Historia de La Iglesia en El Perú - ToMO III. P. Ruben Vargas Ugarte [PDF]

HISTORIA DE LA' IGLESIA EN EL PERU ES PROPIEDAD Enero de 1960 Printed in Spain ·Impreso en Espaf'la HISTORIA DE LA

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HISTORIA DE LA' IGLESIA EN EL PERU

ES PROPIEDAD Enero de 1960

Printed in Spain ·Impreso en Espaf'la

HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL

P~RU

POR

RUB!:N VARGAS UGARTE:, S. J.

TOMO

111

{1640-1699)

BURGOS 1960

Imprlmi potosi: PHILIPPU5 MAC GREGOR, S,

J.

Praepositus Vice Prov. Peruvianae Limas, 10 Novembris 1959

Imprima.tur: ~ JOANNES LAND.lzURI

R,

Archiepiscopus Limensis

XAVERIUS GoNZÁLEZ

Vice Cancellarius LimaeJ 1Z Novembris 1959

Depósito lega:!. - BU - 92 .. - 1959 (IIIl

Imprenta de Aldecoa. - Burgos

17911

INDICE GENERAL l'ágs. CAPITULO l. -

La Vwita de la Idolatrla . . . . . . . . . . . . . . . . .....

1

l. D. Pedro de Villagómez y la Visita de la Idolatría. Carta Pastoral a este intento. - 2. Labor de los Visitadores. - 3. Visita Pastoral de la arquidiócesis. - 4. Sucesos varios de su tiempo. CAPÍTULO II. -

Nuevos Instituto& ReUgiosos . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . .

35

1. Establecimiento en el Perú de nuevos institutos religiósos: los Benedictinos. - 2. Los Mínimos de San Francisco de Paula. Los Betlemitas. - 3. Los Oratorianos de San Felipe Neri. - 4. Los Carmelitas. CAPÍTULO III. -

Las Diócesis sufragáneas . . . . , . . . . . . . . . . . . : . , .

77

l. Las diócesis sufragáneas: diócesis del Cuzco. - 2. Las diócesis de Panamá y Quito. - 3. Las diócesis de Chile: Santiago y Concepción. CAPÍTULO IV. -

La Alternativa

119

1. La alternativa: su establecimiento y razón de ser. - 2. Vicisitudes de la alternativa en las Provincias donde fue establecida. Actitud del Poder Real y de la Sede Apostólica. - 3. Disturbios ocasionados por la alternativa. - 4. Se entabla y desaparece la alternativa. CAPÍTULO V. -

Las Diócesis sufragáneas • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . .

151

l. La diócesis de Arequipa. - 2. Las diócesis de Trujillo y Huamanga. - 3. D. Fray Juan de Almoguera, Arzobispo de Lima. 4. Alteraciones entre los Regulares. Reforma de los mismos. CAPÍTULO VI. -

Controversias con el poder civil ...

1. D. Melchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de Lima y Virrey del Perú. - 2. Su labor pastoral. - 3. El Terremoto de 1687. -

191

VI

INDICE GENERAL

Págs,

4. Controversias con el poder civil El Duque de la Palata y la Inmunidad. - 5. Intervención de los Obispos de Panamá y Arequipa. CAPÍTULO

VII. - Devociones populares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . .._

227

l. La devoción popular: devoción a la Cruz. - 2. A Jesús Nazareno. Las Tres Horas. - 3. El Santo Cristo de los Milagros y el Monasterio de las Nazarenas de Lima. - 4. La devoción a la Virgen. Santuarios y Romerías. - 5. Los Nacimientos. Las desviaciones del espíritu religioso.

257

CAPÍTULO VIII. -Las Misione& ..... .

1. Las Misiones entre infieles. Misiones Dominicas. -

2. Misiones

Franciscanas. - 3. Misiones de los Agustinos. - 4. Misiones de Ios Mercedarios. - 5. Misiones de los Jesuítas. - 6. Un Memorial de Fray Gregario de Bolivar. o. f. m. CAP1TULO IX. -

La Inquisición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . •

293

l. La Inquisición: visita de D. Juan Ruiz de Prado. Llegada a Lima de los nuevos Inquisidores. - 2. Autos de Fe de 1608 a 1667. Reos procesados. - 3. La Gran Complicidad. Auto del 23 de Enero de 1639. - 4. Desavenencias de la Inquisición con las autoridades asi civiles como eclesiásticas. Los piratas. La Inquisición y los Indios. 5. Procesos anulados o suspendidos. CAPÍTULO X. -

Las Diópesis sufragáneas ....

1. Las diócesis sufragáneas: Panamá, Quito. quipa. CAPÍTULO XI. -

321 2.

Trujillo y Are-

Las Doctirinas de los Regulares . . . . . . . . . . . . . . . . . .

361

1. Pleitos s-obre Doctrinas. El Príncipe de Esquilache determina entregar a la Compañía las doctrinas de Lambayeque y Andahuailillas. - 2. Los Franciscanos y el Curato de españoles de Cajamarca. - 3. El Conde de Salvatierra y el Conde de Santisteba.n son de parecer que se entreguen algunas doctrinas a la Compañia. Memorial de D. Juan de Padilla sobre las doctrinas. Memorial de los indios. - 4. La doctrina de San Sebastián del Cuzco. CAPÍTULO XII. -

Las Diócesis sufragáneas . . . . . . . . . . . . . ..

1. Las diócesis sufragáneas de Guamanga y Cuzco. - 2. Las diócesis de Santiago de Chile y Concepción. - 3. Las Misiones de la Araucania. - 4. El pleito de los Diezmos.

383

INDICE GENERAL

VII

Págs. CAPÍTULO XIII.-Nuewtros Santos ... ........... , . .. . .. ...

417

l. Nuestros Santos: Santa Mariana de Jesús, Azucena de Quito. 2. El Venerable P. Francisco del Castillo, de la Compañia de Jesús. 3. La Sierva de Dios, SOT Ana de los Angeles Monteagudo. - 4. Sor Antonia Lucía del Espíritu Santo. - 5. El Venerable P. Juan de Alloza, el P. Miguel de Ribera, del Oratorio, el P. Fray José de Figueroa. Sor Feliciana de Jesús. - 6. Nuestros Mártires. CAPÍTULO XIV.

445

-Acción cultural de la Iglesia . . . . . ,

l. Acción cultural de la Iglesia en este período. Las Universidades. La Universidad Mayor de San Marcos y las Universidades Menores del Cuzco, de Huamanga y de San Gregorio de Quito. - 2. Cole~ gios y Escuelas. Los Betlernitas y la instrucción primaria. - 3. Es .. critores que florecieron en este período. El Arte religioso. Edificación de templos. Obra realizada en el Cuzco por el Obispo Mollinedo. APÉNDICE "



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473

Documentos número 1 a 5. Resumen de las Heredades y Haciendas de campo que tienen en el Arzobispado las Religiones. - Carta de D. Andrés García de Zurita, Obispo de Trujillo. 1651. - Papel que remitió D. Fray Francisco de la Cruz. 1657. - R. C. sobre la funda~ ción del Hospital de Guatemala. 1664. - Carta de D. Juan Francisco de Valladolid, sobre la Beatificación de Santo Toribio. 1684. INDICE DE NOMBRES • , , • , , , • , •• ,

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481

SIGLAS MAS USADAS

A.E.E.Roma A. de I. A. H. l\l. Madrid A.H.N. Lima A. A. Lima .t-\.. C. E. Lima A. V. B.N. Lima B. l\l. Madrid B. A. de la H. B. P. C. V. Mss. C. D. I. H. de A.

Archivo Archivo Archivo Archivo

Embajada de España. Roma. de Indias. Sevilla. Histórico Nacional. Madrid. Histórico Nacional. Lima. ~4.rchivo Arzobispal. Lima. Archivo Cabildo Eclesiástico. Lima. Archivo Vaticano. Roma. Biblioteca Nacional. Lima. Biblioteca Nacional. Madrid. Biblioteca Academia de la I-Iistoria. Madrid. Biblioteca Peruana. Colección Vargas. Manuscritos. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de.

C. D. I. H. de E.

Colección de Documentos Inéditos para la Historia da España. Colección Odriozola. Documentos Literarios. Colección de Historiadores del Perú pub. por Urteaga y Ro.. mero. Revista del Archivo Histórico Nacional. Lima. Revista Histórica. Lima.

A.."!lérica.

C. O. D. L.

c. u. y R. R. A. l\l. L. R. H.

CAPITULO I La Visita de la Idolatrla

l. ·D. Pedro de Villagómez y la Visita de la Idolatría. Carta Pastoral a este intento. - 2. Labor de los Visitadores. - 3. Visita Pastoral de la arquidiócesis. - 4. Sucesos varios de su tiempo.

Bibliogra:fia: MENDIBURU, Diccionario... art. VILLAGÓMEZ, D. Pedro de Villagómez

Carta Pastoral de Exortación e Instrucción contra las Idolatrias ... Lima, 1649. FRANCISCO DE AVILA, Tratado de los Ev(J!fl.gelios ... Tomo Primero. Lima, 1-646. - De Priscorum Huaruchiriensium Origine et Institutis. Edidit H. Galante. Madrid, 1942. - R. VARGAS UGARTE, Historia del Perú. Virreinato. Tomo 2. Buenos Aires, 1954. - Apuntes para la Historia Ecca. del Perá. Lima, 1872. - A. SANTIBÁÑEZ, El Monasterio del Prado. Lima.

l. D. Pedro de Villagómez, sucesor en el Arzobispado de Lima de D. Hernando Arias de Ugarte, habia nacido en Castro Verde de Campos, en el Obispado de León y era hijo legitimo de D. Francisco Vlllagómez y de Dofia Inés Corral de Quevedo, de noble llnaje '· Nació el 8 de Octubre de 1589 y fue bautizado solemnemente el 1 de Noviembre en la Iglesia Mayor de Santa Maria, de la dicha villa. Sus estudios mayores los hizo en la facultad de cánones de la Universidad de Sevilla y los vino a terminar en Salamanca, en donde se graduó de Bachiller, en 24 de Abril de 1610 y luego de Licenciado y Doctor en Sevilla, por Marzo de 1624. En 1611, por un breve de Paulo V, se le concedió l Antes de él fue propuesto el Sr. D. Fray Fernando de Vera, Arzobispo de Santo Domingo y Obispo del Cuzco, pero falleció en esta ciudad antes de llegar su nombramiento.

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HISTORIA DE LA IGLESIA ,EN EL PERU, TOMO lil

una canong!a en la Catedral de esta ciudad, donde fue Juez del Santo Oficio y Visitador de los monaste1ios de monjas. En 1632, a 2 de Agosto, Urbano VIII, a ruegos de Felipe IV, le nombró Obispo de Arequipa. Cuando estas diligencias se hac!an en la Corte Romana, ya el Rey, por una Real Cédula de 12 de Mayo de 1632 le habla nombrado Visitador de la Audiencia de Lima, por haber muerto el Inquisidor D. Juan Gutiérrez Flores, que había comenzado la visita. Se le ordenó partir luego, sin aguardar sus Bulas y as! lo hizo, embarcándose en los galeones del General D. Juan de Vega Bazán. Solicitó licencia para llevar en su compafiia a su madre, a dos sobrinos suyos, dos capellanes y dos criados'. A Panamá debió llegar en los primeros días de Diciembre y desde all! escrib!a sobre el proceder de D. Alvaro Quifiones Osario, Presidente de aquella Audiencia. Llegó a Lima el 20 de Abril de 1633 y en esta ciudad recibió sus Bulas de Obispo de Arequipa y el 25 de Setiembre le consagró en la Catedral el Arzobispo D. Hernando Arias d.e Ugarte, asistido por el Deán, D. Domingo de Almeida y el Arcediano, D. Bartolomé de Benavides. La visita de la Audiencia y demás Tribunales le detuvo en esta ciudad Y, como previese que ella había de durar más de un afio, que era el tiempo que se le había sefialado, pidió al Rey en carta de 15 de Mayo de 1633 le prorrogase este tiempo, si era su voluntad que la acabase y al mismo tiempo le rogaba escribiese a Su Santidad para poder estar ausente de su Iglesia y hacer suyos los frutos de la mitra, pues a juicio de personas doctas que había consultado, no creían lo podía hacer, sin especial licencia. Al Arzobispo, como a su Metropolitano, le expuso también el caso y D. Hernando le mandó que continuase la visita hasta tanto que Su Majestad resolviera otra cosa. En Octubre de 1634 expidió el auto que contenía los capítulos de reforma de los Tribunales, y aunque a última hora se ofrecieron algunos asuntos que retardaron su 2 No parece que viniera su madre. En 1654 escribía a S. M. sincerándose del cargo que los regulares le oponían sobre que acomodaba a sus parientes y dice que en el Perú sólo tiene a D. Francisco y D. Antonio Villagómez .. ambos Caballei'os de Santiago y nunca ha pedido para ellos· cosa alguna si no es al Marqués de Mancera el Corregimiento de Cailloma para el segundo que no tuvo efecto y entre los eclesiásticos no tiene otro pariente sino a su sobrino D. Pedro, hermano de los anteriores que vino de España ordenado y graduadn en cánones y le ha dado algunas capellanías de libre disposición.

LA VISITA DE LA IDOLATRI.\

partida, el siguiente año se puso en camino para Arequipa y entró en esta ciudad, como ya hemos indicado, el 25 de Julio de 1635. Trasladado a la sede metropolitana por Urbano VIII, el 15 de Julio de 1640, vino a Lima y en la madrugada del 22 de Mayo de 1641 pasó a hospedarse en el Noviciado de San Antonio Abad, de la Compañia. Aquel dia hizo su entrada pública y por orden de los Alcaldes, D. Rodrigo de Vargas y Carvajal y D. Felipe Espinosa y Mieses, se colgaron todas las calles con tapicerías y reposteros de brocado y de seda y, a las tres de la tarde, precediendo al cortejo las chirimias y atabales, pasó el Cabildo con e¡ Tribunal del Consulado, los Colegios Mayores y la Universidad al Noviciado de San Antonio, donde les esperaba el Arzollispo, montado en una mula con gualdrapa de terciopelo y fleco de oro, acompañado de su familia. Toda la comitiva se encaminó entonces hacia la Catedral, donde esperaba el Cabildo eclesiástico y, habiéndose 1·evestido a la puerta, entró debajo de palio en su Iglesia, llevando las varas los regidores. Hecha oración y dado la bendición al pueblo, se retiró el Arzobispo por el Patio de los Naranjos a su Palacio, desde donde aquella noche pudo admirar los fuegos que se tuvieron en su honor. Largo habla de ser su periodo de gobierno, pues tuvo de duración poco más de treinta afias y, aunque en sus últimos afias, las fuerzas le comenzaron a faltar, por lo cual insistió diversas veces en que se le diese Obispo de anillo, desempefió su oficio de Prelado con diligencia y solicitud y realizó muchas obras en beneficio de su Iglesia, por lo cual ésta lo considera como uno de. sus mejores ornamentos. En prueba de sumisión a la silla apostólica, dio sus poderes para la visita ad limina Apostolorum, primeramente al agustino, Fr. Miguel de Aguirre y al P. Bartolomé Tafur, de la Compañia, en 1642; al Canónigo, D. Juan Francisco de Valladolid, que en Roma tramitaba la causa de Santo Toribio, en 1651, y al P. Juan de Urquiza, de la Compañia, en 1669. En todas estas ocasiones remitió a Su Santidad la relación del estado de la arquidiócesis, documentos que se conservan en el Archivo Vaticano y nos han de servir en la presente historia. Empezó a gobernar por cesión del Cabildo, por no haber recibido sus Bulas, hasta el 30 de julio y, habiéndolas presentado, toinó posesión de su Iglesia el d!a 2 de Agosto, pero no ejerció el Pontifical hasta la llegada del palio, que le fue impuesto con toda solemnidad por el Deán, por no haber Obispos ni en La Paz ni en Guamanga a la

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HISTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU. TOMO III

sazón, a quienes se habla encomendado el hacerlo'· Lo primero que llevó a cabo fue la vi.Sita de su Catedral y lo hizo con la prolijidad y cuidado que ponla ,en estas cosas, dejándola abierta hasta el 25 de Mayo de 1650 en que suscribió el auto de reforma, notificado al Cabildo el 29 de Julio de aquel año. Sin embargo, a 20 de Junio de 1651 suscribió otro que reproduce el anónimo autor de los apuntes para la Historia Eclesiástica del Perú y llena varias páginas del libro. No especificaremos las disposiciones adoptadas, pues todas ellas iban dirigidas a que se cumpliese mejor con la obligación de la asistencia al coro y oficios que según la erección y consueta debían celebrarse en la Catedral y al mismo tiempo que todo esto se hiciese con la puntualidad, corrección y modestia exterior que exigen las ceremonias sagradas. D. Pedro Villagómez hubo de insistir en ello, primero, como él mismo advierte, por tratarse de la Iglesia Metropolitana, cuyos prebendados debian servir de modelo y ejemplo a los de otras Iglesias y, en segundo lugar, porque cabiéndoles a los dichos pingues distribuciones y gozando de buena renta, era justo que ejerciesen su oficio con toda diligencia y cuidado. En estos primeros años no gozó de muy buena salud y, por este motivo, hubo de postergar la visita de la arquidiócesis, pero entre tanto celebró órdenes generales cuatro veces, desde su arribo hasta la Dominica de Septuagésima del año 1642, imponiendo las manos a unos 335 ordenandos y administró el sacramento de la Confirmación a unas cinco mil personas. En el afio 1646 salió a la visita y empezó por la provincia de Chancay, al norte de Lima, pero no sintiéndose con fuerzas para continuarla, regresó a los pocos meses. La experiencia adquirida en el Obispado de Arequipa y lo que pudo ver por sí mismo en este de Lima, le indujo a escribir y publicar su Carta Pastoral de Instrucción y Exhortación contra las Idolatrías que suscribió en Lima el 25 de Noviembre de 1647. Como advierte al comienzo de ella, sabiendo el estado en que se hallaba la fe entre los indios de su arzobispado y el peligro de que la perdiesen a causa de las idolatrias y otros errores que corren entre ellos, ha resuelto exhortar a todos, asi a los Visitadores, como a s Como advierte Villagómez en su carta al Pontífice, aunque hubieran esta.. do provistas esas sedes, no habría recurrido a ellos, por distar más de las 50 millas que exigía Su Santidad para poder recibirlo de ,mano de una Dignidad,

LA VISITA DE LA IDOLATRIA

los curas y doctrineros para que pongan todo su esfuerzo en ahuyentar· este peligro y conservar en la verdadera fe a los naturales. Habían trascurrido unos veintiséis años desde la última visita ordenada por D. Bartolomé Lobo Guerrero, pues aunque su sucesor D. Gonzalo de Campo abrigaba el propósito de continuarla, no lo había podido hacer por su inesperada muerte y ya parecia necesario> abrirla de nuevo, porque había ciertos indicios de estar retoñando la mala cizaña. El remedio había de ser la visita general y para asegurar el fruto, se escribía esta instrucción, a la cual todos debían atenerse. La Carta Pastoral es una obra maestra en su género. Si acaso, podría señalarse el defecto, en la parte que podremos llamar exhortatoria, de citar demasiados textos bíblicos y glosarlos con palabras de los Santos Padres, pero, fuera de ser este el gusto del tiempo, no hay duda que de esta manera se daba mayor autoridad al texto. D. Pedro de Villagómez hizo siempre gala de docto y pocos Prelados manejaron tan continuadamente y con tanto acierto la pluma, de modo que se ganó la fama de buen escritor así en castellano como en latín. Pero entre todas sus producciones, ninguna le hace· ventaja a esta carta pastoral, donde resume cuanto se conocía acerca de las falsas creencias de los indios y antiguas supersticiones y señala, además, el método que se ha de seguir para extirParlas. Sin duda que aprovechó el libro del P. Pablo José de Arriaga, el cual cita repetidamente, pero también debió utilizar la experiencia y conocimientos de D. Hernando de Avendaño, al cual encomendó el escribir los .sermones en castellano y en quechua que se siguen a la Carta. Ya algunos de sus contemporáneos, como el Obispo del. Cuzco, D. Juan Alonso Ocón, y el incansable misionero de indios en aquella diócesis, el P. Francisco Patiño, de la Compañia, cuyos testimonios dio a conocer el mismo D. Pedro, celebraron la aparición de esta obra y el primero, le decía que "le habla de servir a él y a sus curas de aguja y carta de marear, para que guiándonos por ella acertemos a desarraigar esta cizaña, que varias veces he dicho está en embrión esta cristiandad del Perú". El P. Patiño confiesa que también tenia él pensado sacar un tratado de esta materia, pero D. Pedro le ha quitado este trabajo y cuidado con su carta, "tan grave, tan docta, tan bien dispuesta, con avisos tan del cielo para el remedio de este contagio ...".

