HildaLucci - Andre Maurois El Arte de Escribir [PDF]

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Zitiervorschau

Andre Maurois, El arte de escribir Usted desea aprender a escribir. Tiene razón. De nada sirve tener las ideas justas si uno no sabe expresarlas debidamente. Ni las palabras, ni la elocuencia misma, son suficientes, porque las palabras se desvanecen. Un escrito perdura: aquellos a quienes va dirigido pueden volver a leerlo, meditarlo. Queda para ellos como una imagen del autor. Una relación bien readaptada, bien escrita, está en la base de más de una gran carrera. Para escribir bien hay que poseer cultura. No es necesario estar al corriente de la literatura más moderna. Es mejor el conocimiento de los grandes clásicos, que suministra citas y ejemplos, introduce a una asociación secreta y poderosa, esta misteriosa francmasonería de los hombres cultivados que uno encuentra tan frecuentemente entre los médicos, los ingenieros y los escritores. Sobre todo, la cultura nos da vocabulario. Uno no escribe con los sentimientos, sino con las palabras. Usted debe conocer suficientes de ellas y haber penetrado su sentido exacto. De lo contrario las empleará inadecuadamente, el lector no le comprenderá. La Academia Francesa pasa una sesión entera definiendo tres o cuatro palabras. Esto no es jamás tiempo perdido. Por falta de un lenguaje preciso, todo un pueblo puede ser lanzado en prosecución de objetivos vagos que no merecen ser perseguidos. Por lo tanto, busque en los diccionarios –y sobre todo en el Littré– que darán ejemplos preciosos. Cada vez que usted ignore el sentido de una palabra, búsquelo. Lea los grandes autores. Vea cómo, con las palabras que usa todo el mundo, él sabe crear un estilo. ¿Cuáles autores? Moliere, el cardenal de Retz, Saint Simón, Voltaire, Diderot, Chateaubriand, Hogu. Ensaye a descubrir el secreto de cada uno de ellos y las fuentes de su maestría. No ensaye tener usted mismo un estilo. Ya vendrá solo si usted se forma a la vez un rico vocabulario y fuertes pensamientos. Aquello que uno concibe bien se enuncia claramente. Guárdese de lo rebuscado y pedante. Nada echa a perder más un estilo que la vanidad. Diga simplemente lo que tenga que decir. Valery ha dado este consejo: «De dos palabras, hay que escoger la menor». Es decir, la menos ambiciosa, la menos ruidosa, la más modesta. Prefiera siempre la palabra concreta que designa los objetos, los seres, a la palabra abstracta. «Los hombres», viene mejor que «la humanidad, «tal hombre«, es mejor que «los hombres». Las palabras abstractas son útiles, aun necesarias, pero pronto hacen que el lector vuelva a lo concreto. Con las palabras abstractas uno puede probarlo todo, pero no realizar nada. Prefiera siempre el sustantivo y el verbo al adjetivo. Más tarde aprenderá a manejar éste como lo han hecho Chateaubriad y Proust, pero es difícil. El filósofo Alain, que fue un gran profesor, dio este consejo: «Reducir los preparativos al mínimo. Es decir, no os preguntéis por largas horas ¿Cómo comenzar?, sino comenzad. La primera frase sugerirá la siguiente. Los pensamientos se desarrollarán uno tras otro. Si queréis una trama, no avanzaréis jamás. Si esperáis inspiración, esperaréis en vano. La inspiración nace del trabajo». Stendhal decía que él tenía que escribir cada mañana, «genio o no genio» y el antiguo autor Plinio expresó «Nulla dies sine linea» (Ni un día sin líneas). Si uno no se propone sentarse cada día a su escritorio, no para soñar, sino para trabajar, si uno se permite pensar: «esta mañana no me siento bien, estoy indispuesto, en la mañana los trabajos son difíciles», entonces está perdido. Al día siguiente hallará una nueva excusa y la vida pasará entre la haraganería y el fracaso. ¿Podremos dominar las dificultades de lenguaje y estilo, descubrir la frase por una palabra familiar? Sí, porque se habrán adquirido a la vez el gusto y la autoridad necesarios. Los grandes escritores tienen sus vulgaridades intencionales, los grandes embajadores escriben sus informes humorísticamente y brutalmente concretos. Hay que tratar de imitarlos, de obtener su experiencia y su talento.

No hay que atraer la atención, sino por la precisión vigorosa de las fórmulas, por el ajuste perfecto de las frases a las ideas, por una brevedad compacta y plena. En fin, hay que guardarse, mientras no se sea un maestro, de las frases largas. Bossuet las usa, pero él era Bossuet. Cuando el señor Caillaux era presidente del Consejo, le dijo a su jefe de gabinete, cuyo estilo le parecía ampuloso: «Escúcheme, una frase francesa se compone de un sujeto, un verbo y un complemento directo, eso es todo. Y cuando necesite un complemento indirecto, venga a buscarme». Usó así una exageración graciosa y oportuna. Pero, en el fondo, era verdad. El Arte de escribir de Andre Maurois, de la Academia Francesa, publicado en el diario Clarín el 21.05.64 Profesora Correctora Hilda Elina Lucci Corrige al sabio y te amará, Corrige al necio y te odiará

