CASTELLET La Hora Del Lector [PDF]

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Zitiervorschau

http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/3768/La_hora_del_lector

La hora del lector J. M. CASTELLET Edición de Laureano Bonet. Península, 2001. 242 páginas, 2.100 pesetas

Darío VILLANUEVA | Publicado el 19/12/2001 J. M. Castellet subtituló en 1957 La hora del lector como unas meras “Notas para una iniciación a la literatura narrativa de nuestros días”. Y el contraste entre los modos narrativos tradicionales y renovadores lo ejemplificaba entonces con citas de Cervantes, Tolstoi y Proust por una parte, y el Lazarillo de Tormes, Hemingway, Joyce, Dos Passos, Dashiell Hammet y Rafael Sánchez Ferlosio por otra. Esta última opción me parece especialmente significativa. Se trata del único novelista español contemporáneo que Castellet selecciona, cuando estaba muy vivo todavía el éxito en el premio Eugenio Nadal de su novela El Jarama. Ello habla de La hora del lector como de un auténtico manifiesto a favor de una poética narrativa que, en el proceso de la metamorfosis de la novela, abría nuevas perspectivas para nuestro neorrealismo, pues no por azar el autor dedica su libro “A los escritores españoles de mi generación”. De todo ello trata Laureano Bonet, responsable del impresionante trabajo de esta edición crítica, que, en un extenso epílogo, acredita su condición de gran conocedor de la literatura española del medio siglo. Se contextualiza allí, exhaustivamente, el trabajo que Castellet realizó desde principios de los cincuenta para arribar al buen puerto de La hora del lector, uno de los escasos ensayos literarios españoles con proyección internacional por aquellos años. Más la figura de Castellet se nos revela ahora también como precursora de la “Estética de la recepción”, fundamentada a su vez en la Fenomenología de la literatura, marco en el que se debe encuadrar La hora del lector (Seix y Barral, Barcelona, 1957) como una aportación original de la teoría hispánica a la herencia que la filosofía de Edmund Husserl dejó a los estudios literarios, en la estela ensayística que Ortega y Gasset había iniciado con Ideas sobre la novela. Así, en un sustancioso apartado que Castellet encabeza con el rubro “Aparición de la idea de lectura como creación”, figura una cita del fenomenólogo polaco Roman Ingarden, junto a otras tres de Ortega y Gasset, Jean Paul Sartre y Claude-Edmonde Magny, es decir, las referencias teóricas fundamentales para él. Según Ingarden la obra de arte literaria deja muchos elementos de su propia constitución ontológica en estado potencial, pues es la suya una entidad fundamentalmente esquemática. La actualización activa de la misma por parte del lector subsana esas lagunas de indeterminación o elementos latentes, y si es realizada con una actitud estética positiva, convierte el objeto artístico que la obra es en un objeto estético pleno. Esta es una idea nuclear que directa o indirectamente llega desde Ingarden a Castellet para convertirse en otra de las claves de su ensayo. Muy pronto se afirma en él que “en el caso de la novela, el autor revelará el mundo que el lector se comprometerá a poblar activamente poniendo de su parte todo aquello que el autor haya omitido u olvidado” (página 43). Para Castellet, uno de los cometidos específicos del que lee será colma “los frecuentes vacíos”, porque en su concepción de la novela “este será el gran quehacer del lector: llenar con su dinámica presencia el espacio que le espera en la construcción literaria” (pág. 44).

Otro gran aporte de Castellet reside en haber sabido vincular una teoría fenoménica de la lectura, de índole ontológica y por tanto universal, con las circunstancias concretas de un país sin libertad de expresión, en donde la literatura debía atender al insustituible compromiso de agitar las conciencias. El acto de leer se vuelve, así, en aquel contexto de 1957, en un gesto político con el que la novela cumple una “misión social”. Desde una indudable inspiración fenomenológica Castellet propuso a sus lectores estrictamente contemporáneos una idea de literatura que implicaba necesariamente “una revelación y una propuesta” encaminadas a un mismo fin: “la liberación de escritor y lector. Revelación que el autor hace de su mundo y propuesta de este mundo al lector para que éste lo asuma como tarea propia a realizar” (página 60).