HISTORIA DE: LA IGLESIA EN EL PERU. TO!\.iO IH

El Arzobispo, con razón de sobra, se detiene un tanto para deshacer la objeción que algunos haclan a estas visitas, esto es, ser ya los indios antiguos en la fe y no ser cierto que hubiese idolatrías. Con ejemplos cJarlsimos, como el del gentilismo de Espafia, que aun sobrevivía, después de tres siglos de predicación de la fe y el de los judíos y moriscos, prueba categóricamente que no es de extrafiar perdure la envejecida costumbre entre Jos naturales y, al enumerar las causas de esta supervivencia de la idolatría, deja sin réplica a los optimistas que se fiaban únicamente de Jo exterior y demasiado ingenuamente tenlan a todos los indios por buenos cristianos. Habrla sido una exageración decir que ninguno se veía Ubre de este contagio y el Arzobispo no lo dice, pues muchos se mantenlan fieles a Ja fe que habían profesado y la misma experiencia de las visitas por las provincias lo vino a demostrar, pero era indudable que muchos, especialmente entre aquellos indios que vivían aislados o remontados en las punas, no tenlan de cristianos sino el bautismo que hablan recibido, si acaso llegó hasta ellos el cura que lo pudiera hacer o se Jo administraron como se debe los fiscales que tenían este encargo. Por todo esto, la visita general se imponla y el Arzobispo creyó con razón que .debla hacerse con toda Ja autoridad necesaria, yendo a ella, además del Visitador, provisto de todas las facultades precisas, uno o dos misioneros, encargados de instruir a los indios, de moverlos a confesar sus delitos y de instruirlos convenientemente para asegurar su perseverancia en la fe. La visita ordinaria que hacia el Prelado no bastaba para esto. Todo esto exigía preparación y D. Hernando de Avendafio que había recibido el encargo de escribir los sermones, no alcanzó a terminar su obra hasta el afio 1649. Como el mismo Arzobispo dice en su carta al Rey, de 9 de Mayo de 1650, en ellos debían impugnarse todos los errores y supersticiones, más comunes entre los indios y de un modo que estuviese a su alcance y capacidad, pues de otro modo no serian tan provechosos. Sirvieron para el intento Jos mandados publicar por el Tercer Concilio Limense, con lo cual se facilitó Ja tarea, y todo junto, carta y sermones, se imprimieron en un solo tomo,

el cual salió a luz en el año 1649. El Prelado aprovechó para inaugurar la visita la fiesta solemnísima que se celebró en Lima, con motivo de la colocación en la Catedral de una reliquia del santo Lignum Crucis

LA VISITA DE LA IDOLATRIA

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obsequio del Papa Urbano VIII. Celebróse la fiesta el Domingo 19 de Setiembre, aunque se habia fijado el dia 14 en que se conmemora la Exaltación de Ja Santa. Cruz, pero trasladóse al Domingo siguiente, y aquel dia fue el señalado para la partida de los siete visitadores de la idolatría y bendición de los estandartes que habían de conducir, todos ellos de seda blanca con una cruz verde en el centro y por orla esta letra, en caracteres rojos: Ecce crucem Domini, fugite partes adversae.

2. La intención del Prelado, según la carta antes citada, fue enviar siete visitadores, pero uno de ellos, al parecer D. Alonso Corbacho, a quien correspondia el corregimiento de Santa, se vio impedido de ponerse en camino. Los demás eran los siguientes: D. Hernando de Avendaño, para Lima, el Cercado y las poblaciones de las cercanías; D. Alonso Osario, el cual había de visitar los llanos hasta Arequipa y Guamanga y más el corregimiento de Huarochiri; el Lic. Francisco Gamarra, los corregimientos de Canta, Tarma, Chinchaicocha y la ciudad de Huánuco; D. Pablo Recio de Castilla, la Provincia de Checras y el corregimiento de Caj atambo; el Lic. Felipe de Medina, el corregimiento de los Yauyos, Jauja, Chancay y el corregimiento de Huailas; eJ Lic. Bartolomé Jurado, el corregimiento de los Conchucos y los Huamalies. Todos ellos eran hombres de larga experiencia en doctrinas de indios y buenos conocedores de la lengua. Como a cada uno de estos visitadores hablan de acompañar uno o dos misioneros, hubo que pensar en darles a todos el viático necesario y el Arzobispo acudió al Virrey, Conde de Salvatierra. Este debió llevar el asunto a la Audiencia y el Protector de los Naturales, Francisco Valenzuela, hizo objeciones a la procuración que se había pedido. Este tropiezo motivó el retraso de la salida de los Visitadores y sólo el Lic. Felipe de Medina, Cura Vicario de Huaura, comenzó la visita de la provincia de Chancay, yendo en su compañía los PP. Lorenzo de Tapia y Jerónimo de Herrera, pero el primero hubo de ser sustituido después por otro Padre más joven y no de tanta experiencia. Duró la visita unos tres meses y en Huacho donde se detuvieron desde el 19 de Febrero hasta el 23 de Marzo de 1650 se descubrieron algunas



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idolatrlas 4. Los Padres se retiraron al comienzo de la Cuaresma y el Visitador, acompafiado de un Clérigo lenguaraz, subió a la Provincia de Cajatambo y la visitó toda, aunque con algún trabajo, por la aspereza de la tierra. El Dr. Avendafio salló también a visitar los llanos y llevó consigo al P. Francisco Conde, de la Compafi1a, pero éste por enfermedad hubo de retirarse. A los Yauyos fue enviado el dominico Fray Francisco de Lugares, por pertenecer a su Orden muchas o casi todas las doctrinas de esta provincia y descubrió muchos ídolos, poniendo el remedio que convenía. A los Conchucos fue el Lic. Bartolomé Jurado, pero sin llevar misioneros, pero hubo de suspender la visita asi por enfermedad como por haberse opuesto a la doctrina de Iguar! en los Checras. Terminada la oposición, pasó a esta última región y visitó cuatro doctrinas, con bastante fruto, mas, a Dios gracias, no halló tantas idolatrías como se sospechaba que hubiera. Para poner término a la visita de Conchucos envlóse al Bachiller Esteban de Agu!lar, buen conocedor de la lengua y con ayuda de dos clérigos visitó dos doctrinas, en donde halló algunas idolatrías. Entre tanto, el Dr. Avendaño volvió de la visita de los llanos, pero por sus muchos años no se atrevió a salir de nuevo. El Bachiller Diego Tello, cura de Huaraz, pllsó con dos Padres de la Compañia a la Provincia de Huallas y estuvieron en ella tres meses y medio'· Se hizo gran fruto y no se descubrieron muchas idolatrías. La visita duraba todavía el año 1658, como se deduce por la carta que envió a S. M. el Arzobispo el 10 de Julio de dicho año. En ella se refería a otra de S. M. de Diciembre de 1656, en la cual se le animaba a continuar en la empresa comenzada, escogiendo visitadores de buen ejemplo y procurando que no se gravase a los indios eon mo· tivo de la visita. Vil!agómez manifestaba que las provincias de Huailas y de Conchucos hablan sido visitadas por los clérigos Tello y Aguilar, pero este último habla venido a fallecer en los primeros meses del afio 1655 y, en su lugar, envió allá al Cura· de Singa, Estanislao de Vega Bazán. EJ Bachiller Diego Barreta quedaba visitando la Pro• Relación que hizo F'eli~ de Medina de las Idolatrías descubif>.rtas en Huacho. 23 Marzo 1650. A. de I. Lima 303. ¡: Fueron en su compañía los PP. José de Tarres :¡ Juan del Portillo.

LA VISITA DE LA IDOLATRIA

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vincia de Huarochiri y la de Jauja, donde tanto él como Tello continuaron con mucho fruto hasta el año 1656, habiendo puesto término a su comisión en los Conchucos, Vega Bazán. En este año salieron con el mismo fin el cura de Canta, Pedro Quijano, el de Ticlio, Bernardo de Noboa y en esta ocupación perseveraron casi todo el año, sobre todo el segundo, pues el primero la interrumpió para proseguirla después. Todas estas visitas ofrecían dificultades. Unas procedían del hecho de ser clérigos o curas los Visitadores, pues en vacando el curato a que aspiraban, dejaban la visita para acudir a la oposición. Esto ocurrió con algunos de ellos, como con el Lic. Jurado y con los Bachilleres Tello y Barreto. Como se había negado el Gobierno a contribuir con la procuración a los Visitadores, hacía falta buscar recursos para atender a los gastos de la visita. A esto habla que añadir lo áspero de Jos caminos y la poca comodidad que ofrecian muchos lugares, situados muchos de ellos a gran altura y de diferentes temples, por lo cual algunos habían enfermado y no habla faltado quien perdiera la vida en la empresa. Por último, el Arzobispo se queja en sus cartas de la poca ayuda que había encontrado en el Provincial de la Compañia, el cual se había resistido a proporcionar1e·1os Padres que le había pedido. En otras confiesa que se le dieron algunos y que en todos estos años varios Padres se ocuparon en dar misiones por diferentes lugares, aun cuando no fueran en calidad de compaííeros de los Visitadores y con el fin de descubrir la idolatría. El mismo Arzobispo, en su carta de Julio de 1658, apunta la razón que retraía a los de la Compaííía de este ministerio. Dice que no lo hacen por no dar lugar a que los indios piensen que se han descubierto las idolatrías por la delación que han hecho los que oyen sus confesiones, con lo cual se abstienen de hacerlo y no se consigue su reformación. Es preciso tener en cuenta que los visitadores eran enviados en calidad de jueces y, aunque no era su fin principal castigar a los idólatras, pero en muchos casos había que hacerlo, ahora se tratase de relapsos, ahora de indios dogmatizadores que, sabiéndose de cierto, que fomentaban estos falsos cultos, se resistían a confesar que lo hacían y a declarar sus malos manejos. A estos había que castigar e imponerles penas proporcionadas a su culpa. A todos se invitaba desde un principio a denunciarse a si mismos, caso en que hubiesen !n-

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currido en idolatría, pero previniéndoles que, haciéndolo de su voluntad no se les ínfligiria ningún castigo y sólo se les exhortaría a la enmienda. Los misioneros debían contentarse con instruir, exhortar y mover a los culpables a presentarse ante el Visitador, para que este los absolviese de las censuras en que habían incurrido, pero no podían ni debían ir más allá. En la práctica y, dado el carácter receloso y desconfiado de los indios, su tarea resultaba algo embarazosa y de ahí que muchos repugnaran el acompañar a los Visitadores, prefiriendo hacer el bien por el método ordinario de misionar que estaba en uso y del cual se recogía, sin duda alguna, notable fruto. Pudo también influir en el ánimo del Arzobispo el hecho de haber dejado la Compañia. por este tiempo la doctrina de Chavin de Pariarca, que les había encomendado D. Gonzalo de Campo y que se pensó podia servir de entrada a las tribus salvajes del Oriente. Por más de diez y ocho años la tuvo la Compañia y, como decía el Provincial, Francisco Lupercio Zurbano, en el Memorial que presentó al Arzobispo, dando las causas de la dejación de dicha doctrina, se había reducido a los .indios esparcidos por siete pueblos, distantes los unos de los otros como catorce leguas, a sólo dos que apenas distaban entre sí dos leguas, para poder mejor atenderlos y los dos anexos de la montaña a uno solo en paraje de mejor temple, donde se acogieron los 455 varones que habitaban las riberas del Marañón y en los tres primeros años fueron convertidos a la fe y se incorporaron a la vida civi:. En un comienzo sólo hubo entre ellos dos de la Compañia, pero luego subió su número hasta cuatro, haciendo de Superior casi todo el tiempo el benemérito P. Pedro de Silva que vino a morir en esta misión el año 1649. Habíase tomado esta doctrina por creerla puerta para entrar a tierras de gentiles, pero la experiencia había demostrado que eran pocos los indios de la región y todos estos fueron reducidos. De la otra banda del río Hual!aga podría haber algunos por reducir, pero esa zona estaba a cargo de los PP. de San Francisco., El Arzobispo, después de consultarlo con el Virrey y con su aprobación, admitió a 6 de Julio de 1650 la dejación de la doctrina de Chavin y nombró un clérigo para que se hiciese cargo de ella. Sin embargo de esto, como los habitantes del pueblo sintieran la partida de los Jesuitas, acudieron a D. Francisco Valenzuela, Protector de los naturales, para que volviesen los Padres, pensando que su salida abe-

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decía a órdenes del Arzobispo. D. Francisco, en carta de 17 de Octubre de 1654, después de decir que los indios se iban acabando y que los vicios que se les atribuyen, esto es la borrachera y la idolatría, no tendrían lugar si los españoles no les vendiesen vino y los curas les ensefíasen la doctrina, añadía que con la experiencia que tenia de trece afias que ejercía el oficio de Protector, había llegado a la conclusión que el medio más eficaz para su conservación, sería entregar a la Compafüa una doctrina, por lo menos, en cada provincia, aunque fuese la menos apetecida, pues con su buen gobierno pronto sería la mejor, como se ha visto y se ve en el Cercado y en Juli y, refiriéndose luego a la de Chavin, dice que el Arzobispo y el Virrey se la quitaron a los Fºadres, de lo cual estaban quejosos los indios'. Esto últi· mo, como hemos visto, no era cierto y, como el Rey en una de sus cartas, hiciese alusión a este hecho, el Arzobispo hubo de sincerarse y manifestar lo que en realidad había sucedido, pero, sin duda, no dejó de mortificarle que se criticase su modo de proceder. Hubo otro punto que dio lugar a cierto desabrimiento con los jesuitas. Un bienhechor de la Orden, Clemente de Fuentes, había dejado hacia ya algunos años 50.000 pesos para que con la renta de 2.500 anuales se diesen misiones en la arquidiócesis. La Compañia a fin de asegurar esta renta determinó comprar la hacienda de Vilcahuaura y la aplicó al Colegio del Cercado, casa en la cual pasó sus últimos días el citado Fuentes. Como la hacienda estaba cargada de censos y falta de esclavos, hubo que emplear los primeros ingresos en redimir aquellos y en comprar estos y, por tanto, no se pudieron dar las misiones de la fundación. Esto y la necesidad que tenia el Arzobispo de recursos para cubrir los gastos de la vi.sita de la idolatría, hizo que escribiese al Rey y al General de la Compafíia, quejándose de los Jesuitas que no sólo no se ofrecían a acompañar a los Visitadores, sino que ni siquiera daban misiones como debían hacerlo, ya que para ello había dejado Clemente de Fuentes buena cantidad de dinero. El Rey, en su carta ya citada del año 1656, le dice a Villagómez que, advertido el General, le ha ofrecido escribir al Provincial del Perú para que no se niegue a darle los Padres que necesite y se cumpla con el legado de Fuentes. •

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En realidad los Jesuitas hicieron lo uno y lo otro y el mismo Arzobispo en su carta del año 1658, enumera los Padres que desde el año 1657 habían salido a misionar y da los nombres siguientes: los PP. Gregario de Arronis y Simón López, recorrieron durante tres meses los valles de Chancay y de Huaura; los PP. José de Torres y Pedro Julio, hicieron otro tanto por cuatro meses ,en la comarca de Chinchaycocha o Junin; los PP. Juan de Ugarte y Francisco del Cuadro, dieron misiones durante cinco meses en toda la provincia de Conchucos; José de Torres y Francisco López, por cuatro meses, anduvieron por todo el valle de lea; los PP. Diego de Avendaño, el célebre autor del Tesoro Indico, a una con el P. Pedro Julio y el Venerable P. Francisco del Castillo, recorrieron todo el valle de Lima, desde Pachacamac y Late hasta Carabayllo, durante tres meses y medio. Y en 1658, o sea la fecha de su carta, dice que se estaban aviando para emprender nuevas correrlas misionales los PP. Jacinto de Arce y Diego de Aguilar, los cuales pasarian al valle de Condor y Pisco y, al paso, darían misión en Mala y los pueblos del camino. Por último, a Trujillo por seis meses habían ido los PP. Pedro Ballesteros y Jacinto de Arce. Todo esto demuestra que la Compañía puso cuidado en cumplir con aquello a que estaba obligada por la donación hecha por Clemente de Fuentes y que si se retrajo un tanto de acompañar a los Visitadores de la idolatría, lo hizo por razones de algún peso, no obstante lo cual, no negó del todo su colaboración. El Arzobispo, a quien, por informe del Fiscal Protector de los Naturales, se había negado la procuración o paga que se debla a los Visitadores, no se limitó a representarlo al Rey sino que mandó imprimir un papel en donde expuso las razones que justificaban su opinión. Enviólo también al Monarca, pero no parece que fue atendido. Es de sentir que los encargados de la visita o el mismo Villagómez no dieran a luz el resultado de sus correrías, aun cuando les fue fácil el hacerlo, porque llevaban orden de anotar todo cuanto ocurriese en su gira apostólica. Salvo el informe que el Lic. Medina escribió sobre la idolatría de los indios de Huacho, los demás nos son desconocidos. Tampoco el Arzobispo así en sus cartas al Rey como en las Relaciones del estado de su Iglesia que remitió a Su Santidad, se muestra más explicito, contentándose con decir en general que continuaba la visita y se esperaba de elia gran fruto. El 27 de Junio de 1662 se expidió

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una cédula en la cual se le exhortaba a mirar por la conversión de los indios infieles y para que los ya convertidos viviesen conforme a la fe que hablan profesado ..Al primer punto respondió el 2 de Mayo de 1663, manifestando que en la arquidiócesis sólo habia tres puntos donde podían hallarse indios infieles, Chavin, Huancabamba y oriente de Huánuco. En Chavin, los infieles h0:bian sido convertidos a la fe por los Jesuitas y los otros dos puntos, de Tarma y Huánuco estaban bajo la jurisdicción de los Franciscanos que por alli misionaban. De lo que se había hecho y se hacía en favor de los indios cristianos no dice nada en particular 7 • D. Hernando de Avendafio, cuya experiencia ·en punto a idolatrlas era ya larga, propuso un medio para ayudar a extirparla que vamos a exponer con sus propias palabras. Escribiendo a S. M. el 5 de Agosto de 1653, le dice que en la armada del afio 1651 habia dado cuenta de la visita que había hecho de los indios del arzobispado y cómo habla remitido algunos ídolos de los muchos que descubrió, con sus significaciones y proponía como medio para extirpar la idolatría y el más eficaz que el Santo Oficio conociese de estas causas, tan solamente contra los caciques principales y gobernadores de indios, que son muy capaces y han incurrido en las censuras impuestas contra los apóstatas, pues la experiencia ensefia que ninguna cosa hacen los ministros de la idolatría sin consulta de sus caciques, los cuales les sefialan el dla que han de hacer la fiesta al ídolo principal y afiade: "Ahora se me ofrece representar a V. M. el inconveniente que tendrá el que la jurisdicción del Santo Oficio sea privativa y no conmutativa con los Obispos, porque si fuese lo primero, los Obispos no enviarlan sus Visitadores contra la idolatría y se excusarían con decir que la causa pertenece al Santo Oficio y este no podrá embiarlos por no tener de qué darle salario ...". z Los PP. Bartolomé Messia, insigne obrero de indios, y Pedro de Orozco, salieron a misionar y por cinco meses y medio se emplearon en las ordinarias y por tres y medio en la de la idolatría (1655). En el siguiente año con Diego Tello lo hicieron los PP. Pedro de Ribas y Juan Arias, por dos meses y medio, trabajando muy bien. Fuera de esto en este mismo año dieron misiones ordinarias los PP. Urbano de Céspedes y Francisco ,López por tres ro.eses; Juan de Mendoza y Pedro Julio por cuatro meses y Pedro de la Concha y Antonio Zarnbrano tres meses. Carta del Arzob. de 28 Agosto 1654.

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No fue Avendafio el único en sugerir esta idea, pero, ciertamente, ella tenia sus inconvenientes y habría dado margen a encuentros con los Ordinarios. Por otra parte, no se habría hecho uso de la lenidad con que la Iglesia procedia, aun cuando no dejaba sin castigo a los recalcitrantes y rebeldes, pero, en general, obraba paternalmente, a fin de que todos entendiesen que no se intentaba otra cosa sino el bien de los mismos indios. La idolatría iría desapareciendo a medida que se generalizase e intensificase la instrucción religiosa y se diese a los indios buen ejemplo. Villagómez habla de esto en su Instrucción Pastoral y los visitadores también Jo sentían así 8 • 3. El Arzobispo había iniciado la visita pastoral de su vasta diócesis en el año 1646, pero no había durado tres meses en ella. En el año 1658, salió nuevamente con el Bachiller Diego Tello y no se alargó más allá de la Octava del Corpus. En la carta a Su Santidad del año 1660, dice que en 1659 habla recorrido unas 350 reguas y Bn este año se había extendido unas 100 leguas. No tenemos noticia de otras salidas suyas. En realidad, si se tiene en cuenta la extensión del campo que le correspondia cultivar y la duración de su gobierno, esas visitas apenas merecen tenerse en cuenta. Al Rey debieron llegar las quejas que más de uno formularia por esta razón y el Arzobispo se sinceraba en estos términos, en carta de 18 de Setiembre de 1654. Dice que había tomado posesión de su diócesis en Agosto de 1641 y durante cinco afias sus achaques le impidieron visitar el Arzobispado. En la ciudad y sus contornos, hasta seis o siete leguas de ella ha podido confirmar a muchos y el año 1646 salió a visitar la Provincia de Chancay y parte de Checras y Cajatambo y en setiembre de aquel año volvió a Lima a consagrar al Obispo del Cuzco. Más tarde salió a visitar la provincia de Santa, de paso también la de Huailas, pero por haberse quebrado hubo de suspender las salidas. Al mismo tiempo recuerda que ha consagrado hasta entonces siete Obispos y a todos ellos los ha autorizado para que yendo de camino a sus Iglesias administren el sacramento de la Confirmación. En otra de 21 de Julio de 1657, a la cual nos referiremos después, añade que la hernia que padece le im•

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pide montar a caballo y ni aun a mujeriegas lo puede hacer, por lastimarle el cinto de acero que forzosamente ha de traer ceñido'. No podemos dudar de la veracidad de esta carta y por tanto tenemos que admitir su excusa. Salvo en la costa, por donde se podía ir en litera, en el resto del pais no podía usarse vehiculo alguno y era forzoso echar mano de las cabalgaduras. En vista de ello hubo de valerse de visitadores y los nombra en su carta. Fueron estos D. Alonso Corvacho de Zárate; D. Alonso Osario; D. Rodrigo Gómez Bravo, Cura de Santa Ana de Uma; D. Diego de Vergara, canónigo penitenciario; D. Nicolás Martínez Clavero, Cura del Callao; D. Pablo de Paredes, Rector que babia sido de la Universidad; el Bachiller Diego Tello, Cura de Huaraz; D. Pedro de Villagómez, su sobrino, cura de Santa Ana, que en 1658 visitó la provincia de Chancay; el Br. Diego Barreta, cura de Huarochiri; D. Antonio de León Garavito; el Lic. Marcelo Diaz de Aguilar, capellán mayor del convento de la Trinidad. Estos fueron los que más le habian ayudado en el cumplimiento de la visita pastoral, pero hace también mención de su capellán, el Br. Tomás de Espinosa, de D. Pedro de Espina y Velasco, del Lic. Bartolomé de Herrera y el Br. Francisco Calvo, ambos capellanes de su Illma., del Lic. Diego de Sarzosa y el Br. Juan Sarmiento de Vivero. El cargo formulado contra el Arzobispo vino a hacerse más grave con motivo de la carta que el Alcalde del Crimen, D. Juan de Padilla, escribió al Rey el 15 de Octubre de 1654, en la cual hablaba de la ignorancia de los indios en materias religiosas, señalaba las causas y afirmaba que muchos de ellos morían sin haber recibido el sacramento de la confirmación. El resultado fue expedir una cédula al Arzobispo, en la cual se le decía que, vista la carta de D. Juan en el Consejo, había parecido conveniente remitirle una copia y se extrañaba no tuvieran más cuidado los Prelados de instruir a los indios y· de visitar su diócesis. Villagómez respondió el 21 de Julio de 1657 y comienza por decir que D. Juan de Padilla no le tenía buena voluntad, desde un roce ocurrido entre ambos y pasa luego a probar que las acusaciones hechas no tienen fundamento. En primer lugar, cita las instrucciones que ha dado a los visitadores, en las cuales se les encarga mu»

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cho velar por la enseñanza de la doctrina y explica luego el porqué no le es posible hacer la visita en persona 10 • El asunto tal vez habria terminado aquí, si D. Juan de Padilla no hubiese insistido en carta de 20 de Julio de 1657, remitiendo con ella el Memorial que intituló: Trabajos, agravios e injusticias que padecen los indios del Perú en lo espiritual y temporal, y dimos a conocer en el tomo segundo de nuestra Historia del Perú (Apéndice). Este escrito hubo de causar honda impresión asi en el Rey como en sus Consejeros, porque D. Juan no se iba por las ramas sino que tocaba los puntos más débiles de la acción pastoral, así de los Obispos como de los Prelados y en su carta decia respecto a estos que la falta de visita no era un mal privativo del Arzobispo de Lima sino general y común en todo el distrito de la Audiencia de esta ciudad y creía que el remedio sería, por una parte, dar obispo coadjutor al Prelado que no pueda visitar en persona, con obligación de sostenerlo de sus rentas y, por otra, encomendar a los de la Compañia una doctrina en cada provincia. El Consejo despachó eJ 21 de Setiembre de 1660 una cédula para que en Lima se formase una. Junta, de la cual formarían parte el Virrey, el Arzobispo, los Oidores y el mismo D. Juan de Padilla y en ella se habían de examinar los puntos que este último indicaba como más nec·esitados de remedio. La Junta tuvo su primera reunión el 20 de Mayo de 1661, gobernando el Conde de Alba de Liste y, luego de dar lectura a la carta de S. M. y al Memorial, se acordó co¡nunicar ambos documentos al Fiscal de Ja Audiencia y al Protector de los indios, D. Diego de León Pinelo. Ambos dieron su respuesta, primero León Pinelo y luego D. Nicolás Polanco de Santillana, que la dio el 22 de Febrero de 1662. D. Diego respondió punto por punto a los reparos puestos por Padilla y en parte le da Ja razón y en parte los desvanece. En la Junta se leyó este escrito y el Conde de Alba hizo que se imprimiese, sin duda, porque indirectamente era una vindicación de su gobierno n .. Polanco de Santillana reconocía la rectitud de Padilla y alaba su amor a los indios, pero advierte que estos son en buena parte la causa de los males que padecen, por su falta de sinceridad y su re10

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Ibíd. La carta de D. Juan de Padilla puede verse en A. de I. Lima 70-2-20. Imprimióse en Lima en 1660.

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traimiento. Algún buen efecto se siguió del Memoria!, pues el Conde de Santisteban sucesor de Alba de Liste, dio una Ordenanza de Obrajes, en la cual se reglamentaba este servicio y se corregían los muchos abusos que en él se cometían. En cuanto a la falta de doctrina, este Virrey, que hizo el viaje por tierra desde Paita, pudo comprobar que muchos pueblos permanecían años enteros sin administración de sacramentos y, por ,esta razón, escribiendo a S. M. el 26 de Octubre de 1661, le dice que en el Arzobispado de Lima no se deja sentir tanto la falta, pero no escasean anexos y pueblos pequeños que dependen de doctrinas regidas por religiosos, donde se padece el mismo mal y concluye con esta observación: sobran frailes en Jos conventos y faltan en las doctrinas i2. A otras acusaciones respondía en carta de 20 de Noviembre de 1664. Se le decía en una cédula que administrase el sacramento de la eucaristía a los indios, que no faltase el santo óleo en los pueblos y que a estos acudiesen los curas a sus tiempos y no una vez al año, como parece lo hacen algunos. Respondió que, siendo Obispo de Arequipa, hacia 28 ó 29 años, halló un cura el cual era de parecer que no se diese la comunión a los indios, lo castigó como convenía, pero .en Lima no ha hallado ninguno que deje de dársela, si la piden, aunque ellos la piden pocas veces entre año. El dejar a los indios morir sin sacramentos o no administrar a los niños el bautismo, por ausencia de los curas, ha sucedido pocas veces y rara vez por culpa de los curas, por no haberles dado aviso a tiempo los fiscales º·los parientes del enfermo y otro tanto se ha de decir de los nifios. Cuando se ha hallado culpa en alguno se le ha castigado; En cuanto a la división de las doctrinas, por lo que hace al corregimiento de Lima, en él hay cuatro parroquias y dos viceparroquias, la de San Lázaro y la de los Niños Huérfanos. Crece que s·ería conveniente crear una parroquia para atender a los que viven esparcidos por las chacras, más allá del puente de madera, desmembrándola de la Catedral y asimismo agregar a la doctrina de Pachacamac los indios de Cieneguilla y todos cuantos viven lejos del Cercado. Atendiendo a la distancia que mediaba entre unos pueblos y otros y la dificultad de poder un solo cura administrar los sacramentos a los "

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diversos anejos que calan dentro de su jurisdicción, pensó el Arzobispo en crear nuevas parroquias, dado que ya no se dejaba sentir la escasez de clero como en los principios, aun cuando de esta manera venia reducirse el sinodo. Ya el Concilio Limense Tercero habla diSpuesto que los feligreses no pasasen de 200 o a lo más 300, para con más comodidad poder atenderlos, pero no habiendo entonces suficiente número de curas, se dejó de hacer. Villagómez pensaba que siendo 300 los parroquianos el cura tendr!a cóngrua sustentación y por esto consultó su proyecto con el Gobierno. No obtuvo pronto despacho, como lmcedia con frecuencia y su iniciativa debió encarpetarse como tantas otras. En sus Relaciones a Su Santidad, Villagómez nos da la estadística de su clero y de ellas vamos a tomar algunos datos de interés. En Junio de 1660 decia que en la arquidiócesis habla unas 180 parroquias o doctrinas, de las cuales 80 estaban en manos de los regulares, dominicos, franciscanos, m·ercedarios y la Compañ.ia con sólo una. En la ciudad habla como unos 300 sacerdotes y en el resto del arzobispado hasta unos 200, los cuales viven con decencia y conforme a su estado, pero muchos carecen de beneficio por razón de las parroquias que están en manos de. los regulares. En otra carta suya, que hemos citado en el tomo precedente, Villagómez, hacia hincapié en que las doctrinas se quitasen a estos, pues los clérigos tenian mayor derecho a ellas y de ordinario, ten!an mejor preparación, así en la lengua como en letras, de todo lo cual tenia que constar, pues se les sujetaba a examen, cosa que no ocurria con los religiosos. Muchos de estos sacerdotes eran extradiocesanos y no pocos salidos de las Religiones, especialmente de la Compañia, a los cuales, por el decreto del Tercer Concilio Limense no se pod!a conceder benficio alguno, pero tanto importunaban a los Obispos que al fin se satisfacía su pedido, por lo cual creia que seria conveniente que Su Santidad cerrase la puerta al abuso, encargando a los Superiores no procediesen de ligero en la dimisión de sus súbditos 13 • Se habia tratado de dar in perpetuum las parroquias a los curas, luego de haberlas obtenido por oposición, como lo prescribe el derecho, mas por la escasez de clero y por la falta de peritos en la len111

Arch. Vat. Relat. Dioeces. Sac. Congr. Concilü.

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gua, se proveían generalmente ad nutum. Sin embargo, como desde el año 1609 hubiese ido en aumento el número de sacerdotes, las parroquias se iban proveyendo por concurso y perpetuamente, pero, por disposición del Vice Patrono, en el titulo se ponía la cláusula ad nutum seu voluntatem Patroni, aunque esto sólo se hacía ad cautelam y, en realidad, resultaban los provistos inamovibles. El Seminario contaba con 24 alumnos y en él, por indicación de Su Santidad, se introdujo el estudio del canto y ceremonias litúrgicas. Mucha resonancia tuvo un edicto que publicó et 31 de Julio de 1647 y se imprimió en Lima aquel mismo año, en el cual se prohibia a todos los clérigos del Arzobispado el usar cabellera, guedejas, copete o mechones o llevar el cabello partido, como dicen en crencha, sino que todos saliesen en público con la decencia, modestia y compostura que exige su estado. A los presbíteros que faltasen a lo dispuesto, se les amenazaba con excomunión mayor y suspensión, por el tiempo que pareciere conveniente; a los subdiáconos y diáconos con excomunión y 10 días de cárcel y apercibimiento de que no serían promovidos, si no se corrigiesen. Otro tanto s·e aplicaría a los minoristas con más la carcelería doblada. Juntamente se dispuso que ninguna persona, mayor de catorce años, pudiese usar del hábito clerical, sin expresa licencia del Arzobispo y los que sin ella lo hubiesen vestido hasta entonces, habían de quitárselo en los diez días siguientes a la publicación del edicto. Había razones de sobra para tomar esta determinación, pues la moda introducida entre los eclesiásticos no decía bien con la gravedad de su estado y, como subrayaba el Arzobispo, era indicio de ánimo mujeril y afeminado, muy impropio de la dignidad sacerdotal. No faltaron quienes tacharon de excesivamente riguroso el ,edicto y hubo que salir a su defensa. Lo hicieron el Provisor del Arzobispado, D. Martín de Velasco y Malina y et abogado de la Real Audiencia, D. Juan Blásquez de Valverde, y aun el mismo Villagómez tomó la phlma para justiñcar esta medida y su escrito, en el cual campea su erudición y buen sentido, se publicó en Madrid en el año 1650. La oposición parece haber procedido de la Audiencia, que consideró excesivas las penas conminadas, de modo que el asunto hubo de ir al Consejo. En Madrid aprobaron su dictamen, pero eximieron de las censuras y penas im•¡rnestas a los minoristas y a los estudiantes que con ánimo de orde-

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narse seguían los cursos en la Universidad o en los Colegios Mayores. El Arzobispo moderó el edicto, pero consultó el caso con Su Santidad, porque no se explicaba el por qué se habían de eximir de su jurisdicción los clérigos de menores órdenes y los aspirantes a ellas. En Junio de! año 1669 sacó otro no menos necesario, a ñn de cortar el abuso en que incurrían los dueños de chacras, ingenios de azúcar o de moler metales y haciendas, todos los cuales solían con frecuencia obligar a sus negros esclavos o a los indios que hacian de peones a trabajar aun en los dias festivos. Bajo uno u otro pretexto se había extendido esta práctica, y era raro que en esos dias se viera descansar a los trabajadores del campo o de los asientos mineros. Villagómez prohibió el abuso bajo graves penas, as! pecuniarias como espirituales y dio comisión a los Vicarios de los partidos, para que dentro de su distrito vigilasen el cumplimiento de lo dispuesto Y les autorizó para dispensar en algunos casos y por justas causas. No fue ésta la única vez que intervino, en favor de las clases oprimidas. Lo hizo también en la Junta que ordenó el Rey se hiciese con motivo del M'emorial de D. Juan de Padilla y de la cual salió la Ordenanza de Obrajes y luego, en el año 1661, en el extenso Informe que elevó al Rey con ocasión de haberle pedido su parecer sobre la mita. El Arzobispo señala las causas de la disminución de los indios y entre ellas, los maltratos de los Corregidores, cuyos excesos son bien conocidos, pero contra los cuales muy rara vez forman capitulas las Audiencias; la venta y composición de tierras que dispuso el Conde de Chinchón, 'el cual tuvo cuidado de dejar a salvo el derecho de los indios y de las comunidades, pero el Marqués de Mancera no procedió con la misma cautela y sus sucesores tampoco han conseguido remediar el atropello cometido, despojándose a los naturales de sus tierras y dejándoles sólo las de peor calidad. Sobre la mita de Huancavelica repite todos los vejámenes que ya nos son conocidos: obligación de entregar determinada cantidad de metal, sin tener en cuenta si las vetas lo producen o no; paga verdaderamente miserable para el trabajo impendido; atraso en abonar a los :indios lo que se lles debe, con lo cual el indio lo vende a veces a menos precios de su valor, para ausentarse o se le obliga a venir nuevamente a la villa a recogerlo, sin tener en cuenta la distancia que ha de recorrer; finalmente, falta de Hospital donde puedan curarse de

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sus enfermedades y sin hacer más cuenta de su salud que si se tratara de una bestia de carga"· Todo esto demuestra que el Arzobispo no descuidó esta parte de su deber, mirando por aquella porción de su rebafio más necesitada de amparo y de protección. Si en la Carta sobre la idolatría se preocupó de sus almas, en otras disposiciones que adoptó, puso en claro que no le era indiferente el bienestar temporal de los naturales. Habría sido de desear que por sí mismo visitase, a su grey y se hubiese puesto en contacto con sus ovejas, pero no todo dependió de su voluntad y que no le faltaba ánimo para arrostrar los trabajos de la visita se echó de ver en la que hizo del Obispado de Arequipa. 4. En su tiempo se sucedieron en la Casa de Pizarra nada menoa que cinco Virreyes, el Marqués de Mancera y los Condes de Salvatierra, Alba de Liste, Santisteban y Lemos. Villagómez, caballero de Calatrava y de noble linaje, sabia cómo se habla de tratar a los vice soberanos y sus cargos de Visitador de la Audiencia y Tribunales de Lima y Obispo de Arequipa le habían ensefiado aquellas máximas de política que es necesario conocer para evitar los roces con las autoridades superiores, sin desmedro de la propia. Sin embargo, no le faltaron desazones con algunos de los citados. Parece que con el que menos se avino fue el Marqués de Mancera. En carta a s. M. de 15 de Junio de 1645 le da cuenta de algunas de las desavenencias ocurridas, y aunque no podían faltar cuestiones de preeminencias, como el haber nombrado el Virrey por si al predicador en las exequias de la Reina, otras reconocían otras causas. Tres años más tarde, cuando, ya a Mancera le había llegado sucesor, Villagómez suplicaba al Rey le mandase dar copia de las relaciones que contra él se decía haber escrito el Marqués. Puede ser que sólo se tratase de chismes palaciegos, pero la mera sospecha demuestra que no eran muy cordiales las, relaciones. También fue para el Arzobispo motivo de algún disgusto el haber elegido el Virrey a la imágen de Nuestra Sefiora del Rosario como a Patrona de las Armas de Su Majestad, en conformidad con la Real Cédula que el Rey había enviado con este objeto. En dicha cédula se decía que la imagen había de ser escogida con el parecer del Ar14

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zobispo y este puso los ojos en la lmágen de la Purisima de la Catedral y en el de la Virgen de Copacabana, a la cual habla tenido especial devoción su tío, Santo Toribio de Mogrovejo. El Arzobispo hubo de ceder y aceptar la propuesta del Marqués, pero aún sintió más que Ja fiesta se sacase de la Catedral y se trasladase a la Iglesia de Santo Domingo y de ello hubo de quejarse al Monarca. Este tranquilizó al Prelado, pero aprobó lo hecho. Con Alba de Liste tuvo también sus encuentros, nacidos la mayor parte por puntillos de ceremonial. Sonado fue el relativo al quitasol que el Arzobispo sacó en una procesión del Santislmo que salió del templo de.San Agustín y que el Virrey le mandó retirar, primero, por.que él no lo llevaba y, en segundo término, porque no era costumbre se usase ante el Santisimo. Más grave fue el caso de Manuel Dominguez, a quien el Alcalde Ordinario, José Delgadillo, hizo sacar de sagrado, violando la Inmunidad, por.Jo que hubo que declararlo incurso en censuras. La Audiencia intervino Y; como era de ley en estos ca,sos, declaró que el Provisor hacía fuerza y tomó a sn cargo el asunto. El reo no fue devuelto y el Arzobispo no pudo hacer otra cosa sino dar cuenta al Rey. Dos años más tarde, el Fiscal de la Audiencia, D. Bernardo de Iturrlzara, pidió que se informase contra él, posiblemente con' la ocasión del Memorial de D. Juan de Padilla. Súpolo el Prelado y, escribiendo al Rey, responde a los cargos que se le hacen y, Por otra parte, recusa así al Fiscal, como a¡ Conde de Alba y a otros de los Oidores, señal evidente de que no se entendla muy bien con ellos. Por fortuna ni con el Conde de Santisteban ni el Conde de Lemas tuvo alguna fricción y pudo disfrutar de una más tranquila vejez. En sus relaciones con los Obispos sufragáneos no dejaron de ofrecerse asuntos de alguna importancia. Poco tiempo llevaba en Lima, cuando llegó a esta ciudad D. Fr. Ambrosio Conderino, Obispo de Santa Marta, trasladado a Huamanga. Anticjpadamente Vll!agómez recibió aviso de que el Prelado venia sin juicio y al entrevistarse con él se convenció de que en efecto estaba desacordado e inhábil para tomar ,el gobierno de la diócesis. A fin de asegurarse más hizo que cuatro de los mejores médicos de la ciudad lo visitasen y examinasen y todos parece que fueron del mismo sentir. El Arzobispo escribió inmediatamente al Rey y remitió el juicio de los facu:itativos. D. Ambrosio que-

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dó en Lima y falleció en su convento de San Agustín en el afio 1648. Poco después de lo referido, se tuvo noticia del nombramiento de D. Pedro Ortega y Sotomayor, Arcediano de Lima, para la mitra de Trujillo. D. Pedro había ingresado en el Noviciado de la Compañia de Jesús el afio 1644, aun cuando según algunos habla ya aceptado su elección. Alli permaneció poco más de nueve meses y entre tanto, asi el Cabildo de Truj illo como el Virrey y el Metropolitano hubieron de intervenir parfl, que se consagrase y pasase a su diócesis. De Trujillo vino el canónigo D. Pedro de Reyna Maldonado y presentó al Marqués de Mancera un Memorial, dando las razones que habla para que se obligase a D. Pedro a pasar a su diócesis. Ellas se reducían a afirmar que, habiendo sido confirmada su elección por el Papa, no podia sin licencia de éste entrar en religión, fuera de que antes del bien particular que se le podía seguir de hacerse religioso estaba el bien general de todos los fieles de Trujillo que lo reclamaban. El Virrey libró un auto el 15 de Mayo de 1645 exhortando a D. Pedro a aceptar el Obispado, en nombre de Su Majestad y requiriéndolo para que pasase a su Iglesia. También se acudió al Arzobispo y éste, por medio de su secretario, le rogó examinase el Memorial que el canónigo Reyna habla presentado y con apercibimiento de que obraria como Metropolitano en el caso de no acceder a los ruegos que de una y otra parte se le hacian. Al fin, D. Pedro vino a acceder, y luego de haber recibido la consagración de manos del Sr. Villagómez pasó a gobernar la sede de Trujillo. La diócesis de Concepción se hallaba vacante desde el año 1661 y sólo en 1669 vino a ser provista aquella Iglesia, dándole por Obispo al agustino, D. Fray Francisco de Loyola Vergara. Este recibió la cédula de ruego y encargo de la Reina Gobernadora, en la cual se pedía al Cabildo le entregase el gobierno de la diócesis, pero no habiendo en Concepción capitular alguno a quien poder presentarla hubo de dirigirse al Arzobispo, et cual le expidió el titulo de Gobernador eclesiástico, facultándole para nombrar otro en su lugar, el 3 de Mayo de 1670. El electo nombró entonces Provisor y Vicario General al Lic. D. Francisco Mardones, el cual aceptó el nombramiento pero hubo de vencer la oposición del que por entonces ·ej ercia dichos cargos y había sido nombrado interiname.nte. 3

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D. Pedro de Villagómez, muy a los comienzos de su gobierno, nevó a cabo la visita de los monasterios de monjas, que eran ocho en número y contaban con crecido número de religiosas. En 1669, según la relación que remitió a Su Santidad, el cuadro estadístico de los mismos era el siguiente: Religiosas de velo negro

Encarnación ... ......... Concepción ... Trinidad ... ... ... ... Descalzas de San José .. Santa Clara ...... Santa Catalina ... El Prado ... ... ... ... ... El Carmen ..................

...

... ... ...

~

... ...

215 284 89 51 259 98

Religiosas de velo blanco

25 16 5

Novicias

25 21

11

19 11 40 11

3

1

19

21

20

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Si a este número, ya crecido, se suma el de donadas o conversas, el de esclavas, así del monasterio como de las religiosas, las educandas y las llamadas sefíoras de piso, se colige el gentío que llenaba aquellos conventos y las diiicultades que esto traía para su buen régimen y la observancia religiosa. Como luego diremos, al hablar de D. Fray Juan de Almoguera, una reforma se hacia indispensable y el Arzobispo Villagómez la inició en cierto sentido, aun cuando, según sus informes, la disciplina regular en su tiempo no sufría muchos quebrantos. Por lo pronto, trató de limitar el número de religiosas de velo negro, ordenando que no pasasen de 200 en los tres conventos más numerosos, a saber, la Encarnación, Concepción y Santa Clara y en los de la Trinidad y Santa Catalina de cien. La limitación tenia que llevarse a cabo gradualmente, cerrando la puerta a las aspirantes y lo exigía, fuera de la observancia regular, el estado económico de esas casas. Villagómez puso cuidado en que la administración de las rentas se llevase con toda exactitud, tarea un tanto dificil por hacerse de puertas afuera y estar en manos de seglares. Si, por razón de las irreverencias que se cometían en el cementerio de la Catedral, donde en la octava del Corpus se representaban algunas comedias o autos sacramentales, presente en un altar la Custo-

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dla del Santisimo, Villagómez, el año 1645, las mandó suprimir, también habla de prohibir el que en los conventos hubiese exhibiciones escénicas, en que tomaban parte las educandas y las seglares que vivían en la clausura. Esta disposición tuvo más exacto cumplimiento que la primera, pues venía respaldada por una cédula dada en Madrid el 9 de Setiembre de 1660 15 • En su tiempo se crearon dos nuevos conv,entos: el del Carmen Y el de Nuestra Señora del Prado. El origen del primero es el siguiente. Domingo Gómez de Silva y su mujer, Catalina 'María, poseían una casa huerta, más arriba de Santa Ana, en el camino al pueblo del Cercado, que compraron a Hernando Sánchez. Allí abrieron una pequeña Iglesia y comenzaron a recibir doncellas pobres, a las cuales daban el hábito del Carmen. En el año 1623 pidieron licencia al Marqués de Guadalcázar para este Recogimiento y se les concedió el 8 de Junio de 1626, obteniendo la confirmación real el 13 de Setiembre de 1634. El número de las asiladas era reducido, pues las rentas no daban para más y hasta se llegó a fundar una Hermandad del Carmen, con el fin de ayudar al sostenimiento de la casa. Parece que Gómez de Silva y su mujer hablan pensado en erigir un convento de Carmelitas Descalzas, pero como la dotación no era suficiente lo fueron dilatando. En cambio un buen vecino de Lima, Diego de Mayuelo y su mujer, Leonor de Godoy, decidieron aplicar cien mil pesos para esta fundación y alcanzaron que el Rey la autorizase por cédula de 14 de Febrero de 1620. Falleció D. Diego sin haber puesto en práctica su propósito, pero su hijo, el Pbro. Francisco Mayuelo recogió su pensamiento y, a fin de llevarlo a cabo, se puso de acuerdo con Catalina Maria que había perdido a su esposo poco tiempo antes. Ambos se presentaron ante el Arzobispo y manifestaron que su deseo era fundar el convento y desde luego aplicaban para esta fundación, la casahuerta e Iglesia de:l--Carmen, con todos sus enseres, lo cual por tasación podría valer unos 96 mil pesos, más algunos censos que producian de renta poco más de 900 pesos. El ofrecimiento lo hacian bajo ciertas condiciones, algunas de las cuales, como haber de ser las religiosas 33, contra lo que prescribe la Regla de Santa Teresa, no fueron admitidas 15 No obstante, en Enero de 1662, el Arzobispo hubo de recordarle a la Abadesa de Santa Clara la prohibición.

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por el Prelado, pero por lo demás les dio la licencia solicitada, en el valle de la Magdalena el 6 de Junio de 1642. Como Catalina Maria no aceptara el auto del Arzobispo, en el cual se daban por nulas algunas de sus pretensiones, revocó la licencia el 11 de Julio del mismo año lº. La fundación parecla desvanecerse, cuando intervino el Obispo de Arequipa, D. Agustln de Ugarte y Saravia y el 20 de Marzo de 1643 otorgó por escritura 58.000 pesos de sus bienes para que tuviese efecto. El Arzobispo y el Virrey Marqués de Mancera, dieron su aprobación el mismo año y D. Agust!n se obligó a traer a su costa tres religiosas carmelitas de Cartagena para la fundación del convento. Fue en su busca el Pbro. Juan de Hoyos y el 26 de Julio del año 1643 abandonaron su primitivo convento y se embarcaron, llegando a Paita ese mismo año de donde por tierra se trasladaron a Lima, haciendo su entrada el 17 de Diciembre. As! el Virrey como el Arzobispo, la Audiencia y el Cabildo Eclesiástico se hallaron presentes al acto de su ingreso, que fue muy celebrado de todos los vecinos, en especial los de aquel barrio. Catalina Maria tomó el hábito entre las primeras, por donde se deduce que, moderando sus pretensiones, vino en ceder sus bienes a la incipiente fundación ". El convento del Prado puede decirse que tuvo por fundador al Arzobispo Villagómez, pero su historia va unida a Ja ermita de la Virgen de este nombre, tralda a esta ciudad por un buen clérigo, Antonio Poblete de Loaiza, desde Ciudad Real, de donde era natural y donde se le tributa culto desde muy antiguo 18 • Compró el sitio que hoy ocupa la iglesia del monasterio y ali! levantó una ermita, abriéndola al culto con autorización de Santo Toribio de MoÚovejo. Hízose muy popular 1a Catalina María se reservaba el nombramiento de las fUndadoras, y parece que había puesto los ojos· en Doña Beatriz Verdugo, monja de.la Ellcarnación. Una de estas sería nombrada Priora, pero, acabado su noviciado y hecha la profesión, la misma Catalina María sería nombrada Priora perpetua. 11 Quedó de Priora Maria de San Agustín que más tarde, en 1652, pasó a fundar el Carmen de Quito. Gloria es de este monasterio haber salido de él las fundadoras del de Quito, Chuquisaca (1665), Guatemala (1667), Huamanga (1683) y el de Santa Teresa de Lima (1686). ls V. mi obra: Historia del Culto de María en Iberoamérica. Tomo 2. Madrid, 1955.

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en aquellos tiempos y, a la muerte de Poblete en 1612, le sucedió en el patronato su hija María, casada con Nicolás Ruíz de Bracamonte. Ambos fundaron alli una capellanía que servían clérigos seculares, aunque, según el P. Calancha, pertenecía a los agustinos. En tiempos del conde de Chinchón se levantó nueva Iglesia y el Virrey y su esposa la enriquecieron con valiosos donativos. Por entonces vivía en la Encarnación Dofia Angela de. Zárate y Recalde, hermana del Marqués de Valparaiso y deseando vivir una vida más estrecha pensó en fundar un monasterio de agustinas recoletas descalzas, adoptando las constituciones de la Ven. Madre Mariana de San José, aprobadas por Ja Silla Apostólica. Otras cuatro religiosas del mismo convento decidieron seguirla, y como un buen hombre, Clemente de Fuentes, hubiese prometido dar para la nueva fundación 50.000 pesos, se facilitó la obra y el primero de Setiembre del afio 1640, con licencia de D. Juan de Cabrera, Provisor del Arzobispado en sede vacante, .salieron de la Encarnación, Dofia Angela y otras cuatro religiosas y, luego de haber visitado en el Cercado a su bienhechor D. Clemente de Fuentes, que se hallaba muy enfermo; se encerraron ·en las casas veCinas a la Iglesia del Prado, donde se había de edificar el nuevo convento. Adoptáronse por el momento unas constituciones ordenadas por personas doctas que aprobó el Cabildo y bajo las mismas tomaron el hábito y prof.esaron 18 religiosas,.. El convento e Iglesia del Prado habla ido mejorando su fábrica con los donativos que el Marqués de Mancera y algunos parientes de Dofia Angela le hicieron, pero quien se constituyó en su benefactor y gastó en la obra cerca de 120.000 pesos fue el Arzobispo Villagómez, razón por la cual su corazón, después de su muerte, recibió sepultura en la capilla mayor, al lado del .evangelio, donde puede verse el retrato del Prelado. Con su amparo este convento de recolección vino a sec fialarse por su observancia, a lo cual debió ayudar no poco el corto número de religiosas, pues no podían pasar de treinta y tres. 19 Más adelante; habiéndose adoptado las Constituciones de la V. M. Ma· riana de San José, se dudó de la validez de las profesiones y, por lo pronto, algunas de las que habían profesado bajo la primera regla, préfirierOn dejar el convento. Lo hicieron siete de las primeras, pasando a la Encarnación, u otros conventos.

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Entre los sucesos memorables de su tiempo merecen citarse tres: la colocación de la insigne reliquia del Lignum Crucis en ¡a Catedral, obsequio de Urbano VIII, en 1649; la estrena del altar de las reliquias de la Iglesia de San Pedro de Lima, en el año 1661 y la Beatificación de Santa Rosa, o .sea, las fiestas celebradas con este motivo, en 1670. De todos daremos breve cuenta, pues por extenso las refieren otros autores. El franciscano limeño, Fr. Buenaventura de Salinas y Córdoba recibió del Arzobispo Arias de Ugarte poder para visitar en .su nombre el sepulcro de los SS. Apóstoles Pedro y Pablo y entre otros encargos uno era el solicitar del Papa Urbano VIII una reliquia auténtica de la Santisima Cruz. Tuvo Fray Buenaventura la buena dicha de obtenerla y, habiendo sido enviado a México en calidad de Comisario, la entregó a los Condes de Salvatierra que preparaban su viaje al Perú. De sus manos la recibió D: Pedro de Villagómez. Los testimonios de su autenticidad, a saber una carta del Caraenal Barberini, sobrino del Pontífice que acompaña otra del pro Vicario de Roma y la respuesta del Pontífice a la que le dirigió el Arzobispo, más una del Cardenal Pamfili, después Papa con el nombre de Inocencio X, las envió a su hermano Fr. Diego de Córdoba para que éste las entregase a Villagómez. El día 4 de Marzo, en sesión de Cabildo y, hallándose presente el Arzobispo, dio cuenta de todo lo dicho y abrió la caja, dentro de la cual venía otra más pequeña envuelta en hojas de papel lacrado y sellado con las armas de la familia Barberini y dentro de ella un r·elicario de cristal con dos partículas de la verdadera cruz adheridas a un Agnus Dei. Fijóse el dia 19 de Setiembre para su colocación en la Catedral, habiendo antes mandado hacer el Arzobispo un relicario de oro y piepras preciosas a su costa, para exponer en él la santa reliquia. Trasladada al templo de San Francisco, de donde debía salir la procesión, acudieron a ella el Virrey, La Real Audiencia, el Cabildo secular y todas las Comunidades religiosas junto con el Azobispo a quien preced!a toda la clerecía y su Cabildo en pleno. Antes de iniciarse la procesión Y, después de haber adorado la Cruz el Prelado, puso este en manos de los Visitadores de la Idolatria los •estandartes de la fe que ya hemos descrito y, como a las diez del día, empezó el cortejo a ponerse en movimiento ·en dirección de la Catedral. La· reliquia era conducida en unas preciosas andas y bajo palio de brocado, cuyas varas lleva-

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ban los regidores del Cabildo. Las calles todas del trayecto estaban enramadas de flores y guirnaldas y los balcones y galerías de las casas cubiertos de tapices y ricas telas de seda, ofreciendo a la vista un espectáculo muy halagador. Llegados al templo, colocó el Arzobispo el relicario en un trono de plata y luego de haber enton¡i,do el coro algunos cánticos se retiró la multitud que había llenado sus ámbitos 20• Una fiesta muy semejante tuvo lugar en el año 1661 con motivo de la colocación de 43 cuerpos de Santos Mártires en un altar del crucero de la Iglesia de San Pedro de Lima, cuyo costo fue de más de 20.000 pesos. se dispuso un solumne triduo que dio comienzo el 29 de .Octubre y el Arzobispo publicó una Carta Pastoral en forma de edicto, exhortando a todos a venerar los santos cuerpos y concediendo algunas indulgencias y un jubileo o quienes lo hiciesen. Se alistaron doce andas muy curiosas y bien adornadas y en cada una de ellas cuatró cajas o cofres con los cuerpos dé los Santos Mártires y algunos relicarios con insignes reliquias que posee la dicha Iglesia. Estos cuerpos hablan sido traídos de Roma por los Procuradores de la Provincia del Perú y habían sido extraldos, con permiso del Sumo Pontífice, de las Catacumbas o de algunas Iglesias de aquella ciudad. Todos veruan con su respectiva auténtica, examinada la cual, el Arzobispo dio licencia para que se expusiesen a la veneración de los fieles. La procesión fue de las más lucidas que vieron los vecinos de Lima. Precedían dos compañías de soldados, luego un terno de chirimías y clarines con librea y a continuación la Cruz alta, los caballeros de hábito, acompañando el estandarte que conducia D. Manuel de Benavides, hijo del Conde de Santisteban, y las borlas, los dos, del Conde de Alba de Liste; venia luego una compafila de infantería formada por 60 niños, ricamente vestidos, precediendo las andas de San Ignacio. Detrás otros once vestidos de ángeles llevaban canastillas de plata, llenas de rosas y flores que iban esparciendo delante de las andas, todas las cuales ·eran conducidas en hombros de sacerdotes con sobrepellices. El cortejo lo cerraban las cruces de las parroquias y la de la Catedral y el Cabildo Metropolitano, con la música de su capilla 20 Urbano Vil! fuera del Lignum Crucis, remitió ai Arzobis1)0 Arias Ugarte, los, cuerpos de los SS. Mártires Julián y Ad:riári, que fueron colocados en la

Catedral.

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que iba cantando las letanías de los Santos y, por lln, el Arzobispo, los Tribunales, Ja Audiencia y el Virrey. En esta forma se dirigieron a Ja Iglesia Mayor, entrando por la puerta de la calle de Judlos y, saliendo por Ja principal, desfilaron todos por delante de Palacio, donde la guardia hizo una salva de mosqueterla. Tanto en la esquina del Correo como en la de los Plateros de San Agustín, las comunidades domínica y agustina, salieron a recibir la procesión y en los altares que allí se levantaron se entonaron cánticos. De alli prosiguió derechamente a San Pedro, donde fueron colocadas las andas en el presbiterio y aquella noche hubo luminarias en la plaza fronteriza y los tres dias siguientes misa solemne y sermón con asistencia de numeroso concurso. El 15 de Abril de 1688 se vestla de gala Ja Basílica de San Pedro en Roma y aunque Jos habitantes de la gran urbe estaban acostumbrados a las ceremonias de Beatificación, Ja de este dia ofrecía un interés especial y avivó Ja curiosidad de los fieles. Se trataba de Ja primera flor de santidad del Nuevo Mundo, de esa tierra lejana e ignota de la cual se referían tantas maravillas y se había convertido en el prototipo de la abundancia y de la riqueza. Roma ensalzó a Rosa de Santa María, como pocas ciudades lo hicieron y de las fiestas nos ha dejado una larga relación D. Francisco de Córdoba y Castro. Lima, la patria de Rosa, no podía hacer menos. El 14 de Enero llegó la Bula de su Beatificación y al punto todos, desde el Virrey y el Arzobispo hasta el negro esclavo y la India regatona, se dispusieron a celebrar tan fausto acontecimiento. El lunes, 29 de Abril de 1670, en una procesión concurridisima se condujo bajo palio, desde Santo Domingo a la Catedral, la Bula en cuestión, presidiendo el cortejo el Virrey, Conde de Lemos y la Real Audiencia. El Arzobispo, acompañado de su Cabildo, recibió a la comitiva a las puertas del templo y una vez dentro de él, tomaron asiento todos y desde el púlpito se dio lectura a Ja Bula, en latín y castellano. Luego se descorrió el velo que cubría Ja imagen de Ja Santa, ricamente vestida y rodeada de flores sobre unas andas de plata. La multitud no se cansaba de contemplar la imagen, y hubo que forzarla a abandonar el templo. Al dia siguiente, con el mismo aparato, celebró Misa Pontifical el Arzobispo y .ensalzó las virtudes de Rosa, Fray Juan de Iturrizara, dominico, electo Obispo de Paraguay. En la tarde se la condujo procesionalmente a Santo Domingo, hacien-

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do estación en los primorosos altares que se levantaron en el recorrido el primero de los cuales corrió por cuenta de uno de los Alcaldes ' Ordinarios y se erigió delante de las casas del Cabildo. Llevaba el estandarte el propio Virrey y la procesión tomó, después de dar la vuelta a la plaza, la calle de Mercaderes, torció por la de Plateros y de San Agustin tomó derechamente la dirección de Santo Domingo. Aquel mismo año, por el mes de Enero, el Conde de Lemos dispuso uno de los torneos más animados y pintorescos que vieron las viejas arcadas de la plaza mayor de Lima. León Pinelo nos ha dejado la descripción de estas fiestas y también nos habla de ellas el Diario de Mugaburu. Tuvieron lugar el 8 y el 27 de Enero y se corrieron toros y hubo juegos de cañas, tomando parte en ellas el mismo Virrey y los caballeros principales, montados en briosos caballos muy bien enjaezados y luciendo vistosos y ricos trajes. No paró aqui todo. En el mes de Agosto, con motivo de celebrarse la fiesta de la Beata, que entonces se fijó el 26 de dicho mes, en Santo Domingo hubo un solemne novenario y el dia 18 se echó bando para que todas las casas se iluminasen aquella noche y los dias siguientes y el dia 19 hubo misa pontifical, por corresponderle la fiesta al Cabildo Eclesiástico y se continuó en los demás dias hasta el 25 en que les tocó hacer el gasto a los PP. de la Compañia. Si el concurso fue grande en toda la novena, el dia de la fiesta la ciudad rebosaba de júbilo y todos desearon participar en los cultos de la mafiana y en la solemne procesión de la tarde, que fue un nuevo triunfo para la humilde hija de Maria de la Oliva. De este modo Lima celebró a su Patrona y se iluminó con los reflejos de su gloria. En sus relaciones con las órdenes r.egulares dos cosas merecen recordarse. La primera se refiere al cumplimiento de la R. C. de 28 de Setiembre de 1653, sobre que no se funden conventos sin licencia. En el año 1657 se contaban en la ciudad unos 16 monasterios, y fuera de ella otros 15. De estos, dos que se hablan comenzado a abrir en la villa de Pisco, fueron suprimidos, y otro tanto se pretendió hacer con los dos hospicios ,que habla en Lima, el uno de Benitos, donde vivían tres monjes, y el otro de Minimos de San Francisco de Paula, con dos. El Fiscal del Arzobispado habla pedido el auXilio real para demolerlos, pero el Conde de Alba, de quien poco o nada podla espe-

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:rar, dice Villagómez, se opuso a la extinción del segundo, aun cuando ,en él no podía haber la necesaria observancia. Urbano VIII había expedido un Breve en 1639, ,en el cual confirmaba el de Clemente VIII, ,de 4 de Marzo de 1600 prohibiendo se nombrase para el cargo de provincial u otros oficios a aquellos que no eran alumnos de la Provincia de los Doce Apóstoles, esto es, a los que no habían tomado el hábito en ella o, enviados de fuera, no habían sido incorporados por disposición del Ministro General de la Orden o el Comisario General, como lo había declarado el mismo Pontífice. Tampoco podían ser enviados al Capitulo General los que no fueran alumnos o incorporados en la forma ya dicha. Por otra parte, como llegase a oídos del Papa que los Comisarios del Perú, en las elecciones de prelacías, hacían fuerza en los definidores y provinciales, para que firmaran las tablas de los oficios, hechas a su arbitrio, mandó que en adelante se evitara este desorden y autorizó al Arzobispo de Lima o a las dos primeras dignida,des del Cabildo Metropolitano, para que, en caso de ser requeridos por algún religioso de la provincia peruana, hagan que se cumplan lo determinado en las Constituciones Apostólicas citadas en el Breve. Este Breve dio lugar a un Memorial que las Ordenes establecidas ,en el Perú presentaron al Arzobispo, en el cual pedían recibiera una Información sobre la necesidad de crear una jurisdicción delegada, que conociese en grado de apelación de los negocios tocantes a regulares, ofreciéndose las mismas órdenes a sufragar los gastos que exi,giese la presencia en Lima de el dicho delegado, el cual habría de ser nombrado por la Silla Apostólica con facultades bastantes para ,resolver los casos que se ofreciesen de agravios cometidos por los "8uperiores. Daban las razones que tenían para ello y venían a coinddir con lo que la Santa Sede había ya intentado realizar, esto es, ,que en las Indias hubiese un Nuncio Apostólico. No dice el autor de los Apuntes para la Historia Eclesictstica del Perú de donde tomamos esta noticia, si el Arzobispo aceptó llevar a cabo la Información que habla de elevarse al Pontífice y nos inclinamos por la negativa, pues no han quedado huellas de su intervención ni la Curia Romana dio paso alguno en la materia. Pero el hecho en si demuestra cuán bien fundado era el propósito de San P!o V y otros sucesores suyos de te::ner un representante en estas regiones.

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Los afios y los achaques de que adolecia Villagómez hizo que se pensara en darle Obispo auxiliar. El primero en proponerlo fue el Conde de Alba de Liste, en carta a s. M. de 6 de Julio de 1657 y daba el nombre de Fr. Francisco de la Cruz, Provincial de Santo Domingo. E! Arzobispo, a quien el Virrey comunicó su pensamiento o vino a tener noticia de ello, escribió a su vez, manifestandó que él no necesitaba coadjutor sino Obispo de anillo para las confirmaciones y proponia algunos sujetos, excluyendo a Fr. Francisco de la Cruz, a quien antes habla recomendado'"· No volvió a hablarse del asunto, pero el Conde de Santisteban debió insistir y en el afio 1664 fue nombrado Obispo titular de Darien y auxiliar de Lima, Fray Antonio Vigo, de la Orden de la Merced. En Octubre de aquel afio se embarcó para el Perú, una vez obtenida la aquiescencia del Arzobispo, el cual se comprometió a sefialarle 3.650 pesos de su cóngrua. D. Fray Antonio llegó a Lima en el siguiente afio y se dispuso a recibir la consagración episcopal, pero vino a fallecer el mismo dia fijado para la augusta ,ceremonia, 30 de Julio de 1666, aun cuando no contaba sino 65 años de edad. En su lugar designó Villagómez a D. Blas de Aguinaga, Maestres-

cuela de su Catedral, a quien se ofreció a dar 4.000 pesos de su renta y bajo la condición de que conservarla la dignidad que gozaba en el

Cabildo. La Santa Sede confirmó su nombramiento el 9 de Setiembre de 1669 y le dio el titulo de Santa Práxedes 22 • Llegada la noticia a Lima, dispuso todo para su consagración y se retiró dias antes al Noviciado de la Compañia a hacer ejercicios espirituales. No bien los hubo terminado, le asaltó una grave enfermedad que en dos dias le arrebató la existencia, el 24 de Julio de 1670, siendo sepultado en la Catedral. Por su muerte, puso los ojos el Arzobispo en Fray Nicolás de Ulloa, de la Orden de San Agustin, limeño y catedrático de visperas de teologia en San Marcos. Preconizado como Obispo de Darien e1 8 de Febrero de 1677, se expidieron sus Bulas a Madrid el 20 de dicho mes y año, pero antes de ser consagrado, como vacase la Iglesia de Tucuman, se le trasladó a esta sede"· 21 Propuso el Prelado a D. Vasco de Contreras, D. Diego de Encinas y D. Diego de Vergara y Aguiar. 22 Arch. Vat. Acta Mise. 42, f. 105. Acta Mise. 29, f. 33. ~9 Ibíd. Acta Mise. 43, f. 66 v.

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Todos estos acaecimientos le hicieron rellexionar al Arzobispo y teniendo ya 80 afias de edad consideró que le estaría mejor renunciar al Arzobispado y, con efecto, extendió el acta de renunciación en el vane de Late, el 5 de Mayo de 1669, ante el escribano Pedro Pérez Landero. Esta renuncia la envió al Canónigo D. Agustín Negrón que por entonces se hallaba en la corte de Madrid. No se tuvo a bien aceptarla o se dilató el hacerlo y en esto sobrevino la muerte del Prelado, ocurrida el 12 de Mayo de 1671, a la edad de 82 años y seis meses. Mugaburu que da cuenta del hecho dice que falleció el 13, entre lM cinco y seis de la tarde y que se le enterró el día 15 con gran solemnidad, haciéndole ocho posas al cadáver en derredor de la plaza. Fue D. Pedro eminente en letras y muy dadivoso. Apesar de lo crecido de su renta, nada guardó para sí, de modo que, al hacer su renuncia, pidió al Rey le señalase lo necesario, por lo menos, para sustentarse. Todo lo empleó en buenas obras y en socorrer a los pobres que tenían en él a un padre, fiel imitador en esta parte de su tío el Santo Arzobispo que le habla precedido en esta sede de Lima.

CAPITULO II Nuevos Institutos Religiosos

l.

Establecimiento en el Perú de nuevos Institutos Religiosos: los· Bene2. Los Mínimos de San Francisco de Paula. Los Betlemitas. Los Oratorianos de San Felipe Neri. - 4. Los Carmelitas.

dictinos. 3.

Bibliograffa: FRAY JOSÉ GARCÍA DE LA CONCEPCIÓN,

o.

M., Historia Bethlemf.tica.

Vida Ejemplwr y AJ;mirable del Ven. S. de D. Fr. Pedro de San José Betancur. Sevil~a. 1723. Guatemala, 1956. - Bullarium Latino Hispanicum Ordi11-is Fratrum Bethlemitarum in lndiis Occidentalibus (1672-1773). Romae, 1773. - G. M. ROBERTI, Di&egno Storico dell'Ordine dei Mini.mi. Vol. 3. Roma, 1922. - ALONSO DE LA CUEVA, Compendio Histórico de la Fundación y Progresos de los Clérigos... de la Congregac·ión del Oratorio... Sevilla, 1728. - VICENTE AMIL y FEIJOO, Representación a s. M. d'e la Congregación del Orat.orio de Lima. Madrid, 1756.

l. Aunque no faltaban religiosos en el Perú, no dejaron de establecerse nuevos Institutos en este siglo, venciendo las dificultades que oponia con razón de sobra el Consejo Real de las Indias. Las Ordenes, ahora fuesen mendicantes o no, habían de sustentarse con las limosnas de los fieles y su multiplicación venía a gravar, por consiguiente, a las poblaciones. Por esta razón y otras que hemos expuesto en el Capítulo VI, Libro. Segundo, del tomo primero de esta Historia, la Corona restringió la venida·de nuevas Religiones. Algunas lo consiguieron y entre ellas los Benedictinos. Estos, como vamos a ver, no llegaron a abrir sino una sola casa en Lima, pero en ella permanecieron hasta la independencia.

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En un extremo de la ciudad, un poco más allá del Hospital del Espiritu Santo y ya en el campo, existía desde fines del s. XVI una pequefia ermita dedicada a la Virgen de Montserrat, la Patrona de Catalufia. El P. Cobo, que la describe, dice que uno de los primeros fralles benitos que intentó construir un hospicio a su sombra fue el P. Fr. Pedro Sancho Porree. En efecto, Felipe II, a instancias del Abad de Montserrat, Fray Joaquín Bonanat, dio licencia para que dos monjes de aquel monasterio viniesen al Perú, por Real Cédula de 9 de Junio de 1598. Los dos religiosos se presentaron en Lima y mostraron la licencia obtenida y el 14 de Octubre de 1599, D. Luis de Velasco le daba el cúmplase. Una buena mujer, Dofia Maria Lorza, les cedió un solar y huerta en la proximidad de la ermita y all! se instalaron los monjes. Como su objeto era recolectar limosnas en favor de su monasterio, uno de ellos, por lo menos, Fray Pedro Sancho, se encaminó al Alto Perú y el 15 de Noviembre de 1602 el Virrey escribía a la Audiencia de Charcas recomendándolo y pidiendo lo favoreciesen. En realidad sólo se les había otorgado licencia para colectar limosnas y no para fundar casas, pero, como es natural, pretendieron abrir, al menos, un hospicio en donde pudieran albergarse los que vinieran. El ya citado P. Cobo dice que el P. Sancho labró una pequeña iglesia y a su lado una casa habitación para una decena de religiosos. Tenemos por más cierto que la ermita ya existía antes de su venida, pero en cuanto a lo segundo bien podemos admitirlo, sobre todo contando con la donación que les habla hecho Ja Lorza. Parece que Santo Toribio no se inclinó a autorizar la erección del Hospicio, pues no se contaba con la necesaria licencia, pero como en estos afios .ocurrió su fallecimiento, las cosas quedaron como estaban, En 1612 se presentó en Lima Fray Mauro de Brito, religioso de Montserrat y, como sus predecesores, se dedicó a recoger limosnas. En 1638 todavía se hallaba entre nosotros y pedia se le diera un traslado de la licencia dada, porque había perdido el original en el Desaguadero. Entre tanto, la ermita se habla transformado en Iglesia, gracias a Ja generosidad de un vecino del barrio, D. Alonso González de la Canal, Contador que habla sido del Tribunal de la Inquisición. Siendo Prior del Hospicio Fr. Juan de Salazar, éste pensó entregar el solar y casa donde moraba a los agustinos, que- por entonces trataban de fundar una casa de recolección pero le salió al paso González de la Canal,

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quien se ofreció a costear la obra de Ja Iglesia, siempre que se le concediese el Patronato de la fundación. Comenzáronse las obras y se hizo todo de canterla hasta la bóveda, aun cuando a la Iglesia se le dieron cortas dimensiones. En el interior se colocó un buen retablo de cedro para Ja imagen titular y, fuera de esto, instituyó González tres capellanías de 500 pesos cada una a fin de que no se dejase de decir misa en el templo. En 1632 ya estaba terminado y el 8 de Setiembre se celebró la fiesta de Nuestra Sefíora con toda solemnidad. El analista Suarda lo refiere por estas palabras: "Fue la primera, dice, que se ha celebrado después de su reedificación que, a su costa, con titulo de fundador, ha hecho Alonso González de la Canal, mercader de 'esta ciudad. Cantaron la misa los Padres de la Compafíia de Jesús y predicó el P. Juan Zapata, religioso della". González de la Canal, que habla sido Prior y luego Cónsul del Tribunal de los Mercaderes, legó el patronato a su hijo, Hernando González de Mena, el cual, a su muerte, le hizo dar sepultura en el presbiterio, al lado del Evangelio y levantó un airoso túmulo, en el cual se veía la estatua orante de su padre y al pie la siguiente inscripción: "Este entierro es de Alonso González de la Canal, Contador del Santo Oficio de esta ciudad, Patrón y Fundador desta Iglesia y de Dofía Isabel de Mena, su mujer y de sus erederos" 1 • La fiesta del 8 de Setiembre era ya antigua y vino a ser un día clásico entre los vecinos de aquel barrio, situado a extramuros de la ciudad, pues por la amenidad del sitio y la frescura del campo se entabló allí una romería que, según el analista Montesinos, duraba toda la octava y tenia el atractivo del jubileo que podía ganarse en el pequefío santuario. Estas palabras del famoso clérigo de Osuna nos confirman en lo dicho sobre la antigüedad de la ermita. Durante las ausencias de los monjes benitos cuidaba del templo un administrador y en el año 1643 aparece serlo Jácome de Quesada. Los benitos se sucedieron unos a otros. Por cédula fecha en el Buen Retiro el 3 de Junio de 1654, se concedía permiso a Fr. Bernardo de Llevaneras y a Fr. Pedro Baja para pasar al Perú y recoger limosnas. A fines de este mismo siglo, les reemplazan los PP. Fray Juan Veguer y Fr. Te!esforo i Más adelante con motivo de un pleito que entablaron los herederos del fundador y que ganó el Hospicio, se quitó el túmulo y la estatua.

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Pons, pues el Abad de Montserrat enviaba a sustituirles en 1718 a Fray Alfonso Salazar, y pedía se permitiese a los otros dos volver a su convento, pues hacia más de 20 años que residían en el Priorato de Lima. Otros figuran también en este intermedio; tal fue Fray Francisco Pujadas, que falleció en Lima el 4 de Octubre de 1635 y Fray Diego de Santa Maria que sucedió a aquel y rindió también tributo a la muerte el 6 de Junio de 1639; finalmente, Fr. Benito de León. Hallándose éste en Lima, el Rey por una R. C., suscrita en Zaragoza el 12 de Agosto de 1643, ordenó al Arzobispo Villagómez hiciese una información sobre las limosnas que se recaudaban para el Monasterio de Montserrat. El Arzobispo dio esta comisión a D. Juan Santoyo de Palma, el cual examinó los libros de cuentas que le presentó Fray Benito y se halló que desde el 12 de Agosto de 1635 hasta el dla de la fecha, 5 de Abril de 1645, se habian recogido 54.489 pesos, suma nada despreciable y que demuestra la devoción que se profesaba a la Virgen Morena. Fuera de los citados habria que mencionar a un monje de la misma Orden, pero del monasterio de Nájera, que, como otros muchos, vino al Perú en plan de recorrer tierras. Llamábase Fr. Benito de Peñalosa y anduvo por estas costas en 1616 y dio a luz en Pamplona, años más tarde, un curioso libro, titulado: Libro de las cinco excelencias del Español, en el cual dedica la Parte V a las minas peruleras. Para facilitar el recojo de las limosnas, los monjes de Montserrat se valieron de humildes donados, a quienes concedian el uso del hábito y enviaban por diversas partes. Tales fueron Fr. Lucas de San Benito (1636), Fr. Pedro Sánchez (1639), Fr. Diego de Monserrate, Fr. Juan Bautista y otros. Ya en el siglo xvrn tropezamos con nuevos nombres. Por lo pronto, en 1690 aparece Fray Juan González, con letras patentes del Abad de Montserrat, vistas en el Consejo y con titulo de Visitador. Llegó a Lima el 20 de Agosto de dicho año, según carta del Arzobispo Liñán de 28 de Noviembre, y en poco estuvo que no acabara con la devoción a la Virgen. Antes de su llegada tenia cargo del Hospicio Fray Pedro de Baza, mas, por su muerte, el Arzobispo nombró Capellán al Lic. Pedro de Balcárcel y Zomoza, el cual cuidó de promover el culto de la imagen en los años que ejerció el cargo. El terremoto de 1687 entorpeció su labor, pero el Licenciado supo hallar recursos y logró reparar la Iglesia y el Hospicio. El Arzobispo, de cuya carta tomamos estos datos, dispuso que se

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entregara al P. González la plata labrada y alhajas, bajo inventario, pero 'el monje benito comenzó a desatender el culto y suprimió las Misas que se decían el Jueves al Santísimo y el Sábado a la Virgen con la Salve cantada, alegando que de ellas no se seguia ninguna utilidad al Hospicio. Fuera de esto, empezó a extraer la plata y las alhajas para enagenarlas y como los fieles escandalizados le denunciasen al Arzobispo, éste procuró informrse bien y luego dio orden para que el Monge manifestase los bienes de la Iglesia y Hospicio. Resistióse a cumplir la orden, pero el Prelado lo hizo recluir en Santo Domingo y con censuras le obligó a obedecer. Confesó que había vendido alguna plata para pago de sus gastos de viaje de la Nueva España al Perú, la cual ascendía a 420 marcos, cantidad no pequeña. Se le ordenó restituirla, citando a la persona a quien la había vendido, como se hizo. Daba por excusa que traía orden de deshacer el Hospicio, pero era natural que, para hacerlo, tenia que ponerse de acuerdo con el Ordinario y, sin su aprobación no podia proceder en manera alguna. "Hoy, dice el Arzobispo, se halla la devoción a la Purísima Virgen de Monserrate con las operaciones de este religioso en gran decaimiento y tibieza.. .''. Unos dos años más tarde, la situación no habla mejorado, pues en carta de 12 de Setiembre de 1692, dice que el P. González continúa desfavoreciendo el culto de la Virgen. Bajo pretexto de que no se le entregaban las alhajas depositadas, se habla opuesto a que los devotos trajesen otras para adorno del templo y de la imágen, de modo que tenia por conveniente que se nombrase otro en su lugar, pues de lo contrario la devoción iba a extinguirse. En el Consejo se vio esta petición y, por decreto de 28 de Abril de 1692, se dio orden al Abad de Montserrat, Fr. Juan Jiménez, para que llamase a España a Fr. Juan González y enviase a Lima otro en su lugar. El 24 de Agosto de. 1694 el Abad anunciaba al Secretario, Antonio Ortiz de Otálora, haber nombrado Prior del Hospicio de Lima a Fráy Juan Veguer, a quien acompañaría Fray Telesforo Pons. (A. de I. Lima 535). A partir del citado P. Veguer que debió llegar al Perú en las postrimerias del siglo XVII y fue Presidente del Hospicio hasta 1723, figuran .. Fr. Rosendo de Estrada, fallecido en 1733; Fr. Isidoro Quijano (1734-1740); Fr. Pedro de la Cotera (1743-1745); Fr. Antonio Gallisá y ya en el siglo XIX, Fr. Rosendo Fernández de Puga, el cual hizo la entrega de la Iglesia y Hospicio al Ordinario en 1822. 4

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En 1813 arribaron al Callao el P. Benito Dalmases y el Hermano Anselmo Dalmases, enviados por la Junta de Hospitales de Cataluña, a solicitud del Teniente General Juan de Henestrosa, Subinspector de las tropas del Virreinato, que habla tenido a sus órdenes las del Principado. Su fin era también colectar limosnas y, después de permanecer en Lima por un tiempo, Abascal a 20 de Julio de 1813 les dio pasaporte para que pudiesen pasar al Alto Perú. Unos dos años más tarde el mismo Abascal les comunicó la Real Orden que habla recibido para que no volviesen a España. Ignoramos el motivo de esta resolución, pero si entonces no pudieron embarcarse para la Península lo debieron hacer más tarde, pues de ellos no queda después memoria. La Iglesia, que aún se conserva y hoy se halla conv,ertida en parroquia, recibió no pequeño lustre con la costumbre introducida por los caballeros de Calatrava y Alcántara que venían a cruzarse en su recinto. Más tarde, en época del Virrey Amat, éste como buen catalán escogió a la Virgen Titular como Patrona de las Milicias de la Ciudad, de modo que en su día toda la tropa formaba en los alrededores, rendía honores a Nuestra Señora y disfrutaba en la tarde de unas horas de solaz en los campos vecinos. No debe tampoco pasarse en silencio el hecho de haber vivido bajo sus muros el futuro Arzobispo de Lima, D. Domingo González de la Reguera. Siendo éste todavía ·muy joven lo llamó a su lado su deudo, el P. Fray Pedro Fernández de la Cotera, que era Prior del Hospicio y en esta ciudad hizo sus estudios eclesiásticos hasta el año 1748 en que entró de familiar de D. Gregorio de Molleda, Arzobispo de Charcas. D. Domingo nunca pudo olvidarse de la Virgen de Montserrat y, viniendo de Quilca al Callao en un pequeño navío, denominado El Gran Poder, pasaron algunos trabajos en Ja navegación pero el mayor se presentó, precisamente la víspera del 8 de Setiembre del año 1769, cuando se •encontraban a vista del puerto. El maestre del navio, D. José Galarde, fiado sin duda en el. poco calado de su barco, intentó atravesar el Boquerón, pero a las siete de Ja noche vino a chocar con un escollo con rotura del timón. En medio de la confusión que se produjo, D. Domingo exhortó a todos a confiar en Maria y les pidió que hiciesen voto de ir a pie, rezando el rosario, desde el Callao hasta la Iglesia de Montserrat, si Ja Virgen los sacaba con bien de aquel aprieto.

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Hiciéronlo así todos y, habiendo acudido en su auxilio algunos barcos de pescadores y otros que luego vinieron desde el Callao, pudieron to• dos saltar en tierra como a las cuatro de la mañana. Unas horas más tarde, del barco no quedaba sino flotantes despojos. A las tres de la tarde de aquel día 8, los náufragos se encaminaron devotamente al Santuario y luego de recorrer las dos leguas que lo separan del Callao, entraron en el templo y dieron gracias a su Bienhechora. 2. La Orden de los Mínimos de San Francisco de Paula vino a ha• cerse bastante popular en España, en donde el mismo Santo vino a establecerla y se granjeó la confianza de los Reyes Católicos. Una de sus primeras fundaciones fue la de Málaga, ciudad que él profetizó a la Reina Isabel había de caer en sus manos y por esta razón a Jos Mínimos en dicho puerto y luego en toda la península se les llamó los Victorias y se dio a sus conventos el titulo de la Victoria. El primero de esta Orden que llega a América es Fr. Alonso Ximénez de Mena, que se titula Vicario General de Indias y el cual presentó en el año 1622 a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide una Relación o Resumen de las cosas que acunen en las Indias de la Nueva España, el Perú, Guatemala, Panamá y Nuevo Reino de Granada (Vol. 189, t. 282). Según lo que en ella se dice, hacia 15 años que habla arribado a las costas de Tierra Firme y había bautizado muchos indios, en es pecial en Penenome y en la misma región había fundado un presidio al cual se le dio el nombre de Córdoba. También había pasado a la Nueva España y en vista de no existir en la comarca otras Ordenes que los Dominicos y Mercedarios volvióse a España a tratar con el Rey de la conversión de estos indios. Sabiendo que se habla fundado esta Congregación ac.udió a ella, pidiendo se impulsase ... la obra de las Misio:. nes y se fundasen tres conventos de su Orden; uno en Puebla, en la Nueva España, otro en Panamá y el tercero en Lima, de donde se podría pasar a Chile. No se dice qué respuesta dio la Sagrada Congregación a este informe, pero a Fr. Alonso le cabe la gloria de haber sido el primer representante de su Orden en tierras de América. Por el año 1644 arribaron a Lima Fray Agustín Sanz y Fr. Blas Bravo y se instalaron en una ermita que existía en las afueras, cerca del camino que .conducía al Callao y habla construido a Nuestra Señora del Buen Viaje el Lic. Fran-

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cisco Palma. El Virrey, Marqués de Mancera, les tendió la mano y accedió a que la ermita se denominase de la Virgen del Buen Viaje y San Francisco de Paula. A 14 de Agosto de dicho año el Provisor y Vicario General, D. Martín de Velasco, concedió que en ella se celebrase la Santa Misa. Los Padres se ganaron la voluntad de los vecinos y éstos pidiei·on algún tiempo después que se les entregase la ermita y el adjunto Hospicio y se hizo así con Ja solemnidad del caso, recibiéndola el P. Fray Martin Vallés, que hacía entonces de Superior y con Ja licencia del Virrey que la prestó de buena gana el 8 de Octubre de 1646. Unos días más tarde, el 27 de dicho mes, se puso en posesión al P. Vallés 2 • Allí continuaron los Padres y en 1661, al informar el Arzobispo Villagómez a Su Santidad sobre el estado de la arquidiócesis, enumera entre los Institutos Religiosos el de los Minimos, pero indicando que sólo dos habitan el Hospicio de Nuestra Señora del Buen Viaje. Eri el año 1668, a siete de Abril, se condujo en procesión, desde la Iglesia de San Agustin hasta el Hospicio, la imágen de San Francisco de Paula, concurriendo mucha gente a ver el cortejo, en el cual formaban los religiosos agustinos, la nobleza de la ciudad, la Real Audiencia y el Virrey Conde de Lemas. Las calles del trayecto estuvieron engalanadas y eJ acto sirvió para que se consolidase su devoción. Ese mismo afio, el Conde respondía a una cédula del año 1666, en la cual se le ordenaba mantener el Hospicio con sujeción aJ Ordinario y sin permitir la admisión de novicios. Decía en su respuesta que sólo había un religioso, pero que valdría más que no lo hubiese, no porque diera mala cuenta de sí, sino porque el Hospicio se hallaba desatendido 3 • En 1692, Fr. Juan de Maguilla, que hacía de Vicario, pidió el reconocimiento de la propiedad, sin duda para unir esta documentación a la que se había pedido desde Espafia por el Consejo, con motivo del recurso de licencia para la fundación. El Conde de la Monclova, a quien se pidió su parecer, lo dio en Enero de 1691 y remitió los autos del establecimiento de los M!nimos en el 2 Autos sobre la posesión de la ermita. 1692. A. de I. Lima 336. V. G. M. Roberti, "Disegno Storico dell'Ordine de Minimi'', vol. 3. Roma, 1922. Salvatierra recibió orden de remitir a España al P. Valles, pero éste falleció en

Potosi en 1651. a Carta de 17 de Diciembre de 1668. A. de I. Lima 68.

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Hospicio de Nuestra Señora del Buen Viaje. Fr. Miguel de Aguirre, como Procurador de la Provincia de Castilla, alegó que en Lima deseaban todos la fundación y aducía la carta del Arzobispo, D. Melchor de Liñan, en la cual se decia que los Padres habían llegado en 1644 y que el valor del Hospicio y alhajas del mismo podrían costar unos 42.000 pesos, a los cuales habría que añadir otros 46.000 que un devoto había ofrecido para la fundación y más el traer a su costa doce religiosos. En su sentir, de no haber diez o doce religiosos, de modo que se guarde la observancia regular y la asistencia al coro, no convendría dar la licencia solicitada y en el estado actual del Hospicio es preferible, sin duda, su transformación en convento. La Audiencia también había informado favorablemente en Setiembre de 1692 y el Cabildo Secular lo habla hecho en Agosto del mismo año. El 7 de Junio de 1710 se concedió la licencia, y no mucha después los mínimos abandonaron el primitivo local de la portada del Callao y se trasladaron a otro extremo de la ciudad, a la ermita de Nuestra Señora del Socorro, en el barrio de Malambo. En el Capitulo General de Valencia (1716) se aprobó la erección de este convento. No nos detendremos a hacer la historia de esta ermita y nos limita,remos a decir que a su lado habíase fundado un Beaterio de Nerias, así llamadas por haber sido su fundador el P. Gregario Cabañas, de la Congregación de San Felipe Neri, o también Cayetanas, porque con ese nombre se bautizó la casa. No prosperó el Beaterio y el P. Cabañas resolvió entregar el local a los Mínimos. Estos aceptaron la oferta y el 21 de Octubre de 1711 se verificó el traslado, conduciendo procesionalmente al nuevo local la imagen del Santo Fundador. Desde entonces sentaron sus reales los Mínimos en aquel sector de la ciudad y alli permanecieron hasta después de la independencia. En el año 1746 la ciudad y el puerto del Callao sufrieron los efectos de uno de las más terribles sacudimientos de tierra que registran sus anales. La pequeña Iglesia y la casa adjunta quedaron muy maltrechas y se pensó en reedificar una y otra en la misma calle, pero más cerca de la parroquia de San Lázaro. D. Pablo de Olavide, Oidor de la Audiencia, habla recibido el encargo de administrar los fondos y caudales extraídos de las ruinas y los que se pudieran ·anegar para la reconstrucción de la ciudad, con titulo de Comisario, y como tal se interesó por la nueva Iglesia que pensaban construir los Mínimos. El

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plan era un tanto ambicioso, pues no se diferenciaba del de las Iglesias de San Agustín y la Merced de Lima, qué son de las mayores de la capital. Se comenzaron las obras y se levantaron los muros de las tres naves, pero aún a fines del siglo no se había ido más allá, como puede observarse el día de hoy. La comunidad creció en número con el tiempo y hasta se llegó a erigir un nuevo convento en la ciudad de Huamanga, pero hasta su ,extinción la actividad de la Orden no puede compararse con la desplegada por las demás. La Orden de Nuestra Señora de Bethleem merece mayor atención no sólo por haberse difundido en toda la América Hispana sino además por haber sido la única de votos solemnes nacida en Indias. Su fundador fue el Venerable Fray Pedro de San José Betancur, nacido en Tenerife (Islas Canarias) cuyo verdadero apellido era Bethencourt, como descendiente del conquistador de aquellas Islas, Juan de Bethencourt. Nacido en 1626, pasó a Guatemala en edad todavía temprana y allí comenzó a frecuentar los estudios de la Compañía, pero pronto los abandonó para hacerse Hermano Tercero y dedicarse a obras de caridad. Instalóse cerca de la Capilla del Calvario y alli abrió un pequeño hospital y ·una escuela para niños, que hablan de ser las dos obras fundamentales de la Orden. Se le juntaron algunos hombres de bien, entre ellos el que había de completar su obra y alcanzar el reconocimiento de la Orden, Rodrigo de la Cruz. Fray Pedro vino a fallecer el 25 de Abril de 1667, dejando todavía en borradores las Constituciones, pero confiando en que sus discípulos habían de atenerse con fidelidad a la regla de vida que él habla comenzado a observar y les habla enseñado. Fray Rodrigo de la Cruz (Rodrigo Arias Maldonado y Salcedo), natural de Marbella, en la provincia de Málaga, donde nació el 25 de Diciembre de 1637 vino a Costa Rica con su padre, nombrado Gobernador de aquella Provincia, cuando sólo tenia 19 años de edad, A los veintiséis pasó a Guatemala donde un extraordinario suceso le impulsó a dejar el mundo y abrazar el instituto fundado por el Venerable Bethencourt .. A· la muerte del Venerable, Fray Rodrigo fue elegido Hermano Mayor. Eran entonces once los afiliados al Instituto. El 2 de Febrero de 1668, en presencia del Deán, D. Pedro del Castillo Cárcamo y Valdés se verificó la elección y al siguiente año fue nuevamente nom-

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brado Prefecto '. El Hospital erigido en Guatemala estaba destinado a los convalecientes, como se desprende de la Real Cédula que el 8 de Setiembre de 1664, envió al Rey a la Audiencia, pidiendo se le informase sobre la utilidad de dicho Hospital o de los inconvenientes que podlan seguirse de su fundación, en vista de la solicitud presentada por Pedro de Betancur, Hermano Profeso de la Tercera Orden de San Francisco. (Apéndice núm. 4). Pocos afíos llevaba de fundado este Hospital cuando Fray Rodrigo fue llamado a Lima por D. Antonio de Avila, quien con el indio Juan Cordero habla comenzado a fundar uno semejante. Unos Hermanos, venidos de Guatemala a pedir limosna, le dieron a conocer el Instituto Betlem!tico y creyó que nada mejor podia hacer en favor del Hospital del Carmen que ponerlo en sus manos. El Conde de Lemas apoyó la instancia y Fray Rodrigo po desperdició la ocasión que se le ofrec!a de extender su Orden. Comunicó su pensamiento al Prelado, que lo era D. Juan de Mafiozca, y éste, ignoramos por qué razones, se opuso ar viaje, aun cuando el Arzobispo de México, Payo de Rivera, se lo habla concedido. D. Juan se ablandó al fin y el 5 de Junio de 1671 salió de Guatemala en compafi!a de los Hermanos Andrés de San José, Alonso de la Encarnación y José de Villela. De una carta del mismo Fray Rodrigo, escrita en Lima el 6 de Junio de 1672 y dirigida al Presidente de la Audiencia de Guatemala, entresacaremos los datos que ·se siguen. Se embarcaron en El Realejo el 10 de Setiembre de 1671 y llegaron a Paita el 15 de Octubre del mismo afio, con viento favorable. De esta ciudad pasaron a Trujillo y en Lambayeque se entrevistaron con el Obispo D. Juan de la Calle, el cual les ayudó a continuar el viaje y les rogó que le esperasen en su ·ciudad episcopal. Llegados a Trujillo alquilaron una casa y, en llegando el Obispo, se comenzó a tratar de la entrega del Hospital, que estaba sujeto al Cabildo secular. Se ofrecieron algunas dificultades y Fray Rodrigo manifestó al Obispo que seria mejor fundar uno nuevo que ellos administrar!an según sus Constitu4 Libro Original de Gobierno de esta Casa de Nuestra Señora de Bethleem de Guatemala 1668, f. 1 y s. Aréh. Arzob. Guatemala . En un principio los ¡Hermanos se denominaron HH. de Belén de la Compañia de la Misericordia. Fray Pedro en su testamento dispuso que Fray Rodrigo-, asesorado por otros sacerdotes que le habían ayudado, redactara los Estatutos.

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clones y a Fray Juan de Ja Calle le pareció bien. En esta ciudad el H. José de Ja Concepción cayó enfermo de calenturas, y a Jos 21 días dio su alma a Dios. La ciudad les acompañó en su duelo y los PP. de San Agustín le dieron sepultura en su Iglesia. Dios en su Jugar les envió un sustituto, porque el 24 de Diciembre dio Fr. Rodrigo el hábito a un Capitán de Infantería, llamado Pedro Orti, natural de Navarra, que tomó el nombre de Pedro de San José. E! segundo dia de Pascua de Navidad salieron para Lima y entraron en esta ciudad en Enero de 1672. Fueron hospedados en el Hospital dé Santa Ana y el 4 de Marzo, primer Jueves de cuaresma, el Conde de Lemas fue a darles la bienvenida y los condujo al del Carmen, dándoles posesión del mismo, con licencia del Provisor D. Esteban de !barra. Se les había ofrecido el Hospital de Santa Ana, pero lo rehusaron por evitar el manejo de las rentas. Fray Rodrigo dice sobre éUo siguiente: "El Hospital es de los más hermosos que tiene esta ciudad. Tiene más de 300 camas y nueve salas grandes y tres pequeñas y muy lindas pilas de agua en las oficinas y claustros y sólo por no hacerme cargo de 25.000 pesos de renta que tiene, rehusé con todo empeño admitirlo". Fray Rodrigo no dejó de comunicarse con el V. P. Francisco del Castillo, de la Compañia, que era confesor del Conde y, por su consejo, le presentó un Memorial, en el cual le daba cuenta de Ja situación del Instituto y de Ja necesidad de su aprobación as! por Su Majestad como por el Sumo Pontífice 5 • Se acordó entonces que él pasase a Madrid y Roma y el Conde Je dio cartas para el Rey y Su Santidad y para sus agentes en Madrid y Nápoles y otros señores de la Corte y Generales de las Ordenes, especialmente de la Compafila, de "la que es afectísimo'', dice Fray Rodrigo. Entre tanto, recibiéronse por hermanos un médico aragonés, llamado Andrés de Olivar, el cual dejó 20.000 pesos a un hijo que tenia y todo lo demás lo cedió al Hospital y un mozo de 16 años, murciano y de buenos padres, llamado, José. De los dos hermanos que les habían precedido, Juan Pecador estaba padeciendo de hidropesla y Diego de San Miguel también estaba achacoso. Por esta razón pedla se le en~ Fray Rodrigo tomó por Director de su conciencia a un Padre de la Com.. pañía, tal vez el mismo P. Castillo y con él consultó el Memorial 'que se pre.. sentó al Virrey. Además, pidió al Provincial que señalase un Paéh,'"e que cada día fuese a platicar y confesar a los Hermanos.

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viasen de Guatemala cuatro Hermanos. Aprovechando Fray Rodrigo la próxima salida de Ja armada para Tierra Firme, decidió. embarcarse en ella y, dejando en Lima de Prefecto a Fr. Andrés de San José, salló en compañia del H. novicio, Andrés, con rumbo a Tierra Firme el sábado once de Junio de 1672. Este viaje de Fray Rodrigo fue capital para el porvenir del Instituto, pues gracias a él no sólo obtuvo la aprobación real, sino que el Papa Clemente X por una Bula de 2 de Mayo de 1672 aprobó los Estatutos de la Compañia Betlemitica. De esta manera, si la cuna del Instituto fue la ciudad de Guatemala, en Lima, y con el apoyo del Conde de Lemos; se fraguó su consolidación 6 •

El Hospital empezó a encontrar bienhechores, uno de ellos fue D. Luis de Benavente, pero los Hermanos se valieron de otro medio para su sosténimiento. Buscaron 365 personas que una vez al afio erogasen 12 pesos, cantidad que se consideraba necesaria para atender el gasto diario y, según decia Fray Rodrigo, en poco tiempo se inscribieron 200, entre ellas el Conde de Lemos que se ofreció a pagar doce dias y su esposa Dofia Ana de Borja que abonaba un día. Más adelante, Juan Solano de Herrera les dio 40.000 pesos: la Inquisición fundó una capellania de 5.000 pesos para el sacerdote que servirla de capellán y el Rey Carlos II ordenó se le diesen 3.000 pesos cada afio. Fray Andrés de San José, en carta de 3 de Marzo de 1673, referia al Prefecto del Hospital de Guatemala, lo sucedido después de la partida de Fray Rodrigo. Hablan quedado con él cuatro Hermanos, pero uno de ellos, Pedro de Orti, falleció poco después. Vistieron el hábito Antonio Sorrain Irigoyen, de San Sebastián, de 22 a 23 afios de edad y hermano del Contador de la Aduana de Guatemala; Fernán Francisco de Arriola, de 20 a 21 aftos, hijo de D. Martin de Arriola, Presidente que habla sido de la Audiencia de Quito; Un muchacho limefio, Francisco de Atocha, de 16 afios, "tan lindo en el alma como en el cuerpo y puedo asegurar que trajo Dios esta preciosa perla para esmalte y corona de toda nuestra Hermandad, porque sus empleos de virtud y fervoroso deseo de llegar a la suma perfección de los Santos, no tengo palabras con qué explicarlo ... , y Tomás de Torres, casado y con 50 afios, el cual de acuerdo con su mujer, vistió el hábito betlemitico mientras e Carta de Fr. Rodrigo. Lima, 6 Junio de 1672. Arch. Arzob. Guatemala.

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>ella ingresaba al Convento de Santa Catalina. A estos se siguieron otros, de modo que antes de un afio ya el número de los Hermanos ascendia a once, a los cuales habla que afiadir seis donados. Dios visiblemente ayudaba esta fundación. Como suele ocurrir en los comienzos de estas obras que se emprenden por su gloria y el bien de los prójimos, el fervor de espíritu de los Hermanos era grande y Fray Andrés lo testifica en una carta. No habían sido aprobadas las Constituciones por la Silla Apostólica pero al profesar, prometieron someterse a ellas en todo y no admitir mitigaciones en la Regla'· Fray Rodrigo obtuvo, como ya hemos dicho, la aprobación de las Constituciones en el año 1672 y dos años más tarde, el 3 de Noviembre de 1674, se expedia una nueva Bula, confirmando las reformas que Be habían Introducido en las Constituciones. Ayudóle a obtener estas y otras gracias el Cardenal Portocarrero que se convirtió en Protector de su Instituto y, una vez obtenidas, volvió a América adonde le llamaban varias fundaciones. Hacia el afio 1678 se encontraba de nuevo en el Perú, donde desplegó grande actividad. De Cajamarca," Chachapoyas, Trujillo y Piura solicitaban Hermanos que se hicieran cargo de los Hospitales. La primera fundación parece haber sido la de Cajamarca. Allá fue Fr. Rodrigo juntamente .con Fray Bernardo de San José y Fray José de Jesús, más tarde Prefecto de aquella casa. No les faltaron contradicciones y vinieron de quienes menos se podía esperar .. Los franciscanos, que tenian a su cargo la Parroquia de San Antonio y se hallaban bastante próximos, se opusieron a la obra del Hospital que ya se había comenzado y en 1680 hubo que suspender7 Arch. A:rzob. Guatemala. Caja F. Esto se hizo, dice Fray Andrés, con consulta de dos v tres varones de experiencia y de virtud "y uno de ellos fue el P. Francisco del Castillo, persona muy ilustrada de Nuestro Señor". Es curioso lo que apunta sobre los precios de las cosas en Lima; todo dice que costaba tres veces más que en Guatemala y se comprende que así fuese-, dada la diferencia de población y la riqueza de Lima. Para piueba de ello decía que en ocho meses se habían gastado más de 12.000 pesos, siendo así que la rénta era sólo de 400 pesos, con lo cual no había, dice, ni para la leña de la candela. Cada oficial de carpintería o albañilería ganaba cada día 18 o 20 reales- y los peones 6 reales. Una viga de 9 varas de largo costaba 40 pesos y la hechura de mil adobes 35 pesos. La libra de carne costaba un real; una gallina doce reales; un pollo, cinco reales, tres huevos, un real y una carga de leña, 14 reales. Por entonces el Hospital albergaba a 40 enfermos.

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la, mientras se acudía. al Superior Gobierno. El Corregidor de la villa D. Antonio de Ontaneda, a ruego de los Hermanos, acudió a ver la obra y pudo cert!ftcarse de lo que estaba hecho y de la Escuela de Niños que también se habla empezado a edificar. Pasó a Lima el asunto y D. Melchor de Liñán y CiSneros, Arzobispo Virrey, dispuso que no se innovase nada y ordenó al Corregidor lo ejecutase as!. En 1683 sucedió a Fray José de Jesús, Fray Blas de Santa Maria y éste resolvió construir Iglesia separada del Hospital. La antigua se hallaba muy deteriorada y en esto se apoyaba Fray Blas para hacer la nueva. El Corregidor, Francisco de Espinosa, hizo que el Maestro de Arquitectura, Mat!as Pérez Palomino, reconociese el edificio y halló que las maderas del te.cho estaban apolilladas y algunos tlj erales caídos. Se autorizó pues la obra y se. visitó también el lugar adonde se había de trasladar el Sacramento y pareció conveniente techarlo de nuevo y reparar las paredes. El año siguiente volvieron los .franciScanos y aun el Vicario a oponerse, pero el Corregidor sálló a la defensa de los Betlemitas e hlzoles ver cómo el. traslado se Imponía por estar el techo y el lienzo de pared próximo al altar amenazando ruina. El Obispo de Trujlllo, D. Francisco de Borja dio su aprobación, de modo que el 29 de Enero de 1684 se pudo realizar el traslado. En la antigua capilla sólo habla tres altares, el mayor, de cedro y dos colaterales, dedicado el uno a Santa Gertrudis y el otro a San Nicolás de Bari. Estas advocaciones se conservaron en la nueva y aun en el templo que se edificó posteriormente. Tras esta fundación se siguieron las de Chachapoyas, Trujillo y Piu.ra. A la primera de estas ciudades llegaron los Betlemitas en el año 1683 y su primer Prefecto fue Fr. Baltasar de San Ignacio. Aunque han trascurrido tantos años de esta fundación todavia subsiste el Hospital fundado por estos religiosos y aun la Iglesia, que es posterior, aunque bastante deteriorada. A Trujillo acudió el mismo Fray Rodrigo, a su vuelta de Cajamarca, en compañia de cuatro Hermanos. El Hospital e Iglesia se construyeron sólidamente y fueron de los mejores. El Cabildo de Piura habla escrito al Conde de Castellar, representando la necesidad en que se hallaba el Hospital de Santa Ana de dicha ciudad y cuyo Patronato pertenecía al Concejo. La renta que disfrutaba era sólo de 300 pesos, pero se esperaba que los vecinos ayudarian. El Acuerdo, visto el parecer del Fiscal, resolvió pasar tina nota

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a Fray Diego de San Miguel, Prefecto entonces del Hospital del Carmen de Lima, el 7 de Marzo de 1678 y éste respondió que Fray Rodrigo se encontraba en Trujillo. Seguramente, al tener noticia de esto, se encaminó allá y el 27 de Octubre del mismo año se hizo la entrega bajo inventario del Hospital y su Iglesia aneja, en presencia del Mayordomo, D. Pedro Vida! Allende 8 • Fray Rodrigo hubo de pasar a la Nueva España, donde también se hablan ofrecido algunas fundaciones y de aquí partió nuevamente para Madrid y Roma, a fin de obtener la definitiva aprobación de su Instituto y su reconocimiento como Orden Religiosa de votos solemnes. Hacia el año 1682 debía encontrarse en la Corte de España, donde supo ganarse la benevolencia de la Reina Madre, la cual por dos veces escribió al Papa Inocencia XI en favor de Fray Rodrigo y de los Betlemitas. El 14 de Marzo de 1683 el Secretario de Estado se dirigía al Nuncio en Madrid y le manifestaba que se habían recibido las cartas de la Reina y se le había contestado lo resuelto sobre el particular en una Congregación, pero el Agente de S. M. en Roma parecía. oponerse ahora, tal vez, porque no quería el Consejo que se multipliquen las Ordenes en las Indias. Le encarga por lo mismo se lo haga saber a la Reina'. Unos meses más tarde se le volvia a escribir, manifestándole que se había interesado en el asunto de Fray Rodrigo, por la recomendación de la Reina Madre, pero el Agente de S. M. se opone invocando el Patronato. Con este motivo Fray Rodrigo había presentado a Su Santidad ún Memorial en el cual demostraba cómo no pretende en manera alguna contravenir al Patronato y le remite una copia para que lo presente al Consejo. En el Memorial se hablaba de la fundación de la Compañía Betlemítíca y su rápida difusión, insistiendo en los beneficios que de ella reportaban los indígenas y de cómo fueron aprobadas las Constituciones en el año 1674 y se le concedieron otras gracias. A su vuelta a América se habían fundado otros 6 Hospitales, después de haber obtenido la licencia Real y cerca de 25 ciudades o villas los reclamaban, habiendo también crecido el número de los sujes La Provisión del Arzobispo Virrey, D. Melchor de Liñan, es de 9 Jul. 1678. La Iglesia y el Hospital, cuya advocación era San Sebastián, pasó en tiempos modernos a manos de los P·P. +edentoristas, los cuales han construído allí su ·Casa y una magnífica Iglesia. ti A. V. Nunziatura di Spagna. 356, f. 233 y F. 325 ·v.

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tos, por lo cual habrá que nombrar Prefecto Mayor. En vista de ello habla venido a Roma y habiendo expuesto el asunto a Su Santidad, éste tuvo a bien nombrar una Comisión compuesta de los Cardenales Cibo, Ottoboni y Casanate, para que lo examinaran y le dieran su parecer. Por fortuna se lograron vencer todas las dificultades, y el Pontifice Inocencio XI, por su Bula de 26 de Marm de 1687 confirmó las Constituciones de la Compañia Betlemítica y la erigió en Congregación Regular bajo la Regla de San Agustin, sujetándola a la Silla Apostólica. Fray Rodrigo podía cantar victoria. Habla obtenido lo que entonces se consideraba muy dificil de obtener y su Compañia no era ya el pequeño grano de mostaza de los primeros dias, sino árbol que cobijaba ya once Hospitales y habla de extender sus ramas todavia más por toda la América Hispana. Fray Rodrigo y su compañero, Fray Cristóbal de la Asunción, hicieron la Profesión de Votos Solemnes en manos del Cardenal Vicario, Mons. Carpena, el 7 de Mayo de 1687, y luego dispusieron su viaje a España y de aqui a América. Parece, sin embargo, que se adelantó el H. Fray Cristóbal, porque éste, en llegando a México, hizo llamar al Prefecto del Hospital de Guatemala, Fr. José de los Mártires y recibió sus votos y los del de México, Fray Francisco del Rosario, en 1689. No seguiremos al fundador en sus correrías, pero si conviene anotar que el 14 de Octubre de 1696 llegaba Fray Rodrigo a Puebla, de donde pasó a la ciudad de México y aqui lo dispuso todo para la solemne publicación de la Bula Inocenciana, hecho que tuvo lugar con toda pompa el 10 de Febrero de 1697 "· Inmediatamente se convocó a Congregación General a todos los Superiores de las Casas de la Nueva España y alli se resolvió celebrar otra en Lima con los del Perú y, finalmente, otra en Guatemala con todos los _de la. Orden. En los primeros dias de Marzo de 1697 salió de México; dejando a Fr. Miguel de Jesús Maria de Vice Prefecto General y en compañía de 14 Hermanos pasó al Realejo para embarcarse, rumbo al Perú. A Lima llegó el 28 de Setiembre de dicho año y luego recibió la profesión -:io Carta del Obispo a- S. M. 20 de Enero de 1699. En Llma se publicó también con gran solemnidad la Bula Inocenciana en favor d_e los Bethemitas y el Arzobispo, D. Th'l:elchor de Liñán, publicó un Edicto en este motivo la cual se imprimió 8.quel año. El acto tu_vo lugar el 9 de nMarzo -de 1698. A. de I. Lima 306.

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de los Hermanos del Hospital del Carmen. Citó a los demás para la Congregación que alli habla de tener lugar y ésta, después de aprobar lo resuelto en México y tomado otros acuerdos, se terminó el 10 de Febrero de 1698. Antes de esta fecha, sabiendo el Sr. Obispo del Cuzco, D. Manuel de Mollinedo, que Fr. Rodrigo se encontraba en Lima le escribió invitándolo a pasar a aquella ciudad. El 10 de Mayo de 1696 daba el Obispo cuenta de la venida de Jos Betlemltas en la carta siguiente: "Señor: A este Reyno han pasado del de México los Hermanos de la Compañia Betlemitica de Jesús, Maria y José y los que desde Lima han venido a pedir limosna a este Obispado me han parecido hombres muy ejemplares y de grande austeridad. Es su principal instituto recoger pobres convalecientes y cuidar de su asistencia hasta que logren perfecta salud ... Para este propósito es muy a propósito la Casa e Iglesia de Nuestra Señora de la Almudena que fabriqué desde sus fundamentos ... de que di cuenta a V. M. asi que se colocó (la imagen), con que está hecho lo principal para que empiezen a ejercitarse en su ministerio estos Hermanos, pues la Iglesia es muy capaz, adornada de todo lo necesario ... La casa es muy a propósito porque tiene las celdas y todas las oficinas necesarias: dos patios grandes y otros dos medianos con tres fuentes o pilas de piedra labrada, jardin y huerto, cuyo costo es más de 40.000 pesos. El paraje no puede ser mejor, porque está extramuros de la ciudad, inmediato a ella y muy sano ...". Fray Rodrigo, acompañado de algunos Hermanos, entró en .el Cuzco el 29 de Jupio de 1698 y le salieron a recibir ambos Cabildos y muchos caballeros. Se hospedaron en el Hospital de la Almudena y alli permaneció cerca de siete meses, con gran edificación de Ja ciudad. El Hospital propiamente dicho estaba por hacerse y se resolvió construir cuatro salás, cada una con capacidad para cien camas y labrar edificio aparte para el Hospital de Sacerdotes. Como la renta no era bastante, pues se reducia a 7.000 pesos, de los cuales 4.000 pertenecian a la Cofradia de los clérigos, se hizo necesario pedir ayuda a S. M. El lunes, 1 de Setiembre, se hizo formal entrega 'de la Casa e Iglesia de la Almudena a los Betlemitas y, gracias a los donativos que se fueron recibiendo, el Hospital fue mejorando notablemente hasta llegar a ser uno de los mejores de la ciudad. Por el Libro de Profesiones consta que a 30 de Noviembre de 1698 las comenzaron a hacer los Hermanos, sus-

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crlbiendo las primeras Fray Rodrigo y el Prefecto del Cuzco, Fray Juan de la Encarnación. Del Cuzco pasó Fray Rodrigo a Potosi, donde a ruegos de la ciudad se hizo cargo del Hospital de la Santa Veracruz que hasta entonces sostenla una Hermandad. En Febrero de 1700 se tomó posesión y fue este el primero que la Orden tuvo en el Alto Perú. De Potosí regresó al Cuzco y de aqui pasó a Lima donde le fue entregado el Hospital de Incurables. El Hospital de Chachapoyas, que por un tiempo fue abandonado, volvió a manos de los Betlemitas y a Fray Blas de Santa Maria, a quien dejó de Vice Prefecto General, le encomendó la fundación de Huaraz, para la cual se habia solicitado la licencia en 1699 al Conde de la Monclova. Una vez tomadas estas disposiciones, Fr. Rodrigo se embarcó en el Callao el 17 de Marzo de 1703 y se dirigió a Guatemala, donde se le recibió triunfalmente, poniendo a su disposición el Presidente de la Audlencia, D. Alonso Zevallos Villagutierre, su propia carroza. Por un Breve de Su Santidad, su cargo de Prefecto General habla de. durar seis años, a partir del día en que entrara en la ciudad. En conformidad con lo acordado en las Congregaeiones parciales de México y· Lima se convocó en Guatemala el Capitulo General que abrió sus sesiones el 20 .de Marzo de 1704. Dando'. un ejemplo de sencillez evangélica resolvió suprimir el trato de Reverendisima que se daba al Prefecto General y el dar a todos, cualesquier que fuese el cargo que ocupasen, el titulo de Hermanos. Por este tiempo hubo de ocuparse de la rama de mujeres que habla surgido en Guatemala. Doña Agustina de Mesa y su hija'. habían fundado un Hospicio para convalecientes, que denominaron Portal de Belén, y algunas mujeres devotas se asociaron para cuidar de él, a las cuales se dio también el nombre de Betlemitas y hacía ya más de treinta años que viv!an en comunidad. Clemente X habla ordenado en 1674 no se admitiesen mujeres en los Hospitales de la Orden, las cuales debian ser atendidas por personas de su sexo en edificio separado. Posiblemente por esta razón, se pensó en crear la rama femenina. y el hecho es que a partir del año 1704, las beatas del Portal de Belén comenzaron a vestir el hábito de los Betlemitas, con licencia del Ordinario de Guatemala. En aquel año habían sido enviados a Roma a solicitar algunas gracias,. el H. Fray Miguel de Santa María y Fr. Francisco de San Antonio, y al primero se le encargó solicitase de la San-

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ta Sede la aprobación de esta rama de la Orden. La componían entonces unas 23, y pidieron a Fray Rodrigo el poder emitir votos simples en manos del P. Joaquín de la Peña, de la Compañia, que era su Director Espiritual. Fr. Rodrigo no aceptó, por pender aun de la solución de la Santa Sede, el reconocimiento de este Instituto, péro el 22 de Marzo de 1706 recibió a María de la Cruz, que hacía de Superiora y a las demás Hermanas comtJ si fueran parte de la Orden. El mismo año, a 16 de Mayo, nombró Vice Prefecto General para la Nueva España a Fray Juan de Jesús, en tanto que a Fr. Miguel de Santa Maria se le dio el encargo de pedir en Roma la perpetuidad de su cargo. Embarcóse luego para el Perú y visitó las casas de la Orden, llegando a Piura en 1709. La fundación de Huaraz prosperaba. D. Juan Esteban de Castromonte, cura de la villa, había cedido con este fin 20.000 pesos y la Hacienda de Chavin. Pidióse la licencia al Gobierno en 1699 y el Conde de la Monclova la mandó dar el 23 de Noviembre de 1700. A fines de este año llegó a Huaraz Fray Bias de Santa María, Vice Prefecto General con otros Hermanos y se establecieron en el Hospital, el 29 de Enero de 1701. La Reaf Cédula aprobatoria se libró el 4 de Julio de 1707. Era Prefecto en este año Fray Damíán de San Bernardo y, según el libro de entradas, desde el año 1705 hasta Mayo de 1708 habían ingresado 134 enfermos, de los cuales 16 habían pasado a mejor vida. En 1707 se abrió la Escuela de Niños que con el tiempo llegó a contar con más de cien alumnos. De ordinario se les enseñaban las primeras letras, a escribir y contar, pero a algunos más despiertos también la gramática latina. Sus rentas en el s. xvnr eran las siguientes. De Censos, 345 pesos; del Obraje de Chavin, 500; del tomin del Hospital que pagaban los indios de Huailas, Conchucos, Huamalies y Cajatambo, 1707; de pie de altar, 236; de limosnas, 100 y de la Botica, 40. En total 2.928 pesos. Con esta renta y viviendo en una tierra donde los comestibles son baratos se podía sostener el Hospital. El de Cajamarca habia hecho mayores progresos y el número de enfermos era también mayor, pues en sólo un año pasaban de un centenar. Se emprendió la obra del nuevo Hospital, utilizando Ja piedra del vecino cerro de Santa Apolonia, no sin disgusto de los franciscanos y en 1739 se construyó la enfermería de los indios. En 1756, Fray Juan de Belén, Prefecto del Hospital adquirió el solar vecino, donde habla estado el llamado Palacio del Inga, de los herederos de D. Fer-

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nando Astopi!lco, cacique de Cajamarca. En 1764, se construyó el Hospital de Mujeres al costado de la Iglesia, calle en medio, donde se colocó la imagen del Sefior del Auxilio que, más adelante, por la fama de sus milagros, se trasladó al templo. Este es uno de los monumentos artísticos que más ennoblecen la villa de Cajamarca y tanto su fachada como el interior son verdaderas joyas del barroco colonial. El Hospital lo constituyen cuatro grandes salas en forma de cruz, de canterla, abovedadas y con buena luz. En una de las salas adyacentes se conserva la Galer!a de los Prefectos Generales, desde el fUndador, Fray Rodrigo hasta Fray Francisco de Santa Teresa, elegido para este cargo 'en Lima el 28 de Abril de 1776. Fray Rodrigo, en este tercer viaje al Perú, recorrió todas las casas de la Orden y alentó a sus hijos a continuar en la obra comenzada y volvióse luego a la Nueva Espafia, falleciendo en México el 27 de Setiembre de 1716. Dejaba bien asentada la Orden que Dios había inspirado al Venerable Betancur. Las fundaciones se hablan multipl!cado en s.u tiempo, pero a estas se afiadieron otras, como las de Quito, Cuenca, la de Buenos Aires y Córdoba y la de La Habana, .todas las cuales datan de la primera mital del s. XVIII. En el Perú a las ya citadas se siguió la de Moquegua. El Real Acuerdo de Lima habla autorizado la fundación de un Hospicio en la villa el 8 de Julio de 1726 y, fundándose en esta circunstancia, el Definitorio dispuso que pasasen allá Fray Francisco de San Antonio, en calidad de Presidente y Jos HH. Fray José del Sacramento, Fray Eduardo de los Reyes y Fray Cristóbal de la Natividad. Llegaron en Setiembre de dicho año, y poco después el Cabildo, a 25 de Marzo de 1729, pr~sidido por ·e1 Corregidor General D. Baltasar Pastor, decidió, atento el provecho que resultaba a la villa de la fundación del Hospital y del celo con que cuidaba a los enfermos, Fray José de la Cruz, Prefecto del mismo, ayudar a la fábrica, sea con botijas de vino, sea con dinero. El Rey no se mostró pronto a aprobar esta nueva casa de salud, pero el Procurador General, Fray José de San Joaqu!n, repitió sus instancias y el Consejo de Indias resolvió pedir los informes del caso. Los remitieron as! el Cabildo de la Villa como el Corregidor y el Obispo de Arequipa. Por fin, el 7 de Diciembre de 1743 suscrib!a S. M. en Buen Retiro la cédula aprobatoria. El Obispo, D. Juan Bravo del Rivero, dio en Noviembre 5

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de 1745, la licencia como Ordinario y quedó reconocido el Hospital de San Antonio. El fundador fue Don Antonio Isidro Fernández Maldonado, el cual cedió con este fin el fundo llamado Locumbilla, toda su plata labrada y alhajas de oro que se tasaron en 242 marcos y renta para unas capellen!as. Hízose todo por escritura el 19 de Diciembre de 1731. El Cabildo, a su vez, había cedido en Setiembre de 1729 el sitio, donde hasta ahora se levanta el Hospital, llamado de los Hurtados, desde la Calle Real hasta el cerrillo de San. Bernabé, lindando por una parte con el camino que va a Samegua y por otra con el que conduce a la Villa Vieja"· Fray José de la Cruz continuó de Prefecto hasta el año 1739 y en el año anterior hizo la visita el Prefecto General, Fray José de San Francisco. El Hospital acogía ordinariamente hasta unos 300 y más enfermos por año y a partir del año 1780 se abrió, además, la Escuela de Niños pobres. Estos oian misa todos los días y rezaban el rosario y, fuera de la doctrina cristiana, aprendían a leer, escribir y contar. La Botica del Hospital venia a ser la única de la villa, de modo que este servicio prestaban también a los vecinos los Betlemitas, vendiéndoles medicinas por su valor. Después de fallecido Fray Rodrigo, resultó elegido para Prefecto General, Fray Bartolomé de la Cruz, natural de Cajamarca e hijo de Bartolomé Sánchez y Leonor Cruzado. Sus padres lo enviaron a Lima a estudiar en el Colegio de San Martín y en esta ciudad abrazó el instituto betlemitico el 21 de Junio de 1680. Fue prefecto de los Hospitales de Piura, Trujillo y Lima y su elección se realizó el 2 de Febrero de 1721. Un año antes;el 26 de Abril de 1720, Fray Bartolomé de los Reyes, Vice Prefecto General en el Perú, pidió al Arzobispo Soloaga, subsanase los actos del Vicario General, Fray Juan de Santiago y convocase a Capitulo General. Se hizo as! y en este Capitulo fue elegido Fray Bartolomé. Dado que en el Perú y México se encontraban la mayor parte de las casas de la Orden se empezó desde entonces a alternar entre Lima y México para la celebración de los Capítulos. En el año 1639, se convocó en Lima y a 11 de Junio fue elegido Gener'al, 11 Consta de la tasación del solar. El fundador, clérigo presbítero, pidió se le diese el hábito de la Orden y se le concedió esta gracia pero fane·ció a los veinte días de vestirlo, el 21 de Junio de 1732. Arch. Beneficencia. Moquegua.