¡Usted PUEDE escribir! Deje volar su imaginación... Todos nosotros , en algún momento de nuestra vida, hemos escrito algo que pensamos o sentimos; lo volcamos en un papel y lo dejamos enterrado en algún cajón; al cabo de los años, esas ajadas notas vienen a nuestras manos –casi por casualidad– y las leemos con una sonrisa en el alma y en el corazón, nos reconfortan... nos hacen soñar. Nos hacen revivir esos instantes. Todos, TODOS, tenemos esa capacidad de expresarnos. Desde antes de que existiera la escritura, el hombre prehistórico sintió la necesidad de plasmar de alguna manera sus vivencias, aunque más no fuera en jeroglíficos. ¿Qué es, entonces, lo que nos lo impide ahora? Varios son los motivos: uno de ellos es el temor a no expresarnos correctamente; otro, el de no tener posibilidades concretas de dar a conocer nuestra creación. Ir a TESTIMONIOS. Sin embargo, actualmente –con el avance de Internet– eso ya no es un obstáculo. El que quiere escribir puede hacerlo sin ocuparse demasiado de las formas -para eso estamos los Correctores Literarios- y se puede publicar a bajos costos en papel, en la red o, simplemente, colaborar con algún sitio con el que nos sintamos identificados. Hay algunas pautas que se deben seguir: una de ellas es escribir sobre lo que se conoce o sobre lo que se siente. Nunca hay que adentrarse en temas desconocidos, porque el escrito pierde profundidad y el lector lo nota inmediatamente. Otra, y muy importante, es: todo escritor necesita de un Corrector. Efectivamente, el hecho de haber leído mucho o de tener un título académico en cualquier especialidad, no brinda de manera automática la capacidad para escribir correctamente. Y aquí NO me refiero solo a los errores ortográficos, sino a la redacción en general; a lo que hace que el lector comprenda qué es lo que el autor quiso decir, sin tener que volver a leer una oración.

Voy a darle un ejemplo que puede parecerle un poco exagerado y, por supuesto, lo es: yo soy Correctora y me especialicé en gramática, sintaxis, normativa y estilos. Eso es lo que sé y para lo que me preparé durante años. Obedeciendo a esos refranes que dicen “cuatro OjOs ven más que dos” y "zapatero a tus zapatos", si me duele un dedo voy a ver a un traumatólogo; si me pide una placa, se la llevo luego para que él la interprete y me diagnostique, aunque yo esté perfectamente capacitada para leer el informe, ir a una farmacia y comprar un calmante. Entonces, ¿por qué muchos piensan que es diferente, si el que necesita "consultar" –a un corrector– es un médico, un abogado, ingeniero o arquitecto? ¿Por qué tienen ellos que saber qué es un hipérbaton, si yo no sé cómo se interpreta una tomografía, no puedo presentarme a Tribunales para defender un juicio, no sé calcular la estructura de un puente, ni tampoco puedo hacer los planos de una casa? Le dije que la comparación era exagerada, pero quiero demostrarle con eso que NO está mal que se consulte con un especialista en cada materia, aunque sea un profesional el que lo haga. ¿Sabía que hasta a un gran escritor como es el Premio Nobel Gabriel García Márquez se le encontraron errores que un buen corrector hubiera detectado? Ir a Gazapos Célebres ¡Es más! Si una persona se pone a escribir sin cuidar tanto las formas, lo hará con mayor fluidez y sentimiento. Luego venimos los correctores en su auxilio y, si había algo interesante que comunicar y está escrito, el corrector hará que eso se vea y sienta con la claridad y profundidad con la que fue concebido. Y, muchas veces, también logramos descubrir lo que quedó “en el tintero”, y le sugerimos al escritor que lo agregue o, con su debida autorización, lo hacemos por él.

"Reducid los preparativos al mínimo. Es decir, no os preguntéis por largas horas cómo comenzar, sino comenzad. La primera frase sugerirá la siguiente. Los pensamientos se desarrollarán uno tras otro. Si queréis una trama, no avanzaréis jamás. Si esperáis inspiración, esperáis en vano. La inspiración nace del trabajo." El arte de trabajar* Para Maurois, el arte de la vida consiste en concentrar la fuerza, ya que no se puede hacer todo a la vez. Y ofrece algunas indicaciones metodológicas: 1.-Componer primero las partes más fáciles. 2.-Dividir por etapas. El montañés que escala abre un hoyo en el hielo para apoyarse. Pero no mira hacia arriba, porque lo puede desanimar lo que falta, ni hacia abajo, para no ver el abismo. 3.-Sostener una disciplina de trabajo. Escribiendo sólo dos hojas por día (¡es mi caso!, pensé) se puede hacer mucho, como algunos escritores consagrados. 4.-Combatir los devoradores del tiempo que nos distraen: el que quiere hacer algo para el mundo no puede dejarse tomar por él. *El arte de leer* Goethe decía que el trabajo del escritor consiste en estar en reposo, es decir, leer con serenidad. El arte de leer, por otro lado, es encontrar la vida en los libros. El autor de "Fausto" también aconsejaba definir primero lo que se va a escribir y luego buscar la soledad para la concentración."