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El otoño del patriarca
El otoño del patriarca es el libro que viene después de Cien años de soledad, lo que definió un reto tremendo para García Márquez por mantener la línea de éxito editorial que generó y por hacer más intenso el realismo mágico del que fue precursor. No obstante, según él mismo, este libro fue un fracaso rotundo, de nada valió, entonces, el trabajo en su composición y el viraje literario que representa. Pero a pesar de esto, dice el propio García Márquez, hoy en día, este libro es el más estudiado de toda su producción.1 Publicada en 1975, El otoño del patriarca no dista mucho del constante irrealismo y carácter fantasioso de los libros de García Márquez, mantiene su índole de trazar un paralelismo entre lo real, lo visceral, con lo utópico y mágico. Quizá por eso es que el patriarca manda a canonizar a su madre, murió dos veces (la primera fue su exacto suplantador, quien murió defecando), determinaba la hora que más se ajustara a su complacencia al punto de que cuando preguntaba qué hora era, sus hombres le respondían “las que usted ordene mi general”, mandó a asesinar a uno de sus aliados traidores y ordenó que lo picaran, lo condimentaran y se lo sirvieran en el almuerzo a sus ministros, bajo la orden implacable de que se lo comieran todo. Además de lo novedoso de la novela, literariamente hablando, (el desplazamiento del narrador, el ir y venir del tiempo, la ausencia de puntos apartes, lo que hace de la novela una casi monumental parrafada), la ridiculización y la hipérbole de los personajes es común, como éste patriarca, quien hacía sus consejos ministeriales desde su hamaca, venía de una madre (a quien convirtió en millonaria sin ella saberlo) quien atribuía el nacimiento de su hijo a alguna maravilla porque lo concibió sin varón. En fin, la narrativa más pura del nobel. Pero como el ensayo no es literario sino más político o social, todos estos datos no tienen la trascendencia. Entonces, es relativamente sencillo relacionar la novela con los gobiernos, si no dictatoriales, por lo menos autoritarios y severos, de América Latina en el siglo pasado y en 1
Gabriel García Márquez (El otoño del patriarca). (2013, 29 de marzo). Catálogo en línea [Archivo de Video]. Recuperado de http://www.youtube.com/watch?v=tbwBv8sS8lE
lo que llevamos de éste. García Márquez salpica a su patriarca con particularidades y actos que fueron comunes en los dirigentes políticos de nuestro continente. Y curioso es también que la principal inspiración del nobel para éste libro fuera el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, -quien encarna muchas de las tragicómicas y fatuas experiencias del patriarca- figura que también resultó sugestiva para que el también nobel Mario Vargas Llosa escribiera la novela La fiesta del chivo. Ahora bien, la devolución de una respuesta a la hora de buscar el significado de El otoño del patriarca es la de la idea de la soledad del poder. Y éste es el primer punto quebrante de ésta novela. Llega entonces la imagen de un dictador solo, acorralado por las presionas propias de su función, traicionado por sus asistentes, detestado por muchos, definido como blanco de atentados. Ahí está el tirano solitario. Solitario y agobiado, incluso, por su inseguridad sexual. Cómo la imagen más reciente a relacionar con Zacarías (que es como supuestamente se llama el patriarca, aunque sólo se menciona una vez, y la muerte lo llama Nicanor) es Hugo Chávez, los paralelismos resultan evidentes o palpables. Al patriarca lo querían matar, y en su soledad recurría a los encantos propios de la infancia que la miseria le arrebató en su tiempo propicio, en su soledad mató opositores, les cedió el mar a los estadounidenses, en su soledad se casó y tuvo un hijo y luego los vio morir: “los habían descuartizado y se los habían comido a pedazos los perros” (pág. 199), en su soledad solo encontraba alivio en la figura de Bendición Alvarado, a quien incluso después de muerta le confiaba hasta las despedidas: “que pase buena muerte, madre, le dijo, muy buena muerte, hijo, le contestó ella en la cripta” (pág. 268). Durante su viudez se acentúa esa atmosfera de soledad que resulta melancólica en el patriarca, no sólo por el hecho tácito de la muerte de su familia, sino porque esa soledad se representaba a través de las traiciones de las que sufría por parte de su más cercanos colaboradores, que lo dejaban solo, por parte de sus simpatizantes, que ahora se le oponían, que lo dejaban solo, por parte de la economía del país, que lo dejaba solo. Solo se murió, con su sordera y con la mano derecha bajo la cabeza, como una almohada. Decía que la comparación con Hugo Chávez resulta cercana si se analizan o se ven, por lo menos románticamente, las últimas noticias sobre el fallecido presidente. Según una
investigación de la Universidad de Salamanca, Hugo Chávez tenía una bajísima valoración entre los políticos latinoamericanos –éste estudio se realizó a los miembros del Parlamento de 17 países de América Latina- junto con su colega boliviano Evo Morales. Así mismo, el director del estudio avisa de la dificultad en la continuidad y desarrollo de su proyecto bolivariano. Más difícil se hace afianzar ahora ese proyecto puesto que estaba ligado directamente al liderazgo de Chávez.2 Solo se estaba quedando el comandante, solo en su proyecto, solo con su familia en La Habana. Solo se quedó Allende atrincherado en el Palacio de la Moneda esperando sus designios finales. Sola se está quedando Cuba con su régimen de cincuenta y cuatro años, y solos se están quedando sus gobernantes. Sola se está quedando, por ejemplo, la izquierda colombiana. Pero quizás éste tema de la soledad no sólo se aplica a los políticos o los