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Fray Tomás de San Cipriano. Los vocales, presididos por Fray José de San Francisco, Vicario General, tomaron diversos acuerdos en los ellas siguientes y el 20 de Julio se le dio término. La Orden Hospitalaria fundada por el Venerable Betancur llevó a cabo en estas partes una obra de bien y as! en la atención a los enfermos como en la enseñanza de los niños pobres, respondió a los fines para que se habla creado. Así se expli~a la popularidad de que gozaron sus miembros y la generosidad con que las gentes les prestaron apoyo. Como una muestra de su caridad para con los dolientes, diremos que según sus Constituciones, los HH. debían ir con una silla de manos a traerlos de sus casas al Hospital. En Lima, por la distancia e ir diario, usaban un carretón. Fue muy de sentir que viniera a extinguirse la Orden. en tiempos de la repúbljca. Hasta el año 1845 y 1846 subsistlan algunos de sus Hospitales, pero con un personal reducidisimo. La ola revolucionaria habla dispersado a sus miembros, obligando a los españoles a retirarse y agostando la fuente de las vocaciones. Sólo quedó en pie la rama femenina, pero no en el Perú, en donde no llegó a establecerse, sino en Colombia y de este gran árbol que fue la Compañia Betlemltica no subsiste en nuestros dias sino esta rama desgajada del mismo, aun cuando se hayan introducido en ella reformas sustanciales 12 • 1·2 Se llaman Bethlemitas _del Sagrado Corazón, y tienen la Casa Madre en Bogotá. Daremos aquí los nombres de los Prefectos Generales que se siguieron a los citados en el texto: Fr. Antonio del Rosario, nat. Tudela, elegido e~ México_ el 11 Jun. 1748. Fr. José de la Cruz, na t. Madrid, elegido en Lima, el 11 de Jun. 1757. Fr. Francisco X. de Santa Teresa, nat. Azagra, elegido en M_éxico, el 30 Abr. 1768. Fr. José de la Cruz, nat. Valderrama, elegido en Lima, el 28 Abr. 1776. Fr. Juan Angel de San Ignacio, elegido en México. Fr. Pascual de ·san José, elegido en Lima, el 1 Dic. 1789. Fr. Francisco de San Matías, nat. Villagordo, elegido en México, 1798. Fr. Francisco Ant del Carmen, elegido en Lima, 1808. Siendo Prefecto General Fr. José de la Cruz, envió a fundar a Buenos Aires a Fr. Agustín de San José, venido de España al Perú en 1736. Fr. Agustín llegó a ·aquella ciudad el 9 de Mayo.de 1747 y el 27 de Noviembre tomP posesión del Hospital. Allí continuó hasta que en 1757 se le dio la categoría de convento regular. Fue Protector de este Hospital D. Domingo de Basavilbaso. Fr. Agustín pasó luego a Potosi y aquí murió en 1760.

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3. La Congregación del Oratorio, fundada en Roma por San Felipe Neri, no es propiamente una Orden o Congregación religiosa, pues sus miembros no hacen los votos públicos que se hacen en las Religiones, pero se asocian para hacer vida común y tender a Ja perfección. Posiblemente, por razón de este género de vida que se diferenciaba del comúnmente usado hasta entonces, este Instituto se difundió bastante y hasta hoy subsiste en muchos paises. El origen del Omtorio de Lima es el siguiente. En Ja Iglesia de San Pedro del Hospital de Sacerdotes introdujo el Lic. Juan Pedrero de Santiago los Ejercicios de la Escuela de Cristo a los que concurría buen número de gente todos Jos viernes del afio. Entre los más asiduos se contaban dos clérigos, el Br. Alonso Riero de Pastrana, que vivía en la proximidad y el Br. Francisco Javier de Ayllón. Cayó enfermo el Lic. Pedrero y entonces decidieron ambos encargarse de la Escuela y el P. Riero tomó la dirección. Este habla concebido la idea de fundar en Lima una Casa del Oratorio, asociándose a otros sacerdotes y comenzó a ponerlo en práctica, pero no teniendo casa en donde poder hacer la fundación pensó en valerse de la que pertenecía al Hospital de Sacerdotes y administraba la Cofradía de Hermanos 24. Era uno de ellos Riero y estaba bien informado de lo que sucedía de puertas adentro. SI lograba su propósito, de un lance se hacia de un local para la fundación y de Iglesia los ministerios. En el Informe que el Conde de Castellar dio en su favor en Madrid el 1 de Marzo de 1683, se dice que, dado el desbarato que habla en las rentas del Hospital, pues de los 1.700 pesos que tenla de renta, 700 cobraba el Mayordomo nombrado por los Hermanos 24 y el resto se aplicaba a la cura de. los pocos enfermos que a él acudían, eJ Arzobispo Fray Juan de Almoguera habla resuelto quitar la administración a dichos Hermanos. Es muy posible que Ja información fuera un tanto parcial, pero el hecho es que el Arzobispo entregó el 31 de Mayo de 1674 el Hospital con todos sus enseres y la Iglesia adjunta al P. Riera y, meses más tarde, en Noviembre de dicho afio le autorizaba a él y sus diez compafieros a viV!r en comunidad, guardando las Reglas de la Congregación del Oratorio. Eran estos los Padres, Francisco Javier Ayllón, Bernardo de Vilches, Juan Ubitarte, Alonso Rioja, Luis Poyatas, Agustín de Venegas, José de Orionlo, Juan de Egoaguirre y Diego de Saravla, a los

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cuales se fueron uniendo otros hasta llegar a contarse trece. Hasta entonces habian vivido en una casa que Dolía Maria de Robles habla donado al Lic. Riero y estaba contigua a la Iglesia de San Pedro, pero en adelante se instalaron en el mismo Hospital. Riero comprendió que su triunfo habria sido estéril si no llegaba a obtener la aprobación real y pontificia de todo lo obrado y por esta razón se decidió a pasar a Madrid y Roma. Preparábase a volver a la Península el Conde del Castellar, el mismo que luego le brindó amplia protección en la Corte y en su compafiia se embarcó en el Callao el 21 de Setiembre de 1681 en la armada que salió aquel dia para Tierra Firme. Con la mira puesta en la adquisición del Hospital, él y algunos de sus compafieros hablan logrado entrar en el número de los Hermanos 24 que corrían con la administración y aun, mediante el influjo del Prelado, obtuvo que se le diese el título de Mayordomo. No obstante, el que ejercla el cargo y el Abad Mayor, Pedro Fernández Marmolejo, advirtieron el juego de Riero y trataron de oponerse a sus designios. Riera no se dejó vencer en astucia y tanto dio y cavó con el Arzobispo que éste ordenó la visita del Hospital, dando comisión para ello a su asesor, D. Francisco de Valera y, mientras se llevaba a cabo, extendió a Riera el nombramiento de Mayordomo, cesando en sus funciones el Abad Mayor"· La visita no hizo sino empezar, pues el 2 de Marzo de 1676 fallecia el Arzobispo Almoguera y los Hermanos 24 pidieron al Cabildo, sede vacante, se hiciese elección de oficios. Reunióse la junta y en ella fue nuevamente elegido Mayordomo el Lic. José Núfiez. No se amilanó Riero y tomó entonces como arbitrio ganarse la voluntad de los electores y ver la manera de sustituir al electo. Al fin, Núfíez, hostigado por los ardides de su contendor, renunció a la Mayordomla y en otra Junta salió nombrado el fundador del Oratotio. Podemos salvar la intención del Licenciado, pero no puede negarse que los medios de que echó mano para conseguir su intento distaban bastante de ajustarse a lo que exigen la justicia y caridad perfectas. Pero, antes de ir adelante, conviene que el lector refresque las ideas que apuntamos sobre el Hospital de San Pedro en el Capitulo XIV del tomo segundo. Por este tiempo era cierto que se hallaba un tanto decaldo, as! por ser corto el número de los sacerdotes que se aslstlan en 1-:1

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el Hospital como por la falta de una buena admintstración. El Lic. Riera aprovechó estas circunstancias para introducirse en su gobierno. El Cabildo, en la vacante, según el informe del Conde de Castellar, aprobó el nombramiento de Riera como Mayordomo y, luego de la toma de posesión de D. Melchor de Liñan, éste escribió el 5 de Setiembre de 1681 a S. M. pidiendo se agregase el Hospital a la Congregación del Oratorio que hacia 10 años había fundado el Lic. Riero, el cual pensaba pasar a España con este fin. Casi por el mismo tiempo escribia en el mismo sentido el canónigo teologal del coro de Lima, D. Pedro de Cárdenas y Arbieto, electo Obispo de Mizque o Santa Cruz de la Sierra. Era D. Pedro Protector del Hospital y afirmaba que los PP. del Oratorio ejercitaban con mucho celo diversos ministerios y atendían a los sacerdotes enfermos con mucha caridad 14• Llegado a la Corte, con el favor del Conde de Castellar y otros personajes, obtuvo que el 12 de Marzo de 1683 se expidiese una Real Cédula, en la cual se decretaba la agregación del Hospital de San Pedro a la Congregación del Oratorio y se encomendaba a éste la administración de sus bienes ". De Madrid pasó a Roma y aquí tampoco le faltaron amigos y uno de ellos fue el Cardenal Cibo que habla sido Nuncio en España. Inocencia XI suscribió dos Breves, el uno a 15 de Junio de 1683, por el cual aprobaba la erección del Oratorio de Lima, canee!bid. El Oratorio se extendió también al Alto Perú~ La primera Casa se abTió en Potosí, con licencia del Ordinario y a solicitud del Pbro. Francisco de Agui~ rre. En 1686 estaba ya constituido y los PP. ejercían los ministerios en la Iglesia de la Candelaria cedida con este objeto. El siguiente año falleció Aguirre, pero el Oratorio subsistió todavía por algunos años, pero debió extillguirse en el S. XVIII, pues, al tratarse de la fundación del Oratorio de Chuquisaca, hubo que acudir al de Lima para que enviase algunos Pa,dres. V. Memorie Hi&tori~ 14

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che della Congreg(J,fjione dell'Oratorio... Raccolt,e... da Giovanni Marciano ... dell'Oratorio ili Napoli. Fol. 1702. Lib. IV, cap. XIV.

. El de Charcas se fundo en 1745. De Lima pasaron a fundarlo, D. Manuel de la Fuente, el primer Prepósito, el P. Jorge Tambino Y los HH. Mateo Espinosa y Pedro Pérez. El Chantre de ese Cabildo, D. Manuel de Rojas y Argandoña, les donó una buena casa, donde se construyó el convento y la Iglesia, ambos de sólida arquitectura .. El Arzobispo San Alberto, escribía el 24 de Febrero de 1796 al Prepósito de Lima, P. Manuel Villavicenc.j.o, dándole cuenta· del buen recibimiento que les hizo la ciudad. Ha subsistido hasta nuestros días, aun~ que con muy escaso número de sujetos.

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diéndole todas las gracias de que gozaba la matriz de Roma y el otro, a 15 de Setiembre, adjudicando el Hospital de San Pedro a los Oratorianos. Una vez obtenido cuanto deseaba, emprendió el viaje de vuelta, llegando a Lima en 1684. Presentó ambos Breves al Arzobispo y, en consecuencia, D. Melchor de Liñan proveyó un auto por el cual se entregaba la administración del Hospital de San Pedro al Prepósito del Oratorio y se encargó al Deán, D. Diego de Salazar; lo pusiese en posesión 16 • Podiamos preguntarnos si esta agregación del Hospital al Oratorio fue de provecho para el primero y la respuesta que hemos de dar, si nos atenemos a los hechos, es negativa. El Lic. Riera no pensó nunca en destruir una obra tan santa como la fundada por los sacerdotes de Lima, pero su absorción por los Oratorianos fue causa de su paulatina decadencia y de su- acabamiento. Ya en Diciembre de 1685 comenzó el éxodo de la mayor parte de los que formaban la Concordia o Cofradía, hasta el punto de no quedar sino tres de ellos. Estos elevaron sus quejas al Arzobispo y pidieron que se nombrara nuevo Prepósito, como lo disponían las. mismas Constituciones del Oratorio, a fin de evitar los inconvenientes que se hablan seguido en el gobierno del Lic. Riera. Se atendieron sus süplicas y fue nombrado en su lugar el P. Francisco Javier Ayllón, uno de los fundadores, el 11 de Octubre de 1692. Las cargas del oficio y, posiblemente, disgustos internos lo movieron a abandonar la Congregación, falleciendo fuera de ella en el año 1717. La Congregación del Oratorio prosiguió su marcha no sin que se ofreciesen tropiezos de alguna entidad. Aunque obtuvo de la Santidad de Clemente.XII un Breve, el 26 de Abril de 1736, en el cual se concedían al Oratorio de Lima las gracias y privilegios concedidos al de la Vallicella de Roma y en el año 1747 otro de Benedicto XIV, de 25 de Febrero, en el cual se deciaraba que el Prepósito y Presbiteros de la Congregación estaban exentos de asistir a las proceslémes públicas, ordenadas por el Prelado diocesano, sin que pudiesen ser obligados a concurrir por Juez alguno, ya el año 1724, a 10 de Febrero, se les intimó un auto dispon1endo la visita del Hospital y pidiendo los autos de su agregación al Oratorio. Se atribuyó esta medida y con algún 15 Obtenida la Bula de Erección del Oratorio se presentó al· Consejo Y éste le dio el respectivo pase el 27 de Mayo de 1684.

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fundamento al Pbro. D. Alonso de la Cueva, miembro hasta entonces de la Congregación y administrador de los bienes del Hospital. El estado de éste dejaba de ser ha!agüefio, tanto que el Prepósito Juan de Morales Risco, no habla dudado decir que serla conveniente su entrega a Jos clérigos, por no ser posible que ellos lo atendiesen. Más todavia, en el escrito que él y los demás Padres presentaron al Vicario General, D. Andrés de Munive, el 15 de Febrero de 1727, pidieron expresamente la dejación del Hospital. D. Alonso, que se habla dado cuenta de todo esto, pretendió poner remedio y como dentro de la Congregación hallara resistencias determinó abandonarla. ·El P. Ami! y Fei j oo en la Representación que hizo a S. M. y se imprimió en Madrid en 1756 le llama expulso, pero no parece que Jo fuera legalmente, as! por las Constituciones de la Congregación, como por lo que D. Alonso dice a este respecto en la obra que imprimió en Sevilla en 1728 y aun por la circunstancia de haberlo nombrado el Oratorio de. Lima su apoderado, en vista del viaje que pensaba emprender a España en 1724. Sea lo que fuere de Ja actitud de D. Alonso, el caso es que la Curia de Lima hubo de exigir se presentase el margesi de Jos bienes del Hospital y Jos libros de cuentas de su administración, todo .lo qual no pudo menos de mortiílcar a los Oratorianos y demostró que, en efecto, era cierto, como lo aseguraba D. Alonso, que no se habla hecho distinción entre las bienes del Hospital y Jos del Oratorio y lejos de beneficiarse el primero con su entrega a Jos Filipenses, más bien se había seguido su descaecimiento 11. El segundo conflicto que hubo de sostener el Oratorio revistió mayor gravedad, pues hubo de enfrentarse con el Arzobispo de Lima, D. Pedro Antonio Barroeta. Este dio principio a la visita de la Iglesia y Casa de la Congregación el 12 de Octubre de 1752, empezando por la Iglesia y continuando luego por el Hospital. A los pocos dias, por 17 D. Alonso de la Cueva hizo imprimir un Memorial y_ luego en Sevilla, en 1728, por Juan de la Puerta el "Compendio Histórico ele fu Fundación v Progresos de los Clérigos seculares que viven en común, observando el lnsNtuto de Za Congregación del Oratorio ..." La obra fue_prohlbida in- totum por un edicto de la Inquisición de Lima de 19 de Setiembre de 1751, "Pº!' carecer d"1 nombre de autor y de las aprobaciones y licencias necesarias y ser injurioso a los PP. de dicha Congregación, detractorio de su buena fama y de otras per· sonas eclesiásticas constituidas en dignidad .. "

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medio de un Notario, pidió al Prepósito se le enviase una relación de todos los que formaban la Comunidad y de los criados que la servian. Respondióse al parecer satisfactoriamente, pero Juego exigió el Prelado algunas explicaciones sobre las capellanias que gozaban algunos de los Oratorianos y la entrega de Jos libros e inventarlos de los, bienes, Archivo y aun aquellos que se referían al gobierno de la Congregación. Esta satisfizo en el modo que pudo, pero en cuanto a Jos libros que se relacionaban con la vida interior de su Instituto, se negaron a exhibirlos y pidieron al Arzobispo se hiciese cargo de las razones que tenían para tomar este acuerdo. Molestos, al fin, por todas estas exigencias y, juzgando que la causa no era otra sino la unión del Hospital al Oratorio, resolvieron hacer dejación del primero y dieron comiSión al P. Vicente Ami! y Feijoo para que acudiese a Madrid y resolviese alli el asunto, suscribiendo la respectiva patente el 3 de Enero de 1753. Hubo alguna dificultad para este viaje, porque el Arzobispo se negó a conceder al P. Amil la licencia de emprenderlo, pero al fin, con la ayuda del Virrey, se consiguió que extendiese las testimoniales para su realización. Este tenia, además, otro fin: pedir al Consejo determinase cómo debían tener cumplido efecto así la Bula de Benedicto XIV Injuncti Nonis, de 25 de Febrero de 1747, en la cual se eximia de la jurisdicción del Ordinario a los PP. del Oratorio, como las Letras en forma de Breve de Gregario XV, citadas por Bene(iicto XIV, sobre el modo y forma que deben observar los Prelados diocesanos en la visita de sus casas. El Consejo dio plena aprobación á los pedidos del P. Ami! y le dio licencia para que pasase a Romtt a solicitar de la Silla Apostólica la confirmación de las exenciones que ya estaban concedidas y la solución de algunas dudas que se hablan suscitado con motivo de Ja visita arzobiSpal. Por otra parte, parece que se escribió tam-. bién al Arzobispo Barroeta, llamándole Ja atención sobre .sus procedimientos en contra de la Congregación y encargándole dejase de· molestar en adelante a sus individuos. En el año 1757 Ami! y Feijoo se encontraba 'en Roma y luego de haber obtenido de Benedicto XIV un Breve en el cual se respondía a las dudas de que se ha hablado, volvió a España y obtuvo una Real Cédula, suscrita en Villavicíosa el 4 de Octubre de 1758, por la cual Su_

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Majestad admitía bajo su Real Patronato a la Congregación del Oratorio de Lima. Al tiempo de la visita del Arzobispo Barroeta hacia de Prepósito en Lima el P. Martín Ortiz de Foronda y el número de los Padres era de once, incluyendo al Prepósito, más un clérigo subdiácono. Casi todos eran peruanos, excepto tres, el P. Martín de Lacunza, el P. Pedro Fermin de Soria y el P. Ami! y Feij oo, nacido en La Corufia. Los bienes de la Congregación no eran cuantiosos, per? con el tiempo se habían acrecentado. Los primeros fueron las casas que les donó Dofia María de Robles, una de las cuales compró al mismo Hospital y otra, perteneciente también al dicho nosocomio, el Lic. Riera la compró a los Hermanos 24 y se hallaba próxima a las antecedentes. Más tarde se adquirió en Lurin una buena hacienda llamada Chacra Grande, ·cuyo nombre se mudó más tarde por ·el de San Pedro, a todo lo cual había que afiadir algunas capellanías y dotaciones de misas. A partir del siglo xvrrr, el Oratorio de. Lima fue creciendo en número y en la ,estimación de los fieles, viéndose su Iglesia bastante concurrida. Fundáronse en ella varias Cofradías, entre las cuales sobresalió la de la Concepción Purísima ''. Pero si la Congregación prosperó no pudo decirse lo mismo del ·Hospital. Los mismos Filipenses se dieron cuenta de la imposibilidad en que se hallaban de atender a los clérigos y uno de los Prepósitos, el P. Rafael Farnesio, propuso dejar el Hospital, a lo que no se avinieron los demás y sólo se acordó la separación de gastos, cosa que :no debió llevarse a cabo con mucho rigor, porque en la visita hecha por 1s

Daremos aquí los~ nombres de los Prepósitos que se suCedieron: Francisco Javier Ayllón . . . .. . . 1692-1693 Bernardo de

Vilches . . . . . . . . .

Gregorio Cabañas . . . . . . . . . . .. Rafael Farnesio . . . . . . . .. Bernardo de Vilches . . . . .. Martín de Lacunza . . . . .. Juan de Morales . . . . ..... . Francisco Javier Bueno .. . Martín Ortiz de Foronda .. . Vicente Amil y Feijü