el adulto, este proceso tiene lugar mediante conceptos antiguos entre los que hay un hueco en uno o varios lugares: allí se efectúa un nuevo comprender y se forma un nuevo concepto.

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Un ejemplo de formación de conceptos: mostramos a un niño (de 3 a 5 años) unos objetos circulares, triangulares, cuadrangulares, de distinto tamaño, materia y color, y también otros que no tengan una forma conocida, denominada. Mientras el niño no haya formado las conceptualizaciones de círculo, triángulo, cuadrado, o los conceptos del color, no podrá clasificar los objetos según la forma o el color. La formación de conceptos se efectúa mediante la atención selectora: para captar el concepto "círculo", uno tiene que apartar la vista de todas las demás cualidades de la cosa (tamaño, materia, peso, color, etc.) y atraer la atención sólo sobre eso, es decir, sobre la forma. De la minina manera, o sea, estrechando la atención, se efectúa la formación del concepto con respecto al color: un color nunca aparece solo. La formación de conceptos es siempre un estrechamiento de la corriente de atención. La historia de las palabras en cualquier lengua muestra que las palabras expresaban anteriormente conceptos más amplios, o sea, el concepto es tanto más amplio cuanto más atrás nos remontamos en la investigación5. Reflexión 10: ¿Es irreversible el encogerse de los conceptos? ¿Pueden los conceptos además crecer en cuanto al contenido? Nos referíamos a un cambio en la vida de los conceptos, no a la modificación en el significado de las palabras, que históricamente puede seguirse de cerca mucho más fácilmente y que sólo en parte es idéntica al encogerse de los conceptos y a la vez volverse más precisos6. Consideremos una vez más el fenómeno del comprender. Tiene dos rasgos llamativos: se efectúa con la rapidez de un rayo, y no puede repetirse, es decir, no podemos comprender dos veces lo mismo... o el primer comprender tiene que ser relegado al olvido, o en la segunda vez comprendemos algo nuevo o distinto. La rapidez es debida al carácter inmediato y directo... el comprender puede ser preparado durante largo tiempo, puede también efectuarse paso a paso, pero —a cada paso— el acto es finalmente instantáneo, tal como un encontrar. Se puede buscar durante largo tiempo, pero no encontrar durante largo tiempo. El comprender es inanalizable, pues todo analizar se basa en él, también todo pensar. El verdadero pensar, el pensar más puro, es el comprender. Normalmente breve —también esto hace que no pensemos de manera continua —, está acompañado de un

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sentimiento no corriente, como de felicidad o satisfacción: un acontecer en forma de brinco. Reflexión/Meditación 11: En el comprender tocamos nuestro cielo. Lo que en el comprender deviene consciente — además de su presentimiento— es el resultado, lo comprendido. Deviene completamente consciente mediante la expresión verbal, y ésta no siempre se efectúa rápido. Se necesita más o menos tiempo hasta que del relámpago salga lo comprendido, entonces ya es pasado. Evidentemente, el comprender tiene lugar en la presencia. [El adjetivo] "presente" quiere decir dos cosas distintas: por un lado, que el comprender no ocurre ni en el pasado ni en el futuro, por el otro, que estamos presentes en el acto. Esto lo sabemos debido a que es una experiencia —por fugaz que sea—, de la que posteriormente, sin reflexionar sobre ello, sabemos que es nuestra experiencia. Puede percibirse una sutil diferencia entre la experiencia de un comprender y, por ejemplo, la experiencia de una información en que no se efectúa un primer e intuitivo comprender, tal como: "Es probable que mañana llueva". Reflexión 12: Procuremos describir la diferencia mencionada en último lugar. El que no experimentemos el presente como tal tiene que ver con los dos rasgos mencionados del comprender: que éste pasa con la velocidad de un rayo y que estamos dentro del rayo, somos idénticos a él, mientras que nuestras experiencias ordinarias ocurren siempre de manera dualista, en el intervalo sujetoobjeto... al menos así lo parece, Podría ser también que, por un breve instante, igual que en el comprender, también en cada experiencia seamos idénticos a lo que, un poco más tarde, llegará a ser lo experimentado, Pero esta cuestión sólo la puede resolver la prueba, la eventual experiencia de la identidad y de la presencia. Pues el objetivo es llegar del pensamiento al pensar o de la representación al representar. Es evidente que el pensar más puro es el comprender. Pero no lo podemos querer con nuestra voluntad habitual, tenemos que dejar hacer, dejar que ocurra... ¿cómo lo hacemos? La finalidad sería "prolongar" el instante de presencia de espíritu o el instante del comprender y al mismo tiempo tener la experiencia... no posteriormente.

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Reflexión 13: ¿Qué afinidad guardan la presencia de espíritu y el comprender? Teóricamente, el pensar puro, el pensar más puro, es un comprender continuo ininterrumpido, sin palabras, más allá de las lenguas, más allá de los conceptos: un pensar genial. No podemos producirlo intencionalmente y estamos contentos cuando lo vivimos algunas veces. Lo que se puede notar en los breves sucesos de presencia de espíritu y de comprensión es el completo estado de concentración y al mismo tiempo de olvido de uno mismo, que excluyen todo lo demás. ¿Será el ejercicio de estos elementos un camino que conduzca al objetivo propuesto? CAMINOS QUE PRESENCIA

CONDUCEN

A

LA

EXPERIENCIA

DE

LA

Dejando aparte los raros instantes de presencia de espíritu, ¿cuándo estamos concentrados y con olvido de nosotros mismos? Cuando es necesario, cuando sirve para algo, cuando queremos resolver un problema, o cuando algo es muy atractivo, estéticamente o bajo otro punto de vista. Son motivos exteriores, que en el contexto de nuestra vida producen tal efecto sobre nosotros y motivan nuestra voluntad. ¿Qué pasaría, qué se podría lograr, si pudiésemos producir el estado de concentración desde nosotros, sin causas o motivos exteriores, es decir, con libertad? En ese caso sería completamente nuestro hacer y la voluntad de la atención, como no acabaría en un propósito determinado y como no tendría otro objetivo, podría llegar a saber más sobre sí misma. "Desde nosotros" quiere decir también que el tema de la atención no sea dado mediante otros procesos, no sea una percepción, sino una representación o un pensamiento, que no pueden ser dados desde fuera, que tienen que ser producidos mediante la atención misma, como recuerdo, fantasía, o pensar. En ese caso, la atención se concentra en su propio producto. Llamamos a esto "atención activa". Se puede vislumbrar la posibilidad de que, durante este proceder, la atención pueda encontrarse a sí misma, es decir, experimentarse, en su hacer, antes de que tenga un objeto, antes de que se haya convertido en una imagen, un pensamiento, una cosa. El tema no debe ser ni atractivo ni

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repugnante. Cuando es atractivo, no requiere ningún ejercicio de poder interior para permanecer en él. Debe ser, además, comprensible para el ejercitante, es decir, claro conceptualmente. Este criterio sólo lo cumplen los objetos hechos por el ser humano. En el capítulo La meditación se tratará de cómo se procede con los pensamientos y las imágenes simbólicas. Ejercicio 7 Elegimos un objeto sencillo, que nos sea familiar (un botón, una aguja, una cuchara, un lápiz, un anillo, u otra cosa por el estilo), lo observamos cuidadosamente si es necesario, luego lo ponemos aparte o cerramos los ojos y procuramos representarnos el objeto, tal como nos representamos un recuerdo. Esto lo lograremos tanto mejor cuanto más "dejemos venir" la imagen, tal como lo hacemos al recordar. Como si preguntásemos interiormente: ¿qué aspecto tiene el objeto? Primero dejamos que la imagen aparezca brevemente; la segunda o tercera vez procuramos retenerla. Pues cuando "traemos" a la memoria, por ejemplo, la imagen de la tarde pasada, no la construimos ni trabajamos en ella. Acompañamos la imagen del objeto con pensamientos, describimos su forma, sus propiedades, su materialidad, etc.; luego procuramos representárnoslo en su función (la cuchara, "cuchareando") y, por último, si las "etapas" anteriores —se transforman continuamente una en otra — se ejecutan bien, sin distracciones, procuramos concentrarnos en la idea del objeto, en aquello que el inventor tenía presente interiormente: en la función, sin el objeto materializado7. La duración de este ejercicio, cuando las dificultades iniciales están superadas, debería ser de unos tres a cinco minutos. Se pueden hacer las siguientes experiencias, incluso sólo con la imagen de representación. La primera es que no basta dejar que la imagen aparezca una vez si queremos retenerla más tiempo, pues desaparece fácilmente enseguida y otros temas asociados absorben la consciencia. Cuando querernos retener la imagen, ésta tiene que ser producida constantemente, es decir, tiene que ser "alimentada" permanentemente mediante una corriente de atención. El "dejar venir" significa en este caso un permanente dejar-surgir mediante una corriente de atención suave, ligera, fácil, no enérgica o luchadora, que "quiere duramente" Ésta entra en la imagen, que de ese modo nace y permanece. Por ahora

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tenemos bastante con la imagen que somos capaces de retener durante algunos minutos. Tras cada ejercicio echamos una mirada retrospectiva a su desarrollo. Puede llamarnos la atención que en la consciencia aparezca sólo la imagen —sin contar las distracciones—, pero no la corriente de atención. Comentario del ejercicio 7 Podemos esquematizar el proceso de concentrarse en una imagen de representación:

Llevamos la atención de manera absolutamente consciente sobre la imagen, pero el movimiento, el afluir a la imagen, permanece fuera de la experiencia: no vivimos conscientemente cómo surge la imagen, sólo la dificultad de retenerla. Sin embargo, si crece la intensidad de la corriente de atención, empiezan cambios tanto en la imagen como en el hacer, en el producir y retener la imagen. La imagen se vuelve más viva, más intensa, el hacer es sentido cada vez más como real, uno tiene la impresión de estar haciendo algo... esto no sobreviene al comienzo de la ejercitación. Cuando podemos consolidar estos cambios en la ejercitación, es decir, cuando son observables con regularidad encada ejercicio, podemos dar un nuevo paso. Miramos el objeto otra vez, esta vez con una mirada global, tal cual miramos un rostro humano, sin entrar en detalles (la forma de la nariz, del mentón, etc.): pues la mayoría de las veces no podemos dar cuenta de los rasgos paticulares. Esto no nos impide reconocer la cara, incluso poder representárnosla, porque tenemos, precisamente, una impresión

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global, más sintiente, de ella. Miramos el objeto con tal mirada. Esto conduce, por lo general, a una imagen aún más viva, y podemos notar que el movimiento de atención adquiere un leve matiz de sentimiento.

Ejercicio 8 Si el poder de la atención sigue creciendo, podemos vivir nuevos cambios en la ejercitación. La imagen se vuelve cada vez más luminosa — tanto más cuanto que la dejamos hacer—, se agranda y se acerca a nosotros. Estas son formas de expresión que no traducen exactamente la vivencia, sólo dan a entender el sentido en que se mueve el cambio. El ejercitante reconocerá y corregirá estas tentativas de descripción en la experiencia, entonces sabrá lo que se quiere decir con ellas. Uno tiene la sensación de que la imagen y el ejercitante se acercan uno al otro cada vez más, hasta coincidir completamente, es decir, uno se vive a sí mismo idéntico a la imagen. La imagen de ningún modo es ya estática durante esta vivencia: lo que uno vive como identidad no es una cuchara, sino un "cucharear", no es una taza, sino un "tazear", un verbo, un funcionar. Al principio, esto puede sentirse como extraño, pero si se prosigue la ejercitación, se aclarará cada vez más qué es lo que uno vive como identidad. En este grado del estado de concentración uno pierde las palabras y los conceptos, los elimina, queda un puro " eso", un movimiento que podría conducir al concepto, y es con este movimiento de la atención que piensa-representa con lo que uno se siente idéntico, con la idea de origen, la esencia del objeto: uno se convierte en su comprender creador. Hemos llegado al pensar/representar puro. Comentario del ejercicio 8 La experiencia descrita tiene una semejanza con las vivencias en el teatro o el concierto, donde, absortos, seguimos los sucesos en el escenario o el suceder de la música, hasta quedar conmovidos por la ficción — ¿es una ficción? —, sólo que en el ejercicio faltan la atracción estética, lo ofrecido desde fuera, nosotros hacemos todo. Precisamente éste es el valor o la fuerza del ejercicio y conduce al siguiente paso, que en la vivencia estética difícilmente

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puede ocurrir. Y es que en el trasfondo de la vivencia de identidad está el hecho de que la atención es nuestra esencia anímico-espiritual8. Por eso mismo no la vivimos conscientemente de ordinario, pues somos idénticos a ella. Sólo adquirimos consciencia —allí donde la atención se convierte en una forma— de su objeto respectivo. Si la atención se vuelve inusitadamente intensa, la identidad con el objeto se presenta de manera consciente. Sobre todo, cuando el objeto mismo ya consiste en atención, tal como en la imagen o el pensamiento — "atención activa"—y nada está dado desde fuera. Ejercicio 9 La atención puede crecer en intensidad ilimitadamente. Si crece más allá de la vivencia de identidad, sobreviene de nuevo un cambio en la vivencia. Ahora llegamos a ser el movimiento de la atención entrando en la "imagen", pero esto lo vivimos antes de la "imagen" —cuando aún no está "formada"—, que ahora, tal como se describió antes, es el signo vivo de un significado vivo —que hemos llamado idea de origen—, un signo no separado de su significado. Esto sólo ocurre de ordinario en el niño pequeño durante la adquisición del lenguaje y en la consciencia arcaica, donde el pensar y el hablar son idénticos sin separación. "Antes de la imagen" no quiere decir un preceder espacial ni temporal, todo el proceso sucede en la presencia; a pesar de ello, la atención que se mueve hacia la imagen es vivida todavía en estado libre de formas; es decir, se vive a sí misma y de ese modo se convierte en uno- mismo, en yo autoconsciente. Esta vivencia se puede llamar también "yo-soy". Aquí, el pensar/representar es vivido en su moverse más puro, sin conceptos, sin imágenes (antes de la imagen), es decir, en su moverse formador de conceptos, formador de formas. Éste era el objetivo principal de esta serie de ejercicios. A la vez y de manera inseparable de ello, el ejercitante llega, al menos por un instante, a la vivencia del yo-soy, a la primera experiencia puramente espiritual posible, que destella como un comprender. Sólo mediante la experiencia de la presencia propia se puede experimentar el presente — el ahora eterno— y la presencia de todos los demás seres. De no ser así, no habría quién pudiera experimentarlos. Así, nuestra esquematización reviste la siguiente forma:

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Esta experiencia es equivalente al nacimiento del "testimonio verdadero" —así se llama en el Nuevo Testamento9—; es la entidad humana, que no está mezclada de manera automática con las funciones anímicas, con el pensar, las emociones, los impulsos volitivos, sino que puede mirarlas —por lo menos, el pensar— y utilizarlas. Este yo-soy o uno-mismo es la experiencia del ser espiritual propio, por eso es independiente del éxito, del fracaso, de la aprobación, del rechazo, de la opinión de otros seres humanos, también es invulnerable ante las emociones desbordantes. En vez de ellas empieza a despertar el sentir cognoscitivo y a desempeñar un papel creciente en la vida. El destello de esta entidad —el verdadero conocimiento de sí mismo— se llama en la Antroposofía "alma autoconsciente" y, cuando es duradera, "yo espiritual". Mediante los ejercicios del pensar y representar conseguimos dos cambios. Uno concierne a nuestra vida interior: en la experiencia "ello piensa" no sólo es desarrollado un yo-soy o uno-mismo que ya no está mezclado con el pensar/representar, sino que también puede conducir esta facultad de pensar que no le pertenece. El testigo la administra. Por otro lado, los temas, si son sencillas cosas útiles hechas por el ser humano y debido a que no son usadas conforme a su finalidad, sino como temas de ejercicio, reciben significado y sentido. Se puede decir que se les asigna una nueva dignidad, un nuevo carácter sagrado, debido a que guían por los caminos de su función, de su idea de origen, el pensar del ejercitante, y de ese modo son asimilados al hacer creador-de-sentido del ejercicio mismo.

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También la visión del mundo cambia dramáticamente con esta experiencia: todas las cosas en el mundo son vividas como un devenir, como proceso o acontecimiento, ya nada como un estático "es". Éste es el mundo del niño pequeño en ana edad que difícilmente se puede determinar y también el de las culturas arcaicas, en que los seres humanos experimentaban todo como acontecimiento, fuese una roca o una montaña. Sólo ahora sabe el ser humano por experiencia lo que quiere decir "ello piensa en mí", que es también el secreto del buen pensar ordinario, dejamos hacer y nos limitamos a los gestos de conducción orientadores, suaves, tal como un pastor que encauza hacia el rebaño a las ovejas que se desvían a la derecha y a la izquierda. Cuando experimento "ello piensa", soy un testigo presente no mezclado con la función anímica del pensar, es decir, un ser espiritual. Rigurosamente, mediante la serie de ejercicios descrita se efectúa una dilatación del autorreflexionar: al autorreflexionar dado [como facultad], que sólo se puede volver hacia el pasado del pensar/representar, se añade ahora el experimentar la presencia. Mediante esta experiencia fundamental, la consciencia se acerca al poder, de ordinario supraconsciente, que orienta el pensar y lo mantiene dentro del margen de lo lógico, y que es un sentir de tipo cognoscitivo, el sentir de lo lógico, de la evidencia, del comprender o no comprender... el camino que conduce al sentir cognoscitivo tiene su comienzo aquí. Al ejercitante puede traslucírsele también, por presentimiento, que detrás de este dejar-pensar está oculta una supraconsciente voluntad del pensar una voluntad que no sabe de antemano lo que quiere, una voluntad improvisadora.

Reflexión/Meditación 14; El testigo verdadero no atestigua a posteriori.

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SEGUNDO PRELUDIO No sabemos cómo pensamos porque, normalmente, experimentamos el sentir que guía el pensar.

no

Este sentir sólo lo sentimos en su efecto, no por dentro, sólo su exterior. El sentir que gobierna el pensar y que actúa ocultamente en el percibir permanece detrás de las nubes del cielo interior. Si el sentir cognoscitivo no se utiliza, no se usa de manera consciente, cae en su mayor parte en formas no cognoscitivas, sin significado. La primera de estas formas es el "sentirme" [o sentimiento de "mi"]. Sobre éste se superponen otras formas habituales, que al principio son irreversibles y subconscientes porque en ellas no entra el verdadero yo. Los sentimientos con forma, esto es, las emociones, impiden la cognición, incluso en el sentir. Estas formas carecen de significado, no comunican nada, no son mensajes. Pueden ser disueltas a lo largo de los ejercicios o — pocas veces— a lo largo de la vida y convertirse en la facultad, libre de formas, del sentir. Así comenzamos a vivir el sentir por dentro, en el comprender sintiente. Un sentimiento —no una emoción— es tan comprensible para el sentir como un pensamiento para el pensar. Sólo que el comprender en el sentir es una experiencia, mientras que comprender un pensamiento sólo se convierte en experiencia si uno disuelve las palabras, penetra a través de ellas y de ese modo vive lo que encubren al sólo aludir a la experiencia. Habría que atravesarlas, poder disolverlas. Se disuelven en el sentir.

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II DEL PENSAR AL SENTIR Pensamientos y sentimientos, pensar y sentir

Los ejercicios del pensar son posibles porque el pensar/representar es autónomo. Podemos pensar lo que queremos pensar/representar, al menos durante cierto tiempo, mientras las asociaciones no mermen esta autonomía y hagan que la consciencia se aparte de su propósito. Lo que ha sido descrito como purificación del pensar o su concentración puede interpretarse perfectamente como una aspiración a la continuidad. La continuidad del pensar resulta interrumpida por la aparición de elementos que no son del pensar sino asociaciones, también por elementos de la percepción, que para el pensar no son "legibles" o transparentes, y además por palabras y conceptos como puntos de detención del comprender continuo. Mediante la eliminación gradual de estos elementos durante la concentración hemos llegado al pensar puro, al movimiento del pensar formador de conceptos, que aspiramos a mantener en flujo. Si comparamos estos procesos con el sentir, la primera diferencia es que en el sentir no tenemos autonomía, rio podemos sentir a voluntad lo que queramos ni podemos escoger de la paleta de sentimientos uno para llenar la consciencia, tal como sucede con una imagen o un pensamiento durante el ejercicio de concentración. Cuando sentimos algo, son casi siempre motivos externos, incluso representaciones o procesos corporales, los que producen el sentir. En el sentir no podemos crear nada nuevo, mientras que esto es posible en el campo del pensar. El objetivo de los ejercicios en el sentir es desarrollar un sentir cognoscitivo. Habitualmente, por "sentir" entendemos las emociones, las agitaciones del sentir no cognoscitivo, tales como el enfado, la envidia, los celos, la depresión, y otras cosas por el estilo, que nos dominan. Es decir, podemos regular, en parte, su aparición en nuestro comportamiento, pero no podemos decidir sobre su presencia o ausencia. Los sentimientos cognoscitivos sólo aparecen en la periferia de la vida del sentir, respecto a

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vivencias estéticas o, en el mejor de los casos, en la profesión, por ejemplo, entre terapeutas o pedagogos. Detrás del pensar hemos descubierto, como poder orientador, el sentir de lo lógico. Cuando se quiere ejercitar el sentir cognoscitivo no se puede saltar por encima del pensar puro: sólo desde este lado se puede desarrollar de manera consciente el sentir cognoscitivo. Esto no se refiere al sentir estético, cuyo caso es otro, sobre el cual volveremos. El origen del pensar está en el sentir cognoscitivo, esto se puede vislumbrar en virtud del sentir de la evidencia y de lo lógico; la observación del niño pequeño y el estudio de las culturas arcaicas lo confirman. El niño pequeño recibe mediante el sentir cognoscitivo el significado de los primeros cientos de palabras y de las formas gramaticales10. Las obras técnicas, médicas, arquitectónicas, de los pueblos arcaicos, que se realizaron sin una ciencia analítica basada en el pensar, ponen de manifiesto una perdida facultad de manejar con éxito las realidades, dadas, de la naturaleza. Cuanto más continuo se vuelve el pensar, tanto más se convierte en el sentir cognoscitivo del cual procede, se disuelve en el sentir, se vuelve "global" —recordemos la mirada global a una cara—, se vuelve menos agudo y analítico, pero tanto más abarcante. El camino que conduce al sentir cognoscitivo pasa por el pensar puro concentrado. Éste es el sentir primordial, tanto en el ser humano individual como desde el punto de vista de la historia de la consciencia. Surge la pregunta: ¿cuándo se ha perdido este sentir, adónde se ha retirado? Nuevamente, la respuesta puede observarse en el niño pequeño y también desde el punto de vista histéricoevolutivo: cuando el niño o los seres humanos en una cultura empiezan a hablar en primera persona (yo, me, mi) de su cuerpo, con el que se han identificado, aparece un nuevo sentir, que no es cognoscitivo, el "sentirme". El empleo de los pronombres de primera persona es la señal de esta identificación y de la formación del sentirme. Este último cubre el cuerpo como un manto de sentir, sin llegar a conocerlo11. Con el sentirme comienza la transformación del sentir cognoscitivo en no cognoscitivo y de ello resulta lo que llamamos emociones (formas del sentir de carácter no cognoscitivo). La ejercitación con respecto al sentir consiste en procurar liberar las fuerzas sintientes que están

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aprisionadas y con forma en las emociones, es decir, volverlas de nuevo libres de formas y, de este modo, cognoscitivas. Reflexión 15: Sólo las fuerzas libres de formas pueden llegar a conocer formas o incluso crearlas. Las emociones se desarrollan en una polaridad: bueno- malo, es decir, bueno-para-mí, malo-para-mí, están teñidas de egoísmo, intensifican el sentirme, aun cuando parezcan ser indeseables, tales como el enfado, el odio o la tristeza. Uno las disfruta en cierto modo, de lo contrario no las exageraría ni se abandonaría a ellas12. Las fuerzas sintientes cognoscitivas son, por su esencia, tan objetivas como el pensar, que, por principio, existe más allá de la polaridad bueno-o-malo-para-mí; la verdad es neutral ante el deseo. Reflexión 16: Busquemos una experiencia del sentir que no forme parte de un extremo de la polaridad. Es casi imposible denominar las vivencias del sentir cognoscitivo — los poetas lo procuran, de distintas maneras—, no hay nombres generalizados para ellas. Incluso las emociones sólo se denominan muy globalmente, pues existen, por ejemplo, tantos matices de enfado como entre los árboles que son clasificados como "hayas" existen innumerables individuos distintos. No acostumbramos a diferenciar los matices de las emociones. Por estas razones, los ejercicios tendrán que efectuarse, en su mayoría, sin palabras. Y sin embargo al principio se practicarán, precisamente, en lo diferente. Lo que en el campo del pensar se llama "concepto" o "idea" puede llamarse en el ámbito del sentir "forma de sentimiento o del sentir" o "idea del sentir", de manera análoga a las expresiones "idea musical" o "idea pictórica".

EJERCICIOS PARA EL SENTIR COGNOSCITIVO Ejercicio 10 Traemos a la memoria emociones del mismo nombre que hayamos experimentado —por ejemplo, diversos disgustos o personas con quienes hayamos estado enfadados— y procuramos tener la sensación de las diferencias entre los casos; diferencias

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no sólo en la intensidad, sino sobre todo en la calidad. Pues nuestro enfado no tiene el mismo estilo ni el mismo matiz en los distintos casos. No importa cómo denominemos las diferencias, podemos caracterizarlas con el nombre de la persona o del lugar o del momento o darles un nombre cualquiera. A continuación, traemos a la memoria otro tipo de emoción —por ejemplo, celos— , comparamos dos o tres de tales vivencias en su "sabor", y luego regresamos al primer tipo (enfado). Acto seguido nos ocupamos de nuevo del segundo género de emociones —celos—, y así sucesivamente, alternando siempre. En el primer regreso, las diferencias de calidad serán, seguramente, más claras, más plásticas, y puede suceder que en las repeticiones ulteriores aumenten todavía de claridad. Hacemos este ejercicio, sucesivamente, hasta que las vivencias de la calidad se repitan. Los días siguientes lo probamos de nuevo. La diferenciación irá en aumento. Ejercicio 11 Procuramos experimentar las diferencias entre dos vivencias del sentir cognoscitivo. Pueden ser sentimientos estéticos; podemos elegir como ternas dos poemas, dos novelas, dos piezas musicales, cuadros, u otras cosas por el estilo. Podemos comparar dos estilos en la literatura, en la música, etc.; incluso dos verdades que sintamos como verdades. Lo hacemos del mismo modo que en el ejercicio 10. Ejercicio 12 Las personas familiarizadas con las matemáticas, las ciencias naturales o la lógica ya conocen el sentimiento de "por lo tanto'7. Una prueba o un silogismo se desarrolla mediante premisas llamadas "aceptadas" o fácilmente aceptables, tal como: A implica B, B implica C, por lo tanto (se infiere) A implica C (no sin condiciones). Como ejercicio, uno puede recorrer diversas demostraciones y saborear este sentimiento en cada una y luego en el comparar. Ejercicio 13 Tomamos una vivencia del sentir del ejercicio 10, por consiguiente, una emoción, y la comparamos con un sentir cognoscitivo del ejercicio 11 ó 12. Esta diferencia es mayor en

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calidad que en ambos ejercicios precedentes, pero éstos son necesarios para la experiencia cabal. Observación En estos ejercicios empleamos la voluntad suave: dejamos venir el recuerdo de las emociones y de las vivencias del sentir cognoscitivo, y cuanto con mayor serenidad lo hagamos y cuanto más las repitamos — las dejemos venir otra vez tanto más vivas se vuelven. Preparamos este "venir otra vez" mediante las imágenes mentales, imágenes del recuerdo al originarse las emociones. Cuanto más vivas sean estas imágenes, tanto más llenas de calor vital surgirán las vivencias del sentir. Ejercicio 14 Tomamos nuevamente del pasado una escena emocional y procuramos apreciar la intensidad de los sentimientos vividos entonces y a la vez tener de nuevo la sensación cualitativa de ellos, es decir, por ejemplo, el enfado específico en la pasada situación. Cuando hemos encontrado lo cualitativo procuramos averiguar basándonos en el sentir si nuestro comportamiento de entonces, interior y exterior, fue proporcionado, adecuado, a la situación. ¿No ha sido, tal vez, exagerado, no nos hemos abandonado "un poco" (por motivos ocultos)? Por lo general descubrimos posteriormente que nuestra agitación ha excedido el grado adecuado de correspondencia. Reflexión 17: ¿Qué es el grado adecuado de correspondencia en una agitación? En esta reflexión uno puede llegar a resultados sorprendentes. Ejercicio 15 Uno puede procurar reducir la agitación al recordar una emoción. Uno se da cuenta además de que la agitación misma, aún cuando su causa no sea en absoluto personal —"no sucedió conmigo" — , lleva consigo un componente de sentirme, de egoidad, y que lo excesivo ha surgido mediante este componente. Si a estos ejercicios han precedido los ejercicios del pensar y representar o éstos se simultanean con los ejercicios del sentir, la creciente proximidad de la experiencia del uno-mismo — o esta misma — ayuda a aplacar las agitaciones del sentir.

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Repetimos la reducción de la emoción en diversos recuerdos, y por lo general de la agitación difícilmente queda algo que no se pueda seguir reduciendo más. Ejercicio 16 El ejercitante habrá notado seguramente que en todos los ejercicios del sentir se despierta y emplea un sentir cognoscitivo. Ahora haremos uso consciente de él. Traemos nuevamente a la consciencia sintiente un suceso emocional del pasado, lo reducimos en la medida de lo posible y luego procuramos tener la sensación de la calidad de la emoción que ha quedado y, con un pensar concentrado que se ha desarrollado hasta la identidad con el tema, nos sumergimos en esta calidad. Cuando este ejercicio está bien preparado desde ambos lados — el del pensar y el del sentir—, vivimos cómo el movimiento del pensar, más firme, al sumergirse en la fluidez borboteante de la emoción, se disuelve en ésta, se convierte en un sentir, que primero tiñe, por decirlo así, la emoción y luego la transforma en una experiencia cognoscitiva. Esta cognición es muy difícil de expresar con palabras, tampoco deberíamos intentarlo al principio —a fin de que la vivencia quede libre de deformaciones—, sino simplemente dejar que la vivencia del "¡ya caigo! ¡entendido!" en el sentir se ponga a resonar y vaya extinguiéndose. Con el repetir reiterado, ya llegarán las palabras. Este ejercicio tiene múltiple valor. Por un lado aprendemos que incluso una emoción es cognoscible, es decir, disoluble; esto no significa el descubrir racional de una causa, el surgir de conocimientos intelectuales, sino la tranquilización de las emociones y su transformación en gestos interiores más luminosos, más transparentes, cognoscitivos. Por otro lado aprendemos a manejar las emociones, si bien, al principio, las pasadas; pero esto es una preparación para tener una relación diferente también con las emociones presentes. Aprendemos además, en la práctica, que el pensar concentrado puede transformarse bastante fácilmente en inteligencia sintiente. Ejercicio 17 Remontándonos a la concentración del pensar y representar, procuramos seguir aumentando la intensidad de la atención más allá de la descrita vivencia del yo-soy, del llegar a ser uno-mismo. Si la atención, como movimiento entrando en el tema, se ha

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despertado "antes" de la imagen (o del tema), permanecerá continuamente despierta durante la intensificación ulterior, es decir, el yo-soy adquirirá duración —se transformará en "yo espiritual" durante el ejercicio— y, en cualidad, se convertirá cada vez más de pensar puro, vivo, en matices del sentir. La transición es continua, es decir, no hay "etapas o niveles", peldaños, pisos, que no permitirían una estancia intermedia. Sólo por la estructura del lenguaje estamos obligados a hablar de etapas o niveles, porque no podemos describir una continuidad en su transición continua. Por esa razón, en las descripciones tradicionales y otras se habla con respecto al mundo espiritual de varios niveles de consciencia —cuatro, siete, nueve, doce, o más— o de varias esferas cósmicas numerables.

Podemos esquematizar de nuevo los sucesos:

Bajo 1 y bajo 2 se pueden colocar, respectivamente, la primera y la segunda vivencias del yo que llevan una denominación ("yo espiritual" y "espíritu de vida", respectivamente). Esta "segunda" vivencia es, comparada con la primera, un despertar anterior (anterior, medido desde el tema), no habiendo que entender "anterior", de nuevo, ni temporal ni espacialmente. Damos por supuesto que 2 es una experiencia puramente sintiente, un sentir inteligente y un uno-mismo que se siente, no como objeto, tal como sucede en el sentirme, sino que, de manera análoga a cómo en la primera vivencia del uno-mismo la atención pensante pura se experimenta a sí misma, en la segunda se experimenta la atención sintiente, donde está disuelto el pensar puro.

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Para este sujeto que puede manifestarse durante el ejercicio, el tema se muestra de manera no dualista, como identidad en forma de una forma de sentimiento, tal cual se podría percibir el mundo entero si este tipo de cons- ciencia tuviese duración. Así vive el mundo el niño pequeño en una época temprana de su vida — antes de que viva todo como acontecimiento—, como formas de sentimiento o del sentir,, y también las culturas arcaicas tuvieron esta experiencia. Se puede conceptuar la segunda vivencia del yo y también las experiencias entre la primera y la segunda como la percepción de la fuerza que mueve la corriente de atención de manera que el movimiento se convierta en el tema antepuesto. La fuerza motriz del pensar/representar es el sentir. Si uno quiere dibujar una imagen o pintar un cuadro, el lápiz o el pincel tiene que ser guiado por el sentimiento del tema, de lo contrario la imagen o el cuadro resultará una chapuza. Incluso una corriente de pensar sólo se vuelve viva cuando es sostenida por un sentir cognoscitivo como fuerza motriz. Ejercicio 18 Si en el ejercicio de concentración se ha llegado varias veces a las experiencias 1 ó 2, ya sólo raras veces ocurrirá que se sucumba a una emoción. Pero desde antes, tras los ejercicios con situaciones emocionales pasadas, se pueden intentar ejercicios con emociones que probablemente acontezcan. Si sé que en un futuro próximo voy a tener una conversación acalorada, puedo prepararme para ella. No diseño un modo de comportamiento, sino que procuro preparar mi estado de concentración, a saber, concentrándome en temas que no tengan nada que ver con la conversación. Si existe la disponibilidad de la atención, me propongo entrar voluntariamente en la emoción que probablemente me espera, salir a su encuentro, tal como se entra en un mar con grandes olas. No espero hasta que el oleaje me alcance, sino que entro activamente en él. El resultado puede consistir en que viva plenamente la emoción, sí, pero que ella no me domine o no me domine del todo... mi cabeza permanece por encima del agua. Puedo también tratar de acordarme —por los ejercicios precedentes con situaciones pasadas— del "ahorro" de la intensidad emocional y procurar aplicar todas las experiencias de tales ejercicios a las emociones presentes, actuales. De este

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modo comienza una fase de la ejercitación que tiene lugar en la vida cotidiana. Observación Cuando pensamos/representamos algo por medio de los ejercicios de concentración, primero elevamos por un momento a la presencia de la consciencia un pensamiento o una representación del pasado, y esto se logra por lo general sin dificultades. Éstas sólo comienzan, en realidad, cuando queremos retener el recuerdo. El que podamos traer al presente algo del pasado muestra que nuestra naturaleza, la atención, está presente sin que la experimentemos directamente. Desde esta presencia supraconsciente disponemos de lo pasado, de las imágenes, de los pensamientos, de los objetos. El sentir, empero, no tiene en realidad pasado: cuando vivimos un sentir, o sea una emoción, ésta está presente sin interrupción. De ahí que no se pueda traer al recuerdo, es decir, a la presencia, una emoción, simplemente como un pensamiento — como un objeto— sobre el cual uno fija su atención, sino que se tenga que emplear el pensar/representar para evocar la situación en que se ha vivido la emoción. Esto es a veces bastante difícil y puede suceder que no se logre. Reflexión/Meditación 18: Los sentimientos sólo existen ahora. Ejercicio 19 Ponemos un dedo índice en posición vertical y nos concentramos de manera sensitiva en él. Abandonamos el pensar/representar y procuramos sentir el dedo. No lo miramos y prescindimos de todo lo que sabemos anatómicamente o de otra manera sobre el dedo. Sólo prestamos atención a las sensaciones durante tres a cinco minutos aproximadamente. Si hacemos este ejercicio exactamente según la instrucción arriba indicada, notamos que en absoluto experimentamos el dedo mismo, no tenemos la sensación de él ni como totalidad ni en sus partes (huesos, músculos, articulaciones, piel, nervios), sino de una sensación que envuelve al dedo en todas las direcciones de manera parecida a un vendaje, y los límites de esta envoltura no están claros en el espacio, se desvanecen. Incluso se puede tener la sensación de que el dedo es mucho más grueso, acaso también mucho más largo, de lo como lo conocemos.

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Reflexión/Meditación 19: Sólo de una sensación se puede tener la sensación. Ejercicio 20 Lo que en. el ejercicio 19 experimentamos como sensación puede extenderse sucesivamente a todo el cuerpo. Primero tomamos un "brazo colgando libremente, después los dos brazos. Si la atención sensitiva oscila de uno a otro, nos ayudamos con la idea o la imagen de que ambos brazos estarían unidos por un listón de madera o una cuerda. Luego procuramos sentir de pie, comenzando por los pies, y tratamos de hacer subir la sensación lentamente por todo el cuerpo. La sensación no es cognoscitiva, sólo es una vivencia concentrada del sentirme en que vivimos desde la infancia. Reflexión 20: Lo que se llama sensación corporal es una envoltura sensitiva o de sensación que rodea el cuerpo. En estos ejercicios se puede vivir, pura e intensamente, la sensación del mí en tanto que ésta se refiera al cuerpo. También existe un sentirme puramente anímico, tal como la envidia, la vanidad, y cosas semejantes. Volveremos sobre el particular. Con habilidad cada vez mayor en estos ejercicios se puede guiar la atención incluso al interior del cuerpo. Se llega al mismo resultado: tampoco en este caso percibimos partes del cuerpo, sino la sensación que las envuelve. Observación El sentido de todos los ejercicios que atraen la atención sobre el cuerpo o sobre partes del cuerpo es y era originalmente dejar que al ejercitante se le aclare (empíricamente) que las experiencias del cuerpo no las hace el cuerpo, sino un sujeto independiente del cuerpo. Hasta qué punto se experimenta este sujeto, el testigo mismo, durante los ejercicios depende siempre de la intensidad de la atención. Cuanto menos desarrollada esté la envoltura de egoidad, tanto más fácilmente destellará el ser o ente que experimenta. Ejercicio 21 Con la múltiple repetición de los dos ejercicios precedentes nos percataremos paulatinamente de un segundo sentimiento: un

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sentir que observa. Pues está claro lógicamente que ni el cuerpo ni la sensación vivida son el sujeto de estas experiencias; pero el sujeto real permanece por lo general oculto detrás de la experiencia objetiva (detrás de todas las experiencias de objeto). De ahí que en la tradición de todas las culturas antiguas fuese un fin que el experimentador no corporal de los ejercicios corporales, o de los ejercicios que incluían al cuerpo, se descubriera a sí mismo. Concentrando la sensación en el cuerpo o en sus partes se puede captar bastante agudamente la calidad del sentirme. Ahora procuramos prestar atención a la vez al sentir que experimenta, a la sensación del sujeto. Luego podremos comparar ambas sensaciones y elaborar cada vez más, sin conceptos ni palabras, la diferencia en nuestra naturaleza sensitiva.

Ejercicio 22 Hacernos un ejercicio del pensar/representar, tal como el ejercicio 7, y lo llevamos lo más lejos posible, por lo menos hasta la experiencia de identidad: nosotros llegamos a ser el tema. Al mismo tiempo procuramos sentir la calidad del experimentador dentro del ejercicio, es decir, sin que se abandone la identidad. Luego evocamos una emoción del pasado, nos sumergimos intensamente en ella y a la vez procuramos vivir también en este instante al experimentador en su calidad. Si resulta, comparamos en el sentir, sin conceptos ni palabras, las dos calidades de sujeto. Ejercicio 23 Uno de los "ejercicios complementarios o colaterales" (esto es, colaterales al meditar) que recomendaba Rudolf Steiner es ecuanimidad. Igual que en algunas otras tradiciones, ecuanimidad de ningún modo significa indiferencia o comportamiento flemático ni tampoco que se eviten, repriman, las manifestaciones exteriores de las agitaciones del sentimiento. La esencia de este ejercicio es, más que nada, que se procure evitar lo exagerado, transformando, en parte, lo emocional en sentir cognoscitivo. Uno aspira a no dejarse arrastrar automáticamente, como por un estímulo irresistible, a un ímpetu

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emocional, sino a participar en tales situaciones con compasión, simpatía y amor. El sentir cognoscitivo es tranquilizador y sanador. La finalidad no es un frío desinterés, sino una sensibilidad intensificada13. Ejercicio 24 Un segundo ejercicio de los llamados ejercicios colaterales se llama "imparcialidad". Como todos los ejercicios, también el mencionado puede ser profundizado ilimitadamente y es, en este sentido, como una introducción a un gesto interior: el asombro. Imparcialidad quiere decir no sólo desprenderse de ideas preconcebidas, opiniones arraigadas, pensamientos desiderativos — de todo lo que pueda inducir a error al sano pensar cotidiano—, sino también prepararse para un nuevo comprender. Cuando nos confronta lo desconocido, lo sorprendente, lo increíble, nuestro primer impulso es querer comprenderlo con conceptos que nos son familiares. Con demasiada ligereza es enviado entonces a un cajón preparado desde hace tiempo. Si presenciáramos la resurrección de un muerto ¿la aceptaríamos como tal? ¿O enseguida tendríamos listos algunos argumentos que "explicaran" lo presenciado, lo redujeran a un proceso natural y de este modo escamotearan su carácter milagroso? El ejercicio puede ser muy exigente, por cuanto que el ejercitante, al encontrarse con lo extraordinario, procura no aplicar sus conceptos preparados al instante, su red conceptual ya formada, sino retenerlos. Dicho de otro modo: detener su pensar. Esto es, en sí, casi imposible, a no ser que al pensar conceptual lo sustituya otra cosa: los inicios de un sentir cognoscitivo. Estos inicios no equivalen a un conocimiento, sólo a la disposición o disponibilidad no tendenciosa del sentir: un sentir vacío en que, sin embargo, son perceptibles los gérmenes de una cognición sintiente. Es obvio que esta fase de la ejercitación presupone un amplio dominio de la vida del pensar y una preparación de la vida del sentir cognoscitivo. En este sentido, imparcialidad es disposición libre de formas, libertad respecto de formas del pensar, del sentir y volitivas del pasado, de todo lo antiguo que no se disuelve en facultades, disposición para llegar a conocer algo como totalmente nuevo, mediante un nuevo acceso... en cualquier nivel. Observación

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En una serie de conferencias con el título Die Welt der Sinne und die Welt des Geistes [El mundo de los sentidos y el mundo del espíritu]14, Rudolf Steiner muestra cómo la realidad del mundo creado puede ser vivida en lo físico como "voluntad activa u operante" detrás de la cual se experimenta " sabiduría activa u operante" como sentido o significado, ambas, mediante la facultad cognoscitiva intensificada. Esto significa, ante todo, un yo o uno-mismo intensificado que está consciente de sí mismo, de lo contrario, la "cognición superior" no tendría sujeto. Este sujeto no está dado, tiene que desarrollarse mediante ejercicios de consciencia desde la realidad dada del yo cotidiano, es decir, desprenderse de la identidad con las funciones anímicas — pensar, sentir, querer—, de manera que, por decirlo así, pueda mirarlas desde fuera. El camino que conduce a este uno-mismo y los frutos cognoscitivos de éste tienen inequívocamente carácter sintiente, tal como también la realidad cobra carácter volitivo y sintiente. "Activo u operante" (waltend) alude al carácter de proceso de esta realidad. Reflexión/Meditación 21: La realidad es sentible. El camino descrito consiste en cuatro gestos interiores que conducen gradualmente a la finalidad mencionada: Asombro (Staunen), Veneración (Ehrfurcht) ante la realidad y la verdad, Sintonía (ln-Einklang~Sein) con el acontecer universal (con la realidad universal), y Entrega (Ergebenheit) al curso del universo. Las tres primeras actitudes son de carácter sintiente, la cuarta emana del sentir y toca la esfera de la voluntad. Este camino es apropiado para el ejercitante que ha pasado por el pensar puro y por ejercicios del sentir relacionados con el pasado y además los ha emprendido en una situación vital actual. Ejercicio 25 El asombro o admiración es la condición previa de cualquier conocimiento original: el quedar libre de los elementos del pasado. Con ello no se quiere decir, por supuesto, que éstos hayan sido inútiles o que uno pueda simplemente olvidarlos o, por decirlo así, borrarlos de la pizarra. Lo que es muy importante aquí es el proceso de disolución de las vivencias en facultades... dicho sea de paso, una cuestión básica de cualquier pedagogía. El asombro no se puede causar mediante una decisión de la voluntad, sólo es posible remover los obstáculos ante el asombro. A ello conduce también el ejercicio de la imparcialidad, y la calma

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o quietud interior. Ésta es, en su elaboración intensa, un silencio interior, el enmudecer del diálogo interior que de ordinario sostenemos constantemente con nosotros mismos, así como el detenerse del flujo de conceptos con que vamos al encuentro de todo lo que penetra en nuestra consciencia y con que juzgamos rápidamente todo. La imparcialidad es uno de los ejercicios que conducen a la facultad del asombro, el otro es: la libertad respecto de suposiciones. Aun cuando hayamos aprendido a evitar el uso de nuestro repertorio conceptual, acarreamos sin querer y tácitamente muchas suposiciones. Una de ellas es que, tal cual somos ahora mismo, somos capaces de comprender el fenómeno que se nos acerca. Todo nuestro pasado, nuestra educación, las circunstancias de la vida, el estilo de vida, los influjos culturales, forman parte de las "suposiciones", incluida la lengua en que vivimos. Es evidente que la purificación del pensar, si tiene suficiente calado, puede modificar incluso estas "suposiciones". El asombro no es ni siquiera como un germen del comprender, sino como la buena tierra — das "gute Land" de Lutero— en que puede caer la semilla para germinar. Uno puede asombrarse de todo si los obstáculos mencionados y tal vez: también otros que hayamos acumulado a lo largo de la vida están removidos. El niño pequeño aún no tiene estos obstáculos: el asombro es natural para él. Cuando el asombro ha renacido en el adulto, éste es capaz de comparar los diversos matices del sentir en el asombro. Ejercicio 26 La veneración o respetuosa devoción a lo que se ofrece al pensar nace del asombro como una actitud natural ante lo que es mayor, que uno no comprende y por eso tampoco puede producir. Sin embargo, existe, sin mi intervención, e incluso se muestra: ésa es la naturaleza de la creación, se muestra para ser comprendida. Reflexión/Meditación 22: La creación no está oculta. Tal como para el asombro, casi todo existe para la veneración. La esencia de la veneración es, tal como en el asombro y en los dos ejercicios siguientes, la retención de la intervención del pensar autónomo. Se indica la virtud necesaria para cualquier cognición superior: saber esperar. El esperar no es pasividad, tampoco un probar, ni un presentimiento, y por eso es tan difícil; es una

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disponibilidad o disposición sin finalidad, sin anticipar una dirección, sólo un ofrecer sitio a lo que viene. La veneración, tal como el asombro, del que se origina como naturalmente, no es cognición, sino preparación, un retroceder ante lo que se ha de llegar a conocer. El mismo movimiento hacia atrás encontramos en los dos estados anímicos siguientes que describe Steiner, pero también en la concentración profunda, donde la atención puede experimentarse a sí misma cada vez más allá antes de la imagen o del tema, es decir, se mueve hacia atrás en dirección a su fuente. Ejercicio 27 Ponerse en sintonía o concordancia con las leyes universales, como tercera actitud anímica, es una adaptación, o con el término de Tomás de Aquino, una adecuación (adaequatio), en la dirección del llegar-a~ser-eso, del volverse-idéntico a lo que uno se propone llegar a conocer. No sabemos a qué nos adaptamos, sino que, en el sentido de Sto. Tomás, la adecuación es mutua: lo que se llega a conocer se adapta a nosotros, a nuestro gesto cognoscitivo, y nosotros, con este gesto, nos adaptamos a ello. Es un mutuo irse acercando uno a otro, puesto que estos dos componentes del mundo están sintonizados uno a otro15. Lo que entonces llegamos a conocer es el resultado de los dos movimientos. Esta adaptación es preparada en el sentir mediante la sintonía con las leyes universales. El pensar es retenido para que las cosas se manifiesten, y éstas sólo se manifiestan a la mirada respetuosa. Entonces puede comenzar el escuchar, con el cual el "cognoscente" va al encuentro del hablar de las cosas. La sintonía deja que este hablar resuene, deja que el sentir sea influido por las "cosas", el sentir que luego podrá guiar al pensar en la expresión de lo escuchado. La cualidad de las cosas que se vuelve activa en esta actitud anímica es su "verdad". En el sentido de Tomás de Aquino —y según el uso lingüístico medieval e incluso anterior—, verdad es la facultad de las cosas de revelar su significado, porque ellas tienen un significado, es más: porque ellas son significado, y éste resplandece, hacia el alma preparada, como la luz de las cosas. Reflexión/Meditación 23: La actualización [realización o devenir reales] de las cosas es su luz misma (Tomás de Aquino). Lo que arriba se llamó "ley universal" es la luz de las cosas.

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Ejercicio 28 Entrega al curso del universo se llama la cuarta disposición anímica. Las cuatro son necesarias antes del pensar y lo preparan cuando ha de entrar en contacto con la realidad. "Entrega" quiere decir que el alma espiritual, el alma cognoscitiva, se deja moldear por lo que desde la cosa — ésta puede ser también lo no material, un pensamiento— resplandece hacia ella. Aquí debería uno recordar que la "cosa" es un resultado de la adaptación mutua del "cognoscente" y de lo que se llega a conocer. Lo que se deja moldear se puede llamar la voluntad invertida, receptiva16. Con ésta afronta el niño pequeño primeramente el mundo, y el adulto procura restablecer, con consciencia del yo, esta voluntad moldeable. La persona se abandona totalmente en la entrega, después de que ha hecho lo posible para dejar que la realidad se acerque. Le resulta indiferente que ella u otro reciba el conocimiento, incluso, que éste se efectúe. Observación Las cuatro disposiciones anímicas descritas tienen rasgos comunes: el ser humano retrocede ante lo que se le acerca, no interviene, aprende a esperar activamente. Ésta es la mayor actividad, el retener. Este esperar es el madurar personal, es abandonar la mencionada "suposición", profundamente enraizada, de que, tal cual soy, soy capaz y digno de comprender todo, de llegar a conocer la realidad. El "retroceder" tiene dos consecuencias: por un lado, el (futuro) verdadero yo o uno-mismo sale de la mezcla con las funciones anímicas, llega a ser su "testigo", el que las experimenta por dentro; por "fuera" uno no puede experimentar las funciones anímicas, sólo usarlas, pues uno está en ellas, sin distancia. Por otro lado, la atención sintiente inteligente, con la que tienen que ver los cuatro estados anímicos, se "vacía" más, paso a paso; dicho de otro modo: llega a ser una atención sin objeto y no obstante activa. Éste es el rumbo general de la evolución: una facultad se desarrolla en objetos, temas, para después, libre de ellos, poder captar todos los objetos e incluso crearlos. Las facultades están libres de las formas con las que tienen que ver de manera receptiva o productora. Reflexión/Meditación 24: Las facultades están libres deforma en su propio campo.

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Para esta libertad es necesario, para poder sostenerla y para ser su sujeto, un uno-mismo en cada nivel. Las "facultades" están limitadas a un campo (por ejemplo, la música, la pedagogía); al uno-mismo conduce la experiencia de la facultad general, la atención vacía, de la cual nacen, por restricción o selección, las distintas facultades específicas. El camino descrito puede ser caracterizado también como el de la pureza de las funciones anímicas. Pureza quiere decir estar libre de formas, objetos, temas, pero sobre todo también estar libre del sentirme, que es el fundamento de la egoidad y además el primer objeto con el que La entidad del ser humano se mezcla en parte: la "suposición" más tenaz de todas. Al ser humano que ha desarrollado el vacío del sentir hasta la " entrega al curso del universo" y a la vez ha realizado el unomismo correspondiente en la atención vacía sintiente, el mundo de la percepción le aparece transformado. Si a la realidad dada se la llama "mundo físico", que percibimos con la ayuda de los sentidos (no a través de ellos), no es en éste donde se opera una transformación, sino que a la percepción sensorial se asocia, de manera inherente, una realidad-existente de significado. Tal como las letras, la impresión gráfica, no sufren una transformación cuando alguien ha aprendido a leerlas.

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TERCER PRELUDIO

No sabemos cómo pensamos. De ese modo, todo nuestro saber está truncado. Pero tampoco sabemos cómo hablamos, cómo nos movemos, cómo ejercemos la voluntad, qué es el sentir, quiénes somos... No experimentamos nuestra atención, con la que experimentamos todo lo demás. No conocemos nuestra propia biografía... de lo contrario no tendríamos problemas en la vida. No sabemos nada de nuestro propio destino, no conocemos el valor de las vivencias individuales, no sabemos nada de la vida y la muerte, del universo, de su comienzo y su fin... Lo que hagamos, no hagamos, pensemos, no pensemos, todo está hecho con la voluntad: ¿qué sabemos de la voluntad?

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III DEL SENTIR A LA VOLUNTAD Pensamientos sobre la voluntad Cuando el sentir cognoscitivo está a punto de despertar o ya está despierto, el mundo sufre un cambio en la mirada sintiente, en todos los ámbitos sensoriales y en el pensar. Todo aparece como voluntad sentible, no sólo las cosas sino también los pensamientos. Las cosas quieren ser las cosas que son, e igualmente los pensamientos e incluso los sentimientos. No es la voluntad de las cosas, de los pensamientos y de los sentimientos: ellos son voluntad, y esta voluntad pertenece, finalmente, como toda voluntad, a alguien. Cuando hacemos algo con materiales preexistentes, nuestra voluntad está activa en el formar, modelar, ensamblar. Una vez que la "cosa" —puede ser también un pensamiento — esté hecha, el yo modelador, su voluntad, se desprende de la cosa hecha y entrega lo formado a una voluntad permanente, guardadora, operante, cuyo efecto sentimos, por lo general, como "ser", como si la cosa, una vez creada, poseyese un "ser". Los niños pequeños y los pueblos arcaicos tienen la vivencia de esta voluntad formadora y guardadora en la creación; nosotros podemos, primero, pensarla, avistarla con el pensar. Reflexión/Meditación 25: Todo es voluntad. Todo lo que tiene forma —incluso la forma del pensamiento, la forma del sentimiento— está hecho de voluntad. En el percibir — de carácter sensorial o espiritual — vivimos por un momento esta voluntad, ésta refulge de todo lo que tiene forma, y moldea nuestra atención a lo que percibimos. No podemos actuar con nuestra voluntad en sentido contrario: si algo es azul y cuadrado, no podemos verlo rojo y redondo, por más que nos esforcemos. Los niños pequeños y los seres humanos arcaicos viven la voluntad de las cosas porque la experimentan como luz que tiene sentido, luz sentible, a la que presentan una voluntad invertida,

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moldeable... "Hágase tu voluntad", ésta es mi voluntad; con ésta se adaptan al curso del universo. El adulto actual no puede querer la voluntad receptiva, provocarla intencionadamente; ésta puede surgir en él cuando se encuentra con lo que es mayor que él y se abre a ello. Esto ocurre por lo general en un campo específico, tal como la música, la dramaturgia o una ciencia. Así sucedía también en las culturas arcaicas: uno era capaz de manejar los metales, otro las plantas, un tercero las enfermedades, etc. El sacerdote-rey era competente en varios campos. La voluntad primordial receptiva tiene una cualidad observable en el niño pequeño: lo que es recibido mediante ella, el niño lo puede reproducir activamente. De ordinario llamamos a este fenómeno "imitación". De ningún modo es un querer imitar consciente. Lo que ha entrado en la voluntad receptiva moldeándola, el niño lo puede reproducir. Así "aprende" a hablar. Por un lado puede reproducir los sonidos, las palabras, las frases, tan exactamente como los ha escuchado; por otro lado experimenta en el sentir la intención del habla del hablante y de ese modo, directamente, el significado de lo hablado, y puede así "comprender" el sentido de las palabras y las frases, de los giros gramaticales, y usarlos apropiadamente. El adulto conserva la moldeabilidad infantil, que llega hasta la corporalidad, en el terreno del hablar y cantar: una altura del tono, un sonido nunca empleado o escuchado, una palabra de una lengua extranjera, pueden ser reproducidos inmediatamente, sin ejercitar, tan exactamente como uno los haya oído. La pregunta, rara vez hecha, ¿cómo saben las cuerdas vocales, los órganos de la voz, cómo se reproduce lo que se percibió con los oídos?, se puede responder con la moldeabilidad de estos ámbitos corporales: las cuerdas vocales, los órganos de la voz, ya participan silenciosamente en la audición. Lo mismo sucede en cualquier otro ámbito de facultades.-Quien puede acoger la música con su voluntad cognoscitiva, moldeable, llega a ser compositor. Quien la acoge con el sentir puede llegar a ser músico. En el hablar, el cantar, en toda actividad artística, se manifiesta una peculiar voluntad doble. La voluntad consciente en la

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atención está ocupada con el contenido de lo que uno dice, con la música, con los temas del arte, está fijada sobre ello. La voluntad corporal que traslada lo intencionado, mediante el hablar, el tocar un instrumento musical, etc., al mundo de la percepción es supraconsciente. No sabemos cómo operan los órganos de la voz, tampoco cómo se mueven las manos y los brazos durante una actividad artística, aun cuando hayamos aprendido de manera consciente esta actividad; cuando ha llegado a ser facultad, la actividad entra en lo supraconsciente. Esta voluntad expresiva es la continuación de la voluntad receptiva y a la vez reproductora infantil. En todas las actividades mencionadas se puede notar bien la parte receptiva, la inspiración configuradora. Así sucede también durante el hablar artístico, mientras que, en la vida cotidiana, el contenido de lo que uno dice puede proceder de diversas fuentes no inspiradas. De todos modos, incluso aquí los movimientos de los órganos de la voz que ejecutan el hablar siguen siendo supraconscientes. La descrita voluntad expresiva, supraconsciente, doble, es usada en las actividades de expresión corporal. La mayoría de los movimientos corporales no sirven para la expresión, sino para una finalidad. Podemos llamarla voluntad de trabajo o de utilidad. Mediante ella movemos nuestras extremidades cuando comemos con tenedor, cuchillo y cuchara, arrancamos la mala hierba, conducimos el automóvil, etc. Primero aprendemos de manera consciente estos movimientos, más tarde pueden convertirse en rutina; así y todo, estos movimientos se diferencian de los gestos expresivos en dos rasgos: la atención tiene que permanecer siempre, al menos en parte, en el movimiento corporal, y los movimientos no sirven para expresar o comunicar algo, no tienen mensaje. Ambos tipos de voluntad tienen en común que no sabemos cómo se efectúa el movimiento corporal; en la voluntad de trabajo conocemos la forma del movimiento y conocemos de manera consciente el movimiento; en la voluntad expresiva o no conocemos la forma del movimiento (hablar) o no estamos interesados primariamente en ella (arte), estamos interesados en el "mensaje", que falta en la voluntad de utilidad. La voluntad expresiva, en contraste con la voluntad de trabajo, no está acompañada del sentirme y no se vuelve automática. El

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sentimiento del mí surge en la voluntad de trabajo mediante el sentido del tacto. Éste actúa también., por ejemplo, mientras se toca el piano, pero la atención se ocupa de los dedos sólo de manera periférica, está fijada sobre la música. Cualquier movimiento artístico es como jugar, sin esfuerzo y está acompañado de una atestiguación implícita durante la cual el testigo no es el planificador del movimiento17. Hay actos interiores de la voluntad que no desembocan — o que sólo secundariamente desembocan— en movimientos corporales, tales como pensar, recordar, comprender, presentir, aprender, resolver problemas. Evidentemente, uno no puede "querer" estas actividades con una voluntad de finalidad, uno las deja hacer, uno deja que el pensar se mueva, le da una leve, cuidadosa, conducción, uno deja que los recuerdos vengan, tal como deja que el comprender o un presentimiento vengan; la voluntad dura (de utilidad) sería, y es a veces, una evidente traba. Las actividades volitivas interiores son facultades específicamente humanas que son tan poco hereditarias como el hablar. Estas actividades interiores son guiadas por una voluntad receptiva, de ahí que uno no pueda ni tenga que señalar a la voluntad lo que ha de hacer, por ejemplo, lo que ha de pensar o recordar; si uno lo hiciese, eso ya estaría pensado o recordado. Sólo aproximadamente indicamos la dirección a la voluntad. Así como las facultades de actividades volitivas interiores, tampoco los gestos expresivos son de naturaleza biológica, es decir, no son hereditarios: sólo se desarrollan en el entorno humano normal y su forma está condicionada culturalmente18. En virtud de los rasgos característicos que se describieron aquí debería poderse comprender por qué a la voluntad expresiva y a la voluntad receptiva las llamamos voluntad suave, y a la voluntad de utilidad o de finalidad o de trabajo, voluntad dura. Tal como todo lo que tiene forma, también el cuerpo humano consiste en voluntad. Las fuerzas volitivas que mueven el cuerpo según la voluntad del yo se independizan del cuerpo físico por influjo del yo. El yo es la fuente de los gestos comunicativos, que son movimientos específicamente humanos, tales como el contacto visual, el sonreír, el erguirse, el andar, el hablar. Paralelamente a ellos se desarrollan las correspondientes actividades volitivas interiores, en parte, anónimas.

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Cuando la actividad expresiva se efectúa por impulso interior, no inducida desde fuera o por una emoción, por la egoidad, está más cerca del verdadero yo. Éstos son actos libres, creadores, que se reciben intuitivamente (por amor). De ahí que estas actividades sean siempre atestiguadas simultáneamente: el pensar es comprendido, al cantar uno oye antes (y también posteriormente), al señalar sabemos dónde señalamos, durante cualquier actividad artística está activo antes un representarse la actividad y posteriormente —si la vanidad no influye— una revisión de la misma. La unión original del yo con el cuerpo se efectúa mediante los gestos expresivos. Todo lo demás que se pineda observar en el niño pequeño en forma de reacciones pertenece al dominio del cuerpo sensitivo, de un automatismo sintiente que gobierna los procesos biológicos según el sentir, sin intervención consciente. Su expresión corporal es el sistema nervioso vegetativo. Por ejemplo, si sentimos peligro, cambian la química de la sangre y del cerebro, el pulso, la presión arterial, etc. La primera voluntad en el desarrollo del niño y de la humanidad es la voluntad receptiva-imitadora; la segunda, la voluntad expresiva; la tercera, la voluntad de finalidad. La primera voluntad actúa en el niño pequeño, en la humanidad primitiva y en los momentos de genialidad, La segunda voluntad, en su doble función, puede ser usada diferentemente. Puede actuar desde el yo de manera puramente comunicativa —es decir, creadora—, pero también puede ser abusada en interés de la egoidad. La tercera voluntad es siempre corporal y sirve para la utilidad o el trabajo. El trabajo es inevitable desde la caída o pecado original, el cuerpo no es sólo, como órgano de expresión, signo de significados cambiantes, sino que también tiene necesidades y a éstas va dirigido todo aquello a lo que se dedica el ser humano como actividad no comunicativa. La voluntad de trabajo puede "suavizarse", acercarse a la voluntad expresiva, al hacerse rítmicos los movimientos y ser acompañados de música o canto, o realizándose una actividad de la fantasía paralelamente a los movimientos de trabajo. Representándose el éxito pueden estimularse rendimientos corporales que serían imposibles sin la imagen de representación. Con estas medidas, el ser humano procura adjudicar un significado a la voluntad dura, asemejarla a la voluntad suave. Volveremos sobre el particular,.

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En los tres ámbitos, el del pensar, el del sentir y el del querer, hay formas más o menos fijas, por lo general una mezcla de las tres funciones anímicas. Así, en toda forma de adicción, el acto de satisfacción está unido siempre, al comienzo, a una representación; ésta evoca en el sentir el recuerdo del placer, por lo que se provoca el impulso volitivo de realizar el acto representado. Debido a que la adicción consiste en la repetición del acto, las formas se vuelven cada vez más fijas y son cada vez más difíciles de disolver. PENSAMIENTOS SOBRE LA VOLUNTAD EN LOS EJERCICIOS DE ATENCIÓN Todo ejercicio es ejercicio de voluntad, incluso el ejercicio de concentración (pensar/representar). El objetivo es incluir en el ejercicio a la voluntad de modo que ésta no quiera el ejercicio desde fuera. La ejercitación comienza con los ejercicios del pensar/representar debido a que sólo esta actividad interior es autónoma. Normalmente, no se empiezan estos ejercicios por sí mismos, sino "con el fin de...". En ese caso la voluntad está todavía fuera del ejercitar. Mientras esto continúe así, el ejercitar será una obligación desagradable, aunque elegida por uno mismo. En las actividades creadoras la voluntad está dentro, de ese modo la actividad se convierte en alegría... el hacer, no el resultado. Esta transformación puede efectuarse también en los ejercicios de consciencia cuando el estado de concentración alcanza cierta intensidad, cuando el pensar/ representar se vuelve tan intenso que la mayor parte de la atención desemboca en el hacer. Esto no sucede al comienzo. La aparición de la alegría es al mismo tiempo la transición a la actividad improvisadora de la atención. Esto significa que el recordar pasa cada vez más a segundo término y da lugar al aquí y ahora, donde cada pensamiento y cada imagen se han transformado en pensar e "imaginar", en lo que tiene carácter de proceso, aun cuando posteriormente pueda comprobarse que lo improvisado no se distingue considerablemente de los ejercicios precedentes en el contenido. Purificación significa moverse hacia el estado- sin-objeto de una facultad hasta el extremo de poder ésta mantenerse más o menos sin objetos; y estado-sin-objeto significa atención receptiva —la voluntad invertida—,una atención que está vacía y, no obstante, concentrada. Mientras las formas subconscientes del pensar, sentir y volitivas sean

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persistentes o simplemente existan, penetrarán en la consciencia como asociaciones si ésta tiende a vaciarse prematuramente, es decir, en un estadio en que aún no está suficientemente pura. En los ejercicios de atención, después de cierto punto no hay nada más a qué aspirar, sólo se trata de permitir que eso venga. Este punto es difícil de describir o de determinar; su característica es que la atención, sin "quererlo", permanece en el tema, o que el estado de concentración empieza a crecer por sí solo. Esto tiene por condición que se alcance cierto grado de identificación con el tema, cierta exclusividad y profundidad de la atención en el tema, análogamente a lo que podría pasar si la atención se abandonara a un tema interesante, atractivo. Todo esto sólo son diversas descripciones paralelas del mismo estado. Cuanto más intuitiva y más pura se vuelva la atención, tanto más entrará la voluntad en el pensar. Pero el pensar se disuelve en el sentir cognoscitivo: la voluntad entra ahora en este sentir. Si la intensidad de la atención sigue creciendo, el sentir se transforma en querer... en voluntad receptiva, que entonces es moldeable como por fuera: por aquello que, durante la meditación, puede experimentarse como significado superior detrás del significado más inmediato del pensamiento, imagen, objeto natural, etc. Al principio, la intensidad y la pureza respecto de la atención parecen ser contrarias. Comúnmente, la atención intensa puede presentarse con respecto a un tema. Así sucede en los ejercicios de atención hasta el punto crítico de la vivencia de identidad con el tema. De ahí en adelante, el hacer — el proceso de atención— se vuelve cada vez más interesante 'porque se experimenta. Con ello, la corriente de atención experimentada se vuelve también cada vez más pura. La corriente desemboca en el tema, pero la experiencia ya tiene lugar antes de este desembocar, es decir, se experimenta una atención cada vez más pura.

Reflexión/Meditación 26: La identidad alimenta el flujo de atención.

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EJERCICIOS DE LA VOLUNTAD Ejercicio 29

El segundo "ejercicio complementario o colateral"19 ocupa a la voluntad. Consiste en que, en un momento fijado de antemano, uno ejecute una acción corporal que sea "superflua", es decir, que uno no realizaría por ninguna otra razón: no es útil. Por ejemplo, uno saca su anillo del dedo y se lo pone otra vez, o uno cruza diagonalmente la habitación y vuelve al punto de partida. Lo mejor es fijar cada día el momento de hacerlo al día siguiente, quizá incluso la acción que se va a ejecutar, pero ésta puede seguir siendo la misma mientras no se efectúe de manera rutinaria. Como todo ejercicio, hay que realizarlo con la atención concentrada. Esto significa que uno sigue su desarrollo de manera cada vez más consciente. El que la actividad no tenga una finalidad práctica contribuye a ello, pues de este modo la atención no está bajo la presión del resultado, puede dedicarse por completo al proceso. Mediante el estado de concentración se excluye cualquier automatísmo, cualquier movimiento rutinario, incluso durante el hacer repetido: uno planifica y controla los menores detalles en la ejecución. Cuanto más concentrada se vuelve la atención; tanto más se viven de manera transparente todos los sucesos en la consciencia: el testigo verdadero se vuelve cada vez más presente. Llegamos a experimentar: vigilancia, plena consciencia, atención es voluntad. Cuanto más se experimenta el pequeño acto de voluntad, tanto más crece la sensación de que la voluntad que mueve la mano, las extremidades, no es la voluntad del cuerpo, no se origina en el cuerpo, en realidad tampoco es mi voluntad, yo sólo la guío por los caminos elegidos por mí. De este modo, su calidad se acerca a la de la voluntad expresiva: el hacer recibe sentido, significado. Esto es independiente del asunto del hacer: que yo desabotone y luego abotone un botón, o mueva un objeto de un sitio a otro sobre el escritorio, es irrelevante. El sentido del hacer es difícil de describir, pero dice poco más o menos: guiando la voluntad de manera consciente, la administro, administro una fuerza de voluntad que en realidad no me pertenece. De este modo, el ser

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humano se adapta de manera consciente a la estructura espiritual del mundo sin perder su autonomía o libertad. Observación La purificación de la voluntad comienza con no perseguir con el acto volitivo ningún otro fin, lo dejamos acontecer por sí mismo. En este sentido, todo ejercicio es ejercicio de voluntad. Cuanto más intensa es la atención durante el ejercicio, tanto más "inteligente'" se vuelve la voluntad, no tiene que ser guiada desde fuera, mediante el representar o el pensar —como sucede con la voluntad dura—, sino que el elemento conductor, que de ordinario está fuera de ella, entra en la voluntad, se disuelve en ella. Lo que ocurre espontáneamente al crear puede suceder más fácilmente y por tanto más a menudo con este tipo de ejercicios de la voluntad. De este modo se manifiesta en las creaciones humanas lo cósmico como impulso temporal y cultural general y, al mismo tiempo, lo individual del creador en la conducción y configuración de la fuerza impulsora. En cada creación hay comienzo, es decir, no está condicionada de manera causal, no se origina de otra cosa, no es una continuación, es totalmente autónoma. La libertad humana, la autonomía de la voluntad, culmina en la meditación. En lo creador se puede notar en cada caso un retorno a la voluntad primordial, que imita inmediatamente lo que recibe. Esta comprensión intuitiva ayuda a encontrar los ejercicios que contribuyen a la vida creadora. La primera voluntad — dada— en la existencia humana, la receptiva y reproductora, se ha dividido: el recibir y el producir se han separado. Entre ellos, en la brecha surgida, puede actuar lo individual, llevando lo recibido, de manera individualizada, a la creación. En esta brecha está el lugar de la libertad. En la descripción de Miguel Ángel de cómo Dios crea a Adán (Capilla Sixtina) se puede ver este intervalo de libertad entre los dos dedos índices de Dios y de Adán: se señalan, pero no se tocan. Sólo la voluntad creadora es autónoma, cualquier otra es inducida desde fuera, desde fuera de la voluntad. Por eso, la voluntad inducida desde fuera no es voluntad propia, en doble sentido. Llegamos a la comprensión intuitiva empírica de que no sólo no está en nuestro poder crear lo dado en la naturaleza, sino que además sólo administramos el pensar, sentir y querer. "Ello

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piensa, ello siente, ello quiere" llega a ser vivencia mediante los ejercicios de voluntad. Los ejercicios en el Óctuple Sendero del Buda son ejercicios que disuelven hábitos; en ellos procuramos, como ejercicio, realizar con la consciencia continuamente intensificada lo que en la vida cotidiana hacemos por lo general de manera rutinaria, es decir, no con plena consciencia. Naturalmente, todos estos ejercicios son también ejercicios de voluntad y, en su mayoría, ejercicios sociales. Los hábitos incluyen siempre los tres componentes, pensar, sentir y querer, en un conglomerado congelado. El sentir da el matiz de lo bueno-para-mí, el pensar/representar da la forma, y la voluntad aprisionada suministra la fuerza motriz compulsiva. Todos los ejercicios de voluntad son al principio ejemplos de la voluntad que está ligada a una finalidad, porque en la voluntad expresiva no hay nada que ejercitar como acción volitiva. El objetivo de los ejercicios de voluntad es la transformación paulatina de la voluntad dura en suave. Esto es así también en el ejercicio de concentración, ya que incluso esta actividad interior tratamos de guiarla, por lo general, con la voluntad dura. Puesto que la voluntad desempeña siempre un papel central en un ejercicio, se puede interpretar cada ejercicio como camino que conduce a la voluntad suave. Esta es la voluntad primordial del ser humano. Ejercicio 30: Relajación La voluntad suave es relajada. Hay muchas técnicas de relajación y casi todas operan con una concentración de la atención sobre "partes del cuerpo'7. Las comillas significan que nunca prestamos atención al cuerpo mismo, sino a una sensación, que envuelve todo el cuerpo e incluso cubre las partes que están debajo de la piel. No obstante, estos ejercicios producen un efecto sosegador sobre la envoltura sensitiva al deshacer o mitigar en ella las contracturas, los nudos, las obstrucciones. Estas últimas se forman mediante experiencias anímicas —egoístas— del sentir y pueden transmitirse fácilmente al cuerpo o a partes del cuerpo. Si uno intenta concentrarse con la sensación en una parte del cuerpo, pronto se da cuenta de que tampoco esto puede lograrse con la voluntad dura, porque ésta tendría que ser guiada

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mediante el pensar/representar, y una sensación no se puede pensar o representar... hay que dejarla venir. Si uno consigue que la sensación de una parte del cuerpo aparezca y puede mantenerla y/o intensificarla mediante la atención "permisiva", luego hacerla recorrer las diversas partes del cuerpo y por último puede procurar tener la sensación de todo el cuerpo al mismo tiempo, alborea lentamente la realidad del que experimenta u observa, del testigo... el objetivo oculto de todos los ejercicios de atención que están dirigidos sobre el cuerpo. El que experimenta las sensaciones de manera observadora y no está implicado en ellas se separa poco a poco del sentimiento de identidad con el cuerpo, al principio casi compulsivo. Como quiera que suceda esta separación del uno- mismo o su desprendimiento del pensar, sentir y querer, es en este uno-mismo donde se alcanza la verdadera relajación. Paralelamente a este camino del devenir uno- mismo aparece la voluntad relajada, suave, con creciente intensidad. Mientras el yo-ego esté comprometido en las tensiones anímicas, las técnicas de relajación sólo producirán un efecto provisional. En los ejercicios de relajación para actividades artísticas es distinto; ahí, el elemento del arte respectivo, en que uno entra, hace que la relajación sea duradera: mientras dure la actividad artística.

EJERCICIOS PARA LA VOLUNTAD SUAVE Ejercicio 31: Hablar Cuanto más conscientemente hablemos — la plena consciencia se refiere al contenido de lo que uno dice—, tanto más parece estar activo en ello el pensar. El pensar lógico, dialéctico, racional, tiene en realidad la tarea educadora de corregir en el individuo y en la humanidad el divagar asociativo —teñido de subjetividad— de la consciencia influida por lo subconsciente y de devolverlo al pensar intersubjetivo, si bien abstracto, muerto, susceptible de hacerse mecánico. Éste es el pensar conceptual, que progresa de concepto en concepto, que argumenta. Pero, como se ha explicado antes, el pensar puede además ser acostumbrado a una actividad más intuitiva, formadora de conceptos, y entonces el hablar puede fluir de esta fuente y ser alimentado desde ella. Esto puede conseguirse primero por breves espacios de tiempo en el hablar; la posibilidad depende, de

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nuevo, del estado de concentración de la consciencia, de la atención. Si la concentración está fijada sobre el tema de la conversación, los estorbadores componentes del yo-ego, las interferencias de la vanidad, del querer tener la razón, etc., se vuelven cada vez más leves hasta que desaparecen totalmente. Si este sucede, el pensar sin palabras, supralingüístico, fluye sin estorbo y reviste también intuitivamente la forma más adecuada en el hablar. Aquí queda especialmente claro que el estado de concentración es una cualidad moral. Ejercicio 32: Recordar Un recuerdo sólo puede ser elevado a la consciencia mediante la voluntad suave: uno deja que suban las imágenes, los pensamientos, los sentimientos, de "entonces". No existe en absoluto un recuerdo aislado, siempre es un tejido coherente de varias cualidades anímicas. Éstas resultan tanto más vivas e impregnadas de realidad cuanto más podemos ejercer el "dejar hacer"; sólo la dirección en que tratamos de recordar algo es indicada por la voluntad selectora20. De que la voluntad guiadora y el recordar mismo son distintos sólo nos damos cuenta cuando tenemos dificultades con la evocación: mediante la voluntad, que "sabe" lo que hay que recordar, podemos decidir con certeza si la palabra (el nombre, etc.) es la "correcta". El ejercicio consiste simplemente en que procuramos traer a nuestra consciencia escenas, sucesos, imágenes, del pasado. Primero escogemos imágenes más bien estáticas del pasado inmediato, tales como la imagen de una habitación o de un paisaje. Dejamos que la imagen aparezca lo más exactamente y llena de sentimiento posible. Con "sentimiento" no nos referimos tanto a nuestra reacción en el sentir como más bien al matiz de sentimiento que irradia la imagen... hasta donde ambos puedan diferenciarse. Por eso es también conveniente evocar primero una imagen global y luego, si acaso, "mirar" los detalles. En lo ejercicios de recordación ayudará el convencimiento de que todo lo que hemos vivido es recordable; en realidad, incluso acontecimientos que no hemos vivido conscientemente, hasta la "gran recordación" en la meditación profunda (ver al respecto los ejercicios 37 y 41).

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Los ejercicios "mecánicos" de recordación, que suelen ser recomendados para el fortalecimiento de la memoria (repetición de palabras o de números inconexos), emplean la voluntad dura y no son favorables ni para una memoria que opere orgánicamente desde el sentir cognoscitivo, ni para la habituación a la voluntad suave; al contrario... repercuten perjudicialmente. Si nos hemos ejercitado en la recordación de imágenes estáticas del pasado inmediato, podemos tratar de evocar procesos, sucesos... nuevamente del pasado inmediato. Después de esto seguirán recuerdos de un pasado más remoto, primero estáticos y más tarde con carácter de proceso. Al principio conviene recordar imágenes y sucesos en que uno no está implicado. Cuanto más retrocedemos a épocas más remotas, tanto más corremos riesgo de mezclar los recuerdos con nuestra fantasía. Si en los primeros ejercicios con imágenes del pasado inmediato prestamos atención al carácter de realidad de los recuerdos, podremos diferenciar en los que se remontan más lejos la recordación efectiva y la fantasía. Los elementos de la fantasía son siempre más móviles y, en comparación con lo recordado realmente, fácilmente variables. Estos ejercicios no egoístas de recordación dan al ejercitante la posibilidad de experimentar cada vez más profundamente el proceso del recordar, puesto que el resultado no es la finalidad. También se convierte en experiencia el que sólo la voluntad suave está activa, y se obtiene un "sabor" de esta voluntad, con lo que se vuelve cada vez más asequible y aplicable en diversas situaciones. En principio podemos recordar todo lo que hemos vivido. Nuestro organismo dé la atención — el yo en el pensar, sentir, querer— ha ejecutado cierto movimiento interior durante la vivencia de una realidad dada: en alguna medida se identificó con la realidad dada, llegó a ser lo vivido. En el recordar, este organismo repite lo mejor posible el mismo gesto. Debido a que durante la vivencia el movimiento no fue querido de manera consciente, sino que se efectuó mediante la voluntad receptiva, esta "adaptación" a la experiencia no puede ser repetida mediante la voluntad dura: sólo podemos dejar que se haga la repetición mediante la quietud interior, a ser posible, sin interrupción.

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En los ejercicios de recordación se usan imágenes y sucesos que provienen de la vivencia de nuestra presente existencia terrenal. De la posibilidad de un "recordar" más allá de ésta —la "gran recordación" — se tratará en el capítulo La esencia espiritual del ser humano. Ejercicio 33: Imitar La "facultad de imitación" del niño pequeño se basa en la voluntad receptiva y reproductora primordial, la primera voluntad. Cuando el adulto quiere imitar a alguien o algo, tiene que despertar en sí mismo esta voluntad. Esto lo hacen incluso quienes saben imitar bien, por ejemplo, los actores. La imitación consciente de un movimiento es un pequeño milagro en el mismo sentido que la ya mencionada imitación de sonidos o palabras. Pues la percepción sensorial del movimiento como proceso físico-fisiológico no tiene analogía ni relación con los movimientos reproductores de las partes del cuerpo. El que durante el movimiento de un brazo percibamos la forma del movimiento mediante el sentido de la vista y el sentido del movimiento — a diferencia de la audición, durante la cual no captamos sensorialmente el movimiento de los órganos de la voz— no ayuda de por sí a los músculos, no contiene información para que ellos reproduzcan lo visto. Evidentemente, los órganos de la motilidad ya siguen suavemente los movimientos al ver, tal como las cuerdas vocales y la laringe al oír. Pero un buen imitador de una persona no parte de lo visto u oído... ésto sólo sirve para captar la voluntad que se manifiesta en el movimiento visible o en lo audible. Por eso, el imitador no necesita en absoluto haber observado todo en la persona a la que quiere imitar: si se capta la esencia de la voluntad, se "sabe" cómo sonríe, gesticula, camina, etc. esta persona. Esto se capta con la primera voluntad, que usualmente apenas está a la disposición del adulto. Los ejercicios de imitación comienzan con la imitación exterior. Uno observa un movimiento de una persona o un movimiento en la naturaleza y procura reproducirlo. Durante la observación es idónea la mirada global, esto es, a ser posible la voluntad receptiva, no la mirada analítica, con la que por lo general se comienza como por costumbre. Con el imitar repetido pasa cada

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vez más a primer plano el sentir que conduce el movimiento imitativo; hasta que más tarde, por la creciente identificación con lo "observado", aparece la voluntad receptiva. Puesto que no se puede imitar con la voluntad dura, estos ejercicios son apropiados para fortalecer la voluntad suave. Ejercicio 34: Leer Al leer una escritura fonética, primero son transformadas las formas estáticas espaciales — en este caso, superficiales— en imágenes acústicas21. Ésta es la condición previa de la lectura. En realidad, al leerlas juntas, transformamos las formas fonéticas temporales en palabras, éstas entrases y las frases en unidades mayores que tienen sentido; y es en éstas donde han tenido su origen las frases, palabras, fonemas (en este orden descendente). También en la audición de un discurso leemos juntos estos elementos. Con textos informativos sencillos no tenemos dificultades de comprensión. Pero sí las tenemos con textos exigentes, que exponen nuevos pensamientos y además los suscitan. Este suscitan tendría que ser respondido, de lo contrario tendremos la sensación de haber perdido algo. Tales textos sólo se pueden leer lentamente y con la voluntad suave, en este caso, receptiva. Sirva de ejemplo de tal lectura un texto de la obra póstuma de Thrasybulos Georgiades, Nennen und Erklingen [Nombrar y resonar], (Góttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1985, p. 55): "Lo que constituye al ser humano vamos a llamarlo nous. Mi tema es cómo actúa y cómo 'trabaja' nous. Nous actúa dándose cuenta. ¿De qué se da cuenta? De dos cosas distintas: de la duración y de lo que tiene carácter de cosa. La duración penetra en nous. Lo que tiene carácter de cosa permanece fuera; es y sigue siendo un afuera. La duración penetra en nous hasta el extremo de que no se puede pensar nous sin duración. La duración constituye a nous. Sin embargo, nous no es idéntico a la duración. Ésta es su ancla, el suelo sobre el cual descansa, el elemento en que vive y por el que está penetrado". El ejercicio consiste en que el lector reflexione sobre las frases (una tras otra y luego todas o algunas en su contexto). "Lo que constituye al ser humano", nous, es la atención (Aufmerksamkeit) o vigilancia (Wachheit) específicamente humanas (en inglés,

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awareness), que se puede fijar sobre todo, también sobre lo que tiene carácter de cosa. Lo que tiene carácter de cosa es todo lo que se manifiesta a nous como acabado, con forma fija: por lo tanto, objetos (ya sean éstos cosas perceptibles con los sentidos, o pensamientos, sentimientos, fantasías). La duración no es experimentada como objeto, tampoco nous. En realidad, las dificultades de comprensión con respecto a procesos provienen de que nous sólo puede avistar nítidamente lo que tiene carácter de cosa, pero el proceso exigiría también la experiencia de la duración, en caso de que ésta fuese comprendida realmente. No obstante, la duración en cambios, procesos, es experimentada de manera opaca, vaga. Tampoco se experimenta la atención o vigilancia, siempre sólo sus objetos... con carácter de cosas... La reflexión sobre las frases citadas puede proseguirse durante mucho tiempo. Mientras reflexionamos está activa la voluntad suave. Del mismo modo puede uno imprimir lentitud al estudio durante el período del ejercitar y darle un sentido más profundo, por ejemplo, si uno estudia matemáticas y/o ciencias. Este modo de leer y estudiar es parte constitutiva de una actitud: lentificar la vida22. Hablar, imitar, recordar, estudiar, leer, son actividades de la consciencia sobre las cuales tiene jurisdicción la voluntad suave, durante las cuales la voluntad dura se convierte en obstáculo. Los ejercicios descritos a continuación abordan, a modo de ejemplo, actividades sobre las cuales tiene jurisdicción la voluntad dura, pero procuran transformarla en dirección de la voluntad expresiva. 35. Ejercicios con el cuerpo Los procesos de trabajo corporal se hacen normalmente con la voluntad dura. Si el trabajo es rítmico o susceptible de ser ritmado, la introducción y el cumplimiento de un ritmo es notoriamente útil para los que trabajan. Los numerosos cantos que existen para algunos tipos de trabajo señalan en esta dirección; igualmente, cualquier clase de actividad de la fantasía con que se acompaña el trabajo. Con tales complementos "acompañantes", la actividad se acerca a la actividad de la voluntad suave. Es como si la situación se invirtiera: el canto, el ritmo, los sucesos de la fantasía, serían el asunto principal, y el trabajo corporal, el acompañamiento. La atención tiene que

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seguir, en parte, en el trabajo, por ejemplo, en el escardar; pero, en parte, está en el cantar o en los sucesos imaginados. Cualquier trabajo corporal puede ser modificado de esta manera en su funcionamiento y se efectúa de ese modo más fácilmente, menos fatigosamente y más efectivamente. El representar desempeña también un gran papel durante las actividades deportivas y es muy especialmente eficaz al saltar y en la carrera de fondo. Durante el tiro con arco Zen se emplean, como es sabido, la voluntad suave y la atención representadora. Con ello nos acercamos a un sector de ejercicios que inicialmente tenían intención terapéutica y que más tarde se emplearon en las artes marciales japonesas. Algunos ejercicios de Ki-jutsu nos servirán de ejemplo. En ellos se ve que la voluntad suave, incluso en sentido corporal, es más fuerte que la dura y que el representar desempeña un papel central en ello. 36. Ejercicios Ki A. Estos ejercicios se hacen entre dos. El compañero sujeta nuestro brazo con las dos manos. Tratamos de soltar el brazo con la fuerza muscular, lo que, si el compañero es suficientemente fuerte —y debería serlo — , no se consigue. Tras múltiples intentos infructuosos dirigimos toda nuestra atención sobre nuestra otra mano, o sobre algo que vemos (un cuadro, un paisaje, u otra cosa por el estilo), o canturreamos —con toda atención — una canción, y soltamos nuestro brazo sin usar la fuerza muscular. Cuando "sacamos" nuestra atención del brazo sujetado, el compañero puede percibir que ya no estamos "ahí". Todos estos ejercicios dan buen resultado cuando estamos bastante concentrados, es decir, cuando podemos manejar nuestra atención. Al soltarnos no empleamos la voluntad ordinaria, que está muy conectada con el sentirme. B.Nuestro compañero pone un bastón o un palo en posición horizontal, con ambas manos, delante de sí. Tocamos con la punta de nuestro dedo índice el otro extremo del palo y tratamos de presionar, de empujar, hacia atrás a nuestro compañero por medio del palo. Esto difícilmente se conseguirá. Ahora nos ponemos sólo sobre una pierna, el otro pie lo elevamos. En esta posición, empujar hacia atrás al compañero con la fuerza muscular es inútil, él está de pie sobre las dos piernas, de manera que, si presionamos, desde el punto de vista físico

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tendríamos que tambalearnos hacia atrás. Ahora nos figuramos que con el dedo índice que toca el palo estamos señalando algo detrás de nuestro compañero; o que, desde atrás, a él lo están tirando del cuello hacia atrás. De ningún modo queremos empujarlo, sólo hacemos un gesto señalador con el brazo, extendemos derecho el brazo... y nuestro compañero retrocede. También podemos proceder de manera que nuestra atención la dirijamos sobre la otra mano; de un modo sorprendente, el brazo señalador se vuelve incomparablemente más fuerte. C.-El compañero está de pie delante de nosotros, tratamos de apartarlo hacia un lado con nuestro brazo y la mano, primero con la fuerza muscular. Él ofrece resistencia, la empresa es, por lo visto, físicamente difícil. Ahora nos representamos un ligero movimiento hacia un lado con el brazo y la mano, tal como si quisiéramos barrer hojas secas de una mesa. El compañero se tambaleará hacia un lado o tiene que ceder. Durante estos ejercicios es importante al principio intentar primero la tarea siempre con la voluntad dura. Con ello concentramos toda nuestra egoidad, el sentirme se concentra en este lugar. La atención lo traslada a la otra mano (o a otro sitio), y el brazo con que tratamos de hacer algo recupera la potencia volitiva primordial, libre de egoidad. Estos y otros muchos ejercicios Ki sirven sobre todo para familiarizarse con el "sabor" de la voluntad suave en el cuerpo. Después de algunos —si fuera necesario, numerosos— ejercicios, uno podrá provocar y emplear incluso sin representaciones el modo suave de movimiento. De estas experiencias puede surgir la noción de que la voluntad humana primordial es la voluntad expresiva y de que la voluntad dura es más débil porque el sentirme —como fundamento de la egoidad — deja en la sombra a la voluntad primordial, como si la amortiguara. Observación Cuando uno prosigue el ejercicio de concentración (ejercicio 7) más allá de la segunda vivencia del yo-soy, es decir, prosigue aumentando la intensidad de la atención, el uno-mismo o la autoconsciencia perdura, pero se transforma poco a poco en una consciencia volitiva. "Yo soy voluntad" sería la expresión

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meditativa para eso. EI esquema del proceso tendría el siguiente aspecto:

El proceso no tiene límites más allá de (3). La genealogía antropológica de los tipos de voluntad puede, en virtud de lo descrito, compendiarse así:

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CUARTO PRELUDIO No sabemos... apenas notamos lo bien obsequiados que estamos. Pues dondequiera que no sepamos cómo se lleva a cabo lo que hacemos es estar obsequiados. Pensar, sentir, querer —en sentido cognoscitivo y en sentido creador—, estar sintonizados al comprender, al bien (de no ser así, ni siquiera sabríamos lo que es lo bueno-para-mí), tener sentidos, vivir en la luz, poder autorreflexionar, tener a disposición una atención universal, ¿hemos hecho algo para ello, trabajado para ello? Así pues, todo esto es obsequio y, a través de él, todo el mundo objetivo. ¿De dónde? ¿De quién? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por qué hay tanta miseria y amargura en el mundo humano, donde sin embargo estamos tan bien obsequiados?

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IV. LA ESENCIA ESPIRITUAL DEL SER HUMANO El trasfondo cósmico de la voluntad suave Lo que "constituye al ser humano" —para citar a Thrasybulos Georgiades— es su atención, su esencia espiritual. Por "espiritual" entendemos dos cosas: lo que es espiritual está libre de materia y es significativo. Los significados están libres de materia23 y por eso también el comprender y el que comprende están libres de materia. Reflexión/Meditación 27: Del triángulo nace un tetraedro cuando el verdadero sujeto puede experimentar los tres ángulos a la vez, como desde arriba.

Lo que está libre de materia es inespacial e intemporal La esencia espiritual del ser humano, inespacial, intemporal, está extendida en todo el mundo de los significados (mundo rupa, "devachan" inferior) y también en el mundo de las entidades-de-yo (mundo arupa, "devachan" superior), quienes crean y comprenden los significados24. Si la esencia espiritual fuese toda la realidad del ser humano, éste sería como una continuación de las entidades espirituales, estaría en completa dependencia de éstas. Esto es evitado debido a que una parte de su espiritualidad es inherente al cuerpo material y lo usa originalmente como su instrumento de expresión en el mundo material, perceptible sensorialmente.

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Por otro lado, la función de este cuerpo es aislar del mundo espiritual al ser humano espiritual en tanto que esté unido al cuerpo, llegar a ser una firme ancla para él a fin de que pueda resistir el ser movido por el viento del espíritu. Lo que hoy llamamos "facultad de imitación" es un residuo de aquella primera cualidad del ser humano cósmico, que aún era parte del cosmos espiritual. Todavía puede captarse el reflejo en las culturas arcaicas, para las que todas las actividades, incluidas las corporales, tales como el comer, el beber, la procreación, el nacimiento y la muerte, eran sucesos sagrados, es decir, signos de significados, tenían sentido. En la vida gobernaban el sentido y el significado, no la utilidad y la comodidad25. Todos los trabajos eran sagrados, es decir, estaban orientados hacia el sentido, y por eso los movimientos eran movimientos expresivos, estaban ejecutados mediante la voluntad suave. La profanación de la vida comenzó con la aparición de las religiones —como signo—, adonde lo que tiene sentido se retiró y donde siguió viviendo, pero ahora separado de la vida cotidiana. Anteriormente también ésta era sagrada; aquí no tendría sentido, pues, hablar de religión o de religiosidad. Andando el tiempo, la vida cotidiana cayó más y más en el ámbito de la egoidad y por consiguiente de la utilidad, y esto prendió incluso en la esfera religiosa: el poder espiritual se mezcló con el mundano. Hoy, lo religioso está marginado de la vida cotidiana y hasta los movimientos restauradores (integrismos) están impregnados por el principio de utilidad. Si el "imitar" o volverse-idéntico se efectuara del todo, excluiría la cognición, faltaría un testigo que, para seguir siendo testigo, no acompañe, no tome parte. La separación respecto del mundo espiritual o mundo de los significados reduce esta "adaptación" a un grado homeopático — abstracción hecha de la esfera del hablar y del cantar— y, mediante el ancla del cuerpo físico, posibilita la inmovilidad del testigo y, de este modo, la cognición. El ser humano era originalmente, en la época prehistórica, por entero, sentido o aparato sensorial26, tal cual se puede decir esto hoy del niño pequeño. Este único sentido era capaz de captar inmediatamente a otra entidad-de-yo: éste es el sentido "más grande" también en el ser humano actual. Pero hoy la actividad

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del sentido-del-tú no es inmediata, sino que es mediada por otros sentidos, tales como los sentidos del pensamiento, de la palabra y el sonido, del movimiento (en la percepción del otro), de la vista y del oído, y mediante la actividad interior de los otros sentidos (los sentidos del equilibrio, del tacto, del calor, del gusto, del olfato). La forma en que actúan hoy los diversos sentidos es el resultado de varias modificaciones27. En particular son nuevas las actividades activas: el sentido verbal percibió en tiempos primitivos los signos de la naturaleza y de la divinidad, de igual manera que el niño pequeño adquiere el hablar primero pasivamente, cuando aprende a comprender con toda la atención, sin hablar todavía. Los órganos corporales para el sentido del-tú, el sentido del pensamiento y el sentido verbal no se pueden local izar tan claramente como el ojo para el sentido de la vista o el oído para el sentido auditivo; se extienden, respectivamente, al cuerpo entero en reposo (sentido- del-tú), al organismo vital en reposo (sentido del pensamiento) y al organismo del movimiento en reposo (sentido verbal). Una parte de estos organismos efectúa la actividad activa correspondiente: la laringe, como parte del organismo del movimiento, el hablar; una parte del organismo vital, el pensar. En los lugares del cuerpo en que se siente placer, el sentirme se intensifica y se vuelve "activo", tal como la laringe en el hablar28. Mediante el sentirme, todas estas modificaciones sirven para la independización humana y finalmente, como posibilidad, para transformarse en verdadera entidad-de-yo, en verdadero unomismo. Lo que se llama camino del conocimiento, ejercitación de la consciencia, camino interior, es un intento de integrar — mediante la metamorfosis de la egoidad, mediante el fortalecimiento de la consciencia del yo— la parte espiritual del ser humano que ha seguido siendo cósmica, un intento de elevar la consciencia al ámbito hoy todavía supraconsciente. El fortalecimiento de la consciencia del yo significa que necesita apoyarse cada vez menos en realidades dadas (la sensación corporal) para existir. Ejercicio 37: Callar El adulto puede observar que en su consciencia, por lo menos en el estado de vigilia, nunca hay quietud (Stille). El ejercicio del callar o del silencio (Schweigen) comienza con que el ejercitante no hable "hacia fuera". En el ejercicio de la "Recta Palabra" (uno

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de los ejercicios del Óctuple Sendero), el silencio externo es más fácil prestando atención a las palabras del compañero29. Si la recta palabra [o el recto modo de hablar] es ya un ejercicio muy exigente y que se puede profundizar ilimitadamente, el silencio es un escalón más difícil, pues aquí el ejercitante no tiene un compañero al que podría escuchar. El silencio externo es sólo un primer comienzo, que puede y debe proseguirse hacia dentro. Dos rasgos deben mencionarse al mismo tiempo: ¿por qué es tan difícil establecer la "quietud del interior del mar" (expresión del Buda)? Porque con el diálogo interior mantenemos y consolidamos nuestro mundo habitual... con cada acto del pensar que se efectúa mediante las palabras de una lengua. Estamos habituados a pensar con palabras, y esto nos clava a un nivel de consciencia, al pasado, si no pensamos intencionadamente de manera meditativa. Los textos poéticos constituyen un grado intermedio entre los textos informativos y los meditativos. La persona rutinaria se agarra con todas las fuerzas al mundo-de-pasado, a la consciencia diaria, y de ningún modo quiere desprenderse de este mundo, de esta consciencia. La quietud de la consciencia no puede alcanzarse, por supuesto, mediante un acto de la misma consciencia30, con ello sólo cambiaría el contenido de la consciencia. El que el movimiento, el ruido interior, se sosiegue más sólo puede ocurrir al elevarse el nivel de consciencia; al dejar atrás el pensar verbal y comenzar el "pensar" fluido, sin palabras, sin conceptos. La consciencia tiene que subir por una continuidad de quietud creciente hasta llegar a un completo silencio. Se suele encontrar descrita esta continuidad como algunas etapas discretas. Mientras la consciencia no alcance el silencio total —el vacío—, no se puede escuchar el suave susurro de la espiritualidad que tiene lugar constantemente a través de la entidad espiritual supraconsciente del ser humano. Pero la quietud interior puede elevarse aun sobre el completo silencio, a la quietud "negativa", que es más silenciosa que la intensidad de sonido cero, una quietud receptiva en forma de cáliz; cuanto más profunda es, tanto más alta es la inspiración que se puede percibir. La quietud, a cualquier nivel que sea, no necesita ser de larga duración en el tiempo, pues lo intemporal que llena de luz esta quietud puede revelar muchísimo en menos de un instante. Entonces la persona puede asimilar esto durante muchos años.

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Si la quietud está presente, uno puede estar seguro de que a ella acude el Espíritu Santo. Esta convicción es el trasfondo del culto religioso silencioso de los cuáqueros. Es también una piedra de toque de cualquier grupo humano si puede, o no, permanecer diez minutos en silencio sin sentirse al mismo tiempo molesto: si no es capaz de ello, no es una comunidad. La gran quietud negativa, la espera sin propósito ni finalidad, la inspiración que en ella aparece, muestran la esencia de la voluntad expresiva, receptiva-reproductora. Alumbrándose con el yo las raíces de ordinario supraconscientes del ser humano se restablece la relación primordial con la espiritualidad. El que el camino de la ejercitación se recorra siempre mediante la voluntad purificada del individuo asegura el perfeccionamiento o despertar del verdadero uno-mismo31. Al mismo tiempo, el cultivo de la quietud es evidentemente un camino de purificación, de depuración de todos los contenidos ya formados. La experiencia muestra que el recordar, tratándose de las experiencias de nuestra vida, puede efectuarse de la mejor manera "dejando", dejando-venir. Pues bien, puede que a uno le surja que también pueda recordar algo que de ningún modo forma parte de las experiencias y sucesos de la vida humana, sino que es sustancia de los procesos del intemporal mundo espiritual; llamamos a esto la "gran recordación". Como es sabido, según Platón, cualquier conocimiento con respecto al mundo constituido existente es una recordación semejante; pero la investigación espiritual (ver el capítulo Meditación de investigación) la supera en todos los sentidos y puede "recordar" verdades que no o ya no forman parte de nuestro concepto del mundo existente.

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LA MEDITACIÓN Lo que en el silencio puede ocurrir más pasivamente, a saber, que los cielos se abran porque el alma se abre, en la meditación se persigue por vía activa. La meditación consiste en un concentrarse en temas que tienen una cualidad especial: su sentido informativo es como un velo detrás del cual está oculto un significado más profundo o superior. Pero si uno lo avista, es decir, se concentra en él, resulta ser por su parte el (siguiente) velo de un significado aún superior; y así interminablemente. Pues captar un significado superior no es un pensar o un comprender en sentido corriente, sino una experiencia. En la vida cotidiana, las palabras y conceptos encubren esta experiencia; en vez de experimentar algo, echamos mano de la palabra o concepto disponible correspondiente y nos ahorramos la experiencia. Pero en la meditación sólo hay experiencias, o bien no era una meditación. Las experiencias nos cambian... los pensamientos o comprensiones de carácter corriente no, o sólo muy moderadamente. A la persona cambiada —por la meditación—, el "mismo" tema le dice en la segunda vez otra cosa que en la primera vez. Lo que en una meditación era el significado superior durante el experimentar, en la segunda se convierte en la forma del velo. Al meditar avanzamos desde una forma, a través de un vacío momentáneo, a una forma superior. Todas las formas son preparativos de un significado superior32.

Ejercicio 38: Meditación sobre una frase "La luz es el yo-soy: libre de formas". El primer paso, que prepara el meditar, es la reflexión, un pensar concentrado, profundizado, sobre las palabras de la frase y si acaso también sobre las construcciones gramaticales. ¿Qué luz? ¿Cómo puede ser idéntica al yo-soy? ¿Qué quiere decir "libre de formas" y cuál es la función de la libertad respecto de las formas? ¿Qué significa en esta frase la palabrita "es"? La reflexión tiene tres funciones. En primer lugar, en ella se agota el pensar, en el sentido de un cansancio y en el sentido de que experimenta su propia impotencia en la frase. Mediante la

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reflexión se procura evitar que el pensar empiece a moverse durante el meditar, donde debiera callar. En segundo lugar, la reflexión sobre las palabras y la construcción gramatical de la frase se efectúa por lo general ya en el pensar sin palabras, que luego se emplea en el meditar. En tercer lugar, en la reflexión puede sobrevenir una nueva comprensión intuitiva, que llega a ser la mejor entrada en el meditar, no sólo en virtud de su contenido, sino también por la apertura a través de la cual ha alumbrado. La reflexión se transforma espontáneamente en reducción, donde la frase aparece como una unidad; ya reduzca uno las palabras a una última palabra que entonces representa la frase entera, ya "cuele" uno las palabras cual si la frase fuera una única palabra. Con la práctica en meditar se forma la capacidad de experimentar la frase inmediatamente —sin previa actividad interior— como una unidad en la cual la atención se puede concentrar... ésta es la verdadera meditación. Si la frase sigue siendo una serie de palabras, la persona no podrá concentrarse en el sentido de la frase. Es fundamental, durante el meditar, "olvidar" todas las asociaciones, todo el pensar, todos los objetivos, incluso los sentimientos en el plano de la simpatía-antipatía, convirtiéndose la atención exclusivamente en el tema. Con un estado de concentración suficiente, la frase —el sentido de la frase, que es el tema— pierde por un instante su forma dada, como si se hubiera derretido o se hubiera vuelto transparente, y una nueva "forma", una comprensión intuitiva, un nuevo entendimiento, surge como experiencia: la luz (en la frase arriba mencionada) se convierte en una forma superior en el plano del "pensar" puro, supra- lingtiístico. Si el ejercitante puede permanecer en este "pensar", la experiencia cambia y pasa a un siguiente nivel de vivencia. Este "pensar" está mucho más cerca de lo gráfico que del pensar cotidiano. También puede suceder que como nuevo significado aparezca una imagen como "comprensión intuitiva". Pero esta clase de imagen no se asemeja en absoluto a las representaciones o a las fantasías: de ningún modo se pueden representar de la manera corriente la luz y el yo-soy, son imágenes vivas, no estáticas, que se derivan de un sentir. Cualquier imagen — incluso las figuras geométricas— consiste en sentir cuando su

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forma estática se anima. La plasticidad que alborea se transforma en una experiencia sintiente. El sentir ya está implicado de manera germinal en las palabras "luz", "es", "yosoy", "libre de formas", y se abre en la meditación que progresa. Este sentir no tiene nada que ver con la estructura fonética de las palabras, está instalado en el significado de las palabras. En esta etapa, cuando la frase comienza a volverse sentible, el ejercitante puede hacer con el sentir un segundo y superior tipo de reflexión. Uno "reflexiona" sobre las distintas palabras con el sentir, luego procura experimentar la frase entera como una forma viva de sentimiento y, si da resultado, concentrarse con el sentir en esta viviente "imagen de sentimiento". Como ya se ha mencionado, no tenemos nombres para estas cualidades del sentir, son de naturaleza cognoscitiva y ya inaccesibles para el pensar. Durante la concentración en la frase entera con el sentir, la forma de sentimiento puede derretirse de nuevo y una nueva forma puede destellar en el sentir. Cuando se ha experimentado la frase como forma de sentimiento, destellan también las formas de sentimiento de las distintas palabras. La "luz" llega a ser un sentir, la "forma" llega a ser un sentir e incluso "libre" se convierte en un sentir en el contexto de la frase. Uno reconoce el significado de la^ palabras como sensibilidades, en su origen33. La segunda etapa de la meditación se efectúa en el sentir cognoscitivo. El resultado es una inspiración. En realidad, no hay etapas, sino una transición continua34. El meditador, cuando vive la frase como forma de sentimiento, se experimenta a sí mismo como una singular declaración de sentimiento, como uno-mismo a nivel del sentir cognoscitivo. Pero además el mundo entero y la luz que "ilumina" el mundo, que lo torna susceptible de ser experimentado, se convierten en sentir. "Todo es sentir"... ésta es la experiencia. Este sentir, que es el mundo, sólo lo puede experimentar mediante el sentir alguien que siente. La supresión del estado de separación, que ya hemos experimentado a nivel del pensar vivo, puro, sigue intensificándose aquí: incluso ya en la vida cotidiana no estamos separados en el sentir, pues una vivencia del sentir no es un objeto, el que la vive no es un sujeto: él es el sentir.

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En cada "etapa", uno puede repetir el mismo tema infinidad de veces, cada vez con nuevas comprensiones intuitivas, nuevos entendimientos de la misma calidad; tanto a nivel del pensar puro como del sentir cognoscitivo. La elevación del nivel de consciencia, así como cualquier "paso" dentro del meditar, se efectúan de la mejor manera "espontáneamente", desde luego nunca intentados desde la consciencia diaria; ésta no debe inmiscuirse en el acontecer interior, que al mismo tiempo es acontecer cósmico, un proceso en el mundo de los significados, parte del cual es la esencia supraconsciente del ser humano. El progresivo "despertar" de esta esencia supraconsciente equivale a un progresivo devenir-autoconsciente y, así, devenir-cognoscitivo en el mundo espiritual, el mundo de los significados y de las entidades-de-yo. La voluntad en el proceder meditativo es siempre la voluntad suave. Uno deja acaecer... pero este dejar, dejar acaecer o dejar hacer (Geschehen-Lassen),- es la mayor de todas las actividades de la esencia humana. El silencio cada vez más profundo, para que lo silencioso (das Leise) se vuelva perceptible, el no-hacer (Nicht-Tun) cada vez más sosegado o quieto, para que eso pueda acaecer... para eso se cultiva y se usa la voluntad suave. Cuanto más pueda "mi voluntad" pasar a segundo término, tanto más intensamente podrá experimentarse, en todo lo que tiene forma, la voluntad que llamea hacia nosotros desde fuera, desde el mundo físico, desde el mundo anímico, desde el mundo espiritual. Poco a poco, la forma-de-sentimiento de nuestra frase se convierte en una forma-de-voluntad. Luz llega a ser voluntad; "yo-soy", "forma", "libre de formas", llegan a ser formas de voluntad, y también quien las percibe, mejor dicho: las vive. La voluntad sólo puede ser vivida mediante la voluntad receptiva, y quien la vive se convierte en voluntad receptiva: se vuelve libre de formas, para que pueda adaptarse a todas las formas y sin embargo siga siendo un uno-mismo libre de formas. Ésta es la paradójica cualidad fundamental de la entidad-de-yo: poder llegar a ser todo y permanecer totalmente inalterada. A la vez, uno se siente más cerca de la fuente de la voluntad, paulatinamente idéntico a ella: en el pleno comprender, uno experimenta a la entidad-de-yo cuya voluntad es ella misma. Cuando alborea la naturaleza volitiva del tema de meditación, el ejercitante puede procurar "reflexionar" sobre las palabras de la

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frase conforme a su forma volitiva, para luego, en la profunda quietud de la voluntad receptiva, en lo posible vacía, concentrarse en la frase entera como voluntad. La purificación, tal como la atención, puede intensificarse ilimitadamente. El proceso de encontrar significado, la disolución de lo encontrado como velo del nuevo encontrar, prosigue sin fin: he aquí el enriquecimiento de la creación mediante la creación de nuevos significados. Cada individualidad creadora, humana y no humana, bebe en la misma fuente: lógos. Y cada creación es individual, individualiza al creador, pues en la fuente no se bebe nada acabado, con forma. Por último, la forma es dada por el creador humano: por eso tienen las creaciones también un estilo individual. El camino no tiene fin. La perfecta purificación — de las formas carentes de sentido, cuyo principio es el sentirme y la egoidad— se convierte en lo dador-de-manera-crea- dora, en el "segundo amor", el amor creador35. En éste se manifiesta la naturaleza de lógos en su esencia, de la que ya Heráclito se dio cuenta: el crecer por sí solo: a quien da, se le da (Wer gibt, dem wird). A quien da más, se le da más. Regalar amor enriquece el amor.

Ejercicio 39: MEDITACIÓN SOBRE UNA IMAGEN De la descripción de la meditación sobre una frase resultó evidente que la unidad primitiva de un texto es la frase; desde el significado de la frase se "eligen" las palabras, la gramática... entre comillas, porque rara vez ocurre de manera consciente. El origen es siempre la unidad. Los conceptos nacen mediante la atención selectiva que, desde la unidad, se ha fijado sobre sus partes. El que existan partes es ya un resultado de la atención selectiva, que opera siempre por medio del abstraer —no tener en cuenta — sucesos, con el fin de formar conceptos cada vez más angostos, pero más agudos. Al meditar con imágenes simbólicas, este proceso se recorre al revés. Así como las frases meditativas no expresan, por lo general, verdades dadas, sino que se actualizan a lo largo del meditar36, así las imágenes simbólicas no representan reproducciones de realidades dadas de percepción, sino que son expresión irreductible de realidades espirituales que por lo

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general están por actualizar (irreductible a otros modos de expresión, tales como pensamientos o textos). Como ejemplo procuremos representarnos esta imagen: un desierto, tórrido y seco, y en él un rosal con una rosa roja en flor. La primera vez, uno no puede ir a buscar tal imagen en el recuerdo, sino sólo construirla —o dejar que se construya— de sus elementos: primero, un paisaje desértico, luego, en un paraje, el rosal que brota, con hojas y un capullo que se transforma en una flor roja. Si usamos esta imagen repetidas veces como tema de meditación, haremos bien en no suscitar la imagen del recuerdo de representaciones hechas anteriormente, sino en construirla siempre de nuevo, como la primera vez e incluso con nuevos detalles. Aquí no podemos partir de la totalidad, llegamos a ella en el construir. Cuando se ha llegado a ella podemos reflexionar sobre los elementos, el desierto, la arena, lo pedregoso, luego el crecimiento de la planta, etc., con lo cual la irrealidad de la composición recibe un significado. Tras la reflexión (agotamiento de las conceptuaciones) procuramos mantener la imagen (a ser posible, sin pensar) simplemente con un gesto interior de interrogación. Tal como la frase meditativa, también la imagen puede revelarse como velo de un significado. Puesto que toda imagen consiste en sentir —sólo mediante los conceptos queda esto encubierto—, procuramos llegar al sentir de la imagen. En la concentración — cuando es bastante profunda—, uno puede aprender a perder las palabras, los conceptos, y entonces sólo queda el puro eso, la experiencia del movimiento que conduciría al concepto, queda la identidad con el puro "eso". Para la imagen no existe un concepto, de lo contrario no sería una imagen meditativa, sino sólo el emblema de una conceptuación. En la meditación sobre una imagen, la experiencia que conduce al siguiente significado está en el sentir. En éste pueden abrirse significados que no son traducibles a palabras o a pensamientos. El meditar, la meditación misma, llega a ser la rosa que se abre en el desierto de la insensibilidad... ésta es una formulación parcial, aproximativa; incluso con otras mil, la imagen no estaría agotada o reproducida adecuadamente. La imagen y sus elementos se han originado evidentemente mediante una voluntad, y también su "mantenerse" es causado por la misma voluntad. Cuanto más se intensifica el sentir de la

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imagen, tanto más se metamorfosea este sentir en la sensación de la voluntad de la imagen, que vive en la imagen. Como a través de cualquier voluntad, uno se acerca a su fuente. Finalmente, toda meditación conduce a un ser y, a través de éste, a la suprema entidad-de-yo, de la que respiramos con el espíritu, al lógos humanado.

Ejercicio 40: MEDITACIÓN SOBRE LA PERCEPCIÓN37

Para la meditación sobre la percepción tomamos siempre como tema un objeto natural o fenómeno natural, cuya idea o significado no es accesible para el pensar (a diferencia del ejercicio de concentración con los objetos artificiales). En este tipo de meditación procuramos despertar el sentir cognoscitivo en el percibir, tal como destella, al principio, en el contacto visual y funciona al ver una cara humana: ésa es una mirada global, y reconocemos un rostro sin poder especificar sus detalles. Con esta mirada global, receptiva, procuramos contemplar, por ejemplo, un guijarro, una hoja, un árbol, una flor, evitando, hasta donde se logre, todas las conceptuaciones. Esto significa que ya tendríamos que dominar considerablemente el pensar, el asociar, todo lo que podría "ocurrírsele a uno". Procuramos prestar atención sólo al sentir y a la voluntad que emanan del tema. Nos dejamos moldear por esta emanación que vive en el objeto natural. Todo esto sucede primero durante la contemplación del objeto. Con la práctica se puede intensificar el sentir cognoscitivo a tal punto que se sienta el objeto en su calidad sin ninguna percepción sensorial. Así sienten los seres humanos arcaicos, que a menudo no saben qué aspecto tiene un objeto natural porque no lo perciben con los sentidos; así sienten también, de manera diagnóstica, algunos sanadores espirituales con los ojos cerrados... el ver sólo estorbaría el sentir. Lo que se siente es, en realidad, una voluntad: en la meditación sobre la percepción, así como en los otros tipos de meditación, el pensar, sentir y querer se transforman de manera continua uno en otro, con lo cual la realidad natural queda fuera del dominio del pensar puro. El contacto entre el que percibe y el tema comienza en el sentir.

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Cuando la experiencia del yo-soy está adquirida mediante los ejercicios de atención activa, también puede llegarse a ella en los ejercicios de percepción. Entonces, la atención se vuelve duraderamente receptiva, se deja moldear por el tema de percepción, se fortalece y se percibe a sí misma en el sermoldeada, como proceso, como proceso del sentir, como proceso volitivo de naturaleza invertida. En casos excepcionales, el unomismo puede también surgir primero en ejercicios intensos de percepción. Ejercicio 41: MEDITACIÓN SOBRE MEDITACIÓN DE INVESTIGACIÓN

UNA

PREGUNTA

O

Todas las comunicaciones del investigador espiritual tienen su fuente en la meditación de investigación. Esto es: investigación espiritual. Este tipo de meditación puede efectuarse mediante la meditación sobre un pensamiento, la meditación sobre una imagen o la meditación sobre la percepción. Esto depende de qué forma de partida elija el investigador para su pregunta o su problema. Esta forma (pensamiento, texto o imagen) es el tema de su concentración. Elegimos como ejemplo un problema psicológico. La primera formación carente de sentido, carente de significado (es decir, forma no comunicativa) en el ser humano es el sentirme, el núcleo de la egoidad38. El sentirme es, en primer lugar, como un abrigo que envuelve el cuerpo entero. Por lo general es confundido con la sensación del cuerpo. Pero el cuerpo lo puede sentir el ser humano moderno tan poco como un trozo de madera o una piedra. El sentir cognoscitivo podría sentir el significado del cuerpo o de las partes del cuerpo, pero precisamente esto está impedido mediante la envoltura del sentirme. El sentir, la sensación, sólo puede percibir un sentir, una sensación, no cosas, cuerpos, objetos. La sensación del mí es una experiencia, por consiguiente un objeto de la atención aún carente de sujeto. Mediante ella se originan en el alma otras formas carentes de sentido, formas de adicción. En parte, éstas están ligadas a diversas funciones biológicas del cuerpo, al convertirse tales funciones en fuentes de placer, tal como en la gastronomía, el fumar, y otras cosas por el estilo. La caída o pecado original en la Biblia es descrita como el

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primer comer en forma de placer (sin significado), y el comer se convierte entonces en el prototipo y símbolo de aquellos gestos y comportamientos que no tienen función de expresión, que no son comunicantes, dicientes, explicativos39. Estas formas, puesto que están ligadas al cuerpo, uno las puede comprender sin dificultades. Pero hay formas anímicas carentes de sentido que no tienen nada que ver con el cuerpo, tales como la envidia, la vanidad, la ambición de poder, el odio, el enfado, cuya satisfacción es sin duda deleitosa, pero no es localizable en el cuerpo, y que a lo más afectan al cuerpo en sus efectos. ¿Cómo se originan estas formas? Éste será nuestro problema. Elegimos como tema de meditación una imagen, pues los procesos en la sensación no son accesibles para el pensar ni sobre todo para el lenguaje, o más bien estos últimos son demasiado torpes para describir la naturaleza de esta esfera anímica. La imagen es una envoltura que envuelve el cuerpo humano. Tiene un grosor indeterminado cuyo borde se derrama, la superficie es como la de una nube, pero de momento no muestra ningún pliegue. La imagen la tomamos de la experiencia que hemos tenido en los ejercicios 19 y 20: del intento de tener la sensación de un dedo o de todo el cuerpo. Sabemos también que esta envoltura, ahora cerrada, ha surgido de una formación radial, al haberse transformado los rayos —que al principio estaban orientados desde un centro hacia fuera y hacia dentro, de vuelta a este centro (de manera reproductora y receptiva) —, parcialmente, en esta figura cerrada. Construimos esta imagen mental y procuramos "reflexionar" con el sentir sobre la transformación de la estructura radial en figura de envoltura, con las consecuencias que están activas en la relación del ser humano con el entorno. Luego nos concentramos en la imagen. Se puede percibir que la tendencia que ha producido la figura cerrada sigue actuando en ella. Esta percepción depende del sentimiento de la figura y de su efecto sobre el ser humano. Primeramente surgen en la envoltura, correspondiendo a ciertos lugares del cuerpo — alrededor de ellos se podría decir— nuevos pliegues o inclusiones. Pero luego, independientemente del cuerpo, nacen, de la envoltura unitaria, partes pequeñísimas, como si un gran globo se transformara en una cantidad de globos menores. Se siente que el movimiento que desde lo radial ha

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originado la figura de envoltura sigue operando en esta última. También se siente que este proceso seguirá rodando ilimitadamente si no se intenta algo para contrarrestarlo. Las formaciones anímicas carentes de sentido pueden clasificarse por tipos, pero no son idénticas a pesar de que tengan el mismo nombre, ni siquiera en la misma persona. Por ejemplo, la vanidad puede referirse a la belleza de la cara, a un resultado deportivo o a un éxito científico; y estas vanidades se diferencian mucho en su esencia, en su sensación, sólo la denominación les es común. Y así sucede también con otras formaciones; en parte son biográficas, en parte, innatas como propensión. Sin la egoidad no aparecen: todas apuntan sobre el sucedáneo del verdadero unomismo, forman este sustitutivo, se transforman en él. Todas son, finalmente, formas anímicas no comunicativas, usen o no el cuerpo para su satisfacción. Todas estas formas "sin sentido" aluden al yo sustitutivo o unomismo sustitutivo. Su núcleo es el sentirme, y a este núcleo se superponen los hábitos anímicos (hábitos del pensar, del sentir y volitivos), la biografía externa que recordamos, y a él referimos nuestras experiencias. El verdadero uno-mismo sería o es un testigo que "mira" los impulsos anímicos, los experimenta realmente, lo que significa participación en la experiencia y conocimiento de ella, por consiguiente, a la vez, independencia. Si en la meditación se ha llegado a la comprensión de la imagen, se puede empezar —la transición ocurre espontáneamente, como toda transición en la ejercitación— a prestar atención al sentir, es decir, a reparar en el sentir que está siempre presente. Los rayos de luz radiales, rectos, que alumbran y a la vez perciben lo alumbrado, tienen una cualidad en el sentir; los "rayos" doblados hacia atrás, que no tienen la sensación sino de sí mismos —esta sensación nace mediante ellos, ellos son estas sensaciones—, tienen otra cualidad, un oscurecimiento en el sentir. Comparada con la luz, toda forma es oscuridad. Esta experiencia en el sentir puede condensarse de manera aproximada en la frase (meditativa): Ya nada es alumbrado. O: Ya nada es obsequiado. Ésta no es una agradable experiencia en el sentir, todo el carácter negativo, morboso — indigno de un ser humano— de la egoidad pesa sobre el sentir experimentante. Para quien experimenta esto, la egoidad ya ha perdido aquella función positiva que tenía en fases anteriores de la vida. La experiencia

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en esta meditación se asemeja a lo que está descrito como encuentro con el "guardián del umbral"40. El carácter sombrío y amenazador de la egoidad, del que uno no se percata en absoluto en la consciencia diaria, se convierte durante esta meditación, en una experiencia casi insoportable, escandalosa, en la etapa sintiente. Parte de la conmoción es causada por la comprensión intuitiva de ue semejante cosa puede permanecer completamente oculta ante la consciencia diaria. Pronto lo amenazador se perfila como cualidad volitiva y esto conduce a otro cambio en el meditar: el tema, la imagen inicial, se transforma en una figura volitiva, en algo o más bien en alguien. Mediante la voluntad invertida es percibida una voluntad que quiere este volverse-hacia-atrás de la luz primeramente radial. Ahora se "investigan" los elementos de la imagen conforme a su carácter volitivo, mediante la voluntad invertida, que se deja moldear por ellos. Cuando luego se medita la imagen como figura volitiva, en esta voluntad se manifiesta un quién. La entidad que "inspira" la egoidad o las formas carentes de sentido —pero aparentemente convenientes, en general, según la utilidad— es experimentada por lo menos en la periferia, al menos se experimenta que alguien hay ahí. Esta entidad volitiva no es ni negativa ni positiva unívocamente (todas estas expresiones están lejos de la complejidad de la experiencia). En los instantes de la meditación, el uno-mismo tiene que independizarse totalmente de las formas para poder tratar apropiadamente a esta figura, a su voluntad. Como se ve, la meditación sobre una pregunta o meditación de investigación consiste en que el ejercitante o investigador ponga la pregunta en forma meditativa (frase, imagen) para que dé una orientación al acontecer y luego, con creciente quietud, aguarde el acontecer que ha posibilitado y preste atención a él. En el Apéndice 1 se encuentran más meditaciones.

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NOTAS

1. El sentido del tacto está incluido en toda faena corporal y transmite casi nada más que la sensación del lugar del cuerpo con que se ha palpado. Uno sabe inmediatamente si palpa con el pulgar o con el meñique. No pasa lo mismo con los otros órganos sensoriales: por ejemplo, uno no siente los ojos al ver. Al palpar, uno no sabe al principio casi nada sobre lo palpado, salvo que no soy yo, es decir, que no es mi cuerpo. La dureza o la aspereza sólo se experimentan moviendo el lugar del cuerpo que ha palpado, por lo tanto, incluyendo el sentido del movimiento y el sentido del equilibrio. Pero la envoltura sensitiva es estimulada siempre al palpar: ella es lo que uno siente. 2. Para los seres angelicales, sólo los significados son realidad; la realidad táctil, que para la mayoría de los seres humanos sirve de norma, ellos no la conocen, no tienen nada con lo que puedan palparla. En Tomás de Aquino encontramos explicitada, precisamente, esta experiencia. Cuanto más verdadera es una cosa, es decir, cuanto más manifiesta su esencia, su significado, tanto más real es. Es como si Tomás no conociera la realidad táctil: como los ángeles. 3.No conocemos las ideas, los conceptos, de los objetos naturales, sólo tenemos nombres para ellos. Éstos señalan un conjunto de fenómenos... no una función que comprendamos, tal como sucede con los objetos que fueron creados por seres humanos. Comprendemos "silla" no en virtud de determinadas características externas, sino en virtud de la función; el aspecto puede variar mucho. En "roble" no conocemos la función, nos atenemos a la forma de las hojas, del ramaje, de la corteza, y otras cosas por el estilo. Éstos son conocimientos (Kenntnisse), que hay que distinguir muy bien de cogniciones (Erkenntnisse). En las sustancias experimentamos una calidad (plata, vidrio, agua) y lo genérico, la espacialidad y la masa (el peso). De la calidad se ocupa la química; de las propiedades genéricas de las materias, la física. Ni la calidad ni las propiedades genéricas nos son comprensibles, pues no conocemos su función: definimos los conceptos correspondientes y los elaboramos matemáticamente, a ser posible, sin penetrarlos, lo que sí podemos hacer con las cosas hechas por seres humanos... hasta entrar en la materia.

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4.Así, el vocablo latino focus denominaba el fogón o el fuego de la lumbre. Kepler empleó la palabra para "foco, centro, núcleo". 5.Así, por ejemplo, el vocablo griego thymós significaba: soplo, aliento; fuerza vital, vida, alma, espíritu; mente; corazón, ánimo; sentimientos, afectos; carácter, índole, modo de pensar, manera de ser; impulso, afán, deseo, anhelo, apetito, ganas, simpatía, inclinación, gusto, agrado, placer, gozo; voluntad; decisión, determinación; valor, coraje; fuerza, energía; pasión; cólera, ira, enojo. Lo que en el diccionario viene sucesivamente era todo junto el significado; hoy, el significado primitivamente amplio se divide en muchos conceptos. 6.Un ejemplo de desplazamiento horizontal del significado: "subjetivo" significaba en el siglo XVII en inglés algo que forma parte de la esencia de la cosa; de la realidad. En el siglo XIX se convierte en expresión de lo que sólo existe en la consciencia, sin corresponder a una realidad existente. 7.Instrucciones para el ejercicio de concentración se encuentran en: G. Kühlewind, Vom Normalen zum Gesunden [en español: De la normalidad a la salud, trad. de Jaime Vergara Antuña, Editorial Rudolf Steiner & Mandala Ediciones, Madrid 1997], capítulo 5.3. 8. Véase: G. Kühlewind, Aufmerksamkeit und Hingabe [en español: La atención y la entrega, trad. de Jaime Vergara Antuña, Editorial Rudolf Steiner, Madrid 2000], capítulo 4. 9.Jn 5, 31; 8,13; 19, 35; 21, 24; 3 Jn 12. 10.G. Kühlewind, Der sprechende Mensch, capítulo III, 2., Frankfurt am Main 1991. 11.Véase: Kühlewind, Aufmerksamkeit und Hingabe [en español: La atención y la entrega, ob. cit.], capítulo 7. 12.Véase: Kühlewind, Vom Normalen zum Gesunden [en español: De la normalidad a la salud, ob. cit.], capítulo 4.3.

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13.Véase allí mismo, capítulo 5.5.c. 14.R. Steiner, Die Welt der Sinne und die Welt des Geistes [en español puede verse: El mundo de los sentidos y el mundo del espíritu, trad. de Miguel López Manresa, Editorial Antroposófica, Buenos Aires 2000], GA 134. 15.Véase: Kühlewind, Die Esoterik des Erkennens und Handelns, capítulo IV, Stuttgart 1995. 16.Véase en el Apéndice del presente libro: "2. La inversión de la voluntad y el encuentro con el poder del lógos". 17.Si en los movimientos de expresión corporal uno usa la voluntad dura donde es pertinente la suave, el movimiento resulta imperfecto, lleno de errores. Si el pianista fija su atención sobre los dedos, sin duda no encontrará las teclas correctas, no "se ajustará" a la música. Al tartamudear se emplea la voluntad dura para el movimiento de los órganos de la voz, la consciencia permanece en parte en el movimiento de éstos. El tartamudo "olvida" el movimiento de los órganos de la voz cuando recita un texto ajeno dado o cuando lo canta con una melodía.- En los ejercicios Ki y similares se procura lo contrario: transformar la voluntad dura en suave. 18.Sabido es que la inclinación de la cabeza y el movimiento de la cabeza de un lado a otro significan en muchos países lo contrario de lo que entendemos por ello en Europa occiden— tal y central. 19.R. Steiner, Anweiseungen für eine esoterische Schulung, capítulo 1, GA 42/245 [en español puede verse: R. Steiner y E. Katz, Aproximación a los Ejercicios Preliminares, trad. de Juan Berlín y Ana María Beckwith]. Véase también: Kühlewind, Vom Normalen zum Gesunden [en español: De la normalidad a la salud, ob. cit.], capítulo 5.5.b. 20.Sobre el mecanismo del recordar, véase: G. Kühlewind, Das Leben der Seele zzvischen Überbezousstsein und Unterbewusstsein [en español: La vida del alma entre el supraconsciente y el subconsciente, trad. de Miguel López

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Manresa, Editorial Rudolf Steiner & Mandala Ediciones, Madrid 1997], capítulo IV. 21.Véase: Kühlewind, "Das Wahrnehmen ráumlicher und zeitlicher Formen" [La percepción de formas espaciales y temporales], en: Das Goetheanum, 20 de mayo de 1984. 22.Véase: Kühlewind, Die Diener des Logos, capítulo V, Stuttgart 1981. 23.Véase: Kühlewind, Meditationen über Anthroposophie, Thomas von Aquin und Zen-Buddhismusf capítulo 1, Stuttgart 1999. 24.Rupa: forma; arupa: libre de forma (sánscrito). ['Devachan" es una deformación de deva-loka]. 25.Véase: Kühlewind, Das Licht des Wortes, capítulo 5, Stuttgart 1984. 26.R.Steiner, Das Ratsel des Menschen, conferencias del 12 de agosto y 2 de septiembre de 1916, GA 170, Dornach 31992. 27.En el mismo lugar, conferencia del 12 de agosto de 1916. 28.En el mismo lugar, conferencia del 2 de septiembre de 1916. 29.Kühlewind, Vom Normalen zum Gesunden [en español: De la normalidad a la salud, ob. cit.], capítulo 4.2. 30.Las expresiones "extinguir un contenido, vaciar la consciencia" son indicaciones que tampoco pueden ponerse en práctica mediante la consciencia diaria, sino que, mediante la voluntad suave, se efectúan casi espontáneamente — podría decirse— a lo largo de los ejercicios. Tal cual, mientras se hace música, no se piensan las instrucciones, como por ejemplo "crescendo" o "ritardando", sino que se ejecutan. Si uno las piensa, uno no se ajusta a la corriente de la música. 31.Véase: Kühlewind, Aufmerksamkeit und Hingabe [en español: La atención y la entrega, ob. cit.], capítulo 19. 32.Véase: Kühlewind, Vom Normalen zum Gesunden [en español: De la normalidad a la salud, ob. cit.], capítulo 5.4. 33.En una frase meditativa, las palabras son usadas en su sentido original. El sentido original hace posible las acepciones de la palabra. Por ejemplo, "en" puede usarse en sentido espacial,

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temporal y "figurado" ("en paz"). Lo que posibilita todas las acepciones es el sentido original; éste es lo que capta el niño pequeño. 34.Véase también: Kühlewind, Die Wahrheit tun, capítulos "Über die Reinheit des Strebens" y "Die zweite Stufe der Meditation", Stuttgart 21982. 35.Véase: Kühlewind, Die Esoterik des Erkennens und Handelns, capítulo VI. 36.Por ejemplo: "Pensando me siento idéntico a la corriente del acontecer universal" (R. Steiner, Die Schwelle der geistigen Welt, capítulo 1 [en español puede verse: El umbral del mundo espiritual, trad. de Miguel López Manresa, Editorial Rudolf Steiner, Madrid 1994], GA 17). 37.Véase: Kühlewind, Die Belehrung der Sinne, Stuttgart 1990. 38.Véase: Kühlewind, Aufmerksamkeit und Hingabe [en español: La atención y la entrega, ob. cit.], capítulos 7,13 y 18. 39.En el cristianismo se intenta "redimir" el comer, restablecer su significado, con el tomar el pan y el vino durante el servicio divino. 40.R.Steiner, Wie erlangt man Erkenntnisse der hóheren Welten ? [en español: ¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores ?, trad. de Equipo de la Editorial en base a una traducción de D. Francisco Schneider, Editorial Rudolf Steiner, Madrid 1986], capítulo "El guardián del umbral", GA 10.

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APENDICE

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1. MEDITACIONES Meditaciones sobre una frase

El mundo es luz. La luz se ilumina a sí misma. En la luz no hay nada. Todo desaparece sin rastro en la luz. Esto es luz. ¿Qué habría de alumbrar la luz? Yo soy la luz. Sólo el yo-soy puede experimentar la luz. El yo está libre de formas. El uno-mismo es sólo ahora. Yo soy entre. Todo es ahora. La divinidad yo-soy actúa ahora. En el ver, el sujeto y el objeto están suprimidos. El que ve llega a ser realidad. Flotamos entre el cuerpo y el espíritu sin experimentarlos. Atención es identidad. De la identidad nace la imitación. Mí o yo. Recordamos objetos. Las imágenes provienen del ver. Las palabras reemplazan la experiencia.

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MEDITACIONES SOBRE UNA IMAGEN

El Nuevo Testamento incluye una profusión de imágenes, todas las cuales pueden ser meditadas. Así, por ejemplo: el sembrador (según Marcos 4, con todos los detalles del capítulo); la escena en el estanque de Betesda, Juan 5, 2-9. El Sermón de la flor del Buda: en vez de decir palabras, muestra una flor. En un paisaje existe un muro con una puerta cerrada. Isaías 40, 3-4 comparado con Mateo 3,3.

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2. LA INVERSIÓN DE LA VOLUNTAD Y EL ENCUENTRO CON EL PODER DEL LÓGOS

En el capítulo "Ausblicke" [Perspectivas] de su obra Vom Menschenratsel [En torno a los enigmas del Hombre], Steiner escribe sobre la experiencia fundamental de pasar "del pensar a la vivencia del pensar". "En la consciencia habitual no se vive el pensar, sino, mediante el pensar, lo que es pensado"1. Esta misma experiencia es postulada en la segunda parte de La filosofía de la libertad2. Entregándose una y otra vez a pensamientos mediante una voluntad, uno puede percatarse de fuerzas anímicas "que sólo se pueden descubrir en el uso consciente". Mediante la vivencia del pensar mismo se provoca un despertar espiritual. Pero este esfuerzo volitivo hay que distinguirlo de la voluntad cotidiana en su índole y dirección. La voluntad ordinaria "emana del yo y se sumerge en el deseo, en el movimiento corporal, en la acción. Una voluntad en esta dirección es ineficaz para el despertar del alma respecto de la consciencia ordinaria. Pero hay una dirección de la voluntad que, en cierto sentido, es opuesta a la anterior. Es la que está activa cuando uno trata de dirigir a su propio yo sin consideración inmediata de un suceso exterior. Esta dirección de la voluntad se manifiesta en los esfuerzos que uno hace para configurar su pensar conforme al sentido, para perfeccionar su sentir, en todos los impulsos de autoeducación. En una intensificación progresiva de las fuerzas volitivas existentes en esta dirección está lo que uno necesita para despertar de la consciencia ordinaria. Uno se presta una especial ayuda en la persecución de este objetivo contemplando la vida en la naturaleza con una más íntima participación afectiva. Por ejemplo, uno procura contemplar una planta de modo que uno no sólo registra en los pensamientos su forma, sino que, por decirlo así, simpatiza con la vida interior que en el tallo se extiende hacia arriba, en las hojas se despliega a lo ancho, en la flor abre al exterior lo interior, etc. En semejante pensar, la voluntad repercute suavemente; y es entonces una voluntad desarrollada en la entrega la que dirige al alma, una voluntad que no tiene su origen en ésta, sino que concentra su acción sobre ésta. Es natural que uno crea al principio que su origen lo tiene en el alma. Pero en la vivencia del proceso mismo uno descubre que, mediante esta inversión de la voluntad, el alma capta algo espiritual extraanímico".

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"Cuando una voluntad está fortalecida en esta dirección y aprehende de la manera indicada la vida de los pensamientos, del ámbito de la consciencia ordinaria es destacada, de hecho, otra consciencia, que es a la consciencia ordinaria como ésta es al mecerse en los ensueños. Y tal consciencia contemplativa es capaz de llegar a conocer el mundo espiritual viviéndolo»3. En la contemplación de la naturaleza — según la intensidad de la atención— está actualizada la postulada dirección de la voluntad: una voluntad receptiva, aceptadora, que sale al encuentro de las ideas cósmicas igualmente llenas de voluntad, cuyos signos perceptibles son los fenómenos de la naturaleza4. Es como si la voluntad humana dijese: «Hágase tu voluntad». Es una voluntad espontánea, por paradójica que pueda sonar esta expresión. En el percibir, en el arte, así como en la práctica y la recepción del culto religioso, la voluntad ordinaria de la atención es vuelta hacia atrás por un encuentro con idealidades superiores y más poderosas... superiores a aquéllas con las que trabaja la consciencia diaria y más poderosas que ellas. En la ejercitación de la consciencia, la dificultad máxima, sobre todo al comienzo, consiste en encontrar esta voluntad paradójica, ya que al principio no hay una idealidad superior a la vista: los temas de meditación sólo se convierten en ella cuando desvelan su «sentido» a la atención meditativa. Pero para ello ya es necesario el estado de concentración, precisamente, el gesto volitivo invertido. Esta atención concentrada se adquiere mediante ejercicios previos, tales como el «control de los pensamientos» que toma por tema un sencillo objeto artificial, la representación de éste, pensamientos en torno de él y, por último, su idea funcional5. Pues bien: encontrar en este ejercicio la voluntad «espontánea», receptiva, el elemento «fluyente», que ayuda a conducir y a mantener la atención, parece ser el fundamental obstáculo de entrada en la ejercitación. Porque sin la voluntad «invertida», difícilmente se puede actualizar la atención relajada, no forzada y no obstante concentrada, una especie de «active relaxation»6, una tranquilidad activa. Y también porque en la ejercitación de la consciencia, la atención no tiene nada más que hacer: no hay que mover los dedos, ni manejar un pincel, etc. La inversión de la voluntad de la atención tiene lugar siempre, en los casos descritos, en un punto donde el sujeto encuentra una

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esfera intersubjetiva universal del lógos: por ejemplo, el lenguaje de la música, el lenguaje de Shakespeare, el de la naturaleza, o el del culto. Allí donde la vida humana .de las ideas está en contacto con ideas mayores, se vuelve receptiva, "perceptiva", allí la atención se deja instruir de nuevo, tal como fue instruida durante la infancia en la época del aprendizaje del hablar: mediante la palabra escuchada y su comprensión, se volvió intencional, es decir, se convirtió en atención conceptual fijada siempre sobre «algo» conceptual, sobre los puntos de cristalización de las conceptuaciones dadas lingüísticamente. En la fase inicial de consciencia, la palabra, el concepto y la cosa —si es que la palabra indica algo perceptible— son todavía idénticos. Sin embargo, en el alma consciente, donde el pensar se ha independizado del lenguaje, el objeto natural, no comprendido por dentro o en su función, queda enajenado del pensar: lo reconocemos por atributos exteriores7. La misma actitud de consciencia se ha extendido a lo creado por el ser humano, si bien su idea funcional le es enteramente accesible. En el «control de los pensamientos»8, la experiencia enseña que, después de los primeros razonamientos e imágenes mentales de tanteo —en torno a la figura, las propiedades, la fabricación del objeto, etc.—, pasa a primer plano la función y, con ello, la idea de la cosa, sin la cual ésta no existiría ni sería esa cosa, al no saberse cómo funciona. Si el ejercitante no aprovecha por sí solo esta posibilidad del pensar, hay que aconsejársela. Pues con el destello del carácter ideal del objeto, importantes cambios se operan en el ejercicio9. Desde un principio es bastante productivo representarse y pensar el objeto no de manera estática, sino funcionando. De ese modo, la vida conceptual recobra la salud; su nominalismo — pensar la cosa según sus atributos exteriores— es superado mediante la recuperación de la idea funcional. El objeto artificial es vivido en su dignidad: pues es una nueva creación en este mundo, mediante el ser humano. Esta dignidad y significación, que es nueva incluso para los ángeles, la describe Rilke en sus "Elegías de Duino": Estamos tal vez aquí para decir: casa, puente, surtidor, puerta, cántaro, árbol frutal, ventana, todo lo más: columna, torre... (Elegía IX)

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Y más alto, las estrellas. Nuevas. Las estrellas del país del dolor. Lentamente las va nombrando la queja: Aquí, mira: el Jinete, la Vara, y a la constelación más llena la llaman ellos: Guirnalda de Frutos. Luego, más allá, hacia el Polo: Cuna; Camino; el Libro Ardiente; Muñeca; Ventana. (Elegía X)10

La esfera del lógos es rozada en su nivel más bajo. De este modo, la consciencia encuentra un elemento antepuesto a ella, tal como en el arte, si es que, en el ejercicio, la naturaleza verbal de las ideas y su comprensión destella como experiencia. En este punto, la atención puede metamorfosearse, invertirse y convertirse en una atención receptiva. Puede experimentar que, si bien la representación del objeto y el pensarlo consisten en la atención misma, ésta puede producirlos por la gracia del lógos que está activo en medio del alma. La atención retorna al elemento fluyente de la esfera del lógos de donde nació. De este modo, el ejercitante descubre un ser superior, una yoidad superior, en su propia alma. Pues donde se pueden experimentar la palabra o lo verbal, éstos tienen que tener una fuente, y ésta sólo puede ser una entidad-de- yo. El encuentro con el yo superior en esta vivencia, mediante este sencillo ejercicio, es la fuente del nuevo sentimiento llamado «seguridad y firmeza»11. Dimana de la vivencia del «yo soy», del ser espiritual propio, que no requiere «pruebas» ni soportes. A la vez, el miedo a este encuentro es el máximo obstáculo para «soltar» la atención, lo cual se requiere a fin de que, por decirlo así, ésta pueda volverse artística y no obstante —en contraste con el hacer artístico— permanezca en lo imperceptible. Resulta evidente la ayuda inapreciable que el arte ofrece al ejercitante y cuáles son los límites de esta ayuda, por qué el arte no puede reemplazar la ejercitación de la cognición: tiene otros objetivos, tiene que manifestarse en lo perceptible. La presencia de algo universal en el alma —el lógos— es insinuada en el célebre fragmento de Heráclito: «Propio del alma es un fundamento [lógos] que se acrecienta a sí mismo»12. En el suplemento al capítulo X de La filosofía de la libertad!, Rudolf

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Steiner describe la inmanente «contradicción» de la naturaleza humana de poder tomar del elemento universal de las ideas intuiciones individuales. Para la meditación, la atención ya tiene que estar fortalecida a tal punto que pueda acercarse al tema —primero comprendido sólo literalmente— de manera expectante, esencialmente vacía y, no obstante, concentrada: ya invertida y receptiva, expectante de lo superior y libre de todas las representaciones correspondientes; éstas serían una traba, para el encuentro. Para eso, la atención tiene que haberse vuelto tan ágil y desinteresada como los dedos de un pianista, que son guiados por la inspiración musical, meditativa, y, sin embargo, permanecen «fluidos». San Pablo formula la experiencia de la vida con consciencia, la vivencia de la palabra viva, en su Epístola a los Gálatas (2, 20): «Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí». En el encuentro con lo superior, el alma humana se fortalece para dar un paso hacia arriba en la escalera del cielo del lógos: el encuentro suele ser doloroso, a veces extingue transitoriamente la consciencia, la «visión»; así le ocurre a Dante varias veces («El Paraíso» XIV, 76; XXIII, 35; XXV, 121; XXXIII, 76), pero la misma mayor luz le brinda una y otra vez una nueva y superior fuerza para contemplar. Beatriz le explica (XXX, 52): Siempre el amor que mantiene inmóvil este cielo acoge con semejante saludo para tener dispuesto el cirio para su llama.13 El encuentro suele ser descrito como una lucha con el ángel (Gn 32, 24-29), durante la cual la voluntad humana y la atención verbal son «invertidas» y consiguen de lo superior —consiguen luchando— nueva figura y nombre. La esencia de tal lucha la describe el poema «Der Schauende» [El contemplador] de Rilke (El libro de las imágenes): Aquél a quien este ángel ha vencido, que tan a menudo renuncia al combate, ése sale recto y erguido y grande de aquella dura mano

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que contra él se estrechaba, como dándole forma. A ése las victorias no le atraen. Su crecimiento es: ser el profundo vencido de lo que es siempre mayor. Wen dieser Engel überwand, welcher so oft auf Kampf verzichtet, der geht gerecht und aufgerichtet und gross aus jener harten Hand, die sich, wieformend, an ihn schmiegte. Die Siege laden ihn nicht ein. Sein Wachstum ist: der Tiefbesiegte von immer Grósserem zu sein.

NOTAS AL ANEXO "LA INVERSIÓN DE LA VOLUNTAD" 1.R. Steiner, Vom Menschenratsel [En torno a los enigmas del Hombre], capítulo: «Ausblicke», GA 20,41957, p. 161. 2.[En español: R. Steiner, La filosofía de la libertad, trad. de B. Sánchez de Munian, Editorial Rudolf Steiner, Madrid 1986.] Ver: G. Kühlewind, Bewusstseinsstufen. Meditationen über die Grenzen der Seele, capítulo: «Die zwei Bewusstseinsstufen in der "Philosophie der Freiheit"», Stuttgart 31993. 3.R. Steiner, Vom Menschenratsel ob cit., p. 163 y sig. 4.R. Steiner, Die Sendung Michaels [La misión de Micael], conferencia del 30-11-1919, GA 194, 41994; Die Welt der Sinne und die Welt des Geistes, conferencia del 28-12-1911, GA 134 [en español: Los misterios de la vida. El mundo de los sentidos y el mundo del espíritu, trad. de Miguel López Manresa, Editorial Antroposófica, Buenos Aires 2000]; Allgemeine Menschenkunde ais Grundlage der Padagogik [Antropología general como fundamento de la educación], conferencias del 23 y 27-8-1919, GA 293, 91992. 5.Para el control de los pensamientos ver en el presente libro los ejercicios 1,2,3 y 7. Ver además: Kühlewind, «Das Erleben der Begriffe», en el semanario Das Goetheanum, 38/1985. 6.Aldous Huxley, The Art of Seeing, London 1974. 7.Georg Kühlewind, Das Licht des Wortes, capítulo 1, Stuttgart 1984.

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8.Sobre algunos efectos de la iniciación ver: R. Steiner, Wie erlangt man Erkenntnisse der höheren Welten?, GA 10 [en español: ¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?, trad. de Francisco Schneider y Equipo de la Editorial, Editorial Rudolf Steiner, Madrid 1986]; y Die Geheimwissenschaft im Umriss, capítulo: «El conocimiento de los mundos superiores», GA 13 [en español: La ciencia oculta. Un bosquejo, trad. de José Llinas, Juan Berlín y equipo de la editorial, Editorial Rudolf Steiner y Editorial Antroposófica, Madrid 32000]. 9.Georg Kühlewind, Bewusstseinsstufen, «Konzentration und Kontemplation».

ob.

cit.,

capítulo:

10.[Tomado de: Rainer María Rilke, Elegías de Duino. Los Sonetos a Orfeo, trad. de Eustaquio Barjau, Ediciones Cátedra, Madrid 31993.] 11.R. Steiner, Anweisungen fur eine esoterische Schulung, GA 42/245, 51979. 12.[Tomado de: Los filósofos presocráticos I, "Heráclito", fragmento 22 B 115, trad. de Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá, Editorial Gredos, Madrid 1978.] 13.[Tomado de: Obras Completas de Dante Alighieri, "La Divina Comedia", trad. de Nicolás González Ruiz, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 51994.]

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3. ARTE Y COGNICIÓN

Sobre su fuente meditativa

En primer lugar, los dos fenómenos espirituales parecen ser fáciles de diferenciar: la cognición acontece en el espacio interior de lo anímico-espiritual; el arte tiene que entrar, en cualquier caso, en el mundo de la percepción, por consiguiente tiene que ver siempre, en su manifestación, con la materialidad. El "manifestarse" de la cognición o de sus resultados es, por lo general, modesto estéticamente —puede ser, incluso, que no se exprese en absoluto el resultado de la cognición—, en todo caso, la manifestación es secundaria, se efectúa después de la cognición. En el arte, el manifestarse es esencial, no existe nada antes del manifestarse. Este manifestarse en la fantasía sintiente puede ser también un contenido ya formado, como imagen, poema o música, pero luego está dotado "de la vestimenta sensorial-material". A este respecto, el arte se muestra análogo al lenguaje: éste tiene también dos lados. El lado interior es el significado, el sentido, que luego se manifiesta hacia fuera como fenómeno acústico u óptico. Sólo que el "lado interior" de un fenómeno artístico no es, precisamente, algo (meramente) pensable; de lo contrario, el arte sería superfluo. Común a ambos, arte y cognición, es lo creador; ambos producen lo nuevo. La raíz común se puede vislumbrar; hay que investigar lo que nace de ella1. Se debe a la fuente común que en ambos fenómenos espirituales aparezca significado, sentido, lo diciente... en resumen: lo que tiene carácter de lógos o de idea, algo que habla. Pero lo que dice un arte no se puede reproducir en pensamientos con pfcl&bras (con otras palabras), ni siquiera si se trata de un (buen) poema. El arte se recibe mediante el sentir, incluso detrás de cada fantasía artística se puede encontrar sentir. Y por eso el fenómeno artístico que se pueda reemplazar por pensamientos o requiera una explicación con pensamientos (una música programática que no fuese aceptable sin conocimiento del programa) no es arte2. Pues el arte habla a lo "infantil" en el ser

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humano, que percibe el mundo de manera sintiente-voli- tiva, volitiva-sintiente (con una voluntad "invertida", que es modelada por el objeto). "Infantilidad" del sentir las ideas En la consciencia arcaica, participante, que el niño pequeño reproduce hoy en día en forma algo modificada, la naturaleza y el mundo divino-espiritual (hoy llamado fuente interior de la que procede todo lo nuevo) hablan al ser humano, al principio de manera no separada, mediante un sentir-querer. Este sentir orienta al ser humano arcaico en la naturaleza, en sus obras técnicas (construcción, cerámica, etc.) y en sus rituales y ritos religiosos que rebasan las necesidades biológicas. El percibir arcaico era un completo darse cuenta de las cosas, en el cual lo que tiene carácter de idea estaba incluido en el percibir mismo y no por el separado camino del pensar (o de su precursor). El espacio interior en que el pensar puede existir independientemente del percibir se formó sólo más tarde mediante conceptuaciones verbales dadas lingüísticamente que no se refieren a ninguna percepción (por ejemplo, las conjunciones). La autoconsciencia nace cuando el pensar ya se ha separado del sentir y querer cognoscitivos y en el alma consciente se forma una estructura capaz de autorreflexionar: la consciencia [Bewusstheit] está de ordinario a nivel del pasado (de lo pensado, lo representado, etc.), pero en el comprender nuevo puede rozar el nivel de la presencia de espíritu, de la verdad, del pensar vivo (de lo imaginativo)3. El niño, en sus primeros años, es hoy todavía por entero sentido [órgano sensorial], y este sentido global es, precisamente, el sentir dirigido hacia fuera. De éste se diferencian más tarde los distintos campos sensoriales, completamente separados en el adulto, como consecuencia de la "instrucción" que reciben los sentidos mediante el lenguaje y el entorno humano4. Además, ya se sabe que en el niño las percepciones sensoriales permanecen por largo tiempo impregnadas de sentir, hasta que, mediante los conceptos cotidianos, los sentimientos se "desecan" de las percepciones. En el arte, el ser humano se basa en los sentimientós cognoscitivos o comunicativos, que se pueden comparar con el elemento común, universal-comunicativo, del pensar. El pensar

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está entonces, por decirlo así, disuelto en el sentir inteligente, que percibe el arte, aún no está separado de él. Las ideas sentidas son más abiertas, "más generosas", que las ideas vivas; de ahí que se pueda pintar de varias maneras "bellamente" un paisaje, ejecutar de distintas maneras "bellamente" una pieza de música. La "belleza" es, como la verdad y la bondad, una intuición o experiencia que se puede fundamentar tan poco en el nivel del pensar de pasado (discursivo) como las dos otras ideas básicas... como las ideas básicas, en general. Debido a que el arte habla desde el sentir y al sentir, en él se manifiesta una "regresión", un regreso a "lo infantil", al nunca estar activo, tanto en la actividad como en el percibir, sólo un sentido, sino prácticamente todos los sentidos. De ahí que, al contemplar arte, uno hable de "equilibrio", "movimiento", "colores cálidos", "tonos duros", etc. En el arte aún podemos percibir de manera infantil- sintiente, pero con ello sólo aludimos a una cualidad de la consciencia artística, pues los "contenidos", las cualidades del sentir en las artes, no son, precisamente, en absoluto "infantiles". Soportabilidad de las ideas Si comparamos la naturaleza y el arte, a ambos se puede encontrar como experiencias de la percepción sensorial. Ambos irradian sentir y querer, es más, consisten en estos elementos, sólo que el arte es como un trozo de naturaleza tocada, domesticada, por el ser humano, hecha cercana al sér humano. "Porque lo bello no es nada / más que el comienzo de lo terrible, justo lo que nosotros todavía podemos soportar, / y lo admiramos tanto porque él, indiferente, desdeña / destruirnos". Así sintetiza Rilke su estética en la primera de las Elegía de Duino. Y en la segunda añade: "Adónde han ido los días de Tobías, / cuando uno de los más resplandecientes estaba junto a la sencilla puerta, ante la casa, / un poco disfrazado para el viaje y sin ser ya temible"5. Así como el arcángel se le hace soportable al ser humano "un poco disfrazado", así también la naturaleza en el arte. Así como los elementos del lenguaje, los fonemas, la gramática, la sintaxis, no provienen de la naturaleza, tampoco los elementos del arte: en la naturaleza no se puede encontrar ningún tono musical puro

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(tampoco entre los pájaros), ninguna combinación de colores como en un cuadro pintado —incluso el naturalismo no lo ha conseguido, y donde parece lograrlo surge la pregunta de si es todavía arte o un notable terreno intermedio de imitación de la naturaleza—, ni tampoco se puede ver un ser tal cual lo hace aparecer una estatua: inmóvil-en movimiento. El arte no es algo "dado" para la humanidad, es la creación de los seres humanos: mediante el arte, éstos crean nuevos sentimientos, nuevas formaciones en el sentir. El artista está inspirado mediante un nuevo sentir y le confiere expresión en el mundo de la percepción (la palabra "y" tiene aquí sentido conjuntivo, sentido de: "a la vez"). Se podría decir que los objetos naturales se originan debido a que una voluntad superior se desliza en la materia perceptible sensorialmente; el arte se origina mediante una voluntad humana que, guiada por la inspiración sintiente, configura de manera inteligente la materia. Las poderosas ideas a las que estamos expuestos al mirar la naturaleza las contrarrestamos a causa de su grandeza, que no soportamos, con conceptos muertos que son puestos rápidamente sobre la percepción y neutralizan, matan, lo que desde la naturaleza afluye hacia nosotros. Génesis de la idea En cualquier pensamiento, en cualquier idea se puede descubrir una voluntad... ellos quieren llegar a ser este pensamiento, esta idea. Cuando una nueva idea está en gestación, primero aparece esta voluntad que la produce: como un ondular, como leve formación de pliegues en el cielo azul de la consciencia intensificada. Luego, de ello se forma un sentir, un poco más perfilado que las ondas de voluntad, y del sentir mana una corriente de pensar ya determinado, pero que todavía vive sin lenguaje, sin palabras. Tan sólo su agua cristaliza en pensamientos más o menos fijos que se coagulan en palabras. Éstas dicen algo sólo al oyente o receptor que las despierta de nuevo a la vida. La génesis de una idea artística se efectúa de manera análoga. Las dos primeras etapas son comunes. Ahora bien, después de que se ha formado la nube de sentimiento sigue de inmediato la formación —perceptible sensorial- mente— del fenómeno artístico; se eluden el pensar vivo y la etapa del pensamiento. Si una idea se ha concretado hasta el pensar vivo —que en sí es

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todavía adecuado para una diversidad de posibilidades de expresión—, de ella ya no nace una verdadera, buena obra de arte. Para ello tendría que permanecer en el sentir (en el sentir "objetivo"). El arte manifiesta siempre una forma del sentir en el mundo de las percepciones sensoriales, cuya esencia original dirige la palabra al sentir y al querer receptivo. Meditación de investigación Hace algunas décadas, la ciencia y el arte vivieron de una conexión más o menos supraconsciente con las fuentes de las ideas (incluso de las ideas artísticas). Estas conexiones — como todo lo dado, lo obsequiado— amenazan volverse cada vez más débiles y desaparecer por completo. La ciencia está hoy en un nivel en que no llega a la realidad de la naturaleza y del ser humano. Por ambas razones es oportuna una práctica meditativa6. Ésta consistiría en que el ser humano procure expandir, mediante ejercicios de consciencia, su conexión precisa, relámpago, con el nivel del comprender o de presencia de espíritu que él actualiza en cualquier nueva comprensión y que aprenda a articularse en este nivel superior (a practicar un pensar y un percibir sin palabras), para así fortalecer e intensificar la conexión. Más tarde podrá entonces expandirla también a niveles superiores de consciencia (hoy normalmente supraconscientes, como el del sentir cognoscitivo). El camino de una meditación de investigación comienza poniendo el tema (la pregunta por investigar o el problema) en una forma que sea apropiada para meditar. Esta forma puede ser una frase o una imagen. Para investigadores algo más avanzados, más ejercitados, puede ser también una situación, una pregunta que apenas esté formulada o no lo esté en absoluto, un "¿Cómo es esto?" o incluso sólo un "¿Cómo?". El investigador se concentra en el tema (en el sentido libre de palabras de la frase, en la pregunta en forma de imagen) hasta que el tema se vuelve transparente y la atención se convierte en un gesto receptivo. El tema se disuelve entonces en un pensar vivo. A éste lo acompaña siempre un sentir. El paso siguiente consiste en que el investigador "prescinda" del elemento del pensar vivo, fluyente, primeramente bien desarrollado, dejando que este elemento se vuelva transparente y

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trasladando la atención al sentir. Si uno puede moverse de manera consciente en el sentir del tema —como de ordinario ya se mueve uno en la transición al pensar vivo—, perfeccionará en el sentir una forma de sentir que parece una nube, pero característica y determinada como sentir, mediante una atención que siente, no que piensa, no que percibe. La etapa siguiente trae de nuevo un prescindir de lo ya alcanzado, de la forma de sentir. Mediante la concentración en el sentir, la figura del sentir puede cambiar de nuevo. Se puede decir que el sentir se desvanece, pero que al mismo tiempo se transforma en una voluntad, y ahora surge ante la atención (que, correspondientemente, se transforma de sintiente en queriente) una formación aún más general, "más indeterminada" en sentido corriente, pero completamente determinada en sentido superior, precisamente, una forma hecha de voluntad. Piénsese en la intuición moral única del Nuevo Testamento: "Que os améis unos a otros, como yo os he amado" (Jn 15,12]. Es una intuición en el plano de la voluntad. Para realizarla en este mundo hay que reducirla gradualmente —siempre mediante nuevas intuiciones en el sentir y en el pensar vivo— hasta la consciencia diaria, a fin de que resulte eficiente en el caso particular terrenal. Este bajar es tan difícil de aprender como el subir. En el subir, uno se encuentra en cada grado alcanzado con algo nuevo, y la experiencia en un nivel superior no "corresponde" simplemente a lo que se ha vivido en un nivel inferior, sino que añade cada vez algo que es nuevo. Si uno quiere "hacer bajar" el conocimiento volitivo, hay que cuidar ante todo de no reducirlo demasiado pronto, por impaciencia, al grado de un texto; con ello puede desfigurarse el sentido o incluso perderse completamente. Búsquese con paciencia el nuevo sentir, del que luego mana el flujo del pensar, y finalmente déjese uno inspirar la formulación como texto meditativo mediante una, otra vez, nueva inspiración sintiente-lingüística. Las experiencias espirituales sólo pueden ser interpretadas hasta cierto punto adecuadamente mediante el "lenguaje mímico" meditativo (texto, imagen, acto). Si no se trata de conocimiento, de investigación, sino de inspiración artística, que hoy es oportuna en un camino de ejercitación de consciencia (puesto que las facultades traídas, o adquiridas de manera no consciente, van en disminución hacia la mitad de la vida), el camino de subida es el mismo que en la

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meditación cognoscitiva. Como en ésta, el meditador debería sentir una afinidad llena de expectación con el tema. El camino hacia abajo se bifurca en el campo del sentir cognoscitivo. Porque en la meditación artística debería efectuarse, de ahí en adelante, el hacer; la inspiración sintiente no debe quedar reducida, más hacia abajo, al flujo del pensar, sino que debería hacerse extensiva a la voluntad inteligente artística y conducirla. Crear artístico desde el querer y sentir que ven Por consiguiente, cualquier educación o formación artística tiene dos objetivos. Por un lado debería desarrollar la sensibilidad sintiente específica para el campo de percepción del arte respectivo. Por el otro, en el necesario acuerdo con la materia (el instrumento, el pincel y el color, la arcilla y la piedra, el propio cuerpo, etc.) tiene que cultivarse la "técnica" específica del arte respectivo, de modo que, por ejemplo, la mano y mediante ella todo el cuerpo se conviertan en órgano de la voz con el fin de seguir la inspiración y poder implantarla, en su forma de sentir, en el mundo de la percepción. Eso significa la educación de una voluntad inteligente, "que ve", a la que no se anteponen los objetivos, las formas de los movimientos, mediante el pensar o el representar, sino que lleva en sí el "qué" del querer. En realidad, "técnica" artística quiere decir este crear mediante la voluntad "que ve" en el campo de percepción siempre específico7. Esto requiere una doble preparación: el conocimiento del material (el instrumento, el color, la arcilla, etc.) y la compenetración con el sentido más importante (la vista en la pintura, el oído en la música, la vista y el tacto en la escultura, etc.), mediante el cual el crear artístico actúa a la vez activa y pasivamente, da y percibe de mañera creadora... tal como en el hablar coinciden la actividad y la pasividad (el articular y la percepción de lo articulado). El conocimiento del material consiste fundamentalmente en un fusionarse del organismo sensorial —sobre todo, del sentido dominante para el género artístico respectivo— con el utensilio, con el instrumento (en muchas artes, el instrumento es el propio cuerpo). El fusionarse quiere decir la expansión del sentido del tacto y del sentido del movimiento al instrumento, acompañada y guiada, respectivamente, por un sentir (el "sentir" de todo el mecanismo del piano, del pincel, del color, del deslizarse del arco sobre la cuerda, etc.). El instrumento mismo se convierte en

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órgano sensorial y de movimiento, y la actividad, el hacer artístico, resulta completamente penetrada de sentir, incluido el instrumento. Sólo esto garantiza la calidad artística, el que con ello se diga algo8. En la meditación cognoscitiva, la cognición se concreta, en el descenso, mediante el paso de la corriente de pensar vivo al pensamiento formulado. A ello corresponde en el arte la transición de la formación de sentimiento al mundo de la percepción. La percepción resultante permanece ambigua, tal como un texto meditativo. El camino desde el sentir pasa por el sentido dominante —todos los demás sentidos resuenan— y mediante éste surge activamente, de la forma de sentimiento, la "imagen" que se manifiesta (también la "imagen acústica") y que más tarde (o al mismo tiempo, como por ejemplo en el espectáculo) actúa por el camino inverso sobre el que la percibe: la imagen de percepción es recibida mediante el sentido dominante, en que los demás resuenan, y mediante la múltiple actividad sensorial el sentir entra en resonancia y le es dada la forma correspondiente. Tema sentible En las épocas antiguas del arte, los temas eran sentibles, por eso podían inspirar el hacer artístico. La "Madona con el Niño" podía inflamar el sentir religioso al menos en momentos de abstracción y ofrecer a la imagen y al pintor la base del sentir; del mismo modo, un paisaje o un rostro. Cuando el percibir, el representar e incluso la vida religiosa empezaron a hallarse privados de la cualidad sintiente, del elemento sintiente, el tema se convirtió más y más en pretexto para usar elementos (cualidades sensoriales) que aún entrañaban sentir y podían producirlo. Pero el tema mismo ya no inspiraba el sentir. En el arte moderno se suprime el pretexto y ahora se trabaja con los elementos, los recursos artísticos del genéro artístico respectivo. Donde menos se logra esto es en las artes cuyo elemento es el lenguaje. Ahí, el entretejimiento del "tema" con la forma de expresión es máximo; por otro lado, el tema puede ser tratado y recibido en varias capas por la polisemia vertical de las palabras9. En las artes plásticas, el que contempla puede ser fácilmente desorientado por el tema (la figura plástica); pues puede dirigirse

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a la obra de arte con la atención intencional (que está fijada sobre algo conocido, dado), tal como se sugiere a menudo en las visitas a las galería de pintura. "Ahí se ven dos vacas, un molino de viento, un labrador que está arando", o cosas por el estilo. En el arte moderno, no figurativo, uno no encuentra un "algo", a lo sumo, manchas de color superficiales que en sí, evidentemente, aún no constituyen una obra de arte. De esta manera, el que contempla está (casi) obligado a activar una atención receptiva (meditativa) sólo mediante la cual podrá recibir la declaración de sentimiento de los cuadros (en rigor, esto es así también en un cuadro figurativo)10.

Sobre el sentido del arte Con el arte se transforma el mundo de la percepción. La cognición en sí no cambia el mundo, sólo con la aplicación de los conocimientos. La aplicación puede ser creadora de sentido o carente de sentido: esto último sucede en todas las transformaciones del mundo de la percepción que se efectúan por motivos egoístas... incluso a escala de la humanidad. Forman parte de ello todos los dispositivos técnicos que sirven a la egoidad, a la comodidad, a los instintos humanos secundarios, y no "hablan", es decir, no "comunican" nada. Lo carente de sentido nace en el mundo a través del ser humano. Sin embargo, a lo así nacido él puede posteriormente otorgarle sentido al ponerlo al servicio de una vida con sentido, creadora de sentido. El arte transforma el mundo de la percepción "hablando", creando nuevos significados. En este sentido es el epílogo de la antigua vida sagrada, donde todo tenía sentido... y a la vez quizá el prólogo de una nueva época de la humanidad, donde el ser humano dé un nuevo sentido a la existencia.

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Notas al anexo "Arte y cognición" 1.El arte implica muchos conocimientos, en el aprendizaje y en la práctica; pero su finalidad no es investigar en ellos, pues quiere transformar con sentido el mundo de la percepción. 2.En muchas escuelas artísticas se cree hoy poder pasarse sin exigencia de belleza. Se realizan objetos de arte "interesantes", "poco comunes", "sugestivos"; por lo general requieren explicaciones con pensamientos y además inducen a ello. Es por lo menos discutible si aquí no hay un malentendido respecto a la categoría "arte". 3.G. Kühlewind, Das Licht des Wortes, cap. 1: "Das Leben der Bewusstseinsseele" [La vida del alma consciente], Stuttgart 1984. 4.G. Kühlewind, Die Belehrung der Sintte, cap. 2: "Die Sprache und die Sinne" [El lenguaje y los sentidos], Stuttgart 1990. 5.[Tomado de: Rainer María Rilke, Elegías de Duino. Los Sonetos a Orfeo, trad. de Eustaquio Barjau, Ediciones Cátedra, Madrid 31993.] 6.G. Kühlewind: Vom Normalen zum Gesunden [en español: De la normalidad a la salud, trad. de Jaime Vergara Antuña, Editorial Rudolf Steiner & Mandala Ediciones, Madrid 1997], capítulo 5. El mismo, "Schulung der Aufmerksamkeit" [Ejercitación de la atención], en Freiheit erüben, Stuttgart 1988. El mismo, Die Belehrung der Sinne, ob. cit, cap. 8: " Wahrnehmungsübungen" [Ejercicios de percepción]. 7.Cuando uno habla, uno no indica a los órganos de la voz sus movimientos mediante el representar o el pensar — tampoco podría— y se desentiende totalmente de lo que hacen los órganos de la voz. Esto no es sólo resultado de un hábito, pues tampoco el niño pequeño sabe lo que tienen que hacer los órganos de la voz para reproducir algo que ha oído. La formación artística se esfuerza por conseguir una análoga actividad volitiva supraconsciente. 8. Hacer versos y escribir prosa artística quiere decir trabajar con cualidades del sonido y con representaciones del sonido, respectivamente; la lectura silenciosa de textos artísticos requiere por lo menos la representación del resonar (hasta el siglo IV e.c. sólo se leía, en general, en voz alta).

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9.La polisemia vertical de los conceptos verbales dados lingüísticamente puede experimentarse de la manera más fácil en el lenguaje simbólico de los mitos y leyendas: un objeto o un ser significa en su carácter gráfico muchas cosas que no se pueden expresar de otra manera. Esta propiedad de las palabras se usa en los textos exigentes (y también en los meditativos). 10.Estos dos tipos de atención los conocemos bien: una, en el contacto visual (mirada receptiva, atractiva), la otra, en la mirada del oculista en la misma dirección, pero intencionalmente dirigida de manera observadora.

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OTROS LIBROS DEL AUTOR:

De la normalidad a la salud Caminos para el desarrollo de la consciencia Hacia una consciencia del logos La Ciencia de San Juan Evangelista Trabajando con la Antroposofía.Con un prefacio de Jórgen Smit La vida del Alma Entre el supraconsciente y el subconsciente El Reino de Dios Visión de futuro del Nuevo Testamento La Renovación del Espíritu Santo Visión de futuro del Nuevo Testamento Navidades Los tres nacimientos del ser humano La atención y la entrega La ciencia del yo

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