líderes en sus aposentos gubernamentales, también está presente en aquellos líderes, dirigentes, agitadores, grupos u organizaciones que luchan contra los ultrajes del régimen o que se declaran opositores. Es la soledad manifiesta de, por ejemplo, aquel grupo que, despuntando la dictadura de Pinochet, se dedicó a planear la campaña publicitaria del “No”, en vísperas del plebiscito. O la soledad del bando opositor de Venezuela frente a la potente maquinaria oficialista. O la soledad del Polo Democrático en Colombia. O la soledad que tal vez sintió Tom Hoefling3, candidato a las presidenciales en Estados Unidos el año pasado por el partido Americano Independiente, cuando se dio cuenta de que obtuvo un 0,1%, frente al 51,07% de los votos que logró Barack Obama. Esa es la soledad del político, la soledad del poder. Con todo y con nada a la vez, con el poder, pero sin la potestad de hacer de su vida algo más apacible. Soledad podría ser también estar rodeado de hipocresía, como le pasaba al patriarca. El patriarca de García Márquez era un tirano, un déspota. Este es, entonces, el otro punto quebrante de la novela. A sus opositores los mandaba a tirar a los pozos donde se los 2
EL TIEMPO. [Consultado en línea: 29/03/13]. Disponible en la web: http://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/hugo-chavez-era-poco-valorado-por-politicoslatinoamericanos_12710168-4 3 BOSTON.COM. [Consultado en línea: 29/03/13]. Disponible en la web: http://www.boston.com/news/special/politics/2012/general/us-president-election-results-2012.html
comerían vivos los caimanes y hacía a otros arrancar la piel para luego mandársela a la familia como señal de escarmiento. Andaba por la casa presidencial –donde se congregaban paralíticos, leprosos, madres pobres, ciegos, gallinas, vacas, pájaros- seduciendo a sus concubinas con quienes finalmente, en su cuarto, cerraba la faena.Ante la negativa de la Santa Sede de canonizar a Bendición Alvarado, su madre, el patriarca expulsa al arzobispo y a las comunidades religiosas y expropia los bienes de la Iglesia. Todo este despotismo es común en quien pretende mantener el poder a toda costa, valiéndose de burocracia y de repartijas, de estímulos y, claro, de miedo y muerte. El personaje central de la novela manipula hasta el tiempo y se declara, si no aliado, por lo menos equiparable con Dios. Tal como Trujillo: “Trujillo y Dios”, lema que se veía por doquier en Ciudad Trujillo, el nuevo nombre de la capital de República Dominicana, orden determinada por el generalísimo. Y como dispone del poder, también puede de los relojes, como cuando Chávez modifico la hora legal de su país en media hora, pasando de menos cuatro horas (-4.00 GMT) a menos cuatro horas y media (-4.30 GMT). El patriarca de García Márquez andaba por su país sanando enfermos, curando leprosos, devolviéndoles la vista a los ciegos, tal como se decía de Maximiliano Hernández Martínez, en el Salvador, a quien se le atribuían dotes de brujo. El autoritarismo y el nivel de poder desmedido de algunos de los gobernantes actuales se asemejan mucho al del personaje de García Márquez. Poder al que llegan o por vía militar y por consiguiente violenta o por vía electoral, detentando por medio de toda clase de artimañas el poder, o tratando de procurarlo mediante siervos o los llamados “políticos títeres”, tal como lo hizo Rafael Trujillo en sus últimos años de mandato y ya fuera de él. Ya en el poder, es común de los gobernantes delegar funciones en personas de extrema confianza, como lo hizo el patriarca con Rodrigo de Aguilar a quien, luego de descubrir sus traiciones y conspiraciones, manda a asesinar de la truculenta forma que ya se expuso. Así pasó con José Ignacio Sáenz de la Barra a quien el patriarca ordena linchar, someterlo a torturas y dejarlo colgado en un farol de la Plaza de Armas. Y otro punto, no tanto de quiebre, sino de particular trascendencia, es el de la ocupación del país del patriarca –aparentemente una isla caribeña- por parte de potencias, o el concurso de éstos países para implantar al gobernante o para tener influjo en las decisiones internas de
la nación. Así pasa en El otoño del patriarca, en donde el patriarca llega al poder con colaboración de los ingleses y combatiendo contra el déspota ilustrado Lautaro Muñoz, quien también es poeta. Pero son los Estados Unidos, o los gringos, como se les llama en la obra, los que más intervienen en el país, ocupándolo. Primero, con la excusa de combatir la fiebre amarilla y con el beneplácito del general, quien ve en la ocupación una forma de apaciguar el miedo al mando supremo de las fuerzas armadas. Cansados de la falta de higiene de los habitantes, y asediados por una peste, la ocupación norteamericana termina tiempo después, no sin disminuir la influencia en el país: persisten los muchos embajadores e incluso el patriarca se ve obligado a venderle el mar a los estadounidenses. Éste recurso de tejer lo políticamente cotidiano con lo irreal de su novela es común en García Márquez, a quien tampoco se le escapan los avatares propios de la naturaleza humana: el amor, el sexo, la familia, la muerte. Porque éste tema de la ocupación imperialista y de la influencia de las superpotencias en los países menos desarrollados o aliados es de todos los días: Cuba con la antigua URSS, las bases militares estadounidenses en Corea del Sur y Colombia, etc.… El otoño del patriarca pertenece al grupo de la llamada “novela del dictador”, precisamente por eso, porque es una forma de mostrar, desde adentro y desde afuera, todos los laberintos del poder, de la tiranía, de la malicia autoritaria. El patriarca duró mucho en el poder y murió entre los 107 y los 232 años, lo que demostraría que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra".